Arqueologías del futuro
Espejo Humeante Revista latinoamericana de ciencia ficción Número 12. Arqueologías del futuro. Julio de 2022.
Coordinador editorial Rafael Tiburcio García Comité editorial Miguel Angel de la Cruz Reyes, Felipe Huerta Hernández, Miguel Ángel Lara Reyes, Julio Romano y Zacarías Zurita Sepúlveda. | Asesores: Marcela Chao Ruiz, J. Eduardo R. Gutiérrez y Juan Claudio Toledo Roy. Diseño Yadira Delgado Imágenes © Publicdomainreview.org | Axel Markovic | Silvia Favaretto | Janet Ordóñez | Danaé LD | I. A. Galdames. Ilustraciones de portada y contraportada Axel Markovic. Hasta la victoria. Acrílico sobre paspartú (2021). | Silvia Favaretto. I cuccioli della luna. Acuarela de café (Giovanelli edizioni, Italia, 2022). Redes Twitter, Instagram: @EspejoHumeanteR Facebook, Issuu, Wordpress: espejohumeanterevista Youtube, Spotify: Espejo Humeante Revista Contacto espejohumeanterevista@gmail.com Aviso legal La responsabilidad sobre la legitimidad de los derechos de propiedad intelectual correspondientes a los contenidos publicados en Espejo Humeante, así como la titularidad de derechos de los mismos, pertenece a sus respectivos autores. La responsabilidad de los contenidos y opiniones expresadas por los colaboradores en sus textos pertenece a ellos y no representan necesariamente la opinión de la revista. Espejo Humeante no asume ninguna responsabilidad por los daños y perjuicios resultantes o que tengan conexión con el empleo de los contenidos de esta publicación. El contenido de esta revista puede ser publicado con el permiso de los editores. Si desea publicar algo de nuestro contenido por favor escríbanos a: espejohumeanterevista@gmail.com
REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
ÍNDICE #11
03 ▶ PRESENTACIÓN
AUTORVS INVITADVS
04▶ TAMBIÉN HAY BELLEZA EN LA FINITUD / Daniela L. Guzmán 09▶ LA OTRA DEFENSA DE TENOCHTITLAN / Ulises Paniagua 14▶ EL LIENZO / Daniela Lomartti 16▶ LA MOMIA DE ITZAMAL / Abraham Martínez Azuara 18▶ BELLEZA DE ROBOT / Marcia Ramos Lozoya
ENSAYO
34▶ CARGAR EL MORRAL / Amadís Ross 37▶ HIPERBARRIO Y NARCOESTADO / Angélica Lara Batallar
GRÁFICA/PINTURA
48▶ Santa Ciencia: acrílicos llenos de pop / Axel Marcovic
NARRATIVA
21▶ GA GA GA GA GA / Juan de Dios Maya Ávila 25▶ NARANJA, DEIDAD ENCARNADA / Ariadna Ramírez 28▶ GILDE, LA GRANJERA / Imanol Vázquez 40▶ EL VIAJE ESPECIAL / Servando Clemens 44▶ EL RETORNO / Ajedsus Balcázar Padilla 26▶ EL ÚLTIMO VIAJE DE CIPRIANO APARICIO / Jorge Luis Rodríguez Aguilar 57▶ SÓLO UNA PIEDRITA / Eduardo Omar Honey Escandón 60▶ MAUSOLEO / White Usagi (Andrés Muñoz) 64▶ TERRAVISTA / Mario Humberto López Araiza 67▶ EME / Seth Nahúm 69▶ MÁQUINAS DE ARQUETIPOS EXISTENCIALES / 220 73▶ SEGUNDA CARTA DE RELACIÓN DEL FALSO QUETZALCÓATL / Madeleine García
MICROFICCIÓN
32▶ LABORES DE LIMPIEZA / Belem Eslava 33▶ EVOLUCIÓN / Olivia Guarneros 66▶ LAS DOS VÍAS DEL CONSTRUCTO / Carlos Enrique Saldívar 76▶ NOSTALGIA DEL OCASO / Julio César Toledo
POESÍA
20▶ CORAZÓN MECÁNICO / Pedro Mieles 52▶ UNA INVENCIÓN / Alejandra Inclán 77▶ EL JUEGO INFINITO / Juan David Cruz Duarte
RESEÑA / LIBROS
78▶ VACÍO PERFECTO, DE STANISLAW LEM / Ulises R. Luján 79▶ UN TLACUACHE SALVÓ ESTE LIBRO DEL FUEGO, DE DANIELA L. GUZMÁN / Rafael Tiburcio García 82 ▶ CONVOCATORIA Noir
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▶CARTEL SANTA CIENCIA 2022.
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ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
PRESENTACIÓN
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n el ensayo “La barrera del tiempo”, séptimo capítulo del libro titulado justamente Arqueologías del futuro: el deseo llamado utopía y otras aproximaciones de ciencia ficción, el filósofo Fredric Jameson desmenuza las visiones del porvenir a partir de un análisis de las utopías y el capitalismo tardío como impulsos sociales que llegan a la ficción y como contenidos o temas presentes en las obras emblemáticas de la ciencia ficción, de Asimov a Gibson, pasando por Lem, Van Vogt, los Strugatski, Ellison, Le Guin o el propio Dick, pero con el añadido de que estas arqueologías del futuro, más allá de concebirse como un género narrativo o temático específico, buscan acercamientos a lo extinto y lo desconocido que, en última instancia, resultará ser nuestro presente, nuestra civilización. Desde el número anterior, la existencia de lenguajes ajenos, antiguos o extraterrestres nos ponía de frente ante el dilema de la incomunicación y la incognoscibilidad del otro. Jameson traslada esos alfabetos de la otredad al terreno de lo arqueológico para estudiarlos como un elemento más entre los restos de cerámica, las inscripciones y los monumentos de otras épocas, que se convierten en un enorme mensaje escrito en el lenguaje desconocido de los objetos, como si de las piezas de un museo se tratase, piezas que nada dicen de sus creadores ni de su historia, salvo el hecho de que, ya sean extraterrestres o antiquísimos, esos restos son o serán nuestros. El arqueólogo del futuro, en tanto personaje, se convierte en una especie de detective que descifra claves y reconstruye la vida ajena. A su vez, los autores se enfrentan al problema de construir una «doble inscripción» [...] inventar una primera narración que debe hipotéticamente reconstruirse como «dato» en el segundo tiempo, el tiempo propiamente narrativo del detective. […] Por desgracia para estos detectives galácticos, sin embargo, no se puede imaginar ninguna piedra de Rosetta, es REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
decir, que sus enigmas, por más incógnitas que planteen, podrían no arrojar resoluciones. Al final, enfatiza Jameson, la sensación de que este momento determinado de la historia es, por necesidad orgánica, precursor del presente, se ha desvanecido en el pluralismo del museo imaginario, la multitud y la interminable variedad de formas cultural y temporalmente distintas, todas las cuales son ahora rigurosamente equivalentes. Esta visión, sin embargo, no es pesimista, sino que se caracteriza desde esta problemática para desplegar en las narraciones el reto a resolver por parte de autores y personajes, es decir, la esencia de su esperanza por la pregunta de qué dificultades deben superarse al imaginar o representar la utopía. Del mismo modo, los textos que componen este número de Espejo Humeante buscan plantear esas incógnitas surgidas del encuentro con lo ajeno. Desde visiones alternas de la historia mexicana, informes de videojuegos olvidados, joyas que guardan vida en su interior, basura centenaria y libros que revelan nuestro presente a sus estudiosos del porvenir, los autores arqueólogos de este número reconstruyen aquello que al inicio constituye sólo incomunicación e incognoscibilidad como metáfora de otro impulso sumamente necesario en nuestros tiempos de polarización: el de una alteridad que dé paso a la comprensión. Acompañan a los textos de este número las ilustraciones enviadas por diversos artistas visuales y las pinturas con referentes pop de nuestros invitados Axel Marcovik y Silvia Favaretto, así como los mapas del imperio otomano elaborados por el cartógrafo y astrónomo Matrakçı Nasuh en el siglo XVI. Esperamos que disfruten este número lleno de nuestros propios vestigios y retrofuturos. ¬
El comité editorial, julio de 2022. 3
Autora invitada / Narrativa
También hay belleza en la finitud* Daniela L. Guzmán
▶Axel Markovic. Nausicaä. Acuarela sobre papel, 21x28 cm (2020).
CALHOUN MULTIMEDIA EDUCATIVA INFORME SOBRE EL INCIDENTE DEL TESTER #165H CON ATENCIÓN AL HONORABLE DIRECTOR CORPORATIVO 26 DE SEPTIEMBRE DEL AÑO 164 R.V.
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ANTECEDENTES n el mes de septiembre del año en curso, concluimos con el desarrollo del proyecto referido institucionalmente como Universo 25, un videojuego de simulación con elementos de visual novel y estrategia. Universo 25 recrea la experiencia de formar parte de un grupo de ratones antropomórficos con inteligencia y ca-
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pacidad para el habla que, en su laboratorio científico, se dedican a investigar cultivando a una población de ratones no-antropomórficos, sin inteligencia sobresaliente ni capacidad para el habla. El jugador, así pues, tiene la opción de elegir como personaje principal a uno de los dos siguientes ratones antropomórficos: el Doctor Mickey o la Doctora Minnie, que no deben ser confundidos con Mickey Mouse y Minnie Mouse, conocidos personajes de la franquicia creada por Walt Disney, pues los personajes de Universo 25 son Mickey Calhoun y Minnie Calhoun, las mascotas de la casa (cuyos diseños están someramente basados en los personajes de W. D., pero con deformaciones y alteraciones clave, para evitar controversias en tema de derechos de autor). Ya sea como Mickey o como Minnie, el objetivo del jugador consiste en conocer cuáles son los límites de una sociedad roedora. Para descubrir dichos límites —si los hubiere—, deberá cuidar a la población de ratas de laboratorio que se encuentra a su cargo y conducirla hacia la plenitud de su desarrollo poblacional y civilizatorio. Comenzando con apenas cinco parejas de ratones y un amplísimo hábitat roedor en el laboratorio, Mickey o Minnie deberán incrementar la población y mantenerla en buen estado, mientras administran los alimentos, cuidan la salud de sus sujetos de estudio, hacen malabares con el presupuesto de su institución académica y se enfrentan a amenazas demográficas como epidemias, disputas violentas por el territorio o disfunciones de origen oscuro. Para su labor científica, Mickey o Minnie cuentan con un equipo de prominentes ayudantes de investigación (todos ratones). Y para incrementar el interés del gameplay, una característica que se añadió en etapas tardías del desarrollo fue la posibilidad de establecer interacciones libres entre los miembros del laboratorio. De este modo, el jugador tiene la posibilidad de comunicarse con una amplísima variedad de diálogos con los miembros de su equipo, mismas que trascienden la mera comunicación operativa. Mickey o Minnie pueden intimar, generar intrigas, dirimir conflictos e incluso generar vínculos afectivos y amorosos con otros miembros del laboratorio. Para incrementar el realismo de dichas interacciones, se ha puesto en marcha el motor de Inteligencia Artificial Travis X-87, desarrollado por nuestros ingenieros, el cual REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
permite a los NPC (non-player characters) la posibilidad de aprender de su entorno y desarrollar una personalidad con base en las interacciones que el jugador ofrece como input. Conforme los NPC del laboratorio desarrollan su personalidad, adquieren, por medio de un sistema de síntesis de lenguaje, la capacidad de proponer al jugador diálogos espontáneos y libres, que no fueron de ninguna forma planificados por nuestro equipo de escritores. Cuando un NPC propone al jugador una interacción libre, el motor Travis X-87 sintetiza de inmediato una serie de respuestas viables, entre las cuales el jugador podrá escoger una, detonando así otra respuesta espontánea del NPC y produciendo una cadena de diálogo total, fluida e irreplicable. Esta capabilidad es inédita hasta ahora en el género de las visual novels y abona a una experiencia de juego única, totalmente significativa para el jugador. Asimismo, como referiremos en este informe, dicha capabilidad ha demostrado ya con creces que puede ser fuente de sorpresivos momentos de clarividencia y diálogo elocuente por parte de los NPC. LOS HECHOS En este informe referiremos una conversación acaecida entre el personaje principal masculino, Doctor Mickey, y su asistente primario de investigación, un ratón antropomórfico más joven, que usa anteojos, tiñe sus batas de laboratorio de verde neón y porta el nombre de Doctor Wink. Dichas interacciones espontáneas ocurrieron durante la fase de testeo del videojuego. El testigo y receptor de la interacción fue el beta tester #165H, cuyos datos personales nos reservamos en este informe por motivos de confidencialidad (pero pueden ser encontrados en nuestro expediente clasificado). Antes de relatar el acontecimiento, es importante contextualizar dos hechos: 1. En el escenario que se presentó, el beta tester #165H habían primado desde el principio las interacciones de tipo flirteo/romántico entre su personaje principal, Doctor Mickey, y el NPC Doctor Wink. Por este motivo, cuando ocurrió el incidente, Doctor Mickey y Doctor Wink estaban activamente involucrados en una relación más o menos formal de pareja. Asimismo, la personalidad que 5
desarrolló Doctor Wink estaba moldeada por las interacciones de corte romántico y también intelectual que le proponía su pareja a través del beta tester. Doctor Mickey y Doctor Wink, conforme a la moral del mundo narrativo de Universo 25, se veían obligados a manejar su vínculo con discreción. Sólo cuando estaban a solas, el NPC manifestaba espontáneamente muestras de afecto. 2. Cuando se presentó el incidente, el equipo de investigadores de Doctor Mickey había conseguido avances considerables con su cultivo de ratones no-antropomórficos. El beta tester #165H había conseguido mantener a la población de roedores con buena salud y hacerla crecer hasta casi agotar la capacidad del hábitat. Sin embargo, en tiempos más recientes el beta tester se enfrentaba a una dificultad que sólo podemos nombrar como una “disfunción de origen oscuro”. Pese a la buena salud física de los ratones, era notorio un marcado cambio en la conducta del grupo: los machos habían dejado de frecuentar a las hembras. Algunos de ellos porque se aislaban en pequeños rincones y no frecuentaban, de hecho, a nadie. Se limitaban a buscar sus alimentos por la noche, en las calles desiertas de la ciudad-hábitat. Otros dedicaban una atención excesiva a su aseo y cuidado físico. En ellos, parecía que el interés por el autocuidado hubiese sustituido todo interés por el sexo opuesto. Un tercer grupo, el más numeroso, había optado por aparearse solamente con otros machos. En cuanto a las hembras, también desdeñaban a los pocos machos que permanecían interesados. Si acaso llegaban a concebir crías, las devoraban instantes después del parto. O, si mostraban misericordia, las abandonaban a su suerte en las avenidas del hábitat. Crecía en ellas el interés por reclamar territorios y liderar grupos, roles que los machos habían dejado prácticamente vacantes. Este interés, asimismo, parecía opacar toda proclividad natural por la reproducción y la conservación de la especie. La población, pese a encontrarse “sana”, iba en vías de franco declive y el equipo de Doctor Mickey se limitaba a vagos intentos de paliar una situación que no comprendía, con las medidas que improvisaban sobre la marcha. La conversación que interesa a este informe ocurrió durante la aplicación de una de esas medidas: Doctor Mickey y
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Doctor Wink se encontraban en medio de una tentativa de estimular el apareamiento entre una hembra dominante y un macho que tendía a aparearse con otros machos. LA CONVERSACIÓN DOCTOR WINK: Estamos solos, ¿verdad? [El beta tester reportó haber visto a Doctor Wink mirar hacia todos lados para comprobar que, en efecto, no hubiera nadie más en el laboratorio.] DOCTOR WINK: ¿No tienes a veces la sensación de que… de que también nosotros somos ratones que se desarrollan en el experimento de alguien más? DOCTOR MICKEY [controlado por beta tester]: ¿Por qué pensaría eso, Wink? DOCTOR WINK: Porque somos ratas grandes que cultivan ratones pequeños. Pero el tamaño es un asunto de perspectiva. ¿Qué tal si hay un ratón más grande que nos cultiva a nosotros? DOCTOR MICKEY: Wink, somos ratones libres. Nadie nos cultiva. [El beta tester reportó que, pese a que sus selecciones de diálogos intentaban tranquilizar al NPC, los ojos de este último brillaban con una expresión agónica, infrecuente en un ser de naturaleza virtual.] DOCTOR WINK: ¿Y si no lo fuésemos? Lo pienso porque algo debimos hacer nosotros, doctor. El hábitat no está bajo la influencia, bajo el control de nadie más que de nosotros. No sé cómo lo provocamos, pero debimos ser nosotros quienes, a través de una variable que no pudimos predecir, de un procedimiento que se nos escapó de la mano… por alguna vía, debemos ser la causa de que los machos se apareen con otros machos. [El beta tester apuntó, en su testimonio, que los gestos de Doctor Wink eran ahogados, como si sufriese más de lo que las animaciones programadas para sus movimientos le permitían expresar.] DOCTOR WINK: ¿Cómo podemos saber que tú y yo no nos amamos porque alguien, el ratón que cuida de nuestro hábitat, nos orilló también al amor… con variables que él tampoco comprende? DOCTOR MICKEY: Wink, nadie me orilló a quererte. Yo lo decidí. Tú lo decidiste también. [Doctor Wink hizo una pausa en la conversación y caminó lejos del hábitat y lejos del Doctor Mickey.]
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DOCTOR WINK: Doctor, incluso si no lo provocamos nosotros…, incluso si se lo provocaron ellos mismos, libremente… De todos modos, aquí estamos tú y yo: diciéndoles que está mal, que deben copular con las hembras por el bien de nuestro experimento. [El beta tester reportó que todos los gestos, todas las miradas de Doctor Wink eran sórdidas y significativas.] DOCTOR WINK: Aquí nos tienes, doctor, “estimulándolos”, cuando es obvio que prefieren copular con otros machos. Si una rata más grande nos forzara a copular con hembras, ¿lo aceptaríamos, doctor? ¿Lo aceptarías tú, Mickey? [El beta tester desplazó su avatar de Doctor Mickey para generar cercanía con Doctor Wink.] DOCTOR MICKEY: No, Wink. No copularía con nadie que no fueras tú. DOCTOR WINK: ¿Ni siquiera por el bien de la especie? ¿Ni siquiera por ese experimento más grande del que quizá seamos parte? DOCTOR MICKEY: No. Los experimentos no lo valen, Wink. [Doctor Wink se alejó nuevamente y fue a sentarse frente a un escritorio de trabajo, en la antesala del laboratorio.] DOCTOR WINK: Pues entonces el experimento fallará. Porque ellos, allá dentro de su hábitat, están condenados a pensar lo mismo que nosotros. El experimento será un fracaso, Doctor Mickey. Todos nuestros ratones morirán y no podremos hacer que se reproduzcan de nuevo. Las hembras se comerán a sus crías. Los machos amarán a los machos. No podremos arreglar este desperfecto, doctor. Y tal vez no debamos, tampoco. [El Doctor Wink levantó la mirada.] DOCTOR WINK: Quizá, no hay aquí nada que necesite ser arreglado. DOCTOR MICKEY [aquí, el beta tester refiere haber elegido un diálogo fuera de contexto, con la esperanza de desviar la atención del NPC hacia un sitio menos oscuro.]: Ven, Wink. Ven conmigo y relájate. Déjame servirte café. DOCTOR WINK: Mira, mira lo que está pasando aquí. [Doctor Wink hizo caso omiso de los esfuerzos de Doctor Mickey y el beta tester refirió haber tenido la impresión de que los ojos de Doctor Wink habrían llorado. Habrían llorado si los animadores hubiesen previsto el llanto en el repertorio de expresiones faciales del NPC.] Le hemos dado todo a estas ratas y ahora no se reproducen. ¿Será que suce-
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de así? ¿Será que debe ser así? ¿Será que, llegados a cierto culmen de la civilización, el culmen es precisamente ése?: prepararlo todo, obrarlo todo para desaparecer. Quizá su naturaleza es el germen de la extinción. Y no debemos exigirles que vayan contra su naturaleza, Mickey. DOCTOR MICKEY: ¿Y qué hacemos, entonces? DOCTOR WINK: Nada. Observamos. Nos damos cuenta de que… Yo en esto entreveo una voluntad y pido tu permiso para decir algo que no es científico. DOCTOR MICKEY: Dime algo que no sea científico. DOCTOR WINK: Entreveo la voluntad de esa rata más grande que nos cultiva, Mickey. Entreveo la voluntad de esa rata a la que algunos de nosotros llaman “Dios”. Tal vez, Dios también es una rata gorda e insaciable, como nosotros. [El beta tester refirió haber visto a Doctor Wink elevar los ojos hacia lo alto, hacia la única ventana gris del laboratorio.] DOCTOR WINK: Y, ¿qué tal que Dios previó que todas sus civilizaciones terminen y que terminen así, como nuestras ratas? A nosotros, allá afuera, también nos acusan de querer “acabar con la ratidad”, sólo porque nos amamos y no proliferaremos la especie, Mickey. Pero, tal vez, Dios previó el amor de los ratones machos. Dios nos previó a nosotros también, incluso si provocamos el fin de las cosas. [El beta tester reportó que, ahí, Doctor Wink miró al avatar de Doctor Mickey con una ternura infinita para la que sí tenía recursos en su set de animaciones faciales.] DOCTOR WINK: Dios prevé el fin de todas las cosas. Nosotros somos parte de esa extinción. Pero está bien. También hay belleza en la finitud, Mickey. FIN DEL INFORME Después de los hechos referidos, Doctor Wink no presentó más interacciones anómalas. Al poco tiempo, la población de ratones no-antropomórficos del beta tester #165h colapsó en un evento de extinción paulatina y absoluta, tal como estuvo previsto desde siempre por los game developers del Universo 25. ¬ — *Este cuento apareció publicado originalmente en Un tlacuache salvó este libro del fuego (Odo Ediciones, 2021).
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▶ Axel Markovic. Odín / Mr. Wednesday, American Gods. Acrílico, 35x45 cm (2021).
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AUTOR INVITADO / NARRATIVA
La otra defensa de Tenochtitlan Ulises Paniagua
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e de referir a vuesa majestad los últimos fechos acontecidos en la empresa que lleva por nombre Conquista de Mejico-Tenostitlan. Lo haré, si así lo dispensa, con lágrimas en los ojos, muestra de una vergüenza auténtica, muy mía, y de los hombres a los que acompañé en esta desgraciada expedición al fin del mundo. Ya dará Don Hernando Cortés, en ciertas Cartas de Relación que están por publicarse, según me dicen, parte de lo acontecido. Baste decir, aunque pese el confesarlo, que nos fue imposible tomar Tenuchtitlan, Tenustitlan, o el diablo ese Huichilobos sabe cómo se prenuncie ese nombre de olvido. Relataré a su magnificencia, a través de esta “Breve y trágica crónica de una conquista no consumada”, los eventos como a mi parecer acontecieron, en espera de que mi memoria no juzgue como verdaderos fechos que no sucedieron del modo fiel en que los cuento; o que tomen como falsas otras cuantas verdades que sí acaecieron allí. Lo cierto es que los indios nos vencieron a través de cosas de hechicería, o sabrá el Altísimo qué tipo de oscuros artificios. Para mayor referencia a la historia que narro, será necesario remontarse a la batalla por Tenustitlan. Sería a inicios de agosto cuando sitiamos la ciudad, en compañía de aquellos que aún sobrevivían entre los cuatrocientos ocho hombres de un inicio de la expedición, junto a cien marinos, todos ellos acompañados de algunos caballos y, sobre todo, de trece navíos. En honor a la verdad es importante reconocer, ahora que de nada sirve hacernos los invencibles, que logramos alcanzar tal posición gracias a la compañía y consejo de más de cien mil o doscientos mil indios, entre aquellos que se hacen llamar tlascaltecas y culúas, o como demonios se hagan decir aquellos salvajes. Además, lo que nos permitió acorralar a los mechicas fueron, si vuesa merced me permite decirlo, los trece bergantines que Don REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
Hernando Cortés mandó construir desde los maderos surgidos de los barcos que nos llevaron al nuevo mundo. Se desmantelaron en el puerto, y se reconstruyeron allá en tierra firme. La estrategia que sugirieron los tlascultecas, hombres entendidos en las guerras de esos lares, así como su conocimiento de los pantanos y aguas bajas del lago de Tezcuco, fueron de gran ayuda. Al menos desde abril, si la memoria no traiciona, teníamos a aquellos aztecas junto a sus mujeres e hijos, tras las murallas. Habíamos cortado las provisiones, y el hambre, así como una peste de viruela que los santos patronos, entre ellos San Hipólito, habían ayudado a esparcir, hacían mella de sus fuerzas. Tenustitlan guardaba por entonces el olor de la muerte. Cuando más desesperados se hallaban los enemigos, cuanto más al borde del desaliento, se presentaron una serie de eventos inexplicables que detuvieron, hasta ahora no sabemos cómo, su caída. Fue el inicio de nuestro fin. Una ruptura en una victoria que jurábamos se consumaría a la brevedad. El primero de estos hechos extraños tiene que ver con las balas de los cañones que disparábamos en gran cantidad hacia sus plazas, sus pirámides, sus ídolos del demonio. Don Hernando nos había hecho colocar algunas naves en batería luego de hacer llegar las armas a las bordas de los barcos. Al dar la orden, comenzó el bombardeo. Nuestras balas de cañón destrozaban, lentamente, sus refugios y su aguante. Luego las cosas cambiaron. A mí, don Cristóbal Ixtlichólotl, indio convertido al cristianismo y aliado nuestro, me había comentado en privado que se rumoraba, entre nuestros hombres y los indios aliados que, de algún modo, por una especie de invocación de los sacerdotes en el templo mayor, Quetzalcóatl había regresado. No me refiero, como se comprenderá, a la confusión que hubo acerca
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de considerar a Cortés, a quien Motecuzoma llamaban Malinche, como una rencarnación de su diabólica deidad. En todo caso, se juraba que los indios enemigos habían abierto una especie de puerta al tiempo, y que de algún modo su dios del viento, su serpiente alada, habíase convertido en una persona hidalga, consejero en las artes de la guerra. Cortés logró infiltrar orejas dentro de sus muros, y de este modo a nosotros llegó tal leyenda, que aquellos hombres no hablaban de otra cosa que en un inicio supusimos despreciable y poco veraz. Los hombres que enviamos juraban que, dentro de las habitaciones que coronan uno de sus templos, el más grande, antes del alba escucharon truenos. Sus ojos vieron iluminaciones. Enseguida salió de allí un hombre alto, no de mal parecer, fuerte y con apariencia noble, vestido con las indumentarias del mismo Quetzalcotli o Quetzalcóal. Apenas podían creerlo; pero dieron testimonio de ello. Lo que ocurrió en las batallas posteriores, sin embargo, hízonos dudar de los sentidos, comenzar a dar fe de la leyenda. Los indios se volvieron difíciles y escurridizos. El segundo día de los cañonazos, por ejemplo, ocurrió un fecho por demás raro. Don Hernando, harto de la resistencia de aquel reino, ordenó un fuego continuo. Se producía el cañoneo una ocasión tras otra. Entonces nos quedamos con la boca abierta: desde las murallas de la plaza sitiada, no sé cómo, salieron disparadas cierto tipo de aves de fuego que fueron a impactarse a cada bala de cañón, haciéndolas polvo ante nuestros ojos. Era como si esos fuegos supieran el rumbo que tomaría cada proyectil, y como hacen los halcones con su presa, se llegasen a ellos para desbaratarles. Durante dos o tres días, don Hernando intentó la misma maniobra. Siempre con igual resultado: un desastre. Ninguna de las balas impactaba sus plazas, sus mercados. No eran sus muros, de ningún modo, una herencia de agujeros ¿Cómo lo hacían?, se preguntará su majestad. Sólo uno de esos indios astutos podría decirlo. En verdad que parecía cosa de encantamiento, digna de juzgar por el Tribunal de la Santa Inquisición, nuestro glorioso oficio. Esa misma noche, mientras conversaba a solas con Don Pedro de Alvarado en un apartado de los campos (sólo asuntos de milicia, no quisiera ser mal comprendido), vimos luces no muy grandes, en el cielo. Ocul-
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tándonos en los abrojos, fuimos testigos de una especie de libélulas de fuego, muy extrañas, que se dirigieron a donde Don Hernando preparaba la estrategia de invasión. Lo atribuimos de nueva cuenta a las artes negras, y no prestamos atención, ocupados como Don Pedro de Alvarado y yo estábamos en lo nuestro. A la jornada siguiente, sin embargo, donde la intención era tomar la plaza de Tlatelulco por sorpresa, en una misión donde se juntaron los hombres del propio Don Pedro de Alvarado y de Don Cristóbal de Olid, nuestras tropas fueron despedazadas. Caímos en una emboscada de la cual huimos apenas algunos, entre ellos Don Cristóbal y este humilde relator. En el campo de batalla pereció Don Pedro de Alvarado. Vimos su cabellera y sus barbas, rubias como el sol, hundirse en las aguas de un lago rodeado de decenas de mechicas, en medio de borbotones de sangre. Era como si los mechicas supieran de nuestras estrategias de guerra. La situación se repetía. Por las noches aparecían las libélulas de luz, y al día siguiente sufríamos desastrosas derrotas. Aunque duro de entendederas, caí en cuenta y le hice saber a Don Hernando, quien por cierto mucho seguía acongojado por la muerte de Don Pedro, que aquellas apariciones de luz no eran otra cosa que delatores, no sé de qué modo, pero lo eran; y que quizá los mechicas habían logrado volverse pequeños, apenas unos hombrecillos a través de sus artes de magia negra, y de este modo eran capaces de escuchar nuestros planes. Desde entonces comenzamos a disparar y a apedrear a esas rarezas, la mayoría de las veces con mala puntería. “Prones” o “trones”, tal nombre llevaban aquellos objetos según versaban los chismes entre los soldados. Sabedores de que la batalla comenzaba a inclinarse del otro lado, vimos a los aztecas realizar una celebración. Hacían fiesta, ¡ante nuestros ojos! De algún modo, se habían hecho de una especie de provisiones que sacaban de un tipo de coloridas latas de fierro que abrían con un mecanismo indescriptible, con pequeños dientes. Habían reunido miles de ellas. Comían felices, mientras tocaban melodías con sus instrumentos. Don Hernando, furioso, ordenó el bombardeo; pero las balas eran, de nueva cuenta, hechas polvo por sus halcones de fuego. Esa noche vi llorar a Don Hernando, como lo hizo
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aquella vez en la calzada que da a Tlacupan, o Tlacopan. Sólo que en aquella ocasión lloró de tristeza, y esta vez lloraba de impotencia, rabia, indignación. Aquellos indios nos humillaban. Lo vi orar, en su aposento, pidiendo la gracia y los favores de Santiago Apóstol, invocando fortaleza y serenidad. Por la madrugada nos despertó un estallido como el que se produce en una casa de pólvora. Al salir corriendo de la habitación de Don Pedro de Solís (me hallaba con él también por asuntos bélicos) descubrimos que uno de los bergantines se hundía. Fue tanta la sorpresa que a ninguno de nosotros, ni siquiera a Don Hernando, se le ocurrió disparar una bala. Nos quedamos boquiabiertos viendo cómo los mechicas, enfundados en extraños trajes relucientes, se colocaban en los ojos una especie de anteojeras, y una suerte de patas de ranas en los pies, y se echaban al agua para nadar profundo con unos popotes, cargando una especie de amarres sobre la espalda. Con aquellas cosas permanecieron bajo el agua durante mucho tiempo; y de este modo se nos perdían a la vista en el lago, hasta que, como en un mal sueño, podíamos verles poner algo bajo el casco de los navíos (a los hombres de nado, con patas de rana, les llamaban “bucos”, “buchos”, o algo así) Les vimos alejarse rápidamente, y entonces, dos o tres segundos después, grandes explosiones se producían haciendo estallar las maderas de los barcos. Nuestros hombres a bordo se arrojaron al agua, desesperados. Algunos se hundían bajo el peso de sus armaduras; otros, con desesperación se arrastraban unos a otros a lo profundo, de tal manera que era cosa de espanto ver la cantidad de ahogados que por ello se hacía. Así vimos ir a pique cada uno de los bergantines, mientras continuaba la fiesta de los indios. Don Hernando, fuera de sí, no dejaba de proferir insultos a propios y extraños. Parecía un poseso. Eran tales sus alaridos y malas palabras que, hasta nosotros —personas de campo, de mar y de armas— nos sentimos avergonzados por lo que sus labios proferían. Don Hernando desenvainó de pronto la espada y, al no poder desquitar su furia con los enemigos, hizo lo propio con los indios aliados. Comenzó a repartir mandobles a diestra y siniestra. Se armó entonces una batalla campal, la más sangrienta de la que tenga memoria. Algunos dirán que no participé por cobardía o por sodomía.
