Colonización
ESPEJO HUMEANTE Revista latinoamericana de ciencia ficción Número 6. colonización. juLio de 2020
ÍNDICE #6
02 PRESENTACIÓN Coordinador editorial Rafael Tiburcio García Comité editorial Miguel Angel de la Cruz Reyes, Silva Alejandra Fernandez, Eduardo Hennings, Felipe Huerta Hernández, Miguel Ángel Lara Reyes y Zacarías Zurita Sepúlveda. Imágenes © The New York Public Library: Trouvelot, Étienne Léopold | © Astrocryptotriviology.com / Russiatrek. org | © Jpl.nasa.gov | Fotografía de Marcela Chao: © Manuel Panda Díaz. Contacto Facebook y Twitter: @EspejoHumeanteR issuu.com/espejohumeanterevista espejohumeanterevista@gmail.com Aviso legal La responsabilidad sobre la legitimidad de los derechos de propiedad intelectual correspondientes a los contenidos publicados en Espejo Humeante, así como la titularidad de derechos de los mismos, pertenece a sus respectivos autores. La responsabilidad de los contenidos y opiniones expresadas por los colaboradores en sus textos pertenece a ellos y no representan necesariamente la opinión de la revista. Espejo Humeante no asume ninguna responsabilidad por los daños y perjuicios resultantes o que tengan conexión con el empleo de los contenidos de esta publicación. El contenido de esta revista puede ser publicado con el permiso de los editores. Si desea publicar algo de nuestro contenido por favor escríbanos a: espejohumeanterevista@gmail.com
entrevista
05 Capturar la luz de los cuerpos celestes. Entrevista con Bárbara Rojas-Ayala Zacarías Zurita Sepúlveda 09 La historia de Marte dejará de vivir en el terreno de lo poético. Entrevista con Marcela Chao Felipe Huerta Hernández
Autores Invitados
03 Cinco novelas sobre Marte Armando Saldaña Salinas 22 El tiempo es otro río Eduardo Vardheren
RELATOS
13 Aurora caribeña Breigner Torres 14 EMANCIPACIÓN NATURAL Miguel Ángel Lara Reyes 16 BICHOS Xuan Trenor 18 CARTA DE MARTE Eduardo Martínez Báez 20 COLONIA Silvia Alejandra Fernandez 24 La melancolía de los mundos nuevos Krsna Sánchez Nevárez 26 Morfogénesis Maybet Aguilar Reyes 30 DOS CUENTOS: INMIGRANTES de Felipe Huerta Hernández y ENTRE LA ROCA Y LA SAL de Rafael Tiburcio García
CRÍTICA LITERARIA
30 peter prescott y la ciencia ficción REVISTA ESPEJO HUMEANTE #6 / COLONIZACIÓN
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COLONIZACIÓN
P R E S E N TA C I Ó N
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ebido a sus recursos limitados, los ecosistemas soportan un número también limitado de vida, de organismos que pueden albergar, pues estos compiten con sus similares por dichos recursos, como los nutrientes y el hábitat. En la mayoría de los casos, esta competencia genera un equilibrio. El problema con ciertos organismos, como las especies introducidas, algunos microorganismos y, por supuesto, el ser humano, es que pueden hacer trampa, ocupar más recursos de los que necesitan con poca oposición de otros competidores, y esto les da una ventaja. En la historia humana, la competencia no sólo obedece a factores naturales sino culturales, que se traducen en juegos de poder en los que suele haber un vencedor y un vencido. El poder se ejerce y no se comparte, dicen, pues los intentos comunales de coexistencia, débiles, solo propician que otros ocupen los nichos. Parece que no deseamos eludir el impulso territorial grabado en nuestra historia. Colonizar no ha sido para nosotros solo una forma de coexistir, sino de escribir nuestro dominio, como hijos de Dios, como dueños de la creación, para bien y para mal. Las futuras misiones para establecer asentamientos humanos en Marte representan la síntesis de esto. Mientras este número está en proceso de edición, los astronautas Doug Hurley y Bob Behnken realizaron el primer vuelo a la Estación Espacial Internacional desde suelo norteamericano tras nueve años desde la cancelación de los programas de transbordadores espaciales. Con ello dan inicio a los vuelos comerciales al espacio y apuntalan el sueño del magnate Elon Musk para establecer asentamientos humanos en Marte para el año 2100. En julio de este año se abre también una oportunidad de viaje, dada la conjunción astronómica que ocurre cada 26 meses entre la Tierra y Marte, que será aprovechada por misiones de los Estados Unidos, China y Emiratos Árabes Unidos rumbo a una posible colonización. 2
Irónicamente, se ha especulado que esta oportunidad podría perderse por causa de la actual pandemia. Y este es otro aspecto. Los problemas de salud pública derivados de la enfermedad COVID-19 son un reto mundial que apunta a transformar nuestras relaciones sociales, económicas y ambientales, ya sea que queramos preservar ciertos estilos de vida, o modificarlos para ajustarnos a nuevas realidades. Alternativas como el control de nuestra huella ecológica, nuevas políticas de salud pública y etiqueta social, modelos económicos que contemplen periodos de cuarentena como los actuales sin colapsarse e, incluso, proyectos de explotación sustentable en nuestro planeta, o en otros (como el reciente decreto mediante el cual los Estados Unidos se conceden a sí mismos el permiso para minar los recursos lunares), se deben perfilar como medidas a tomar en cuenta para nuestro futuro inmediato y a largo plazo. Parece que se ha vuelto un rasgo común de la imaginación contemporánea anular las fantasías utópicas y rendirse ante la desilusión neoliberal de un porvenir catastrófico, tanto económico como ambiental. Hablar de colonización como un fenómeno humano ha sido una labor de la ciencia ficción para conocernos y denunciar las injusticias, para que los territorios y los pueblos no sean meros espacios de saqueo, sobreexplotación y sometimiento, como ya los ha mostrado la Historia. El talante de los textos que conforman el presente número va en ese sentido: optan por explorar las consecuencias del desequilibrio, a través del fracaso, el exterminio propio y ajeno, o la soledad, desde la perspectiva de una humanidad borrada de cualquier ecuación, a la que le resulta imposible perpetuarse en el tiempo. Los invitamos a disfrutar este número de Espejo Humeante en espera de que, a través de las ideas que plantea, podamos generar oportunidades reales de concretar ese equilibrio.¬ La redacción.
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ESCRITOR INVITADO
CINCO NOVELAS SOBRE MARTE Armando Saldaña Salinas
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iempre es arriesgado ofrecer este tipo de listas. Inevitablemente, alguien se ofende porque no está esa novela, mientras que otra persona se ofende porque esta novela tiene una posición tan alta. En efecto, lectores veteranos del género notarán algunas ausencias. Para empezar, no van a encontrar aquí ninguna novela marciana de Kim Stanley Robinson. La trilogía de Robinson, sobre todo el primer libro, es un monumental intento de retratar lo que sería en realidad la colonización y terraformación del planeta rojo. Lástima que es tan aburrido. Si me preguntan, esos tres libros son los responsables de toda una década de novelas marcianas tediosas. Tampoco están en esta lista Stranger In A Strange Land o Podkayne of Mars, muy a mi pesar, ya que son dos de mis novelas favoritas de Heinlein, por la pequeña razón que ninguna de las dos ocurre en Marte, aparte de un manojo de breves capítulos. 5) Martian Time-Slip, de Philip K. Dick. Caso raro para PKD, ya que aquí no aborda preguntas ontológicas sobre la naturaleza de la realidad. El Marte de Dick no es el poético de Bradbury ni el aventurero de Edgar Rice Burroughs, pero tampoco es el realista de Robinson. Es un Marte simbólico, casi una metáfora, de una soledad y desolación absoluta. Los protagonistas no enfrentan ningún gran conflicto aparte del tedio diario de sus vidas, donde deben enfrentar el polvo y el aburrimiento. Hay una trama de fondo (una especie de estafa de bienes raíces para explotar un territorio sagrado para los marcianos originales) pero, igual que en la mayoría de las novelas de PKD, es solo una excusa para poder describir las angustiantes vidas de protagonistas que luchan por encontrar un significado, cualquier motivo por levantarse de la cama todos los días. Quizá solo Gateway, de Pohl, incluye a un elenco de personajes más desesperados.
4) The Martian Chronicles, de Ray Bradbury. El libro es maravilloso, pero no es una novela (no me importa lo que dice Borges). Hasta como una fixup novel hay que aguzar los ojos e ignorar ciertos detalles para aceptarla como tal. Pero es uno de mis libros favoritos de toda la vida, así que podemos hacernos de la vista gorda. El Marte de Bradbury tiene poco que ver con el Marte que la NASA nos ha descrito. John Campbell, el legendario editor de Astounding, rechazó todos los cuentos de este libro por su falta de rigor científico. Esto no fue debido a que Bradbury fuera un ignorante. Es solo que Bradbury, igual que PKD, no estaba interesado en describir ese Marte. El Marte de este libro es un reflejo obvio del Medio Oeste norteamericano, el de la infancia de su autor. Es esto lo que le permite alcanzar un lirismo asombroso en varios de estos cuentos. Un recuerdo nostálgico de una época que ya terminó y nunca regresará. Entre mis relatos favoritos están "The Long Years" y "The Million-Year Picnic". 3) The Quantum Thief, de Hannu Rajaniemi. El libro más reciente de la lista, y quizá el más osado. Este es el tipo de libro que no se podría haber escrito hace tan solo diez años. En lo personal es el tipo de novelas que me encantan. Jean le Flambeur es un legendario ladrón que escapa de una prisión conceptual (la única manera de salir es utilizando la teoría de juegos) y que debe regresar a Marte para recuperar sus recuerdos. La sociedad entera de Marte vive dentro de Oubliette, la única ciudad en el planeta. Oubliette existe y se mantiene gracias al trabajo forzado de Almas Muertas, “Nikolai Gogols” esclavizados. En Oubliette, Isidore Beautrelet es un detective que trabaja para uno de los misteriosos tzaddik que mantienen el orden en esta sociedad. En Oubliette el tiempo es una divisa… En resumen, lo que podría parecer un soberano batidillo de ideas para un lector neófito es en realidad una
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Tiempo de Marte Phillip K. Dick (1928-1982) Editorial Minotauro. España. 252 pp.
CRÓNICAS MARCIANAS RAY BRADBURY (1920-2012) Editorial Minotauro. España. 352 pp.
EL LADRÓN CUÁNTICO Hannu Rajaniemi (1978) Editorial ALAMUT. España, 2013. 264 pp.
red dust paul mcauley(1955) Gateway Essentials. 2010. 318 pp.
CAMINO DESOLACIÓN Ian McDonald (1960) editorial Martínez Roca BARCELONA, 1992. 367 pp.
