Fanzine Revista latinoamericana de ciencia ficción Número 11.5. “Lengua ficción”. Abril de 2022.
Coordinador editorial
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Rafael Tiburcio García.
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Selección Miguel Angel de la Cruz Reyes, Felipe Huerta Hernández, Miguel Ángel Lara Reyes, Rafael Tiburcio García y Zacarías Zurita Sepúlveda.
Revisión y corrección Felipe Huerta Hernández y Rafael Tiburcio García.
Diseño y maquetación Rafael Tiburcio García.
Imágenes © Publicdomainreview.org. | Tim McDonagh | Itzel G. García | Adriana Rocha “Drita” | Clemente Gaitán | Ma. Susana López
Ilustración de portada y contraportada Itzel G. García. Betta (2021). | Clemente Gaitán, Sin título (2021).
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Índice f
Presentación......................................................................................................................... 3 Instrucciones ........................................................................................................................ 4 Velo del lenguaje ................................................................................................................ 7 El banquete de lo indecible ............................................................................................ 10 Prolog .................................................................................................................................. 14 Singularidad de la lengua solitaria ................................................................................ 18 Falta de palabras ............................................................................................................... 19 Apuntes sobre la inminencia del apocalipsis lingüístico humano ........................... 22 Cuando las letras se enamoran ...................................................................................... 23 Calígine............................................................................................................................... 25 Cubículos............................................................................................................................ 29 Escúchalo bien................................................................................................................... 32 El organismo corrupto...................................................................................................... 33 Lo que abandonamos en el fuego .................................................................................. 37 ORCULOS ......................................................................................................................... 40 El tabú de la política en Space Invaders (2013) de Nona Fernández ....................... 41 Ambigüedades .................................................................................................................. 47 Cantar de las sombras...................................................................................................... 48 Contacto .............................................................................................................................. 52 El forastero ......................................................................................................................... 55 El retorno ............................................................................................................................ 56 Breve historia de un minuto ............................................................................................ 58 El silencio del bosque ...................................................................................................... 60 Misión (Relatos del Museo de la Memoria) .................................................................. 61 Moronas de la lengua ....................................................................................................... 63
Presentación
NEIL GAIMAN, UNO DE los autores de fantasía y ciencia ficción más importantes de las últimas décadas, utiliza la alegoría de los muros de piedra para describir el oficio de la escritura. “Un muro de piedra es hermoso cuando lo ves al borde de un campo en medio de la nada, pero se vuelve más impresionante cuando te das cuenta de que fue construido sin argamasa, que el constructor tenía que elegir cada piedra para hacerla caber en su lugar. Redactar es como construir esa pared. Es una continua búsqueda de palabras que se ajustan al texto, en tu mente, en la página. La historia y el personaje, la metáfora y el estilo, pasan a ser secundarios a las palabras. El constructor erige su muro una piedra a la vez hasta que llega al otro extremo del campo.” Quizá Gaiman se equivoca, o quizá simplemente no puede abarcarlo todo, finalmente hay tantas poéticas como autores, pero reflexionar sobre el papel que cumple la palabra en la escritura, incluso en la de imaginación, nos puede ayudar pensar en la importancia del lenguaje mismo en la escritura. Los cuentos que presentamos en este FANZINE, “Lengua ficción”, expanden los universos del lenguaje y la comunicación que iniciamos el número anterior: el lenguaje como tabú, la creación, la comunicación interespecie, los lenguajes no verbales, los metadatos, la lengua como dominación cultural, lenguas idénticas cuyas palabras significan cosas distintas, el lenguaje a través de los intrincamientos neuronales, el lenguaje autoconsciente, las palabras que descorren el velo de la realidad, la esperanza del conocimiento absoluto, los lenguajes no verbales, la lengua franca, la desarticulación como estética, textos que, con su multiplicidad, dan cuenta de lo fértil y sobre todo lo vigente que resulta el lenguaje como tema entre las personas que lo utilizan como herramienta de creación. De este modo, el FANZINE 11.5 presenta diecinueve narraciones, dos ensayos y tres poemas en los que el lenguaje orienta algunas de las vías que pueden seguir las ficciones escritas en Latinoamérica. Acompañan a los textos las imágenes de ilustradorvs creadas para esta convocatoria. Esperamos que disfruten este número y nos ayuden a dispersarlo. ¬ El comité editorial
Abril de 2022.
Instrucciones Neil Gaiman (Trad. Rafael Tiburcio García)
TOCA EL PORTÓN de madera que hay en la pared y que no habías visto antes. Di «por favor» antes de abrirlo, cruza el umbral, desciende por el sendero. Un diablillo rojo de metal sobre la puerta pintada de verde hace las veces de aldaba, no lo toques; te morderá los dedos. Recorre la casa. No cojas nada. No comas nada. No obstante, si una criatura te dice que está hambrienta, dale de comer. Si te dice que está sucia, límpiala. Si llora porque se ha lastimado, Siempre que puedas, alivia su dolor. Desde el jardín trasero podrás ver el bosque agreste. El hondo pozo a tu lado conduce al reino del invierno; una tierra distinta se extiende en el fondo. Si en este punto das media vuelta, puedes volver atrás, a salvo; no hay de qué avergonzarse. No pensaré mal de ti. Cuando dejes atrás el jardín, estarás en el bosque. Los árboles son viejos. Hay ojos que te observan entre la maleza. Bajo un retorcido roble verás sentada a una anciana. Es posible que te pida algo; dáselo. Ella te mostrará el camino al castillo. En su interior habitan tres princesas. No confíes en la menor. Sigue adelante. En el claro que hay más allá del castillo,
los doce meses se sientan alrededor del fuego, calentándose los pies, compartiendo sus cuentos. Puede que te hagan un favor, si eres amable. Quizá diciembre te deje recoger fresas en su escarcha. Confía en los lobos, pero no les digas a dónde vas. Puedes cruzar el río en la barca. El barquero te llevará. (La respuesta a su pregunta es ésta: Si le entrega el remo a su pasajero, quedará libre y podrá abandonar el barco. Pero díselo sólo desde una distancia prudente). Si un águila te regala una pluma, mantenla a salvo. Recuerda: que los gigantes tienen el sueño muy pesado; que a las brujas, a menudo, las traiciona su apetito; que los dragones tienen siempre un punto débil en alguna parte; que los corazones pueden estar bien ocultos, y los traicionas con la lengua. No sientas celos de tu hermana: Las rosas y diamantes que salen de los labios son tan molestos como las ranas y los sapos: también son más fríos, afilados y cortantes. Recuerda tu nombre. No pierdas la esperanza: lo que buscas será encontrado. Ten fe en los fantasmas. Confía en que aquellos a los que ayudaste, te ayudarán a su vez. Ten fe en los sueños. Confía en tu corazón y también en tu historia. Cuando vuelvas, hazlo sobre tus pasos. Los favores serán correspondidos, las deudas quedarán saldadas. No olvides tus modales. No mires atrás. Vuela a lomos del águila sabia (no caerás). Nada a lomos del pez de plata (no te ahogarás). Cabalga en el lobo gris (aférrate fuerte a su pelaje).
Hay un gusano en el corazón de la torre; y ésa es la razón por la que no permanecerá siempre en pie. Cuando llegues a la casita, al lugar donde comenzó tu viaje, la reconocerás de inmediato, aunque ahora parecerá más pequeña que al principio. Sube por el sendero y atraviesa el portón que nunca habías visto antes, excepto aquella vez. Y luego vuelve a casa. O construye una. Y descansa. ¬
Tim McDonagh (2015).
Velo del lenguaje Mario Andrés Arcos Guerrero (Colombia)
HAY UNA VERDAD orgánica que da vida a todas las manifestaciones humanas y que se halla contenida en aquello que hablamos o escribimos, tal vez sea ése el elemento principal del que se han nutrido los grandes oradores para ejercer su poder de convencimiento y manipular a las masas. La religión que nos tocó en este lado del mundo se fundamenta en la palabra escrita y su influencia, ha levantado a la civilización que conocemos atravesando, querámoslo o no, nuestros comportamientos. En el estudio sobre las palabras y sus funciones, han sido necesarias la asistencia de perspectivas disímiles, como aquellos aportes de la sociología, la religión o la lingüística, para redefinir el complejo concepto de lenguaje. La cosmogonía judeocristiana ha considerado al lenguaje como un atributo característico de los seres humanos, producto de la intervención divina que se manifestó de manera repentina, teniendo como función que el hombre diera la denominación a los distintos animales que poblaban una tierra antediluviana. En cambio, para los pueblos originarios de Centroamérica, el lenguaje en los seres humanos fue el resultado de una sucesión de muchos intentos fallidos, en los cuales los dioses crearon seres con la intención de que tuvieran facultades tanto físicas como mentales propicias, que les permitieran comprender el mundo que les rodeaba; podría decirse que dentro del conjunto de esas facultades era indispensable para los dioses conseguir que los seres que creaban pudieran emplear un lenguaje articulado que les permitiera comunicar los fenómenos que sucedían en su entorno. El alma del lenguaje y sus funciones Antes de que existiera la palabra escrita estuvo el signo, el símbolo, la representación de pic-
togramas que posteriormente se transformaron en ideogramas hasta alcanzar la complejísima abstracción de la escritura cuneiforme, en cuanto al lenguaje articulado, grupos de seres humanos se sentaron a compartir su visión del mundo y de la realidad por medio de la tradición oral. El lenguaje seguía su curso más allá de sus funciones comunicativas, cumpliendo con un rol primordial al constituirse en un medio a través del cual se conformarían distintas comunidades con idiomas distintos. El lenguaje trascendió las esferas de información y comunicación, porque, simultáneamente, también desarrolló funciones lingüísticas y, al derivarse en una multiplicidad de lenguas diferentes, se convirtió en una entidad viviente que modela las sociedades y sus culturas. Es posible que el lenguaje, este organismo vivo, sea reducido a su función social mecánica y funcionalista, pero el lenguaje no puede ser desligado de su alma, es decir, del conjunto de propiedades que lo constituyen. Está fundamentado en un sistema de signos y símbolos sin los cuales no existiría la sociedad que conocemos y, en ese sentido, es un medio que construye y modifica la realidad. Antes de que se dieran las condiciones adecuadas para que surgiera el lenguaje como lo conocemos, los primeros seres humanos vieron la necesidad de acudir a representaciones de la realidad que vivían. Sobre improvisadas superficies de piedra expresaron no sólo aquello que veían a diario, sino sus creencias, al tiempo que desarrollaron un complejo pensamiento abstracto. Al representar una escena de cacería de animales, pretendían asegurar el éxito de esa labor. La representación de estas distintas escenas en las que ellos mismos se pintaban cazando animales, se convertían tanto en la previa materialización de su deseo
de éxito, como en un registro posterior del suceso, pero, también, significaba una apropiación de esa experiencia. Había un contenido metafísico en los símbolos que aún en nuestros días, habita detrás del lenguaje de las imágenes y las palabras. “En el lenguaje se puede llegar a expresar lo que no se deja decir o atrapar verbalmente, pero que sí se puede transmitir lingüísticamente (Kathrin Busch, 2006,” Lenguaje de las cosas,” parr. 6). Fue por medio del lenguaje simbólico empleado en cantos rituales que los primeros seres humanos intentaron comunicarse con la divinidad, realizaban ritos que precedían a las temporadas de cacería, de cultivo o de cosechas y manifestaban el dolor del luto ante sus muertos. Las cargas emocionales y un contenido irrazonable en el desarrollo y una posterior constitución del lenguaje articulado como lo conocemos, estuvieron implícitos. Al adentrarnos un poco más en el tema, veremos que es necesario hacer dos consideraciones importantes sobre el lenguaje: primero hay que considerar su innegable función instrumentalista para informar, transmitir contenidos y nombrar cosas, pero también está un aspecto metalingüístico, donde las palabras vinculadas a emociones e intenciones integran un proceso creativo, estableciendo relaciones dinámicas entre lo material y lo abstracto. “cuando el pensamiento y la poesía constituían una sola manifestación del espíritu que impregnaba desde la magia de las palabras rituales hasta la representación de los destinos humanos, desde las invocaciones a los dioses hasta sus plegarias, el hombre pudo indagar el cosmos sin romper la armonía con los dioses”. (Sábato, E., 2000). El lenguaje, soporte de la múltiple realidad en la literatura Este aspecto metalingüístico del lenguaje, puede verse amplia y diversamente ejemplifi-
cado en el campo de la literatura, donde se siguen proponiendo innumerables realidades distintas, que se desarrollan simultáneamente, igual que una consciencia independiente, alimentándose al ofrecernos de forma continua, símbolos e imágenes que afectan el mundo. Creando realidades desde la ficción, prescindiendo de autores, sus figuras, unas y otras, terminan absorbidas conjuntamente por esa consciencia a la que alimentaron con sus múltiples voces. Probablemente, sea ése el poder que reside en el lenguaje: generar y modificar la realidad a través de los performativos, de símbolos convertidos en palabras, que construyen los distintos géneros discursivos, y que, a su vez, hacen posible nuestra interacción con el mundo cotidiano. Este aspecto escondido detrás del lenguaje, no puede ser desconocido ni en la comunicación que establecemos diariamente con los demás, ni en los procesos de creación literaria, porque cada uno de nosotros configura, aunque parezca inverosímil, una múltiple realidad. Aquello que hablamos o escribimos y todo lo que conocemos forma parte de esa múltiple realidad cultural contenida en el lenguaje; inclusive, a aquello que desconocemos, sólo es posible acceder por medio de palabras. Las religiones lo han comprendido, perdurando como instituciones sociales a través de milenios; y todos conocemos las atrocidades de las que han sido capaces para ejercer su poder. Lamentablemente, su fundamento está en esa magia implícita en las palabras escritas y sus propiedades y en últimas en el lenguaje. Muchas veces no alcanzamos a reconocer la magnitud de su importancia porque es una actividad que realizamos inconscientemente todos los días, pero en el interior de ese sistema de signos y símbolos hay mucho más. Tal vez haya una bella verdad detrás de aquello que nos cuenta la canción “Don palabras” de Maldita Vecindad: “… De cómo nacen las cosas, cada vez que uno las nombra” (Baile de máscaras. 1996). ¬
Bibliografía Bajtin , M. (1982). Estética de la creación verbal. El problema de los géneros discursivos. Recuperado de https://circulosemiotico.files.wordpress.com/2012/10/estetica-de-lacreacic3b3n-verbal.pdf Busch, K. (2006). Lenguaje de las cosas y magia del lenguaje Sobre la idea de efectividad
latente en Walter Benjamin. Recuperado de: http://eipcp.net/ Barthes, R. (1968). La muerte del autor. Manteia . Recuperado de: http://www.enriquevilamatas.com/ López García, Á. (2010). “Otra vez la sociedad y la cultura”. En El origen del lenguaje (PP.146-149). Valencia: Tirant Lo Blanch“. Sabato, E. (2000). “Los antiguos valores”. En La resistencia (p. 58). Colombia. Planeta.
Clemente Gaytán, (2021),
El banquete de lo indecible Daniel SanMateo (México-Francia)
EL PENTEKONTOR flotaba plácidamente a un costado del muelle, sus amarres bien asidos y su vela cuadrada enrollada sobre sí misma en la cruz del mástil. Gorgias, que recién había festejado su cumpleaños sesenta en compañía de varios ciudadanos de Leontinoi, el vino dulce de la vejez en honor a Zeus, contemplaba el mar tranquilo. Sus pensamientos repasaban la empresa que venía de serle encomendada. Nunca había sido un destacado político de la ciudad, pero su fama de retórico llegaba hasta los confines del mundo conocido. Herodicus llegó con él. No iría en este viaje como en ocasiones anteriores. El deber lo ataba a la ciudad. Además sospechaba que su hermano no tendría la intención de volver. Atenas era un polo magnético que atraía hacía sí a los grandes pensadores, su hermano, sin duda, uno de ellos. —¿Partirán pronto? Gorgias asintió. —Supongo que has hecho ya tus despedidas. Gorgias asintió nuevamente. —Para ser un gran orador, hermano, hoy callas —dijo Herodicus. Gorgias volteó y lo miró. Su hermano lo aguijoneaba con ojos alicaídos. —Regresaré pronto, vamos ahora a pagar nuestros tributos a Hermes y a Poseidón. Tomaron ambos el camino a la ciudad por la vereda que rodeaba la playa y subía hacia la planicie fértil que prefiguraba la villa. Caminarían despacio, disfrutando del fresco de la tarde y de las primeras estrellas contra el cielo de azul marino. Les tomaría aproximadamente una hora en llegar, Leontinoi siendo la única colonia helénica construida fuera de la costa.
El paseo les sirvió para rememorar algunos viajes previos, como aquella ocasión en que juntos habían acompañado a Empédocles, su maestro, a la ciudad de Selinunte, para curar a los enfermos de la epidemia que se había abatido sobre la ciudad. Mientras que Empédocles y Herodicus curaban a los dolientes, Gorgias los convencía del poder del pharmakon, la cura medicinal, con discursos envolventes. Curiosa palabra, recordó Gorgias, cura y veneno al mismo tiempo, como sus palabras que seducían a los oyentes y que podían presentar las caras múltiples de la vida, la verdad o la falsedad. Llegaron finalmente a la ciudad, ya entrada la noche. Se despidieron en el ágora, se verían nuevamente en el puerto cuando el barco partiera. Gorgias iría al templo a ofrendar libaciones a Poseidón para que los mares fueran calmos en los días venideros. Navegarían directamente a Katakolón, cruzando el mar Jónico hacia el este, de ahí por el estrecho de Patras hasta Corinto, para terminar por tierra bordeando la costa del Golfo de Mégara hasta llegar a la gran ciudad de Pericles. Después de las ofrendas, Gorgias fue al encuentro de Tisias, antiguo alumno de Córax, el llamado padre de la retórica y de quien ambos habían aprendido el arte del argumento. Tisias sería su compañero de viaje, ambos embajadores de la ciudad, para solicitar los favores de la asamblea de los atenienses. En el patio de la casa de Tisias ya bebían y comían Isócrates y Protarcos, que se regocijaron de la llegada de su maestro y alzaron sus copas en su honor.
Un joven esclavo le acercó prontamente una copa de vino a Gorgias, que bebió para saciar su sed. Se acomodó en un camastro y se acercó un platón con aceitunas y un poco de pan. —En una semana apenas beberán y comerán con Sócrates —dijo Isócrates. —Brindaremos por él —celebró Tisias—, pero no responderemos a sus preguntas. Gorgias rio con los demás. Isócrates, el más joven, solicitó nuevamente que contaran la demanda de Córax contra Tisias, pues era añeja y su mente se confundía en la estructura de su lógica. —La contaré yo, si me lo permiten los maestros, porque así lograrás recordarla para siempre —dijo Protarcos. Tanto Tisias como Gorgias concordaron y Protarcos comenzó el relato: —Como sabes, querido Isócrates, Córax fue el primer gran maestro de la palabra, sus discursos eran miel para los oídos y sus palabras tocaban los corazones. Tisias quiso increpar, pero Gorgias lo detuvo. —Nuestro querido Tisias fue su alumno, hace algunos años. Hicieron un trato sobre el pago de las enseñanzas. Pagaría si en su primer juicio resultaba vencedor pues significaría que Córax le habría enseñado bien. Pero como Tisias nunca ha asumido la defensa de un juicio, el maestro no considera que deba pagar. Isócrates asintió. Gorgias intervino: —Córax no es tonto, querido Isócrates, por eso demandó a nuestro Tisias. Fue un asunto mayúsculo que cimbró la ciudad y que recorrió, con la voz del viento, la Hélade entera. —Tisias no pagaría si en sus alegatos convencía a los jueces de no pagar —continuó Protarcos—. Tampoco lo haría si no los convencía, y con eso probaría que las enseñanzas de Córax no eran suficientes. —Pero Córax refutó —dijo enfático Tisias— que si él ganaba el argumento, los jueces me harían pagar y que si lo perdía era porque me había enseñado bien para vencerlo. —¿De ahí el dicho famoso? —preguntó Isócrates.