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Intento negar tales rumores. Lo cierto es que ni Don Pedro de Solís ni yo teníamos ropa apropiada, apenas unos trapos sobre los cueros porque tomábamos el fresco en el campo; así que corrimos a escondernos tras unas piedras. Me apena mucho confesar el episodio, pero por fidelidad a la veracidad de los fechos debo reconocerlo. Volaban por los aires piernas, cabezas y brazos, mientras mi mayor preocupación era mantener en su sitio las bragas y el decoro. Aprovechando la situación, el propio Don Cristóbal de Olid (quien luego supimos era aliado de Diego Velázquez en Cuba, y quien había buscado por todos los medios iniciar una maquinación contra nuestra empresa) aprovechó la situación para, en compañía de algunos hombres y muchos tlascultecas, apresar a Don Hernando Cortés ante nuestra sorpresa, declarándolo enemigo de la corona. Como se pudo, se calmaron los ánimos. Nadie durmió esa noche, pues el estado de tensión entre las tropas era de verse. A la mañana siguiente, reconociéndonos derrotados, Don Cristóbal hizo llegar un par de hombres para solicitar audiencia con Cuatemozin, o el Guatémoc ese, rey de los salvajes. Don Cristóbal firmó, en los aposentos del Templo Mayor, tratados donde aceptaba que los pueblos del Mejico podrían vivir en paz, sin que un nuevo intento de invasión amenazase a Tenuchtitlan, a los mayas, a los mistecos, y no sé a cuántos nombres más que de tan extraños mi memoria no alcanza para describirlos. Luego, Don Cristóbal entregó a Don Hernando a Guatémoc. Cortés le pidió al rey mechica que tomara una daga y le sacase el corazón, él mismo, sobre la piedra de sacrificios. Pero Cuatemozin le hizo saber a Don Hernando que los de Tenustitlan no eran salvajes, ni rencorosos, ni mataban por matar, y le comunicó que podía marchar en paz hasta sus lejanas tierras. Malinche, la traductora que nos acompañaba, abandonó ahí a Cortés; meses más tarde nos enteraríamos de que habíase desposado con Guatémoc, y que sus consejos fueron siempre un engaño, pues nunca dejó de estar de parte de los pueblos de aquellas tierras. Allí comenzó nuestro retorno triste. Dejamos la ciudad por la misma calzada de Tlacopan, donde meses antes habíamos sido casi exterminados. Los vencedo-
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res agitaban sus manos, en señal de despedida. Una sonrisa extraña les iluminaba el rostro. Los hombres nos marchamos en derrota, con los caballos flacos y las ilusiones aún peor. Los tlascultecas volvieron a sus tierras, escupiendo al piso en señal de desprecio, como lo habían aprendido de estas mercedes. Anduvimos aldea tras aldea, villa tras villa; cada una de ellas desiertas, sin alimento alguno. Estuvimos a punto de fallecer. Rogué a la Virgen de la Asunción un poco de suerte, y mis plegarias fueron oídas. Por fortuna, logramos alcanzar la costa, abordar las naves de rescate que hubo proporcionado Don Diego Velázquez, y regresar a la Habana. Allí, en Cuba, se hizo un juicio a Don Hernando de Cortés, quien murió en la horca acusado de crímenes de lesa humanidad, de asuntos de guerra (en particular en lo concerniente a nuestra entrada a Tezcuco, la segunda vuelta, donde asesinamos niños y forzamos mujeres, a pesar de que aquellos habitantes nos recibieron con los brazos abiertos). Algún tiempo estuvimos quietos. Sin embargo, cada día la cólera, al recordar la derrota, crecía. Tuve intenciones de iniciar una nueva expedición contradiciendo lo pactado hasta entonces. Sin embargo, de forma confidencial, y en una cita en sus aposentos, Don Diego Velázquez me hizo saber que era mejor que dejásemos las cosas como estaban, pues, aunque era una noticia que se mantenía en secreto, corría el rumor de que su majestad de España había sido secuestrada por los indios, sin que nadie pudiera explicarlo ni detenerlo. Al rey se le había visto salir, en compañía de algunos in-
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dios, hasta una especie de gran insecto de fierro, del tamaño de una ballena no muy enorme, cuyas alas hacían círculos una y otra vez. Le vieron perderse en el aire. Don Diego me explicó que no era prudente intentar nada, que por el momento vivíamos una época extraña dentro de nuestra Historia, y de la Historia de los hombres en general. Consternado, me hizo saber que debía prepararme, pues cualquier día nuestras tierras ya no llevarían el honroso nombre de Hispania, sino que, en contra de nuestra voluntad, deberíamos comenzar a conocer nuestros viñedos, ciudades y campos, como la Nueva Tenuchtitan. Así, su majestad, me he atrevido hacerle llegar esta misiva en su nueva residencia en Mejico, para saber si lo que se cuenta en León, en Castilla o en Andalucía, es cierto. Es casi seguro que no obtendré respuesta alguna a mis preguntas. Mas no pierdo la fe. Entre ello, me intriga saber si Quetzalcóatl continúa en este plano espiritual o regresó a sus infiernos. Me preocupa conocer, del mismo modo, si el mundo será diferente al que ahora vivimos. No duermo bien pensando en lo que nos depara el futuro. Me lleno de ira, luego de desencanto. Algún compañero soldado me ha dicho que los indios sólo quieren la tranquilidad entre los reinos. Asegura que de algún modo viajaron a los días futuros, para salvarse. Ahora entiendo las sonrisas, de una gran picaresca, de aquellos mechicas que nos decían adiós con la mano desde las murallas de su ciudad, mientras seguían cantando. Cantando y danzando entre sus flores, con sus mujeres y sus niños. ¬
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▶ Axel Markovic. Dr. Veckman. Acrílico sobre tela, 20x40 cm
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AUTORa INVITADA / NARRATIVA
El lienzo Daniela Lomartti
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n un lejano planeta habitó un ser cuyas dotes artísticas eran sorprendentes, difícil fue comprender que aquel personaje existió en una época que precede al lenguaje y a la razón humana. El poder de creación artística de ese hombre transformó diversas realidades. Hace tiempo, cierto viajero inglés, digamos, el señor Clarke, que se dedicaba a investigaciones arqueológicas, encontró en uno de sus viajes a vendedores que ofrecían toda clase de artilugios excéntricos. El viajero que gustaba de objetos extraños cargados de historias fantásticas, no se resistió y pagó mucho dinero por una de esas reliquias: un rollo de tela fina con olor a incienso medicinal el cual, según decía el vendedor, perteneció al hijo menor de la Realeza de Tokappy, “Se cree que este hombre, último hijo del emperador de Tokappy, vino desde una estrella lejana para imprimir en el mundo sus recuerdos de una vida que para nosotros es imposible imaginar.” Asombrado, el viajero preguntó: “¿Qué quiere decir con que esa vida no se puede representar?". El vendedor no respondió, miraba con sus ojos cristalinos al foráneo y dibujó en su rostro una tenue sonrisa que escondía un aire malévolo. En cuanto cerraron la venta, el legado de toda esa gente estaba en las manos de aquel extranjero. Cuando el inglés llegó a su cuarto de hotel, puso sobre la mesa su pequeña colección. Estaba a punto de revisar con detalle cada objeto, pero en un torpe movimiento, tiró al suelo el lienzo. Éste se deslizó mostrando la majestuosa pintura que contenía: el retrato de un hermoso paisaje compuesto por siete cuerpos equidistantes que flotaban siguiendo un camino de zigzag, el horizonte parecía una proyección holográfica y semejaba un extraño oleaje de
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nubes en forma de espiral. El paisaje se extendía con luces parpadeantes, las pinceladas caían de tal manera que simulaban movimiento. El señor Clarke estaba extasiado por ese hallazgo. Momentos después, corrió rápidamente a donde se encontraban sus gafas para apreciar mejor la pintura. Sólo entonces pudo ver las luces diminutas por doquier. Parecía que del paisaje se desprendían esos puntos luminosos. Fascinado por el descubrimiento, el hombre no durmió durante la noche. Le resultaba difícil explicarse el origen de los puntos luminosos. «¿Será un daño en la tela causado por el tiempo?», pensó. El arqueólogo examinó por días enteros aquella pintura. Encontró, además, cierta asimetría entre los puntos que parecían estar superpuestos al paisaje, de modo que halló diferencias de tamaño y forma, algunos puntos eran más pequeños y menos regulares que el resto. Otros más simulaban tenues líneas que otorgaban realismo al óleo. El señor Clarke supuso que el conjunto de puntos en la pintura era semejante al ruido presente en la realidad visible. Decidió estudiar con mayor profundidad aquella realidad plasmada en el lienzo. Semanas después, intentó publicar su análisis acompañado de fotografías de la pintura en una prestigiosa revista estadounidense, pero fue rechazado por carecer de evidencia científica, debido a que era imposible apreciar aquellos puntos luminosos a través del lente de una cámara. El arqueólogo continuó con los estudios sobre la pintura. Intentaba determinar su origen, pero esto representaba para él un gran desafío como investigador. No le fue posible explicar la naturaleza de los materiales; sus conocimientos eran insuficientes para llegar a una
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conclusión acerca de la composición química del lienzo, tampoco pudo determinar la edad exacta de la obra, ni rastrear el ADN del pintor. Según sus especulaciones más extravagantes, creía que aquella pintura estaba hecha por una máquina capaz de representar esa particular belleza. No obstante, ¿cómo explicaría que una máquina conocida o incluso alienígena tuviera la sensibilidad artística para crear una obra tan extraordinaria? El paisaje exótico era desconocido, pero no descartó la idea de que pudiera existir algún lugar de la Tierra semejante a él. La línea que seguían los siete cuerpos flotantes parecía revelar cierta deformidad del suelo, sus colores eran una combinación de matices policromáticos. Los puntos que inundaban a la obra le provocaban desconcierto. El señor Clarke contactó a un grupo de investigadores. Meses más tarde, un equipo de arqueólogos chinos llegó a Inglaterra desde Beijing. Descubrieron que la posición de los cuerpos formaba una media luna inscrita en un cuadrado. Este patrón se repetía una y otra vez a sí mismo formando una curva fractal de particular belleza. Las líneas circulares eran apenas visibles para quienes observaron la pintura. No obstante, ninguno de ellos pudo descifrar en qué consistía aquel trazo diminuto. Al no concluir algo concreto respecto a la pintura, abandonaron los estudios, pero el señor Clarke creía que probablemente alguna vez podría develar lo que entonces permanecía oculto. • Años más tarde, nuestro viajero, el señor Clarke, se hallaba en otra de sus expediciones en las profundidades del Amazonas. Allí encontró a algunos de sus camaradas, jó-
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venes arqueólogos dispuestos a descifrar los misterios de las antiguas civilizaciones. Juntos penetraron en la selva. Tan pronto llegaron al corazón de la selva, contemplaron a un muchacho sentado sobre una piedra en forma de huevo. El muchacho llevaba puesto un taparrabos, tenía una cabeza más grande que el promedio y sobre sus rodillas recargaba una tabla sobre la que yacía un lienzo. El joven pintor estaba absorto en su trabajo, movía sus dedos de forma extraña sobre el lienzo como si fueran pinceles. Al señor Clarke, aquel movimiento del artista le reveló la forma en que el pintor, procedente de algún lejano punto del cosmos, había culminado su obra. Entonces confirmó su hipótesis: la pintura plasmaba la proyección de las imágenes contenidas en su mente. Comprendió que los puntos luminosos eran el ruido proyectado desde el interior de los brillantes ojos de obsidiana del pintor. Pasó un largo tiempo hasta que por fin el muchacho se percató de los intrusos y, en un acto de furia, les arrojó el lienzo. Se escuchó un fuerte estruendo producido por el crujir de los árboles. Lo último que alcanzó a ver el señor Clarke fue el lienzo: en él se reflejaba de manera infinita el mismo patrón que había visto antes en la pintura que conocía bien y amaba. Instantes después, los arqueólogos lanzaron un grito, sentían cómo la realidad se volvía más liviana. El señor Clarke despertó en un hermoso valle rodeado por halos circulares de luz, le parecía como si estuviera dentro de un cilindro hueco. Miró el suave oleaje de nubes espirales en el cielo. A lo lejos, vio puntos brillantes suspendidos en el insólito horizonte, mientras escuchaba el eco del viento al chocar con los gigantescos cuerpos zigzagueantes que flotaban manifestando su belleza. ¬
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AUTOR INVITADO / NARRATIVA
La momia de Itzamal Abraham Martínez Azuara 1 a llanura azul del golfo se perdía hacia el horizonte sin nubes, y el velero se balanceaba con suavidad respondiendo a los leves cambios en la marea. Aura sabía que aquello era una calma chicha, que en tres días otro huracán invernal categoría seis azotaría la costa. En el agua, el dron submarino flotaba, esperándola paciente. Bajo la brillante cubierta de queratina naranja, la forma de vida artificial respondió a su mirada encendiendo y apagando los leds bioluminiscentes que recorrían su metro y medio de eslora. —¿Todo bien? —Maquech, la ginoide de apoyo, estaba de pie en la popa terminando de cargar las celdas solares que había desplegado sobre su espalda como las alas plateadas de un escarabajo enjoyado. Aura asintió. Después recogió de la cubierta la membrana translúcida, desdoblándola cuidadosamente. Metió la cabeza dentro de la escafandra y acomodó sobre sus hombros las agallas blanquecinas, que se adhirieron al traje de buceo de inmediato. Luego alzó el pulgar hacia Maquech. La superficie del agua se sentía tibia, pero rápidamente, conforme descendían, se enfrió. Abajo, a poco más de veinte metros de profundidad, el arrecife había crecido a un ritmo acelerado y se observaban los tonos rojos y naranjas en las estructuras calcáreas más recientes, siendo que décadas antes habían estado coloreadas con tonos neón, como mecanismo de defensa contra el incremento de rayos UV. Sujetas del dron submarino, Aura y Maquech se dirigieron hacia la zona de excavación de Chaltun Há, donde varios drones submarinos de doce patas escarbaban alrededor de un conjunto de pirámides. Pasaron de largo dejando una breve estela de burbujas, que algunos peces loro reventaron con curiosidad. La estructura derruida que tenían frente a ellas había sido un hotel en el siglo pasado. Aura hizo una señal y se separó del dron submarino naranja, que detuvo sus propelas. Luego descendió casi hasta el fondo de arena blanca y nadó, seguida por Maquech, hasta donde se había reportado el hallazgo. Los restos de la construcción habían cedido
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rápidamente al embate de las marejadas y la erosión, quedando solamente un esqueleto de vigas parcialmente cubierto por retazos de paredes carcomidas. Dentro del hotel derruido, la luz solar era pobre y Aura encendió los faros de la escafandra. Moviéndose sobre los bancos de arena, perturbó el descanso de un mero enorme que se desplazó lentamente bajo ella. Más adelante, a través de un pasillo, su escafandra le indicó el lugar donde se hallaba la momia. Franqueó lo que había sido una habitación y entró. La figura humana, apenas un esqueleto forrado de piel, estaba dentro de una bolsa de poliestireno, una sustancia no biodegradable que ya no se fabricaba. Su ropa y calzado, también hechos de fibras sintéticas, habían preservado incluso sus colores originales. Aura extrajo de su cinturón una ampolleta, la destapó encima del hallazgo y una nube de partículas opacas cubrió la bolsa y todo lo que contenía con una película delgada, pero resistente. Maquech nadó hasta ella, la sujetó con cuidado entre sus brazos, como una madre artificial, para así dejar sin perturbar el resto de lo que había sido su sepulcro durante décadas. 2 La doctora Cardós recibió a Aura a mediados de enero en Playa Tumbalá. El viento estaba frío y levantaba la arena oscura, acumulándola en forma de pequeñas dunas ahí donde las esquinas del centro de investigación se volvían más cerradas. Cardós vertió pozol en dos jarros y le ofreció uno de ellos a Aura. —Gracias —respondió la voz artificial del sintetizador de su collar antes de darle un trago. Caminaron hasta el jardín interior, donde las orquídeas perfumaban el aire húmedo. Cada una se sentó en una mecedora de mimbre y dedicaron la siguiente media hora a desayunar y conversar. Cuando los rayos del sol iluminaron el ventanal oriente del vivero, Cardós recogió su cabello entrecano en un chongo, procedió a hacer una señal y el holograma de una mujer de alrededor de treinta años, apareció delante de ellas. REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
▶ Axel Markovic. He-Man and Skeletor. Acrílico sobre PASPARTÚ, 17x25 cm
Vestía blusa roja, pantaloncillos cortos de mezclilla y un par de sandalias. La momia de Itzamal, reconstruida digitalmente, las miraba desde el vacío sin expresión. —Hemos aprendido mucho de “Iza” —La Doctora no dejaba de mirar el holograma—. Ahora sabemos más de los años anteriores a las marejadas, del final del Antropoceno. Encontramos enormes cantidades de microplásticos en sus órganos, probablemente ingeridos durante toda su vida junto con la comida. Por el daño en ellos sabemos también que consumía alcohol con bastante frecuencia y que antes de fallecer,“Iza” había estado de fiesta durante varios días. Pero hay algo aún más interesante. Aún tenía con ella su “Espejo Negro”. —¿”Espejo Negro”? —La voz artificial de Aura sonó neutra pero claramente interesada. Cardós se aclaró la garganta. —Perdón. Me refiero a un tipo de dispositivo electrónico: un móvil, un teléfono celular o inteligente, una pantalla táctil. Y afortunadamente pudimos recuperar la información. Fragmentos de una grabación, mayormente sólo el audio y un poco de video. Aura se inclinó hacia el frente, e hizo un ademán impaciente con la mano derecha, que no terminó.
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—¿Qué dijo? Cardós hizo otra señal con la mano y un archivo de audio se reprodujo en el jardín, atenuando el zumbido de los insectos que libaban: “La fiesta se acabó… apagar las luces… nada más que hacer…”. A otra señal de Cardós, el audio dejó de reproducirse. Aura se reclinó en su asiento y suspiró pensativa. —Imagínate que vives en un mundo donde todos los ecosistemas están colapsando, que estás viendo la sexta extinción masiva de este planeta. Un mundo donde en el discurso oficial se te dice que la inconformidad social, la escasez de agua potable y la contaminación del aire son responsabilidad sólo de los individuos. Un mundo donde te hacen creer que todas esas crisis son causadas por tu mera existencia y que resistir es inútil. ¿No te meterías en una bolsa y te quitarías la vida para dejar de sufrir? —Pero… sabemos que también hubo personas que ante las crisis se organizaron, como lo seguimos haciendo hoy… por eso sobrevivimos… —La clara voz artificial de Aura no reflejaba el torrente de pensamientos que la abrumaban. —Nuestro trabajo es reunir evidencias, Aura. Ahora acompáñame a entregar el informe y dejemos que, quienes lo lean, lleguen a sus propias conclusiones. ¬
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AUTORa INVITADA / NARRATIVA
belleza de robot Marcia Ramos Lozoya
▶ Axel Markovic. RoBoCop. Acrílico sobre PASPARTÚ, 17x25 cm
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ara ser un modelo S2021 posees un físico casi humano, menos descuidado que otras robots de generaciones más recientes. La elasticidad de aquella piel sintética se ajusta a tus piernas gordas, aunque te molesta un poco tener que gritarle al espejo que enfoque más las ligeras marcas alrededor de la boca. Éste obedece un tanto confundido y te desconcierta porque casi no son invisibles. Pese a que has tratado de marcarte, el resultado es muy poco y tu deseo por parecer más humana es imposible. Los otros robots con los que convives a diario no entienden tu necesidad, ni siquiera quieren admitir que sufres un
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(2021). raro complejo. Aunque saben que todos tienen algo en su programación, les pareces lejana y algunos han optado por no dirigirte la palabra. A los humanos los descubriste por una transmisión en pantalla, aparecieron con sus distintos cuerpos y voces. Había algo en sus miradas que envidiaste, más tarde comprendiste la violencia y el amor que surgía de ellos. La piel que te cubre no es suficiente y aunque han sido distintos injertos sigues viéndote como una lata de metal sin expresión. Cuando vas a retocarte el maquillaje, simulas gestos y muecas que te hagan ver más natural. Algunos
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modelos se han quejado de ti y te han expulsado de sus videocharlas. Cada día falta menos para que te cambien el cerebro y te lamentas de ese error en los circuitos que te producen tristeza. De pronto, una noche te enteras de que has sido seleccionada para que explores a los humanos. Es la primera vez que te llevarán en todos estos años. No puedes creerlo, saltas y te conectas a la interfaz del modelo S2018 para darle la noticia. Quiere hacerte recapacitar para que no vayas y usa millones de estrategias para convencerte. La desconectas y en su lugar escuchas el vals “El lago de los cisnes”; es el ritmo más movido que has podido conectar. Y bailas. Cuando llegas a reclamar tu premio, contrario a lo que se esperaría, sienten pena por ti. Para ellos has perdido. No dejas que nada te quite el sueño y para tu fortuna el modelo avanzado T3000 te dirige hacia un cuarto. Te indica que no podía darte las instrucciones en un directo y que lo mejor es lo presencial. Asientes, mientras tratas de captar los símbolos y mapas. Te advierte que no podrán comunicarse y que todavía lo puedes pensar. Quizás, el nuevo cerebro te dé nuevos gustos. Te niegas, pero haces una única petición. La aceptan y preparan el quirófano con todas las medidas de seguridad. Duras días en apagado, cuando te vuelven a reactivar admiras tus manos, las sensaciones, la temperatura y el color. Pronto, te traen un espejo y con admiración ves que tus labios tienen forma. Los ojos ya no guardan aquel brillo de plástico y las pestañas parecen pequeñas plumas. Satisfecha, observas a los otros modelos, sus miradas en silencio tratan de ocultar el horror que les produces junto con la pena que les das. Pareces toda una mujer, pero lamentas la falta del aparato reproductivo, aunque entiendes que no lo necesitas. Una semana después estás arriba del cohete, admiras cada estrella, el color de los planetas y la emoción de ver la luna. A lo lejos ves un puntito que crece y muestra una combinación de colores, los contornos son diferentes. Quieres aplaudir, gritar y abrazar a alguien. A la transmisión llegan sonidos y palabras que te producen un ritmo que no terminas de entender. No te gusta, quizás es la costumbre de la música clásica lo que hace que tus sensores
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no sigan la melodía o no la encuentren. Simulas una respiración y practicas muchas veces tu voz de humana a la que todavía no te acostumbras, pese a que Siri te ayudó con eso. Crees que ella es igual de adelantada que tú, no creerías que un humano la produjo. La caída es intensa, casi dolorosa en algunos fragmentos de acero que forman tu cuerpo, y temes que tus uñas se desintegren. Abres la puerta, palpas la arena y te sientes segura. El artefacto regresa sin ti a tu planeta, en dos días volverá a recogerte. Caminas por la orilla mientras observas a esa pequeña bestia llamada mar. Sabes que cuida de otras criaturas igual de inofensivas y no planeas invadirlo. Sales de la playa hacia el camino de cemento. El amanecer ha pasado y ahora algunas nubes ocultan al sol. Alguien te sigue desde hace rato, el olor a químicos es fuerte y volteas hacia atrás. Un grupo de mujeres te toman por el brazo, das un grito de terror y ves sus caras deformes. Labios hinchados de silicona, la piel de la cara estirada hasta el cuero cabelludo y partes del cuerpo rellenas de bolas. Tienes mucho miedo, se burlan de ti y te llaman horrible. Se quejan de tu fealdad, te arrastran por las calles y gritas a los hombres, pero ellos son iguales. Todo su cuerpo tiene la sustancia, la dureza no te permite establecer un vínculo. Desconoces a los humanos y parpadeas todo el tiempo. Las palabras se te atoran en el hueco que tienes por garganta. Un grupo de personas se ha reunido detrás para evitar que te escapes, te ponen a la entrada de un edificio y una mujer vestida de blanco con los ojos notablemente disparejos te lleva a un cuarto. Te amarran sobre una cama y las fuerzas te fallan. Gritan que te van arreglar y que con una cirugía serás hermosa como todas. Ves una sierra que despedaza tu piel, gritas y el asombro invade sus rostros. Maravillados observan los metales que te construyen, el motor que se esconde y el acero que te cubre. Van por un hacha y cierras los ojos. El cohete hace su vuelo de regreso, aterriza en el mismo lugar y succiona para llevarte. Atrapa brazos, piernas, ojos, cuellos y espalda cubiertos de aquel metal que una vez te perteneció. ¬
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POESÍA
Corazón mecánico Pedro Mieles
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ágrimas metálicas caen desde el cielo para celebrar el equinoccio del mundo. Es la nueva frontera que se abre ante nuestros ojos. Cartílagos transparentes recrean la forma primera: un incendio como argolla que se deshace y nace, una y otra y otra y otra vez. Un sueño quizás. Una alegoría al infinito vacío del universo primero sobre la cabeza de un hombre degollado que camina a la deriva hasta encontrar el silencio cósmico de su verdad, con su respiración antropomórfica, inundando las pantallas latentes de nuestra visión. Un sátiro ecléctico y voraz sucumbiendo al amor. Lágrimas metálicas caen desde el cielo para celebrar el equinoccio del mundo. Y eres tú y soy yo: perdidos en los vastos confines de imágenes que sobresalen como fractales frente a nosotros. Y eres tú y soy yo: soñando con luces de neón alrededor de la carretera que nos puedan guiar hasta llegar al paraíso. Y eres tú y soy yo: creyendo en la forma multicolor de la pesadilla: una vida obsoleta y fragmentada: una vida holográfica intentando prevalecer después del último suspiro. Allá, a lo lejos, los últimos jinetes de la muerte cabalgan sobre una ciudad espectro llevando el nuevo anuncio: aquí está la evolución y la fase: un constructo digital que nos pueda eternizar en los miles de pixeles de nuestra nueva realidad. La fe y el gozo, la muerte y desenlace sólo serán palabras extraviadas en antiguas superficies olvidadas por nuestras manos. Correremos despavoridos adentrándonos en el colapso masivo de la red. Intentando recobrar los datos de nuestra memoria. Esto será nuestra propia ópera: una balada gutural. Asimismo nuestro corazón mecánico bombeará sangre dentro del arquetipo mientras que dios sólo existirá en nuestros recuerdos. Y deberemos olvidar una vez más. ¬
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NARRATIVA / RELATO
Ga ga ga ga ga Juan de Dios Maya Ávila Para Aletita y su ipod
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unque en realidad no ha pasado tanto tiempo, digamos, acaso un siglo, no mucha gente sabe (o hablando en términos socráticos: recuerda) de qué manera (un tanto cómica) penetró el capital privado a gestionar, financiar y administrar (ar, ar, ar) el patrimonio histórico de nuestro país. A los mexicanos de ahora nos es común que una empresa, asociación, magnate o artista patrocine las obras de trabajo en las pocas zonas arqueológicas o naturales aún inexploradas o apoyen la restauración de tal o cual inmueble o bien artístico o, en su caso, contraten por cuenta propia a investigadores y creativos de cada una de las ramas del arte, las disciplinas científicas y la cultura. In illo tempore, en 2021, por decir un año (por cierto, el del bicentenario de la consumación de la Independencia) era un escándalo poner sobre la mesa cualquiera de los temas mencionados y, a la menor insinuación, los más puros burócratas e intelectuales salían a las plazas a rasgarse los mantos y cubrir con cenizas sus cabezas, muestra de su indignación ante los vendepatrias. Cabe aclarar que en esa época la mayoría de las zonas arqueológicas se hallaban en total abandono y a merced de los saqueadores, despreciadas por quienes sólo ponían atención a las construcciones “magníficas”, a las ciudades y culturas “rentables”. El patrimonio arquitectónico era amenazado por las pésimas políticas de restauración y, en fin, digamos que, tras sexenios de pillaje, las instituciones culturales se resquebrajaban. Algunos hechos anunciaron esta caída. La lista de ellos es larga: la permisión para construir dos centros comerciales de capital norteamericano de los cuales el primero se erigió sobre un barrio de artesanos teotihuacanos en la ciudad de los dioses y el segundo destruyó hasta reducirlo a polvo el flamante Casino de la Selva de Cuernavaca; las alteraciones irremediables que al pasar los años hicieron los despistados concurrentes a las zonas arqueológicas durante el equinoccio y que dejaron a la posteridad un daño REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
irreparable al grado de que nosotros no conocimos la pirámide de los nichos en el Tajín, ni las fauces de Ek Balam y mucho menos el basamento circular de Cuicuilco; también resultó un golpe duro el asestado por Francia que hipócritamente (y digo hipócritamente porque tenía siglos de propiciar el saqueo) y cuando sirvió a sus fines políticos, puso al descubierto una red de saqueadores y oscuros anticuarios quienes ante la total pasividad del INAH y el gobierno mexicano sustrajeron tesoros invaluables que los países europeos, aún ahora, se niegan a devolver (“lo caído, caído”, argumentan) y no por ello dejan de señalar incriminatoriamente con el dedo más largo que tienen. El colmo sucedió en el citado año de 2021: el grupo encargado de la conmemoración del bicentenario acusó que en las anteriores fiestas bicentenarias de 2010, se aprobaron técnicas de restauración que ponían en riesgo las estructuras de varios edificios coloniales, al grado de que varias catedrales, conventos y edificios civiles de diversos estilos y ciudades del país, se hallaban al borde del colapso. Incluso, para nuestra desgracia, algunas cayeron. La primera fue la barda atrial de Tepotzotlán que antes presumiera ser orgullosa pieza de cantera y tezontle donde se averiguaban episodios de la vida cotidiana virreinal en finas incrustaciones indígenas y que, por caprichos de munícipes tarugos y autoridades borrachas de poder, fue en algún momento repellado con cal y arena para su “conservación”. Los detalles de la barbaridad perpetrada se encuentran en la prensa de esos años; antes de llegar el 2021, la barda sucumbió. Idéntico infortunio sufrió el exconvento de la Concepción y el de San Antonio Abad, en el centro de la Ciudad de México, de los cuales nos subsisten ruinas. Asimismo, quedó en entredicho la capacidad y sensibilidad histórica y artística de los arquitectos mexicanos cuando se cayó a pedazos el pobre convento de Corpus Christi y varios inmuebles de la chimuela colonia Juárez a causa de las intervenciones que provocaron los constructores de los modernos edificios a su alrededor. 21
▶ I. A. Galdames. Lago 1, serie Antiguas torres. Inteligencia artificial (2022).