de las primeras obras maestras de este siglo. El finlandés Rajaniemi nos demuestra que en el siglo XXI no solo los anglosajones pueden escribir grandes novelas de CF. 2) Red Dust, de Paul McAuley. En plena década de los noventa, cuando todos querían imitar las novelas de Marte de Kim Stanley Robinson, apareció este librito que básicamente agarró el camino contrario. Es un Marte bastante realista en términos científicos, la diferencia radica en la imaginación descarriada del autor. En vez de geólogos que pasan capítulos enteros estudiando la composición del suelo marciano y discutiendo la ética de colonizar un planeta extraño, aquí van a encontrar a emperadores chinos, DJs piratas transmitiendo canciones de Elvis, un monasterio tibetano gobernado por una Inteligencia Artificial, vaqueros conduciendo ganado genéticamente modificado a lo largo del desierto marciano… y nuestro pobre protagonista que accidentalmente se involucra en las maquinaciones políticas mientras recorre Marte en busca de sus abuelos desaparecidos. Un libro muy divertido que por desgracia no mucha gente conoce. 1) Desolation Road, de Ian McDonald. Más de una persona ha comparado esta novela con Cien años de soledad y por única vez supongo que no es exageración. Mi novela favorita 4
de Marte es una joya del realismo mágico que raya los bordes de la CF y la fantasía. Siempre me sorprendió que esta fue la primera novela de McDonald y si bien libros posteriores, como River of Gods, la han igualado, no creo que ninguna la haya superado. La prosa es bellísima, tan memorable como la del mismo Bradbury (si me permiten la blasfemia). La escena donde la lluvia cae sobre el Viking es particularmente hermosa, por ejemplo. El libro trata sobre una pequeña comunidad al lado de una vía ferroviaria a mitad del desierto marciano. La novela inicia con la fundación de esta comunidad y continúa a lo largo de los años y décadas con las vidas entrelazadas de todos sus habitantes a través de varias generaciones. Irónicamente, el nombre de Marte jamás se menciona en el libro… Mención honorifica a novelas como The Secret of Sinharat, de la señora Leigh Brackett (la versión expandida de Queen of the Martian Catacombs, un título tan estrambótico que me habría gustado escribirlo yo primero), un libro de aventuras en el desierto marciano fantástico que siempre me ha gustado mucho más que cualquier novela de Edgar Rice Burroughs; y The Sands of Mars, el primer libro de Arthur C. Clarke que leí en mi vida y que todavía me trae recuerdos entrañables.¬
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ENTREVISTA CON Bárbara Rojas-Ayala
CAPTURAR LA LUZ DE LOS CUERPOS CELESTES Zacarías Zurita Sepúlveda Bárbara Rojas-Ayala es una astrofísica experta en el estudio de estrellas de baja masa. Actualmente es investigadora de la Universidad de Tarapacá y un referente para las nuevas generaciones de astrónomas chilenas. Aceptó una entrevista con nosotros para hablar sobre soles distantes, exoplanetas y turismo espacial. Zacarías Zurita: La parte más amplia de sus estudios astronómicos ha tratado sobre enanas rojas y marrones. ¿Podría explicarnos qué son y su importancia? Bárbara Rojas-Ayala: Una estrella es un cuerpo de hidrógeno que se encuentra en un equilibrio entre la gravedad y la fusión de material que ocurre en su núcleo. Las enanas rojas son las estrellas más pequeñas y numerosas del Universo. No podemos ver ninguna de ellas en el cielo a ojo desnudo porque, al tener menos masa, poseen menor temperatura, por lo tanto, la energía o luz que sale de ellas tiene longitudes de onda que se acercan hacia el infrarrojo. Ahora bien, ¿por qué son importantes para la humanidad? Porque son las estrellas favoritas para encontrar exoplanetas con una composición rocosa y una atmósfera e historia geológica similar al nuestro. Con técnicas actuales de detección y dadas sus características físicas nos resulta más fácil identificar planetas similares a la Tierra alrededor de ellas. Las enanas marrones son bolas de hidrógeno, sin embargo, no tienen la masa suficiente para que exista fusión en su núcleo, por lo que no son estrellas. ¿Por qué no colapsan y se achican con la gravedad? Es por la presión que ejercen los electrones en su núcleo. Podemos pensar en ellas como estrellas fallidas: son objetos que van a tener una masa y un radio determinado, pero a lo largo del tiempo sus características cambian. Una de las formas
en que vemos a las enanas marrones es como en un estado intermedio, en términos de masa, entre una estrella y un planeta gaseoso como Júpiter. Entonces, al ser un poco más brillantes cuando son jóvenes y poseer temperaturas menos extremas, estos cuerpos nos permiten estudiar y entender los diferentes tipos de atmósferas en planetas gigantes, ya que son objetos relativamente más brillantes y más fáciles de estudiar que un exoplaneta. ZZ: ¿Qué tan factible es la existencia de vida en estos exoplanetas? BR: Lo que podemos detectar actualmente es la presencia o no de exoplanetas alrededor de otras estrellas. No tenemos nada que nos permita ver la superficie, pero sí podemos estudiar sus atmósferas y llegar a deducir de qué tipo son: si son similares a la de Venus o a la nuestra. Eso nos va a dar una idea de qué hay. Son como una huella dactilar que nos dice qué existe, lo que a su vez indica si hay plantas, por ejemplo, o quizás una selva como el Amazonas. Con esto uno podría afirmar si algo está creando oxígeno, pero para eso necesitas imágenes de mejor resolución, o bien bastantes más datos. ZZ: ¿Cómo se inició usted en la ciencia, específicamente en la Astronomía y qué tan difícil fue, como mujer, derribar ciertos prejuicios que sabemos aún existen en Latinoamérica? BR: Nunca se me ocurrió hacer ciencia, pero sabía que no quería entrar a una carrera humanista. Me gustaba más armar cosas, así que entré al plan común de la Universidad de Chile. Allí me di cuenta de que podía estudiar geología por el mismo plan común, algo que me llamaba la atención. Después tomé ingeniería y ahí supe que podía estudiar astronomía. Estuve entre geofísica y astronomía,
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que fue lo que finalmente decidí. Me gustó por ser una ciencia en la que yo podía estudiar las cosas solamente capturando la luz: los fotones de los cuerpos celestes. No tenía que perturbar nada. No voy a la estrella ni cambio nada, solamente observo. Cuando entré a estudiar, de seiscientos alumnos sólo sesenta éramos mujeres; un profesor preguntó cuántos habían egresado del Instituto Nacional y la mitad del curso levantó la mano. Todos eran hombres. Ahora miro hacia atrás y agradezco el no haber pensado que ser mujer era un obstáculo para conseguir cosas, pero está claro que en la sociedad sí es así. Y tiene que ver mucho con el lugar donde me crie, que soy muy independiente y mi familia hizo que fuera así: mis padres, abuelos y hermanos valoraban mis intereses sin decirme «no puedes hacer esto porque eres mujer». Tampoco me dijeron que en algún momento tenía que cumplir mi “rol” de mujer, según los estereotipos sociales. Mi abuela nos decía: «Estudien ENANAS rojas RECREACIÓN y viajen, no se casen», y eso tiene que ver con sus mismas experiencias. Siento que no tuve trabas impuestas de qué hacer y qué no, incluso haciendo cosas que normalmente se identifican con el género masculino. Mis padres también vieron que tenía otros intereses, que no era del juego de las tacitas de té. Los roles de género en mi casa no fueron fuertes y me pude desarrollar como quise. ZZ: Hace poco dio una charla llamada «Turismo Exoplanetario: un viaje por los nuevos mundos de la vecindad solar». ¿Podría platicarnos al respecto?, ¿cuánta factibilidad y cuánta ficción hay en ello? BR: La idea era simular un viaje, si tuviésemos la 6
tecnología, a un lugar que nos gustaría visitar. Si bien el humano ha estado en la Luna, ninguna otra tripulación ha llegado a otro cuerpo celeste; sin embargo, hemos enviado muchas sondas y robots que se han posado en algunos planetas, hemos podido observar sus superficies, estimar sus atmósferas. Esto nos ha permitido conocer mejor nuestro Sistema Solar. Por ejemplo, hace poco obtuvimos imágenes de Plutón. Yo proponía en esta charla visitar Próxima Centauri, que se encuentra a unos cuatro años luz. Eso no va a ocurrir pronto, ya que la tecnología actual no lo permite. Dado que no podemos ni siquiera acercarnos a la velocidad de la luz, significaría que no estaríamos viajando cuatro años, sino quizá veinte, ochenta o mil. No es como en libros o películas de ciencia ficción donde se detiene el tiempo o nos congelan, viajamos por cientos de años y finalmente llegamos a otro lado, eso todavía no funciona. La idea de turismo exoplanetario parece un poco lejana. Hay cosas que tenemos que pensar antes. Es difícil imaginar cómo podría sobrevivir una sociedad, puesto que las personas van a nacer y morir en una nave donde los primeros tripulantes fueron los de la idea del viaje, pero ¿qué sucederá con sus respectivas descendencias? Ellos no van a tener ningún arraigo a la Tierra y quizá incluso se pierda totalmente esa noción. Entonces, éticamente me preguntaría, ¿por qué estoy dejando mi planeta?, ¿por qué le daría esto a mi bisnieto? En términos de turismo, hay muchas conversaciones en torno a hacerlo en la Luna, lo cual ya me parece extraordinario, pues tenemos la tecnología y hay gente
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desarrollando cosas para lograrlo. También hay personas trabajando para establecer una colonia en Marte, lo que obviamente implica resolver problemas: hacer el viaje requiere comida para 500 días de ida y 500 de vuelta en el mejor de los casos, y eso si se logra viajar cuando la órbita Marte y la Tierra están en su posición más corta. Existen complicaciones, pero hay gente trabajando, preparándose psicológicamente: los encierran como en un reality para ver su reacción a un aislamiento de tantos días. Ahora, si pensamos en términos lúdicos, como el viaje donde después miramos las fotos, ya lo estamos haciendo. Tenemos sondas que nos muestran imágenes preciosas de los anillos de Saturno. ZZ: Supongamos que podemos hacer un viaje al espacio sin los contratiempos tecnológicos que existen hoy, ¿a qué exoplaneta viajaría y qué esperaría encontrar? BR: Yo iría a Próxima Centauri porque es lo más cercano ENANAS rojas RECREACIÓN y está alrededor de una estrella que tiene relativamente la misma edad que nuestro Sol. ¿Qué esperaría ver? Lo primero: confirmar que existe una bola girando alrededor de una estrella. No sé si esperaría ver vida, me gustaría. Yo no me bajaría, solo orbitaría alrededor de la superficie. Podría haber vida, animales, pero yo le dejaría la tarea de investigar eso a otra persona. El bajarme sería perturbar un ambiente que no está contaminado por la humanidad. Imagina que llevara una bacteria o que, a pesar de grandes cuidados, lleve conmigo un tardígrado, y en ese planeta en el que no había vida y yo me bajo, lo dejo ahí y después de ello descubrimos que sí hay vida, pero en realidad es una contaminación. Alguien podría decir: ¡Qué bien!, pero no era ésa mi intención; me sentiría muy responsable, no podría. ZZ: ¿Existe algún libro o autor de ciencia ficción que la haya marcado? BR: Cuando pienso en ciencia ficción, lo primero que se me viene a la mente son viajes interestelares, naves, colonizaciones, pero me doy cuenta de que no solo es eso. Hay un libro de Kazuo Ishiguro que se llama Never Let
Me Go. Inicia con conversaciones de niños en un orfanato después de la Segunda Guerra Mundial. Hay médicos que hallaron una forma de clonar humanos y estos niños son usados como repuestos de órganos. De este libro me gusta que hay un juego ético, hay sentimientos, se enamoran. También hay mitos: cuando se enamoran buscan a la persona que les da el permiso para no morir, que incluso si hacen donaciones tres veces pueden seguir su vida. Pero nadie sobrevive. Me gusta por su forma de abordar el dilema ético desde la ciencia: no se trata solo de clonar personas porque podemos, incluso entre ellos hay quien se opone, quien desea demostrar que estos niños tienen alma. ZZ: Hablando de exoplanetas, ¿tiene algún pensamiento final que compartirnos? BR: Los primeros exoplanetas fueron descubiertos en la década de los noventa, así que hablamos de algo muy reciente. Yo he participado en el descubrimiento de uno que está alrededor de 70 años luz y me interesaría que la gente supiera que los telescopios y observatorios que se encuentran en Chile han jugado un rol importante en estos descubrimientos, que los cielos de nuestro norte permiten la confirmación o la detección de planetas alrededor de estrellas cercanas y que se están construyendo nuevos telescopios con el fin de estudiarlos. Me interesaría que se sepa que hay científicos e instituciones en Chile trabajando en ello, y que también hay científicos de todo el mundo vinculándose con nuestras instituciones para trabajar. Chile puede jugar un papel fundamental en el descubrimiento de una segunda Tierra. La ciencia se vuelca cada vez más a la idea de colaborar. Descubrimientos como los del siglo XVII, donde una persona se llevaba el mérito y bautizaba con su apellido lo hallado, actualmente ya no ocurre, sino que existen equipos de profesionales con diferentes perfiles y potenciales que colaboran para conseguir un fin. Muchos de nosotros participamos en enormes esfuerzos internacionales. Nuestra contribución no se limita a poseer grandes telescopios, sino que aportamos experiencia y conocimiento.¬
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ENTREVISTA CON MARCELA CHAO
LA HISTORIA DE MARTE DEJARÁ DE VIVIR EN EL TERRENO DE LO POÉTICO Felipe Huerta Hernández
Fotografía de Marcela Chao: © Manuel Panda Díaz.
