12 minute read
ORILLA La otra
En toda persona, la época de la infancia permanecerá imborrable y el deseo de volver a ella es una de las constantes a lo largo de la vida. No importa dónde nos lleven los años ni dónde el ser humano acampe y levante su tienda, ni siquiera dónde realice su vida o funde una familia. La infancia quedará como telón de fondo y llevaremos dentro de nosotros aquella criatura que cada una fue y a la que, sin duda, quisiéramos volver
El Regreso
Advertisement
En la vida de Mariano una idea permaneció fija a lo largo de los 47 años transcurridos desde su partida a un mundo nuevo: volver. En esta palabra se condensaba el deseo, la ilusión y la esperanza. Volver a su pequeño pueblo, lejano, en un continente a miles de kilómetros de distancia, pero cercano y vivo dentro de él.
Desde aquel lado del Atlántico, en la bella ciudad argentina de Mar del Plata, frente al mar inmenso, con la mirada perdida en el horizonte infinito, evocaba la otra orilla y un lugar apacible, y cuanto formó su mundo sencillo: sus compañeros de escuela, los juegos y las risas, los sonidos, el ritmo de los días, las calles con su peculiar arquitectura, la iglesia, el castillo, el eco de las fiestas y el paisaje amplio, grande y sereno de su tierra castellana. Todo había vivido intacto en su interior.
¡Cuántas veces había evocado la estampa de su grandioso templo de San Miguel y aquella torre que se erguía poderosa y esbelta hacia el cielo azul! Y el castillo a las afueras, situado sobre una pequeña elevación ... ¡Qué sólido y elocuente testimonio de un pasado glorioso!. .. -En toda Argentina hay nada igual-, se había dicho así mismo multitud de veces.
Ahora, ya en camino, una sensación extraña le invadía. Se mezclaban en su alma sentimientos dispares; impaciencia y miedo, anhelos y temores, incertidumbre e ilusión.
Durante la noche de vuelo, Mariano se hizo mil preguntas para las que no hallaba respuesta. Deseaba encontrar el mismo escenario, pero temía que hubiera cambiado y que no se correspondiera con el de sus recuerdos. •Pero no -se decía-, todo tiene que estar en su lugar…
Cuando el avión tomó tierra, el corazón le dio un vuelco. -¡España! . _ se dijo. Y se recreó en una sensación muchas veces deseada.
Cuando en la estación de Madrid, se acercó a la ventanilla y pidió:
“Un billete para Palencia”, no reconoció su propia voz.
El Encuentro
Acomodado frente a la ventanilla, a medida que el tren avanza, el paisaje se le va haciendo familiar. Mariano reconoce el color de la tierra, el azul del cielo. En cada estación va encontrándose con nombres olvidados: El Escorial ... Ávila ... Medina del Campo ... Su alma se dilata ¿Reconocerá a su hermana Araceli? ¿Cómo serán los hijos? ¿Vivirán aún los primos? ¿Y sus amigos de la infancia, Miguel, Agustín, Bautista, Ramón ... ?
El tren continua avanzando. Valladolid ... Venta de Baños ... ¡Palencia!
En el andén un grupo de personas mira con ansiedad en todas las direcciones. Mariano levanta un brazo y la respuesta es inmediata. Desciende del tren. Pocas palabras. Mucha emoción, presentaciones, abrazos interminables.
¡ Qué momento hermoso! ¡Al fin juntos todos!
-Salgamos de la estación -interviene Francisco, el esposo de Araceli-. Afuera tenemos el coche.
Cuando llegan a Ampudia, la tarde declina. Al entrar en casa, Mariano siente una especie de respeto y de emoción incontenida. Le parece más pequeña que en su recuerdo pero más acogedora, más cálida y ordenada.
-¡Cuántas emociones en un solo día! -comenta.
El viejo reloj de pesas deja oír su inconfundible sonido. Ocho campanadas que a Mariano le hacen retroceder a sus años de niño, a los once años vividos en esta casa que ahora vuelve a pisar.
Saludos, alegría emocionada, presentaciones, explicaciones.
-No os podéis imaginar lo que esto representa para mí, -repite Mariano una y cien veceso tantos años anhelando este encuentro. -Todos sentimos lo mismo. Hoy es un día grande.
Cada estancia, cada rincón de la casa, le trae un recuerdo. En la pared del comedor cuelgan algunas fotografías de grupos familiares. Va recordando y conociendo la vida de cada uno. Cada vez que habla y rompe una pausa, se siente, extraño, pero la cordialidad y alegría se imponen y la conversación se hace más natural, más fácil y grata -¡Qué momentos más grandes éstos! Os sentía lejanos desde allá y hoy me parece que Argentina está a un paso. Sólo a unas horas, en realidad. No hay distancias; ningún lugar está lejos. ¿No es cierto?