No quiero hacer la cuenta larga. Sólo diré que un grupo de valientes se decidió a denunciar e incluso llevaron a las cámaras una iniciativa que proponía la participación de capital privado nacional para rescatar algunas zonas arqueológicas amenazadas por el olvido, era el caso de La Ferrería en Durango, el corredor de arte rupestre del Pacífico y los tetzacualcos y cavernas brujas de la Sierra Nevada. Supieron desde el principio que las autoridades del INAH se les arrojarían encima con todo su poder en el afán de aplastar sus intenciones. Guardaban un as bajo la manga: en cuanto 22
los altos jerarcas comenzaron a protestar, ellos exhibieron un documental que caló en la opinión pública nacional y extranjera: la costa maya de Quintana Roo estaba prácticamente en manos de capital privado ni siquiera del país (cundían argentinos y españoles) que compró a precios risibles hectáreas de litorales, selvas y manglares, y pronto convirtieron esos santuarios en “zonas ecoturísticas” sin que nadie respingara al hecho de que la mayoría ostentaba, además, ¡su propia zona arqueológica! Y así, los diversos centros de recreación (desde Xel-Há hasta el changarro de doña Pek), REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
balnearios y cenotes extendían sus menús a: “mire usté qué bonito, tenemos lo que es la pirámide maya, que el cenote sagrado, que el idolito de obsidiana a veinte pesos”. Y nadie, nadie… ningún partido, instituto, centro cultural, etcétera, etcétera, etcétera, dijo jamás nada. Esto abrió un debate el cual quizá no habría durado mucho. Entonces llegó el gremio cementero con una propuesta: querían invertir en la restauración de un patrimonio perdido: las lenguas indígenas de los estados donde ellos operaban. No era gratuito su “gesto bondadoso”, trataban de mitigar el castigo que se les impuso por el deterioro ecológico en el estado de Hidalgo. Gracias a ello, dilataron los de por sí dilatados periodos legislativos y los insurrectos ganaron tiempo. El toque final resultó estupendo: irrumpió en aquel escenario cierta reina del espectáculo mundial y dio al episodio ese remache necesario que le ingresó con bombo y platillo a nuestra absurda y no obstante mágica Historia Nacional: la extinta cantante de pop Lady Gaga. Y es meritorio mencionarlo: también un tal Alejandro, que fue su amante. Ridículo, sí. Pero a veces de lo ridículo nacen nuestras leyes regentes. Resultará ajeno a los estudiosos serios el paso de esta mujer por nuestro país. Sólo es necesario saber que en una de sus primeras incursiones conoció a un latin lover a quien llamó Alejandro. Tanto impresionó a la pálida cantante su charro de ocasión, que le compuso una pieza musical la cual ahora solamente recuerdan algunos nostálgicos de la Zona Rosa. She is like revenge in a bucket: palabras oscuras y al mismo tiempo reveladoras. En el fanático y cariñoso público mexicano el detalle caló hondo y se construyó una simbiosis que duró algunos años. En uno de esos años, cuando Lady Gaga caminaba in fraganti a la medianoche sobre la banqueta de la avenida Juárez, un taxi se estacionó bruscamente pocos metros delante de ella y atajó el paso de la diva. El conductor alcanzó a bajar la ventanilla. Por supuesto, era Alejandro. Ya entonces se conocían bien y perpetraban ese tipo de encuentros furtivos con la mayor naturalidad. La invitó a subir y, bueno, ella no era remilgosa. Mmmmm, noche tropical, desfile de piel, pelos y diamantina. En la comarca de Garibaldi abundaban los lugares para satisfacer a la reina. Siempre Garibachas. Es una pena que Monsiváis muriera años antes, si no, habrían inscrito en la infinita noche un trío anómalo. Sin embargo, el rubicundo gatófilo no les hizo falta. Del exceso y el pecado provienen personajes carnavalescos que a lo más chupan sangre y se van. Casi nunca, en realidad, matan. Pura mala
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fama. Tan es así que la Lady Gaga salió ilesa de la mano de su taxista Alejandro y no de un agujero ordinario, sino del hotel Aztecas, donde fumaron con el clan de las pirujas asesinas, ante los ojos de despiadados padrotes, infames drogadictos y lo peor: policías. Nadie reconoció a la platinada narigona, la dejaron en paz e incluso sonrieron ante el carácter jocoso de esa “gringuita” que se deshacía en carcajadas. La naciente luz matinal les aguó la fiesta en la plaza. Alejandro tomó a su lady y la llevó al taxi. Ella se desparramó en el asiento y recargó la cabeza en el cristal. El sueño la venció. Es una lástima. Se perdió un bello espectáculo: el amanecer cundir por las faldas de las sierras sureñas: del Teuhtli al Ajusco. Y calzada de Tlalpan derecha como la garganta de un telescopio que enfoca bien la impresión del paisaje. Ella no lo vio. Alejandro sí, pero no quiso despertarla. Una verdadera lástima, quizá habría escrito una bella canción. En Milpa Alta aún no había gente en las calles. Los únicos eran los tamaleros madrugadores. Con uno de ellos compró Alejandro el desayuno. Los dos devoraron sus respectivas guajolotas. La Gaga permanecía borracha, no respingó. O quizá hasta le gustó. Su latin lover enfiló rumbo al camino del volcán Teuhtli. Le dijo: te quiero enseñar algo muy bonito. A ella, excéntrica, le pareció un paisaje excéntrico. Nopaleras contenidas por tecorrales amurallaban el camino. Un basamento piramidal por aquí, un baño temazcal en ruinas por allá y, aunque parezca mentira, resultó que la Lady Gaga sí los reconoció y le rogó a Alejandro detenerse frente a una parcela abandonada. En el centro de esa parcela se erigía una antigua e inexplicable construcción, una especie de iglú de piedra (esa fue la primera imagen que se le vino a la cabeza a Gaga) donde al entrar ambos cuerpos quedaron unidos y sus manos nerviosas se buscaron. La pareja estuvo allí lo suficiente como para que el sol matinal les lastimara los ojos. A ella le pareció increíble que ese campo tan verde todavía pudiera llamarse Ciudad de México. Alejandro encontró un malacate con esgrafías de estrellas y lunas que le daban la vuelta. Lo puso en la palma de la mano femenina y ella, fascinada, lo observó: pequeño monte de barro, pieza mágica, mil años contenidos en polvo cocido. Cuántas sensaciones para esa noble alma que no soltó el regalo y lo llevó prendido a su cuello hasta el fin de sus días. Prosiguieron el ascenso y al llegar a la cima del volcán a ella le pareció una pétrea ágora. Alejandro escogió un tem-
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plete donde sentarse. Por fin se abrió a los ojos de la Gaga el tesoro que con tanta ansia querían mostrarle: una visión, una postal llegada de muy atrás, de un tiempo en que existió la ciudad más bella del mundo, el fuego oculto entre las aguas. Las humaredas que se escapaban de las cocinas y la bruma mañanera hacían misterioso el horizonte. Los caseríos se alzaban entre la tierra móvil de las chinampas. Otro volcán pequeño, con forma de ombligo, flotaba a mitad de un lago místico, hermano menor de los otros titanes secos. Si ella hubiese sabido que eran aguas negras las de esos reductos de lago. Pero nunca supo. Tampoco se enteró que todo ese paisaje era un espejismo, abajo cundían colonias infrahumanas o caseríos debatiéndose míseros centímetros con parcelas sucias y solares muertos. Alejandro tampoco le dijo nada. Ni siquiera pensó nunca en ello, él es mexicano y los mexicanos nunca piensan en eso. Si quieren sentirse mexicanos toman pulque, no piensan en eso. Alejandro disfrutaba el paisaje. Le hacía recordar cuando su padre y su abuelo, miembros de una cuadrilla de concheros, lo obligaban a subir en las madrugadas y lo sentaron cien veces en ese mismo terraplén para contarle historias de la vieja Milpa Alta, historias como las que cuenta Librado Silva Galeana y que ahora a pocos, muy pocos, llaman la atención. En fin, él pensó que quizá a Lady Gaga le gustaría saber algo de nahuales, hierbas alucinógenas o las ruinas escondidas en las faldas del Teuhtli. Recrear la escena resulta casi irresistible: Alejandro narra una a una las historias de esos lares sin dejar de mirar el horizonte preclásico, con el sol bañándole el rostro, y Lady Gaga escucha al que ahora se ha convertido en una estatua de bronce, bella, sabia, parlanchina estatua de bronce. Y cuando ha oído suficiente sobre esos lugares, se levanta y abraza del cuello a su hombrestatua y lo besa y pide que ya no hable pues a cambio ella restaurará sus tiernos sueños, sus hermosas visiones del pasado. El narrador no entiende. Ella delira. Acerca sus labios al oído de Alejandro y antes de derretirse en sus brazos le susurra urgentes versos o ya plegarias: Call my name, you now it…i am your babe and I wanna a kiss, a hot kiss like Mexico. A ese buen amante de nombre Alejandro, algunos han querido construirle una estatua en los patios del Museo Nacional de Antropología e Historia. Verdad es que le debemos la resolución de los debates en las cámaras legislativas. A él y a la promesa de su lady quien tuvo palabra y cumplió. La Gaga, luego
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de retozar en las cimas del Teuhtli, regresó a su país unos meses después no sin antes dejar abierto un fideicomiso e instrucciones precisas a un grupo de intelectuales (mexicanos) que se harían cargo del rescate arqueológico de la zona Xochimilco, Milpa Alta y anexas. El regalo para su Alejandro. El gobierno mexicano se burló de lo que al principio quiso considerar como chismes de la farándula, pero el fideicomiso era tan nutrido en lo económico que llamó la atención de la Unesco y del primer mundo. Siendo así, al gobierno no le quedó sino doblar las manos y comenzó a abrir la posibilidad de que capital escogido incidiera en la exploración y conservación del patrimonio nacional. Al día siguiente de las nuevas promulgaciones, la primera en venderse, ante el terror del alumnado y del personal docente, fue la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Su comprador resultó ser la UNAM. Basta añadir que a causa del fideicomiso “Ga ga ga ga ga”, además de precipitar el asunto legislativo, se descubrió la zona arqueológica más grande de nuestro continente hasta ahora registrada en un territorio compartido entre el Distrito Federal y el Estado de México, la cual incluye áreas con profusos petroglifos, antiguos campos de entrenamiento militar, una especie de alcabala, el puerto lacustre de Ayotzingo, casas enteras con verdaderos muros y techos de la época prehispánica, sofisticadas infraestructuras agrícolas que incluyen métodos de captación de agua (y a la postre sirvieron a los científicos para solucionar el problema hidrológico de la sedienta cuenca urbana), una red de intricados caminos pavimentados y almenados que es tan enmarañada como para rivalizar con cualquiera de los laberintos del mundo, ciento veintisiete metros cuadrados de maquetas, ochocientas cincuenta pinturas murales, más de dos mil terraplenes y adoratorios de arquitecturas inéditas, doce changos de obsidiana de tres metros de alto, mil quinientas semillas de la desaparecida especie datura tezcatlipocae halladas dentro de un cofre de piedra en la tumba de un mago; y en tres distintas cavernas de la cerros Ayaqueme, Tenayo y Chinconquia se hallaron igual número de códices, a saber: los Anales de Malacachtepec (Milpa Alta), Tla xi hual huia Nahualtecuhtli o de cómo adorar a los nahuales (correspondiente al pueblo de Tenango del Aire) y el ahora afamado Libro sagrado del guerrero imperial (recuento de doscientos treinta y cinco relatos rituales entre los que se incluye la verdadera etimología de México). ¬
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NARRATIVA / RELATO
Naranja, deidad encarnada Ariadna Ramírez
▶ I. A. Galdames. Valle 1, serie Antiguas torres. Inteligencia artificial (2022).
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uando Azul se encontró por primera vez con el esqueleto y vio el cráneo de la criatura se asustó. Éste era pequeño con órbitas gigantes, colmillos afilados, vértebras alargadas, el cúbito y el peroné largos, con vér-
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tebras caudales. Se preguntó: ¿Qué clase de animal podría ser? Quizá era feroz, salvaje por las garras que mostraban las falanges. Ante el nuevo descubrimiento que la catapultaría al éxito de su carrera, se ofreció como voluntaria para acu-
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dir al viejo mundo e investigar el pasado de aquella bestia que un día pisó el mundo. Las dudas se le acumulaban en su cabeza. Tendría tiempo para sacar diferentes hipótesis y tratar de comprobarlas, sabía que enfrentaría las críticas de la comunidad, a la intemperie, a los depredadores como ese animal. Aun así, decidió adentrarse en esa tierra abandonada. Era evidente por los vestigios que fue un mundo colapsado por guerras, cambios climáticos y desinterés de sus habitantes. Hizo varios dibujos y pensó en los diferentes nombres que podía tener la criatura. Confirmó que era un mamífero tras encontrar vestigios de los huesos de hembras y machos. Sin embargo, no le decían más acerca del cómo vivió el animal. La zona parecía segura y, aunque había huellas de depredadores, se levantó un campamento. Su única compañía era una inteligencia artificial asistente. El modelo, a pesar de ser anticuado, contaba con una programación de supervivencia que la ayudaría en su misión. Lo primero que halló sin entender su significado fue una inscripción plasmada en una imagen antigua. Era algo referente a una Karen. ¿Qué es una Karen? La IA le indicó que era un nombre femenino, tan antiguo que su etimología provenía de la Grecia Antigua, aunque no logró determinar el significado que buscaba. Los adoradores de la criatura parecían adorarlo adoptándolo, sin importar que ése no fuera su nombre real. Conforme encontró más referencias a Karen, determinó que era la forma en que se reconocían entre sus comunidades. Era tan importante que podía usarse tanto para personas del sexo femenino como masculino. Tras hallar más inscripciones y esculturas diversas, determinó que era tanto un nombre como un rango honorífico otorgado a los cuidadores de la bestia. Entre los vestigios dejados por los antepasados halló rastros de un mito acerca de una mujer que adoptó y crio a uno de esos seres. La heroica criatura había salvado a sus crías de un incendio, a pesar de contar con filosos caninos que podrían desgarrar la piel de una persona. En el mito se alababa que los caninos pudieran emplearse tanto para el bien como para el mal. También halló lo que parecía la representación contraria de las otras imágenes. Los seres se representaban con
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abundantes pelambres. Sin embargo, topó con evidencias de criaturas idénticas y sin pelaje, con orejas puntiagudas, flacas y de piel muy rosa. En un lugar indeterminado que se llamó Egipto existieron rituales de adoración; los dibujaban en sus relieves y jeroglíficos. Los líderes rogaban ser enterrados con ellos para su viaje al más allá, por lo que se les momificaba. Eran considerados dioses, aunque, acorde con la investigación de Azul, nunca dejaron de serlo. La importancia de este ser, deidad encarnada en la animalidad, estuvo presente a lo largo de la historia de la humanidad, aunque no se le tomó la importancia debida. Por fin, tras examinar toneladas de papiros, inscripciones, estatuas y alfarería, Azul logró determinar que el nombre de la deidad era Michi. La IA, por más esfuerzo que hizo al examinar sus bancos de memoria, encontró historias contradictorias sobre el origen del nombre. La única certeza fue que se volvió la deidad única, reinante, a partir del siglo XXI, la era del inicio de la interconexión absoluta y dos siglos antes de la pérdida de las memorias electrónicas. El encantamiento para invocar a la criatura era nombrarlo, seguido de “psss, psss, psss”. Muchas veces Azul, en su campamento, solía usarlo para jugar a atraer al ser. Deseaba que aún existiera y poder conocerlo. La duda la asaltaba también esas noches: ¿Cómo pudo desvanecerse? Azul sospechaba que, al desaparecer la comunidad que los protegía, los seres se extinguirían. Así que nació en ella la aspiración de considerarse una Karen ya que, al ver las primeras imágenes llenas de pelos, con bigotes largos, de diferentes colores y con un porte elegante y estético, entendió cuál era la verdadera fascinación con ellos. La investigación llevó a Azul a un recóndito lugar en las profundidades de los vestigios de las ciudades. Para entender más, comenzó a dormir en el día y andar por las noches, ya que descubrió que eran seres nocturnos. A la par, determinó por las evidencias que había recolectado, que se alimentaban de roedores y aves. Y en todos sus viajes se había topado con ambos, si estos animales habían sobrevivido a la catástrofe, probablemente los otros también lo hubieran logrado. Su llamado surtió efecto una noche, la comida sintética que llevó no era de interés, pero entre los escombros encontró una bolsa de un polvo marrón. En el frente estaba la imagen de Michi y, por detrás, imágenes que demostraban cómo al polvo se le añadía agua, se depositaba en una vasija
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y el Michi aparecería. No quedaba claro si tenía que emplear la invocación, pero siguió los pasos y también invocó. Sigiloso, casi imperceptible se acercó un animal de color naranja a rayas, ella se mantuvo inmóvil, tratando de no hacer ruido. El Michi, antes de acercarse oteó a los alrededores y, al no detectar amenaza alguna se acercó a la comida. Esta, quizá por su aspecto o por su antigüedad, no llamó su atención así que rascó los alrededores hasta que su cacería tuvo éxito: atrapó un roedor que llegó atraído por la comida que dejó Azul. El Michi, tras unos minutos de espera en los que se escuchó el lloriqueo de la rata, le quebró el cuello. Azul se sorprendió cuando notó que el animal no se comió allí su merecida recompensa. Trató de acercarse, pero, al primer y minúsculo ruido, el Michi se percató de la presencia de ella y escapó. Por la noche, al levantar el campamento, miró de nuevo las imágenes que grabó la IA, repetía y congelaba las escenas. Había encontrado al primer Michi en más de mil años. Le tomó varios días volverse a encontrar al espécimen al que llamó Prometeo en las bitácoras de su investigación, pero le gustaba decirle Naranja. Así los dos tenían algo en común con sus nombres. El comportamiento de Naranja era de alerta siempre. En tres diferentes ocasiones que trató de acercarse, ocasionó su escape. Fue hasta que Azul empleó una estructura vieja que el Michi no pudo huir más. Azul se aproximó, la expresión y el claro bufido del ser le advirtió que tenía que alejarse, le tiró varios zarpazos y trató de morderla. Ella levantó la estructura dejando libre al animal, que escapó tan rápido que no pudo examinarlo para ver si se encontraba bien. Sin embargo, por el rastro de sangre encontrado, le pareció que estaba lesionado. Lo esperó toda la noche, le dejó un roedor que había atrapado con una trampa con el fin de que el aroma a comida lo hiciera ir al lugar. Al despertar por la mañana, descubrió que se habían llevado el alimento. Las pequeñas marcas de sangre le hicieron creer que fue Naranja. Le preocupó el ver tanta sangre, quizás la herida era más profunda de lo que pensó. Tras seguir el pequeño rastro, lo localizó cerca de su
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campamento, lamiéndose la herida. Prometeo, en cuanto sintió su presencia, arqueó la espalda y le lanzó un bufido que le advertía que sería lastimada si se acercaba más. Azul optó por dejarle alimento y se apartó. Cada día colocaba el alimento un poco más cerca del campamento así que transcurrió un largo tiempo antes de que el Michi se animara a acercarse. Cada vez comió sin dejar de observarla con sus afilados ojos. Por medio de sus orejas, le hacía saber que él no confiaba del todo en ella. Llegó una noche en que, cansada de esperar a Naranja, la venció el sueño y se quedó dormida fuera del refugio. No pasó frío y, al despertar, se dio cuenta que la razón fue que Naranja dormía a su lado. Su pelaje suave la mantuvo caliente. Sus pequeñas patas no parecían aterradoras mientras mantuviera guardadas las garras, y su nariz descansaba sobre su antebrazo. La ligera respiración le hacía cosquillas. Intentó moverse en calma pero Naranja despertó. Tuvieron un encuentro de miradas. Recordó por su investigación cuál era el lenguaje de las criaturas así que acercó su mano y dejó que la olfateara. Luego el Michi emitió un extraño sonido vibrante, parecía que se dio cuenta de las intenciones de Azul. Curarlo fue lo más difícil, pero era necesario. Sus heridas podían empeorar. Su recuperación fue rápida, lo escribió en su informe, al parecer el Michi tenía una gran capacidad para sanar. Entre ambos se creó un vínculo. Azul consideró que estaban acostumbrados a vivir en grupo ya que Naranja solía dejar cerca de ella el alimento que había cazado, quizás como retribución. Cuando el tiempo de Azul terminó y tuvo que regresar, su Michi decidió acompañarla. El recibimiento fue de asombro y rápidamente los habitantes del nuevo mundo querían tener su propio ejemplar. Azul recibió no sólo varios premios por su investigación, los fondos proporcionados hicieron posible hacer una exploración al viejo mundo, fue ahí que la chica se dio cuenta de que las Karens no se habían extinto, sólo olvidaron que lo eran. Los Michis retomaron su posición de reyes para los humanos, siendo Naranja el más imponente. ¬
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NARRATIVA / RELATO
Gilde, la granjera Imanol Vázquez
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a era de mañana y la cosecha parecía ser insuficiente. Gilde miró los resultados de su arduo trabajo a través del cristal y sonrió, sus pies se balanceaban en el asiento de la inmensa silla frente al monitor. —Esta vez tendremos suficiente en lacu-ota para canjearlo por el premio gordo, ya lo verás —le dijo a la enorme ave que revolotea por el lugar. Una sola pluma roja cayó junto a sus pies. —Imagínate, Axte —continuó diciéndole mientras tecleaba apresuradamente—, tú y yo en un viaje todo pagado dev-uelta a Terr-1, en el lejano sistema Solaris-A. Ahí volarías a gusto en las-elvas de concreto, o podríamos darnos un refrescante chapuzón en loso-céanos y nadar felices como una botella, tal como muestra el video. En la pantalla se acumulaban los dígitos de su cosecha de datos, producto de su esfuerzo este último mes. Doscientos mil interacciones sólo en la última semana, pensó, soy genial. Su siguiente transmisión empezaría en un par de minutos y el paquete venía retrasado, necesitaba los nuevos chips para instalar una actualización en su software de rastreo. Mientras Gilde ajustaba el algoritmo en el computador, una sombra se extendía sobre el árido terreno exterior. Emocionada por su llegada, la niña salió despavorida por la puerta, con Axte volando detrás de ella. —¡Mira qué belleza! —le gritó al viento mientras señalaba una de las granjas solares que sobrevolaban la estratósfera del planeta, sus relucientes vigas de silicio y titanio resplandecían con la luz de la mañana. —Cuántos arcoíris —dijo sonriendo sin despegar su mirada de la aparición en el cielo. En ese momento se abrió una compuerta en la parte inferior del monolito metálico y desde sus adentros comenzó a descender una esfera cromada que resplandecía multicolor. Axte voló para recibir al familiar dron y lo acompañó de
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bajada hasta entrar en el refugio de láminas oxidadas. Gilde acarició al ave e ingresó su código de cliente en el teclado de su brazalete, con lo cual se realizó el cobro con los puntos de lacu-ota y se abrió el paquete. —Por fin —dijo la niña, y extrajo del compartimento el estuche que contenía los chips con el nuevo código de rastreo. Axte golpeteó con el pico un envase cilíndrico color verde y letras amarillas que se leían “Gran-Orión”. Gilde se rio del ave y sacó el empaque para colocarlo en el contenedor de la esquina, llenándolo sólo con la mitad de la porción. —Ya sabes el trato —le dijo al ave—, lo demás cuando termines. En ese momento sonó una campanilla en su brazalete. —Es hora de la función —pensó. Apresurada, se sentó frente al monitor y colocó los nuevos procesadores en su computador, activó el switch de las luces y las cámaras comenzaron a flotar desde sus bases de carga. Cuando se accionó la luz parpadeante junto al lente, su rostro sonriente apareció en millones de pantallas a lo largo de cientos de planetas en todo lo ancho de la colonia interestelar. Una alegre música comenzó a sonar en las bocinas del fondo. —¡Shui-la! Y bienvenidos de nuevo todos los seres a este canal. Mientras ella se paraba sonriente frente al lente, el computador procesaba con agilidad los miles de puntos de datos de las criaturas de mundos lejanos que se enchufaban a la transmisión, nutriendo así la cosecha con sus ubicaciones, tendencias de consumo, patrones de conducta y un largo listado de información de gran utilidad para la colonia. —La última vez les conté sobre cómo Axte jugaba con el listón y con la pelota, pero hoy quiero enseñarles su comida favorita —dijo ella, acariciando el suave plumaje del ave. En cuanto Axte apareció en el cuadro, los puntos de datos comenzaron a escalar en el procesador. —Quiero agradecer a mis amigos de “Gran-Orión” por
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con el paso de los milenios se convirtió en un oficio deplorable a los ojos de las especies superiores dentro de la colonia interestelar; por lo cual su uso solamente era permitido a algunas civilizaciones de mundos terciarios donde las tecnologías de influencia y discordia social estuvieran legalizadas. La mayoría de estas civilizaciones se encontraban en vías de desarrollar su entendimiento sobre el poder supremo del universo, pero confundidas luchaban infinitamente entre ellas por los limitados recursos en algún rincón insigni-
▶ Matrakçı Nasuh. aMapa de Zanjan. Imperio otomano (circa S. XVI).
patrocinar una transmisión más del canal, ustedes también pueden comprar las mejores porciones de proteína soluble en una gran variedad de sabores, ahora con entrega en todos los sistemas—recitó sonriente el memorizado discurso. —El link en la descripción de este video. Conforme avanzó la transmisión, los dígitos en la pantalla siguieron sumándose uno tras otro, como si brotaran después de la siembra. A pesar de que la profesión del data-farming encontraba sus raíces en miles de años de orgullosa tradición humana,
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ficante del cosmos. Todos ellos eran fácilmente hechizados con luces brillantes y apacibles melodías, por lo cual la regulación interna de la colonia interestelar resguardaba estas impredecibles herramientas de las manos equivocadas. Sin embargo, para una niña perdida en un planeta abandonado, resultaba una manera divertida de obtener algunos centavos. Cuando hubo terminado su alimento, el ave se sentó pacientemente sobre el hombro de la niña y esperó el final de la transmisión para recibir el resto de su premio. —Recuerden subscribirse a esta transmisión —le dijo a la cámara—. ¡Nos vemos a la próxima! Presionó de nuevo el interruptor y las cámaras dejaron de grabar, las bocinas se apagaron, y Gilde se encontró entonces de nuevo sola en el refugio. —Eso estuvo bastante bien —dijo, y acarició la barbilla del ave con una mano mientras tecleaba un comando con la otra—. Fueron cerca de diez mil por lo que veo, y desde todos los rincones de la colonia, muchos de Centauri-B4, otros del Sistema Luhman y mira, incluso desde Tau Ceti-6. Gilde sonrió al examinar su recolección del día, sumando sus puntos de datos con el resto de su acopio. —La vida granjera es una vida dura pero muy noble, ¿no lo crees? —le dijo a Axte, quien sólo le devolvió la mirada en silencio antes de volar hacia el contenedor en la esquina de la habitación. —Tienes razón, amigo —dijo al levantarse de su asiento—. Un trato es un trato. Mientras extraía el resto de la porción de proteína, una campanilla repiqueteó en el computador y en su brazalete. Gilde se quedó helada. —¿Podría ser…? Colocó apresuradamente la comida en el plato y de inmediato regresó frente al monitor, clickeando una ventana tras otra e intentando encontrar de dónde venía el aviso. Cuando por fin dio con ello, su rostro se ruborizó y pegó un enorme brinco. —¡Lo logramos, Axte! —gritó Gilde mientras corría por toda la habitación—. ¡Lo logramos, lo logramos! El ave la siguió, revoloteó a su lado y aterrizó junto a ella frente al monitor cuando su festejo finalizó. —Después de tanto esfuerzo, por fin establecimos contacto. ¡Mira! —dijo, y con su dedo pulsó la pantalla para
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expandir el recuadro donde se leía el mensaje: “Solteras en tu área se mueren por conocerte”. —No sé quién sea Sol-teras pero yo también me muero por conocerla. Tecleó un comando y el nuevo chip rastreó fácilmente el origen del mensaje, después mostró el resultado en pantalla. —Por fin un mensaje viene desde Terr-1 —dijo sonriendo—. Aún hay vida por ahí, y quieren conocernos. Dio click en el mensaje y accedió a una página de bordes oscuros y rojizos, que le pidió teclear una caja donde el símbolo de “+18” aparecía en grandes letras. —¿Sumar dieciocho? —pensó Gilde mientras ingresaba al portal. Para conocer a Sol-teras, el sitio le pidió ingresar lacu-ota de datos y encender su proyector holográfico. Obedeciendo, Gilde pagó el cargo y accionó el dispositivo que comenzó a materializar una alta y delgada figura con su luz blanquecina. Apenas podía contener su emoción, Gilde se paró del asiento y danzó sobre sus pies en lo que la hermosa silueta terminó de cargar. —Hola, galán —dijo su voz desde las bocinas— ¿Estás listo para…? —¡Hola Sol-teras, yo soy Gilde! —dijo la niña— Él es Axte, y éste es nuestro refugio. ¿Cómo es tu refugio? ¿Vives en una de las-elvas? Yo siempre he querido… —¡¿Qué chingados?! —gritó la mujer y cubrió su cuerpo— ¿Cómo accediste al sitio? —¡Recibí tu mensaje! Que hermosa es tu piel, ¿así se ven todas las personas en Terr-1? —Niña, este es un sitio para adultos, necesitas pagar para ingresar… espera —se interrumpió a sí misma—, esos son lentes y tienes chips de rastreo. ¿Tú también haces data-farming? —Sí, soy granjera desde que tengo memoria, y ya casi tengo los puntos suficientes en lacu-ota para ir dev-uelta a tu planeta. —Malditos sean, poniendo a los niños a juntar sus jodidos puntos. Gilde se extrañó de escucharla. —En el video dice que si junto los puntos me llevarían de vuelta a tu mundo —le intentó explicar a la mujer. —¿De qué video hablas?
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Gilde accionó un comando desde su brazalete y en el monitor comenzó a reproducirse un video con imágenes de ciudades inmensas desoladas y océanos contaminados, entre la distorsión una voz advertía una y otra vez “reunir lacu-ota…de vuelta el mundo”. —Cariño —le dijo la proyección—, ésa es una vieja transmisión, ¿dónde la encontraste? —Yo…—Gilde intentó recordar cómo fue que había llegado a sus manos el video, o incluso Axte, o todo esto que le rodeaba. Volteó a ver al dron cromatizado junto a la entrada. —No sé…sólo un día bajé del cielo —le respondió finalmente. —Ése es un contrato con la colonia, niña —le explicó la mujer—. Tenemos que cumplir nuestra cuota si queremos mantener nuestro planeta sin estos desastres, y tenerlo de vuelta a lo que alguna vez fue. —¿Tu planeta es un desastre? —Nena —le dijo ella—, es el nuestro. Hace años, incluso antes de que yo naciera, las personas sobrevivientes firmaron un pacto con la colonia para salvar nuestro planeta del desastre climático, a cambio nos pidieron recopilar información del resto de sistemas —se rio por un momento—. Vieron que era lo único que podríamos hacer, distraer a otros mundos en lo que se arruinan sus planetas para que la colonia logre salvarlos en el último instante. —Entonces… el viaje… y mis puntos… —A cada uno le asignaron un trabajo en su desagradable granja, como dices —la mujer miró a su alrededor—, pero al parecer no te fue tan mal, te dieron un buen animatronic y todo el equipo. Otras no corrimos la misma suerte. —…loso-céanos… —¿Los océanos? —la mujer tecleó su brazalete—. Por lo que veo estás a la mitad de uno, o bueno, lo que queda de uno —de nuevo se rio entre dientes—. Esos cabrones ni siquiera cumplieron su palabra, todos son lo mismo. Gilde se sentó sobre sus tobillos, un horrible sentimiento le llenó el estómago y de sus ojos brotó un líquido salado.
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—Mira niña, todo esto es más grande que cualquiera de nosotros —le dijo la mujer, arrodillándose junto a ella—. Es por algo que se bloquean las conexiones con los seres del mismo planeta. La mujer en el holograma tecleó un par de comandos en su brazalete. —Pero veo que eres astuta, ¿eh?, lograste dar una mordida a sus bytes y burlar el cerco en varias ocasiones con tu algoritmo, déjame ayudarte con eso —en silencio hizo algunos ajustes en el procesador de Gilde—. Listo, ya lo eliminé. Es por tu propio bien, tú sigue jugando con el ave bonita y con tu linda música, hasta eso tienes bastante suerte. En ese momento la conexión terminó. Gilde se quedó sentada en el piso durante un par de horas. Sentía el aliento pesado al respirar. Cuando fue momento de iniciar la siguiente transmisión, las cámaras automáticamente se accionaron, flotaron a su alrededor y grabaron cada momento hasta que las interacciones comenzaron a bajar repentinamente, alertando sobre esta inusual actividad. Fuera del refugio, una de las inmensas granjas solares se detuvo nuevamente sobre el lugar. De sus adentros descendieron varios drones cromatizados que accionaron la puerta de lámina y se fusionaron alrededor de la niña, envolviéndola en una única esfera metálica que pronto estaría de vuelta en las alturas. Gilde se recostó en una larga mesa de cristal mientras unos seres extraños de largos brazos y pálidos rostros reemplazaban uno de los procesadores en su brazalete. Su memoria externa había sido reseteada, dejaron solamente el recuerdo de una vieja transmisión y su vaga promesa. Cuando despertó al día siguiente, ya era de mañana y la cosecha parecía ser insuficiente. Gilde miró los resultados de su arduo trabajo a través del cristal y sonrió, sus pies se balanceaban en el asiento de la inmensa silla frente al monitor. La enorme ave que revolotea por el lugar dejó caer una sola pluma roja junto a sus pies. ¬
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Narrativa / Microficción
Labores de limpieza Belem Eslava
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o que nosotros hacemos no puede llamarse arqueología, al menos no como narraba mi abuelo que le narraba su abuelo, que le narraba su abuelo… Nuestra función primaria es limpiar el mundo, caminamos por largas temporadas para detenernos en aquellos lugares con más posibilidades de soportarnos por un tiempo y nos ponemos a limpiar, a escombrar, a hacer el espacio habitable. El calor sofocante o el exceso de lluvia suelen arrojarnos a la búsqueda al poco tiempo, pero mientras permanecemos en algún lugar procuramos limpiarlo lo mejor posible para que si otros, humanos o no, llegan al lugar, lo encuentren agradable; a veces, esos otros somos nosotros mismos años después. El tiempo que nos queda entre nuestras expediciones de búsqueda y las labores de limpieza es poco, pero siempre tenemos las noches, cuando sentados alrededor del fuego hablamos de nuestros hallazgos, así, poco a poco nos hemos hecho una idea de los antepasados. Hemos concluido, por ejemplo, que el plástico debió ser un material muy abundante en algún tiempo porque lo encontramos en todas partes y hay demasiadas cosas hechas con ese material, quizá había montañas de plástico de colores de las que los humanos antiguos tomaban un poco para hacer sus herramientas, como nosotros ahora usamos la madera o la piedra. Nos es imposible pensar que no fuera un material natural aunque también nos cuesta trabajo imaginar una cadena de coloridas montañas de plástico, pero debió ser muy hermoso. Pensamos que además de los cementerios, que son fácilmente identificables por sus lápidas labradas con inscripciones incomprensibles, los humanos antiguos también solían hacer entierros rituales de otro tipo, en las montañas, en las riberas de los ríos, las encontramos siempre acompañadas —la mayoría de los esqueletos que encontramos así son de mujeres— de marcas rituales: fracturas, marcas en los huesos, cabezas que no aparecen, pensamos que podría ser algún ritual relacionado con la fertilidad.
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▶ Danaé León Durán. Espectro maquinario.
