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"La docencia no se abandona cuando se deja de dar clases, se lleva en el alma"

Pedro J. Huerta Nuño. Secretario general de EC

Victoria Moya Segura. Directora del Dpto. de Comunicación de EC

Pedro Huerta, trinitario, reelegido en junio secretario general de Escuelas Católicas por otros cuatro años. Más allá de su currículum, me siento frente a la persona y veo a un religioso que en su primer mandato ha sabido hacer suyo con respeto un espacio que le fue entregado para cuidarlo y ensalzarlo. Le miro a los ojos y descubro nítida una chispa de vivacidad. En sus gestos y en sus palabras hay convicción, claridad y dedicación, hay diálogo y hay narraciones, hay humor y naturalidad, hay frescura y seguridad en que siempre hay que seguir andando el camino. Un camino que seguiremos recorriendo juntos.

Pedro José Huerta Nuño, de la sorpresa de ser propuesto como secretario general de Escuelas Católicas, a cuatro años de experiencia a tus espaldas, ¿cómo definirías brevemente estos cuatro años?

Un aprendizaje continuo. Ten en cuenta que comencé en plena pandemia, sin poder hacer visitas o encuentros personales, con la mayor parte de las reuniones por videoconferencia y en plena tramitación de la LOMLOE. Hay un dato curioso: mi primera reunión presencial con la Junta Directiva Nacional fue un año y medio después de incorporarme al cargo. Aún así, el aprendizaje ha sido muy interesante y fructífero, lleno de cambios y desafíos; así me siento más a gusto.

Muchos cambios y muchos desafíos ante los que venías con la intención de tener paciencia y de estar abierto al diálogo con todos los sectores de la educación. Doy fe de que en muchas ocasiones no ha sido fácil, pero mejor cuéntanos tú cómo está siendo representar a tantas escuelas católicas ante gentes y organismos tan diferentes.

Paciencia ha habido mucha, es algo que me es connatural. Diálogo, menos; ciertamente esperaba mucho más, pero tenemos unas administraciones educativas que quieren mantener tantos equilibrios y evitar tantos conflictos, que acaban por modelos de participación en los que se echa de menos el encuentro directo y el diálogo constructivo. Esto no significa que haya mala relación, más bien al contrario, pero nuestro sistema educativo, y los problemas que tienen nuestras escuelas de ideario católico, no se solucionan solo llevándose bien.

No solo, desde luego. De hecho, imagino que habrás tenido que sacar a pasear y a desahogar tu alma de montañero en alguna que otra ocasión. ¿Cuál ha sido la más difícil?

La tramitación de la LOMLOE fue muy complicada: había que movilizar a muchas personas cuando no se podían hacer manifestaciones públicas masivas, había que hacer entender los verdaderos problemas de la nueva norma, había que convencer a políticos de diversa índole de la necesidad de cambiar algunos artículos. Lo más decepcionante es que la mayoría de los grupos políticos que entonces nos apoyaron y prometieron evitar lo más complejo de la ley, ahora parecen haber olvidado aquellos principios. Es posible que este sea el “juego de la política”, pero una vez te ves envuelto en él, es desilusionante.

¿Y lo más gratificante, Pedro?

Poder conocer a tantas personas e instituciones implicadas en la escuela católica. El Proyecto EC+Cerca me ha permitido entrar hasta dentro de 200 entidades titulares, hasta ahora, y encontrarme con aquellos que dirigen y proyectan la misión educativa, compartir, dialogar, pensar juntos. Lo más gratificante es saberse familia.

Hablemos ahora del futuro de esa familia, ¿qué retos y qué oportunidades afronta internamente la escuela católica y cuál crees que será tu papel en los próximos cuatro años?

Nuestros retos han quedado muy bien definidos y centrados en la última Asamblea General de Escuelas Católicas: sinodalidad, comunión y misión. Son tres dimensiones que debemos explorar y expandir en los próximos años. En ellas está contenida la identidad, la trascendencia de la misma misión, la vulnerabilidad de nuestras entidades y de las personas que las formamos, y todo lo relacionado con la vida y sus transformaciones. Mi papel no puede ser otro que acompañar desde la mirada atenta y la disponibilidad para el encuentro, porque cualquier decisión ante retos y oportunidades deben tomarlo las mismas instituciones.

Y externamente, ¿qué se le viene a la escuela católica, qué se nos viene a Escuelas Católicas?

Se nos vienen cambios importantes en cuanto a nuestra presencia, tanto geográfica como existencial. Los cambios sociales nos están llevando a un panorama en el que lo más importante acontece en la capacidad de ser y de estar. No hay que tenerle miedo a pensar desde ahí, porque nuestra conclusión lógica de esos posicionamientos se materializa en el verbo “educar”. No es casualidad que este sea, precisamente, el lema de nuestro próximo Congreso.

