ARQ U ITEC TU R A • ARTE • D I S E Ñ O
NÚMERO 46 Diciembre 2020 ISSN: 0718-669X ISSN: 0718-2309
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REVISTA 180 N46
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A partir del presente año intercalaremos un número por medio dedicado a un tema en particular: se tratará de números temáticos que profundicen en los trabajos de investigación. Si hasta ahora la tarea fue la expansión del campo con el propósito de cruzar miradas, establecer relaciones y dialogar entre disciplinas, cuyo campo de pertinencias se cubre bajo el manto de la creatividad, sin duda que otra mirada convocando a expertos de un área permite profundizar conocimientos y, en ocasiones, convertirse en referentes universales o en el punto de la más alta concentración de un saber especializado.
From this year, we will alternate into our regular numbers a special issue dedicated to a particular topic: it will be thematic numbers that deepen the research work. If until now the task has been to expand the field with the purpose of crossing views, establishing relationships and dialoguing between disciplines whose relevance is covered under the mantle of creativity, then another glance consisting in summoning experts from an area, without any doubt, allows a deeper knowledge and, on occasions, it might become a universal reference or the highest concentration of a specialized knowledge.
Así, se puede convenir que las disciplinas creativas que convocamos son las que perciben incertidumbres y límites, y exigen un doble esfuerzo de interrogar al objeto de conocimiento y al cognoscente, que se agita en el caos y la imprevisión. De este modo, la doble mirada expandida y profundizada, se constituye en modalidades necesarias y enriquecedoras.
Thus, it can be agreed that the creative disciplines that we call on are those that perceive uncertainties and limits, and require a double effort to interrogate both, the object of knowledge and the cognoscente, which agitates in chaos and unsureness. In this way, the double gaze, expanded and deepened, becomes necessary and enriching modalities.
Adicionalmente, y con el propósito de ampliar el conocimiento y la información acerca del cuerpo principal de artículos sometidos a arbitraje ciego, agregaremos un Dossier que contendrá artículos, proyectos y obras sin arbitraje, complementando de este modo los números temáticos. Así, creemos que el tema tratado se expondrá en su mayor plenitud en nuestro propósito de hacer florecer las temáticas en todas sus dimensiones. Esto informa que el número 48 de diciembre de 2021 estará dedicado a Museografía y Curaduría, y tendremos al doctor Ramón Castillo Inostroza en calidad de co-editor.
Additionally, and with the purpose of expanding the knowledge and information about the main body of articles submitted to peer review, we will add a Dossier that will contain articles, projects and works without arbitration, thus complementing the thematic numbers. In this sense, we believe that the subject matter will be exposed to its fullest extent in our purpose of making the themes flourish in all their dimensions. This informs that #48 of December 2021 will be dedicated to Museography and Curatorship, and we have invited Dr. Ramón Castillo Inostroza as co-editor.
Alberto Sato, editor. Alberto Sato, editor.
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EDITORIAL
LA ESTÉTICA DEL ERROR EN EL DISEÑO GRÁFICO CONTEMPORÁNEO: CONEXIONES ENTRE EL GLITCH, LA CULTURA POSDIGITAL Y EL NEW UGLY 1 THE AESTHETICS OF ERROR IN CONTEMPORARY GRAPHIC DESIGN: CONNECTIONS BETWEEN GLITCH, POSTDIGITAL CULTURE AND NEW UGLY Fernando Suárez-Carballo2, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, España Juan-Ramón Martín-Sanromán3, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, España
Resumen
Abstract
En el marco de la comunicación visual actual, se observa una
The current landscape of visual communication observes an
proliferación de singulares prácticas cuya orientación estética
increasing number of peculiar practices whose aesthetic orien-
está basada en la imperfección como ingrediente fundamental.
tation is based on imperfection as the essential element. In this
En este contexto, la investigación busca revelar la presencia del
context, the research seeks to reveal the presence of error in
error digital en el diseño gráfico contemporáneo, concretamente,
contemporary graphic design, specifically, through the analysis
mediante el análisis de dos líneas principales (cuya relación se
of two main directions (whose relationship it tries to prove): on
trata de demostrar): por una parte, la cultura posdigital y dos de
one hand, postdigital culture and two of its ramifications (the
sus ramificaciones (el universo posinternet y la Nueva Estética),
postinternet universe and the New Aesthetic), concepts that
conceptos que sido estudiados casi exclusivamente desde el arte
have been studied almost exclusively in the art field to describe
para explicar la invasión de motivos digitales y tecnológicos, la
the invasion of digital and technological elements, the fusion
fusión de los mundos físico y virtual o un escenario definido por
of the physical and virtual worlds or an environment defined
la progresiva pérdida de seducción por parte del Internet; y, por
by the progressive loss of seduction by Internet; and, on the
otro lado, el New Ugly, una ecléctica corriente de diseño gráfico
other hand, the New Ugly, an eclectic graphic design movement
que encuentra en la simulación amateur su principal rasgo dife-
based on the amateur simulation as its main differential feature.
rencial. Mediante la revisión bibliográfica como método principal,
Through bibliographic review as the main method, supported
apoyada en una muestra intencional, no probabilística, de imá-
by an intentional, non-probabilistic sampling of images belong-
genes de proyectos de diseño gráfico que procuran justificar el
ing to graphic design projects to justify the relationship of the
vínculo entre los anteriores enfoques, las conclusiones apuntan
mentioned approaches, the conclusions refer to an important
a una importante presencia del error digital en el diseño gráfico
presence of digital error in the graphic design nowadays and the
actual y a la conexión entre el New Ugly y la cultura posdigital
connection between New Ugly and postdigital culture through
mediante el glitch como eslabón estético.
glitch as the aesthetic link.
Palabras clave
Keywords
cultura posdigital; diseño gráfico; estética; glitch; New Ugly
aesthetics; glitch; graphic design; New Ugly; postdigital culture
Cómo citar este artículo: Suárez-Carballo, F., Martín-Sanromán J. y Galindo-Rubio, F. (2020). La estética del error en el diseño gráfico contemporáneo: conexiones entre el glitch, la cultura posdigital y el New Ugly. Revista 180, 46, 2-14. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-802 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-802
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Fernando Galindo-Rubio4 , Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca, España
Sobre el papel de la imagen en la comunicación, Aumont (1992) alude a tres funciones básicas: modo epistémico (como fuente de información), modo simbólico (como vehículo de transmisión de significados) y modo estético (como objeto de complacencia y satisfacción). En relación con la tipografía, concretamente, como ingrediente primordial en el diseño gráfico (González-Díez y Pérez Cuadrado, 2001), Benito-Cabello y Sánchez-Leyva (2019) hablan de una función comunicativa constructiva, didáctica, persuasiva y estética. Junto con la usabilidad, la funcionalidad y la economía, por tanto, el criterio estético es una variable más en la interacción del usuario con cualquier artefacto visual de la vida cotidiana (Gràcia, 2007). De todos modos, es preciso insistir en que, aunque resulta fundamental en la definición del diseño gráfico, el factor estético no es su única razón de ser o, al menos por sí mismo, el criterio diferencial de la disciplina: Desde esta visión queda desterrada la concepción puramente artística y estética que se tiene del diseño gráfico y de sus profesionales para dar paso a una concepción más activa y social. Porque, en definitiva, diseñar para uno mismo no tiene sentido. Solo lo tiene cuando se diseña para el otro.
Sin alteridad no hay diseño, no hay diálogo y, por lo tanto, tampoco hay discurso (Gamonal-Arroyo y García-García, 2015, p. 12). Es precisamente la vertiente estética, no obstante, la que interesa de forma especial a este estudio, una empresa que, como admite Calvera (2007), siempre ha resultado resbaladiza y compleja en el campo del diseño gráfico. Según Villamizar-Duarte y Osorio-Contreras (2014), la Estética es la ciencia orientada a la reflexión filosófica en torno a la naturaleza de lo bello y los productos artísticos visuales y audiovisuales. Sin embargo, como sugieren Sánchez-Ramos y Barroso-García (2013), es necesario recordar que no existe un único patrón estético en diseño, ya que depende de variables como el gusto del usuario, la forma y la función; de hecho, validar exclusivamente lo bello (y no sus contrarios, como lo feo o lo imperfecto) equivaldría a limitar su objeto de estudio a una sola alternativa. Situado, pues, en el enfoque expresivo del diseño —junto con disciplinas como la teoría del lenguaje o la retórica—el componente estético es aquel “factor de fascinación” —similar al concepto de satisfacción propuesto por Mijksenaar (2017) en el triángulo que conforma con la fiabilidad y la utilidad (el Venustas, Firmitas y Utilitas de Vitruvio)— que, previamente a la decodificación del mensaje, propicia una primera atención del receptor (Ayala-Pérez, 2013; Fernández-Iñurritegui, 2007). Desde la perspectiva de la eficacia del mensaje, la sintonía con los gustos y preferencias del cliente contribuye a incentivar su respuesta y, con ello, favorece una mejor comunicación de los productos y servicios (De Almeida, 2013); en este sentido, el diseño aúna el placer de la función con el placer de la emoción, que, según García-Garrido (2010), no es menos práctico ni funcional. Así, en un contexto actual regido por los nuevos retos tecnológicos, el masivo acceso a redes globales o la sobreabundancia informativa (Ricalde-Gamboa, 2007), un escenario en el que se diluye la frontera entre los mundos físico y virtual y la seducción de la tecnología ha perdido peso en la mente de los consumidores, el arte acude al error digital (glitch) en un intento por humanizar los nuevos medios y dispositivos. Al mismo tiempo, el diseño gráfico observa en el siglo XXI una proliferación de arriesgadas prácticas creativas por parte de un importante número de diseñadores que, bajo la etiqueta del New Ugly, abogan por un decidido distanciamiento de los postulados más academicistas y han derivado en un lenguaje estéticamente conflictivo, cuyo eje principal está representado por aquellos mensajes que apuestan por la impostura amateur como criterio fundamental. Objetivos e hipótesis El objetivo principal de esta investigación es revelar la importante presencia del error digital en las prácticas estéticas
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Introducción El diseño gráfico ocupa un lugar muy concreto dentro del amplio campo de la comunicación visual, una parcela, esta última, que Montes-Vozmediano y Vizcaíno-Laorga (2015) definen a partir de tres criterios fundamentales: su visualidad, su intencionalidad y su significación. Entendido como una “actividad predominantemente racional” (Burgos y Strycek, 2018, p. 97), Frascara (2006) propone emplear el término “diseño de comunicación visual”, que, a su juicio, designa mejor el quehacer de la profesión, al referirse a un método (el diseño), un objetivo (la comunicación) y un medio (la visión). Además de esta primera acepción (un instrumento que emplea el lenguaje visual para la solución de problemas de comunicación que le son planteados “desde fuera” y responden a ciertos condicionantes previos), existe una segunda interpretación, más cuestionable, que alude a su capacidad para embellecer objetos, alternativa que hace hincapié en la mera vocación estética y vincula el diseño con el arte aplicado (Vega-Pindado, 1999). Precisamente, sobre estas dos grandes ramas de la comunicación visual, podría concluirse que el arte produce obras para ser contempladas y que se justifican por sí mismas, mientras que las piezas de diseño están concebidas para ser “habitadas, utilizadas, vestidas, leídas o manejadas en forma de información” (Campi, 2020, p. 23). Desde esta convicción, Subiela-Hernández (2017) se lamenta de la habitual confusión que suele perseguir al diseño como un simple ornamento o un elemento accesorio de la comunicación.
A partir de este objetivo principal, pueden enumerarse dos objetivos secundarios que tratan de concretar el primero: Justificar el impacto de la cultura posdigital (un escenario cuyo estudio se ha ceñido principalmente al arte) y el glitch (como uno de sus ingredientes estéticos más relevantes) en la práctica discursiva del New Ugly, un destacado movimiento del diseño gráfico contemporáneo. Rescatar un conjunto de piezas gráficas (mediante una selección de tipo intencional, no probabilístico) que demuestren la presencia del glitch como un recurso estético de notable repercusión en el diseño gráfico. Partiendo de los anteriores objetivos, este estudio plantea las siguientes hipótesis de trabajo: H1: La cultura posdigital y, en concreto, sus ramificaciones estéticas (el arte posinternet, la Nueva Estética y, muy especialmente, el glitch, como ingrediente de particular trascendencia), conceptos abordados principalmente en el campo del arte, tienen innumerables conexiones con el diseño gráfico a través del New Ugly, una ecléctica corriente de naturaleza posmoderna. H2: Mediante rasgos como el feísmo, el azar o la nostalgia, el glitch puede interpretarse como uno de los recursos estéticos que emplea el New Ugly en su afán de construir soluciones visuales basadas en el error y la imperfección de una falsa apariencia amateur. Metodología El diseño metodológico está inspirado en trabajos como el de González-Díez y Tabuenca-Bengoa (2015) o SuárezCarballo y Martín-Sanromán (2019), que se fundamentan en dos técnicas fundamentales: una labor de tipo documental y un análisis exploratorio mediante la búsqueda de imágenes relacionadas con el objeto de estudio. En primer lugar, se procede a una investigación bibliográfica —la técnica exploratoria por antonomasia, según CaldevillaDomínguez, Barrientos-Báez y Fombona-Cadavieco (2020)— orientada a una exhaustiva descripción de la estética del error digital en la cultura visual actual y su vínculo con el diseño gráfico; una revisión teórica que, a su vez, pretende servir de base para la posterior selección y descripción de piezas que justifiquen su presencia en este ámbito. Paralelamente al trabajo bibliográfico, se lleva a cabo un segundo análisis exploratorio a partir de la búsqueda de proyectos de diferentes áreas del diseño gráfico que cumplen con los requisitos previstos en la primera tarea
documental. En esta fase, la selección de piezas gráficas no es representativa sino intencional —la población no equivale en ningún caso, por tanto, al universo— y sirve para ilustrar algunas de las opciones gráficas que recurren al error como criterio estético fundamental, insistiendo en el carácter reciente de estas creaciones: de esta forma, solo se recogen aquellas que han sido desarrolladas durante la segunda década del siglo XXI. Por otra parte, en relación con su objeto principal, el estudio busca seleccionar imágenes pertenecientes al diseño gráfico, en concreto, excluyendo expresamente aquellos trabajos adheridos a la disciplina artística. Cultura posdigital, arte posinternet y Nueva Estética La mayor parte de la literatura (Andrews, 2002; Contreras Koterbay & Mirocha, 2016; Cramer, 2015; Minutti, 2011, entre otros) coincide en atribuir el término posdigital al músico e investigador Kim Cascone. Con un protagonismo sustancial en muchas de las disciplinas artísticas de finales del siglo XX, el concepto busca designar aquella cultura que ha asimilado plenamente lo digital (que, por tanto, deja de erigirse como el medio artístico de especial fascinación u objeto artístico por sí mismo) para hibridarse espontáneamente con lo analógico (Cascone, 2000). Asimismo, según Cramer (2015), el término describe el desencanto contemporáneo con los sistemas y dispositivos de información digital, un revival de los viejos medios que resulta en una apuesta por lo analógico en lugar de las mejoras o innovaciones técnicas y, en definitiva, por una estética que abandona esas connotaciones de limpieza, alta tecnología y alta fidelidad. En el universo de la comunicación visual, concretamente, dos términos se han asociado con especial insistencia a esta nueva cultura posdigital: el arte posinternet y la Nueva Estética. Sin embargo, la literatura se ha ocupado de ambos fenómenos casi exclusivamente en el terreno artístico; uno de los retos, por tanto, consiste en reflexionar acerca de su repercusión en el diseño y averiguar en qué medida es posible establecer paralelismos entre ambos campos, atendiendo a sus correspondientes acepciones. En relación con el segundo fenómeno (la Nueva Estética), concretamente, Falla (2013) se lamenta del escaso interés suscitado en el mundo académico y profesional del diseño gráfico, pese a la importante atención de otras áreas (la escultura, la moda o, incluso, el diseño de interiores). Como argumenta Danesi (2017), Internet ha modificado las formas de escritura y ha propiciado nuevas claves de alfabetidad (entre ellas, la universalidad y el protagonismo de la imagen), que, a su vez, han redefinido la idea de lo “apropiado” (también en la estética visual), un giro característico de una “sociedad de la visualización” puesta en marcha por esta contemporaneidad tecnológica (De La
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del diseño gráfico contemporáneo (en concreto, durante la segunda década del siglo XXI), mediante la atención al glitch como nexo estilístico más representativo entre la cultura posdigital y el New Ugly (paradigmas estudiados, sobre todo, desde el arte y el diseño gráfico, respectivamente).
Esta fusión de los mundos digital y analógico es otro de los criterios fundamentales de la Nueva Estética, un movimiento impulsado por el artista, diseñador y escritor James Bridle, quien, mediante un blog de Tumblr en el que justificaba esta tendencia con multitud de ejemplos reales (Bridle, s.f.), encontró una especial repercusión en el ámbito de la cultura visual, en general, y de la vertiente artística, en particular. Este nuevo paradigma, que fusiona los espacios de la tecnología digital con los medios de interacción cotidiana, es un producto nativo de la cultura moderna de redes que conlleva la irrupción digital en el mundo físico (Sterling, 2012). Las imágenes resultantes, creadas a veces incidentalmente por los propios sistemas, resultan más sublimes o impactantes que hermosas (Cloninger, 2012) e incluyen la preferencia por formatos como los GIFs animados (Walker, 2011), entre otros motivos. No se trata, sin embargo, de una simple teoría acerca de la belleza,
sino de un nuevo enfoque interdisciplinar interesado en describir la cada vez mayor presencia en el mundo físico de las imágenes propias de Internet y la estética de la tecnología digital (Contreras Koterbay & Mirocha, 2016). Como afirma el propio Bridle (2012), se trata de un panorama visual nuevo en el que se difuminan lo real y lo digital, lo físico y lo virtual, lo humano y la máquina o, si se quiere, lo artesanal y el mundo de las pantallas (Falla, 2013). De forma similar a Cloninger (2012), que resalta el eclecticismo de la Nueva Estética (e impide identificarla como un única doctrina estilística), Hodgson (2019) reprocha a Bridle la excesiva laxitud de su definición, capaz de albergar una innumerable colección de piezas de estilo, propósito y presentación sumamente heterogéneos, pese a que a nivel formal encuentran algunos criterios comunes: la representación pixelada, el uso de gráficos de 8 bits en espacios físicos (no digitales), los glitches en pantalla, imágenes satelitales disminuidas o los bordes cuadrados borrosos de los efectos del renderizado. En todo caso, pese a que los recursos visuales mencionados son los más representativos de la Nueva Estética, según la literatura al respecto, las aspiraciones de Hogdson (como los de Bridle) trascienden la mera parcela estética y están dirigidas a interpretar un nuevo tipo de práctica artística, retórica y cultural del siglo XXI cuyo interés se orienta, sobre todo, a las relaciones humanas con las tecnologías y a los difusos límites entre lo digital y lo real. Paul y Levy (2015) subrayan, en definitiva, la trascendencia y la relación entre los tres términos citados (cultura posdigital, universo posinternet y Nueva Estética): Aunque creas o no en el valor en la teoría y la historia del arte del concepto de Nueva Estética —y todos los términos que circulan alrededor de las etiquetas de post-digital, post-internet, post-medium—, su rápida diseminación a través de los circuitos del arte evidencia la necesidad de una terminología que capture un cierto tipo de prácticas culturales y artísticas en los comienzos del siglo XXI (p. 27). Esta filosofía posdigital (y, por extensión, los postulados formales del arte posinternet y de la Nueva Estética) puede observarse en un importante número de proyectos de diseño gráfico: véanse, por ejemplo, la citada obra de Wu (Conde, 2015) o la identidad visual de TwoPoints.Net (2017) para el Plan de Promoción a la Lectura impulsado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de España, que, con el título “Vidas extra” y, basado en la estética del juego y los dispositivos electrónicos, recurre a una estricta retícula constructiva para generar el efecto píxel (Figura 1).
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Flor, 2009). Relacionado con este nuevo entorno, el arte posinternet es un nuevo movimiento en el que el autor está fuertemente influenciado por los contenidos y la navegación en la web y, por tanto, vive en dos realidades inseparables: la física y la virtual (Velasco, 2018). Para los artistas adheridos a esta nueva corriente, la web no deja de ser un medio más para su trabajo, que se mueve natural e indistintamente entre ambos mundos; en este nuevo contexto, elementos como los emoticonos se trasladan con naturalidad fuera de la pantalla (Olson, 2017) o un JPEG de una pintura se interpreta como una versión diferente de la obra original (Goldsmith, 2015). Con una filosofía muy similar, Conde (2015) propone el término neo-posinternet para referirse a aquella vanguardia artística que considera visualmente a la World Wide Web no solo como medio sino como código o recurso estilístico, que rechaza abiertamente la funcionalidad y la belleza y que, recuperando el trabajo de la diseñadora Huiqian Wu (Figura 1), se concreta en ingredientes como tipografías de estilo Wordart, figuras en 3D, colores llamativos que se distribuyen en diversos planos, fotografías pixeladas, texturas o iconos. Las propuestas de este universo posinternet, en todo caso, son muy heterogéneas: su único hilo conductor apunta a soluciones creativas “sobre” Internet, pero que —frente a las prácticas de otros movimientos, como el Net Art— pueden ser presentadas y comercializadas en espacios tradicionales. Según Wallace (2014), mientras el Net Art se refiere al arte que usa Internet como medio ineludible, el arte posinternet da el salto desde las pantallas al mundo físico. Así, a través de cualquier medio o lenguaje, representa la conectividad permanente como criterio articulador de la sociedad contemporánea y el impacto de Internet en nuestras vidas; es decir, la red no es su medio sino su centro temático (Martín-Prada, 2017).
En la misma línea, Suárez-Carballo y Martín-Sanromán (2014b) recogen algunas piezas de diseño gráfico que cumplen con los criterios señalados por el universo posdigital: el conjunto de carteles de Cocolia (2012) para el evento Blanclab, provisto de numerosos guiños hacia el universo de Internet, como el hashtag o las texturas pixeladas de la capa inferior; la dirección de arte de Tadashi Ueda y Gengo Tamaguchi para el el Tokyo Health Club (2014), cuya morfología se inspira igualmente en la leve distorsión del píxel; la gráfica experimental Tête-a-Tête de los franceses Château Fort Fort (2014), que, en la misma línea, parece enfatizar la falla tecnológica; o el logotipo
creado por Bendita Gloria para la bodega Casa Mariol (2010-2014), basado en la elasticidad digital de los clásicos WordArt de Microsoft Office (Figura 2). En el mencionado artículo, estas obras aparecen asociadas al New Ugly, un movimiento de naturaleza posmoderna que los autores definen como una corriente mainstream muy plural, cuyo eje conductor es su intento por socavar los principios tradicionalmente vinculados al buen diseño para, en su lugar, producir conflictivas soluciones gráficas que buscan transmitir deliberadamente una falsa apariencia de torpeza o escasa capacitación por parte de diseñadores gráficos profesionales (Suárez-Carballo y Martín-Sanromán, 2014a).
Figura 2. Carteles para Blanclab, de Cocolia (2012); póster para Tokyo Health Club, de Tadashi Ueda y Gengo Tamaguchi (2014); carteles experimentales Tête-a-Tête, por Château Fort Fort (2012); y logotipo de Casa Mariol, por Bendita Gloria (2010-2014). Fuentes: Suárez-Carballo y Martín-Sanromán (2014b, pp. 163-165) y Bendita Gloria (s.f.).
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Figura 1. Gráfica para AIGA de Huiqian Wu (2015) e identidad visual de TwoPoints.Net para el Plan de Promoción a la Lectura impulsado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes de España (2017). Fuentes: Conde (2015) y TwoPoints.Net (2017).
Castellano San Jacinto (2016), por su parte, se refiere al glitch provocado como una imagen corrupta, imperfecta e “incómoda de ver” aunque no necesariamente novedosa en la cultura contemporánea, ya que, en su opinión, ha acompañado a las prácticas artísticas, con distintos matices, desde hace décadas. En efecto, pese a que el glitch ha recibido una especial atención en el nuevo entorno digital, autores como Nunes (2011) o Kane (2014) sostienen que la estética del error ha estado siempre presente en la historia del arte, muy especialmente desde las vanguardias europeas de principio del siglo XX. En palabras de este último, si la compresión se interpreta como la reducción de datos sin importancia y el glitch hace alusión al uso estético de estos elementos descartados y eliminados (a menudo, errores), cualquier discrepancia histórica con la claridad y la precisión de la óptica clásica o la representación renacentista funcionaría en la práctica como un glitch. Por otro lado, existe una interesante discusión sobre la asociación de la naturaleza del glitch con los postulados de los enfoques moderno o posmoderno. Una primera perspectiva considera oportuno vincularlo al manierismo con el que Poynor (2003) describe la escuela posmodernista, en el sentido de humanizar la perfección de la tecnología y evitar la previsibilidad que introducen en el diseño los imperativos del mercado. Andrews (2002; 2013), por su parte, recurre al término neo-modernismo para aludir a su aspiración de regresar a la pureza de la doctrina moderna, que encuentra belleza en lo que normalmente se interpreta como deficiencias o errores en los procesos digitales y que, a su vez, resulta del agotamiento posmoderno: su saturación de mensajes, la apropiación, la crítica o la deconstrucción; en su lugar, procuraría un retorno a los registros naif, la abstracción y la reducción características del modernismo. En todo caso, desde una perspectiva histórica, el error artístico se fundamenta
en su heterogeneidad, como subraya Hernández (2013) atendiendo al paralelismo con la industria musical (a la que el glitch visual está ligado desde sus orígenes): pequeñas aberraciones sumamente heterogéneas que van desde creaciones de corte minimalista hasta las soluciones más barrocas y excesivas. Retomando su consideración como opción estética dentro de la cultura posdigital, el glitch se basa en la reproducción de un problema o fallo que evita que algo se realice de manera exitosa o que funcione como debería; en el plano visual, constituye un error aleatorio en el código que transforma irremediablemente la apariencia de una imagen en un estímulo envejecido, distorsionado, estirado o borroso; una falla producida artificialmente, en fin, cuya estetización deviene en lenguaje artístico (Menchetelli, 2019). Waelder (2012) menciona concretamente una “estética del píxel”, plasmada en imágenes imperfectas que son fruto de nuestra constante interacción (consciente o inconsciente) con la tecnología: robots, cámaras digitales o satélites, entre otros artefactos, intervienen de alguna manera en el proceso de creación artística y, en consecuencia, contribuyen a representar la fusión entre lo físico y lo virtual, lo real y lo digital, el humano y la máquina. Como resultado de esta omnipresencia, el protagonismo de esta estética en los últimos años refleja un cierto poso nostálgico de la imperfección de los primeros dispositivos, una intención de humanizar la tecnología que deriva en la recuperación de algunos clichés visuales supuestamente obsoletos (la estética de los videojuegos de los años ochenta, sin ir más lejos). En palabras de Rego (2017), el glitch contemporáneo supone una reacción intencional contra el hiperrealismo, las imágenes de alta definición y el retoque fotográfico y, en su lugar, apuesta por la abstracción, lo incómodo o defectuoso e, incluso, el feísmo. Esta variante de glitch provocado —glitch-alike— frente al glitch puro —pure glitch— (Betancourt; 2017; Moradi, 2009) nace de una intención de obligar al receptor a pensar más allá de sus zonas de confort, desfigurar la imagen o la información y explotar el vacío (Menkman, 2011). Villaseñor (2018) insiste en el carácter subversivo de estos paradigmas —frente a los esquemas plásticos normativos— como mecanismo de diálogo estético que se aleja de lo “bello”; en otras palabras, como sugiere Verdú (2014), se trata del triunfo del desorden, de la belleza de la negligencia y del sobresalto sobre la armonía. Betancourt (2017) reivindica, en fin, la función crítica de un glitch como discontinuidad, catástrofe o interrupción que encuentra especial acomodo en las producciones experimentales frente a aquellas expresiones artísticas más académicas (en su discurso, vinculadas con
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El error digital como ingrediente del diseño gráfico: glitch y New Ugly Los tres anteriores conceptos (cultura posdigital, arte posinternet y Nueva Estética) parecen converger en un punto común, en el que se concreta, de forma muy especial, la expresión estética de esta nueva coyuntura: el glitch como una de las manifestaciones del lenguaje visual más sobresalientes en este contexto (Leech; 2011). Álvaro-Sánchez (2016) vincula expresamente este recurso con la estética posdigital, en su decidida intención por humanizar la tecnología: bugs, errores de aplicación, bloqueos de sistema, recortes (clipping), solapamiento (aliasing), distorsión o ruido son algunas de las manifestaciones en las que se plasma este recurso para descubrir nuevas posibilidades artísticas (Schianchi, 2012).
el cine) que abogan por una transparencia de los sistemas de producción. Según Bellinger (2016), son un modo de representar la falta de reglas de los usuarios, una suerte de apertura creativa que supone una revisión de lo que puede (o no) hacerse en las prácticas culturales 2.0 (Nunes, 2011). En el artículo de Den Heijer (2013), se vincula el Glitch art con el arte evolutivo, como un tipo de arte procesual o generativo en el que el artista no puede crear el fallo sino solo provocarlo o desencadenarlo, dejando que sea el sistema el que construya la obra. En la filosofía del error, la tecnología permite producir trabajos artísticos en los que el pensamiento creativo cede su lugar a la acción desarrollada por el dispositivo, delegando el acto artístico en la automatización (y, a veces, la aleatoriedad) de su operación (Menchetelli, 2019). Esta cesión de la voluntad creativa a los designios de la máquina puede vincularse, en el diseño gráfico, a los proyectos de identidad visual flexible (Lorenz, 2016) que se basan en la generación automática, mediante un algoritmo, de múltiples variaciones de identificadores basados en un patrón. En este sentido, son interesantes los trabajos del estudio alemán TheGreenEyl para el MIT Media Lab o el proyecto de rediseño de Oi Telecom, fruto de la colaboración entre Futurebrand y Dimitre Lima; en ambos casos, basados en un esquema previo con pautas fijas, es el software el encargado de generar las variaciones de la marca gráfica (Figura 3). Moradi (2009) enumera, en definitiva, algunas de las características visuales más sobresalientes que adoptan los glitches en su afán nostálgico por desmitificar la perfección de la tecnología: la fragmentación (imágenes cuyas partes están incorrectamente ensambladas o traducidas) o la ruptura en varios componentes (píxeles, capas de color o líneas); los patrones (en repeticiones regulares o irregulares); la complejidad (que adquieren algunos formatos problemá-
ticos de vídeos, descargas incompletas o imágenes rotas); o la simple manipulación y distorsión del medio. Existen dos iniciativas experimentales que han tratado de recoger estos valores estéticos: por un lado, el Glitchbrowser (20052009), un navegador creado por el propio Iman Moradi, Dimitre Lima y Tony Scott que, en lugar de favorecer la navegación el usuario, distorsionaba las imágenes de las páginas consultadas con la estética glitch (Lima, 2015) a través de la saturación y la abstracción (Barker, 2011); y, por otra parte, el también desaparecido proyecto Thanks Adobe (nombre inspirado por los exasperantes fallos ocasionales de algunas de sus aplicaciones, como Photoshop), desarrollado por la diseñadora estadounidense Jessica Miller, que representaba “una carta de amor para los errores que muestra que, cuando se produce el colapso del ordenador, estos no solo causan frustración sino también algo parecido a lo artístico” (Gosling, 2016, párr. 1). Es posible hallar en el diseño gráfico numerosos ejemplos que siguen los criterios enumerados por Moradi (2009): la fragmentación en capas inconexas y superpuestas de los neoyorquinos Eye Bodega para un concierto del Institute of Contemporary Art de la Universidad de Pensylvania; la ruptura en irregulares patrones, mediante líneas tipográficas, del estudio suizo Bänziger Hug para el museo Rietberg; el conjunto de GIFs animados del brasileño David Galasse para una campaña de McDonald’s, cuya estética digital está basada en una manifiesta distorsión cromática y formal; o la caótica inestabilidad espacial y morfológica de la propuesta del italiano Brando Corradini para el Sundae School (Figura 4).
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Figura 3. Identidad visual flexible de Oi Telecom (Dmtr.org y Futurebrand, 2017) y MIT Media Lab (TheGreenEyl, 2012). Fuentes: Lima (2017) y Lorenz (2016, p. 573).
Pese a las dudas que provoca la citada postura de Andrews (2003; 2012), los argumentos empleados para describir el glitch (el feísmo, el carácter experimental, el rechazo de una estética normativa, la aleatoriedad o el azar, la deconstrucción, la nostalgia o, incluso, el eclecticismo de sus representaciones formales) parecen aproximarlo decididamente al paradigma posmoderno. De la misma forma, pese a que el término se circunscribe casi exclusivamente al ámbito de la creación artística —salvo la puntual aportación de Falla (2013) en el área de la tipografía—, parecen existir suficientes indicios de su repercusión y presencia en el diseño gráfico contemporáneo, a tenor de su influencia en la sintaxis de un buen número de proyectos. En este ámbito, el glitch tendría la capacidad de producir nuevos significados, despertar emociones (como “factor de fascinación”) o, incluso, el poder de aumentar las ventas (Moradi, 2009).
esencia, pueden mencionarse otros atributos definitorios de esta tendencia: una absoluta libertad de confección; una fisonomía más expresiva, visceral y personal, en violenta contraposición con la rigidez del movimiento moderno; un planteamiento formal afecto al feísmo o kitsch, con motivos gráficos obsoletos, ingredientes provocativos o prácticas estéticamente discutibles; en este sentido, la preferencia por la deformidad, la inestabilidad o el azar; un especial apego por la ironía y la cultura popular; la deconstrucción y reinterpretación de elementos en la procura de nuevos significados; una marcada nostalgia por los parámetros visuales de movimientos pretéritos; en esta línea, un evidente menoscabo de la pulcritud de las nuevas tecnologías o sistemas de producción; y, finalmente, vinculado al anterior punto, el protagonismo de la tecnología como parte consustancial del mensaje, simultáneamente a la inclusión de motivos más artesanales.
Entre las escasas aproximaciones a este fenómeno en el diseño gráfico, Ajo (2004) sitúa el glitch dentro del New Ugly, una vasta corriente ya citada en el anterior epígrafe, que, basada “en la apreciación y exaltación de lo que en un principio podría considerarse feo u obsoleto” (Ajo, 2004, p. 6), está suscitando un gran interés en los últimos años en campos tan diversos como la pintura, la música, el videoarte o el diseño. Siguiendo nuevamente a Suárez-Carballo y Martín-Sanromán (2014a), el ficticio carácter aficionado y la consiguiente simulación de falta de diligencia o imperfección (“error”) de las soluciones gráficas es, como se ha citado, el elemento fundamental que parece alejar al New Ugly de anteriores corrientes posmodernas. A partir de esta
Asimismo, sobre los motivos que han propiciado la aparición de estas prácticas estéticas de dudosa legitimidad, la literatura —Alcalá-Mellado (2014); Burgoyne (2012); Poynor (2012) o Suárez-Carballo y Martín-Sanromán (2014b)— señala varias posibilidades: la frustración de los diseñadores gráficos ante el escaso reconocimiento de la profesión; un intento de huir de las rígidas convenciones y de la falta de creatividad del diseño gráfico actual; un afán por humanizar la fría sofisticación predominante; o la simple diversión que produce la provocación y la experimentación en estas nuevas soluciones visuales.
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Figura 4. Póster para un concierto del ICA de la Universidad de Pensylvania (Eye Bodega, 2017); cartel para el museo Rietberg (Bänziger Hug, 2014); campaña para McDonald’s (David Galasse, 2017); y póster para el Sundae School (Brando Corradini, 2019). Fuentes: Eye Bodega (2017); Bänziger Hug (2014); Galasse (2017) e Ibrahim (2019).
Figura 5. Páginas web para TIGHT Top 2018 (Vitaliia Zhiryakova, 2018) y Secret Friend (haha services, 2019). Fuentes: Deville (s.f.).
Conclusiones La investigación ha tratado de realizar una aproximación a aquellas prácticas de diseño gráfico contemporáneo que recurren al error digital como ingrediente estilístico fundamental, a partir del análisis de varios movimientos y términos que se han relacionado con esta variante estética. Entre estos, cabe subrayar la cultura posdigital, con el arte posinternet y la Nueva Estética como sus estandartes artísticos; el glitch, interpretado como uno de los ingredientes estéticos más sobresalientes; y, finalmente, el New Ugly, una destacada corriente de diseño gráfico que trata de emular los rasgos visuales del diseño inexperto. Por último, el estudio ha pretendido justificar, mediante una muestra intencional de imágenes pertenecientes a proyectos profesionales, la presencia de estas variantes del error en el diseño gráfico, acotando su selección con
aquellos trabajos desarrollados durante la segunda década del siglo XXI, específicamente. Mediante una exhaustiva atención a la literatura y la búsqueda de ejemplos gráficos vinculados con los mencionados conceptos, el trabajo permite verificar las hipótesis formuladas. En primer lugar, el amplio número de referencias bibliográficas parece demostrar la relación entre la cultura posdigital y las dos tendencias artísticas asociadas (el arte posinternet y la Nueva Estética), mediante un marco social y comunicativo que ha asumido plenamente ya la realidad digital. En esta, Internet se ha convertido en un medio más (ya no especialmente seductor) cuyas manifestaciones visuales, repletas de recursos pertenecientes al mundo online y a los nuevos dispositivos, han invadido el mundo físico. En este contexto, en el que ambas corrientes comparten su preferencia por los motivos digitales en cualquier lenguaje o medio (también analógico), el glitch se convierte en uno de los ingredientes más significativos, una “estética del píxel” con un fuerte componente nostálgico que, a grandes rasgos, busca abrir nuevas alternativas visuales basadas en una tecnología más humana. Pese a que ha sido descrito casi exclusivamente en el mundo del arte, su habitual presencia en las obras de diseño gráfico —de las que este trabajo recoge solo una pequeña muestra— permite justificar su trascendencia en esta disciplina. Aunque la literatura consultada sobre el New Ugly no lo menciona explícitamente, existen varias afinidades semánticas entre esta corriente, la cultura posdigital y el glitch (como una de las evidencias estéticas de este contexto); así, aunque el rechazo a la perfección de las nuevas tecnologías o la preferencia por la combinación de motivos digitales y analógicos (destacados, a su vez, por la filosofía de la Nueva Estética) son quizás los atributos comunes más determinantes, podrían citarse otras cualidades como la nostalgia, la aleatoridad visual o incluso el feísmo —propiedades también señaladas reiteradamente por la doctrina posmoderna— para respaldar esta vinculación. Siguiendo la sugerencia de Ajo (2014) y atendiendo a
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En el ámbito digital (en el diseño web, concretamente), se ha popularizado durante los últimos años el término brutalismo para referirse a aquellos proyectos basados en la rebeldía, la provocación, la libertad creativa y, habitualmente, en la búsqueda de la imperfección en las soluciones visuales. La popularidad del brutalismo como paradigma gráfico está justificada por la formidable atención que ha recibido por parte de la profesión y de las publicaciones especializadas en línea y la multitud de adeptos, como demuestran las más de 100 solicitudes diarias para ingresar en el repositorio Brutalist Webistes (Deville, s.f.), la plataforma más popular sobre esta tendencia. Aunque, como justifica Suárez-Carballo (2019), se trata una tergiversación del término (cuyo sentido original, procedente del movimiento arquitectónico del mismo nombre, aboga por la ausencia de ornamento y la desnudez gráfica) y una inexactitud semántica para referirse a aquellas prácticas adheridas al New Ugly, se trata de un muy interesante escaparate que revela la importante presencia del glitch en el ámbito concreto del diseño web. La Figura 5 muestra dos ejemplos aleatorios rescatados del vasto catálogo de Brutalist Websites (Deville, s.f.).
estos rasgos, el glitch podría considerarse una significativa variante estética del New Ugly, cuyo eje estético principal apunta a la simulación de apariencia amateur, un aire de imperfección o error ingenuo en el que el glitch, con su peculiar estética de accidente tecnológico, parece encajar como una herramienta más de notable relevancia.
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Por otra parte, más allá de las decisiones específicas sobre su grafismo, resultan de gran interés los motivos que inspiran a los autores adscritos a la tendencia del New Ugly para seguir trazando un paralelismo entre ambos fenómenos: el intento de socavar los rígidos estándares del lenguaje visual y la inclinación por el lado más experimental del diseño, en el empeño por buscar soluciones novedosas; un malestar de los diseñadores ante la escasa valoración de su trabajo; o un esfuerzo por hacer un diseño más humano, menos frío e impersonal (punto, este último, que lo vincula más estrechamente a la cultura posdigital). Asimismo, parecería plausible argumentar que, por lo menos en el plano estético y, respetando las contadas discrepancias teóricas, los principios posmodernos salpican todos los conceptos estudiados.
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Por último, se enumeran a continuación algunos interrogantes, limitaciones o posibles vías de desarrollo en futuras investigaciones en torno a esta línea. En primer lugar, el estudio hace especial hincapié en la parcela estética del mensaje para abordar la relación entre las corrientes y los términos que contemplan el error como eje fundamental; aunque constituye su principal motivación, este énfasis elude otras cuestiones de suma importancia, como el significado específico que adquiere el error en el diseño gráfico, su función o las subdisciplinas en las que se observa una mayor presencia. Por otra parte, quizás la mayor debilidad del estudio resida en su intento de justificar empíricamente la presencia en el diseño gráfico de un fenómeno, el glitch, estudiado casi exclusivamente desde el mundo del arte: así, aunque ha sido empleada en investigaciones anteriores (Suárez-Carballo y Martín-Sanromán, 2019), la propia metodología de la investigación —una revisión bibliográfica apoyada en una modesta selección intencional de piezas— invita a tomar estas conclusiones con cautela, ya que deberían ser confirmadas mediante un riguroso estudio de carácter cuantitativo.
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Notas 1 Recibido: 19 de junio de 2020. Aceptado: 22 de noviembre de 2020.
3 Contacto: jrmartinsa@upsa.es 4 Contacto: fgalindoru@upsa.es
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2 Contacto: fsuarezca@upsa.es
PUBLICIDAD Y REPRESENTACIÓN DE LA MUJER EN REVISTAS FEMENINAS: UNA APROXIMACIÓN AL CASO DE REVISTA EVA1,2 ADVERTISING AND FEMALE REPRESENTATION IN WOMEN’S MAGAZINES: AN APPROXIMATION TO THE CASE OF EVA MAGAZINE Enrique Vergara Leyton3, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile Liliana de Simone 4, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile Paula Armstrong⁵, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
Resumen
Abstract
En este artículo se aborda la evolución que presenta la representación de la mujer a través de la publicidad inserta en revistas femeninas, tomado como referente, el caso de la revista chilena Eva, la que circuló entre los años 1943 y 1974, y que alcanzó un significativo liderazgo dentro de esta categoría de publicaciones en el ámbito editorial. Con este análisis se busca profundizar en dos dimensiones centrales del patrimonio gráfico y su relación en el imaginario de consumo femenino: lo formal y lo simbólico. En términos conceptuales se describen dos ámbitos que permiten comprender el desarrollo de la publicidad en este tipo de publicaciones. En primer lugar, el espacio editorial propio de la mujer, como consecuencia de los cambios culturales experimentados desde finales de siglo XIX y el consecuente nacimiento de un mercado editorial y de consumo propiamente femenino y, en segundo lugar, la creciente influencia de las agencias de publicidad en la promoción y difusión de los valores estético-culturales estadounidenses y de una sociedad de consumo a nivel internacional. A partir de un análisis tanto cuantitativo como cualitativo del corpus de piezas gráficas seleccionadas, se identificaron los principales rubros publicitados, los cuales se circunscriben a dos grandes dimensiones temáticas: la apariencia física de la mujer y el rol de dueña de casa-esposa. Sin embargo, estas dos dimensiones adquieren diferentes características través de tiempo, las que dan cuenta de una evolución en la representación de la mujer en tres niveles: la mujer que consume para ser vista y admirada por su belleza; la mujer que consume para conseguir un fin y, finalmente, la mujer que encuentra en el consumo un fin en sí mismo.
This article studies the evolution of women representation throughout advertising in women’s magazines, taking as a reference the case of the Chilean magazine Eva that circulated in the country between 1943 and 1974, reaching a significative leadership among editorial publications. With the analysis we seek to understand two central dimensions of the graphic heritage and the relationship it has with the imaginary of feminine consumption: the formal and the symbolic. In conceptual terms, two areas can be described to understand how advertising develops in these publications. In the first place, the editorial space given to woman, as consequence to cultural changes experienced since the end of the 19th century, and in second place, the crescent influence of advertising agencies on promotion and circulation of American a esthetic-cultural values, and the existence of a consumption society at international level. From a quantitative and qualitative analysis of the corpus of graphic selected pieces, the main advertised products were identified, which are circumscribed into two thematic dimensions: woman’s physical appearance and her role as a housewife. However, these two dimensions acquire distinctive characteristics over time which translates in how woman’s representation evolves in three different levels: the woman who consumes to be seen and admired for her beauty; the woman that consumes with an objective; and finally, the woman that consumes for her own self.
Palabras clave consumo; gráfica; publicidad; representación de la mujer
Keywords: advertising; consumption; graphics; woman’s representation
Cómo citar este artículo: Vergara Leyton, E., De Simone, L., Armstrong, P. y Quiroz, D. (2020). Publicidad y representación de la mujer en revistas femeninas: una aproximación al caso de revista Eva. Revista 180, 46, 15-25. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-669 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-669
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Diego Quiroz⁶, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
El siguiente trabajo está articulado en cuatro partes. Se inicia con una revisión del desarrollo de las revistas en Chile durante el siglo XX, especialmente de aquellos medios dedicados a la mujer consumidora. Luego se discuten los aspectos teóricos que permiten el estudio de los símbolos culturales presentes en los medios gráficos, para recalcar su rol social en la construcción de un imaginario de consumo local. En tercer lugar, se presenta el caso de estudio, el método de análisis, y se discuten los resultados de la muestra (revista Eva). Finalmente, se concluye que la evolución temática, técnica y simbólica de la publicidad orientada a las mujeres consumidoras en Chile se relaciona tanto con tendencias globales, como con periodos históricos y cambios políticos locales. El análisis realizado tiene como principal punto de referencia el imaginario asociado al desarrollo de las revistas femeninas, las cuales comienzan a aparecer en la escena social y cultural chilena durante la segunda mitad del siglo XIX, y responden al creciente protagonismo que cobra la mujer en la sociedad. En efecto, la industria editorial encontrará en el público lector femenino un nuevo espacio para su desarrollo y, desde una perspectiva comercial, un atractivo nicho de nuevas consumidoras. En este contexto, el análisis de la representación de la mujer en la publicidad constituye un ejemplo de los cambios en la forma de representar el imaginario femenino, además de constituir un acervo visual escasamente investigado en torno al imaginario de consumo en el Chile moderno. Antecedentes conceptuales Abordar la representación de la mujer desde las claves de la gráfica publicitaria en revistas femeninas, requiere al menos de dos conceptualizaciones que permitan contextualizar el objeto de estudio en dos ámbitos que lo condicionan y sobre los cuales adquieren sentido estas representaciones: el desarrollo de las revistas femeninas y la representación de la mujer desde las claves del consumo y, por otra, la influencia ejercida por las industrias culturales estadounidense en el imaginario local.
Mujer, medios de representación y consumo Desde la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, los conceptos ligados a los derechos cívicos de las mujeres comenzaron a avanzar de manera significativa en la sociedad. Si bien se puede considerar que a la fecha hay un sinnúmero de demandas aún no resueltas, es posible afirmar que, a partir del siglo XX, el nuevo rol social alcanzado por las mujeres en gran parte de los países occidentales quedó demostrado por inéditos cambios legales, como el derecho a voto, a la propiedad, a la educación, su incorporación a la fuerza laboral y la transversalización del reconocimiento femenino en las temáticas políticas y públicas. Representado por lo que se conoce como la “Primera ola del feminismo sufragista”, en el primer cuarto del siglo XX, se tradujo en el surgimiento de nuevos grupos sociales de creciente interés cultural y económico, como es el caso de las mujeres de clase acomodada, entendidas estas como un nuevo actor social y un nuevo mercado para la industria editorial, a través de publicaciones especialmente dirigidas a este segmento y la consecuente captación de recursos vía avisaje publicitario. En el caso particular de Chile, las revistas dirigidas a mujeres de clases acomodadas comienzan a aparecer en la escena social y cultural durante la segunda mitad del siglo XIX, y responden al creciente protagonismo que cobra la mujer de élite ―aunque no de forma exclusiva― en la vida social y cultural del país (Vicuña, 2010). Como consecuencia, la industria editorial nacional encontrará en el público lector femenino un nuevo espacio para su desarrollo y, desde una perspectiva comercial, un atractivo nicho de consumidores. Ejemplos de esta expansión de la industria editorial al mercado femenino son, para García-Huidobro y Escobar (2012), los casos de las revistas El Eco de las Mujeres de Santiago, de 1865; La Mujer en 1877, fundada por Lucrecia Undurraga —una de las precursoras del feminismo en Chile—; La Familia en 1890, dirigida por Celeste Lassabe de Cruz-Coke, que abordaba no solo temas propios de mujer de la época sino que además incluía opiniones políticas; Familia, publicada en 1910 por la editorial Zig-Zag, que circuló hasta 1918 y que reaparecería entre 1935 y 1940, con una muy variada oferta de contenidos; Revista Azul en 1914, que circuló hasta 1918; Margarita en 1934, que en 1954 cambió de nombre al de Confidencias. Es en este contexto, de un mercado editorial femenino ya existente, consolidado y dinámico, que nace revista Eva en la década de los años cuarenta editada por Editorial Zig-Zag ―una de las principales empresas editoriales país―, como una publicación dirigida especialmente a la mujer. Como consecuencia de sus altos estándares de calidad, tanto a nivel gráfico como periodístico, junto con su capacidad para reflejar los cambios culturales que
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Introducción El siguiente artículo aborda la representación de la mujer en la publicidad de revistas femeninas en Chile, tomando como referencia el caso particular de la revista Eva (1943-1974). En este análisis se busca dar cuenta de dos dimensiones centrales del patrimonio gráfico-publicitario chileno presente en esta revista: lo formal y lo simbólico, con el objetivo de identificar algunas características del imaginario de consumo femenino durante el periodo de circulación de revista Eva.
