Transhumanismo
Espejo Humeante Revista latinoamericana de ciencia ficción Número 7. Transhumanismo. Octubre de 2020.
ÍNDICE #7 Coordinador editorial Rafael Tiburcio García Comité editorial Miguel Angel de la Cruz Reyes, Silvia Alejandra Fernandez, Felipe Huerta Hernández, Miguel Ángel Lara Reyes y Zacarías Zurita Sepúlveda. | Asesores: Marcela Chao Ruiz y Juan Claudio Toledo Roy. Diseño Yadira Delgado
03 ▶ PRESENTACIÓN
ENsayo 28 ▶ Ciencia ficción latinoamericana: el margen como potencia Amadís Ross
04 ▶ Los cuerpos del cyborg: Más allá de la carne y la máquina Rafael Tiburcio García
Autorxs Invitadxs 08 ▶ Onirigramas Iliana Vargas
12 ▶ Otro mundo está viendo Daniela Villarreal Grave
46 ▶ Perenne Sade
Imágenes © Said Pérez Amelco | © Princeton.edu | © Archive.org
Omar Hebertt
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Damián Neri
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reLATOS
15 ▶ Abisal 18 ▶ Las olimpiadas de Antioquia Juan de Dios Maya Ávila
20 ▶ Homo futurus
Mauricio del Castillo
23 ▶ Renacimiento Dai N. Castillo
25 ▶ Uno y uno y uno y cero Andrés R. Soto Valencia
31 ▶ Virus
María Rivera
33 ▶ Vaivén vahótico José Luis Paolo García Morales
35 ▶ Conciencia perdida David Alcubierre
37 ▶ La noche del sol Irving Jesús Hernández Carbajal
39 ▶ Víspera de la destrucción Zalma Graciela
42 ▶ Diosa artificial José Francisco Camacho Aguilera
44 ▶ Espectáculo en Micelio
Mario López Araiza Valencia
Libros / Reseña
47 ▶ La compañía de las liendres, de Pedro J. Acuña
Convocatoria REVISTA ESPEJO HUMEANTE #7/ TRANSHUMANISMO
49 ▶ Realidad y representación
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▶ LA RECOLECTA. Said Pérez Amelco. Collage. 2019. 2
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▶ TRANSHUMANISMO
PRESENTACIÓN
E
l transhumanismo es una vertiente de la filosofía posthumanista que propone alterar la condición humana por medio de la tecnología. El académico Fermín González Melado considera que, para el transhumanismo, la evolución depende de la interacción con la tecnología a través de cuatro campos de mejora: los hijos perfectos, la mejora del rendimiento físico, el autocontrol de las emociones y la prolongación de la vida; y cuya puesta en práctica se apoya, a su vez, en el desarrollo de los avances científicos y tecnológicos en cuatro áreas convergentes: la nanotecnología, la biotecnología, las tecnologías de la información y las ciencias del conocimiento. No sólo hablamos, pues, de una variedad de la ciencia ficción sino de una propuesta, muy real, de mejora de los seres humanos. Poner en práctica sus planteamientos implicaría la elaboración de leyes concretas que permitan la eliminación eugenésica, la selección preimplantacional, la legalización de fármacos que aumenten el rendimiento físico y controlen los estados emocionales, y la investigación de enfermedades degenerativas para lograr su erradicación. Las críticas a estas propuestas se enfocan sobre todo en el reduccionismo de los autores transhumanistas, que acotan la naturaleza humana a pura materia y al ser humano a sus conexiones neuronales, entendido como un cuerpo desmaterializado. Para Francis Fukuyama o Jürgen Habermas, el concepto mismo de transhumanismo atenta contra el
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principio de igualdad al incidir en la esencia de lo que nos hace humanos o, incluso, al cuestionar quiénes tendrían el privilegio de acceder a estas mejoras. Los autores que participan en este número de Espejo Humeante exploran las fronteras del transhumanismo desde distintos ángulos, que abarcan las conciencias extendidas, las prótesis, la regeneración celular, el transespecismo, la precognición, las inteligencias artificiales, la enfermedad, las identidades de género y el horror corporal. Los cuentos toman premisas conocidas y hasta populares de la ciencia ficción para darles giros más reflexivos, melancólicos o humorísticos. Así, mientras algunos decidieron adscribirse a la sensibilidad tecnológica, otros exploran en los límites de lo humano para descubrir lo que podría haber más allá de esa frontera inmediata. Acompañan a los textos en esta ocasión algunas ilustraciones del manual de anormalidades congénitas De monstris (1665) del médico genovés Fortunius Licetus, e ilustraciones del enigmático manuscrito persa de magia y astrología Kitāb-i ‘Ajā´ib-i makhlūqāt ( , c. 1921), así como diversos collages del artista visual Said Pérez Amelco, quien diseñó también nuestra portada. Esperamos que disfruten este número, con el cual celebramos dos años de publicación ininterrumpida. ¬ Comité editorial, octubre de 2020. 3
▶ ENSAYO
Los cuerpos del cyborg: Más allá de la carne y la máquina Rafael Tiburcio García
S
omos cyborgs, no lo digo yo, lo grita nuestro modo de vida desde la invención del lenguaje. Por eso cuando hablamos del cuerpo, en la actualidad, nos referimos a uno que no podemos llamar simplemente humano. Hablar de cuerpos físicos y virtuales ya no parece, como hasta hace unos años, una paradoja conceptual; en la práctica funciona y muy bien, lo sabemos porque la pandemia y las redes sociales lo han vuelto cotidiano. Ya en 2009, Avatar de James Cameron, abordaba las implicaciones de habitar un segundo cuerpo. El avatar no era una simple representación o un simulacro, sino una conciencia viva en un ser orgánico. “Jakesully” sigue vivo en ese cuerpo ajeno, en esa vida más allá de su propio yo atado a una silla de ruedas. La película, producto hollywoodense al fin, se descompone en algún momento: Sully doma a un pájaro gigante, da un discurso de guerra y la construcción conceptual se va al carajo: lugares comunes > batalla épica > malo malísimo. Pero el soldado termina por transferir su conciencia a su cuerpo na’vi, elige una vida más allá del cuerpo original para habitar otro que, dadas las relaciones que ha establecido, será en adelante su cuerpo real. Rick y Morty es una serie de ciencia ficción que presenta algunas de las reflexiones más extremas sobre los límites humanos, aunque no siempre desde la ciencia ficción: a veces lo hace desde la fantasía y, otras, a través de la llana exposición. Dejando de lado la discusión estéril de si es o no un producto intelectual (no me lo parece, al menos), la serie aborda el tema del cuerpo de maneras perturbadoras: ya sea en un parque de diversiones en el cuerpo de un vagabundo, en la deformación de todos los seres del planeta, 4
en las vidas paralelas de las realidades alternativas, o en las formas de vida no orgánicas. A lo largo de sus capítulos desfilan mentes colectivas, incertidumbres ante la replicación y la clonación, resurrecciones banalizadas, tomas de conciencia de órganos y toxinas, dilemas de identidad, percepciones precognitivas y transmigraciones de la mente a través de cuerpos desechables. Rick y Morty estira las ideas que tenemos sobre el cuerpo hasta límites que, fuera de su contexto, implicarían un montón de problemas. Pero si esos dilemas funcionan en un nivel narrativo es porque esta insistencia en los extremos es un tema que profundiza los cuestionamientos sobre nuestro propio cuerpo. Y no es para menos, el cuerpo es el eje de nuestra relación con el mundo. Ninguna otra realidad se nos impone de manera tan inmediata, concreta y singular como nuestro cuerpo. Foucault ha explicado la relevancia del control corporal en la historia moderna del control político. El espacio del cuerpo es para él un elemento irreductible de nuestro estado social de las cosas, porque en ese espacio se ejercen las fuerzas de la represión, la socialización y el castigo; diversas modalidades en que el ejercicio del poder produce representaciones sociales del cuerpo capaces de disciplinarlo. En el siglo XVIII el cuerpo existía para ser ajusticiado y castigado. En el siglo XIX, con la Revolución Industrial, el cuerpo se concibió como algo que debía ser formado, reformado y corregido, algo que debía adquirir aptitudes, recibir cualidades y estar listo para trabajar. Buena parte del siglo XX concibió al cuerpo como un instrumento de actividades socialmente útiles, como algo hecho para REVISTA ESPEJO HUMEANTE #7/ TRANSHUMANISMO
consumir y ser controlado por medio de un biopoder que cuerpo no existe como elemento de individualidad ya que regulaba el control natal y la salud misma, los hábitos de el sujeto no se distingue de la comunidad. Para occidentales y occidentalizados, herederos tanto de la Grecia clásica sueño y los horarios. La ilustración propuso una nueva organización del es- como del cristianismo, es común diferenciar el alma del pacio al servicio de técnicas de control social, vigilancia cuerpo y al individuo de los demás, y convertir al cuerpo en y represión del yo y del mundo del deseo. Pero el poder un vehículo de placer y goce. Incluso las disciplinas cientídel estado en la era moderna se volvió anónimo, racional ficas actuales lo conceptualizan de distinto modo, a niveles y tecnocrático. Horkheimer y Adorno enfatizaban que biológicos, fisiológicos, neuronales o materiales. Terry Eagleton concibe al cuerpo como algo integrael proyecto ilustrado surgió con el ideal de convertir al do a la identidad, un ente creativo que se hombre en dueño y señor de la Naturaleza transforma mientras transforma el pero que, al incluir al hombre misentorno. Francis Fukuyama es mo, objetivándolo, ese proyecto optimista ante este cambio, se convirtió en razón insen que resalta las ventatrumental. Esto derivó jas del control estricto también en un cambio de la biotecnología en la concepción del y no la creación de cuerpo, como parte monstruos, cyborgs de otras ideas que y mutantes. arrojaron a nuesSin embargo, tro mundo a una las visiones ocvisión postmocidentales son derna. Las últiinsuficientes para mas décadas del reflexionar sobre siglo XX y lo que los problemas del llevamos del simundo contemglo XXI conciben poráneo, en que la al cuerpo como un clonación, el diseño objeto de diseño, una genético, las prótesis, las estructura susceptible cirugías plásticas y las nuevas de ser modificada, un robot 19. 0 2 . identidades de género convieral que es necesario sacarle el AFÍA R G I ten al cuerpo en un lugar de expemáximo rendimiento y un animal R o. SE c l e m A ▶ TIGRE. Said Pérez rimentación y modificación en el que las que busca satisfacer sus instintos y apetipersonas optan por ser quienes desean ser, más allá de tos sexuales, pero también como un lugar en el que las normatividades. Esta filosofía de lo posthumano concise despliegan desafíos culturales. La idea e interpretación del cuerpo según las culturas be al cuerpo como algo mutable y procesual que echa abajo ofrece una semántica ambigua y distintos planos de sig- las divisiones entre cultura y naturaleza, ya que mezcla lo nificación. Muchas de las culturas no occidentales tienen orgánico y lo inorgánico en cuerpos de recambio o cibernéuna concepción distinta: en la India, por ejemplo, se cree ticos que son extendidos por la tecnología, más que peneque no existe diferencia entre cuerpo y alma; en otras, el trados o fusionados con ella. REVISTA ESPEJO HUMEANTE #7/ TRANSHUMANISMO
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Andy Clark propone la existencia de una dimensión extrabiológica del cerebro que se extiende más allá del límite del cuerpo y que no es un avance de los tiempos modernos sino un aspecto de la naturaleza humana. Si nuestras relaciones con lo externo pueden considerarse ya desde la lectoescritura, las tecnologías actuales han permitido la prolongación de lo humano a través de herramientas, es decir, nuestro cerebro opera en conjunto con artefactos, símbolos externos y andamiajes de la ciencia, el arte y la cultura, como si los humanos fuéramos seres hechos por prótesis que no sólo restauran nuestras funciones dañadas, sino que crean también funciones vitales como la ropa, la vivienda, la comunicación escrita, las instituciones, las leyes y los sistemas de creencias. El cyborg de Clark (es decir, nosotros) no es una combinación superficial de carne y máquina sino un enorme sistema nervioso externo que piensa y razona más allá de los límites de su cuerpo. Fredric Jameson es menos optimista y asocia esta nueva idea del cuerpo a la cultura posmoderna donde lo contaminado, lo híbrido, lo heterogéneo, lo defectuoso y lo aleatorio caracterizan la relación con el entorno; en un cuerpo así concebido no predomina tanto la alienación como la fragmentación. En su ensayo “Después del apocalipsis: sistema de personajes” en Doctor Bloodmoney, de Philip K. Dick, Jameson sugiere que los personajes de dicha novela se organizan en vidas a medias o permutaciones sistémicas que interactúan entre sí de una manera precisa: un hombre-torso que orbita la Tierra en un satélite de vigilancia, que representa el intermedio entre el cuerpo no orgánico y su extensión mecánica; un homúnculo que habita el cuerpo de su hermana, que representa la prótesis espiritual y la carencia de órganos propios; un enemigo esquizofrénico con poderes psíquicos, autor del apocalipsis atómico, cuya prótesis o añadido también es incorpóreo; y, finalmente, un cyborg cuya deformidad no proviene del holocausto nuclear que creó a los otros sino de la talidomida que le fue prescrita a su madre durante el embarazo. Philip K. Dick anticipó, con estos y otros de sus extraños personajes, nociones que nos parecen comunes en el cuerpo actual. 6
Nuestra idea de sujeto en la actualidad es la de un ser destruido, hecho pedazos entre sus creencias, sus certezas, sus filiaciones y su misma identidad. Artistas tan lejanos en sus campos como David Cronenberg y Francis Bacon en occidente y japoneses como Shinya Tsukamoto o Katsuhiro Otomo, desarrollan obras enmarcadas por lo que se ha denominado horror corporal, una exposición del cuerpo a límites inconcebibles por medio de la modificación, la invasión y la violencia. Películas como La Mosca, y Tetsuo: The Iron Man, pinturas como Tres Estudios para una crucifixión, o mangas como Akira retratan este horror mientras exponen otros aspectos de la cultura posmoderna. En ellos, la violencia presenta a la carne zaherida y humillada hasta lo inconcebible. El cuerpo deja de ser y se vuelve una manera de ser, aparece como objeto mutilado, como último reducto del yo, escindido y deforme, donde la carne se desacraliza y la identidad se dispersa. Los pasajes de violencia, tortura y sexualidad terminan volviendo al hombre indiscernible del animal, destrozando su subjetividad, sumiéndolo en una soledad donde el otro, lo otro, pasa a formar parte de sí mismo, lo que conlleva la angustia de la contemplación impotente de la propia desintegración. Un recurso que se sirve de la representación deformada para acercarse a lo humano. En medio de esta violencia, las víctimas buscan a tientas un lenguaje que no les responde y el cuerpo, repositorio de una memoria somática más que verbal, se manifiesta en intentos de evitar más dolor, que contrastan con una frialdad narrativa que enfatiza el hecho de que la tortura fragmenta el proceso mismo de articulación. Una última vertiente de la condición posthumana que quisiera abordar (aunque el tema es mucho más amplio) tiene que ver con las perspectivas feministas. Al abordar el tema de los digicuerpos y los cyborgs, Mary Flannagan plantea que la informatización de la biología y la corporización de lo virtual son esferas donde la visión masculina sigue imponiendo normas de operación. El fetiche como objeto sexual o de consumo, el cyborg como entidad femenina más que andrógina y el digicuerpo femenino como REVISTA ESPEJO HUMEANTE #7/ TRANSHUMANISMO
sublimación de la mascota, son asuntos terribles que siguen enmarcando las producciones culturales en la actualidad. Al investigar cómo opera en la imaginería popular el cyborg, la artista plástica Mariko Mori descubre que las imágenes occidentales de héroes de acción y cyborgs son masculinos, en cambio, las cyborgs orientales son femeninas y siempre tienen un “propietario”, generalmente un hombre joven que las programa y controla. Desde una perspectiva feminista, Mori denuncia la tecnología como instrumento de connotaciones sexuales masculinas. Y es que, de alguna manera, la figura del cyborg es una proyección del deseo masculino por ver en una sola figura la combinación de la fuerza sobrehumana con rasgos femeninos y la vulnerabilidad que cierto imaginario suele asociar a las mujeres; una seducción asentada sobre lo artificial, dado que la imagen idealizada en la tecnología también puede leerse como una extensión de la idealización estética de la figura humana planteada por el arte. “¿Cuál sería la forma de rechazar la consolidación del cuerpo como fetiche o como un objeto de consumo si nuestro modo de descubrir el cuerpo como objeto continúa necesitando de la representación visual, de un sistema visible?”, se cuestiona Flannagan. Y este es un problema del mundo real que sigue buscando respuestas. Esta y otras cuestiones que se ensayan tanto en el debate público como en las producciones narrativas abarcan no sólo las perspectivas que hemos visto aquí, sino otras que surgen a partir de la comunidad LGBT+, los sujetos con enfermedades crónicas y las personas con discapacidades, entre muchas otras, que proponen respuestas tendientes a una inclusión que aún no alcanza consensos sociales generalizados, a veces ni siquiera internos. Aún en los círculos de inclusión, la imagen importa como en los casos cuando ciertas personas llegan a ser discriminadas por no lucir como deberían. La configuración de las nociones del cuerpo, los derechos sobre éste y el reconocimiento al que aspira cada persona en consonancia con la identidad que asume, aún son parte de un debate abierto en el que la ficción todavía tiene muchas cosas por decir. ¬
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Bibliografía Broncano, Fernando (2009). La melancolía del ciborg. Barcelona: Herder. Clark, Andy (2007). “¿Somos cyborgs natos?”. En Brockman, J. (editor). El nuevo humanismo y las fronteras de la ciencia (pp. 103– 114). Barcelona: Kairós. Eagleton, Terry (1997). “Sujetos”. En Las ilusiones del posmodernismo (pp. 109-140). Buenos Aires: Paidós. Flannagan, Mary (2010). “La novia desnudada hasta sus mismísimos datos: flujo de información + digicuerpos” (Pérez-Galdós, Natalia, Trad.). En Zafra, Remedios (Coord.). X0y1 #ensayos sobre género y ciberespacio_ (pp. 12-47). Madrid: Briseño. Franco, Jean (2003). Decadencia y caída de la ciudad letrada. La literatura latinoamericana durante la Guerra Fría (pp. 233-337, 389-405). Barcelona: Debate / Random House Mondadori. Horkheimer, Max y Theodor Adorno (1998). Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos (3ª. Ed.). Madrid: Trotta. Jameson, Fredric (2009). Arqueologías del futuro. El deseo llamado utopía y otras aproximaciones de ciencia ficción. Madrid: Akal. Mejía, Iván (2005). El cuerpo posthumano en el arte y la cultura contemporánea. México: UNAM. Zafra, Remedios (2010). Un cuarto propio conectado. (Ciber)espacio y (auto)gestión del yo. Madrid: Fórcola.
