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Directo al corazón

Mª Concepción Monjas Pérez. Vicepresidenta de EC

El SIEMPRE de la Pascua, de la presencia resucitada que nos habita

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¡Qué importante es el tacto, la caricia, el roce, la cercanía que supera la distancia que pueden soportar los ojos o el oído!

En muchas ocasiones necesitamos recordar que las celebraciones que nos proponen los tiempos litúrgicos son una pedagogía muy acertada que nos ayuda a vivir y a encajar muchos de nuestros momentos vitales y espirituales. Pero sabemos que más allá de esa celebración, estamos viviendo la presencia del Espíritu, que convierte nuestro tiempo y nuestra historia en un SIEMPRE.

En medio de la Pascua me atrevo a dar gracias a Dios por la Vida, por el latido que emerge a veces desde la pequeñez, la dificultad, el dolor, la muerte o el sinsentido. Seguro que es estremecedor reconocer a Jesús resucitado en nuestro corazón, porque no suelen ser fáciles las mañanas de Resurrección, tienen un punto de ausencia, uno se aferra a querer tocar y palpar, y son pocos los que tienen la suerte de descubrir una “nueva presencia”: “no está aquí, ha resucitado” (Lc. 24,6).

Ahora que no podemos tocarnos, entendemos mejor a María Magdalena en el huerto, o a Tomás en el cenáculo. ¡Qué importante es el tacto, la caricia, el roce, la cercanía que supera la distancia que pueden soportar los ojos o el oído! Pero Jesús, le dice: “no me toques” y la mujer se alegra infinito de que la llame por su nombre y de sentir que los labios del Maestro la reconocen. Ella también le nombra. El intercambio de nombres entre amigos o personas que se quieren siempre tiene matices de intimidad y un toque de infinito, que solo se siente cuando disfrutas de estar con quien amas.

Nosotros que somos gentes de Resurrección, necesitamos tocar y sentir al Maestro, por eso, os invito a vivir esta Pascua leyendo estos relatos, en los que, quienes estuvieron cerca del Señor, quieren encontrarlo y tocarlo.

La verdad es que los maestros estáis acostumbrados a que os busquen, a aparentar normalidad en una realidad de pandemia, llena de protocolos, distancias, clases presenciales o semipresenciales. Por más medidas que haya, seguís siendo los artífices de sueños, los que hacéis posible que cada mañana los alumnos acudan al colegio poniendo un granito de arena a la construcción de su futuro. Sois los mejores acompañantes, desde el amor, la comprensión, la acogida, la exigencia y el estar, siempre estáis cerca. Sois prolongación de ese SIEMPRE que acompaña el latido de nuestra historia, por la acogida, y la presencia. Sabéis muy bien que acompañar a los otros es confiar en ellos y en su capacidad de crecer, por eso os acercáis a los alumnos, con humildad y respeto, desplegando las cuatro vías para conectar con la dimensión espiritual de la persona: el arte, la naturaleza, la oración y el encuentro interpersonal. Esto hace que la escuela sea tan necesaria, tan valiosa en nuestra sociedad.

Estoy segura de que este estilo pedagógico que abarca todas las facetas del ser humano, es posible porque alguna mañana de resurrección habéis experimentado que el Maestro pronunciaba vuestro nombre y os hacía palpar el tesoro de una nueva presencia, la que acentúa la capacidad de comprender el “SIEMPRE del Espíritu” por el que sois capaces de estar y ser SIEMPRE.

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