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¿Hablar de de Dios en la escuela?

Nieves Arce, Zoraida Sánchez y Dolors Garcia. Departamento de Pastoral de EC
Desde Escuelas Católicas sería difícil responder negativamente a esta pregunta. Iríamos en contra de nuestra esencia como institución y como creyentes. Hablar de Dios y compartir la experiencia de encuentro con Jesús es el gran regalo que tenemos, a la vez que un gran desafío.

Somos conscientes de la situación actual, de todos aquellos inconvenientes para que se dé con fluidez en nuestras instituciones la acción evangelizadora y poder hablar de Dios con la palabra y la vida. A la vez, reconocemos la responsabilidad del regalo recibido y que nos lleva al envío hecho por Jesús “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” (Mateo 10, 8), en un contexto de gran necesidad de esperanza y fraternidad.

En este artículo queremos compartir la reflexión que desde el Departamento de Pastoral de EC vamos haciendo. Mirar la realidad de nuestros colegios, incorporando la experiencia de profesores, equipos directivos, asesores pastorales de las comunidades autónomas. Mirarla para descubrir por dónde está brotando la Vida que Dios está siempre generando.

¿Qué dice el contexto?

Cada momento tiene su complejidad. No nos ayuda quedarnos en “otros tiempos fueron mejores”, y sabemos que este tiempo que vivimos presenta grandes retos que exigirán de la escuela católica nuevas respuestas.

Podemos expresar que la realidad socio-cultural en que vivimos está en “barbecho religioso”. La secularización creciente genera que muchos niños y jóvenes no tengan formación religiosa, y que queden lejos en sus familias las personas con experiencia de encuentro con Jesús que les transmitan la fe.

A ello se suma la creciente pluralidad religiosa que convive en nuestro contexto y las múltiples formas de buscar paz interior sin una referencia a Dios. El diálogo interreligioso se hace más necesario aún y a la vez nos posibilita reconocer la dimensión trascendental en toda persona.

Los sucesos de los últimos años nos han hecho experimentar como sociedad una gran fragilidad, una mayor consciencia de la vulnerabilidad que somos. Nos han hecho experimentar la conexión mundial y la realidad del “efecto mariposa”. No solo en la fragilidad, sino también en el gran potencial que esta conexión tiene.

En un mundo donde la polarización crece, la fragilidad es más patente y la falta de necesidad de llegar a consensos entre unos y otros… necesitamos vigías que anuncien bienaventuranzas, que con su mirada atenta identifiquen los signos de vida, los caminos de fraternidad, el Reino que surge poco a poco.

Dicen que el barbecho es imprescindible para el cuidado y la mejora del suelo. Tal vez nuestro momento nos ayude a escuchar la urgencia de hablar de Dios, la necesidad de anunciar a un Dios de Vida, y en ello la escuela católica tiene una llamada.

¿Qué dice la escuela?

Demos un paso más y acerquémonos al campo que se nos regala y en el que cada día trabajamos, la escuela. El papa Francisco, dentro del Congreso “Educación e Iglesia” celebrado en febrero de 2024, nos recordaba: “Lo propio de la educación católica en todos los ámbitos es la verdadera humanización, una humanización que brota de la fe y que genera cultura” (CONFERENCIA ESPISCOPAL ESPAÑOLA (S.F.) Saludo del papa Francisco https://haciaelcongreso2024.educacionyculturacee.es/saludo-del-papa-francisco/).

En este objetivo de humanizar, el espacio educativo ha de ofrecer a la persona el contexto idóneo para que crezca, que se desarrolle la identidad profunda que ya está en ella, la que Dios ha soñado para cada uno de nosotros. Y descubrir esta identidad profunda, nos lleva a descubrir la realidad, a los otros, al Otro. Es educar una mirada capaz de identificar la verdad, el sentido de lo que nos rodea, y que nos ayude desde ahí a situarnos de una manera concreta en el mundo.