Como plantean García-Huidobro y Escobar (2012), el éxito comercial de las revistas femeninas en el mercado editorial, junto con reforzar el atractivo de la mujer como consumidora, influirá en que muchas marcas pondrán su interés en este nuevo mercado. Así, el hecho que las mujeres ocuparan un creciente espacio en la industria de la prensa no solo tuvo consecuencias a nivel informativo, sino también a nivel sociocultural a través de la publicidad, la cual pasó a formar parte constitutiva de sus contenidos. En este sentido, la publicidad en revistas femeninas contribuiría a consolidar un proyecto de modernidad asociado a nuevos estilos de vida y confort doméstico (Ledezma, 2005). Se puede señalar, entonces, que la publicidad contribuyó a establecer un diálogo entre los valores tradicionales, las nuevas formas de organizar la vida doméstica moderna y los roles culturales de las mujeres de la época (De Simone, Gómez y Racciatti, 2019). De acuerdo con lo anterior, la publicidad debe ser entendida como “artefacto cultural”, propio de la modernidad (Vergara y Garrido, 2011). Para Álvarez, una de las consecuencias del desarrollo de la mujer como sujeto de consumo es la creación de un particular relato orientado a “feminizar” ciertos hábitos de consumo (2011, p. 26), donde dicho relato, evolucionó acorde a los cambios culturales de esta subjetivación. En relación con este punto de vista, Bowlby (2002) va más allá y plantea que la historia de la sociedad de consumo del siglo XX puede ser relatada a través de la historia de la mujer y su relación con la cultura material: la mujer consumidora, vista como un nuevo personaje sujeto de derechos y nacido de los cambios traídos por la modernidad, representa la evolución de las relaciones entre mercancías, identidad y consumo. Esta construcción de la mujer moderna sería el constructo protagónico de un proceso a través del cual el consumo material y simbólico se constituyó como axioma social, sobre todo en los países sudamericanos influenciados por el modelo de modernidad estadounidense de posguerra y difundido mediáticamente a nivel continental (De Simone, 2015). Desde la perspectiva medial, la representación de la mujer ha sido estudiada desde un amplio espectro disciplinar, dentro del cual podemos señalar, a modo de ejemplo, los trabajos que van desde la perspectiva del discurso (Cubillos, 2014; Van Dijk, 2001; Wodak y Meyer, 2003) y su evolución sociocultural (Gómez-Lorenzini, Vergara, Porath y Labarca, 2016; Porath, Vergara, Gómez y Labarca, 2017),
hasta el análisis iconográfico que aborda la relación entre el cuerpo femenino y su uso en los anuncios sobre moda y bienes de lujo (Cáceres y Díaz, 2008). Este amplio repertorio de estudios y perspectivas de análisis da cuenta de esfuerzos constantes por clasificar las tendencias en la representación de la mujer. Si bien existen múltiples ejercicios críticos que cuestionan su estereotipación en este ámbito, aludiendo a los nocivos efectos sociales e identitarios que han afectado su imagen, consideramos que es de interés académico revisitar y complejizar estas construcciones con una mirada que considera las particularidades de cada caso y el contexto en que esta publicidad se desarrolló, especialmente desde la perspectiva de la gráfica publicitaria, campo escasamente investigado en comparación con otras esferas mediáticas. Imagen y representación: la influencia de agencias de publicidad internacionales en el imaginario local El proceso de expansión acelerado de las agencias internacionales —fundamentalmente estadounidenses— es un fenómeno que responde al contexto global de los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En efecto, la expansión del paradigma liberal, liderado por Estados Unidos, y su progresiva inmersión en el panorama latinoamericano como consecuencia de la Guerra Fría, fue sentando las bases de una red global de comunicaciones (Álvarez, 2011; Katz, 2004). Dicha red, que incluyó a las industrias culturales en su conjunto, fomentó significativamente la expansión de las agencias de publicidad multinacionales. Como señalan Janus y Rocagliolo (1982), una de las consecuencias del aumento explosivo de bienes de consumo globales e innovaciones en el campo de las comunicaciones entre 1945 y 1960, fue un fuerte incremento de la inversión publicitaria a nivel global, liderada por las agencias estadounidenses. Es importante aclarar que esta expansión de Estados Unidos, no solo respondió a los intereses económicos de sus grandes conglomerados mediales. En el contexto de la Guerra Fría, esto fue consecuencia de una lógica geopolítica que buscaba aumentar su influencia en Latinoamérica a través de la difusión de un estilo de vida y de nuevos gustos asociados al consumo de masas para, de esta forma, disminuir una eventual izquierdización ideológica en la región. A través de la difusión del "sueño americano" y la política del "buen vecino" se promovieron, a nivel medial, gustos, tendencias e íconos del consumo de masas estadounidenses. Por otro lado, hay que considerar, como parte de esta misma estrategia, la importación de películas, series, música y personajes de esta industria a los medios latinoamericanos, la cual fue concebida como una operación de hegemonía cultural de gran importancia diplomática (Tota, 2009). En otras palabras, la difusión de los ideales liberales de la sociedad de consumo fue vista
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experimentaba el país, se consolidó rápidamente como un medio de referencia dentro de las mujeres de clase media-alta. Esta consolidación, se tradujo en altos índices de circulación (llegó a los 60.000 ejemplares semanales) y en un claro liderazgo a nivel de inversión publicitaria entre las publicaciones de su categoría.
Metodología El presente estudio se basó en métodos mixtos, articulados en dos etapas. Estas responden a enfoques diferenciados pero complementarios a la hora de comprender el avance y evolución de las piezas publicitarias en revista Eva: uno cuantitativo y otro cualitativo. A nivel cuantitativo, se realizó un catastro de los avisos publicitarios publicados en revista Eva en los años 1946, 1952, 1958, 1964, 1970, 1973 y 1974, corpus que alcanzó las 982 piezas. Se optó por estos años debido a su correspondencia con cambios de gobierno, bajo la premisa que estos conllevan también cambios socioculturales que impactan en las representaciones sociales⁷. A partir de un primer análisis de este corpus, fue posible identificar los principales rubros respecto de los productos ofertados: “Belleza”, “Moda”, “Perfumería”, “Hogar”, “Alimentación” y “Otros”⁸. Esta primera etapa, tuvo como objetivo identificar los principales ámbitos comerciales a los cuales se dirigió la publicidad durante el periodo estudiado y su evolución. En una segunda etapa, se optó por una aproximación cualitativa de orientación sociosemiótica, a través de de una lectura interpretativa de las piezas publicitarias. Una aproximación de esta índole, parte del supuesto que todo mensaje presupone una relación con una audiencia que se materializa en una particular estética y forma de representarla. Bajo esta lógica, el análisis realizado tomó como referencia los trabajos fundacionales de carácter estructuralista de Barthes (2008) [1957]; (1986) [1964], respecto de la imagen como condensación de la cultura imperante; de Eco (1986) [1968], sobre la dimensión estética-expresiva de la imagen publicitaria y el carácter contractual de la comunicación de masas; y de Williamson (1978), los aspectos referidos a cómo la imagen publicitaria crea estructuras de significación. Estas aproximaciones, fueron complementadas con los aportes de Panofsky (2008) respecto de los diferentes niveles de significación de la imagen, desde lo preiconográfico a lo iconológico, en cuanto incorporación de elementos culturales, históricos y simbólicos al análisis. Con el objetivo de dar mayor objetividad al trabajo interpretativo, se diseñó una matriz de análisis para cada pieza que consideró desde la descripción iconográfica a las dimensiones más connotativas e implícitas en su mensaje⁹. Considerando el carácter cualitativo de esta etapa y las limitaciones de formato propias de un artículo de estas características, se seleccionó una submuestra de nueve piezas para ejemplificar y profundizar en los hallazgos del análisis realizado. Es importante advertir que, consecuente con la lógica cualitativa de esta etapa, no se buscó
una representatividad estadística respecto del corpus de piezas, sino que profundizar en su riqueza significativa. Análisis de resultados Un primer aspecto que destacar respecto de la publicidad en la revista Eva, es que se mantiene relativamente estable entre los años 1946 y 1958, experimentado posteriormente un aumento significativo en los años 1964 y 1970, lo que puede ser explicado por dos motivos independientes, pero relacionados entre sí. Por una parte, se halla la consolidación del medio impreso en cuanto soporte publicitario validado por el mercado, lo que se expresaría en una alta circulación y lectoría entre su público objetivo y, por otra, el desarrollo de la industria publicitaria como consecuencia del desarrollo económico que alcanzaba el país y la profesionalización del sector que fomentaron las agencias trasnacionales instaladas en Chile a partir de los sesenta. Sin embargo, en 1973 hubo una importante caída en la inversión publicitaria, que podría explicarse tanto por las medidas estatizadoras del gobierno de la Unidad Popular en los dos años previos, como por la crisis económica que enfrentó el país en ese mismo año. En efecto, en 1974, como consecuencia del Golpe de Estado de septiembre de 1973 y de las primeras medidas de corte liberal impuestas por la dictadura, se observa un aumento respecto del número de avisos publicados. Respecto del análisis propiamente, correspondiente a un corpus de 982 piezas, es posible reconocer un protagonismo sostenido del rubro de “Belleza”, el que alcanza el mayor porcentaje, con la excepción de los años 1964 y 1973, donde fue superado ligeramente por el rubro “Moda”. En el caso del rubro “Perfumería”, se advierte una fuerte disminución a partir de 1952, recuperándose en 1974. El rubro que experimenta un sostenido crecimiento a partir de 1970 es “Hogar”, el que pasa del cuarto lugar en 1946, al segundo en 1974. En cuanto al rubro “Otros”, también experimenta un significativo crecimiento en 1970 y 1974, lo puede interpretarse como una creciente complejización y diversificación de los intereses de la mujer, expresados a través de nuevos horizontes de consumo. Estos datos dan cuenta, en términos generales, de una tematización de la publicidad en torno a dos grandes dimensiones: la apariencia física (“Belleza”, “Moda” y “Perfumería”) y el rol de dueña de casa-esposa (“Hogar” y “Alimentación”), dimensiones que refuerzan ― desde las claves publicitarias― el imaginario de consumo asociado a la mujer en Chile durante este periodo (Figura 1). No obstante, es evidente también que este análisis confirma cambios de tipo evolutivo en los roles de género asociados a la mujer chilena. En efecto, posterior a la década de los sesenta, se advierte una consumidora de productos de gamas más amplia, con modelos a seguir más diversificados y que comienza, incipientemente, a verse representada como una mujer que se inserta en el mundo laboral.
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como el camino más directo para instalar un particular tipo de modernidad, que a su vez sirviera de dique de contención a los movimientos de izquierda y a la influencia de la Revolución Cubana en los años sesenta.
Figura 1. Número de piezas publicitarias según rubros ofertados 1946-1974. Fuente: Elaboración propia.
Las piezas publicitarias que se enmarcan en la primera categoría tienden a concentrarse mayoritariamente entre los años 1946 y 1958 y, en términos formales, se advierte un fuerte protagonismo de la ilustración, la que disminuye significativamente a partir de la década de los años cincuenta. Es interesante destacar respecto de estas ilustraciones dos tendencias: una de inspiración europea, más abstracta y vanguardista con un fuerte énfasis en la gestualidad del ilustrador y otra, más realista, que recoge la tradición del Realismo Americano, caracterizada por un énfasis en los detalles y que busca una representación mucho más exacta a la realidad. Ambas tendencias, si bien coexisten en los primeros años, la ilustración más realista va a cobrar cada vez más protagonismo, siendo posteriormente reemplazada por la fotografía. Otro aspecto formal que resaltar es
la preponderancia que adquieren los textos en el diseño de las piezas, los cuales ocupan un porcentaje significativo dentro de la diagramación. Protagonismo que, al igual que en el caso de la ilustración, disminuirá a través de los años. A nivel simbólico, una de las principales características que presenta esta categoría, es la ausencia de roles o funciones específicas de las mujeres representadas. En general, si bien se pueden identificar situaciones cotidianas, la mujer se muestra de manera aislada de un contexto social que la determine. Solo se exalta la belleza, asociada por lo general a la juventud, como el principal atributo de la mujer. Las protagonistas de estos avisos publicitarios carecen de una escenificación, ya sea urbana o doméstica, en contraposición con las piezas de periodos posteriores dentro de la misma categoría. Ejemplo de lo anterior, se aprecia en las Figuras 2 y 3, donde se escenifican mujeres que no miran de frente a la audiencia. Más bien, configuran una escena de apreciación estética de ellas mismas como objeto de consumo. Expresión de escenificación, es su imagen reflejada en espejos o en primeros planos frontales, pero con una mirada lateral que no enfrenta ni interpela a la audiencia, sin realizar ninguna acción más que aparecer junto al producto de belleza publicitado.
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Si bien estas dos grandes dimensiones de avisaje señaladas anteriormente: apariencia física y rol de dueña de casa-esposa, a pesar de mantenerse relativamente estables entre 1946 y 1974, adquieren diferentes características a través del periodo estudiado, lo que da cuenta de cambios significativos en su propuesta de audiencia. Es así como, desde una perspectiva cualitativa, podemos identificar al menos tres grandes dimensiones presentes en los diversos rubros identificados. Estas dimensiones, reconocidas sobre la base del análisis de las piezas, dan cuenta de las siguientes categorías que emergen de las propias piezas: la mujer que debiese consumir para ser vista y admirada por su belleza; la mujer que debiese consumir para conseguir un fin ―ser una mejor madre y esposa— y la mujer que encontraría en el consumo un fin en sí mismo, es decir, la mujer que debiese consumir para encontrarse consigo misma en un acto de satisfacción propia.
Figura 2. Aviso Platino, abril de 1946. Fuente: revista Eva, s.p.
Figura 3. Aviso Lenthéric, septiembre de 1946. Fuente: revista Eva, s.p.
Respecto de las referencias simbólicas, estas se enfocan en una creciente valoración funcional del consumo, lo que supone la representación de una mujer más estratégica, que descubre en el consumo una herramienta de aceptación y validación social en los roles de mujer-esposa, mujer-madre y mujer-dueña de casa. Es decir, el consumo desde una lógica cultural, acerca a la mujer a los objetivos asociados tradicionalmente a su género y, como consecuencia de esto, a un reconocimiento unidimensional en cuanto tal. En este punto, es interesante destacar que, solo a partir de los años sesenta, se comienza a representar a la mujer en roles laborales fuera de la casa, sin embargo, estos se circunscriben a trabajos de asistencia más que de profesionales independientes como, por ejemplo, secretaria o enfermera. Este rol asistencial asignado a la mujer, no solo se observa a nivel laboral, sino que también al interior del propio hogar, donde la mujer es representada atendiendo al marido y a los hijos, construyendo así los cánones normativos del cuidado asociados al género femenino. Con respecto a esto último, un aspecto donde se advierte un cambio significativo durante el periodo observado es a través de la representación de la mujer en situaciones asociadas a la gestión, tanto de recursos económicos como de uso del tiempo libre, lo que da cuenta de nuevos espacios de autonomía y decisión dentro de las dinámicas familiares. La publicidad asociada a estos mensajes suponía, para el hombre jefe de hogar, el relevo de determinadas decisiones racionales de la vida familiar que tradicionalmente le correspondían a él, las cuales comienzan a ser publicitadas como campo de decisión para la mujer. En este cambio podemos evidenciar tanto la evolución progresista de los roles de consumo a mediados de siglo, que augurarán los grandes cambios sociales traídos en la década siguiente por los movimientos feministas y de libertad reproductiva; pero también, la adopción de una pedagogía del consumo por parte de las mujeres, quienes habrían aprendido los lenguajes y las lógicas de este. A modo de ejemplo, po-
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En el caso de la segunda categoría identificada, la mujer que consume para conseguir un fin, un primer aspecto formal a destacar es la mayor cantidad de texto explicativo que acompaña a las piezas en comparación con la categoría anterior. Una posible explicación a este protagonismo del texto dentro de las piezas estaría dada por la necesidad de orientar a la mujer en determinados fines asociados tanto a una mayor valoración social como a una mejor gestión del hogar doméstico, ya sea como dueña de casa, esposa ejemplar o madre. Si bien, el texto tiende a disminuir con el transcurso de los años, como consecuencia de una mayor cultura de consumo, es una constante que se mantiene en todo el periodo analizado.
Figura 5. Aviso Lucchetti, abril de 1958. Fuente: revista Eva, s.p.
demos observar esta racionalización del consumo tanto en las Figuras 4 y 5 correspondiente a los años cincuenta, donde podemos notar la representación de la esposa como alguien protagónico en función de sus decisiones de consumo. En este sentido, ambas figuras representan a mujeres con roles activos en distintas dimensiones: una activa en su sexualidad, a quien explícitamente se le muestra en una escena romántica, luego de atraer a su pareja a través del perfume que se publicita, y otra donde se ve activa en su rol de dueña de casa. Posteriormente, en esta misma categoría, en los años setenta se muestra a una mujer en un rol activo a nivel profesional ―como secretaria― mirando directamente a la cámara, fumando y con una actitud desafiante en un contexto visual de evidente inspiración Pop-Art. La escena representa un evidente giro a hacia una racionalidad comercial representada a través de una máquina sumadora (Figura 6). Finalmente, la categoría referida a aquella mujer que encuentra en el consumo un fin en sí mismo, se presenta con mayor frecuencia a partir de los años setenta y se caracteriza, en términos formales, por representarla generalmente de forma individual o acompañada por otras mujeres.
Figura 6. Aviso Olivetti, enero de 1970. Fuente: revista Eva, s.p.
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Figura 4. Aviso Atkinson, abril de 1952. Fuente: revista Eva, s.p.
Figura 8. Aviso Mademsa, enero de 1970. Fuente: revista Eva, s.p.
Es interesante destacar que, en los casos que aparecen acompañadas de hombres, estos cumplen funciones secundarias carentes de protagonismo, y el atributo de la belleza ya no está dirigido solo hacia la conquista de un hombre, sino que hacia ella misma como un valor propio. Otro aspecto que destacar en esta categoría es el hecho que la mujer no se representa solamente cumpliendo con los roles tradicionalmente asociados a ser esposa, madre o dueña de casa. En este sentido, es posible identificar un nuevo espacio de representación, donde la mujer se muestra a sí en un entorno propio de satisfacción, comodidad y goce como fines en sí mismos. Esto se puede ver reflejado, por ejemplo, en las imágenes donde el desnudo, que comienza a expresarse a partir de los años setenta, no está orientado necesariamente a la seducción del hombre, sino que a un encuentro con la naturaleza e identidad más profunda de la mujer, es decir, se propone un encuentro de esta con su propia subjetividad a través del consumo. De esta manera, la belleza del cuerpo no se presenta como sinónimo de aprobación social o seducción, sino como parte sustancial de la realización personal de la mujer. Lo importante no es que otro la encuentre bonita, sino que ella misma experimente su propia belleza. Este cambio en la forma de entender la
belleza se traduce en representaciones de la mujer más variadas, distendidas y lúdicas, en comparación con las otras dos categorías analizadas anteriormente. Si bien es posible encontrar indicios de esta categoría desde los años cincuenta, es evidente que esta tendencia se observa con mayor frecuencia a partir los sesenta. En esta línea, podemos observar ―como se ejemplifica con las Figuras 7 y 8― a dos mujeres experimentando una íntima satisfacción relacionada a la experiencia del producto, sin importar el contexto que acompaña al acto de consumo. En estas escenas, los desnudos de ambas protagonistas resultan elocuentes a la hora de comentar el contexto histórico-cultural en el que se enmarcan, los cuales están definidos por los cambios culturales a la hora de pensar el cuerpo. En efecto, paralelo a la liberalización sexual (la píldora anticonceptiva, el bikini, etc.) y a los movimientos contraculturales de los sesenta, estas imágenes representan a dos mujeres desnudas, que disfrutan de su relación con productos que no podrían relacionarse con un acto sexual (lanas y calefón) sino más bien con el naturismo. En este sentido, ambas escenas grafican el cambio cultural hacia un consumo visto como una experiencia simbólica y ya no solo como una satisfacción de necesidades.
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Figura 7. Aviso Guanaco, enero de 1970. Fuente: revista Eva, s.p.
P 24 Figura 9. Aviso Nirvana, noviembre de 1973. Fuente: revista Eva, s.p.
Figura 10. Aviso Only Grand Ltda, julio de 1974. Fuente: revista Eva, s.p.
Finalmente, un hecho interesante de destacar del análisis, más allá de las categorías identificadas, es el impacto que produce el golpe de Estado de septiembre de 1973 en la calidad gráfica de las piezas publicitarias. Como se aprecia en las Figuras 9 y 10, se identifica un claro retroceso tanto a nivel técnico como simbólico, dando como resultado, piezas de escasa creatividad que no interpelan la subjetividad de las potenciales consumidoras. Son piezas que dan cuenta de una literalidad obvia al momento de presentar los productos que se buscan promocionar, pero que no sintonizan con las transformaciones que había experimentado la representación de la mujer en los años anteriores. Esta falta de densidad simbólica y carencia técnica de las piezas puede ser interpretada como una consecuencia cultural derivada directamente de las condiciones sociopolíticas y represivas que siguieron al golpe de Estado.
influencia norteamericana, que inauguran una marcada cultura popular de consumo masivo. Una segunda conclusión se relaciona con la evolución del mensaje publicitario, que cambió con las décadas en función a diversas problemáticas sociales de la época, reflejando o respondiendo a debates sociales asociados a los roles de las mujeres en la familia y en la sociedad. Una tercera conclusión se refiere a un debate en desarrollo, que plantea la relación responsiva y crítica de la publicidad con respecto a los cambios políticos que se vivieron en el país, y que se plasmaron en mensajes publicitarios de corte ideológico, o al menos, político, en revistas femeninas.
Conclusiones Las conclusiones de este estudio se articulan en tres dimensiones. Una primera tiene que ver con las cualidades estéticas y formales de la publicidad de época, que relacionan las piezas chilenas con corrientes artísticas foráneas, de clara
A continuación, se revisan algunas de estas ideas conclusivas. Sobre la base del análisis realizado y considerando el marco conceptual sobre el cual se desarrolla este artículo, es posible advertir en términos formales, una tendencia desde las primeras piezas publicitarias catastradas a un realismo en la forma de representar a la mujer y su imaginario de consumo. En esta tendencia, es posible identificar referentes propios del Realismo Americano de carácter costumbrista,
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de Hopper en la pintura y de Rockwell en la ilustración, los que tuvieron una importante influencia en la estética publicitaria estadounidense en la segunda mitad de siglo XX y en la forma de representar a la clase media de ese país. No obstante, esta influencia no solo se limitó a lo formal, sino también a lo simbólico, a través de nuevos estilos de vida asociados al consumo, lo que responde a la influencia que ejercieron las agencias de publicidad trasnacionales en el desarrollo de la industria publicitaria local, dimensión que —como ya se señaló— formó parte de las políticas económicas de Estados Unidos hacia América Latina.
tario en la revista. Por otra parte, en el caso del gobierno de carácter revolucionario de Salvador Allende (1970-1973), se buscaba sentar las bases de un nuevo modelo de desarrollo estatista y de mayor autonomía en términos culturales respecto de la influencia estadounidense. Si bien en este artículo no se alcanza a profundizar en las conexiones políticas de las medidas macroeconómicas aplicadas en este periodo, y que habrían tenido un importante impacto a nivel de representaciones mediáticas, se espera poder avanzar en esta dimensión en futuras investigaciones sobre este tema.
En una segunda dimensión, los resultados del análisis permiten identificar al menos tres cambios en la representación de la mujer y su relación con los imaginarios de consumo, presentes en la publicidad inserta en revista Eva, los que, a su vez, son concordantes con los identificados por Falk (1995). En primer lugar, se observa una evolución asociada a un giro en la argumentación del mensaje publicitario, la cual se desplaza desde una centralidad en el producto, hacia una representación tematizada de la relación entre consumidor y producto. Esto se manifiesta en un cambio desde la mujer como espejo, asociada a un producto, hacia la mujer como centro de una experiencia íntima de consumo con dicho ítem. En un segundo nivel, se hace evidente una representación publicitaria que ocupa argumentos, tanto racionales como textuales, para presentar “evidencias” de la utilidad del producto y la satisfacción que trae su uso. En esta línea, vemos mensajes asociados a los fines conseguidos luego del consumo del producto publicitado como, por ejemplo, “una familia más sana”, “un marido más agradecido” o “hijos más felices”. En un tercer lugar, se observa un cambio desde lo literal del producto hacia un universo iconográfico vinculado con la cultura de masas. En este sentido, podemos observar una evidente evolución en el uso de técnicas y recursos visuales, que permiten asociaciones más complejas entre los productos, las consumidoras y la industria cultural, a través de un amplio uso de citas y referencias externas a la publicidad y referidas a la cultura de masas de la época como, por ejemplo, las referencias a la cultura Pop en los años sesenta y setenta.
Álvarez, P. (2011). De la influencia europea a la americanización
Finalmente, la fuerte diversificación en la representación del imaginario femenino asociado al consumo a partir de los años sesenta, puede relacionarse con la llegada al poder de gobiernos con un marcado sello de cambios para la sociedad chilena. En el caso del gobierno reformista presidido por Eduardo Frei (1964-1970), se aspiraba a una modernización de la sociedad chilena dentro del ámbito liberal democrático en un contexto marcado por la Guerra Fría y la Alianza para el Progreso desarrollada por la administración de Kennedy, con la consecuente influencia estadounidense. En efecto, es en este periodo donde se observa un mayor avisaje publici-
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Notas 1 Recibido: 19 de junio de 2019. Aceptado: 23 de enero de 2020. 2 Este artículo presenta parte de los resultados de la investigación CCA 2018-8915 titulada “Patrimonio gráfico y revistas femeninas. Una aproximación estética a través de la publicidad dirigida a la mujer”, financiado por la Vicerrectoría de Investigación (VRI) de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Este trabajo
nicación y dependencia. Comercio Exterior, 320(7), 764-
contó con la participación de las alumnas Antonia Guevara
774. Recuperado de http://revistas.bancomext.gob.mx/
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3 Contacto: evergaral@uc.cl 4 Contacto: rldesimo@uc.cl 5 Contacto: parmstrong@uc.cl 6 Contacto: dlquiroz@uc.cl 7 Considerando las situaciones dramáticas que enfrentó la sociedad chilena en septiembre de 1973 y que no correspondían a la lógica del sistema democrático imperante hasta esa fecha, se seleccionaron dos años para el análisis: 1973, correspondiente al fin del gobierno constitucional y llegada de nuevas autoridades
dio del arte del Renacimiento. En El significado de las artes
y, 1974 año de cierre de la revista.
visuales (pp. 45-75). Madrid: Alianza Editores.
8 En “Otros”, se agruparon todos los avisos publicitarios que
Porath, W., Vergara, E., Gómez, P. y Labarca, C. (2017). Cambios en la presentación de los personajes de la publicidad del retail
ofertaban productos que correspondían a los otros rubros y que presentaban una escasa participación en términos de su repre-
en Chile en un contexto de modificaciones en la lógica de
sentatividad numérica.
consumo asociadas a transformaciones socioculturales
9 La matriz utilizada consideró los siguientes niveles de análisis:
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códigos estéticos; mensajes e imaginarios referenciales presen-
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Gómez-Lorenzini, P., Vergara, E., Porath, W. y Labarca, C. (2016).
LA ALLAGMÁTICA EN CUANTO DISCIPLINA POSHUMANISTA: NUEVAS METODOLOGÍAS PARA EL ESTUDIO DE LAS IMÁGENES EN EL CONTEXTO DE LAS MÁQUINAS DE VISIÓN ALGORÍTMICA1,2 ALLAGMATICS AS A POSTHUMANISTIC DISCIPLINE: NEW METHODOLOGIES FOR THE STUDY OF IMAGES IN THE AGE OF MACHINE VISION
Resumen
Abstract
Gracias al avance de tecnologías algorítmicas ha sido posible desarrollar máquinas que automatizan la percepción visual. Trevor Paglen (2019) utiliza el término “imágenes invisibles” para definir estas máquinas de visión algorítmica y que son producidas por máquinas y para máquinas. En este contexto, las categorías tradicionales de las ciencias humanas para pensar la imagen quedan obsoletas, lo que demanda nuevos aparatos conceptuales que comprendan los fenómenos visuales más allá del marco humanista de la representación. Este artículo propone una doble operación. En primer lugar, sugiere que el método allagmático propuesto por Gilbert Simondon (2015) ofrece un marco original y fructífero para el estudio de las imágenes invisibles desde una perspectiva posrepresentacional. En segundo lugar, se quiere mostrar que, al asumir el punto de vista de la allagmática para analizar las imágenes invisibles, nos desligamos del ámbito humanista en el que tradicionalmente se ha enmarcado el estudio de las imágenes (Panofsky, 1987). La última sección examina a modo de conclusión en qué medida la allagmática posibilita un estudio de las imágenes invisibles más cercano a las “poshumanidades críticas” (Braidotti, 2018) que a las “humanidades digitales” (Berry, 2012).
Due to the rapid development of machine learning technologies, vision machines that automate visual perception have been made possible. Trevor Paglen (2019) coins the notion of “invisible images” in order to define those images that inhabit this new ecosystem of vision machines in which images are produced by machines and for machines. In this new context, the traditional concepts that have defined our understanding of images become obsolete. This demands new concepts to think visual phenomena beyond the humanist domain of representation. This article attempts a twofold task. First, it argues that Simondon’s “allagmatic” method (2015) offers a fruitful ground for a post-representational study of invisible images. Second, it shows that if we adopt the “allagmatic” viewpoint, we surpass the domain of the humanities in which the study of images has been traditionally framed (Panofsky, 1987). The final section suggests that this new approach is closer to the critical post-humanities (Braidotti, 2018) than to the digital humanities (Berry, 2012).
Palabras clave Erwin Panofsky; Gilbert Simondon; imágenes; información; poshumanidades
Keywords Erwin Panofsky; Gilbert Simondon; images, information; post-humanities
Cómo citar este artículo: Celis Bueno, C. (2020). La allagmática en cuanto disciplina poshumanista: nuevas metodologías para el estudio de las imágenes en el contexto de las máquinas de visión algorítmica. Revista 180, 46, 26-37. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-692 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-692
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Claudio Celis Bueno3, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, Chile
Estos algoritmos de visión artificial son entrenados con bases de datos de miles o incluso millones de imágenes. A través de este proceso, el algoritmo aprende a identificar patrones en las imágenes que componen las bases de datos, los que luego utiliza para reconocer objetos o individuos en nuevas imágenes que le son alimentadas. Al día de hoy, estas máquinas
de visión están siendo utilizadas de manera extendida en campos como el reconocimiento facial, la vigilancia policial, el control de tránsito, líneas de producción automatizadas, automóviles de conducción autónoma, drones y misiles autodirigidos, etc. (Greenfield, 2017). Trevor Paglen (2019) utiliza el concepto de “imágenes invisibles” para referir a aquel tipo que circula al interior de estas máquinas de visión, las cuales son producidas por máquinas para máquinas. A diferencia de toda la historia anterior de la representación, en el ciclo de producción, distribución y consumo de esta nueva clase de imágenes el ojo humano ya no es necesario. La principal diferencia es que mientras la imagen destinada a un ojo humano implica siempre una alteridad —un vacío que debe ser completado por el sujeto de la mirada —, las imágenes invisibles se evalúan a partir de la cantidad de información que otorgan a un conjunto técnico y su capacidad para activar o desactivar un determinado proceso técnico al interior de dicho conjunto (Celis, 2019, p. 99). Ante la emergencia de este nuevo régimen de imágenes constatamos una limitación del sistema categorial heredado desde donde ha sido pensada la imagen. La categoría de representación se torna insuficiente para comprender las imágenes invisibles en profundidad. Esta constatación demanda un esfuerzo particular por definir nuevos marcos conceptuales desde donde objetivar, analizar y desafiar las
Figura 1. Imagen de la película The Terminator. Fuente: Cameron, 1984.
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Introducción: máquinas de visión e imágenes invisibles En la década de 1980, Paul Virilio introdujo la idea de una “máquina de visión”, un sistema técnico que reemplazaría eventualmente a la visión humana, automatizando la percepción y delegando en un algoritmo el análisis visual de la “realidad objetiva” (1998, p. 77). Se trataba más bien de una predicción teórica, una ficción comparable con la máquina de visión que por esos mismos años era puesta en escena a través de la mirada maquínica del cyborg asesino en The Terminator (Figura 1)⁴. Algunas décadas más tarde, sin embargo, la “visión sin mirada” predicha por el texto de Virilio e ilustrada por el filme de Cameron se está tornando una tecnología concreta. Como sugiere Adam Greenfield (2017, p. 216), los rápidos avances en el campo del aprendizaje maquínico [machine learning] han hecho posible el entrenamiento de algoritmos de reconocimiento de imágenes capaces de reemplazar efectivamente al ojo humano en el “análisis de la realidad objetiva” (Figura 2).
Figura 2. Sistema de reconocimiento de imágenes de Google. Fuente: Ai.googleblog.com
nuevas tecnologías de la imagen. Esto implica, a su vez, la compleja tarea de asumir una perspectiva posrepresentacional que vaya más allá de la oposición entre presencia y ausencia (Daney, 2006). De ser ello posible, la relación entre imagen y poder no puede continuar siendo circunscrita dentro de los límites categoriales de la ideología, la identificación o el espectáculo (Paglen, 2019). Por el contrario, el rendimiento político de las imágenes invisibles no se circunscribe al dominio de la representación, sino que es integrado a un conjunto técnico que activa, bloquea, o amplifica transformaciones energéticas en “máquinas” biológicas, tecnológicas y sociales. Este artículo busca realizar una doble operación. En primer lugar, sugiere que el método allagmático propuesto por Gilbert Simondon (2015) ofrece una metodología original y fructífera para el estudio de las imágenes invisibles desde una perspectiva posrepresentacional. En segundo lugar, se quiere mostrar que, al asumir el punto de vista de la allagmática para analizar las imágenes invisibles, nos desligamos del ámbito humanista en el que tradicionalmente se ha enmarcado el estudio de las imágenes. Con ello, la allagmática delimitaría un nuevo territorio disciplinar en el cual el estudio de estas aparecería vinculado a las recientemente denominadas “poshumanidades” (Braidotti, 2016). Para desarrollar esta doble articulación, el texto comenzará con un análisis del ensayo de Erwin Panofsky La historia del arte en cuanto disciplina humanista (1987). Como se verá, para Panofsky, aquello que inscribe a la historia del arte en las humanidades es su aproximación a las imágenes a través de
La historia del arte en cuanto disciplina humanista En 1940 Erwin Panofsky publicó el ensayo “La historia del arte en cuanto disciplina humanista”. El texto apareció inicialmente en una compilación titulada The meaning of the humanities la cual se proponía reflexionar acerca de la importancia de las disciplinas humanistas en un contexto histórico y social en el cual los marcos normativos de las ciencias humanas entraban en crisis. El método de exposición de Panofsky es claro y está dividido en tres secciones: la definición moderno-occidental y humanista de lo humano; la definición de las humanidades que se erige sobre esta definición humanista de lo humano; y la definición disciplinar de la historia del arte dentro de esta concepción de las humanidades. Lo humano El texto de Panofsky comienza con una referencia biográfica a Immanuel Kant en la cual se relata cómo este, a días de su muerte, insiste en recibir de pie a su médico. Se cuenta que, para justificar su esfuerzo, Kant dirá: “no me ha abandonado aún el sentimiento de humanidad” (citado en Panofsky, 1987, p. 17). Para Panofsky, el término “humanidad” en esta frase refiere a esa conciencia trágica y orgullosa que tenía un hombre de los principios que él mismo había aceptado y que libremente se había impuesto a sí mismo [humanidad en tanto ‘buena educación’], y que en aquellos instantes contrastaban con las servidumbres exteriores a que lo había sometido la enfermedad, el paso de los años y todo aquello que en su significado conlleva la palabra ‘mortalidad’ (1987, p. 17). Lo que está en juego en la decisión de Kant de permanecer de pie para recibir a su médico en contra de sus propios límites físicos es el fundamento de la actitud humanista en tanto dignidad y tragedia: lo humano como aquella
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las dimensiones de la historia y el sentido. Posteriormente, el texto presentará las características principales de aquella metodología que Simondon llamó allagmática. Esta pretende fundar una axiomática de las ciencias humanas que, sin embargo, relega la historia y el sentido a un segundo plano. En su lugar, la allagmática privilegia las categorías de energía potencial e información como marco elemental desde donde examinar las operaciones de individuación, sean estas biológicas, técnicas o sociales. En el nuevo marco de máquinas de visión algorítmicas, la metodología allagmática permitiría pensar la imagen como soporte informacional que activa o desactiva operaciones al interior de un conjunto técnico determinado. La última sección examinará a modo de conclusión en qué medida esta nueva metodología para estudiar las imágenes se encuentra más cercana a las “poshumanidades críticas” (Braidotti, 2018) que a las así llamadas “humanidades digitales” (Berry, 2012).
la primera se origina de la confrontación entre el hombre y lo que es inferior a él, y la segunda, de la confrontación entre aquél y todo cuanto lo trasciende. En el primer caso, humanitas es un valor; en el segundo, una limitación (1987, pp. 17-18). Mientras la filosofía griega y latina exaltó el valor de lo humano en su oposición al animal, el cristianismo hizo lo contrario, enfatizando las limitaciones de nuestra condición mortal y finita en oposición a la divinidad. De este origen ambivalente nace la concepción moderna de lo humano y, con ello, el “humanismo” (Panofsky, 1987, p. 18). Esta “actitud” humanista, como la define Panofsky (1987, p. 19), se caracteriza principalmente por la fe en la dignidad del hombre, fundada a la vez en la “reafirmación de los valores humanos” (racionalidad y libertad) y en la “aceptación de sus límites” (fiabilidad y fragilidad). Las humanidades En la escolástica medieval, sugiere Panofsky (1987, p. 20), no había distinción básica “entre la ciencia natural y lo que llamamos humanidades […] La práctica de ambos estudios, allí donde se prosiguió, siguió estando dentro de los límites de lo que se denominaba filosofía”. Las humanidades, como disciplina separada de las ciencias naturales, surgen en la modernidad de manera paralela al surgimiento de esa actitud moderna denominada humanismo. Dicho de otro modo, junto con la noción moderna de humanidad como conflicto entre mortalidad y libertad surge también la necesidad de distinguir entre las ciencias que tomaban por objeto la naturaleza y aquellas que se enfocaban en la esfera de la cultura (Panofsky, 1987, p. 20). Ahora bien, el estudio de la cultura se distingue del estudio de la naturaleza por el hecho de que el animal humano sería “el único animal que deja testimonios o huellas detrás de él, pues es el único cuyas producciones evocan a la mente una idea distinta de su existencia material” (Panofsky, 1987, p. 20). Es posible que otros animales utilicen signos, pero lo hacen sin percibir en ellos “la relación de significación”, es decir, sin percibir en ellos la separación entre “los medios de expresión y la idea del concepto a expresar” (Panofsky, 1987, p. 20). En este sentido, argumenta Panofsky, los signos producidos por el hombre dejan huellas porque son los únicos que “expresan ideas separadas de los procesos de señalización” (1987, p. 20). Esto significa que las huellas dejadas por el animal humano
poseen “la propiedad de emerger fuera de la corriente del tiempo, y es precisamente en este aspecto que los estudia el humanista” (Panofsky, 1987, p. 21). Dicho en términos generales, el humanista es fundamentalmente un historiador de huellas de significación. De esta primera aclaración, Panofsky concluye que el objeto de estudio de las humanidades son las huellas humanas (pertenecientes al “cosmos de la cultura”), las cuales son siempre históricas y cargadas de sentido. Es claro, nos dice, “que el historiador de filosofía y el historiador de la escultura se ocupan de los libros y de las estatuas no en cuanto que estos existen materialmente, sino en la medida en que tienen un significado” (1987, p. 29). Si lo humano es aquel ser escindido entre la finitud animal (mortalidad) y la dignidad (libertad y racionalidad), las huellas históricas de significación a las cuales se avocan las humanidades dan cuenta precisamente de esta escisión. Las huellas persisten más allá del tiempo finito de quién las utilizó como medio de significación, excediendo la finitud de su aquí y ahora. Dicho de otro modo, tenemos humanidades porque tenemos una dimensión animal que nos condena a la finitud y mortalidad y otra dimensión metafísica que permite que la significación salga de los límites de dicha finitud. Los animales no tienen historia porque no dejan huellas de significación. Los dioses no requieren historia porque su existencia es eterna. Solo los animales humanos, capturados en esta doble existencia, requieren y poseen historia⁵. La historia del arte A partir de las definiciones de lo humano y de las humanidades otorgadas por Panofsky, es posible comprender por qué para este autor la historia del arte es una disciplina humanista. La historia del arte, en los términos trazados por Panofsky, consiste en la ciencia que estudia las imágenes del pasado, que han persistido como huellas, y que dan cuenta de un sentido y un tiempo histórico. Al permanecer en el tiempo como tales, las imágenes (pinturas, esculturas, etc.) transmiten un sentido más allá de los límites de la finitud humana, reivindicando la dignidad de lo humano (libertad y racionalidad), pero aceptando su mortalidad. Por ello que sea fundamental comprender que la historia del arte trata no con objetos naturales, sino con objetos culturales, es decir, cargados de significación y pertenecientes a un tiempo histórico determinado. Dicho de otro modo, para Panofsky no es posible hacer un estudio humanista de las imágenes que no considere su significación y su pertenencia a una edad histórica (Figura 3). La historia del arte reivindica y requiere de la distinción radical entre naturaleza y cultura, entre tiempo astronómico y tiempo histórico, y entre signos que contienen significación y aquellos que no.
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jurisdicción que media entre la causalidad natural (cuya última instancia determina nuestra mortalidad) y la libertad del ser consciente (que nos separa de los animales y nos acerca a la divinidad). Para Panofsky, esta concepción humanista de lo humano se articula a partir de una doble significación del término humanitas:
Pese a sus diferencias disciplinares, esta definición humanista del estudio de las imágenes basada en la significación y la historia ha determinado en gran medida su análisis durante el siglo XX, incluyendo enfoques tan variados como la iconología, la semiología, los estudios visuales, la “ciencia de la imagen”, etc. Dicho de otro modo, pese a todas sus diferencias teóricas, pareciese ser que la significación y la historicidad constituyen una substancia común que atraviesa la concepción de imagen en los distintos enfoques mencionados. Por ello resulta central preguntarse ¿qué pasa con esta doble dimensión conceptual en el caso de las imágenes invisibles?, ¿en qué medida las imágenes invisibles, aquellas hechas por máquinas y para máquinas, representan un quiebre respecto de la doble dimensión de lo humano caracterizada por las nociones de sentido e historia? La hipótesis que aquí se quisiera proponer es que en el nuevo contexto de visión maquínica, las imágenes ya no funcionan como fundamento de una singularidad humana (capturada trágicamente entre su finitud y su dignidad), sino como vehículo de información al interior de un conjunto técnico⁶. Esto implica que las categorías de sentido e historia se tornan accesorias al estudio de la imagen en el contexto de las nuevas máquinas de visión. En su lugar es posible introducir las nociones de información y energía potencial (o metaestable), tal como estas han
sido articuladas por Gilbert Simondon (2015; 2016). Para Simondon estos dos conceptos constituyen los pilares sobre los cuales será posible definir una “axiomática de las ciencias humanas” a la altura de los descubrimientos técnicos y científicos del siglo XX. Simondon llamará a esta axiomática una “allagmática” (2015, p. 469). Como argumento central, este artículo sugiere que la allagmática ofrece una clave metodológica de gran utilidad a la hora de pensar el estudio de las imágenes invisibles, es decir, de aquellas imágenes que circulan en el conjunto técnico de las máquinas de visión algorítmica. Más aún, al asumir la perspectiva de Simondon, el estudio de las imágenes se distancia de la concepción humanista dentro de la cual dicho estudio había sido enmarcado por Panofsky. La allagmática En su tesis doctoral de 1956, Gilbert Simondon se propuso “encontrar el punto de partida de una axiomática de las ciencias humanas” (2015, p. 483). Su objetivo era fundar un marco teórico general capaz de unificar a las ciencias humanas de forma análoga a cómo la física habría unificado a las ciencias naturales en el siglo XIX. Para Simondon, este proyecto general se denomina “allagmática” o “teoría de las operaciones” (2015, p. 469). La allagmática emerge como un proyecto de “cibernética universal” que no se limita a la interacción entre el humano y las tecnologías de la información, sino que sería capaz de abarcar los
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Figura 3. Erwin Panofsky en su estudio. Fuente. Ias.edu
Por un tema de extensión no me detendré en los detalles de la noción de individuación en Simondon⁷. Solo cabe mencionar que, para este autor, el error de toda la metafísica occidental es haber pensado el ser en tanto individuo ya constituido, anterior a las relaciones que lo constituyen. La tarea de su filosofía, por el contrario, consistirá en captar al ser en el proceso de su constitución, sin presuponer principios dados de antemano. Este proyecto es posible en gran medida gracias al descubrimiento de la noción de equilibrio metaestable por parte de la física del siglo XIX (Simondon, 2015, pp. 11-12). Hasta dicho momento, la filosofía solo era capaz de pensar el ser bajo la oposición equilibrio/devenir. El proyecto de Simondon consiste en pensar la individuación a la luz de la categoría de equilibrio metaestable, poniendo con ello a la filosofía a la altura del saber de la física contemporánea. Como parte de su proyecto filosófico, Simondon (2015, p. 40) sostiene que el “modelo hilemórfico”, el cual concibe al individuo como el encuentro entre una materia pasiva y una forma activa, debe ser reemplazado por un enfoque relacional que defina la individuación a partir del encuentro entre información y energía potencial (o metaestable). Dicho de otro modo, el modelo hilemórfico continúa respondiendo a la oposición entre equilibrio y devenir, mientras que el modelo de individuación de Simondon se sitúa en la perspectiva abierta por la categoría de equilibrio metaestable. De este modo, los conceptos de información y energía potencial constituyen la condición de posibilidad de la individuación y deben ser comprendidos como los pilares de la allagmática en tanto teoría de las operaciones. Más aún, este artículo sugiere que, en vistas a desarrollar una metodología capaz de estudiar las imágenes invisibles de las nuevas máquinas de visión desde una perspectiva posrepresentacional, las nociones de información y energía potencial deben reemplazar a las nociones de sentido e historia que definían el marco humanista descrito por Panofsky. Solo de este modo se podrá delimitar un nuevo enfoque conceptual que supere la concepción de imagen como huella histórica cargada de sentido. Se trataría, en cambio, de pensar a la imagen como portadora de información en vistas a la activación o desactivación de potenciales energéticos al interior de determinado conjunto técnico. Para Simondon, la noción de información no debe ser reducida a “las señales o soportes o vehículos de información,
como tiende a hacerlo la teoría tecnológica de la información” (2015, p. 25). Esto implica que la información no tiene que ser pensada como una cosa, sino como “la operación de una cosa que llega a un sistema y que produce allí una transformación” (2016, p. 139). La información, por ende, “no puede definirse más allá de este acto de incidencia transformadora y de la operación de recepción” (Simondon, 2016, p. 139). La función de información es la modificación de una realidad local (un cambio de estado energético en un sistema metaestable), a partir de una señal incidente (Simondon, 2016, p. 140). Asimismo, un receptor de información es virtualmente “toda realidad que no posee enteramente por sí misma la determinación del curso de su devenir” (Simondon, 2016, p. 140). Dicho de otro modo, todo sistema metaestable es un potencial receptor de información, es decir, receptor de una señal incidente que gatille en ella una transformación de estado. A partir de estas observaciones generales acerca de la noción de información podemos extraer al menos tres conclusiones. En primer lugar, la relación entre información y energía potencial da cuenta de la “ontología relacional” de Simondon según la cual las partes de una relación no anteceden a la relación, sino que son constituidas por ella. Lo que se nos presenta como información y como energía metaestable solo se constituye como tal en el encuentro entre dos flujos energéticos: uno débil que funciona como señal incidente y uno fuerte que funciona como motor de la transformación energética. Al origen de la relación de información solo existe, por lo tanto, una disparidad energética. En segundo lugar, el sistema metaestable debe ser pensado como un cuasi sistema, es decir, un sistema semicerrado que es autónomo desde el punto de vista energético (posee energía metaestable que posibilita futuras individuaciones), pero que es heterónomo desde el punto de vista de la información (no posee en sí mismo la información necesaria para gatillar futuras individuaciones). En tercer lugar, este cuasi sistema se caracteriza por poseer un mecanismo de aislamiento interno que evita que la energía potencial se descargue de una vez y para siempre. Este sistema de aislamiento interno es lo que posibilita el estado de equilibrio metaestable. Más aún, esto significa que la información es una señal incidente débil que no entra en trato directo con la energía potencial del cuasisistema, sino que modifica el sistema de aislamiento interno, generando con ello una operación (una transformación energética) de carácter modulador y amplificador. Algunos ejemplos que da Simondon (2016) de esta relación entre información y energía potencial son: un proceso de cristalización (en la cual un germen gatilla un cambio de estado en una solución sobresaturada); un incendio en un bosque (en la cual el fuego se expande gracias a la energía metaestable
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fenómenos biológicos y psicosociales. Esta cibernética universal busca establecer una “ciencia de las operaciones genéticas”, es decir, una ciencia que conciba la operación como aquello que posibilita la aparición y transformación de las estructuras (Barthélémy, 2012, p. 204). Por esta razón Simondon pensó la allagmática como el reemplazo de la ontología por una ontogénesis (Combes, 2017, p. 28).
Es importante recordar que la allagmática se pretende como una axiomática que unifique a las ciencias humanas. Esto implica asumir que las humanidades ya no están unificadas por el sentido y la historia como ejes centrales que aseguran su singularidad. Se trata más bien de pensar la dimensión humana como un entramado de energía potencial e información. Esto implicaría considerar lo humano como el resultado de un intercambio de información entre elementos biológicos, elementos preindividuales y elementos técnicos, todo esto siempre al interior de un conjunto colectivo (o medio asociado). El individuo humano no es el punto de partida, sino solo un estado de equilibrio metaestable que surge de
una relación puntual entre información y energía potencial. Tanto la una como la otra no son de dominio exclusivo de lo humano (como sí lo eran la historia y el sentido), sino que integran elementos biológicos, técnicos y preindividuales (todo aquello que Deleuze y Guattari llamarán “maquínico”). Por esta razón, la tarea de definir una axiomática que unifique a las ciencias humanas deberá reemplazar las categorías de sentido e historia por las nociones de información y energía potencial, las cuales exceden los límites de lo humano tal como estos han sido pensados por la tradición humanista. Las imágenes invisibles a la luz del método allagmático Las imágenes invisibles que habitan hoy los sistemas de visión algorítmica no representan huellas de significación de un pasado no-vivido. Funcionan, en cambio, como soportes de información destinados a activar o desactivar determinadas operaciones al interior de un conjunto técnico. Las imágenes captadas por el sistema de visión artificial de un automóvil Tesla (Figura 4), por ejemplo, le permiten al vehículo de conducción autónoma activar o desactivar operaciones concretas (acelerar, detenerse, girar, etc.) al interior de un conjunto técnico altamente complejo (el sistema de tránsito urbano). En ningún paso de su ciclo de producción, distribución o consumo estas imágenes requieren de la participación de la mirada humana. Esto implica una transformación radical de la categoría de imagen para la cual el enfoque humanista de Panofsky (fundado sobre la representación en tanto huella histórica de significación) resulta obsoleto.
Figura 4. Piloto automático de Tesla. Fuente: Hart, 2020, s. p.