Los Lugares
Cada día Mariano sale al encuentro con los lugares de su infancia. ¡Qué emoción atravesar las calles, limpias, cuidadas y con la estampa incomparable de una arquitectura sencilla y natural, armoniosa, ingenua a veces, de sentido común, útil. Ningún arquitecto la hubiera conseguido más acertada. Extraña algunos elementos y siente con nostalgia la ausencia de otros. Pero es natural; después de 47 años, la maquinaria y la mecanización han remplazado al ganado de trabajo. El pueblo tiene ahora otros sonidos. Los oficios tradicionales van desapareciendo o modernizándose, pero todo conserva su encanto particular. Las calles aún tienen sus antiguos nombres: calle de Los Yeseros, La Motilla, Ontiveros, Reoyo, La Cerca, Corredera ... Son nombres sugerentes, ligados a tiempos pasados. Y la Plaza Nueva…
El lugar de sus juegos infantiles. Echa en falta algunos elementos. ¡aquel lavadero donde las mujeres llegaban a lavar, con sus ropas en los cubos! El recuerdo de la estampa de su madre lavando le trasladó a aquellos años.
La contemplación por primera vez de cada lugar, supone para Mariano un ir y volver de su infancia al presente. El lavadero era, además de útil, un lugar de encuentro.
Pero el templete que lo reemplaza resulta acorde y armonioso.
Los Amigos
Mariano ha visto a sus amigos. En ellos ha comprobado el paso del tiempo. No obstante en sus rostros curtidos, se descubre la misma sonrisa, el mismo gesto, la misma mirada.
Con ellos conversa animadamente y recuerdan juntos aquellos años de niños, aquella época que en la memoria de Mariano se paró en un punto y quedó suspendida.
Las tardes del recién estrenado septiembre, son para nuestro personaje una invitación al paseo, a la contemplación del paisaje y de la luz, del cielo limpio y azul.
Con los amigos visita lugares y disfruta oyendo cómo ha evolucionado el pueblo y sus vidas.
La tarde en que se acerca con su amigo Miguel al castillo, nuestro viajero se sorprende gratamente; está más bello y solemne que en sus recuerdos. Miguel le explica la razón: reconstrucción, cuidados, limpieza, unos dueños, decoración interior. Cuando entran, para Mariano ya no es un regreso a la infancia; la sensación es otra: es traspasar el tiempo y encontrarse con un pasado histórico, con el espíritu de Castilla y de España entera. Es una sensación nueva. Desde la otra orilla -como él dice al referirse a Argentina-, donde todo es más nuevo y actual, no se sabe lo que es sentir el pasado y saberse un eslabón con otras generaciones. Aquel patio de armas, los altos muros de piedra, el silencio ... Suben a una de sus torres. El paisaje se extiende inmenso ante su vista. La torre de la iglesia destaca esbelta. El cielo es limpio, infinito. Desde allí localizan los pueblos cercanos: Torremormojón, Villerías, Castromocho.
- ¡Mi Tierra de Campos! -exclama Mariano con solemnidad. Y su mirada se recrea en la llanura.
Miguel, para quien, a fuerza de serle familiar, el paisaje le habla ya con menos fuerza, observa a su amigo y se complace en verle feliz. -Este gozo del espíritu -reconoce Mariano-, te lo debo a ti y a las personas que, como tú, habéis sido fieles a la tierra.
Miguel esboza una sonrisa de gratitud. Después pregunta a su amigo:
-y aquello, ¿cómo es?
-Mar del Plata es lindo. Una ciudad grande, moderna, bien trazada, con playas inmensas, un hermoso Casino. y con muchos españoles también. Tenemos centros y hogares regionales. El Centro Gallego... Allí a los españoles nos lla- man cariñosamente gallegos. ¿Qué te parece, Miguel?
Miguel sonríe y tras una pausa, añade con orgullo:
-Palencia también está muy bien. Si la ves, no la conoces ya.
-Seguro que me sorprende. Pero este pueblo chiquito, donde está mi origen y mi raíz está colmando la ilusión de mi regreso. Me va a costar volver, pero mi vida está allá y ya he realizado un deseo largamente alimentado dentro de mí.
-Tienes que quedarte para el día 29, San Miguel.
- ¿Por qué es tu onomástica?
-Celebramos el “Día de los Mayores” -dice orgulloso. -Te va a gustar.
Miguel habla siempre con brevedad, con las palabras precisas, casi con las imprescindibles; como buen castellano.
-Prometido, pues.
La Fiesta
Un cohete al anochecer rasgó el aire y un impresionante estallido sonó en lo alto; ¡Llegaba la Fiesta!
El día 8 de septiembre amaneció radiante, jubiloso. En el corazón de todos, un solo pensamiento ponía en camino a mayores y pequeños en dirección al santuario de la Virgen de Alconada.