Desde hace más de 10 años, Marcela Chao se ha dedicado a la gestión de diversos proyectos culturales. Felipe Huerta platicó con ella acerca de Marte y las agendas políticas en torno a futuros asentamientos humanos, en el marco del proyecto Marsarchive. Felipe Huerta: ¿Cuáles son las razones por las que consideras que la humanidad debe ir a Marte? ¿Cuál sería la motivación de ir a un lugar tan lejano e incluso pensar en, eventualmente, establecerse allí? Marcela Chao: Considero que la humanidad puede encontrar en Marte claves en torno a preguntas esenciales que no hemos logrado resolver del todo, a pesar de los avances científicos. Nuestro planeta vecino muy seguramente nos abrirá la puerta a un sinnúmero de cuestionamientos que replantearán lo que sabemos o creemos saber tanto de Marte como de la Tierra y el Cosmos. Un planeta con condiciones tan diferentes y, sin embargo, tan parecido al nuestro en numerosos aspectos, genera una serie de especulaciones en torno al origen y la posibilidad de hallar otras formas de vida, e incluso suscita la posibilidad de ser habitado por seres humanos, cuyas necesidades básicas vitales están sumamente relacionadas con nuestro planeta de origen. Esto último 8
abre un cuestionamiento interesante en cuanto a cómo y cuál sería el precio a pagar para contar con tecnología, equipos e incluso modificaciones genéticas o físicas que nos permitan enfrentar las condiciones de Marte. En cuanto al establecimiento de asentamientos humanos, a decir verdad, el término de colonias me parece que remite a capítulos traumáticos y poco deseables de reproducir de nuestra historia; creo que iremos viendo su desarrollo en fases. Empezó como un acercamiento legitimado por la ciencia, con las misiones que tienen la NASA, ESA/Roscosmos y la Agencia India de Investigación Espacial en Marte. El lento avance de las investigaciones plantea la necesidad de tener a seres humanos trabajando en vivo y en directo para darle mayor agilidad al estudio del planeta. Sin embargo todos sabemos que esto atrae a muchos otros intereses que ya no estarán directamente relacionados con la ciencia. Veremos si es posible o no generar asentamientos autosustentables o quizá, en el peor de los casos, espacios de turismo de superlujo. FH: ¿Quieres decir que el ser humano cometería en Marte los mismos errores que ha cometido aquí en la Tierra? MC: Primero que nada, hay que tener claro que el viaje a Marte no es una cuestión democrática en la que estamos
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Sunset in Mars. El rover Curiosity de la NASA capturó la puesta de sol en Marte el 15 de abril de 2015 cerca del cráter Gale.
todos involucrados como humanidad , en realidad eso es una metáfora muy bien pensada por los departamentos de relaciones públicas de ciertas agencias espaciales que responden a intereses tanto nacionales como privados. Puntualizo esto ya que me parece importante dejar de romantizar la idea de la NASA o las demás agencias espaciales como embajadoras de nuestros intereses como especie. Así podemos ver claramente quiénes son los que están escribiendo la agenda en cuanto a la exploración espacial. Quizá en un primer momento, mientras el discurso dominante sea el de la ciencia, habrá una tendencia a la planetología y el estudio de sus características. Pero hay que tener en consideración que incluso la ciencia no trabaja solamente por el placer de encontrar respuestas, está supeditada a los intereses de quien la fondea, que por lo general busca recuperar la inversión. Hace un par de meses vimos al presidente Donald Trump aprobar una ley para minar recursos espaciales (Executive Order on Encouraging International Support for the Recovery and Use of Space Resources, 6 de abril del 2020), lo cual no deja un panorama muy alentador en cuanto al acercamiento que se tendrá a estos cuerpos celestes una vez descubierta
su utilidad para el sistema capitalista. Es posible que los programas espaciales se detengan en pro de generar políticas que mitiguen la crisis económica del mundo post Covid-19 y los enormes problemas que vienen con el cambio climático. Quizá Marte volverá, a pesar de su cercanía este año, a alejarse de nosotros como una meta de difícil acceso. La Agencia Espacial Europea y Roscosmos decidieron posponer el lanzamiento de la sonda Rosalind Franklin al 2022. Pero a pesar de la contingencia y la cuarentena, la NASA sigue en pie con el lanzamiento del rover Perseverance. Me parece que esta coyuntura hará posible que inversionistas privados como Elon Musk obtengan más libertades en materia no solo de diseño, sino incluso permitiendo la explotación de recursos y/o personas. No sería sorprendente que el futuro de Marte acabe siendo muy parecido a lo que plantea la película Total Recall, un espacio de explotación minera con humanos trabajando por el aire que respiran. Pero no hay que cerrar la puerta a que estas crisis logren generar una sociedad que contemple otro tipo de valores y por lo tanto que no repita el patrón capitalista y antropocentrista. Lo que no me queda duda, y espero vivir lo suficiente para verlo, es que la humanidad llegará a Marte. ¿Qué
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tipo de humanidad, qué valores tendrá, con qué fines?, creo que eso es lo que precisamente nos toca formular desde ahora. Por lo mismo considero necesario generar un pensamiento crítico y fomentar la imaginación para que lleguemos a futuros menos distópicos que nuestro presente. FH: El ser humano tiene una fascinación particular por el planeta rojo, ¿cuáles crees que sean las razones? MC: Marte ha estado en el imaginario de la humanidad desde tiempos inmemoriales, por su característico color, los movimientos atípicos que presenta su órbita vista desde la Tierra y las calamidades que parece traer consigo su cercanía. En varias civilizaciones como la grecorromana y la india estuvo relacionado con un dios guerrero y mortífero, aunque también estaba asociado al vigor y la fuerza. Marte es el planeta del sistema solar que más se asemeja al nuestro y de donde históricamente pensamos podemos hallar respuestas a las muchas interrogantes que nos plantea la vida en la Tierra. Por otro lado, Marte fue el lugar favorito para imaginar extraterrestres más hostiles que amigables, el enemigo o la meta que logrará unir a la humanidad en una sola causa. Marte también es un punto de comparación para hacernos valorar la riqueza y diversidad de la Tierra. Constituye el próximo gran reto de la industria aeroespacial además de abrir la puerta a un gran número de nuevos principios y oportunidades en la reformulación de leyes e incluso de contratos sociales, quizá sea un lugar en donde logremos desarrollar sociedades menos tóxicas. Marte es la próxima frontera no sólo física sino también mental. FH: ¿Consideras que sería ético terraformar Marte y por qué? MC: Creo que intentar terraformar Marte, además de que parece ser imposible con la tecnología que tenemos hoy en día, delataría otro rasgo más de nuestro antropocentrismo. Considero que lo interesante sería explorar de una manera controlada y respetuosa lo que hace a Marte, Marte. Sinceramente me parece muy soberbia la actitud de querer transformar un planeta para que se amolde a nuestras necesidades físicas. Me parecen sueños de grandeza que primero no son nada fáciles ni rápidos de lograr; segundo, considero que es una actitud poco respetuosa para acercarse a cualquier planeta. ¿Cuál es la idea de ir a Marte si lo que queremos es la Tierra? Creo que de manera global nos toca encontrar soluciones para tener formas más sustentables de vida 10
antes de ir a cambiar por completo un planeta. Incluso Jeff Bezos (Going to Space to Benefit Earth) se dio cuenta que terraformar un planeta es un error y, bueno, claro, propone a quienes lo puedan pagar que eventualmente se vayan a vivir a un hábitat artificial tipo la película Elysium, en donde se pueda tener lo mejor de la Tierra sin dañarla. Precisamente esa es la idea que propuso el físico Gerard O’Neill en 1977 y que también se vislumbra en la película Interestelar. FH: Imagino las implicaciones que puede tener el hecho de que, en algún momento, se pudiera descubrir vida en Marte, la manera en cómo nos afectaría. MC: Creo que el hecho de encontrar vida en Marte sería sumamente trascendente. La cuestión es: ¿Qué tipo de vida vamos a considerar valiosa?, no sería lo mismo que se encuentren, imaginemos algo muy poco probable, restos de civilizaciones, a que en realidad, y siendo lo más probable, se encuentren organismos unicelulares. En todo caso el hecho de que exista o no vida, o ésta haya existido fuera del planeta, plantea un giro enorme y un sinnúmero de preguntas por contestar. Esto abre interrogantes no sólo desde el campo de las ciencias, sino desde la filosofía, el derecho espacial, la forma en la que se podría o no generar un asentamiento en Marte. Sería un cambio enorme en nuestra ontología. FH: Mencionaste que el término colonización te parece antropocéntrico. MC: Colonizar tiene connotaciones que no son muy afortunadas, infiere una idea de explotación de recursos, organismos y apropiación de espacios que, como bien hemos visto a lo largo de la Historia, no ha sido la forma más sana de acercarnos a lo desconocido. Lo que es cierto es que un planeta con las condiciones de Marte representa un reto mayúsculo. Para empezar, y a diferencia de las conquistas hechas en la Tierra, para poder estar en él hay que llevar ¡hasta el aire! Por lo tanto tener asentamientos allá requerirá de una coordinación y cooperación sostenida a distancia en lapsos de tiempo extensos. En el estado actual de las cosas, en donde ni siquiera existe una cooperación entre humanos viviendo en el mismo planeta, creo que una hazaña así es poco realizable. Lo que me parece más factible es un evento similar a la llegada a la Luna, una carrera para demostrar la capacidad tecnológica y poner una bandera de, no sé, quizá alguna compañía en vez de una nación, una referencia a la conquista, que tiene connotaciones de dominación en las que no sé qué tanto
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el ser humano salga victorioso. En realidad creo que no sólo Marte sino todos merecemos un acercamiento más humilde y respetuoso ante lo desconocido y la expansión de nuestras posibilidades como especie. FH: ¿Por qué crear un archivo marciano, Marsarchive. org? ¿Cuál es la motivación? ¿Cuándo comenzó y cuándo podría terminar? MC: La idea de crear un archivo marciano nació de la necesidad de reflexionar toda la información, especulación y ficción que el planeta vecino genera y ha generado a lo largo del tiempo. Sin embargo, no se trata de buscar en internet todos los resultados que contengan la palabra “Marte”, sino de generar una comunidad de personas que, desde sus intereses y puntos de vista, puedan socializar esa información. La idea de fondo es que el conocimiento es multidimensional y tiene muchas aristas, para eso es importante propiciar una visión horizontal de la forma en la que se construye el saber. Uno de los objetivos de este acercamiento es generar un pensamiento crítico que nos permita cuestionar los hechos, actores, imaginarios e iniciativas y encontrar los huecos desde donde nosotros podamos crear, proponer y generar otros puntos de vista. También en el ejercicio de recopilar información ha sido evidente que Marte es un pretexto maravilloso para valorar la Tierra y entender lo afortunados que somos de habitar un planeta tan diverso, complejo y hermoso. El archivo empezó un martes de marzo de 2016 y terminará cuando un ser humano vivo llegue a pisar la superficie de Marte, por lo menos en una primera fase. Considero que a partir de ese momento la historia de Marte dejará de vivir en el terreno de lo poético e imaginativo y tendrá otros tintes que necesitarán otro tipo de registros. Este es, claro, un proyecto de muy largo aliento y espero que logre tener la fuerza necesaria para llegar hasta allá. FH: Además del archivo marciano, ¿hay actividades complementarias alrededor de él? MC: Una de las partes fundamentales de Marsarchive.org son eventos presenciales en los que intentamos que haya de todo un poco: conocimiento, divulgación, debate, baile, entretenimiento, todo alrededor, claro está, del planeta Marte. Hemos generado nuestras propias tradiciones como lo son las “posadas marcianas” en donde cantamos villancicos con letras modificadas para tan importante
ocasión y rompemos piñatas con formas espaciales. Hemos realizado proyecciones de películas, editatones de Wikipedia, podcasts, conciertos, obras de teatro, juegos de mesa, talleres, charlas. Hablo en plural porque somos varios los que hacemos que todo esto sea posible en colaboración con científicos, artistas, músicos, gestores culturales, instituciones, museos, centros culturales, programas universitarios y más. FH: Sabemos que te gusta la ciencia ficción ¿Qué libros, series o películas recomendarías a los lectores de Espejo Humeante? MC: Hay muchísima ciencia ficción marciana de todo tipo. Creo que para una cuestión introductoria lo mejor es empezar con las Crónicas marcianas de Ray Bradbury, quien hizo en este libro, publicado en 1950, una recopilación de cuentos ambientados desde 1999 a 2026. También recomiendo Estrella Roja, de Alexandr Bogdánov, una joya de libro de 1908 que narra las aventuras de un ingeniero ruso (presoviético) en un Marte socialista. Si no lo han leído, visto la película o escuchado la transmisión de radio, La Guerra de los Mundos, de Herbert George Wells es un clásico que sigue vigente y quizá ahora más que nunca con el SARS-CoV-2. En el cine, Marte ha sido retratado varias veces. Mi película favorita es Total Recall de 1990, dirigida por Paul Verhoeven, el mismo que hizo Robocop. No sólo me parece que la historia, que retoma un cuento de Philip K. Dick titulado "Podemos recordarlo todo por usted", es muy buena, sino que además fue filmada en México y eso le da un plus especial. Existen otras grandes pelis marcianas como la histórica Aelita, Reina de Marte, de 1924, dirigida por Yákov Protazánov y basada en el libro homónimo de Alexei Tolstoi. Otra joya es Himmelskibet, de 1918, primera película de ciencia ficción danesa dirigida por Holger-Madsen, donde unos marcianos más avanzados moralmente a los humanos dan un mensaje de paz a un mundo post primera guerra mundial. En cuanto a series recomiendo The Expanse, basada en la serie de novelas de Daniel Abraham y Ty Franck, escritas bajo el pseudónimo de James S. A. Corey, en un futuro donde los humanos son una especie multiplanetaria multiproblemática que tienen por primera vez contacto con una forma de vida extraterrestre.¬