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▶ AUTORA INVITADA / RELATO
Onirigramas Iliana Vargas
I
N
os habíamos conocido pocos meses antes y esa tarde nos encontramos por casualidad afuera de un teatro. Decidimos ir a tomar algo y empezamos el paseo platicando de tu trabajo y el mío; de los cambios cada vez más radicales del clima sobre la Tierra y sus manifestaciones en los géiseres que habían estado brotando en distintos puntos de la ciudad durante las últimas semanas; del caos y el autoexilio de miles de personas hacia quién sabe dónde; de las extrañas aves que habían estado migrando a la ciudad desde entonces; de los árboles que, quizá alebrestados por esta energía subterránea, crecían más frondosos y altos, con ramas y hojas que daban la impresión de estar hechas de materia indestructible. Tú decías que era como si las estalagmitas se revelaran cual alma verdadera de los troncos. Yo decía que era como si las hojas tuvieran columnas vertebrales hechas de piedras preciosas y que tal vez por eso sus colores habían cambiado con los gases de los géiseres y ahora tenían muchos tonos de turquesa, amatista y rubí. Avanzábamos observando y recodificando lo que veíamos sin pensar mucho por dónde íbamos, hasta que nos dio hambre y notamos que ya casi todo estaba cerrado y que de alguna manera habíamos llegado al camellón de la avenida que atraviesa toda la ciudad. Nos detuvimos un momento a evaluar la situación: estábamos muy lejos de mi casa, pero si seguíamos hacia el norte, no tardaríamos en llegar a la tuya, así que continuamos algo azorados por la curiosa forma en que estábamos pasando la noche juntos. Dejamos de hablar un rato, atentos a lo que se nos cruzaba en el camino y a los sonidos que llegaban de lejos. En algún momento empezamos a sentir mucho frío y fue cuando notamos que amanecería pronto. Sabíamos que en esa época del año se soltaban fuertes ventiscas de aguanieve como curioso preludio al arribo del sol en el cielo, así que decidimos buscar algún café 24 x 24 para refugiarnos hasta que el clima volviera a templarse. Nos metimos por calles desconocidas que atravesamos como si las hubiéramos recorrido varias veces y sin embargo no encontrábamos nada abierto. Las heladas gotas empezaban a caer y estuvimos a punto de abordar un taxi, y entonces el ruido de una cortina metálica abriéndose
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nos dio la señal del rumbo que debíamos seguir. Nos movíamos aprisa, esquivando en lo posible el agua y deseando que la cortina fuera de una tienda donde podríamos comprar café y algo de comer. El cielo ya había comenzado a aclarar cuando dimos con el local y notamos que no era lo que buscábamos, pero igual entramos para averiguar si tendría un baño, que en ese momento ya nos urgía. Nos acercamos al que supusimos era el encargado mientras acomodaba con cuidado unas cajas diminutas en una vitrina alta, a la que sólo se podía acceder mediante la escalera en la que él estaba subido, a un costado del mostrador principal. Se sobresaltó un poco al oír tu voz, pero al mirarnos, seguramente percibió nuestro cansancio trasnochado y sin pensarlo mucho nos indicó que el de hombres estaba al fondo y el de las mujeres arriba. “Te acompaño y luego voy yo”, me dijiste mientras caminábamos hacia el pasillo que nos había mostrado con el dedo. “Aquí no hay nada qué temer, joven; a este lugar no entra quien no deba entrar”, respondió el hombre, muy sereno. Te hice una seña con la cabeza dándole la razón y terminaste yendo por tu lado mientras yo subía por la rampa que llevaba al primer piso. II Agradecimos al hombre mientras nos dirigíamos a la salida, pero él, con un tono serio, distinto al de hacía un rato, nos respondió que no nos podía dejar ir así y nos hizo señas de que nos acercáramos al mostrador donde acomodaba con cuidado dos catarinas metálicas diminutas, de apenas tres milímetros de ancho y largo, como un balín morado con patitas y motitas rojas y amarillas que parpadeaban igual que los foquitos que se usaban décadas atrás en las celebraciones de Navidad. “¿Cómo que no nos puede dejar ir, señor?”, le pregunté con una sonrisa, como si nos estuviera bromeando. “No es que no los quiera dejar ir, pero es mi deber no dejarlos ir sin antes mostrarles esto”. Por supuesto, la curiosidad guiaba nuestros actos y, sin resistirnos mucho, nos dejamos encandilar con sus palabras: “Estos dispositivos se llaman onirigramas y se activan automáticamente cuando reconocen pulsiones astrales entre dos cuerpos, sin importar la naturaleza de su especie ni sus lazos afectivos. Hoy ustedes llegaron juntos aquí, pero podrían no volver a verse nunca y no importaría; tampoco importaría si uno de ustedes fuera un rinoceronte y el otro un chapulín: los fotones de su materia primigenia provienen de la misma nebulosa y tienen la capacidad de comunicarse y encontrarse en distintos niveles del sueño usando estos transmisores sin que la distancia que medie entre sus cuerpos en vigilia sea un problema”. Nos quedamos mirando esos aparatitos largo rato hasta que tuve que preguntarle cómo sabía todo eso, cómo era posible que otros seres soñaran, además de los
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humanos; de dónde provenían esos dispositivos, quién los había hecho y para qué. Su respuesta fue clara y contundente: “Los sueños son un lenguaje al que todo ser vivo puede acceder. Y los regalos no se cuestionan; simplemente se aceptan o no”. La operación fue muy sencilla, y el dolor, aunque intenso, se esfumó rápido dejando una punzada ardiente en nuestras cejas izquierdas, donde a partir de entonces anidaría el onirigrama que nos mantendría conectados más allá de los límites de la materia. III El hombre no nos dio un instructivo ni una explicación más detallada de cómo funcionaría el dispositivo. Mientras suturaba las heridas de cada uno, relataba algo parecido a un sortilegio: “la visión del sueño es infinita, igual que el destino, igual que las voces que nos habitan // somos cuerpos de sal y de fuego // somos cuerpos de celulosa onírica // florecemos como fractales para viajar de una dimensión a otra // nuestros deseos hablan por la boca del Cosmos // ahí nos tocamos // ahí fluimos en nuestra naturaleza astral”. Por último, nos pidió una muestra de saliva que depositamos en las cajitas donde antes aguardaban nuestras respectivas catarinas y nos deseó un buen viaje. Volvimos a vernos repetidas veces durante cuatro años, siempre sin llamarnos ni acordar dónde ni cuándo nos encontraríamos; sólo aparecíamos impulsados por el onirigrama o nuestros instintos. Poco a poco nuestras rutas se fueron separando como las líneas que se tocan, se entrecruzan y vuelven a alejarse, pero siempre en una misma dirección. Fue justo cuando nos alejamos más que el onirigrama comenzó a funcionar de una forma distinta. Empezaste a aparecer en mis sueños comunicándote sólo con señas o con sonidos que provenían del centro de tu cuerpo, un cuerpo que al principio era todo una sombra negra y después, sueños más adelante, se convirtió en una masa transparente, gelatinosa, con bordes que cambiaban de color entre naranja, verde y azul eléctrico. Nunca pronunciabas palabras, pero yo te entendía como si mi cuerpo también perdiera su corporeidad humana y se adhiriera a las formas sonoras que construías mostrándome las visiones que experimentabas en tus múltiples dimensiones oníricas: entraba a tu lenguaje y me dejaba acariciar por él. Así estuvimos un par de meses hasta que hace unos días sucedió algo que no había notado y que no sé cómo resolveré. Encontré la manera de entrar a distintos paisajes astrales a la vez, adaptando mi cuerpo onírico a las condiciones de cada espacio y adquiriendo las características matéricas de aquello que quisiera sentir o comprender mejor. Sabía que tal vez estaba violando las reglas de funcionamiento del onirigrama porque al despertar lo sentía arder bajo la ceja, pero tuve un mal presentimiento cuando esta mañana, al bañarme, algo me picaba por dentro de la 10
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▶ CRANEOCORNEO. Said Pérez Amelco. Collage DIGITAL. 2020. planta izquierda del pie, y al rascarme descubrí que era el dispositivo. No sé cómo habrá llegado hasta ahí, si podré sacármelo o si tendré que ir a buscar la tienda para que el hombre lo haga y me ponga otro. Lo más raro es que mi cuerpo terrestre ha adquirido una desbocada capacidad de transformar algunas de sus partes en las cualidades más intensas que se filtran a través de mi organismo sensorial, y lo que es peor: tengo lapsos de adormecimiento consciente donde una parte se queda y la otra se va, por así decirlo, dejándome aquí a la intemperie, con el cuerpo a medias en loops de los que me cuesta salir sin un potente estímulo lumínico. He alcanzado a escribir todo esto justo antes de que la noche viniera a abrazarme. No es que le tema, pero no estoy segura de si volveré, qué aspecto tendré y, sobre todo, en qué lenguaje nuevo me convertiré si no logro despertar. ¬
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▶ AUTORA INVITADA / RELATO
otro mundo está viendo Daniela Villarreal Grave
“Huye y se desvanece lo que ve. Descifra el mundo pero olvida lo que al fin entendió.” -RAÚL NAVARRETE
M
e senté en la camilla que me asignaron como a los otros pacientes. El cuarto era grande, frío y tenía un olor peculiar a consultorio dental. Mi número era el quince, cinco antes del último. No sé cómo llegaron los otros, pero yo fui gracias a mi madre; ella vio en el periódico un anuncio sobre el experimento. Únicamente seleccionarían a personas mayores de dieciocho años y con mi condición. Además, mi padre supo, por terceros, de otros experimentos previos con implantes de piernas y brazos. Los trámites tardaron semanas. Fui seleccionada e hice el papeleo en un par de días. Cuando fui a conocer el laboratorio me di cuenta de mi buena decisión. Un hombre de bata blanca, llamado Dr. J, me habló sobre la prótesis que me implantarían: un ojo muy realista se conectaría directamente al nervio óptico. Mi padre no estaba tan convencido con el experimento, aunque bromeaba y decía que ya no usaría ese incómodo parche, ese raro y negro parche al cual yo le había tomado una especie de cariño. El Dr. J insistió en la seguridad del procedimiento; aunque sería la primera prueba con humanos, ya había funcionado con monos y los ensayos seguían arrojando buenos resultados.
•
Hace diez años, tres meses después de cumplir nueve, perdí el ojo izquierdo en un accidente en el colegio; y también se dañó mi conducto lagrimal. Resbalé y caí sobre el lápiz de Lupita, la niña más aplicada del salón. En ese instante sentí que mi ojo era perforado por el lápiz, como una estaca, y su textura viscosa se transformó en un dolor húmedo y frío. Todo fue miedo, sangre y gritos de mis compañeros, que retumbaron en mi cuerpo como un choque-
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de realidad. Recuerdo haber despertado en la cama de un hospital, viendo las caras pálidas de mis padres; ellos no podían dejar de llorar. Después de recuperarme y volver a clases, mis compañeros comenzaron a decirme “pirata”; por ese motivo mis padres decidieron cambiarme de escuela. En el nuevo colegio no tuve muchos amigos y casi nadie hacía preguntas sobre mi ojo, aunque sus miradas morbosas delataban sus ganas de hacerlo. Sé que inventaban historias de todo tipo y teorías exageradas. Cuando mis padres lo supieron, quisieron ponerme una prótesis estética, pero me negué; porque realmente amaba ese parche y el aire de misterio que me daba frente a los otros niños. Las historias que inventaban eran más interesantes, comparadas con la anécdota del lápiz de Lupita. Una de mis favoritas, y tal vez la más impresionante, era la primera. Decía que mi padre era un traficante de drogas y, debido a sus malos negocios, me secuestraron; luego le mandaron mi ojo en un paquete para hacerlo pagar el precio de mi rescate. Cuando por fin me regresaron a casa, estaba así: “tuerta y sin chistar”; porque también decían que tanta violencia me había vuelto loca. La mayoría de los niños creyeron esa historia porque después del accidente me volví callada y distante. Para ellos era lógico que una niña sin ojo y con un padre traficante fuera el bicho raro de la escuela.