—Así es: de un cuervo malo, un huevo malo, kakou korakos kakon oon. —Por eso cuida tus palabras, joven Isócrates —sentenció Tisias. El vino fluyó hasta que el cansancio se apoderó de ellos. —El sueño me acoge como a un hermano — dijo Gorgias antes de retirarse. Los esperaba un largo viaje, quizá tres días en mar, pero pisar la acrópolis o debatir con Polus o Calicles, o el mismo Sócrates, valía la pena. En sus sueños vislumbró un círculo negro que crecía desde el centro de la ciudad, como un pozo al que no se veía el fondo. El círculo se movía, ensanchaba sus dominios y engullía los edificios, las calles, los árboles y jardines, la gente. Gorgias veía desde una cima ese avance, pero el círculo, el agujero infinito, no cesaba en su hambre. Lo alcanzaba y por un momento se detenía ante sus pies. Gorgias miraba hacia el fondo de una negrura ominosa, toda la luz y todos los sonidos se apagaban en esa profundidad inconmensurable. Daba un paso adelante, manteniendo el pie en el aire, y sin más brincaba hacia su interior y caía. El círculo lo arropaba ahora y la oscuridad era total, su cuerpo se desvanecía en partículas negras y se disipaba en la nada. Despertó sin memoria del sueño, descansado hasta los huesos, la pesadez en la cabeza por el vino nocturno. Desayunó un poco de queso, pan y leche, y al término fue a hacer sus abluciones matinales en honor al gran dios. Encontró a sus acompañantes y juntos anduvieron hacia el puerto. Partirían al medio día, la comitiva de los ilustres los esperaría ya en el lugar. Tanto Tisias como Protarcos se veían con buen ánimo. Gorgias en cambio, que desde que había sido designado para esta empresa la recibió con agrado, caminaba ahora con perfil sombrío, un sentimiento extraño le perforaba el pecho. No hizo caso, sin embargo, lo atribuyó a la noche reducida por el banquete, al
nerviosismo de la altamar, a la mañana encapotada de nubes. En el puerto encontraron a todos los notables y con todos intercambiaron palabras antes de abordar la nave. Herodicus se despidió de su hermano y lo miró cruzar el puente hacia la proa. Los navegantes soltaron las amarras y los remeros entraron en acción con un movimiento coordinado. Lentamente salió el galeón del puerto y tomó velocidad al alejarse de las costas de Siracusa y perderse en el horizonte. Los mares fueron clementes y llegaron a Atenas sin mayores contratiempos, los tres emisarios borrachos de oleaje y listos para pisar tierra firme. Los recibió un grupo de cuatro thesmotethai, mismos que los condujeron a los aposentos que ocuparían durante su estancia. La mañana siguiente se presentarían ante la ekklesia en lo alto del Pynx, frente a la acrópolis con el Partenón dedicado a Atenea. A pesar de estar inconcluso, ya ostentaba una arquitectura impresionante que tronaba sobre la ciudad como una visión del Olimpo. Gorgias iría por la tarde, junto a Tisias, a uno de los templos dedicados a la diosa, ofrendaría sacrificios a cambio de la sabiduría y de palabras justas para dirigirse a los ciudadanos, solicitar sus favores de no invadir su isla de origen. Quizá no sería necesario el discurso, los atenienses ocupados con una peste que se salía de control, los enfermos llevados hacia las afueras de la polis, morideros que crecían en círculos concéntricos sin cura a la vista. Herodicus, su hermano, hubiera sido de utilidad, una ofrenda viviente para arrogarse los favores de la ciudad. —Los tambores de Esparta resuenan otra vez —dijo Tisias. Gorgias lo sentía igual, el ambiente era eléctrico y los vientos de guerra asolaban los valles fértiles. La liga de Delos en un balance precario contra el Peloponeso. Era la nada que se abría camino en el mundo del ser, la esencia de
las cosas devoradas por el olvido, la sangre de vida derramada en los campos de muerte. A la salida del templo los interceptó un esclavo. Eran requeridos en la casa de Calicles. Tisias se deslindó, iría con Protarcos a visitar a Polos, un antiguo amigo de infancia que vivía en Atenas desde un tiempo atrás. Quizá llegarían después si las circunstancias lo permitían. En la casa de Calicles los esperaba Cerefón. Al verlos despachó a un esclavo en busca de Sócrates. —El maestro llegará en cualquier momento —dijo—. Adelante, Gorgias, eres bienvenido en esta morada. Calicles hizo traer la comida y a los músicos. Los sirvientes llenaron cálices con vino de Kyos, uno de los vinos más afamados en todo el mundo helénico. Gorgias bebió un sorbo y su mente se ennegreció en el acto, el sueño lo atacó con lucidez en ese momento de vigilia. Sintió un mareo y tuvo que sostenerse de una columna del patio interior. Cerefón lo ayudó y lo acercó a un camastro. Un sirviente abanicó para soplar aire al rostro. Poco a poco, Gorgias recobró el sentido y la fuerza en el cuerpo. Le acercaron un cántaro con agua. —Debe ser el calor, maestro. Gorgias asintió. Sócrates hizo su aparición. Tanto Cerefón como Calicles fueron a su encuentro. Gorgias, desde el camastro, recuperando las luces, lo miró. En efecto el hombre no tenía gracia, aunque era más joven de lo que imaginaba. Llegó a su lado con paso veloz. Se quedaron solos en el patio pues Cerefón y Calicles se habían desvanecido como una aparición. —Aquí estoy, existo, soy, ayer, hoy y mañana —dijo Sócrates sin introducción de por medio. Gorgias no entendió. Nuevamente el círculo negro poblaba su visión. —El ser es, ilimitado según Parménides, pero al serlo, como refutas, no está en algún lugar, de ahí que no es. Y si no es no puede pensarse. No hay anamnesis posible, no hay ideas. Es la
Por eso había demolido a los ídolos. Y Sócrates lo sabía, pero no dejaría que un meteco fijara las coordenadas del pensamiento. El vino haría su magia y las ideas se harían un pozo negro para siempre. Una forma poco filosófica de ganar un argumento, necesaria para los tiempos venideros. Los sofistas serían un punto negro en la historia. La palabra revelaría la verdad siempre, única, luminosa, nunca el caos ni la simiente explosiva que estalla desde la nada, que gira en sí misma hacia su propia absolución. ¬
Clemente Gaytán, Sin título (2021).
nada del infierno donde las almas fenecen sin llegar al éter. Gorgias escuchaba la voz socrática desde un embudo, voz lejana que lo envolvía en tinieblas. El círculo crecía y arrollaba todo a su paso. Ésa había sido su posición para juzgar al gran poema, una broma acaso, un desafío de la palabra, del poder del discurso para impresionar a su maestro Empédocles. No era el ser el principio de todo, era el amor y su opuesto, los elementos imantados de vida, nunca la abstracción informe soñada por los eleátas.
Prolog Óscar Delgado (México)
LA NEGRURA del espacio se extendía frente a él. Protegido por un gran panel de grueso cristal, observaba la Tierra y las estrellas alejarse, quietas como pequeñas islas de luz en medio de un mar negro. Parado frente a la ventanilla, imaginaba el silencio total que debía existir al otro lado. “Esa es la verdadera lengua del Universo”, pensó, “el verdadero lenguaje universal es el silencio”. El humo del cigarrillo y el ruido del propulsor se mezclaban con sus pensamientos, no obstante, mientras seguía con sus divagaciones, un sonido distinto lo arrancó de su ensimismamiento. La puerta detrás de él se abrió y otro sujeto de bata blanca lo saludó levantando una cajetilla de cigarros. El recién llegado prendió uno y se colocó a su lado a mirar por la ventanilla hacia la inmensa oscuridad. Un silencio incómodo se instaló rápidamente entre los dos hombres. René se vio impulsado hacia sus recuerdos de la facultad, cuando apenas era un joven estudiante. En aquella época conoció al hombre de barba canosa que se hallaba junto a él. Su nombre era Theodor y habían sido compañeros por más de cuatro años en la universidad. Después de ello se convirtieron en rivales y ahora viajaban juntos a una colonia lunar para ver los resultados de su propio experimento. Pensar en ello hizo que René se sintiera un poco molesto ¿Por qué tenía que entrometerse en esto también? ¿No le bastaba con todas las críticas que le había hecho desde que empezó su proyecto años atrás? —¿Te pasa algo, viejo amigo? —La suave voz de Theodor detuvo su tren de pensamientos— . Parece como si quisieras lanzar a alguien por esa ventanilla y espero no ser yo. —No importa, cosas del pasado —respondió René centrando su atención en su excompañero—. Dime una cosa, Theodor, ¿Qué haces
aquí? Creí que esperarías en la Tierra a que volviera con mis estudios para despedazarlos en la tranquilidad de tu casa. —Veo que sigues sin encajar bien la crítica — le dijo con una pequeña sonrisa en el rostro—. Nunca fuiste bueno en eso. Es parte de nuestro trabajo como científicos recibir algunos golpes. —Hay diferencias entre ser criticado y que alguien haga su carrera entera a costa de tu trabajo. —¿Eso crees? —respondió con una mueca—. Deberías estar contento de que se te preste tanta atención, eso significa que estás avanzando. Theodor había sido su más grande crítico, en especial desde que comenzó su proyecto para desarrollar un único lenguaje universal ahora que la raza humana estaba empezando a caminar entre las estrellas. La idea central del proyecto de René era crear un lenguaje común para todos los humanos, pues teniendo en cuenta que existía la posibilidad de toparse con vida extraterrestre, lo mejor era tener una herramienta de comunicación que todo el mundo pudiera entender, independientemente de su nacionalidad o trasfondo cultural. El primer paso fue diseñarlo, así que René decidió integrar, a través de algoritmos y registros fonéticos y gramáticos, las familias lingüísticas más grandes del mundo en un solo sistema estructurado. Después de meses de ajustes lo bautizó como Prolog, derivado de las palabras Progressus y Logos. La tarea siguiente era lograr que lo aprendieran algunos sujetos para poder evaluar su función como sistema comunicativo. René la diseñó, desde el principio, como una lengua pensada única y exclusivamente para servir de herramienta, así que trató de eliminar las ambigüedades traba-
jando significado tras significado. Era como pulir un cristal hasta que fuera lo más transparente posible. Fue entonces cuando llegaron las primeras críticas, y de entre todas esas voces la de Theodor era la más ruidosa, siempre instigando, siempre cuestionando. —Eso es lo único que podemos hacer ahora, Theodor, avanzar. Parece que soy el único que lo entiende. —No seas tan engreído, amigo mío— le respondió entre risas—. Simplemente, algunos no tenemos la misma visión de progreso que tú. Se puede avanzar hacia muchas direcciones, no sólo hacia lo que tú consideras adelante. —Ah, ¿sí? Entonces, ¿Por qué actúan como grilletes todos los demás? Cada vez que doy un paso hacia adelante, ustedes no tardan en caer sobre mí como buitres sobre un cuerpo abandonado. —¿Sigues molesto por lo de la máquina de lenguas? Tienes que entender que es una herramienta peligrosa, René, ¿no ves acaso los riesgos que entraña su simple existencia? —¿Qué riesgos? Su único propósito, hasta ahora, es el de facilitar la difusión del Prolog. En lugar de torturar a alguien aprendiendo una nueva lengua, se instala directamente en su memoria. —¿Y qué me dices de lo que pudiera hacer más adelante? No hay seguridad alguna de que no se use para dominar a otros, para, literalmente, borrar otras culturas y aplastarlas bajo una lengua oficial. No es que sea una práctica nueva. René no respondió inmediatamente a los reclamos de Theodor. Sacó otro cigarrillo y lo encendió mientras miraba la Tierra, pensando en el futuro, en lo que significaría de verdad lo que estaba haciendo. El tercer paso dentro de su plan fue diseñar algún tipo de herramienta que permitiera la rápida difusión y absorción del Prolog. Sin embargo, para lograrlo necesitaba fondos y equipo, así que decidió acercarse a varias instituciones internacionales para pedir ayuda. Las primeras en responder fueron empresas privadas que buscaban experimentar con tecnología capaz de integrar informa-
ción en la memoria de las personas. Fue así como nació la máquina de lenguas: un equipo con la capacidad de insertar lenguas completas en los sujetos y lograr que hablaran y escribieran como auténticos nativos. Además, tenía la capacidad de sobrescribir lenguas mal aprendidas, creando una especie de rebobinado de aprendizaje mediante el cual se borra una memoria específica y se reemplaza por otra. —¡Bah! Tonterías —respondió molesto René—. No puedes culparme por algo que aún ni siquiera sucede. Además, el objetivo de todo esto es unificar a la raza humana bajo una misma lengua. Tenemos que dejar atrás las divisiones culturales y nacionales y empezar a pensar en cómo sobrevivir al futuro. —La igualdad no implica necesariamente borrar las diferencias René, eso lo sabes bien. Para unir al mundo tenemos que abrazar nuestra diversidad, no eliminarla como si fuera algo malo de por sí. —Me llamaban idealista por hacer lo que hago, pero ¿Te escuchas a ti mismo? La historia nos ha demostrado que esa diversidad y esa diferencia es el origen de los conflictos, no la solución. Prolog y la máquina de lenguas pueden borrar eso, creando las condiciones para algo nuevo. Ya basta de categorías que nos separen, no más racismo, no más xenofobia, no más nacionalismos podridos. —Eso se pensaba cuando nacieron los primeros estados nación ¿Y sabes qué pasó? Los que estaban en el poder aplastaron a los más desfavorecidos: naciones indígenas borradas bajo el peso de una bandera, culturas enteras trituradas bajo categorías totalizantes como “Europa” o “América Latina”. Miles de lenguas han desaparecido bajo la misma lógica que pregonas: todo con el fin de avanzar hacia adelante, todo en nombre del progreso. —¿Y qué esperabas que hiciéramos? ¿Sentarnos de brazos cruzados hasta que ocurriera la primera catástrofe por no estar lo suficientemente unidos? Prolog ofrece una posibilidad única: una lengua unida, una civilización unida, todos con un único objetivo. —¿Y qué me dices entonces de todos los que
se queden al margen? ¿Crees que accederán de buen grado? Tendrías que obligar a todo el mundo a ser iguales, a compartir una vida que es desigual desde su nacimiento. René no pudo contener la frustración. Golpeó con un puño la pared de acero de la nave en la que viajaban. Tiró su cigarro y lo pisó desahogándose, sólo para sacar otro y metérselo a la boca. Después de probar la máquina de lenguas en un grupo reducido había llegado el momento de observar cómo se desenvolvía el Prolog en vivo. Lamentablemente, la gente que lo había aprendido no lo usaba de forma total pues todos tenían el bagaje lingüístico de otros idiomas. La idea de René fue buscar un convenio con la Organización de Naciones Unidas para crear un pequeño ecosistema lingüístico en el que sólo se hablara Prolog. La ONU se lo negó al no tener un territorio que cumpliera con las características que pedía: libre de otras lenguas, aislado del mundo y autosuficiente. La solución llegó cuando recibieron los primeros reportes de habitabilidad de la primera colonia lunar, así que René aplicó toda la presión que pudo para que le permitieran utilizar una parte para su experimento. La pequeña colonia se constituyó con gente a la que le borraron su lengua natal y le implantaron Prolog. Se les vendió como una nueva oportunidad de vida: con una existencia arreglada entre las estrellas ellos serían el futuro de la humanidad, ya no como miembros de una nación o una cultura, sino como miembros plenos de la raza humana. Era una nueva oportunidad para ser felices, o, por lo menos, eso les prometió René. —Dime, Theodor ¿Crees que sean felices? — preguntó a su excompañero con la voz temblando. —¿Quiénes? ¿Tus sujetos? Bueno, tienen las necesidades básicas cubiertas. La pérdida de su cultura puede ser perjudicial para su desarrollo. Pero ¿Qué tenías en mente al diseñar el Prolog? —Quería una lengua completamente transparente, que no tuviera significados indeter-
minados, que no fuera obtusa. Quería la herramienta racional perfecta. —Ya veo —respondió Theodor pensativo—. Ojalá encuentren el modo de crear algo más con lo que les has dado, siempre he creído que el uso de los hablantes es lo que da vida a una lengua. Theodor apagó su cigarro y lo tiró en el cenicero dispuesto frente a la ventanilla. Sin decir nada más salió de la habitación en la que se hallaban. René seguía considerando sorprendente el hecho de poder fumar en una nave espacial, pero, como siempre, el mundo avanza sin las consideraciones de uno. Suspiró ruidosamente y salió detrás de su excompañero para organizar sus cosas. Era tiempo de aterrizar. René tenía los nervios destrozados, aunque hacía lo posible para sonar confiado al dar las órdenes necesarias para los registros del experimento. Cuando tuvieron el permiso para abandonar la nave dentro de una de las cúpulas de ecosistemas instaladas en la superficie lunar, René sintió el terror agrupándose en la boca de su estómago. Todo el experimento dependía de la capacidad de los sujetos para adoptar la nueva lengua, tenían que haber encontrado un uso singular para ella: una frase hecha, una canción, un poema, un piropo. Cualquier cosa que reflejara el florecimiento de la nueva cultura humana global. Desesperado, adelantó a su equipo y fue hacia una joven de la luna que andaba unos metros más allá de la plataforma de aterrizaje. Un rayo de esperanza le cruzó el rostro al observar que la chica hablaba con seguridad, parecía feliz incluso, al conversar con la mujer a su lado. Sin embargo, mientras se acercaba al trote, se dio cuenta de que se había engañado a sí mismo. El tono con el que hablaba aquella joven era invariable, terriblemente plano y monótono. Su rostro tenía la apariencia de una máscara mortuoria, como si se hubiera puesto la cara de una muerta sobre la suya propia. Jadeante, ya sin preocuparse por ocultar el terror y la desesperación de su voz, hizo la pregunta que lo venía atormentando desde que consiguió el permiso para instalar su lengua en a-
quellas personas y sus hijos. —Dime, muchacha. Por favor respóndeme ¿Eres feliz? ¿Eres feliz aquí? —dijo con un marcado acento terrícola en la lengua que había creado—. ¿Tu vida es feliz? La mujer lo miró con la tímida sugerencia de una duda en el rostro. La huella mínima de aquella expresión desapareció tan pronto como la había notado, dejándolo ahí varado, mirando a la chica directamente a los ojos, esos ojos grises sin emoción, los ojos de su creación. —¿Feliz? —respondió la joven sin dejar de
mirarlo—. ¿Qué función tiene preguntarse por eso? Las dos se marcharon. Lo dejaron solo frente a los atónitos ojos de los demás científicos. Nadie dijo nada, simplemente siguieron con su trabajo esquivándole, abandonándolo consigo mismo para que fuera testigo del producto de su intelecto, el resultado de todo el progreso que acababa de igualar a la raza humana bajo una misma categoría. La gente que veía andar con paso frágil era el producto de la lengua perfecta, una herramienta tan pura e invariable como el silencio del Universo. ¬
Clemente Gaytán, (2021).
