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Con nombre propio

Pedro J. Huerta Nuño. Secretario general de Escuelas Católicas

En apenas un mes celebraremos el XVII Congreso de Escuelas Católicas. He tenido la fortuna de vivir nuestros congresos desde diferentes perspectivas: como participante, ponente y miembro de la organización. Cada una de estas experiencias me ha brindado una riqueza y un valor inestimables, al permitirme conocer diversos puntos de vista y disfrutar de cada ángulo de este maravilloso evento.

Nuestro próximo Congreso ha adoptado un lema curioso y significativo. Cada nuevo Congreso es un desafío de superación y compromiso. No basta con hacerlo mejor que el anterior; es necesario abrir nuevos horizontes donde parece que ya no los hay, captar la atención de la comunidad educativa con temas relevantes y de sentido, y elaborar un programa que combine coherencia interna, interés y realismo educativo. No es una tarea fácil. Y aún más complicado es encontrar un lema que represente adecuadamente la temática y sea directo.

El nombre propio nos lleva directamente a la esencia de la persona, que es el objetivo fundamental de cada uno de nuestros congresos

La Comisión de Contenidos del Congreso seleccionó el lema “Ser, estar, educar… con nombre propio” tras un proceso de criba y discernimiento que podríamos calificar de minucioso. Aunque algunos de sus miembros lo consideraron demasiado largo, con poca continuidad respecto a lemas anteriores o incluso críptico, finalmente se quedó. Este lema encapsula los grandes verbos que dan sentido a nuestra labor y nos devuelven a la esencia de nuestros carismas y propuestas de evangelización, recordándonos que nuestra tarea educativa se realiza en los encuentros y acciones que dan forma a nuestra misión.

Lo que realmente da significado y perspectiva a estos verbos educativos es el sujeto, en este caso, la comunidad educativa que los pronuncia y pone en práctica. “Con nombre propio” no solo es un reconocimiento a la labor de todos los que forman parte de la aldea de la educación, sino también una afirmación de nuestro compromiso con el propósito emprendido desde la escuela. El nombre propio es señal de identidad que nos distingue en medio de la indiferencia de los nombres comunes, transformándonos en un tú y no en un ese. Nos introduce en el misterio del horizonte personal, permitiendo que cada gesto, cada palabra y cada aprendizaje sean únicos y transferibles.

Lo que realmente da significado y perspectiva a estos verbos educativos es el sujeto, en este caso, la comunidad educativa que los pronuncia y pone en práctica. “Con nombre propio” no solo es un reconocimiento a la labor de todos los que forman parte de la aldea de la educación, sino también una afirmación de nuestro compromiso con el propósito emprendido desde la escuela. El nombre propio es señal de identidad que nos distingue en medio de la indiferencia de los nombres comunes, transformándonos en un tú y no en un ese. Nos introduce en el misterio del horizonte personal, permitiendo que cada gesto, cada palabra y cada aprendizaje sean únicos y transferibles.

El nombre propio nos lleva directamente a la esencia de la persona, que es el objetivo fundamental de cada uno de nuestros congresos. En todas las modalidades en las que he participado, he visto cómo se cuida a cada participante, independientemente de su rol. Todos, congresistas, ponentes y organizadores, son indispensables para que la experiencia sea formativa y transformadora. Todos son acogidos en un tiempo y un espacio que los supera, los une y los proyecta al mismo tiempo, mirándose con orgullo entre sí y sabiendo que han sido elegidos por Otro que los hace misión.

Estamos ansiosos por reencontrarnos, aprovechando esta oportunidad para reafirmar, entre nosotros y ante la sociedad, que creemos en cada persona que forma parte de la aldea de la educación, y que estamos dispuestos a hacer de lo propio un lugar de fe.

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