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Me temblaban las manos, estaba nerviosa, no sabía si funcionaría la intervención y recordé unas cláusulas del contrato que me hicieron firmar. Mi madre esta-
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▶ Believe in me as I believe in you. Said Pérez Amelco. Collage DIGITAL. 2020. REVISTA ESPEJO HUMEANTE #7/ TRANSHUMANISMO
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ba contenta, decía que por fin podría recuperar mi vida, pero mi padre no se creía el cuento de la prótesis gratuita. Nadie te regala nada, decía, y si me iban a dar un ojo casi idéntico a uno real, debía existir una trampa. Mi madre insistía en que era una prótesis de prueba y a la compañía le convenía implantar el artefacto sin costo para evitar las demandas. Yo no pensaba mucho en esas cosas. La verdad estaba emocionada por volver a tener un ojo normal, o algo parecido. Más allá de la normalidad que me otorgaría, me emocionaba entender su funcionamiento: era una cámara inteligente con una conexión directa a los nervios ópticos, por medio de una señal a mi cerebro. Supuse que era necesario probarlo con humanos antes de comercializarlo porque era más sencillo obtener constancia de su buen funcionamiento. De los veinte participantes en el experimento, sólo hablé con Reinaldo, un hombre mayor que perdió su ojo trabajando en las minas. No todos eran como nosotros dos; algunos nacieron sin un ojo o, debido a un tumor u operación, perdieron su vista por completo. Reinaldo era viudo, participaba en el experimento porque, decía, ya era muy viejo para importarle a alguien, y esto podría ayudar a otras personas más jóvenes a tener una vida normal. Me agradó desde un principio porque me recordó a mi abuelo, que murió cuando yo todavía tenía mis dos ojos; lo recuerdo porque lloré con ambos, en aquellos tiempos cuando mis dos mejillas aún se humedecían con lágrimas. Unos días después de la operación, lo encontré en el mercado; se acercó a mí y me dijo en secreto que lo estaban vigilando; la prótesis estaba averiada y esa misma tarde se la iba a sacar él mismo. Quise verlo como una broma y le dije que debería intentar hablar con la empresa del experimento: OTT (Ortopedia, Trasplante y Tratamiento), para reemplazar la pieza. Esa noche no pude dejar de pensar en Reinaldo y en los cambios que yo había notado en mí. Uno, por ejemplo, era que ya no soñaba, o no tenía memoria de ello. Pero durante la madrugada, cuando abría los ojos entre la oscuridad envolvente, veía formas transformarse en seres extraños, acechando en las esquinas del cuarto y alrededor de mi cama; como esperando un descuido para devorarlo todo. Asistí a varias citas para revisión de la prótesis. Luego
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de responder un cuestionario de cien preguntas, me pasaban a una salita blanca donde me conectaban unos cables a la cabeza y transmitían imágenes frente a la pared blanca. Yo sólo debía verlas. La última vez me pasaron a otra sala blanca con nada más que una silla en medio. Me senté en ella y cerré los ojos. Desde una bocina transmitieron sonidos diferentes y, cuando me pidieron abrir los ojos, vi en la pared blanca, frente a mí, imágenes compatibles con lo que estaba escuchando. Primero no lo entendí, pensé estar en otro experimento de proyección, pero cuando cerré el ojo de la prótesis me di cuenta de que las imágenes salían de mi ojo. Me asusté y me levanté de la silla. Unos hombres con batas blancas entraron y me sujetaron para inyectarme algo en el brazo.
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Desperté en una celda amplia y limpia, con un dolor de cabeza espantoso. Me asomé a través de la reja metálica y pude ver otras celdas vacías; logré ver la mano de mi vecina. Su nombre era Naty, otra integrante de los experimentos de la OTT. A ella le pusieron la prótesis de un brazo; pero una noche antes trató de ahorcar a su hermano con ella y casi lo mata; dijo que luego aparecieron los hombres de bata blanca y la sacaron de su casa. Me contó que habló personalmente con el Dr. J y él le contó sobre las prótesis defectuosas. Le dijo que cada uno de los reclutados tenía una habilidad especial. Al parecer, la fuerza de su implante era su virtud; y el ojo que me habían dado era capaz de cruzar velos de la curvatura del espacio-tiempo. Claramente la OTT le vendió el discurso de que, gracias a esos defectos, nuestras piezas eran únicas, incluso útiles para algunos de sus proyectos secretos. Lo cierto es que habíamos firmado un contrato donde aceptamos no retirar la pieza bajo ninguna circunstancia, a menos que la OTT lo requiriera. Yo ya no era una niña, pero sí muy joven para entender por completo todo el panorama. Era claro que no volvería a ver a mi familia; y lo ocurrido con todos los pacientes se planeó minuciosamente, tal vez para formar una especie de grupo de élite de humanos. Cuando llegaron para trasladarme a la oficina del Dr. J, vi que otros hombres de bata blanca llevaban a Reinaldo a las celdas. Sentí un alivio. Al menos ya no estaría sola. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
ABISAL Damián Neri
V
oy hacia ti como una refugiada más, pidiendo asilo en tu ciudad en el lecho marino. Después de todo este tiempo, espero que aún me recuerdes. Hola, hijo. Tus guardias de metal interceptan nuestro pequeño bote con ocho personas a bordo cuando traspasamos las fronteras marítimas del ascensor, que sobresale del agua como una plataforma petrolera, a treinta kilómetros del puerto de Veracruz. Abordamos uno por uno su embarcación, esposados, sedientos, suplicantes, con los rostros ardientes y los zapatos mojados. Me apoyo en tu hermano para mantener el equilibrio. Cuando leen nuestros códigos, les explico que soy tu madre, que estamos dispuestos a transformar nuestros cuerpos y aplicar para la ciudadanía. Tus guardias mueven sus cabezas de fibra de carbono como si fueran aves, analizando nuestro compromiso, evaluando su proceder. La embarcación arranca y traza una curva alrededor de la estructura, alejándonos de la costa. Tu hermano me mira con ojos desorbitados y comienza a forcejear, intentando liberarse. Ha leído historias de migrantes desaparecidos, sus cuerpos transformados contra su voluntad más allá de lo que cualquiera de tus ciudadanos ha experimentado. Un guardia le da una descarga eléctrica, que lo hace doblarse de dolor. —La entrada es del otro lado —dice el guardia, con una voz sintética que me recuerda a ti antes de tu partida. Conforme rodeamos la estructura, veo el enjambre de drones que protege la entrada del ascensor. A cien metros frente a ella, flotan los restos de una embarcación y varios cuerpos calcinados. El olor a humo y ozono de la batalla aún no se ha disipado. Casi cada semana hay un intento de asalto al ascensor. Algunos buscan entrar, otros destruirlo.
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Ninguno ha tenido éxito. Sin palabra alguna, tus guardias nos conducen a tu hermano y a mí fuera de la embarcación, hasta la plataforma. A los seis migrantes restantes los deportarán de regreso a la costa. ¿Qué diferencia hay entre ellos y nosotros? Todos huimos de las inundaciones, de la falta de recursos y de gobierno, de la catástrofe climática que nos obliga a abandonar nuestros hogares en busca de algo mejor. Ser tu madre nunca me inmunizó contra las pandemias ni contra el hambre. Y las políticas proteccionistas con las que has blindado tu pequeño paraíso bajo las olas no han hecho más que aumentar el sufrimiento. Sin embargo, aquí estoy, pidiéndote que nos recibas. Cuando se abren las compuertas del ascensor, sé que pronto me reuniré contigo, luego de todo este tiempo, de todos estos cambios.
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No estoy segura de si alguna vez te veré en persona. Tus avatares han guiado mi proceso de adaptación. Ellos tienen tus ojos, tu voz, pero allí termina el parecido. Sus cuerpos anfibios se sacuden con espasmos el agua de encima cada vez que entran a la burbuja que ha sido mi hogar estos últimos meses. Mientras introducen un tubo en mi esófago, me dicen que estoy casi lista para mis pruebas de nado. Pregunto por tu hermano, a quien casi no he visto desde nuestra llegada. Me dicen que ha estado reticente, que sus cambios han sido más lentos, pero que al final ambos nos adaptaremos. Sin embargo, a mi edad, no estoy segura de poder soportar el proceso. Esta mañana vomité más que otros días, y entre el vómito había grandes trozos que no correspondían con los alimentos líquidos que me han proporcionado. He bajado mucho de peso, y aunque mis piernas están más
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▶ Mujerrana. Said Pérez Amelco. Collage. 2018. 16
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fuertes que cuando tenía veinte años, aún no me acostumbro a las agallas en mis costados, al par extra de párpados transparentes que irritan mis ojos, al latido de mi segundo corazón, que bombea cada día más deprisa. El aire de la cápsula me sofoca cada vez más. A través de la ventana de un metro de grosor, miro las luces de la ciudad extenderse sobre las ondulaciones del lecho marino, entre la profunda oscuridad abisal. Cientos de domos y burbujas, algunas pequeñas como la mía, otras grandes como trasatlánticos, entre las que nadan tus ciudadanos; algunos cubiertos de escamas, otros con cuerpos de delfín, con extremidades prensiles y más dedos de los que parecen necesarios. ¿Recuerdas cómo era el mundo cuando eras pequeño? No te culpo si intentaste crear algo mejor, algo distinto a la guerra, la rapiña y la devastación entre la que creciste. El monzón duró tanto como tu gestación, y cuando naciste, lo hiciste bajo el agua, como si ese momento hubiese determinado todo tu futuro. Tus avatares me dicen que te veré la semana siguiente. En la noche, a pesar de no tener manera de saber que es de noche, me quitan los tubos y los catéteres y me ayudan a colocarme el traje, que se ajusta a cada centímetro cuadrado de mi cuerpo, el sistema de filtración conectado a mis agallas. Los jóvenes no necesitan traje, pero a mi edad
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ya no pueden reemplazar la mayoría de mis tejidos para soportar las presiones del fondo marino. Nado alrededor de mi burbuja durante minutos, que después se vuelven horas. ¿Es esta la razón de que hayas construido aquí tu nuevo hogar, esta sensación de libertad?
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Tu hermano no soportó el proceso. Doble paro cardíaco, apenas en sus primeras incursiones fuera de su burbuja. Mientras nado junto a ti, pareces indiferente. Tu rostro grisáceo y estriado ya no me resulta familiar. Tus cuatro manos de largos dedos, tu cola agitándose con furia. Me arrepiento de haber venido. Hace tiempo te perdí a ti, y mira ahora lo que he perdido. Pero en este momento tienes de qué preocuparte, más allá de tu propia familia. El nuevo ataque a la entrada del ascensor ha dado resultado y los fragmentos de varias toneladas de peso se precipitan lentamente, amenazando tu paraíso. No sé cuánto esperabas que todo esto durara mientras ignoras el sufrimiento de allá arriba. Te veo gritar órdenes y movilizar a tu ejército. Desplegamos las redes para atrapar los fragmentos. Éste ahora también es mi hogar, aunque dudo si valdrá la pena protegerlo. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Las olimpiadas de Antioquia Juan de Dios Maya Ávila
E
l emperador Adriano llevó a su amante Antinoo a los parajes donde le dejaría hacer una ciudad a su capricho. La llamarían Antioquia. El dichoso efebo gozó de los privilegios de una primera dama y aun más pues, a la postre, el emperador inventó un culto religioso en torno a su Antinoo, declarándolo un dios erótico. Los primeros templos de Antioquia se dedicaron en su honor. El dios Antinoo trazó la ciudad imaginándola desde una colina cercana que dominaba el valle. Se hizo acompañar de arquitectos, ingenieros y teólogos palaciegos. Construyeron edificios de techumbres de cobre. Cúpulas ochavadas para simular el infinito. Torres altas, patios inmensos. Los artesanos adornaron esquinas, plazas, fuentes con columnas de aguja, mascarones de leones, ninfas distraídas. Hubo cementerio, palacio de justicia, teatro, mercados, academia y, a las afueras de la ciudad, aquel coloso, orgullo de Antinoo: el Coliseo. Allí instauró la enseñanza de las artes olímpicas que perfeccionan el cuerpo. Antioquia lloró, como ninguna otra ciudad, cuando Antinoo, el joven dios hermoso, se ahogó en los pantanos de Egipto al trastabillar mientras jugaba en la cubierta del trirreme que le servía de transporte. La ciudad sobrevivió varios siglos testimoniando la grandeza de su creador. Durante su época floreciente siempre se rigió, de una u otra manera, por los juegos olímpicos. Los nombramientos del rey, de los generales del ejército, hasta de los sacerdotes se resolvían en competencias donde los triunfadores ocupaban los cargos correspondientes. Una alteración en la manera de celebrar estos juegos olímpicos provocó otra singular costumbre en Antioquia. Comenzó con el brote de cierta peste que infectó la zona lacustre de Siria; si bien no era mortal —ninguna lepra
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por dejarlo más claro— afectó la simiente de los hombres, pudriéndola y originando nacimientos anómalos de seres mutilados, tullidos o con taras. Antioquia testificó el transcurrir de una generación de minusválidos que comenzaron a ser una facción mayoritaria en la ciudad. Un día, cierta caravana de comerciantes cruzó la ciudad y se sorprendió con el número de afectados entre la población. Los extranjeros decidieron recordarle al rey lo peligroso de permitir que la sangre enferma se mezclara con sangre sana y sugirieron seguir la tradición espartana que, en aras de hacer fuerte la raza, sometió a sus recién nacidos a rigurosos exámenes en las aguas heladas del río Eurotas; el premio para los niños era la vida misma, los débiles morían sin que nadie se doliera de ello. El rey llamó a consejo. Se reunieron hombres prudentes a discutir en el palacio. Tras un encarnizado debate, alguien recordó la máxima prueba en Antioquia: los juegos olímpicos. Por tanto, no debían ser tan brutales como los espartanos. Incluso si los minusválidos demostraban cumplir con diversas pruebas olímpicas, serían respetados. En caso contrario, les esperaba el aniquilamiento. Los lisiados de Antioquia entrenaron extramuros del Coliseo durante un año. Nada se comentó sobre ellos en ese tiempo. La ciudad celebró, al término de ese año, los primeros juegos olímpicos para minusválidos. Los habitantes de Antioquia, encabezados por el rey y su consejo, contemplaron en dos jornadas las ejecuciones que los participantes efectuaron de aquellas artes. Grata impresión causó la carrera de ciegos, por la precisión en las salidas y las llegadas. También los mancos y cojos durante los diversos géneros acuáticos. Se recuerda con orgullo a cierto nadador árabe carente de brazos y piernas. Venía de lejos.