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contenida en la madera); un relé eléctrico o transistor (en la cual una señal eléctrica débil es utilizada para activar o desactivar un sistema eléctrico mayor); un rumor social que se expande gracias a una determinada sobrecarga afectiva; y una revolución social (que es capaz de canalizar e institucionalizar dicha sobrecarga afectiva). Lo interesante de estos ejemplos es su transversalidad: las categorías de información y metaestabilidad se pueden observar en fenómenos físicos, biológicos, técnicos o sociales. Esto significa que desde el punto de vista del esquema allagmático de Simondon no habría una diferencia ontológica entre estas dimensiones. Solo habría una diferencia en la complejidad de los procesos de individuación. Las categorías de información y energía metaestable serían transversales a toda individuación. De allí su carácter de condición de posibilidad en la teoría allagmática de Simondon.
En segundo lugar, la noción de historia debe ser reemplazada por la noción de energía metaestable. En el modelo humanista, la historia (en tanto tiempo histórico que difiere del tiempo astronómico) funciona como marco general de significación: el tiempo histórico es el contexto en el cual una imagen adquiere tal o cual significación. En el caso de las imágenes invisibles, el contexto en el que una imagen se torna significativa no es ya el marco histórico, sino el estado de energía metaestable donde gatilla una transformación. Desde esta perspectiva, el cambio temporal no está determinado ni por el avance del tiempo astronómico ni por la transición entre un tiempo histórico y otro, sino por el tránsito entre una operación y otra a través de una estructura (Combes, 2017, p. 43). En tercer lugar, la imagen ya no puede ser considerada como un individuo aislado (un cuadro, una fotografía, etc.), sino como un elemento al interior de un “conjunto técnico” más amplio. Esto implica que el análisis allagmático de las imágenes invisibles no es un estudio de las imágenes per se, sino un examen del conjunto técnico al interior del cual la imagen activa o desactiva operaciones. Un concepto clave para comprender la imagen en tanto elemento de un conjunto técnico lo ofrece la categoría de “imagen operativa” introducida por Harun Farocki (2015, p. 153). Para Farocki, una imagen operativa no está destinada a la contemplación, sino al correcto funcionamiento de un proceso técnico⁸. Ejemplos de ello son: cámaras de vigilancia, imágenes médicas, mapas y cartografías militares, cámaras en bombas y drones, etc. (Figura 5). En muchos de estos ejemplos, la mirada humana es necesaria para el ciclo de producción,
Figura 5. Imagen de la película Imágenes de prisión. Fuente: Farocki, 2000.
distribución y consumo de imágenes. El punto clave, sin embargo, es que esa mirada no es contemplativa sino operativa: no es una relación representacional entre un sujeto y un objeto, sino una relación funcional que forma parte de un conjunto técnico mayor (el sistema de vigilancia carcelario, el sistema de salud, el sistema de tránsito, el sistema militar, etc.). Los actuales sistemas de visión artificial no automatizan la visión humana en general, sino ese tipo particular de mirada funcional. Dicho de otro modo, los actuales sistemas de visión artificial han sido posibles porque existía ya una “división del trabajo sensible” que introducía elementos humanos al interior de determinados conjuntos técnicos. Son precisamente estos elementos los que han sido automatizados en las actuales máquinas de visión algorítmicas. Las imágenes invisibles, como las imágenes operativas, no poseen una dimensión de sentido en la cual el medio de expresión se distinga de la idea expresada, ni pueden ser comprendidas a la luz de su relación con el tiempo histórico. Las imágenes invisibles gatillan, bloquean o amplifican sistemas energéticos metaestables. Dos ejemplos pueden ser ilustrativos en este punto. Primero, la obra Machine Readable Hito de Trevor Paglen (Figura 6), que somete una larga serie de fotografías de Hito Steyerl a un lector algorítmico de emociones, las cuales son luego contrastadas con la información de salida del algoritmo que ofrece un cálculo porcentual dentro de una paleta de emociones posibles. Con ello, esta obra escenifica un
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La metodología allagmática de Simondon revisada en la sección anterior se presenta como un marco alternativo desde donde emprender un estudio de las imágenes invisibles más allá de las limitaciones de la categoría de representación y de su enfoque humanista. Desde la perspectiva de Simondon, es posible proponer al menos tres consideraciones iniciales a este respecto. En primer lugar, en el caso de las imágenes invisibles que habitan las máquinas de visión algorítmica, la imagen en tanto “portadora de sentido” debe ser remplazada por una noción de imagen en tanto “señal de información”. Esto implica que la significación de una imagen no refiere ya a una dimensión humana en la cual “los medios de expresión” están separados del “sentido a expresar”. Por el contrario, la imagen se torna significación cuando encuentra un estado energético metaestable en el cual gatillar un cambio energético, es decir, cuando consigue modificar el aislamiento interno de un cuasi sistema y generar con ello una reacción de “modulación amplificadora” (por ejemplo: la conducción autónoma del automóvil Tesla).
Figura 7. El sueño neoliberal. Fuente: Rivas San Martín, 2015, s. p. conflicto entre la dimensión representacional de la imagen (que distingue entre apariencia y profundidad) y la dimensión informacional de las máquinas de visión (que no piensan en términos de profundidad sino de cálculo estadístico y efectividad técnica). Segundo, la obra El sueño neoliberal de Felipe Rivas San Martín (Figura 7), la cual procesa 17 veces, a través del algoritmo Deep Dream de Google, una fotografía del bombardeo a La Moneda el 11 de septiembre de 1973⁹. En esta obra se evidencia aún más la diferencia
entre la dimensión de significado (cuyo vínculo con el tiempo histórico es ineludible) y la dimensión informacional (determinada únicamente por la base de datos utilizada para el entrenamiento del algoritmo). El peso simbólico de esta imagen (su significación histórica) se contrapone a la banalidad informacional de las bases de datos, ocultando uno de los momentos decisivos de la historia de Chile tras una forma que evoca a un perro, despojada esta de toda significación y de toda historia. Las obras de Paglen y de Rivas San Martín ilustran la tensión entre el método humanista que concibe a las imágenes como portadoras de significación e historia y el método allagmático que estudia las imágenes invisibles como vehículos de información que activan o desactivan sistemas de energía potencial. En ambos ejemplos, la imagen del humanista como estudioso de las huellas de sentido del pasado es contrastada con el análisis allagmático (poshumanista) de la visión maquínica como parte de un conjunto técnico. De las humanidades digitales a las poshumanidades críticas El análisis de las máquinas de visión y las imágenes invisibles desde la perspectiva de la allagmática permite reevaluar los límites del campo disciplinar desde donde han sido pensadas tradicionalmente las imágenes. Al no poder ser circunscritas a las dimensiones del sentido y la historia, las imágenes invisibles hacen presente las limitaciones
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Figura 6. Machine Readable Hito. Fuente: Paglen, 2019, s. p.
Según David Berry (2012), las humanidades digitales surgen del encuentro entre las disciplinas humanistas y las nuevas tecnologías digitales, ampliando tanto sus objetos de estudio como sus herramientas de análisis. Sin embargo, agrega Barry, las humanidades digitales no han hasta ahora cuestionado los fundamentos de las humanidades, es decir, aquel núcleo ontológico que las distingue de otras áreas del conocimiento. Pese a integrar nuevas herramientas y ampliar su campo de estudio, las humanidades digitales no realizan una metarreflexión acerca de los “supuestos no declarados y fundamentos ontológicos que sostienen la investigación humanista” (Berry, 2012, p. 4). Desde la lectura realizada por Panofsky, es posible insistir que estos fundamentos ontológicos continúan siendo el sentido y el tiempo histórico. Por el contrario, Rosi Braidotti (2013, p. 3) sostiene que la idea de lo “poshumano” surge de una ruptura con la concepción dualista del mundo como oposición entre naturaleza y cultura. Lo poshumano asume una concepción monista del mundo en la cual los límites entre lo natural y lo cultural son desplazados y difuminados por transformaciones técnicas y avances científicos. En este contexto, las humanidades son afectadas de manera directa por la nueva condición poshumana (Braidotti, 2013, p. 143). Así como el humanismo tenía como correlato a las humanidades, el poshumanismo implica una nueva exigencia disciplinar que no puede seguir siendo abarcada en su complejidad por las humanidades tradicionales (ni su versión digital)¹¹. El poshumanismo enfatiza una ontología relacional radical desde la cual ya no es posible seguir sosteniendo la figura del sujeto moderno ni la concepción humanista del hombre (Braidotti, 2013, p. 144). Esto deja a lo humano a la deriva, removiendo los pilares epistemológicos sobre los que se sostienen las disciplinas humanistas (Braidotti, 2013, p. 145). La oposición cultura-naturaleza es reemplazada por la relación entre información y retroalimentación, disolviendo el marco conceptual básico de todas las disciplinas humanistas (Braidotti, 2013, p. 145). Las poshumanidades no pueden tener al “hombre” como su objeto de estudio, sino a las relaciones informacionales y de retroalimentación
entre elementos humanos y no-humanos (Braidotti, 2013, pp. 171-172). Más recientemente, Rosi Braidotti (2018) ha propuesto la categoría de “poshumanidades críticas” [critical posthumanities] como marco transdisciplinar desde donde pensar los fenómenos sociales y políticos contemporáneos. Para Braidotti (2018, p. 2), el método de las poshumanidades críticas debe estar basado en una metodología cartográfica capaz de comprender las relaciones de poder inmanentes a toda producción de conocimiento¹². A través de la noción de cartografía, Braidotti reemplaza el marco representacional que le era propio a las humanidades. La historia, en este sentido, es un dispositivo representacional que organiza el espacio y el tiempo de manera antropocéntrica. La cartografía, en cambio, busca identificar las relaciones de poder (disparidades energéticas) que anteceden a la representación. Esto implica, por ejemplo, definir espacial y temporalmente las relaciones de poder que han construido la noción de humanismo sobre la que se sostienen las humanidades. Leída a la luz de lo propuesto por Braidotti, existiría un territorio en común entre la cartografía y la allagmática. En ambos casos se trata de un enfoque materialista y posrepresentacional que hace visible las relaciones de fuerza que constituyen toda individuación (Braidotti las llamará relaciones de poder; Simondon relaciones energéticas). También se trata de reemplazar la dicotomía cultura/ naturaleza por un análisis inmanente de relaciones de información. Tanto Braidotti como Simondon desplazan a segundo plano la dimensión antropocéntrica (sentido e historia), reemplazándola por un análisis inmanente de las relaciones de información y energía potencial. En el caso de las imágenes invisibles que habitan el ecosistema de máquinas de visión algorítmica, la cartografía y la allagmática definen una aproximación posrepresentacional en la cual las imágenes deben ser concebidas como información al interior de un sistema de relaciones de disparidad energética (conjunto técnico). La importancia de la noción de poshumanidades críticas de Braidotti, sin embargo, es que ofrece un marco desde donde pensar la dimensión política de la allagmática sin por ello recaer en un marco normativo humanista. Se trata de un intento por desarrollar una crítica inmanente (“neomaterialista” según la propia Braidotti) que asuma las nociones de información y energía metaestable como condición de posibilidad de los fenómenos sociales contemporáneos. Esto implica que las categorías de información y energía metaestable en la allagmática de Simondon adquieren en Braidotti una dimensión política que es fundamental para comprender las imágenes invisibles como síntoma de las transformaciones sociales contemporáneas.
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de las humanidades para comprender fenómenos de la actual “cultura algorítmica”¹⁰. Estas limitaciones aplicarían incluso para su versión más reciente, las así llamadas “humanidades digitales” [digital humanities], las cuales asumen como tarea explícita el análisis de fenómenos tecnológicos contemporáneos. En su reemplazo, es posible considerar los aportes de Rosi Braidotti, en particular con su noción de “poshumanidades críticas” [critical post-humanities], para pensar más allá de los límites de las humanidades. Esto implica que existiría una complicidad potencial entre la perspectiva de Braidotti y la de Simondon.
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Notas
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sugerida por Matthew Hart (2020). 5 En el breve ensayo “Reflexiones sobre el tiempo histórico” (2004, p. 695), Panofsky insistirá en que el objeto de las humanidades está determinado por la historia y el sentido. Para sostener esto, establece una diferencia fundamental entre el tiempo histórico (cultural) y el tiempo astronómico (natural). El objeto de las humanidades es el tiempo histórico, cultural. Cuando un historiador refiere al año 1500, nos dice, no lo hace en referencia
Farocki, H. (2015). Desconfiar de las imágenes. Buenos Aires:
a las 1500 vueltas que ha dado la Tierra alrededor del Sol, sino a un periodo de existencia humana caracterizado cultural y
Caja Negra. Greenfield, A. (2017). Radical technologies: The design of everyday life. Londres: Verso.
socialmente (2004, p. 695). Dicho de otro modo, el tiempo histórico refiere, para Panofsky, a la dimensión de sentido que determina una existencia humana particular. El tiempo histórico,
Hart, M. (2020). Tesla’s autopilot ‘vision’ looks like TERMINATOR
postula, es una “unidad de sentido” (p. 695). Esto significa que
HUD. Nerdist.com. https://nerdist.com/article/
el criterio del historiador para definir su objeto de estudio no
teslas-autopilot-vision-terminator-hud/
debe ser la mera secuencia diacrónica de eventos, sino más
Paglen, T. (2019). Imágenes invisibles: tus fotografías te miran. Revista La Fuga, 22. Recuperado de http://www.lafuga.cl/ imagenes-invisibles/944
bien el análisis de las unidades de sentido (que muchas veces incluyen objetos, espacios y temporalidades no homogéneas). El tiempo y el espacio astronómico son homogéneos. El tiempo y espacio histórico no lo son (2004, p. 697). Lo que unifica un
Panofsky, E. (1987). La historia del arte en cuanto disciplina hu-
tiempo y un espacio histórico es la dimensión del sentido. El
manista. En El significado en las artes visuales (pp. 17-43).
historiador humanista no se debe dejar guiar por la diacronía del
Madrid: Alianza Editorial.
tiempo astronómico, sino por la unidad de sentido que permite
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Simondon. En A. De Boever (Ed.), Gilbert Simondon: Being
coexistir temporalidades y espacialidades no diacrónicas. Por ello que, mientras la historia natural depende de la categoría de causa y efecto, las humanidades no (2004, p. 698). La esencia del fenómeno histórico es que, por un lado, representa un objeto de conocimiento que transciende el tiempo y el espacio astronómico, pero al mismo tiempo está anclado a un tiempo y a un espacio particular que define su sentido y su valor (p. 698). 6 El término de conjunto técnico es tomado de Simondon (2007, p. 101). 7 Para una introducción al pensamiento de Simondon y su noción de individuación, véase Combes (2017). 8 Para un análisis extendido de la categoría de imágenes invisibles en la obra de Harun Farocki, véase Celis (2016). 9 Para un análisis más detallado de esta obra, véase Rivas San Martín (2019). 10 Para una definición detallada del término cultura algorítmica [algorithmic culture], véase Striphas (2015). 11 Para un análisis extensivo de este argumento, véase Braidotti (2016).
cartográficas que sirven de modelo a las “poshumanidades críticas” son la genealogía del poder de Michel Foucault y los estudios feministas que ponen énfasis en la producción situada de saber.
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12 Para Braidotti (2018, p. 3), dos ejemplos de metodologías
“DE MANET A NUESTROS DÍAS”: DERIVAS DE UNA EXPOSICIÓN ANACRÓNICA1,2 “FROM MANET TO OUR DAYS”: DRIFTS OF AN ANACHRONISTIC EXHIBITION
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Cecilia Bettoni Piddo3, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, Chile
Resumen
Abstract
Entre junio de 1949 y agosto de 1950 circuló por diversos países de América Latina la exposición de pintura francesa contemporánea “De Manet a nuestros días”. La muestra, organizada por el gobierno de Francia, se enmarcaba en un proyecto de recuperación de la hegemonía cultural parisina, posición que había sido hábilmente arrebatada por Nueva York durante la década del cuarenta. Este artículo detalla las complejas gestiones que permitieron la llegada de la exposición al continente americano, así como las premisas estético-políticas que la motivaron, para luego enfocarse en la recepción crítica que la muestra tuvo en algunas de sus locaciones. Siguiendo una metodología comparativa, se propone calibrar el estado de los sistemas de arte regionales hacia 1950, para comprender cuáles fueron los efectos que tuvo la exposición en las discusiones estéticas y teóricas que marcaban entonces la fisonomía de la crítica de arte sudamericana.
Between June 1949 and August 1950, the exhibition of contemporary French painting From Manet to our days toured several Latin American countries. The exhibition, organized by the French government, was part of a project to recover the Parisian cultural hegemony, a position that had been skillfully snatched away by New York during the 1940s. This article details the complex efforts that allowed the arrival of the exhibition to the American continent, as well as the aesthetic-political premises that motivated it, and then focuses on the critical reception it had on some of the locations. Following a comparative methodology, we propose to calibrate the state of the regional art systems towards 1950, to understand the effects that the exhibition had on the aesthetic and theoretical discussions that outlined the physiognomy of South American art criticism.
Palabras clave
Keywords
América Latina; arte moderno; crítica de arte; Escuela de París; hegemonía cultural
Art Criticism; Cultural Hegemony; Latin America; Modern Art; School of Paris
Cómo citar este artículo: Bettoni Piddo, C. (2020). “De Manet a nuestros días”: derivas de una exposición anacrónica. Revista 180, 46, 38-48. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-764 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-764
Entre las numerosas tareas de reconstrucción material y simbólica que Francia debió enfrentar tras la Segunda Guerra Mundial, y que implicaron una serie de ajustes que le permitieran tomar posición en el emergente mapa geopolítico de la Guerra Fría, una empresa de vital importancia fue recuperar su hegemonía cultural, sin duda debilitada por la creciente avanzada del expresionismo abstracto estadounidense. Como señala Serge Gilbaut (1983), la institucionalidad artística norteamericana había capitalizado con impecable eficiencia la oportunidad abierta por la ocupación del territorio francés y la intervención de sus principales circuitos artísticos. Comandados por Alfred Barr en el MoMA y Clement Greenberg en la prensa especializada, el expresionismo abstracto se alzó rápidamente como la nueva vanguardia internacional y Nueva York tomó el relevo de París como centro gravitacional del arte moderno⁴. La institucionalidad parisina no pudo captar inmediatamente este desplazamiento, aunque, de haberlo hecho, tampoco habría tenido la fuerza para contrarrestarlo. Aturdida y humillada, intentó aferrarse como pudo a un prestigio cultural forjado por una tradición caída en el descrédito (Guilbaut, 1990)⁵. A la novela policial tejida por los intercambios artísticos que se produjeron entre Francia y Estados Unidos entre 1946 y 1954, habría que añadir un capítulo no menor que tuvo lugar en Latinoamérica. La arremetida francesa fue aquí cuidadosamente orquestada. Si algo podía seguir ostentando Francia era una larga experiencia en los tinglados del imperialismo cultural que, desde el siglo XIX hasta comienzos del XX la habían consagrado como lugar de peregrinación para artistas latinoamericanos. Apoyándose en ella, su estrategia consistió en revivir el relato de un arte moderno nucleado en París como fuente y continuidad de la vanguardia. Para ello, explica Guilbaut (2007), era imperativo tramar la experiencia de la guerra dentro de una historia continua y sin fisuras que asegurase la posición francesa en la tradición artística occidental. Una de las apuestas consistió en organizar una exposición itinerante que recorrería durante un año distintas ciudades latinoamericanas para exhibir las pruebas irrefutables de su prestigio artístico. Por supuesto, no se trataba solamente de juntar un montón de pinturas de artistas consagrados, sino de pergeñar junto a esos cuadros otros de artistas jóvenes y menos conocidos, de modo tal que la cronología propuesta tuviera la eficacia esperada: Francia no solamente era la cuna del arte moderno, sino también una escena decisiva en los derroteros del arte contemporáneo. La muestra, titulada escuetamente “De Manet a nuestros días”, fue exhibida en
Argentina, Brasil, Venezuela, Perú, Chile y Uruguay entre 1949 y 1950, y el gobierno francés puso en su organización todas las sutilezas de la diplomacia cultural. El proyecto comenzó a gestarse a mediados de 1948 en las reuniones de la Association Française d’Action Artistique (AFAA)⁶, un órgano dependiente del Ministerio de Asuntos Extranjeros encargado de promover el patrimonio cultural francés. La tarea era compleja pues, como relata Emanuelle Pollack (2019), el acervo artístico francés había sido severamente mermado durante la Ocupación: numerosas colecciones privadas fueron confiscadas y vendidas, ya sea en el mismo mercado parisino o en el extranjero, mientras que obras pertenecientes a los museos nacionales sufrieron un destino similar o fueron simplemente destruidas. Consciente de estas dificultades, Philippe Erlanger, director de la AFAA, comenzó en enero de 1949 a delinear los aspectos prácticos de la exposición⁷. Su objetivo no era solamente recordar a los países latinoamericanos el estatuto de modelo de la tradición artística parisina, sino particularmente legitimar el carácter vanguardista de la producción francesa contemporánea. Erlanger reclutó como asesores a René Huyghe, conservador del Louvre, y a Jean Cassou, conservador del Museo de Arte Moderno de París. A su vez, estos sugirieron incluir a Gaston Diehl, un crítico de arte que durante la Ocupación había fundado el Salon de Mai (1943) y el Mouvement des Amis de l’Art (1944), una asociación orientada a la difusión, especialmente en provincias, del arte moderno. A pesar del precario estado en que el expolio nazi había dejado al acervo museístico francés, Diehl consideraba que no era posible pensar un proyecto de esta envergadura sin incluir al impresionismo: las nuevas corrientes de la pintura francesa solo serían valoradas por el público sudamericano si se las entroncaba con esa tradición. Las negociaciones se desarrollaron en varios frentes simultáneos. Mientras Cassou iniciaba las gestiones con museos franceses y artistas consagrados para obtener el préstamo de telas —esfuerzos que reportaron apenas quince pinturas—, Diehl establecía los contactos con galerías comerciales y colecciones privadas que poseyeran obras de artistas jóvenes, lo que implicó un acelerado proceso de juicio crítico a la pintura contemporánea. Entretanto, Erlanger movía los hilos del Estado para asegurar un contingente de obras que permitiesen visualizar la tradición y continuidad de la pintura francesa en Latinoamérica. A fines de abril de 1949, Erlanger elaboró un extenso informe donde detalló las gestiones realizadas y los obstáculos que habían ido surgiendo. El principal problema era la obtención de obras de Picasso, Braque, Bonnard, Gauguin y La Fresnaye. El primero rechazó tajantemente participar
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Desvistiendo santos: avatares de la organización de una exposición de pintura francesa en América Latina
“artísticos” habían sido superados, al momento del zarpe el itinerario efectivo que realizaría la exposición seguía siendo incierto, pues varios países no habían confirmado todavía las fechas en que podrían acoger la muestra ni tampoco habían accedido formalmente a las condiciones económicas que les corresponderían como contraparte. En efecto, una exposición como la proyectada requería un financiamiento que el Estado francés no podía asumir por entero. El presupuesto asignado alcanzaba para cubrir el costo de embalaje y transporte hacia Sudamérica, los seguros comprometidos, y los honorarios y viáticos del personal. Quedaba por financiar el transporte de la exposición entre las distintas locaciones, las salas de exhibición, la impresión de los catálogos y la estadía de un comisario técnico que acompañaría la muestra durante todo el circuito, costos que debía asumir cada país. Aparentemente, el gobierno francés había pensado que esto último sería fácil: la muestra había sido promocionada como un hito de tal magnitud que ningún país podría permitirse rechazarla. Este exceso de confianza hizo que las gestiones con cada embajada se iniciasen tardíamente, y cuando la colección zarpó desde Bordeaux, solo Argentina y Brasil habían respondido favorablemente. Todos estos avatares debieron ser enfrentados por Charles Chénier, quien había asumido el cargo de comisario técnico, función que ya había cumplido para la exposición “De David a nuestros días”, que circuló por distintas ciudades del continente en 1939.
Con todo, los organizadores no estaban realmente convencidos de haber reunido una colección lo suficientemente sólida y coherente como para tener el efecto esperado ante los ojos del público y de la crítica sudamericana. La opinión de Jean Cassou es, en este sentido, elocuente: confrontado al listado definitivo de obras elaborado por Diehl a comienzos de mayo de 1949, dirá que le parece más ventajoso presentar la exposición proyectada en su estado actual que desecharla, siempre que se precise que se trata de una muestra de las corrientes actuales de la pintura francesa, y que el catálogo incluya un prólogo breve (ya encargado a René Huyghe y al mismo Diehl) explicando sus orígenes (Cassou, ca. mayo 1949). De París a Buenos Aires: últimos ajustes y desajustes Levantada en tan solo cuatro meses, llena de lagunas y con más dudas que certezas, la exposición salió de Bordeaux hacia Buenos Aires el 14 de mayo de 1949. Sin embargo, las dificultades no habían quedado atrás y el trecho por recorrer era, en todo sentido, enorme. Si bien los obstáculos
Figura 1. Diehl, 1950, p. 79.
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en la exposición sudamericana, arguyendo que se trataba de “países carentes de interés e ignorantes en cuanto al arte moderno” (Erlanger, 20 de abril de 1949), mientras que las obras de los siguientes ya estaban comprometidas para otras exhibiciones. Fuera de estos casos puntuales, el problema seguía siendo la presentación mínimamente adecuada del periodo impresionista. La solución estaba literalmente al alcance de la mano, en un conjunto de pinturas de la Colección Matsukata que habían sido puestas bajo custodia del Museo de Arte Moderno de París⁸. Se trataba de una colección de arte francés de primer nivel que el empresario japonés Kojito Matsukata había comenzado a reunir a comienzos de la Primera Guerra pensando que algún día fundaría con ellas un museo de arte francés en Japón. Sin embargo, al finalizar la Segunda Guerra la colección fue confiscada por el Estado francés, en cumplimiento de una ordenanza gubernamental que señalaba que los bienes de enemigos debían ser puestos bajo custodia estatal. Erlanger había puesto sus ojos en catorce telas. Sin embargo, no se trataba aquí de convencer a marchantes, directores de museos o artistas ávidos de reconocimiento local y fama internacional, sino a un organismo estatal. Las negociaciones iniciales fueron poco auspiciosas, y Erlanger se vio obligado a escalar la solicitud al Ministerio de Finanzas, argumentando que el proyecto de la exposición, de particular interés para el gobierno, sería desechado si no se contaba con las telas de la colección Matsukata. La intercesión surtió efecto y la autorización para la entrega de las obras fue emitida el 9 de mayo de 1949, con lo que se completó el conjunto de piezas que sería enviado a Buenos Aires pocos días más tarde.
Como era habitual, la exposición iba acompañada de un catálogo oficial, en cuya elaboración el gobierno francés puso especial cuidado. Los contenidos fueron los mismos para todas las locaciones, salvo variaciones menores que se produjeron por el reemplazo o eliminación de algunas obras⁹. El catálogo se iniciaba con los textos de René Huyghe y Gaston Diehl. A ellos se sumaba un apartado de reseñas biográficas de cada artista que participaba en la muestra, junto con la información técnica de las obras expuestas, que fue redactada por un funcionario de la Dirección de Relaciones Culturales de Francia. Finalmente, se anexó un conjunto de esquemas (Figuras 1 y 2) —elaborados por Diehl a la manera del famoso diagrama de flujos del arte moderno de Alfred Barr (Figura 3)—, que buscaban establecer las filiaciones entre los artistas y movimientos que componían la exhibición, así como los aspectos formales y teóricos que los definían¹⁰. Su aspecto didáctico es engañoso: debemos leerlos, junto con Andrea Giunta, “como arquitecturas ideológicas” tendientes a consolidar ciertos “relatos civilizatorios” que revelan “hasta qué punto [el canon del arte moderno] fue blanco y masculino, o, en otros términos, racista y patriarcal” (2020, p. 56).
(1949, p. 13), sino que apunta a la diversidad de sus corrientes como fuente misma de su continuidad. Cubismo y fauvismo no son dos movimientos contrapuestos, sino que entre ellos “se van urdiendo lazos invisibles que unen los hombres con los hombres, las generaciones con las generaciones” y que irán labrando “cada uno por su cuenta, el feudo común del arte moderno” (p. 13). Tras el periodo de entreguerras y de la Ocupación, que Diehl narra en clave poética, “se realiza un concurso espontáneo de todas las fuerzas, tiende a manifestarse una toma de conciencia unánime: ha nacido una nueva pintura, como de milagro” (p. 15). Esa sutura milagrosa es justamente producto del “genio francés” y pretende, a fin de cuentas, estructurar un relato épico donde Francia vuelve a emerger como heroína de la trama cultural: los efectos de la barbarie solo pueden ser procesados y superados recurriendo a un nuevo idioma visual que anude “lo plástico y lo humano, lo sensible y lo espiritual. ¿No es esa la mejor prenda de la vitalidad y la continuidad de nuestros esfuerzos?” (p. 17).
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Los textos de Huyghe y Diehl articulan un tándem estratégico en la tarea de reforzamiento de la hegemonía parisina. En ambos casos, el bajo continuo de los argumentos es el del “genio francés”, que no se restringe solo a los grandes maestros parisinos, sino también, por tradición, a sus epígonos. “Continuidad de la pintura francesa”, el ensayo de Diehl trabaja fuertemente en esa dirección. No solo ironiza con “las ramas aparentemente agotadas del arte francés”
Figura 3. Greenberg, 1936, portada.
Figura 2. Diehl, 1950, p. 81.
Esa pregunta, que es más bien una afirmación, cierra el texto y pretende también suturar las heridas de la guerra (por cierto, habría que preguntarse cuál era, para Diehl, ese acontecimiento trágico que era necesario superar. ¿Se refiere a la Ocupación? ¿Al colaboracionismo? ¿Al orgullo herido? ¿A la hegemonía hipotecada? Nada de eso aparece mencionado y, sin embargo, constituye el fondo latente de la empresa francesa de posguerra).
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Dado lo anterior, ¿qué medidas tomaron los organizadores franceses para situar la muestra en cada territorio? Los archivos ofrecen varias pistas. Por una parte, es evidente que Francia reconocía a Argentina, Brasil y Venezuela como países cuyo medio cultural era más sólido que el del resto del continente. Prueba de lo anterior es que solo allí se gestionaron préstamos de obras que pudiesen complementar las lagunas de la exposición, lo que hace pensar que el coleccionismo no estaba tan desarrollado en Uruguay, Chile o Perú. Por otra parte, solo se enviaron conferencistas especializados a esos mismos países: Bernard Dorival a Buenos Aires, Germain Bazin a Sao Paulo y Gaston Diehl a Caracas, mientras que en el resto de las ciudades esas conferencias estuvieron a cargo de Charles Chénier o de figuras locales. Por último, nada hay en los archivos que dé cuenta de un conocimiento de las corrientes artísticas que se estaban formando en Latinoamérica, particularmente aquellas vinculadas con la abstracción no figurativa y al arte concreto que, como veremos, habían empezado a desplegarse durante la década de 1940 con sorprendente coordinación. En cierto sentido, Francia proyectaba una América Latina de preguerra, cuya institucionalidad cultural todavía giraba en torno a las viejas glorias parisinas y que no ofrecería mayor resistencia a una empresa de recolonización cultural (Guilbaut, 1990). Ahora bien, esa misma cualidad estandarizada de la exposición tiene un reverso productivo. Su rigidez permite establecer una serie de comparaciones a partir de las que es posible componer una cartografía panorámica de los sistemas artísticos regionales. Así, “De Manet a nuestros días” se alza como un modelo ejemplar de lo que María Amalia García ha llamado el “dispositivo de exhibición de intercambio diplomático”, el que permite “comparar tanto las condiciones de producción de la exposición (vinculada con los sectores estatales y privados, cancillerías y embajadas) como la circulación y recepción de la misma en diferentes
contextos” (2016). Los archivos ofrecen para ello tres tipos de documentos: los informes que Chénier elaboró sobre el paso de la exposición por cada país, los reportes de los embajadores franceses y las notas de prensa. Al confrontarlos, aparecen sugerentes contradicciones entre, por ejemplo, los juicios de los críticos locales, hábiles en identificar los puntos ciegos de la exposición y las estrategias civilizatorias que la articulaban, y las versiones oficiales de los funcionarios franceses, igualmente hábiles para relativizar el peso de esas críticas, subrayando por el contrario el impacto en el público y el reconocimiento casi servil del generoso esfuerzo realizado por el gobierno francés. On n’y verrait que du feu: tres escenas de la recepción crítica en América Latina. En el verano de 1944 se publicó en Buenos Aires el único número de la mítica Arturo. Revista de Artes Abstractas, cuyos editores fueron el poeta Edgar Bayley y los artistas Carmelo Arden Quin y Gyula Kosice. Arturo fue una de las primeras plataformas regionales que intentaron coordinar los nuevos derroteros del arte latinoamericano dentro de un proyecto internacionalista (García, 2011). Además de los textos de los editores, que exploraban los esfuerzos de la plástica moderna por liberar la imagen de su función meramente representativa, procurando encausar esos esfuerzos hacia un proceso autónomo de exploración materialista mediado por el concepto de invención (García, 2011), la revista incluía un ensayo de Joaquín Torres García acerca del futuro de la creación literaria y otro del artista Rhod Rothfuss sobre el marco recortado como dispositivo que se proponía desfondar la matriz naturalista del cuadro como ventana. Un año más tarde se conformaba la Asociación de Arte Concreto Invención, liderada por Tomás Maldonado, y en 1946 se articulaba el grupo Madí, comandado por Kosice y Arden Quin. Marcos recortados, coplanares y otros objetos hicieron su aparición en pequeñas salas y galerías de Buenos Aires, siendo relativamente ignorados por la crítica, pero marcando retrospectivamente un punto de inflexión en la práctica artística argentina, cuya onda expansiva llegaría rápidamente a otros países del continente. Por supuesto, estas microhistorias todavía no existían para “el establishment francés, que sostenía una línea nacionalista defensora de la École de Paris” (García, 2011, p. 86), línea por cierto divergente de la abstracción froide a la que los jóvenes porteños adherían.
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La estandarización del catálogo y de la exposición revela un punto ciego que en 1950 —y todavía hoy— constituye un nudo problemático para el campo cultural: ¿es posible pensar América Latina como un territorio homogéneo? En ese sentido, es lícito preguntarse cuánto sabía realmente Francia de los procesos artísticos y culturales que aquí se desarrollaban. El modelo francés había acaparado largamente la atención de los países latinoamericanos, pero esa atención no había sido recíproca. Denis Rolland se refiere a un “fantasma de superioridad” francés, cuya ignorancia y desinterés respecto de estas latitudes termina dibujando “un objeto latinoamericano global, borroso e impreciso” (2008, p. 305) en el que vagamente se distinguen, aún a fines de 1930, dos percepciones: una América negra, indígena y exótica, y una América blanca, “a veces percibida como ‘transubstanciación’ de la ‘civilización occidental’” (p. 306).
“De Manet a nuestros días” se inauguró el 28 de junio de 1949 en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, complementada por un impresionante conjunto de treinta y nueve telas facilitadas por coleccionistas argentinos. El reporte de Bernard Dorival vuelve a convocar el “fantasma de superioridad” al que aludía Rolland, esta vez expresado derechamente como desprecio: señala que la prensa desplegó una amplia cobertura y que la recepción “en conjunto fue favorable, a pesar de algunas reservas, ciertamente esperables en un país poco acostumbrado a las audacias de la pintura moderna” (Dorival, 8 de julio de 1949, yo subrayo). Esas reservas fueron las del crítico Jorge Romero Brest, director de la influyente revista Ver y Estimar que experimentaba, en ese mismo momento, una inflexión decisiva de su línea editorial. Como señala Andrea Giunta (2005), en el verano de 1949 Romero Brest viaja por tercera vez a Europa y entra en contacto con las nuevas corrientes del arte francés, lo que marcará un vuelco en la posición respecto de los jóvenes artistas concretos que, hasta entonces, Ver y Estimar había prácticamente ignorado. En este sentido, podemos decir que “De Manet a nuestros días” aterrizó en medio de un debate que precisamente empezaba a juzgar las obras incluidas en esa muestra como parte de una tradición que debía ser superada, y cuyo carácter anacrónico se volvió aún más evidente al contrastarla con otra exposición europea que por esos días se inauguraba en el Instituto de Arte Moderno (IAM): “El arte abstracto”, curada por el crítico belga Léon Degand,
que venía de exhibirse en el Museo de Arte Moderno de Sao Paulo (MAM-SP) y que se analizará más adelante. La crítica de Romero Brest elogia en principio la exhibición francesa, pero no esconde sus reparos a la curatoría. Al respecto, señala que el público argentino tuvo “la oportunidad verdaderamente extraordinaria de seguir paso a paso las múltiples evoluciones del arte francés” (1949, p. 6) pero que, dado el extenso arco cronológico abordado, era natural que se produjesen lagunas. A su juicio, los organizadores habían cometido un error estratégico: no habían considerado la familiaridad de la escena argentina con los grandes maestros de la tradición francesa. Interesados en exhibir un panorama excesivamente amplio de esa misma tradición y sus ramificaciones, articularon una exposición donde los grandes pintores estaban mal representados —curiosa expresión que se reitera en casi toda la prensa de la región— y los más jóvenes quedaban a la deriva. “Lo que Buenos Aires necesita”, insiste Romero Brest, “es ver cuadros de Matisse, de Picasso, de Rouault, etc., y todavía más de los jóvenes, a los que muy difícilmente puede conocer, ya que ni siquiera las revistas se ocupan de ellos” (p. 7). Lo que estaba en juego era la eficacia del relato curatorial, que al decir de los textos del catálogo apuntaba justamente a un efecto de conjunto que permitiera establecer una continuidad entre la gran tradición de la pintura francesa y sus derroteros contemporáneos. Pero esa continuidad se desfondaba rápidamente: “los saltos son terribles, las desemejanzas abundantes y las posibles similitudes quedan ahogadas” (p. 8) (Figuras 4 y 5).
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Figura 4. Exposición “De Manet hasta nuestros días”, Claude Venard, Paisaje de suburbio, expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes. Fuente: Fotografía de la muestra. Gentileza MAC.
Figura 5. Exposición “De Manet hasta nuestros días”, Jean Le Moal, La mesa redonda expuesta en el Museo Nacional de Bellas Artes. Fuente: Fotografía de la muestra. Gentileza MAC.
El crítico Julio Payró fue mucho menos diplomático. A su juicio, el propósito didáctico de la muestra fracasaba precisamente a la medida de su ambición. No solo carecía de “un concepto muy claro de lo que ha ocurrido en los últimos ochenta años en el campo de la pintura”, sino que además los organizadores asumieron que esa falta de claridad pasaría desapercibida para un público periférico: “en Buenos Aires on n’y verrait que du feu” (1949, p. 83) señala con ironía, confirmando lapidariamente las presunciones de los franceses sobre la familiaridad del público argentino con el arte francés. Comentando el acierto de Payró, Giunta señala que “la exhibición enviada por el gobierno francés daba cuenta de la dirección dubitativa e ineficaz que podían diseñar críticos como Jean Cassou que (...) desconocían el arte emergente en la escena francesa y estaban lejos de representar las fuerzas vivas de ese momento” (2008, p. 55).
A la par de estos debates teóricos, la institucionalidad cultural brasileña cambió significativamente entre 1947 y 1949 con la apertura de tres museos vinculados a capitales privados aportados por una burguesía cada vez más poderosa. En 1947 se inauguró el Museo de Arte de Sao Paulo (MASP), en cuya fundación colaboraron el empresario Assis Chateaubriand y el marchante Pietro Maria Bardi, mientras que en 1949 Ciccillo Mattarazo creó el Museo de Arte Moderno de Sao Paulo (MAM-SP) y nombró director al crítico belga Léon Degand (García, 2011). Ambas instituciones adoptaron el modelo inventado por el MoMA en 1929: un museo privado que enfatiza su función pública, desmarcándose de la mera conservación y exhibición de colecciones para asumir una labor pedagógica donde la investigación, las conferencias y los cursos para el público masivo ocupaban un lugar importante en la programación anual. La exposición “El arte abstracto” con la que había coincidido “De Manet a nuestros días” en Buenos Aires se inauguró primero en el MAM-SP en marzo de 1949 con el nombre “Do Figurativismo ao Abstracionismo”. En ella, la continuidad sin rupturas canonizada por Gaston Diehl aparece como una serie de frentes heterogéneos: los abstractos expresionistas del grupo Cercle et Carré, los miembros de Abstraction Création y los abstractos geométricos de Réalités Nouvelles (García, 2011). La mayoría de estos artistas no era de origen francés, pero todos vivían y trabajaban en Francia. Sin embargo, ninguno de ellos fue incluido en “De Manet a nuestros días”. Diehl y Degand solo coincidieron en un conjunto limitado de artistas: Bazaine, Manessier, Le Moal, Villon y Singier. Las diferencias entre ambas curatorías se expresan también en los textos de los catálogos. Si Diehl se enfocaba en articular la pintura francesa como una tradición sin fisuras, Degand marcaba una clara ruptura entre la pintura impresionista
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Brasil tampoco había permanecido ajeno a los debates entre figuración y abstracción que habían marcado la década de 1940 en Argentina. Una de las figuras clave fue aquí Waldemar Cordeiro, artista italiano radicado en Sao Paulo desde 1947, quien junto a Luiz Sacilotto y Lothar Charoux integrará en 1952 el grupo de arte concreto Ruptura. Para Cordeiro (1956), toda la cuestión de la abstracción se jugaba en hallar el lenguaje real de las artes plásticas, entendiendo por real un lenguaje objetivo, que no comenta la realidad, sino que la produce. Contra el expresionismo de corte figurativo, cuya subjetividad y cualidad de misterio eludían cualquier análisis crítico, Cordeiro (1949) llamaba a repensar la práctica artística desde su materialidad pura: la tela es un plano; sobre ella se elabora una composición que emplea elementos plásticos organizados racionalmente y donde el tema o la anécdota deben desaparecer.
“De Manet a nuestros días” se exhibió en Río de Janeiro y Sao Paulo durante octubre y noviembre de 1949, teniendo un éxito de público menor que en Buenos Aires, pero una crítica igualmente severa. Como anticipaban los organizadores, el talón de Aquiles también fue la precariedad de la sección impresionista. El caso más duro fue el de Sao Paulo, donde la tesis general de las críticas, detallada en un informe consular, fue la siguiente: en comparación con la muestra de 1939 (“De David a nuestros días”), donde solo se expusieron obras maestras, “De Manet a nuestros días” incluía telas que estaban lejos de alcanzar ese estatuto y que malamente podían considerarse representativas de los maestros que las firmaban. Otra crítica apuntaba a que “el Brasil, que ya poseía una cultura artística, no era un país en el que pudiesen seguir exhibiéndose obras de segundo orden” (cit. en Mida-Briot, 28 de diciembre de 1949). Una última señalaba con crudeza: “Estamos seguros de que jamás se enviaría una exposición tan incompleta a Norteamérica”, comparando la muestra con “esas pequeñas exposiciones organizadas para las provincias sudamericanas con una subestimación excesiva de nuestro espíritu crítico, o quizás con una sobreestimación igualmente excesiva de nuestra buena fe” (Guerin, ca. 1949). Estas críticas no solo refuerzan la tesis de la ignorancia de los organizadores franceses respecto de los medios culturales latinoamericanos, sino que evidencian un desinterés total por reconocerlos como interlocutores. Ese menosprecio no se extingue con esta experiencia en particular: ni siquiera
la Primera Bienal de Sao Paulo (1951) fue considerada lo suficientemente importante como para ser reseñada en las revistas del hemisferio norte (García, 2011). El siguiente país en el itinerario era Venezuela, cuyo caso permite examinar más ampliamente la compleja posición del modelo francés en Latinoamérica. Gaston Diehl viajó especialmente a Caracas para recibir la exposición y allanarle el camino. Además de algunas telas que llegarían desde Francia, gestionó con coleccionistas locales el préstamo de diecinueve obras pertenecientes a Renoir, Gauguin, Sisley, Pissarro, Soutine, Chagall y Dunoyer de Segonzac. La muestra, cuyo paso por Buenos Aires había generado enormes expectativas en el público caraqueño, se inauguró el 22 de enero de 1950 en el Museo de Bellas Artes. Asistieron 3.000 personas y fue considerada por la prensa, de manera unánime, como “un éxito sin precedentes en los anales del museo” (Diehl, 23 de enero de 1950). La importancia asignada a Venezuela no era antojadiza: en el curso de los últimos años, la influencia francesa en ese país había decaído notoriamente frente a la avanzada norteamericana. En este sentido, la misión de Diehl no consistía solamente en acompañar la exposición, sino en calibrar cuánto terreno había perdido Francia y qué podía hacerse para reparar ese retroceso. El panorama era poco auspicioso. La predominancia del idioma francés en los programas educativos de Venezuela había sido progresivamente reemplazada por la del inglés. La presencia de libros de autores franceses había disminuido notoriamente y las traducciones disponibles eran sumamente precarias. Si bien la élite venezolana seguía prendada de la cultura parisina, la generación más joven “ignora todo lo relativo a nuestro país, y su veneración por el poderío industrial y económico de los Estados Unidos la lleva muchas veces a despreciarnos, dando pábulo a las propagandas extranjeras que quieren disminuirnos y rebajarnos” (Diehl, 12 de febrero de 1950). En este sentido, el éxito de la exposición debía entenderse como un punto de partida y había que capitalizarlo rápidamente. Es necesario, continúa Diehl, “multiplicar nuestras actividades, pero teniendo el cuidado de seleccionarlas con rigurosidad (...) y de alinearlas en un sentido francamente moderno”, pues “la presencia de los Estados Unidos impone una política audaz, incluso agresiva, en todos los ámbitos” (Diehl, 12 de febrero de 1950). Esa presencia se materializaba, por ejemplo, en la “Exposición interamericana de pintura moderna” patrocinada por el MoMA en febrero de 1948 y curada por el director de la División de Artes Visuales de la Unión Panamericana (UPA), José Gómez Sicre, quien también alentó la fundación del Taller Libre de Arte, un colectivo de artistas que organizó las primeras muestras de arte abstracto en Venezuela a fines de la década de 1940 (Fox, 2016). Entre sus integrantes
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y posimpresionista, todavía vinculada con la figuración, y la tendencia abstracta que ensaya sus primeros aprontes con los fauves y los cubistas. La cuestión clave, estima Degand, reside en el descubrimiento de la autonomía: “este deseo obstinado de los pintores de concentrar su atención, antes que nada, sobre las cualidades y poderes específicos de su arte” (1949, p. 5), a tal punto que el motivo se subordina a las exigencias plásticas, llegando incluso a borrar todo índice de representación del mundo real. Esto suponía un desafío para el público y para la crítica, pues las categorías con las que habitualmente se juzgaba una obra estaban todavía muy apegadas a ese índice de realidad. La aplicación de las leyes de la figuración a una obra abstracta, necesariamente implicaban su reprobación: se las leía como obras fallidas, ante las que el espectador difícilmente podía orientarse y acababa por calificarlas simplemente como decorativas (Degand, 1949). En el texto de Diehl la palabra autonomía no aparece una sola vez. Y no puede hacerlo porque, en su relato, figuración y abstracción permanecen atadas por la fuerza del “drama humano” y del “aspecto trágico de los acontecimientos” (1949) que ambas deben traducir y superar. Toda pintura, incluso la más abstracta, es siempre testimonial.
Con todo, el balance del embajador francés fue positivo. El público venezolano manifestó su satisfacción al poder seguir la evolución a lo largo de un siglo de la pintura en “una Francia que tan a menudo se representa como definitivamente abatida e incapaz de afirmar su presencia en el extranjero”. “Se alegraban”, continúa, “al ver que, a pesar de las afirmaciones de ciertas propagandas (norteamericana e italiana), la pintura francesa seguía viva”. Pero ese éxito debía sopesarse con cautela: quedaba mucho trabajo por delante para que esa apariencia de vida permitiese recuperar la hegemonía perdida, y volver a hacer de América Latina un campo de expansión favorable para la cultura francesa (Bourdeillette, 25 de enero de 1950).
A modo de balance A la luz de estas tres escenas, es posible hacer diversos señalamientos sobre la inserción de la exposición en la trama cultural latinoamericana de mediados del siglo XX. En primer lugar, se vuelve evidente el desfase entre el modelo estético promovido por la institucionalidad francesa y su vigencia en la región sudamericana. Ese modelo era el producto de un “sentimiento nacionalista de supremacía cultural” que buscaba “construir genealogías que justificaran históricamente la vocación universalista y pionera del arte moderno francés” (García, 2011, p 117). El carácter de modelo universal del que Francia efectivamente había gozado durante un siglo se replegó, después de 1945, hacia un modelo simplemente nacional (Rolland, 2008). Así, en el momento en que “De Manet a nuestros días” llega a Latinoamérica lo moderno no se identificaba con la Escuela de París sino con la abstracción internacional, que ya estaba siendo discutida por la crítica local y que orientaba diversos proyectos museales a nivel regional. En segundo lugar, la empresa neocolonial parisina partió del supuesto que la suspensión propiciada por la Ocupación también implicó un congelamiento de las actividades artísticas en los circuitos periféricos: su relación asimétrica con Latinoamérica se estructuraba en base a “un doble axioma de anterioridad y de superioridad” (Rolland, 2008, p. 334) que no admitía la posibilidad de que estos territorios pudiesen administrar críticamente el legado parisino o activar propuestas autónomas. Sin embargo, las trayectorias de la abstracción que se desplegaron en Latinoamérica durante las décadas de 1940 y 1950 no fueron meros saldos europeos, sino propuestas profundamente innovadoras que se instalaron como vanguardias por derecho propio (Giunta, 2020). Por último, la crítica de arte, que había forjado sus categorías en estrecha conexión con el modelo francés, ya no se sentía obligada a rendirle tributo, sino que podía, en adelante, plantear sus propias exigencias y relatos. Prueba de ello es que en 1952 Jorge Romero Brest publica su visión de La pintura europea contemporánea, empezando a cerrar de esa manera una larga dependencia respecto de la metrópolis parisina. A fin de cuentas, la exposición “De Manet a nuestros días”, orquestada para reactivar la hegemonía francesa y contrarrestar la avanzada estadounidense, fue más bien el punto de inflexión que inició el divorcio de los derroteros del arte en Sudamérica con la tradición, ya definitivamente anacrónica, de la Escuela de París.
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se encontraba el pintor Alejandro Otero, quien en 1950 fundaría en París el grupo y la revista Los Disidentes. En el primer número, Otero publica un artículo en el que cuestiona la estrategia curatorial de la muestra “De Manet a nuestros días”, apuntando directamente a Gaston Diehl como quien “promulga y espera una resurrección del espíritu impresionista en Venezuela” (1950, p. 3). A juicio de Otero, la muestra era sin lugar a duda un acontecimiento, en la medida en que “hasta entonces ningún conjunto de pinturas de esa calidad había sido visto entre nosotros, y pensábamos con simpatía, sobre todo, en los estudiantes de artes plásticas para quienes esta exposición vendría a ilustrar buena parte de los problemas del arte moderno” (1950, p. 3). Sin embargo, lo problemático eran las lagunas: “Picasso, el Cubismo, el Arte Abstracto no tienen ninguna importancia en esta exposición” (1950, p. 3). En efecto, las dos obras de Picasso incluidas eran cuadros menores dentro de su producción, mientras que el cubismo apenas despuntaba en una obra de Braque. En cuanto a lo que Otero considera arte abstracto, probablemente se estuviese refiriendo a las prácticas constructivas que ya habían empezado a fraguarse en Venezuela, a la par del escenario regional, y que culminarían en las obras elaboradas para la Ciudad Universitaria de Caracas, proyecto liderado por el arquitecto Carlos Raúl Villanueva y donde colaborarían artistas como Jean Arp, Victor Vasarely y Alexander Calder. Se entiende, entonces, que Otero advierta en “De Manet a nuestros días” una refundación mítica de la tradición de la pintura moderna anclada en Francia, cuyo arco se tendería entre los maestros del impresionismo y las nuevas formas de una suerte de expresionismo, encarnadas por Alfred Manessier o André Masson. En un país como Venezuela, que llevaba diez años tratando de romper con una fuerte tradición paisajista, la exposición no podía percibirse sino como reaccionaria.