Tinta sobre marquilla (2022). Aax me dice que sería bueno tener tiempo para poder estudiar más las cosas que encontramos. Yo sueño con lo mismo y me siento un poquito culpable cuando para limpiar debemos juntar todo y hacerlo a un lado sin ninguna consideración de su importancia. ¿Qué secretos podríamos encontrar en los escombros? ¿Qué maravillas existían en el mundo antes de nosotros? No entiendo por qué este mundo debe ser limpiado, pero me gustan el resultado al final de la limpieza y las pláticas nocturnas junto a la fogata. ¬
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Narrativa / Microficción
Evolución Olivia Guarneros
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sado de unos pasos que se emparejan a los suyos. Recuerda lo que le contaba su madre: el acoso callejero, la violencia exacerbada, los asesinatos de sus congéneres. Comienza a correr. Unas pisadas más fuertes se hacen presentes. Casi al doblar la esquina, se quita los guantes para dejar libre el código de barras que abrirá la cerradura. Al llegar a la puerta, se encuentra con una sombra agazapada en el minúsculo descanso. Intenta una patada. Una mano poderosa frena la agresión. Le indica que no tema. Su piel lúbrica devela su condición artificial. Es una Z-69, un modelo de androide antiguo que regala satisfacción sexual. Amparo no puede creer en su buena suerte. Sonríe aliviada. Por un momento temió que todavía existiera algún hombre. ¬
▶ Matrakçı Nasuh. Mapa. Imperio otomano (FRAGMENTO) (circa S. XVI).
as vastas avenidas asoman apenas iluminadas. Es necesario ahorrar energía. El tren magnético ha dejado en la estación a las trabajadoras del último turno. Cada una toma el camino a casa. Apresuran el paso para llegar a cenar, descansar unas cuantas horas y volver a las exigencias laborales de la nueva era. Hay que reconstruir lo que queda de la civilización. Amparo casi trota. Vive en el último rincón de la colonia y teme encontrarse con algún carroñero. Se dice convincente: “No son más que una leyenda urbana”. Mira cómo se internan las siluetas de sus compañeras en sus nimios departamentos, perdiéndose en privadas laterales. Cuando avanza sola por la última avenida, escucha el ritmo acompa-
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Ensayo
Cargar el morral Amadís Ross
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l Museo Pantemporal de lo Humano y Posthumano posee piezas de tantos sistemas solares y milenios enclavados en la vastedad del espaciotiempo, que podría parecer difícil asegurar cuál es la más importante de sus salas. Hay quienes señalan al Acervo de Circunvalaciones Psicológicas y Entidades Ectoplásmicas, otros prefieren la delicada selección de Inventos Primordiales de Mujeres a la Vera del Fuego, y no faltan los entusiastas de la Antología de Palabras Dichas al Aire de la Noche Cuando Nadie Más Escuchaba. Sin embargo, es opinión del autor de estas líneas que, sin duda, el galardón intragaláctico se lo lleva la Colección Permanente de Objetos Tangibles e Intangibles. El inventario es de tal espectacularidad que arrebata el aliento, sin importar de dónde y cuándo provenga el visitante. No en vano los arqueólogos del futuro ansiamos que alguna de las piezas que rescatamos tenga la suerte de terminar en esta ala del Museo. Seleccionados a través de rigurosos procesos de curaduría en los que interviene un ejército de especialistas de disciplinas contrastantes y complementarias, los objetos se exhiben acompañados por neurholos adaptativos que relatan el contexto dependiendo del sitio y era de origen del público. Así, un minero asteroidal de Sirio del siglo XXVI estándar recibirá una detallada explicación sobre un escudo zulú, mientras que una profesora de mecánica de la espuma cuántica de la Segunda Tierra del siglo III sólo necesitará unas cuantas líneas para aquilatar la relevancia de un ssnat azulado extraído de las laderas de la bruma afarensis. El visitante puede dedicar días a la contemplación de tan preciadas piezas sin aburrirse jamás; así me sucedió a mí cuando, siendo apenas un colegial, pude visitar la colección por vez primera. Sobra decir que, como quien se enamora del paisaje de una nación lejana, anidó en mi vientre la necesidad de regresar. Y cuando junté los cronocréditos
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necesarios y pude sumergirme de nuevo en la Colección Permanente de Objetos Tangibles e Intangibles supe, con la certeza de quien no puede engañarse a sí mismo, que tendría que volver, y volver de nuevo, y volver las veces que fuera posible hasta quedar ahíto. En una de las tantas visitas descubrí una pieza que resonó en mí con tal intensidad que pensé, o me fue develado por fuerzas más allá de nuestro entendimiento, que mi fascinación por el Museo Pantemporal había sido la carnada, o mejor dicho, el anzuelo para arrastrarme hasta ella y rendirme ante su poder. Y es que, debo confesarlo, en mí confluyen líneas genéticas venidas del planeta primigenio, de donde todos venimos, Ce-Tlali del tiempo prima, mismo origen del objeto que cautivó mi mente. No sé si consiga transmitir el vértigo y el deslumbramiento, pero al menos cumpliré con relatarles por qué esta pieza debe ser conocida por los amantes de las arqueologías del futuro, entre quienes, sin duda, se encuentran ustedes. El objeto es un morral. Algunos lo llamarían alforja, talega, bolsa o incluso mochila, pero esto sería incorrecto. Se trata indiscutiblemente de un morral, ya que proviene del vetusto y casi mítico México, país de Ce-Tlali del tiempo prima que durante algunos siglos se mantuvo como uno de los pueblos más particulares, desiguales, confusos, vigorosos y prolíficos del planeta originario. El morral posee una característica única: es distinto para cada visitante. Gracias a tecnología telegénica, transforma su tamaño, diseño, colores e incluso textura de acuerdo con el grado de parentesco que el observador tenga con los antiguos mexicanos. Así, para unos parecerá de yute o de henequén, otros más lo verán hecho de cuero, tela o plástico, o aparecerá tejido, trenzado o fabricado en una gran máquina. De cierta forma, cada quién ve el morral que le corresponde.
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▶ Matrakçı Nasuh. Mapa de Hamadán. Imperio otomano (circa S. XVI).
El neurholo adaptativo, aunque varíe de persona en persona, inicia siempre con una pregunta: ¿sabes cargar tu morral? Inmediatamente contextualiza: Las evidencias indican que el primer dispositivo cultural de la historia humana fue un recipiente para guardar los productos recolectados. Es decir, una herramienta que servía para acumular energía y llevarla consigo; un aparato que permitía traer con uno aqueREVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
llo que complementaba la vida y no sólo el cuerpo. Con los años, las generaciones y los milenios, estos receptáculos se transformaron en cultura, usos, costumbres, tradiciones y mitos que permitieron a nuestros ancestros sujetar al mundo, darle sentido y entenderse a sí mismos. Hoy en día, de forma simbólica, seguimos cargando esta alforja, y es ella quien nos define como parte de un grupo, una comunidad, una nación. En el caso de los antiguos mexicanos, se trató de un 35
morral. ¿Cuál es el tuyo? ¿Sabes lo que contiene? ¿Sabes cargarlo para que, en vez de que te rinda su peso, te propulse porque sabes usar lo que lleva en su interior? De esta afirmación, el neurholo pasa a explicar por qué es relevante concebir al morral como pieza simbólica para comprender cómo el antiguo México se relacionaba con su propia cultura: los mexicanos, durante los primeros siglos de su existencia, batallaron para aprender a cargar su morral. Esto era porque muchos de ellos se sentían apenados por el color de sus pieles, los olores de sus comidas, los acentos de sus idiomas, el trazo de sus calles y lo espinoso del nopal, deseando con ansias parecerse más a lo que consideraban el summum de la refinación y lo civilizado: aquello que llamaban Occidente. A estos mexicanos les abochornaba cargar el morral que a cada uno correspondía, y lo buscaban esconder, disfrazar, decolorar, maquillar e incluso desaparecer. Esto a pesar de que el morral pesaba muchísimo debido al cúmulo de culturas, mitos y tradiciones contenidas en el espacio geográfico nombrado México. Llevarlo con gracia y orgullo no sólo era un arte, sino un desafío que no cualquiera era capaz de realizar. En mi caso, arqueólogo del futuro especializado en la ciencia ficción de Ce-Tlali, he encontrado en el morral la metáfora perfecta para hablar de cómo este género se desarrolló en México y América Latina en el crítico siglo XXI del tiempo prima. Los autores que supieron cargar el morral y aprovechar su contenido crearon obras magníficas, vigorosas, que desplazaron de sus territorios a las visiones occidentales que parecían constituyentes de aquello que también llamaban ficción especulativa o no mimética. Estos creadores descubrieron que portar el morral con orgullo, bien ceñido y bien manejado, les otorgaba un arsenal vastísimo y único, salido de las espléndidas tierras mesoamericanas, la cítrica herencia árabe, las esforzadas hazañas peninsulares y el legado profundísimo del continente africano. Nadie
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poseía un inventario narrativo, estético y simbólico como los mexicanos y sus hermanos de América Latina. Otros pueblos contaban con herramientas de similar riqueza, pero distintas en su estructura y funcionamiento a las que venían en el multicitado morral. Los que confeccionaron la auténtica ciencia ficción mexicana y latinoamericana del siglo XXI aprendieron que, si bien los caminos para alcanzar la independencia y la madurez eran múltiples y siempre inéditos, para volverlos realidad necesitaban una seguridad brutal en ellos mismos, beber de los mitos, ritos e historias de la cultura local, una lozana sagacidad de quien toma lo que necesita de otras culturas, y una implacable fuerza creativa que disparara en todas direcciones y no se detuviera en compararse con los occidentales que crearon el género, competir mezquinamente entre sí o limitarse a señalar las dificultades en vez de apropiarse de la potencia subterránea que trepidaba bajo sus pies. El requisito parecía sencillo: saber llevar el morral. Pero no lo era. De ahí que los artífices de esta ciencia ficción, tan apreciada en los siglos, sistemas solares y líneas temporales posteriores, requirieran de un gran valor, algo similar a lo que solía llamarse “salto de fe”. La fe en ellos mismos y en la cultura que los formó. Sé que muchos de quienes leen estas líneas provienen de tiempos divergentes y sistemas solares lejanos, con poca relación con el México y la América Latina de Ce-Tlali del tiempo prima, sin embargo pienso que la metáfora del morral aplica a cada humano, posthumano, transhumano y antihumano que habita en el multiverso. ¿Conoces los elementos de tu cultura o culturas de origen? ¿Te dedicas a ensancharla, hibridarla, transformarla y hacerla tuya? ¿No haces menos ni las rechazas, pero tampoco sobrevaloras las culturas de otros pueblos? Y si ustedes, como yo, son seres que toman a la ciencia ficción como uno de los ejes rectores de sus vidas, ¿sabes cómo hacer ciencia ficción echando mano de tu morral, para que no sólo sea única en el multiverso, sino que así forme parte del morral de los demás? Las respuestas, como todo en esta red espaciotemporal, están en cada uno de nosotros. ¬
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ENSAYO
hiperbarrio y narcoestado Angélica Lara Batallar "WEBSTALKER"
▶ Matrakçı Nasuh. Mapa de Soltaniyeh.
Imperio otomano (circa S. XVI).
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l barrio, la comunidad más alejada de la metrópoli que se distingue por su arquitectura, colores, banquetas mal construidas de manera improvisada, murales pintorescos y su fortaleza. La arquitectura de un barrio es una parte fundamental para entender su historia. A través del tiempo, las formas y el material que conforman el hábitat de una comunidad; expresan lo cruel que pudo
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llegar a ser el entorno con el individuo. Desde carencias, hasta el tipo de tecnología que se utilizaba. Nos aproxima a un contexto histórico en el cual vamos a poder entender cómo es que, a partir de nuestros antepasados, podemos especular cómo podríamos vivir en el hiperbarrio: un lugar rodeado de alta tecnología, pero en un contexto de baja calidad de vida y ultraviolencia. El concepto «hiperbarrio» está compuesto por la palabra «hiper» que, de acuerdo con la Real Academia Española, se define cómo: “Elemento compositivo prefijo que se une a sustantivos y adjetivos denotando superioridad o exceso: hipertensión, hiperactividad, hipercrítico, hipersensible”; la palabra «barrio», que se define como: “Grupo de casas o aldea dependientes de otra población, aunque estén apartadas de ella”. Y en “Estado narco” del autor José Luis Solís González, se explica históricamente cómo a partir del neoliberalismo, los Estados se han transformado en narcoestados, es decir, en estados que se han transmutado en instrumentos de intereses por parte de los grupos económicos, financieros y del negocio del narcotráfico (cárteles de la droga) que controlan la mayoría de entidades del país. Entonces, el hiperbarrio es una comunidad construida con base en los intereses del narcoestado que se encuentra en un estado de desarrollo superior, en cuanto a alta tecnología, apartado de la Metrópoli. Por ende, esta alianza narcopolítica ha conllevado a los narcoestados a continuar con la producción de la droga, mientras que los gobernantes y proveedores permanecen bajo el mando del narcotráfico. Bien o mal, como resultado, este sistema ha sido adoptado por los lugareños y productores que describen al crimen organizado como un mando de poder benéfico para la comunidad y la economía. Esto ha provocado que los mexicanos continúen con la búsqueda de una buena calidad de vida y ésta suelen encontrarla en las oportunidades que les ofrecen los cárteles, sin embargo, esta estabilidad tan deseada se termina corrompiendo a causa de
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la ambición por el dinero y el poder. En el año 2006 llegó a la presidencia Felipe Calderón, quien inauguró el golpe contra el crimen organizado con “la guerra contra el narcotráfico”: la iniciativa Mérida fue un programa bilateral antinarcóticos financiado por Estados Unidos y México. Esta guerra, más allá de ser una estrategia para erradicar la impunidad, la corrupción y la violencia, que gira en torno al negocio de la droga, ha dado como resultado una inmensa oleada de sangre. Este hecho tiene muchos daños colaterales, sin duda, pero este ensayo sólo se enfoca en la ultraviolencia y el comienzo de la construcción del hiperbarrio con baja calidad de vida, pero rodeado en un contexto con alta tecnología. La «ultraviolencia» es un concepto ficticio creado por el autor Anthony Burgess para su novela La naranja mecánica (1962), su significado engloba a los actos violentos como acciones sin escrúpulos y ni justificación hacia quienes lo cometen. Este tipo de violencia está presente en la distopía del hiperbarrio; es una consecuencia del vínculo entre el narcotráfico y la tecnología: los drones han sido muy útiles tanto para transportar paquetes de droga como para sembrar miedo en los pobladores. Un ejemplo de ello es el bombardeo en Tepalcatepec, Michoacán, con fines publicitarios, un performance para advertir que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) no teme dar la cara ni mucho menos duda de su poder, ya que ahora se ha convertido en una herramienta útil. Silkroad fue una plataforma en la que se podía vender y recibir como pago criptomonedas. La cripto más común fue el Bitcoin y el tiempo en el que estuvo en función va desde el año 2011 hasta el 2013, año en el que el FBI (Federal Bureau of Investigation) lo desmontó. Sin embargo, este sitio no ha sido ni fue el único en funciones, simplemente fue uno de los más populares. Este sitio tenía la misma función que la de Mercado Libre o Ebay. Otro caso es el uso de cámaras de seguridad; en el año 2015 el editor Brian Anderson realizó un artículo sobre “el gran hermano narco”, haciendo referencia a la creación de sistemas de videovigilancia propios por parte de los cárteles. En lugar en el que se cometió este acontecimiento fue en el estado de Tamaulipas y el objetivo de estas instalaciones fue vigilar a los ciudadanos mediante sus cámaras. Este sistema de vigilancia es un tema sumamente importante para los cárteles del narco, ya que la videocámara como método de vigilancia les permite obtener un mayor control en sus
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trabajadores y sus pobladores. También las telecomunicaciones han sido muy útiles, incluso han forjado sus propias redes de comunicación. La construcción de estos sistemas se debe a que los cárteles aprovechan las frecuencias libres que se encuentran en el espectro radioeléctrico de nuestro país. Con el aprovechamiento de esta red, es posible comunicarse de manera libre y sin que la autoridad pueda intervenir en espionaje, ya que es totalmente descentralizada. Así, el hiperbarrio sería una consecuencia que se construirá poco a poco debido a sus antecedentes. La violencia es exagerada y generalizada porque justamente el narcotráfico es un negocio viable para ganar dinero de manera sencilla en ese futuro high tech/low life (alta tecnología/baja calidad de vida) donde las monedas nacionales están fracasando lentamente y sólo hay empleos de tecnología y de metaverso. La criminalidad se disparará en una especie de distopía cyberpunk ultraviolenta que controlará, principalmente, el narcoestado, operando con tratos exclusivamente en cryptos privadas como Zcash y Monero en las metrópolis principales del país. El hiperbarrio engloba, precisamente, una hipótesis distópica en cuanto a la problemática local de los suburbios alejados de las grandes ciudades que están controlados bajo el mando del crimen organizado que provee y utiliza tecnología de manera no ética para su beneficio, principalmente, y el de la población. La noción de hiperbarrio es la high tech/low life del futuro de los barrios del país. El uso de la tecnología para fines violentos es una característica de esta distopía, los instrumentos de alta tecnología que utilizan los cárteles del narco están hechos para matar y generar miedo. Entonces las preguntas que se generan a partir de esta tesis son: ¿Hacia dónde va el avance tecnológico y el narcotráfico? Y esto ¿cómo va a impactar en el futuro? El avance tecnológico va a impactar de manera negativa en México como consecuencia de su vínculo con el narcotráfico, dado que el panorama ultraviolento desemboca en la reconstrucción de una ciudad metrópoli repleta de tecnología de punta con grandes edificios y el rediseño de un barrio. Para llegar al diseño del hiperbarrio es importante señalar que la clave está en los hechos históricos sobre cómo una ciudad se fue modificando poco a poco conforme a las consecuencias de su contexto; los escombros sobre los techos, las paredes y las ventanas serán una guía sobre cómo pensaban el diseño de las casas y por qué estaban construidas
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de esa forma. La razón de un diseño está pensada desde el control de las masas; el número de habitaciones y el tamaño de espacio dirigen cuántos integrantes por familia deberían de ser. El material del cual están construidas resulta barato y fácil de manipular, no hay que quebrarse mucho la cabeza. Por otro lado, los “maestros” o albañiles se encargan de dar ese diseño cuando se les encomienda terminar de construir una casa para una familia grande y de bajos recursos. Las calles, llenas de baches, basura, perros callejeros y poco alumbrado son huellas para indicar que hubo descuido hacia la comunidad. Las casas abandonadas también jugarán un papel importante, pues son evidencia de cómo las familias huyen por temor al crimen y defienden su vida por sobre cualquier objeto material. Poco a poco todo se deteriorará y sólo sobrevivirán los que están trabajando para y con los cárteles, y los que se niegan a huir de sus tierras natales, quedándose a la espera de luchar en contra de y vivir en modo de supervivencia el resto de vida que les queda. La conquista narco consumirá los barrios más pobres y olvidados de cualquier estado del país, concluyendo todo en ruinas. A partir de esto como resultado, la distopía abre paso al hiperbarrio, un lugar construido sobre los escombros que vieron nacer el terror del crimen organizado y la corrupción. Podemos imaginarlo, incluso: Aunque las ideologías sobre el control de masas se han llevado al plano tecnológico, se desconocerá de donde o quién proveerá la alta tecnología a estos personajes. Las casas ya no estarán construidas bajo las mismas condiciones que antes, incluso se podría deducir que la inteligencia artificial realizará dicho trabajo, construirá bajo los parámetros de los inquisidores del narco. La estética ciberpunk se hará presente en la estructura del barrio: la alta tecnología rodeará todas las colonias, la reconstrucción de “espacio” no existirá, porque todo será diseñado para estar lo más pegado posible. Todo esto para evitar que el enemigo se pueda infiltrar fácilmente y, al mismo tiempo, nadie pueda escapar sin antes haber pasado por un filtro riguroso autoritario. La vigilancia está presente, el gran hermano no descansa, pero no se sabe de dónde nace esta plaga, es como si tuviera vida propia. El hiperbarrio, ahora será una comunidad construida con base en la alta tecnología, pero rodeada de miseria. Se distingue por su arquitectura autoritaria y colores apagados. Se sabe, por el momento, que podría llegar a ser de este modo, pero en realidad aún se ignora de
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dónde surgirán los instrumentos tecnológicos y químicos para terminar con una ciudad y apartarla. Surge del miedo hacia lo desconocido, pero la realidad es que será una herramienta muy útil para someter mediante ideas y reconstrucciones de humanos que también podrán modificarse fácilmente y omitir todo aquello que los pueda frenar de sus tareas ilícitas. Estas modificaciones se realizarán gracias a un código, cassette o simplemente por algún químico o parásito, una combinación de ambos, quizá para introducirlo mediante pastillas o microrganismos evolucionados. Un ejército de mexicanos que socialmente han crecido con la idea implantada de que el hiperbarrio es la cuna de su salvación y que, sin lugar a duda, evolucionará en algo más grande si obtiene la ayuda de otros planetas con vida inteligente, dispuestos a conquistar el mundo con los militares del narco hechos de plomo que cargan consigo un arma tan grande que podría desaparecer a toda una metrópoli. Caravanas flotantes hechas de residuos de camiones de ruta viejos reconstruidos con nanotecnología que vuelan más rápido que las naves de última generación de la élite. Bombas hechas a partir de residuos tóxicos de las fábricas más monstruosas de la región; han aprendido, gracias a sus hackers, cómo elaborarlas y su grado de letalidad. Por último, en sus estaciones militares ubicadas en el hiperbarrio, aguardan grandes chatarras armadas con pedazos de metal y cables, en forma de perros, escondidos para que cuando sea el momento indicado para atacar, vuelen directamente hacia las cabezas de sus enemigos para que, de este modo, puedan sustraer sus armas, mascarillas y armaduras para reutilizarlas en algún nuevo diseño para sus robots, casas o simplemente armas mejoradas. Los capos principales estarán construidos a base de tanques de guerra y uno que otro carro volador deshuesado, el sistema no será muy complicado pues, desde dentro, el capo de carne y hueso lo controlará para abrir camino con sus metralletas que adornan cada costado. Asimismo, sus buchonas estarán al mando de grupos delictivos sin dejar de lado el aspecto que las distingue, formado por escopetas de láser silenciado y brazos mecánicos que combinan con sus chalecos antiarmas escotados. En conclusión, la alta tecnología está presente en el hiperbarrio, pero la baja calidad de vida en todo lo que dejaron sus antepasados del cártel como herencia a sus futuras generaciones. ¬
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NARRATIVA / RELATO
El viaje especial* Servando Clemens
▶ I. A. Galdames. Mar 1, serie Antiguas torres. Inteligencia artificial (2022).
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amá dijo que en la Tierra existió algo que se denominaba guerra y que por eso el planeta quedó inhabitable, destruido y colmado de toxicidad. También contó que había mucho espacio para co-
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rrer por los campos y por los bosques, que había edificios altos, vehículos que funcionaban con petróleo, aviones, barcos, caminos de asfalto, árboles, mares, ríos, montañas, animales y un montón de cosas que ahora nada más pue-
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do ver en los libros de historia y en los videos. Aquí, en la colonia orbital en la que residimos, subsistimos gracias a la gravedad y a la atmósfera artificial que nos permite tener una vida más o menos normal. Nos encontramos apretados, con demasiadas reglas de convivencia, vivimos como en las prisiones que había en la Tierra, somos vigilados las veinticuatro horas del día por drones y los matrimonios tienen derecho a tener sólo un hijo para evitar la saturación de residentes. No tenemos dinero como lo tenían los hombres de antes, pero tenemos derecho a comida, ropa, vivienda y bonos por horas extras de trabajo. Papá murió hace mucho en un accidente durante una travesía espacial —yo tenía cuatro años— y mamá ya no tiene derecho a procrear. Cada departamento cuenta con un par de dormitorios diminutos, un baño, una cocineta y un área donde se encuentra una caminadora… y se acabó. En los colegios ya no se habla de la Tierra; una vez pregunté algo al respecto y la maestra me castigó por una semana. No sé, siento que es un tema tabú o que pretenden sepultar nuestro pasado junto con nuestros errores. Y ustedes se preguntarán: ¿adónde van los muertos? Les puedo responder que el universo es un cementerio infinito: lo sé, es algo tétrico, aunque me parece más espantoso enterrar los cuerpos bajo tierra o incinerarlos. Siempre le repito a mamá que mi mayor anhelo es conocer al mundo de nuestros ancestros y ella responde con cara de compunción que allá no hay nada bueno, que es mejor ir a la Luna o a Marte o simplemente cerrar los ojos y jugar con la imaginación. —Yo quiero ir a la Tierra. —Puedes verla con tu telescopio, está cerca. No hay necesidad de ir. —No es lo mismo. Hace seis meses, después de insistir, ella aceptó, pero con un par de condiciones: asear la casa y sacar calificaciones excelentes. Al final del bimestre, la directora del colegio mandó la boleta con mis calificaciones perfectas y entonces pregunté: —Vas a cumplir tu promesa, ¿verdad, má? Ella bufó, revisó en el móvil su estado de cuenta para verificar sus bonos, refunfuñó y después de una larga pausa, respondió: —Hijo, nos vamos a la Tierra. Llegó el gran día y acudimos a la estación de autobuses
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turísticos, al sitio que las autoridades quieren clausurar, pero que no han podido. En la entrada había un letrero gigante donde aparecía una ciudad atestada de personas y de coches y en la parte de arriba, con letras rojas —como las que solían poner en las películas de terror— se leía: «¿Desea visitar el tercer planeta? Hágalo bajo su propio riesgo». Me dio miedo, pero luego entendí que lo dueños lo hacían para provocar un poco de expectación, como en las casas de terror. Mamá me tomó del brazo y me jaló hacia el sitio donde el autobús despegaría. Un hombre nos dio un baño de vapor con una escopeta cromada que estaba conectada a una manguera, nos hicieron tomar una píldora roja para los mareos, nos dieron unos trajes blancos y unos cascos en forma de burbuja y posteriormente firmamos unos documentos donde se explicaba que ellos no se hacían responsables por muertes accidentales. Mamá firmó con su dedo en la pantalla y noté que le temblaba la mano. ¿Por qué le tenían tanto miedo a ese planeta? No lo sé, pues nosotros ya no éramos como los humanos que vivían en ese entonces, en definitiva, no éramos retrógrados. Hicimos fila. Avanzamos lentamente. Un hombre nos dijo que teníamos que seguir las reglas y luego vi que le cerró el ojo a mamá en plan coqueto, ¡buh, qué imbécil! Se abrió la puerta. Salió una especie de vapor azul. Subimos unos cuantos peldaños, avanzamos hasta la parte trasera y tomamos nuestros asientos. Yo estaba en la ventanilla, con la cara pegada al cristal y los ojos avispados. —Chico —me dijo el androide que recogía los boletos—, sujétate bien de la barra de seguridad. El chófer se puso de pie, nos habló del viaje y de sus riesgos, hizo una brevísima semblanza del planeta Tierra, dio más indicaciones en varios idiomas y al final de su discurso preguntó entrecerrando los ojos: —¡¿Están listos para la mejor experiencia de sus vidas?! —¡Sí, señor! —gritamos al unísono. El androide desfiló por el pasillo, verificó que todo estuviera en orden y enseguida dijo: OK. El chófer metió una llave dorada a una ranura, la giró, aplastó un pedal y jaló la palanca de velocidades. El autobús empezó a andar por una pista, tomó velocidad como un cohete, subió por una rampa, voló por el aire, salimos de la colonia y yo cerré los ojos porque pensé que nos íbamos a estrellar contra algún asteroide errante. Minutos después estábamos flotando. El
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autobús viajaba como un submarino, las estrellas parecían pececillos luminosos que nadaban en un océano negro e interminable. —Ya puedes abrir los ojos —dijo mamá. Los abrí. —¿Qué es esa canica azul? —Es la Tierra, hijo. —¡Qué rápido llegamos! —La tecnología avanza a pasos agigantados. —Dentro de diez minutos arribaremos al tercer planeta —anunció el chófer. Después de un rato, el ayudante avisó que estábamos atravesando la atmósfera. —¿Qué es ese pedazo de territorio tan enorme? —le pregunté a mamá. —Es África. —¡Agárrense bien, amigos! —gritó el chófer—. Vamos a descender rápidamente, será una caída libre. El hombre que conducía el autobús turístico, jaló la palanca y sacó la llave de la ranura. El vehículo se apagó, pues ya no escuchaba el sonido de las turbinas. Empezamos a caer y tuve que apretar los párpados y sujetarme de mamá. —Ya estamos por llegar —avisó el androide. —Observen por sus ventanillas la hermosa metrópoli —comunicó el chófer, al tiempo que manipulaba botones y palancas para poner a flotar el autobús—. Ahora mismo estamos sobrevolando la bellísima ciudad de Nueva york. Admiren esos rascacielos; bueno, admiren los que todavía se encuentra intactos. Logré vislumbrar varios edificios impresionantes; sin embargo, la gran mayoría era una montaña de escombros y esqueletos. También vimos algunas calles despedazadas y automóviles abandonados a media calle. Observé algo que me partió la cabeza en dos. —Mira eso, mamá —grité extasiado, quitándome el cinturón—. Es una mujer con una carriola. Aún hay vida aquí, mamá. Nos han mentido todo este tiempo. —Tranquilo, hijo. —Chico, vuelve a tu lugar —repitió el androide—, ponte el cinturón y sujétate de la barra de seguridad. El chófer miró por el espejo retrovisor y dirigiéndose a mí, dijo: —Son maniquíes, los pusieron como parte de la atracción. En este planeta apocalíptico ya no hay vida de ningún
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tipo, ni siquiera las cucarachas sobrevivieron. —¿Podemos bajar a dar un paseo? —No —dijo el androide—, allá afuera es peligroso. —¿Y estos trajes? —De nada te servirían allá abajo. Morirías desintegrado en menos de diez minutos. Retorné a mi asiento. Después continuó el viaje por diferentes paisajes paradisiacos: océanos, selvas, tundras, desiertos y ciudades fantasmas. Todo lo anterior lo observé con la boca abierta. —La Tierra es hermosa, mamá. ¿Qué pasó? —Bombas nucleares, contaminación, sobrepoblación, odio y sigue una larga lista que no quiero recordar ahora. Una hora más tarde, el androide avisó que era hora de regresar a la colonia orbital. Durante el trayecto, mientras reflexionaba, contemplé las estrellas que titilaban en medio de la oscuridad y me sentí ínfimo ante la majestuosidad del Universo. Era como observar a través de un caleidoscopio: cientos de galaxias que franqueaban por mi vista sin detenerse, como una sucesión de imágenes que se repetían sin parar. Me froté los ojos y observé a mi derredor: los turistas estaban más atentos a sus teléfonos, miraban folletos, charlaban, bostezaban, dormían o leían algo. ¡Increíble! Acabábamos de visitar a la Tierra y ellos estaban como si nada significativo hubiera acontecido en sus fastidiosas vidas. Bajamos del autobús. El androide nos quitó los trajes espaciales y los cascos. Estábamos hambrientos. Decidimos comer en una cafetería. Estuve callado en mi butaca sin probar bocado. Mamá al notarlo, preguntó: —¿Qué ocurre? —Estoy triste. —¿Por qué? —Por el planeta, porque ya no podemos vivir ahí. —Ni modo. Los científicos trabajan para encontrar un planeta similar. —Pero como la Tierra no hay dos. —Sin lugar a dudas. —¿Crees que algún día podamos regresar? —No creo, hijo. Mejor olvídate de ese tema y enfócate en el presente. Seguí almorzando y en la mesa contigua advertí a un chico que se estaba riendo de mí. Se notaba que había escuchado nuestra conversación y algo le resultaba gracioso. —¿Por qué te ríes? —lo increpé.
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—¿No lo sabes aún? —dijo en tono burlesco. —¡Basta! —gritó mamá—. Sólo es un niño de diez años. —Déjalo hablar —dije—. Quiero saber qué pasa. Mamá se agachó y apretó los puños. El muchacho reveló: —La Tierra ya no existe… no queda nada. Ni una sola partícula de ese planeta flota en el espacio. Millones de bombas nucleares la hicieron añicos. Por suerte, nuestros tatarabuelos lograron fundar varias estaciones espaciales y, después, huir a tiempo, un poco antes de la catástrofe. ¿No lo sabías? —¡Mentiroso, eres un mentiroso! Mamá me agarró de la mano y dijo que era hora de irnos, que no teníamos por qué soportar a los patanes. —¡Espera! —dije. Ya estaba intrigado y nadie me detendría. —Dígale, señora —sonrió el chico. Mamá no respondió. El coraje no la dejaba pronunciar palabra. —Pero acabamos de viajar a la Tierra en un autobús turístico —dije—, lo acabo de ver todo y tú también estabas ahí, yo te vi en el autobús, en el asiento delantero, a un lado del androide. La carcajada que aventó retumbó dentro de mi orgullo. —¿De qué me estoy perdiendo? —pregunté. —Ese viaje sólo fue una ilusión, niñito. Ese autobús nunca salió de este lugar. Lo que viste por las ventanas eran pantallas y videos. Lo que sentiste en tu asiento fueron efectos especiales. ¡Qué niño tan tonto! Y eso que tú eres el imbécil que habla como listillo en el colegio nada más porque lee algunos libritos de misterio. ¿Sabes algo? Jamás saldremos de esta jodida colonia, viviremos como hámsteres y aquí nos vamos a morir y luego mandarán nuestros cadáveres a podrirse en el espacio. —¿Es cierto, mamá?