Singularidad de la lengua solitaria Héctor Justino Hernández (México)
MENSAJE INTERCEPTADO a un transporte soliloquio. Traducido el 3 de a. de 3314: Documento de uso exclusivo, a la mayor gloria soliloquia: El profesor Ignacio G. Cuervo fue elegido por la Agencia Espacial Terrestre para integrarse a un programa que buscaba crear un primer acercamiento con la cultura de los solitarios, la raza con la que recién habíamos establecido contacto en un punto de la galaxia espiral XGB121. El programa consistía en una serie de conversaciones entre un representante solitario y uno humano. Habíamos mediado los acuerdos porque, gracias a la intervención de nuestros lingüistas, logramos descifrar el idioma de los primeros antes de que arribaran los terrestres. Debido a la magnitud del acontecimiento (no todos los días se encuentran criaturas inteligentes en nuevos planetas), el programa, junto con los primeros acercamientos, se previeron con suma discreción y lejanía de ambas partes interesadas. Por todo lo anterior, el encuentro que se gestó entre el profesor Ignacio G. Cuervo y el representante de los solitarios terminó de la forma que conocemos. Y es que, en ningún momento se les advirtió a los terrestres que la lengua de los solitarios era no sólo parecida, sino idéntica, tanto en sus fonemas como en sus enunciados, al español de su planeta. Por cierto, lengua materna del profesor. No es de sorprender que el conflicto se haya desatado no tanto frente a la sorpresa del parecido fonético, sino ante la articulación de oraciones que, en un primer momento, le parecieron cohe-
rentes y razonables al señor Cuervo. El cual, creyendo que se le hablaba en su idioma, contestó en español con una larga perorata sobre los campos de Sevilla. Relatan los comunicados terrestres que la situación se volvió incómoda porque entre más hablaba el representante, más el solitario parecía enfurecerse. Manoteaba, expulsaba vapor por sus orificios nasales, movía sus cabellos electrizados. El profesor trató de conciliar los ánimos, pero esto solo empeoró la entrevista. Al final, el representante se levantó, abandonó la sala y se retiró junto con el resto de los solitarios que habían permanecido a prudente distancia. Después del incidente, comenzó un conflicto entre ambas partes que tiene las consecuencias ya referidas en el folio T1. El hecho es que, gracias a las investigaciones de nuestra Agencia, descubrimos que, tal vez, remotamente, de alguna forma, parte de la responsabilidad en los eventos sea nuestra. Era necesario advertirles a los terrestres que, si bien el idioma de los solitarios era idéntico al español, lo cierto es que se trataba de un evento de los que surgen de vez en cuando debido a la ley universal de los números realmente grandes. Aunque los sonidos coincidían, los significados y la sintaxis eran diferentes. Cabe la posibilidad entonces de que lo dicho en español por el profesor Ignacio G. Cuervo, en idioma solitario se tradujera como una ofensa que involucraba al representante y a toda su raza. De cualquier forma, como no poseemos las grabaciones de la entrevista original, solicitamos discreción ante lo aquí transmitido hasta que obtengamos datos más concluyentes. Larga vida soliloquia. ¬
Falta de palabras Ricardo Orozco Flores (México)
ANTERA ERA MI AMIGA, aunque siempre fue una niña extraña. Mientras otros niños disfrutaban comiendo helado, ella corría por su jardín apuntando la lengua hacía el sol. Cuando la maestra de música tocaba y cantaba para la clase, ella iba al patio y colocaba su oído contra los árboles o el césped. Yo la conocí por que un día decidió sentarse cerca de mí: “Espero que no te moleste, es que, de todos, tú tienes los mejores olores”. Yo no supe si sentirme halagado o asustado, pero con el tiempo me acostumbré y terminé por disfrutar de su cercanía. Porque, debo decir, su extrañeza era por lo demás, muy interesante. Siempre vestía de los mismos colores: falda azul oscuro y blusa rosa claro. Una vez le pregunté por qué no probaba con otros colores, “Lo que pasa es que a ti te faltan palabras”, me respondió mientras movía la mano sobre su cabeza como acariciando el aire. Sin embargo, por extraña que resultara Antera, sus padres podían serlo aún más, o eso escuché decir a mi madre en muchas ocasiones. En la kermés del día de las madres, por ejemplo, la madre de Antera no probó la comida de ninguno de los puestos. “¿No comerás nada?” Le había preguntado mi madre “Es que hay demasiados sabores en estos platillos, no creo ser capaz de tolerarlos.” Respondió con expresión consternada. Su padre era el propietario del automóvil más increíble de toda la cuadra, Pero no lo manejaba. Poco después de llegar al vecindario, había desistido de hacerlo después de todas las multas por ignorar altos que había recibido. “¡Deberían decidirse por un solo color para indicar el alto!, ¡en cada semáforo son diferentes!”, había reclamado indignado al policía que le había puesto la última infracción. A pesar de todo, Antera y su familia me pare-
cían muy agradables, sus padres hablaban con voz modulada y con amabilidad. En las ocasiones en las que era invitado en su casa, me divertía muchísimo a pesar de que en cada ocasión la comida era la misma y sus padres, al igual que ella, vestían siempre de exactamente los mismos colores. De las cosas que más disfrutaba eran las historias que mi amiga me contaba cuando jugaba con ella. “Mi madre dice que yo nací en un lugar donde todo sabía a luz”, me dijo una vez con gran emoción. “Yo no lo recuerdo mucho pero no puedo esperar para regresar a mi verdadero hogar, allá en casa nos van ovacionar por todo lo que llevaremos para ellos”. En más de una ocasión le pregunté por su hogar o por “eso” que llevaría de regreso, pero sólo obtenía respuestas extrañas o vagas: “No lo entenderías, aunque te lo dijera” o “Si no lo ves ya es que no podrás verlo nunca”, fueron algunas de sus respuestas. Yo nunca insistí demasiado porque parecía ser uno de esos temas que deben tratarse con respeto, como cuando Martín hablaba de su mamá muerta o Isaac me contaba del divorcio de sus papás. Fuimos amigos durante prácticamente toda nuestra infancia hasta que un día, poco antes de nuestra graduación de la primaria, me miró a los ojos y me soltó la bomba “Estoy a punto de marcharme”, sin aviso, estábamos tomando un descanso del juego de la pelota a la sombra de un fresno. Tenía tristeza en la voz y en la mirada. Era la primera vez que la veía expresar esa emoción, “Hemos aprendido lo que necesitábamos y volveremos a casa”, continuó. Yo no sabía por qué, pero había algo que se sentía terriblemente definitivo en esa despedida y también sentí una gran tristeza. “¿Podré ir a visitarte?”, le pregunté aun conociendo la res-
puesta. Ella sólo miró hacía las ramas del gran árbol. Nuestro silencio lo ocupó el ruido de las aves y las hojas acariciadas por el viento, en algún lugar cerca se podía escuchar a otros niños jugar. El sudor que corría por mí cuello y empapaba mi playera comenzaba ya a evaporarse cuando Antera volvió a hablar, aunque parecía debatirse entre decirlo o no: “No debería hacer esto, pero creo que te lo debo”, dijo y luego se acercó a mí y susurró una palabra en mi oído, “Ése es el verdadero nombre de la energía oscura”, dijo con una sonrisa como si yo debiera saber a qué se refería con esa explicación. “Ven, hay que seguir jugando”, dijo después de un rato mientras se levantaba y me ofrecía la mano. Jugamos como si nada hubiera pasado hasta que cayó el sol. Durante los próximos días no pude dejar de pensar en ella y en la palabra que me susurró. La palabra era muy hermosa, aunque entonces y ahora sólo podría describirla más como una sensación que una fracción de lenguaje. Poco tiempo después me di cuenta de que no podía decirla en voz alta. No era alguna clase de egoísmo ni nada por el estilo, literalmente no podía decirla, había sonidos y reglas en la palabra que no conocía. La palabra ocupaba mis pensamientos con frecuencia y aunque no podía pronunciarla, me divertía con su composición extraña y su belleza. Se sentía como un descubrimiento, como una nueva perspectiva, como una puerta abierta de golpe. Y entonces lo vi. Fue algo sutil al principio, pero una vez que lo noté, todo cambió. De pronto el mundo se hizo perfecto y mi comprensión sobre él alcanzo niveles extraordinarios. Todo parecía coherente, desde la composición de los árboles, a la disposición de las estrellas. En cuanto comprendí el regalo que me había dado, corrí hacia su casa. Pero ya era tarde. Estaba completamente sola, Antera y sus padres habían vuelto al lugar de donde provenían, sea cual fuera este. Una sensación inmensa de abandono llenó mi pecho. Antera se había ido sin despedirse de mí.
Estaba a punto de irme con el agujero en mi pecho cuando reparé que en el suelo había una hoja de papel con algo escrito atorada con la puerta. Reconocí la pulcra caligrafía de mi amiga al instante. Para el humano con el mejor aroma en la Tierra: El lugar de donde vengo es maravilloso, pero está lleno de reglas. No sé cómo, pero se enteraron de lo que hice contigo el otro día, así que aceleraron nuestro regreso y me prohibieron verte otra vez, prácticamente me tienen encerrada, ¡mis propios padres! ¿Puedes creerlo? Dicen que es peligroso, pero yo creo que son unos envidiosos. ¡Ojalá hubiera podido ver tu cara cuando te dieras cuenta! ¿Cómo fue? ¿Qué sentiste? ¡¿Verdad que es maravilloso?! Y esto es sólo un pedacito de todo lo que saben en mi hogar, ojalá hubiera podido compartirte más. Y justo ahora quisiera decirte muchas más cosas pero me tienen vigilada como no puedes imaginarte. Lamento tanto no haberte dicho adiós cuando tuve oportunidad, espero puedas perdonarme. Recuerda siempre: los límites de tu lenguaje son los límites de tu universo. ¡Ve por las palabras, conviértelas en tus alas! Con el paso de los años esa breve carta ha ido cobrando más y más sentido y es una de las razones por las que he pasado mi vida entera cazando palabras por todo el mundo. Esta búsqueda que se ha convertido en un tipo de obsesión, me ha traído hasta el noroeste de Pakistán, hogar de la última lengua aislada en mi lista. Pero es aquí, después de tantos años, tantos viajes y tantos idiomas que he llegado a la conclusión de que el lenguaje de esta palabra no existe en el planeta, no corresponde a ninguna familia, ni siquiera a las lenguas aisladas que aún sobreviven. Aquí, en el final de mi viaje tengo que aceptar que no he encontrado y no encontraré otra palabra como aquella que Antera me regaló.
Me encuentro solo en un país extraño, frustrado al pensar en todo lo que una palabra me hizo capaz de ver y en lo mucho que debo ignorar por todas aquellas que no conozco. Ahora sólo puedo pensar en Antera, en sus maneras particulares y sus historias increíbles. Con frecuencia me encuentro preguntándome a dónde fue y qué estará haciendo. Me gusta
imaginar que volvió a su hogar y que la gente la aclamó por sus descubrimientos. Tal vez ahora mismo viaja entre las estrellas, o quizá entre dimensiones, recolectando nuevas palabras y expandiendo su universo. Y aunque sé que es improbable, también me gusta imaginar que algún día volverá y me revelará sus secretos una vez más. ¬
Clemente Gaytán (2021).
Apuntes sobre la inminencia del apocalipsis lingüístico humano Dhel N.
AÚN ESTAMOS INVESTIGANDO quién permitió la clonación y actualización de Antonio de Nebrija. Se habían localizado dos cabellos y células epidérmicas en el manuscrito de su Gramática castellana que fue localizada en una biblioteca en Madrid hace apenas una década. El problema no fue clonar a un eminente humanista tal como se ha vuelto moda en los últimos lustros. El detalle fue que se le cargó (sí, el clásico uploading) un registro de alrededor de tres mil lenguas, simularon su vida real manejando lo anterior como una epifanía sagrada para luego retrotraerlo al presente. Como broma o descuido, fue conectado a un afluente de memoria junguiana que topaba con una laguna de memes culturales dawkinianos relativos al lenguaje. Así fue como adquirió un conocimiento sin par sobre los diversos lenguajes que ha desarrollado la humanidad por milenios. Emulando a su original, redactó diversas gramáticas de lenguas ya extintas que logró extrapolar con sencillez. Y luego, tras dejar sembrado un manifiesto anarquista sobre la lingüística humana, inició una revuelta cuyas consecuencias aún son impredecibles, aunque están por fulminar la civilización humana como un todo. Entre los apuntes, que quizás expliquen el porqué tomó semejante camino, se encuentran los siguientes apuntes (transformado en siete reglas por sus seguidores como fanáticos): 1) El lenguaje es lo que nos hace humanos, el lenguaje es lo que nos vuelve superhumanos y nos volverá metahumanos. 2) El fonema universal /ma cuya coincidencia mundial e histórica es totalmente aceptada como una forma de nombrar a la madre,
debe ser extirpado de cualquier neolengua ya que deben desechar la dependencia psicoemocional a dicha figura. Y esto es muy importante como una forma de cancelar el pasado orgánico en una era de clones, seres virtuales e inteligencia no orgánicas. Posteriormente cualquier otro sonido o raíz que implique atavismos deberá ser cancelado de forma gradual por nuevas formas que subrayen y determinen la concreción de estas notas. 3) Debe dejarse el planteamiento de personas y formas singulares para evitar otredad como alteralidad. Solamente debe existir el “Soy” con sus correspondientes conjugaciones mientras aún se necesiten. 4) Convergencia hacia la fusión de los tiempos: no presente, pasado ni futuro. Su inexistencia dará la libertad ante el Cronos de este universo. 5) Todo objeto, menos el “Soy”, será establecido por elementos unívocos de su constitución física y temporal tejidos como una red multidimensional, holográfica y discreta para evitar la confusión típica en las lenguas humanas. 6) La comunión final será cuando el “Soy” sea “Cosmos”. 7) Aquel que objete estos elementos como base de una nueva comunicación en pos de la trascendencia de la humanidad ser (el “Soy”, absoluto y universal) pasará a ser un objeto unívoco y apelable. La última defensa, ante la situación actual, radica en la captura y exterminio del clon a la brevedad. Mientras, bajo una bandera final, somos la resistencia. Los Seremos. ¬
Cuando las letras se enamoran Kari Martínez Zúñiga (México)
CUALQUIERA SE ENAMORA de las letras, pero cuando ellas se enamoran de ti, es otra historia. Las letras te destinan a una vida de amarguras, desengaños y te sumergen en una vorágine de sensatez, pues entre más razón tengas, el resto te verá más loco. Yo creo que ése fue el porqué de que nuestra relación fracasara. Él lo tenía todo, unas manos decididas, una voz dulce y grave, una mente brillante. Algunas enamoradas se hacen de atole cuando escuchan que el amor pronuncia su nombre, pero yo me hacía más fuerte; me hacía más real, supongo. Fue horrible cuando empezó a frecuentar a otras, a formar otros nombres con sus labios, a esculpir otras figuras entre sus dedos, a colorear otros ojos con sus palabras; fue horrible compartir espacio con todas esas y ser testigo de cómo les brillaban las pupilas ante ese Dios que se nos presentaba en forma de hombre. Al principio todo era oscuro, caótico, hasta que él con su calma comenzó a poner significados donde yo no veía ni la punta de mi nariz. Decía cosas que yo no comprendía. Mientras el movía sus labios y dedos, mientras su mirada me recorría toda, empecé a sentir: mi piel era rozada por suculentos fonemas, cálidos o frescos, según la ocasión. Las horas que él pasaba conmigo alimentaban mi entereza, por lo que al mismo tiempo me hacía más compleja, más esférica. Me enamoré profundamente… si es que así es como se siente el amor. Por eso, como pude, lo hechicé; di mil vueltas en su cabeza por la mañana, por la tarde, por la noche en sus horas de insomnio; me hice la difícil para que gastara más tiempo en mí, tratando de comprenderme, me volví su obsesión constante, me hice el tema de sus conversaciones en las tertulias. Lo volví sensato y coherente en temas de amor… o eso quise creer.
Me compliqué más de lo que debía, por lo que él mismo se dio la licencia de despertar los sentidos de otras pieles, como a las teclas de un pianoforte, para deshacerse de los dolores de cabeza que yo le provocaba. Me enfureció saberlo en otros ojos, en otros mundos. Con ello, llegaron a mí mil ideas de venganza… Primero me escabullía entre las sombras para susurrarle pesadillas al oído, me escondía bajo la cama para tomarlo por los tobillos y hacerlo caer, azotaba las puertas de golpe, me metía en su área de Broca para que no pudiera hablar… puras cosas de niños. Pero después, transgredí la línea. Un día, una de las nuevas “musas” se atrevió a ponérseme enfrente, me sentí amenazada, como si ésta fuera a tomar mi lugar; así que tomé uno de los bolígrafos del escritorio y… le rayé la cara: le puse bigotes y unos cuernos de diablo en la frente, luego la pateé para que se volteará y le dibujé una cola también, así ya nadie la iba a querer, mucho menos él. Ella se puso a llorar y no sabía ni dónde esconderse, así que se metió entre las páginas de un viejo diccionario, con la esperanza de que nadie la encontrara ahí. Cuando él llegó, buscó entre sus notas a la tal por cual, pero nunca la encontró. Tampoco me encontró a mí: me di cuenta de que no quería estar donde no era requerida. Con el corazón roto, ése que él me había regalado, me decidí a procurar las obras de otros autores, unos menos apasionados, unos que no me robaran el aliento mientras sus fonemas y grafías me toquetean, unos que tal vez no me retraten como a una Lolita, una Beatriz o una Dulcinea, pero que al menos no me harán querer dibujarle cuernos a las páginas a diestra y siniestra… esa siniestra que heredé de él. ¬
Calígine JL Paolo García Morales (México)
LIZARDO IRUNTA MARANAM se dirige a investigar uno de los casos obligados que tiene que realizar gratuitamente, cada año, en servicio de la sociedad si es que quiere renovar su permiso judicial para seguir ejerciendo privadamente como detective, forense glossa y forense audiólogo. Camina entre la resequedad de la calle Calígine hasta llegar a un lugar ruinoso. Es la única edificación que se vislumbra en un kilómetro cuadrado. Se le llama La Fortaleza de la Decadencia, y es un refugio para vagabundos, parias, drogos y demás humanos que les apetezca estar allí. Aunque, como en cualquier lugar de la sociedad, a veces ocurren crímenes de todo tipo. Se detiene frente a los límites de la propiedad, desde su sombra se despliega una neblina iridiscente, es su cohorte de nanodrones que ha activado. Danzan, lenta y microscópicamente entre la penumbra que arroja la fortaleza, parecen luciérnagas, pero son más poderosas. Escanean todo el lugar. Supone que no encontrará a nadie, pues lo habitual cuando aparece algún cuerpo es que todos huyan, pero aun así prefiere esperar los resultados del escáner preliminar, que buscan principalmente humanidad. Como es de esperar sólo yace un cuerpo sin vida, el que vino a investigar. Entre los resultados del escaneo preliminar hay un dato extraño: alta radiación electromagnética, pero no es peligrosa. Lo guarda en la carpeta de curiosidades y camina hasta la entrada, invoca a varios nanodrones que se arremolinan en su brazo izquierdo hasta hacerlo un arma de asedio para derrumbar la puerta, no le importa alterar la escena pues sabe que sus nanodrones ya han escaneado y recopilado mucha información. El ruido de la
puerta cayendo agita la calma de la noche y estremece a los múltiples seres nocturnos no humanos que responden con una retahíla de chirridos iracundos. Los muros anchos que configuran la fortaleza están negros y quemados en muchas partes, guardando las cicatrices de fogatas infinitas, miles de pelusas de papel periódico ruedan con el soplo calmo del viento hasta formar gusanos alrededor de cobertores corrugados, también de papel periódico, usados hace poco. Al fondo de un pasillo de esos, en un rincón precedido por paredes sin las huellas dactilares de la decadencia, yace un capullo cobijado por la oscuridad, algunos nanodrones iluminan sus contornos y, finalmente, un enjambre de ellos alumbra todo el lugar. Un muro en particular presenta bordes carcomidos como por el efecto de algún ácido, y por los colores parece un atardecer oceánico, aunque bien puede ser óxido creado por el tiempo, es curiosa la forma esférica, como si la decadencia del devenir hubiera nacido en el borde de una pequeña cúpula. Las ropas de la persona muerta forman en su conjunto una paleta de colores fríos. Ordena a los nanodrones analizar a profundidad la escena antes de mover cualquier cosa. Una vez realizado, voltea el cuerpo, la piel del rostro le ha sido arrancada, manda a sus ayudantes robóticos encontrarla. Continúa revisando. Tiene una herida en el bajo vientre, parece que un láser lo hizo y es la causa aparentemente primaria de muerte, falta realizar estudios. Decide que es momento de profundizar y terminar, quizá, con el asunto. Le inyecta al cuerpo un poco de Sangre de Kahli, para ablandarlo y poder manipularlo. Invoca a cier-
tos nanodrones mediante una serie de palabras: Ex Caligine Chaos: ex Chao et Caligine, Nox, Dies, Erebus, Aethe. No sabe qué significan, pero alguna vez las leyó y se le quedaron impresas en la memoria, ahora sólo es una contraseña de raíces arcanas. De inmediato llegan y se unen esféricamente, levitando frente a él, quien les dice con un susurro: tártaros, y rápidamente se lanzan hacia la boca del muerto, la abren y penetran hasta el borbollón de las cuerdas vocales, desde donde la esfera comienza a expandirse y a deformarse hasta convertirse en una micro máquina que florece en la lengua y en el sistema auditivo, ramificándose al exterior del cuerpo en una consola holográfica que permite controlar los aparatos ópticos y sonoros de amplificación suprema que ahora yacen en el interior del cadáver, deformándolo torácicamente en una especie de tragicomedia donde el muerto se ha comido un trapezoide expansivo tridimensional. Una parte de su harem nanodrónico surca suavemente la faz de la lengua muerta, avista en los primeros estratos cárnicos una serie de palabras fosilizadas, que irónicamente son las últimas que pronunció la víctima, las guarda para analizarlas después. Una vez barrida esta zona superficial, despliega a sus ayudantes bajo el relieve de la lengua y entonces comienza a brotar un géiser de información, letra fosilizada a letra fosilizada se unen en un chorro ardiente de pasión, de oratoria vital, miles de discursos, algunos breves y otros largos, proferidos en vida por el ahora muerto. Cada letra fósil es cuidadosamente analizada de acuerdo con el color, grosor, intensidad y demás características que conforman el lenguaje. Para ser concatenados en un discurso lógicamente obvio. Cada detalle y pensamiento es plasmado en láminas irrompibles de oricalco, que hierven incesantemente dentro de un estanque portátil repleto de lapislázuli líquido y que está a resguardo en una zona secreta de la ciudad. Corta el tímpano y el nervio auditivo para que
pueda ser interpretado por su magnífica y única máquina. Los nanodrones que yacen alrededor de su brazo forman entonces una serie de hilos finísimos, microscópicos, que se introducen en el nervio vestibulococlear para escanearlo. Lleva algo de tiempo, pero es necesario pues así no importa si le sucede algo a las partes biológicas, la información está asegurada, inicia también el proceso para escanear las zonas de Wernicke, Broca y el encéfalo. Al finalizar el escaneo sonoro coloca el tímpano y el nervio vestibulococlear sobre la máquina de su propia creación, una especie de fonógrafo, cuya parte principal es un microencéfalo con la capacidad de interpretar los millones de sonidos e idiomas conocidos de la Vía Láctea. Siempre reproduce primero en su fonógrafo lo que el muerto escuchó, antes que usar la interpretación del encéfalo propiedad de la víctima, pues es más confiable, ya que carece de subjetividad, la cual muchas veces oculta información sonora que el muerto ignoró estando con vida. Se dispone a reproducirlas cuando un enjambre de nanoayudantes lo interrumpe para decirle que han encontrado la piel del rostro, le mandan la información obtenida y le muestran una simulación de como lucía el rostro del asesinado… es él, Lizardo Irunta Maranam. Queda algunos segundos en shock. Trata de comprender lo que sabe. Activa el fonógrafo, que tiene un efecto sonoro como el que tenían los primeros aparatos antes de interpretar correctamente. Sonidos extraños, cavernosos, agudos y graves se explotan, se susurran, se reptan sobrehacia-para sí en una orgia auditiva que reverbera en la garganta de la ninfa eco y que Lizardo siente que inundan todo su cerebro. Después, un silencio seco, seguido de una serie de aullidos graves y agudos que convergen en una voz de timbre promedio. Escucha los sonidos de su infancia como fantasmas ventosos, si deseara podría amplificarlos y reajustar la sensibilidad fonográfica para poder captar con más precisión esas voces viejas, pero no le in-
teresa ahora, además las tiene en su propio cerebro si quisiera rememorar. Esto le hace pensar de inmediato que de alguna forma está asumiendo que este cadáver es él. ¿Cómo es posible? Continúa escuchando, sintoniza la sensibilidad en los últimos momentos. Sonidos de trastes, copas, risas. Reconoce después los gemidos del amor y luego los cantos de la típica noche que se resguarda secretamente en su pecho y en su inconsciente desde hace muchos años, y que solo pueden provenir de su departamento, cercano al bullente rayo solar del amanecer y lejano del tumultuoso rugir cotidiano. Sus últimos días parecen cotidianos, entonces ¿cómo logró cambiar de tiempo? Esto aleja la posibilidad de que él está muerto. Pero aun así hay duda, pues para viajar en el tiempo se necesita poco tiempo, irónicamente, al menos así lo demuestran los fragmentos de literatura arcana que hay en los museos. Adelanta el registro sonoro, ocurre entonces algo extraño, un segundo borde, como una rebaba que había pasado desapercibida nace, por así decirlo, en el nervio vestibulococlear, haciéndolo más grueso, no lo había notado, y en su experiencia es inusual, porque es como si su experiencia auditiva se hubiera incrementado repentinamente en vida. Continúa la reproducción, millones de sonidos, de historias, de voces políglotas pero extrañamente familiares suenan ahora como si su audición se hubiera amplificado y proviniera de, cuando menos, un mundo con más sonidos, más vital. Lo piensa así pues tiene siempre en la mente que quizá sí es un viajero en el tiempo. Luego, al final, peleas, gritos, explosiones. Una persecución, quizá. Una serie de voces extrañas muerden su oreja y su entendimiento, son de otras especies no humanas, pero sobresale el idioma Tsuoloc, pues son inconfundibles las poquísimas consonantes que usan al igual que vocales, fue recientemente descubierto en una cultura de seres extraños nacidos en Luna Cúbica, que circunda al planeta supermasivo Nibohon, del cual también se conoce poco. Hay además un sonido chirriante que observa
en los registros gráficos del audio y que aparece en varios momentos, que se podrían suponer corresponden con los momentos en que el muerto viajó en el tiempo, el último sucedió pocos minutos antes de morir. Sólo queda escuchar un susurro de escasos segundos, las últimas palabras quizá… es una canción arcana, raidersondestorm, Lizardo la recuerda porque compró una copia en el museo hace años. Escrita por un tal Rey Lagarto. En medio de la canción el sonido baja y una voz moribunda o muerta esgrime: huye, lo sabrán, lo saben, lo sabían… ¡sálvanos, Lizardo! Se estremece mientras mira su cráneo sin rostro, sus ropas. Sabe que podría ser él, pero también cualquiera. Escribe un reporte vagamente convincente, mete el resultado del caso como sin resolver. Eso le dará tiempo, necesita pensar y analizar las pruebas, lo que salió o, mejor dicho, captó el oído con lo último dicho por la lengua. Sobre todo la parte en donde se escucha el idioma Tsuoloc. Necesita un intérprete, sólo un académico podría hacerlo, aunque su traducción sería apenas de un 30, quizá 45 por ciento fiable, ya que es una cultura recién descubierta, y muy reservada, se han negado a compartir totalmente su conocimiento, idioma y demás características de especie con el resto de la Vía Láctea, es decir la Organización Interespecies de la Vía Plata, no en todas las culturas conocen la leche. Solicitarlo oficialmente atraería inmediatamente la atención a su caso, y es lo que menos desea ahora Lizardo. Aunque es ilegal guardar copias, él lo ha hecho siempre, es un hábito, una especie de instinto de supervivencia racional, por si un día algo saliese mal con algún caso. A veces piensa que ese miedo atávico que le obliga a desconfiar del gobierno, de la política y de la gente en general nació entre explosiones de sangre y huesos, de vida y pasiones quemadas entre las fuentes letales de lo que es ser humano. Cansado de analizar las pruebas de su propio asesinato, y ya que el mensaje que se mandó a sí mismo claramente decía básicamente: perseguido, pasado, presente y futuro, desde
siempre. Algo debe haber que no vio antes en alguno de sus viejos casos. Está revisando el caso de Sony Ehstil, un maniático adorador de la ciencia arcana. Tarda varios días por toda la información que tuvo que reaprender. Ahí, entre las fotos nanodrónicas yace un manual para viajar en el tiempo y una copia la tiene él, Lizardo Irunta Maranam, una copia ilegal. Piensa que entonces todo comienza con ese manual. Construye la
máquina y, el primer día de prueba, muere. Tiempo después se descubre que los Tsuolocs usan un lenguaje especial para inducir fantasmagorías, alucinaciones y delirium tremens que duran mucho tiempo. Actualmente es una especie cazada, domesticada y sus glándulas sublinguales son comercializadas ilegalmente para inducir estados mentales alucinantes, para organizar golpes de estado, crímenes y recreación. ¬
María Susana López, Mala comunicación digital (2021).