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Reflexiones en torno al comparativismo para el estudio
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1 Recibido: 5 de marzo de 2020. Aceptado: 22 de octubre de 2020. 2 Proyecto ANID Fondecyt “De Manet a nuestros días. Derivas
en Buenos Aires, primera locación de la muestra consideró que su carácter excesivamente didáctico subestimaba al público local.
latinoamericanas de un proyecto global”, n° 3190130. 3 Contacto: cecilia.bettoni@pucv.cl 4 Esta hipótesis ha sido contestada enfáticamente por Andrea Giunta, para quien la Segunda Guerra Mundial no produce un traslado del centro del arte internacional, sino una especie de ecualización. Nueva York no es “el centro hegemónico al que se traslada la vanguardia parisina durante la Segunda Guerra un escenario global en el que se hace visible la actualización generalizada y simultánea de las estrategias de las vanguardias” (2020, p. 46). 5 Ese proceso de decadencia, que Francia se empeñaba en circunscribir al paréntesis de la guerra, echaba raíces mucho más atrás. Si durante el siglo XIX las Luces y la Revolución habían afianzado en Latinoamérica una imagen de Francia como el modelo político y cultural “de una república ideal fundada sobre la modernidad en estado puro” (Rolland, 2008, p. 285), ya en el primer tercio del siglo XX comienza a abrirse una brecha entre ambas, marcada por una diferenciación progresiva entre política, economía y cultura. En este sentido, tras la Primera Guerra Francia ya no era considerada como modelo político y la posición de sus capitales financieros en Latinoamérica se había replegado notoriamente. Solo en materia cultural seguía manteniendo cierto lugar de privilegio, ilusión que, a juicio de Denis Rolland, se debió a que la recesión tardó más en manifestarse en ese campo. 6 Fundada en 1922, su objetivo inicial era proveer formas de distracción para las tropas francesas en el extranjero, organizando para tal efecto giras de intérpretes musicales y compañías de teatro francesas. Su primera denominación fue Association Française d’expansion et d’échanges artistiques, pasando en 1934 a llamarse Association Française d’Action Artistique. 7 Las cuestiones relativas a la organización de la muestra y a su itinerancia fueron elaboradas a partir de documentos
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Mundial”, sino que ese conflicto “implica la articulación de
GOBERNANDO MEDIANTE SENSORES. SENSORIZACIÓN Y REGULACIÓN DIGITAL DE LA VIDA AMBIENTAL DE HOGARES EN CHILE1,2 GOVERNING BY SENSORS. SENSORIZATION AND DIGITAL REGULATION OF THE ENVIRONMENTAL LIFE OF HOMES IN CHILE Martin Tironi3, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
Resumen
Abstract
En este artículo analiza el caso de la Red Nacional de Monitoreo de Vivienda (ReNaM), una experimentación del Estado chileno que busca, mediante la instalación de sensores en hogares de diferentes ciudades del país, generar una gran base de datos pública acerca del comportamiento ambiental de los hogares en sus condiciones reales y a lo largo de todo su ciclo de vida. Con esta información se espera avanzar hacia un modelo de toma de decisión guiada por datos reales y mejorar las regulaciones sobre construcción sustentable. Recogiendo contribuciones teóricas de los estudios de la gubernamentalidad y los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS), este artículo explora en el modo de gobierno específico que se despliega con ReNaM y en las maneras de justificar y materializar su intervención en los hogares. ReNaM no es solo un nuevo mecanismo digital de monitoreo ambiental sino, más profundamente, un tipo singular de gubernamentalidad mediante sensores. La instalación de sensores en espacios domésticos estaría transformando las formas de conocimiento y gobierno del Estado, recomponiendo la relación con su población. Sin embargo, esta experimentación es más frágil y ambivalente en la práctica. A través de un estudio de caso cualitativo siguiendo a los actores de ReNaM (sensores, usuarios, autoridades públicas, documentos, etc.), se muestran las tensiones entre diferentes guiones o formas de imaginar e implementar ReNaM, las que muestran la compleja articulación entre vida doméstica y diversos asuntos políticos, sustentables, económicos y científicos.
In this article we describe the case of the National Housing Monitoring Network (ReNaM), an experiment by the Chilean State which, through the installation of sensors in homes in different cities of the country, seeks to generate a large public database on the environmental behavior of homes in their real conditions and throughout their life cycle. With this information, it is hoped to advance in data-driven decision making and improve regulations on sustainable construction. Gathering theoretical contributions from Governmentality Studies and Science and Technology Studies, in this article we explore the distinctive mode of government that is activated with ReNaM and the ways to justify and materialize its intervention to households. As we argue, ReNaM is not only a new digital environmental monitoring mechanism but, more profoundly, a unique type of governmentality by sensors. The introduction of sensors in domestic spaces would be transforming the forms of knowledge and government of the State and recomposing the relationship with its population. However, this experimentation is more fragile and ambivalent in practice. Through a qualitative case study following the actors of ReNaM (sensors, users, public authorities, documents, etc.), we will show the tensions between different scripts or ways of imagining and implementing ReNaM and which manifest the complex articulation between diverse political, sustainable, economic or scientific issues and spheres with domestic life.
Palabras clave apropiación doméstica; experimentos en el mundo real; monitoreo ciudadano; sensores; toma de decisiones guiada por datos
Keywords citizen sensing; data-driven decisions; domestic appropriation; sensors; real-world experiments
Cómo citar este artículo: Tironi, M. y Valderrama, M. (2020). Gobernando mediante sensores. Sensorización y regulación digital de la vida ambiental de hogares en Chile. Revista 180, 46, 49-60. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-749 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-749
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Matías Valderrama 4, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
Dentro de este escenario se inserta el caso de estudio del presente artículo: la Red Nacional de Monitoreo (ReNaM). Esta es una iniciativa del Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile (Minvu) iniciada en 2014. Por medio de la instalación de un conjunto de sensores en casas de diferentes regiones del país, este experimento busca cuantificar y medir el comportamiento o desempeño ambiental de las viviendas en condiciones reales de ocupación y durante todo su ciclo de vida. Con esta información, el Minvu espera definir políticas, estándares y regulaciones guiadas por datos en tiempo real en materia de construcción sustentable. El objetivo es aportar al bienestar de las familias, haciendo disponible la información para el desarrollo de viviendas más confortables, eficientes y sustentables. Investigadores de diferentes disciplinas y áreas están indagando en cómo mutan las formas y relaciones de poder en un mundo crecientemente digitalizado y datificado (Couldry & Mejías, 2019; Gabrys, 2016; Marres, 2017; Rouvroy & Berns, 2013; Tironi & Valderrama, 2018). Considerando las capacidades que ofrece la cuantificación digital, se están realizando diversos experimentos para probar nuevas formas de gestión de entornos y sujetos. En tal sentido, el caso de ReNaM levanta preguntas relevantes respecto de las modalidades de gobierno que se activan por medio de estas experimentaciones con sensores digitales.
A partir de las contribuciones teóricas de los estudios en Ciencia, Tecnología y Sociedad (CTS) y de la gubernamentalidad, se plantea que proyectos como la ReNaM representan una forma de regulación o gobierno a distancia de las conductas de los hogares. Esta forma de gobierno no se basa en lo que las personas declaran, sino que se sustenta en los recursivos feedbacks y capturas de datos de los sensores instalados en los espacios domésticos de las viviendas. En estas páginas se intentará demostrar que, por medio de ReNaM, no solo se busca modificar la manera cómo se informan las políticas de construcción sustentable, sino también que esta experimentación instaura estrategias inéditas para hacer calculable y programable la conducta de los hogares y sus habitantes Junto con mostrar los esfuerzos por hacer transparente el comportamiento ambiental de las viviendas, se analiza la fragilidad que vive este proyecto en la práctica, con variadas versiones y justificaciones de lo que ReNaM debería lograr en su interacción con los hogares. De este modo, se consideran los diferentes modos de materializar ReNaM, esto es, un accionar múltiple y ambivalente que va adquiriendo una misma red de sensores estatales. Se identifican, al respecto, al menos tres guiones o scripts (Akrich, 1992) que se intentan inscribir en esta experimentación, delineando particulares prioridades, tipos de usuarios, modos de relacionarse con los sensores para capitalizar el valor de los datos ambientales. Este estudio se fundamenta en un estudio de caso realizado durante 2019 que incluyó la realización de entrevistas en profundidad con ocho actores clave del proyecto de ReNaM. Se efectuaron cinco entrevistas con funcionarios del Minvu y exfuncionarios que participaron en la génesis del proyecto, cuatro entrevistas con personas involucradas en el desarrollo del ReNaM (dos exempleados de la Fundación Chile, dos empleados del Centro de Investigación, Desarrollo e Innovación de Estructuras y Materiales, IDIEM de la Universidad de Chile, y un gerente de Kuantum, empresa que proporcionó servicios informáticos para el desarrollo de la plataforma web del ReNaM). Se llegó a estas personas a través de un muestreo de bola de nieve que comenzó con el coordinador del proyecto del Minvu. En las entrevistas se les preguntó acerca de su trabajo en el desarrollo del ReNaM, su comprensión del propósito y las expectativas generadas por sus sensores y datos, los principales progresos realizados, los problemas que han surgido, entre otros temas. Asimismo, se realizaron 13 visitas a casas participantes de ReNaM, cinco en Temuco, cuatro en Quilpué y cuatro en Santiago. Las visitas comenzaron con una entrevista de 30 a 60 minutos con la o el usuario de ReNaM. Se les preguntó por qué se habían unido al ReNaM, las ventajas y desventajas del proyecto, cómo
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Introducción Gobiernos de todo el mundo están desplegando innovaciones digitales de diversa índole con el fin de modernizar sus procesos de toma de decisión. Bajo este influjo, se están introduciendo múltiples dispositivos smart y soluciones digitales en el territorio urbano en pos de una mayor eficiencia y sustentabilidad (Tironi, 2019; Tironi & Valderrama, 2018). Aunque este último tiempo esta misma lógica smart ha comenzado a invadir los espacios mundanos de las viviendas de las personas. En el marco de tendencias vinculadas con el mercado de la domótica y el internet de las cosas, los hogares se han convertido en el objetivo de operaciones de cuantificación y monitoreo digital. Cerraduras, iluminación, medidores de electricidad, cámaras, asistentes por voz y refrigeradores inteligentes, entre muchos otros artefactos, prometen hacer más smart a las casas, automatizando una serie de labores domésticas y generando datos en torno al desempeño térmico, preferencias de compra o consumo energético de cada hogar (Maalsen & Sadowski, 2019; Strengers, 2016). Esta información se ha vuelto de gran relevancia para los gobiernos, quienes han mirado con interés estos instrumentos para sensorificar viviendas y crear mejores políticas y regulaciones, guiados por esos datos.
Operaciones de monitoreo y datos ambientales Históricamente la cuantificación y el monitoreo de variables ambientales como el ruido o la contaminación han sido realizados por instituciones formales del Estado mediante instrumentos tecnológicos costosos y complejos en contextos controlados y supervisados por saberes expertos. No obstante, con la miniaturización, abaratamiento y masificación de los sensores, se estaría produciendo un cambio de paradigma (Snyder et al., 2013) en la forma cómo se monitorea y estudian las variables ambientales como la contaminación atmosférica. Con la extensión de las capacidades computacionales hacia diversos ámbitos como hogares, oficinas, parques, bosques, entre muchos otros, se abren formas distribuidas de captar y registrar la vida social y ambiental, modificando los modos en que los entornos y sus habitantes son computados y gobernados (Gabrys, 2016). Si las condiciones de experimentación tradicionalmente se limitaban a los laboratorios, ahora los nuevos instrumentos digitales permiten que la lógica experimental permee casi todos los ámbitos de la vida contemporánea (Gross, 2016), prometiendo generar conocimientos in vivo o en el mundo real (Callon, 2009; Evans & Karvonen, 2011; Evans, Karvonen & Raven, 2016). Por otro lado, el uso de herramientas open-source o DIY, plataformas y apps cívicas estarían articulando formas más ciudadanas y bottom-up de participación (Tironi & Valderrama, 2018). Más allá de los expertos e instituciones tradicionales, los mismos ciudadanos a pie, amateurs o afectados por una problemática, pueden convertirse en sensores de su propia ciudad a través del uso de estas nuevas tecnologías digitales (Goodchild, 2007). Esto abre modos de recopilación y análisis de datos digitales bajo modelos de crowdsourcing que permitirían obtener evidencias útiles para la ciencia, así como también visibilizar demandas y problemáticas ambientales (Boulos et al. 2011; Goldsmith & Crawford, 2014; Muller et al. 2015). Desde los estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad, se ha destacado que el valor de las iniciativas ciudadanas de monitoreo ambiental o citizen sensing reside en su capacidad para activar prácticas alternativas e inventivas para
recopilar, analizar y comunicar datos, reconfigurando las formas en que los sujetos pueden involucrarse y activar sus entornos (Gabrys, 2016; Marres, 2017). Primero, las iniciativas ciudadanas pueden generar nuevas formas de explorar y hacerse sensibles a los problemas ambientales que afectan a las personas, incluyendo aspectos afectivos y sensoriales, más allá de lo puramente numérico (Calvillo, 2018; Calvillo & Garnett, 2019; Pritchard & Gabrys, 2016). En segundo lugar, se ha enfatizado en el potencial colectivo de las prácticas de monitoreo ciudadano. Estas pueden propiciar, por ejemplo, un compromiso con el aire como "un bien atmosférico" que afecta a la comunidad y no solo a sujetos atomizados y, con ello, rearticular las relaciones entre individuos, colectivos y entornos (Pritchard & Gabrys, 2016). La evaluación de iniciativas de monitoreo ciudadano no debería estar centrada únicamente en la precisión estadística de los datos recolectados o en la representatividad de la muestra. Estas prácticas podrían coproducir datos "lo suficientemente buenos", de manera de crear conversaciones, encuentros afectivos y comunitarios entre los públicos concernidos, con el fin de generar conciencia, por ejemplo, en materia de regulaciones ambientales (Gabrys, Pritchard & Barratt, 2016). En suma, bajo esta mirada, los sensores digitales no son simples detectores de procesos o datos externos, sino más bien pueden abrir procesos interventivos y generativos, produciendo relaciones y posibilidades para el desarrollo de una sensibilidad, conciencia y experiencia ambiental. Gubernamentalidad mediante sensores Dentro de esta sensorificación digital de ambientes, parece primordial indagar en cómo la lógica smart se está expandiendo a los gobiernos, bajo la justificación de nuevas formas de gobernabilidad basadas en la supuesta neutralidad de sensores y datos digitales. En esta dirección, se propone situar las operaciones de sensorización ambiental desde la perspectiva de los estudios de la gubernamentalidad iniciados por Michel Foucault (2006, 2007; Miller & Rose, 1990). En sus estudios sobre la biopolítica o las formas en que las características biológicas básicas de la especie humana se convirtieron en objeto de estrategia política, Foucault (2007) definió la gubernamentalidad como un ensamblaje de instituciones, discursos, tecnologías, saberes y técnicas que hacen posible el ejercicio de una forma de poder, cuyo blanco principal es la regulación de la población. Este enfoque, por lo tanto, implica un análisis sistemático de las formas de racionalidad, los procedimientos técnicos y modos de instrumentalización movilizados en el arte de gobernar (Castro, 2007). A diferencia del poder disciplinario
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utilizaban los sensores y datos en su vida diaria, y si han comenzado o dejado de hacer ciertas prácticas debido a los sensores y datos de ReNaM, entre otras cosas. Luego se les pidió que mostraran los sensores para observar el entorno doméstico y tomar notas y fotos de campo. Estas entrevistas y observaciones permitieron estudiar cómo se sitúan los sensores de ReNaM dentro de la ecología doméstica. Junto con ello, se realizó un análisis de material secundario que incluyó documentos técnicos, resoluciones ministeriales, brochure e informes ligados al proyecto en sus diferentes etapas de implementación.
Si la disciplina se ejerce desde una norma que permite distinguir lo normal de lo anormal, lo sano de lo enfermo; la gubernamentalidad se vale de dispositivos de seguridad que circunscriben y calculan la serie de eventos de la realidad dentro de probabilidades y límites favorables, positivos u óptimos, identificando curvas de normalidad desde las cuales se van derivando las normas. Lo característico de los mecanismos de seguridad que se desprenden de la gubernamentalidad, según Foucault, es tratar “de acondicionar un medio en función de acontecimientos o de series de acontecimientos o elementos posibles, series que será precisos regularizar en un marco polivalente y transformable” (2006, p. 40). La gubernamentalidad se sustenta fuertemente en conocimientos y dispositivos científico-técnicos, fundamentales para los procesos de validación de las decisiones y prácticas gubernamentales de control de la población (Barry, 2001; Cassigoli y Sobarzo, 2010; Ramos Zincke, 2018). De manera reciente se han aplicado nociones de los estudios de la gubernamentalidad para comprender el arte de gobierno que se abre con las nuevas tecnologías digitales. Por ejemplo, Rouvroy y Berns (2013; Celis Bueno, 2020) han sugerido el concepto gubernamentalidad algorítmica para analizar los modos de conducción a-normativos y anticipatorios que se materializan sobre la recolección, agregación y análisis algorítmico de trazas digitales. En una línea similar, Martuccelli (2015) argumenta que, con el monitoreo digital de estas trazas y huellas pasadas, estaríamos asistiendo a un cambio en cómo se establece la autoridad. Agrega que se estaría consolidando un gobierno factual que sería tan eficaz como las maneras más tradicionales de autoridad relacional y deliberativa, pero que esta forma de gobierno digital no necesita del consentimiento de los individuos para operar. Como sugieren Rouvroy y Berns (2013) se erige en
directa evasión del sujeto, centrándose en organizar relaciones y márgenes de posibilidades. En este nuevo orden informacional (Costa, 2017), la información genética, los datos transaccionales o las publicaciones en redes sociales serían insumos para el gobierno de las poblaciones a gran escala, como también a nivel de los individuos. En una nota en el Nacimiento de la biopolítica Foucault deslizaba el concepto de environnementalité (environmentality) que sería retrabajado por Jennifer Gabrys (2016) en su crítica a las Smart Cities. Bajo este concepto, se busca enfatizar en un tipo de intervención ambiental, antes que en una subyugación interna de los individuos: “la tecnología que será menester utilizar no es la disciplina-normalización es la acción sobre el ambiente. Modificar la manera de repartir las cartas del juego, no la mentalidad de los jugadores” (Foucault, 2007, p. 304). Esta forma de gobierno ambiental o biopolítica 2.0, como le denomina Gabrys (2016), pone el acento en la creciente alteración mediante dispositivos digitales de los entornos físicos en que circulan diversas entidades humanas y no humanas, con el fin de implementar una regulación de sus conductas y potencialidades, sin que incluso se den cuenta de ello. Ya sea en iniciativas de Smart City (Gabrys, 2016; Tironi, 2019; Tironi & Valderrama, 2018) o de Smart Home (Maalsen & Sadowski, 2019) se observa cómo se está desarrollando este poder regulatorio basado en dispositivos digitales, donde se moldean particulares modos de vida bajo el argumento de producir un óptimo comportamiento y coordinación en sus habitantes. Sensores, procesadores, algoritmos, redes, cámaras o domótica, ya sea al interior del hogar o en el mobiliario de la ciudad, harían posible la cuantificación y cálculo de entornos y entidades heterogéneas y en constante circulación para traducirlas en magnitudes discretas, manejables y anticipables, apuntando a un gobierno más eficiente y sustentable. Analizar el caso de ReNaM desde la perspectiva de las gubernamentalidades, supone mirar la sensorización de los hogares como un mecanismo de regulación que posibilita la traducción de la vida en ellos a variables medibles para, de esta forma, calcular la eficiencia, sustentabilidad o salubridad de los hogares. Así, el comportamiento o conducta de las viviendas ya no sería aleatoria, sino sensible a modificaciones en su entorno, sus materiales constructivos, climas y condiciones atmosféricas, condiciones de la ciudad o cambios de hábitos de sus habitantes. En otras palabras, los sensores de la ReNaM no registran realidades sociales o ambientales preexistentes, sino que permiten la conformación de un particular régimen de gubernamentalidad de los hogares, donde se enredan prácticas y tecnologías, ambientes y políticas, discursos y materialidades. Si el ámbito doméstico ha permanecido relativamente alejado
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que busca normalizar y reformar a los cuerpos de manera individual o al detalle, mediante el enclaustramiento artificial, la gubernamentalidad buscaría una regulación o conducción de la conducta de los gobernados a distancia desde un punto de vista poblacional (Cassigoli y Sobarzo, 2010; Ramos Zincke, 2018). Se basaría en el mentalidad liberal (y neoliberal) de un dejar hacer (laisse faire), potenciando la libre circulación de los cuerpos y gobernados, pero dentro de un medio (milieu) acondicionado para ello. Dicho de otro modo, no busca prohibir o prescribir como la ley o la disciplina, sino que regula la realidad a través de las libertades o capacidades de autogobierno de los propios sujetos. No pretende la detención o interrupción, sino dejar fluir la circulación de entidades como personas, enfermedades, animales, aire, ríos, símbolos, mercancías, etc., pero de tal manera que sean anulados los peligros bajo la idea de gestión del riesgo (Foucault, 2006).
Elaboración y despliegue de una red de sensores ambientales en el territorio chileno La ReNaM se sitúa dentro de una agenda de desarrollo y construcción sustentable promovida por el Estado chileno en los últimos años. Esta agenda amalgama diferentes iniciativas y políticas, nuevos saberes institucionales, regulaciones y estándares. La ReNaM se afinca específicamente dentro de la Secretaría Ejecutiva de Construcción Sustentable (SECS) de la Dirección Técnica (Ditec) del Minvu. Esta entidad, creada en 2012, ha tenido como misión vincular a los diferentes órganos del Estado en la promoción integral del concepto de sustentabilidad, en el proceso de planificación, diseño y operación de las edificaciones, buscando minimizar el impacto sobre el medio ambiente y la salud de las personas (SECS, 2013). ReNaM se enmarca dentro de estos esfuerzos, pero la idea ha mutado a lo largo del tiempo. Al inicio se barajó la opción de instalar sensores en un conjunto reducido de viviendas, la villa Portales, para medir los cambios en el comportamiento ambiental y energético de las casas al introducir nuevos materiales y métodos constructivos, utilizando la villa como un laboratorio vivo. Pero la idea no prosperó, según una autoridad de la época, porque implicaba hacer un experimento de nicho y con una serie de riesgos políticos. Posteriormente, se cambió el modelo hacia la creación de una red de sensores financiada por el propio Minvu e instalada en viviendas de distintas ciudades del país con una plataforma web que pudiera procesar y visualizar los datos recopilados. En un comienzo la prioridad no era alcanzar una medición precisa, sino lograr la mayor distribución territorial y masividad posible, así como identificar tendencias y correlaciones entre el comportamiento ambiental de las viviendas con las condiciones geográficas y climáticas, niveles socioeconómicos, formas constructivas, entre otras variables. Por medio de licitación, el Minvu externalizó el desarrollo, instalación y mantención de los sensores, plataforma y base de datos de ReNaM. Entre 2014 y 2017, la contraparte escogida fue Fundación Chile (FCh), y luego de una serie de interrupciones y problemas administrativos, en 2018 se buscaba establecer un convenio con el IDIEM de la Universidad de Chile como contraparte. El 2015 se resolvió adoptar la Estación Meteorológica Inteligente de la empresa francesa Netatmo, creada en 2011 por Fred Potter, un emprendedor e ingeniero de Telecom ParisTech, y recientemente adquirida por la italiana Bticino Legrand. La Estación Meteorológica consta de dos módulos de aluminio anodizado: uno para el exterior de la vivien-
da que funciona a pilas y puede medir la temperatura, humedad, calidad del aire (CO2) y la presión barométrica. Y un segundo módulo para el interior que se alimenta por electricidad y mide temperatura, humedad, calidad del aire (CO2) y ruido. Además, cuenta con un indicador luminoso de la contaminación en el aire, para avisar cuando es necesario ventilar el ambiente. NetAtmo también provee de una app para smartphones para monitorear en tiempo real el rendimiento ambiental de la vivienda, con la finalidad de que las personas puedan lograr una casa más saludable y eficiente.
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de la jurisdicción del gobierno estatal, por medio de la intromisión silenciosa de estos sensores digitales, se abren insospechadas formas de saber y poder, transformando la vida social de los hogares en asuntos de regulación.
Figura 1. Monitores de la Estación Meteorológica Inteligente de NetAtmo. Fuente: Netatmo.com Según consignan los informes del proyecto, la ReNaM creció considerablemente en 2017 a través de un llamado abierto por redes sociales y listados de servicios regionales del Minvu. Se llegaron a instalar 300 sensores en viviendas repartidas en cinco ciudades según criterios de nivel socioeconómico y zonas climáticas y geográficas de interés: Antofagasta, Santiago, Valparaíso-Viña del Mar, Temuco y Coyhaique. A futuro se espera llegar a 500 sensores instalados, agregar una ciudad más, y darle un giro más académico al proyecto, del que ya se hablará. Tres guiones en disputa En el proceso de imaginar e implementar este nuevo sistema de monitoreo, fueron apareciendo diferentes versiones de ReNaM. Antes que una red singular, se fueron entrecruzando diferentes proyectos y narraciones de esta red, cada una con agendas e intereses particulares. Siguiendo a la socióloga de la ciencia Madeleine Akrich (1992), en el diseño de todo
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Datos para el Estado Una primera ReNaM se dibuja con el muy reiterado propósito de obtener datos para mejorar las políticas de construcción sustentable del Estado. En primer lugar, el proyecto es narrado como un esfuerzo innovador dentro del Minvu, en tanto rompe con el enfoque tradicional que habría caracterizado la política de vivienda en Chile, fuertemente centrada en el déficit habitacional o cuantitativo, esto es, en la necesidad de construir más y más viviendas. En contraste, en los últimos años el ministerio ha intentado abordar el déficit cualitativo (Minvu, 2018; Toro Blanco, Jirón Martínez y Goldsack Jarpa, 2003), incluyendo a ReNaM dentro de las innovaciones desplegadas para mejorar la calidad, eficiencia y confort de las viviendas. En segundo lugar, los datos de ReNaM promoverían un innovador ajuste o calibración de las políticas públicas. Varios miembros de la SECS señalaron que el desarrollo de las políticas dentro de Minvu se ha basado tradicionalmente en un modelo predictivo, fundamentado en la física de la construcción, simulaciones por computadora y experimentos de laboratorio con muestras pequeñas durante periodos limitados de tiempo. Sin embargo, estas estimaciones siempre se alejarían de lo que ocurre en la realidad. Como señalan Pedro y Gabriela de la SECS, una serie de factores humanos y no humanos inciden en el comportamiento ambiental de los hogares y que ninguna computadora o laboratorio podría llegar a replicar. ReNaM constituiría, de esta manera, un modelo realista radicalmente diferente pues, por un lado, posibilita monitorear el uso u operación de las viviendas siguiendo todo su ciclo de vida, lo cual permitiría llegar a “tantear la realidad, tocar la realidad” (Pedro). Ello permitiría identificar la brecha entre lo proyectado y lo que experimentan las personas en la ocupación cotidiana de las viviendas. Por otro lado, los sensores de ReNaM tendrían un carácter masivo al incluir una gran cantidad de hogares y variables ambientales al mismo tiempo, cubriendo diferentes áreas geográficas del país. De este modo, la importancia no estaba en la precisión de los datos sino en lograr “comparaciones” (Miguel) o “tendencias” (Luis) relevantes a nivel poblacional.
Gracias a este modelo más realista y masivo, se ha pensado los datos de ReNaM para constituir la línea base desde la cual establecer políticas y metas futuras en sustentabilidad. Asimismo, se ha invocado como un instrumento para evaluar y demostrar los “retornos” o impactos positivos de los cambios en regulaciones. Por ejemplo, diferentes miembros de Minvu plantearon que los datos de ReNaM han permitido demostrar que las viviendas construidas después de la implementación de requisitos más exigentes de aislación térmica en la Ordenanza General de Construcciones logran mejores valores de confort ambiental: “Ahí es donde tienes una prueba verdadera. No de laboratorio, ni de la academia, ni de una simulación” (Pedro). Datos científicos En segundo lugar, se dibuja otra ReNaM con la generación de una base de datos abiertos que permitiría avanzar en ciudades inteligentes, incluyendo dentro de ello el desarrollo de iniciativas académicas, emprendimientos e innovación. Se ha enfatizado especialmente en el carácter público que debería tener ReNaM para que investigadores puedan estudiar los datos recopilados y con ello ir armando un repositorio de estudios basados en ReNaM. En entrevistas, se recalcó que proyectos como ReNaM serían inviables en el mundo académico dada su prolongación en el tiempo y la cantidad de recursos que requiere. De esta manera, se han generado algunas incipientes investigaciones académicas utilizando los datos de ReNaM ligadas a pobreza energética y desigualdades en la calidad de vida en los hogares (Becerra, Jerez, Valenzuela, Garcés & Demarcoet, 2018; Urquiza, Amigo, Billi y Leal, 2017). Igualmente, y reafirmando este guion académico del proyecto, se espera abrir un área denominada como ReNaM Lab o ReNaM 2.0 para testear nuevos protocolos e incentivar líneas de investigación científica en materia de vivienda más allá del ministerio. Ahora bien, y a pesar de esta ambición científica, el proyecto no se centró en sus inicios en la exactitud de la medición y se aceptó cierto margen de error, según algunos entrevistados por tener una “visión más política” (Gabriela). Esto lleva a que encargados del proyecto duden de su verdadero valor académico, haciéndose explícito, como señala un entrevistado, que la experimentación “está llena de sesgos” (Rocío). No se discutió en profundidad cómo lograr una muestra representativa y ciertos protocolos y encuestas aplicadas en la instalación de los sensores que no fueron lo suficientemente detallados para la comunidad científica (Pedro). Pese a estas debilidades, personas al interior del Minvu han insistido en el carácter científico del proyecto, defendiendo el modelo de conocimiento y gobernanza desplegado por ReNaM. Así, uno de los entrevistados señala: “hay líneas de profesionales que creen que con la simulación basta para definir reglamentaciones y nosotros con ReNaM somos de la
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objeto técnico, sus responsables intentan inscribir guiones respecto de cómo y para qué deberían usarse e insertarse en el medio los artefactos. Estos revelan aspiraciones, prejuicios y escenarios deseados sobre cómo se deberían relacionar los actores —humanos y no-humanos— con las nuevas tecnologías que se implementan. Para el caso de ReNaM, hay explícitamente tres guiones que se inscriben en el proyecto y, por lo tanto, tres formas de comprender la gubernamentalidad mediante sensores.
Datos para los usuarios En paralelo a estas narraciones y concepciones de ReNaM, emergió un tercer guion vinculado con el empoderamiento socioambiental del ciudadano vía uso y la apropiación del sensor. Un entrevistado de Fundación Chile señaló que con el proyecto “el usuario se empezó a empoderar […] la gente quería saber más, quería entender más qué se estaba midiendo, no querían tener un equipo que midiera algo y sin saber qué” (Luis). Esta revelación llevó a la Fundación Chile a darle un giro a la ejecución del proyecto: ahí Minvu cuando hacen estos estudios no involucran mucho al usuario, nosotros dijimos no, aquí hay que involucrarlo porque si queremos data buena y que el proyecto se mantenga en el tiempo, el usuario tiene que estar en todo, todos tienen que estar involucrados (Luis) De esta manera, va apareciendo otra aproximación a la población basada en el involucramiento de los usuarios, pero que mantiene la mentalidad neoliberal de la gubernamentalidad discutida anteriormente. De forma similar a otros casos de investigaciones y políticas energéticas (Strengers, 2013), en este guion se proyecta un usuario
racional que, al contar con el incentivo de los datos, se autogobernaría y cambiaría sus hábitos y hábitats hacia entornos más eficientes y sustentables, por ejemplo, en términos de consumo energético, ventilación o aislación térmica. Bajo esta idea, ReNaM permitiría “hacer cambios de conducta; esperamos sensibilizar y educar a través de esto” (Gabriela). Para ello, se recomendó a los usuarios la instalación de la app de NetAtmo, se elaboró una Guía para mejorar la habitabilidad y se comenzaron a enviar reportes semanales a los usuarios, incluyendo cuestiones como los rendimientos promedios de cada hogar, consejos de buenas prácticas para alcanzar los rangos óptimos de confort y los efectos en la salud si una vivienda se sale de esos rangos. Ahora bien, al adentrarse en los hogares es posible encontrar múltiples formas de relacionarse con los usuarios y los sensores y hacer sentido de sus datos, lo que hacen sumamente variable el supuesto empoderamiento o cambio de hábitos. No es factible detallar aquí todas las experiencias recogidas en las viviendas visitadas, pero se pudieron constatar modos de participación que iban desde una total indiferencia hasta un exacerbado entusiasmo por aprovechar todo el potencial del sensor de NetAtmo. Los usuarios más indiferentes celebraban su carácter no invasivo, considerándolo un aparatito “calladito” o de “bajo perfil” que se mimetizaba entre medio de objetos domés-
Figura 2. El módulo interior de la Estación Meteorológica Inteligente de NetAtmo (a la derecha) en una casa de Macul, Santiago. Fuente: Archivo de los autores.
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idea que eso se tiene que validar con monitoreo, edificación real, viendo cómo se comporta” (Gabriela).
tecnologizadas, en cambio, tenían sus hogares equipados con varios gadgets de domótica y asistentes inteligentes, y revisaban los datos de la app NetAtmo para alcanzar los rangos óptimos de comportamiento ambiental. Por ejemplo, algunos usuarios cambiaron sus estufas, alfombras, pisos o agregaron una techumbre a su patio para lograr una temperatura confortable. Incluso una usuaria, al observar que los altos niveles de humedad seguían registrándose a pesar de hacer modificaciones en su casa, decidió derechamente cambiarse de casa. Pero más allá de los usos inscritos en el dispositivo, varios usuarios domesticaron los sensores de formas particulares. Algunos habían cambiado de posición el sensor y usado sus datos para fines alternativos como monitorear el hogar ante posibles intrusos o para labores afectiva de cuidado de la familia, especialmente cuando había personas con discapacidad, niños o recién nacidos. Más aún, en lugar de pensar los sensores y datos como causas directas de cambios de hábitos y hábitats, varios usuarios afirmaron que los datos solo ayudaron a verificar sus intuiciones y sentimientos previos sobre el comportamiento ambiental de sus hogares, matizando las
implicancias de estas tecnologías en cada hogar. Pero este tercer ReNaM, orientado a un mayor involucramiento de los usuarios, no era compartido del todo por los gestores del proyecto y, de hecho, en algunos documentos ni se menciona. Para un antiguo funcionario del Minvu el objetivo de entregar información al usuario para que pudiese mejorar la calidad ambiental de sus viviendas era en realidad el gran gancho teórico para captar voluntarios, y los usuarios que efectivamente llegaron a cambiar sus hábitos o partes de su vivienda resultaban más bien casos anecdóticos (Miguel). Para otros actores, esta forma de justificar ReNaM es vista incluso como dañina para las orientaciones científicas y estatales del proyecto, pues una mayor interactividad del sensor con los usuarios podría afectar la validez de los datos. En este sentido, el NetAtmo aparece como problemático dado su diseño fuertemente orientado al usuario humano. El indicador luminoso o la app de NetAtmo llevarían a cambios que afectarían la naturalidad de la vida de la vivienda. Una entrevistada de IDIEM señalaba que el NetAtmo estaría “concebido para otro fin. […] No está pensando para una recolección de datos más académico, ¿te fijai? Es para un uso más doméstico” (Rocío). Reflexiones finales Laboratorios experimentales para la gubernamentalidad digital y futuros alternativos Nuevas innovaciones digitales están penetrando y cuantificando diversos dominios de la sociedad, llegando a situarse en espacios tan cotidianos como nuestros dormitorios o salas de estar. Dispositivos como los utilizados en la ReNaM transforman nuestras prácticas domésticas en asuntos de conocimiento, accionables y de relevancia pública. La intromisión de sensores en los hogares no solo recompone las formas de conocimiento y gobierno que el Estado desarrolla sobre su población, sino también esta intrusión de lo público hacia la intimidad afecta las viviendas y prácticas domésticas performativamente, reconfigurando realidades y relaciones que van más allá de la simple medición estadística.
Figura 3. Imagen subida a la página de Fundación Chile en Facebook para invitar a personas voluntarias. Fuente: Fundación Chile.
En este artículo se exploró el distintivo arte de gobierno que se activa con ReNaM. Se ha tratado de mostrar que esta experimentación con sensores digitales —que busca crear las condiciones para calcular el buen comportamiento ambiental de los hogares— resuena con las reflexiones que inició Foucault sobre la gubernamentalidad y el desarrollo de una regulación a distancia apoyada en los conocimientos científicos. La experimentación de ReNaM posibilita una economización de la vida de los hogares, en cuanto permite una traducción de las vivencias íntimas a una serie de variables dataficadas, susceptibles de ser accionadas y
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ticos (fotos familiares, souvenirs, etc.). Las personas más
ReNaM no es solo un nuevo mecanismo automatizado de medición ambiental sino, más profundamente, un tipo singular de gobierno mediante sensores o gubernamentalidad sensorizada. Representa la puesta en marcha, de manera tentativa y experimental, de un laboratorio público para el desarrollo de nuevas formas de monitoreo digital y, con ello, regulación de la población. Basándose en la supuesta validez científica que otorga el uso de datos digitales, una de las principales promesas de esta experimentación fue desarrollar un conocimiento real y masivo acerca del comportamiento ambiental de las viviendas. En ese sentido, la instalación de sensores en la espacialidad de las casas sigue el doble sentido de conducir, sugerido por Foucault (2006): se hace cuantificable y calculable la conducta, no solo de individuos sino del comportamiento ambiental de cada hogar. Y a la vez, se posibilita la conducción de tales conductas para aumentar la probabilidad de rendimientos favorables, ya sea por medio de la búsqueda de cambios de hábitos y hábitats en las casas participantes o el levantamiento de información para regulaciones y políticas estatales a nivel nacional. Lo distintivo de los dispositivos de gubernamentalidad es que no se basan en una distinción fija entre lo permitido y lo prohibido ni en una imposición disciplinaria sobre los cuerpos, sino en formas de saber-poder que permiten un
Figura 4. Representación de ReNaM en un folleto. Fuente: Resumen Ejecutivo ReNaM
gobierno imperceptible y continuo sobre rangos y curvas de normalidad, gestionando lo que puede llegar a ser. En este sentido, ReNaM puede entenderse como un ensayo del Estado de Chile por expandir y agregar a la ley y la disciplina, un nuevo modo de conducción de la población (Castro, 2007), ahora sustentado en el saber de sensores, datos y algoritmos que acondicionan cada hogar como un medio o entorno de cálculo económico para favorecer ciertas conductas deseadas. En esta investigación, el foco se ha centrado en el trabajo silencioso —y escasamente discutido en la literatura— que realizan estos sensores ambientales, que no imponen ni prohíben de manera coactiva, sino que actúan por medio de incitaciones, persuasiones y anticipaciones a distancia. Así, la gubernamentalidad mediante sensores individualiza los comportamientos ambientales, pero no de individuos ni de las familias, sino de los propios hogares. Esto se hace introduciendo dentro de los hogares los instrumentos para su cuantificación y monitoreo, moldeando de forma variada las sensaciones, afectos y prácticas cotidianas de desarrollan habitantes con sus hábitats. Ahora bien, lejos de reducir esta red de monitoreo a una operación unidireccional y unívoca de economización de los hogares mediante la captura de datos, se ha tratado de mostrar que la penetración de esta forma de gobierno vía sensores está acompañada por una serie de fricciones en términos de sus diferentes relatos, justificaciones y modos de concebir la experimentación. Mientras algunos de los entrevistados insistían en la generación de datos y métricas para nutrir las políticas del Estado, otros aludían en paralelo a emprendimientos e investigaciones científicas o al empoderamiento de los usuarios. En el fondo, emergen múltiples formas de materializar la experimentación pública y que manifiestan el carácter ambivalente que adquieren artefactos tecnológicos como los sensores y datos de ReNaM. Como se mostró, la misma red de sensores articula la participación de los hogares en un número amplio de registros, ya sea en una dimensión política, sustentable, económica, científica, afectiva, mundana, entre muchos otras. Esta experimentación pública, podríamos decir, refleja la necesidad de gestionar intereses ambivalentes y equívocos, nunca totalmente alineados entre sí, respecto del rol de los sensores en el proyecto. Sin embargo, este carácter equívoco lejos de constituir una cuestión tematizada y analizada por los responsables para robustecer los alcances de la experimentación termina convirtiéndose en una fragilidad. Tensiones relevantes surgen entre los guiones revisados con respecto a cómo gestionar el carácter invasivo de los sensores del Estado en los hogares y cuáles serían las formas deseables de comportamiento para lograr los datos esperados. Desde la narrativa estatal
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reguladas para maximizar un comportamiento ambiental de las viviendas.
y científica, el modo esperado de comportarse sería el de la realidad cotidiana, es decir, igual que siempre, sin modificar los hábitos o formas constructivas de cada hogar. Por ello se vuelve imperativo reducir toda forma de interacción con los usuarios y hacer lo más imperceptible posible la invasión de sensores para garantizar el carácter realista o científico de los datos. La búsqueda de invadir lo menos posible dan cuenta de ese dejar hacer de la gubernamentalidad planteada por Foucault, de no interrumpir las circulaciones en el espacio doméstico, salvo para acontecimientos fuera de todo rango normal. Así, dentro de las variadas formas de interacción con los sensores ReNaM, los usuarios indiferentes a la presencia de estos serían la tipología ideal para satisfacer la obtención de datos limpios. Pero aquí es precisamente donde emergen las tensiones con el guion participativo que defiende el supuesto empoderamiento de los usuarios de ReNaM, ya inscrito en el diseño del dispositivo o por medio del envío de reportes semanales, para conducir a cambios de hábitos y hábitats de cada hogar participante.
jerárquica de conocimiento basada en la autoridad de los datos numéricos (Calvillo & Garnett, 2019).
Antes de terminar, parece necesario problematizar el supuesto carácter participativo de intervenciones digitales como ReNaM, y especular acerca de otros futuros alternativos respecto de los modos de involucramiento y participación que pueden activar estas experimentaciones. En el caso de ReNaM, los ciudadanos solo fueron involucrados en la etapa de recolección de datos, no reciben remuneración por su labor y no han sido informados ni integrados en los productos generales de la medición o en la toma de decisiones. Esto se diferencia de otros proyectos de monitoreo participativo en que se considera fuertemente la colaboración activa y situada de las personas, redistribuyendo la autoridad sobre el conocimiento de la realidad visualizada, debatida y experimentada (Gabrys et al., 2016; Jiang et al. 2016; Marres, 2017).
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Esto permite preguntarse por visiones alternativas a la experimentación e interrogarse qué hubiera pasado si se hubiese involucrado a los participantes de ReNaM en el inicio del proceso, seleccionando o inclusive codiseñando con ellos los sensores a utilizar en él. Por otra parte, la experimentación tendió a promover solo la participación de personas de forma individual, cancelando toda posibilidad de lograr el potencial colectivo del citizen sensing revisado en la literatura (Pritchard & Gabrys, 2016). No aparece la voluntad de desplegar esta experimentación con sensores como una herramienta para forjar comunidades de colaboración, en parte porque el proyecto no surge desde una inquietud común a los usuarios, y más bien busca una instalación masiva por el territorio. Más aún, la posibilidad de activar nuevas formas de hacerse sensible a dinámicas y problemas cotidianos al interior de las viviendas no es considerada dentro de ReNaM, privilegiando la estructura
El foco de este artículo no ha sido determinar cuál debiese ser la forma correcta de desplegar esta red de sensores ni cuestionar la objetividad de los datos recolectados por el proyecto ReNaM. Más bien, se ha querido mostrar cómo el esfuerzo por capturar y transformar mediante sensores la conducta ambiental de las viviendas de Chile, deviene en un laboratorio para la gubernamentalidad digital de entornos e individuos. Referencias bibliográficas Akrich, M. (1992). The de-scription of technical objects. En W. Bijker & J. Law (Eds.), Shaping technology / building society: Studies in sociotechnical change (pp. 205-224). Cambridge, MA: The MIT Press. Barry, A. (2001). Political machines. Governing a technological society. Londres: The Athlone Press. Becerra, M., Jerez, A., Valenzuela, M., Garcés, H. O., & Demarco, gaps for Chilean households. Energy Policy, 121, 190-201. https://doi.org/10.1016/j.enpol.2018.06.010
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Notas 1 Recibido: 20 de diciembre de 2019. Aceptado: 14 de agosto de 2020.
1180062. Asimismo, agradecemos el aporte del Centro de Desarrollo Sustentable (CEDEUS) proyecto Fondap Nº 15110020, ANID. También agradecemos a la Secretaría Ejecutiva de Construcción Sustentable por el acceso brindado al caso. 3 Contacto: martin.tironi@uc.cl 4 Contacto: mbvalder@uc.cl
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2 Este artículo fue escrito con el patrocinio del proyecto Fondecyt Nº
SANTIAGO 1875: UNA NUEVA EDILIDAD. LOS PLANES DE LA INTENDENCIA DE VICUÑA MACKENNA Y EL PLANO DE ERNESTO ANSART 1,2,3 SANTIAGO 1875: A NEW EDILIDAD. THE PLANS OF VICUÑA MACKENNA AND THE PLAN OF ERNESTO ANSART Germán Hidalgo Hermosilla 4 , Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile Wren Strabucchi Chambers, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
Resumen
Abstract
En este artículo se presenta un análisis histórico crítico del plano de Santiago de 1875 realizado por Ernesto Ansart, el más conocido y referenciado de Santiago del siglo XIX. Desde siempre, la literatura lo ha considerado una representación de la transformación de Santiago ideada y ejecutada por el intendente Benjamín Vicuña Mackenna entre 1872 y 1875. Junto con ello, se ha destacado su fidelidad como representación y su innovadora introducción de proyectos urbanos. Sin embargo, hasta ahora, no se han considerado, en su mérito, ni el contexto del encargo del plano, ni la forma cómo se ejecutó, ni cuál fue el resultado final. Estos tres aspectos estructuran el artículo y en relación con ellos se exponen los análisis y las conclusiones. A modo de resultado, se sostiene que el objetivo del plano de Ansart no fue constituirse en la representación del plan de transformación de Santiago, sino que se formó a partir de los insumos disponibles para elaborar un plano distinto, de mayor alcance, que no se pudo ejecutar y que, en vista de aquello, Ansart los aprovechó para realizar un plano inédito de Santiago, pero orientado a una finalidad totalmente diferente.
This paper is a critical historical analysis of the 1875 map of Santiago, drawn up by Ernesto Ansart. It is the best known and most mentioned map of Santiago of the 19th Century. Scholarly literature has generally considered it a representation of the transformation planned and implemented between 1872 and 1875, by the Intendente of Santiago, Benjamín Vicuña Mackenna. Its accuracy as a cartographic representation and its innovative inclusion of urban projects, have also been highlighted. Nevertheless, until now, nor the context of its commission, nor the way in which it was constructed, nor its final outcome, have been taken into consideration. These three major aspects are outlined in this paper, and dependent on them are their analysis and conclusion. As a result, we hold that it was not the main goal of Ansart’s map to represent Santiago’s transformations, it rather developed from the information intended to build a far more ambitious map, which was never completed. Ansart however used the information gathered to elaborate a unique map of the city, with a completely different objective.
Palabras clave Benjamín Vicuña Mackenna; cartografía urbana; Ernesto Ansart; Santiago de Chile
Keywords Benjamín Vicuña Mackenna; Ernesto Ansart; Santiago de Chile; urban cartography
Cómo citar este artículo: Hidalgo Hermosilla, G., Strabucchi Chambers, W. y Montalbán Larraín, M. (2020). Santiago 1875: una nueva edilidad. Los planes de la intendencia de Vicuña Mackenna y el plano de Ernesto Ansart. Revista 180, 46, 61-74. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-822 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-822
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Magdalena Montalbán Larraín, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
La desatención que ha afectado a este documento, que en gran medida ha impedido que salgan a la luz importantes conocimientos acerca del plano mismo y de las condiciones en que se realizó, tiene su explicación en lo que Carla Lois ha llamado “la invisibilidad del plano” (2009, p. 2). En efecto, en el contexto de los recientes estudios que han intentado enlazar pensamiento visual y cartografía, Carla Lois ha planteado la necesidad de reconsiderar mapas y planos como objetos de interés visual. Ello, en parte, para contrarrestar la creencia habitual de que cuando se mira un mapa o un plano, en realidad se mira otra cosa. Algo similar ha ocurrido en el caso del plano de Ernesto Ansart, en que antes de ver el plano y sus particularidades, se ha querido ver el plan de transformación de Vicuña Mackenna y, desde esa presunción, se han ensayado todas respuestas las posibles. Otro obstáculo importante, que ha impedido que se observe al plano en sí mismo, es que tradicionalmente se le ha considerado como un plano técnico. Ello ha terminado por opacar otras importantes dimensiones (Lois, 2009). Por último, también se debe destacar el descuido con los propios escritos de Vicuña Mackenna, cuya sobreabundancia ha impedido que se advierta la conexión entre las circunstancias del plano y las del plan de transformación. Como resultado de este enfoque, se sostiene que el objetivo del plano de Ansart no fue representar el plan de transformación de Santiago de Vicuña Mackenna, sino que se formó a partir de los insumos disponibles para realizar un plano distinto, de mucho mayor alcance, pero que no se pudo ejecutar debido al gran desafío técnico y económico que revestía, y que, en vista de aquello, Ansart los aprovechó para elaborar un plano inédito de Santiago, pero orientado a una finalidad totalmente diferente.