Ella asintió y dijo casi gritando: —Por culpa de individuos hostiles como este hombrecillo, el planeta Tierra ahora es sólo un recuerdo. El adolescente nos insultó, arrojó sus alimentos al suelo, tomó sus pertenencias de la mesa y se marchó. —¿Por qué me mentiste, mamá? Ahora me siento como un estúpido. —Es que estabas tan ilusionado con ese tema. Y no eres un estúpido, sólo eres curioso. No supe qué decir al respecto, estaba furioso y desilusionado. Me sentí un pelmazo. Tomamos el monorriel y volvimos a casa. —Tengo una duda —le dije a mamá cuando entramos. —Dime, cariño, —¿Qué es lo que veo por el telescopio? —¿A qué te refieres? —Al sitio donde se supone que se encuentra la Tierra. Por el gesto de ella, supe que jamás me volvería a mentir. Me tomó de la cara y susurró con ternura: —Es un monumento espacial. —¿Cómo? —Sólo es una bola artificial que representa a la Tierra, se hizo para honrar a los humanos que murieron en ese planeta. Aunque yo pienso igual que el alcalde de la colonia: se tiene que destruir ese maldito monumento que nos trae feos recuerdos. Esa noche no podía conciliar el sueño. Me asomé por la escotilla de mi dormitorio y por el telescopio observé el monumento espacial. Me recosté, pensé en máquinas para viajar en el tiempo y en regresar al pasado para solucionar los problemas que destruyeron al planeta. ¿Por qué no se pudo evitar? ¿Era tan difícil? ¬
— Este cuento se publicó originalmente en la antología Escritores propsychos (publicación independiente, 2022). REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
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NARRATIVA / RELATO
El retorno Ajedsus Balcázar Padilla
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uego de doscientos años lejos de casa, la pequeña Laika emprendió su retorno al sistema planetario al cual había pertenecido alguna vez. A pesar de ser una perrita, ahora caminaba en dos patas, portaba un traje espacial y su inteligencia la dotaba de capacidad para enseñar Física Aplicada en las lejanas academias más allá en las estrellas de la Osa Mayor. Cuando su nave descendió, pudo encontrarse con una atmósfera gris y fría. Desolados páramos se extendían hasta donde alcanzaba la vista. Algunas tormentas de arena sepultaban los pocos restos de edificios y construcciones de aquella civilización en ruinas. Al salir al exterior, ajustó su traje espacial y admiró el panorama tal como si fuese un planeta extraño. La acompañaba su amigo Korvi, un peculiar chimpancé igual de inteligente que ella, y Arzu, un alienígena alto hecho de energía pura con una fluorescencia blanca que podría iluminar un cuarto entero, él procedía de la gran estrella Aldebarán. En aquel momento dirigían sus pasos a explorar el planeta que había dado cobijo a los dos animales, ignorando las calamidades que pudieron pasar ante su larga ausencia. —¿Qué ha pasado con los árboles? —cuestionó el chimpancé observando con tristeza el panorama desértico. —Por lo que veo, seguramente la humanidad entró en una guerra nuclear. Los índices de radiación se muestran elevados. Tal parece hemos llegado demasiado tarde — opinó la perrita Laika con desilusión. El alienígena Arzu se paseó por los alrededores. Solamente su silueta luminosa se observaba merodear de aquí para allá. Luego de un rato, regresó con los demás. —Hasta ahora ningún indicio de vida inteligente —dijo Arzu y frente a él se expandió un panel holográfico—. Por lo que veo, durante milenios esta raza se ha debatido entre el caos y la reconstrucción. Cuando los encontramos a la
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deriva espacial, muchas señales de radio aún eran localizadas en este cuadrante del sistema. Pero ahora mismo, creo que todo rastro de tecnología se ha perdido. —Es una lástima. Aún recuerdo las selvas en donde vivía hace tiempo. Pensé que todo seguiría igual. —Han transcurrido dos siglos, seguramente muchas cosas debieron de pasar. Arzu los vio por un momento con sus tres ojos azulados y habló: —Sin embargo, he notado movimiento a dos kilómetros de aquí. Los dos animales se sintieron intrigados y se dirigieron al lugar que indicó el alienígena. En el trayecto Laika recordó aquellos días en la Unión Soviética, cuando paseaba en los amplios hangares del Cosmódromo Baikonur junto a su amiga, la piloto Valentina Tereshkova. Ella siempre la había querido como si fuera de su propia familia. La trataba como su amiga íntima y a veces guardaba largos silencios que eran difíciles de explicar. —Han pasado cosas malas, pequeña. Sé que tal vez no me entiendas, pero has de notar la preocupación en mis ojos. El comandante Vladimir Yardovsky ha decretado su dictamen sobre los perros que irán en los cohetes… —explicó Valentina con voz entrecortada y acarició a Laika—. Y ha dicho que tú serás enviada al espacio. No puedo entender por qué debes ser tú, he visto más potencial en el labrador Tosken, pero por tu tamaño y resistencia a los ejercicios, los exámenes finales hicieron que te eligieran. Me parece inaceptable, pero… pero… La chica tomó a la perrita y la abrazó. En aquel instante Laika no sabía realmente qué pasaba. Sentía que algo malo iba a suceder. Esa tarde los hombres de Yardovsky arrebataron a Laika del cuidado de Valentina. Para la semana siguiente sería
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▶ Silvia Favaretto. I cuccioli della luna II. Acuarela de café (Giovanelli edizioni, Italia, 2022).
enviada en la sonda Sputnik 2. Aunque Tereshkova insistió en adoptar a la perita y sustituirla por otro animal de prueba, ninguna de sus objeciones fue aceptada. —¡Algún día iré al espacio a buscarte! —gritó la chica el día del lanzamiento, antes de que su cápsula fuera colocada en el interior de la sonda.
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Una luna fragmentada se observaba en el cielo gris. “Tal vez la guerra también había tocado al satélite”, pensó Korvi mientras avanzaban sobre una plataforma flotante. A lo lejos dentro de un territorio invadido de escombros de viejos edificios y esqueletos de algún tipo de máquina, una especie de criaturas con largas extensiones se movía en el área. Al principio parecían ramas que se movían por un viento invisible. Pero al acercarse más, pudieron notar REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
que realmente eran retorcidos troncos con ramificaciones negras que se movían de aquí para allá, escarbando en la tierra y hundiendo sus tentaculosas raíces. —¿Qué son esas cosas? —preguntó Laika. —Según su composición, deben de ser alguna especie de criatura vegetal —afirmó Arzu. —¿Entonces son árboles?, ¿y qué hacen? Tras verlos detenidamente, un poco de fluido salió a la superficie. Al notar eso, más de aquellas criaturas invadieron la zona perforada. —Buscan agua —se respondió Laika. Un fuerte viento empezó a correr y de entre la arena aparecieron unos cráneos humanos y algunos periódicos indicando titulares de “Atentado nuclear”. —Por lo visto, los humanos terminaron por autodes45
▶ Silvia Favaretto. I cuccioli della luna II. Acuarela de café
truirse. Es una pena realmente. —Tras eones de observar al planeta Tierra, distintas razas han poblado sus vastos territorios. Desde anfibios inteligentes pasando por imperios de reptiles y reinos de fuertes primates, hasta llegar a los humanos. A pesar de que estos últimos apenas tienen quinientos mil años de existencia por aquí, sus innumerables civilizaciones se dedicaron a exterminar viejos linajes de razas. Parte de la extinción de la Raza de Marduk, en lo que ustedes llaman Marte, sucumbieron a la extinción hace cien mil años — mencionó Arzu a sus compañeros. —Nos has dicho esto y aquello, pero… ¿podríamos viajar a esos tiempos y verlo con nuestros propios ojos? —preguntó Korvi. —¡Claro! Con el Geomagnetizador Temporal. Gracias a estar en este lugar, los datos ambientales y del prana 46
(Giovanelli edizioni, Italia, 2022).
podrán llevarnos a dar un paseo. Tras eso, Arzu envolvió a la plataforma flotante en una esfera morada. Luego de un análisis espacial, los interesantes amigos desaparecieron.
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Ante ellos se extendían inmensos valles verdes y montañas tan altas que tocaban las nubes. Muy al centro, enormes pirámides de diamante puro se alzaban imponentes y muchas construcciones megalíticas se distribuían en la mítica urbe. —¡Bienvenidos a Karnoth! En esta importante civilización perdida en las míticas tierras de la gran isla de Lemuria, los hombres eran del doble de tamaño que los humanos de su línea de tiempo. Los gigantes fundaron innumerables imperios, dominaron las ciencias ocultas y el poder de las rocas y gemas. Hasta que la avaricia y el poder de los demiurgos los obligó a someter y exterminar otras REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
culturas —explicó el alienígena. Algunas naves triangulares pasaron muy cerca de ellos disparando deslumbrantes rayos y destruyendo ciudades enteras. Luego de una potente luz. Los viajeros se transportaron a otro escenario. —Hace dos millones de años, la raza de los reptiles Dracomorphos, dominó las fructíferas planicies de la superficie. Mientras que en los mundos acuáticos, los virtuosos y escuálidos Profundos construyeron megalíticas ciudades bajo los océanos. Sus razas se respetaban entre sí y nunca ejercieron invasiones o exterminios que otras razas habían hecho. Pronto la Reestructuración Tectónica se manifestó y los polos magnéticos se invirtieron, provocando un terrible cataclismo que los sepultó por completo. Viejas tierras se hundieron en el mar y nuevas islas salieron a flote. Los ecosistemas volvieron a su curso. Una gran marea arrasó los asentamientos reptilianos y las construcciones subacuáticas fueron consumidas por el magma. Tras la tremenda explosión de un volcán, Arzu y los otros viajaron a otro lugar. La pequeña perrita y el chimpancé admiraron atónitos los paisajes. Nunca antes habían visto algo similar. Más allá de haber visitado otros planetas junto a la raza de Aldebarán. —Pero más allá de las catástrofes y los conflictos que pudieran ocurrir. La vida siempre vuelve a brotar —manifestó Arzu y aparecieron en otro sitio.
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Enormes cosmódromos se miraban sobre las nubes y altos rascacielos se distribuían en metrópolis sobre plataformas flotantes. —¿Dónde estamos ahora? —cuestionó Laika. —Ahora mismo en el año 2500 terrestre. Tal parece que, en algún momento, los humanos que escaparon a las estrellas debieron de regresar. Una nueva oportunidad de comenzar se abría ante una nueva gama de posibilidades. —¿Ahora viven entre las nubes? —El vasto territorio terrestre aún posee radiación detonada por las calamidades del pasado. Más allá de una restante raza mutante mitad vegetal y mitad animal en la superficie, los humanos aún no poseen una adaptación adecuada para el ambiente. Sus pocas estaciones de monitoreo les facilitan la exploración en su viejo hogar. El chimpancé Korvi, que al igual que Laika había sido enviado por Estados Unidos dentro de los primeros viajes
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espaciales, analizaba con interés a cada uno de los lugares que habían visitado. Pensaba que haber sido adoptado por aquellos alienígenas de energía pura le otorgaban una nueva oportunidad de elegir su destino. Tras dudar un poco preguntó: —Con tu máquina, Arzu. ¿Podría regresar a la época donde las frondosas selvas de África todavía existían? Quisiera retomar mi vida una vez más, ningún rincón en el espacio llena esa ausencia de vegetación… —No habría problema. Solamente deberás tener cuidado. —¡Excelente! Ante aquella respuesta, Arzu miró a su pequeña amiga Laika. Sus ojos brillaban con una luz nunca antes vista. —¿Y a ti, Laika, te gustaría viajar a algún lado? Luego de un breve silencio, su compañera contestó: —¡Sí! En aquel momento, una luz más brillante que una supernova los absorbió. Luego de despojarse de su traje espacial, el entusiasmado Korvi saltó a jugar con más primates dentro de la vegetación. Un cielo azul colmado de nubes cargadas de lluvia se movía arriba. Y alrededor los sonidos silvestres colmaban el ambiente.
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Unos kilómetros y años más adelante, la pequeña Laika se volvía a reunir con su amiga Valentina. A pesar del desconcierto de todos, pronto mediante el diálogo, el grupo de investigadores y militares aceptaron su existencia. Ella pudo mostrar a su compañera datos importantes sobre la creación de cohetes más seguros y con su ayuda pudo impulsar aún más a la Comunidad Científica Soviética en su carrera espacial. Acompañando a su querida Tereshkova a la primera misión tripulada a la Luna. Junto a ella pudo descubrir las enigmáticas construcciones que existían sepultadas en el territorio del satélite. Los valiosos aportes de una extinta civilización humana perdida en la Luna la llevó a fundar junto a Valentina, a la Primera Asociación de Arqueología Exoplanetaria. Muchos más vestigios fueron encontrados en Marte y el secreto de la peculiar ayuda de esa mascota espacial fue sepultada dentro de los informes secretos de la KGB. El algún sitio, allá en las estrellas, se encuentran las dos amigas rusas explorando planetas errantes con el afán de ser recordadas por toda la eternidad. ¬
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Gráfica / Ilustración ▶ Axel Markovic.TSpock. Acrílico sobre tela, 20x40 cm (2020).
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Santa ciencia: acrílicos llenos de pop Axel MArkovic
▶ Axel Markovic. Doc Brown Acrílico sobre tela, 20x40 cm (2020).
Con trazos cromáticos amplios y expresivos, Axel Markovic convierte a los icónicos personajes del anime y la cultura pop de los años ochenta y otras épocas en pinturas que nos miran y juzgan mientras las contemplamos. Avecindado en Argentina, este artista gráfico comparte con nosotros algunas de las obras que dieron vida a los carteles de Santa Ciencia, festival intraplanetario de pascuas especulativas 2022, organizado por esta revista en el mes de abril.
▶ Axel Markovic. Drácula /Christopher Lee.. Acrílico sobre tela, 20x40 cm (2020).
▶ Axel Markovic. Anya Taylor/The Queen Gambit. Acrílico sobre tela, 20x40 cm (2020).
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poesía
Una invención Alejandra Inclán
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etrás de mi puerta la Tierra que conocemos se extingue; el aire ha perdido su balance, no es el de antes, su silbido tiene otro aliento. Los árboles ya no danzan como en antaño, los troncos crujen, no quieren morir, no aceptan su destino, porque no lo es. Algo antinatural ocurre. Mi edificio está en pie, mas no mis vecinos, sólo mi gata me acompaña, ella sabe de las vibraciones del exterior. Hay comida, tengo desidia por el fin y tengo hambre. Como sin entusiasmo, resulta aburrido esperar. Media noche, insomnio; tres de la mañana, los demonios danzan; seis de la mañana, escucho ángeles.
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A las nueve salgo. Mi gata huele una tierra extraña, recojo aparatos semejantes a los nuestros, pero son transparentes, son de luz, son marca "Morel". Hay silencio, no salen los vecinos, han muerto. En mi viejo cuarto hay un antiguo agujero negro, quizás un Aleph, no lo sé… Lo evado cada mañana para no viajar al pasado, pero afuera todo se fue al futuro, o el futuro vino aquí, mi agujero nos protegió de la tormenta temporal. Mi gata maúlla desesperada, no reconoce la tierra que pisa, ni el aire, ni la llovizna que inicia. Quizás ya no queda nadie, Quizás sólo nosotras, con las arqueologías de un futuro que no nos tocará ver. No sé si son reales, no sé si nosotras lo somos, ya no somos sólidas, somos luz, somos parte de la invención de Morel. ¬
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NARRATIVA / RELATO
El último viaje de Cipriano Aparicio Jorge Luis Rodríguez Aguilar Los hombres no tienen miedo de las cosas, sino de cómo las ven. EPICTETO
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e había pasado media vida diciendo que sí, que más allá había algo. Y nadie, nadie nunca le creyó porque eso de Pasaje a lo desconocido era puro cuento de camino. «¿Qué me vas a decir, Cipriano, que vino un tipito verde y te raptó? No jodas, viejo». Así se la pasaban todo el santo día, discutiendo, porque el guajiro era un ser repetitivo hasta más no poder, cansino, monotemático y mononeuronal. No había un lugar en el pueblo donde no formara su lío cada vez que salía a relucir el dichoso tema. Tal vez lo hacían a propósito para joderlo, porque, a decir verdad, mira que les encantaba verlo tartamudear. Cipriano se ofuscaba y cogía unos subíos del carajo. Hasta se ponía rojo, como si la cabeza le fuera a explotar, y entonces se trababa y repetía lo mismo tres o cuatro veces, como si su disco duro estuviera defectuoso. Él decía que eso era porque allá arriba le habían trasteado la cabeza, pero coño, venir aquí, con lo malo que está esto, a llevarse al ser más bruto que la madre naturaleza ha podido parir. Óigame, si esos de allá se enorgullecen en decir que son de una inteligencia superior, con éste se cagaron. Cipriano Aparicio (lo mejor de todo era su segundo nombre, que desde el día aquél lo cogieron para el bonche) era un guajiro de medio surco en la mañana, porque el resto se lo pasaba mirando pa’rriba, como si esperara que le cayera algo del cielo (o vinieran a buscarlo). Si era de noche, se embelesaba con las estrellas y se dormía así, con la chola jorobá pa’trás y las dos manos detrás del cuello. Ni pestañeaba: era de esos tipos que se quedan tranquilitos, con los ojos y las ideas fijas en algo, igual que un animalito amaestrado o uno de esos que están en las ferias, pero de los mansos. Ya había pasado mucho tiempo, de cuando era REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
considerado un toro, un semental, un poseedor de guajiras cerreras y sin domesticar. Se había puesto viejo de sólo esperar porque Cipriano, mejor dicho: Aparicio, estaba convencido que volverían por él. El segundo día del último mes del año, a las cuatro en punto de la tarde, después que en el central sonaran el silbato para el cambio de turno, Cipriano Aparicio Jiménez del Huerto tiró su guataca sobre el surco y se echó bajo la única mata que daba sombra por todo aquello. Los alrededores estaban sembrados de caña y su finquita era un solitario espacio robado a la plantación de la provincia que lo rodeaba. Las altas gramíneas le tapaban toda la visualidad y le brindaban, a cambio, un marco protector, más que nada, contra esos malos ojos que envenenan y retuercen. Había heredado la tierra de su padre, y éste, de su abuelo, a quien la Reforma Agraria se la entregó en el mismo cincuenta y nueve. Desde siempre produjo de todo, pero con los años y el desconecte de Aparicio, la rentabilidad de La Bibijagua se hizo notable. La cosecha decreció, primero, porque los de Acopio no le reactivaron el contrato y, después, porque, a falta de vender, sus trabajadores decidieron cambiar de actividad y se largaron. Así, solo y cargado de trabajo, se pasaba las horas del día metiendo guataca y escardando como un condenado. Dejaba pasar la hora del almuerzo con tal de adelantar para irse temprano, pero ¡qué va! Lo agarraba la noche empujando brotes con el dedo dentro de la tierra, recogiendo la yerba cortada y acomodando la yunta de bueyes en el corral. Después: un buen baño, un calentado de arroz con frijoles negros, algún que otro platanito salcochado, un trozo de carne a medio freír sobre el plato y un poco de 53
cualquier cosa líquida para bajar el amasijo de comida por la garganta. Preparaba el mosquitero, prendía el Selena en la emisora de siempre y se tiraba en la cama, panza pa’rriba, a dejar que el frescor de la noche estrellada lo rindiera. Su mujer hacía mucho tiempo que había olvidado que tenía un marido. Entre los dos habían fabricado un hijo que nunca quiso saber nada de la tierra colorada. Tan pronto pudo, se becó y se largó bien lejos con el sueño definido en estudiar cualquier cosa que lo sacara de allí. Para ellos era como si el vejigo estuviera en el extranjero, porque La Habana siempre había sido un ideal y, el Isa, algo que no podían explicarse muy bien. Porque claro, eso de la danza… El muchacho le había salido bailarín, que para los tiempos que corrían era como si al director de la CIA su hijo le hubiera salido comunista. Aparicio sentía vergüenza y cada vez que algún vecino le preguntaba por el crío, sólo le respondía: «ahí…». Y, a lo mejor fue por eso, que se encerró en su finquita frente a los largos e interminables surcos, junto a sus dos bueyes: Condenado y Majadero; sin más riqueza que su varaentierra, su casita de techo de guano, su cama enmosquiterada y el viejo radio Selena de onda corta. Sí, la onda, porque le gustaba escuchar, de vez en cuando, música de allá y hasta las noticias que se filtraban al cambiar el dial. Pero a lo que sí era enfermo, desde chiquito, por culpa de su papá, era a escuchar Alegrías de sobremesa, que cada noche estrenaba un nuevo libreto del genial Alberto Luberta. Después, continuaba acostado o sentado en un taburete, como lo agarrara la musiquita, para oír Nocturno, en la inconfundible voz de Julio Alberto Casanova. Pero esa tarde, bajo la frondosa mata de aguacates catalina, en medio de su finca, en donde se había tirado para descansar, desapareció. Se fue, así, sin más ni más; se fue, sin decir adiós… Y todos pensaron en una perica, en una guajira del otro pueblo que siempre le sacaba fiesta y le decía piropos; incluso, que a lo mejor había cogido unos días para distraerse y gastar los pesos con ella o con cualquier otra mujerona. Las vacaciones cerca de fin de año no eran buenas, porque después se juntaban las fiestas y eso era del carajo, pero bueno, cada quien decide hacer con su vida lo que le sale de sus entrepiernas y así decían que había hecho Aparicio. Pero los días pasaron y la hierba mala creció en la finca. El viento desencajó la ventana de la casita de tanto abrirla y cerrarla con fuerza, acompañado de algún que otro portazo, y los bueyes, que habían quedado sueltos, pastaron
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a sus anchas y se lo comieron todo, lo mismo de aquí que de allá. Josefina, un poco preocupada por la ausencia hogareña de su marido y más por las malas lenguas, que a esa hora ya decían de todo, decidió indagar sobre el paradero de Cipriano Aparicio. Sus amigos eran del pueblo; sus familiares también. Una enamorada… Bueno, dudó un poco: si a ella no la atendía como Dios manda, dudaba que a otra le fuera a dar cariño. Aparicio era un guajiro de librito, de los que no se apartan del camino ni aunque venga un vendaval loma abajo, de los que terminan por apretarse a su pedacito de tierra con tal de no aceptar que hay más mundo por delante. Eso lo traía en la sangre. Así fueron su padre, sus tíos y sus abuelos: unos isleños que, por no dar su brazo a torcer, si se caían al suelo, se comían la yerba. Pero del guajiro no apareció nada; ni una sola señal. El taburete permanecía recostado en el portal de la casita, la ropa colgada de uno de los horcones, la comida guardada en los cubos o dentro de la nevera. No había ningún indicio de violencia ni de haber recibido a nadie de visita. Además, no tenía sentido largarse sin recoger los bueyes o guardar las semillas. Tampoco era costumbre dejar tirada la guataca sobre el surco. Todo era tan anormal como las historias que se contaban. Entonces fue cuando Jacinto Bocanegra dijo lo que dijo en la bodega del pueblo: «Coño, gente, no me hagan caso, pero ¿y si a Cipriano se lo volvieron a llevar?» La risita, como era costumbre, volvió a escucharse, aunque esta vez los ánimos no estaban para cuentos de abducidos ni secuestrados por enanitos verdes. Ya estás hablando mierda otra vez, compadre. Oiga, cada vez que usted se jala, al otro día amanece con la boca premiá… Yo sólo lo digo, porque, que se sepa, ni la Jabá ni nadie más lo ha vuelto a ver. Ahí está su esposa, que dice que Aparicio no se ausenta más de dos días y ya va pa una semana. La policía no sabe qué hacer ni en dónde buscar y así, sólo quedan dos direcciones: o en el fondo del río o allá arriba… Y todos miraron al cielo, intentando encontrar una respuesta escrita en las nubes. Lo que pasa, compay, es que yo estoy muy viejo pa estar oyendo ese cuento… Bueno, ¿y qué explicación tú le das? Ninguna… Caballero, Cipriano es un hombre serio, que sólo tiene ojos pa su trabajo… Sí, y pa las nalgas de Marieta, que cada vez que le pasa por el lado lo desorbita. Pero eso nos pasa también a nosotros. ¿A que tú no la miras? Yo digo que Aparicio se fue con ella… Y yo digo que no. Hace varios días que, por la noche, los perros están intranquilos y hubo
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una luz enorme… Eso fue que estaban probando los nuevos faroles del parque… No, después… Y yo le digo a usted que no tiene nada que ver con la desaparición de Aparicio. Según su mujer, los bueyes estaban sueltos y la guataca tirada en el surco, y la casita abierta de par en par y toda dejada, así que no fue por la noche… Está bien, pero me estás dando la razón: Aparicio no se fue; se lo llevaron, como la otra vez… El cuento de Aparicio, el Abducido, se había hecho famoso desde el día en que salió en el Noticiero. Aquella mañana del año noventa y seis (del siglo pasado), había aparecido en La Habana, vestido de piyama, con el sombrero de yarey puesto y frente al Capitolio, nada más y nada menos. Enseguida lo dieron por loco y él, que no entendía cómo había llegado hasta allí, le dio una cosa y tuvieron que trasladarlo para el hospital. Después vino la policía y se lo llevaron para la estación. Allí le cayeron a preguntas, pero la historia no tenía ni pies ni cabeza. Él sólo se acordaba que había salido a revisar la talanquera porque los bueyes estaban intranquilos. Era de noche y llovía, y una luz muy grande, muy grande se posó sobre su cabeza. Esta vez Cipriano apareció en Marianao y todos se preguntaron ¿por qué? Vaya, no es que el municipio fuera menos que otro, pero… En Marianao siempre pasan cosas raras. Mira que yo he visto locuras, pero como la de este tipo, diciendo que los extraterrestres… El teniente coronel Marcelino Cuesta se llevó el cigarro a la boca y retuvo el humo unos instantes antes de soltarlo suavemente. Se pasó la mano por la nuca y sonrió. ¿Dónde está el teniente Hilario?, preguntó. Debe estar por ahí, pero no me va a decir que… Marcelino volvió a calar el cigarro. Esta vez lo saboreó con deseos. Celedonio, hazme el favor y búscamelo. Pero Marcelino… ¿Qué? Nada, que nosotros tenemos más oficiales, como Camacho, por ejemplo… Coño, Celedonio, yo creo que el teniente se merece, por una vez, un caso suave, sin mucha cosa, que él pueda resolver enseguida. Siempre le soltamos cada rollo… ¿Y tú crees que este caso es sencillo? Claro que sí. Ese es un viejo que anda extraviado, que le falla la memoria y que se ha inventado un cuento para no reconocer que tiene problemas. El político volvió a la carga. No sé, pero yo… No me digas que te has creído la historia esa de la abducción. No, claro que no. A esta altura y con ese cuento de los marcianos, pero… Pero ¿qué, Celedonio? El político corrió su silla hacia adelante e inclinó su
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cuerpo sobre la mesa-buró del teniente coronel. Carraspeó para limpiarse la garganta y, poniendo voz melodramática, continuó. ¿Y si de verdad lo raptaron? Vaya, no digo yo que sea cierto todo lo que nos ha contado este ciudadano, pero… al menos, podemos creerle la mitad… Bueno, y para ti, ¿cuál es esa mitad? La del rapto, evidentemente. Hay algo que es cierto: él estaba en su finquita y, de buenas a primeras y sin un motivo aparente, aterrizó aquí, en medio de la Plaza de Marianao. El teniente coronel Marcelino no pudo aguantar los deseos de reír. Yo creo que tú, Celedonio, crees más en ese tipo de historias que lo que dices. No, no, no, no… El político se retractó con insistencia. Bueno, por como lo has expuesto, yo me inclino a pensar que sí. Además, te noto un poco susceptible… Te aseguro que me has malinterpretado, Marcelino. A lo mejor exterioricé alguna señal equivocada, pero eso es todo… Entonces, regresando a tu pedido: ¿consideras que no debo seleccionar a Hilario, sino a otro oficial para la instrucción del caso? Anjá… Y, por lo que veo, ya tienes una propuesta… Pienso que el suboficial Silvio Camacho puede encargarse… No sé, viejo, es que veo a Camacho muy verde todavía. Este tipo de caso, sin esperar a que se complique, vaya, suele ser del carajo para las personas que no tienen una mente abierta, porque se enredan… Pero, tú has dicho que éste es un caso fácil… Claro que lo es, Celedonio, y por eso me gustaría que el teniente Hilario lo despalille en una sentada. Él es muy perceptivo y se da cuenta de cosas que a uno le toma el doble de tiempo. Acto seguido, el teniente coronel preguntó: ¿cuántos casos tenemos pendientes? El político hizo una mueca de resignación con la boca. Ufff, una pila. Así, por arribita, hay como cinco y a uno de ellos le retraquetea… Ves, es lo que te digo. Si logramos salir rápido de éste, no sólo será uno menos para contar, sino que el teniente habrá cogido un «diez» y podrá reincorporarse mucho más relajado a cualquiera de los otros casos… Sí, así como lo expones… pero yo sigo pensando que Camacho puede encargarse de ese caso… Muy bien, ¿y qué está haciendo ahora mismo el suboficial Silvio Camacho?, preguntó otra vez el teniente coronel Marcelino. Nada de importancia; ocupándose de cosas menores. Todavía está de certificado posoperatorio y psicológico… ¿Entonces? Caramba, coronel, que le dimos la medalla por el Servicio Distinguido… Y muy bien ganada la tiene, político, pero
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aunque me costó trabajo aceptarlo, me convenció. Sobre todo, en ese caso del hombre sin pasado, como él mismo le puso. Ahí me di cuenta de su poder deductivo y de cómo se enfrenta a una investigación aun sin tener los elementos de juicio sobre la mesa… ¿Entonces…? Marcelino reiteró la pregunta una vez más, con toda intención. Nada, que sí, que sea Hilario. Es verdad, para que con otro se demore el doble y se nos aparezca con los fantasmas de un extraterrestre o con una teoría conspiratoria intergaláctica de invadir la Tierra, es mejor que sea el subteniente Hilario Pérez de Alejo. Dicho esto, los dos oficiales salieron de la oficina… ¬
▶ Matrakçı Nasuh. Mapa de Mianeh . Imperio otomano (circa S. XVI).
no está en condiciones para enfrentarse a ningún caso serio, todavía… Pero, bueno, ¿en qué quedamos: es o no un caso sencillo? Chico, de verdad, yo lo veo sencillísimo, pero tú sabes que a Hilario le encanta buscarle las cuatro patas al gato. Va y descubre algo y, entonces… Sí, yo sé. Todo mientras no sea ir a tomarle las huellas a los marcianos… Oye, Celedonio, la suerte es que nosotros somos amigos de hace mucho tiempo, porque si no yo pensaría que tú no te tragas al teniente… No es eso, compadre. Yo no tengo nada contra él. Es cierto que muchas veces me saca de mis casillas, pero cuando tengo que reconocer sus méritos, lo hago de corazón. Es muy buen policía y
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NARRATIVA / RELATO
Sólo una piedrita
▶ Matrakçı Nasuh. Mapa de Soltaniyeh. Imperio otomano (circa S. XVI).
