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Comprometidos con el cuidado de la creación

Ana María Sánchez García. Presidenta de EC

El mes pasado comenzamos un nuevo curso. Lo hicimos, espero, renovados después de un buen descanso veraniego, y con la mochila repleta de ilusiones y proyectos. Este primer trimestre es complejo, pues hay muchas cosas que poner en marcha, y el cuidar los comienzos es fundamental.

Estoy segura de que en muchos de nuestros centros -ojalá que en todos- se habrá notado también que en este mes -del 1 de septiembre al 4 de octubre- celebramos el “Tiempo de la Creación”, un tiempo en el que se nos invita especialmente a orar, celebrar y reavivar nuestro compromiso con la Creación.

Nuestra sociedad va creciendo en conciencia ecológica. Hay quienes dicen que somos la primera generación consciente de los daños que la humanidad está causando al planeta, y la última que podrá hacer algo para cambiar esta relación abusiva y revertir los efectos de la misma. La tierra grita, y a su clamor se une el de los pobres, que son los que más sufren las consecuencias; no podemos desoír estos gritos, es urgente que les demos respuesta. Todos estamos llamados a comprometernos en la lucha contra la crisis global, cambiando nuestros hábitos personales y sociales.

Todos estamos llamados a comprometernos en la lucha contra la crisis global, cambiando nuestros hábitos personales y sociales

Como ocurre con todos los grandes temas que afectan a la humanidad, el de la crisis ecológica -o mejor, crisis ecosocial tiene un fuerte impacto en el mundo de la educación y nos plantea grandes retos. El papa Francisco nos dice que “los dos grandes desafíos de nuestro tiempo: el desafío de la fraternidad y el desafío del cuidado de la casa común, no pueden encontrar respuesta si no es a través de la educación”. Y nos anima a colaborar en el compromiso de la Iglesia con una ecología integral, “educando para pasar de un mundo cerrado a un mundo abierto; de una cultura del usar y tirar a una cultura del cuidado; de una cultura del descarte a una cultura de la integración; de la búsqueda de los intereses de partes a la búsqueda del bien común”.

Aunque creo que no nos ha sido nunca del todo ajena, percibo que en los últimos años la preocupación por el cuidado de la “casa común” se ha ido haciendo más patente en nuestra tarea educativa. Poco a poco, vamos haciendo camino, y pasando de hacer algunas actividades puntuales y quizá desconectadas del resto a integrarlas en nuestros proyectos educativos como algo que empapa y se trasluce en todas las dimensiones de nuestro ser y hacer: no solo en el proceso de enseñanza-aprendizaje, sino en la propia identidad de los educadores, en la formación de los mismos, en la Pastoral, en las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa y con el entorno, en la gestión y administración de los centros…

Disfruto cuando, al visitar los colegios, descubro signos de que en ellos se está gestando una nueva manera de estar en el mundo. Os animo a todos a seguir dando pasos, colaborando desde la misión educativa en la construcción de una “ciudadanía ecológica” comprometida en el cuidado de la Creación.

¡Que tengáis todos un buen curso!

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