IV ─General Anderson, ¿estamos listos para el ataque? ─Sí, señor Presidente. Los chinos, los rusos y la OTAN están de acuerdo. Atacaremos en forma simultánea todas las naves. ─¿Estamos seguros de destruirlas? ─Sí, señor. Los drones han detectado campos de fuerza alrededor de ellas, pero les daremos con todo: armas convencionales, misiles nucleares, rayos láser… No podrán resistir. ─¡Que Dios nos ayude! Adelante, general. A pesar de la intensidad del ataque, no lograron alcanzar y menos dañar a ninguna de las naves. Las autoridades temieron represalias; ordenaron el toque de queda en todo el planeta y conminaron a la población a permanecer en sus refugios. La desesperanza se apoderó de la humanidad.
María Susana López, Sin título (2021).
Las revueltas, suicidios y oraciones cesaron tan de repente como habían comenzado. Todo el mundo estaba a la expectativa. V Cuatro días después del ataque y la segunda noche sin pesadillas de la niña, la televisión anunció que las naves empezaban a irse. En la mañana, Robert abrió lentamente la escotilla del búnker; miró hacia arriba y confirmó que la nave ya no estaba. Salió y ayudó a su esposa y a su hija a subir. El sol brillaba intensamente en el diáfano cielo que les parecía más azul que de costumbre. Nunca supieron a qué vinieron los visitantes, por qué no se comunicaron ni por qué se fueron, pero desde ese día, los humanos, excepto quizás unos miles de niños, miraron hacia las estrellas con una mezcla de temor y ansiedad.