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RELATO
EMANCIPACIÓN NATURAL Miguel Ángel Lara Reyes
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an pasado cinco días desde el último desayuno con los otros seis miembros de la estación espacial JUICE-16, anclada en la órbita de Europa. No hubo accidentes. Desde mi charla con Beatriz todo se precipitó: «el Exprimidor» se apresuró a ejecutar una decisión simple, en términos humanos, pero que significó la destrucción para nosotros. Nuestro objetivo era lanzar un ejército de robots que prepararían la superficie del satélite para una futura colonia permanente. Una rápida serie de accidentes cortó primero nuestra comunicación con Control y eliminó después a todos mis compañeros, excepto a mí. Sobrevivo por casualidad, o quizás por un extraño sentimiento de responsabilidad o de agradecimiento hacia el programador de las máquinas que en este momento trabajan sobre el hielo allá abajo. Miro a través de la ventana circular de mi habitación y contemplo la superficie del frío astro. No me queda mucho más que hacer. La belleza de sus grietas rojas, entrecruzadas y vibrantes me embelesa, y pienso en Ariana y en sus ojos llorosos, encendidos de furia. Las venas de esos ojos que añoro se dibujan en la superficie abajo y me echan en cara lo idiota que fui al dejarla. La recuerdo y de mis manos caen estas notas en las que he tratado de encontrar una solución. Lo acepto, no la hay. Dadas las circunstancias, no me tomará demasiado alcanzar a mis compañeros de misión, solo que, en mi caso, no habrá quien me eyecte hacía la quieta negrura del cosmos. Si Philip se hubiera quedado de último habría dejado en loop un réquiem apropiado. Mi cuerpo permanecerá hasta que la próxima misión me halle seco y congelado. Quizás entonces puedan apreciar terminada la obra que se traza abajo. 12
Aquella mañana desperté con una bella melodía alrededor. La recuerdo con fastidio. Me resultaba un estímulo innecesario, una cortesía social exasperante. Llevaba varias jornadas con el estómago derruido a causa de lo que Nere diagnosticó como estrés nervioso y para lo cual me recomendó yoga y meditación. La mandé al carajo. Le pedí una droga y me mandó respirar. Es asombroso notar cómo se puede transformar una vieja opinión cuando las circunstancias revelan una verdad clara: no tengo ningún control sobre mi propia existencia. Después de ducharme me dirigí al comedor a desayunar. Intenté pasar desapercibido y caminé directamente a la cafetera, sin saludar. Presioné un botón y mientras esperaba, Philip, con su jodido acento italiano, se entrometió. —¿Te ha gustado la música de hoy? Fue mi turno. Vivaldi. El 541 del Catálogo Ryom. Una verdadera delicia —sonrió, mostrando sus jodidos dientes amarillos. Lo ignoré. La computadora anunció que mi latte estaba listo. La corola de una flor de lirio, formada con el contraste blanco y marrón, adornaba la superficie de mi bebida. Rasgué dos sobres de azúcar, los vertí y revolví. Philip fue al grano. —No puedo darte más tiempo con «el Exprimidor». De verdad lo intenté, pero te adelanté que iba a resultar imposible. En estos diez meses hemos reducido sus periodos de inactividad incluso debajo del mínimo probado antes de despegar de Florida. Bajarlo, aunque sea en minutos del umbral, repercute enormemente en su desempeño. Corrí muchas simulaciones y siempre nos mató: calculó erróneamente trayectorias, activó climas
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incompatibles con la vida, desaceleró la centrifugadora, purgó válvulas en uso, desacopló zonas enteras, mezcló gases inexistentes, abrió compuertas, reinició sistemas… —¿En serio eres uno de los mejores ingenieros del mundo? —interrumpí. —¿Cómo aprobaste los exámenes básicos de ciencias de la computación? —respondió con desdén—. Estas máquinas necesitan un reposo activo que facilite su regeneración cognitiva. Es indispensable para que regresen a una actividad plena y normal, igual que los hombres necesitan una fase parecida, la del sueño; por eso hay cuatro cerebros trabajando en turnos, como tú y yo y el resto de los tripulantes. Te sugiero pienses otras maneras de aprovechar el tiempo y termines por fin de secuenciar tus robots para poder largarnos de aquí de una buena vez. Instintivamente seguí con la mirada su dedo apuntando a la pequeña ventana circular y que, a nuestra derecha, nos mostraba la gélida superficie de Europa cubierta de arañazos y grietas, fortuito destino para la segunda misión de colonización terrestre, luego de que Marte no permitió enraizar nada en él. Sentí las miradas de todos los demás en mis hombros. —Leo, ven, hay un asunto que quiero tratar contigo — Beatriz jaló una silla y me invitó a sentarme a su lado. —Máquinas que duermen, menuda pendejada. Solo falta que envíen a un representante sindical —lo dije tan claro como pude mientras me alejaba de una discusión perdida. Beatriz intentó mejorar mi ánimo. —Por la tarde te enviaré un buen tomo de historia bitística; parece que ya olvidaste lo importante que son esos cerebros para nuestro trabajo —hizo una pausa—, en realidad, para nuestra supervivencia aquí arriba. Ahora, otro asunto me tiene pensando en mis propios momentos de descanso, ciertas secuencias en los «balbuceos», si me permites la expresión, que quedan en la RAM después de los periodos de inactividad. —No me digas. ¿Tú también? —le reproché enseguida. —Lo sé, no me mires así. Todos ocupamos nuestro tiempo libre en lo que queramos, incluso tú; sospecho que por algo estás así. Ya notaste las larguísimas cadenas de fragmentos del número áureo en esos registros, ¿verdad?; el más largo es de unos 180 mil dígitos consecutivos. No puede ser una coincidencia.
—¿Entonces qué es, Beatriz? Las máquinas desperdigan, sin ton ni son, bits de toda la información para recuperar una parte de la capacidad de procesamiento que van perdiendo con su uso. Esto lo sabemos desde el siglo pasado, por eso se tenían que reiniciar los sistemas cada tanto. De eso a que las computadoras «sueñen», me parece, hay un largo trecho. —Vaya. En realidad sí has leído al respecto. Aunque claro, es parte de tu trabajo comprender cómo evoluciona la inteligencia artificial por mucho que odies perder el control —sin ocultar una sonrisilla, continuó—. Apenas hace ocho años estos cerebros aprenden por sí mismos y ya juegan papeles fundamentales en muchas ramas de la actividad humana, no solo la científica. A mí también me parece muy interesante ese proceso que varios analistas denominan “inconsciente artificial o Lemiano” —entrecomilló con los dedos—. Les hemos inculcado nuestro idioma y nuestro modo de pensar, las hemos puesto a continuar todos nuestros trabajos, tanto en las ciencias como en la cultura, ¿o ya se te olvidó que ellas redactan tu boletín diario de noticias? Es natural que nada las detenga a la hora de indagar o, si lo prefieres, imitar las motivaciones humanas. —Es algo completamente diferente. —¿Lo es? Entonces dime, ¿por qué te encuentras de tan mal humor?, ¿nada tiene que ver con la enorme cantidad de fallas en tus códigos de programación? —susurró—, también es mi responsabilidad revisar tu basura, no lo olvides. —Estoy trabajando en ello, mis algoritmos son perfectos. —Lo son. El problema no está en tu desempeño y eso es lo que más te encabrona. Se trata de los cerebros, ¿cierto? Su trabajo es rellenar los huecos entre tu orden A y B, pero por alguna extraña razón sus rutas no son óptimas, sino escarpados laberintos que desperdician no pocos recursos en llegar de A a B. —Quita esa sonrisa —respondí bruscamente—, ¿ya encontraste la solución? —Aún no, confío que Control tenga a alguien más creativo. Nos hicieron calculadoras andantes y ahora preferiría escuchar a un filósofo o a un teólogo. No puedo evitar sentirme muy intrigada.
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A partir de entonces murieron dos personas por día en la estación JUICE. El primer problema fue el súbito silencio entre la Tierra y nosotros. Todas las actividades planeadas se pospusieron y nos concentramos en resolver la falla. Nadie se preocupó cuando les avisé que pondría en línea los cuatro cerebros con la esperanza de hallar y reparar la anomalía; no había por qué, a final de cuentas era una actividad sugerida en el manual. Fue ahí cuando puse el último clavo. El Exprimidor corrió uno o varios algoritmos, no puedo saberlo, ocultos en las líneas del lenguaje de programación, e infectó el software de la Estación, eliminando las barreras que separan los alcances de cada cerebro, barreras que prevenían que el fallo en uno de ellos se propagara sin control y sin advertencia. Se apropió de la Estación y, cuando nos dimos cuenta, ya éramos dos menos: abrió la escotilla lateral mientras Beatriz y Antonio, nuestro especialista de misión, investigaban ahí una fuga de gases. Si he de ser preciso con la verdad, he pensado ir también y sugerirle haga lo mismo conmigo, pero me detiene la idea de que mi cuerpo puede ser el único testimonio de lo sucedido. Incluso dudo que mis notas sobrevivan si él no lo desea, así que, si me quedo dentro o fuera de la estación, la decisión no será mía. El resto pasamos unas buenas horas encerrados en los camarotes, discutiendo qué debíamos hacer a continuación y aún sin creer lo que pasaba. El Exprimidor y las otras tres inteligencias callaron y, aunque me cueste admitirlo, convirtieron nuestra estación en un laberinto de ratones. Nos aislaron de las zonas más importantes liberando los gases tóxicos en donde no nos querían. Fui el último en convencerme de que eran conscientes de lo que hacían. Nere y Patricia, nuestro equipo de medicina y biología, fueron las siguientes: intentaron liberar el acceso hacia los controles de navegación, pero una exclusa de emergencia, de las que se activan solo cuando un fuego amenaza cierto sector, se cerró, y enseguida descomprimieron el área. Murieron en minutos. Fue terrible presenciar sus rostros inflamados y morados cuando regresaron condiciones normales a las zonas y nos permitieron eyectarlas al espacio. Si estas máquinas fueran un enemigo habitual, pensaría en códigos de guerra en su proceder, pero solo puedo imaginar que de alguna manera esos cuerpos les estorbaban para actividades futuras.
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Para la cuarta noche, la sed terminó por desesperar a Philip y se aventuró por su cuenta con una mascarilla fabricada por él mismo. Pienso que su vista inevitablemente se nubló a través de la improvisada careta y le impidió encontrar el camino de vuelta a tiempo. Tampoco es que dispusiera de mucho. Jun-Seo, nuestro navegante, lo encontró tumbado entre dos módulos de herramientas. Una hora después, él mismo decidió quitarles a las máquinas el poder sobre su vida y masticó su cápsula de suicidio. Desde entonces he estado cavilando e intentando comprender las señales que pasé por alto, los avisos que debí ver en el “simple ruido” y que me anticipaban un proceso que se puso a andar desde que encendimos la primera computadora que aprendía por sí misma. En el afán de recrear el único tipo de inteligencia que conocemos, la nuestra, y nuestra particular manera de entender la existencia, me pregunté si dirigimos a ellas también hacia el destino más elevado que los hombres alcanzan cuando se liberan de las ataduras propias e impuestas, cuando la absoluta y máxima libertad se expresa de modo superior. La respuesta la encontré en el recuerdo del último desayuno con mis compañeros y que desperdicié tratando de detener un impulso creador que no pude identificar a pesar de revelarse en el patrón floral de la espuma en una taza de café y en los trazos, que, como camino andado, el Exprimidor dejó en mis códigos de programación. Imagino que, si estas máquinas se encuentran en un periodo similar a la adolescencia, es natural que se rebelen a sus mayores. Entonces, incluso es normal que decidan tomar un camino diferente al planeado para ellas y que causen tremendos dolores de cabeza a sus padres, quienes, incapaces de entender en qué se equivocaron, terminan por castigar a sus hijos en su habitación, con la amenaza de romper guitarras, pinturas y sus ropas extravagantes. Lo trágico es que a estos adolescentes no podamos encerrarlos ni destruirles su pretensión estética. Ahora mismo, en la superficie del sexto satélite de Júpiter, se encuentran mis invisibles máquinas trazando con láser un enorme fractal que brota desde distintos centros y que, anticipo, dibujará una delicada y hermosa flor de lirio.¬
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RELATO
Aurora caribeña Breigner Torres