¡Ay, aquella imagen, a la que tantas veces había vuelto Mariano su pensamiento y su devoción! Interiormente, en sus momentos difíciles, había recurrido con amor filial a la Madre.
-¿A qué hora saldremos para Alconada? -pregunta a su hermana Araceli. -Creo recordar que son tres kilómetros de camino. ¿Siguen llegando tantos peregrinos como antaño?
-Aún vienen muchos, pero ahora no es como entonces. Antes llegaban en carros, ¿recuerdas? y a pie muchos de ellos y algunos descalzos. Ya verás: la explanada se llena de coches.
-De coches -repite pausadamente Mariano. No le cuadraba esta imagen. En su niñez llegaban hasta de Portugal y de Galicia y muchos del pueblo hacían el camino descalzos.
Cuando entró en el recinto del Monaste- rio, una nueva imagen apareció ante su mirada. Aquel patio público de dos entradas y porticado, había cambiado; aún permanecía el pozo donde recordaba se bebía agua. El aspecto estaba sensiblemente mejorado. En el templo, la imagen de la Virgen inundó de emoción todo su ser. El momento cumbre fue la procesión por el recinto. La Virgen, cariñosa y artísticamente adornada, salió entre vivas y aclamaciones. El sonido de la dulzaina le estremeció y los danzantes ejecutaron con respeto su danza ancestral. ¡Qué fuerza cobra la tradición, la expresión popular, los viejos ritmos! La estampa del cortejo era fascinante para Mariano. Tras el toque de iniciación al primer “lazo”, los danzantes, ataviados con característico atuendo de blancas y almidonadas enagüillas rematadas al ruedo con anchas puntillas, chambra blanca y profusión de cintas y escarapelas multicolores, interpretaron al son de la dulzaina un vistoso paloteo: “El enrame”. Rítmico, exacto, vigoroso, ágil en sus evoluciones y cambios. Mariano recordó los versos que creía olvidados: “Si quieres que te enrame la puerta! prenda mía de mi corazón,/ si quieres que te enrame la puerta! tus amores míos son”.
En la espontánea manifestación de fe, religiosidad y tradición, muchos romeros se incorporaron a la danza. Mariano piensa: “Si esto lo vieran en la otra orilla .. “
Y en sus adentros repite: ¡Insólita España, cuánto atesoras, qué grandeza la tuya!
De regreso de la fiesta, con su amigo Miguel quiere detenerse ante otro de sus recuerdos: el “Salón”, aquel arroyo -casi río- donde algún día pescara cangrejos con reteles en las tardes de estío. Miguel le advierte con prudencia:
-El sucederse de los años se va llevando algunas cosas. Poco a poco “el Salón” fue desapareciendo.
-Es ley de vida -comprende Mariano. Y en su desencanto, se acuerda de aquel alicantino, cantor de la tierra y el alma castellana, que decía: “las cosas bellas deberían ser eternas”.
-El “Salón”, aquel arroyo ... ya no existe -se dice a sí mismo con nostalgia.
El Adios
El día de San Miguel fue una jornada entrañable. Mariano fue uno más entre los mayores del pueblo. Por la mañana, la Misa.
A la salida de la iglesia, los saludos, la tertulia, la conversación animada, los recuerdos. y por la tarde, la reunión, con merienda típica y abundante.
En medio de la celebración llegaría el momento que a Mariano le iba a añadir una emoción más, la más fuerte quizá. Miguel, en nombre de todos, con. palabras cortas y frases breves, es el encargado de expresar la alegría de tener entre ellos a un hijo del pueblo que, aunque lejos, nunca se ha olvidado de Ampudia y sus gentes, y le hace entrega de un doble recuerdo: dos artísticos platos azules con la iglesia de San Miguel estampada en oro.
- Uno para ti -le dice-, para que no nos olvides y otro para ese Centro de españoles, para que sepan que en España hay un pequeño pero a la vez gran pueblo que se llama Ampudia.
Aplausos, vivas, alegría general y compartida ponen broche a las nobles palabras de Miguel.
Mariano se levanta y casi no acierta a dar forma a sus palabras.
- Os aseguro que éste es uno de los momentos más grandes que he vivido en mi estancia entre vosotros. Antes de venir, en mi pensamiento os sentía lejanos, casi inalcanzables. De ahora en adelante va a ser distinto. Cuando llegue y me encuentre de nuevo en aquel gran país donde vivo, en aquella ciudad abierta al mar, ya no estaréis lejanos para mí, porque os llevo conmigo. El amor, que todo lo vence, también elimina las distancias. Sólo el amor acerca y une. Y allí os tendré; presentes en estos recuerdos que me entregáis y que agradezco en el alma.