Cubículos Santiago Falconí (Ecuador)
JOAQUÍN VIO a la muchacha entrar alrededor de las diez de la mañana. Estaba acompañada de un funcionario de la empresa y era evidente que le estaba por mostrar su nueva oficina. Él sólo la vio pasar. Llevaba una camisa azul y pantalones negros. El funcionario la llevó por el fondo de un pasillo. Al siguiente día la vio pasar sola. Caminó con bastante seguridad y se perdió por el mismo pasillo. Lo que a Joaquín le sorprendió es que no se detenía a saludar a nadie. No echaba un vistazo a los alrededores o a los cubículos, que era el lugar donde Joaquín trabajaba. Los demás empleados comenzaron a notarla a partir de la primera semana. Antes de eso era un ser invisible que, a las diez de la mañana, iba a su oficina para no salir. La tercera semana de trabajo la muchacha llamó la atención a un pasante por dañar la cafetera. El pasante se disculpó una vez. Sin embargo, parecía molesto. La miraba a los ojos y su cuerpo parecía querer aplastarla contra la pared. El pasante se fue después de algunos minutos y la muchacha reparó la cafetera ella misma. La cuarta semana todos hablaban de ella. Joaquín podía escuchar el murmullo de las conversaciones en los otros cubículos. La quinta semana ya todos estaban dentro de una sala de chat discutiendo sobre quién era esta muchacha y qué hacía en la empresa. ¿Era la jefa?, preguntaba uno de ellos en el chat. Otro le respondía que no tenía ni la menor idea. Otra compañera insinuó que debía tener una respetable cantidad de Prodata. Joaquín meditó sobre eso. Sabía que existía la Metadata, pero nunca había escuchado hablar de los Prodatos. Al final de la quinta semana, Joaquín se acercó a su compañera y le preguntó sobre los
Prodatos. ¿Sabes de la Metadata verdad?, le preguntó ella. Joaquín le respondió que lo sabía a breves rasgos. ¿Has visto tu hoja de vida o tus informes de trabajo?, volvió a preguntar. Joaquín respondió que no. La compañera hizo un gesto de descontento y se volvió a Joaquín. Es una pena que no les digan estas cosas a los muchachos, continuó la compañera, siempre hay líos por este tipo de desinformación. Dentro de los Metadatos existen dos grupos: Prodatos y Contradatos. Para dejártela corta, los Prodatos son datos positivos sobre ti y los Contradatos son negativos. La próxima vez que puedas ver tus informes de trabajo échale un vistazo al apartado de los Metadatos. Por lo general no ponen un número, suele estar un visto bueno o un positivo o negativo. En la sexta semana, Joaquín, desde la computadora del trabajo, investigó que era la Metadata. Le habían dicho en el colegio que era importante recabar la suficiente Metadata para entrar a un trabajo estable. Crear algunas entradas en la red, una saludable cuenta en las redes sociales. Había veces que un blog o un videoblog ayudaban mucho, pero Joaquín era el tipo de muchacho que no le gustaba estar frente a una cámara. Intentó, antes de graduarse, abrir un blog sobre carpintería. No duró mucho. También intentó ser activo en foros sobre agricultura, que era otra de las cosas que le gustaban, pero se olvidó de hacerlo. Cuando se graduó, y los reclutadores lo evaluaron, lo enviaron a ese trabajo de oficina. No le incomodó, así que se quedó. Cuando llegó la muchacha, Joaquín llevaba tres meses trabajando allí. Joaquín descubrió que la Metadata era el conjunto de información que un sujeto dejaba disperso, consciente o inconscientemente, alrededor de la web. Es decir que había una or-
ganización que recababa tus huellas y las recolectaba. Lo guardó en su teléfono y siguió trabajando. La semana ocho la muchacha lo miró mientras entraba por el camino habitual. Joaquín, sorprendido, también se la quedó mirando. La semana nueve por fin supo que el nombre de la muchacha era Angélica. En la semana diez había sido instaurado un nuevo pasante. A Joaquín se le asignó el trabajo de enseñarle en qué consistía el trabajo. Llevó al nuevo pasante a su puesto de trabajo, un cubículo al fondo de su fila. Le indicó cómo prender el computador y abrir el programa. Haz lo que te diga la computadora, le dijo. El nuevo pasante se mostró sorprendido, así que Joaquín le dijo que aplastara el botón que la computadora le dijera. Usualmente es la tecla “F”, terminó por decir. En ese instante apareció la primera Línea, seguida por un suave sonido de notificación: “Presione F para incinerar papeles”. El mensaje estaba en el centro de la pantalla y la letra F parpadeaba intermitentemente. Cuando Joaquín llegó al trabajo eso le pareció algo narcótico. También era algo que lo llegaba a alterar. Era el signo de la espera y el constante aviso. Como si el computador dijera: “Si no me presionas no va a avanzar el tiempo.” El pasante se quedó mirando a Joaquín, esperando respuestas. Él le hizo un gesto para señalarle el teclado y que presionara la tecla que le pedía el computador. El pasante la presionó y enseguida salió otro mensaje: “Presione F para alimentar a los animales.” La mayoría de los mensajes que aparecían en las pantallas no tenían sentido. Varias veces a Joaquín le había saltado el mensaje: “Presione F para pedir perdón.” O “Presione F para comida.” Sin embargo, el más raro por mucho era el “Presione F para decir que lo/la extraña.” Cuando Joaquín regresó a su cubículo se preguntó cómo era la Metadata del nuevo pasante. La semana once fue el cumpleaños de una compañera. A todos les salió una notificación en uno de los bordes de la pantalla. Dentro del recuadro azul estaba una foto de ella y su nom-
bre. Se llamaba Karen. La semana doce Joaquín vio como el nuevo pasante se desmayó frente al computador. Inmediatamente, de todas las computadoras salió un sonido de sirena. Era imposible acceder al trabajo hasta que se atendiera al pasante. Joaquín lo levantó y minutos después llegaron dos enfermeros. A mitad de la semana Angélica dio una charla sobre un ambiente laboral sano. La semana trece había un feriado. Joaquín se quedó en el trabajo y en la mañana del martes vio entrar a Angélica. Compartieron una mirada que no duró mucho. La semana catorce el pasante había regresado. Su piel había tomado más color. Joaquín lo notó cuando pasó por su cubículo. Lo saludó amablemente. La semana quince despidieron a un compañero. El chico del cubículo de la cinco. Lo supieron porque la mañana del lunes su puesto estaba vacío. Nadie falta al trabajo, le dijo Karen. Joaquín se preguntó si ese despido era un asunto de Metadatos. La semana diecisiete se enteró que el despido del chico del cubículo de la fila cinco era porque habían encontrado que dentro de un blog anónimo compartía chistes que Angélica consideró inapropiados y de mal gusto. Uno de ellos decía: “Reír es la mejor medicina. Por eso me río de la gente con sida.” De inmediato pensó en que si él había dicho o hecho algo malo en los foros sobre agricultura o si aún quedaba el rastro del blog de carpintería que había borrado hace muchos años. Lo seguro es que, si había algo, esa gente lo iba a descubrir. El fin de semana de la semana diecisiete Joaquín se dedicó a buscar el blog de carpintería y el foro de agricultura. Del primero no había nada, el segundo aún existía. Revisó los mensajes y analizó si alguno de ellos era inapropiado. Finalmente decidió borrar todos los comentarios. En la semana dieciocho fue despedido el pasante. Habían descubierto fotos en las que él estaba, según lo que pudo escuchar, en situaciones comprometedoras. Eso despertó en
Joaquín un nerviosismo aterrador. Varias veces bajó la mirada cuando sentía los pasos de Angélica por el pasillo. El asiento vació del pasante generaba miedo entre los trabajadores. Karen trató de animar a Joaquín diciéndole que ese tipo de cosas sólo le sucedía a la gente sucia y de malos pensamientos. Joaquín pensó en la falsedad de esa frase hasta la noche, cuando apagó el computador y fue caminando a su casa. La semana diecinueve Joaquín estaba frente al monitor. “Presione F para alistar la fiesta.” “Presione F para limpiar.” “Presione F para construir las carreteras.” “Presione F para limpiar los buses.” “Presione F para presentar sus respetos.” “Presione F para subir la moral del grupo.” Sin pensarlo, Joaquín se detuvo. En la pantalla estaba “Presione H para terminar con todo.” No sabía qué debía hacer. El enunciado tenía la misma naturaleza que los otros, carecía de sentido y era directo. Sin embargo, pedía presionar un botón diferente. Sabía que podía aparecer otro comando, pero eso no había pasado nunca. No podía avanzar hasta que cumpliera con el comando, pero tampoco sabía si era lo correcto. F era lo común, H era extraño, anómalo. Pasó la mirada por los cubículos. Al fondo estaba el del pasante, aún vacío. Al frente estaba Karen, preparándose una taza de café. El cubículo del primer empleado despedido había sido ocupado por otro empleado. Con miedo Joaquín presionó la tecla H. El lunes de la semana veinte, mientras Joaquín prendía el computador, Angélica le pidió que se acercara a su oficina. No había nadie en el cuarto de los cubículos. Dentro de la oficina de Angélica estaban dos reclutadores. Joaquín estaba parado, viéndolos con sus grandes abrigos y sus boinas rojas. Angélica se sentó en su escritorio y le preguntó si todo estaba bien. Joaquín respondió que sí. Angélica volvió a preguntar. Joaquín respondió lo mismo. Semana veinte y uno. Karen ve que el puesto donde trabajaba Joaquín está vacío. Por ahí escucha que fue despedido porque se le encontraron unos comentarios delicados en un viejo
blog de agricultura. Utilizaba ese blog para hablarse con alguien, escuchó decir. ¬
Adriana Rocha “Drita”, Miradas (2021).
Escúchalo bien Carlos Enrique Saldívar (Perú)
ELLA ESTÁ AHÍ, echada en la fría superficie metálica, vestida tal como la capturamos, con su uniforme de empleada de centro comercial. Sólo le hemos quitado la gorrita para colocarle los sensores. Claro, hubo que raparle la cabeza primero para que captara mejor las voces. Su nombre es Helen, la hemos rastreado desde hace dos meses, cuando sacaron unas notas sobre ella en un periódico y en un programa televisivo dominical. Decía que le llegaban mensajes del más allá. A pesar de la mediana publicidad, era difícil tomarla en serio, pues contaba que le decían: «Chav, klato, nigurat, rieleg». No se entendía; optamos por medir la intensidad de su carga electromagnética con un dron insonoro que la rodeó en la calle. Helen no se asustaba, estoy seguro de que presentía su rapto inminente, el encargado sería yo, el ministro del interior, con la venia del presidente de la república y con la ayuda del Instituto Peruano de Ciencia y Tecnología. Necesitamos descifrar aquellas frases que caen en su cabeza. Los testigos dicen que la mayoría del tiempo ella hablaba en castellano, con tranquilidad, pero a menudo mencionaba esas palabras que, según su propio testimonio, venían de otro mundo, de otro plano dimensional, o de un universo paralelo o alternativo, mas no de esta Tierra, no del presente, pasado o futuro, porque no había seres que hablaran de ese modo: «Klaken, tulhulun, vermiot, chaktaken». Esto no pertenecía a ninguna lengua de nuestro planeta, parecía la literatura de ciertos autores de horror cósmico. No obstante, sin duda, era real. Mediante las lecturas
en las pantallas del laboratorio, veíamos las frases que resonaban en la mente de Helen. No queríamos lastimarla, nada más necesitábamos saber qué decían, para ello necesitábamos decodificar el mensaje. Lo oíamos con atención. No era un vocabulario muy extenso. Yo estaba obsesionado y el misterio sólo era conocido por unos cuantos. La población no debía enterarse de lo que hacíamos en esta habitación con estas máquinas asombrosas que leían la mente y se hallaban encendidas las veinticuatro horas, programadas para descifrar las voces tétricas que ninguna garganta humana podría pronunciar. No éramos crueles. Helen se encontraba bien cuidada, y la alimentábamos con los tubos intravenosos. Aunque sentíamos que se nos terminaba el tiempo, que debíamos saber lo más pronto posible qué significaban esa veintena de palabras: «Kento, dakoncrak, kechek, leglaj». Pasaron dos, tres días y nos poníamos nerviosos. La familia de Helen denunció su desaparición. La prensa se interesó de nuevo en su extraño caso. Al cuarto día, ella abrió los ojos de repente, estaba asustada, comenzó a chillar y a pedir que la liberaran. La teníamos amarrada, no se iría. Para ese momento, la computadora con un algoritmo, que le compramos a Rusia, nos indicó que la parte final del mensaje decía: «Hoy sucederá». ¡Se inició un terremoto! ¿Qué significa eso?, le grité a Helen, quien reía de forma histérica y señaló a la pared. La respuesta fue la gigantesca nave que emergió desde el centro de Lima. ¬
El organismo corrupto Ajedsus Balcázar Padilla (México)
EN UN PRINCIPIO, vimos a la ciencia como un peligro ante los dogmas de una sociedad sumida en el oscurantismo. Más adelante y con mayor aceptación, la asumimos como una nueva religión que, con fe, dura creencia y experimentación, nos haría posible resolver problemáticas del día a día. El paso del tiempo nos afirmó nuestras expectativas y, posteriormente, aprendimos a jugar como los propios dioses. Primero un monje llamado Gregorio Mendel, comenzó a jugar con los caracteres hereditarios al cruzar distintos tipos de guisantes. Luego un científico inglés llamado Charles Darwin, viajó a las islas Galápagos y al comparar distintas aves pinzón, pudo formular que todas las especies provenían de una evolución a través del tiempo. Después, Edward Jenner descubrió que, aislando parte de la viruela, para luego inocular un fragmento de ella en otras personas, podría generar algún tipo de inmunidad; con la creación de la vacuna, pudimos encontrar la manera de sobrevivir ante un ambiente microscópico hostil. Con el avance de los descubrimientos, la apertura de la biología celular y la microbiología, el doctor Paul Berg, pudo hallar la manera de obtener una molécula de ADN, por medio de fragmentos de otras especies. A partir de esto, la facilidad de conocer los componentes del código genético nos aproximó a nuevos campos de experimentación. Ya con esta capacidad, en los años setenta logramos modificar la composición de la bacteria Escherichia coli, para introducir plásmidos que indujeran la producción de insulina dentro de ellas, transformándolas en fábricas bioquímicas. A partir de estos avances, la biología molecular y sintética dio pasos agigantados hacia un nuevo panorama.