Educar… imagino que sigues echando de menos la docencia a pie de aula pero la docencia está en el alma de Escuelas Católicas… ¿crees que ambos ámbitos comparten algo?

Hace poco he leído que la palabra “docente” deriva de dos verbos latinos: docěre, “hacer que alguien aprenda”, y decet “hacer algo apropiado”. Esto quiere decir que el docente es “el que hace a alguien apropiado”. Como puedes imaginar, la docencia no se abandona cuando se deja de dar clases, se lleva en el alma, levantando un mundo de relaciones más decentes (también esta palabra deriva de decet), apropiando la vida a nuestras búsquedas. Ser docente conduce a los umbrales vitales en los que nada se excluye, todo se comparte solidariamente, en una especie de bricolage cultural para el que todo construye conocimiento.

Supongo que aceptar la renovación de tu cargo por otros cuatro años, significa que no estás del todo arrepentido pero, seguramente, además de renunciar a la docencia, habrás renunciado a otras muchas cosas y también habrá un recorrido de evolución personal. ¿Cuáles han sido tus sensaciones y emociones respecto de tu labor al frente de Escuelas Católicas este tiempo?

Ya te decía antes que me gusta llenar mis encuentros de personas, de conversaciones, de ideas dialogadas. He tenido mucho de esto en estos años. Cambian los modos, cambian las caras y las historias que hay detrás de ellas, pero nunca he tenido problema en seguir avanzando, indagar nuevas rutas y pisar terrenos inexplorados. Es mi alma montañera, como comentabas.

¿Cómo ha influido en ti representar a tantas entidades titulares y ser consciente de que tu papel trascendía de la Orden Trinitaria?

Siempre he visto esta tarea como un servicio eclesial. Es así como he salvado la sensación de que me supere, o de que sea yo quien intente superar los desafíos, que de todo puede haber. Hay un viejo dicho, supplet Ecclesia, que más allá de su aplicación canónica, es una invitación a dejarse completar por todos los que formamos la Iglesia: mi cansancio, mi inexperiencia, mi ignorancia, mi incapacidad, vienen a perfeccionarse con la participación de toda la Iglesia, en especial de las personas que hacen vida de su fe.

El Proyecto EC+Cerca me ha permitido el encuentro con 200 entidades titulares

¿Y tu fe o tu vivencia del Evangelio, han experimentado algún cambio?

Siempre. El Evangelio no es una experiencia estática y muerta, más bien de conversión, de transformación, que me empujan a mirar de forma atenta y nueva todas las realidades que me constituyen. La fe, evidentemente, va cambiando en la misma medida, resistirse a ello tal vez pueda tranquilizar la conciencia durante un tiempo, pero será un tiempo breve, porque después se nos impondrá la necesidad de ser cada uno de nosotros ese Evangelio, ser la noticia, ser el cambio.

Y para finalizar, no puedo dejar de hacerte esta pregunta. Yo te veo como un hombre compuesto de historias y de narraciones, ¿qué historia, qué narración, qué anécdota definiría estos cuatro años de tu vida?

Hace poco escribí, en la carta editorial de esta revista (número 107), lo que para mí significa bajar cada mañana del bus en la “Plaza del Encuentro”. Lo que en un principio podría parecer una bonita coincidencia, ha ido configurando y marcando muchas de las historias y reuniones que me esperaban al llegar a la oficina. No hubiera sido lo mismo de haber comenzado el día en la calle “del desengaño”, “de puñonrostro” o “de salsipuedes” (todas ellas calles de Madrid, aunque para el caso me habría valido también con la calle “Alegría de la Huerta”). Bromas aparte, mi narración siempre busca un encuentro, un espacio de sentido compartido, de miradas que se cruzan para después mirar juntas en la misma dirección. Anécdotas ha habido muchas, difícil quedarme solo con una, pero necesito un buen té verde y el micro apagado, a quien acepte se las cuento con gusto.

Apago el micro y preparo el té verde. Esto no me lo pierdo. Muchas gracias Pedro, por dedicarnos estas líneas y cuatro años de tu vida, de tus renuncias, de tus encuentros, de tu sabiduría y de tu fe.

Sinodalidad, comunión y misión son tres dimensiones que debemos explorar y expandir en los próximos años

BIO

Pedro José Huerta, nacido en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), es religioso de la orden de la Santísima Trinidad y los Cautivos, Provincia del Espíritu Santo. En ella ha desempeñado labores como ministro provincial de los Trinitarios del Espíritu Santo y como presidente de la Fundación Educativa Santísima Trinidad.

Su experiencia docente se ha desarrollado en el Colegio Santísima Trinidad de Córdoba, donde impartió la asignatura de Religión, y en la Facultad de Teología de la Universidad Loyola Andalucía.

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