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El retorno

IV ─General Anderson, ¿estamos listos para el ataque? ─Sí, señor Presidente. Los chinos, los rusos y la OTAN están de acuerdo. Atacaremos en forma simultánea todas las naves. ─¿Estamos seguros de destruirlas? ─Sí, señor. Los drones han detectado campos de fuerza alrededor de ellas, pero les daremos con todo: armas convencionales, misiles nucleares, rayos láser… No podrán resistir. ─¡Que Dios nos ayude! Adelante, general.

A pesar de la intensidad del ataque, no lograron alcanzar y menos dañar a ninguna de las naves.

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Las autoridades temieron represalias; ordenaron el toque de queda en todo el planeta y conminaron a la población a permanecer en sus refugios. La desesperanza se apoderó de la humanidad.

Las revueltas, suicidios y oraciones cesaron tan de repente como habían comenzado.

Todo el mundo estaba a la expectativa.

V Cuatro días después del ataque y la segunda noche sin pesadillas de la niña, la televisión anunció que las naves empezaban a irse.

En la mañana, Robert abrió lentamente la escotilla del búnker; miró hacia arriba y confirmó que la nave ya no estaba. Salió y ayudó a su esposa y a su hija a subir.

El sol brillaba intensamente en el diáfano cielo que les parecía más azul que de costumbre.

Nunca supieron a qué vinieron los visitantes, por qué no se comunicaron ni por qué se fueron, pero desde ese día, los humanos, excepto quizás unos miles de niños, miraron hacia las estrellas con una mezcla de temor y ansiedad.

El forastero

Karla Hernández Jiménez (México)

ARCHE LLEVABA MUCHO tiempo sin volver a su planeta natal. Después de una larga temporada viajando entre varios planetas de la galaxia, estaba listo para pasar una larga estancia entre los cráteres azules y las constantes lluvias de meteoritos.

Su nave aterrizó en el lugar de siempre. Saltó al suelo y se encaminó hasta la villa más cercana.

Mientras veía el singular paisaje que se revelaba a su alrededor, sonrió. Estaba muy contento de que nada hubiera cambiado en todo el tiempo que llevaba lejos.

No obstante, cuando llegó al poblado a conseguir algunas provisiones se dio cuenta que en definitiva sí había ocurrido algo muy importante durante su ausencia: en todas partes había grandes letreros y anuncios escritos en lo que los humanos habían denominado como la lengua franca que debía utilizarse en todo el Universo.

En su momento, los uranianos con los que solía comerciar le advirtieron que la Federación Intergaláctica estaba tomando muy en serio su papel para unificar a todos los planetas que los seres humanos habían conquistado. El siguiente paso natural era controlar el lenguaje y, progresivamente, influir en los pensamientos.

Los uranianos gritaban enfurecidos que los humanos terminarían eliminando todo rasgo de identidad que no fuera sumisa a ellos, pero Arche no pensó que se tratara de una situación tan grave.

Ahora comprendía por completo cuán equivocado había estado al subestimar el poder de dominio de la Federación Intergaláctica.

Arche trató de hablar con la gente a su alrededor, pero por más que hablaba todos ignoraban sus palabras sin importar cuánto las repitiera.

Los dueños de las tiendas también se negaron a hablar con él. La única que respondió a sus palabras fue una anciana de empañados ojos amarillos y la piel azul arrugada. —Por favor, no vuelva a usar el lenguaje prohibido, ya no estamos en el anterior régimen —le dijo con varias lágrimas de color negro mientras le extendía unas pocas provisiones en el mostrador de duracero— . Se lo ruego, no haga que vengan por mí, procure hablar como ellos nos han exigido.

Arche salió de la tienda y se dirigió con gran velocidad a través de las calles, aunque no encontró ni un solo vestigio del lenguaje de sus antepasados. Todo había sido reemplazado, tal como le dijeron los uranianos.

Una vez en su casa, comprendió que sus opciones eran escasas.

Era evidente que podría aprender sin problemas la lengua franca como había hecho con otros lenguajes que se hablaban en la galaxia, pero ¿por qué debería?

No, era mejor intentar resistir, aunque para eso Arche tuviera que convertirse en un forastero entre su propia gente, pero se negaba a perpetuar el legado impuesto por los conquistadores.

Un nuevo día llegó y la estrella del amanecer brillaba en el cielo galáctico mientras Arche se preparaba para convertirse en un completo extraño. ¬

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