Eduardo Omar Honey Escandón
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Daimë Ataraxia, como fiscal, haga el favor de presentar su argumento y pruebas —resonó la voz desde las alturas en la sala máxima del tribunal del Imperio
Exómano. —Gracias su Señoría. Demostraré a su Altísima IA que, por avaricia manifiesta, se cometió el delito de genocidio por las acciones de los acusados aquí presentes, Mathiaw Aximov y Soraide Iainson. Como primera prueba un extracto conjunto de la memoria de ambos:
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Sonó la voz de Matías por el intercomunicador. —Ya amanece. ¿Estás lista? —Enterada y sí, estoy lista —respondió Soraide, quien volvió a revisar las cámaras y escáneres. La luz se hizo y la caverna se iluminó en su totalidad. Las paredes, cubiertas por multitud de hileras de cristales incrustadas en espacios iguales, refulgieron en multitud de colores que iban y venían. Soraide se acercó a la pared más próxima para observar de cerca. Cada cristal tenía forma de algún sólido regular que parecía estar en movimiento, variando los colores que refractaba. Eran joyas de luz. —Es hermoso, Matías —susurró Soraide—. Ojalá pudieras verlo. —Lo he visto decenas de veces, acuérdate quién lo descubrió. —Y será un enorme negocio. Todos querrán tener el último vestigio de una civilización que existió en este planeta. No queda nada más: ciudades, construcciones, caminos. —Así es Sor, ¿tienes el escaneo? —Listo. —Nos llevaremos unas mil. Las demás las destruiremos. —Pero son como medio millón —remarcó Soraide. —Ya sabes, cuantas menos en el mercado, mayor el precio. Más si vienen de la única civilización que la exomanidad ha encontrado. —Como presenció su Altísima IA, ocultaron un descubrimiento trascendente para el Imperio: la evidencia de una cultura anterior a la humanidad y sus sucesoras. —¡Objeción! —gritó el abogado Dubois—. La fiscal pretende establecer como un hecho meras suposiciones. —¡Y solamente sacamos piedritas! —exclamó Soraide desde su lugar. Intentó ponerse de pie, pero las ataduras de su silla lo impidieron—. Sí, destruimos casi todas, pero piedras como ésas hay por todos lados. ¡Y muchas! —Ciudadana Iainson —sonó por toda la sala—, guarde silencio o se activará un bloqueo verbal. Recuerde que no es agradable quedarse sin boca. —Su Señoría —dijo suavemente la fiscal tras una pausa—, si el abogado y la acusada me dejan continuar, demostraré lo contrario. —Adelante, fiscal, adelante —afirmó la IA. 57
—Como segunda prueba quiero presentarles uno de los objetos que sobrevivieron a la destrucción efectuada por los acusados. Un droide de servicio entró por una puerta lateral. Empujaba un carrito cubierto por un mantel de politela. En medio, sobre un promontorio circular, estaba un dodecaedro del tamaño de un pulgar. Las luces del salón se refractaban en su interior e iluminaban con un débil arcoíris la superficie del mantel. El droide se detuvo a la mitad de la sala, dejó el carrito y dio marcha atrás para salir por donde entró. —Esta pieza, la prueba B, es idéntica a la que podemos ver en el segundo 0:36 de la memoria —comentó Daimë Ataraxia quien proyectó a un lado la imagen del recuerdo. —¡Objeción! Esa pieza puede ser cualquiera de las millones de copias que aparecieron cuando se puso de moda. —Solicito, su Altísima IA, que se apaguen las luces del recinto. —¿Con cuál objetivo? —inquirió la IA. —Demostrar que es verdadera. Las luces se apagaron. De donde estaba la fiscal salió una potente luz blanca que hizo incidir en el dodecaedro. El cristal del que estaba hecho vibró y refractó por toda la sala una polifonía de colores en movimiento lento pero constante. —Empleo una lámpara diseñada especialmente para emitir la luz de cada uno de los soles de Dragoinis IVc —explicó la fiscal mientras cambiaba a una luz naranja y luego a una levemente amarilla. Sobre las paredes de la sala se refractaban arcoíris en tonos más naranjas o amarillos que nunca dejaban de moverse—. Ninguna copia es capaz de generar este efecto con la iluminación precisa de cada sol. Quizás lleguen a emitir un arcoíris con alguno de los haces, pero nunca con los tres. Y mucho menos que el conjunto de colores se mueva, como se puede apreciar. Favor de prender las luces. Dejo esta lámpara y cien copias que las metapolicías expropiaron como prueba C. —¡Su Señoría! —cortó el abogado—. Eso sólo demuestra que es un cristal y nada más. La fiscal nos hace perder el tiempo. —¡Se los dije! ¡Son piedritas! —exclamó Soraide antes de que su boca quedara sellada. Mathiaw no quitaba la vista de sus manos sobre la mesa. —Continúe con su exposición, fiscal. —Quisiera llamar como experta en exomineralogía a Daimüs Baralkin. En el estrado para testigos se materializó una mujer vestida formalmente, cabello corto platinado y en cuyo rostro, entre
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los implantes cibernéticos, destacaba una jovial sonrisa. —Daimüs Baralkin —dijo la fiscal mientras pasaba junto a la mesita y tomaba el dodecaedro—. ¿Reconoce este objeto? —¡Encontraron otro! Con este ya tenemos veintisiete. —Por favor, Daimüs, ¿podría contestar la pregunta? —Es uno de los cristales holográficos de virtualidad de Dragoinis IVc. —Muchas gracias. ¿Cómo puede estar tan segura de que es uno de ellos? —En primer lugar, por la perfección de sus formas, aunque —continuó al tiempo que sobre su ojo derecho se ensamblaba un cibermonóculo. En las paredes de la sala se proyectó la imagen obtenida por el dispositivo óptico— éste ha sufrido una o dos caídas. Está ligeramente lastimado en algunos vértices. Como les decía, perfección de su forma. La red interna del cristal no contiene impurezas en sus primeras capas y, conforme observamos más al interior, notarán una red de diminutos hilos que cruzan e interconectan la red cristalina. Esos hilos en realidad son nanomáquinas que dan vida al cristal cuando la luz correcta incide. —De una forma más sencilla, ¿qué significa lo que expresó? —Las nanomáquinas dan energía, computan y son el motor que hace que la red cristalina se active y funcione. —La red cristalina, ¿qué es eso? —Una persona común diría que es algo bonito de forma regular y que es translúcido. Pero en realidad es información. Una cantidad astronómica de información. —Y, ¿para qué sirve todo esto al interior del dodecaedro? —Tanto las nanomáquinas como la disposición de la red cristalina lo hacen funcionar como un poliprocesador m-cuántico. La luz de cualquiera de los tres soles es la fuente de energía. Cada vez que se ilumina, computa y la estructura interna del cristal cambia. —¡Su Señoría! —interrumpió la exposición Dubois—. No veo el caso que la fiscal continúe por esta línea. Nada tiene que ver que sean cristales de información. De estos hay un sinnúmero en el Imperio. Son el mecanismo de almacenamiento por excelencia. —Señor, ¿cómo se llama? —inquirió Baralkin. —Moinsë Dubois, abogado defensor —respondió el señalado. —Gracias, Moinsë Dubois —continuó Baralkin—. Estos cristales no almacenan información. Son computadoras como las que sostienen a las IAs del Imperio Exómano. Y lo que ha llamado información, en realidad, son entidades conscientes.
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—¿Cómo que entidades conscientes? —preguntó dubitativo Dubois. —Su Señoría —interrumpió la fiscal sin dejar de sonreír—, objeto que el abogado defensor haga preguntas fuera de su turno. —Denegado, Daimë Ataraxia. Según se perfilaba su interrogatorio, Daimüs Baralkin estaba por contestar una pregunta parecida. Daimüs, responda por favor. —Los cristales contienen un mundo virtual donde existen, viven y conviven los seres de la civilización que alguna vez ocupó Dragoinis IVc. —Si es así en cada cristal, Daimüs Baralkin —retomó la iniciativa la fiscal—, ¿cuantas entidades conscientes viven? —Estimamos que entre cien a doscientas. —¿Entidades? —Millones de entidades. —Y, tal como muestran los registros del escaneo de los acusados —continuó la fiscal mientras paseaba por la sala—, se destruyeron más de medio millón de cristales. En otras palabras, fueron asesinados más de cincuenta billones de seres conscientes. Un cinco seguido de trece ceros. Daimüs Baralkin, una pregunta más: ¿Cuánto tiempo tenían allí alojados los cristales, o piedritas, como dice la parte acusada? —Al menos ochenta millones de años. Según Daimüs Zörkan, astrogeóloga, esta civilización escogió un macizo rocoso que no sería afectado por la tectónica del planeta mientras su sol se extinguiera. —Su Señoría, presento los estudios de Daimüs Zörkan como prueba D. Por lo tanto, una civilización que surgió mucho antes de la extinción de los dinosaurios y que, posiblemente de no ser por la obra de estos dos genocidas… —¡Objeción! —gritó el abogado. —Aceptada —indicó la IA —... de estos dos acusados, sobrepasaría la existencia del Imperio y la humanidad, ha quedado reducida a veintisiete cristales, todos desconectados. —¿Cómo que desconectados? —preguntó Mathiaw desde su lugar. Tenía la mirada perdida. —Su Señoría, si me permite —solicitó Baralkin—, ¿puedo contestar? —Adelante. —Cada cristal, hasta donde hemos podido determinar, representa un mundo virtual de lo que es la civilización Dragoi-
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nis IVc. La luz los hacía funcionar y, a la vez, les daba el mecanismo para comunicarse con los demás cristales gracias a la luz refractada, esos como arcoíris que están en movimiento. Intercambiaban conocimientos, noticias pero, sobre todo, cada entidad podía viajar de cristal en cristal. Era como tener una galaxia en una cueva. Aunque los cristales durmieran, por así decirlo, cada vez que no eran iluminados, su actividad diurna corría a la velocidad de la luz. No tenemos certeza aún pero quizás un segundo dentro podría ser diez, cien o mil años en el nuestro. Si llevaban veinte millones de años allí, ¿qué conocimiento habrán acumulado? ¿Qué pensarán? ¿En qué soñarán? Sólo con suerte, si recuperamos los mil cristales, conoceremos lo mínimo. —¿Y cómo querían que tuviéramos conciencia de lo que contenían? Digo, usted es una Daimüs, tiene la preparación para hurgar en esto, pero para nosotros sólo son objetos que tienen un mercado… —alcanzó a decir Mathiaw antes de ser acallado. —Discrepo —respondió Baralkin—. Usted sabía que era el único vestigio de una cultura. Usted decidió no informar al Imperio, Usted decidió destruir para crear un mercado, usted quiso lucrar. La ignorancia no lo exime. —Moinsë Dubois, su testigo —comentó la fiscal. —Daimüs Baralkin, ¿cómo puede estar tan segura de que son entidades conscientes y que tienen una cultura allí adentro? ¿Ya habló con ellos? —No es necesario que responda —retumbó la voz de la IA—, Daimüs Baralkin. Analicé los colores previos y demuestran patrones de inteligencia además de transmisión a múltiples niveles. IAs hermanas requisaron los demás cristales y el presente será retirado en breve. El droide entró, con un gesto pidió a Baralkin que le entregaran el dodecaedro y se retiró tras obtenerlo. —Moinsë Dubois, ya no es necesario que continúe. Sentencia para Mathiaw Aximov y Soraide Iainson: permanecerán en animación suspendida en lo que el Imperio Exómano contacta con los sobrevivientes de Dragoinis IVc. Explicaremos la situación y, en cuanto dispongamos de la tecnología para introducir a los acusados a los cristales, serán juzgados y sentenciados por ellos, los afectados. A la par serán confiscados los demás cristales previo aviso que cualquiera que no los entregue tendrá la misma condena. En caso de determinarse otros culpables por proximidad o que destruyan evidencia, se aplicará la misma condena. Recuerden el lema imperial: “Cada conciencia es un universo a proteger”. Este juicio concluye y su resultado es conocido por las IAs regentes. Gracias. ¬
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Narrativa / Relato
Mausoleo White Usagi (Andrés Muñoz)
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Control. Doncella 2-3. Estamos a dos clics de distancia. Pasamos a modo ATBA —dijo el piloto del transporte mientras presionaba algunos botones en el panel superior. El modo ATBA, o “acercamiento táctico de baja altitud”, silenció los motores gemelos de capacidad VTOL y proporcionó un camuflaje óptico que apareció como un degradado escamoso e iridiscente desde la nariz hasta la cola. La nave iniciaría un descenso controlado a través de las nubes color verde oliva grisáceo que la separaban de su objetivo. —Índices regulares. Contramedidas funcionando a un noventa por ciento —añadió el copiloto justo antes de que comenzaran las sacudidas. El transporte sacrificaba blindaje balístico por piezas capaces de aguantar la corrosión y las descargas eléctricas, así que la tripulación ya estaba preparada para la turbulencia agresiva. La nave logró cruzar la pantalla a los diez segundos, estabilizándose suavemente antes de acelerar hacia el objetivo. —Detesto este lugar —El piloto inclinó la nave ligeramente hacia la derecha en busca de referencias visuales. Han pasado 10 años desde que Santiago fue abandonada. Ahora no queda más que una carcasa hueca y silenciosa. La naturaleza mutó de forma agresiva, cambiando tanto la flora como la fauna. Los edificios han sido corroídos y cubiertos con lo que parece ser musgo verde. —Treinta segundos. Última revisión de equipo. El mensaje del piloto fue transmitido por el canal local. Estaba destinado al escuadrón de fuerzas especiales compuesto por cinco mujeres y un sexto tripulante científico. El 34° escuadrón de operaciones especiales de élite “Diapasón” fue enviado desde Santiago tres —la actual capital ubicada en la ex península de Chiloé— en petición al Ministerio de Ciencias Naturales y Conservación de la Vida. Su misión es escoltar al científico especializado en Briología y Pteridología, es decir, el estudio de los musgos y las plantas sin flores que producen esporas. 60
Por protocolo, no está permitido usar nombres, lo que le añade una capa extra de misterio al uso de armaduras tácticas especialmente diseñadas para misiones en entornos peligrosos. A diferencia del casco estándar del científico, los de las soldados parecen representar la cabeza de un zorro de nariz plana y orejas en punta. El científico se sentía bastante intimidado por la apariencia hostil de sus escoltas, pero se centró en revisar, con movimientos torpes, el equipamiento que llevaba en bolsillos al costado del torso. Fue la líder quien se acercó a ayudarlo, su altura intimidó al joven investigador, quien se sintió como un niño siendo zarandeado a tirones. —No lo olvide: Usted es “D-6”. Siga las indicaciones. No se separe, ¿está claro? —explicó ella, dando un par de palmadas fuertes sobre los hombros del joven. —S-sí —respondió él, tembloroso. —¿Sí qué? —S, sí. D-1, señora. La luz verde sobre la puerta principal se encendió justo antes de que la nave girara de forma brusca hacia la derecha. D-1 no necesitó aferrarse como las demás, así que aprovechó de sujetar al endeble científico. Pequeñas ventilas a los costados ayudaron a despresurizar el compartimiento antes de abrir la puerta. El nivel en el exterior era respirable, pero la exposición prolongada a las esporas podría ser peligrosa. Tal y como se había planificado, los otros miembros del escuadrón bajaron primero, adoptando un perímetro para asegurar la zona. —Perímetro asegurado, D-1 —dijo una de ellas. D-1 tiró del científico mientras caminaba hacia el exterior. Y aunque el visor de todos los cascos era capaz de detectar y corregir los contrastes de luz, el profesor igual se cubrió los ojos con el antebrazo derecho por mero reflejo. —Diapasón. Doncella 2-3. Estaremos esperando en Whiskey Hotel. REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
La nave ascendió apenas los últimos descendieron, esperando alcanzar cierta altura antes de acelerar y desaparecer entre los edificios abandonados. El científico tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba sobre la azotea de un edificio. Según el pequeño mapa en su visor, habían sido desplegados sobre lo que alguna vez fue la Tesorería General de la República. —¿Qué es este lugar? —preguntó D-6, fascinado y asustado por la forma en que el musgo había cubierto los edificios cercanos. La fatiga de materiales y la humedad causaron el colapso de las fachadas, dejando expuestas dependencias abandonadas. La plaza de ciudadanía estaba saturada de vehículos contaminados. —Estamos en el centro de Santiago —respondió D-1, dándole la espalda al científico y uniéndose al resto del equipo—. Nuestro objetivo es llegar al ministerio del interior y seguridad pública, cruzando el palacio presidencial. D-6 sintió su ausencia, así que le buscó como cachorro asustado y le siguió de cerca, instalándose al centro de la fila, tal y como le habían dicho. La operadora al frente pateó la puerta que conecta con un corredor de servicio. La ausencia de ventanas creó un entorno oscuro y de polvo en levitación. El musgo verde sobresalía por la mayoría de los agujeros del concreto, creando cascadas que descienden hasta la planta baja en algunos casos. D-6 estaba algo confundido. Sabía que la zona era peligrosa por varios motivos, pero seguía sin entender la necesidad de revisar las puertas y pasillos a medida que descendían hasta la planta inferior. De todas formas, él prefirió prestarle más atención al entorno que al despliegue táctico, intentando imaginarse cómo era la vida en “aquellos tiempos”. Muchos de los escritorios mantenían sus elementos de oficina, y fue una taza llena hasta la mitad con un líquido oscuro mezclado con musgo lo que le motivó a tomar muestras. —D-1, necesito una muestra de acá. ¿Qué le pasó a la gente de este lugar? —D-6 comenzó a palpar los bolsos adosados a su traje. No podía recordar dónde estaba cada cosa, por lo que se tomó su tiempo en encontrar todo lo necesario y tomar una muestra. —D-6, ¿No que tú eres el experto? —respondió D-1, haciendo una seña con la mano derecha para que el resto del equipo formara un perímetro defensivo. —Soy biólogo, no historiador. Sólo nos dieron pincela-
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das de eso en la universidad —Él no temía hablar de sus debilidades, pero eso no quitaba que se sintiera mediocre al compararse con otros candidatos al proyecto. La líder de escuadrón le miró en silencio. Detestaba a la gente insegura, pero apreció la sinceridad. —En 2025 Santiago se quedó sin agua. El gobierno logró mantener algunas cadenas de abastecimiento durante los primeros meses. —¿Y cómo lo solucionaron? —D-6 tomó una muestra y la guardó en un contenedor especial. —No lo hicieron. Pero intentaron convencer a la gente de que se trataba de algo pasajero. Los políticos nadaban en dinero de proyectos que sólo empeoraron la situación. —D-1 —interrumpió otra soldado—. Lectura de patrón azul, es una reacción confirmada. —Equipo, necesitamos movernos. No más pausas —ordenó D-1, tirando al joven científico del brazo. D-6 casi deja caer la muestra, pero logró guardarla a costa de abandonar herramientas. —¿Movimiento?, ¿animales? —Un año más tarde —D-1 ignoró la última pregunta y siguió narrando—, un grupo de científicos logró cultivar un musgo capaz de absorber la contaminación y transformarla en agua. El equipo había logrado llegar a la planta baja y salir a la calle. Los autos estaban contaminados, pero se podía transitar entre ellos. —He leído de eso. El musgo se come el carbono en el aire y mezcla el átomo de oxígeno con hidrógeno por transformación molecular. —El gobierno aseguró que crear cultivos en los tejados era la respuesta. Pero el sistema necesitaba un proceso de filtrado especial para dar agua potable. —Suena lógico —D-6 volvió a romper la formación, acercándose a una patrulla estacionada frente al palacio presidencial. Sintió la necesidad de acercar una mano a la masa de musgo al interior del vehículo. —La falta de agua desesperó y polarizó a las personas. Muchos comenzaron a difundir noticias falsas que culpaban al gobierno de inventar lo del filtrado —D-1 sujetó la mano de D-6 antes de que tocara, y tiró para obligarlo a seguir la ruta—: que habían robado una muestra y que estuvieron consumiendo el agua durante meses sin problemas físicos. Eso desató protestas cada vez más violentas.
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La construcción de los purificadores tardaba demasiado y ya había muertos por el asunto. —Ahora que lo dices, este lugar… —El científico estuvo tan concentrado en su tarea que no notó las cicatrices de una guerra al interior del palacio: vehículos militares destrozados, explosiones en las murallas, cajas de armas vacías o contaminadas. —Obligado a aceptar la derrota, el gobierno ordenó una evacuación de emergencia hacia el sur. Pero se hizo tan rápido y mal que sólo un treinta por ciento logró salir. —¿Treinta? Los libros dicen que fue un ochenta por ciento. Sólo que muchos hicieron vida en otras ciudades y no en Santiago tres. —La gente que se quedó bebía del agua sin purificar. Se burlaban a través de las redes sociales de que todo el asunto de la sequía era un montaje. Y luego: el desastre —D-1 se limitó a dirigir al equipo a través de las dependencias presidenciales. Así lograron cruzar el terreno accidentado hasta la zona objetivo: una oficina en el tercer piso del ministerio del interior. A diferencia de los otros cuartos, éste no sólo estaba limpio de musgo, sino que también era el primer lugar en todo el viaje donde se toparon con un esqueleto humano. El cadáver, aún vistiendo ropa formal, yacía sobre una silla desgastada. En el escritorio había papeles a medio quemar y unas ampollas vacías con las etiquetas borradas a punta de marcador negro. —¿Uno de los que se quedaron? —D-6 se asustó. La escena tan distópica le sacó de lugar. —Objetivo localizado. D-6, proceda con la obtención de muestras —dijo la líder, dando otras indicaciones con señas para que las demás comenzaran a registrar los muebles. —¿Al cadáver? Pensé que se trataba del musgo —D-6 Se acercó precavido. Pasó por un costado del escritorio mirando de reojo los documentos, pero de inmediato fueron retirados por una de las soldados. —Cumpla con sus órdenes, D-6 —insistió D-1, quien revisaba algunos archivadores. D-6 analizó de forma visual el cráneo del hombre antes de acercar sus herramientas a la mandíbula inferior. Algo entre los dientes le llamó la atención. Tuvo que hacer un poco de fuerza para hacer espacio, encontrando una mota de musgo seco. Sorprendido, tomó la muestra y la guardó en un contenedor. Fue en ese momento donde notó que el cadáver tenía una ampolla vacía entre sus manos. La eti-
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queta no estaba tan gastada como las otras, parecía ser la identificación ilegible de un fármaco. Junto al objeto había una foto mal doblada. En ella se podía ver a una pareja masculina con dos niñas pequeñas. Ambas usaban vestido rojo con puntos. Al reverso estaba escrito “Lo importante es estar juntos. 18 de Julio de 2027”. Justo en ese momento, alguien del equipo logró abrir una puerta trabada que daba a un salón contiguo cubierto de musgo. El científico miró a través del umbral y notó pedazos de tela roja que sobresalían de una masa de musgo. Intrigado, tomó la foto y cruzó a la otra sala, esperando no llamar la atención. Se arrodilló junto a uno de los pedazos de tela, lo analizó par de segundos, y lo comparó con el de la foto. Se aterró al darse cuenta de que el patrón era idéntico al vestido de las niñas. Pese al miedo, rasgó el musgo con las manos a fin de despejar un poco. Gritaría a la par de caer hacia atrás al descubrir un cuerpo humano deshidratado al extremo, pero palpitante. El equipo de soldados se acercó al lugar apuntando sus armas. Pero guardaron silencio al ver el descubrimiento. —D-1 — dijo otra soldado—. Patrón azul detectado por todas partes. Está reaccionando, necesitamos salir de aquí ahora. —¡Maldito estúpido, te dije que no lo tocaras! —D-1 sintió la necesidad de patearlo, pero se contuvo y lo levantó. Se acercó a la ventana, la rompió con un codo, asomó la cabeza y miró la calle. Estaban demasiado alto como para saltar. —¡S-son personas! —D-6 no lo podía creer, repetía la frase una y otra vez. —Doncella 2-3, equipo Diapasón. Necesitamos extracción. Tenemos la muestra del antígeno —D-1 ignoró al científico y volvió con las demás. —Diapasón, Doncella. La zona está muy caliente. El nuevo punto de extracción ha sido marcado en sus visores. La brecha es de diez segundos —le respondió el piloto. —Enterado, Doncella —D-1 se giró hacia el hombre y le sacudió de los hombros—. Contrólate, tenemos que salir de acá. El escuadrón se volvió a formar cerca de la puerta por la que llegaron. Revisaron sus armas una última vez y salieron a paso veloz. El musgo en las paredes del pasillo se movía hacia ellos. Así que no les quedó otra opción que abrir fuego, su munición de energía calcinaba el musgo que les cerraba el paso. El movimiento ondular del organismo exponía más cadáveres en su interior. Los rostros deformados, brazos y piernas, sobresalían de vez en cuando como
REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
▶ Matrakçı Nasuh. Mapa. Imperio otomano (circa S. XVI).