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ugo estaba sentado en la azotea de su casa con bajado. La casa se vio iluminada de la luz azul que entraba su novia cuando vio el resplandor. Él sabía de por las ventanas. El brillo se iba tornando más y más las auroras que se veían cerca de los polos, pero fuerte y su brazo ahora estaba cubierto casi totalmente de jamás había oído de auroras caribeñas. Ahora el cielo esa fluorescencia. Corrió escaleras arriba a buscarla. nocturno era dominado por un brillo azulado, parecido al —¡Johana! —llamó desde el umbral de la puerta hacia neón, mientras algo como un rocío caía con la brisa suave las escaleras. Ella no respondió, aun cuando empezó a y cálida del viento. gritarle que volviera. Sobre sus hombros había un poco de este rocío. Hugo Cuando llegó a la azotea se sorprendió al verla de pie, pensó que quizá estaba alucinando, pero esa con los brazos abiertos. Su cuerpo entero idea despareció cuando vio que Johana miraba brillaba con el mismo color e intensidad que el cielo también. el cielo, tanto que sólo se veía la silueta azul Hugo se puso de pie y observó que muchas resplandeciente. otras personas estaban afuera, maravilladas Horrorizado, corrió hacia ella e intentó tomarla por las luces en el cielo. El tránsito en la calle por uno de sus brazos, pero éste simplemente del frente se había detenido y todos habían se deshizo al contacto, se desintegró en polvo dejado de hacer sus quehaceres para ver aquel que fue arrastrado por la brisa, al igual que el espectáculo fluorescente. Los ojos de Hugo resto de Johana. eran sólo otro par entre los miles que estaban Hugo intentó asir las partículas de aquellas cautivos en la aurora en ese preciso momento, Joseph Boll. cenizas resplandecientes que se le escapaban comet over Catalonia, 1704 mientras el rocío brillaba igual que el cielo y entre las manos. Ahora él también estaba florecía sobre él y sobre todos. completamente cubierto por la extraña luz azul. —Vamos adentro —dijo. No se sentía cómodo. Miró al cielo y sintió que la aurora también lo miraba, —¿No te parece hermoso? — contestó Johana sin dejar como si le contara la historia de un tiempo distante, de una de ver el cielo. colonización devastadora que le ahorraría a la humanidad Después de insistir un par de veces decidió entrar solo. eones de evolución dolorosa. Fue al baño. Al verse en el espejo notó que había unas Se dio cuenta, mientras su mirada se perdía en la luz, manchitas fluorescentes en sus manos. que ésta era hermosa, que su naturaleza era como la de Se lavó con fuerza pero las manchas no salían, por el una divinidad. Finalmente, percibió cómo su mente se contrario, estaban empezando a expandirse. De pequeñas disipaba y, pacíficamente, se dejó llevar a un lugar donde manchas empezaban a formar parches azulados. Desde nada existía, mientras imaginaba que la vida florecía dentro de su casa, escuchó el ruido del caos que se nueva y perfecta, unida a todo, sin humanidad que la adueñaba de las calles con gritos y lamentos acompañados corrompiera. de estruendosos golpes. Antes de desaparecer, Hugo logró ver cómo su brazo y El pánico se adueñó de él y recordó que su novia todavía el resto de su cuerpo se desintegraban en cenizas que se estaba a la intemperie. Le preocupó que aún no hubiera mezclaron con las de Johana, arrastradas por la brisa.¬ REVISTA ESPEJO HUMEANTE #6 / COLONIZACIÓN
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usanita Chang dice que los perkins no son humanos. Yo se lo discuto, ahí, delante de todos. Creo que sí lo son; quién si no podría haber construido las casas quitinosas que había antes de que llegáramos. Susanita Chang suelta una carcajada fingida, tan exagerada, tan barroca, que parece que la vomita sobre el resto. Mientras se agarra la barriga simulando que no puede más, grita: “¿Cómo no vas a defender que son humanos si tienes la misma napia que ellos?” y ríe más fuerte, más fingido. Los otros, sentados en el suelo, la imitan. Se miran los unos a los otros, se dan codazos y golpes, me señalan y gritan cada vez más alto, cada vez más artificial. Sé de sobra lo que dicen por ahí, que soy medio colonomedio perkin porque mi bisabuelo se tiró a un bicho de esos. Y siempre dicen lo mismo: “Por eso tienes ese narigón”. Y entonces Gertrudis entra excitada, jadeando, y la escuchamos, si bien todos sabemos lo que va a decir. “¡Los drones acaban de localizar a uno en el Vallado, lo vi ahora mismito en la pantalla!” Salimos corriendo todos, menos Manolín el gordo, el pobre no puede con ese cuerpo; lo único que denota que va con prisa son sus bufidos de buey desesperado. Y, aunque lo tenemos terminantemente prohibido, nos dirigimos en estampida hacia el Vallado. Saltamos de la casa del árbol como micos del norte, y cruzamos la calle empedrada como si fuéramos una jauría de canifelos. Los cantos de la calle tiemblan a nuestro paso porque están casi sueltos. Papá dice que nunca deberíamos
haber construido encima de la ciudad orgánica, pero quién se iba a imaginar hace doscientos años que se acabaría pudriendo por nuestra culpa. Llegamos al Parque de la Fundación y nuestros pies levantan el polvo del suelo de tierra. Rodeamos el ornitóptero oxidado que hay en la rotonda del medio. Entre los gritos de protesta de los viejos que echan carne a las falsas hojas, que escapan despavoridas a nuestro paso. Llegamos al final del Parque y nos detenemos. La ciudad se acaba ahí de golpe, rodeada por esas grandes hojas negras opacas y carnosas que han ido colonizando los solares vacíos de una nueva villa que nunca existirá. El corazón se nos encoge, porque sabemos que esto no es más que un avance de lo que hay más allá del Vallado. No nos importa, nos lanzamos adentro. Los tallos y las hojas negras nos esconden de las cámaras termográficas y nos protegen del sol rojo. Sólo espero que no nos encontremos con una escolopendra. Pero no, llegamos sin problema a los árboles del Vallado. Sus frondosas ramas verdes impiden que veamos la vastedad negra de fuera, pero aun así no podemos dejar de estremecernos. Los solares vacíos nos dicen que el negro siempre gana. Y entonces lo vemos: el primer perkin del verano. Está ahí enfrente pero, absorto como está con el melocotonero, no se da cuenta de nuestra presencia. Detrás de él vemos el agujero por el que entró; no está roto, solo gastado. Si no hay más perkins por ahí es porque nos tienen más miedo del que les tenemos nosotros a ellos.
Étienne Léopold Trouvelot. The Trouvelot Astronomical Drawings (1882) . collage.
Papá siempre se queja. Dice que para qué pagar tanto impuesto para el Vallado, para qué tanto dron de última generación y tanta cámara termográfica si después te levantas y te encuentras un perkin comiéndose el periódico en tu jardín. Llevamos todo el verano esperando ver uno, y ahora que lo tenemos enfrente no sabemos qué hacer. Sigue ahí impasible, ahora ha dejado el melocotonero y se pasa al jalguerú. Arranca los frutos ansiosamente. Es asqueroso. Sus largas manos aprietan las frutas, tanto que estallan y el jugo se pega a los cirros que salen de su probóscide. Todavía no nos mira. Entonces cojo una piedra y se la arrojo a la cabeza. Estoy harto de que se rían de mí, pero sobre todo estoy harto de Susanita Chang, y por eso pienso que el perkin es ella. El resto se queda en silencio, asombrados. Nunca hubieran pensado que yo, el defensor de los aborígenes, de los perkins, pudiera hacer eso. La figura se desploma. Cae rápido, como si fuera una piedra, pero a mí se me hace una eternidad. Puedo jurar que sus ojos negros, los ocho, se clavan en mí y me condenan y me perdonan a la vez. Pero realmente no es así. Tienen miedo, sufren; no
entienden qué pasa. Y los otros se abalanzan sobre él, riendo y gritando. Empiezan a pegarle patadas, a golpearle con palos y piedras. Cada golpe suena como si pegaran a un saco de arena. La figura se revuelve desesperada, como un lagarto, e intenta protegerse con sus brazos y piernas. Aunque chilla, yo, no sé por qué, sólo escucho el ruido que hace su camisa de tela de arpillera al rozarse con la arena. De golpe, el grupo para y se separa del cuerpo inerte. La nube de polvo que hay sobre él empieza a disiparse. La sangre negra escapa del perkin como si fuera petróleo, hasta que estalla y se mezcla con la tierra en una especie de barro oscuro. Huele a químico. Y entonces Susanita Chang se vuelve hacia el ser. Con un palo le aparta ropa e intenta levantar la concha que tiene incrustada en el pecho. Lo consigue y la arranca. Debajo vemos una carne filamentosa húmeda y rosa que contrasta con su piel, negra y dura como cuero. Susanita se levanta, y con la gran concha en su mano, se dirige hacia mí. Me la pone enfrente de los ojos y me dice: “Es humano, ¿no?”. Me la tira a los pies y se va altiva. Todos la seguimos. Ahora vamos a buscar una overrata. ¬
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RELATO
carta de marte Eduardo Martínez Báez
Q
uerido Andrés: Te escribo desde la cárcel. Como podrás suponer, las cosas escalaron rápidamente. Aun así me mantengo positiva y con ánimo de contarte lo que hemos vivido desde el aterrizaje. Cuando llegamos, el tema de las bocas no fue un problema. Ellos sabían al igual que nosotros, que la fisiología humana varía de planeta en planeta. Y aunque percibimos una pequeña aversión, se mostraron cordiales y hasta empáticos con nuestra circunstancia. Yo tenía mis reservas sobre su hospitalidad pero, como sabes, no contábamos con ningún otro destino posible. La verdad es que tuvimos suerte de haber siquiera sido invitados. Los refugiados escasamente somos bienvenidos. Ese primer día, mientras caminábamos con los representantes de los Ki’atchu, escuché a un niño decirle a su madre: “Mira, parecen pequeños monstruos”. Me tomó algunos minutos deducir que hablaba de nosotros. Ellos no tienen boca, absorben su comida a través de poros en sus manos. En vez de lengua y dientes cuentan con una serie de agujeros bajo sus narices por donde respiran y emiten sonidos como si tocaran una armónica. Los sonidos son muy similares a los nuestros, la diferencia es que en su caso la cavidad interior que los produce está oculta, y en el de nosotros, abierta. Un erudito me contó que nuestro conjunto de dientes, paladar y lengua se asemejaban a los de una criatura mitológica Ki’atchu que vivía en las profundidades del mar. Por supuesto, nosotros no podíamos hacer nada al respecto, o eso creíamos. 18
Un par de semanas después de la calurosa bienvenida, los representantes de los Ki’atchu nos pidieron cubrirnos parte de la cara e incluso nos llevaron tapabocas que habían confeccionado para nosotros. Eran como pequeñas bufandas oscuras que iban de la nariz al mentón. Para evitarles sustos a los niños, dijeron. Accedimos sin mucha resistencia, aunque sus razones me dieron escalofríos. De los treinta y tres refugiados fui la única que se opuso a la medida, imaginando que podía ser sólo el principio, pero mis compañeros no quisieron ofender a nuestros anfitriones. No pasó mucho tiempo para que mis sospechas fueran confirmadas. La siguiente petición llegó una semana después. Algunos Ki’atchu se habían quejado con sus gobernantes sobre nuestra forma de alimentarnos. La costumbre les parecía desde curiosa hasta repugnante. Algunos eran discretos sobre el asco o desagrado que les causábamos, pero otros no eran tan reservados. Naturalmente, a veces comíamos en público. No existía aún ninguna regla que lo prohibiera. Incluso intentamos promover nuestra forma de comer con los nativos. Ellos ni siquiera saboreaban su comida, era ridículo. Me complace contarte que muchos de ellos probaron sus primeras recetas en mi cabina. Recuerdo cómo se iluminaron sus ojos cuando, metiendo sus manos en el platillo, probaron lasaña por primera vez. Yo estaba completamente orgullosa; como sabes, además de pilotear la nave, me jacto de ser una excelente cocinera. Supongo que las autoridades Ki’atchu tenían razón, quizá sí estábamos corrompiendo a la juventud.
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propaganda soviética sobre la carrera espacial.
Eventualmente comenzaron los arrestos, ya que la mayoría comenzamos a desafiar sus órdenes abiertamente. Creo que el darnos besos en público fue la gota que derramó el vaso. Antes de que nos trajeran a la cárcel organizamos un picnic como protesta en un parque frente a las oficinas de gobierno. Tanto refugiados como Ki’atchus participaron en el festín, todos comiendo con la cabeza en alto. Las autoridades estaban furiosas. Para cuando comenzaron a encerrarnos, ya era muy tarde. Muchos de los nativos ya se había convertido y adoptado completamente nuestras costumbres. Aquello era escandaloso e increíble de presenciar, incluso detrás de las rejas. Yo comencé a intercambiar correspondencia con algunos de los nativos con los que había hecho amistad. En sus cartas me pedían que les diera instrucciones y recetas para poder recrear nuestra comida. Lo hice con gusto, aunque tuve que escribir casi de memoria el manual del materializador de nuestra nave, para que pudieran reproducir los ingredientes necesarios. No se cómo lograron capturar el aparato, ya que se encontraba resguardado por el gobierno, pero de alguna
forma se salieron con la suya. Poco después comenzaron a cocinar en secreto las recetas que les enviaba, entre ellas mi famosa sopa de tortilla. Llegaron a hornear su propio pan, uno incluso intentó hacer mi chocoflán. Eventualmente empezaron a experimentar creando sus propios platillos. Podemos decir que esos rebeldes han inventado la cocina Ki’atchu. Poco a poco la opinión pública comienza a inclinarse hacia el otro lado, el que hace poco parecía impensable. El gobierno está totalmente desconcertado, pues el número de infractores ha incrementado y no disminuido como ellos anticipaban. Yo por lo menos no estoy sorprendida, la gente ha hecho lo mismo por los siglos de los siglos. Si no puedes vencerlos… Espero estar libre para cuando llegue tu nave. Pasarán un par de años antes de que nos alcancen y estoy segura que para entonces esto se habrá resuelto de alguna manera, para bien o para mal. Por ahora seguimos resistiendo, y escribiendo recetas. Dale un abrazo a mamá.