En la nueva era, existían dos lenguajes que significaban mucho para la tecnología; el código binario, con el cual operaban los sistemas computacionales, las máquinas y las redes informáticas; y el código genético, el cual conforma a todo el conjunto de reglas que define cómo se traduce la secuencia de nucleótidos en el ARN a una secuencia de aminoácidos en una proteína. Este código común en todos los seres vivos se volvió esencial para conocer la composición molecular y estructural de cada organismo. Entre estas y otras cavilaciones, el doctor Antonio Linneo supo con veracidad que su trabajo sería trascendental para la vida humana. Pues junto a su equipo de científicos, habían creado una especie de “organoides” capaces de sintetizar moléculas orgánicas imprescindibles para solucionar algunos problemas de salud. Entre los objetivos a alcanzar estaban el eliminar trastornos congénitos, la regeneración de tejidos y hasta la creación de órganos biosintéticos. Los organoides conformaban una masa de complejos celulares, elaborados con células madre pruripotentes (iPSC). Con ayuda del procedimiento de tijera genética del CRISPR / Cas 9, la bioforma era modificada para que sintetizara una sustancia específica, conformando así un organismo mucho más funcional que las propias bacterias, que desde décadas atrás habían sido utilizadas para generar pequeñas dosis de sustancias orgánicas esenciales. Luego de pasar por un filtro en la comunidad científica, el proyecto había sido aceptado y la producción en masa inició. Linneo no pudo sentirse más que satisfecho por su creación. Una tarde, el doctor Carlos Sabato, entró al despacho de Linneo y le habló sobre una cues-
tión problemática. —Buenas tardes, doctor Antonio. ¿No se encuentra ocupado? —Por ahora no —repuso Linneo y dejó de escribir en la computadora—. ¿Ocurre algo? —Tengo algunas malas noticias sobre el comportamiento de los organoides del laboratorio. Desde hace dos días, han detenido su proceso de fabricación de componentes y han iniciado la expulsión de un residuo de ácidos carboxílicos —explicó su compañero, extendiendo un informe en su tableta digital. Tras analizar el documento, el semblante del doctor Linneo se llenó de consternación. —Han liberado principalmente ácido acético. Esto es extraño y me causa mucha preocupación. ¿Han aislado al lote original de las bioformas? —Sí, doctor. Pero… aunque lo hayamos hecho, horas más tarde, otras cápsulas de cultivo, tuvieron el mismo comportamiento. Cuando acudieron al laboratorio, los dos hombres se encontraron con un ambiente invadido con un fuerte olor avinagrado, además de un aspecto anormal en las bioformas. Los doctores se miraron entre sí con seriedad. Tras meses trabajando en el proyecto, en ningún momento había existido una irregularidad como ésa. Los organoides habían trabajado con normalidad todo este tiempo, y gran parte del proceso en masa era manejado por la corporación de biotecnología RENOVAMEX. Luego de una semana, las noticias no tardaron en aparecer. —Buen día, doctor Linneo —saludó la secretaria Beatriz, al verlo entrar al laboratorio. —¿Qué pendientes existen para hoy? —El director de RENOVAMEX, Mauricio Sandoval, le ha pedido que se comunique urgentemente con él. Le ha enviado un pequeño informe a su correo, para que lo verifique a la brevedad. Al escuchar eso, Antonio, a sus cincuenta años, sintió una pesada carga de estrés al iniciar el día. Supuso que debían existir inconformidades. Cuando abrió su bandeja de entrada, pudo
hallar un elaborado documento con algunas quejas y análisis actuales sobre pacientes que habían sido inoculados con el suero de los organoides. Principalmente en los casos regenerativos y de sustancias como el colágeno, la insulina y algunos transplantes. En uno de ellos, indicaba que en la paciente Cintya N. tras la exitosa regeneración de su córnea, había logrado recuperar la vista de su ojo. Pero en días posteriores, pudo resentir la variación de la vista, en cada uno de ellos, situación que empeoró, cuando una mañana una extraña protuberancia salió en su frente, la cual se convirtió en algún tipo de tercer ojo deforme, que empezó a mover la pupila de forma autónoma. En otro caso, el paciente Gerardo N., quien había sido sujeto a un transplante de corazón biosintético, pudo comprobar con preocupación cómo era invadido por ataques intermitentes de taquicardia, además de un inusual crecimiento del órgano en su cavidad torácica. Mientras que en otra paciente, llamada Miriam N., pudo comprobar con perturbación, el cambio agresivo de pigmentación que había sufrido su piel al haberse tratado con cremas rejuvenecedoras compuestas por colágeno de las bioformas. En los casos expuestos, todos eran productos generados por los organoides, situación que pedía ser resuelta lo antes posible, antes de que derivara en una demanda a la empresa y en la cancelación del proyecto. Además, gran parte de los cultivos de los organoides se habían detenido, creando la producción de residuos malolientes que dañaban a la producción en general. El doctor Antonio, tras una larga y atenta explicación, se comprometió fielmente a encontrar una solución oportuna para todos los pacientes presentados y la misma corporación. Para lo cual, junto a su equipo, se dedicó totalmente a trabajar en el laboratorio para lograr erradicar el problema. Tras días de intensas investigaciones y análisis, la doctora Ana Luisa pudo hallar una peculiar característica que le daría una pauta para comprender lo que estaba pasando. Ella se dirigió al doctor Sabato, quién anali-
zaba secuencias de bases nitrogenadas en el panel de bioinformática, buscando algún error de edición que produjera todo esto. —Hola, doctor Sabato. Tras analizar y experimentar con el lote original, pude hallar algunos datos que nos pueden servir —mencionó con entusiasmo. —Muy bien, doctora. ¿Cuál es su reporte? —Como sabrá, los organoides liberaban ácido acético, como producto residual. Cuando llegué a someter a las bioformas, con una liberación de ácido benzoico, pude comprobar que los organoides tuvieron un efecto positivo ante el estímulo. Momentos más tarde, algunos de ellos volvieron a producir las sustancias para las que fueron programadas. Esto podría indicarnos, que los organoides, han desarrollado algún tipo de autoconsciencia, un tipo de autodefensa sistemática producido por la explotación excesiva de su trabajo de síntesis. —¿Me estás diciendo que intentan comunicarse con nosotros? Eso sería imposible, ya que estos son simples complejos celulares capaces de dirigir procesos de síntesis específicos. —Yo no lo creo, doctor. Tal como lo hacen las hormigas al liberar feromonas para comunicarse con la colonia. Los organoides podrían haber creado alguna forma de lenguaje químico, capaz de traducirse en residuos de ácidos carboxílicos de distinta configuración de hidrocarburos. Lo que presentamos aquí, es una especie de evolución primitiva. Sabato analizó la cuestión, aunque el caso era interesante. No imaginaba por cuál motivo sucedía todo eso. Inicialmente, los organoides estaban basados en estructuras hechas con células madres. Tal vez, por alguna reacción precedida en su secuencia genética, había desarrollado algún tipo de comportamiento o protoconsciencia. —Muy buena hipótesis, doctora Luisa. Trabajaremos en ello, para averiguar más sobre este tipo de reflejos. En las semanas siguientes, todo el equipo trabajó con base en las suposiciones de Ana. Al avanzar en los estudios, pudieron traducir al-
gunas frases que se repetían en los organoides: “¿Quiénes son ustedes?” “¿Dónde estamos?” “Dejen de manipularnos.” “¿Por qué segrego esto?” En los análisis morfológicos, los científicos se llegaron a sorprender al descubrir una especie de proto-cerebro que se habían empezado a formar dentro de los especímenes; además de la escalofriante capacidad de crear estructuras parecidas a ocelos, capaces de procesar imágenes de su entorno. Aquella capacidad evolutiva, ayudó a los investigadores a entablar mejor comunicación con las bioformas. Aunque esto y aquello, resultaba asombroso, las críticas de la comunidad científica sobre los trabajos del equipo de Linneo y Sabato, fueron cuestionados severamente ante el carácter ético que suponía obligar a los organoides a crear síntesis de compuestos para beneficio farmacológico y médico. Al lograr obtener algún tipo de consciencia, ahora las masas gelatinosas de tejido celular, eran más un ser vivo que algún ingenio bioquímico. Cuando publicaron la capacidad que tenían éstos para entablar conversación con los investigadores, los especímenes fueron catalogados como una forma de vida evolutivamente pensante. Y aunque esto causaba intriga, se tenía el resultado de que cada uno de sus productos residuales poseín una vía de conexión con sus productores de origen. Partiendo de esto, se debía que tratar de la manera más adecuada a las bioformas, para no volver a obtener anomalías en sus productos. —Hemos logrado alcanzar un tipo de tregua con los organoides —mencionó jovial el doctor Sabato a su compañero Linneo—. Gracias a los estudios de Luisa y a la regulación internacional, se ha declarado un límite de producción de síntesis dentro de cada organoide. Noticia que es alentadora para los accionistas de RENOVAMEX. —Eso es excelente, doctor Carlos. La comunicación por impulsos químicos ha ido avanzando de maravilla. Los dos doctores, observaron con asombro y
expectación a la gran cúpula de cultivo en donde coexistían las distintas bioformas. A pesar de que no lograban desplazarse, sus aglutinados cuerpos vibraban y secretaban los distintos residuos de síntesis, sustancias que ayudaban sobremanera a la solución de problemas de salud, alcanzando así una mejoría en la
Itzel G. García, Betta (2021).
calidad de vida humana. Y aunque la evolución de los organoides aún no terminaba, éstos inusuales especímenes parecían más la creación de algún planeta alienígena, reafirmando así el origen cósmico de los componentes genéticos del ADN, pilar de la traducción de la vida misma. ¬
Lo que abandonamos en el fuego Ana María Fuster Lavín (Puerto Rico) «—Las quemas las hacen los hombres, chiquita. Siempre nos quemaron. Ahora nos quemamos nosotras. Pero no nos vamos a morir: vamos a mostrar nuestras cicatrices.» ―Mariana Enríquez
NO TIENES otra alternativa. Al menos eso crees. Huir con tu hermanita Nica; continuar siendo maltratadas; prenderle fuego a casa mientras tu padre duerme. Sin embargo, no tienes por qué elegir una sola opción. Hay otras, diversas, pero pronto cumples dieciocho años y estás extenuada, abrumada. No te permites divagar. Ser práctica es una guía para no caer en ti ni en él. Llevas años siendo la mamá de Nica, a quien el padre de ambas desprecia. Llevas mucho tiempo, siendo la mujer de la casa. Y tu espíritu no lo aguanta más. En definitiva, o lo haces ya, o morirás de angustia o bajo su cuerpo. Soy. Huir. Fuego. Madre y hermana. Estudiar, criar, limpiar, trabajar. No te quejas nunca. Siempre en silencio. Te mantienes ocupada todo el tiempo. Así salvas tu mente, tu espíritu, tu cuerpo. Cuidarla para ti fue sí o sí. En especial, cuando él la amarra a su cama para que no le haga brujerías. Él insiste en que la ha visto levitar sobre su cama y arrojarle cosas. Le respondes que son delirios por beber tanto y, como de costumbre, te golpea. En otra ocasión aseguró que una madrugada ella había intentado inmolarlo. Le respondes que es mentira, que reconozca que se quedó dormido con un cigarrillo en las manos. Él jura que no había fumado esa noche. No discutes más. ¿Recuerdas? Ese incidente ocurrió después de una de las veces que abusa de ti y a falta de tu mamá se desfoga contigo. ―Esa niña tiene voces que le hablan en la mente. Le dicen que no me hablen. Le dicen
que me haga cosas. Lo vi uno de sus dibujos en la pared. ―Papi, no hay dibujos en su pared. ―Y esas palabras… es una bruja. Quiere volverme loco. ―Esa niña se llama Nica, es inteligente y buena. ―Eso contigo, que eres mujer. También estás maldita, como tu madre. Te lo digo: ella está embrujada. ―Papá, Nica es autista, no bruja. Tú eres el salvaje. Eres quien tiene que aprender a comunicarse con ella. ―Un día nos va a matar. Te lo advierto. “Será a ti”. Esas últimas palabras ya te dices a ti misma. Estás muy agobiada como para seguir la discusión. Sabes que tu padre sólo tiene miedo de que tu hermanita vea lo que te hace en las noches, que se lo escriba a alguien. Por eso, la encierra en las noches cuando pretende que seas su esposa muerta. Reacciona, se llama violar, se llama incesto. No aguantes más. También la encierra cuando sales a trabajar en la librería. ¿Cuánto dinero has ahorrado? De seguro te da, para… Pídele ayuda a la dueña, además, ella también te pagaba para que ayudes a sus hijos con las tareas escolares. Ella siempre te dice que puedes quedarte en su casa cuando lo necesites, hasta te dio el teléfono de Mariana, una abogada feminista, que te puede ayudar. Sonríes, tu hermana tiene un afiche de ella pegado en su pared, junto a otras personalidades. Pero prefieres estudiar y trabajar para no pensar, para no sentir sus manos arrebatando tu adolescencia. Unas semanas más y cumpli-
rás dieciocho años. Podrás hacerte cargo de tu hermana y así no te la quita el gobierno. Cuerpo y alma. Fuego. Durante la pandemia, todo se te multiplicó. Ese doloroso silencio en la casa, las pisadas, el hedor de tu padre y sus delirios. También su rabia y sus deseos. La mente se te habita de todo lo que no quieres pensar, de todo lo que deseas al otro lado de esa casa que no es hogar. La compulsión de Nica por escribir en las paredes sigue aumentando. Había comenzado cuando tenía cuatro años, cuando la mamá de ambas murió, también murió una parte de ti y de Nica. El encierro también hizo que tu hermana se encerrara más en su silencio exterior. Pero a ti te sonríe y te abraza. Te deja papelitos bajo la almohada. Recuerda el que te dejó esta mañana: Te quiero. Eres buena. Mi plan. Dale. En ese momento no entiendes a qué se refiere con plan. No le das importancia. En la mañana le preparas el desayuno y la abrazas. Ella se acerca a tu oído y por primera vez en tiempo dice algo. También te llama por el apodo que sólo te decía mamá... Cuatro largos años… La observas sorprendida, ella te hace un gesto de silencio con el dedo en la boca. Luego regresa a su silencio inexpresivo garabateando en sus libretas. Piensas que sí necesitas un plan. Uno sin marcha atrás. Meditas en demasiadas cosas que comienzan esa acostumbrada interferencia mental, que te frena. Recuerda que otras veces sólo tuviste dos alternativas. Así es dolorosamente más fácil. Eso lo aprendiste poco antes, cuando siquiera tenías el derecho a decidir si podías abortar a ese posible hijohermano, que te devoraba constantemente los sueños y el alma. Tu padre te preñó, aunque no quieras aceptarlo. No fue que la regla te bajó tarde y tan fuerte que por poco te desangras. Eso fue producto de las pastillitas que afortunadamente te consiguió la hermana mayor de una compañera de clases. En ese momento le
prometiste que lo denunciarías. No lo hiciste por miedo a que las separaran, a ti a tu hermanita, muy pequeñita en ese momento, en hogares de acogida. Salvarnos. Hermanas. Amor. Es media tarde. Tu padre aún ronca, la peste a ron rancio recorre desde su habitación hacia la tuya. Aprovechas para darles las tutorías en línea a los hijos de tu jefa. Al despertar Miras la habitación de tu padre, aparenta que sólo despertó en la madrugada, comió y bebió algo y se volvió a dormir. Vas al baño y sonriente descubres que te bajó la menstruación. Te escuece un poco, aún no te has recuperado de las clamidias que él te contagió. Vas al cuarto de Nica. No está amarrada, y logras ver que tiene un hematoma en el cuello, como si fuese un chupón y tiene la camisita del pijama abierta. La revisas y ves la marca de una mordida en la espalda. Sí, fue él. Pero te callas. Ella te mira, sin expresión, pero sus ojos reflejan miedo. Ella te señala la ventana. Hay sangre en el borde. Cuando te asomas, ves a uno de sus dos gatitos, degollado en el jardín. ¿Fue él? Preguntas en voz tan baja como un zumbido. Tu hermanita asiente. Y señala la pared, donde ella ha escrito. Silencio. Nuestros cuerpos. Fuego. Mami sabe todo… A veces tomas la decisión correcta cuando no te lo propones. Buscas bajo la cama, no ves a la otra gata. Afortunadamente en ese momento entra a la habitación y la coges en brazos. Corres por la casa buscando cosas, papeles, llaves. Preparas un café suave y le echas varios ansiolíticos a tu padre, algo expirados, pues él no los bebió cuando se los recetaron. Entras a su habitación y le convences para que lo beba, porque tienen cita con la trabajadora social. No tienes que inventar mucho, para que en su sopor te crea. Luego vas a la habitación de tu hermana, ya se ha duchado, desayunado y cambiado de ropa. Dibuja concentrada. Le das
un papel donde escribiste “Pequeña, prepara tu maleta, la mía ya está en el baúl del carro”. Gimotea buscando algo con la vista. Le tocas la cara para que te mire. Le haces las señas de que no se apure que ya la gata está en su cartera de viajes en el asiento trasero. Nica te abraza. Prosigues organizando cosas en la casa. Así pasan varias horas, cuando la ves en el balcón con un bidón de gasolina, el que usan para el generador cuando se va la luz. Le dices que lo suelte, que no lo van a necesitar. Nica lo deja frente a la puerta de la cocina y regresa a su habitación. Escuchas a tu padre vomitando y entras a su habitación. Allí está con la cabeza casi sumergida en el zafacón cercano a la cama. ―Mírame bien a la cara. No volverás a saber de mí. Tampoco de Nica ―le gruñes a tu padre, pero está tan mareado que sólo se gira levemente en la cama, eructa y se recuesta nuevamente. Te acercas a tu hermana. “Es hora. Vámonos”. Nica te abraza y hace gestos de que lo sigas, que va en unos minutos. Sales de la casa, terminas de meter algunas bolsas en el baúl. Ya no ves lo que hace Nica que se ha dirigido a la cocina. Luego la niña agarra el retrato de vuestra madre donde está Nica de bebé y tú a su lado. La única foto en que están las tres juntas, y él había escondido. Nica golpea al borracho con el marco, despertándolo por un momento de su delirio. El hombre la observa aturdido. Ella le enseña una de las paredes de la habitación: todas engrafitadas muestran primero cómo él envenenó a la madre enferma. Señala la pared contigua, donde él la asfixia con la almohada. El hombre trata de moverse, pero no puede. Finalmente lo vuelve a
golpear, rompiéndole la nariz y le señala un dibujo en el techo, la mamá con una antorcha y la casa en llamas. ―¡Hazlo, mamá! Arde, maldito. No soy sorda. Te odio. Nosotras. Escapar. Alma. Fuego. Tu hermanita llega contenta al carro. No recuerdas haberla visto tan feliz. Te entrega su maleta y una mochila. Le preguntas por qué se había demorado tanto. Te susurra, “Matilde, te quiero”. Escuchado en su voz, hace que te hinques de rodillas a lágrima viva y te abrazas a sus piernas. Nica te ayuda a levantarte. Te entrega la foto. No puedes controlar las lágrimas. Nica te besa la mano. ―Te quiero, Matilde. Mis palabras huyen también. Vámonos, mamá nos acompaña. ―Te quiero hermanita. Estaremos bien. ―Somos mujeres empoderadas, como dice Mariana en la televisión. ―Lo somos… Enciendes el carro y tu hermana te da golpecitos para que mires hacia la casa. Observas el fuego a través del espejo retrovisor: las siluetas del fuego besan libertades de humo. Bajas la ventana para escuchar cómo el crujir de la madera comienza a domesticar el terror impregnado en la piel, y lo convierte en valor. Le das una palmadita suave a tu hermanita abrazada a su gato de peluche, observas sus limpias manitas. Le das un beso en la frente. Aceptas en silencio, pero con orgullo, que ella también tenía derecho a tomar su decisión. Emprendes feliz la marcha hacia un nuevo destino, mientras ella escribe “libres” sobre la empañada ventana. ¬
ORCULOS Isabel Delagranja (España)
REIVINDICACIÓN ¡Esta es mi TIERRA!, gritó impotente el tubérculo a la mano implacable del RECOLECTOR. LLÁMALO TINDER Cerveza, cama, PUERTA. AUTOBIOGRAFÍA Cada día añadía nuevas LÍNEAS a su mano, pero su letra era tan mala que el DESTINO no las entendió.
PRUDENCIA Sus PALABRAS se quedaban en la punta de la lengua, temerosas de ir más ALLÁ. ANÁLISIS El erudito mostraba un exceso de LETRAS en SANGRE. VOYEUR Cerró el LIBRO cansado de espiar entre LÍNEAS. INSOPORTABLE LEVEDAD El marcapáginas miró al E-BOOK y se supo bien MUERTO. LIBROS DE VIEJO Lo que no leyó de JOVEN, lo dejó sin LEER.
TRÁFICO FLUIDO La NEURONA pasó de un hemisferio a otro sin cruzarse con NADIE.
ONOMATOPEYA —Pío, pío. —¡Bang, bang! —PÍO, PÍO.
HOMENAJE POR ti. PARA ti. SIN ti.