Preliminares del plano de la ciudad: una intencionalidad inédita Para 1872, cuando Benjamín Vicuña Mackenna asumía como intendente de la Provincia de Santiago, parecía haber acuerdo en que la situación de la ciudad capital era compleja (De Ramón, 2007; Vicuña Mackenna, 1872, 1873a, 1873b y 1874b). El subtítulo de la publicación en que el intendente daba cuenta de su primer año de gestión era elocuente: “lo que la capital es i lo que debería ser” (1873a). Este subtítulo era también muy expresivo de su forma de trabajar: registrar el estado de la ciudad para luego avanzar en los posibles proyectos de transformación, viendo en simultaneidad su estado presente y su condición futura. Su mérito consistió, por tanto, en prever la necesidad de un plano exacto de la ciudad. En parte, como conocedor de los adelantos de las ciudades de Lima y Buenos Aires, y en parte, reconociendo la insuficiencia de la cartografía de Santiago que, aunque no escasa, era débil técnicamente. Todo lo anterior fue motivo para que el intendente encargara un nuevo plano de la ciudad de Santiago. Sin embargo, la suya no fue la primera voz que propuso elaborar un plano de la ciudad para transformarla. Durante 1872, en el Senado se presentaron dos proyectos relativos a este tema. El senador Alejandro Reyes fue el primero en proponer una ley “para convertir a Santiago en una ciudad hermosa y salubre” junto con un plano de la ciudad que debía ser mandado a levantar por el Presidente de la República (Vicuña Mackenna, 1873b). Semanas después, el senador Manuel Camilo Vial planteó algunas precisiones respecto de la propuesta de Reyes. El plano debía incluir los límites de la ciudad, así como las calles existentes, edificios públicos y particulares, acequias, puentes y acueductos (Vicuña Mackenna, 1873b). Debía registrarse, también, el perfil longitudinal de todas las calles, así como de las acequias. Vial incluso precisó algunos detalles acerca de la forma en que se debía ejecutar y utilizar el plano: al levantar el plano, deben dejarse marcas de hierro en la ciudad y se deben marcar también en el plano, para que sirvan como referente […] sobre una copia del plano, se marcarán con líneas de distinto color, la rectificación de calles (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 569). El senador planteaba, además, que debían existir cuatro tipos de calles, de distinto ancho, considerando árboles y aceras. Agregaba que el plano debía aprobarse por el Presidente y por un Consejo de Estado y ser litografiado, para que fuera conocido por todos. Por su parte, Vicuña Mackenna advertía sobre la compleja relación que se estaba produciendo entre la Municipalidad
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Desde siempre se ha dado por descontado que el plano de Santiago de 1875, firmado por Ernesto Ansart, es una representación fiel del plan de transformación de Santiago ideado por el intendente Benjamín Vicuña Mackenna, entre 1872 y 1875 (Martínez, 2007). Junto con ello, se ha destacado su fidelidad como representación y su innovadora introducción de los proyectos urbanos (Pérez y Rosas, 2011). Sin embargo, hasta ahora, no se han considerado en su mérito ni el encargo del plano ni su contexto, como tampoco la forma cómo se ejecutó, ni cuál fue el resultado final. En respuesta a estas consideraciones, el presente artículo expone un análisis histórico crítico del plano de Ansart, el más conocido y referenciado del siglo XIX, a través del cual se abordan los tres aspectos antes mencionados, interrogando al documento en sí mismo y al contexto histórico desde el cual surge, con el complemento de los informes y memorias publicadas por el intendente.
El mismo Consejo de Estado⁵ entregó sus razones para no incluir el plano en esta “ley de transformación de Santiago”. Planteó que, si bien la base más acertada para la ejecución de la transformación de la ciudad,
Para julio de 1872, había sido emitido el Decreto Supremo que organizaba esta oficina, cuyo primer ingeniero en jefe fue Ernesto Ansart⁶, acompañado por dos ingenieros auxiliares y un oficial de pluma⁷. Sus obligaciones eran cinco: hacer planos y presupuestos para cualquier trabajo encargado por la Municipalidad; conservar el archivo de este material; velar porque todas las obras municipales se ejecutasen de acuerdo con lo convenido; dar autorización para nuevas construcciones; y “formar el plano de la ciudad de Santiago y sus suburbios en una escala suficientemente grande para poder introducir en él todas las modificaciones, direcciones y ampliaciones que convengan a la salubridad, comodidad y ornato de la población y que acuerde la Municipalidad” (Actas de las sesiones municipales (julio, 8), 1872).
habría sido el levantamiento de un plano general y minucioso de la ciudad […] la comisión ha sido disuadida de tomar esa base, porque se ha persuadido que la ejecución de una obra de esa naturaleza, bajo la planta y en la escala que es preciso emprenderla en una ciudad como la capital sería tarea de largos años no sólo para la oficina de ingenieros que acaba de organizar la ilustre Municipalidad, sino para los que extraordinariamente quisiesen emprender ese colosal trabajo (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 572).
Vicuña Mackenna encarnó, de manera nunca vista, la figura pública del intendente y, como tal, dio curso a una intencionalidad inédita: llevar adelante un diagnóstico de la situación de la ciudad; proponer un conjunto de proyectos para su transformación; y realizar un levantamiento para conformar un plano exacto, principal instrumento de la transformación. Cumpliendo son su papel de intendente, estableció el andamiaje institucional y administrativo para llevar adelante esta compleja tarea, iniciando la “nueva era para la edilidad de Santiago” (Vicuña Mackenna, 1873a, p. 5).
El Consejo, por tanto, sin desechar en manera alguna esa idea capital, la aplaza únicamente esperando que el municipio, como lo tiene ya dispuesto, la haga marchar simultáneamente con el desarrollo de las grandes y benéficas obras que va a emprender (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 572). Queda claro, por los detalles de la discusión, que existía un acuerdo generalizado en que el proyecto de un plano de Santiago era una empresa compleja y que requería de un soporte legal e institucional que lo guiara y le diera sentido. ¿Qué podía hacer, entonces, Vicuña Mackenna como intendente de la Provincia de Santiago respecto de esta tarea? La Intendencia era el “gobierno superior de cada provincia en todos los ramos de su administración” (Constitución de la República de Chile, 1833, pp. 35-36). Se puede establecer también que, como intendente, Vicuña Mackenna trabajaba en conjunto con la Municipalidad de Santiago, compuesta por dos alcaldes y cuatro regidores. Tenía a su haber la posibilidad de intervenir en la ciudad a través de la generación de decretos, ordenanzas y la formación de comisiones de estudio, así como también la facultad de enviar proyectos al Ejecutivo, como el caso de la creación de la Dirección de Obras Municipales, oficina mencionada por el Consejo de Estado.
Vicuña Mackenna encarga un “plano definitivo de la ciudad” Para comprender la naturaleza del encargo de un plano exacto de la ciudad, es esencial remitirse a los textos que Vicuña Mackenna publicó mientras fue intendente. Ellos oscilan entre entender la ciudad y su entorno, y la idea de transformarla por medio de proyectos. Recién asumido, propuso veinte proyectos para hacerlo (Vicuña Mackenna, 1872). En 1873, planteó el encargo de un plano; y para 1874 y 1875 explicaba la necesidad de articular la ciudad con el Departamento. Se debe mencionar también el estudio que encargó a Marcial Plaza, sobre el estado de la ciudad, titulado Santiago administrativo (1872). Dicho estudio reveló problemáticas centrales que, por su parte, el plano de la ciudad debía definir y precisar, a saber: los límites de la ciudad, los límites de las subdelegaciones y barrios, cuarteles de incendios, límites fijados por ordenanzas y decretos, índice de calles y su correspondiente numeración. Lo ambicioso del encargo no se podría comprender sin antes considerar los referentes que manejaba tanto el Consejo de Estado como el mismo Vicuña Mackenna. Estos eran el plano de París de Edme Verniquet y “el plano científico” que en esa misma época se estaba ejecutando de Valparaíso (Vicuña Mackenna, 1873b). Todos eran conscientes de que ambos planos habían significado grandes desembolsos y
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y el Congreso, lugar donde languidecían los proyectos dedicados a la ciudad (Vicuña Mackenna, 1873a). En 1873, comentaba que la ley propuesta por Vial “sufrió tal transformación en el Consejo de Estado que los bienes que se esperaban de la aplicación de aquella quedaron completamente frustrados” (Vicuña Mackenna, 1873a, p. 229). Si bien en junio de 1874 se promulgó la ley titulada “Apertura i prolongacion de calles i paseos públicos en la ciudad de Santiago”, basada en la propuesta de Vial, la idea de hacer un plano quedó fuera de esta legislación.
mucho tiempo de realización. El de Valparaíso ya llevaba tres años ejecutándose y aún no se terminaba. Por su parte, el monumental plano de Verniquet, considerado el primer plano exacto de Paris (Pinon y Le Boudec, 2004), se realizó entre 1785 y 1799, considerando seis años solamente para ejecutar el grabado. Medía 506 cm de ancho por 396 cm de alto, y estaba compuesto de sesenta y seis hojas de 66 cm de alto por 44 de ancho, más seis de 66 x 22 cm. Tanto el plan de transformación, como el encargo de un plano exacto, fueron intentos conscientes de reconocer los problemas que por entonces aquejaban a la ciudad y, al mismo tiempo, instrumentos para controlar sus límites. En este contexto, en sus escritos e informes, el intendente exhortaba insistentemente a los santiaguinos a decidir entre “ser ciudad o ser potrero” (Vicuña Mackenna, 1874b, p. 117), exigiendo elaborar un plano de la ciudad, y dejando entrever la necesidad de otro del Departamento. Esta posibilidad fue considerada en los siguientes términos: Con no menos interés ha procurado la Intendencia la formación del plano jeodésico del Departamento de Santiago, al cual los trabajos del señor de Pissis dan un espacio demasiado reducido para que la carta de la Provincia de Santiago pueda servir a las exigencias de la administración local (Vicuña Mackenna, 1873a, p. 77). Sin embargo, no hay indicios de que estos trabajos hayan prosperado, como sí lo hizo, en parte, el plano de la ciudad. Los trabajos comenzaron el 1° de mayo de 1873, después de comprar los instrumentos necesarios y de organizar las labores por sectores: centro, norte, sur y suburbios. Cooperaron en el levantamiento de los suburbios, los estudiantes del curso de “Puentes y Calzadas” que dictaba
el mismo Ansart (Vicuña Mackenna, 1873b). El encargo de un plano de esa magnitud era algo radicalmente novedoso y fundamental la su gobernanza y administración de la ciudad. El plano debía visibilizar los nuevos barrios que comenzaban a surgir en los suburbios junto con los nuevos programas que se incorporaban a un territorio tan vasto como poco controlado. Vicuña Mackenna estaba convencido de que el plano de la ciudad debía ser “la base indispensable de todas las mejoras i adelantos” (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 208). En carta a Ernesto Arsart, le ofrece la posibilidad de consultar los “trece mapas que existen en la intendencia i que abrazan una época de más de 150 años” (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 207), a pesar de que era consciente de su debilidad técnica, pero lamentablemente, eran la única referencia que existía (Figura 1). Desde un comienzo el encargo de un “Plano Definitivo de la Ciudad” (Vicuña Mackenna, 1873a, p. 76) destacó por su ambición. De acuerdo con la propuesta de Ansart, el plano de la ciudad debía realizarse a escala 1: 1.000. Lo que implicaba que, para encuadrar la ciudad y sus suburbios, debía medir 6 x 9 metros; “quedando el original archivado para servir al trazado de las líneas de los edificios y de las nuevas calles” (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 208). Por ello, propuso dividirlo en 25 hojas, de 180 x 120 cm cada una. Paralelamente, se debía contar con una versión reducida del plano, cuyas medidas Ansart fijó en 180 x 120 cm (Vicuña Mackenna, 1873b). Es decir, la reducción del plano equivalía a una de las hojas del plano mayor, y aunque no lo dice explícitamente, se puede deducir que su escala era 1: 5.000 (Figura 2).
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Figura 1. Trece planos de Santiago conservados en la intendencia en la época de Vicuña Mackenna, y el plano de Ansart de 1875. Fuente: Biblioteca Nacional de Chile.
La elaboración de un plano de la ciudad con este grado de precisión y detalle ya se hacía indispensable, dado que se comenzaban a incorporar las redes e infraestructuras de transporte y servicios (gas y agua, entre otras). Lo fundamental fue que estas redes introducían una forma sistemática de planificar y operar, que exigían un registro exacto. De acuerdo con la propuesta de Ansart: En un plano como el de Santiago hai dos cosas que fijar, diferente la una de la otra. Una consiste en la reproducción exacta en papel de los edificios, calles y acequias, etc., i otra consistente en la nivelación de algunos de estos puntos, dejando en el terreno mismo un rastro permanente de la nivelación para todos los trabajos que deba hacerse (Vicuña Mackenna, 1873b, pp. 209-210). En el texto, el ingeniero aludía a cuatro operaciones fundamentales: constatar la topografía, registrarla en un dibujo y ejecutar la nivelación⁸; segundo, realizar un levantamiento parcial de la ciudad, a cargo de cuatro comisiones, cada una responsable de un determinado sector, además de un levantamiento específico de la Alameda; tercero, “preparar la plancha en que se ha de colocar las varias piezas de este gran mosaico que se llama plano de una ciudad” (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 207). Y, finalmente, el plano mismo: “Concentraré además todos los trabajos para la inmediata
traslación de las operaciones al papel i a la formación del plano con todos sus detalles” (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 208). Es posible que entre julio de 1872 y junio de 1874 Ansart se dedicó a realizar el plano, junto con las otras tareas que tenía en la Dirección Obras Municipales y como profesor. Es decir, trabajó en él durante unos veintidós meses, como ingeniero jefe de la Dirección de Obras, y por el decreto que emitió Vicuña Mackenna en abril de 1873. En julio de 1874, Ansart dejó su cargo en la Dirección de Obras. Finalmente, el plano conocido de su autoría fue publicado hacia agosto de 1875. En 1885, Vicuña Mackenna realizó una reseña de los trece planos históricos de Santiago, que, como ya sabemos, conocía muy bien pues los había guardado en la Intendencia. A esa lista de planos agregó, sorprendentemente, el plano de Ansart: En consecuencia de la última [la transformación de Santiago], vino en 1877 o 78 [sic] el plano de Ansart que fue director de obras públicas y recogió con mayor o menor fidelidad todas las transformaciones de su tiempo, la avenida y plaza del Cementerio, el parque Cousiño, las plazas de los Gameros y Blanco Encalada, el Club Hípico, los cuarteles de incendio, el palacio de la Exposición, el paseo de Santa
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Figura 2. Formatos del plano de la ciudad y del plano de Ansart de 1875. Izq. Plano, esc. 1: 1.000. Centro. Plano reducido, esc. 1: 5.000. Der. Plano de Ansart de 1875, esc. 1: 6.666. Fuente: Elaboración propia.
Lucía, algunas de las líneas de los carros urbanos, la separación de las subdelegaciones rurales de las urbanas de la ciudad, que antes se hallaban estrambóticamente confundidas, y por último la canalización del Mapocho y las líneas capitales del camino de cintura, dentro de las cuales existe la ciudad urbana actual y se edificará más tarde la ciudad del porvenir (Vicuña Mackenna, 1931, p. 410). Al concluir señalaba:
lizando en Valparaíso fueron tal vez los referentes para el de Santiago, se puede comprender la frustración que se infiere de los textos de Vicuña Mackenna. De hecho, el plano de París conformaba un Atlas,⁹ y como ya se ha dicho, fue considerado el más preciso previo a las intervenciones de Haussmann. El “plano definitivo”, encargado por Vicuña Mackenna, no llegó hasta nosotros. Es posible, incluso, que nunca existiera y que sus borradores se hayan perdido para siempre. Como se verá a continuación, el plano que publicó Ansart no coincide con el encargado por Vicuña Mackenna. Aparentemente, tendría una historia paralela y otro destino. Se ha establecido que, en agosto de 1874, la Intendencia recibió una propuesta de Ansart, dos meses después de su renuncia a la Dirección de Obras, para realizar un plano topográfico en gran escala de la ciudad de Santiago (Actas de las sesiones municipales (Agosto, 31), 1874). ¿Sería esta la primera noticia del plano de 1875?
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Falta ahora, por consiguiente, el plano definitivo de la transformación futura y permanente, que debe ejecutarse en una escala que abarque todos los detalles de los actuales y venideros servicios de la ciudad, es decir, la formación de plano-padrón de la capital, que esto es un deber primordial e ineludible para la edilidad de todas las ciudades de Chile y del mundo, si sus mandatarios quieren dar a los que las habitan y pagan, junto con la belleza de las líneas y la comodidad de estos, los adelantos, la salud y la opulencia (Vicuña Mackenna, 1931, p. 411).
Si el plano de París de Verniquet y el que se estaba rea-
Figura 3. Plano de Santiago de Ernesto Ansart, 1875. Izq. Versión plegable. Der. Versión continua. Fuente: Biblioteca Nacional de Chile.
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y el autor. En la superior derecha tiene el listado de las instituciones más destacadas y el norte. En la esquina inferior izquierda encontramos la simbología general, que diferencia lo existente de lo proyectado. Abajo, a la derecha, está la escala gráfica.
La versión más conocida del plano consiste en una lámina plegable de 101,5 cm de alto por 88,3 cm de ancho (Martínez, 2007). Está compuesto por 30 recuadros de 22 x 15,5 cm, pegados sobre una tela cruda que permite su plegado. Como se indica en el extremo inferior izquierdo, fue grabado en París por Erhard e impreso por Monrocq en 1875. Sin embargo, hay una segunda versión del plano, menos difundida, que fue impresa en una hoja continua de 112 x 91 cm, sin tela como soporte (Figura 3). En sus esquinas, el plano presenta información cartográfica relevante. En la esquina superior izquierda lleva el título, la descripción de su contenido, la escala (15 milímetros por cien metros)
Una grilla cuadricular de 7,5 x 7,5 cm ordena el plano. Cada recuadro representa un área de 500 x 500 m; la relación entre ambas cifras determinó su extraña escala, 1: 6.666 (50.000 / 7,5 = 6.666). Esta grilla calza exactamente en la vertical con los márgenes del plano, sumando trece módulos, que representan una extensión 6,5 km. En el ancho, en cambio, la grilla no calza exactamente con los márgenes, ya que comprende diez módulos completos y dos incompletos, aunque sumados representan 6,1 km (Figura 4). Uno de los aspectos que más ha llamado la atención es su orientación, que considera el norte hacia abajo, contrariando una de las convenciones básicas de la cartografía.
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El plano de Ernesto Ansart Para aproximarse al documento se usarán dos enfoques. El primero lo analiza materialmente. El segundo, en cambio, lo interpreta, avanzando una hipótesis con respecto a su propósito, alcances y sentido.
Figura 4. Grilla del Plano de Santiago de Ansart. Fuente: Elaboración propia.
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alternativo para el ferrocarril al norte, que deja a la Quinta Normal dentro de la zona urbana, donde se destaca la fachada del nuevo edificio para la Exposición Universal que se desarrollaría en el mismo año 1875. Un criterio distinto se empleó, en cambio, para enmarcar la ciudad en el otro sentido. En el extremo sur de la ciudad, el plano concluye con el matadero, en línea con la penitenciaría, situada al poniente. La planta de esta última no alcanzó a ser representada, por lo cual se utilizó un grabado que muestra su fachada. Lo mismo ocurre con el Cementerio General, en el extremo norte. Resulta curioso que se hayan descuidado estos recintos tan importantes para el funcionamiento de la ciudad y que no alcanzan a aparecer en el plano representados planimétricamente, aparentemente, en pos de salvaguardar el tamaño y las proporciones del plano (Figura 5).
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Un primer aspecto que analizar es el encuadre y, consecuentemente, la parte de la ciudad que queda en su interior. En este sentido, el plano se puede homologar al Velum de Alberti: un marco que encierra un fragmento acotado del mundo visible y que gracias a su grilla permite situar los elementos representados (Maderuelo, 2008). Como ya se vio, por la escala del plano, Ansart hizo un gran esfuerzo por compatibilizar el tamaño de este con la porción de ciudad que quería representar. A izquierda y derecha, el plano quedó definido por la necesidad de mostrar el Camino de Cintura; quizás el proyecto más importante del plan de transformación, solo concluido en parte para 1875. Las secciones oriente y poniente del Camino quedaron dentro del plano, como dos brazos en jarra que dan término al área propiamente urbana. En el caso de la sección poniente, el Camino de Cintura coincide con el proyecto de un trazado
Figura 5. Detalles del Plano de Santiago de Ansart. Izq. La penitenciaría. Der. El Cementerio General. Fuente: Biblioteca Nacional de Chile.
El encuadre hace pensar que el plano es una porción de una representación mayor: el plano de la ciudad ideado por Ansart a escala 1: 1.000. Prueba de ello es la discontinuidad en la numeración de las subdelegaciones rurales. En efecto, se pasa de la N° 1 a la N° 4, omitiendo las intermedias. Lo mismo ocurre entre la N° 6 y la N° 9. Curiosamente, en el sector del parque Cousiño y el hipódromo, que conformaban una misma subdelegación, no se indica de qué tipo es, aunque sabemos que se trata de la Subdelegación Rural N° 8. ¿Por qué no se señaló esta información? Aparentemente, la información existía,
pero fuera del encuadre del plano. Lo mismo podemos decir en relación con la penitenciaría y el cementerio: se intuye que pudieron estar dibujados en el plano mayor, dada su importancia en el funcionamiento de la ciudad y en la propia consciencia de Vicuña Mackenna. Al referirse al plano de Mostardi Fioretti, su descripción de estos recintos es elocuente: “Es un trabajo bastante interesante y completo de la ciudad que abraza el área de la desparramada capital entre la Penitenciaría y el Panteón, esto es, entre dos cementerios” (Vicuña Mackenna, 1931 [1885], p. 410).
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Otro aspecto fundamental es el carácter y función del plano. Todo indica que el plano plegable fue pensado como un “libro” de bolsillo (Figura 6). De hecho, se han encontrado sus tapas que así lo confirman. El tamaño al que queda reducido el plano, una vez plegado, refuerza esta hipótesis: 22 cm x 15,5 cm (7,5 cm x 3 cm = 21,5 cm y 7,5 cm x 2 cm = 15 cm). Como ya se ha dicho, también existe una versión impresa en una lámina continua. El sentido de esta versión del plano lo aclara Diego Barras Arana (1875, p. 709): Por la abundancia y la seguridad de los datos, como por la belleza del dibujo y del grabado, el plano del señor Ansart es un trabajo tan útil como bien ejecutado. El autor ha dispuesto que muchos ejemplares sean barnizados para colocarlos en las paredes, como los mapas; pero también ha hecho que un número considerable de ejemplares sea encuadernado en libros para su más fácil transporte. El plano impreso, en una lámina continua, fue pensado como un plano mural, informativo, cuya función era facilitar la orientación en la ciudad. Con estos antecedentes, ya se puede deducir el propósito del plano de Ansart. Ambos formatos, el plegado y el continuo, lo definen como un plano guía. El plegable para ser llevado en el bolsillo, y el mural para ser pegado en las murallas de la ciudad. Esto se ve reforzado por varios detalles que se señalan a continuación. La representación de algunos edificios por medio de un grabado que
ilustra su fachada (Beovic, 2002), y no a través de su planta. Esta decisión estaría orientada a permitir su identificación de un modo más inmediato, de un golpe de vista. La leyenda del plano también refuerza esta idea, al destacar un específico programa urbano: hoteles, buzones, ferrocarriles y avenidas arboladas. La escala no se menciona, pero la grilla (7,5 cm x 7,5 cm) representa una cifra completa y fácil de recordar: 500 m x 500 m. Es decir, el plano reúne todo aquello que un usuario ocasional de la ciudad, como un turista, desearía encontrar rápida y oportunamente. Paralelamente, el plano también señala el orden administrativo de la ciudad. La clara identificación de subdelegaciones urbanas y rurales así lo demuestra. Se deben destacar también los cuarteles de incendio (ocho en total, identificados con números romanos). Como es de suponer, este tipo de información se aleja del usuario eventual, siendo de mayor interés para el residente. No obstante, esta información también se puede entender como una suerte de persistencia de los contenidos que debía comunicar el plano mayor, a escala 1: 1.000, en el que Arsart había trabajado casi por dos años. Todo lo anterior ha permitido que el plano se entendiera como un documento técnico, asociado al plan de transformación de Vicuña Mackenna. Colabora con este supuesto, el hecho de contener información relativa a algunos de los proyectos, tales como apertura de calles, trazado de avenidas, vías de ferrocarril y el trazado para la canalización del río.
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Figura 6. Tapas del Plano de Santiago de Ernesto Ansart, 1875. Fuente: Biblioteca Nacional de Chile.
La etiqueta no deja lugar a duda: el plano fue una iniciativa comercial de Ernesto Ansart, pues lo vendía en su propia residencia: calle de las Rosas N° 13, donde firmaba personalmente cada copia, como se deduce del timbre azul estampado en la etiqueta.
Figura 7. Etiqueta pegada en el Plano de Santiago de Ernesto Ansart, 1875. Fuente: Biblioteca Nacional de Chile. Por último, un hecho que tampoco ha sido vinculado con el plano, a pesar de su innegable trascendencia: la Exposición Internacional que se realizó en la Quinta Normal entre el 16 de septiembre de 1875 y el 16 de enero de 1876. No es necesario ahondar en la importancia de estos eventos, que concentraban el interés de naciones poderosas. Por lo mismo, sorprende que un país como Chile accediera a su organización en época tan temprana. En estas ocasiones, y como ocurre todavía en la actualidad, la ciudad organizadora se modernizaba para recibir adecuadamente a los visitantes, generando equipamiento urbano perdurable, que de otro modo sería imposible de realizar. No es difícil imaginar, que la misma gestión de Vicuña Mackenna al mando de la intendencia hubiera estado orientada en este sentido. Se debe recordar que su gestión culminaba el mismo año de la exposición, y que esta fue la ocasión de mostrar las transformaciones de la Capital: el Paseo del Santa Lucía, el Parque Cousiño, el Camino de Cintura, y la misma Quinta Normal; proyectos que estaban concluidos en ese momento. Este hecho viene también a reafirmar nuestra hipótesis sobre la independencia del plano de Ansart: ¿Cuál sería el sentido de publicar el plano el mismo año en que el Intendente culminaba su gestión?
De este modo, puede establecerse una trama coherente que articula distintos hechos: la transformación de la ciudad, un plano guía y una gran exposición que pretendía proyectar la nación al mundo; siendo el plano la instancia integradora de los otros dos eventos¹⁰. El mismo intendente lo confirmaba, en dos momentos: S. E. el Presidente de la República me ha asegurado privadamente, que, marchando el país como hasta hoy, por los espaciosos senderos del progreso, del bien estar i de la paz, se propone coronar las empresas de adelanto a que ha prestado desde los primeros días de su administración un amparo tan decidido, con la celebración de una exposición nacional concebida i llevada a cabo en condiciones que nos permitan invitar no sólo a los pueblos de Europa a enviarnos con sus artefactos, sus hombres especiales, de ciencia y observación, sus viajeros, sus colonos, sus capitalistas, sino que nos sea lícito a nosotros, como municipio, a nuestros hermanos de la América a hacerse representar en este gran hogar americano por sus propios municipios. Prepararemos en consecuencia, señores, nuestra bella capital, para ese advenimiento. Transformemos a Santiago en el París de la América. He dicho (Vicuña Mackenna, 1873a, p. 89). “El Plano Jeneral de Santiago Pero la actual Municipalidad acusada de pródiga i de alentar los apetitos de prodigalidad de su presidente ha rehusado un auxilio de 500 pesos para realizar esta obra que sería nuestra única contribución a la gran Exposición a que hemos convidado al mundo civilizado (Vicuña Mackenna, 1875, pp. 17-18). La decisión de orientar el norte hacia abajo fue probablemente un resultado de todo lo anterior. En primer lugar, la necesidad de poner el centro de la ciudad en el lugar más inmediato de ver en el plano plegable (Figura 8). Lo cual, además, permitía relacionar tres instancias decisivas para la mejor comprensión de la ciudad en ese especial momento: la Estación del Ferrocarril, el centro de la ciudad y el recinto de la Exposición. Esto último se confirma cuando se pliega el plano y es posible reconocer el orden que rige su subdivisión en cinco franjas horizontales, lo que permite dejar en la franja central el foco de atención, con la Alameda y la calle Catedral como ejes principales (Figura 9). Ello también se puede comprobar cuando se dobla la parte superior e inferior del plano, que deja expuesta la ciudad “propia” en su plenitud, ocultando los suburbios y periferias. La referencia en la leyenda a buzones de correo y hoteles viene a refirmar este propósito. Como también lo hace, por cierto, el destacado lugar y tamaño que se dio a la fachada del edificio de la exposición.
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Sin embargo, una evidencia hasta ahora no considerada confirma que el plano tenía otro destino. En uno de los ejemplares consultados, se encontró una etiqueta rectangular que fue pegada con posterioridad a su publicación, en la que hasta ahora nadie había reparado (Figura 7). Allí se indica lo siguiente: “DEPOSITADO (Conforme a la lei de julio de 1834) El autor se reserva el derecho de propiedad i de reproducción. Todo ejemplar llevará su firma. En venta en calle de las Rosas núm. 13”.
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Figura 8. Diagramas del Plano de Santiago de Ernesto Ansart, 1875. Izq. Ubicación de las tapas con relación al plano. Der. Ubicación del centro de la ciudad. Fuente: Elaboración propia.
Figura 9. Franja central del Plano de Santiago de Ernesto Ansart, 1875. Fuente: Elaboración propia.
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Sobre la institucionalidad del plano y la idea de una nueva edilidad. La voluntad de realizar un plano exacto de la ciudad coincide con un momento complejo de ella, en el que se hacía urgente representarla con exactitud para poder comprenderla. La urgencia de este plano ponía en evidencia la necesidad de una nueva institucionalidad que definiera la relación entre los distintos instrumentos que regulaban su administración. Demuestra, además, la emergencia de una nueva sensibilidad que valoraba el registro exacto de los datos y una representación sistemática, acorde con la precisión y exactitud que habían alcanzado los levantamientos gracias a los nuevos instrumentos topográficos. Todo ello pone de relieve la presencia de una figura única, tal vez irrepetible, capaz de articular y coordinar estos múltiples desafíos. Respondiendo a estos desafíos, en su primer año en la Intendencia, Vicuña Mackenna creó una oficina dedicada exclusivamente a la elaboración de un “plano topográfico de la ciudad, en escala suficiente para consultar todas las mejoras de que es susceptible, i con todos los requisitos que estas obras exijan” (Vicuña Mackenna, 1873b, p. 206). En una sola persona se concentraron, entonces, las facultades para encargar un plano, y a partir de él levantar un diagnóstico acertado del estado de la ciudad, para con todo ello precisar lo que en un principio había sido un esbozo de plan de transformación (Vicuña Mackenna, 1873b). Nunca había existido esta figura y, probablemente, nunca más volvió a existir, al menos en estos términos. Sobre el encargo de un plano de la ciudad A partir de las sucesivas memorias e informes que elaboró Vicuña Mackenna, se puede desprender la complejidad que revestía el encargo de un plano exacto de la ciudad. No se trataba de un plano cualquiera, sino de idear un verdadero sistema que integrara los trabajos de levantamiento a los de representación. La “meditación” de Vicuña Mackenna sobre la necesidad de un plano del Departamento y la respuesta de Ansart, así lo demuestran. Pero tanto o más importante que un plano del Departamento, era necesario un plano de la ciudad, que fuera mucho más preciso que aquellos trece, algunos ya históricos en aquella época,
que Vicuña Mackenna guardaba en la Intendencia. La idea de un sistema de planos, en distintas escalas, que representara la ciudad existente junto a los “proyectos” que la transformaban, subyace en el encargo. Lamentablemente, las evidencias disponibles demuestran que ninguno de estos planos se pudo concretar, a pesar de que los trabajos que se alcanzaron a realizar, al parecer, estaban bastante adelantados (Vicuña Mackenna, 1873b). Por último, el plano que efectivamente se realizó y que ha llegado hasta nosotros: el plano de Santiago de 1875 de Ernesto Ansart. No cuesta mucho suponer que el origen de este plano se remonta a la iniciativa de Vicuña Mackenna de montar una oficina dedicada exclusivamente a formar el plano exacto de la ciudad, ya que Ernesto Ansart fue, precisamente, el profesional que Vicuña Mackenna puso a la cabeza de esta institución. Sin embargo, como se pudo comprobar, el plano de Ansart se distanció de las expectativas iniciales, orientándose a otro propósito. A pesar de todo, este plano cumplió con la necesidad de representar un momento particular de la ciudad, que fue coronado por la exitosa Exposición Internacional de 1875, cuyo fin fue mostrar una nueva imagen de Santiago al mundo. En esto, el plano de Ansart no se equivocó. En efecto, en él comparecen tres proyectos urbanos recién concluidos: el paseo del cerro Santa Lucía, el parque Cousiño y la Quinta Normal, sede de la exposición. También se representaron las dos secciones del Camino de Cintura que se habían construido, así como las nuevas avenidas arboladas, que se sumaron a la extensión y reforma de la Alameda. Aunque uno de los principales proyectos del plan de transformación, la canalización del río Mapocho, solo quedó representado como eso, como proyecto. Como también se omitieron las acequias, probablemente porque de modo contraproducente revelaban el atraso y la precariedad en que todavía se encontraba la ciudad. Con todo, y considerado en su inmediatez, el objetivo del plano de Ansart se cumplió: promover a Santiago como una ciudad en vías de modernización, comparable a otras capitales emergentes del mundo. Así, el plano de Ansart se constituyó en un elemento más de apoyo a la exposición universal de 1875, y como tal cumplió un papel de difusión, e incluso de propaganda. Los materiales planimétricos de carácter científico que se alcanzaron a realizar en la oficina municipal entre los años 1872 y 1874, con seguridad fueron utilizados por Ansart como base para realizar su propio plano, aquel que todos conocemos. De estos materiales no hay noticias, ya que probablemente sucumbieron en el ya mítico incendio que afectó a los archivos municipales a finales del siglo XIX.
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Conclusión Para finalizar, es importante referirse a algunas cuestiones que se derivan del plan de transformación de Santiago, emprendido por Benjamín Vicuña Mackenna, entre las que se destaca el encargo de un plano exacto de la ciudad, que no se realizó. Las cualidades de este plano, no ejecutado, cobran mayor relevancia si se les analiza en contraposición al plano que Ernesto Ansart publicó en 1875 y que hasta el día hoy circula, erróneamente asociado al plan de transformación de Santiago de Vicuña Mackenna.
El encargo de Vicuña Mackenna, de un plano exacto de la ciudad, y de otro para el Departamento, finalmente no se concretó. Pero, a pesar de ello, desde entonces Santiago como ciudad capital desarrolló una nueva edilidad, cuyo tono lo dio el encargo de un plano exacto de la ciudad, anhelo que vino a representar el reiterado clamor del intendente: “¡o ciudad o potrero!”. Sin embargo, su visionaria intuición a la larga se concretaría en 1890, cuando se realizó un riguroso levantamiento y registro de todas las calles de Santiago a cargo del ingeniero Alejandro Bertrand; que continuó en 1910, con el catastro de todas sus manzanas por cuenta esta vez de la municipalidad. Finalmente, en el primer plano regulador de Santiago, aprobado en 1939, al registro de la ciudad existente se sobrepuso el proyecto de transformación, plano que curiosamente se desarrollaría en las mismas dos escalas que Ansart había considerado para el plano de la ciudad, 1: 1.000 y 1: 5.000. Con ello se concretaría, finalmente, la gran aspiración de Vicuña Mackenna: reunir en un solo plano “lo que es la capital i lo que debería ser”.
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Notas 1 Recibido: 8 de julio de 2020. Aceptado: 22 de noviembre de 2020. 2 Este artículo es un producto de la investigación Fondecyt N° 1191393. “Santiago 1875: desmontando el plano de Ernesto Ansart y el plan de transformación de Benjamín Vicuña Mackenna: entre la modernización de la ciudad capital y el emergente urbanismo residencial” (2019-2022). Investigador responsable: Germán Hidalgo. 3 Se agradece a la Mapoteca de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile por facilitar el material analizado en este artículo. 4 Contacto: ghidalgb@uc.cl
Siglos xvi a xx. De aldea a metrópolis. Santiago de Chile:
5 Esta comisión estaba formada por Melchor de Santiago
Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.
Concha, Rafael Larraín y Pedro Félix Vicuña.
Pérez, F. y Rosas, J. (2011). Portraying and planning a city. En J. Dym
6 Ernesto Ansart (1831-1886) estudió ingeniería en la École
& K. Offen (Eds.), Mapping Latin America: A cartographic rea-
Centrale de París y se graduó en 1853. Comenzó a ejercer
der (pp. 172-176). Chicago: The University Chicago Press.
como profesor del curso de “Puentes y Calzadas” en la sección
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Archivo Nacional Histórico de Chile.
universitaria del Instituto Nacional, el 16 de agosto de 1871. Se mantuvo en este cargo hasta 1876. Trabajó como jefe en la Dirección de Obras Municipales de Santiago entre 1872 y 1874. Posteriormente, habría participado en el proyecto francés del Canal de Panamá. 7 Los ingenieros auxiliares fueron Elías Márquez de la Plata y José Antonio Aris. Aris renunció en octubre de 1873 y lo reemplazó Belisario Díaz. El oficial de pluma fue Ignacio Carrera Pinto. 8 La nivelación la ejecutó el ingeniero Barañao en el verano de 1873, mientras que, la colocación de las planchas de nivel, en 325 puntos de la ciudad, se ejecutaría entre abril y mayo de 1873. 9 Encabezaba el Atlas, el plano de las operaciones de trigonometría, una de las labores que se empezaron a realizar en las nuevas oficinas municipales. 10 Es posible que Ansart tuviera muy presente la Exposición Universal de París de 1855, que estuvo abierta al público durante siete meses y recibió alrededor de cinco millones de visitantes. Es probable que Ansart estuviera al tanto de las implicancias de este tipo de eventos y fuera consciente de la importancia que podía
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llegar a tener un plano de la ciudad.
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TRAYECTORIA, EVOLUCIÓN Y CONFIGURACIÓN DE LA REGENERACIÓN URBANA EN CHILE: DEL HIGIENISMO A LA EQUIDAD TERRITORIAL1 TRAJECTORY, EVOLUTION AND CONFIGURATION OF URBAN REGENERATION IN CHILE: FROM HYGENISM TO TERRITORIAL EQUITY
Resumen
Abstract
El concepto de regeneración se ha ido posicionando en forma
The concept of regeneration has been progressively positioning
progresiva como la principal herramienta para solucionar las
itself as the main tool to provide solutions to the various problems
diversas problemáticas que aquejan a la ciudad contemporánea,
that afflict the contemporary city, such as deterioration, obsoles-
como el deterioro, la obsolescencia, el ordenamiento urbano o la
cence, urban planning or inequality. Moving from a model that
desigualdad. A lo largo de los años, el concepto ha transitado desde
exclusively addresses the physical dimension, to an integral model
un modelo que atiende exclusivamente la dimensión física, a un
based on the principles of urban sustainability, the new approach
modelo integral basado en los principios de sostenibilidad urbana,
has come to complicate interventions with solutions that that
donde el nuevo enfoque ha venido a complejizar las intervenciones
bet on multidimensionality. However, it has been found that in
con soluciones que apuestan por la multidimensionalidad. Sin
many cases the results do not seem to be as expected, currently
embargo, se ha constatado que, en muchos casos, los resultados
raising certain questions that would be linking regeneration as
no parecen estar siendo los esperados, lo que permite ciertos
a neoliberal production strategy for the city.
cuestionamientos que han comenzado a asociar a la regeneración con una estrategia neoliberal de producción de la ciudad.
From the importance of this reflection for the design of public policy, with the challenge of positioning urban regeneration as a
Considerando la importancia de esta reflexión para el diseño de
theme of study and fundamental research in the current Chilean
la política pública y el desafío que en sí constituye posicionar la
context, from a documentary research compared in time, in the
regeneración urbana como temática de estudio e investigación
first instance, the article inquire into the configuration of the
fundamental en el actual contexto chileno, este artículo indaga,
concept at an international level. Subsequently, with the aim
en primera instancia, en la configuración del concepto a nivel
of building the trajectory of the notion of urban regeneration
internacional. Posteriormente, con el objetivo de construir la
in Chile, the article identifies the main emphasis and problems
trayectoria de la noción de regeneración urbana en Chile, a partir
that it has sought to resolve over time, analyzing the actions and
de una investigación documental y comparada en el tiempo, se
management strategies implemented that have determined its
identifican los principales énfasis y problemáticas a resolver, ana-
application and use in the national context, deepening ultimately
lizando las acciones y las estrategias de gestión implementadas y
in the most recent proposals for urban-residential regeneration,
profundizando en las más recientes propuestas de regeneración
especially in those initiatives that, with the aim of addressing urban
urbano-habitacional. En particular, en aquellas iniciativas que, con
inequality and poverty, have been implemented in vulnerable
el objetivo de abordar la inequidad urbana y la pobreza, se han
territories, opening the debate regarding of the current approach
implementado en territorios vulnerables, abriendo así el debate
and mechanisms that the State has assumed in this matter.
respecto del actual enfoque y los mecanismos que el Estado ha asumido en la materia.
Palabras clave
Keywords
mejoramiento habitacional; recuperación de barrios; regeneración de
housing improvement; neighborhood recovery; regeneration of
conjuntos habitacionales; regeneración urbana; vulnerabilidad urbana
housing complexes; urban recovery; urban regeneration
Cómo citar este artículo: Bustos-Peñafiel, M. (2020). Trayectoria, evolución y configuración de la regeneración urbana en Chile: del higienismo a la equidad territorial. Revista 180, 46, 75-90. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-788 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-788
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Mónica Alejandra Bustos-Peñafiel 2, Universidad de Chile, Santiago, Chile
Denominada como “regeneración urbana integrada” en el caso europeo, “regeneración urbano-habitacional” en Chile, en las últimas décadas, la noción de regeneración se ha ido consolidando en forma progresiva, transitando desde un modelo basado en el crecimiento económico que atiende exclusivamente a la dimensión física, a un modelo basado en los principios de sostenibilidad urbana que incluye la dimensión social, medioambiental, cultural y económica (Alonso, 2018; Hernández y Rodríguez, 2017). A nivel internacional, desde los años setenta, cuando la Organización de las Naciones Unidas, (ONU) hizo hincapié en la necesidad de mejorar los asentamientos humanos como elemento clave de la sostenibilidad, se comenzó a entender que el desarrollo económico y social es indisociable de los problemas vinculados con los sistemas urbanos. En la actualidad, la “Carta de Leipzig” (Comisión Europea, CE, 2007), la “Declaración de Toledo” (CE, 2010a) o, recientemente, la “Agenda Urbana Hábitat III”, celebrada en Quito en 2016 (ONU, 2017), entre otras, han incorporado la regeneración urbana como concepto clave para abordar las desigualdades urbanas (CE, 2007), dando forma a una tendencia internacional que está teniendo fuerte incidencia en las políticas públicas nacionales. En Chile, desde fines de los noventa podemos observar incipientes esfuerzos que buscan generar inversión pública o público-privado en mejoramiento habitacional y en el desarrollo de proyectos urbanos, respectivamente. Sin embargo, no fue hasta el año 2006, cuando, influenciada
por el enfoque de equidad e integralidad, se planteó la necesidad explícita de impulsar “políticas habitacionales y urbanas que aseguren una mejor calidad de vida para la gente y sus barrios, fomenten la integración y reduzcan la desigualdad” (Bachelet, 2005, p. 18). Esto dio inicio, en especial, desde el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) a la implementación de diversos programas y líneas de inversión en materia de regeneración. La Política Nacional de Desarrollo Urbano³, PNDU, (Minvu, 2014) y las posteriores “medidas para implementar una política de suelo para la integración social urbana” (Consejo Nacional de Desarrollo Urbano, CNDU, 2015) instalaron como uno de sus puntos clave, el debate sobre el “Nuevo papel del Estado en la regeneración de la ciudad segregada”, continuando así con el propósito de ofrecer una amplia gama de acciones territoriales para resolver los problemas de inequidad urbana y de pobreza en el país. De hecho, se señala de forma explícita que la regulación es insuficiente para revertir la actual desigualdad urbana, posicionando a la regeneración de la ciudad como una herramienta clave para superar la segregación urbana, a través de la inversión en infraestructura y la gestión pública del suelo como instrumentos para ello (CNDU, 2015). Sin embargo, aunque en las últimas décadas podemos constatar a nivel global cómo el concepto de regeneración se consolida y evoluciona, sus resultados no parecen estar siendo los esperados, lo que ha hecho surgir diversas críticas en relación con sus mecanismos de intervención y ciertos efectos no deseados en el territorio, centradas principalmente en el aumento de las desigualdades urbanas. Para ciertos autores, estos resultados podrían estar asociados a la ambigüedad del concepto, el cual ha posicionado la regeneración urbana como una herramienta ubicua, pero al mismo tiempo carente de precisión que puede ser utilizada para todo (Bustos-Peñafiel y Castrillo-Romn, 2020). La revisión de la literatura internacional es sugerente en este sentido, ya que permite constatar la polisemia del concepto, la variedad de contextos de aplicación y la multiplicidad de problemáticas que se busca enfrentar a través de la regeneración. Es quizás por este motivo, que la regeneración ha pasado a ser considerada como un término complejo que no posee “un cuerpo claramente delineado en la literatura, debido en parte, a su naturaleza multidisciplinaria, propia de los problemas urbanos” (Leary & McCarthy, 2013, p. 2). Se trata, en consecuencia, de un concepto amplio de múltiples significados, el cual es frecuentemente confundido o yuxtapuesto con términos como rehabilitación, renovación, remodelación, revitalización, reestructuración u otros, aplicados a iniciativas y proyectos muy diversos con el denominador común de referirse a espacios ya urbanizados (Castrillo, Matesanz, Sánchez, Sevilla, 2014).
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Introducción En la actualidad, el concepto de regeneración urbana ha sido propuesto como la principal herramienta para dar solución, de manera integral, a las diversas problemáticas que aquejan a la ciudad contemporánea, como el deterioro, la segregación, la fragmentación, la desigualdad, la obsolescencia, entre otras. La diferentes definiciones que existen hablan de la regeneración urbana como un concepto integral, vital y dinámico: “una nueva generación de renovación urbana que persigue un equilibrio entre las personas, los negocios y el lugar” (Turok, 2005, p. 57); “una visión de intervención integral e integrada que conduce a la resolución de problemas urbanos y que busca lograr una mejora duradera en la condición económica, física, social y ambiental de un área que ha estado sujeta a cambios” (Roberts & Sykes, 2000, p. 17); “una compleja combinación de factores sociales, económicos, ambientales, de planeación y gestión” (Miramontes, 2015, s.p.); nuevo concepto que va más allá de los objetivos puramente físicos para abordar la inclusión, la creación de riqueza, desarrollo sostenible, gobernanza urbana, salud y bienestar, prevención del delito, oportunidades educativas, libertad de movimiento, calidad ambiental, y buen diseño (ODPM, 2003).
Desde esta problematización, considerando precisamente el actual contexto nacional de fuertes desigualdades urbanas, con cada vez nuevas y complejas exigencias como son el cambio climático, la migración, el cambio demográfico (OECD, 2013), la actual pandemia o la evidente carencia de suelo urbano, entre otras cuestiones, y teniendo presente que las ciudades ya no pueden seguir creciendo en términos de eficiencia funcional, económica y medioambiental— resulta pertinente la instalación de una pregunta sistemática respecto de la presencia y usos de la noción de regeneración como herramienta de la política pública para abordar la ciudad construida. Sobre estas bases teóricas, con el objetivo de contribuir especialmente al trabajo en territorios vulnerables, y desde el punto de vista de las políticas habitacionales y urbanas, la presente investigación plantea una hipótesis de doble dimensión. Por un lado, busca evidenciar que las actuaciones sobre la ciudad construida bajo la noción de regeneración ya se habían instalado en nuestro país desde el último cuarto de siglo XIX con diversos tipo de intervenciones, enfoques y requerimientos —como son la higienización, la construcción de la ciudad moderna, los procesos de urbanización o extensión de la ciudad y la obsolescencia de tejidos urbanos centrales— y, por otro, abrir el debate respecto de si existen en nuestro país las condiciones para que las políticas públicas puedan hacer efectiva la complejidad del enfoque integral y sostenible propuesto por la regeneración urbana como herramienta para abordar la equidad territorial. Como un estudio de carácter histórico, la metodología propuesta fue abordada principalmente desde un trabajo de revisión bibliográfico y documental a nivel nacional e internacional. Ello fue complementado con el análisis de las normas y leyes desarrolladas en nuestro país, identificando aquellas que han estado relacionadas con la temática de la regeneración en cada periodo de la política pública. Finalmente, el estudio se fortaleció a partir de la visita a los casos más representativos y relevantes impulsados por las políticas habitacionales y urbanas en materia de regeneración. La regeneración urbana como concepto Como una palabra dotada de esperanza (Lees, 2003), la regeneración tiene sus raíces en la religión, la medicina y la teoría social. Desde un enfoque urbano, la noción de
regeneración de las ciudades se remonta a fines del siglo XIX, cuando surge la necesidad de regular las ciudades capitalistas, los procesos de industrialización y las consecuencias derivadas del crecimiento urbano no planificado. La aparición de barrios urbanos marginales, el abandono, la corrupción y los “peligros morales” asociados a la amenaza percibida hacia la clase trabajadora multitudinaria (Atkinson & Moon, 1994) hizo que políticos y reformistas sociales reconocieran la necesidad de intervenirlos para arreglar los problemas en las grandes ciudades. Por ello, en un primer momento, la mayoría de las acciones se centró en las condiciones de vida físicas de los pobres urbanos a través de mejoras de saneamiento, leyes de luz solar, etc., que fueron asociadas en general con la planificación urbana y no con la noción regeneración urbana como tal (Cullingworthy & Nadin, 2006); en un segundo momento, determinado por el fuerte proceso de transformación que enfrentaban las ciudades producto de las nuevas estructuras socioeconómicas y funcionales, se comenzaron a desarrollar diversos procesos vinculados con la noción de regeneración urbana, “reinterpretando y reinventando partes de la ciudad que no habían funcionado” (Frost, 2017, s.p.). Desde este requerimiento, además de una significativa producción habitacional, durante gran parte del siglo XX la transformación del modelo de desarrollo modificó la forma de pensar las ciudades, la que utiliza el proyecto urbano como instrumento de intervención, entendido como “aquel proyecto unitario de arquitectura, de dimensión apreciable, que pretendía representar, a pesar de los propios límites físicos, la forma ejemplar de la ciudad moderna” (Portas, 2003 citado en Etualin y González, 2014, p. 175). Sin embargo, desde la década del setenta, producto del aumento de la población urbana, se comenzó a instalar por primera vez la idea de abordar las desigualdades del territorio como elemento clave de sostenibilidad. A partir de ese momento, la regeneración urbana, entendida desde una perspectiva exclusivamente física, empezó a transitar a hacia un enfoque integral de intervención para ocuparse del deterioro de las áreas urbanas (Hopkins, Benjamin & Carter 1997; Roberts & Sykes, 2000; Turok, 2005). Los nuevos desafíos y cuestionamientos de la regeneración como instrumento de intervención urbana De la mano de acelerados procesos de urbanización y transformación de las estructuras socioeconómicas, el capitalismo y la globalización económica (Blanco, 2009; Fainstein & Campbell, 1992; Sassen, 2007) han determinado que en las últimas décadas comenzaran a aparecer fuertemente y de manera más compleja los problemas relacionados con el deterioro urbano y la exclusión social (Blanco, 2009; CE, 2010c; Fernández, 2013). Esta realidad, ha venido
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Sin embargo, esta realidad evidencia cómo la regeneración podría estar enfrentando una cierta deriva en su aplicación, puesto que, “a pesar de la existencia de un enfoque teórico comúnmente admitido, no se ha llegado a un enfoque práctico, es decir, a un entendimiento de cómo gestionar, planificar y evaluar el desarrollo sostenible integrado, aplicable al territorio” (Alonso, 2018, p. 31).