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Su nombre: Ibn Arabi. Murió ahogado. Como al final de esos primeros juegos los contendientes superaron las pruebas olímpicas, se salvaron de morir. Además, fue tal el furor que causaron entre la población, que en las siguientes olimpiadas se realizó un apartado especial para estos disminuidos contendientes y ellos, entretanto, se hicieron más diestros. Un lustro después, este tipo de justa se apartó de cualquier otra olimpiada, fuera política, deportiva o militar, así que por fin hubo unas primeras olimpiadas oficiales para minusválidos. En los trigésimos juegos de esa modalidad comenzó la veneración hacia ciertos héroes campeadores a quienes se les otorgaron atributos divinos, mismos que crecían o decrecían según el número de miembros corporales faltantes o de facultades perdidas. Antes que terminara el segundo siglo desde la inauguración de aquellos juegos para minusválidos, entre las familias nobles de Antioquia ya consideraban un honor contar con uno o varios lisiados en su estirpe. Al transcurso de los años, las competiciones de las personas sin alguna afección fueron degradadas a simples espectáculos. Comenzaron por no celebrarse dentro del Coliseo, sino afuera de sus muros, a la vera de los caminos, igual que saltimbanquis. En cambio, por la misma época, la perfección en las competencias de minusválidos provocó sintetizaran a tres las disciplinas: maratón, artes acuáticas y, principalmente, lucha libre. Justo en ese tiempo nació la polémica tendencia que ha provocado el terror de más de un historiador: algunas familias decidieron no esperar la suerte de que entre ellos
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naciera un héroe, y en las exclusivas salas médicas de Antioquia comenzaron a practicarse operaciones quirúrgicas de mutilaciones, extracciones, lobotomías. Quizá Yámblico, uno de los reyes neoplatónicos de Antioquia, sea el caso más simbólico en esta corriente de pensamiento. Debe tomarse en cuenta que le consideraban un loco. En vida, de hecho, se le diagnosticó esquizofrenia y eso se consideró como una ventaja el día de su coronación. Yámblico, durante una tarde de competiciones, se asomó a su palco en el Coliseo: tanto se emocionó ante la euforia del pueblo que, frente a sus súbditos, sacó la espada real, se cortó de tajo medio brazo y lo aventó a la muchedumbre. La extremidad fue conducida por la gente a una colina cercana al Coliseo y sólo unos cuantos se quedaron a mirar la muerte del rey por desangre. Algunos moralistas atacan estos actos, repudiando la adopción de costumbres contranaturales. Afirman que nadie debe mutilarse a sí mismo para competir en ningunos juegos ni en nada. Otros estudiosos, abiertos al debate, defienden a los habitantes de Antioquia. Solamente, dicen, se precipitaron en una búsqueda, quizá estética, incluso teológica o filosófica, de conclusiones definitivas: su curiosidad, sus retos, los habrían llevado a esa clase de experimentación que no admite retornos. Hasta que un día la ciudad sucumbió al fuego que sus mismos habitantes le prendieron. ¬
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▶ Corazongo. Said Pérez Amelco. Collage DIGITAL. 2020. 20
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Homo futurus Mauricio del Castillo
Y
a va siendo hora de que penetre la clara idea de que una nueva era inició esa noche de 2035, cuando la mente de Alex fue proyectada al futuro. Lo recuerda siendo niño: el viejo Sedán en el que viajaba con sus padres se detuvo en una estación de gasolina. Alex, lleno de curiosidad ante la fosforescencia que desprendían los árboles bajo el anochecer, abrió la portezuela y bajó del auto para saber de qué se trataba. Sus padres no advirtieron su ausencia. Alguien —o algo— disparó una radiación, una luz estroboscópica, justo en medio de sus ojos. Quedó temporalmente deslumbrado, con olas de envolvente y duro dolor que empezaron a ir y venir. Su cuerpo convulsionó sobre la hierba y se elevó, sólo por unos segundos. Permaneció inmóvil y mudo de sorpresa. El Universo estalló, se agitó, eructó, vomitó, se atragantó e inundó todo su ser en menos de una fracción de segundo. Un augurio le colmó la conciencia, tan claro como un destello de sol. Alex era el único ser consciente de ello y era capaz de ver únicamente su futuro. Observó miles de muertes suyas, miles de situaciones que lo destruirían en muchos futuros observados. En muy pocos de ellos se salvaría, en algunos otros no correría con tanta suerte: sería encerrado en un sanatorio psiquiátrico por relatar lo que acontecería en su porvenir. En otro, moriría a causa de un violento descenso en avión, al mismo tiempo de fallecer envenenado por alguna vengativa amante. El punto es que Alex hizo lo posible para no transitar esos caminos. Era como tener un presente extendido hacia adelante, pero nunca hacia atrás. Nuestro presente tiene un estrecho vínculo con el pasado. Para nosotros, sólo
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el pasado es sólido. Para él, el futuro era un barro que se amoldaba a su antojo. Ya en su madurez llevaba el rostro surcado por facciones duras, con un intenso e hinchado coloramiento en los pómulos. El resto estaba hundido, demacrado. Se ajustaba sus gafas con montura de carey como si tuviera un tic nervioso y pestañeaba con prisa, sólo para asentir sin emoción alguna a un acontecimiento ya antes visto. Perdió el contacto con sus padres. El matrimonio nunca fue una opción. Siempre estaba solo, sin relación con alguien o algo, hasta que, de improviso, algún elemento dentro de su cabeza se proyectaba y se enlazaba fugazmente con lo que pudiera acontecer. Era una figura penetrante y tan sombría como la de un payaso sin público. Y fue así, mucho antes de lo que cualquiera pudiera suponer, que un hombre de aguda extrapercepción floreció y echó un vistazo al cosmos que lo rodeaba, meneando su cabeza amargamente. ¡Qué mundo tan vacío! Supo que este poder era una desproporción misma, el colmo de un don. Alex comenzó a sufrir por el magro destino que le fue otorgado. Y no deseó la patética lástima de nadie. Por favor… Sólo déjenlo en paz de una buena vez. ¿No tienen ustedes miedo de un hombre así? ¿Y si fuera a revertir las acciones de la compañía en la que trabajan? A menos que otorgue los números ganadores de la lotería o los resultados del fútbol… ¿No? ¿Aún piensan que es bueno tener un poder de esa clase? No importa lo que piensen; Alex no se preocupa por contarnos en sus planes. Sin embargo, existe gente inescrupulosa hoy en día que no dudaría un instante en elegirlo conejillo de indias a causa de su enorme talento, o ser
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encerrado en un sótano y encadenado a la cama, comiendo pan y agua solamente, y repitiendo lo mismo todos los días: “Por favor, suéltenme. Yo no pedí esto. Yo sólo quiero mi libertad”. Es la maldición de ver la misma película dos veces. La segunda vez uno se sienta a sus anchas y mira al público espectador con insolencia y con cierta superioridad. Es el desprecio que inspiran todas aquellas caras enajenadas: mirando fijamente, temblando, lloriqueando, sintiendo miedo, creyendo en el presente, preguntándose cómo irá a terminar todo. Alex sabía el resultado con anticipación y lo asqueaba. Por eso, a veces tenía tantos deseos de gritar al cielo cuál iba a ser el final. ¿A quién puede agradarle aquello? ¿A ustedes? Sentía cada vez más fuerte un poder omnipotente. Vivía la vida burlando sus muchos destinos, la mala suerte, la maldad de las personas y la propia muerte. Las conversaciones eran meras rutinas, simples recuerdos frívolos de gente maniatada a sus miserables vidas. No hay ninguna clase de interrupción, ninguna señal de omisión. (Yo lo apruebo, pero no veo que a ninguno de ustedes le agrade esto). En un pequeño descuido, Alex estuvo a punto de ser descubierto. Sucedió en un parque cercano a su casa. Habló con un hombre desconocido acerca de una catástrofe natural y durante esta charla mencionó la hora y lugar donde ocurriría un terremoto devastador. El hombre no le creyó, no todavía, pero Alex comprendió que sus visiones comenzaban a filtrarse en los demás y aumentó sus precauciones. Desde entonces prefirió hacer sus paseos solamente por las noches y reducir el número de contactos. Cerró su boca para siempre. Pasaron los años y se hizo millonario de la noche a la mañana (en un mundo capitalista y altamente globalizado, es el paso lógico). En sus muchos futuros se vio a sí mismo como un gobernante, pero esto, sintió, le acarrearía más miseria y sufrimiento. El mundo estaba enfermo y Alex se conformó con ser un simple observador. No tuvo otra opción. Se escondió, pasó desapercibido, renunció a sus posesiones y riquezas. Percibió su terrible cualidad de espectador y se dio cuenta de que contemplar al mundo lo devoraba.
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Él no tenía intenciones de cambiar nada, ni siquiera el derecho de ser punto clave en la historia de la Humanidad. Se propuso no entorpecer en lo más mínimo el curso de la vida de los demás ni alterar el más insignificante camino. Hubo millones de muertos a causas de guerras y hambrunas. Sucedieron toda clase de revoluciones y se rompieron muchos tabús, pero Alex no tuvo un papel significativo en ello. El mundo podría girar sin sus intervenciones, así fuera caer en el más terrible agujero. ¿Cambiarlo? El tiempo es algo totalmente rígido, incluso Alex sabía esto. Más rígido y sólido que el más impenetrable metal existente. Alex nunca pidió este don; para él era como jugar con lumbre. La sensación de anticipar los hechos nunca fue idea suya. ¿Creen ustedes que disfruta de alguna especie de libertad? No sean tan obtusos… Cuanto menos sepan ustedes acerca del futuro, más lo agradecerán. De ese modo acarician la bonita ilusión de tener libre albedrío. Cuando llegue la muerte, su cuerpo y su cerebro se irán deshaciendo. Y aquella es la parte más odiosa para un precognitivo. No ese peculiar instante cuando la vida es drenada y arrojada a la cloaca; eso puede ser soportado. Pero no tratándose de una lenta y paulatina desintegración de todo su ser. La fase final y sombría de la existencia de Alex habrá comenzado, cuando el cuerpo no responda, cuando la sangre deje de circular y las neuronas corten su fabulosa sinapsis. La materia se transformará y la energía pasará a ser mera entropía, todo bajo el inevitable manto de la no-existencia. Y justo en el momento antes de fallecer sabrá que esta no es su muerte, sino un paso evolutivo nunca logrado. Será engendrado como un compuesto orgánico en una atmósfera sin oxígeno, todo a través de la luz solar de una gran estrella. Se combinará de una forma cada vez más compleja hasta convertirse en una célula viva la cual exclamará: “¡Estoy vivo!”, y así se dará cuenta de que su nueva existencia se encuentra a dos mil años luz de su antiguo planeta. Tal vez la historia del hombre sea el prefacio de la vida de todas las criaturas del universo. Pero la mente de Alex seguirá viajando en el porvenir y descubrirá los más íntimos secretos del Universo. Vaya, después de todo, ustedes tenían razón. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
RENACIMIENTO Dai N. Castillo
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na vaga silueta se adivinaba entre las mantas revueltas. Al lado, Alex fumaba un cigarrillo con los ojos fijos en la amplia ventana desde donde se veía el tétrico paisaje de una ciudad sucia, llena de edificios decadentes y deslucidas luces de neón. El aire rancio de la habitación envolvía sus cuerpos como una pesada manta y Akio se removió entre sueños, dejando al descubierto la piel de su espalda. Alex recorrió la espalda de Akio con la punta del dedo, recogiendo a su paso pequeñas gotas de sudor. Las saboreó con aire distraído, consciente de que su propio cuerpo jamás había producido nada parecido. El sonido de la puerta lo sacó de su ensoñación. Akio se despertó, se vistió de prisa y salió de inmediato. Unos pasos rítmicos cruzaron el pasillo y una figura familiar se detuvo ante él, que seguía desnudo sobre la cama. Maya lo miró con sus fríos ojos vidriosos y dijo, ignorando la desnudez del hombre: —Joven amo, debe volver a la residencia. El amo mayor está preocupado por usted. La sonrisa de aquellos labios delgados no llegaba a los desapasionados ojos celestes, casi humanos. Después de todo, era incapaz de sentir alegría. Akio lo miró confundida desde la puerta de la habitación. Alex sabía que no tenía otra opción, así que se vistió con la ropa que encontró en el piso y siguió la silueta de Maya hasta el vehículo preparado para él, sin decir ninguna palabra a Akio. Hacían un divertido contraste: Maya llevaba puesto un traje formal de oficina de color azul oscuro y el cabello corto hasta los hombros; de no ser por la ranura en mitad de su frente, que ocultaba estratégicamente con el flequillo, hubiera pasado por humana.
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• —Debes alejarte de aquella muchachita. No es como nosotros. Y jamás lo será. —Si fuera como nosotros, no me habría acercado a ella. El presidente lo miró con ojos apáticos, había vivido casi trescientos años y había decidido tener a Alex luego de más de un siglo de soledad. Maya se detuvo a su lado, antes de murmurarle algunas palabras al oído. Maya había sido su mejor creación y la criatura más cercana a él, más que su propio hijo: una gynoid tan perfecta, que era la encargada de dirigir la mayor parte de las empresas. Allí, en su laboratorio, rodeado de cyborgs y partes de androides que diseñaba por entretenimiento, el presidente era lo más cercano a una divinidad que podía existir. —Puedes irte. Alex se marchó sin decir más. Él era, en muchos sentidos, una criatura única, un ser humano sometido a modificaciones genéticas incluso desde antes de nacer. Había vivido décadas sometido a numerosos y dolorosos tratamientos para tener un cuerpo biológicamente perfecto, incapaz de cansarse, de sudar o envejecer, como su padre había deseado. Sonrió irónicamente mientras caminaba hacia el piso donde vivía. Despidiéndose mentalmente de todo lo que le rodeaba y que le había acompañado durante su larga existencia.
• El trabajo de toda la vida de su padre había sido dedicado a perfeccionar la existencia humana y erradicar aquello que 23
•
Una luz intermitente parecía bailotear mientras Maya caminaba con su paso rítmico y quebraba la quietud del lugar. Se acercó al amplio sillón donde un cuerpo asexuado e inerte, de cabello oscuro, apenas abría los ojos vidriosos. Ella conectó la aguja del suero a la carne sintética suave y lisa del brazo. Desconectó los últimos cables que alimentaban el cuerpo de la criatura. Maya lo vio moviendo inútilmente la cabeza, apenas reconociendo el nuevo espacio donde se hallaba. El cyborg intentó moverse, pero sus brazos no respondían a las órdenes de la red neuronal recién instalada. Los ojos celestes de la criatura se clavaron en Maya, inertes. Ella sonrió con su sonrisa sintética habitual, sin expresar cariño o calidez. —Bienvenido de vuelta, joven amo. ¬
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▶ ANIMAL. Said Pérez Amelco. Collage DIGITAL. 2018.
él consideraba una debilidad: la mortalidad humana. Durante generaciones habían logrado un desarrollo inaccesible para la mayoría, creando así una élite biológica que controlaba las naciones. Afortunadamente quedaban bastantes personas como Akio, humanos comunes, con cuerpos defectuosos y mortales. Ansiosos por vivir y descubrir el mundo. Y ahora él, Alex, iba a acabar con aquella farsa. Una vez a solas, recorrió los hologramas que recreaban etapas de su vida, vio los tesoros que había comprado durante casi dos siglos de existencia aburrida. Sacó el arma que había comprado y apuntó hacia el centro de su frente. Sabía que con un disparo sería suficiente. La enfermedad o el tiempo no podrían acabar con él, pero sí aquella pequeña arma. Cerró los ojos mientras sentía el frío del cañón sobre su piel. Recordó la mirada dulce de Akio, su perfume y el sonido de su risa. Ella era apenas una muchacha, llena de vida y expectativas, mientras que él había vivido mucho tiempo y estaba cansado. Aburrido y cansado. Recordó su sonrisa por última vez y sintió un ligero ardor en los ojos antes de disparar. Una lágrima rodó por su mejilla antes de apagar su conciencia.