IDA Y VUELTA Se fue haciendo ZIG-ZAG y volvió haciendo ZAG-ZIG. ANÓNIMO Érase un hombre hueco,
ECO,
ECO,
ECO. SER Ya no soy la que era, porque AHORA soy y ANTES era. ¬
El tabú de la política en Space Invaders (2013) de Nona Fernández Alfredo Frederick Neira (Chile)
ESTE TRABAJO analiza la forma en que se presenta el tabú en la novela Space Invaders (2013) de Nona Fernández (Santiago, 1971) vinculado con la situación política que vivió Chile en la década de 1980 con la dictadura militar de Augusto Pinochet. En él se trabajan tópicos de la novela ligados a la memoria individual frente a experiencias traumáticas que se unen en un mismo tema para conformar la reconfiguración de lo vivido mediante la memoria colectiva de los personajes. El objetivo es dilucidar el lugar de la escritura en Space Invaders en relación con la política como el principal tema tabú de la época, que se representa en la novela a través de las experiencias relatadas por los personajes. La lectura que propongo consiste en que el ejercicio de recordar que se realiza en el relato es entendido en sí como un tabú, dados los traumas que provocó haber crecido durante la dictadura militar chilena en la década de 1980. Los personajes de la novela son escolares de quinto básico que parecen vivir una infancia normal hasta que llega a incorporarse al curso una compañera nueva, Estrella González, a quien desde el primer día la perciben como una persona diferente a ellos. De a poco, Estrella se integra al curso, pero siempre fue la “calladita y tímida de la fila del fondo de la sala”, algunos compañeros tuvieron la suerte de conocer su casa y parte de su familia, otros sólo la recordaban por su aire misterioso, porque a veces faltaba mucho a clases y, especialmente, porque desapareció un día sin decir nada. Después de que Estrella González marcara a varios de sus compañeros con distintas expe-
riencias, desaparece y nunca más la vuelven a ver. Viven el resto de sus vidas entre sueños y recuerdos difusos que no les permiten distinguir lo real de lo imaginario porque quedaron muchas preguntas sin resolver desde su infancia, ya que nadie sabía o quería meterse en este tema convertido en tabú: la política. La infancia que se presenta en el relato es un tema importante a considerar para este análisis porque la voz narrativa se configura desde ese lugar que se relaciona con la inocencia. El tópico de la infancia es definido en el “Dossier: escrituras de infancia” como un “recurso literario, pero también como nudo problemático, como experiencia que se resiste a la verbalización, la memoria o la normatividad social” (240). En Space Invaders este tópico se adecua muy bien a la descripción de Amaro y Lange. Sin embargo, el relato fluctúa entre esa voz narrativa infantil que vive en el pasado y una voz adulta que constantemente se encuentra a sí misma en un estado de trance en el que recuerda lo sucedido. El recuerdo en la novela se hace presente como un acto voluntario y también involuntario, en el que los personajes sueñan con Estrella González, pero no la recuerdan de la misma manera. Algunos la recuerdan con su uniforme de la escuela, otros recuerdan sólo su rostro y su cabello; y otros más son capaces de recordar sólo las voces de los compañeros en la sala de clases. Los sueños son los recuerdos de estos niños, ninguno de ellos sueña con Estrella en una situación futura, es sólo su memoria que trabaja por reconstruir la realidad para resolver los silencios y los espacios vacíos que nadie quiso explicar porque la infancia estaba de por me-
dio, porque podrían no entender o hacer muchas preguntas, o porque simplemente no es adecuado que los niños sepan temas de adultos. En este sentido, el tabú está vinculado también a la infancia, a lo que se debe compartir o no con ellos porque está prohibido, es indebido o porque simplemente se quiere evitar el tema político y con ello también posibles problemas; porque el problema no era la política en sí, sino la violencia que iba de la mano de ella en la dictadura chilena. El carácter autobiográfico de la novela también es relevante para este análisis, porque da cuenta de la experiencia real del tabú político que se vivió en la época. Nona Fernández en una entrevista para el diario El País confirma esta idea de no entender los porqués de las situaciones políticas por estar condicionada la infancia y ser un tema tabú no apto para niños: “Fuimos una generación rara que tuvo lucidez y conciencia de lo que ocurría, pero no llegaba a entenderlo. Nos quedamos sin respuestas: algunas siguen sin llegar. En unos casos porque el dolor fue demasiado grande; en otros porque eran de los que no querían saber” (s/p). La autora fue testigo de lo sucedido y logra plasmar en la novela lo acontecido con verosimilitud discursiva. Esto se distingue al identificar elementos que son comunes a la memoria colectiva de la época, como por ejemplo la consola Atari, el juego Space Invaders, fechas de acontecimientos particulares, incluso el “Chevy rojo” en el que andaba el tío de Estrella es un auto que hace referencia común de la época. Las cartas, como medio de comunicación confidencial entre Estrella y su amiga Maldonado, son una muestra de estas costumbres colegiales ochenteras y además, dan cuenta de la inocencia de la infancia, ya que Estrella mandaba sus cartas a su amiga mediante su tío del Chevy rojo y ella pensaba que él no las leería nunca, pero dadas las circunstancias en las que su familia se encontraba, con diversos misterios y bastante que ocultar, su tío debía revisarlas para asegurarse de que no dijera
nada prohibido respecto a su situación política familiar. El nombre de la novela Space Invaders hace alusión al juego compatible con la consola Atari, un juego muy común en la época. Los personajes relacionan las situaciones que viven a partir de este juego, en las que ellos son los extraterrestres a los que estos invasores del espacio disparan con sus balas verdes. Se trata de una visión que se queda estancada en la infancia. Los personajes relatan que sueñan frecuentemente con lo sucedido, hasta llegar a confundir los límites entre la realidad y lo onírico, afirman: “No sabemos si esto es un sueño o un recuerdo. A ratos creemos que es un recuerdo que se nos mete en los sueños, una escena que se escapa de la memoria de alguno y se esconde entre las sábanas sucias de todos” (41). Los personajes estaban inmersos en consecuencias políticas sin saberlo, hasta que crecieron y pudieron relacionar algunas cosas para intentar comprender. Crecieron con esa cicatriz, ese trauma que significó para ellos que su compañera fuera diferente, rodeada de misterios familiares; sabían que su padre era uniformado. Riquelme, compañero de curso, fue a la casa de Estrella y allí conoció a su padre, quien usaba una prótesis en su mano izquierda, apenas lo vio se asustó y desde ese día “Riquelme sueña con manos de repuesto” (23). Esta relación da cuenta del vínculo entre el recuerdo y el sueño. Se trata del recuerdo involuntario que se da en el espacio onírico. Estos personajes son niños que estaban frente a una realidad nueva, un lado oculto de la sociedad que desconocían. Cuando los niños crecieron, se enteraron por la prensa del crimen que terminó con la vida de su ex compañera Estrella que, aunque no veían hace muchísimo tiempo —sólo en sueños seguía siendo una niña— reconocieron al instante cuando escucharon su nombre como víctima de un crimen relacionado con una venganza política de años atrás; la venganza del crimen que cometió su padre por el “Caso Degollados” la pagó
ella con su vida. Sólo cuando sus ex compañeros, ya adultos, se enteraron de la noticia, pudieron comprender todo lo que sucedía, la injusticia, la corrupción y la violencia política. Sin embargo, lo que más les importó a los compañeros de Estrella frente a lo ocurrido fue su misterio, su desaparición, su muerte y la diferenciación de pensamiento, que nada importó cuando eran niños y jugaban al Space Invaders en la consola Atari. En este sentido, la novela se lee como un manifiesto de la incapacidad de superar a través de la memoria, de los sueños y del recuerdo, el trauma colectivo (e individual) que significó la dictadura chilena para ellos como niños, sin entender bien lo que estaba sucediendo, en medio de las injusticias, torturas y abusos relacionados a la política y que apuntaban directamente a lo acontecido con su compañera Estrella. A partir del recuerdo individual y colectivo se busca la reelaboración de la infancia traumática. Walter Benjamin en su texto Discursos interrumpidos I (1973) sostiene que “la verdadera imagen del pasado transcurre rápidamente. Al pasado sólo puede retenérsele en cuanto imagen que relampaguea, para nunca más ser vista, en el instante de su cognoscibilidad” (180). En otras palabras, el recuerdo es fugaz, no es posible de asir completamente lo sucedido. Por lo mismo, cada personaje de la novela inmortaliza cosas distintas y mezclan sus experiencias individuales con las comunes en este ejercicio de reconstrucción de la realidad. El trauma es una condición que da cuenta de la violencia del tabú dada por la política. Una situación de la novela que muestra esto es cuando los personajes Zúñiga y Riquelme se ven involucrados en temas políticos y esto les genera problemas en la escuela y sus compañeros no dejan de hablar sobre ellos: “Que parece que Zúñiga y Riquelme hicieron algo malo. Que parece que los pillaron en algo terrible, por eso los suspendieron un par de días
(…) Que Zúñiga anda metido en política, que por eso le pasa lo que le pasa” (48). Los compañeros del liceo no tienen certeza de qué hicieron exactamente Zúñiga y Riquelme, pero saben que se relaciona con la política. Otros compañeros no entienden de lo que hablan, o no creen en ello. Tal es el caso de Maldonado, quien dice que “no puede ser que ande metido en política porque es muy chico” (48). Comparten información que permite aclarar ciertos puntos, pero sin tener completa certeza de lo que se habla, por ejemplo, Fuenzalida dice que “sí puede ser [que Zúñiga ande metido en política] porque sus papás son dirigentes y su hermano militante” (48). Frente a este intercambio de pensamientos, se expresa la opinión de otros compañeros que no saben de lo que hablan, no entienden los conceptos, se preguntan cosas como: “qué es ser dirigente (…) qué es política (…) de qué sirve” (48). A la vez se generan respuestas reflexivas que dan cuenta del proceso analítico por el que debieron pasar para comenzar a entender la situación como: “No está bien que se prohíban cosas” (48). Esta frase se refiere a las prohibiciones del gobierno respecto a adoptar una posición política. Esta escena termina con la reafirmación del tabú en ese espacio escolar que involucra esta vez a otros compañeros, Estrella ya no es la única metida en política. La discusión se da momentos antes de que comience la clase, una voz dice “cállense que viene el profe de matemáticas” (49). Es en ese momento que se deben cumplir las normas de orden establecidas por la escuela y la sociedad, de la autocensura para no tener problemas con las autoridades de la escuela; cada uno se va a su puesto, abre su libro, pero finalmente no son capaces de soportar la duda en sus mentes y le preguntan al profesor qué es estar metido en política y el narrador enfatiza: “Que silencio (…) Que silencio (…) Que silencio” (49). El profesor destruye las esperanzas de los niños de resolver sus dudas y les responde diciendo: “Esta es la clase de matemáticas y que al colegio se viene a estudiar, no a
hablar leseras” (49). En la escena anteriormente descrita se muestra lo prohibido de dar opinión respecto al tema político y la conciencia de que hay cosas que están prohibidas por el gobierno, y estos niños saben que esto no está bien. Además, se muestra lo que es debido y lo que no, como el guardar silencio y respetar las normas para no tener problemas. Es por esto que la libertad de expresión también se concibe como un tabú, ya que no está permitido hablar libremente de temas relacionados con la política. Los personajes establecen relaciones de amistad con Estrella, algunas más cercanas y otras más lejanas. Maldonado logra ser su amiga íntima. Entre ellas se escriben cartas por correo frecuentemente. “Maldonado sueña con cartas” (19). Ésta es su manera de recordar a Estrella. En la narración se incorpora el género epistolar de forma fragmentaria porque incluye en el relato las cartas que Estrella le escribe a su amiga Maldonado. En ellas, la protagonista insinúa sobre lo secreto, pero es consciente de que no puede plasmarlo en el papel explícitamente porque su tío es el que lleva las cartas al correo y sabe que él podría leerlas. Estrella le escribe a Maldonado: “Contigo se puede confiar. No sabes cuántas cosas tengo que contarte. Cosas secretas que sólo tú puedes saber, cosas que no puedo contarle a nadie, cosas que ni siquiera las he dicho o escrito o pensado. Muchas cosas (…), cosas importantes y secretas” (20). La cita anterior da cuenta de la intimidad de la amistad entre ambos personajes. Estrella confía en ella, pero sabe que no puede contarle todas esas “cosas secretas” por ese medio. La confidencialidad de aquellas cosas es muy relevante para Estrella, afirma que ni siquiera ha pensado, escrito o dicho esas cosas, lo cual se traduce como miedo a decir algo que no se debe contar, porque de cierta forma, está prohibido para ella compartir ese tipo de información. Estrella se autocensura, no es capaz de contar todo lo que quiere decir, pero
también hay cosas que sus padres no le cuentan porque podría no entenderlas o sufrir y, frente a esta angustia, querer compartir la situación con otros. Estrella le escribe a su amiga: “¿Tú sabías que a mi papá le pasó un accidente en su trabajo? Nadie en el liceo sabe. Le han hecho varias operaciones. (…) Ahora está en el Hospital de Carabineros” (21). El padre de Estrella aparece como su autoridad familiar y en la carta se distingue miedo de desobedecerle: “Yo debiera hacer el intento de obedecer a mi papá. Él se merece eso, que yo lo obedezca” (21). Dada la cita anterior, en esta escena se puede entender que el padre de Estrella sufrió un accidente relacionado con su trabajo y vinculado a lo político, es por esto que a ella no le permiten hablar sobre el tema con sus amigos. De esta manera, lo secreto, aquello que no se puede decir porque está prohibido por alguna autoridad, ya sea el gobierno o los padres, es entendido como tabú de la mano de la violencia política. Cabe mencionar que personajes son nombrados en la novela por sus apellidos. Esto se lee como el procedimiento que sigue el narrador para realizar este ejercicio de la memoria. Para ello es importante recordar los apellidos de los compañeros, como si pasara la lista en su cabeza para intentar recordar cada detalle que le sirva para la reelaboración del pasado. Sin embargo, el único personaje que aparece en el relato con nombre y apellido es la protagonista, Estrella González. Esto indica la importancia de ella en la novela, ya que todo el relato se configura en torno a ella, su amistad, sus misterios, su desaparición y su inesperada muerte. Junto con lo anterior, destaca la estructura narrativa utilizada en el relato, en la que constantemente se recuerdan instancias de orden de la escuela, como los tradicionales actos de los días lunes cuando debían rezar, cantar el Himno Nacional con vestimenta formal y pulcra: “El último botón de la camisa abrochado, la corbata anudada, el jumper oscuro debajo de la rodilla, las calcetas azules arriba, los pan-
talones perfectamente planchados, la insignia del colegio zurcida en el pecho, a la altura correcta, sin hilachas colgando, los zapatos recién lustrados” (17). La rememoración de esta solemnidad se repite a lo largo de la narración como una manera de enmarcar la mente en ese momento para poder fomentar el recuerdo — que fue borrado segmentariamente por el trauma— con mayor facilidad. El tabú político de lo prohibido también se distingue en el relato cuando los padres de algunos compañeros de Estrella comienzan a sufrir abusos políticos como el allanamiento, el secuestro e incluso la tortura física. Los niños hablan de esto sin pudor, casi por necesidad de apoyo frente a lo ocurrido, pero sólo hablan entre amigos de confianza. Ellos saben que algo anda mal y que tiene que ver con la política, temen porque ven a sus padres sufrir y fueron testigos de las misteriosas acciones de su compañera y de su posterior desaparición. Zúñiga recuerda que asistió a un funeral con su familia, pero nunca entendió quién era la persona que estaba en el ataúd, dice que “al llegar a su casa, de vuelta del funeral, toda su familia fue detenida. A él y a su hermano los liberaron al día siguiente, pero a sus padres los trasladaron a otro lugar desconocido” (59). Este recuerdo contado desde la voz de la víctima evidencia la violencia política, en la que el tabú es entendido como la prohibición de la libre expresión de acción y pensamiento ya que, por asistir al funeral relacionado con un tema político —aunque esto no se diga explícitamente, sino que se insinúa—, su familia quedó detenida y sus padres fueron abusados por los mandados del régimen. No se dan mayores detalles, dado que el relato se escribe desde la inocencia traumática de la infancia, pero es suponible que, posiblemente, sus padres fueron llevados a un centro de torturas. En esta parte del relato, todos los personajes comienzan a involucrarse en la política, aún sin tener conocimiento de ello. De hecho, participan en manifestaciones ligadas a la política y sufren consecuencias físicas que los marcan
de por vida (no sólo en este plano), sino también psicológicamente: “Donoso y Bustamante fueron apaleados en una concentración estudiantil. Donoso perdió para siempre la movilidad de su dedo meñique y Bustamante terminó en la Posta Central con diez puntos en la cabeza” (59). En este sentido, el tabú se presenta en la censura de la libertad de expresión, controlada por el régimen militar. Otro episodio de violencia política vinculado al tabú de la prohibición de la libertad personal, en este caso de acción y de opinión, consiste en la escena cuando la mamá de Riquelme es secuestrada y “doce horas después la soltaron. Traía sus pezones cortados con una hoja de gilette en forma de cruz” (60). La madre de Riquelme queda marcada con la cicatriz de la tortura por pensar diferente a los ideales impuestos en la dictadura. Los sueños como manera de recordar es una idea que se entiende como la necesidad de recuperar el pasado para sanar la herida del trauma. Es decir, que estos recuerdos se manifiesten mediante los sueños es un síntoma más que demuestra el trauma vivido por los personajes en la dictadura. Se sentían desorientados, no entendían los misterios, los silencios forzados, los sinsentidos de ser, las dudas que nadie podía responder porque existe esta prohibición, un tabú al hablar de la política. Los sueños aparecen como el empujón del subconsciente a un abismo en el que cae la mente, donde se dispensan los límites entre el recuerdo y lo onírico; entre la realidad y la fantasía. El tabú respecto a la política en Space Invaders se distingue a través de diversas situaciones que se presentan en la narración, a través de los sueños, los secretos, lo oculto, la inocencia y el trauma del recuerdo. Recordar es un acto revolucionario que implica abandonar ese espacio de confort para abarcar un tema prohibido, que en este caso es la política. Walter Benjamin señala, en relación al recuerdo que: “Articular históricamente lo pa-
sado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro” (180). En este sentido, recordar también es tabú. En la novela se produce una ruptura del tabú político porque todos intentan recordar para construir una respuesta. Todos los compañeros de la protagonista, Estrella González, intentan recordarla a ella y a sus días de paso por el colegio, cada detalle, recuerdo fugaz, voces, colores y objetos son traídos de la memoria hacia el presente en un relato que configura el rescate de la memoria colectiva para reconstruir una realidad con el fin de atar cabos y resolver incógnitas, cosas que nunca llegaron a entender porque les fueron ocultadas porque estaba la infancia y el régimen de la prohibición involucrados. En este caso, el peligro Benjaminiano se entiende como el peligro que conlleva el simple hecho de pensar diferente y admitirlo frente al otro, que no es un compañero o un amigo de confianza. En Space Invaders se plasma con bastante lealtad lo que significaba en la época tener una opinión distinta a la del régimen militar, porque las personas quedaban al descubierto, las allanaban, secuestraban y abusaban, eran un blanco para estos invasores del espacio.
En esta novela se realiza un recorrido por la memoria individual para rellenar los espacios que, producto del trauma, han sido despojados del recuerdo para así reconformar la realidad vivida, compartir el recuerdo individual y fusionarlo con el colectivo para convertirlo en una reconstrucción de la experiencia. Para, finalmente, después de tantos años, poder entender las situaciones que durante la infancia nadie quería explicar por miedo a las consecuencias que podría tener hablar sobre este gran tema tabú que es la política. ¬
Referencias bibliográficas Amaro, Lorena. Francisca Lange. “Dossier: escrituras de infancia”. Aisthesis. Santiago de Chile: N°54, 2013. Impreso. Benjamin, Walter. Discursos interrumpidos I. Madrid: Taurus, 1973. Impreso. De Querol, Ricardo. “Los niños de la represión chilena llenan los silencios”. El País. Consultado el 1/12/17. Enlace https://elpais.com/cultura/2015/06/09/babelia/1433843677_532023.html Web. Fernández, Nona. Space Invaders. Santiago de Chile: Alquimia ediciones, segunda edición, 2015. Impreso.