En este contexto, si bien la noción de regeneración surge inicialmente en Reino Unido, con la firma en 2007 de la “Carta de Leipzig sobre la Ciudad Europea Sostenible” y del “Tratado de Lisboa”, esta recibe un significativo impulso en Europa que pone énfasis en la necesidad de desarrollar políticas que favorezcan el desarrollo urbano integrado, prestando especial atención a las áreas urbanas más desfavorecidas y a una organización territorial equilibrada (CE, 2007). Posteriormente, la “Declaración de Toledo” (CE, 2010a), ratifica estas ideas, entendiéndolas como la oportunidad de revalorizar, optimizar y preservar el capital urbano existente. De este modo, con el desafío de avanzar hacia un desarrollo urbano más inteligente, sostenible y socialmente inclusivo, se instala institucionalmente en Europa la denominada regeneración urbana integrada, RUI, como “[Un] proceso planificado que debe trascender los ámbitos y enfoques parciales que solían ser la norma hasta ahora, para abordar la ciudad como un todo funcional y sus partes como componentes de todo el organismo urbano” (CE, 2010b). De manera más reciente, en el contexto latinoamericano la cumbre Hábitat III celebrada en Quito en el año 2016, deja como resultado la denominada “Nueva Agenda Urbana”, instrumento que busca impulsar el desarrollo humano sostenible, apoyado en una amplia concertación de políticas públicas. Dentro de estas, en materia de planificación y gestión del desarrollo espacial urbano, otorga: 97. Prioridad a la renovación, la regeneración y la adaptación de las zonas urbanas, según sea necesario, incluida la mejora de los barrios marginales y los asentamientos informales, construyendo edificios y espacios públicos de calidad, promoviendo enfoques integrados y participativos en los que intervengan todos los habitantes y los interesados pertinentes, y evitando la segregación espacial y socioeconómica y la gentrificación, y al mismo tiempo preservando el patrimonio cultural y previniendo y conteniendo el crecimiento urbano incontrolado (ONU, 2017, p. 29). En consecuencia, podemos constar cómo la regeneración urbana se presenta en la actualidad como el “epicentro de
una nueva generación de políticas urbanas” (Castrillo et al., 2014, p. 130), a partir de lo cual ha pasado a ser parte del abanico de conceptos de buenas intenciones que tienden a posicionarse recientemente desde el lenguaje institucional globalizado vinculado a la intervención de la ciudad, configurando lo que Fernando Carrión (2016) ha denominado como el urbanismo de las palabras. Rodríguez y Sugranyes (2017) son críticos en este sentido, cuando señalan que las propuestas desarrolladas en la nueva agenda urbana han dejado la percepción de que “sirve a todos los ámbitos posibles y para cualquier propósito” (p. 165), constituyéndose en “un documento sin prioridades, sin instrumentos claros ni un marco preciso para que pueda ser implementada por los Estados” (p. 172). Es quizás por ello que, aunque la regeneración urbana ha sido altamente aceptada entre los expertos sociopolíticos, con el objetivo de lograr la cohesión socioeconómica a través de la integración institucional (Farinós, 2008 citado en Somoza, 2013), en los últimos años también ha comenzado a estar en tela de juicio, tanto por sus mecanismos de intervención como por los efectos generados en el territorio. Para algunos autores, en este sentido, la regeneración urbana ha sido la principal estrategia neoliberal de producción de la ciudad (Alonso, 2018; González, 2018). Estos argumentan que, a pesar de que la integralidad es fundamental para el desarrollo urbano sostenible, muchas de las políticas de regeneración estarían enfocadas fundamentalmente en el crecimiento económico de las ciudades (Bretton Woods Project, 2009; González, 2018). De hecho, la experiencia de muchas ciudades “ha demostrado que el despliegue de los intereses inmobiliarios privados en la rehabilitación de tejidos urbanos existentes se ha saldado sistemáticamente con la expulsión de los habitantes de menos recursos en beneficio de clases más altas” (Castrillo, et al., 2014, p. 137). Por otra parte, está la amplia utilización realizada por las instituciones en torno a la regeneración urbana, a través de la cual podemos constatar la falta de precisión sobre el alcance y el propósito con que está siendo manejada como instrumento de intervención. Para Tallon (2013) “Due to its nature and practice, urban regeneration is far from being a completely fixed set of guiding principles and practices and does not have a proven or well- established track record of success”⁴. Finalmente, está la integralidad prometida por la regeneración urbana con el desafío de alcanzar la sostenibilidad ambiental, social y económica de las intervenciones. Sin embargo, ya existen algunas evaluaciones que indican que la regeneración se ha aplicado desde una “perspectiva reduccionista de mejora urbana competitiva, perdiendo ese enfoque de proceso planificado que había de trascender
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a complejizar las respuestas en materia de planificación urbana, a partir de lo cual la regeneración ha comenzado a posicionarse como una herramienta diciplinar, que tiende a identificarse con prácticamente cualquier tipo de intervención sobre tejidos urbanos existentes, sean estos de las características que sean (barrios, áreas industriales en desuso, etc.) , constituyéndose en un concepto amplio de múltiples significados, que involucra a muchos actores de diversas áreas políticas, en diferentes escalas y niveles espaciales (Parkinson, 1996).
los ámbitos y enfoques parciales hasta ahora habituales, para abordar la ciudad como una totalidad funcional, y sus partes, como componentes del organismo urbano” (CE, 2010c, s.p.). Configuración del concepto de regeneración urbana en el contexto chileno Desde un enfoque amplio del concepto, en nuestro país, es posible plantear que las transformaciones urbanas impulsadas por Benjamín Vicuña Mackenna en 1872 a través del “Plan de transformación de Santiago”, ya constituyen formas de regeneración urbana. Con la aspiración de renovar las costumbres, usos y hábitos de la vida urbana, bajo un énfasis que pretende instalar la idea de progreso y una imagen de modernidad por medio del ordenamiento del trazado de la ciudad, así como a través de la formulación de medidas para abordar el deterioro y las condiciones de habitabilidad, etc. se realizaron obras como la transformación de los barrios del sur; la creación de nuevas plazas; la apertura o el empedrado de calles; proyectos de aceras; o el ochavamiento de las esquinas (De Ramón, 2000; Gurovich, 2000).
Bajo este mismo enfoque, es importante mencionar la acción de regeneración que asume el Estado frente a los terremotos, donde la reconstrucción de las ciudades comienza a ser abordada como oportunidad para la modernización de estas. Representativo es el terremoto de Chillán en 1939, donde la transformación de la trama urbana existente buscó adecuarse a las necesidades de una ciudad moderna, pero sin llegar a la tabula rasa. Como parte de un debate centrado en comprometer la planificación con la realidad del lugar, este enfoque comienza a aplicarse en otras ciudades del país, proyectado en coherencia con las estructuras preexistentes y con el objetivo de mantener la escala de la ciudad, asegurando con ello el desarrollo de la vida urbana sin rupturas singulares (Fuentes, 2005).
En la década de los treinta, coincidentemente con la invitación realizada al arquitecto vienés Karl Brunner y el inicio de una gestión científica de las ciudades (Pávez, 2009), se pueden identificar nuevas acciones de transformación y mejoramiento cuyo foco estuvo en embellecer, higienizar y organizar el crecimiento urbano, instalando la noción regeneración como cuestión clave de intervención. Al alero de la implementación de los primeros planes reguladores, se impulsaron diversas acciones centradas tanto, en la producción habitacional y en la cobertura de los servicios de agua potable, alcantarillado, gas y electricidad, como en la ejecución de proyectos urbanos y de infraestructura. A modo de ejemplo: la construcción del Barrio Cívico de la ciudad de Santiago a través de la demolición de tejidos obsoletos y la remodelación del parque Bustamante, entre otras.
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La Ley 1838 de Habitaciones Obreras (Ministerio del Interior, 1906), como hito que marca el inicio de la producción habitacional por parte del Estado, trajo también consigo la implementación de una serie de iniciativas de regeneración urbano-habitacional tendientes a realizar procesos de higienización y a resolver las malas condiciones de habitabilidad de muchas viviendas existentes, que eran húmedas, mal ventiladas y desprovistas de luz solar (Folchi, 2008). Entre estas medidas destacan: el saneamiento de conventillos por medio de la reparación y dotación de servicios mínimos (agua potable o conexión a alcantarillado)⁵; la demolición de aquellos considerados como insalubres; y la implementación de un sistema de alquileres (Hidalgo, 2005).
Figura 1. Construcción paseo Bulnes, año 1938. Fuente: Israel y Martínez, 2010, s.p. El deterioro y las diversas problemáticas que se comienzan a visualizar en ciertas ciudades producto de la acelerada urbanización, la creciente concentración de población y de actividades, marcó el debate en torno a la renovación urbana en las décadas siguientes. De este modo, su uso se comienza a instalar como un concepto que sirve para referirse a diversas formas de remodelación, llegando incluso a formularse un proyecto de Ley de Renovación Urbana⁶ que, aunque fue aprobado en sus términos generales, nunca llegó a implementarse (Atisca, 1962).
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Figura 3. Construcción Remodelación San Borja hacia 1970. Fuente: Archivo del Instituto de Historia y Patrimonio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile.
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Figura 2. Subdivisión de una toma de terreno. Población La Victoria, 1959. Pedro Aguirre Cerda. Fuente: Tabilo, 1959 citado en Bustos-Peñafiel 2020 p. 23.
Bajo el concepto de renovación urbana, con una significativa influencia de las operaciones de urban renewal realizadas por ciudades norteamericanas a partir de la década de 1950 (Raposo y Valencia, 2005), se puede identificar a principios de los años setenta, los denominados seccionales de remodelación. Como una línea de acción de la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu), las llamadas Remodelaciones constituyen una acción declarada de regeneración desde el Estado, cuyo objetivo era de alcanzar el mejoramiento y la renovación de áreas deterioradas y mal aprovechadas de la ciudad, densificando y liberando una alta proporción de suelo para fines de higiene ambiental y recreación de sus habitantes, para lo cual fueron dotadas de infraestructura, áreas verdes, servicios y equipamientos necesarios (Bustos 2014b; Minvu, 1968; Lawner, 2013; Raposo y Valencia, 2005). De este modo las Remodelaciones, en tanto proyecto residencial, se convirtieron en un instrumento de regeneración y en una pieza de transformación urbana. En medio de la dictadura y de la fuerte recesión económica de la década de los ochenta no hubo acciones concretas asociadas a la noción de regeneración urbana o habitacional. Por el contrario, en un contexto neoliberal, en el que la mercantilización habitacional caracterizada por estándares mínimos se volvió el foco de la producción, es posible constatar cómo se pasó desde un enfoque
centrado en alcanzar el paradigma de la ciudad moderna, a otro donde prima la construcción de una extensa superficie urbana de carácter periférico y precario, con el único objetivo de responder masivamente al déficit habitacional (Bustos, 2005; De Mattos, 2002; Ducci, 1997; Rodríguez y Sugranyes, 2010). Este escenario, junto con el deterioro y despoblamiento de las áreas centrales, marcará uno de los principales ámbitos de preocupación del Estado en materia de regeneración. La regeneración como herramienta de gestión urbana y equidad territorial Ya en la década de los noventa, con el regreso a la democracia, adaptada a un nuevo impulso económico, reapareció la regeneración por medio de intervenciones urbanas desarrolladas por la vía de las concesiones y el fortalecimiento de la relación público-privada. Vista como valor de cambio, desde un sentido de oportunidad para la ciudad (Etulain y González, 2014), se comenzaron a observar nuevas lógicas de actuación en materia de regeneración, las cuales se encontraban vinculadas con infraestructuras y grandes proyectos urbanos, la formación de nuevos centros urbanos y/o financieros o medidas que buscaban impulsar el repoblamiento del centro de Santiago. Sin embargo, al igual que en el contexto internacional—marcado por una serie de procesos de transformación de las estructuras socioeconómicas, de orden global, en el que aparecen fuertemente y de manera más compleja los problemas relacionados con la exclusión social (Blanco, 2009)—, desde una mirada de política pública, se comienza a instalar en Chile la regeneración urbana como herramienta de intervención en los territorios vulnerables Agudizados por la significativa extensión que han desarrollado las ciudades, surgieron diversos requerimientos de regeneración urbano-habitacional en los que se puede identificar la clara necesidad de consolidación de los territorios fragmentados de vivienda social construida de manera masiva y homogénea apenas en años anteriores. Sumado a ello, se instala la necesidad de densificación, activación y protección de las áreas centrales —vinculadas en muchos casos a la problemática del patrimonio, la inmigración, el subarriendo, etc.—, así como la necesidad de densificación y protección de las áreas pericentrales producto del allegamiento, las malas condiciones de habitabilidad de las viviendas —en muchos casos autoconstruidas—, y la fuerte amenaza que enfrentan hoy por parte de las inmobiliarias, debido a su buena localización (Bustos-Peñafiel, 2020).
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A fines de los años cincuenta y durante la década del sesenta, la Corporación de la Vivienda (Corvi) desarrolló diversos programas vinculados con la lógica del lote como la “autoconstrucción y ayuda mutua”, las “erradicaciones” o las “operaciones sitio”, con el objetivo de organizar las ocupaciones irregulares existentes por medio del diseño, y —en algunos casos—, la urbanización (entendida como acceso a servicios básicos) de grandes paños residenciales en los bordes de la ciudad (Bustos-Peñafiel, 2020; Palmer y Vergara, 1990; San Martín, 1992). En su calidad de acciones colectivas que sostendrán un proceso de transformación urbana en el tiempo, este tipo de actuaciones pueden ser consideradas como operaciones de regeneración en la medida en que la trama y concepción del proyecto residencial pasa a ser el soporte sobre el cual se desarrolla un constante proceso de regeneración y consolidación. Esto se puede constatar al observar cómo la propia organización y demanda vecinal va conquistando la urbanización (luz, alcantarillado, agua potable, pavimentación), el acceso a equipamientos, así como la ulterior construcción o autoconstrucción habitacional de los lotes. De este modo, la toma de terreno se constituyó como la primera piedra de un proceso de regeneración urbano-habitacional que se desarrollará a través de una constante transformación y consolidación en el tiempo, caracterizando social y espacialmente el actual pericentro de la ciudad.
Figura 5. Deterioro condominios sociales construidos, en las décadas de los años ochenta y noventa, en áreas periféricas de Santiago. Fuente: Archivo personal.
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Figura 4. Deterioro áreas centrales y pericentrales de Santiago. Fuente: Archivo personal.
En este contexto, ante la necesidad de “amortizar las patologías de un espacio de injusticia producido en democracia” (Hidalgo, 2011, p. 86), a escala territorial —aunque aún sin plantear una mirada coordinada de las inversiones urbanas con las habitacionales (Minvu, 2009)—, comienzan a aparecer de manera incipiente los programas de Parques Urbanos, Pavimentos Participativos, Equipamiento y Mejoramiento Comunitario. A nivel habitacional, con el objetivo de abordar el deterioro de los bloques de vivienda social en altura, un primer hecho relevante es la implementación de la Ley de Copropiedad Inmobiliaria N° 19.537 de 1997, que permitió a partir de ese momento, la inversión pública en el mantenimiento, ampliación o mejoramiento de los bienes comunes de los condominios sociales. Ya iniciado el siglo XXI, tal como sucede a nivel global, a partir de un enfoque centrado en fomentar la integración y reducir la desigualdad con políticas “basadas en la cooperación, el diálogo y la participación; (que) promuevan la intersectorialidad en la gestión de los programas, y la integralidad de las intervenciones” (Bachelet, 2005), en el año 2006, el Minvu define la Política urbano-habitacional de mejoramiento de calidad e integración social. De este modo, la denominada “nueva política habitacional” (2006), aunque siguió bastante centrada en abordar el déficit, tomó formalmente las primeras decisiones⁷ tendientes a hacerse cargo desde ahora, del parque habitacional ya construido, a través de programas y líneas de inversión que buscan atender el deterioro de la vivienda, las copropiedades y la escala barrial, a partir de un fuerte componente de participación vecinal y articulación municipal. Probablemente influenciado por el debate internacional, centrado en la problemática de las desigualdades urbanas, se puede ver cómo, bajo una nueva lógica para enfrentar el deterioro habitacional y el déficit urbano, el Estado ha comenzado a hablar de políticas públicas que están transitando desde un
enfoque centrado en el “déficit cuantitativo” a otro enfocado en el “déficit cualitativo”, lo que queda reflejado en el diseño y el aumento de la inversión en programas de mejoramiento y la provisión de equipamientos. Este relato se puede constatar también cuando la política pública comienza a vincular el enfoque de regeneración con la idea de integralidad, a través de la cual se apuesta por alcanzar la sostenibilidad desde la multidimensionalidad de las intervenciones, a pesar de que estas son desarrolladas sectorialmente. En consecuencia, complementariamente al aumento de la inversión sectorial en materia de espacios públicos, infraestructura y proyectos urbanos, en el año 2006 se implementaron los programas de Protección al Patrimonio Familiar (D.S. 255) y de Recuperación de Barrios (D.S.14). Posicionados como los programas de referencia en materia de regeneración urbano-habitacional, y a la luz de los aprendizajes y la aparición de nuevos requerimientos, estos se han ido actualizando permanentemente, así como han colaborado en el diseño e implementación de otros programas, junto con el diseño de metodologías de focalización⁸ con énfasis en aquellos territorios más vulnerables. Destaca el Plan Piloto de Condominios Sociales implementado en el año 2008 con el objetivo de abordar integralmente los conjuntos habitacionales en copropiedad, atendiendo de manera simultánea al mejoramiento físico como al fortalecimiento de la organización social. Como una forma de perfeccionar el Programa Segunda Oportunidad, aparece posteriormente el Programa de Regeneración de Conjunto Habitacionales (D.S. 18, 2017), con el objetivo de llegar a aquellos casos de vivienda social altamente deficitarios o irrecuperables, a través de intervenciones de carácter estructural, en las que están consideradas ampliaciones de bloques o demoliciones, al igual que las realizadas bajo la Ley de Habitaciones Obreras o por la Cormu, en cuanto a problemáticas de obsolescencia.
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Figura 6. Parque inundable la Hondonada. Antes y después. Comuna de Cerro Navia. Fuente: Archivo personal.
Figura 8. Esquema de programas vinculados con la regeneración urbano-habitacional implementados por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo desde 1997. Fuente: Elaboración propia.
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Figura 7. Población Santa Adriana en el año 2018, a cinco años de realizada la intervención del Programa de Recuperación de Barrios. Fuente: Archivo personal.
Figura 10. Ampliación de viviendas. Conjunto habitacional Brisas del Mar. Viña del Mar. Programa de Regeneración de Conjuntos Habitacionales. Fuente: Archivo personal.
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Figura 9. Programa Segunda Oportunidad. Demolición dos blocks en la Villa Marta Brunet. Sector Bajos de Mena. Comuna de Puente Alto. Fuente: Bajos de Mena Radio.
Aunque el desafío de articular las acciones en el territorio aún es muy incipiente, es interesante constatar cómo se ha ido ampliando la idea de “déficit cualitativo” en el foco de atención de las políticas habitacionales y urbanas. Este ha pasado de un enfoque centrado en el deterioro de viviendas que no cumplían con los estándares mínimos de materialidad o que no contaban con servicios básicos (Mac Donal, 1986), a uno territorial de mayor complejidad, con programas que abordan la regeneración de la escala barrial, urbana o la pequeña localidad. De este modo, se puede observar cómo a partir de una noción de regeneración que posiciona la participación y la sostenibilidad como principios, el nuevo enfoque territorial ha implicado comenzar a instalar la idea de “integralidad” como mecanismo de intervención, con el desafío de articular diversas acciones, inversiones, actores e interlocutores en el territorio. Entendiendo las desigualdades urbanas como una problemática crítica en el país, recientemente, la Política Nacional de Desarrollo Urbano de 2014, a través de la formulación de tres reformas interrelacionadas: 1) La creación de nuevas instituciones descentralizadas y participativas; 2) la formulación de un sistema integrado de planificación; y 3) la formulación de una política de suelo para la equidad urbana y la integración social, ha venido a instalar desde el Estado propuestas en torno a la regeneración y sus nuevos requerimientos. En efecto, a partir de estas propuestas se señala que la regulación es insuficiente para revertir la actual desigualdad urbana, y se establece de manera explícita la necesidad de abordar la regeneración de la ciudad como una herramienta para superar la segregación urbana, definiendo como objetivo principal “Priorizar la inversión en infraestructura y la gestión pública del suelo como herramientas para equidad y regeneración urbana” (CNDU, 2015, p. 20), para ello se propone entre otras me-
didas, la elaboración de Planes de Regeneración Urbana como instrumento de planificación estratégica. Conclusiones En el contexto chileno en el que predomina una fuerte inequidad y segregación urbana, con un desmedido crecimiento de muchas ciudades y una evidente carencia de suelo urbano, resulta perentorio, desde la planificación y el diseño de las políticas públicas, considerar la regeneración urbano-habitacional como herramienta de intervención. Por ello, resulta fundamental la revisión de los enfoques y conceptos ligados a la noción de regeneración en Chile, ya que de esta forma es posible indagar en el sentido y en las claves de la ciudad construida, a fin de entender las futuras implicancias que la regeneración podría tener en los procesos de transformación urbana. Desde este desafío, se puede constatar cómo la noción regeneración aparece en primera instancia como un problema de salud pública centrado en el higienismo de las ciudades, para actuar, posteriormente de la mano de los procesos de institucionalización y modernización social, como una herramienta que colabora en resolver la problemática de la vivienda, la planificación y el embellecimiento de las ciudades. A partir de la creación de la Corvi, es interesante observar cómo la implementación de las operaciones sitio, entendidas como una solución inicial frente a lo que será formación del actual pericentro, se han ido convirtiendo en un territorio en permanente proceso de regeneración y consolidación, tanto por las distintas demandas de sus habitantes en el tiempo, como por los nuevos desafíos de densificación de la ciudad. La revisión de estos enfoques permite relevar también el sentido de integración urbana que buscaban alcanzar los “seccionales de remodelación” de la Cormu, los que, actuando en áreas de obsolescencia funcional en el centro de la ciudad consolidada, se pueden entender en sí mismos como piezas de regeneración urbano habitacional. El golpe de Estado de 1973 produjo que muchas de estas acciones quedaran sin terminar lo que, además de determinar un alejamiento de la noción de regeneración por casi dos décadas, favoreció, por el contrario, la formulación de políticas públicas centradas en un fuerte enfoque cuantitativo configurando territorios vulnerables que rápidamente presentaron un significativo requerimiento de regeneración. Desde esta trayectoria, reconociendo la influencia internacional de los nuevos enfoques de equidad, integralidad y sostenibilidad, resulta interesante reconocer el objetivo de las recientes políticas públicas, las que han pasado desde un foco en lo cuantitativo a otro centrado en lo cualitativo, contexto en el cual, la regeneración se ha
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Si se consideran los programas que atienden exclusivamente la dimensión habitacional, espacios públicos o dotación de equipamientos hasta aquellos de mayor complejidad, llama la atención, por un lado, la estrechez programática y metodológica existente entre ellos, así como, la reciente necesidad que han desarrollado de trabajar de manera conjunta, articulando subsidios e inversiones en la escala barrial, para comenzar a demandar en la actualidad una mirada de intervención basada en lo que se ha denominado Zonas Prioritarias de Interés Público (Minvu, 2017). Se trata de la configuración de territorios de escala intermedia entre el barrio y la ciudad, las cuales —sobre la base de la formulación de planes estratégicos— se han comenzado a instalar recientemente como mecanismo para favorecer la articulación de las diversas intervenciones a partir de una mirada mayor.
Desde una mirada territorial, es fundamental, en este sentido, evidenciar cómo el actual escenario administrativo del país podría estar afectando las posibilidades de integralidad de las actuaciones, limitando el impacto de las intervenciones. Con políticas públicas altamente centralizadas y estandarizadas, a la vez que altamente sectorizadas, sin una capacidad real, ni mecanismos concretos de coordinación entre los distintos actores (habitantes, gobiernos locales, sociedad civil, sector privado, entre otros), es razonable preguntarnos, si los programas de regeneración en Chile tienen la capacidad de promover las acciones integradas, coordinadas y sostenibles en el territorio.
mentados en materia de regeneración, se hace urgente comenzar a indagar en relación con los mecanismos de formulación y evaluación de las políticas públicas y programas de intervención, así como en relación con los instrumentos de gestión y modelos de gobernanza. Desde este punto de vista, con el propósito de alcanzar la sostenibilidad de las acciones, es fundamental relevar el enfoque territorial como mecanismo de intervención, por medio de una visión de planificación estratégica respecto de los momentos, actores y escalas de actuación. Finalmente, con el desafío de disminuir los altos niveles de desigualdad y segregación espacial existentes, es relevante entender que el desafío de la integralidad debe ser liderado desde el Estado como diseñador y coordinador de las distintas acciones (inversiones) y los actores del territorio, favoreciendo la posibilidad de alcanzar de manera real y efectiva la urgente equidad territorial. Referencias bibliográficas
Desde el desafío de la equidad territorial, si observamos los actuales patrones urbanos de segregación al interior de la ciudad, así como algunos efectos que han tenido algunas acciones de regeneración urbano-habitacional, se abre el debate respecto de los distintos mecanismos que se están utilizando para abordar la regeneración, el mejoramiento y la consolidación urbana. La especulación inmobiliaria en ciertos sectores de la ciudad —que ha generado la expulsión de los habitantes originales—, o la preocupante persistencia del deterioro y el conflicto social en territorios vulnerables —que precisamente la política pública busca integrar a la ciudad—, son, en este sentido, ámbitos pendientes de investigación.
Alonso, M. (2018). El modelo “sostenible” heredado por los ins-
Cabe preguntarse entonces, si la actual noción de regeneración urbana definida como una herramienta de actuación multidimensional e integral es realmente una herramienta válida de actuación o más bien no está tendiendo a la instalación de una versión única de ciudad: la ciudad formal. Sobre este cuestionamiento, resulta clave indagar si, tras el posicionamiento de la regeneración como instrumento global de intervención, en realidad se esconde el propósito de producir una ciudad ordenada, limpia, estética, higiénica, y con ello, un territorio urbano que no da cabida a otros tipos de ciudad, como la ciudad autoconstruida, la ciudad informal, entre otras, fomentando la exclusión de quienes no pueden acceder a ella.
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Si bien hay consenso en el diagnóstico del deterioro, así como de las múltiples problemáticas sociales y urbanas existentes en nuestras ciudades —como temáticas que han sido ampliamente estudiadas—, además de diversos aprendizajes en torno a los recientes programas imple-
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Notas 1 Recibido: 20 de abril de 2020. Aceptado: 18 de junio de 2020. 2 Contacto: monica.bustos@uchilefau.cl 3 Se trata de un compromiso, firmado ante la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo, en el cual se afirma que el desarrollo urbano en el país requiere un diseño de política coherente para resolver los críticos desafíos de la inequidad urbana y la pobreza (OECD, 2013). 4 “Debido a su naturaleza y práctica, la regeneración urbana está lejos de ser un conjunto completamente fijo de principios y prácticas rectores, y no tiene un historial de éxito probado o bien establecido”: traducción propia.
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Aires: Katz Editores.
LOS PROCESOS DE MIXTURACIÓN SOCIOESPACIAL Y SU EVOLUCIÓN EN LA CIUDAD DE TEMUCO, 1992-2017 1,2 SOCIO-SPACE MIXING PROCESSES AND THEIR EVOLUTION IN THE CITY OF TEMUCO, 1992-2017
Resumen
Abstract
La producción actual del espacio urbano chileno está fuertemente condicionada por el actuar del mercado inmobiliario y la flexibilización que el Estado hace de las normativas de edificación. A partir de este escenario, en las últimas décadas es posible observar importantes problemas de segregación residencial en las principales ciudades chilenas, lo que agrava las posibilidades de encuentro entre distintos grupos. Si bien el tema de las relaciones sociales en las ciudades ha sido abordado por muchos estudios, lo cierto es que la gran mayoría utiliza los indicadores tradicionales de segregación residencial, obviando con ello los determinantes que configuran la posición de clase en los espacios urbanos. El presente trabajo describe los procesos de mixturación socioespacial en Temuco, una de las ciudades intermedias de Chile con mayor crecimiento poblacional en el último tiempo. Considerando las dimensiones ocupacionales de las personas en el mercado laboral, que teóricamente están a la base de la noción de clase social, se comparan el nivel y tipo de relaciones sociales en distintas zonas de la ciudad durante el periodo intercensal 1992-2017. Combinando análisis estadísticos descriptivos y exploratorios, y utilizando la zona y entidad censal como unidad territorial, los resultados indican una ampliación de la mixturación social en extensas áreas, y una consolidación de las clases más altas al poniente de la ciudad. Finalmente, y como constata este artículo, los grupos más favorecidos se han distanciado con el tiempo de las clases medias y bajas.
Current production of Chilean urban space is heavily conditioned by the performance of the real estate market and State’s flexibility with building regulations. From this scenario, in the last decades it is possible to observe important problems of residential segregation in main Chilean cities, which aggravates the possibilities of encounters between different groups. Although the theme of social urban relationships has been addressed by many studies, it is clear that the great majority use traditional indicators of residential segregation, avoiding the determinants that make up class position in urban spaces. The present paper describes the processes of socio-spatial mixing in Temuco, one of Chile's intermediate cities with the greatest population growth in the last time. Considering people’s occupational dimensions in the labour market, which theoretically constitute the notion of social class, level and type of social relationships in different areas of the city are compared during the intercensal period 1992-2017. Combining descriptive and exploratory statistical analysis and using the area and censorial entity as a territorial unit, the results indicate an extension of social mixing in large areas, and a consolidation of the highest classes at the west side of the city. Finally, and as shown in this article, the most favoured groups have grown apart from middle and low classes over time.
Palabras clave
Keywords
clases sociales; relaciones socioespaciales; segregación residencial
residential segregation; social classes; socio-spatial relationships
Cómo citar este artículo: Rojo-Mendoza, F. (2020). Los procesos de mixturación socioespacial y su evolución en la ciudad de Temuco, 1922-2017. Revista 180, 46, 91-105. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-776 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-776
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Félix Rojo-Mendoza3, Universidad Católica de Temuco, Temuco, Chile
En el contexto urbano, las inequidades en el acceso a los espacios reflejan la entrega desigual de bienes materiales y simbólicos que se da en el sistema de estratificación social. En este sentido, y debido al rol que cumple el mercado en la extracción de renta del suelo, y a las brechas de precios resultantes, ciertos sectores sociales terminan por apropiarse del suelo urbano (Harvey, 2014; Smith, 2012), mientras que otros quedan excluidos, provocando importantes problemas de segregación residencial.
y considerando algunas críticas respecto de la exclusión de la categoría clase social en las mediciones tradicionales de segregación socioespacial, este artículo tiene como finalidad explorar las tendencias en los procesos de mixturación socioespacial en Temuco. Los alcances en la medición de la segregación socioespacial La segregación socioespacial apunta a los desequilibrios en la localización de grupos sociales en el espacio físico sobre la base de dimensiones socialmente significativas, como rasgos raciales y étnicos, ingresos, educación o edad (Massey, Rothwell & Domina, 2009; White, 1983). Desde principios de la década del cuarenta, comenzaron a surgir modelos cuantitativos que intentan medir este fenómeno en las ciudades. Entre estos modelos destaca el índice de disimilitud de Duncan y Duncan (1955), el cual se consolida con una serie de trabajos realizados en el contexto norteamericano (Massey, 1981; Massey & Eggers, 1990).
A partir de lo anterior, todo modelo de clases que intente considerar al espacio físico debe poner énfasis en la descripción y análisis de la relación entre grupos distintos, definidos estos sobre la base de dimensiones ocupacionales, tal como sugieren las perspectivas vinculadas con la estratificación social.
Al índice de disimilitud le siguen otros modelos, como el denominado índice espacial de segregación residencial, o el índice de aislamiento social, que intenta medir el grado de homogeneidad social de las áreas internas de una ciudad, considerando así las posibilidades espaciales de interacción entre distintos grupos (Martori, Joan y Hoberg, 2004; Sabatini, Wormald, Sierralta y Peters, 2010). Una derivación de este último modelo es el índice de exposición (Mach, 1975; Massey & Mullan, 1984), el cual estima las contigüidades residenciales, es decir, las probabilidades asignadas al contacto de personas con características diferentes (Massey & Denton, 1988). Sin embargo, la incorporación de la variable ingresos en los modelos que miden la segregación residencial ha recibido ciertos cuestionamientos. Un ejemplo de ello lo representa el trabajo de Jargowsky (1996), quien establece una nueva estrategia metodológica que resguarda los cambios en los parámetros de distribución de ingresos, algo que no hace el índice de disimilitud. Esta propuesta controla el nivel medio de ingresos y la cantidad total de desigualdad producida (como porcentaje de variación del ingreso total), para lo cual se basa en la utilización de desviaciones estándar de ingresos.
El presente trabajo tiene por objetivo medir las relaciones socioespaciales en la ciudad de Temuco, considerando para ello la cercanía y lejanía entre las distintas clases sociales en el periodo 1992 y 2017. Para ello, el procedimiento contempló la utilización de variables ocupacionales tal como lo sugieren las perspectivas que estudian la estratificación social. Sin embargo, y debido a las diferencias de contenido entre los censos de 1992-2002 con el de 2017, origen de los datos acá utilizados, no fue posible establecer comparaciones sobre la base de una misma metodología. Aún así,
En Chile el estudio de la segregación socioespacial se ha vinculado principalmente a las diferencias socioeconómicas de la población, razón por la cual los ingresos o las variables proxy a estos son los aspectos más considerados. Así, y a partir de fuentes censales, o la combinaciones de estos datos con encuestas de hogares para mejorar las estimaciones socioeconómicas (Agostini, Hojman, Román y Valenzuela, 2016), la mayor parte de los trabajos contemplan los determinantes del ingreso en sus mediciones, aplicado el índice de disimilitud (Garín, Salvo y Bravo, 2009; Ortiz, Escolano y Moreno, 2017;
A pesar de la relevancia que reviste la noción de clase social para explorar las diferencias de acceso a bienes materiales y simbólicos en las sociedades, las mediciones que se hacen de las desigualdades que enfrentan distintos grupos por acceder a los espacios urbanos terminan, por lo general, considerando aspectos muy distintos a la discusión acerca de la estratificación social. En este sentido, si bien las mediciones en torno a la segregación socioespacial han intentado dar cuenta de los grados de integración de distintos grupos en el espacio urbano, estas presentan un importante problema respecto de la discusión del reparto desigual de bienes y poderes en el sistema social: la poca o nula consideración de la noción de clase social.
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Introducción Con el fin de establecer mecanismos de igualdad en la sociedad y, por tanto, de mayor permeabilidad entre distintos grupos, los Estados incorporan una serie de medidas que buscan reducir los desequilibrios sociales, entre los cuales destacan, por un lado, las políticas redistributivas del ingreso y, por otro, la masificación de la educación superior. Esto último permite, en teoría, mejorar el estatus en el sistema económico (Weber, 2014) y aumentar el capital cultural asociado a las personas (Bourdieu, 2006).
Sin embargo, la utilización de la variable ingreso o dimensiones proxy a esta como la educación o una serie de aspectos materiales del hogar, no asegura que la segregación exista entre grupos sociales diferentes. El aumento de los indicadores de educación y acceso al crédito en Chile, incluso de los sectores más pobres, hace que estas variables no sean pertinentes para hablar de segmentación social en los espacios. Si a esto se suma que las consideraciones de clase se hacen sobre la base de grupos sociales definidos bajo mecanismos altamente variables, y que existe escasa reflexión respecto de la escala de aplicación (Ruíz-Tagle y López-Morales, 2014), las mediciones tradicionales de la segregación no parecen captar adecuadamente las diferencias socioespaciales en Chile. Considerando los resultados de este tipo de mediciones respecto de la segregación socioespacial, y teniendo como objetivo la integración y mixtura social, muchos Estados implementan políticas para enfrentar este problema en las ciudades. En el caso chileno, y a partir de un tipo de incentivo neoliberal puesto en las personas de clases bajas, el Estado transformó a estos grupos vulnerables en demandantes de viviendas (Hidalgo, Alvarado y Santana, 2017; Sabatini, Rasse, Mora y Brain, 2012; Sabatini y Vergara, 2018). Lo anterior muestra cómo la discusión respecto de la integración socioespacial en Chile suele concentrarse en las formas de potenciar la localización de sectores pobres en áreas ricas, confundiéndose así la integración efectiva con lo que es la proximidad real de dos grupos distintos (Ruiz-Tagle, 2013; Ruiz-Tagle y Romano, 2019). Por ello es necesaria la discusión en torno a las clases sociales, los sistemas de estratificación social y su relación con los espacios urbanos. Aproximaciones a la relación espacio-clase Las clases sociales no son solo categorías metodológicas, como muchas veces se definen en los trabajos de segregación socioespacial, sino fundamentalmente dimensiones que traducen los actuales cambios que las sociedades experimentan. En este sentido, la operacionalización de esta noción debe poner énfasis en los determinantes ocupacionales de las personas, para lo cual las dimensiones tradicionales asociadas a las perspectivas neomarxistas (control de los medios de producción) y neoweberianas (posición de poder en el ámbito económico) son centrales.
Una alternativa que integra estas dimensiones está dada por la utilización de los modelos de estratificación social en los espacios urbanos. Estos modelos entienden las diferencias de clase a partir de la ocupación desempeñada por la persona y no de los bienes o de la educación que esta tenga. Y si bien ambas dimensiones pueden relacionarse con la actividad que realiza una persona en el mercado laboral, lo cierto es que la ocupación concentra gran parte de los aspectos teóricos que permiten entender los sistemas de repartos materiales y simbólicos en las sociedades. En el caso chileno, es posible constatar cambios importantes en la estructura socio-ocupacional en las últimas décadas, producto de las nuevas formas de producción. Estas se relacionan con un descenso de la clase obrera, un aumento de las clases medias o de servicios, y el establecimiento de diferencias entre aquellos trabajadores de “cuello-corbata” y aquellos pertenecientes a la aristocracia laboral (Fuentes y Link, 2014; Mac-Clure, 2012; Mac-Clure, Barozet, Galleguillos y Moya, 2015). Entre todos estos cambios en el contexto chileno, se destaca que la clase media es cada vez más amplia e indeterminada internamente, incluyendo en su interior muchos tipos de trabajadores (Mac-Clure, 2012) diferentes. Además, presenta una serie de diferencias respecto del consumo material y simbólico, lo que lleva a una amplitud de estilos de vida y prácticas culturales (Gayo, Méndez y Teitelboim, 2016; MacClure, Barozet, Galleguillos y Moya, 2015). A la luz de estos antecedentes, y a partir de los modelos de estratificación de Erikson y Goldthorpe (1993), existen algunos trabajos en Chile que intentan considerar el espacio en los estudios de segmentación social, como los de Mac-Clure et al. (2014), quienes aplican este modelo para entender las posibles desigualdades socioterritoriales a nivel subnacional, concentrando sus esfuerzos en la mesocratización (las nuevas clases medias). Otras investigaciones buscan describir las transformaciones en las estructuras sociales de los espacios como Santiago de Chile, a partir del establecimiento de grupos socioprofesionales basados en los criterios ISCO⁴ de estratificación (Link, Valenzuela y Fuentes, 2015; Salazar, Ugarte y Osses, 2014). Sin embargo, ninguno de estos trabajos considera la posición de clases en el sistema de estratificación social al momento de pensar las relaciones sociales que se dan en las ciudades chilenas. A esto se suma la escasa literatura referida a este tema en el contexto de ciudades intermedias como Temuco, destacando solo el trabajo de Garín et al. (2009), quienes abordan las relaciones sociales a partir del indicador tradicional de disimilitud de Ducan.
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Sabatini et al., 2010; Vergara y Garín, 2016), y algunas derivaciones metodológicas de este modelo como las basadas en las desviaciones estándar de los ingresos familiares para medir exclusión (Sabatini, Cáceres y Cerda, 2001), o la utilización de varianzas para determinar el componente geográfico de la heterogeneidad social (Rodríguez, 2001).
P 95 Figura 1. Comuna de Temuco y sus distritos censales, 2017. Fuente. Elaboración propia sobre la base del Censo 2017.
Metodología Considerando que el objetivo del artículo es describir los grados de mixturación socioespacial existentes en Temuco⁵ (Figura 1) durante las últimas décadas, se optó por trabajar con los Censos de Población y Vivienda de 1992, 2002 y 2017, a nivel de zona y entidad censal⁶. Sin embargo, y producto de la ausencia de la variable ocupacional en el Censo 2017, no fue posible la comparación bajo una misma metodología, razón por la cual este trabajo solo presenta tendencias para este último año. De igual forma, la descripción de la tendencia muestra regularidades con respecto a los otros dos censos, lo que motiva la discusión final en torno a las formas de integración en la ciudad durante los últimos años. A partir de lo anterior, para la construcción de las clases socioespaciales se contemplaron dos procedimientos distintos. Por un lado, se consideró la dimensión ocupacional presente en los censos de 1992 y 2002 para construir las clases sociales existentes durante este periodo. Por otro lado, se estableció un Indicador de Tipologías Socio-Espaciales (ITSE) para el
año 2017, el cual utilizó una combinación de tres variables relevantes para determinar teóricamente la clase social: la rama de actividad, el sector de desempeño ocupacional y la escolaridad de la población activa. En cuanto al trabajo con los censos de 1992 y 2002, se reconocieron los grupos ocupacionales en cada año, para posteriormente estimar los aportes porcentuales de cada categoría ocupacional a las zonas censales contempladas. A partir de lo anterior, se utilizó una combinación de dos métodos de análisis estadístico para definir las clases sociales existentes entre 1992 y 2002: un Análisis Factorial de Correspondencias Múltiples (AFCM) y un Análisis de Clasificación de Conglomerados Jerárquicos (ACCJ). Este procedimiento se basó en la estrategia descrita por Lebart, Morineau y Piron (1995), y aplicada en Chile por Link et al. (2015). Para obtener un sistema de clasificación socioespacial que permitiera diferenciar las clases altas de las bajas, se calcularon las distancias que existen entre aquellas ocupaciones
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ubicadas en la parte más alta de los modelos tradicionales de estratificación social, como dirigentes y grupos medios, y aquellos que están en la parte más baja, como obreros y trabajadores no calificados. En este procedimiento no se consideraron las categorías ocupacionales de servicios y agrícolas⁷, ya que estas no representan los extremos de la jerarquía socioocupacional.
Considerando estos siete clústeres, y con el fin de crear el ITSE, se calculó el puntaje estandarizado final por clúster, en donde a cada uno de los tres sectores económicos⁸ se les entregó un valor 10%, mientras que al puntaje estandarizado de escolaridad un 70%. ITSE= (z [primario] *0,1) + (z [secundario] *0,1) + (z [terciario] *0,1) + (z [escolaridad] *0,7) Esto implica, en teoría, que en cada uno de los sectores productivos la posición que ocupe la población activa estará determinada por el promedio de años de escolaridad en una zona censal particular. Es decir, y en sintonía con lo planteado por Erikson y Goldthorpe (1993), el grado de calificación dentro del mercado laboral es importante para establecer los mecanismos distributivos de bienes materiales y simbólicos en el sistema social. Por último, y al igual como se hizo para los años 1992 y 2002, se utilizó el indicador ITSE para establecer un sistema de clasificación socioespacial de clases en el año 2017. Finalmente, y contemplando todos los procedimientos anteriormente detallados, se estimaron los grados de mixturación socioespacial en las distintas zonas y entidades censales por cada año contemplado. Para los años 1992 y 2002 se utilizó la distancia en unidades de desviación estándar entre distintos grupos sociales al interior de cada clúster creado, lo cual permitió conocer los niveles de homogeneidad y heterogeneidad social⁹ que presentaban estos tipos espaciales. Por otra parte, para el año 2017 se introdujo una nueva dimensión: la desviación estándar que corresponde a los diferenciales de escolaridad al interior de cada tipología socioespacial.
En la fórmula de desviación estándar utilizada para los años 1992 y 2002, χι corresponde al puntaje estandarizado del porcentaje de categorías ocupacionales contempladas en cada una de las zonas censales, y N al total de categorías que fueron nueve. Para el año 2017, χι refleja el puntaje estandarizado de escolaridad, y N las tres ramas de actividad contempladas. Para procesar la información se trabajó en los softwares SPSS 20 para aquellos antecedentes contenidos en los censos de población, y ArcGis 10.5 para la georreferenciación de las tipologías socioespaciales presentes en Temuco. Encuentros y desencuentros de clases sociales en Temuco, 1992-2017 Las tendencias de segregación socioespacial que acompañaron la fundación de Temuco, asociadas a las diferencias entre colonos y mapuche (Rojo y Hernández, 2019), continuaron profundizándose durante el siglo XX, especialmente a partir de la introducción de los principios neoliberales que implicaron la liberalización del precio del suelo (Toledo, Romero y Garín, 2000). Como resultado de lo anterior, durante la década del noventa se agudizan los efectos negativos de la segmentación socioespacial sobre la calidad de vida de una parte importante de sus habitantes (Garín et al., 2009). En términos de estructura social, las transformaciones de Temuco en las últimas décadas no son muy distintas a las ocurridas en el resto de Chile: se observa que en esta ciudad se registra una disminución de la clase obrera y un aumento de la clase media. De hecho, este último grupo es el único que muestra una tasa de crecimiento positiva durante el periodo 1992-2017, con un incremento del 34,2%¹⁰. Todas las otras clases disminuyeron su presencia en la ciudad, en particular, la clase de servicios y la obrera con una caída en la tasa de crecimiento de un -13,2% y -11,7%, respectivamente. Mención aparte le corresponde a la clase agrícola que muestra una disminución de un -44,7% en Temuco. Si bien dicho grupo experimentó un alza importante entre 1992 y 2002, probablemente producto de la migración de zonas aledañas con fuerte penetración del sector forestal, su presencia disminuyó radicalmente hacia el año 2017 representando tan solo un 2,6% de los ocupados de Temuco¹¹ (Figura 2).
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Respecto de los procedimientos aplicados al Censo 2017, por cada una de las zonas censales se estimó el porcentaje de ocupados en las 21 categorías que presenta la variable rama de actividad. Además, y dentro de estas mismas áreas, se calculó el promedio de escolaridad de la población activa. El total de estos porcentajes fue transformado en puntajes estandarizados y tratados a partir de un Análisis de Clasificación de Conglomerados Jerárquicos (ACCJ), el cual arrojó como resultado siete clústeres socioespaciales que vinculan la zona censal, la escolaridad y las ramas de actividad en 2017.
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Figura 2. Porcentaje de clases sociales en Temuco, 1992-2017. Fuente: Elaboración propia sobre la base de los censos 1992, 2002 y Casen 2017.
Tabla 1 Mixturación socioespacial según porcentaje de desviación estándar y las clases predominantes por cada clúster, Temuco 1992 GRADO DE MIXTURACIÓN SOCIOESPACIAL 1992
HOMOGENEIDAD SOCIOESPACIAL
↓ HETEROGENEIDAD SOCIOESPACIAL
DESVIACIÓN ESTÁNDAR
CLASE PREDOMINANTE
CLASE SECUNDARIA
MIXTURACIÓN MUY BAJA (C1)
23%
AGRÍCOLA (62,7%)
NO CALIFICADAS (16,3%)
MIXTURACIÓN BAJA (C4)
15,2%
MEDIA (45,8%)
NO CALIFICADAS (15,3%)
MIXTURACIÓN MEDIA BAJA (C7)
12,9%
OBRERA (36,7%)
NO CALIFICADAS (22,4%)
MIXTURACIÓN MEDIA (C6)
12,6%
MEDIA (41,2%)
NO CALIFICADA (17,6%)
MIXTURACIÓN MEDIA ALTA (C3)
11,6%
OBRERA (33,5%)
NO CALIFICADA (26,5%)
MIXTURACIÓN ALTA (C2)
11,2%
MEDIA Y DE SERVICIOS (29,2%)
DIRIGENTES (16,5)
MIXTURACIÓN MUY ALTA (C5)
11%
MEDIA (31%)
OBRERA (24,6%)
Fuente: Elaboración propia.
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P 98 Figura 3. Grado de mixturación socioespacial en Temuco, 1992. Fuente: Elaboración propia.
La mixturación social y sus cambios en el periodo 1992-2002 En primer lugar, y considerando los porcentajes de ocupados por tipo y zonas de la ciudad para los años 1992 y 2002, se determinaron distintos clústeres socioespaciales. Posteriormente, se calculó la desviación estándar porcentual de cada clúster, ordenándolos a continuación en términos decrecientes. A partir de este procedimiento, se estimaron los grados de mixturación socioespacial existentes en Temuco para los años 1992 y 2002. Para 1992, y tal como lo muestra la Tabla 1, los clústeres 1, 4 y 7¹² eran los que presentaban un mayor grado de homogeneidad y, por tanto, un menor nivel de mixturación socioespacial. En el clúster 1, el más homogéneo de todos, predominaba la clase agrícola en más de un 60%, mientras que en el clúster 7, la clase obrera dominaba parcialmente. Todos estos clústeres, que representan al 77,6% de las zonas analizadas, compartían además con clases no manuales en distintas magnitudes (Tabla 1).
Por otro lado, en este mismo año, los clústeres espaciales con mayor grado de mixturación social fueron el 3, 2 y 5, todos los cuales presentaron similares porcentajes de desviación estándar (Tabla 1). Así, lo interesante de estos tres tipos espaciales es que en su interior comparten con clases disímiles en términos de la jerarquía social tradicional. En dos de ellos, el clúster 3 y 2, existe una convivencia entre clases sociales que no están tan alejadas entre sí en términos de su ubicación en la estructura social. En este caso, corresponden a relaciones que se dan entre obreros y no calificados, por un lado, y la que ocurre entre grupos medios/servicios con los dirigentes por el otro. Solo en el clúster 5 es posible observar la relación entre clases que se encuentran a mayor distancia en el sistema social, como es el caso de obreros y clases medias. De esta forma, y considerando el porcentaje de zonas censales y entidades rurales para cada clúster construido, son pocos los espacios de alta convivencia entre distintos grupos sociales en el Temuco de aquel entonces (solo un 17,7% de las zonas). Dentro de estos, se destaca al clúster 5, el cual está
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constituido, entre otras, por zonas urbanas localizadas en la ribera del Río Cautín, y en donde incipientemente comienza una relación entre clases obreras y grupos medios.
son los mayores porcentajes de desviación estándar que presentan los clústeres menos mixturados en comparación con este mismo grupo el año 1992.
