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SANGRE Y ESPÍRITU DEL BARROCO EN
SANGRE y ESPÍRITU del BARROCO
EN LA ANTIGUA GUATEMALA
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por: WALTER GUTIÉRREZ
Historiador, Catedrático titular de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala
En pleno siglo XXI puede sorprender a muchas personas que no comparten la fe católica o aun compartiéndola no son sensibles a las expresiones del catolicismo guatemalteco, el hecho que el espíritu de la estética barroca, expresado en reiteradas ocasiones a través de los siglos, pero especialmente entre los siglos XVII y XVIII, posea un profundo arraigo en Guatemala y especialmente en la Semana Santa.
Explicarlo tiene muchas dificultades y por supuesto muchas vías. Habrá quienes intenten trazar una línea espiritual, hundida en las explicaciones teológicas que los padres de la iglesia, exégetas, místicos o religiosos han elaborado a través de la larga tradición católica. Otros más a través de los aportes de la sociología y la antropología. En este caso, la historia del arte nos propondrá una llave para abrir la puerta a la revisión de este hecho socio cultural que bien podría ser un milagro, un producto del mestizaje permanente o una transfiguración artística.
Para ello hay que entender que la estética es una rama de la filosofía que en pocas palabras -y con un reduccionismo bárbaro de mi parte- podríamos decir que es la percepción de lo deleitable para los sentidos y que eleva el espíritu a través de su contemplación, que obedece a un constructo socialmente aceptado, generado por las condiciones en que viven las sociedades y los artistas.
En otras palabras, la percepción de lo que consideramos bello obedece a las circunstancias sociales que rodean a los artistas, al individuo o la comunidad a la que llega la obra de arte, modificándose según la estructura social, el tiempo y el espacio. Por ejemplo: las obras de arte generadas durante el mundo feudal poseen una belleza comprendida por ese mundo, en los espacios y tiempos que vivieron en esa forma de organizar la vida. El románico, el arte musulmán de la península Ibérica y el gótico responden a esta estética y aunque siga siendo admirada, es muy probable que
Fotográfias: Gabriela Morales • extremo izquierda Danny Gamboa • arriba izquierda Viernes Santo 2021 • Gabriel Valdez• arriba
haya dejado de tener un vínculo directo con la sociedad en la que sus restos materiales se encuentran ubicados.
Pero ¿Por qué una obra generada por el tiempo y el espacio barroco sigue teniendo vigencia hasta la actualidad? Transportémonos al Viernes Santo de la Escuela de Cristo.
El cuerpo sangrante de Jesús pende de la cruz en el presbiterio del antiguo templo de los Oratorianos; su cabeza ha caído sobre el pecho en un momento dramático como ninguno. Pasadas las quince horas, es descendido de la cruz, colocado en el suelo según una antigua costumbre y luego llevado a un catafalco para ser ungido en las llagas y el costado. Lentamente es subido a la urna sepulcral, velado y luego elevado en hombros de sus devotos. Minutos después, en la calle, las densas columnas de incienso lo envuelven y llevan en medio de calles tricentenarias y espíritu barroco.
La obra de arte, rodeada por más elementos artísticos y una parafernalia basada en pautas aprendidas durante siglos saca a los espectadores y devotos de la vida del siglo XXI y la lleva a la de los siglos XVII y XVIII. ¿Cómo puede pasar esto?
Para explicarlo hay que comprender la riqueza del concepto “barroco”, diferenciando entre dos formas de entenderlo en virtud de que posee dos dimensiones: “lo barroco” y “el barroco”. La primera debe comprenderse como el espíritu estético que se contrapone a “lo clásico”. Toda expresión material o inmaterial que contradiga lo sobrio, lo frio, lo regido por un canon casi inmutable, rígido, estricto, donde la emoción esté contenida, la podemos identificar como “lo barroco”; donde el mestizaje explote y nos regale formas retorcidas, dramáticas, misteriosas y envolventes, puede ser en el mundo maya del clásico, el andalusí o el gótico castellano, ahí se encuentra el concepto que ahora nos ocupa.