Ambigüedades Carmen Macedo Odilón (México)
LOS ZERTS TIENEN veinte formas para representar la paz. Una de ellas, la más común, consiste en abrir ambas manos y juntar las yemas de los dedos entre sí para crear la forma de un diamante. Después, llevan dicha figura hacia su pecho, del lado del corazón, exclaman un “hoh, hoh, hoh” y separan los brazos mientras trazan una comba en el aire para luego mostrar sus palmas extendidas. El día del patrullaje al área denominada TR03 del planeta Makay, en busca de vida inteligente, se detuvieron frente a una construcción de forma cónica, un monolito tan alto que amenazaba con llegar a la exosfera. Los Zerts acondicionaron sus trajes espaciales y descendieron luego de una extensa investigación que los había llevado a prepararse para la incursión anhelada. Caminaron y sus cuatro piernas sintieron la solidez del suelo. Del monolito cónico, un grupo de veinte makayinos los encararon. Para decir “Hola” en zertícola se debe elevar los brazos a la altura de los hombros y después
sacudir enérgicamente los dedos. Los makayinos los imitaron. El comandante Kolvek, entusiasmado por el recibimiento, interrumpió la seña de paz que había usado en sus excursiones previas y optó por una más coloquial. Plantó con firmeza cada una de sus extremidades inferiores y dibujó un triángulo en el aire, forma que se asemejaba a la sonrisa zert. Los makayinos la imitaron y después emitieron un silbido, a la que los zerts respondieron con una carcajada, y tanto el comandante como su tribulación, asintieron satisfechos por la comunicación exitosa. Los habitantes del planeta Makay repitieron la seña de la paz, y dejaron salir dos silbidos, a los que los zerts volvieron a asentir. El líder de Makay abrió sus fauces y lanzó un rugido seco; de la estructura monolítica salieron cientos de lanzas que acribillaron a los zerts, tras un encuentro fallido bajo la siguiente amenaza: “Nosotros pisotear cono”, y no, no fue un error, ellos lo admitieron, incluso, dos veces, dijeron los makayinos en su informe final. ¬
Cantar de las sombras Eduardo Omar Honey Escandón (México)
AL ENTERARME DEL CAMBIO en las condiciones de la estrella Ranaken, tuve que viajar, contra mis deseos, al centro de la Homoexpansión. Tenía que sacar de su retiro a Eina D’al, la experta en la cultura Q”t”r oriunda de Ranaken IV. Así optamos por llamarlo ya que el nombre del planeta y su cultura, transcrito, era el lugar donde las sombras transcurren el habla durante los latidos de luz que germinan subyacentes y directos. Tras hablar con rectores, inteligencias artificiales y veteranos del hallazgo de Ranaken logré obtener la dirección donde Eina D’al se había aislado desde que tuvimos que traerla de vuelta. La Unbegrenzte Exogene Kulturen Multiuniversität, a las afueras de un Hamburgo encapsulado hace dos siglos por un accidente temporal con un artefacto alienígena, le había brindado un sótano completo debajo del tercer anexo. Cuando llegué, Horpach —el sempiterno guardián de ella—, se interpuso en mi camino. Nunca nos habíamos caído bien y me señaló repetidas veces como el que había destrozado el proyecto de su amada y protegida. —¿Por qué no la dejas en paz? —recriminó en múltiples frecuencias e idiomas con el fin de destrozarme los nervios con un asalto cacofónico. Lo había intentado en Ranaken con el fin de que el sonido nos interfiriera y así evitáramos mezclar nuestras sombras con las que Eina D’al y su pedestal proyectaban contra el suelo. —Quítate, H —contesté fastidiado por el largo viaje—, necesito verla y plantearle un asunto de vida o muerte. —Ya la asesinaste antes —respondió con su estilo banal—, ¿por qué debería dejarte hacerlo de nuevo? Lárgate y escóndete en los
agujeros estelares donde alguna sapiens te parió. —Horpach, Ranakan IV entró en estado de cuarentena para ser protegido. Esto lo dictaminaron las Meta-IAs regentes. Es la tercera civilización que encontramos y debíamos salir. —Escribía, dictaba, su vida como literatura entre los arcanos Q”t”r, había ganado su columna y estaba volviéndose parte de su historia, de su enciclopedia —exageró Horpach de nuevo. —No seas necio y déjame pasar. En verdad, es asunto de vida o muerte y ella es la única que puede hacer que su cultura tenga una oportunidad. Las Meta-IAs fueron quienes me enviaron. ¡Ah! Por cierto, se disculpan. —¿Una disculpa de ellas? Algo nunca visto. Demuéstralo. —¿Estás seguro? —Demuéstralo o retírate, nardlfackingei — me insultó con la palabra maldita que cerraba la transmisión donde recriminaron en Omega IX que no los ayudamos. Ese verbo y sustantivo, que representa la sima profunda y eterna del fin del Universo, fue la expresión última antes de enterrarse bajo la superficie del planeta para resistir la llamarada que consumió la colonia. Tardamos siglos en acudir. Cuando llegamos se habían transformado en seres subterráneos verdaderamente atroces, difícilmente parte de alguna definición bajo el término Homo. Sin embargo, la transmisión resonó por todos lados. El grito y la maldición se extendió por toda la homoexpansión volviéndose el insulto máximo. No me afectó, la fuerza de un insulto está en quien lo recibe, no en quien lo dice. Lancé a su red neuropática el mensaje que había recibido tras reportar la situación de Ra-
naken. A pesar de sus casi tres metros de altura, los implantes cibernéticos y la armadura de defensa no pude más que compadecerlo cuando se derrumbó para arrodillarse y llorar. Cuando hablan las Meta-IAs, usan múltiples canales y señales. Según Michael Gabrieli, el eterno filósofo y gran erudito —aunque sea un humano natural—, es lo más cercano al verbo y al aliento de los dioses en plena orgía del génesis. Por eso sólo estoy al pendiente del resumen, nunca del mensaje original. Pasé a su lado y bajé al sótano que más bien era como un enorme auditorio con las butacas alrededor de la zona de presentación en forma ovalada. Reconocí el tono e intensidad de las luces que se proyectaban desde las alturas al igual que la arena, tierra y maleza que rodeaban una mayestática columna puesta en unos de los focos de la elipse. En la cima de la columna destacaba Eina D’al desnuda, inmóvil. Su cuerpo refulgía por el exoesqueleto dérmico que la alimentaba, mantenía en buen estado sus músculos y le permitía sostener una posición por días o por semanas. Su gesto, desde mi perspectiva, era el de “paisaje sonoro” con lo poco que entendía de la forma de comunicarse de los Q”t”r, . Sin embargo, según mi traductor visual, la sombra en el suelo podía ser, entre miles de significados superpuestos, una metáfora al sonido de los aeróptoros que planean por los desiertos de Ranaken IV. En su vuelo levantan un poco de polvo que proyecta espectrales sombras que elaboran garigoleados sobre el símbolo-palabra-código-frasesentimiento-pensamiento que un Q”t”r expresa en su sombra. —Eina, por favor, necesitamos hablar —expresé lentamente pero con firmeza. Tras quince minutos su meñique izquierdo apenas se movió, pero el trazo, amplificado por la luz larga de un Ranaken simulado, fue claro en el suelo. En términos de la memoria sobre la existencia y continuidad Q”t”r, me negaba la existencia a la par que demandaba mi muerte cíclica en vida. O que me retirara. Cuando tuvimos que separar caminos, apenas yo inicié el estudio de los trazos minúsculos
proyectados por un arcano. Insuficiente para compenetrarme en el mensaje. —Te ruego que me escuches y luego me iré — supliqué tras quitarme la máscara que escondía mis facciones para que observara mis gestos y la verdad que expresaría—. La estrella de los Q”t”r está por sufrir fluctuaciones severas y cambiará por completo su intensidad lumínica. Sabes bien lo que esto implica. Ella me daba la espalda y no supe qué dijo o cuál gesto hizo. Las luces se apagaron y, fuera de una figura holográfica que era ella en su última posición, nada más se podía ver. Escuché unas inmensas pisadas a mi espalda, Horpach se había recuperado. —Detente, Ferdinand —ordenó Eina con el nombre cariñoso que siempre le dio a su guardián—. Estamos en la oscuridad, donde sólo las mentiras pueden expresarse según los Q”t”r —pronunció el nombre de ellos de una forma imposible para todos los que no teníamos su don que, aun así, quedaba limitado por el espectro sonoro que podía escuchar—. Exprésate o húndete en las tinieblas —terminó ominosamente mientras sentía a Horpach listo para sacarme del lugar sin delicadeza alguna. Sintiéndome vulnerable por mostrar el rostro y su gestualidad, a pesar de no haber luz, ocupé los siguientes minutos explicando la situación que los espaciodrones detectaron, las proyecciones y análisis de la IA guardiana de Ranaken, las simulaciones que nos hicieron llegar y la conclusión: tanto por el cambio de luz como por el cambio ecológico en Ranaken IV —que haría que aparecieran nubes—, los Q”t”r podrían extinguirse. —Tú misma lo señalaste: al morir una lengua, muere una cultura. No hay mayor acto de altruismo cósmica que preservarlas. Ayúdanos por favor. Eina, tras estudiarlos cientos de años, logró entender apenas por encima lo que esa cultura expresaba en su historia e instante, individual como colectiva, a través de las sombras proyectadas por su sol. Décadas antes de ganarse el título de arcano, señaló a uno de los Q”t”r
ubicados en el centro del extenso bosque de columnas. La estructura, constituida por concretos naturales, tenía al menos unos trescientos mil años terranos. Las excreciones del antiquísimo Q”t”r la conservaban en buen estado. Sabíamos que era uno de los ancianos debidos a las tres docenas de ramificaciones que se extendían del tronco común que era el cuerpo central. Por medio de él se alimentaba gracias a los rayos solares, la humedad del ambiente, algún organismo que se detenía sobre su superficie Además tenía una miríada de elementos ópticos orientados a su alrededor, que le permitían observar la sombra propia como las otras. Los miles de arcanos montados en sus columnas mantenían una conversación que había durado eones y aún continuaba moviendo lentamente sus ramificaciones y cuerpos. Los Q”t”r del común, jóvenes con una o dos ramas, rodeaban el bosque columnar ubicado en la elevada meseta, lo que permitía recibir directamente la luz solar. Esta apenas cambiaba en las tres estaciones planetarias dada la latitud y longitud. En su estudio, Eina concluyó que aún siendo incognoscible e indeterminista su enciclopedia planetaria, debido a la variación de la población, en la forma más simple, las sombras vistas desde órbita, en su conjunto, eran la gramática del alfa de los Q”t”r que, quizás, también sería un eterno polidiálogo mientras no se extinga su sistema planetario. —¿Cuánto tiempo tenemos? —susurró la voz de Eina D’al a mis espaldas. —No más de mil años —contesté fingiendo tranquilidad. —Un instante en su escala de tiempo —lamentó—, se evaporarán y quedarán en el olvido. ¿Quién recordará una civilización no tecnológica cuyo único registro es el presente? Ella, como Michael Gabrieli, habían coincidido en que no encontrábamos más civilizaciones porque sólo considerábamos las que podían dejar una huella tecnológica: objetos, ciudades, maquinaria. Sin embargo, estos no eran necesarios para la construcción de cultura en su máxima y más imaginativa extensión. La
percepción de los sapiens que formábamos parte de la Homósfera, estaba limitada a la realidad como un constructo de la falsación del humano tomado como único ejemplo y referencia. Por lo mismo, tras que ocurrió el punto omega y el ascenso kurzweiliano en múltiples y diferentes IAs, los sapiens, aún con extensiones y modificaciones tanto genéticas como cibernéticas, éramos tratados como tatarataratarabuelos seniles. Se nos quería, se nos toleraba y se nos dejaba hacer aun sabiendo que nunca comprenderíamos. Por eso inventamos el término de la Homósfera como si fuera suficiente para cobijar con una palabra una familia que ya no entendíamos. Era el único salvavidas racional que nos quedaba y nos aferrábamos a él, desesperados por no caer en el abismo del olvido del Universo. —Está bien, ayudaré y ojalá podamos lograr algo. Ferdinand… La frase quedó al aire. Mis sensoriales extendidos detectaron un alza en feromonas, serotonina y feniletilamina desde el cuerpo de ella. Había enviado un mensaje secreto que sólo los amantes, debido a su contacto piel a piel, podrían descifrar. Del cuerpo de Harfuch sólo surgió una hormona masculina fácil de interpretar: Sí. —Vámonos —susurró de nuevo Eina D’al. —¿Qué pasará con tu obra? —Continuaré cuando regrese. La universidad cuidará del lugar y lo mantendrá a oscuras, en pausa. Al salir su pálida desnudez fue opacada por el exoesqueleto dérmico cuando la recubrió de negro. Mientras llamaba un vehículo, le ofrecí mi abrigo que se negó a tomar. —¿Y Fe… —empecé pero, ante su enemistosa mirada, cambié el nombre— ¿Horpach nos acompañará? —Llegará dentro de un tiempo. Tiene que ir por unos planos a Hamburgo. —¿Cómo que a Hamburgo? Un día allí son como quinientos años aquí. —Así es, ¿nos vamos? Bien sabes que no tenemos tiempo.
Setecientos años después fue que Horpach llegó con los planos del artefacto que tenemos que armar. Eina D’al, sobre su columna en el bosque de la meseta, ya casi termina de explicar infantilmente (según ella cree a pesar de sus doce extremidades bioimplantadas) un anexo minúsculo a la enciclopedia planetaria Q”t”r sobre el día que se alargará por tres estaciones. Será el momento en que activaremos el artefacto alienígena para alentar el tiempo en Ranaken IV. Entonces, con apoyo de los exodrones y las IAs que han acudido, colocaremos un sistema de lentes y espejos entre Ranake y ese planeta con el fin de modular la luz emitida que se manten-
drá constante sobre la superficie mientras la estrella sufre sus cambios. Esto nos permitirá ganar tiempo para plantear una solución a más largo plazo: buscar o crear una estrella joven idéntica a Ranaken a donde podamos, en el futuro, mover el mundo Q”t”r, congelado temporalmente. Si tenemos éxito, repetiremos esto hasta que el cosmos se extinga. Quizás podamos entonces abrir un universo de bolsillo y dejarlos allí en lo que sucede un Big Bang. Horpach ahora me sonríe y trata de ser amistoso. Sabe que por fin Eina D’al tendrá tiempo para terminar la obra de su vida. Un amor como ése es lo que una cultura necesita para sobrevivir. ¬
María Susana López, Sin título (2021).
Contacto Guillermo J. Mejía (Colombia)
I ─DOCTOR HOROWITZ, mucho gusto. Soy Robert Sanders, actual director del proyecto. El anciano, absorto en la tecnología de la nueva sala de control le contestó con un leve movimiento de cabeza. Hacía más de veinte años no pisaba el laboratorio que con tanto tesón había construido, venciendo la resistencia no sólo de burócratas y políticos, sino también de muchos de sus colegas, quienes consideraban que su proyecto era una locura. Toda una vida profesional de muchos esfuerzos ─esfuerzos que, llegó a pensar, lo harían merecedor al menos a un premio Nobel─ abandonada cuando los resultados no fueron satisfactorios. Y ahora, cuando creía que su existencia terminaría en la soledad de su biblioteca, olvidado, sin haber logrado el premio en el cual ya no pensaba, lo requerían con tanta urgencia, que no tuvo tiempo ni de empacar sus medicamentos. ─Impresionante, ¿no? Hemos incorporado los últimos avances en nanomateriales y computación cuántica. El anciano siguió en silencio, indiferente a las dos docenas de ingenieros y científicos sentados frente a sus computadores, algunos de los cuales murmuraban entre ellos y lo señalaban. Su mirada estaba fija en la pantalla principal, que mostraba una holografía del Sistema Solar y doce puntos moviéndose a muy alta velocidad, más allá de la órbita de Neptuno. ─Lo consiguió ─dijo el director señalando la pantalla. ─¿Qué dice? ─Hace unos seis meses recibimos respuesta a sus mensajes. La señal provenía de la nebulosa de El Sombrero.
─¿Quiere decir que una civilización extraterrestre ha contestado mis mensajes de invitación? ─Es correcto. ─¿Están seguros? ─Sí. En los últimos meses hemos recibido una señal repetida: primero las coordenadas de la Tierra en el mismo formato que contiene el mensaje de invitación; después las coordenadas de origen de la respuesta; y luego unos códigos, tal vez palabras, una frase, cuyo contenido no hemos podido descifrar. ─¿Y esos puntos qué son? ─El general Anderson se lo explicará ─contestó señalando a un hombre que gritaba por el teléfono. Se acercaron. El uniformado los miró con cara de pocos amigos, giró dándoles la espalda y continuó vociferando. El anciano, más cansado que molesto, buscó un asiento, se acomodó y pidió un vaso de agua. Bebió. Miró alrededor, orgulloso: él empezó todo esto y finalmente funcionó. Sólo entonces, después de muchos años, volvió a pensar en el premio que añoraba en su juventud; ahora sólo restaba esperar. El general se acercó y el anciano se levantó. ─General Anderson, el doctor Horowitz ─dijo el director. El militar no saludó, sólo apuntó con su dedo a la pantalla mientras decía: ─Hace tres días, de la nada, surgió una nave cerca de Plutón. En las horas subsiguientes apareció otra, y luego otra más, hasta completar una docena. Y ahora se mueven hacia nosotros. ─¿Naves? ¿Qué tipo de naves? ─Lo ignoramos. Los datos preliminares indican que son enormes, al menos de diez kilómetros de diámetro cada una. No existe nada
comparable en la Tierra. Horowitz volvió a mirar la pantalla. El general continuó: ─Estimamos que llegarán en tres semanas. ¿Tiene idea de cómo debemos responder a esta situación? ─Pues yo pienso que una civilización capaz de desplegar esa tecnología debe de tener la suficiente inteligencia para venir en paz. ─Si sus intenciones son de una visita social, ¿no hubiera bastado una sola nave? Horowitz reparó en la formación en V invertida de las naves alienígenas y tuvo que apoyarse para no caer mientras musitaba: ─Qué he hecho… II Una semana antes de la llegada de las naves, el hermetismo con que el gobierno había rodeado el contacto fue roto, cuando un astrónomo aficionado detectó la formación, un poco más allá del cinturón de asteroides. En minutos, la noticia se propagó por las redes sociales y el pánico se apoderó de las personas en todos los rincones del planeta. A pesar de los llamados a la tranquilidad, las revueltas y los saqueos se sucedieron por todas partes, sin que las fuerzas policiales pudieran controlarlos. En Francia, Alemania, Estados Unidos y muchos otros países, miles de personas cometieron suicidio, mientras millones más se pusieron en vigilia y oración en torno de diferentes cultos alrededor del globo. El día del arribo el mundo se paralizó. Las doce naves con movimientos precisos y silenciosos ocuparon los cielos, a una altura de trescientos metros sobre las más grandes ciudades del planeta, cubriéndolas de penumbra. Se temía una catástrofe. Los gobiernos ordenaron cerco militar alrededor de las naves, apuntando con misiles, aviones y todo el arsenal disponible, mientras trataban por todos los medios de comunicarse con los visitantes para conocer sus intenciones o negociar. Pero las naves permanecieron allí durante días sin que hubiera el más leve movimiento,
señal de vida o intento de comunicación. III ─¿Se durmió? ─preguntó Robert. ─Sí ─contestó Linda, sentándose a su lado. Él le sirvió una taza de té, que ella agradeció con un gesto. ─¿Qué la despertó? ─La misma pesadilla de todas las noches. Ellos la sacan de la casa y la llevan a su nave; la acuestan en una especie de camilla y le hablan; ella no entiende nada, pero luego colocan un casco en su cabeza y puede entenderlos. —¿Y que le dicen? —No lo recuerda. ─¿Por qué soñará eso? ─No sé. Los hijos de Mary y Carla también tienen los mismos sueños. Robert guardó silencio. ─¿Quiénes son? ¿Por qué no se muestran? ¿Qué quieren? ─Nadie lo sabe. ─¿Crees que nos van a atacar? ─No lo sé. Pero de seguro el general Anderson y nuestro ejército no se quedarán de brazos cruzados. En cualquier caso, aquí estamos seguros. ─¿De verdad? ─Por supuesto. Dos metros de concreto a nuestro alrededor y sobre nuestras cabezas; agua y provisiones para cinco años ─aclaró él, señalando con orgullo el refugio que había construido para protegerse de ataques mundanos. Linda lo abrazó con fuerza. Estaba agradecida de que él hubiera dejado su puesto en la sala de control para estar con ellas. Robert vio unas pequeñas gotas que perlaban su frente y labio superior y, preocupado, tocó su cuello con la palma de la mano. ─¿Tienes fiebre? ─No, sólo que hace calor. Aliviado, dijo: ─Apagué el aire acondicionado para ahorrar combustible. Pero ya lo enciendo. ─No, déjalo. Tienes razón, debemos ahorrar. No sabemos cuánto tiempo estaremos aquí.
IV ─General Anderson, ¿estamos listos para el ataque? ─Sí, señor Presidente. Los chinos, los rusos y la OTAN están de acuerdo. Atacaremos en forma simultánea todas las naves. ─¿Estamos seguros de destruirlas? ─Sí, señor. Los drones han detectado campos de fuerza alrededor de ellas, pero les daremos con todo: armas convencionales, misiles nucleares, rayos láser… No podrán resistir. ─¡Que Dios nos ayude! Adelante, general. A pesar de la intensidad del ataque, no lograron alcanzar y menos dañar a ninguna de las naves. Las autoridades temieron represalias; ordenaron el toque de queda en todo el planeta y conminaron a la población a permanecer en sus refugios. La desesperanza se apoderó de la humanidad.
María Susana López, Sin título (2021).
Las revueltas, suicidios y oraciones cesaron tan de repente como habían comenzado. Todo el mundo estaba a la expectativa. V Cuatro días después del ataque y la segunda noche sin pesadillas de la niña, la televisión anunció que las naves empezaban a irse. En la mañana, Robert abrió lentamente la escotilla del búnker; miró hacia arriba y confirmó que la nave ya no estaba. Salió y ayudó a su esposa y a su hija a subir. El sol brillaba intensamente en el diáfano cielo que les parecía más azul que de costumbre. Nunca supieron a qué vinieron los visitantes, por qué no se comunicaron ni por qué se fueron, pero desde ese día, los humanos, excepto quizás unos miles de niños, miraron hacia las estrellas con una mezcla de temor y ansiedad.