Por consiguiente, en 1992 los grados de mixturación socioespacial en Temuco eran escasos, razón por la cual gran parte de la cartografía de la Figura 3 es oscura, retratando con ello los bajos niveles de relación interclase.
Los clústeres que tienen altos grados de homogeneidad son el 2, 1 y 3, los cuales representan al 20,9% de las zonas censales y entidades rurales analizadas, un 56,8% menos en comparación con lo que ocurría en 1992. En este sentido, hay una baja considerable de espacios socialmente homogéneos en Temuco en el periodo analizado, lo cual está aparejado con un importante aumento en la mixturación socioespacial (Tabla 2).
Bajo estos antecedentes, la estructura socioespacial de Temuco se caracterizaba en aquel entonces por presentar importantes niveles de segmentación, en donde las escasas posibilidades de relaciones entre clases distintas se daban fundamentalmente en pocas zonas ubicadas al interior del área urbana (Figura 3).
P 99
Aplicando el mismo procedimiento al año 2002, se constata un aumento en la cobertura de espacios con mayores grados de mixturación social. Sin embargo y, por otro lado, aquellos espacios mayormente homogéneos se hacen más concentrados y exclusivos (Figura 4). Prueba de ello
De esta manera, un primer nivel de transformación espacial entre 1992 y 2002 está representado por las variaciones porcentuales de espacios homogéneos socialmente, marcando con ello un mayor despliegue de distintas clases dentro de la ciudad. Al interior de este cambio, se constatan a su vez dos características que dan forma a este proceso: el tipo de espacio donde ocurre la homogeneidad y la rigidez que adquieren estos espacios con el tiempo.
Figura 4. Grado de mixturación socioespacial en Temuco, 2002. Fuente: Elaboración propia.
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Respecto de los clústeres espaciales con mayor mixturación social en 2002, estos corresponden, en términos decrecientes, al 5, 6 y 7. En estas tipologías espaciales es posible la convivencia con otros grupos sociales, en donde si bien las clases no calificadas, obreras y medias predominan en cada una de ellas, también lo hacen en un menor grado otras clases sociales. Sin embargo, y como otra gran diferencia con lo que ocurría en 1992, la convivencia ahora es, en general, con clases ubicadas en una posición distante en la estructura social. Así, de los tres clústeres mencionados anteriormente, dos corresponden a espacios cuyas relaciones se dan entre grupos sociales muy diferentes teóricamente entre sí, como es el caso de la clase media y la obrera (Tabla 2).
Como segunda característica, los espacios con baja integración social (en términos de convivencia entre distintas clases) se estructuran de tal manera que se hacen más cerrados y exclusivos para la clase que los domina. Esto es, el nivel de concentración de la clase que determina la homogeneidad socioespacial es mayor a la que existía en 1992, motivo por el cual el porcentaje de habitantes pertenecientes a otros grupos sociales tiende a disminuir. En este caso, las clases medias se posicionan como dominantes en los clústeres más homogéneos socialmente, superando en todos ellos el 50% de presencia, y conviviendo en general, con clases que están en posiciones similares en la estructura social. La única excepción corresponde al clúster 3, en donde el grupo medio (55,7%) debe compartir con la clase no calificada (16,1%) (Tabla 2).
De esta manera, hacia el 2002 la mixturación social se hace más extendida espacialmente, concentrándose principalmente al interior del límite urbano de la ciudad. También más profunda socialmente, esto último debido a que las relaciones entre clases están basadas en grupos ubicados en posiciones disímiles dentro de la estructura social (Tabla 2). Bajo estas tendencias, en el periodo 1992-2002, las zonas de clases sociales más altas se homogenizan fuertemente, mientras que los espacios de clases más bajas tienden a la heterogeneidad social. Lo anterior se relaciona con que las zonas obreras y de baja calificación comienzan un proceso de transformación socioespacial a raíz de la llegada de grupos medios, principalmente profesionales y en menor medida técnicos.
Tabla 2 Mixturación socioespacial según porcentaje de desviación estándar y las clases predominantes por cada clúster, Temuco 2002 GRADO DE MIXTURACIÓN SOCIOESPACIAL 2002
HOMOGENEIDAD SOCIOESPACIAL
↓ HETEROGENEIDAD SOCIOESPACIAL
DESVIACIÓN ESTÁNDAR
CLASE PREDOMINANTE
CLASE SECUNDARIA
MIXTURACIÓN MUY BAJA (C2)
28,1%
MEDIA (71,5%)
DIRIGENTES (21,4%)
MIXTURACIÓN BAJA (C1)
20,1%
MEDIA (56,8%)
DE SERVICIOS (13,2%)
MIXTURACIÓN MEDIA BAJA (C3)
19,8%
MEDIA (55,7%)
NO CALIFICADAS (16,1%)
MIXTURACIÓN MEDIA (C4)
14,2%
AGRÍCOLA (35%)
NO CALIFICADAS (33,6)
MIXTURACIÓN MEDIA ALTA (C7)
13,8%
MEDIA (41%)
OBRERA (19,8%)
MIXTURACIÓN ALTA (C6)
11,1%
OBRERA (28%)
MEDIA (25,7%)
MIXTURACIÓN MUY ALTA (C5)
10,7%
NO CALIFICADA (26,3%)
OBRERA (26%)
Fuente: Elaboración propia.
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Por un lado, y en cuanto a la primera característica, los espacios con más homogeneidad ya no están localizados en zonas rurales, sino más bien en áreas urbanas (Figura 4). Con ello, son las clases medias las que tienden a concentrarse con mayor regularidad en determinados espacios de la ciudad, existiendo bajos grados de convivencia con grupos sociales ubicados en la parte más baja de la escala social. De estos clústeres espaciales con predominancia de clases medias el 2 es el más homogéneo, con más de un 70% de grupos medios, y en cuyos espacios viven, además, un 21,4% de clases dirigentes. En este sentido, el clúster 2 es el que presenta el menor nivel de coexistencia intergrupo en 2002 (Tabla 2).
Tabla 3 Estructura socioespacial en Temuco y el puntaje ITSE, 2017 2017
ITSE (PUNTAJE Z)
Clúster 1
Clase muy alta
1,138
Clúster 2
Clase alta
0,879
Clúster 3
Clase media alta
0,591
Clúster 4
Clase media
0,449
Clúster 5
Clase media baja
0,08
Clúster 6
Clase baja
-0,117
Clúster 7
Clase muy baja
-0,736
P 101
Fuente: Elaboración propia.
Figura 5. Grado de mixturación socioespacial en Temuco, 2017. Fuente: Elaboración propia.
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Siguiendo un procedimento muy similar al detallado para el periodo 1992-2002, se introdujo una nueva dimensión en 2017 a fin de estimar el grado de mixturación socioespacial: la desviación estándar correspondiente a los diferenciales de escolaridad al interior de cada tipología socioespacial. Los resultados de este procedimiento dan cuenta, a nivel de tendencias, de transformaciones en las relaciones sociales de clases, ya que si bien las posibilidades de convivencia socioespacial entre distintos grupos tiende a mantenerse dentro de Temuco desde el año 2002, a su vez se han incrementado los niveles de concentración de las clases medias y altas en algunas zonas localizadas al poniente de la ciudad (Figura 5). Esta mayor tendencia a la homogeneización social en distintos espacios de Temuco se expresa en los cambios porcentuales de zonas con menor mixturación social, ya que mientras en 2002 dichos lugares representaban un 20,8% de Temuco, en 2017 esta cifra se eleva a más del 40%.
En este sentido, y respecto de los niveles de homogeneización socioespacial, es posible observar una intensificación de la concentración exclusiva de clases altas relativas a la estructura de relaciones socioespaciales observada en 2002. Así lo muestran los clústeres socioespaciales 6, 7 y 5, los cuales perfilan, de mayor a menor intensidad respectivamente, los grados de homogeneidad socioespacial presentes en 2017 dentro de Temuco (Figura 5). De esta manera, y solo considerando a las clases sociales más altas de las zonas censales urbanas, se constata una consolidación de este grupo en el centro y poniente de la ciudad (Figura 5), lo cual hace que dicha área adquiera la típica forma de cono de alta riqueza, esquema de cambio socioespacial muy común en el modelo tradicional de ciudad latinoamericana (Borsdorf, 2003). Cabe mencionar, además, que la extensión de este grupo social hacia el poniente de la ciudad es restringida en aquellas áreas de protección indígena, lo cual puede estar provocando importantes tensiones entre Estado, mercado y comunidades mapuche¹³. En cuanto a las zonas homogéneas ubicadas en áreas rurales, las tendencias de concentración de clase toman dos caminos que las posicionan en planos distintos en la estructura socioespacial de Temuco. Por un lado, aquellas zonas rurales localizadas al norte de la ciudad, en la frontera con las comunas de Galvarino y Lautaro, que tienden a concentrar a las clases más bajas de la comuna asociadas en más de un 48% con actividades del sector primario (Figura 5).
Tabla 4 Mixturación socioespacial según porcentaje de desviación estándar de escolaridad y las clases predominantes por cada clúster, Temuco 2017
GRADO DE MIXTURACIÓN SOCIOESPACIAL 2017
HOMOGENEIDAD SOCIOESPACIAL
↓ HETEROGENEIDAD SOCIOESPACIAL
DESVIACIÓN ESTÁNDAR
CLASE PREDOMINANTE ESCOLARIDAD
CLASE SECUNDARIA ESCOLARIDAD
MIXTURACIÓN MUY BAJA (C6)
28,6%
MUY ALTA ESC. (78,2%)
ALTA ESC. (11,5%)
MIXTURACIÓN BAJA (C7)
25,4%
MUY ALTA ESC. (42,4%)
MEDIA ALTA ESC. (17,6%)
MIXTURACIÓN MEDIA BAJA (C5)
20,5%
MUY ALTA ESC. (45%)
MEDIA ALTA ESC. (20,9%)
MIXTURACIÓN MEDIA (C1)
16,8%
MEDIA ALTA ESC. (35,4%)
MUY ALTA ESC. (26,4%)
MIXTURACIÓN MEDIA ALTA (C2)
13,5%
MEDIA ALTA ESC. (37,1%)
MEDIA BAJA ESC. (14,3%)
MIXTURACIÓN ALTA(C3)
9,9%
MEDIA ALTA ESC. (27,2%)
MEDIA BAJA ESC. (20,2%)
MIXTURACIÓN MUY ALTA (C4)
5,5%
MUY BAJA ESC. (20%)
MEDIA ALTA ESC. (20%)
Fuente: Elaboración propia.
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La mixturación social y sus cambios en 2017 Así como se describió el grado de mixturación social en el periodo intercensal 1992- 2002, se procesaron los datos asociados a la estructura socioespacial del año 2017 para explorar las relaciones entre distintas clases existentes en los clústeres construidos (Tabla 3). Es importante recordar que la inclusión de este censo está basada en una metodología distinta, de ahí que los antecedentes acá entregados sirven para establecer algunas tendencias generales respecto de los procesos observados anteriormente.
Las zonas heterogéneas socialmente tienden a mantenerse en comparación al periodo intercensal 1992-2002, resultando así la mixturación socioespacial un proceso que se estabilizó en estos últimos 25 años analizados. Los clústeres socioespaciales 4, 3 y 2 son los que presentan los mayores grados de mixturación social en el año 2017, siendo el primero de estos el más alto de todos. La particularidad del clúster 4, a diferencia de los otros dos, es que en su interior es posible observar la convivencia de clases que están ubicadas en posiciones polares en la estratificación social, esto es, se relacionan clases muy bajas con grupos medios altos. Conclusiones Este trabajo no solo centró sus esfuerzos en explorar y describir los procesos de mixturación socioespacial en Temuco, sino también en discutir los alcances de las mediciones relacionadas con la segregación socioespacial. La importancia de considerar a la clase social como dimensión analítica respecto del sistema de reparto material y simbólico de una sociedad, implicó analizar las relaciones sociales que se dan en los espacios de esta ciudad, intentando con ello abrir el debate en torno a las actuales formas que se utilizan para medir las desigualdades socioespaciales.
Sin embargo, es importante recalcar que el objetivo del trabajo no fue profundizar en una discusión metodológica, sino más bien aplicar nuevos antecedentes a la medición de la integración socioespacial. Es de esperar que lo expuesto acá en algo contribuya a la discusión vinculada con las formas de medir las inequidades dentro de las ciudades. En cuanto a los resultados entregados por este artículo, si bien es difícil hacer comparaciones con otros estudios nacionales debido a que gran parte de estos se concentran en un espacio tan amplio como el Área Metropolitana de Santiago (Agostini et al., 2016; Ruíz-Tagle y López-Morales, 2014; Sabatini et al., 2010), de igual forma existen algunas tendencias generales que pueden reconocerse en Temuco. En primer lugar, son las zonas de ascenso socioespacial en donde se produce un mayor grado de mixturación social debido a la llegada de clases altas a sectores que históricamente han habitado clases bajas (Tabla 5). Una de las áreas donde se observa esto es en las zonas suburbanas de Temuco, las cuales han experimentado procesos migratorios producto de la amenidad que ofrecen estos lugares para vivir. De esta manera, y al igual que en el Gran Santiago (Agostini et al., 2016; Ruíz-Tagle y López-Morales, 2014), la segregación en Temuco no estaría reduciendo su escala, sino más bien se estaría expandiendo territorialmente hacia el suburbano de manera aislada debido a la existencia de suelo indígena.
Tabla 5 Tendencias de mixturación socioespacial por zonas de Temuco, 1992-2017
ZONAS DE LA CIUDAD
1992
CENTRO
Baja mixturación socioespacial vinculada con la concentración de clases bajas.
PONIENTE
Baja mixturación socioespacial vinculada con la concentración de clases medias bajas.
PERIURBANO
Baja mixturación socioespacial vinculada con la concentración de clases bajas.
2017
→ → →
Fuente: Elaboración propia.
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Alta mixturación socioespacial vinculada con la concentración de clases bajas y medias.
Baja mixturación socioespacial vinculada con la concentración de clases muy altas.
Alta mixturación socioespacial vinculada con concentración de clases bajas y altas.
P 103
Por otro lado, están aquellas zonas periurbanas ubicadas en el límite norte del área urbana de la ciudad, las cuales concentran principalmente a clases altas y medias altas.
En segundo lugar, y respecto de las zonas urbanas de Temuco, es el sector poniente de la ciudad el que presenta los mayores cambios socioespaciales en el periodo 1992-2017. Esta zona pasa de estar conformada principalmente por clases medias bajas a estar ocupada mayoritariamente por las clases más altas de la ciudad (Tabla 5). En este sentido, esta área de Temuco es la que experimenta los mayores niveles de rigidez en los grados de mixturación socioespacial, estableciéndose como un lugar de difícil acceso para el resto de las clases sociales. Esto marca diferencias con áreas urbanas como el Gran Santiago, donde es posible observar que el decil más rico ya no parece estar concentrado en el cono de alta riqueza del sector poniente, sino también aparece en comunas con otra base social como Peñalolén y Huechuraba (Agostini et al., 2016).
Duncan, O. & Duncan, B. A. (1955). Methodological analysis of
Por otro lado, el resto de las zonas urbanas de Temuco experimentaron incrementos importantes en el grado de mixturación social. En muchas de ellas, las clases bajas dan paso a una fuerte presencia de otras que están en el centro de la estructura socioespacial de la ciudad (Tabla 5). Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en el sector poniente de Temuco, la transformación social de estas otras zonas se debe, en muchos casos, a una movilidad social horizontal de tipo ascendente. De esta manera, la mayor cobertura de educación terciaria que ha experimentado Chile en las últimas décadas ha modificado la geografía social de áreas de Temuco, mixturando muchas zonas urbanas producto de la profesionalización de una parte de la población (Rojo, Jara y Frick, 2019).
en Chile. Desigualdad cultural y estructura ocupacional.
A partir de los antecedentes entregados en este artículo, dos parecen ser los aspectos relevantes. Por un lado, existen procesos masivos de mezcla social en los espacios urbanos dentro del periodo 1992-2017, por lo menos a nivel de zonas censales. Sin embargo, y por otro lado, esta mixturación social no es experimentada por los grupos de clases altas y medias altas, los cuales tienden a reforzar su condición de clase en determinadas zonas de Temuco, en especial, hacia el poniente de la ciudad a través de la elitización de determinadas áreas periurbanas. Referencias bibliográficas
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que experimentó un grupo en particular, y no sobre las diferencias
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11 Estas diferencias en la presencia de trabajadores agrícolas dentro de la ciudad pueden obedecer a dos procesos concatenados: el
socioespacial en una ciudad pequeña: el caso de
desplome de la actividad agrícola en el periurbano de la ciudad, y el
Angol, Chile. Revista Polis, 15(44), 457-486.
cambio forzado de ocupación, que lleva a estos grupos a insertarse
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en actividades forestales de territorios cercanos.
Weber, M. (2014). Economía y sociedad. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
12 Tanto en las tablas como en las figuras del texto, los clústeres que representan a las clases sociales de Temuco se expresarán con
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la simbología C1, C2, C3, C4 y, sucesivamente, según corresponda. 13 La expansión urbana continua de la ciudad no es posible debido a que gran parte de las áreas que la rodean pertenecen a
Notas
comunidades indígenas protegidas por la Ley N°19.253.
1 Recibido: 1 de abril de 2020. Aceptado: 18 de junio de 2020. 2 Fondecyt Regular Nº 1201255, "Los gustos espaciales en la producción de espacios urbanos dentro del Chile neoliberal: el caso de Temuco-Padre Las Casas e Iquique-Alto Hospicio”. 3 Contacto: frojo@uct.cl 4 Estos criterios corresponden a la “International Standard Organización Internacional del Trabajo para organizar los empleos y trabajos a nivel global. Desde el año 2008 está en vigencia un nuevo sistema de clasificación del empleo bajo la sigla CIUO-08. 5 Se excluyó del análisis la comuna de Padre Las Casas por dos motivos: por un lado, la alta concentración de clases medias bajas y bajas debido a la consolidación histórica de esta zona para las poblaciones excluidas en el siglo XIX y XX. Lo anterior impide ver las presiones por el uso del suelo de distintos grupos sociales que sí existen en Temuco. Por otro lado, la inexistencia de Padre Las Casas como comuna en 1992 hace compleja la adecuación de unidades territoriales para la comparación. 6 Si bien se entiende que en este tipo de trabajos es mejor incluir unidades espaciales pequeñas, esto con el fin de evitar el “problema de la grilla” (Ruiz-Tagle & López-Morales, 2014), se decidió trabajar en zonas más grandes para mostrar tendencias generales de mixturación social de la ciudad en las últimas décadas. 7 Con ello además, se evitó posibles errores debido a la información altamente variable que presenta la población agrícola de la ciudad. 8 Sectores económicos primarios, secundarios y terciarios. 9 Esto refiere a si las relaciones se daban entre clases ubicadas en puestos similares dentro del sistema de clasificación socioespacial o no.
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Classification of Occupations”, la cual fue creada por la
CACHUREANDO POR SANTIAGO. RECONOCIENDO LA INTELIGENCIA URBANA SITUADA1,2 RUMMAGING AROUND SANTIAGO. RECOGNISING SITUATED URBAN INTELLIGENCE Paola Jirón Martínez3, Universidad de Chile, Santiago, Chile Carlos Lange Valdés 4, Universidad de Chile, Santiago, Chile
Resumen
Abstract
Durante la última década, el modelo Smart Cities ha alcanzado una creciente relevancia y protagonismo en la manera cómo se está pensando el desarrollo urbano en Chile, a partir de cuatro tendencias principales: mediante la conformación de una importante red de actores públicos y privados que promueven intervenciones smart en los centros urbanos; el creciente uso de nuevas tecnologías de la comunicación y la información para la producción de datos; la constante capacitación y especialización de los recursos humanos que operan en los centros urbanos; y la proliferación de intervenciones urbanas que se replican en las principales ciudades del país, entre otros. No obstante, dicho modelo presenta una escasa pertinencia territorial, una insuficiente vinculación con actores y agentes locales, e insuficiente reconocimiento y visibilización de iniciativas ciudadanas sustentadas en saberes y prácticas cotidianas que, perfectamente, pueden ser consideradas como parte de una “inteligencia urbana” basada en conocimientos situados de los habitantes de dichos territorios. Lo anterior abre la siguiente interrogante: ¿cómo comprender la inteligencia urbana en la actualidad?
Over the last decade, the Smart Cities model has achieved increasing relevance and prominence in urban development in Chile, through four major trends: the formation of an important network of public and private actors that promote smart interventions in urban centers; the increasing use of new communication and information technologies for data production; constant training and specialization of human resources operating in urban centers; and the proliferation of urban interventions replicated in the country´s main cities. However, this model poses limited territorial relevance, insufficient connection with local actors and agents, and insufficient recognition and visibility of citizen initiatives based on daily practices and knowledges, which can perfectly be considered as part of a situated type of “urban intelligence". The former opens the question: How to understand urban intelligence today?
A partir del trabajo etnográfico desarrollado en una feria libre de la comuna de San Joaquín en la ciudad de Santiago, este artículo identifica y describe saberes, prácticas y estrategias que permiten a sus habitantes resolver problemas cotidianos por medio de diversas formas de informalidad, autogestión y redes de asociatividad. Ellas constituyen “inteligencias urbanas situadas” o saberes que emergen por medio del uso y apropiación territorial de los espacios públicos locales, las cuales se observan en las prácticas de recolección, reuso y reciclaje.
Based on ethnographic work carried out at a street market in the San Joaquín district in Santiago, this paper identifies and describes knowledges, practices, and strategies that allow inhabitants to solve daily problems through various forms of informality, self-management and associative networks. These knowledges, practices and strategies express "situated urban intelligences" that emerge from territorial use and appropriation of local public spaces and are observed through collection, reuse, and recycling practices.
Palabras clave
Keywords
ciudades inteligentes; conocimiento situado; intervención urbana
situated knowledge; Smart Cities; urban intervention
Cómo citar este artículo: Jirón Martínez, P., Lange Valdés, C. y González Pavicich, C. (2020). Cachureando por Santiago. Reconociendo la inteligencia urbana situada. Revista 180, 46, 106-117. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-775 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-775
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Consuelo González Pavicich⁵, Santiago, Chile
El presente artículo analiza la relación entre la implementación del modelo Smart Cities (SC) desarrollado en Santiago de Chile y las prácticas cotidianas de habitar. Mientras las primeras son entendidas como acciones físico-espaciales ejecutadas por actores públicos y/o privados que buscan mejorar los territorios urbanos, las segundas aluden a las formas cómo los habitantes urbanos experimentan de manera cotidiana y aprenden de sus territorios. El discurso y práctica de la intervención urbana es sustentado por conocimientos expertos de carácter principalmente técnico, estableciendo referentes universales de lo urbano que no reconocen la diversidad de formas de habitar el territorio, fragmentando la experiencia espacial y temporal de los habitantes (Jirón y Mansilla 2014). Si bien dichos conocimientos expertos son constantemente expuestos y debatidos a través de diversos canales de difusión, tanto especializados como masivos, existe escasa discusión y retroalimentación sobre cómo los habitantes producen sus propios saberes y conocimientos acerca de la ciudad a través de sus prácticas cotidianas. El presente manuscrito está basado en el trabajo etnográfico desarrollado en un barrio de la comuna de San Joaquín, entre mediados del año 2018 y principios del año 2019, particularmente en uno de los espacios más relevantes de su vida barrial como es una de las ferias libres de la comuna. A través de la técnica del sombreo (Jirón, 2010) se llevó a cabo una etnografía multisituada y móvil, “basada en la idea de seguir el movimiento de personas, objetos, prácticas y discursos para encontrar el ‘hilo de los procesos culturales’” (Marcus, 1995, p. 97, citado en Jirón e Imilan, 2016, p. 54). Luego de una entrevista que buscó entender el contexto cotidiano del participante, este fue acompañado en su rutina diaria observando las ‘interacciones significativas’ a partir de la relación entre el cuerpo, la espacialidad, otros sujetos relevantes en el viaje, procesos de significación y estrategias de viaje (Jirón & Imilan, 2016, p. 54). Estas pueden suceder antes, durante y después del viaje y fueron registradas por medio de notas de campo, fotografías, video y GPS. Posteriormente, se realizó una entrevista de cierre para
profundizar en torno a lo observado y con el material se elaboró el relato etnográfico. El sombreo permite aproximarse a la experiencia cotidiana de habitar desde las prácticas de movilidad, las que, no obstante, son imposibles de capturar en su totalidad debido a la imposibilidad de volverse la otra persona (Jirón, 2010). A pesar de aquello, este acercamiento etnográfico llevado a cabo de manera intensiva durante un día implica un proceso de aprendizaje donde el/la etnográfo/a se transforma a sí mismo/a en tanto se acerca a ver “cómo ve el otro” (Ingold, 2014, citado en Jirón e Imilan, 2016, p. 54). El objetivo del seguimiento fue identificar y describir prácticas y saberes asociadas al reuso de objetos desechados en los territorios aledaños a la feria libre. En tal sentido, el reuso describe la práctica que permite volver a usar bienes o productos desechados para darles un uso igual o diferente a aquel para el que fueron concebidos. Esta práctica es parte de un conjunto de saberes que los habitantes denominan como cachurear, el cual alude a la actividad económica que implica la búsqueda y obtención de productos desechados, el arreglo/preparación/desarme de los productos y la venta, y se constituye en una estrategia de subsistencia de muchos habitantes de los barrios circundantes a la feria libre. Santiago bajo el modelo SC Durante las últimas décadas el modelo SC ha sido reconocido por distintas agencias internacionales como la Organización de Naciones Unidas, ONU (2017; 2018) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OECD (2020), las cuales aprecian en él importantes oportunidades para el desarrollo urbano resiliente y ambientalmente sostenible a través de la digitalización, las tecnologías no contaminantes y, particularmente, las tecnologías de transporte innovadoras, destacando su aporte al mejoramiento de la calidad de vida, el bienestar y la inclusividad de las personas. Si bien existe una amplia diversidad de definiciones sobre el concepto de SC, resulta interesante atenerse a aquella desarrollada por el Banco Interamericano del Desarrollo (BID), en virtud de la alta influencia que esta agencia ha tenido en la movilidad internacional de este modelo y su adopción en el contexto latinoamericano. De acuerdo con ella, una SC: utiliza las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y otros medios para mejorar la toma de decisiones, la eficiencia de las operaciones, la prestación de los servicios urbanos y su competitividad. Al mismo tiempo, procura satisfacer las necesidades de las generaciones actuales y futuras en relación con los aspectos económicos, sociales y medioambientales. Asimismo, resulta atractiva para los ciudadanos,
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Introducción De acuerdo con Sennett (2019) existen dos clases de ciudades inteligentes: aquellas cerradas, que gestionan de manera prescriptiva el uso de tecnologías y la producción de datos; y aquellas abiertas, donde la tecnología y los datos producidos se gestionan bajo una lógica coordinadora. Mientras las primeras se orientan a la resolución de problemas como la limpieza, seguridad y eficiencia sin la implicación de los habitantes, las segundas lo hacen hacia la detección de problemas a partir de la constante retroalimentación de redes abiertas de producción de datos con sus habitantes.
De la definición planteada anteriormente, es posible desprender dos ámbitos que se encuentran actualmente en debate: la noción de “inteligencia” que inspira el modelo, y las posibilidades de participación de los diversos actores sociales que convergen en él. Respecto del primer ámbito, una de las principales características del modelo SC es la relevancia que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) poseen tanto en su formulación e implementación como en la concepción de inteligencia que sustentan. Las TIC son altamente reconocidas y valoradas por su capacidad para producir datos masivos y actualizados acerca del funcionamiento de las ciudades, los cuales permiten a su vez mejorar los niveles de eficacia y eficiencia en la gestión urbana, promoviendo nuevos procesos de innovación y competitividad en ámbitos tan variados como la vigilancia y seguridad, la ciudadanía y participación, uso eficiente de los recursos energéticos, cuidado del medioambiente, entre otros. En tal sentido, y tal como establecen Karvonen, Cugurullo y Caprotti (2019), esta concepción de inteligencia puede ser considerada un nuevo ethos en el manejo y gobierno de las ciudades. Sin embargo, desde una perspectiva crítica al modelo SC, se establece que este constituye una utopía urbano-tecnológica que promueve el desarrollo de respuestas y soluciones tecnológicas bajo una marcada concepción neoliberal, generando nuevas plataformas de negocios para actores públicos y corporaciones privadas que restringen la participación de los ciudadanos en dicha concepción de inteligencia (Grossi & Pianezzi, 2017; Söderström, Paasche & Klauser, 2014). Respecto de las diversas formas de participación que articulan a los actores sociales en torno al modelo SC, Fernández (2016) plantea que la producción de narrativas genera imaginarios de futuro que visibilizan los beneficios del modelo, invisibilizando sus procesos de producción, así como también las problemáticas y complejidades derivados de estos. En este sentido, las narrativas resultan fundamentales para promover ecosistemas de actores y modalidades de funcionamiento que ponen en un lugar secundario a las organizaciones sociales y los territorios donde estos habitan, conformando un “sentido del lugar” que privilegia las intervenciones urbanas, —recurso fundamental para la conformación de marcas urbanas—, por sobre las experiencias y prácticas cotidianas de sus habitantes, generando una importante disociación entre ambos (Jensen, 2007).
No obstante, es a través de las narrativas que también pueden destacarse los componentes dialógicos, participativos y deliberativos asociados al modelo SC (Ameel, 2017), articulando sus componentes materiales y simbólicos, en torno a un sentido del lugar. En la perspectiva de Tucker (2017), las narrativas constituyen recursos estratégicos para visibilizar y evaluar críticamente las prácticas cotidianas de planificación y gobernanza pudiendo aportar perspectivas diversas, parciales y situadas que incorporen las prácticas y experiencias de los habitantes en la construcción de un sentido del lugar. Asimismo, Cowley y Capriotti (2019) plantean la posibilidad de que las narrativas adopten y reflejen los procesos de aprendizaje aplicado y localizado acerca de las estrategias smart desarrolladas en torno a las ciudades entendidas como laboratorios, lo cual termina reforzando también el sentido de lugar relativo a ellas. En el contexto latinoamericano, el modelo SC ha sido visto como una oportunidad para el fortalecimiento de la planificación estratégica y urbana, donde las nuevas tecnologías podrían aportar evidencia empírica actualizada y confiable sobre los procesos de desarrollo urbano para una planificación y gestión urbana más eficiente e integrada, una gobernanza más participativa, un incremento del capital social y humano y un mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes (Benítez-Gutiérrez, 2017; Bouskela et al., 2016; Da Costa & Marar, 2018; Pineda, 2019). No obstante, también existen en la actualidad importantes cuestionamientos respecto de la adaptabilidad de este modelo, considerando la escasez de recursos económicos para implementar los medios tecnológicos necesarios para su funcionamiento y los problemas de accesibilidad y brecha digital existente en buena parte de la población (Morales et al., 2018). Asimismo, se cuestiona su replicabilidad, considerando las desiguales condiciones políticas, económicas y socioculturales que caracterizan a la región (Copaja-Alegre & Esponda-Alva, 2019). Otro de los desafíos de este modelo es su integralidad, debate que no solo se desarrolla en términos ideológicos y teóricos sino también operativos, es decir, sobre cómo se implementa el modelo SC en cada ciudad (Duque, 2016). Por último, otros de los desafíos identificados en la implementación de este modelo en el contexto latinoamericano es la gobernanza, marcada por la ausencia de modelos de gestión que incorporen la participación y la colaboración de actores sociales diversos, con distintas voluntades y capacidades de implementación de proyectos a futuro. Para Zárate (2016), se requiere una mirada crítica a los supuestos beneficios colectivos del modelo SC, los cuales permitan distinguir sus contradicciones e incompatibilidades con otros enfoques como el derecho a la ciudad (Rodríguez y Sungrayes, 2017).
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empresarios y trabajadores, pues genera un espacio más seguro, con mejores servicios y con un ambiente de innovación que incentiva soluciones creativas, genera empleos y reduce las desigualdades (Bouskela, Casseb, Bassi, De Luca y Facchina, 2016, p. 14).
una estrategia urbana basada en el uso de tecnologías y herramientas de innovación social que pretende mejorar la calidad de vida y disponibilidad de información en la sociedad, reconociendo al ciudadano como un gestor más de las transformaciones urbanas y del desarrollo productivo de las mismas (2018, p. 7). La importancia y reconocimiento asignado a este tema se refleja en los resultados del Indice Cities In Motion (ICIM) de 2019, donde Santiago de Chile constituye la ciudad más inteligente de Latinoamérica. Del total de 26 ciudades de la región consideradas por este índice, Santiago de Chile se ubica en el puesto número 66 a nivel mundial, superando a Buenos Aires (77) y a Montevideo (92), las únicas tres ciudades latinoamericanas ubicadas dentro de las 100 primeras del ranking (Berrone, Ricart, Duch & Carrasco, 2019). De acuerdo con este informe, Santiago destaca particularmente en ámbitos como la planificación urbana, la estabilidad económica y la cohesión social. Sin embargo, sus resultados son deficientes en materia de gobernanza, capital humano y adaptación tecnológica, las cuales resultan fundamentales para ampliar la comprensión y participación ciudadana en el modelo SC. En tal sentido, y siguiendo a Tironi (2016), el rol del ciudadano como gestor más de las trasformaciones urbanas y del desarrollo productivo constituye aún un desafío pendiente, tornándose imprescindible la participación de lo que este autor ha denominado como smart citizens. Si la condición smart hace referencia a una ciudad que se piensa a sí misma (Vidal y Cruz, 2016), que reconoce sus capacidades y que aprende de sus propios procesos urbanos bajo una lógica de colaboración y cocreación entre sus actores sociales (Jirón, 2015; Lange, 2017), esta constituye un desafío pendiente en Santiago de Chile. Lo anterior abre la interrogante acerca de las posibilidades actualmente existentes para generar una apertura en la generación de inteligencia urbana a otros actores y agentes diversos, promoviendo una mayor coordinación e interrelación entre ellos.
Un ejemplo de lo anterior lo constituye el ámbito del reuso y reciclaje de residuos. Si bien este se enmarca en una de las áreas del Programa Estratégico Regional Santiago Ciudad Inteligente como es la Gestión de Residuos y Reciclaje, los saberes y conocimientos de los habitantes sobre este ámbito han sido escasamente considerados en su gestión. De acuerdo con la hoja de ruta del programa, enmarcado bajo la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje (ley REP), promulgada en 2016, este se orienta tanto a la gestión de residuos industriales como domiciliarios, sin embargo, las iniciativas contempladas están focalizadas principalmente hacia las empresas, promoviendo procesos de innovación en su quehacer (Corporación de Fomento de la Producción, Corfo, 2018). No obstante el escaso protagonismo asignado a las organizaciones ciudadanas dentro de este programa, las prácticas y saberes desarrollados por estas alcanzan cada día mayor fuerza. Tal como plantea Tironi, resulta relevante observar este tipo de prácticas en el marco del modelo SC en la medida que ellas permiten reconocer aquellas zonas opacas y oscuras en su implementación, a la vez que “expandir la ontología de lo urbano” (2015, p. 79). En la misma línea, Battle y Álvarez (2019) plantean que las prácticas y saberes asociados a la reparación constituyen un aspecto cada vez más relevante en la vida económica y social de los habitantes urbanos en Chile, particularmente en aquellos que viven en contextos de vulnerabilidad. Para estos autores, ellas no solamente son relevantes como estrategia para afrontar las situaciones de carencia y la necesidad, sino también para romper con la invisibilidad a las que las someten la actual cultura del consumo y del desecho. Esto pone en evidencia el desafío de promover una mayor articulación entre los saberes y conocimientos producidos desde las prácticas de intervenir de los expertos y de las prácticas del habitar de los ciudadanos, el cual posibilite un aprendizaje mutuo entre ellos. Asimismo, se requiere también un mayor reconocimiento a la importancia que tienen los territorios como agentes de desarrollo, los que son actualmente concebidos como simples escenarios, es decir, entes pasivos susceptibles de racionalizar, intervenir y transformar, lo cual genera una concepción cerrada de inteligencia urbana. Para abordar este desafío, este artículo propone un enfoque de conocimiento situado. Un enfoque de conocimientos situados Este trabajo se basa en una investigación que intenta explicar cómo los conocimientos situados (Haraway, 1995) pueden informar la reflexión respecto de la planificación e intervención urbana en América Latina —y en Chile particularmente— en la actualidad. En el contexto de un urbanismo neoliberal, la planificación urbana en el país se caracteriza por ser tecnocrática, centralista y vertical
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Los debates y desafíos anteriormente planteados resultan particularmente relevantes para el caso de Santiago. Durante los últimos años, es posible observar un creciente reconocimiento sobre la relevancia que la implementación del modelo SC tiene para las ciudades chilenas. Dicho reconocimiento ha sido promovido principalmente desde organismos públicos, destacando fuertemente el rol jugado desde 2015 por el Programa Estratégico Regional Santiago Ciudad Inteligente (Se Santiago) desarrollado por Corfo Metropolitano y que tiene por objetivo activar y articular la generación de soluciones en torno a la movilidad, seguridad y medio ambiente. De acuerdo con la definición adoptada desde Corfo para el caso de Santiago, esta se entiende como:
Desde la perspectiva de este enfoque, el conocimiento situado es conocimiento habitado, esto significa que el conocimiento es producido en situaciones históricas y sociales particulares. Estos conocimientos son siempre parciales y posicionados, y sustentan formas diferentes de objetividad. El habitar cotidiano se concibe estrechamente vinculado con la experiencia del cuerpo, del tiempo y del lugar, lo cual permite explorar y reconocer la manera en que humanos y no-humanos habitan los territorios. Tal como indica McFarlane (2006), lo situado de los conocimientos lleva la atención a la espacialidad de los conocimientos.
El carácter relacional de los conocimientos situados sustenta un proceso que promueve el reconocimiento de la propia posición del investigador como algo contingente y precario, que pone en cuestión la preeminencia tradicionalmente asignada en los estudios urbanos al conocimiento experto, abriendo así nuevos puntos de vista a la mirada del experto. Asimismo, este enfoque promueve el reconocimiento de los “otros” como posibilidad de diálogo y ampliación de la mirada lo cual permite abrir la posibilidad de admitir intercambios, debates y divergencias (Piazzini, 2014). Por este motivo, resulta importante pensar en la posibilidad de transitar hacia formas de mejorar la vida en las ciudades que permitan el reconocimiento de los diversos saberes existentes en los procesos de habitar y producir ciudad, y de la vida cotidiana. Avanzar hacia un urbanismo situado (Jirón, Imilan, Lange & Mansilla, 2020) significa repensar la noción de ciudad como una sola totalidad, representada a partir del conocimiento estandarizado producido desde las herramientas de diagnósticas e intervención vigentes, para avanzar hacia el reconocimiento de diversas territorialidades que conviven en el marco de las diferentes experiencias de habitar, las estrategias de sobrevivencia que transitan entre la formalidad e informalidad económica, y las diversas formas de convivencia territorial.
En este proceso, el habitar se deviene conceptualmente relevante, no solo para mejorar las intervenciones, sino sobre todo porque los conocimientos situados son conocimientos habitados. Ahondar en estos conocimientos apunta a no romantizar la escala local (Katz, 2001), más bien intenta hacer un trabajo relacional de los saberes y conocimientos que surgen del trabajo de campo, para dar cuenta de las reiteradas formas en que las intervenciones urbanas socavan el conocimiento situado del habitar y las consecuencias en el territorio específico, pero sobre todo, a nivel más amplio, de los múltiples saberes del habitar que son descartados reiteradamente en diversas formas de intervenir.
En tal sentido, el trabajo etnográfico que se presenta a continuación es parte de un proceso de investigación que ha permitido develar las formas en que los habitantes experimentan su vida cotidiana y la manera cómo comprenden dicha experiencia, generando un tipo de conocimiento parcial y situado en torno a su “posición” cultural subalterna expresada en el cachurerar.
A partir de esta concepción, el enfoque de conocimiento situado abre un amplio campo de conocimientos relacionales posibles asociados a la diversidad de actores y agentes que habitan y comparten un mismo territorio. Lo anterior no solamente permite cuestionar la preeminencia de los conocimientos expertos sobre los habitantes y sus territorios, sino también abrir nuevas vías de interacción, mediación y diálogo con otros conocimientos tradicionalmente invisibilizados y escasamente considerados. Es decir, la posibilidad que ofrece de develar prácticas situadas de habitar (Peake, 2016; Peake & Rieker, 2013) y observar las intervenciones territoriales desde los conocimientos situados es de una forma de negociación (McFarlene, 2006) o mediación de saberes y conocimientos.
En la esquina norte de la feria, un hombre tiene a la venta distintos objetos usados que ordena en el piso usando la acera y la calzada. Se protege del sol con un quitasol verde. Él es Omar y vende una amplia gama de cachureos. Hoy ofrece un rack antiguo para el televisor, una cama de una plaza con respaldo y un librero. Otros productos más atípicos son un bote inflable y una piscina pequeña para guagua. También tiene cosas más pequeñas como una mochila con rueditas y un computador. El bote, está inflado, en buen estado y ubicado casi en la mitad de la calle, es de color verde musgo y tiene dos remos negros (Figura 1).
Cachureando por Santiago: el caso de Omar El presente relato está basado en el trabajo etnográfico desarrollado en un barrio de la comuna de San Joaquín, particularmente, en una feria libre que funciona los días martes y sábado de 9:00 a 15:00 horas.
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en la toma de decisiones. Los debates contemporáneos en torno a las teorías decoloniales han puesto el foco en los referentes desde los cuales se piensa e interviene la ciudad (Robinson, 2016; Roy, 2016), no obstante, se ha discutido menos sobre cómo los habitantes, desde sus prácticas cotidianas, y en relación con otros humanos y no humanos, se contraponen, resisten y subvierten el conocimiento experto sobre la ciudad a partir de múltiples saberes y conocimientos de carácter cotidiano. En este contexto, los conocimientos situados que surgen de dichas prácticas sirven para comprender cómo median los múltiples conocimientos y saberes que se manifiestan en el territorio en torno a las intervenciones urbanas.
Figura 2. Espacio de Carga del Moto-Triciclo. Fuente: Fotografía Consuelo González.
Omar tiene 53 años, es el hijo mayor de 11 hermanos. Su papá murió joven y como era el hijo mayor aprendió a vender en la calle desde niño. Trabajó con su madre, siempre vendiendo en ferias. Primero vendían yerbas, cilantro y ajo, luego algunas verduras y albahaca. Iba a comprar a La Vega en un carretón y las llevaba a un puesto en la plaza de Renca. Ha trabajado en minería, en distintas fábricas y también de camionero. Todavía tiene contactos en La Vega, dice que podría trabajar ahí, pero que le gusta la calle.
el domicilio del interesado; en distintas chatarrerías; y en el barrio Franklin.
Empezó a cachurear hace seis años: esto me interesó, esto del cachureo me gustó a mí porque yo estaba pato. Me metí en la volá, perdí a mi señora, quedé en la calle. Caí al hospital y salí del hospital y me ofrecieron un triciclo en 15 lucas. Agarré el triciclo y me llamaron de un jardín infantil. Me dieron un calefón porque no prendía. Lo lleve a Franklin, le apretaron un tornillo y quedó funcionando. Lo vendí en la feria de Sebastopol y me dieron 180 lucas. Así nació la idea de esto. Toda mi vida he trabajado en ferias, así vendiendo de cabro chico (Omar, feriante y cachurero, 53 años). Omar tiene tres maneras de obtener sus cachureos: recorriendo por las calles buscando cosas que la gente bota, en el Punto Limpio de la Municipalidad de San Miguel y cuando le regalan cosas, por ejemplo, cuando trabaja de flete en mudanzas. Asimismo, tiene cuatro maneras de vender sus cachureos: en dos ferias libres de San Joaquín; por encargo, donde la entrega puede ser en la feria, en su pieza, o en
Omar se traslada en una moto-triciclo, “La Cholita” como le dice cariñosamente. Es un vehículo que combina las partes de estos dos modos de transporte y que el mismo adaptó. La moto estaba chocada y el triciclo lo compró barato en una chatarrería cercana a su hogar. Fusionó el triciclo con la moto y un amigo soldador hizo el trabajo, que denomina como “una locura”. La parte frontal corresponde a la parte de adelante de un triciclo, el espacio de carga. El área posterior es una moto modelo vespa sin la rueda delantera. Ambas partes están soldadas y unidas por medio de un manubrio de bicicleta donde se insertó en sus dos extremos el manillar de la moto, lo que permite dirigir el carro. Las conexiones del manillar están a la vista y amarradas al manubrio de bicicleta por cables y cintas. El carro está pintado de color rojo, sobre el sillín tiene dos cojines, una chaqueta amarrada en el respaldo con una huincha reflectante y tiene una pegatina de Redbanc hacia el interior de la moto. En el espacio de carga hay dos cuerdas amarradas con candado. La moto usa bencina y la carga con 2 o 3 mil pesos lo que le alcanza para moverse de lunes a viernes (Figura 2). El moto-triciclo ha aguantado hasta 400 kilos de peso. Es su medio de transporte para cachurear moviéndose dentro de la ciudad, principalmente en el sector sur de Santiago, entre las comunas de San Joaquín, San Miguel, La Cisterna y San Ramón. En algunas ocasiones también va al Barrio Franklin⁶ (Figura 3).
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Figura 1. Moto-triciclo de Omar. Fuente: Fotografía Consuelo González.
ción —revisión, arreglo o desarme— de los cachureos; y la venta de los mismos. En el caso de la búsqueda y selección de cachureos, resulta interesante observar la manera en que Omar, al igual que otros recicladores, organizan sus recorridos callejeros. Esto conlleva la articulación de un conjunto de prácticas y saberes que en el caso de Omar devela un profundo conocimiento del territorio, de las oportunidades y amenazas de este, así como también de las características de sus habitantes, las cuales están asociadas a su propia experiencia como habitante del sector.
Figura 3. La práctica del cachureo. Fuente: Fotografía Consuelo González.
Para conocer las prácticas y saberes de Omar en torno al cachurear y al proceso de reuso de los objetos que recoge y vende, se realizó un sombreo (Jirón, 2010), es decir, se le acompañó en un viaje semanal en búsqueda de productos, y se realizaron a la vez entrevistas y conversaciones informales. La ruta está centrada entre las avenidas Departamental, José Joaquín Prieto, Lo Ovalle y Santa Rosa (Figura 4). Análisis de las prácticas, saberes y estrategias de reuso y reciclaje La experiencia de Omar permite distinguir tres categorías de análisis: las prácticas, los saberes y las estrategias, las cuales se articulan a través del proceso cotidiano que los mismos recicladores denominan cachurear y que se organiza, a su vez, en tres momentos: la búsqueda de cachureos; la selec-
La práctica de manejo del moto-triciclo se encuentra vinculada también con las prácticas de conversación y el diálogo constante con los habitantes del sector. Gracias a ella, por ejemplo, Omar ha desarrollado un importante saber acerca del funcionamiento del Punto Limpio municipal, que constituye otra fuente de acceso a cachureos. Gracias a sus conversaciones con el encargado municipal Omar recoge cachureos desde el almacén temporal de San Miguel, estableciendo así un vínculo con la institución por medio de un acuerdo de palabra. Esto devela también los saberes que Omar ha puesto en juego para negociar con el encargado y los trabajadores del lugar para mantener buenas relaciones, regalándoles comida y dándoles un poco de dinero de vez en cuando. Otra forma de conseguir cachureos es trabajando como flete en mudanzas. Esta práctica está directamente articulada con las prácticas de conversación y diálogo constantes que Omar desarrolla con los vecinos de los sectores donde circula regularmente, algunos de los cuales son viejos conocidos. Esto le permite ofrecer sus servicios y a la vez recibir encargos u ofrecimientos para la recolección y traslado de objetos que los vecinos ya no requieren. Este conjunto de prácticas y saberes de Omar devela la importancia de la experiencia cotidiana y su estrecha relación con el territorio, reflejándose por ejemplo en el saber moverse, saber conversar, saber negociar y saber colaborar. En tal sentido, los saberes emergen de las prácticas y a la vez las constituyen dialógicamente, articulándose a través de diversas estrategias de habitar. También da cuenta de su saber tecnológico y utilidad de los materiales y objetos que va recolectando,
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La práctica de manejo su carro-moto está directamente vinculada con los saberes que Omar posee acerca de ciertas zonas y circuitos donde puede encontrar cachureos de mejor calidad, lo que se traduce en mejores marcas, menos desgaste y mejor estado de los mismos. Este saber conlleva reconocer sectores residenciales de mayores ingresos y mayor acceso a electrodomésticos y muebles nuevos. Así, sabe que es mejor buscar y recorrer las calles de San Miguel, especialmente, las calles transversales donde hay casas grandes y nuevos desarrollos inmobiliarios para la clase media.
P 114 Figura 4. La Ruta del Cachureo. Fuente: Consuelo Letelier.
así como de las personas a quienes les podría servir y sobre todo a sortear el territorio para poder llevar a cabo su viaje.
a través del tiempo ha aprendido a seleccionar objetos con los que puede ganar más dinero, por ejemplo, los calefones.
Las estrategias son formas de articular prácticas y saberes dependiendo de las particularidades de los distintos territorios que Omar recorre cotidianamente. Estas se van transformando y adaptando en el tiempo, adquiriendo historicidad, nutriéndose de las redes de contacto generadas entre Omar y otros habitantes de los territorios. Mientras lo recorre, Omar saluda, conversa y entabla amistad o al menos intercambia información con otros habitantes, conformando así una red de relaciones que fortalece su actividad.
En tal sentido, la práctica de revisar y evaluar los cachureos encontrados se encuentra vinculada a saberes que se han ido perfeccionando con el tiempo, y que permiten identificar aspectos importantes como los tipos y el peso de los metales o de las maderas, por ejemplo. Para ello Omar ocupa sus sentidos, especialmente la vista y el tacto, pero también el olfato, los cuales le permiten identificar, por ejemplo, los diversos tipos de madera a partir de muescas extraídas con su cortaplumas.