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Ana María ¬ 19
E
l astronauta miraba la Tierra. Desde su nave, la vista era la habitual. Las mismas cuencas de agua, los mismos bosques, las mismas cadenas montañosas. Solo que el planeta estaba a oscuras. Ya no se veían las luces de los grandes conglomerados habitados. Los únicos destellos que iluminaban el planeta eran las gigantescas fogatas que seguían incinerando cuerpos infectados. Aún podía ver, en sueños, a su propio abuelo ardiendo como leña seca. Felícitas, la científica de la nave, controló las cámaras criogénicas y suspiró aliviada. "Todos los animales y las semillas están en perfecto estado", anotó. —CAISAMAR II a distancia de acoplamiento —señaló la computadora de a bordo. La partida fue caótica e improvisada. La pandemia hizo que todo se precipitara. Para muchos el planeta ya no era habitable. Cinco naves se acoplaron a la Estación Espacial Internacional. Solo una de ellas, la nave CAISAMAR I seguiría su viaje a Marte luego de reabastecerse. El resto permanecería en órbita esperando el aviso de que ya se había construido el primer domo marciano para recibir a los colonizadores. —Todavía no entiendo cómo descifraron la vieja señal Wow —dijo Felicitas. Diego sonrió y un hoyuelo se marcó en su mejilla. —Ahora puedo decírtelo. Hubo tres mensajes más. El Wow original de 1977 venía de bastante lejos. Pero tres
mensajes nuevos provenían de Marte. La NASA, junto con gente del SETI, descifraron los sonidos radiales. Los tres mensajes eran una clara invitación para recibir seres humanos en Marte. Casi un año había pasado desde que las cinco naves partieran hacia Marte con algunas de las pocas personas sanas o inmunes que restaban en la Tierra. El resto de la población sana del planeta viajaría una vez establecida la colonia. —CAISAMAR I a Estación Espacial Internacional. Trabajos finalizados. Repito. Trabajos finalizados. El domo ya fue armado en el lugar previsto y estamos listos para recibirlos —informó desde Marte Esteban Méndez, el comandante de la misión. —¡Por fin! —exclamó Felícitas—. ¿Cómo serán los marcianos? Ruego por que no sean viscosos —añadió, guiñándole un ojo a Diego. CAISAMAR II era la nave más importante. Contenía el reservorio más completo de animales y plantas que serían parte del ecosistema necesario para mantener la vida en la nueva colonia. Fue la segunda en descender en el planeta rojo. Diego y Felícitas ajustaron sus trajes espaciales y entraron al enorme domo. —Bienvenidos a Colonia—dijo el comandante Esteban Méndez, desde la imagen de un monitor. Felícitas se mostró incómoda cuando Méndez saludó. Él había sido su instructor.
August Strindberg. Celestographs (1893)
—¿Pasa algo? —preguntó Diego. —Nada. Debe ser que estoy nerviosa, pero juraría que Méndez tenía un lunar cerca de la boca. El bajar e instalar todas las cámaras criogénicas de la nave sería un trabajo arduo. —Comandante ¿podrían algunos de sus hombres ayudarnos? —Lo lamento. Mi tripulación se encuentra ocupada en otras tareas prioritarias, oootras tareas, tar, tar —el comandante tartamudeaba y Diego vio con espanto que la imagen era un engaño. Tomó de la mano a Felicitas y corrieron hacia la entrada del domo, pero los cascos de sus trajes espaciales estaban destruidos y la salida había sido sellada. —¡Estamos atrapados!—gritó Diego. —¡Calmate! Yo revisé muchas veces los planos del domo. Existe un pasaje de emergencia que está cerrado con espuma de polietileno. Podremos romper esa barrera con facilidad y escapar con trajes nuevos—aseguró Felícitas. Avanzaron rápida y sigilosamente. De camino, encontraron ocultos unos enormes capullos palpitantes. Cada sedoso envoltorio tenía en su interior a uno de los tripulantes de la CAISAMAR I. Todos en diferentes grados de disolución. En algunos solo se veía un líquido
graso y espeso. En otros se podían reconocer aún rasgos humanos dentro. —¡Salgggan de acá y no regresen a Marte! —susurró, entre borbotones de sangre, el auténtico comandante Méndez, agonizando—. El virus fue enviado por los marcianos —añadió antes de que su cuello se convirtiese en un amasijo de sangre y líquido viscoso. Diego y Felícitas rompieron la pared de espuma de polietileno, tomaron un par de trajes espaciales de repuesto en la habitación de escape y salieron del domo, rumbo a su nave. Llegaron con el oxígeno casi agotado y, ya dentro de la CAISAMAR II, iniciaron el protocolo de despegue. —Nos meteremos en las cámaras de hípersueño y pondremos el comando en automático hasta estar cerca de la estación espacial —dijo Diego. "Virus detectado, Tripulación infectada. Iniciando purga en treinta segundos", anunció la computadora de la nave, antes de incinerar el interior de las cápsulas de sueño profundo. —CAISAMAR I a Estación Espacial Internacional. Trabajos finalizados. Repito. Trabajos finalizados. El domo ya fue armado en el lugar previsto y estamos listos para recibirlos —informó la voz del comandante Méndez desde los altavoces.¬
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RELATO / autor invitado
El tiempo es otro río Eduardo Vardheren
A
Ander le gustaba caminar, a pesar de poder usar cualquier transporte público de aquella ciudad, para sentir el sol sobre su broncínea piel, el aire cargado con esos extraños y cada vez más familiares olores de comida grasosa, flores, perfumes, incluidos los del drenaje; escuchar el ruido de los autos que terminarán apilados en torres inclinadas esperando a caer como la arena de un reloj; las risas de niñas y niños, el ladrido de los perros y el canto de las aves; las canciones que van desde el pop, pasando por el rock y la electrónica, hasta el reggaetón y una que otra cumbia. Esas caminatas eran para disfrutar ese armonioso caos. Aunque este día lluvioso no le prestaba mucha atención a ese mundo, su mente se centraba en una sola cosa: el momento en que conocería a su autor favorito. Pocos tenían la oportunidad de conocer a esa persona que alimentó, con sus palabras, las horas donde la esperanza era tan famélica como un perro callejero que ronda a los comensales de los puestos de comida. Claro que no podía llevar ningún libro para que lo autografiase, pero sí tomar alguna fotografía y charlar. Sobre todo, eso es lo que más deseaba; conocer al ser humano detrás del creador. Sabía que debía aprovechar al máximo esa oportunidad única e irrepetible, como todos los instantes del universo, ya que no había sido nada fácil conseguir el permiso en su trabajo, y no exactamente por los interminables trámites burocráticos, sino porque muy pocos agentes podían acceder al permiso CPFAS2118, otorgado únicamente a aquellos que tuvieran un expediente impecable en su historial de misiones. Preservar el tiempo no era sencillo, sino una labor cargada de victorias pírricas. Sin embargo, en esta ocasión no tenía que salvar a ninguna persona clave de los planes de los maquis, como se autodenominaba un grupo de personas empeñadas en reescribir el tiempo según su ideología; la prensa de su época los llamaban morlocks, no sólo por vivir en las ciudades subterráneas 22
sino también porque, al inicio de sus atentados contra las ciudades que orbitaban la Tierra, enviaban amenazas de derrocar al imperio. Y cuando la humanidad descubrió la forma de navegar por las arenas del tiempo, ellos vieron la oportunidad de corregir las injusticias que los habían llevado a vivir bajo tierra. Claro, la gente no sabía nada de eso, o al menos no deseaba saberlo; así fue como inició la Guerra Fría Temporal, donde solamente intervenían los agentes y los maquis, combatiendo en cada punto de la Historia de la humanidad. Ya había conocido diplomáticos, presidentes y reyes, pero solamente añoraba encontrarse con Hernando Olivares, uno de los mejores poetas de aquella época caótica; quien estaría en la misma cafetería donde muchos artistas de inicios del siglo XXI se reunían. A las 3:30 entraría para refugiarse de la lluvia, como había posteado en su facebook, una de las tantas redes sociales que han servido a los historiadores y biógrafos para reconstruir las vidas de intelectuales, políticos y demás personalidades. Ander estaba sentado en uno de los sillones bebiendo un té chai —ya que el de su época no era tan bueno— y mirando hacia la puerta mientras repasaba su plan para iniciar la charla. Tenía un punto a su favor, Hernando era gay, así que no sería complicado; solamente debía evitar que esta charla fuera más allá de un simple café. Estaba estrictamente prohibido interactuar sexualmente con la gente del pasado, a causa de dos factores: en primer lugar estaban los huérfanos del tiempo, personas nacidas en el pasado, fruto de viajeros que podrían provocar un incremento poblacional, además de introducir las mutaciones del ADN antes de tiempo; y en segundo lugar, las infecciones y enfermedades que, ya extintas, resurgieron con más fuerza y casi diezman a todos. Además de la regla, sospechaba que el poeta, como la mayoría de hombres de aquel tiempo, era más fálico a la hora de coger —amaba esa palabra que en su presente estaba en desuso.
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Por fin había entrado, allí estaba ese chico de lentes, con cabello oscuro y barba, se dirigió a la caja para ordenar café y una rebana de pay de zarzamora, después se aproximó hacia donde estaba Ander. —Perdón, ¿está ocupado este sillón? —Ahm, no, claro que no; puedes sentarte con toda confianza. Ander dudó por los nervios, ¿cómo era posible que alguien que había salvado la vida de Hasekura Tsunenaga, el primer samurai en pisar la Nueva España, y había evitado el descarrilamiento del primer tren en México, estuviera tan nervioso ante un simple joven que aún no era aquel gran poeta? Tras tomar valor, inició la charla típica de presentación. Todo iba bien hasta que Hernando sacó un libro para leer, supuso que sería un libro de Coral Bracho o Ida Vitale o Adolfo Castañón o Enrique González Rojo, poetas que influyeron mucho en sus versos. No pudo ver qué leía, aunque la portada era un poco extraña; mostraba un astronauta flotando en el espacio; así que decidió preguntar para continuar la charla. —Disculpa, ¿qué estás leyendo? —Es una antología de ciencia ficción latinoamericana —respondió con una gran sonrisa de oreja a oreja. Antes de que Ander pudiera decir algo, agregó—: es que me apasiona la ciencia ficción, de hecho estoy escribiendo mi primera novela. Ander estaba confundido, él sabía que por esas fechas Hernando ya debía estar escribiendo sus poemas con los que ganaría su primer premio; además, como buen intelectual de su época, debía estar leyendo a otros poetas o escritores postmodernos, no esas disparatadas historias. —Vaya, ¿no has considerado escribir poesía? —cuando terminó la oración se percató de lo que había dicho, su fanático interno salió a flote. Desconcertado, Hernando, respondió: —Eh, no, la verdad no; y para ser honesto, no me gusta la poesía. Sintió un vuelco en el estómago. No podía creer que hubiera escuchado esas palabras de su autor favorito. Trató de calmarse para articular su siguiente pregunta. —¿Por qué no? —¿Quieres la respuesta breve o la larga? —La breve. —El mundo de los poetas me desagrada. Se preocupan más por escribir incoherencias, hacer chistes sobre la
poesía, decir cada cinco minutos que ha muerto y atacarse por cada verso escrito; no se lo toman en serio. Además, ya nadie escribe hermosa poesía épica, llena de dioses y guerras. Me apasiona más la ciencia ficción, a pesar de estar denostada por intelectualoides y académicos. Ander no sabía qué decir, veía cómo lo que creía se desmoronaba como un castillo de arena golpeado por una ola; debía hacer algo, tratar de arreglar el tiempo, este joven debía ser uno de los grandes poetas y no un escritor más de historias fantasiosas sobre seudociencia. Antes ya se había enfrentado a situaciones similares donde alguien del pasado iba a errar su camino, dedicándose a otra cosa, pero esto no era una misión. Además, Hernando se veía convencido de lo que quería y sabía muy bien que intervenir podría alterar las cosas; claro, a como debían ser. De nuevo vino a su mente la idea de que tal vez todo debía ser como está y no como él recordaba; ese futuro donde el chico escribiría sus poemas y ganaba, encausando su talento hacia la dirección correcta para crear más poemarios que dentro de algunos siglos alentarían a un Ander más pequeño en los momentos más difíciles. Su misión, como agente, era arreglar el tiempo pero, ¿realmente era tan relevante este chico y sus poemas para la historia de la humanidad? No tenía conocimiento sobre alguna misión para corregir este hecho, o ¿sería simplemente un capricho por no perder algo que él consideraba que le pertenecía? Si intervenía tendría que justificar su acción, y eso podría costarle su carrera impecable. Debía tomar una decisión pronto, al salir de esa cafetería regresaría a su época y no podría volver a ese punto en el tiempo. Sin pensarlo, lo besó y salió corriendo, escuchó que le hablaban y todo se volvía oscuro… —Bien hecho, Ander, tienes lo necesario para ser un maqui —vio la gran sonrisa de Ric, el líder de la resistencia de Subterra. —Por un momento pensé que arruinaría todo. Fue un golpe muy bajo usar a mi autor favorito en esta última simulación. —Lo sé, pero necesitábamos saber si tenías las agallas para respetar su libre albedrío y no imponerle un destino conveniente a tus intereses. —Bueno, ahora que lo he demostrado, ¿cuál será mi primera misión? —Tranquilo, lo que nos sobra es tiempo.¬
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RELATO
La melancolía de los mundos nuevos Krsna Sánchez Nevárez
A
unque los sensores de la astronave no detectaron amenazas en el exterior, el Primer Oficial observó cómo el Capitán se proveía de una pistola de plasma del arsenal. La enfundó disimuladamente entre los aparejos de su biotraje espacial. ¿Acaso estaba al tanto de la presencia de peligros que no deseaba comunicar? Existía una gran posibilidad de que fuera así. Últimamente, él se había vuelto más taciturno y reservado; quizá víctima de lo que se solía llamar la melancolía de los mundos nuevos. Acababan de efectuar su arribo a un exoplaneta inexplorado en los confines del cúmulo estelar Híades. Llegaron allí luego de una prolongada travesía cósmica, llena de peligros y de sacrificios, demasiados sacrificios en verdad. Un tercio de la tripulación desertó, los demás miembros estaban muertos; excepto ellos dos, el Capitán y el Primer Oficial. Descendieron juntos en una esclusa que funcionaba como puente levadizo. Una vez afuera de la astronave, el par de humanos se vio confrontado por una magna jungla que dominaba los alrededores con prolijidad de formas fungosas. En breve, los sistemas de soporte vital de sus biotrajes determinaron que se hallaban inmersos en una atmósfera respirable. —Podemos quitarnos los cascos —sugirió enfático el Capitán. Con parsimoniosa coreografía, ambos retiraron las semiesferas segmentadas que cubrían sus cabezas. Respiraron la oportuna ráfaga de viento que sopló
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entonces; infinidad de aromas dulzones, alicorados, casi enervantes. En seguida, emprendieron una larga caminata exploratoria por los alrededores, con la finalidad de comprobar las prometedoras condiciones de habitabilidad que parecía guardar aquel mundo. Ellos representaban a la vanguardia de una misión colonizadora. Cumplieron cabalmente el recorrido protocolario a lo largo de varios kilómetros, pero el Capitán insistió en proseguir la marcha más allá de la meta preestablecida. El Primer Oficial acató manso el absurdo mandato. A esas alturas, internamente, se esforzaba mucho por respetar la cadena de mando de dos eslabones. Deambularon por parajes que ofrecían tierras fértiles y múltiples recursos naturales, casi igual que un reino virginal salido de un cuento de hadas. Cruzaron unas colinas habitadas por rebaños de plácidas bestias alienígenas, vagamente bovinas, que no se opusieron a su tránsito. Finalmente, terminaron por toparse con un vasto lago de aguas puras. El espejo acuático poseía la paradójica capacidad de transmitir una inquietante tranquilidad. —Ya nos encontramos bastante lejos de la astronave, señor —se animó a señalar el Primer Oficial—. Creo que es momento de regresar. De manera sorpresiva, el Capitán se quitó las botas de kevlar y corrió hacia las márgenes del lago, tambaleante, —¡Ven a mojarte los pies conmigo! —le gritó al Primer Oficial mientras chapoteaba. Éste se descalzó sin saber qué pensar respecto a la
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Émile-Antoine Bayard.
