7 minute read
#InspiradoresDeEncuentros. XVI Congreso de Escuelas Católicas
from Revista EC 101
Victoria Moya _ Directora del Dpto. de Comunicación de EC y del XVI Congreso de Escuelas Católicas
Cuando los medios de comunicación y los medios sociales empiezan a sacar a la luz antiguas profecías del fin del mundo, es que andamos en una encrucijada. Al hilo de acontecimientos como el cambio de milenio o la victoria de Donald Trump, muchos hablaban ya de la destrucción de la humanidad anunciada por diversos profetas. Ahora, con una pandemia y una guerra en las espaldas, no podía ser de otra manera. Así, hace unas semanas la mayoría de los medios de comunicación nos contaban que la llamada piedra asesina de Japón, la Sesshoseki, se había partido en dos mitades, y advertían de que las leyendas niponas auguran todo tipo de desgracias en el mundo a partir de ahora.
Advertisement
Explicaciones científicas aparte -que la erosión causada por la naturaleza ha roto la Sessho-seki- nuestro yo más ancestral no acaba de convencerse. Esto es como las meigas: “Yo no creo en ellas, pero haberlas haylas”. Cunde el miedo, la desesperanza, la preocupación, el dolor y el desencuentro.
Mientras escribo estas páginas recuerdo lo inspiradora que fue para mí una charla con Pedro Huerta mientras preparábamos el próximo Congreso de Escuelas Católicas. Me citaba el último libro de Josep Maria Esquirol, Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita: “Lo angustioso y esquizofrénico es la tierra sin relación con el cielo, o el cielo sin relación con la tierra. El horizonte, que tanto nos calma, es relacional. Nos salvan las relaciones. El horror está en los elementos totalizados: en el vacío del cielo, en la densa oscuridad de la tierra... La relación es ya algo concreto, y las cosas son cosas en lo concreto de la relación. Cuando en un ejercicio artístico se priva a la cosa de sus relaciones, es como si deviniese deforme y monstruosa, recordándonos el rumor del abismo. En cambio, reconocer las junturas es ya orientarse y ser capaz de generar otras. Sin horizonte, el cielo es el vacío y la tierra, densa oscuridad”. Así nos estamos quedando después de una pandemia que nos ha alejado para cuidarnos, pero que como resultado perverso ha diluido el horizonte relacional dejándonos una realidad “deforme y monstruosa”.
En este contexto al que se añade una guerra, no ya vecina sino propia, celebramos el XVI Congreso de Escuelas Católicas. Y es precisamente este contexto el que nos interpela a las escuelas católicas a buscar el encuentro que nos ha faltado durante el abismo de la ausencia de horizonte y que debe devolvernos esas junturas de las que habla Esquirol, esas que nos orientan y son capaces de generar otras.
De ahí que soñemos con un Congreso que transmita que hemos aprendido de lo que está sucediendo y lo tenemos en cuenta, pero queremos volver a encontrarnos, no como antes, sino mejor aún. Soñamos con un Congreso que proponga reencuentros calmados, que no rechazan las ventajas de la virtualidad; pero que vuelven su mirada hacia lo esencial y reensayan la proximidad perdida con un lenguaje fraterno y cercano, no solo científico o técnico. Este reto que es común a todas las escuelas, supone una autoexigencia específica para las escuelas católicas, que tienen un papel fundamental: ser inspiradoras de momentos de encuentro en cuyo trasfondo esté el cuidado, porque el encuentro se ha modificado durante un largo tiempo, ha quedado en barbecho, y ahora necesitamos abonarlo para que brote la inspiración y es la escuela católica la que puede nutrirlo desde la esencia de nuestra fe.
Para ello, todos debemos ser inspiradores de encuentros de VIDA: los centros, los profesores, los equipos directivos, las entidades titulares, los alumnos, las familias… buscando inspiración que nos llene de sentido y nos ayude, a su vez, a inspirar a otros desde nuestra identidad, desde el acompañamiento y el cuidado, y buscando la transformación como llamada a la acción.
Me apasiona la visión del encuentro de José Maria Esquirol, en su “regalo del tú” señala que este es un “regalo (presente) inconmensurable en forma de orientación: te confirma que no matar y hacer compañía es lo que más sentido tiene de todo lo que tiene sentido. Y regalo inconmensurable en forma de reconocimiento y de amor recibidos. En otras palabras: regalo inconmensurable como encuentro con los que quieres y con los que te quieren”. Y más, allá, me atrevo a añadir, y más acá; más allá, encontrarnos con aquellos con los que tenemos poco en común, porque solo así podremos remendar las costuras rotas por las guerras, el odio y el desencuentro general. Y más acá, el encuentro con nosotros mismos, un encuentro desde el que salir a buscar el tú. El tú que “no aplasta: te regala horizonte. Si aplasta, ya no es tú, o nunca lo ha sido: es una degeneración tiránica. La grandeza del tú siempre tiene que ver con el espacio que te deja, con el regalo que te hace”. Se trata entonces de que el regalo del tú que ha dejado espacio para el cuidado del otro en tiempos de pandemia, no se convierta en un aprovechamiento que me aleje interesadamente de otro, de aquel que me pueda necesitar pese a los riesgos que me haga correr o que le haga correr.
Tradición de Congresos de Escuelas Católicas
Es larga la tradición, iniciada en 1991, de celebrar estos congresos con el deseo de dar respuesta a los retos y necesidades de la escuela católica. Hasta ahora se han celebrado 15 en distintos puntos de nuestra geografía, y han afrontado los retos que se avecinaban en cada momento histórico, logrando así un gran reconocimiento y valoración en el ámbito educativo español. Siempre nos sentimos interpelados a mejorar de congreso en congreso, y quizá en este aún más. Somos conscientes de que tendremos que bregar con la incertidumbre y el miedo, pero precisamente por eso redoblaremos nuestros esfuerzos por ofrecer un congreso de calidad y de vanguardia que nos ayude a todos a ser inspiradores de encuentros.
Por eso, la maquinaria que prepara el Congreso ya está en marcha y las personas encargadas de mantenerla engrasada tienen las herramientas listas. El Comité Organizador está integrado por los responsables de las distintas comisiones y da cuenta al Consejo de Dirección y este a su vez a la Junta Directiva. Al frente de la Comisión de Contenidos, Irene Arrimadas; en la Económica, Javier Poveda; en la Logística, Guadalupe González; en Comunicación, Eva Díaz. Me siento orgullosa de formar parte de este gran equipo una vez más. Lo dirijo y me dirigen, porque solo en las junturas las personas alcanzaremos grandes logros y confío en que desde ellas logremos ofreceros un Congreso inspirador de encuentros. Me apoyo una vez más en Esquirol: “Porque recibo y me llaman, hablo; porque me siento llamado y mirado (reconocido y considerado), respondo. Ahora bien, escuchar y hablar solo es posible en confianza. La palabra recibida nos hace oyentes, seguidores. Solo con el encuentro y la palabra que se escucha, el ser humano llegará a ser creativo. Solo con el encuentro y la palabra que se escucha, habrá sentido”.
AL ENCUENTRO
El cartel del XVI Congreso de Escuelas Católicas viene a reflejar esa necesidad no solo de encontrarnos, sino de cómo los educadores estamos llamados a "ser" encuentro en cada una de nuestras realidades. Los colores y la composición invitan a cierta "nostalgia" de aquella normalidad, y al mismo tiempo constituye un reconocimiento a ese esfuerzo con "re-situarnos" en los tiempos que hemos vivido. Quizá, también, haya llegado el momento, de comenzar a profundizar en ello.