La escuela es un lugar privilegiado para educar esa mirada que nos abrirá a la realidad. Como dice el filósofo Josep Maria Esquirol, educar la atención: “La atención es como la ventana del alma. El mundo está ya abierto. Pero es necesario mirar bien por la ventana. Hay que acercarse a las cosas. Hay que asomarse, y extender la mano. Tocar el aire, y respirar el cielo, y dejar que las gotas de lluvia se deslicen por las facciones de la cara” (ESQUIROL J,M., La escuela del alma. De la forma de educar a la manera de vivir. Editorial Acantilado. Quaderns Crema S.A. pág. 69). ¿No es eso lo que Jesús nos ha hecho experimentar?

¿No es la mirada del corazón la que Jesús ha cambiado con los años, reconociendo al otro como hermano, reconociendo la armonía de la que somos parte con todo lo creado? ¿No nos educa Jesús a vivir atentos, conectados con nuestra alma, con el alma del mundo, con Él mismo? Es la invitación de Jesús a vivir con profundidad.

La escuela católica expresa la identidad que somos y la misión que hemos recibido. Es cierto que muchas familias ya no eligen nuestras escuelas por el carácter cristiano que las distingue, sino por razones más prácticas como la cercanía o la reputación académica. Sin embargo, esta realidad no debe desalentarnos. Al contrario, es una oportunidad para ofrecer un espacio de encuentro profundo con la vida y la fe a todos los que se nos acerquen. Todos, todos, todos.

Como escuela católica acompañamos para que niños y jóvenes descubran la realidad y se impliquen en ella, que crezcan desde unos valores y experiencias que para nosotros son lo mejor que tenemos y se expresan en Jesús y su propuesta de Reino.

¿Qué dice la palabra?

El campo de la escuela parece preparado. Y, ¿tenemos la semilla a transmitir? Sabemos que la transmisión de la fe se realiza a través de la palabra y de la vida, del encuentro con personas que han conocido y experimentado a Jesús, y se han dejado seducir por Él.

Las escuelas católicas estamos preocupadas por cuidar nuestra identidad, y en ello, el profesorado es clave en la formación que ofrecemos, no solo académica, sino en la propuesta de educación integral que hacemos.

Es esencial que los claustros de nuestros centros estén configurados por personas que hayan experimentado el amor de Dios y que deseen comunicarlo con la vida. Solo desde la experiencia de ese encuentro podrán ser testimonio vivo del Amor. Como escuela católica tenemos ese reto del equilibrio entre la propuesta de lo mejor que tenemos, también a nuestros profesores, y el respetar el punto de partida de cada persona, acogiendo su historia, su momento, sus opciones.

Porque los claustros no son ajenos al contexto en el que estamos, como tampoco lo son los alumnos, las familias, nuestras entidades titulares... De ahí que la necesidad de educar la mirada y proponer la experiencia de encuentro con Jesús comience en nuestros claustros, y nos lleve a una renovación en nuestras instituciones.

En el trabajo realizado con 14 instituciones de EC sobre la evangelización del profesorado (ESCUELAS CATÓLICAS (S.F.), Círculos de escucha https://www.escuelascatolicas.es/circulos-de-escucha/ quedó recogida la necesidad de hacer cercano el Evangelio a la vida cotidiana y valorar el punto de partida de cada persona, agradeciendo lo que ya aportan y posibilitan en nuestros centros.

Para realizar la lectura creyente de lo cotidiano, el acompañamiento personal sigue siendo una herramienta valiosa. Más cuando vivimos atentos a la vida del otro, donde el misterio, aunque no lo queramos, aparece en forma de opciones en nuestra vida, de muerte, de enfermedad, de vida nueva… Es en esas situaciones donde experimentamos con mayor claridad la necesidad de dialogar sobre el sentido.