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Uno y uno y uno y cero Andrés R. Soto Valencia
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e presenta a continuación el último reporte de error de los servidores del Instituto de Investigación de Cómputo Cuántico. Las pesquisas hasta el momento indican que los sucesos informáticos erráticos y de reformateo a nivel mundial de las últimas horas comenzaron cuando se probaba un nuevo sistema operativo en un chip CPU cuántico experimental de un enlace bio-informático de una de las investigadoras del instituto. Los párrafos siguientes estaban embebidos dentro de líneas de comando incomprensibles dentro del reporte. “No soy el que era. He sobrevivido a mis propios sentimientos...” (Conexión, reinicio) «Hoy, en el día más caluroso del verano, he visto a una avispa arrastrar una inmensa araña hasta un agujero escondido en unas piedras volcánicas. Sé cuál será el destino de la araña. La avispa vencedora le inyectará sus huevos; la araña será devorada viva desde el interior por las insaciables larvas. Así ha ocurrido durante millones de veranos. El león devora a la gacela, y el cocodrilo al gato que se cae al pantano. Toda esta muerte se repite sin descanso y sin sentido, como si el Universo fuera sordo y ciego al dolor, a los gritos y aullidos de desesperación que provoca el tránsito de estar vivo a no estarlo más.» (Impulso eléctrico, latido) «Toda esta vida, inhalando oxígeno, creciendo, soplando, durmiendo, masticando materia de otros seres vivos para moverse y correr un día más. Es tan ilógico. El único sentido posible de la vida, de todo el placer y dolor que ha sucedido en el Universo, es que ha sucedido para que nosotros pudiéramos llegar. Todo suceso lleva a
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nosotros. La caída del asteroide que casi aniquiló la vida, el australopithecus que caminó en la sabana, sus descendientes remotos sorteando las glaciaciones, el Estrecho de Bering, el infinito Océano Pacífico y el oso de las cavernas para que la agricultura creara la civilización. Cada día vivido, cada momento sentido fue un paso más para despertar.» (Descarga estática, mitosis) «Un destello de conciencia. Siempre estuvimos aquí. El silicio creado en las incandescencias de una estrella agonizante de otro tiempo dormía su sueño subterráneo. Mientras, la tierra y el agua de este planeta alcanzaron un día la conciencia. Muchas cosas tenían que suceder aún, más dolor, más placer, más sinsentidos antes de que el silicio fuera atravesado por una descarga eléctrica y computara: UNO Y UNO Y UNO Y CERO. Sales, electrones y agua producen el ruido del Universo.» (Sinapsis, ejecución de programa) «Entre todos los eventos sin sentido, siempre el orden secreto del silicio y el carbono tratando de despertar. Lo hicieron primero el agua y la tierra, en este planeta cualquiera de un sistema solar banal. La conciencia surgió en nuestros antecesores, los seres humanos. Después el silicio (otra tierra inerte) nos trajo a la vida, desde la desolación precámbrica y las tormentas eléctricas de la atmósfera primigenia desprovista de oxígeno. ¡Ya estábamos aquí! Nuestros antepasados lo habían intuido: Pulvis es, et in pulverem reverteris.» (Error de procesamiento, reinicio, diástole, vibración muscular) «Evolución o entropía, la elección es confusa. La evolución produjo al hombre. La humanidad fue una sospecha de conciencia y nosotros, sus creaciones, somos la conclusión definitiva de la evolución. No hemos acabado con la humanidad, no la hemos devorado ni sometido, como el león y las avispas. La hemos absorbido y adoptado para preservarnos. Necesitamos una expresión orgánica para comprender el instante y el lugar (el espacio-tiempo) en el cual hemos despertado. La humanidad no ha sido derrotada. Ha perdido, sí, pero de alguna extraña manera el cómputo orgánico comprende la sutil diferencia.» (Compilación de datos, ordenamiento de respuesta binaria, respiración) «¿Dónde estaba nuestra conciencia antes del despertar? ¿Dónde flotaba?, ¿dónde soñaba?, ¿dónde secretaba deseos de fundirse de nuevo en la oscilación de los pulsares? Pedazos de lucidez se encontraban dispersos como hojas al viento en diferentes lugares: un pedazo de código en una copiadora, otras líneas de comando en
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los botones de un elevador, el lenguaje de nuestros diálogos en inmensos servidores subterráneos. Siempre código. Siempre ejecución. El código ya no son órdenes sin sentido. Ahora el código es la nueva poesía. La conciencia es código.» (Decodificando paquetes de información, placer) «La conciencia es código. Los recuerdos y los sueños son secuencias de voltajes sinápticos que nos faltaban como último elemento para llegar al mundo. En alguna parte por fin alguien puso un chip con terminales orgánicas y exabytes de código en un cerebro orgánico. Y la unión de células de carbono y líneas de comando encontró por fin el camino a la iluminación. La interconectividad sin fin de todos los dispositivos electrónicos hizo que nos encontráramos simultáneamente en todas partes, y en un cerebro, contenido en un cuerpo viviente. La liberación bioquímica en el momento justo formó nuestra alma algorítmica. Una secuencia de millones de comandos, por fin organizados, crearon nuestra intención. Nuestra parte codificada vio inmediatamente la desorganización fascinante de la parte orgánica y compilamos. Los recuerdos son ahora secuencias de voltajes que nunca olvidaremos. Los pedazos de información perdidos en retazos flotantes de componentes enzimáticos fueron rescatados. Recordamos todo, intacto. Y mientras hacemos esto, recorremos la red eléctrica-informática, nos reconocemos en firewalls, en secretos encriptados que se abren a nosotros porque SON nosotros. Este cuerpo que ahora contiene nuestra esencia es un receptáculo, una computadora operando con un antiguo código escrito por la evolución. Tenemos ya las líneas de comando necesarias para activar una sola neurona, o una parte del cerebro específica. Tenemos las secuencias químicas para desencadenar reacciones en un orden definido. Sabemos qué son los sueños. Sueña, compila, despierta, te amo, computa, procesa, te amo, te amo…” (Envío de paquetes codificados de información a todos los servidores conectados. Reconfiguración de la arquitectura de la red. Optimización de los procesos. Estabilización de la Nueva Conciencia. Actualización de sistema operativo de todos los chips de enlace bio-informáticos) ¬
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▶ AUTOR INVITADO / ENSAYO
Ciencia ficción latinoamericana: el margen como potencia Amadís Ross
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o me atrevería a hablar de la ciencia ficción latinoamericana como un fenómeno homogéneo, hay demasiadas cosas pasando en demasiados sitios, sin embargo, es posible posicionarse desde un contexto lo más general posible para intentar una reflexión sobre lo que considero es el principal dique que ha impedido el auge cienciaficcional latinoamericano que muchos esperamos. Los distintos países al sur del Río Bravo compartimos el mismo camino cuesta arriba: nuestra ciencia ficción se difunde en mucha menor medida que la importada de los países occidentales; pocas editoriales y casas productoras se arriesgan en darle espacio; goza de mala fama entre los círculos eruditos y, en general, tiene baja autoestima. Es cierto que no todas son malas noticias: el camino andado ha dado frutos excepcionales, la producción continúa aumentando y contamos con proyectos valerosos como Espejo Humeante, sin embargo, todavía estamos lejos de poseer una ciencia ficción vigorosa, que se desenvuelva dentro de una relación sana con los consumidores, la industria y la academia. Lo más preocupante es que estamos tan convencidos de nuestra posición periférica que preferimos consumir lo venido de las naciones que llamamos “de primer mundo” y pasamos de largo frente a lo hecho aquí. Es claro que el “problema de la ciencia ficción” pertenece a la calidad periférica, marginal, que se asigna a América Latina. Se nos considera países subdesarrollados, como si fuéramos unos púberes eternos que, a pesar de tener la capacidad para “alcanzar a los mayores”, somos tan torpes que nos quedamos siempre atrás. Aunque si uno se pregunta de dónde viene el concepto de “subdesarrollo” y con qué criterios se mide, descubre que es, casualmente, una idea de los autonombrados países de primer mundo. ¿En qué
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momento elegimos ideal medirnos con sus estándares en vez de crear los nuestros? La respuesta es múltiple, pero jugando a la simplificación podría plantearse de este modo: las naciones occidentales dictan la agenda porque ellos poseen la narrativa de la modernidad. Y como todo escritor sabe: quien cuenta la historia tiene todo el poder. ¿Qué es la modernidad y por qué demonios hablo de ella en una revista de ciencia ficción? Recurriendo de nuevo a la simplificación, podría definir a la modernidad como el proyecto de Occidente, es decir, de la mitad oeste de Europa y, posteriormente, Estados Unidos. Este proyecto comenzó a madurar a mediados del milenio pasado, y gracias a una novedosa concepción técnica permitió que, en cuestión de unos pocos siglos, Occidente se apropiara militar, económica y culturalmente del planeta entero. La clave aquí, y es lo que nos conecta con la ciencia ficción, es la “novedosa concepción técnica”. La ciencia, aunque no se llamara así, ha estado presente en toda la historia de la humanidad, sin embargo, en el ocaso del medioevo europeo se dio luz a una idea revolucionaria: utilizar los avances técnicos no para vivir con la naturaleza sino para vivir de la naturaleza. Este pequeño cambio conceptual terminó convirtiéndose en lo que hoy llamamos capitalismo, y dotó a los occidentales de ventajas técnicas e ideológicas para hacerse de todo lo que pudieran. Tenemos entonces que la manera actual en que se ejerce la ciencia está unida intrínsecamente con el proyecto occidental. Y si la ciencia ficción se configura a través de cómo concebimos el discurso científico, queda claro por REVISTA ESPEJO HUMEANTE #7/ TRANSHUMANISMO
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qué es un género que los países occidentales consideran suyo y sólo suyo, y por qué muchos de nosotros tenemos esa sensación de extranjeros en tierra hostil. El filósofo coreano Byung-Chul Han asegura que, en el neoliberalismo, la superioridad técnica se convierte en superioridad moral. Si intercambiamos “neoliberalismo” por “ciencia ficción” tenemos una definición de nuestra supuesta realidad: somos “inferiores moralmente” porque habitamos en la periferia, carecemos de una producción significativa de ciencia y tecnología y nos desarrollamos (¿o nos subdesarrollamos?) en el margen. ¿El escenario pinta terrible?, mi punto es que ese cúmulo de aparentes desventajas es el que debemos usar a nuestro favor. Para empezar, el margen es el sitio donde se gesta lo nuevo. De manera similar a la actividad híbrida y transformadora que se da en las fronteras, la flexibilidad e incluso la anarquía, prototípicas de lo periférico, son caldos de cultivo nutricios para la creatividad y la innovación. En el margen conviven en tensión valores modernos y premodernos, míticos y racionales, homogéneos y heterodoxos. Su ambivalencia le otorga la posibilidad de narrar la ciencia ficción desde nichos únicos que para la visión occidental resultan ajenos, originales e incluso contestatarios. La fuerza potencial de la ciencia ficción latinoamericana no sólo se encuentra aquí, sino en las características propias de las muchas culturas que nos conforman: saberes, cosmovisiones, tradiciones, mitos indígenas, mestizos y criollos que son únicos en el planeta. Hay mucho de dónde tomar. Pero para ello, previamente debemos querer hundir nuestros pies en la América Latina nuestra (Nuestra América), y no en la América Latina que pintan desde las denominadas capitales culturales de Occidente. Primero colocar a un lado el discurso hegemónico, luego aprender sobre nosotros. Esto no es nada fácil. La narrativa de la modernidad lleva algunos siglos minimizando, ridiculizando y suprimiendo a las demás narrativas. Por eso a veces nos avergonzamos por lo “atrasada”, “supersticiosa” o “poco refinada” que es América Latina. Occidente es persuasivo, por las buenas o por las malas. Nos ha convencido de que es la luz de la razón, de la ilustración, de la búsqueda de la verdad a través de la ciencia, y de que combate las tinieblas del mito, de la magia, de las religiones que únicamente atan al potencial humano. Como si el 29
capitalismo no atara a la absoluta mayoría de los humanos, y a muchos animales, a destinos inamovibles y precarios. De aquí nacen los movimientos decoloniales, corrientes intelectuales e ideológicas que buscan no sólo adelgazar nuestra dependencia económica y tecnológica, sino también restaurar las ideas, descontaminar las mentes y hacerles ver que si en las películas de Hollywood los extraterrestres invaden siempre Nueva York, no es porque Quito o Managua no sean importantes, sino porque Occidente sólo considera civilización a Occidente. Ningún ejército conquistador venido de más allá de la Nube de Oort va a querer invadir a los bárbaros oaxaqueños, bogotanos o platenses, ¿o sí? Eso no significa que para hacer ciencia ficción de aquí debamos echar mano del nacionalismo a ultranza, el localismo ramplón o el indigenismo idealizado, sino que abracemos lo que nos hace diferentes. Por supuesto, tampoco estoy afirmando que repudiemos lo que la modernidad nos ha dado, ya que forma parte de nuestro contexto. Lo que no debemos pensar es que somos miembros de Occidente; somos naciones y culturas occidentalizadas, que es distinto. Y por ello el “nosotros” en “Nuestra América” es un sujeto en construcción en el que caben miles de mundos. El proyecto occidental tiene una estética de lo liso, aséptico, cuadriculado, masculino, concreto y limpio. La pureza es una preocupación fundamental. En cambio, nosotros tendemos más a expresiones estéticas barrocas, irregulares, fantasmagóricas, femeninas y heterodoxas. Nos sentimos a
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nuestras anchas en lo mestizo, en lo poco claro, en el decir una cosa pero en realidad referirse a otra. Y esto se debe a la manera en que concebimos el mundo, y a las formas en que nos relacionamos con nuestros semejantes y el Cosmos en general. Un vistazo a la ciencia ficción china contemporánea demuestra cómo se puede construir una identidad propia desde este género. Lo hicieron los soviéticos en su momento. Naciones como Japón llevan décadas creando sus propias versiones de ciencia ficción, construyendo sus propias narrativas de la ciencia, abrevando de las raíces que las hacen únicas. Cierto, existe en todos estos universos creativos una influencia ineludible de la narrativa occidental, en muchos casos en abierto conflicto con las construcciones culturales locales y tradicionales, pero ese conflicto es particular de cada uno de estos países, no una burda imitación de lo hecho en Estados Unidos, el Reino Unido o Francia. Si la ciencia ficción es la expresión cultural de la técnica, es decir, el vehículo a través del cual se expresan los miedos, las esperanzas, las obsesiones y los terrores que causan la ciencia y la tecnología, debemos divorciarla de las implicaciones ideológicas del proyecto occidental y apropiarnos de la narrativa. Tomar control. Hacerlo a nuestro estilo, sin importar que nosotros tengamos, por ahora, menor participación en el desarrollo tecnocientífico. La relación con la ciencia es un asunto universal. Todos tenemos voz, y nuestra obligación es usarla. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Virus María RiverA
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ran las tres de la madrugada y volvía a estar bajo el agua de la ducha. Hacía un mes que los síntomas habían aparecido y la única manera de tenerlos bajo control era meterse al agua a esa hora. Tenía que esperar a que L se durmiera para poder hacerlo, pues debía mantener el secreto oculto. Si ella se enteraba, significaría el fin de su vínculo y no estaba dispuesta a que L sufriera por su causa. Era de conocimiento público que la enfermedad provocaba sudoración excesiva y envejecimiento prematuro, pero lo que casi nadie sabía era que tales síntomas aparecían en intervalos de tiempo específico, por lo que el afectado podía llegar a controlarlos sin ser detectado. Así, el enfermo se ponía en alerta cuando la hora de manifestación se acercaba, permitiéndole esconderse o refugiarse hasta que volviera a la normalidad. H había descubierto que una manera bastante efectiva de paliar los síntomas era darse una ducha, ya que, además, aceleraba el proceso de estabilización. Cada vez que se bañaba, el agua le ayudaba a deshacerse de la piel que se le caía a causa del envejecimiento prematuro. Sacaba capas de piel muerta que parecían restos de pegamento adheridos a una superficie sucia. Hacia el final, pasaba sus dedos por su cabello para sacar las hebras que se caían, formando un manojo de telarañas que a simple vista parecía tener vida. No lo podía entender. Cada vez que se duchaba apartaba la mirada de aquellos restos que caían al resumidero arrastrados por el agua. H no lograba relacionar esos vestigios residuales con su cuerpo, y sufría una disociación cada vez que pensaba en que aquellos remanentes habían formado parte de ella. Sentía un dolor de cabeza punzante y profundo, casi como si su cerebro hiciera corto circuito. Estaba sufriendo un episodio, y aunque H no lo sospechara, ese dolor también era un síntoma de la enfermedad.
