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Menudas bombitas antipersonales

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Me guían de noche

Me guían de noche

Felipe Huerta Hernández (Fanzine 1.5, Diciembre de 2018)

Aparecieron de pronto.

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Vestidos con sus trajes de colores brillantes se confundían entre nuestros niños…

Hasta que alguna explotó. Y supimos que eran un peligro.

¿Limpieza étnica? ¿Producto de aliens? ¿Guerra entre potencias? ¿Armas del futuro que viajaron hasta nuestros días? ¡A saber! El caso es que explotan y fuerte.

Poco después corrió el rumor de que los activaba la risa humana. Se dijo incluso de padres que habían liquidado por error a sus hijos.

Alguien mencionó que ahí fue un pretexto para librarse de ellos. Estuvimos a punto de reírnos de la ocurrencia pero nadie lo hizo. Podíamos volar en pedazos.

Se supo después que eran tan siniestros que alguien los vio acercarse a un adulto y abrazarlo y hacerle cosquillas para que riera hasta activarlos.

Nunca supimos si llegan a esos extremos pero todo es posible.

De lo que sí estamos seguros es de que se robaron nuestra felicidad para siempre…

No sabemos desde cuándo es que ya no reímos.

Actualmente circula un nuevo rumor: han aprendido a hablar y cuentan chistes.

Y estos son buenísimos…

Todo arderá en mí

Alejandra López Ortiz (Fanzine 10.5. Diciembre de 2021)

“Señor, nuestro destino está escrito desde el principio. ¿Cómo hubiéramos podido negarnos a él?”

JORGE CUESTA

La mayoría de los niños aprenden a controlar sus intestinos entre los dos y cuatro años. Ani no fue la excepción. Sus tripas se arrastraban en su interior y la niña, asustada de la mierda que se desataba dentro, ni siquiera intentaba llegar a la bacinilla. Se descargaba ahí mismo, en sus pantalones, dejaba sus piernitas embarradas de excremento. Qué desagradable era, pensaba Ani. El castigo por atragantarse de chocolate. Sí, era eso. La historia de esta niña comienza con una pesadilla: Ani desmiembra a su padre, separa sus órganos y luego los guarda en bolsas de plástico. Su cuerpo contenía algo remoto. A medida que fue creciendo tuvo la certeza de captar el destino fundamental de su sistema, lo que quiere decir también de su existencia. Las cabezas corrientes no habrían de soportar las propiedades originales de esta criatura, otras mentes venideras lo harían. ¿De dónde hubiera tomado la valentía si hubiese pensado en sus contemporáneos? Mientras sus entrañas temblaran de miedo, la humanidad estaría a salvo. Una niña puede apropiarse de esa cosa tan grotesca que es la vida. Ella guarda dentro de sí todo lo que arderá en el otro, un inquilino indomable: Ani corresponde a un estado de mayor energía. Tiene el poder para desatar hogueras por sí sola, es una flor de fuego.

A los tres años, la niña moldeaba activamente el exterior, su espectro visual estaba por encima del umbral, fuera de los límites humanos. Sus actos, a temprana edad, viciaban a los demás objetos reales. Lo intuía y le aterraba.

No fue una serie de eventos inconexos sino la expresión de un orden más profundo, escondido entre fórmulas y palabras, que lo revelaron. Hay que entender que era un monstruo primitivo ya que incluso sus emociones resultaban desproporcionadas. Podía perder la serenidad experimentando una alegría exacerbada, un delirio.

Ani hizo estallar primero a un conejito enjaulado. Soñó que lo convertía en mariposa, en cambio resultó en un espectáculo de vísceras. Ani no percibió su terrible cualidad, tampoco se percató de que, al intentar tocar esas vidas tan ajenas a ella, las inmolaba. Miró a los animales dulcemente y a las plantas silenciosas que se consumían en combustiones colectivas apenas las contemplaba. Después ya no pudo detenerse. Naturalmente, el ser humano sería su propósito final.

Mientras tanto, para ella todo era igualmente conocido y extraño. Una vida tan corta albergaba aun así intensos ardores y sublevaciones fallidas.

Ani, cuéntame un cuento.

Yo me sabo una canción: mi nombre es el número uno y toco el sol… Mi nombre es el número dos, oye mi voz… Soy el número tres, mírame…

Ani, Ani, ya es hora de dormir.

Es de una bruja que se trasforma en mostro, yo la voy a matar. No te preocupes. Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

Las niñas pequeñas no deben temer porque son fuertes. Tú me vas a salvar.

Vamos a juegar con mis muñecas a que nos escondíamos y tú nos encontrabas.

281 días antes del fuego absoluto

La noticia de la devastación inminente, desde luego, se había extendido con cautela entre la oligarquía planetaria. Al principio lo adjudicaron al mecanismo de defensa de la propia naturaleza. Ignoraban que se tratara de una niña en la que yacía una hoguera ingobernable.