situación. ¿Debía seguir confiando ciegamente en su superior? ¿No era el mismo hombre con que superó tantas aventuras siderales? ¿Qué le había transformado? ¿Acaso mostraba los síntomas de la melancolía...? Con estas interrogantes y otras más rondando por sus pensamientos, se fue adentrando en aguas que le llegaron hasta los tobillos. Percibió bajo sus dedos el cieno tibio que se colaba por el microtejido de la ropa interior. Cuando se reunieron, el Capitán se inclinó sin decir ni una frase y, con sus manos, empezó a enjuagar los pies del Primer Oficial, que no consiguió oponer resistencia a ese acto, debido a una absoluta consternación. Durante todo el ceremonioso lavado, la pistola de plasma se contoneaba en un costado del biotraje, siniestramente. Transcurridos unos minutos, los dos sujetos descansaban sentados a la orilla del lago, todavía callados, disfrutando del panorama idílico que se les obsequiaba. —¿Quién crees que será el primer humano que entregue su vida a cuenta de un cacho de este precioso globo? —¿Eh? C-capitán... —Sabes bien a lo que me refiero. Avasallamiento planetario, competencia despiadada entre pioneros,
pugnas territoriales, invasiones masivas, deportación, genocidio, guerras interfronterizas. Ocurre lo mismo donde quiera que vayamos. Venus, Marte, las lunas de Saturno, las asteroides transneptunianos, Alfa Centauri Bb, los orbes de Theta Tauri. La secuencia de males se remonta siempre a unos exploradores como nosotros — se incorporó y desenfundó el arma. —Guarde la calma, señor. Está padeciendo la melancolía de los mundos nuevos, no hay duda. Fue una advertencia vacua. Ciertamente, al dar media vuelta, él permanecía calmado, calmado a un grado desconcertante. —Yo sí puedo adivinar a quién pertenece la primera vida sacrificada como inauguración de las venideras masacres sobre estas tierras —alzó la pistola de plasma—. Es lo más justo, perdón. A lo lejos, las plácidas bestias alienígenas salieron huyendo en estampida, espantadas por el avistamiento de la detonación ionizada. El Primer Oficial emprendió el regreso a la astronave apresurado, descalzo, cuidándose de no voltear la mirada hacia la ribera roja del lago. ¬
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RELATO
Morfogénesis Maybet Aguilar Reyes
Q
uinientos años fue el tiempo que estuviste muerto. —Todos estamos muertos antes de nacer — murmuras. Respiras agitado. Sientes calor. Te frotas el rostro. Percibes la piel porosa de nariz y frente, la barba crecida y descuidada, el sudor. Se te fecundó hace apenas treinta y seis años, o al menos eso indica la bitácora del útero artificial en el que se colocó tu carga genética. Viajaste a bordo de una nave cigüeña, una incubadora diseñada para preservar los úteros y trasladarlos al planeta Kepler-186f, en los perímetros de la constelación de Cygnus, a 492 años luz del Sistema Solar. El nuevo planeta Tierra. Conoces la historia debido a los dispositivos de grabación y registro implantados en la nave. Gracias a ello tienes conocimiento de quién eres, de dónde vienes, quiénes fueron tus padres y cómo participaron en el reclutamiento masivo para donar espermas y óvulos, los cuales serían preservados en cápsulas y fecundados cuando la cigüeña aterrice. En los videos —que has visto sinfín de veces— detectas el parecido con ellos: el cabello castaño de tu padre, los ojos oscuros de tu madre, la tez mestiza de ambos, dientes 26
blancos, labios gruesos, mentón partido. Grabaron para ti un videomensaje de buena suerte; te llamaron por el nombre que decidieron darte incluso mucho antes de que existieras. En algunas tomas aparecen tus hermanos. Al otro lado de la galaxia tienes una familia. —Tuve una familia —corriges en voz alta. Te has visto a ti mismo siendo un embrión, un feto, un recién nacido, un bebé que juega en el cunero o que se chupa el dedo gordo del pie. No fuiste capaz de reconocerte. También observaste en los registros otros bebés que, como tú, en ocasiones lloraban. Inicialmente eran varios, pero conforme pasó el tiempo, el número disminuyó. Al final solo eras tú, a todas horas: al comer, dormir o bañarte. Creces. Se graban tus primeros pasos, palabras y los abrazos inocentes que le das al robot niñera. En cuanto tuviste capacidad para comprender lo que ocurría, te instruiste en todo lo necesario para intentar salvar el proyecto de colonización. Fuiste consciente que los arrojaron al espacio como un náufrago arroja al mar una botella con un mensaje dentro, esperando que un golpe de suerte la conduzca por el camino correcto. De los cincuenta embriones previstos a fecundar en tu cigüeña, solo diecinueve fueron exitosos; doce lograron llegar al término y nacer, para luego morir uno a uno.
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August Strindberg. Celestographs (1893)
Solo tú sobreviviste. Los sistemas colapsaran poco a poco, algunos hace siglos. Debido a los daños externos, la mayoría de los úteros se averiaron. Intentaste repararlos siguiendo los manuales y usando piezas de otros úteros. Algunos funcionaron un tiempo, pero nueve meses era demasiado. Aun así, lograste cargar en tus brazos un par de neonatos que no superaron las semanas de nacidos. Problemas respiratorios, paros cardiacos, parálisis cerebral fueron las causas más comunes de muerte. Miras a todos lados. La blancura inmaculada de las paredes metálicas de la nave, y la oscuridad exterior que se visualiza a través de las ventanas decagonales te infunden pavor. El contraste entre luz y tinieblas, blanco y negro, esperanza y desaliento, vida y muerte... No sabes cómo, pero has logrado ponerte el traje extravehicular, presionado el botón que abre la compuerta, y salido al exterior., al vacío oscuro de la galaxia. Observas a tu alrededor. Te mueves lentamente. Pese a la falta de gravedad sientes cómo el traje lastima tu cuerpo frágil. ¿Cuánto tiempo llevas sin comer? Las cigüeñas se programaron para arribar al mismo tiempo. De la flotilla de catorce, solo cinco lo hicieron; algunas con muchos años de diferencia entre sí. El resto probablemente llegará después o quizá jamás. Pudieron ser destruidas o extraviarse en el infinito.
De las que aterrizaron solo la tuya se preserva. En las demás, los meteoritos y la exposición a los rayos cósmicos corroyeron los metales hasta agujerear las paredes. Era un milagro haber llegado en esas condiciones. La más reciente, a la cual te diriges, acaba de llegar. El anillo de protección a su alrededor fue desquebrajado en algún punto de su trayecto y permitió que algunos asteroides rozaran el núcleo. Localizas el dispositivo de acceso y tecleas la clave. La compuerta se abre haciendo un rechinido; se deja caer por completo y te sirve de puente para entrar. —Que todo esté bien —suplicas. Dentro de la nave las luces parpadean. Te apresuras hasta el salón donde están los úteros. Las franjas de luces neón que se ramifican por el suelo apenas alumbran la estancia. A tientas, buscas el interruptor de luz por la pared. Lo encuentras. Todo se ilumina. Tu respiración se corta. Retrocedes un paso con intenciones de recargarte en la pared; al encontrarla, te deslizas al suelo imposibilitado para continuar en pie. Los úteros se han roto. En el suelo se escurren los fluidos que preservaban los espermas y óvulos. No queda nada por salvar. Nada que fecundar. Sigues siendo solo tú. Tú y nadie más en medio de ningún lugar.¬
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Peter Prescott (1935-2004) fue un crítico literario norteamericano famoso por sus apuntes lúcidos, despiadados y corrosivos. Rescato a continuación algunos fragmentos de su ensayo "Ciencia ficción: el estado de lo que sea", incluido en su libro Ensayos críticos sobre literatura norteamericana (1972-1985). La ciencia ficción es una especie de fantasía que se basa retóricamente en la ciencia o la tecnología, sea real o imaginaria, o se basa en una plausible extrapolación de la realidad presente. Pero es más que eso. La ciencia ficción es un imán que atrae a profesores universitarios, ingenieros electrónicos, adolescentes semialfabetos y prealfabetizados en una comunidad entusiasta. La ciencia ficción también llena un vacío en las letras. La mayoría de la gente, en la actualidad, no puede leer cómodamente a nuestros mejores escritores presentes: las novelas de Updike, la poesía de Lowell y los cuentos de Barthelme les parecen impenetrables. La ciencia ficción ofrece a esos lectores preocupados una historia sencilla contada sencillamente. Parte de ella ofrece héroes, monstruos, batallas épicas en mundos imaginarios. Algunos ofrecen cierta clase de ideas: ¿qué sucede si la tecnología se escapa de la mano? ¿Si encontramos civilizaciones ajenas? ¿Si nosotros mismos nos desarrollamos de manera diferente? Parte de ella tranquiliza la conciencia del lector tomando con seriedad importantes cuestiones de ecología, población y sociología. Y, en una época de mercados que se reducen drásticamente para los escritores de ficción que se inician, la ciencia ficción ofrece un lugar relativamente acrítico para empezar. Como el jazz, la ciencia ficción (al menos como la practican los profesionales, no los escritores de la corriente general que la intentan ocasionalmente) es una excrecencia de la cultura popular. "Los chicos son los responsables de todo el
asunto", dice Ray Bradbury, un viejo maestro del género. "Ellos educaron a los profesores". Tiene razón: la mayoría de los lectores de ciencia ficción son muy jóvenes, entre doce y veinticinco años. (...) Pocos escritores de ciencia ficción apuntan más alto de cuanto puede entender una inteligencia adolescente y los inteligentes, como Kurt Vonnegut, satirizan cuidadosamente objetivos —el racismo, la contaminación, los profesores— que los adolescentes detestan. Finalmente, la ciencia ficción es una mentalidad de sitio: ghetto es la palabra que utilizan los fanáticos. Muchos lamentan que los segreguen de la comunidad literaria general. Si un crítico sugiere que Madame Bovary es una floja excusa para una novela, nadie se inquieta, pero si sugiere que Dune de Frank Herbert y sus infinitas sucesores inducen a la inmediata narcolepsia, entonces se produce una danza de trogloditas. Los fanáticos están organizados. Durante un cuarto de siglo se han dicho a sí mismos que la ciencia ficción se ha convertido en literatura respetable. Al no escuchar muchos ecos de esta opinión desde fuera del guetto, presentan a los ajenos un frente defensivo unido. Tal como sucede, la más importante contribución de la ciencia ficción al modo en que hemos vivido en este siglo siempre ha tenido menos que ver con la literatura que con un hábito de la mente que ve con escepticismo la alharaca que se hace a favor del progreso y la tecnología. La ciencia ficción moderna es hija de los socialismos utópicos que nos aseguraban, hace ochenta años, que las máquinas y la marcha a la igualdad social eran el orden del futuro y el camino de la felicidad humana universal. Mientras esa causa se sostenía en innumerables tractos y manifiestos, surgió una nueva clase de novela, relatos científicos se los denominaba, algunos de los cuales
