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Contadores de estrellas

Pedro J. Huerta Nuño. Secretario general de EC

En la última Asamblea General de nuestra organización tuvimos la ocasión de compartir reflexiones, inquietudes y compromisos en torno a la necesidad de afrontar juntos el futuro que vislumbramos y la responsabilidad que asumimos. En pocos años, ha cambiado mucho la realidad de nuestras instituciones educativas, y de las mismas escuelas. No podemos mantener los viejos análisis de nuestro entorno, que seguirá cambiando, de ahí que estemos llamados a superar las propuestas excluyentes y sabernos parte de un carisma mayor, el de una Iglesia comprometida en la educación desde el modelo de Jesucristo.

Nos ha iluminado la carta conjunta que en junio de 2023 enviaron los dicasterios para la Cultura y la Educación y para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica; valiente, inspiradora, propositiva, que nos hace conscientes de un grave problema que afecta a toda la Iglesia: el cierre de escuelas de ideario católico, con la consecuente pérdida de presencia social a través de la educación en muchos territorios.

Para evitar cerrar escuelas se nos exhorta a compartir, hacer cosas juntos y mirar con audacia el futuro. Es una invitación a salir de los particularismos, superar los recelos, y sabernos todos al servicio evangelizador de la Iglesia. Se nos convoca, por tanto, a hacer coro. Esta sugerente imagen, tomada de un mensaje del papa Francisco, es también una exigencia para juzgar y revisar nuestro individualismo institucional, la competencia disonante y la falta de comunión y sinodalidad eclesial.

Para evitar cerrar escuelas se nos exhorta a compartir, hacer cosas juntos y mirar con audacia el futuro

“A este respecto, exhortamos a la puesta en marcha de iniciativas, incluso de carácter experimental, vibrantes de imaginación y creatividad, capaces de compartir y de futuro, precisas en el diagnóstico y aéreas en la visión. El miedo a los riesgos no debe apagar la audacia; pues la crisis no es el momento de meter la cabeza en la arena, sino de mirar a las estrellas, como Abraham (Génesis 15,5)”.

La invitación que Dios hizo a Abraham para contar las estrellas nos sigue desafiando. El Patriarca se sentía desanimado y solo en la misión, amenazado por la infecundidad, viendo ya desaparecer su linaje. Pero levanta la vista al cielo y comienza a contar estrellas, tarea que parece imposible e interminable, pero que inaugura una nueva alianza: Dios garantiza la fecundidad de Sara, de la tierra y de sus ganados.

También entre nosotros necesitamos contadores de estrellas, no divos ni solistas, que se encierran en palacios-colegios de marfil, que solo cantan y cuentan su propio destino, incapaces de ser y estar junto a otros. Se nos pide ser parte de una nueva alianza, no sostenida en la suma de nuestras propuestas particulares sino en la fecundidad evangélica que debemos ser en el mundo. No tomar en serio este desafío, meter cobardemente la cabeza en la arena, es posiblemente el mayor pecado que podamos cometer contra el plan de Dios.

Termino con las palabras del estribillo de una inspiradora canción del grupo californiano One Republic: “Últimamente he estado perdiendo el sueño, soñando con las cosas que podríamos ser… pronto estaremos contando estrellas”. Aprendamos a contar, pero hagámoslo juntos.

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