Solo si hemos conocido y experimentado podremos decir: “Lo que es nosotros, no podemos callar lo que sabemos y hemos visto” (Hch 4, 20 ).

¿Qué dice la vida?

Está claro que el mensaje evangélico en nuestros centros llega a través de todo lo que somos. El lugar físico, las relaciones, la propuesta educativa que ofrecemos… En nuestra publicación “Escuela Evangelizadora” (ESCUELAS CATÓLICAS (S.F.)., Escuela Evangelizadora https://www.escuelascatolicas.es/pastoral/escuela-evangelizadora) se desarrolló ampliamente.

Nos podemos preguntar si todo ello está siendo actualizado, para seguir respondiendo a las necesidades que la vida plantea hoy a nuestros alumnos y familias, y a los contextos en los que estamos insertos.

Acogiendo las claves que el papa Francisco recogía en su carta para el encuentro de la OIEC en 2021 (VATICANO (S.F.), Carta del santo padre Francisco a los participantes en el Congreso de la Oficina Internacional de la Educación Católica (Marsella, 1-3 de diciembre de 2022) en sintonía con el camino que nos propone como Iglesia podemos preguntarnos: “¿cómo conseguir que la escuela católica sea realmente lo que el Señor le pide?”.

Nos reconocerán por el amor que nos tengamos. Esta experiencia de fraternidad que las relaciones y la propia estructura organizativa de los centros han de posibilitar, es la que estamos llamados a llevar más allá. Así lo recogimos en las intuiciones elaboradas de forma sinodal en la pasada Asamblea General de Escuelas Católicas. Para ello tuvimos que parar, escucharnos desde el corazón, verbalizar con claridad los enemigos para crecer en sinodalidad, para animarnos a intuir y a seguir caminando. Sabernos unidos, comenzando con las realidades locales con las que compartimos el día, nos llevará a buscar colaborar con otras instituciones en un proyecto común, que nos supera y se coloca al servicio de las personas. “Esta lección, aún a quien no es cristiano, le traerá la certeza de que no caminamos solos, pues vivimos en una familia, en una sociedad, somos corresponsables, trabajamos juntos para un bien común, a pesar de nuestras diferencias” (Op. cit.).

Siguiendo esta propuesta estamos invitados a vivirnos en camino. La realidad cambiante nos exige profundizar en ella y seguir aprendiendo. Salir una y otra vez al encuentro de lo que hoy vive la gente, en la escuela y fuera de ella, para poder ofrecer respuestas de sentido y esperanza.

Es un camino a hacer con otros desde una apuesta institucional, que no se improvisa, que hay que planificar y en el que ir descubriendo la verdad para ofrecerla a través de “la experiencia del kerygma, el diálogo a todos los niveles, la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad, el fomento de la cultura del encuentro, la urgente necesidad de ‘crear redes’ y la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha. También la capacidad de integrar los saberes de la cabeza, el corazón y las manos” (FRANCISCO, Exhortación Apostólic Christus Vivit a (25 marzo 2019), 222). Ser “escuela en salida”, en la vida para la Vida.

Conclusión

Volvemos a la pregunta inicial, ¿hablar de Dios en la escuela? Y podemos volver a responder con fuerza afirmativamente. Sí, es necesario hablar de Dios en la escuela y desde ella al contexto en el que estamos. Es urgente, como escuelas católicas, unirnos a San Pablo al decir “¡Ay de mí si no evangelizara!” (1Cor. 9,16). Es la manera de ser fieles a nuestra identidad y nuestra misión, y de seguir ofreciendo el regalo recibido.

Si nos paramos a pensar la llamada del papa Francisco a hacer Pacto Educativo Global, reconoceremos que es una respuesta a la realidad en la que estamos. De hecho, es parte de los intentos cotidianos que tantas escuelas e instituciones estamos haciendo, claro testimonio de fraternidad solidaria para todos, de la nueva humanidad que sueña y crea el Dios de la Vida.

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