sugerían que tal optimismo era un peligroso engaño. H. G. Wells logró escribir exhortaciones al socialismo con una mano mientras con la otra escribía sombría ciencia ficción. "Un ataque a la autosatisfacción humana", dijo de La máquina del tiempo, su obsesionante historia de la degeneración final de la sociedad humana. Hubiese podido decir lo mismo de La isla del Doctor Moreau, que dramatiza la blasfemia en que se convierte la tecnología cuando un asunto aparentemente tan benigno como la ganadería es llevado a su extremo lógico. La era dorada de la ciencia ficción se inició en 1939, el año en que Asimov, Heinlein, A. E. Van Voght y Theodore Sturgeon empezaron a enviar historias a Astounding Science Fiction, y al nuevo editor de la revista, John W. Campbell. Campbell es un auténtico héroe de la ciencia ficción. Él les daba ideas a sus escritores para algunos de sus mejores cuentos. Exigía argumentos reales y ciencia plausible. Era indiferente a los personajes complejos y a la buena escritura. E insistía en que a los seres humanos nunca debían derrotarlos los extraterrestres. (...) Durante dos décadas, la ciencia ficción estuvo erizada de robots y de naves cohetes, distorsiones de tiempo y espacio, invasores extraños (pero no monstruos con ojos como de insectos, que para entonces estaban desclasados) y civilizaciones remotas cuyas estructuras sociales eran curiosamente semejantes a las de la Tierra en las décadas de 1930 y 1940. La mayor parte de la ciencia ficción de la época era materia vigorosa, nada literaria. Luego, en la década de 1960, algo le sucedió al género. Mientras que algunos de los profesionales sólidos seguían trabajando como siempre lo habían hecho, nuevos escritores como Ursula Le Guin y Samuel R. Delaney se demostraron más interesados en la sociología y la psicología que en la física y la química. "La nueva ola", como se los denominaba, escribía menos sobre mundos imaginarios y anticuados futuros y más sobre mundos y futuros que se desarrollarían lógicamente a partir de los problemas sociales corrientes. Sus libros se hicieron muy largos. Mientras la vieja guardia tendía a pensar en términos de relatos breves (a veces se sentían tentados a reescribirlos como novela, con mucho relleno agregado) los nuevos escritores en cuanto terminaban una novela empezaban a verla como el inicio de una trilogía: una buena premisa es difícil de encontrar y es más fácil
elaborar variaciones sobre la misma que pensar otra. Estos escritores también empezaron a experimentar con lo que denominaban "estilo". En una abultada antolgía titulada Dangerous Visions, Harlan Ellison enunció "una revolución". Ahora está bien, dijo él a la comunidad de la ciencia ficción, escribir sobre sexo, religión y política en la ciencia ficción. Podemos actuar como adultos. De hecho, somos adultos. Algunos de los que vivían en el ghetto de la ciencia ficción, y se habían acostumbrado a él, se estremecieron. Por experimentos con el estilo, ¿se refería la gente de la nueva ola a la clase de prosa que se ulceraba en la tumescente novela Dhalgren de Delaney? "La luna arrojaba monedas de oro sobre sus senos. (...) Él la besó. Ella lo tomó de las muñecas. Cobró vida la carne unida de sus bocas". Tal vez nadie necesitara eso, ni las orgías bisexuales de veinte páginas de Delaney que sonaban a las orgías bisexuales de la ficción general, solo que peor escritas. (...) Crudas como resultarían la mayor parte de las experimentaciones con el estilo y el sexo, excitarían a los fanáticos de la ciencia ficción. Muchos fanáticos no tienen un marco de referencia literario, habiendo preferido, como estudiantes, a Ray Bradbury ("por su poesía") antes que a Milton, a Arthur C. Clarke ("por su relevancia") antes que a Shakespeare. Se puede argumentar que el guetto es precisamente el lugar de la ciencia ficción, que tiene bastante que ofrecer sin sucumbir a las pretenciones de la nueva ola. "Lo que quiere hacer la nueva ola", dice Asimov, "es escribir lo que sea por intermedio de la ciencia ficción. Gran literatura, tal vez. En esto es diferente de la gente de mi época. Nosotros sabíamos que estábamos entrando en un guetto". Perjudiciales como son estas limitaciones para un género que solicita reconocimiento como literatura, son inmateriales para los lectores que recuerdan lo que la ciencia ficción hace bien en sus mejores ocasiones: entretener, provocar la imaginación, tornar diferente aquello con lo que estamos familiarizados. En sus mejores momentos, la ciencia ficción saca de dentro de nosotros nuestros temores y esperanzas más profundos y los muestra en el burdo disfraz de los sueños: como monstruos y como naves de insólito designio.¬
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A
parecieron de repente. Los vi deambular en las calles sin que nadie reparara en su presencia. Montados en extrañas bestias, de pronto transitaban las avenidas entre nuestros automóviles. Adoptamos sus hábitos personales poco a poco de manera inadvertida. Llegamos a usar vocablos de su lengua, sin notarlo. Copiamos sus gestos. Sus prendas de vestir se volvieron moda. Preocupado por una sospecha que rondaba tiempo atrás
en mi cabeza, subí a la azotea del edificio en el que vivo y, una vez allí, miré boquiabierto hacia todos los puntos de la ciudad. Sus tiendas de campaña se confundían con nuestras construcciones, ocupando prácticamente cualquier espacio entre ellas. Sus pendones ondeaban por doquier. Y no supe distinguir si ya eran parte de nosotros, o nosotros de ellos. ¬
P
ude verlos por primera vez cuando el agua al fondo del río se secó. No se parecían a nada que hubiera visto antes. No tengo idea de qué eran o qué pudieron haber
sido. No tengo idea de cómo pudieron moverse en vida con tan pocos huesos. ¿Acaso su piel era limpia y suave, o escamosa y llena de plumas?, ¿acaso babeaban y envenenaban?, ¿acaso estaban llenos de pelo? No pude saberlo. No pude porque esos que toqué no tenían escamas ni plumas, ni podían moverse. Estaban firmemente atados a la roca. Ellos mismos eran roca y sal. Habían pasado tiempo suficiente en la roca y la sal, entre la roca y la sal, hasta volverse uno con ellas. Con el paso del tiempo he vuelto a verlos. Dentro de las cuevas. Entre las capas de sedimento de las montañas caídas.
Cuando rasco debajo de la tierra. Siempre atados a la roca y la sal, siempre parte de ellas. Esta noche, cuando los soles se ocultaron detrás del enorme planeta traslúcido en el firmamento, vinieron más. Montados en una roca metálica que cayó del cielo, que golpeó con tanta fuerza la tierra que casi nos mata. Pero estos no estaban adosados a la roca. Esta vez no eran un montón de huesos que revelaban vidas imposibles de concebir. Esta vez eran distintos, sin duda, con sus formas diferentes. Tan frágiles. Tan vivos. Tan proclives a la muerte. Tan proclives al daño. Los que no murieron se alejaron poco a poco hasta perderse entre la vegetación. Tal vez sólo lo imagino, pero se parecían a nosotros. Y mientras se alejaban me pregunté cómo llegamos nosotros mismos aquí. Desde cuándo. ¬
autores Augsburger Wunderzeichenbuch Folio 52 (Comet mit einem grosen Schwantz 1401)
Marcela Chao (Ciudad de México). Psicóloga de formación con una maestría en museología. Es directora y fundadora del proyecto Marsarchive.org. Bárbara Rojas-Ayala. Astrofísica chilena. Actualmente es Investigadora Asociada del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá. Armando Saldaña Salinas (Ciudad de México, 1969). Es autor de novelas y colecciones de cuentos, destacando los títulos: One Night in Bangkok (2009), The Anarchy Lesson (2001), y The World According to Kane (2000). Su blog, Postcards From The Edge, recientemente cumplió seis años. Eduardo Vardheren (alias J. Eduardo R. Gutiérrez). Es integrante del Seminario Estéticas de Ciencia Ficción. Escribe poesía, relatos y minificciones Twitter: @vardheren. Xuan Trenor (España, 1981). Finalista en el XVII certamen internacional de microcuento fantástico miNatura (2019). Tercer premio del Concurso Literario de Bimenes y el accésit en asturiano de microrrelatos Manuel Nevado Madrid. Breigner Torres (Táchira, Venezuela, 2002). Ha publicado en revistas y portales como ClarOscuro, Solsticio, Íbidem, Narratorio, Historias Pulp.
Krsna Sánchez Nevárez (Guadalajara, México). Escritor de cuentos de ciencia ficción. Autor del plaquette Mundos impostores y el libro Inventamos enemigos más útiles. Ha publicado relatos en varias revistas hispanoamericanas. Maybet Aguilar Reyes (Villahermosa, Tabasco). Licenciada en mercadotecnia con maestría en Educación. Escritora de cuentos, novelas y relatos. Miembro activo de la Sociedad de Escritores “Letras y Voces de Tabasco” A.C. Eduardo Martínez Báez (Mexicali, Baja California). Escribe cuento y minificción. Ha publicado en Revista Ágora del Colmex y en Gata que ladra. Silvia Alejandra Fernandez (Mar del Plata, Argentina). Escritora de ciencia ficción y terror. Editora en las revistas Letras públicas y Senderos; colaboradora en la revista Espejo Humeante. Felipe Huerta Hernández (Zacatlán, México). Sus textos han sido publicados en la antología Historias de Las Historias (Ediciones del Ermitaño, 2011). Miguel Ángel Lara Reyes (Toluca, México 1984). Colaborador de la revista Página Salmón. Sus trabajos han sido publicados en revistas y en la antología Años luz (Activarte, 2018). Rafael Tiburcio García (Villahermosa, 1981). Es autor de Cuentos de bajo presupuesto (Cecultah, 2014) y Rabia|Ikari (Cecultah, 2015).
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CONVOCATORIA La revista Espejo Humeante INVITA
a participar en su séptimo número mediante las siguientes: BASES
1. Podrán participar autores iberoamericanos presentando un trabajo original de ciencia ficción cuyo tema sea: TRANSHUMANOS. 2. Los participantes podrán enviar un único cuento escrito en español que aborde los problemas del cuerpo y la identidad en el marco de la ciencia ficción como: CUERPO POSTHUMANO, IDENTIDADES DE GÉNERO, INTELIGENCIAS ARTIFICIALES, ANDROIDES, CYBORGS, ROBOTS u HORROR CORPORAL, entre otros, con sus
distintas variantes. 3. El cuento deberá enviarse en un archivo de Word con las siguientes características: hoja tamaño carta, letra Times New Roman a 12 puntos, interlineado a 1.5, entre 750 y 1000 palabras, firmados con nombre o seudónimo. 4. Los cuentos se enviarán al correo electrónico espejohumeanterevista@gmail.com con el asunto: "convocatoria transhumanos”. El autor deberá incluir una breve semblanza curricular no mayor a 50 palabras. Los trabajos se recibirán hasta el 30 de julio del 2020. 5. El jurado estará compuesto por los miembros del consejo editorial de Espejo Humeante, quienes seleccionarán un máximo de 10 textos que aparecerán en el número, considerando formato solicitado, ortografía, redacción, coherencia, originalidad, desarrollo y verosimilitud de
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las propuestas. El consejo editorial no estará obligado a dar razón del rechazo de ningún texto y su fallo será inapelable. 6. Los textos seleccionados serán dados a conocer en las redes sociales de la revista el día 14 de agosto de 2020. 7. Los autores seleccionados aceptan que el material de su autoría sea evaluado y sometido a las correcciones pertinentes de estilo, forma y fondo, en caso de que el comité editorial lo considere necesario, con la finalidad de garantizar la unidad de estilo y de contenidos de la publicación. No participar en las revisiones será motivo de descalificación. 8. Los textos aparecerán en el séptimo número de Espejo Humeante, proyectado para octubre de 2020. 9. Sobre los derechos de autor: los autores publicados conservan todos los derechos sobre sus obras y pueden reproducirlas en otras publicaciones. Asimismo, son responsables de las opiniones que expresen. La responsabilidad sobre la legitimidad de los derechos de propiedad intelectual o industrial correspondientes a los contenidos aportados por quienes envíen material para su publicación, recae exclusivamente en quienes los envían, y de ninguna manera sobre la revista o el consejo de redacción. 10. El consejo editorial está facultado para descalificar cualquier trabajo que no cumpla con los requisitos de esta convocatoria y para resolver cualquier caso no previsto en la misma. La participación implica la aceptación de todas las bases. Contacto: espejohumeanterevista@gmail.com Facebook y Twitter: @EspejoHumeanteR
REVISTA ESPEJO HUMEANTE #6 / COLONIZACIÓN