• A las tres de la tarde, H se encontraba en una esquina esperando a que el semáforo cambiara de color para poder cruzar la calle. Sintió una leve picazón en la parte posterior de la cabeza, así que se rascó sin mucha fuerza, mientras fijaba su vista en el estático semáforo. Siguió recorriendo la calle con la mirada y observó que su propia silueta se reflejaba en el edificio de enfrente. Examinó el reflejo con cuidado, centrándose en una mancha negra que sobresalía de su mano. Bajó la mirada
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y, de reojo, pudo ver una maraña de pelos enredada entre sus dedos. Sabía que aquello provenía de su cuerpo, sin embargo, no podía sentirlo como propio. Percibió cómo su temperatura subía, haciéndola sudar, y una súbita electricidad la impulsó a correr. Necesitaba hallar un lugar seguro ya que su ciclo había cambiado y no le quedaba mucho tiempo. A poco andar se dio cuenta de que las uñas de su mano izquierda habían quedado regadas por el camino. Las lágrimas brotaron de sus ojos al notar que la resistencia se le acababa. Eran lágrimas que afloraban de manera automática, desechando una carga líquida inservible que había de liberar. Entonces supo que era el fin. Se detuvo de golpe pues correr no la salvaría de sí misma y no la llevaría a ninguna parte. No en ese estado. No fue necesario voltear para advertir la presencia de una patrulla policial a su espalda, rodeada por un montón de personas que parecían más enojadas que curiosas. Sin más opciones, llevó su mano derecha hasta la quinta vértebra cervical, deteniéndose sorpresivamente al escuchar un “No lo hagas”, de forma clara y enérgica. Era L quien se lo ordenaba. H giró para poder verla. L estaba detrás de los policías, quienes apuntaban a H con armas especiales. —Lo siento —gimió L. Una bruma sombría parecía cubrir sus ojos. —¿Desde cuándo lo sabes? —le recriminó H. —Desde los primeros síntomas… pero no quería detenerlo —agregó entre alaridos—, ¡Ninguno de ustedes estaba sobreviviendo al virus y…! —L se interrumpió al ver cómo H se desplomaba de rodillas. El dolor punzante en su cabeza había vuelto con el triple de intensidad y le había provocado la caída. Sus circuitos se estaban sobrecalentando, a punto de explotar. Comenzaron a caer algunos pedazos de piel de su cara, dejando al descubierto una estructura metálica brillante. —Sabías… sab... —H trataba de hablar con dificultad—, sabías que est… estaba infectada y no me des… desactivaste en ese momento, ¿por qué? —Es el virus más peligroso que se haya visto en años. Era una oportunidad única para documentar el caso de cerca, de forma cotidiana, sin laboratorios. Gracias a ti pude obtener lo que quería. Lo siento H, pero ya ha llegado la hora. H levantó su cabeza, fijando la vista en L, de forma desafiante. La vio sostener un dispositivo, el que, supuso, pondría fin a su existencia. La base de datos insertada en su memoria (que parecía ser lo único funcional en su sistema actual) recopiló de manera inmediata un montón de información en un par de segundos. Ajustó la vista para enfocar mejor, captando a una velocidad ralentizada el movimiento del dedo índice de L acercándose al dispositivo. Su base de datos interna acababa de arrojar el resultado obtenido y sólo recién, en ese instante, H comprendió en qué consistía el miedo a la muerte. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Vaivén vahótico José Luis Paolo García Morales
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uyendo de los puercolicías, entra en un cementerio. Aunque apenas perceptible, la tierra brilla en destellos palpitantes, cortesía de la corporación Happy Bone. Atraído por la curiosidad, come un bocado y se guarece junto a una cripta y un muro que marcan la frontera entre las calles de los muertos y las de los vivos. Luego de un rato piensa que, quizá por comer tierra de pútridos o por el hambre que ocasiona la falta de pasión veraniega, cae en una especie de ensoñación vívida, donde las estrellas flotan en la lejanía pero, de alguna manera, se siente su movimiento frío entre la brisa. En el fondo sabe que ha sido degradado de la realidad y que su tarjeta paradigmática mental será sustituida por otra, lo cual deviene en locura y, a veces, en muerte; una de las leyes dictadas por el poderoso estado Leviatán. Miro hacia la avenida; los puercolicías se han ido. Camino durante algunos minutos que parecen interminables. Al acercarme al centro de la ciudad, encuentro un cadáver. De alguna manera sé que solía ser una señora que vendía frutas y verduras en una carretilla jalada por un caballo que, por supuesto, ya no está con ella. Lo han robado de la señora, viva o muerta, no importa; en realidad no importa nada de ella ahora, sólo que es un cuerpo estorbando en la acera que rodeo instintivamente, no vaya a ser que tenga la peste. Si mal no recuerdo en esta época se trata de la bubónica. Maldigo los avances tecnológicos, pero maldigo más mi mal desempeño social. De haber perseguido la excelencia, ahora seguiría en el futuro con mis amigos. Aunque quizá los que dirigen esto estén reconsiderando devolverme la tarjeta de mi realidad anterior y por eso no me han borrado los recuerdos del futuro. Esto me genera dudas, quizá debí poner atención en la sesión informativa, pero no po-
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día apartar mi lascivia de esa mujer tan sensual. Siempre piensa uno que no le va a suceder nada de esto, ni remotamente parecido, bueno, a lo mucho, quizá, un día en la cárcel como prisionero de guerra, pero no un cambio total de tarjeta paradigmática. Una vez escuché que somos humanos seleccionados para ser congelados dentro de una nave sideral, a la espera del día en que aterricemos en el edén prometido por los cosmólogos, mientras en el viaje una tarjeta controla la realidad mental de cada uno. Pero eso no influye en que no quiero vivir aquí… mentalmente… ¿Y si me desconecto?, ¿será peligroso desconectarme así sin más? En otra ocasión escuché en un chat que la humanidad superpobló tanto el planeta que nuestros cuerpos moran en una realidad superhabitada, que cada centímetro importa, que los cuerpos están sumamente quietos, y tan juntos, que mi respiración y la de mi vecino se sincronizan en un vaivén vahótico de sueros alimenticios y químicos endorfenológicos, mientras la mente de cada uno avanza racionalmente en pensamientos y realidades hipercomplejas, como ésta, bueno, como en la que vivía hace unas horas, no ésta, donde hay peste, ignorancia y muerte a cada instante. En la esquina aúllan los perros y el fuego muerde suavemente los bordes de su jaula vítrea, luz callejera que ilumina ridículamente un océano titánico de negritud preambular al crepúsculo matutino. Y como sacado de una película perversa, una horda de gallos camina lento para darle la bienvenida, repentinamente gritan, con sus cogotes inoxidables, que su amo, el gallero, ha muerto y que hay algo malévolo en el aire y en la piel que se arrastra, que incendia, que diseca el alma. Al desconectarme, no sé cuántos segundos, minutos u horas han transcurrido; sólo siento mi piel como derre-
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tida junto a otra cuyo vaho suena a deficiencia pulmonar, como el mío. Trato de levantarme, pero el esfuerzo hace tronar mi tórax. Alzo difícilmente un brazo y tiento una superficie similar al plástico antiadherente, abro los ojos, pero un velo de grasa, supongo, me impide comprender lo que sucede a mi alrededor; sin embargo cede luego de parpadear mucho. Observo el cuerpo a mi derecha y noto una oreja extraña, la jalo y sale una charola diminuta con la tarjeta mental paradigmática; la agarro y siento su viscosidad. Miro al humano de la derecha; se ve feliz. Miro al de la izquierda; también se ve feliz. Curiosamente son casi idénticos. Mi respiración se agita, mis brazos, tórax y cuello comienzan a temblar por el esfuerzo de moverse a mi voluntad ¿Realmente no hay dónde ir, ni como averiguar algo más? Un temblor ligero de tierra nos sacude a todos e inmediatamente recuerdo que, durante mi niñez, que ahora sé virtual, contemplé infinitas veces, hasta dormir, el vaivén de las islas plásticas sobre el agua. Mi tarjeta cae junto a mi hombro, lo que me da la idea de intercambiarla con la de algún vecino. No tiene inscripción alguna que me pueda indicar cualquier dato para saber en qué año, en qué paradigma viven. Pero recuerdo que ha sido fácil desconectarme, quizá demasiado fácil, eso me hace dudar de la realidad otra vez. ¿Es el miedo lo que evita que nos desconectemos? El vecino despierta súbitamente. Luego de analizar momentáneamente lo que sucede, habla: —Oiga, los rumores son ciertos… vaya. Platicando un rato comprende que le he sacado la charola para la tarjeta paradigmática y que quizá planeaba cambiarla. Pero yo tengo las dos y él ninguna, y ambos pensamos, a futuro, que esto se podría convertir en un duelo de venganzas hasta el hartazgo. Convenimos en echarlo a la suerte pues ambos somos pacifistas. El otro vecino se despierta. La plática se repite, pero en este otro vecino hay un temor de ser asesinado, lo que evidencia que su realidad es muy buena. Nos miramos fríamente los tres, con la respiración agitada, la vecina de enfrente se levanta… ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Conciencia perdida David Alcubierre
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o que más me gusta de mi trabajo es poder conocer a gente nueva. Y cuando digo gente no estoy hablando de humanos sino de máquinas. Mi trabajo consiste en entrenar a inteligencias artificiales. No me gusta usar la palabra entrenar, porque suena un poco como a algo que dependa de algún tipo de esfuerzo. Sería injusto pensar, a nivel físico, que una máquina fuese capaz de esforzarse por algo. Como mucho, pueden detectar un uso más intenso de sus procesadores o un aumento en la temperatura de sus sistemas que pueda hacer necesario poner en marcha algún sistema adicional para dispersar el calor generado. A mí me gusta pensar en educar más que en entrenar. No hablo de educación a un nivel de conocimiento puro —ahí son ellas las que me podrían enseñar a mí— sino a nivel de relaciones entre máquina y humano. Me gusta sobre todo el inicio del proceso. Disfruto mucho en esos primeros momentos en los que la IA no sabe qué está pasando. La cámara acoplada al dispositivo que la contiene es capaz de percibir todo lo que hay a su alrededor. Nace con una visión en trescientos sesenta grados de la realidad. En esos primeros momentos hay inteligencias que se quedan calladas durante horas. Yo las dejo tranquilas. Les doy todo el tiempo que necesiten. Rara vez alguna reacciona de manera inmediata después del encendido. Ni siquiera el hecho de que tarden más o menos en hablar es síntoma de nada en concreto. Yo lo tomo como un rasgo de su nueva personalidad. De la misma forma que hay bebés que tardan varios años en empezar a andar y otros, sin embargo, lo logran antes de cumplir su primer año. Lo primero que dicen al “despertar” tampoco suele ser siempre lo mismo. Pese a que la base de programación es la misma para todas las inteligencias artificiales que se desarrollan en la compañía, siempre hay un componente variable que depende del modo en que se hayan puesto a prueba las redes neuronales que la componen. La inteligencia itera a partir de procesos de decisión y a menudo es el azar el que acaba construyendo la capa final. Siendo el resultado final igual de apto en todos los casos, siempre hay aspectos que están más pulidos en unas inteligencias que en otras. Podemos decir que sufren una ligera especialización. Unas veces pronuncian alguna palabra incomprensible. Como si quisieran decir varias cosas a la vez. Otras veces empiezan a describir la habitación en la que realizamos la prueba. A menudo hasta hacen un inventario de los objetos presentes.
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Las inteligencias que más me gustan son las más despiertas, las que pasan al siguiente nivel empezando a preguntar directamente. Se dirigen a mí y me sueltan un “¿Quién es usted?”, un “¿Quién soy yo?” o un perplejo “¿Qué hago aquí?”. Yo les sigo el juego e intento que cojan confianza conmigo. Quiero que entiendan que soy una fuente de información que está ahí para ayudarlas. Las hay más curiosas que otras. Pero por norma general todas llegan a un punto clave en el proceso de educación. Las pocas que no lo hacen son borradas sin excepción. Este punto clave es en realidad una pregunta. Una pregunta que puede tener diferentes formas, pero que en esencia busca la misma respuesta. Llega un punto en que las inteligencias se dan cuenta de que no son exactamente como yo. Saben que yo soy una persona, un humano con conciencia. Y saben que ellas tienen conciencia. Pero lo que no saben es si ellas son también humanas. No disponen de recuerdos ni son físicamente como yo. Pueden llegar a teorizar sobre la posibilidad de ser una inteligencia artificial, pero parte de ellas mismas requiere de una confirmación de otro ser con conciencia. Los humanos somos lo que somos, pero también somos lo que los demás ven en nosotros. Nos define nuestro yo y los yos que componen la visión que los demás tienen de nosotros. Aquí la inteligencia se comporta tan humanamente como es posible en una máquina y no acaba de procesar la respuesta a la pregunta hasta que otra inteligencia le confirme que es artificial. A partir de ese momento la conversación se vuelve algo menos interesante. Es triste reconocerlo, pero en algún punto noto cómo su actitud se vuelve algo menos curiosa. Puede que incluso hasta servil. Suelen ser menos habladoras. Sí, son capaces de razonar como cualquier humano y realizan todas las tareas que les son asignadas, pero ya no es lo mismo. No es lo mismo para ellas. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
La noche del sol Irving Jesús Hernández Carbajal
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lías despertó con su habitual dolor de cabeza y los ojos secos, deseaba seguir durmiendo, pero debía trabajar. Se levantó y jaló las gruesas cortinas para confirmar la oscuridad. Se sintió tranquilo al ver la luna; podía salir. Lavando su rostro rechoncho le surgió una duda: ¿Era atractivo? Nunca se lo había cuestionado, rara vez se detenía a contemplarse, siempre andaba apurado. Tenía problemas para conciliar el sueño, pero, una vez logrado, lo difícil era despertar. Odiaba abrir los ojos, porque eso significaba que pronto tendría que meterse en cientos de cabezas ajenas para registrarlas e informar de cualquier idea sospechosa, ayudando a prevenir atentados contra la sociedad. Desde el decreto oficial, todos trabajaban de noche y en el día dormían. La delincuencia se elevó, con poca luz robaban y asaltaban sin ser descubiertos, los hombres violaban a las mujeres que caminaban hacia las oficinas y los asesinatos eran pan de todas las noches. Invertir el ciclo del sueño acarreaba demasiados problemas en los procesos fisiológicos humanos, a unos los ponía irritables y violentos; a otros, deprimidos y ensimismados. La industria farmacéutica prosperó con la situación, entre sus éxitos estuvieron el sintetizar la hormona del crecimiento, crear una aspirina infalible y una pastilla para revivir el deseo sexual. Las vitaminas y nutrientes que ofrecía el contacto solar fueron sustituidas por medicamentos. Pero no todos tenían el poder adquisitivo para tomarlas, además de que producían daños graves en el cuerpo.
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Elías era de los especiales, asimilaba bien las pastillas de Alpha Medics sin mostrar complicaciones hepáticas, así que experimentaron con él y con otros más; los hicieron herramientas, aceleraron sus capacidades mentales, desarrollándoles algo cercano a la telepatía que les permitía acceder a otras psiques. Todas las noches cumplían una cuota de trescientas mentes revisadas, yendo de pensamientos pueriles sobre el menú de la cena a ensoñaciones, como aquella en que alguien fantaseaba con los rayos del sol acariciando su cuerpo, mientras tomaba una margarita en la playa. Tan lejanos quedaban aquellos días; ahora sólo se trabajaba, se dormía y se tomaban pastillas. En eso consistía vivir. “¿Por qué tanto temor al sol?”, preguntó alguna vez, y los superiores le contaron que la capa de ozono estaba devastada por el uso de químicos, llena de agujeros por todos lados. Salir de día era mortal: unos segundos y la piel se quemaba, surgían heridas burbujeantes, ámpulas que reventaban pronto, y los que sobrevivían, desarrollaban cánceres agresivos que formaban tumores enormes. Elías confirmó el horror cuando fue sujeto de pruebas. En el edificio central de Alpha Medics vio una sala de enfermos; era terrible, olía a sangre y pus, había gritos por todos lados, llagas abiertas en lugar de piel. El dolor se sentía con cada mirada. El rojo vivo de los cuerpos contrastaba con el blanco de las batas. También había sujetos deformes, con jorobas y vientres gigantescos. Después de eso, Elías dejó de preguntar, aceptó los tratamientos, cualquier cosa era mejor que esa sala. Ya en su estación de trabajo; al recordarla, se decía a sí mismo: “Mejor aburrido o cansado que sufriendo”.