Cada uno de nosotros aspira a tener su propia historia. Con disciplina de hierro, la mía consistió en ser un vehículo de consuelo ante el próximo gran acontecimiento. Como programadora, tuve una sensación sin límites que poco a poco se vio apagada por el hecho de que dependía de mí la óptima orquestación del programa. La humanidad en su totalidad, como la conocimos alguna vez, no podrá ser contenida en este súper computador. Será apenas una muestra de lo que fuimos. Se insertarán mentes conscientes que podrán saber o no que están viviendo dentro de una simulación. Irónicamente pensé en llamarlo Space Rat, después de todo, ¿acaso no nos lo merecíamos? Dejé de divagar y finalmente me di a la tarea de escribir la siguiente secuencia de instrucciones: public enum GameState {Menu, Playing, Dead, Finish, Pause}; public GameState {get; set; }

public GameObject Gameover;

[Header (“Energy Boost”) ] public int RatoniumCollectedToBoost= 20; public Player Player { get; set; } public Alien Alien { get; set; } public int Distance { get; set; }

[HideInInspector] public int Distance; void Awake ( ) {

Aquello que verá el ojo, escuchará el oído y sentirá la mano no será intuición sino la expresión de simples datos. Cada programa escrito en este lenguaje servirá para computar funciones específicas y definidas por este algoritmo, no habrá nada fuera de él. Primero debemos identificar los objetos que lo van componiendo y ver cómo se relacionan entre sí.

Todavía no me encontraba en disposición de elaborar todas las partes con minuciosidad y detenimiento que sólo alcanzaría gracias a una meditación de muchos años. Habría que iluminarlo desde todos los ángulos, contrastar audazmente, separar y ordenar los múltiples factores. En este momento resultaba absurdo fantasear con ese tiempo ilimitado que yo hubiera poseído en una época de mi vida como programadora infatigable. Siempre que la acción se ejecute hay que continuar avanzando, hay que correr nivel y gestionar opciones. Incluso para construir simulaciones, no es suficiente el conocimiento intelectual, es necesario llevarlo a la práctica, hay que “construirles” una vida.

Pronto se analizó a la niña, nuestro verdugo final, cuyo poder provenía de la producción natural de plasma por descargas eléctricas. Era verdadera su condición de criatura de fuego. Provocaba un nuevo cambio en la materia al someterla a temperaturas tan altas como mil millones de grados Kelvin.

En nuestro entorno cercano, el plasma es raro y efímero, no así para la niña que percibe todas las frecuencias del espectro, tanto las altas, como los rayos x o los ultravioleta, como las bajas, semejantes a las ondas de radio. La criatura, adelantándose a las tecnologías del futuro, logró la fusión controlada, aunque ello significara la consumación de la vida biológica.

Todos los innumerables elementos de la realidad efectiva y estados imaginables podrán coexistir en Space Rat sin anularse. Los comienzos son siempre oscuros.

Pienso en esa niña casi con compasión. Desde luego, no tiene miedo, aún no habitan en ella luchas invisibles.

Está enferma, no está rota, detestará la fragilidad de su condición, y todavía no lo sabe.

Su porvenir será una caída libre sin fin.

Es un monstruo que aún no descubre que es un monstruo.

Tiene un inquilino indomable: se come la basura externa, también se la traga a ella.

Y su piel de cristal, y su mirada suave y dura… hace daño y quebranta voluntades.

Porque es frágil para sí misma; para otros, un demonio.

Es un árbol solitario y sin límites.

El único miedo de Ani fue hallarse atrapada en una fosa de mierda. Tuvo un sueño recurrente: ella acostada en un colchón desgastado, de pronto un leve golpeteo de un líquido la despierta, no es agua lo que cae del techo, es caca acuosa que pronto inunda la habitación. A veces la cara de Ani permanecía oculta en la almohada, pensaba en que el único motivo de su existencia era la indolencia de su misión final.

Nunca el hombre llegaría a esa cumbre tan alta que sólo le pertenecía a la criatura de fuego.

Cumplidos los cinco años, Ani descubrió su naturaleza autocreadora. Jamás se conocerán los motivos que la impulsaron a liberar su voluntad, sólo un movimiento centrífugo instintivo, un poder de crear en sí que se insubordinaba a las fuerzas que ella misma evocaba.

Tienen miedo de ti, de lo que va a pasar.

¿Será rápido, Ani?

Todo arderá en mí, entiendo.

Su infantil imaginación logró penetrar la materia para luego recrearla y moldearla a partir de su pensamiento. Fue un triunfo sobre la realidad para la criatura solar antagónica y el desenlace de la humanidad. El poder de la niña revoloteaba con la rapidez de un rayo.

En cuanto a la experiencia de ser fulminado por ella: dolorosa pero rápida, como una llama viva.

Ani, finalmente, se despojó de sus miedos. De ella emanó un fuego indomable que llenaba el paisaje. Era descomunal y se acercaba apresuradamente. El espectáculo desolador era más férreo que la insignificante supervivencia humana. La última vida biológica se defendía aún, contra el aniquilamiento llameante y definitivo que, por todas partes, la consumía. Hubo un estremecimiento final y todo se volvió oscuro. Confío en que el porvenir ofrecerá mejores metáforas de lo ocurrido.

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