La segunda dimensión, la de “el barroco” es la de un estilo concreto, ubicado temporalmente entre los siglos XVII y XVIII, gestado en el manierismo y la etapa final del Renacimiento. Un estilo donde lo sensual y lo emotivo se expresaba mediante el refinamiento, el tenebrismo, la explosividad, la línea curva, el drama y lo impactante, atrapando al espectador, envolviéndolo en una sinfonía de colores, sonidos, texturas y emociones propias de un mundo cada vez más rico, más capitalista, más globalizado y con maquinarias de poder más complejas, el mundo en el que Europa era la regente de la cultura, del pensamiento, del arte. Pero que también se convirtió en el estilo artístico que mejor asimiló América durante la época colonial, por su enorme capacidad para incluir visiones diversas.
En la Semana Santa, en La Antigua y en la Escuela de Cristo se respiran aún ambas dimensiones: lo barroco y el barroco. Ese cuadro del Viernes Santo, desarrollado entre las 12:00 y las 16:30 horas, entre la crucifixión y la salida del Señor Sepultado es capaz de enlazar ese mundo bidimensional de la estética barroca que he señalado. El mestizaje guatemalteco con sus expresiones ricamente elaboradas por las dos herencias que laten en él -la maya y la española- encuentra en la sangre del Señor Sepultado el nutriente clave para que un momento estético del siglo XVIII, creado sobre la base de una espiritualidad y mística propias de una ciudad católica, colonial y ceremonial, se pueda reproducir hasta el siglo XXI y focalice la atención en la escultura que conmueve e impacta.
Los ojos desmayados que aun dejan ver las pupilas atormentadas; la tensión de sus manos desangradas; la herida del costado que mana sangre y agua, expresión de la síntesis del Evangelio de San Juan: que lava y que salva; las piernas que aun parecen sufrir la contorsión de la asfixia provocada por tres horas de agonía; los pies amoratados y perforados; todo en él conduce a una sola idea concebida por el artista que lo esculpió en un momento determinado y bajo una estética concreta: el drama del justo sacrificado por los pecados del ser humano expresado en un cuerpo que impacta y conmueve, que puede transmitir
Fotográfias: Gabriela Morales • izquierda Danny Gamboa • arriba
ese tormento visible en la escultura al alma y sentimiento de quien lo contempla.
La misma idea que el artista tuvo a la hora de tallar al Señor Sepultado de la Escuela de Cristo recorre en segundos la mirada y la vida de los caballeros y damas que presencian los actos rituales de Viernes Santo, los mismos que se han realizado por siglos con sus muros como testigos. Pero en cuestión de minutos, esa misma expresión de la estética y espiritualidad barroca asomará por la puerta y ya no serán algunas decenas de personas sino miles quienes, quizás sin saberlo, saldrán del mundo contemporáneo para que por unos instantes vuelvan a vivir la experiencia que nuestros ancestros vivieron en una ciudad que suspira por su Viernes Santo.
Dentro de su urna española, producto de la estética romántica de finales del siglo XIX, sin saberlo quizás, va Jesús muerto acentuando esa visión del pasado barroco. Un relicario que como veladura oculta barrocamente a Jesús. Sus cristales son traslúcidos, pero no es perfectamente visible; está ahí, pero no lo podemos contemplar con diáfana mirada, como el drama de la vida, como la explicación de la trascendencia, como el tiempo de su origen en Santiago de Guatemala: no es fácil verlo. En todo el ambiente del Santo Entierro flota la esencia del barroco que continua presente en las calles de La Antigua en el Viernes Santo de la Escuela de Cristo.
Como suele suceder en la aplicación de la filosofía o la teoría del arte, muchas veces es más fácil vivir que explicar. Es mejor sumergirse en lo que hay aún de espiritualidad en el siglo XXI; liberarse de gritos, risas y la irreverencia de quien no está dispuesto a vivir el momento que se nos ofrece al pasar Jesús dentro de su urna y elevarse con él en el tiempo en el espacio; así como se nos ofrece disfrutar de un cuadro de Merlo, una fachada de los Porres, un sagrario de Guerra, desde su urna Jesús nos invita a transportándonos a un mundo que materialmente ya no existe, pero que esencialmente aun late cuando Cruz Pesada envuelve a la sangre y el espíritu barroco de La Antigua Guatemala en la Escuela de Cristo.
Fotografía: Danny Gamboa • arriba