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PERDÓN, OH DIOS MÍO

por: ALEX CROCKER

Guatemala, país de nobles tradiciones de morados y negros penitentes; de cuna ancestral española que durante la Semana Santa se dejan sentir los aromas del incienso, el pino, el aserrín, el trébol y el corozo. Al paso de la imagen de la devoción familiar de padres y abuelos que nos han dejado marcado en el corazón del devoto antigüeño el amor a un Cristo Yacente que por cientos de años ha sido el clamor y la esperanza de tantos guatemaltecos que durante estos dos años nos hemos visto privados de estar con nuestro Jesús, acompañándolo en su Santo Entierro hemos llorado; perdimos la esperanza de acompañarle con nuestro farol en mano, pero nunca perdimos la fe. En el corazón de cada uno vibra la emoción como devoto, como amante a este Jesús que no es más que el que tiene todo el poder y la gloria, albergamos en el corazón escuelero que pronto nuestros ojos tendrán la dicha de reencontrarnos con él en las calles de aquellos antañones barrios antigüeños de la Real y muy noble ciudad de Guatemala.

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La pandemia quiso cercenar nuestras devociones pero nuestra fe y nuestro amor a ese Cristo Yacente ha sido más fuerte, el corazón del devoto que añora una vez más el poder ponerse la túnica negra y la capilla; símbolos de una hermandad centenaria, una vez más en esta época de pandemia que cercenó nuestras tradiciones, que cerró nuestros templos, pero el amor del devoto amante a este Jesús está presente y con ansias vivas pasó estos tristes y desolados viernes Santos, pero aún en plena pandemia tus devotos vimos tu sagrada presencia en cada uno de los hogares y como hace ya muchísimos años en familia y de riguroso luto, doblamos rodillas a las tres de la tarde frente a nuestro amado Señor Sepultado de la Escuela de Cristo y con la voz quebrada por su ausencia ante aquella fotografía ya dañada por el tiempo se cantaba el Perdón Oh Dios Mio, Perdón indulgencia, Perdón y Clemencia, Perdón y piedad.

Ese momento que guardarnos en nuestra memoria en donde agradecíamos los favores, implorábamos el perdón y le pedíamos que por su grandiosa misericordia el cese de esta terrible enfermedad.

Fotográfía: Danny Gamboa

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