Similar articulación entre prácticas, saberes y estrategias pueden observarse durante la selección de cachureos, que incluye la carga y estabilización en el carro-moto. A lo largo del tiempo, Omar ha aprendido a afinar su búsqueda: si antes recogía fierro, latas o todo lo que encontrara que se pudiera vender,
Estos saberes aprendidos también le facilitan a Omar identificar y seleccionar los componentes tecnológicos en mejor estado, aquellos más útiles y valorados para la venta, ya sea de computadores, televisores o refrigeradores que se pueden encontrar en la calle. La práctica del
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Los objetos que funcionan Omar los limpia y arregla detalles, por ejemplo, poniendo las perillas de un horno. Otros que están malos los repara y luego los vende. Algunas cosas las puede componer él, en otros casos trabaja con un socio. En el caso de que estén malos y no sea conveniente el arreglo, por ejemplo, como ocurre con los refrigeradores, sabe reconocer perfectamente qué piezas de los artefactos tienen mayor valor, cómo desarmarlos y dónde venderlas. Asimismo, lo que no le interesa o no le parece económicamente conveniente lo cede a sus colegas, a los que les avisa de la ubicación y disponibilidad de cachureos que pueden ser de su interés mientras se van cruzando en los recorridos diarios. Una vez revisados y seleccionados los cachureos se inicia su venta. En esta fase es posible observar la articulación de un conjunto de prácticas y saberes adquiridos durante el tiempo, como son, por ejemplo, la venta, la negociación y la colaboración. Los principales puntos de venta a los que recurre Omar son las ferias libres de San Joaquín. Ellas dan cuenta de un saber aprendido históricamente, pues Omar desde niño ha vendido en ferias y sabe cómo hacerlo: negocia, ofrece y también entiende cómo funcionan. Para esto tiene permiso municipal de cachurero, aunque no está vigente. Un segundo punto de venta importante para Omar son las chatarrerías. En ellas resulta fundamental el conocimiento adquirido en torno al peso y precio de las partes de los cachureos. Otro punto importante de venta es el persa Bío Bío, en el barrio Franklin. Esta es la última opción para la venta, debido a la distancia que tiene que recorrer para llegar al barrio Franklin. Para eso sabe evaluar la cantidad de cosas que debe llevar. Pueden ser refrigeradores que no funcionan, pero “tienen buena presencia”. En Franklin tiene clientes que se los compran, pero debe llevar más de uno para que sea conveniente ofrecerlos allí. Lo mismo para los computadores, que los puede vender allá cuando están desarmados. En este espacio, el uso del celular es fundamental puesto que esta es la manera con que se comunica con los potenciales compradores de sus cachureos y puede programar los viajes requeridos para trasladarlos. La experiencia de Omar permite comprender que el proceso de reciclaje y reuso de cachureos implica la articulación de distintas prácticas, saberes y estrategias que organizan esta actividad económica, los cuales se
mueven entre la informalidad y la autogestión. Sin embargo, dichas prácticas, saberes y estrategias no son resultados espontáneos ni circunstanciales, sino que constituyen el producto de un proceso de aprendizaje que se asienta a través del tiempo y se expresa en la experiencia cotidiana de quienes se dedican a ello. Asimismo, la articulación de prácticas, saberes y estrategias están relacionadas con la conformación de redes, las cuales permiten responder a las problemáticas cotidianas de subsistencia, sociabilidad, entre otras, orientando su consecución más allá de la simple contingencia diaria. Estas redes muestran un profundo conocimiento de los territorios, y la posibilidad de identificar las oportunidades y amenazas que develan su indesmentible capacidad de agencia, característica fundamental bajo un enfoque de conocimiento situado. Conclusiones: hacia una concepción de inteligencia urbana situada El caso de Omar permite observar las potencialidades que el enfoque de los conocimientos situados posee para comprender la relevancia que las experiencias de los habitantes en sus territorios tienen para complementar las intervenciones urbanas realizadas desde los expertos y, eventualmente, la teoría urbana. Siguiendo la línea de lo que expresa McFarlane (2010), reconocer las experiencias de habitar ciudades del “Sur”, puede ofrecer formas de repensar el conocimiento urbano y eventualmente la teoría urbana. Una primera expresión de ello es la relevancia que el conocimiento de los habitantes tiene para comprender en profundidad la vida cotidiana en los territorios. La manera cómo Omar se vincula con los cachureos, con sus vecinos, con las calles de los barrios que transita, incluso con la institucionalidad vigente es constitutiva de una red de relaciones que transforma constantemente los territorios. En tal sentido, cualquier intervención urbana generada sobre estos estará sujeta a esa red de relaciones, convirtiéndose también en un agente activo de su transformación, pudiendo ser subvertida en su forma y función originalmente prevista desde el conocimiento experto. Por último, la diversidad y disparidad de puntos de vista abre también la posibilidad de generar diálogos entre conocimientos diversos, lo cuales promueven convergencias y disputas entre actores y agentes. Reconocer y asumir la relevancia de dichas convergencias y disputas permite una comprensión más compleja de los territorios a intervenir, promoviendo con ello mayores posibilidades de sustentabilidad en el tiempo de las intervenciones urbanas realizadas. Las tres consideraciones antes descritas constituyen una oportunidad para generar ciudades inteligentes abiertas y colaborativas, las cuales articulen complementariamente
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desarme y revisión de los cachureos está directamente vinculada con los saberes sobre la mecánica y el funcionamiento de los electrodomésticos, con reconocer el valor monetario de estos y con su carga y traslado cautelando que no se estropeen.
A partir de esta definición, una concepción abierta de ciudades inteligentes apoyada desde el enfoque de conocimientos situados requiere una mayor articulación entre tecnologías digitales y tecnologías sociales. Tal como demuestra el caso de Omar, estas últimas se expresan principalmente a través de prácticas tradicionales de autoorganización y autogestión para la producción del hábitat desarrolladas por comunidades urbanas. En el caso de Chile, estas han adquirido un renovado protagonismo producto del fuerte cuestionamiento que los movimientos sociales urbanos y, en particular, los movimientos de pobladores han desarrollado frente a la política habitacional actualmente existente. Asimismo, esta concepción de inteligencia urbana situada requiere poner atención y ceder protagonismo a los conocimientos situados que emanan de la experiencia parcial de los habitantes. La capacidad de agencia de los habitantes se expresa en un variado abanico de estrategias de relación con los actores públicos y privados, el cual conlleva desde la participación formal en los mecanismos institucionales de desarrollo urbano, hasta el desarrollo de acciones de protesta y la confrontación directa con la institucionalidad. Por último, la concepción de inteligencia urbana situada propende hacia nuevas y mejores metodologías de sistematización, reflexividad y aprendizaje de las experiencias y conocimientos de los habitantes. El reconocimiento y visibilización de las experiencias de los habitantes y de sus conocimientos situados territorialmente constituyen un recurso fundamental y necesario para la promoción de tecnologías digitales. Sin su consideración, el modelo de smart cities se constituye en pura “utopía tecnológica” o un urbanismo placebo (Jirón, Imilan, Lange & Mansilla, 2020).
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los conocimientos de los expertos con los conocimientos de los habitantes. Esto lleva a cuestionarse también el concepto de inteligencia promovido desde el modelo SC e implementado mayoritariamente en Chile. En tal sentido, y a partir del trabajo etnográfico expuesto en este artículo, y en particular del conocimiento que emerge desde la experiencia de Omar, entendemos por inteligencia urbana situada el proceso de aprendizaje producido a partir de la articulación entre prácticas, estrategias y saberes que permiten a los habitantes resolver problemas prácticos de su vida cotidiana a partir de las condiciones particulares que caracterizan sus territorios. Tal y cómo se desprende de la experiencia de Omar, estos se constituyen de manera colectiva, aprendiendo de las diversas formas de informalidad, autogestión y redes de asociatividad existentes en sus territorios.
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Notas 1 Recibido: 1 de abril de 2020. Aceptado: 17 de julio de 2020. 2 Proyecto Fondecyt N°1171554: “Prácticas de intervenir y habitar el territorio: develando el conocimiento urbano situado”. 3 Contacto: paolajiron@uchilefau.cl 4 Contacto: clange@uchilefau.cl
6 El Barrio Franklin constituye uno de los barrios más tradicionales de Santiago de Chile. Creado a mediados del siglo XIX, crece en torno al matadero del mismo nombre, albergando en sus alrededores comercio de diverso tipo, como carnicerías, verdulerías, zapaterías, entre otras. Desde los años ochenta alberga también la venta de antigüedades y cachureos en galpones y bodegas industriales abandonadas, constituyéndose en un importante centro comercial y de reuso de objetos.
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5 Ayudante de investigación. Contacto: cpgonzalez@uchilefau.cl
BARRERAS ESTRUCTURALES EN LA CAMINABILIDAD Y ACCESIBILIDAD A ESCALA DE BARRIO. ESTUDIO DE TRES CASOS EN SANTIAGO DE CHILE1,2,3 STRUCTURAL BARRIERS TO WALKABILITY AND ACCESSIBILITY AT NEIGHBORHOOD SCALE. THREE CASE STUDY IN SANTIAGO DE CHILE Emilio Moisés Berríos Álvarez 4 , CEDEUS, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
Resumen
Abstract
Dada la relevancia de la accesibilidad a bienes y servicios urbanos en la calidad de vida de los habitantes, y considerando que la caminata representa el principal modo de transporte en el Gran Santiago —34,6% de los viajes, según la Encuesta de Origen y Destino de 2012 (Universidad Alberto Hurtado, 2014)—, la presente investigación tiene como objetivo analizar y comparar las barreras estructurales que inciden en el área caminable a escala de barrio y estimar sus posibles efectos en los patrones de movilidad y acceso a bienes y servicios, en tres conjuntos habitacionales del Gran Santiago: población Juan Antonio Ríos sector 3B (Independencia), villa San Cristóbal (Recoleta) y villa Los Sauces (La Florida).
Considering both the relevance of accessibility to urban goods and services or geography of opportunities in the quality of life of urban inhabitants, and the fact that walking represents the main mode of transportation in Greater Santiago —34,6% of trips, according to EOD 2012 (Universidad Alberto Hurtado, 2014)—, the aim of this research is to analyze and compare the structural barriers that affect the walkable area at the neighborhood scale, as well as estimate their possible effects on mobility patterns and access to goods and services, in three housing estates in Greater Santiago: Población Juan Antonio Ríos, sector 3B (Independencia), Villa San Cristóbal (Recoleta) and Villa Los Sauces (La Florida).
Para cada caso, se identificaron las principales barreras materiales, ya sean naturales (ríos, cerros) o artificiales (carreteras, pasos bajo/sobre nivel) y algunas barreras intangibles (asociadas a la seguridad vial o delictual). Se comparó la superficie teórica máxima del barrio caminable (euclidiana) con la “real” calculada mediante análisis de red (sobre la base de recorridos de 20 min), considerando las condiciones de cruce de las principales vías, cuantificando sus efectos en tiempo y distancia y la consiguiente accesibilidad a equipamiento y servicios. Además, se analizó la configuración de la trama vial y peatonal, contrastando su integración a escala local y global basada en mapas axiales. Finalmente, se analizaron los patrones de movilidad de la población según datos de zona EOD 2012.
For each case, the main material barriers are identified, whether natural (rivers, hills) or artificial (roads, under/ over crossings) and some of intangible barriers (associated with road or crime safety). The maximum theoretical area (Euclidean) and that of the “actual” walkable neighbourhood are compared through network analysis (based on 20 minute journeys), considering the crossing conditions of main roads, quantifying the effects over time and distance, and accessibility to goods and services. In addition, the configuration of the road and pedestrian network is analysed, contrasting their local and global integration, based on axial maps. Finally, the movement patterns of the inhabitants is analysed based on the EOD data.
Los resultados muestran una clara disminución del área real del barrio caminable (a un tercio del área euclidiana), producto de la trama y de las diversas barreras existentes, lo que se refleja en la accesibilidad a bienes y servicios vía caminata. Estos resultados permiten proponer además que, si bien una mayor distancia promedio de caminata no se relaciona con una mayor área caminable, la cercanía a centralidades sí se asocia con la prevalencia de este modo de transporte. Palabras clave accesibilidad; barrio caminable; caminabilidad
The results showed a clear decrease of the actual walkable neighbourhood area (to one third of the Euclidian area) product of the urban grid and the various existing barriers, which reflects on the accessibility to goods and services by walking. These results allow us also to propose that although a greater average distance is not related to a greater walkable area, closeness to well served centralities associate to in with the prevalence of walking as a transport mode. Keywords accessibility; walkability; walkable neighborhood
Cómo citar este artículo: Berríos Álvarez, E. y Greene Zúñiga, M. (2020). Barreras estructurales en la caminabilidad y accesibilidad a escala de barrio. Estudio de tres casos en Santiago de Chile. Revista 180, 46, 118-133. http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-789 DOI: http://dx.doi.org/10.32995/rev180.Num–46.(2020).art-789
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Margarita Greene Zúñiga5, CEDEUS, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, Chile
En las últimas décadas, desde la perspectiva del desarrollo sustentable, se ha vuelto a priorizar el transporte activo y público, por sobre otros medios, posicionando a la caminabilidad como una de sus bases (Whitelegg y Williams, 2000, citado en Kim, Park & Jang, 2019), dando cuenta de los múltiples beneficios para la salud, el medio ambiente (Litman, 2003; Marshall et al., 2009; Mammen y Faulkner, 2013; Boarnet et al., 2008 entre otros, en Kim et al., 2019) y el aumento del potencial de encuentro e interacción entre personas, promoviendo el capital social y cohesión barrial (American Journal of Public Health, en Singh, 2016; Boniface, Scantlebury, Watkins & Mindell, 2015; Hillier 1996a). Así, uno de los paradigmas del desarrollo urbano sustentable es el barrio caminable, entendiendo este como aquella área de la ciudad accesible mediante la caminata, donde es posible satisfacer la mayoría de las necesidades, alcanzando un nivel de bienestar acorde a los conceptos de justicia social, democracia, vida cívica y salud (Talen & Koschinsky, 2013). Pero ¿cómo delimitar este barrio caminable? Consistente con la literatura especializada, tanto el Plan Portland (Portland City Council, 2012), como el Estándar TOD (Institute for Transportation and Development Policy, ITDP, 2017), lo definen como aquel que puede ser cubierto en un máximo de 20 minutos de caminata. Para el Gran Santiago, según la última Encuesta Origen y Destino, EOD 2012 (Universidad Alberto Hurtado, 2014), los viajes realizados íntegramente a pie representan el 34,6% de la distribución modal de un día laboral en temporada normal, siendo el modo preferente por sobre el uso del automóvil (26,1%) y el transporte público (23,7% solo BIP). Si se considera además que, el uso del transporte público por lo general implica caminata hacia o desde paraderos y estaciones, más de la mitad de la población utiliza la caminata en sus viajes cotidianos, lo cual destaca la relevancia y pertinencia de estudiar la caminata en el Gran Santiago. La caminabilidad Durante la década de los noventa surge, asociado a la caminata, el concepto de la caminabilidad (Bradshaw, 1993, citado en Humberto, Laboissière, Giannotti, Marte, Agostini Cruz & Primon, 2019), término originario del inglés, cuya traducción no oficial al español busca dar cuenta de un
fenómeno más complejo que considera “las características del entorno construido y de los usos de suelo que pueden conducir o no a los residentes de un área a caminar por placer, ejercicio o recreación, acceder a servicios o ir al trabajo” (Leslie, Butterworth y Edwards, 2006, citado en Moura, Cambra & Gonçalves, 2017, p. 283), o en términos más sencillos “la medida en que el entorno urbano es amigable para los peatones” (Moura et al., 2017, p. 282). Desde entonces, la caminabilidad ha sido ampliamente abordada en la literatura referente a planificación y desarrollo urbano, se han estudiado aquellos factores que inciden en ella y elaborado modelos para su evaluación. Cervero y Kockelman (1997, citados en Moura et al., 2017) desarrollaron el concepto de las 3D’s: Densidad, Diversidad y Diseño, que se ampliaría en 2009 a las 5D’s sumando: accesibilidad a Destino y Distancia al tránsito. Así mismo, Gehrke en 2012 (citado en Moura et al., 2017) da cuenta de diversos modelos que incorporan distintos factores, tales como: el Inventario de Irvine-Minnesota, que considera la accesibilidad, placer y seguridad contra el tráfico y la delincuencia; la Escala Sistemática del Entorno Peatonal y Ciclista (ESPACIOS), que incluye factores funcionales, subjetivos, estéticos, de destino y seguridad; el Análisis de Datos Ambientales para Peatones (PEDS), que considera factores de medio ambiente, facilidades peatonales, características de la vialidad y entorno de la caminata; y el Modelo STEPP basado en factores de seguridad, recorrido, medio ambiente, población y propósito (Moura et al., 2017). Adicionalmente Moura et al. (2017) plantean el modelo de las 7C’s basado en el conocido modelo de las 5C’s, del London Planning Advisory Committee, que establece que un entorno amigable para la caminata debe cumplir con: • estar bien conectado (conexión adecuada entre los orígenes y destinos principales de los viajes: directas y cortas), • ser conveniente (eficiente respecto de otros modos para acceder a los distintos usos y funciones), • ser cómodo (adaptado a las capacidades de distintos tipos de usuarios), • ser conviviente (agradable a la interacción con las personas y el entorno) y • ser conspicuo (atractivo, coherente y comprensible); a lo que los autores sumaron la: • coexistencia (buena convivencia peatonal con el tráfico vehicular y sus impactos) y • el compromiso (promovido por políticas públicas desde el gobierno y la comunidad). Esta investigación prioriza dos tipos de variables que entendemos estructurales, ya que definen fuertemente
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Contextualización y antecedentes generales La accesibilidad o “geografía de oportunidades” (Fuentes y Sierralta, 2004), entendida como la posibilidad de desplazarse por la ciudad accediendo a bienes, servicios y oportunidades, promoviendo el encuentro y la comunidad, es clave para un desarrollo urbano sustentable. Desde esta perspectiva, es posible sostener que la accesibilidad, es necesaria para que los habitantes urbanos se transformen en ciudadanos (Fundación Alternativas, 2003).
la base para el desarrollo de la caminabilidad a escala de barrio: primero, las asociadas a la configuración espacial de la trama, asimilables a la “accesibilidad a destino” (5D’s de Cervero) y a la “conectividad” (5C’s del London Planning Advisory Committee); y segundo, las relativas a la percepción de seguridad (tanto vial como delictual), asimilables a la “coexistencia” y “seguridad” mencionadas en los modelos anteriores. El concepto de barreras cobra especial relevancia respecto de los efectos sobre el barrio caminable, la caminabilidad y la calidad de vida. Entre estas barreras podemos considerar las grandes infraestructuras viales (autopistas y vialidad mayor), que inciden negativamente en la caminabilidad, aumentando la fragmentación urbana y comunitaria, con impactos en salud y bienestar social, especialmente de niños y adultos mayores (Anciaes, Jones, Dhanani, Boniface, Scholes & Mindell, 2015; Anciaes, Jones & Mindell, 2017; Anciaes, Jones, Stockton & Mindell, 2016; Boniface, Scantlebury, Watkins & Mindell, 2015, entre otros). Lo mismo aplica para grandes equipamientos, que según lo planteado por Jane Jacobs inciden negativamente en la vitalidad del barrio y la actividad peatonal (Delclòs-Alióa, Gutiérrez & Miralles-Guasch, 2019). Se suman también barreras naturales como ríos, cerros u otras que inciden fuertemente en la configuración espacial y conectividad de la trama.
Considerando todo lo anterior, esta investigación asume como objetivo principal, analizar y comparar las barreras y condiciones estructurales que inciden en el área potencial caminable a escala de barrio, así como sus posibles efectos en los patrones de movilidad y acceso a bienes y servicios, en tres conjuntos habitacionales del Gran Santiago. Presentación y caracterización de los casos de estudio Los tres casos de estudio: población Juan Antonio Ríos sector 3B, villa San Cristóbal y villa Los Sauces fueron seleccionados en el marco de una investigación mayor que busca analizar intervenciones de proyecto urbano que fomenten un desarrollo socialmente sustentable, generando vitalidad urbana y sensación de seguridad y bienestar. Esto se realizó mediante un proceso de descarte buscando: conjuntos habitacionales de densificación de escala mediana; habitados por grupos de ingresos medios y/o medios-bajos; con configuraciones espaciales singulares en cuanto a su topología, morfología y tipología, incluyendo un diseño intencionado de espacios colectivos (públicos y/o privados); que además representaran distintos periodos de la historia de la vivienda social/colectiva.
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Figura 1. Ubicación de los conjuntos en el mapa axial del Gran Santiago. Fuente: Elaboración propia sobre la base del mapa axial de Santiago elaborado por Cristhian Figueroa.
P 122 Figura 2. Recorrido entre Juan Antonio Ríos-3B y zona de servicios San Pablo. Fuente: Elaboración propia sobre la base de foto aérea de Google Earth.
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El conjunto, cuyo diseño corresponde al paradigma de la arquitectura moderna, está integrado por hileras de edificios compuestas por una unidad mínima de tres bloques de cinco pisos en forma de H desplazada, donde el bloque central libera el primer piso, permitiendo la libre circulación peatonal entre amplios espacios colectivos del conjunto (los tres principales, la cancha central de fútbol y dos grandes áreas verdes en el borde sur). Actualmente, el conjunto presenta fuerte apropiación de los espacios comunes contiguos a los departamentos en primer piso y múltiples cerramientos para cada unidad H, dificultando la conectividad y circulación peatonal. El conjunto de 5,1 hectáreas y 475 viviendas, con una densidad proyectada de 371 hab/ha., actualmente se ubica en el pericentro del Gran Santiago, a una distancia aproximada de 1,5 km de la Plaza de Armas (CBD histórico del área metropolitana) y cercano al mercado de abastos “La Vega”, hospitales y el Parque de los Reyes. Las principales barreras materiales identificadas fueron las autopistas Norte-Sur y Costanera Norte, en el borde surponiente del conjunto y el río Mapocho en el borde sur. La Figura 2 muestra el recorrido peatonal desde el conjunto al sector de servicios en torno a la calle San Pablo, cruzando las autopistas Costanera Norte y Norte-Sur, ejemplificando lo difícil e inhóspito del recorrido; la deficiente legibilidad y dificultad inherente de la ruta (desconexión entre tramos, conexiones informales o reducción de la vereda a 30 cm de ancho); y la percepción de incomodidad e seguridad, debido al alto flujo vehicular a alta velocidad y puntos ciegos solitarios y ruidosos de tránsito peatonal, varios de ellos correspondientes a pasos bajo nivel. Villa San Cristóbal La villa San Cristóbal, conocida también como ex Polígono de Tiro, se ubica entre el cerro San Cristóbal y el cerro Blanco y está bordeada por las avenidas Recoleta y Perú, en la comuna de Recoleta. Su construcción realizada por la Cormu en 1971 durante el gobierno del presidente Salvador Allende, con el nombre de población Tupac Amaru, tenía como objetivo responder al fuerte aumento de población urbana y creciente déficit de vivienda. Lo anterior bajo el
criterio de radicación de población residente y densificación en zonas urbanas bien ubicadas. El conjunto, correspondiente a una arquitectura moderna, está compuesto por bloques de departamentos de cuatro pisos (con configuraciones de departamentos diversas) e hileras de casas de dos pisos, organizadas en torno a patios, con tres torres de 17 pisos ubicadas en un eje central de espacio colectivo, donde se emplazan los equipamientos (sede, multicancha, escuela, almacenes y otros). Actualmente, el conjunto presenta una apropiación importante de espacios comunes contiguos a los departamentos en primer piso y algunas zonas con cierres perimetrales. El conjunto de 6,7 hectáreas y 716 viviendas (a las que en los años noventa se sumaron las construidas en una nueva torre), con una densidad proyectada de 427 hab/ha, se ubica en el pericentro del Gran Santiago, a una distancia aproximada de 2,4 km a Plaza de Armas. Se destaca la cercanía al mercado de abastos “La Vega”, hospitales, el barrio comercial Patronato y el parque Metropolitano y de la Infancia. Las principales barreras materiales identificadas fueron los dos cerros mencionados, junto con las avenidas Recoleta y Perú en ambos costados (oriente y poniente) y los cementerios general y católico en el borde norte y norponiente. Villa Los Sauces Villa Los Sauces corresponde a un desarrollo inmobiliario privado dirigido a familias de ingresos medios y medios bajos, que se ubica fuera del anillo Américo Vespucio, en el límite de la comuna de La Florida con Puente Alto, contiguo al eje vial estructural Vicuña Mackenna – Concha y Toro. Su construcción en 1982, durante la dictadura militar, tenía como objetivo responder a la demanda frente al déficit cuantitativo de vivienda, bajo criterio de mercado, mediante el modelo de subsidio a la demanda. Este conjunto está compuesto por manzanas con un espacio central colectivo, equipado con una multicancha, rodeado perimetralmente por casas de fachada continua de tres pisos, con doble frente (a la calle y al interior de la manzana). La calle central posee plazas tipo rotonda donde se ubican los accesos vehiculares al interior de las manzanas. Cierros y la configuración del conjunto no ha variado sustancialmente desde su origen, salvo algunas construcciones en antejardines. El conjunto de 11,6 hectáreas y 846 viviendas, con una densidad proyectada de 292 hab/ha, se ubica en la periferia suroriente del Gran Santiago, a una distancia aproximada de 15,6 km de Plaza de Armas y a 4,7 km de plaza Puente Alto. Se destaca su cercanía inmediata a línea cuatro del metro y a equipamiento y zonas de
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Población Juan Antonio Ríos, sector 3B El sector 3B de la población Juan Antonio Ríos está ubicado entre el borde norte del río Mapocho y la actual autopista Norte-Sur, en la comuna de Independencia. Su construcción realizada por la Corvi en 1961, durante el gobierno del presidente Jorge Alessandri, tuvo como objetivo responder al explosivo aumento de población y demanda de vivienda derivado de la migración campo ciudad, bajo un criterio de eficiencia de recursos mediante proyectos masivos de vivienda.
servicio tales como: Hospital Sotero del Río, supermercados y centros comerciales ubicados principalmente en torno al eje Concha y Toro.
tiempo de roja de un ciclo promedio de 80 s, consistente con el tiempo de espera para un sistema con llegadas aleatorias y tiempo de servicio constante).
Las principales barreras materiales identificadas fueron el eje Vicuña Mackenna – Concha y Toro, junto con la presencia de grandes sitios de extracción de áridos al sur del conjunto.
Adicionalmente, se eliminaron conexiones o tramos peatonales poco viables o probables (basados en la observación en terreno), debido al alto riesgo percibido en términos de seguridad vial o delictual, así como trayectos al interior de barreras materiales como cerros, cementerios u hospitales. Posteriormente, se iteró el análisis de red calculando así el “área peatonal real (APR)”.
Cuantificación del área caminable Para cuantificar el área del barrio caminable se consideró el tiempo máximo de caminata de 20 minutos, transformando tiempo a distancia y viceversa, sobre la base de los parámetros de velocidad peatonal de cruce en semáforos (Conaset, 2012), que define una velocidad promedio de 1,1 m/s, en condiciones normales y de 0,9 m/s para grupos de personas con movilidad reducida. El presente análisis consideró la caminata en condiciones normales, así, 20 minutos equivalen a 1.320 metros, que corresponden al radio de un área euclidiana potencial máxima de 547 hectáreas, desde el centro de cada conjunto. Desde el mismo centro de cada conjunto y considerando los mismos 1.320 m, se calculó luego, mediante análisis de red en SIG considerando la trama, la cobertura del “área vial caminable” (AVC) y “área peatonal teórica” (APT). Cabe señalar que se debieron corregir varias conexiones en intersecciones de la red vial, en especial pasos bajo y sobre nivel, mientras que para el APT se modelaron en detalle todos los recorridos peatonales formales (incluyendo conexiones y cruces) de la vialidad principal o mayor (autopistas y vialidad primaria y secundaria de openstreetmap), que presenta la mayor dificultad de cruce y efecto barrera reportado en la literatura especializa (Anciaes et al., 2015; Anciaes et al., 2016; Anciaes et al., 2017). Para el resto de las vías se conservó la modelación por defecto de línea a eje de calle. Para cuantificar los efectos de las condiciones de cruce, se realizó un levantamiento detallado de todos los cruces formales de la vialidad mayor, registrando ciclos de semáforos y presencia de facilidades en cruces no semaforizados (luz amarilla intermitente, lomos de toro, islas intermedias), adicionando el tiempo de espera correspondiente a cada tramo (mitad del tiempo de luz roja; 5 y 10 s para cruces no semaforizados con y sin facilidades respectivamente; y 20 s para semáforos sin registro, equivalentes a la mitad del
Finalmente, se compararon las cuatro superficies calculadas, sumando además el área de cobertura caminable de una grilla ortogonal (AGO) hipotética homogénea sin barreras, de 120 m x 120 m a eje, que permitiría una de las mayores coberturas, como punto de comparación más realista respecto del área euclidiana, que supone la ausencia total de trama. En síntesis, se obtiene: • Área euclidiana (AE): área de cobertura compuesta por una circunferencia de radio 1.320 metros. • Área grilla ortogonal (AGO): área de cobertura caminable de grilla ortogonal homogénea hipotética de 120 m x 120 m a eje, sin barreras. • Área Vial Caminable (AVC): área de cobertura caminable, calculada a partir de la modelación simplificada a eje de la red vial SIG por defecto. • Área Peatonal Teórica (APT): área de cobertura caminable, calculada a partir de la modelación en detalle de la red de recorridos peatonales formales (veredas, sendas en áreas verdes y cruces formales de la vialidad principal). • Área Peatonal Real (APR): área de cobertura caminable, calculada a partir de la APT considerando tiempos de cruce y eliminación de trayectos poco factibles, que representan un claro impedimento físico para diversos usuarios, una percepción de peligro considerable o trayectos a través de barreras como cerros, cementerios, hospitales o similares. Finalmente cabe señalar que, para factibilizar el análisis de cobertura de equipamiento y servicios, mediante intersección de capas en SIG, se aplicó a cada red resultante un buffer de 25 m desde los ejes, equivalente a la mitad de la distancia mínima establecida entre líneas oficiales para el perfil de vías expresas (vialidad de mayor jerarquía según OGUC 2018, Minvu, 2018). Para el área de cobertura euclidiana se aplicó el mismo buffer desde el borde. Tres perspectivas analíticas El análisis de accesibilidad a equipamiento y servicios se realizó sobre la base de las áreas de cobertura anteriores, comparando la accesibilidad peatonal efectiva a siete tipos de equipamientos y servicios relevantes: superficie de áreas
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Aspectos metodológicos Para el análisis de la caminabilidad a escala de barrio se utilizó una metodología mixta que considera el cálculo de la superficie del barrio caminable y los efectos de las barreras estructurales mediante: levantamientos planimétricos; observación sistemática en terreno; modelación en SIG y Depthmap; y entrevistas a actores relevantes (dirigentes o exdirigentes vecinales o miembros de grupos comunitarios).
verdes distinguiendo entre plazas (< 5.000 m²) y parques (> 5.000 m²), comercio y deporte; y el número de matrículas disponibles en educación básica; de establecimientos culturales, de salud y de estaciones de metro. Los datos corresponden a información de destinos de uso de la base del Servicio de Impuestos Internos (SII, 2018), así como del Ministerio de Salud (Minsal, 2019), Ministerio de Educación (SIEDU, 2017), Metro (Infraestructura de Datos Espaciales, Observatorio de Ciudades UC, IDE OCUC, 2019) y catastro de establecimientos culturales (Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, 2015). El análisis de configuración se realizó a partir de la trama de los barrios y su entorno, desde la perspectiva de la sintaxis espacial (Hillier & Hanson, 1984), modelando con el software Depthmap (la trama peatonal se modeló con los mismos criterios utilizados en SIG). Esto permitió entender el efecto de las barreras en la trama y consecuentemente en la integración del conjunto con su entorno.
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Para el análisis sintáctico de integración, se consultó el plano axial del Gran Santiago situando los conjuntos analizados (Figura 1) y se analizó un área circular de la trama, de 2.500 m de radio, desde el centro de cada conjunto, suficiente para evitar efectos de borde en el análisis. Este análisis cuantifica los pasos topológicos de profundidad desde cada línea axial a todas las otras líneas del sistema, en el caso de integración global (R=n) y a solo tres pasos topológicos, en el caso de integración local (R= 3). Estas medidas han demostrado relacionarse significativamente con los flujos de personas, copresencia en el espacio público y eventualmente actividad comercial (Hillier, 1996b). Por último, se analizó la relación del área de cobertura del barrio caminable en los patrones de movilidad. Para ello se utilizaron datos de distancia promedio de caminata y distribución modal de viajes a nivel de zona EOD 2012, como proxy de cada conjunto. Análisis de resultados Diferencias entre el área potencial y real del barrio caminable La Figura 3 presenta las áreas de cobertura de los tres conjuntos, evidenciando el efecto de las grandes barreras que disminuyen considerablemente las áreas caminables: para Juan Antonio Ríos-3B, las autopistas y el río Mapocho; para villa San Cristóbal el cerro San Cristóbal, cerro Blanco y cementerio general; y para villa Los Sauces los terrenos de extracción de áridos y el eje Concha y Toro.
Figura 3. Áreas de cobertura del barrio caminable para los tres casos de estudio. Fuente: Elaboración propia sobre la base de análisis OCUC de red vial (MOP, 2018).
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Por otro lado, la Figura 4, que grafica la reducción porcentual de las superficies del barrio, muestra que el área peatonal real (APR) de los tres conjuntos corresponde aproximadamente a 1/3 del área euclidiana (AE) y a cerca de la mitad del área de la grilla ortogonal (AGO). Aun cuando, el área peatonal teórica (APT) es levemente mayor que el área vial caminable (AVC), al considerar los tiempos de cruce y eliminar trayectos inviables, la superficie del APR resulta inferior al AVC para todos los casos. Cabe destacar que aun cuando la disminución entre el AVC y el APR no es tan grande (entre 2 y 5%), las condiciones de cruce que incorpora el APR representan una disminución promedio del 13% del APT. Las entrevistas dan cuenta de esta dificultad mencionando que las autopistas y las vías con alto flujo vehicular dificultan e inhiben la caminata; lo mismo se menciona respecto de intersecciones específicas de grandes vías. Sin embargo, a partir de lo señalado en las entrevistas, se destaca el caso de av. Perú, donde a pesar de un flujo considerable de vehículos, la existencia de un bandejón central, amigable al tránsito peatonal, reduce su percepción de barrera. En términos generales, en los tres casos, la configuración de la trama, condicionada por barreras físicas mayores que afectan la conectividad, es el factor de mayor incidencia en la reducción del APR, representando una disminución por sobre un 40% en relación con el AGO.
Accesibilidad a servicios y equipamiento Al analizar los efectos de la reducción de cobertura en desde el AE (100% o cobertura potencial máxima caminable) al APR en la accesibilidad a equipamiento y servicios, en términos de superficie o número, se observa que la mayor disminución promedio de accesibilidad se da en Juan Antonio Ríos-3B, de 73% en comparación al 46% de villa San Cristóbal y villa Los Sauces. Lo mismo sucede para la baja de accesibilidad desde el APT al APR, a causa de las condiciones de cruce, con una disminución de un 28% para Juan Antonio Ríos-3B en comparación al 7% de villa San Cristóbal y el 1% de villa Los Sauces. Esto puede explicarse por la mayor presencia de bienes y servicios en el AE de Juan Antonio Ríos-3B y la exclusión de zonas clave de servicios (sector San Pablo, Parque de Los Reyes y parte del CBD de Santiago). Es así como, un barrio que a primera vista parece estar bien ubicado, no lo está, porque en la práctica está tan lejos como otros a mayor distancia. Si consideramos la variación de cobertura por habitante (Tabla 1), podemos observar que las mayores disminuciones de accesibilidad (≥33%) desde el AE al APR se dan: en Juan Antonio Ríos-3B, principalmente en estaciones de metro y cultura, seguidas por salud, deporte, comercio y educación; para villa San Cristóbal, en educación, salud y deporte; y para villa Los Sauces, en deporte.
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Figura 4. Comparación de las superficies de cobertura para el barrio caminable. Fuente: Elaboración propia.
Tabla 1 Variación de accesibilidad a bienes y servicios Área de análisis Unidad
JAR-3B
VSC
VLS
AE
APR
AE
APR
AE
APR
Gran Santiago
Superficie
m2
5.676.393
1.972.715
5.676.393
2.013.101
5.676.393
1.747.233
Población 2017
Habs.
125.229
57.522
51.303
34.531
74.246
29.552
6.119.984
Plaza
m2 /hab
0,65
0,67
0,79
1,04
2,34
2,76
2,60
Parque
m2 /hab
3,46
4,95
80,82
74,69
1,21
1,06
3,04
Comercio
m2 /hab
3,27
2,10
3,20
2,46
0,41
0,89
345,84
Deporte
m2 /hab
0,12
0,07
0,14
0,08
0,03
0,00
92,79
Educación (matrículas)
n°/hab
0,10
0,06
0,13
0,07
0,12
0,15
0,10
Establecimientos cultura
n°/1.000hab
0,048
----------
0,117
0,087
----------
----------
0,058
Establecimientos salud
n°/1.000hab
0,048
0,017
0,097
0,058
0,027
0,034
0,176
Estaciones metro
n°/1.000hab
0,032
----------
0,058
0,058
0,040
0,068
0,022
Fuente: Elaboración propia sobre la base de análisis de cobertura de bienes y servicios OCUC⁶. (IDE OCUC, 2019; Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, 2015; Minsal, 2019; Minvu, 2018; SIEDU, 2017; SII, 2018). Considerando la provisión promedio por habitante de bienes y servicios del Gran Santiago, los datos muestran que la provisión de comercio y deporte es casi nula en los tres conjuntos analizados. Es decir, la zona del Gran Santiago donde ellos se emplazan no provee o muy mínimamente provee estos servicios. Al contrario, en términos de áreas verdes se observa que Juan Antonio Ríos-3B y villa San Cristóbal se ubican en zonas bien provistas de parques, pero no así de plazas. Esto es interesante ya que en villa Los Sauces se da la situación contraria, con provisión de plazas equivalente e incluso superior en su APR al Gran Santiago. La accesibilidad a educación es quizás uno de los resultados de mayor interés ya que muestra que los conjuntos céntricos Juan Antonio Ríos-3B y villa San Cristóbal, en su AE presentan accesibilidad equivalente e incluso superior a la del Gran Santiago, pero en el APR esta desciende significativamente. Dada la importancia, para la sustentabilidad, de que los estudiantes (especialmente de educación básica) puedan llegar caminando a los recintos educacionales, esta disminución de
acceso es doblemente grave. En contraste, villa Los Sauces refleja en su APR una provisión de matrículas superior al promedio del Gran Santiago. En cuanto a cultura, Juan Antonio Ríos-3B muestra una situación similar a la educación con una accesibilidad cercana al promedio del Gran Santiago en el AE, pero inexiste en el APR. Mientras que el acceso a equipamiento de salud en el AE es en general menor al promedio del Gran Santiago, descendiendo significativamente en el APR para los dos conjuntos céntricos. Nuevamente las barreras disminuyen la accesibilidad a un servicio básico. En cuanto a estaciones de metro, los tres conjuntos presentan buena accesibilidad, a excepción del APR de Juan Antonio Ríos-3B que es nula. Finalmente, cabe mencionar que la mayor brecha total de accesibilidad entre el AE y el APR, tomando al promedio por habitante del Gran Santiago como el máximo, se da para Juan Antonio Ríos, disminuyendo un 38%, mientras que villa San Cristóbal y villa Los Sauces se mantiene con variaciones mucho menores (9% y -3% respectivamente).
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Equipamiento servicio
P 128 Figura 5. Comparación de la Integración global, entre los tres casos de estudio. Fuente: Elaboración propia.
Integración de la trama La comparación de la trama vial, por un parte, y peatonal por otra, entre los conjuntos mostró un mayor nivel (rojo) de integración global (R=n), en ambas tramas para villa Los Sauces. Al contrario, villa San Cristóbal presentó los menores niveles (tonalidades azules) de integración (Figura 5), debido en parte a la menor densidad de líneas de la trama dada la presencia de los cerros y cementerios. Resulta necesario contrastar estos resultados con la situación a escala del Gran Santiago (Figura 1), que muestra
claramente que villa Los Sauces es el conjunto habitacional con menor integración global a escala del sistema completo. Para comparar la integración entre la trama vial y peatonal de cada conjunto, se analizaron los valores de integración por deciles a nivel global (R=n) y local (R=3), siendo el decil 1 el más integrado y el decil 10 el menos integrado. Los resultados muestran que, para los tres casos, la trama peatonal presenta, claramente, niveles de integración global menores que la trama vial, a diferencia de la integración local que se mantiene similar entre ambas tramas (Figura 6).
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P 129 Figura 6. Integración vial v/s peatonal a nivel global y local. Fuente: Elaboración propia.
Para analizar territorialmente la variación de la integración entre la trama vial y peatonal de cada conjunto (Figura 7), se seleccionó el 20% de los ejes más integrados. Así, en Juan Antonio Ríos-3B se observa que los sectores más integrados corresponden al sur del conjunto, al otro lado del río y en el sector céntrico del Gran Santiago. Todo el norte y sur poniente presentan una menor integración
global peatonal, mientras que la integración local peatonal es levemente mayor que la vial, con un patrón territorial similar de distribución para ambas tramas. Esto evidencia el efecto barrera crítico de las autopistas y el río para la integración del conjunto con su entorno.
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P 130 Figura 7. Integración vial v/s peatonal a nivel global y local de los tres conjuntos. Fuente: Elaboración propia.
En villa San Cristóbal se observa una disminución drástica y generalizada de la integración global para la trama peatonal, mientras que a nivel de integración local se evidencia una cierta disminución de la trama peatonal en el sector sur y poniente. Finalmente, en villa Los Sauces, que concentra la mayor integración en torno al eje Vicuña Mackenna–Concha y Toro, se ve claramente una menor integración global y local para la trama peatonal, en la local, especialmente hacia el sector sur. Se debe destacar en términos generales y según los resultados de este análisis axial, en relación con el análisis del área de cobertura peatonal y lo reportado en las entrevistas, una doble condición de la vialidad principal la cual tiende
a presentar altos niveles de integración en la trama vial, pero un efecto barrera para la trama peatonal, debido a sus condiciones de cruce. Efectos en los patrones de movilidad Analizando la distribución de viajes por modo, según datos de zonas EOD 2012 (como proxy para cada caso), y comparándolos con el APR, los resultados obtenidos muestran que mientras mayor es el APR, menor es la distancia promedio de viajes a pie (Figura 8), y también la distancia promedio de los viajes en vehículo particular motorizado, lo que hace suponer que la ubicación en la ciudad y la vitalidad y diversidad de usos del entorno urbano serían los factores más relevantes.
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La partición modal de viajes refuerza lo anterior, ya que muestra que, a mayor distancia a centros o subcentros urbanos multifuncionales consolidados, menor es la prevalencia de la caminata (Figura 9). Como en el caso de villa Los Sauces, que posee la menor proporción de caminata y se encuentra a 4,7 km de distancia del centro histórico de Puente Alto (Plaza Puente Alto), subcentro con altos niveles de accesibilidad a bienes públicos
y puestos de trabajo similares al centro histórico de Santiago (Plaza de Armas); mientras que la población Juan Antonio Ríos y la villa San Cristóbal, que se encuentran a 1,5 km y 2,4 km respectivamente del centro histórico de Santiago, presentan sobre un 40% de sus viajes a pie. Esto refuerza la importancia de la localización en la ciudad y la vitalidad y diversidad de usos del entorno para promover la caminata.
Figura 9. Distribución modal de viajes v/s distancia a centros o subcentros multifuncionales consolidados. Fuente: Elaboración propia sobre la base de los resultados de la investigación y de datos EOD 2012 Gran Santiago (Universidad Alberto Hurtado, 2014).
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Figura 8. Área peatonal real v/s distancia promedio de viajes completamente a pié. Fuente: Elaboración propia sobre la base de los resultados de la investigación y los datos EOD 2012, Gran Santiago (Universidad Alberto Hurtado, 2014)⁷.
El área peatonal real (APR) representa una primera aproximación que considera algunas de las variables que afectan el alcance del barrio caminable, sin embargo, no toma en cuenta el alcance total de las barreras intangibles, el cual debe ser identificado a partir de un levantamiento más detallado de las percepciones de los habitantes de cada conjunto. Cabe señalar también que, aun cuando no se profundiza en este nivel de detalle en la presente investigación, tanto la caminabilidad (y por tanto la caminata) como el área de cobertura del barrio caminable, también están influenciadas por distinciones culturales, de género, edad y en general de capacidades. Conclusiones y reflexiones finales El análisis realizado nos permitió constatar el efecto negativo de las barreras estructurales, principalmente materiales, las cuales resultan decisivas en la configuración de la trama de los barrios, disminuyendo el alcance del área potencial caminable y, por consiguiente, el acceso a bienes y servicios del barrio caminable. Coincidentemente, los tres casos presentan barreras físicas de escala e impacto similar en su entorno, lo que incide en una disminución similar del área peatonal real (APR), cercana al 44% respecto de una hipotética grilla ortogonal homogénea sin barreras. Lo mismo sucede respecto de las condiciones de cruce peatonal, donde la vialidad mayor genera una disminución promedio del 13% desde el área peatonal teórica (APT) al área peatonal real (APR). Sin embargo, cabe destacar, el caso de avenida Perú en villa San Cristóbal, que con un buen diseño vial-urbano disminuye considerablemente el efecto barrera de una vía con alto flujo vehicular. En este caso contemplando un bandejón central amigable para la caminata. También se observó, en los casos de estudio, que una mayor APR no se asocia necesariamente a mayores distancias promedio de caminata. Así mismo, se observó que los conjuntos más cercanos a áreas centrales multifuncionales presentaban una mayor prevalencia de la caminata en la partición modal. Estos resultados deben ser revisados en mayor profundidad considerando también otros atributos del entorno, así como de los habitantes.
integrados varía; mientras que, la integración global es claramente menor para la trama peatonal en comparación con la vial, evidenciando que la situación actual privilegia la movilidad vehicular por sobre la peatonal o bien, no considera equitativamente facilidades para los peatones respecto de los vehículos. Sobre esto último, cabe destacar una doble condición de la vialidad principal, la cual presenta altos niveles de integración para la trama vial, pero al mismo tiempo disminuye la cobertura del barrio caminable debido a mayores dificultades en las condiciones de cruce, generando un efecto barrera para la conectividad peatonal. Esto no sucede con las autopistas, las que no solo generan un efecto barrera para la caminata, sino que también presentan menores niveles de integración para la trama vial. Esta disminución de la integración y menor conectividad peatonal no les permite enriquecerse del movimiento natural de la ciudad, el que de acuerdo con Hillier (1996b) podría ser capaz de atraer recursos de los sectores aledaños e iniciar un círculo virtuoso de consolidación material y cohesión social del barrio. Adicionalmente, cabe mencionar que, si bien los resultados de la presente investigación corresponden al análisis de solo tres casos de estudio, dan cuenta de la existencia e incidencia de las barreras urbanas estructurales. Estas limitan la integración de estos conjuntos con la trama de la ciudad y, por tanto, la capacidad de participar de la rica vida urbana disminuyendo la accesibilidad a bienes y servicios y, por consiguiente, la geografía de oportunidades. Finalmente, el presente análisis da cuenta también de un modelo simplificado de auditoría que permite evaluar preliminarmente los alcances de las barreras y situación estructural actual, así como el potencial de mejora de accesibilidad a bienes y servicios a escala del barrio caminable. De igual forma, el análisis territorial permite identificar puntos críticos y delinear, a grandes rasgos, posibles intervenciones con objetivos claros a favor del barrio caminable e incrementar la geografía de oportunidades y, por lo tanto, el nivel de bienestar de la población; sin olvidar que este modelo debe ser complementado, necesariamente, con el análisis de variables a menor escala que permitan mejorar de forma efectiva la caminabilidad a escala de barrio, tales como: condición de veredas o transparencia y permeabilidad de los bordes edificados, entre otras.
Por otro lado, al comparar la trama vial con la peatonal, observamos que los niveles de integración local son similares, pero la distribución en el territorio de los ejes más
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Limitaciones Nuestra aproximación a la problemática del barrio caminable y la caminabilidad prioriza la escala meso o de barrio, profundizando en algunos aspectos micro, como forma de entender mejor el panorama general y dar cuenta del efecto de las barreras intangibles y materiales que afectan la trama y, a su vez, los patrones de movilidad de los habitantes.
Infraestructura de Datos Espaciales, Observatorio de Ciudades
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P 133
Referencias bibliográficas
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Notas 1 Recibido: 30 de abril de 2020. Aceptado: 22 de octubre de 2020. 2 Proyecto FONDAP 15110020, Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS); Proyecto Fondecyt 1191089 “Densidad, diversidad y accesibilidad: claves para un desarrollo urbano sustentable” 3 Se agradece la colaboración y apoyo del Observatorio de Ciudades UC, OCUC, en el proceso de construcción y cálculo de los datos. 4 Contacto: eberrios@uc.cl 5 Contacto: mgreenez@uc.cl 6 La población para cada área de análisis se calculó a partir de la intersección de polígonos con manzanas, mientras que la cobertura se calculó a partir de la intersección de polígonos con predios. 7 Las distancias promedio de viaje se calcularon con el total de viajes por zona, considerando en viaje vehículo particular los como pasajero, chofer o acompañante; Taxi o radiotaxi, Motocicleta, chofer o acompañante. El número de viajes disponibles a pie y en vehículo particular para el cálculo de cada promedio fueron: villa Los Sauces 45 y 61; Juan Antonio Ríos 30 y 13; y villa San Cristóbal 11 y 12, respectivamente.
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siguientes modos: Auto, chofer o acompañante; Furgón escolar,
Similar al Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein no se detiene en los elementos aislados — ladrillos o árboles — sino el los “hechos atómicos”, en aquellas unidades mínimas dotadas de sentido — muros y bosquetes — que efectivamente tienen una repercusión en el espacio y capaces de afectarnos emocional y sensorialmente. Es un manual lúdico y abierto, similar a un Atlas Mnemosyne, que se estructura en 334 preguntas, 48 respuestas (12 paisajes, 12 parques + 24 casas) y 2079 referencias, donde prima más la duda generada por la pregunta que la certeza otorgada por la respuesta. De este modo se constituye un proceso abierto de aprendizaje continuo y, a su vez, se convierte en una ayuda efectiva para las tomas de decisiones en el proceso proyectual. Finalmente es un haiku, que a través de la síntesis y la precisión, persigue una relación más integral entre el ser humano y la naturaleza. Un objetivo que en tiempos de cambio climático, inquietudes sociales y pandemia se vuelve cada vez más deseable.
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Paisaje para arquitectos de las autoras Gabriele Kiefer & Anika Neubauer es un libro original con un formato novedoso. Está compuesto por 5 tomos (ladrillos verdes) dedicados a las 3 categorías espaciales paisajísticas (paisaje, parque y espacio abierto), a sus usos y cualidades. Es sistémico y sistemático a la vez. Es sistémico en la concepción del paisaje como una unidad espacio-temporal compleja y al articular las distintas capas que lo conforman tanto en escala como en sus usos programáticos. Es sistemático porque de modo metódico y transversal plantea la mayoría de las preguntas necesarias para un arquitecto (del paisaje) interesado en ejercer el día de hoy. Es un libro disciplinar que ahonda en la adjetivación del espacio en relación a las variables socio-culturales, sensoriales y climáticas. No aborda directamente al espacio público, lo que los arquitectos suelen asociar principalmente a la plaza dura de origen renacentista, sino incorpora esta categoría a la del espacio abierto. Con lo abierto siempre vinculado a un edifico o una pieza urbana, como su complemento espacial que busca diluir la arquitectura hermética hacia el entorno.
Kiefer/Neubauer Paisaje para arquitectos Birkhäuser Verlag GmbH, Basel, 2020. Isbn 978-3-0356-1676-7
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