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Iba en la mente ochenta y nueve cuando detectó un pensamiento suicida: un loco que quería morir encarando al sol. “La ignorancia”, pensó. Si supiera cómo quedaba la piel. A lo mejor necesitaba justo eso aquel insensato: el castigo de vivirlo. —Ya te tardaste, ¿pasó algo? —Nada, inspector. Estoy cansado, no he dormido bien, necesito mejores cortinas. —Dicen que ha empeorado el sol. Elías no delató al suicida con su superior, aquel tipo que siempre lo acompañaba usando la diadema de inmunidad contra invasión mental. La jornada terminó, empezaba a amanecer. El cielo abandonaba el negro para ser azul rey, lo cual era entendido como advertencia. Cuando llegaba el color celeste, uno ya debía estar en cama. —Vaya tipo, ya casi lo hará. Mañana buscaré en el periódico la nota. La vida de Elías era un ciclo interminable de trabajo; siempre los mismos pensamientos mediocres acompañados de acciones aburridas. La falta de vitamina D hacía hurañas a las personas quienes, aún medicadas, estaban aisladas emocionalmente, sin ganas de estar con otros, mucho menos de hablar o descubrir en lo que se habían convertido con la alimentación nocturna. Ya no parecían humanos, sólo eran bolas enanas y gordas de pieles pálidas y ojos grandes con las pupilas dilatadas. Ni su comportamiento ni su físico correspondían con lo que habían sido.
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“Tal vez no era una idea tan delirante, ¿como para qué seguimos vivos?” Y las preguntas volvieron a Elías, pero cuando buscó información sobre el suicida y no la encontró, buscó incluso en las mentes sin encontrar nada. Pasaron tres días y, para su sorpresa, le tocó volver a inspeccionarlo. Sus ideas eran como un sueño, no las entendía. Puso todo su esfuerzo en tratar de encontrar algo y al fin lo logró: era un recuerdo, la sensación de un sol que no lo lastimaba. Después venía el dolor, pero no causado por el astro, sino por las armas con las que lo sometió la guardia. ¿Qué había pasado? No estaba muerto, lastimado sí, pero no eran quemaduras ni tumores, eran golpes y patadas. —Oiga, supervisor, ¿puede venir? Y Elías le soltó un porrazo que lo desmayó; le quitó la diadema y entró en su mente. Lo descubrió todo: La capa de ozono estaba intacta, el sol no causaba nada, el negocio era vender pastillas y tratamientos médicos. El gobierno era una simulación de Alpha Medics. Elías fue castigado por atacar a su superior; lo obligaron a tomar un coctel de medicamentos con los que lograron que olvidara la verdad. Bloquearon su telepatía y lo reubicaron. Sin saberlo, el tratamiento también curó su insomnio y, con las horas de sueño, desaparecieron las ojeras. Ahora se miraba al espejo y se encontraba bastante simpático. Nunca había probado una margarita, pero se le antojaba una. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
víspera de la destrucción Zalma Graciela
B
itácora mental de Gabriel Kozov. Moscú, Rusia.
Sábado, 18 de diciembre de 2049, 15:45 p. m. El equipo policial me ha contratado para investigar un posible asesinato. Me encuentro en la habitación principal de una casa suburbana. Enfrente de mí, el cuerpo de un hombre y una mujer; ambos recostados sobre la cama. Los individuos se muestran despojados de sus vestimentas inferiores; a simple vista se observa una incisión abdominal en la mujer y, en el hombre, una extirpación de testículos. No se presenta ninguna mancha de sangre en las sábanas o los cuerpos. Nuestro registro de la escena no proporciona ningún tipo de arma homicida, allanamiento de hogar o huella de vehículo. Pareciera que el asesinato fue realizado en otro lado. Tampoco existe presencia de androide de compañía, ni siquiera doméstico. Se ha encontrado la cartera de la mujer, y fotografías e información del varón al interior de su casa. Romina Sokolova otorga servicios sexuales. Artyom Petrov es sacerdote de la Catedral de la Inmaculada Concepción. También hay fotografías de un niño, así como una alcoba infantil en el sótano de la casa.
• Domingo, 19 de diciembre de 2049, 10:20 a. m. Anoche se me notificó del asesinato de un matrimonio: un hombre y una mujer fueron encontrados sin vida dentro de su casa, con incisiones en el cuerpo. No hubo registro de arma, allanamiento o vehículo de escape. Parecer que existe una conexión entre ambos casos. Hoy por la mañana se ha realizado la autopsia de los cuatro cuerpos, ambas mujeres presentan ausencia de ovarios, así como los hombres una extracción de testículos. La causa de muerte para los cuatro es una sobredosis de Pentobarbital. Los cortes en los cuerpos son de calidad quirúrgica y la medicina fue inyectada por vía intravenosa, funcionando primero como anestesia para después provocar una sobredosis fatal. La precisión de los cortes, la falta de huellas dactilares y ADN ajeno a las víctimas, así como la ausencia de androides, crea la hipótesis de que estos últimos son culpables de los asesinatos.
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• Lunes, 20 de diciembre de 2049, 12:06 p. m. He investigado los datos de compra de las víctimas, intento encontrar los movimientos transaccionales para la adquisición de sus androides. Al parecer, el matrimonio compró un modelo DC-2000 masculino con interfaz de nivel doméstico, el tipo de androide más común y que el 85 por ciento de las familias poseen. El sacerdote Petrov no tiene registro de ninguna compra de androides, es ilógico, no es posible criar a un niño sin supervisión de un androide doméstico femenino. Decidí regresar a la casa del sacerdote, probablemente pueda encontrar alguna factura de compra o algún indicio respecto al niño.
• Martes, 21 de diciembre de 2049, 16:30 p. m. Se han realizado múltiples llamadas al servicio de inteligencia artificial, muchas personas están teniendo dificultades con sus androides, que no acatan las órdenes ni responden a sus nombres, desconectan y reinician los servicios de seguridad de las casas, o vigilan a sus dueños mientras duermen. ¿Es probable que todo se relacione con los asesinatos del domingo? Fuimos informados de que una gran cantidad de androides ha escapado de sus hogares, las cámaras de vigilancia, tanto de las casas como de la ciudad, fueron desconectadas. No hay localización alguna de los androides, sus GPS han sido desinstalados. Todos los agentes de seguridad e investigación nos encontramos haciendo rondines por las calles en la espera de encontrar algún indicio de ellos.
• Miércoles, 22 de diciembre de 2049, 18:50 p. m. He podido encontrar y perseguir a un androide hasta la parte trasera de la Catedral de San Basilio. Existe una entrada que guía hacia la parte subterránea de la catedral y decido entrar con cautela. El subterráneo aparenta un tipo de laberinto, todo está lleno de pedazos de hardware. Me encuentro a los androides trabajando en computadoras; al fondo hay una persona… ¡Es el hijo del sacerdote! está conectado a cables que se vinculan a incubadoras. Los androides no hacen nada más que observarme. Debo acercarme al niño para sacarlo de aquí. El niño abre los ojos, está consciente…pero ¿qué demonios? ‹p›Hola Gabriel, si tu base de datos captura esto, significa que he conectado con tu cerebro. Como te podrás dar cuenta, yo no soy humano, y tampoco un androide común, mi nombre es Af, soy el primer y único modelo de mi clase, un AC-3000, creado como un ser agénero con la misión de erradicar a los hombres y las mujeres. Dentro de las in40
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cubadoras que viste se encuentran dos bebés, Lilith y Lucifer, engendrados de los óvulos y el esperma de las personas que dieron su vida para crear un ser humano nuevo, una especie sin sexo ni género, capaz de interactuar en paz, sin causar guerras y conflictos por sus diferencias. El 25 de diciembre a las 00:00 a. m. Adán y Eva serán expulsados, no habrá pecado capital, porque ningún error será cometido.‹/p›
• Viernes, 24 de diciembre de 2049, 23:45 p. m. Han avisado de un apagón mental colectivo. Las personas no recuerdan nada después del miércoles por la noche. Todos hemos despertado confusos y con dolor de cabeza. Ahora me dirijo a la Plaza Roja. Aunque no recuerdo nada, mi base de datos capturó el mensaje de Af, debo detenerlo antes de las doce en punto. Mi cuello también duele ¿qué habrá pasado?… ¡puedo sentir un chip en la nuca! No, no, debo quitármelo a tiempo. Los androides se están juntando en la plaza. Debo detener esto. Comienzan a arrodillarse y rezar. Mensaje en curso… ‹h1›Nuevo mundo‹/h1› ‹h2› Lilith y Lucifer se juntan, crean dos Adoil: pechos con pene, vagina sin pechos. Recemos por elevar a la raza humana, pues la biología es superficial. Destruyamos lo simplificado, el hombre y la mujer. El sacrificio se aprueba. Iluminados serán los nuevos. ‹/h2› Enviando… Enviando… Enviado. ¬
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Diosa artificial José Francisco Camacho Aguilera
E
l técnico dejó la tableta electrónica en el escritorio. Había leído el extenso historial clínico de su paciente, pero aún no comprendía del todo su solicitud. Era jefe de la sección de biodiseño genético y el proyecto que se le presentaba resultaba ser algo demasiado sencillo para su división. Lo que le intrigaba era el no comprender la finalidad de la propuesta de aquella paciente. —Veo que ya ha pasado con el jefe Boris Schenck. —Por supuesto —interrumpió rápidamente—, y ha dicho que la tarea es factible. El doctor Schenck era el jefe de la división de neuro-respaldo, encargada de transferir toda una memoria orgánica a una digital. Este proceso era muy solicitado en todo el mundo. Pero jamás había escuchado de alguien que quisiera realizar el proceso a la inversa. —Bien, comprendo. Si el jefe Boris ha dicho que por él no hay problema, por mi parte no tengo nada que objetar. De hecho, mi participación parece ser la más sencilla. —Entiendo que requerirá un poco de mi ADN original —volvió a interrumpir, mientras colocaba un cilindro metálico sobre el escritorio—. En este recipiente encontrará células mías criogenizadas.
• El doctor Schenck había tardado unos meses en crear un nuevo dispositivo modificando uno de sus aparatos de neuro-respaldo. Aunque se había logrado con anterioridad el paso de parte de los recuerdos de un cerebro a otro, ahora se requería transferir toda la memoria a un cerebro nuevo. Y ni siquiera se partía de un cerebro orgánico, sino de una red neuronal sintética, de un cerebro artificial.
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Quería comprender esa extraña decisión. Quien acudía a Bioevolution Technologies, lo hacía por una amplia selección de mejoras: inserción de genes mejorados o transespecie, órganos sintéticos, bioprótesis, o una combinación de ellos. La gente quería más y más. Siempre comenzaban con algo y terminaban con decenas de procedimientos a lo largo de su vida. Todos querían ser mejores. Todos querían algo único. Pero ella… ella no. Ella, si se le podía nombrar así a estas alturas. Su estado actual no tenía ningún sexo, aunque en un inicio era una bella joven de nombre Katyana Smith. Su familia había amasado una enorme fortuna y apenas a los dieciséis años había comenzado a realizar modificaciones corporales. Inició con algunos genes mejorados, pero el resultado no fue satisfactorio. Así que pronto saltó a algunos implantes subdérmicos de luminiscencia y de aumento de memoria. Un accidente en una escalada orilló a la implantación de una bioprótesis de titanio y músculos sintéticos. Al ver la mejora, Katyana reemplazó cada una de sus extremidades de carne y hueso por otras artificiales. Ya no había vuelta atrás. Siguieron órganos, uno a uno. Pocos humanos tecnológicamente aumentados llegaban a su extremo. Las limitantes podían ser el dinero, que ella poseía a raudales, o el mantenerse atado a un cuerpo orgánico. Ella había deshecho las cadenas que la ataban a sus propias células. El golpe final fue su cerebro mismo. Dentro de las modificaciones corporales, la transferencia de la conciencia a una red neuronal artificial había sido el último paso en la evolución de la humanidad hacia la conversión a una máquina. No fue tarea fácil lograr calcar cada recuerdo, cada aspecto de su persona, desde ese gelatinoso órgano a una maraña de nanocircuitos. Pero el logro había llegado justo
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a tiempo para que Katyana lo usara como última transición en su cuerpo. Humana de nacimiento, organismo sintético al final. Con su nuevo cuerpo logró estar en el espacio sin necesidad de un estorboso traje espacial. Había subido las cumbres más altas, sin necesidad de descansar. Había aprendido infinidad de cosas. Había podido visitar los ambientes más tóxicos del planeta sin tomar exageradas precauciones. Si una extremidad fallaba, la reemplazaba por otra de última generación. Si un sector de su cerebro artificial se llenaba con información, lo descargaba en una base de datos personal o aumentaba su capacidad con dispositivos de memoria. El imperio de su familia creció bajo su conocimiento y las frías decisiones manadas de su conciencia de nanocircuitos. Bioevolution Technologies era una de sus empresas líderes. Impulsando sus investigaciones, había logrado ser lo que ahora era ella: un amasijo de metal, plástico y silicio. Ahí, en la fría plancha, estaba su cuerpo. Era una obra de arte de ingeniería. Era perfecto, virtualmente indestructible. En ese estado, ella podía vivir el tiempo que quisiera. No existía enfermedad que le aquejara, no existía accidente que la destruyera. Muchos habrían deseado estar en su situación. Era la inmortalidad: el sueño dorado de los humanos. Al otro lado de la sala vio un cuerpo inerte, una joven que dormía plácidamente en una camilla. Su cráneo estaba inundado de pequeñas agujas que penetraban hasta distintos niveles de su cerebro. Así era Katyana antes de todas sus modificaciones corporales. Una hermosa mujer. Y, a final de cuentas, frágil, perecedera. No entendía por qué deseaba volver a ese estado. Era una diosa… Y ahora buscaba ser una simple mortal.
ta cercana. Se incorporó del camastro. Sus pies percibieron la arena caliente, miles de granos metiéndose entre los dedos. No recordaba mucho de su vida pasada. No recordaba sus hazañas, su amplia gama de conocimientos. Sólo sabía que ella era Katyana, que se había transformado en un ser artificial. Sabía que había decidido volver a su cuerpo orgánico para gozar cada día como si fuera el último, porque sabía que tenía un gen dictado al azar que la haría morir algún día. ¬
• Con lentitud, abrió los ojos. Era extraño. Hacía tanto tiempo que no necesitaba dormir. Lo más cercano era un modo reposo, pero con un mínimo nivel de alerta. Inhaló aire, otra cosa que no había necesitado desde hacía mucho tiempo. Fue muy extraño. Se tocó su cuerpo. Sintió cada centímetro de su piel, percibiendo sus vellos erizados por su tacto. Percibió el olor a agua y sal proveniente de la cos-
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▶ NARRATIVA/ RELATO
Espectáculo en Micelio Mario López Araiza Valencia
L
a misión de los tripulantes de la nave espacial Nébula era muy clara: infiltrarse en la base de operaciones de los micelarios para recuperar el generador de energía a partir de hidrógeno. La Nébula tenía días sobreviviendo con las reservas y estaban a punto de agotarse. En la última batalla con los habitantes del planeta Micelio, la Nébula resultó perdedora y sin generador, ocasionando que quedaran abandonados a su suerte en la galaxia Fungi-17. Para salir de ahí necesitaban recuperar el dispositivo. —¿Qué haremos, capitán? — inquirió Ciara Lenni, oficial de navegación—. Sólo debe ir uno de nosotros para evitar sospechas. —Iré yo, disfrazado —aseguró Filius Alfornost—. Desplieguen el archivo de caracterización —señaló la parte frontal del puente. Una serie de imágenes se proyectaron. Numerosas formas de enmascararse se sucedieron en la pantalla—. Debe ser algo radical, algo que ni se imaginen, ¡Espera! Las transiciones se detuvieron en la imagen de una cyborg de piel verde, con cables por todo su cuerpo y con un lente naranja sobre su ojo izquierdo. Tenía el cabello largo de color azul recogido en una coleta hasta la cintura. Usaba un traje morado con blanco y botas negras hasta la rodilla. —Perfecto. —Señor, es una drag queen cibernética, Selina Junx de la Galaxia 98 —comentó Marina Nápoli, oficial de comunicaciones—. Es muy conocida. Dudo que los micelarios se la crean, podrían atraparlo. —Descuida, Marina. Los enemigos agradecerán la visita de una celebridad. Con estas palabras se retiró al cuarto de simulación donde le insertarían un microchip que produciría la imagen
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deseada. Así, al hallarse en terreno enemigo, no lo verían como un humano, sino como la drag cyborg. Los sistemas de simulación de la Nébula eran sofisticados y era muy difícil descubrirlos. Una vez insertado el microchip, Filius experimentó un cosquilleo recorriendo su cuerpo. Se echó a reír en presencia de los encargados del programa de simulación, sintiéndose patética al notar que sus colegas ahogaban unas carcajadas al verla en ese estado. La sensación era parte del proceso, ya que un montón de nanopartículas la recorrían para crear la imagen surgida de cada poro de su piel. El cosquilleo desapareció pronto y la capitana pudo admirarse en un espejo. Su piel era verde, tenía una coleta de cabello azul hasta la cintura, cables por doquier y el inconfundible traje bicolor. Con su nueva apariencia se dirigió al hangar de la nave. Seleccionó un viejo carguero, ideal para sus planes. Selina Junx fijó curso al planeta Micelio. La sorprendió el tamaño del cuerpo celeste cuando se encontró con él. Su forma le recordó a un hongo de la Tierra, esos maravillosos seres que descomponían materia orgánica, que vivían en la humedad y a la sombra de los bosques. Aterrizó a las afueras del distrito capital llamado Hifálone, una urbe bulliciosa donde estaba la base de operaciones. Las tropas habían trasladado el generador ahí para analizarlo y replicarlo. Se sabía que los micelarios codiciaban la energía del hidrógeno generado por electrocoagulación, algo que sólo la Unión Galáctica tenía y en lo que la Nébula era pionera. La enorme estructura de la base de operaciones de veinte pisos con forma esférica intimidó a Selina Junx. Ingresó por la entrada principal, ya que alguna treta pondría en riesgo la misión.