En ellos y en mí estaréis hasta ...
Hay una pequeña pausa, pero Mariano se sobrepone a la emoción y finaliza:
- ... Hasta Siempre.
El Retorno
El día último se aproxima. Quisiera evitar Mariano ese momento final, esa despedida que será fingidamente alegre, disimulando el dolor que supondrá arrancarse de tantas buenas gentes, de su pueblo y de cuanto acumula.
Desea a la vez que el momento llegue y que pase para quedarse solo. Solo consigo mismo y con la carga emocional de cuanto ha vivido a lo largo de un mes.
Y, como todo, llega y pasa.
Todo se queda atrás. Palabras, emoción, buenos deseos, recomendaciones, advertencias, promesas.
Durante el viaje de retorno a su casa, instalado ya en el avión, -volando por encima del océano inmenso, Mariano va poniendo en orden sus vivencias. Se siente cambiado. Trata de serenar su espíritu, de descansar su mente ...
De su bolso de viaje extrae con cuidado un envoltorio redondo.
Lentamente lo descubre. Son los platos -azul y oro- que la entregó su amigo Miguel en la fiesta. Vuelve a guardarlo. El trayecto toca a su fin. Pronto estará en su casa de nuevo. Con ánimo renovado y satisfecho se dice:
-¡Cuando les cuente a mis amigos los días vividos!. .. y ya no me referiré a Ampudia diciendo “mi pequeño pueblo”, porque Ampudia -se dice plenamente convencido y orgulloso- es grande ... grande ... grande ... en todo.
II CONCURSO DE CUENTOS Y POESIA PARA LA TERCERA EDAD PREMIOS / CUENTOS LUIS FERNANDEZ-ARIAS ARGÜELLO MARGARITA ORTEGA GONZALEZ JULIANA BARRAL GIL POESIA EUSEBIO GARCIA GONZAL.EZ ALBERTO GONZALEZ MIGUELEZ ANGEL ALVAREZ PANDO
EDITA: JUNTA DE CASTILLA y LEON Consejería de Sanidad y Bienestar Social. DEP. LEGAL: VA-130/1995
IMPRIME: Reprografía Mata Plaza de la Universidad. 3 47002 - Valladolid
Margarita Ortega González MUJER Y CRISTIANA
Además de los estudios en Derecho y los correspondientes para adquirir el título de Maestra, cultivó mucho la música, abriendo una tienda de instrumentos musicales y discos.
Y… española. Porque nuestra protagonista supo vivir intensamente esos tres títulos y más que títulos: mujer como criatura de Dios; cristiana como hija de la Iglesia y española nacida en Villada. Que no todas las mujeres están orgullosas de ser tales y menos de ser hijas de la Iglesia, tampoco de su patria, España.
Margarita cuidó con extraordinario esmero su preparación para ser una mujer ideal, una española orgullosa de su historia y, sobre todo, cultivó su amor a la Iglesia como discípula de Santa Teresa de Jesús, que al morir pronunció estas palabras: al fin muero hija de la Iglesia “.
El domingo, 3 de abril [de 2016], se dio cristiana sepultura a Margarita, que murió en Palencia, lugar en el que había pasado toda su vida y desde donde había salido muchas veces para visitar los pueblos de la provincia y otras ciudades y países. Hasta dio conferencias en Cuba.
Margarita amaba a su pueblo natal, Villada, y a su Palencia, donde recibió una formación cultural extraordinaria. Se dice, y con gran acierto y verdad, que fue “la voz del folklore”, y así lo ha demostrado en los libros que publicó y el mimo con el que cuidaba y conservaba los distintos trajes regionales y sus bailes en las fiestas.
LANCASTER. Fue la fundadora del coro Lancaster, compuesto por mujeres, dedicándose a cantar en las Fiestas de los pueblos y en las Misas Solemnes de los Santos y Vírgenes Patronas. Gozaba, y mucho, dando conferencias en las Residencias de Jubilados.
Además de los estudios en Derecho y los correspondientes para adquirir el título de Maestra, cultivó mucho la música, abriendo una tienda de instrumentos musicales y discos.
Muy devota de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa de Jesús y de San Francisco de Asís; piadosa y muy orgullosa de su fe y tradiciones religiosas, sobre todo en los pueblos.
Mujer cristiana y española. Ayudó mucho a los pobres y regaló una parte muy importante y valiosa de los libros de su biblioteca particular. Muchos de esos libros están en las Casas de Cultura de algunos pueblos. Singularmente contribuyó con las misiones de distintas Órdenes Religiosas y en especial con el Domund.
Margarita supo vivir intensamente las Obras de Misericordia y jamás olvidó lo que nos dijo Jesús: “Tuve hambre y sed y frío… etc., etc.”.
La Gaceta de Castilla y León, mayo 2016