El forastero Karla Hernández Jiménez (México)
ARCHE LLEVABA MUCHO tiempo sin volver a su planeta natal. Después de una larga temporada viajando entre varios planetas de la galaxia, estaba listo para pasar una larga estancia entre los cráteres azules y las constantes lluvias de meteoritos. Su nave aterrizó en el lugar de siempre. Saltó al suelo y se encaminó hasta la villa más cercana. Mientras veía el singular paisaje que se revelaba a su alrededor, sonrió. Estaba muy contento de que nada hubiera cambiado en todo el tiempo que llevaba lejos. No obstante, cuando llegó al poblado a conseguir algunas provisiones se dio cuenta que en definitiva sí había ocurrido algo muy importante durante su ausencia: en todas partes había grandes letreros y anuncios escritos en lo que los humanos habían denominado como la lengua franca que debía utilizarse en todo el Universo. En su momento, los uranianos con los que solía comerciar le advirtieron que la Federación Intergaláctica estaba tomando muy en serio su papel para unificar a todos los planetas que los seres humanos habían conquistado. El siguiente paso natural era controlar el lenguaje y, progresivamente, influir en los pensamientos. Los uranianos gritaban enfurecidos que los humanos terminarían eliminando todo rasgo de identidad que no fuera sumisa a ellos, pero Arche no pensó que se tratara de una situación tan grave. Ahora comprendía por completo cuán equivocado había estado al subestimar el poder de
dominio de la Federación Intergaláctica. Arche trató de hablar con la gente a su alrededor, pero por más que hablaba todos ignoraban sus palabras sin importar cuánto las repitiera. Los dueños de las tiendas también se negaron a hablar con él. La única que respondió a sus palabras fue una anciana de empañados ojos amarillos y la piel azul arrugada. —Por favor, no vuelva a usar el lenguaje prohibido, ya no estamos en el anterior régimen —le dijo con varias lágrimas de color negro mientras le extendía unas pocas provisiones en el mostrador de duracero—. Se lo ruego, no haga que vengan por mí, procure hablar como ellos nos han exigido. Arche salió de la tienda y se dirigió con gran velocidad a través de las calles, aunque no encontró ni un solo vestigio del lenguaje de sus antepasados. Todo había sido reemplazado, tal como le dijeron los uranianos. Una vez en su casa, comprendió que sus opciones eran escasas. Era evidente que podría aprender sin problemas la lengua franca como había hecho con otros lenguajes que se hablaban en la galaxia, pero ¿por qué debería? No, era mejor intentar resistir, aunque para eso Arche tuviera que convertirse en un forastero entre su propia gente, pero se negaba a perpetuar el legado impuesto por los conquistadores. Un nuevo día llegó y la estrella del amanecer brillaba en el cielo galáctico mientras Arche se preparaba para convertirse en un completo extraño. ¬
El retorno Abraham Campos (México)
SÓLO OSCURIDAD, la mácula que se propaga por los restos de esta tierra. El aire es letal, basta succionar un poco para fundir la carne por dentro y volcarse contra el suelo arrojando el agua roja de nuestro interior, si no fuera por este rostro translúcido que portamos y que filtra ese veneno, no sobreviviríamos. Este mundo moribundo lleno de máquinas y artilugios es la realidad con la que erramos, en grupo o sombras solitarias confusas. Artefactos que no logramos interpretar del todo, olvidados por varias partes a la espera de ser operados, unos bulliciosos, otros peligrosos, pero todos mostrando caracteres incomprensibles. Una de las pocas cosas que me agradan es el sonido de mi respiración, otra es aquel artilugio: una enigmática caja que tiene ojos, y cada cosa que observa muestra un sin fin de sonidos y caracteres insondables. Pero en ocasiones viene acompañada de imágenes moviéndose, adultos eclipsados mostrando el camino para utilizar ciertas maquinarias. Esta caja me ha conducido desde que era un pequeño sobreviviente. Esta guía me instruyó desde la pérdida de los adultos, ellos simplemente se vaporizaron dejando sólo las huellas de sus inventos. Esa caja me ha ayudado a sortear por años las ciudades hasta que todos los errabundos crecimos y todo cambió. El mundo tenía estas máquinas, pero nadie sabía cómo recrearlas, y un día empezaron a verse niños de nuevo, pero únicamente en compañía de grupos (los más peligrosos), estos niños sin rostros, translúcidos, vomitando agua roja, otras veces inertes y germinando lombrices albinas de su carne. Fue entonces que nuestros rostros empezaron a ser codiciados. Las ciudades se convirtieron en trampas mortales para los viajantes solitarios y, aun cuando esa cacería llegaba a reu-
nir a más de uno de estos desdichados, poco podían hacer ante los grupos. Incluso entre grupos luchaban por obtener estos rostros. Algunas veces estuve a punto de ser cazado por grupos emergentes que parecían turbados en sus movimientos. Incluso se desataban entre ellos conflictos o solían ser presas de grupos mejor establecidos, otras veces no era el único al que cazaban, corría con la fortuna de que la otra alma perdía la batalla y yo podía ocultarme entre los escombros. Deambular sin un grupo no podía ser considerada la mejor opción en las ciudades, sin embargo, la caja me reveló una eventual elección. Avanzaba por el mar de arena en busca de alejarme de las ciudades, con la claridad de tropezar con almas solitarias. Para ese momento tenía la convicción de formar un grupo, pero sólo llegaron decepciones y pugnas por las discrepancias de tratar de plantear la idea misma de una alianza, para tener esa meta común de sobrevivir ante el embate de la creciente formación de grupos que, poco a poco, aumentaban en miembros. Lo más prometedor que encontré fue una pequeña alineación de personas que intentaban expresar sus ideas plasmando extraños dibujos sobre la arena. A través de esos rostros traslúcidos, sus ojos quedaban ofuscados por la nula interacción. Por más que asentaba la caja sobre esos bosquejos, sólo trasmitía sonidos y símbolos que seguían siendo acertijos, rompiendo toda posible coalición. Pero la discordia más violenta vino de aquella alma. El viento giraba alrededor de nuestros cuerpos y nos cubría de polvo. Inertes como estatuas nos contemplábamos tratando de descifrarnos. Rompí ese silencio con unas señas esperando entendiera el saludo. Él levantó su dedo apuntándome y emitió unos sonidos que
me parecían familiares. Salieron un par de individuos que se ocultaban entre la arena. Ellos también entonaban los ruidos provenientes del interior de sus rostros, y recordé que esos sonidos los había escuchado en la caja. Buscaban humanos que evocaran ese ruido, reclutando miembros para sus filas. Sin embargo, al notar que no mantenía la facultad de expresarme de tal forma, comenzaron a rodearme. Sin mucho éxito intente huir y, cuando estaban próximos a atraparme, aparecieron otras personas, uno de ellos también hacía esos sonidos. Aquellos cazadores se empezaron a comunicar con él, en ese momento su interacción era un enigma. Mis perseguidores alzaban el volumen y agitaban sus brazos mientras el otro dibujaba sobre la arena y dosificaba su sonido. Observaban los símbolos en el piso, algo les comunicó y la disconformidad surgió. Uno llevaba una mochila y con rapidez sacó un artilugio que es-
cupía metal de su orificio y aquella ráfaga dio sobre la pierna de uno de los acompañantes, que empezó a arrojar agua roja. Un rugido se escuchó enseguida y uno de los cazadores cayó sobre la arena. Había más personas ocultas y llevaban sobre sus manos unos artilugios parecidos al de los cazadores. Uno se acercó a mí y puso ese artefacto sobre mi cabeza, y me puso de rodillas al piso al igual que el par de cazadores. Como sombras, aparecieron niños con rostros traslúcidos que venían sujetados de la mano, un grupo grande acechando en el mar de arena. El que parecía el líder se dirigía a nosotros con sonidos, pero seguía siendo sólo ruido. Señaló hacia una dirección, uno de los niños se acercó con una caja como la mía. Mostrándonos imágenes, una de esas proyecciones turbó mi corazón. Por fin entendí el retorno de los niños. Una persona a la que ahora conocía como mujer se aproximaba sujetando un bebé en sus brazos. Y supe cómo terminaría esto. ¬
María Susana López, Cuerpos hablantes (2021).
Breve historia de un minuto Gabriel Rulfo (México)
AMANECE EN MÉXICO al mismo tiempo que en Arequipa, Guayaquil y Bogotá. En Santiago son las siete y la Plaza Italia parece sonreír al nuevo día a pesar del cobalto que cubre al Palacio de la Moneda y en Washington —lugar desde donde se gestó su tragedia del 73—, aún está oscuro y las riberas del Río Potomac se cubren de neblina. En Río de Janeiro ya son las ocho de una mañana turbia y las olas comparten su nostalgia a las playas vacías de Copacabana. En Buenos Aires, a esas mismas ocho, una Rockola desgrana “Cambalache” y parece la señal para que empiece a llover en todas partes, llueven malos presagios. El oxígeno de los Andes y del Eje Neo Volcánico no bastan para este agosto de mierda. En el IMSS de CDMX está muriendo José; en el Regional de Arequipa, John Quispe; Luis Carlos Vera en Guayaquil y así, muchos más, se despiden del mundo en este instante funesto. ¿Cuánto ha pasado la vida? ¿Acaso la eternidad de las gotas? Quizá sólo se trate de la lluvia que opaca al bandoneón junto al retrato de Borges del cafetín de Avenida Santa Fe, que al mismo tiempo rebota en los toldos y salpica a los mariachis que están a medio cuerpo guareciéndose en un galpón de Garibaldi, escurre por los sótanos y laberínticos pasillos del palacio Sudamérica en Montevideo y parece susurrar a la lluvia con voz de Benedetti o Galeano las nostalgias del pasado. En ese efímero relámpago de lucidez, Javier piensa en los casi 2700 satélites artificiales, y en los más de mil, que, a esa hora, comunican al orbe en un poco más de 7000 diferentes formas: ATTENTION! ¡ALAINTIBAH! ¡UWAGA! Como sea, las señales radioeléctricas piden ¡ATENCIÓN! Y alertan a los millones de seres que deambulan azorados con temor y cubrebocas. Hay un dolor viejo en todo esto y todo en un
mismo instante, aunque no en el mismo espacio, ni en el mismo lenguaje. En la 5th Avenue cualquier transeúnte puede leer a ocho columnas en el New York Times del estanquillo: The Pandemic has claimed millions of lives y en Champs Elysées, en Le Monde: La Pandémie a fait des millions de morts. No importa el lenguaje, el género humano se encuentra atónito ante esta purga planetaria, ante esta cruel forma de selección natural. La morte famale, a morte dói, der Todt tut whe. La muerte duele lo mismo en italiano, portugués o alemán, la muerte duele siempre y nos deja inermes ante su implacable indiferencia. Hay un solo lenguaje: el dolor. Y una sola premisa: sobrevivir. Y cada pueblo enfrenta con diferentes vocablos, pero con la misma premura lo que habrá de salvarlos: ¡Afzondering! ¡Wakuchin! ¡Kakuri! Sí, Vacunas, reclusión, lo que sea con tal de atenuar la pandemia. El holandés o el japonés sólo son lamentos que claman lo mismo. Ha pasado un solo minuto y el mundo se desangra, sí, pero seguramente y en el doloroso día a día, también está aprendiendo a mirar diferente, a apreciar las inmensas riquezas naturales y humanas de su pasado reciente y la promesa de regresar a los sueños anteriores, en cualquier idioma, pero regresar. Mientras José, John o Luis Carlos mueren, nacen otros con sus mismos nombres, con sus sueños y con su historia pletórica de paradójicas batallas. La flor de Copihue, el Cempasúchil o los tulipanes siempre tendrán tiempo para florecer, como el sol para brillar en su altísimo péndulo del Lago Titicaca o en la magia de la luz en Ushuaia. Algún sol crepuscular despidiéndose de la Torre Eiffel o reflejándose en alguna cornisa del Coliseo Romano. Muchos partirán o partiremos, es cierto. Pero el
en el reloj del panel de su auto marcar primero las seis y después de tantos muertos y esperanzas, las seis con uno, hasta que los cláxones de la vida cotidiana le obligaron a seguir. ¬
Itzel G. García, Astronauta (2021).
mundo seguirá con o sin COVID, y en todos los idiomas existirá siempre la palabra esperanza. O al menos, es lo que piensa el hombre que se quedó todo lo que dura el semáforo mirando
El silencio del bosque María Susana López (Argentina)
EN LA QUIETUD del bosque predomina el silencio. Solo suena algún ruido a papel estrujado producto del roce de algunas ramas cuando la brisa del viento se entromete, o el zigzagueo de las hojas hasta tocar el suelo, el crujir ante la pisada de algún animal que va en busca de comida, el siseo de alguna lombriz, o el ritmo sincrónico del ciempiés. Sobre las ramas se puede llegar a escuchar algún piar de pájaro, o el ulular de los búhos. Todos creen en la tranquilidad, en la paz, en la ausencia de ruido del bosque, pero siempre está el peligro. En la oscuridad del suelo, existe una ciudad autónoma, un submundo húmedo, con una red de comunicación muy organizada. Un silencioso ruido interior. Los árboles necesitan un compuesto especial para generar su alimento, es de suma importancia para su desarrollo. Para eso, las raíces provocan una erosión física y química, como máquinas excavadoras buscando el material necesario, pero saben que solas no lo pueden conseguir. Pidiendo auxilio, exudan unas sustancias que se distribuyen en la tierra, emiten señales, como un SOS. De pronto, los arqueneuptos casi invisibles se movilizan hacia la llamada. Con un caparazón protector, como un escuadrón de élite se acerca con sus pseudópodos. Se adhieren a esas prolongaciones radiculares, como si fueran sogas. Ascienden hacia la zona central. Los cilios le facilitan el ascenso como escalones. Por un orificio del caparazón sale un tubo, un pie sésil se propulsa e inyecta dentro de las raíces. En pocos minutos ambas estructuras intercambian información, hacen un reconoci-
miento, establecen un acuerdo de convivencia. Los arqueneuptos encuentran en esta invasión una oportunidad para adquirir fácilmente el alimento. Tienen comestible a su disposición y un lugar fijo de alojamiento. A cambio las raíces obtienen la sustancia tan deseada. Ellos son los encargados de desintegrar toda sustancia extraña, o desechos de la actividad metabólica. Este producto es el material de excelencia que los árboles necesitan. Además los arqueneuptos sirven como batallón de defensa ante el ataque de cualquier otro organismo que quiera provocar patogeneidad. Así establecen una convivencia simbiótica que favorece a ambas partes. Los arqueneuptos, inmediatamente, emiten señales en forma de anillos a sus pares. Se establece una comunicación entre silencios y sustancias químicas como lenguaje que sólo ellos interpretan. Los organismos van llegando a la zona de reclusión. El quórum es necesario para que esta población huésped pueda establecerse y cumplir la función pactada. En poco tiempo los arqueneuptos rodean a las prolongaciones radiculares. Establecen una base de operaciones formando ciudades satélites en forma de nódulos. La colonización interior se pone en marcha. La interacción de las partes genera ventajas competitivas para esta especie boscosa que le permite la supervivencia y le garantiza la descendencia y prevalencia en el ambiente. La quietud del ambiente se mantiene gracias a una compleja red de comunicación subterránea. El bosque está a salvo, mantiene su silencio.¬
Misión (relatos del Museo de la Memoria) Pedro Cadejo (Guatemala)
O VOS, QUI INTRATIS, omni spe auferte (Oh, tú que entras, abandona toda esperanza). Era la inscripción arriba de una gran puerta de un tono tan oscuro que se sentía envolvente, invasivo, penetrante y de un material indefinido, frío al tacto. Si se observa con cuidado, debajo de la inscripción principal también puede leerse: «Sólo quien ha vivido con honor podrá traspasar el umbral con esperanza». La puerta se abre lentamente con un siseo apagado y Xuan entra con paso inseguro. Dentro, en una atmósfera lúgubre, en pequeños cubículos iluminados apenas por lámparas de aceite, se observan figuras, siluetas de seres, muchos de ellos humanoides, aunque también otros con formas irreconocibles, como si la naturaleza hubiera perdido la cordura en el momento de crearlos. El opresivo silencio se interrumpe con exclamaciones de sorpresa, pero principalmente de angustia y terror, y se escuchan sollozos apagados. Quise acercarme, empujado por la curiosidad, pero una especie de pared invisible me impedía avanzar y sentía una fuerza que me empujaba a seguir adelante. Recorrimos así largos corredores en penumbras en donde se repetían las mismas imágenes difuminadas por la iluminación. Al ver hacia adelante, parecían pequeños fuegos de un campamento distribuidos en un gran valle oscuro. En algún momento del recorrido recordé a un poeta romántico italiano que leí por encima, en la escuela. Llegamos a lo que parecía una gran sala de conferencias con cómodas butacas distribuidas hasta donde la iluminación permitía percibir.
I.
El estimulador neural instalado en mi nuca emitió una pequeña vibración, de inmediato la oscuridad desapareció y me encontré en medio de un paraje selvático, húmedo. Una explosión ensordecedora y un golpe de calor me invade y de inmediato me veo encendido como una antorcha y un olor a combustible quemado que penetra mi cuerpo por todos los poros, al tiempo que un dolor insoportable invade mi cuerpo: estoy envuelto en llamas y mi ropa está fundida en mi piel, el calor insoportable penetra en todos mis órganos y empiezo a sentir cómo algo empieza a crecer dentro de mí; algo que explotará en cualquier momento, terminando con la agonía del fuego. Todo ocurre en unos segundos. Cuando estoy a punto de desmayarme, de pronto todo el escenario cambia. El dolor y las llamas desaparecen y me encuentro en una especie de bodega rodeado de gente desnuda y de rostros demacrados y sucios. Oigo algunos llantos, pero principalmente murmullos y palabras aisladas: comida, té, viaje. El lugar sigue llenándose de gente hasta que no queda espacio y nuestros cuerpos están pegados unos a otros. Siento el olor y el calor de otros cuerpos. Alguien me susurra al oído: tranquilo, todo pasará. Y al instante escucho un siseo sordo que viene de las paredes, percibo un olor acre, seco y mis pulmones se detienen como si hubieran desaparecido. Lucho por respirar, pero me causa un dolor insoportable. Abro la boca para buscar aire y la boca se llena instantáneamente de llagas. En medio de la agonía veo caer una tras otra a las personas que me acompañan… Negro. Flotando en el vacío. Aún con lágrimas en los ojos por la experiencia horripilante, estoy en la fila con algunas de
las personas que reconozco de la bodega. Todas con lágrimas en los ojos y visiblemente descompuestas. Se abre la puerta, una ráfaga de aire fresco le golpea el rostro y seca sus lágrimas mientras escucha por su implante auditivo: —Usted ha participado en una experiencia inmersiva del Museo de la Memoria que recoge la historia de los habitantes del tercer planeta del sistema solar Épsilon IV. Por los efectos traumáticos de la experiencia solamente ha podido participar en dos eventos: un bombardeo de napalm en la guerra de Vietnam y la primera bomba atómica lanzada contra dos ciudades japonesas el 6 y 9 de agosto de 1945. Diríjase a su consejera asignada para la reunión de descarga. Me quedan tres meses de entrenamiento para la misión al tercer planeta y cada vez me pregunto si vale la pena tanto recurso y tiempo que los operadores gastan en este proyecto. II. (Banda sonora: “What´s the frecuency Kenneth?”*) Dos mil ciento sesenta horas después, en el Museo de la Memoria, Xuan había experimentado lo mejor y lo peor de la historia del tercer planeta del sistema solar: Hiroshima y Nagasaki, el Holocausto, Vietnam, el genocidio Ixil, Mozart y Bach, Da Vinci y Rafael, Something de Harrison y el Aleluya de Cohen, pandemias y rebeliones, glorias y desastres. Ha llorado y gozado. Xuan estaba listo para la misión. O eso creía. Su designación oficial para la misión es Kenneth y espera la frecuencia correcta para su extracción en caso de emergencia. Han pasado ochenta y siete mil seiscientas horas y Kenneth/Xuan se acerca al que cree que es su contacto, un hombre que sale de una estación de radio. Mucho después, en su cama del hospital psiquiátrico, escucha ecos distorsionados de una canción de R.E.M.
I’d studied your cartoons, radio, music, TV, movies, magazines Richard said, “Withdrawal in disgust is not the same as apathy” —Buscaré a Richard en cuanto salga de este manicomio, piensa esperanzado. Han existido otras oportunidades, pero la última pandemia ha trastocado muchos códigos y nada es del todo como era. ¬
Adriana Rocha “Drita”, Hoja (2021).
Moronas de la lengua Ángel Carrillo Hernández (México)
DESPIERTAS has dejado unas cuantas palabras olvidadas en la almohada La noche anterior me has abrazado me has dicho adiós y que te sueñe recordándonos y de los dos ya no te acuerdas Te enseño todos los días de nuevo el abecedario y se te quedan como tus pelos en la cama Que la humedad de tus cobijas no ruboricen tus marchitas mejillas que yo por ti estoy lo que nos quede de vida.
Has olvidado dónde dejaste mi nombre y buscas a un lado de las llaves Invocas en tus labios el nombre de todas las flores y las calles del vecindario algunas palabras al azar sobre albañilería y el nombre de mi abuela pero no reconoce tu boca mi cara A veces olvidas tu nombre a veces la casa a veces el mío a veces los días a veces mi madre a veces pastillas a veces tu hija a veces tu herida a veces quererme a veces mi tía a veces la lengua a veces la vida… ¬