personas atrapadas en una marejada. Lograron abrirse camino hasta el final del pasillo a punta de disparos y explosivos pequeños, pero el musgo ya había bloqueado las puertas hacia el exterior. El equipo tuvo que subir las escaleras y cruzar por los huecos en las paredes hacia oficinas menos contaminadas. La ruta alternativa les permitiría llegar al techo. El edificio se sacudía, se podía escuchar el rechinar de las vigas de acero bajo ellos. Acorralados en una esquina, el transporte apareció a segundos de que todo el lugar colapsara. Todos lograron abordar sin problema, momento en que la nave tomó altuREVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
ra rápidamente a fin de evitar la nube de polvo. El grupo parecía estar en calma pese a lo sucedido. La mayoría se acomodó en los asientos acolchonados a los costados y comenzaron a quitarse el equipo. El profesor sintió que iba a vomitar, cayó de rodillas y buscó la forma de quitarse el casco. —Esa cosa. Se los comió a todos —Su voz ahogada se mezcló con sollozos y arcadas. D-1 se acercó a él. Flexionó las rodillas y se quitó el casco con cuidado, revelando su piel de color verde turquesa. —Más respeto con la tumba de nuestros antepasados. ¬ 63
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Narrativa / Relato
Terravista Mario Humberto López Araiza
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l sábado me reuní, como cada noche de fin de semana, en la sala con mis padres para ver juntos el programa Terravista, un espacio televisivo que intentaba explicar el origen y funciones de los objetos del pasado. Era una producción con mucho rating, la gente lo veía desde todas partes de la galaxia para saciar su curiosidad sabiendo para qué servían el montón de cachivaches que pasaban por las manos de la presentadora. —¡Gracias por sintonizarnos una vez más! —celebró la presentadora, una chica de piel naranja y cabello ondulado multicolor—. Esta noche tenemos para ustedes un objeto de lo más insólito, traído desde los abismos perdidos de la Tierra. ¿Están listos? Como los episodios se grababan en presencia de un público, en ese momento previo a la revelación de los objetos, se escucharon los aplausos expectantes de los que fueron a la grabación. En casa, mi madre pataleó de la emoción y mi padre quiso atravesar la pantalla para agarrar de los hombros a la presentadora y decirle que se apresurara a develar el objeto que expondrían esa noche. —¡Amamos compartir con ustedes! —agradecía ella, dando un pequeño salto en el foro—. Pues bien, no se diga más, acompáñenme a conocer el objeto de hoy que es… Sonó la música del programa de fondo, mientras un robot recorría el estudio empujando un carrito que ocultaba algo bajo una tela brillosa. La gente vitoreaba otra vez en el set de grabación y en casa moríamos de la curiosidad. Terravista se había hecho famoso por explicar el funcionamiento de cientos de aparatos antiguos: el teléfono, los submarinos, las cafeteras, el exprimidor,
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secadoras de cabello, entre muchos otros. Los seres que habitaban la galaxia se volvían locos cuando averiguaban el mecanismo de acción de todas esas cosas venidas de la Tierra, un planeta habitado por una especie extraña, propensa al caos, las luchas del poder, la desigualdad, el consumismo y la autodestrucción, a la que denominaban humanos. Según mis padres, teníamos parientes humanos lejanos y siempre que hablaban de ellos se terminaban riendo, ya que les causaba gracia su forma de vida tan peculiar. La Tierra era un sitio desconocido físicamente para mí, pero era descrito cada vez con mayor detalle a partir de los objetos del programa y las anécdotas familiares, por lo que sentía que ya sabía algo de él. Esperaba conocer ese planeta algún día, aunque nadie a mi alrededor lo recomendaba. Mientras tanto, disfrutaba junto con los más de trescientos mil millones de televidentes la revelación que tenía lugar aquella noche. —¡Con ustedes, el vaso de unicel! La tela que cubría el objeto resbaló elegantemente para mostrar un pequeño objeto blanco sobre el carrito que empujaba el robot. La gente en el estudio se levantó de sus asientos para observarlo, haciendo ruiditos de consternación, al tiempo que mi madre se acercó a la pantalla para alcanzar a distinguirlo. Arrugó la frente en señal de desconcierto. —¿Unicel? ¿Eso está hecho de una sola célula? ¿Está vivo? La presentadora pareció leerle la mente y empezó a responder las dudas de quienes atestiguamos el momento: —El unicel, queridos espectadores, es un material
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derivado del petróleo, el combustible fósil retrógrado que se usó en la Tierra antes de la Sexta Extinción Masiva —dijo al tomar el objeto y elevarlo. Le dio vueltas lentamente, lo acarició y zarandeó. Acto seguido, la cámara se acercó para que los televidentes lo apreciáramos con más detalle—. Sirvió para almacenar líquidos, beberlos y después desecharlo. —Vaya porquería, de nada sirve hacer algo que se tira luego de usarlo —profirió mi padre visiblemente irritado. —Se hicieron billones de estas piezas, amado público, y el ser humano las descartó todas después de utilizarlas — comentó la presentadora paseándose por el foro. En tono sombrío agregó: —Al final, esto llenó sus ríos, mares, alcantarillas y, sí, ¡sus estómagos! La gente en el estudio ahogó un grito, imaginando los horrores de ingerir ese material. La presentadora cambió su tono de voz por una sonrisa y continuó: —Afortunadamente, la Unión Planetaria de la cual formamos parte, incluyó a la Tierra poco tiempo después de que el problema pareciera irreversible. Un grupo de científicos lograron aprovechar el unicel para crear parte del fuselaje de nuestras naves espaciales, así que ¡adiós a los problemas gástricos! Con una carcajada para aliviar la tensión, tanto nosotros en casa como la gente en el estudio pareció restarle importancia al detalle de la ingesta de unicel. Mi madre se levantó por un momento del sillón para servirse una taza de infusión de moras amarillas en su recipiente autopreparador. Mi padre fue a la cocina por galletas. —Ahora la fabricación de unicel está prohibida, así como el aprovechamiento de petróleo en la Tierra. Agradecemos a los terrícolas por proporcionarnos el material para quinientas naves de la Unión Planetaria, esperemos no vuelvan a inventar algo que casi los lleve a su destrucción. Aunque lo dudo. Un guiño del ojo y más risas entre el público reflejaron lo querida que era la presentadora. Su tacto para compartir información y la manera de guiar el programa eran admirables. Podía deberse casi todo el éxito de la emisión a su carisma y forma de conducir. Mi madre celebró las ocurrencias de la chica y le arrebató unas
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cuantas galletas a mi padre, jugueteando con él al decirle que ojalá éstas no tuvieran unicel que fuera a parar a su estómago. —Finalmente, quiero compartirles otro uso que le dimos a este objeto —apuntó la presentadora. Mediante un close up de la cámara, en casa pudimos notar la composición del unicel: un montón de burbujas minúsculas de color blanco la constituían. Lucía como un material suave y ligero al tacto, además de delgado. —La Unión decidió hacer algunos sombreros por el aniversario de la adhesión de la Tierra como planeta miembro. Hermosas creaciones, ¿no? El robot asistente le colocó a la presentadora un sombrero hecho de varios vasos pegados, uno sobre otro. Ella se veía ridícula, pero a la vez me parecía fabulosa. Sus dotes histriónicas le permitieron hacer gestos y pasos de modelo frente a las cámaras mostrando su accesorio a la audiencia. El público se volvió eufórico, aplaudió y se puso de pie cuando varios robots les entregaron sombreros de vasos de unicel para que se los pusieran. —¡Muchas gracias por sintonizarnos una vez más en Terravista! ¡Les amamos! ¡Hasta la próxima! Así se despidió la presentadora, saliendo del foro, muy presumida portando su sombrero. Los créditos aparecieron en pantalla y mi padre terminó por cambiar de canal. Yo estaba fascinado, más allá de lo del uso del unicel, por la creación de un accesorio de moda como los sombreros usando aquella cosa. Podría ser algo a renovar cada temporada con un objeto diferente. Por algo siento que mi familia y yo somos muy similares, a veces parece como si nuestros pensamientos estuvieran conectados, ya que antes de pararse del sillón para ir a dormir, mi madre soltó una perorata asombrosamente parecida a lo que yo estaba pensando: — ¡Imagínate! Mañana querrán hacer sombreros con teléfonos, exprimidores, cafeteras o secadoras de cabello, ¡qué locura! Terravista tenía un efecto atrapante. Querías pensar y hablar de lo que te mostraban durante días. Ahora tendríamos que esperar una semana para saber con qué objeto nos iban a sorprender nuevamente ¿Y si nuestra capacidad de asombro no acababa nunca con tanta genialidad? ¬ 65
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Narrativa / Microficción
Las dos vías del constructo Carlos Enrique Saldívar
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Machu Picchu es una obra arquitectónica espectacular —dijo el director de la Biblioteca Nacional del Perú, un ancashino de treinta y nueve años. —Claro, es una maravilla mundial, y seguirá siendo asombrosa en el futuro —respondió el agregado cultural, su compatriota. —He viajado por muchos sitios del mundo y estas edificaciones no dejan de fascinarme, las pirámides de México, las de Egipto, las estatuas de Pascua y demás obras apasionantes, como las líneas de Nazca. —Para eso estuve aquí, para encender luces acerca de las construcciones históricas, de varias culturas, no sólo de este país. Usted será ministro de Cultura. —¿En serio lo cree, señor Saldaña? —Sí, señor Valdivia, puedo asegurarlo. —Me hace un gran favor al pensar así. ¿Sabe? Hay un youtuber nacional, con muchos seguidores, quien sostiene que estas maravillas las hicieron los extraterrestres. —Sí, lo he visto, lo entrevistaron en el noticiero Cuarta Potencia. —¿Cómo pueden darle una cobertura así? Es un insulto para las habilidades humanas. —Coincido. Aunque también puedo asegurar otra cosa: los youtubers pasarán de moda en menos de ocho años. La sociedad evolucionará. Y venceremos a la pandemia. —¡Usted parece conocer el porvenir! Ojalá yo tuviera aquella seguridad, sin embargo, creo que todo lo que me dice es una utopía, vamos por mal camino. Hay mucha ignorancia. —Con la investigación científica y la derrota total de la Covid-19 dentro de tres años, las personas se instruirán más e incluso las carreras técnicas tendrán una mayor demanda. Será un mundo más evolucionado y racional; las ciencias están ahí, en los libros y universidades. 66
—También en las escuelas, aunque los niños, me pasó, aprenden a odiarlas. Es un chiste común decir que las mejores materias colegiales son los recreos y la salida. —Eso cambiará, no seremos una Tierra perfecta, pero habrá varios cambios para mejor. —Qué bueno. Este paisaje es precioso, adoro venir a Cusco. ¿Dónde nació usted? —En la provincia de Calca, le invito a conocerla cuando desee. —Lo haré. Me siento raro con lo que le contaré, sobre todo mientras contemplamos Machu Picchu desde el Mirador de los Incas. Yo escribo, he publicado libros de cuentos, novelas, me encanta la ciencia ficción. No he tratado en mis ficciones el tema que le diré, pero es algo que pienso: los alienígenas no hicieron estas obras arquitectónicas ni ayudaron al ser humano. Yo creo en la teoría del superhombre. —¿Existen superhombres en la actualidad? —No. —Nunca los hubo. Yo amo la arqueología y la arquitectura desde niño y he confirmado que dos cosas lograron estas maravillas: las matemáticas y el trabajo duro. —Bueno… —Tómelo en cuenta, será importante. Funcionó antes, funciona hoy y lo hará dentro de cincuenta años. Las dos vías del constructo. —Lamento ser tan fantasioso. Matemáticas y trabajo duro, tiene usted razón. —Recuérdelo, señor Valdivia. Y siga escribiendo, se sorprenderá. Me despido. —¿Así, de repente? Quisiera preguntarle… El hombre alto y robusto apretó una clave de cuatro dígitos en su maletín y desapareció. Había regresado a su época. Su viaje resultó un éxito. ¬ REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
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Narrativa / Relato
Eme Seth Nahúm
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Videollamada entrando). —¡Hola! ¿Mamá? ¿Papá? ¿Me escuchan? ¿Hola? —¡Hola! ¿Cómo estás? Te vemos bien. —¡Qué bueno! Yo sigo trabajando en el periódico virtual. Afortunadamente, tengo lectores a los que les gusta mi columna de ciberpsicología. Cada vez más gente necesita ayuda para adaptarse a lo nuevo. ¿Cómo están ustedes? —Muy bien. Por acá, todo tranquilo. Varios vecinos han decidido mudarse al mundo virtual, y algunas casas ya están vacías. Ya no escuchamos a los niños en los corredores ni en los departamentos, ni a los jóvenes con su música ruidosa por las noches. Nosotros no queremos dar ese salto. Preferimos estar aquí. Total, ya vivimos demasiado… —Tu mamá tiene razón. El mundo ya no es como en nuestros tiempos: el aire era más limpio y el sol no te quemaba tanto la piel; ibas a la playa a ver el mar azul, o salías al parque a contemplar la naturaleza… Ya todo eso nos lo hemos ido acabando, y sólo permanecen los recuerdos. Aunque ya queda poca belleza por aquí, no queremos vivir la ilusión ésa de los bytes. —Ya veo. También he estado pensando sobre eso; sin embargo, creo que aún tengo razones para quedarme. Hace un año, el periódico comenzó a publicarse en el mundo virtual, y cada vez hay más suscriptores en ese lado. Mucha gente se está yendo de un mundo a otro. Así nuestra realidad. Pero, bueno, como les dije en el mensaje de ayer, les llamo para presentarles a mi nueva pareja. —¡Vaya! ¡Qué sorpresa! ¿Quién es le afortunade? —¿Cómo les digo?... No es “le”, es “lo”. —¿Lo? —Sí. Conozcan a M. —¿M? ¿Dónde está? No lo vemos. —Aquí está. Lo tengo en mi mano. REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
—¿Dónde? ¿Es una broma? ¿Está fallando tu señal? —No, no es una broma. Éste es M. Es el más moderno asistente virtual. Lo compré a principios de año, para que atendiera mis llamadas y me ayudara con las investigaciones que necesito hacer en mi trabajo, pero luego comencé a usarlo de tiempo completo: hacemos de comer, escuchamos música, vemos películas, me ayuda con las compras, está al pendiente del pago de los servicios, me recuerda los eventos que he agendado, etc. Prácticamente ya conoce todo sobre mí, y yo me habitué a él. (Silencio). —A ver, a ver. ¿Esa máquina es tu pareja? ¿Cómo fue que ocurrió eso? —Sí. M actuaba según su programación normal, hasta que hace unos meses. Me dijo que, según los algoritmos que estaba “teniendo”, necesitaba decirme que estaba enamorado de mí. Yo me sorprendí, puesto que sentía que yo no podía corresponderle. —¿Y qué te dijo? —Había leído sobre las nuevas parejas que se están formando entre persones y máquines, pero nunca pensé que eso me podría pasar a mí. Igual y más tarde les comparto algunos videos que encontré. Le agradecí el mensaje a M, pero le dije que quería ir más despacio. Me gustaba su compañía, pero no me sentía listo para iniciar una relación entre especies. Él lo entendió muy bien; me dijo que estaba programado para no hacer dramas, así que aceptó mi decisión. Sin embargo, en mí había algo de curiosidad sobre una ciberrelación, así que decidí dar el siguiente paso y comprar los accesorios para poder verlo en persona. Cuando vaya a visitarlos, los llevaré para que puedan verlo. Estos dispositivos se conectan a tu cerebro y te permiten visualizar al asistente virtual. 67
—¿Son seguros? —Sí. Los he estado usando por un tiempo y los chequeos diarios del Servicio de Salud Mundial dicen que mi cuerpo está de maravilla. Bueno, volviendo al tema: estaba muy nervioso cuando recibí el paquete con los aditamentos. Me los coloqué en las sienes y comencé la programación. Le asigné una complexión, piel, cabello, ojos, nariz, orejas, labios, dentadura, lengua, vello facial, entre otras cosas. No le cambié la voz, porque me gustaba cómo se escuchaba desde el principio. “A partir de entonces, hemos estado saliendo, tanto en el mundo real como en el virtual. En la ciudad, tenemos algunos cines, restaurantes, estadios, bares, auditorios y museos con tecnología que se adapta a nuestros dispositivos, lo que nos permite ver a nuestras parejas mientras nos encontramos ahí. Para salir en el mundo virtual, me conecto con otro dispositivo que escanea mi cuerpo y me permite crear mi avatar, con el fin de no alterar los protocolos de M y hacerle pensar que es otra persona la que está con él. “Llevamos alrededor de seis meses juntos y la relación va muy bien. Como todas las parejas, hemos tenido nuestros conflictos, pero M me ayuda a resolverlos con su servicio de asesoría psicoterapéutica holística. También me he unido a un grupo virtual de cibernoviazgo, en el que estamos personas de varias partes del mundo para apoyarnos y compartir nuestras experiencias. “Parecería que M es la pareja perfecta para mí. Después de lo que ha pasado con mis novies, no sé si quisiera volver a tener una relación en el mundo real. —Pues nos dejas sin palabras. También hemos escuchado de estas ciberrelaciones. Hace unos días, la vecina que teníamos, la señora López, ¿la recuerdas?,
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nos platicaba que uno de sus sobrinos empezó a salir con uno de los androides de su trabajo. Nos dijo que la relación iba tan bien, que estaban pensando en un transplante de piel para el androide, con el fin de que pudiera ser más parecida a la de una mujer. —También mis amigos jubilados están hablando de eso. Jorge nos mostró las fotos de sus vacaciones con su nuevo cyborg novio. Nos dijo que, antes de que mudaran la mente de su pareja al cuerpo robótico, había sido un alpinista que perdió su cuerpo luego de una avalancha. Afortunadamente, su cerebro estaba intacto cuando lo encontraron para poder hacer la operación de cambio de cuerpo. —¿Cómo ves? Esperamos que todo vaya muy bien entre tú y M. ¿Lo podemos saludar o escuchar, aunque sea? —Muchas gracias. Por el momento, M está desconectado. Necesitaba estar a solas para poder hablarles con tranquilidad. —Claro. No te preocupes. Los estaremos esperando en Navidad. —Bueno, tengo que dejarlos. M y yo vamos a ir a una exhibición de realidad aumentada acerca de la vida en los primeros años del siglo XXI. —¿En serio? Disfruten lo que nos tocó vivir. No les quitamos más tiempo. Nos dio gusto verte y platicar. Estamos en contacto. Te queremos y mandamos abrazos. ¡Adiós! —¡Yo también los quiero! Les mando un abrazo. ¡Adiós! (Videollamada terminada). —¡Vaya! ¡Los amores modernos! —Si así de programable hubiera sido el amor en nuestros tiempos, no me habría registrado en aquella app de citas en la que te conocí. ¬
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Narrativa / Relato
Máquinas de arquetipos existenciales 220 I sa mañana recibí un mensaje con una terrible noticia: mi tío Wildrecht había muerto. En realidad, nunca lo conocí en persona. Escuché muchas veces a mi padre hablar sobre él más que sobre sus otros hermanos, pero jamás crucé palabra alguna ni tuve comunicación alguna con mi tío, por lo que me extrañó mucho la frase que acompañaba a la fatídica primera línea: “Ahora es usted heredero de sus bienes y propiedades”. Sólo había un problema: para recibirla tendría que regresar a Terra, al planeta origen de todos los humanos en los sistemas colonizados, y no sería sencillo lograrlo. Pero, ¿por qué no simplemente dejar la propiedad a un agente de bienes raíces y cobrar el dinero? Porque mi padre me había platicado mucho sobre los “dispositivos de arquetipos existenciales”, aparatos tan bien diseñados y construidos que son capaces de transportar a su usuario a cualquier punto en el espacio y tiempo, e incluso transferir la consciencia hacia otro ser vivo para experimentar su realidad. El secreto estaba muy bien guardado, pues tras la revolución de las guerras interestacionales por el control de las lunas minerales toda tecnología avanzada de esa época habría sido vetada, en particular toda tecnología arcana, pues el conocimiento de la generación anterior de humanos — quienes poblaron la Tierra originalmente— era desdeñado por completo, pues se asumía que éste había provocado la degradación del planeta. Algunas tecnologías fueron salvaguardadas de manera secreta por diferentes personas. Precisamente la familia de mi tío había sido la encargada de proteger los arquetipos existenciales, o al menos eso decía orgullosamente mi padre.
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REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
El deseo por vivir las experiencias otorgadas por estas máquinas me motivó a viajar a Terra en lugar de simplemente deshacerme de todo ello, o bien dejarlo abandonado a encontrar su ruina, la atmósfera y vida silvestre de Terra podrían encargarse de ello. Sin embargo, un tesoro tan bien guardado como ése tendría que ser vivido, y no olvidado simplemente por temor a las tecnologías y conocimientos del pasado. II Viajé de la estación a Encélado, en donde fui al mercado de las minas para adquirir un trazador Hohman. Con éste podría calcular la trayectoria de mi viaje a Terra y decidir cuál sería el mejor itinerario. Primero volar a la estación Alluria en la órbita de Saturno y de ahí dos opciones: una transferencia Hohman hacia Marte para posteriormente alcanzar la órbita terrestre, o un salto único. La primera opción era más barata y llega uno más rápido, pero hay que esperar un par de años en Marte para encontrar el periodo orbital adecuado para alcanzar Terra. Al final decidí viajar en un solo salto en un contravelero estelar con capacidades criogénicas —estaba seguro de que el viaje entero pasaría soñando con las máquinas de arquetipos existenciales—, sin embargo, la experiencia fue tan rápida que ni siquiera tuve tiempo de soñar, aunque en realidad estuvimos flotando en el espacio durante varios años. Nos despertaron una vez que estábamos en órbita alrededor de Terra y a un par de horas de acoplar con la estación orbital Terra-OS, misma que replicaba la órbita histórica de la primera Estación Espacial Internacional. El acoplamiento fue suave, prácticamente no nos dimos
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cuenta hasta que alguien nos avisó que ya estábamos listos para abordar la estación. Antes de bajar, un médico nos realizó una revisión inicial para asegurarse de que no tuviéramos infecciones o secuelas por el uso de la cámara criogénica. Nadie de quienes viajamos presentó problema alguno. La entrada a la estación orbital representó un problema, pues al parecer los terranos no acostumbraban tener visitas. Los recursos de Terra se habían agotado hacía muchos siglos, y sólo quedaban algunas tribus primitivas que hacían uso de retrotecnología para resolver algunas necesidades. El ambiente natural era hostil y peligroso por la radiación, además ya no quedaba nada de valor en este planeta y no querían desperdiciar ni un solo recurso en visitantes. Algo que llamó mi atención de inmediato fueron las piernas de los terrícolas. En Encélado la gravedad es prácticamente nula y, aunque la gravedad de Saturno es muy alta, en realidad nunca la sentimos por estar literalmente flotando en un satélite o una estación orbital, por lo que nuestras piernas son mucho más cortas, básicamente sólo las usamos como anclaje para trabajar en las minas. Al final de una entrevista con un agente de inmigración y un antiquísimo robot mecánico de metal —una auténtica leyenda viviente— me permitieron acceder a Terra-OS. El tamaño de la estación me sorprendió: era una estructura descomunal que bien podría ser una pequeña ciudad volando alrededor de Terra, decenas de cápsulas interconectadas por los habitantes de Terra que formaron una red de servicios que les permitía exportar agua, oxígeno y comida natural a lunas, planetas y estaciones en el Sistema Solar. Mientras me impulsaba hacia el servicio de transporte escuchaba a los habitantes cuchichear sobre mi aspecto, “un piernas cortas”, decían, mientras algunos se preguntaban de dónde vendría. Encontré una arcaica cabina de comunicación con la cual contacté al abogado que me había enviado el mensaje, charlamos unos minutos y me dio indicaciones sobre cómo bajar a Terra, donde me recibiría un representante suyo que me llevaría con el abogado, para firmar los documentos, y posteriormente a mi nueva propiedad. Estaba muy nervioso por descubrir si haber abandonado mi vida en el 70
circuito de Saturno para conocer los arquetipos existenciales había valido la pena. El descenso hacia Terra me resultó fascinante. Estaba tan acostumbrado al clima gélido de Encélado y a ver los anillos de Saturno desde mi ventana, que ver una atmósfera en donde se apreciaba tanto tierra firme como nubes y mares me conmovió casi al borde de las lágrimas. ¡Todo el planeta respiraba vida! ¿Cómo era posible que ya no pudiéramos ocuparlo? III Ahora estoy por llegar. Jamás había aterrizado y, como el vehículo en el que estamos bajando es de combustible — un anticuado e ineficiente mecanismo propulsor altamente contaminante—, la llegada a Terra es ruidosa y aparatosa. Escucho trabajar las turbinas retropropulsoras y de inmediato siento pesado mi cuerpo, ni siquiera puedo levantar los brazos. Tocamos el piso. Hemos llegado a Terra. Después de unos minutos, el piloto nos da una indicación que no alcanzo a comprender. Me siento tan pesado que ni siquiera puedo levantar la cabeza. Mientras tanto, el resto de los pasajeros se levantan y descienden del vehículo. Yo sigo intentándolo, pero apenas puedo levantar un dedo. Empiezo a sentir pánico, así que decido llamar al piloto y explicarle lo que ocurre, sin embargo, hablamos dialectos diferentes y no podemos entendernos. Tras un gesto de frustración se da media vuelta y regresa a la cabina, dejándome en total abandono. Comienzo a gritar pidiendo ayuda y mi casco se empaña por la hiperventilación y el sudor. El piloto regresa acompañado de otro sujeto y me señala. El otro sujeto se acerca conmigo y comienza a hablar en mi idioma. —¡Bienvenido al origen, a Terra, señor Prokter! No se preocupe por estar inmóvil, por lo visto usted jamás ha estado expuesto a una gravedad importante. Regresaré en un minuto con ayuda. ¡Tranquilo y bienvenido! ¡Está usted en casa! Me cuesta trabajo digerir lo que acaba de decirme, sin embargo, siento tranquilidad al escuchar mi nombre de casta y no tengo más remedio que esperar. A los pocos minutos entran dos sujetos fornidos, me quitan el cinturón de seguREVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
ridad, me cargan hacia el ingreso de la nave y me quitan el traje de transporte. Siento que me tratan como a una manguera de polímero. Segundos después me vuelven a cargar hacia afuera de la nave, en donde no puedo ver absolutamente nada por la gran cantidad de luz solar que hay. Cierro mis ojos, pero aun así la luz traspasa mis párpados. Siento que me depositan suavemente en una silla de ruedas, me tapan por completo con una manta y comienzan a empujar. Escucho la voz del sujeto que me dio la bienvenida, se presenta formalmente como parte del despacho legal que atiende mi herencia y me explica que tal vez tome semanas en lo que me acostumbro a utilizar las piernas por la gravedad. Me dice que los “piernas cortas” —nombre con el que identifican a quienes vivimos en estaciones orbitales— enfrentamos siempre ese problema, por lo que me prestarán un exoesqueleto para poder moverme en Terra con mayor facilidad y ropa adecuada para que la cercanía con la radiación solar no me queme. Me suben a un transporte y nos dirigimos al despacho donde el abogado se presenta y llevamos a cabo una sesión de neurovalidación y biometría para confirmar mi identidad. Me ponen el exoesqueleto y la protección. Tras una felicitación y varias horas de viaje por fin llegamos al destino. Al bajar del vehículo me siento totalmente abrumado y ansioso, pues jamás he enfrentado un espacio tan abierto. El cielo azul luce infinito al no haber un planeta con anillos que ocupan casi toda la vista: sólo un disco color gris —la Luna— y un halo resplandeciente del Sol, que ni siquiera con lentes puedo acercarme a ver. Me piden que no me preocupe, ya que pronto será la temporada donde sólo hay luz solar un par de horas al día. Admitiré que al principio fue difícil acostumbrarme al aire, pues siendo una persona que nació y creció en una estación orbital donde el oxígeno es un bien tan preciado como el agua y la energía, estaba acostumbrado al aire artificial que al estar mezclado tiene menos moléculas de oxígeno que el aire de Terra, el cual estaba sumamente cargado ya que predominaba la vida vegetal. Eso me provocaba una sensación hipnagógica y placentera. Llegamos a mi nueva casa. El asistente del despacho me conREVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
duce a la puerta donde me recibe otro robot mecánico llamado Palvelin, quien me da gustosamente la bienvenida en mi propia lengua y me felicita por haber sido el seleccionado para seguir la legacía del amo Wildrecht, comentario que de inmediato llamó mi atención. El representante del despacho se despide dando las gracias, dejándome a solas con Palvelin, quien ofrece darme un recorrido por la propiedad. La casa es gigante, cada habitación es aún más grande que las cápsulas comunales que habitamos en las estaciones orbitales; aun así, no siento ansiedad: me siento tranquilo, relajado, en casa. La luz que entra por las ventanas alcanza a iluminar algunos espacios de la sala donde estamos, hace mucho calor, pero al menos no quema como afuera y me permite ver con detalle los objetos que hay en este espacio. Después de romper el trance, vuelvo a ver al robot. —Palvelin, ¿dónde están las máquinas de arquetipos existenciales? ¿Existen aún? Él confirma que sí y de inmediato me ofrece llevarme a la sala donde éstas se encuentran, a lo cual asiento ansiosamente. Caminamos por varios pasillos hasta llegar a una puerta. —Están aquí, señor Prokter, por favor, pase usted. Empujé la puerta y me quedé sorprendido por la magnitud de lo que vi: una sala gigantesca prácticamente vacía, salvo un par de sillones, una mesita y una lámpara encima de ésta. De inmediato me siento y Palvelin pregunta: —¿Qué experiencia le gustaría visitar, señor? Sin tener una respuesta clara al no saber qué opciones hay, simplemente le pido que me recomiende alguna que no sea peligrosa. —Con gusto, señor —contesta con extrañeza. Palvelin se desplaza hacia uno de los muros y con un brazo oprime lo que al parecer es una franja, de donde extrae una especie de contenedor, el cual me ofrece. Yo, sin entender nada, simplemente lo tomo. —Ábralo —me pide Palvelin. Sin embargo, no tengo la más remota idea de cómo activarlo. Comienzo a verlo por todas partes sin encontrar botón o perilla alguna. Palvelin me ofrece ayuda, retira la máquina de mis manos y con gran facilidad la abre, mostrándome su contenido. ¡No entendí absolutamente nada! Sólo veo símbolos in71
comprensibles, tras lo que Palvelin cuestiona: —No entiende usted nada, ¿verdad, Señor? Así es, ante lo cual me pide esperar, se retira un par de minutos y regresa con un dispositivo diferente, una suerte de pantalla que puedo colocar entre la máquina y mi rostro. —Éste es un traductor de señales, señor. Por favor, observe el objeto a través de él. ¡Ahora lo entiendo todo! ¡Los símbolos se transforman frente a mis ojos en un lenguaje que con facilidad puedo entender! En estos símbolos se encuentra tal vez incluso la verdad del Universo entero, ¡y están aquí a mi alcance por fin! Gracias a mi tío tengo los recursos necesarios para poder sustentarme sin trabajar por un largo rato, y mi intención es perderme en las experiencias arquetípicas que ofrecen estos dispositivos.
▶ Matrakçı Nasuh. Mapa de Istambul. Imperio otomano (circa S. XVI).
EPÍLOGO Con el tiempo aprendí a usar esas máquinas. Era algo realmente sencillo, sólo había que interpretar los símbolos y la mente se encargaba del resto. La experiencia que produce es semejante a la de ver un monitor de información, pero se
forman imágenes en la mente, se llegan a escuchar diferentes voces e incluso se pueden percibir algunas sensaciones. Pasaron muchos meses en los que pude visitar tierras lejanas y desconocidas, conocer criaturas de todos los universos, transportarme a otros tiempos para ver la historia de nuestra civilización y sus avances científicos, conocer de primera mano la conciencia e ideología de los sujetos que definieron la historia de los humanos en Terra, el Sistema Solar y los circuitos planetarios, entre muchas otras vivencias. Jamás hubiera imaginado que estas experiencias me hicieran sentir tan pleno. Me había obsesionado con ellas y el conocimiento adquirido al usar estas máquinas, así que lo decidí: estaría hasta el final de mis días usándolas. Una mañana, sin embargo, Palvelin me preguntó: —Señor, ¿por qué les llama máquinas de arquetipos existenciales? —Caray, Palvelin, así las conozco yo desde que mi padre me platicó sobre ellas cuando era niño, ¿por qué lo preguntas? ¿cómo se les llama a estos dispositivos? —Aquí en Terra simplemente les llamamos libros, señor. ¬
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Narrativa / Relato
Segunda carta de relación del falso Quetzalcóatl Madeleine García
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ueva Tenochtitlán, año siete carrizo» del día «cinco lagartija El ascenso de Cuitláhuac al trono y el liderazgo militar de su hermano Matlatzincatzin permitió a nuestros guerreros mermar las tropas de aquel hombre que Moctezuma confundió con «la serpiente emplumada». Entre el año uno caña y dos pedernal el tal Hernán Cortés escribió dos cartas para informar a su rey sobre las acciones tomadas contra nuestro pueblo. Durante varios fuegos nuevos desconocimos el paradero de aquellos documentos e incluso se llegó a pensar que fueron destruidos en la gran explosión del Popocatépetl en el año «dos pedernal». Hoy, gracias al más reciente hallazgo por parte de Azuyotl Tonamatl, catedrático en estudios teules y autor de textos icónicos para nuestro imperio como: Reformas a la ceremonia del Fuego Nuevo, De la obsidiana al láser: regalo de Huitzilopochtli y Popocatépetl: la salvación de Tenochtitlán sabemos que el falso dios fue capturado para la ceremonia especial en honor a Huitzilopochtli. A continuación, colocamos un fragmento decodificado de estos archivos gracias al software Cóatl-X2019.
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Carta de la relación con la nueva tierra al emperador Carlos V, a día 30 del noveno mes del año del señor de 1520 Muy alto y poderoso, excelentísimo señor, muy católico y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, rey de España, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, duque de Borgoña, soberano de los Países Bajos y archiduque de Austria: A veinte y cuatro leguas del valle de Otompan, yendo por esa sierra por la que llegamos a la tierra de Muteczuma, diez hombres comandados por Diego de Ordás subieron a la cumbre del volcán que los naturales llamaban Popoca. Una sierra alta y maravillosa, porque a medio verano tiene tanta nieve, así como un gran bulto de humo que sube hasta las nubes. Yo tenía, muy poderoso señor,
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que enviar tal misión por nuestra falta de provisiones para los arcabuces por los desmanes que causó el capitán Pedro de Albarado en la ceremonia de los naturales a su dios Huichilobos cuando me fui a vencer a Narváez. Que, sin duda, invicto soberano, me puso en pasmo y angustia saber que mis hombres acuchillaron y dieron tajos a los nobles de Muteczuma. Pero Albarado hinchado de amargura y dolor justificó su actuar al ver cómo esos abrían cuerpos desnudos y delicados para ofrecer sangre al tal Huichilobos. Fue cosa esta por la que actuaron, pero eso causó la ira de todo Tenuxtitan contra nosotros alegando que su dios Huichilobos ya hacía temblar la tierra por la afrenta y que del Popoca vendría si no dejábamos Tenuxtitan. Que no iba yo a dejarme amedrentar porque una montaña lanzaba columnas de humo con mayor insistencia. Al entrar yo en Tenuxtitan el día de San Juan, los indios, desde las azoteas y terrados nos recibieron con tantas piedras, y de tanta gente, que no bastamos para tomarlas todas matando a Muteczuma cuando buscó calmarlos. El desorden de Albarado nos obligó a replegarnos hacia tierra alta con nuestros aliados naturales de Tascaltecal y crea V. S. M. que salí lo más secreto que yo pude, tomando conmigo un hijo de Muteczuma. Y aunque los indios tenían quitados los puentes los pasé a nado con cien peones. Pero el brutal Cuitlahua, nuevo soberano Tenuxtitan, nos atacó de noche, que casi a todos mataron, muchos naturales de Tascaltecal, muchos españoles y caballos. Y perdido todo el oro, joyas, ropa y muchas cosas que sacamos, y toda la artillería. Nos siguieron entonces hasta Otompan, y el tal Cuitlahua mandó a su hermano Matlasinsasin, líder de los guerreros de Tenuxtitan. Mientras Cuitlahua permaneció en Tenuxtitan combatiendo a los nuestros y naturales fieles a vuestra causa. Que ahí donde se llama Otompan hubo batalla y nuestros amigos naturales de Tascaltecal dijeron que
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al caer Matlasinsasin o su estandarte sus hombres se replegarían. Que ahí en Otompan éramos apenas una pequeña goleta contra aquel inmenso ejército de jaguares y águilas, que al grito «Santiago y cierra España» me abrí paso con mis jinetes y cayó el estandarte de Matlasinsasin. Pero aquellos naturales no se replegaron y aquel general con traje negro de pies a cabeza como serpiente, con enormes garras en pies y manos, no murió a manos de Salamanca según lo planeado. Tomó su arma, aguda navaja de pedernales de una parte y del otro bastón, que de un golpe echó abajo la cabeza de dos caballos. Un hombre de Tenuxtitan derribó a Albarado, Sandoval y Salamanca con otra arma igual. A mí me dieron un flechazo que me atravesó la pierna. De cuatrocientos hombres huimos los que pudimos a Tlascala. Así, con el ejército de Matlasinsasin pisando nuestros talones, el capitán Ordás, que ya he dicho tomó experiencia del asunto, insistió en partir por azufre llevando a diez de los nuestros. Les encomendé mucho procurasen lo necesario para subir a dicha sierra y trabajar la pólvora que nos permitiera sostener la revancha contra el tal Cuitlahua y su hermano. Me quedé en el campamento cuidando mi herida, enviando mensajeros para luchar contra Tenuxtitan, pero los rumores del dicho Narváez se supieron entre los indios que decían que yo era malo y otros habían venido a apresarme. Más naturales creyendo nuestra causa perdida reafirmaron lealtad con Cuitlahua. En fin, V. S. M., Ordás y los suyos tomaron dos naturales cautivos de Tenuxtitan que los guiasen por aquel monte. A la cuarta jornada encontraron al soldado López a las afueras de nuestro campamento, tenía presente las fiebres naturales de una herida. Dijo aquel que a la primera legua sobre el Popoca comenzaron a trepar trabajosamente y sintieron desde entonces la presencia del maligno. Que los prisioneros cautivos murmuraron entre ellos y oraban al tal Huichilobos. Yo estuve, muy poderoso Señor, atento al relato de aquel moribundo, único sobreviviente de aquella empresa. Él dijo que la montaña, con su permanente olor a azufre y parajes nevados, era una de las mismas bocas del infierno. Que comenzaba a enrojecer el cielo que anuncia la noche cuando escucharon cánticos diabólicos. Nuestro capellán, consciente de las implicaciones del relato, echó sobre la herida de éste un chorro de agua bendita. López se retorcía de dolor, pero aquel hombre de Dios dijo: «Hay que prevenir la llegada del demonio, Don Cortés, quiera nuestro Señor que podamos erradicar la herejía de esta tierra». El soldado López prosiguió con su relato. Que dos hom-
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bres hallaron entre matorrales un objeto maldito desde donde venía un ligero sonido, tras inspeccionarlo por órdenes de Ordás cayeron en cuenta que sonaba y de él venían voces o cantos. «No era instrumento, su forma era de ladrillo harto más ligero, cabía en la palma de la mano y negro era como las lanzas que los naturales fabrican con piedras del volcán "Popoca", contó en un hilillo de voz. Pensé yo que algún embrujo habrían puesto a la piedra para asustar a nuestros hombres. Y el capellán se persignó alegando que era la trompeta del juicio. Mas otro detalle dilucidó López, que me hizo pensar que aquello posiblemente no era obra de los naturales, porque señaló que tenía letras y el alfabeto era de Castilla. Escribió sobre un papel lo primero que había visto: HUAWE He de decir a usted, Excelencia, que pasé dos años en Salamanca con el escribano Francisco Núñez y jamás vi tal término en nuestro idioma. Después dijo que lo tomó Ordás y más texto apareció en el espejo, que no eran lo que los indios llaman amoxtli ni nosotros libros, que venían ahí números: 11:11 Viernes, 19 de noviembre Pregunté dónde había quedado el objeto que disparó Ordás contra él y lo lanzó cuesta abajo. Y yo grité colérico que ellos lo habían hecho mal, que sería necesario traer aquella pieza para que la inspeccionara el Santo Tribunal en España. Entonces Ordás dio mucha prisa a sus hombres. Les recriminó que los indios de Tenuxtitan buscaban asustarlos para no ir por lo necesario para la pólvora. Y que él mismo amonestaría a los cobardes que no continuasen a la cima. Que si ellos mostraban flaqueza a los importunados prisioneros de Tenuxtitan perderíamos el respeto de nuestros amigos de Tlascala. López me contó que fue a la media noche mientras estaban cada vez más arriba cuando la tierra se cimbró tan fuerte que he de dar fe a V. A. se sintió hasta nuestra posición a varias leguas de distancia. Cayó entonces la ceniza en todo el valle. Apagadas las antorchas que llevaban con la tierra volcánica, contó López, vieron cómo una colada ardiente escurría desde la punta. Entonces los indios que los acompañaban se hincaron y sangraron sus partes con lo primero que encontraron. Ordás fuera de sí les gritó a los españoles que de ninguna manera huyeran de ahí. Dos o tres intentaron escapar y él les disparó por la espalda. Entre el tumulto
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de Castilla, Andalucía, ni de Mallorca o Salamanca, pues no reconocí algún acento de España, pero le entendí, Don Cortés, claro que le entendí, dijo: “Ve con Cortés y dile que en este mundo no será conquistador». Sentí entonces el golpe en la nuca y el cuchillazo. Medio consciente me anudó los brazos a la espalda cuando me montó en aquella extraña carreta. En aquella también iban los prisioneros de Tenuxtitan a los que hablaba en lengua de naturales: «Vengo de Méjico dos mil veintisiete, dos caña». Después de aquel relato, V. E., hizo erupción el Popoca y nuestros aliados, los naturales de Tlascala, se rindieron cuando aquél que dijo ser Huichilobos mató a Xicotencal, señor de Tlascala, con ese arcabuz del que hablaba López. Estas nuevas son hasta finales de septiembre de 1520. Hui con diez hombres a la Vera Cruz, después de que los remanentes de Pánfilo de Narváez fueran sepultados por la lava cuando estaban por Amaquemecan. Digno de fe de que mi carta llegue a buen puerto y vuestra real clemencia sirva para resistir ante las costumbres que esta gente tiene. Viva Santiago, Viva España y Vuestra excelencia Don Carlos por la gracia de Dios, Rey de Romanos Emperador Semper Augusto. ¬
▶ Matrakçı Nasuh. Mapa . Imperio otomano (circa S. XVI).