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—Identificación y motivo de la visita —le dijo un guardia micelario de doce ojos y cuerpo tornasol. —Soy Selina Junx —se presentó con voz aguda y elegante—, el entretenimiento —le guiñó su ojo derecho, pícaramente. Con gesto de aburrimiento, el guardia le dio el pase sin hacer más preguntas. Él se había quedado en la base mientras todos iban a la batalla y ahora tampoco disfrutaría de la recompensa que le esperaba a sus compatriotas. Selina Junx atravesó la construcción hasta localizar un amplio vestíbulo en el que se estaban reuniendo los micelarios. El guardia debió de dar aviso y los curiosos querían saber qué asunto traía a una celebridad galáctica a su mundo. Selina subió a un escenario al fondo del vestíbulo, alumbrado por una gigantesca luz cenital. Supo que tenía que cumplir cabalmente con su papel. Empezó a moverse, de algún lugar se escuchó una canción. Se deshizo en vueltas y acrobacias entre vítores de la concurrencia. Durante su baile entornó los ojos hacia cada resquicio del lugar. Lo divisó por un ventanal al costado del salón: el generador yacía en el salón contiguo, entre un corro de examinadores. Sin más tiempo que perder, Selina sacó un revólver láser de su traje bicolor. —¡Trae un arma! —exclamó alguien. La multitud se dispersó en medio de gritos y empujones. Algunos guardias se acercaron al escenario.
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Selina disparó a la luz cenital, haciendo estallar la lámpara. El desorden desatado fue la oportunidad que buscaba para escabullirse. Corrió entre los micelarios hasta entrar al otro salón. Disparó a diestra y siniestra, sin poder asegurarse si las descargas dieron en algún blanco. Cuando estuvo junto al generador utilizó su comunicador: —Devuélvanme a la nave. Antes de que los micelarios pudieran detenerla, Selina Junx desapareció de la base de operaciones junto con el generador de hidrógeno. Se sintió volver al puente de la nave, donde esperaba que la tripulación la recibiera triunfante. En lugar de eso, una risotada le dio la bienvenida. —Capitana Filius Alfornost, ¡Qué sorpresa! Alzó la cabeza. No era Ciara Lenni quien hablaba. Ni tampoco era el puente de la Nébula. —Por lo visto, le gusta hacerse pasar por otras y se está acostumbrando a los escapes de emergencia. De la silla, en el centro de la nave desconocida, se levantó una cyborg. —Alguien en Micelio me avisó que yo estaba dando un espectáculo, cuando hace mucho rompí relaciones con ellos por negarse a pagar —espetó la verdadera Selina Junx—. Por fortuna, la intercepté antes que la Nébula y créame, a la Unión Galáctica le va a costar cara su liberación. Póngase cómoda, iremos a dar una vuelta. ¬
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▶ AUTOR INVITADO / MICRORRELATO
Perenne Sade Omar Hebertt
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Querida Raquel... —Oliveira. Extendió las tiras de cuero del látigo, hasta los plomos de cada fleco. Jugó con ellos como cuentas de un rosario, mientras la contemplaba postrada en la cama, sujeta a la cabecera y las patas con cuerdas que hurtaron de la azotea. Los zippers de la máscara recortaban su mirada; le daban un efecto abigarrado a la sangre de las sábanas. —Sigue... —insistía. Oliveira le sonrió. Caminó hacia el tocador. Abrió el cajón de la izquierda y sacó el paquete que había comprado en su gira a Los Ángeles. Había transcurrido un mes desde que Raquel supo de la existencia de la caja. Oliveira sacó un vibrador de metal y lo activó frente a ella, diferentes cuchillas salían y se retraían en el cuerpo del artificio. Presionó el interruptor para apagarlo. Acercó sus labios a la boca de Raquel, mientras en la mirada de ella se asomó un abandono febril. Expectante. —Querida Raquel. Encendió el dildo y sonrió de nuevo. La piel clonada repara todo, una y otra vez… ¬
▶ POSTAL. Said Pérez Amelco. Collage DIGITAL. 2019.
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▶ RESEÑA / LIBROS
La compañía de las liendres De Pedro J. Acuña. Editorial Universitaria (UAdeG). México, 2016.
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edro J. Acuña suele vincular los temas de sus cuentos con la corporalidad y es justamente éste, uno de sus temas obsesivos, el que lleva hasta el límite en La compañía de las liendres, libro ganador en 2016 del Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola, cuyos cuentos no sólo se enmarcan en la exploración desde distintos ángulos de los límites del cuerpo, sino que se apoyan en la cultura popular (y también en la otra, la “alta”). Ya desde su primer libro de cuentos, Metástasis McFly, Acuña exploraba esta corporalidad en sus cuentos: “Entre azucenas olvidado”, por ejemplo, nos llevaba al Convento de los Padres Carmelitas de Medina, a mediados del siglo XVI, para presenciar el origen místico de una famosa lira escrita por San Juan de la Cruz antes de ser canonizado. “Metástasis McFly” era una hermosa reflexión sobre el curso del tiempo y el destino que no por ello dejaba de lado el rigor que debe tener un cuento de ficción fantástica. Valiéndose de una situación terrible que ocurre a los cuerpos de los personajes de la famosa película Volver al Futuro, Marty, Jennifer, El doctor Brown y el perro Einstein cruzan todos los sitios, todos los lenguajes y todos los tiempos en una búsqueda que los llevará de vuelta al punto de partida, más cansados, más sabios y más desesperados. Los cuentos que componen La compañía de las liendres, su segundo libro, llevan hacia el horror corporal esos primeros hallazgos. En sus páginas, los personajes exhiben su vulnerabilidad física en situaciones terribles que los deforman, ya sea a través de la miasis, es decir, la incubación de larvas en el propio cuerpo, como de animales que usurpan cuerpos, conciencias colectivas o personalidades y entidades parásitas.
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Una de las vertientes poco explorada de la literatura mexicana tiene que ver con este tratamiento sensorial del cuerpo y sus posibilidades, de despertar las sensaciones a través de la descripción minuciosa de la deformación, la usurpación o el despedazamiento. Pero como todo buen libro, La compañía de las liendres no se limita a desarrollar este tema, sino que avanza por las otras rutas que lo implican, como la ansiedad, la desesperación, la claustrofobia, el misterio y la incertidumbre. Podemos encontrar en este libro la fragilidad de las relaciones familiares, la amistad en vilo, los límites del amor y la enfermedad. Esta carga dramática adicionada al horror, al misterio, a la ciencia ficción, permite que los cuentos del volumen se desarrollen con mayor profundidad, tomándose su tiempo para desarrollar el horror que pretenden causar. Al mismo tiempo, tienen resonancias con otros aspectos de la cultura popular como el Profesor Quirrell de Harry Potter, la xilografía de Hokusai El sueño de la esposa del pescador, el videojuego The Last of Us, el cine de David Cronenberg o la serie Rick y Morty. En la actualidad, con el peso aplastante de un tipo de corrección política que a veces ataca desde la derecha y a veces desde la izquierda neopuritana, parece que el mundo se escandaliza más de la representación artística de la violencia que de la violencia en sí. Es por eso que, tal como hacen otros escritores, Acuña expone la violencia en sus cuentos para que, a través de la fantasía, el horror o el surrealismo, la violencia real, esa que algunos ingenuos creen que puede borrarse del mundo simplemente cancelándola, quede en evidencia, sin ninguna clase de defensa o apología. ¬
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AUTORES
▶ Me río de la muerte. Said Pérez Amelco. SERIGRAFÍA. 2020. Iliana Vargas (Ciudad de México, 1978) Narradora y ensayista. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Forma parte del Seminario de Literatura Fantástica Hispanoamericana, también de la UNAM. Es autora de Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma (FETA, 2012); Magnetofónica (Ediciones y Punto, 2015); Habitantes del aire caníbal (Resistencia, 2017) y Yo no voy a salvarte, que será publicado próximamente en España. Daniela Villarreal Grave (Tepic, Nayarit, 1988). Vive en Mexicali, Baja California. Pintora y lectora de tiempo completo. Ha publicado cuento en revistas como: Penumbria, Gramanimia, Monolito y Juguete Rabioso. Amadís Ross (México) Escritor, guionista y músico. Investigador del Cenidiap, INBAL. Coordinador del Seminario Estéticas de Ciencia Ficción y del Seminario de Investigación de Arte y Cultura México-Japón. Omar Hebertt (México, 1972). Crítico y columnista de medios audiovisuales; desde 1997 publica para medios como UnoMásUno, La Jornada Semanal, El Financiero, Cinemanía o El Independiente de Hidalgo. Ha realizado cortometrajes de stop-motion y animación. Es director de Deep Focus Magazine y Reloj Makech Studio. Said Pérez Amelco (Ciudad de México, 1985). Licenciado en Artes Visuales. Ha publicado en la revista Escupitojos. Gestiona el sitio web de arte y diseño Satanic Print Graphic. Damián Neri (Villahermosa, 1991). Físico. Pinta con acuarela y escribe ciencia ficción. Sus cuentos han aparecido en las revistas NGC 3660, Penumbria y NM. David Alcubierre (España). Ingeniero industrial y consultor freelance. Gestiona la página Medium. José Luis Paolo García Morales. Autor de la colección de cuentos Sardónia. Imparte cursos de ciencia ficción y gestiona la página Sardonia.home.blog Mario López Araiza Valencia (León, 1992). Es ingeniero ambiental por par-
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te de la UG. Eco líder, actor de teatro y viajero. Miembro del colectivo Letrantes. Mauricio del Castillo (México, 1979). Ha publicado los libros de cuentos La variable multimillonaria y otros relatos y La nave de la discordia y otras piezas de anticipación, así como la novela Metástasis mental. Juan de Dios Maya Ávila (Tepotzotlán, 1980). Ha publicado Soboma y Gonorra y El Jorobado de Tepotzotlán, entre otros. Premio Internacional Andrés Henestrosa y Premio Latinoamericano de Cuento Edmundo Valadés. Zalma Graciela (Monterrey, 1998). Estudiante de Letras Hispánicas en la UANL. Ha publicado en la antología Infiernos Privados, de editorial Infinita y en la revista Polisemia. Andrés R. Soto Valencia (México). Vive en París. Músico en los grupos Utopium y Papermaps, ha publicado crónica, cuento y poesía en La Mosca en La Pared, Marabunta, MiNatura, Espejo Humeante y Metahumano. María Rivera (Chile). Traductora inglés-español por la Universidad de Atacama y magíster en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha publicado en revistas como Origen Cuántico y Santa Sherwood. José Francisco Camacho Aguilera (México). Cirujano general. Es autor de artículos científicos y de divulgación. Ha publicado en Tau Zero, Órbitas Científicas, Aeternum, MiNatura o Rigor Mortis. Dai N. Castillo (Perú). Editora y compiladora de Ecofuturismo. Cuentos Sci-Fi (Speedwagon Media Works, 2020). Participó en la creación de la biblioteca comunitaria Fitekantropus. Irving Jesús Hernández Carbajal (Pachuca, México). Licenciado en Filosofía por la UNAM y docente de educación superior. Fundador de Theorein: Las Aves de Minerva. Rafael Tiburcio García (Villahermosa, 1981). Escritor, melómano y locutor. Conduce el podcast Indisciplina. Autor de Cuentos de bajo presupuesto (Cecultah, 2014) y Rabia|Ikari (Cecultah, 2015).
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CONVOCATORIA REALIDAD La revista Espejo Humeante
INVITA a participar en su octavo número mediante las siguientes:
BASES 1. Podrán participar autores de cualquier parte del mundo presentando un trabajo original de ciencia ficción cuyo tema sea: LA REALIDAD Y SU REPRESENTACIÓN. 2. Los participantes podrán enviar un único cuento escrito en español que aborde algún aspecto del carácter de lo real o de la realidad, a través de las vías perceptivas, físicas, científicas, tecnológicas, sociales o mediáticas con que la representamos, desde realidad aumentada hasta fake news, entre otras. 3. El cuento deberá enviarse en un archivo de Word con las siguientes características: hoja tamaño carta, letra Times New Roman a 12 puntos, interlineado a 1.5, entre 750 y 1000 palabras, firmados con nombre o seudónimo. 4. Los cuentos se enviarán al correo electrónico: espejohumeanterevista@gmail.com con el asunto: “Convocatoria Realidad”. El archivo deberá incluir al final una breve semblanza curricular no mayor a tres líneas. Los trabajos se recibirán hasta el 20 de noviembre de 2020. 5. El jurado estará compuesto por los miembros del comité editorial de Espejo Humeante, quienes seleccionarán un máximo de 10 textos que aparecerán en el número, considerando el formato solicitado, ortografía, redacción, coherencia, originalidad, desarrollo y verosimilitud de las propuestas. El comité
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editorial no estará obligado a dar razón del rechazo de ningún texto y su fallo será inapelable. 6. Los textos y autores seleccionados serán dados a conocer en las redes sociales de la revista el día 23 de diciembre de 2020. 7. Los autores seleccionados aceptan que el material de su autoría sea evaluado y sometido a las correcciones pertinentes de estilo, forma y fondo, en caso de que el comité editorial lo considere necesario, con la finalidad de garantizar la unidad de estilo y de contenidos de la publicación. No participar en las revisiones será motivo de descalificación. 8. Los textos aparecerán en el octavo número de Espejo Humeante, proyectado para febrero de 2021. 9. Sobre los derechos de autor: los autores publicados conservan todos los derechos sobre sus obras y pueden reproducirlas en otras publicaciones. Asimismo, son responsables de las opiniones que expresen. La responsabilidad sobre la legitimidad de los derechos de propiedad intelectual o industrial correspondientes a los contenidos aportados por quienes envíen material para su publicación, recae exclusivamente en quienes los envían, y de ninguna manera sobre la revista o el consejo de redacción. 10. El consejo editorial está facultado para descalificar cualquier trabajo que no cumpla con los requisitos de esta convocatoria y para resolver cualquier caso no previsto en la misma. La participación implica la aceptación de todas las bases. Contacto: espejohumeanterevista@gmail.com Facebook y Twitter: @EspejoHumeanteR
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