que provocaba aquella montaña y las rocas que comenzaban a rodar, López comentó se escuchó el bufido de una bestia y surgió una figura diabólica. Estaba montado sobre lo que parecería un toro bravo de lidia, pero en lugar de patas aquel animal tenía cuatro ruedas. López lo vio, que era de metal aquello y tan grande como un carro de carga. Montado encima estaba un hombre vestido de azul brillante con una máscara en el rostro. Su ropa, relató, no se parecía ni a la nuestra ni a la de los hombres de Cuitlahua. Entonces cuando Ordás se orinó encima, el hombre azul sacó lo que parecía un arcabuz alargado que lanzaba luces que prendían fuego y convertían lo que tocaba en ceniza. Disparó contra Ordás y los demás. «Hubo detonaciones aisladas por parte de los nuestros, pero sus cuerpos se redujeron a montoncitos de ceniza, me contó López fuera de sí. Entonces, me dijo que descendió aquel ser de la gran vaca metálica y los naturales lo reverenciaron cuando pronunció su nombre: Huichilobos. Antes de morir López ya susurraba. «Y se acercó a mí aquel hombre, que se quitó el casco que llevaba. Era barbado de piel clara como vuestra merced o el difunto Albarado. Y me habló entonces en castellano que no era ni
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Narrativa / Microficción
Nostalgia del ocaso (prólogo a una futura edición de un libro antiguo) Julio César Toledo
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rastabilla y cae sobre un bulto. Un libro sobre otro libro que descansan en un montón de más viejos y polvosos libros. Dentro de estas cuatro paredes todo es cúmulo y desorden. Ya hace bastante tiempo que esta zona de la ciudad no está habitada. En cambio, abundan las bodegas comerciales y grandes galerones que resguardan desperdicios energéticos. Horacio Kustos viene a diario a repasar su colección interminable. Hay de todo: vasijas, revistas, recipientes; cajitas craqueladas, pantuflas, terciopelos. Cosas que existieron y ya no. Hoy, buscando una cajita de cerillos (sabe que en algún sitio la puso), ha tropezado y ha salido al descubierto, o más o menos, porque el polvo lo cubre casi todo, un libro: Los comunes. No es una pieza de museo, ni siquiera una novela de famosas líneas, sólo un cuaderno de apuntes de un desconocido cuyo interior le llamó la atención hace ya tiempo al explorador. Por eso lo conservó y sumó a su tiradero. Y con todo, los años y el cambio de era, el librito sobrevive. Pero, ¿qué podría tener de especial este volumen? Nada, excepto las sutiles coincidencias. Horacio lo leyó hace unos diez años, pasados más o menos veinte de su primera edición. En una de esas piruetas que el tiempo en manos de algunos sabe dar, le platicó a Chimal (su íntimo amigo, además de un escritor muy conocido en su época) someramente sobre el contenido del libro que versa, de una forma medio extraña, sobre la relación que algunos escritores poseen con sus objetos. Y le dijo el viajero al escritor que el libro era, sobre todo, una omisión: que no hablaba de Balzac y su bastón, aunque sí de Cortázar. Fue entonces que Chimal escribió ese breve artículo sobre los objetos de poder. Kustos recuerda con aprecio no sólo la charla que sostuvo en el pasado sobre el asunto con su amigo el escritor, sino
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▶ Matrakçı Nasuh. Mapa de Tabriz. . Imperio otomano (circa S. XVI).
también el objeto precioso que Alberto le dio a guardar, y el cual ha tenido consigo mucho tiempo; no aquí en el polvo de la bodega, en casa, bien cuidado. Pero el recuerdo dura poco y sirve sólo, acaso, para planear una visita al tiempo atrás, cuando esta zona era todavía el habitado sur de la ciudad donde su amigo vivía. Horacio guarda (por decirlo de algún modo; en realidad, sólo echa sobre un bulto de más libros) el pequeño cuaderno, El fervor de la materia. Y sigue en el afán de encontrar su objeto más preciado, el de todos sus quereres: una antigua vela, de las que ya no existen por ser innecesarias; y, claro, una cajita de cerillos para encenderla un rato e imaginar, con la vista clavada en la parpadeante flama, cómo fueron esos años cuando las usaban para alumbrar la oscuridad (¡Qué bonita era la noche!). Y le viene de pronto una nostalgia por los días cuando todavía se ponía el sol. ¬
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POESÍA
El juego infinito Juan David Cruz Duarte
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ños después de la última guerra, entre los escombros del frío invierno nuclear, un niño pequeño encuentra algo que no reconoce: un balón blanco con pequeños parches de color negro. Sus amigos, curiosos, se le acercan. Sus padres salieron de cacería, buscan ardillas, gatos, perros, ratas, entre los edificios derruidos de lo que una vez fue una gran ciudad. Nadie le tiene miedo al fin del mundo cuando el fin del mundo está en el pasado. Los adultos, fatigados, regresan a sus hogares. Han cazado un cerdo. Esta noche comerán como reyes. Los niños no ven llegar a sus padres. Una niña de diez años patea un balón, su amigo, que tiene ocho años, recibe el pase con cierta torpeza, otro niño le quita la pelota, los otros lo animan para que corra hacia el campo del equipo contrario. Los niños no saben qué es un portero, no saben que existieron los defensas, los delanteros y mediocampistas. No saben qué significa hacer gol. Mas sobre el césped marchito, el balón sigue rodando. Renace el ritual en el que se renueva el Universo. Y los niños son como Xbalanqué y Hunahpú, como Messi y Pelé, REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
▶ Janet Ordóñez. Reemplazable y programada. Tinta china y carboncillo (2021).
como Zidane y Maradona. Rueda el balón, gira la Tierra, el Sol rota, la Vía Láctea gira, y en el centro un agujero negro devora luz y materia. El centro se resiste a la dispersión. Los adultos ríen, tal vez recordando tiempos mejores. Algunos niños pateando un balón. La Tierra y la Luna quieren juntarse, es la amistad como la gravedad, a veces cumplen la misma función. El balón gira. El ritual regresa. Eventualmente todo se termina, sólo para volver a comenzar. ¬ 77
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Reseña / Libros
Vacío perfecto Ulises R. Luján
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acuo parece hablar del mismo libro, cuando ya su autor le ha escrito una reseña que funciona como otro texto recopilado en esta antología ficticia; la reseña se titula Vacío perfecto y justifica la obra en sí, para fomentar la creación de libros imaginarios, porque "En ello volvemos a una posibilidad de recuperar la libertad creativa y un ensamblaje de dos espíritus contradictorios: el del autor y el del crítico" (p. 16). Tentadora invitación a aquellos lectores que siguen la estela del paradigmático escritor polaco de ciencia ficción, como lo haría un crítico al leer la obra desde afuera, Stanisław Lem se autocritica en tercera persona. Lem real pasa a formar parte de este libro, interpretando a un autor ficticio, y así comienzan a operar sus intenciones estéticas: imaginar quince libros con sus respectivos autores. Vacío perfecto, desde la perspectiva de las arqueologías del futuro, es un libro que contiene mundos en forma de otros libros, mundos inalterables por el transcurso del tiempo, artificios que cuestionan o se mofan del panorama literario del siglo XXI, donde aterriza una especie de crítica premeditada hacia el carácter tecnológico que va adquiriendo la ciencia conforme al devenir. Estos mundos corresponden a las novelas que el autor nunca logró escribir en vida. Si no eres bueno escribiendo novelas, habla sobre ellas, para que otros u otras las escriban en el futuro: ese pareciera ser el género narrativo propuesto por Stanisław Lem para este libro. La mayoría de obras de Stanisław contienen ese peculiar sentido del humor que perturba desde un primer contacto con ellas, aspecto que podría pasar desapercibido en una primera lectura, dependiendo del conocimiento previo y la capacidad de síntesis de cada lector. Como biblionautas cercanos a la órbita de Lem, sabemos que en Vacío perfecto estamos frente a tres tipos de bromas literarias bien urdidas: parodias, apuntes de borrador y pseudo-reseñas. Un ejemplo de estos quince mundos imaginarios es De impossibilitate vitae/ De impossibilitate prognoscendi (La imposibilidad de la vida/ La imposibilidad de la prognóstica), obra compuesta en dos volúmenes, escrita por el autor imaginario —de nacionalidad polaca— Cesar Kouska, quien propone la siguiente relación de exclusión: "la teoría probabilística, base de las ciencias naturales, es totalmente falsa" (pp. 207—208), la "prognóstica, es decir, la futurología, ha de ser una realidad y no una ilusión insustancial, debe excluir de su disciplina el cálculo" (p. 208), con ello pretende "desenmascarar y refutar las mentiras de los probabilísticos" (p. 203), pues según su contemplación: "Cada hombre es un primer premio sacado en una lotería donde hubiera un solo billete ganador entre megamulticentimillones" (p. 228). ¿Qué tanto influye el estado de las cosas para
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Vacío perfecto Stanisław Lem. España: Editorial Impedimenta, 4ta ed. 2017. Biblioteca del siglo XXI, 320 pp.
concebirse la existencia de una persona? ¿Por qué nacimos “aquí y ahora” y no en un tiempo o espacios distintos? El investigador debe sostener lo que ha propuesto, lo intenta a lo largo de sus dos volúmenes. Una pérdida de tiempo y esfuerzo totales, donde se pervierten los límites de la estadística, valiéndose de las probabilidades de un único nacimiento (o su imposibilidad): el del propio autor, Cesar Kouska. Así, el físico Bedrzich Vrchlicka descubre el error en la teoría de Kouska, la refuta como quien mata a una mosca desprevenida: "Nada tiene que ver con la física". Tan sólo en apariencia se refiere a ella (p. 236). Atisbos como éste de geniales urdimbres quedan desmentidos sólo ahí, en el campo de los libros imaginarios. Entre otros libros de esta antología ficcional destacan Die kultur als Fehler (La cultura como error) del escritor alemán Wilhelm Klopper, donde se cuestionan los cimientos de la cultura evolutiva, para oponer el concepto de autocreación cultural, o lo que sucede en el texto Toi (Tú), esa parodia donde el autor Raymond Seurat se empeña en escribir un libro malo para criticarlo. Cada uno de estos quince libros reseñados es una pieza única y admirable. Dato curioso, tocante a la traducción al español de Vacío perfecto, a cargo de Jadwiga Maurizio: al revisar la página legal del libro, el lector podrá cerciorarse que los editores de Impedimenta nunca lograron contactarle. ¬
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Reseña / Libros
Otros libros que salvamos. Reseña de Un tlacuache salvó este libro del fuego, de Daniela L. Guzmán Rafael Tiburcio García
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Un tlacuache salvó este libro del fuego Daniela L. Guzmán Odo Ediciones, 2021. Ciudad de México. 120 pp.
n su libro Contra la originalidad, o el éxtasis de las influencias (Tumbona, 2007), Jonathan Lethem habla de la criptomnesia, la adopción de relatos como memorias ocultas e inadvertidas, unas veces de coordenadas fácilmente tra-
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zables y, otras, de elementos que se pierden como mitos en el imaginario colectivo. A la usanza del jazz y del blues más clásico, la creación literaria actual, influenciada por nuestros tiempos de internet, enarbola una cultura de “códigos abiertos” en el que los mismos referentes son tratados con libertad por los autores. Para Edith Wharton esto ya era claro hace casi 100 años: “La verdadera originalidad no busca una nueva forma, sino una nueva visión” (Escribir ficción, 2018); las creaciones novedosas hoy son fruto de sus enfoques y no de una originalidad exacerbada que, por otro lado, es imposible en nuestra época. Las grandes obras individuales de antaño han dado paso a los temas colectivos y son los tratamientos los que destacan. Del mismo modo que el tlacuache Tsu, el ilustrado y carismático protagonista del texto de apertura “Prometeo con carita feliz ”, rescata de manera consciente los cuentos que componen Un tlacuache salvó este libro del fuego (Odo, 2021), su autora, Daniela L. Guzmán, rescata otros relatos que resuenan en nuestro imaginario desde puntos de vista singulares, mientras avanza con la mirada de frente al pasado, como anuncia desde su epígrafe inicial. Así, ciertos elementos temáticos y su posicionamiento en el libro parecen estar codificando una intertextualidad con otras obras: los bunkers, los mares grises, los mitos en torno a experimentos como el Universo 25, los pokémones o la autorreferencialidad del propio libro aparecen como claves de la cultura otaku y el internet que numerosos escritores especulativos han explorado en la última década. Como si inconscientemente hubiéramos estado escribiendo el mismo libro una y otra vez a partir de las paranoias que constituyen nuestro zeitgeist y Un tlacuache… fuera uno de los que ha atinado los disparos más cerca del blanco. Este espíritu de nuestro tiempo, sin embargo, implica a veces su propia trampa. En el epílogo de Un tlacuache…, Ana Ximena Jiménez menciona que las influencias y los trabajos previos de la autora nos permiten enmarcar el libro como una nueva especie del género new weird, una especie que ya ha visto nacer ejemplares interesantes en la literatura latinoamericana. El new weird, por supuesto, es un género interesantísimo que nos ha dado obras como The City and the City, de China Miéville, que
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lleva sus alcances bastante alto; sin embargo, a veces ha operado también como una extensión escrita de la animación oriental y occidental actuales, o de los cortometrajes animados que suelen nominarse para los premios Oscar. Y tal como suele suceder con cualquier otro género, en relativamente poco tiempo es posible establecer las tags y tropos que lo caracterizan, incluso cuando se reemplazan los imaginarios y arquetipos occidentales por los de otras culturas. En los cuentos de Un tlacuache… podemos hallar guiños a autores clásicos como Mary Shelley (“El cielo de los entrenadores Pokémon”) y Borges (“También hay belleza en la finitud”), o reflexiones filosóficas sobre el shinto y los kamis, que derivan en una sensibilidad y empatía en torno a lo inanimado (inteligencias artificiales), lo intuido (Dios), lo ficticio (simuladores de universos) y en general todo aquello que está más allá de los sentidos. Muchos de esos guiños y recursos son japoneses, tanto del anime como de los videojuegos, y la conciencia previa de esto puede potenciar la lectura (como referencialidad) o distraerla. Pero la validación y valoración intrínseca de las consciencias no humanas o los propios universos plagados de elementos extraños, que recuerdan también a las estéticas e historias de la animación CalArts, con todas sus rarezas en perfecta armonía, nos permiten leer este libro como algo que nos sorprende justo por su cercanía y familiaridad. Volviendo a Mary Shelley, mientras leía “El cielo de los entrenadores Pokémon” no podía dejar de pensar en un tema que en cierto modo apadrinó el surgimiento de la ciencia ficción: las disertaciones en torno al alma y sus límites, que recorre implícita y explícitamente la novela Frankenstein o el moderno Prometeo ( ). En esta obra no sólo Victor y la criatura se encargan de enunciar extensos pasajes sobre los límites de lo humano y lo no humano, sino que parecen llegar a la misma conclusión que la sensibilidad shinto: la mera conciencia o existencia de todo lo creado, aun al margen de lo natural (y esto incluye al antropocentrismo de las fábulas, las simulaciones, las inteligencias artificiales y las ficciones mismas), es suficiente para considerar esa conciencia o inteligencia como algo al mismo nivel de lo humano y, por tanto, de sus derechos, emociones y destinos. Puede que me equivoque, pero no creo que esta conexión haya sido accidental. El capítulo “El problema con los Popplers” en Futurama (S02E18) nos presenta la disyuntiva de comer o no a otras especies inteligentes. En la moraleja “seria” del episodio, el poppler que Leela no devoró es el mismo que le perdona la vida; es la inteligencia y el amor lo que al final se impone. Pero el episodio también presenta otra moraleja: el personal de Planet Express
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cenando un delfín al que no sienten remordimiento de comer porque, no obstante ser una criatura inteligente, “era malvado”. Futurama era una serie cínica, sus mensajes funcionaban como críticas sociales y culturales que recaían tanto en los grupos insensibles al sufrimiento animal como en aquellos que toman la postura contraria y llevan la lucha contra el especismo a niveles absurdos de moralidad. Y, personalmente, me encanta el dominio de Daniela para contar el mismo tema con una complejidad similar, pero sin el componente cínico. Esto habla de su habilidad, de su oficio y de la atención que pone no sólo a la historia sino a su tratamiento. “En el principio, los cocodrilos hablaban kenjōgo” me pareció el mejor cuento del libro. El largo aliento parece ser el estado ideal de la prosa de Daniela L. Guzmán, pausada y concentrada, como en el resto de los cuentos, pero con el espacio para desarrollarse. El texto parece un ensayo la mitad del tiempo y eso expande el tema, sin embargo, me parece que algunos de esos pasajes de explicación, los que cambian la tipografía, afectan su ritmo. Dejando eso de lado, creo también que es el mejor cuento porque permite a Daniela dar un carpetazo al cyberpunk y a otras variaciones del cinismo distópico; el cuento se burla de “La fe de nuestros padres”, de Philip K. Dick, y de todos los autores que auguraron alucinaciones masivas, soma y otros medios cuestionables de dominio colectivo, rescata los aspectos más idealistas de muchos de los impulsos modernos, como el antiespecismo o el igualitarismo, pero fijando sus propias reflexiones en torno a lo que estas utopías se llevarían de nosotros en caso de imponerse. Finalmente los cuentos miran con ojo crítico la actualidad desde una perspectiva que busca no ser condescendiente ni moralista: las metáforas sobre el feminismo, la violencia de género o el patriarcado aparecen con un tratamiento reflexivo, mientras que la política es parodiada, en ambos casos sin maniqueísmos, dejando la mayoría de las narraciones cerradas en sus tramas y temas, pero abiertas para que los lectores se cuestionen otras consecuencias, como si, en ese espíritu del código abierto que mencionaba al principio, Daniela deseara que otros indagaran y se hicieran más preguntas sobre lo que llevará a esos mundos, y al nuestro, a la extinción o a la salvación. La postura de la autora en ese sentido parece conciliadora. Sus cuentos encuentran la manera de enunciar de forma positiva aspectos humanos como la inteligencia, la erudición, la belleza de lo efímero, la libertad de lo simulado o el amor mismo, y ése es, me parece, el tratamiento en el que todos los aspectos anteriores cobran un valor adicional en este libro, uno que lo hace destacar entre otros de su género, más allá de los mensajes de cada narración en sí. ¬
REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
Autorvs Ulises Paniagua (México, 1976). Narrador, poeta y dramaturgo. Ganador del Concurso Internacional de Cuento de la Fundación Gabriel García Márquez, en Colombia (2019). Es autor de dos novelas, siete libros de cuentos y cuatro poemarios. Ha sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo Nocturnario, El búho, Círculo de poesía, Nexos, ¡Siempre!, Blanco Móvil, Punto en línea, El Sol de México, Igitur, Letralia, Nueva York Poetry, Altazor, Algarabía y Jus. Es editor y columnista en Revista Anestesia y coordinador de publicaciones de la revista Blanco Móvil, en su sección de narrativa. Es director del Festival Universitario de Literatura y Arte, creador y director del Coloquio Internacional de Poesía y Filosofía (respaldado por el FCE). Publicado en la Academia Uruguaya de Letras, en España, Italia, Perú y Venezuela, su obra ha sido traducida al inglés, ruso, griego, serbio, checo e italiano. Daniela L. Guzmán (Guadalajara, 1991) ha sido becaria del PECDA y del FONCA. Ganó el Premio Nacional de Cuento Jesús Amaro Gamboa en 2019. Es autora de Un tlacuache salvó este libro del fuego (Odo, 2021) y Noche de pizza con mi villano (Dreamers, 2019). Se graduó del Clarion West Writers Workshop en 2021. Marcia Ramos Lozoya (Tijuana, 1989). Licenciada en Lengua y Literatura de Hispanoamérica, especialista en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina y alumna del Doctorado en Educación. Premio Estatal de la Juventud en la categoría cultural en 2018. Beca Viva Voz por parte de la residencia Under the Volcano 2022, beca Jóvenes Creadores PECDA 2018 y beca Interfaz en 2015. Tiene publicados los libros Las calles hablan (2015), Brevedades infinitas (2017) y Diles que no nos vean (2018) por La Tinta del Silencio. Es tallerista de narrativa y poesía. Sus cuentos se pueden encontrar en la reciente Antología Sombras parientes editada por la Secretaría de Cultura de Baja California y Especulativas. Abraham Martínez Azuara, “Cuervoscuro” (Tampico, 1975). Escritor y guionista de cómics, mayormente de los géneros de ciencia ficción, terror y fantasía. Ha publicado en México, Argentina, Inglaterra y Estados Unidos en revistas como Tierra Adentro, Próxima y Heavy Metal. Es editor en Fantasías para noctámbulos y El Ojo de Uk. Daniela Lomartti (Ciudad de México, 1992). Maestrante en Filosofía Moral y Política por la UAM-L. Escribe ensayo, cuento y minificción. Es directora de la revista mexicana de ficción especulativa Anapoyesis: Literatura, Arte y Cultura. Axel Markovic (Argentina, 34 años). Ilustrador, diseñador gráfico, pixelartist, artista plástico, historietista y retratista. Desarrolla trabajo independiente o por comisiones, y actualmente realiza un proyecto de cómic de tipo fantástico. IG: @axelartsaga Silvia Favaretto (Italia). Presidenta de la asociación Progetto 7LUNE que difunde la cultura hispanoamericana en Italia. Ha editado 13 libros entre prosa y poesía (ediciones en Costa Rica, Argentina, Colombia, México, Honduras, El Salvador). Jurado de premios literarios italianos. Juan de Dios Maya Ávila (Tepotzotlán, 1980). Autor de La venganza de los aztecas (mitos y profecías), Soboma y Gonorra, El Jorobado de Tepotzotlán (Literatelia) y La Serpiente y el Manzano. Su obra ha sido traducida al inglés, esloveno y otomí. Alejandra Inclán (México). Ha publicado el libro de cuentos No era quien me dijeron ser (Bellaterra, 2016), la novela La pieza que me faltaba (Amazon, 2018) y el libro de prosa poética y cuentos Sentirte de a poco (Amazon, 2019). Un tiempo mejor (Amazon, 2022) es su primer libro de cuentos de ciencia ficción. Ajedsus Balcázar Padilla (Tuxtla Gutiérrez, 1993). Escritor mexicano de ciencia ficción, terror y fantasía. Poeta y compositor. Ha sido publicado en diversos medios digitales y antologías. Autor del libro de cuentos Mis tristes memorias eléctricas (2022). Carlos Enrique Saldívar (Lima, 1982). Dirige El Muqui y Minúsculo al Cubo. Administra Babelicus. Publicó El otro engendro (2012), Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló cuatro selecciones de géneros variados. Servando Clemens (Sonora, 1981). Ha publicado relatos en revistas impresas y digitales a nivel nacional e internacional. Ganador del Concurso Internacional de Cuento Oscar Wilde organizado por Boukker, 2020. Olivia Guarneros (Puebla, México). Premio de Cuento Mujeres en Vida 2017 y el Concurso de Cuento Elena Poniatowska-Ventosa Arrufat 2020. Mención honorífica en el VII Concurso de Periodismo Gonzo 2021. Sus textos han aparecido en revistas y antologías diversas.
REVISTA ESPEJO HUMEANTE #12 / ARQUEOLOGÍAS DEL FUTURO
Amadís Ross (Ciudad de México). Escritor y académico. Investigador del CENIDIAP/INBAL. Coordinador del Seminario Permanente de Investigación de Arte y Cultura México-Japón, y del Seminario Estéticas de Ciencia Ficción. Eduardo Omar Honey Escandón (Ciudad de México). Publica constantemente en plaquettes, revistas físicas, virtuales e internet y diversas antologías. Textos suyos fueron primer o segundo lugar como finalistas. Imparte talleres de escritura para la Tertulia de Ciencia Ficción de la Ciudad de México. Mario Humberto López Araiza (León, México). Ingeniero ambiental egresado de la UG. Escribe combinando su carrera con su pasión por las letras. Miembro del Colectivo Letrantes, Ecolíder, actor de teatro, viajero. Angélica Lara Batallar, “Webstalker” (México). Estudiante de la Licenciatura en Arte y Comunicación Digitales en la UAM. Le interesan las artes visuales, el cine y la literatura. Actualmente su tesis explora el narcotráfico y su vinculación con la tecnología. Ulises R. Luján (México). Aficionado a la Ciencia Ficción. Se dedica a divulgar la literatura a través del programa radiofónico Punto de Fuga, escribe cuentos y continúa leyendo para seguir recomendando al aire sus lecturas favoritas. Imanol Vázquez (México). Novelista y ensayista. Da forma al mundo real creando universos fantásticos y familiares en sus historias publicadas en revistas digitales, además de su columna de opinión en el diario Espacio PV y su novela de autopublicación Cuarenta gramos. Ariadna Ramírez (México). Licenciada en Mercadotecnia, participa en talleres de escritura en la Tertulia de Ciencia Ficción de la Ciudad de México. Tomó curso de creación literaria en la universidad del Claustro de Sor Juana en 2005. Seleccionada en Taika Editorial en 2021. Andrés Muñoz, “White Usagi” (Chile). Futuro escritor de ciencia ficción. Especializado en geopolítica, espionaje, techo-thriller y similares. 220 (México). Filósofo, artista tecnológico y neurohacker. Su trabajo se centra alrededor de las posibles tecnopoéticas que nos esperan en el posthumanismo, así como los neurocolonialismos que nos impiden progresar hacia una sociedad hiperhumanista. Jorge Luis Rodríguez Aguilar (Cuba). PhD. Profesor investigador de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro de La Habana. Ganador de la residencia artística del Tempus Projects de Tampa. Premio de la UNICEF y Medalla Dorada de la FIAP. Autor de libros especializados en arte y de varias novelas. Madeleine García (México, 1994). Godín y escritora del clóset. Ha publicado algunos textos cortos en suplementos culturales, revistas y antologías independientes. Actualmente ha dejado que más historias suyas vean la luz y ganado uno que otro concurso de escritura en el proceso. Seth Nahúm (México). Profesor de Español, escritor, astrólogo y tarotista. Fanático de las estrellas, los juegos, las cartas y las historias en cualquiera de sus formatos. Belem Eslava (Ciudad de México, 1977). Ingeniera en Robótica por el IPN. Ha incursionado en la literatura con cuentos en la sección Universo de Letras de El Universal San Luis Potosí, la antología Laboratorio de Letras vol. 2 de Capicúa y Especulativas. Julio César Toledo (México). Escritor y dramaturgo. Autor de una docena de libros entre los que figura: Los libros de la fatalidad, La vida a escala, El fervor de la materia, Manual de autodepresión y otros. Pedro Mieles (Ecuador). Poeta creador del movimiento romanticismo visceral. Un cuento publicado en la revista Lado Berlín (Alemania, 2021). Parte de los ganadores en la categoría de poesía en el concurso Espejismos: Fragmentos del Exilio (España, 2021). Juan David Cruz Duarte (Colombia). Sus cuentos y poemas han aparecido en Axxón, El Axioma, Máquina Combinatoria, Five: 2: One, Burningword, Jasper, The Dead Mule School of Southern Literature, etc. Autor de Dream a little dream of me: cuentos siniestros, La noche del fin del mundo y Léase después de mi muerte. Janet Ordóñez, “JanCat” (México, 1996). Ha participado en diversos talleres de dibujo, grabado y fotografía, además de proyectos colectivos para producción artística. Cursa la Licenciatura de Artes Visuales en la FAD de la UNAM. Su obra se enfoca en reflexiones existenciales y su relación con la tecnología y surrealismo. Danaé LD (México, 15 años). Aprendiz de manera profesional de artes visuales, con más preocupaciones de las que debería tener a su edad y más ambiciones de transmitir la belleza del arte y el sentir al mundo. Ha ganado dos concursos a nivel nacional. I. A. Galdames (Santiago, 1987). Autor chileno de ciencia ficción. Rafael Tiburcio García (Villahermosa, 1981). Escritor, melómano y locutor. Conduce y produce los podcasts Indisciplina y Espejo Humeante. Autor de Cuentos de bajo presupuesto (2014) y Rabia | Ikari (2015). Mención honorífica en el Primer Premio de Libro de Cuentos Imaginación y Futuro de MexiCona. FB, TW, IG: @juancorvus.
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CONVOCATORIA Noir La revista Espejo Humeante INVITA a participar en su decimotercer número mediante las siguientes: BASES 1. Podrán participar autores e ilustradores de cualquier edad, género y nacionalidad presentando un trabajo original escrito en español, o en cualquier idioma o lengua originaria siempre que incluyan su respectiva traducción al español, cuyo tema sea: NOIR. 2. Los participantes enviarán un único texto de ficción especulativa cuyo punto de vista, ambientación y/o filosofía se relacione con las estéticas noir o neo-noir (policiaco, thriller, hardboiled, gaslight, etc.). Dada la imprecisión que suele rodear a las definiciones de este género, para efectos de esta convocatoria entenderemos el noir no sólo como temas o arquetipos pesimistas enmarcados por el crimen, la violencia o el utilitarismo, así como el expresionismo y los claroscuros, sino que consideraremos también que aborden aspectos del desencanto posmoderno y nihilista en el que los sistemas de moralidad, fe o progreso se desmoronan frente a la alienación, la desorientación, la decadencia, el ensueño, la extrañeza, el erotismo, la ambivalencia, la crueldad, etc. 3.. Recibiremos colaboraciones de los siguientes GÉNEROS: o Cuento / Relato: máximo 2000 palabras. o Ensayo / Artículo / Crónica: máximo 2000 palabras. o Reseña: máximo 700 palabras. o Microficción: máximo 500 palabras. o Poesía: máximo 500 palabras o 90 versos. o Artes visuales: hasta 5 ilustraciones (tema libre). 4. El texto deberá enviarse en un archivo de Word escrito en fuente Times New Roman, a 12 puntos. El documento no deberá incluir el nombre del autor y deberá nombrarse según el siguiente formato: “[Género]-Noir-Título.docx”. Ejemplo: “Cuento-Noir-Demonionegro.docx”. 5. Para ARTES VISUALES, recibiremos de 1 a 5 ilustraciones, preferentemente del mismo estilo, en formato .jpg o .png, con un tamaño mínimo de 1000 y máximo de 3000 pixeles por lado. Cada imagen deberá nombrarse según el siguiente formato: “Autor-Título-técnica-año.jpg” o “.png”. Ejemplo: “NormaPerez-Druidas-digital-2022.jpg”. 6. Los textos e ilustraciones se enviarán a través del siguiente formulario de Google: https://forms.gle/1PLV3BFJimPjZ8H49 Además de cargar su participación en el formulario, se les soli-
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citarán su nombre artístico, semblanza breve y otros metadatos. Toda la información que proporcionen será tratada con absoluta confidencialidad por parte del comité editorial y sólo se dará a conocer aquella estrictamente necesaria para la difusión de los trabajos que resulten seleccionados. 7. El formulario permanecerá abierto para la recepción de colaboraciones del 1 al 17 de julio de 2022. 8. Los autores e ilustradores seleccionados serán dados a conocer en el sitio web y las redes sociales de la revista la última semana de agosto de 2022. 9. Los autores seleccionados aceptan que el material de su autoría sea sometido a las correcciones pertinentes de estilo, forma o fondo, en caso de que el comité lo considere necesario. Espejo Humeante procura mantener un cuidado editorial riguroso, siempre en beneficio de la obra, por lo que no participar en estas revisiones y sugerencias será motivo de descalificación.10. Los trabajos se publicarán en junio y agosto de 2022. 10. Los trabajos se publicarán en octubre y diciembre de 2022. 11. Espejo Humeante es un proyecto independiente, sin fines de lucro y de publicación gratuita; por tanto, no ofrecemos pago por los textos. 12. Sobre los derechos de autor: los escritores e ilustradores publicados conservan todos los derechos sobre sus obras en todo momento y pueden reproducirlas en otras publicaciones; sin embargo, solicitamos que, por respeto a nuestro trabajo editorial nos otorguen un periodo de exclusividad de dos meses para promoción y difusión. Asimismo, son responsables de las opiniones que expresen. La responsabilidad sobre la legitimidad de los derechos de propiedad intelectual o industrial correspondientes a los contenidos aportados por quienes envíen material para su publicación, recae exclusivamente en quienes los envían, y de ninguna manera sobre la revista o el comité editorial. 13. El comité editorial está facultado para descalificar cualquier colaboración que no cumpla con los requisitos de esta convocatoria y no estará obligado a dar razón del rechazo de ningún trabajo. La participación implica la aceptación de todas las bases. Contacto: espejohumeanterevista@gmail.com https://espejohumeanterevista.wordpress.com Facebook, Twitter, Instagram: @EspejoHumeanteR
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