pag.8
pag.12
ESTA REVISTA SE REALIZÓ CON APOYO DEL ESTÍMULO A LA PRODUCCIÓN DE LIBROS DERIVADO DEL ARTÍCULO TRANSITORIO CUADRAGÉSIMO SEGUNDO DEL PRESUPUESTO DE EGRESOS DE LA FEDERACIÓN 2012.
EDITORIAL
El gancho izquierdo que cambio su historia
Las peleas de Juan Espinosa pag. 7
pag. 3
A pesar de haber construido el archivo fotográfico más importante del boxeo mexicano, la figura de Juan Espinosa sigue aún por descubrirse. A su viejo estudio de la calle Bolívar llegaban los jóvenes boxeadores para obtener un retrato de estudio que les ayudara en la promoción de sus peleas. Charrito Espinosa, como se le conoció, llegó a acumular más de 20 mil negativos de boxeadores mexicanos. Aquí recordamos su legado.
3
fotografo de campeones
2
Esquina Boxeo es una publicación mensual de Ediciones La Dulce Ciencia S.R.L. de C.V. Periodo de exhibición: noviembre de 2013. Reserva de derechos de título en trámite. Domicilio: Morena 1306, interior 303, colonia Narvarte, México, D. F., CP 03020. Ejemplar gratuito. Prohibida su venta. Publicidad: (044) 55 1513 2910 Redacción: (044) 55 2304 6897 e-mail: redaccion@esquinaboxeo.com Editor responsable: Rodrigo Castillo. Edición: Rodrigo Castillo, Rodrigo Márquez Tizano y Mauricio Salvador. Diseño: Juanjo Güitrón. Formación: Ana Laura Alba. Consejo editorial: Carlos Acevedo, Pablo Duarte, Luis Carlos Hurtado, Luis Felipe Ortega, Hilario Peña y Juan Manuel Vázquez.
Juan Espinosa Reyes
4
5
III La saga del Charro
Alfonso Morales Carrillo
El Charro Espinosa. Fotógrafo de campeones l boxeo, lo dicen todas las enciclopedias de deportes, es una antigua pasión rijiosa a la que los ingleses le impusieron un protocolo. Durante el siglo XIX, el Prize fight y el Prize Ring, las peleas a puño limpio que de tiempo atrás eran diversión de las ferias pueblerinas y motivos de apuesta entre los granujas de los bajos fondos, ascendieron en la escala social británica hasta convertirse en pasatiempo de aristócratas y gente acomodada. Las reglas establecidas en 1866 por el Marqués de Queensberry obligaron a sus practicantes al trato caballeroso con el contendiente, al uso de guantes de cuero para no lastimarse los nudillos y a la vigilancia de un réferi, la máxima autoridad dentro del campo de batalla delimitado por unas cuerdas. Para los efectos de esta refinada guerra de salón, los campeones ya no iban a ser los sobrevivientes del furor y la barbarie, sino los concentrados operarios de una máquina que lanza, simula y evade golpes con la precisión del esgrimista o del cirujano. En vez de los rudos gladiadores, los científicos del cuerpo artillado, los artistas del ataque y el contra-ataque. Esta disciplina se dio a conocer en México en las últimas décadas del siglo pasado. De sus inicios da breves noticias el prólogo a El arte del pugilato y de la defensa propia, un manual de reglas completas publicado en 1919, donde se alecciona al público lector, con el apoyo de unas viñetas, en las técnicas del hitting, el ducking, el feinting, el drawing y en las demás estratagemas del combate cuerpo a cuerpo; entre ellas el modo de evitar el counter de la izquierda enemiga que al estallar en nuestro rostro “abre a los ojos maravillados un espacioso firmamento en el cual, en un segundo, se encuentran más planetas nuevos que todos los que han descubierto en su vida los astrónomos más notables”. El prologuista, Ángel Escudero, afirma que Murphy, un súbdito de la corona británica, y el atleta Prian, quien fuera dueño de un gimnasio en las calles de San Ramón y famoso luchador grecorromano, fueron los introductores del boxeo en nuestro país. A ellos agrega como promotores, entre otros, al profesor Emilio Lobato y al pugilista J. Carrol, a su vez propietario de un gimnasio en la calle de San Francisco. Recuerda que el negro Billy Clark y el norteamericano Billy Smith fueron los protagonistas , en el año de 1896, de la “primera pelea seria” en la ciudad de Pachuca. Y que en el Cosmopolitan Club de la ciudad de México, una década más tarde, se comenzaron a presentar peleas entre boxeadores negros “de muy dudoso mérito y de más dudosa honradez”.1 Hacia 1906, apunta Escudero, las promesas del box porfiriano se llamaban Fernando Colín y Salvador Esperón. Estos jóvenes y habilidosos pugilistas se habían dado a conocer en el mismo Cosmopolitan Club, entonces situado en las calles de Bucareli y Donato Guerra, y se disputaban las preferencias de una naciente afición que todavía no salía de las catacumbas. La esperada pelea entre los dos famosos contrincantes fue impedida por la policía, que cumplía las órdenes del gobernador Guillermo de Landa y Escandón. De modo que el pleito hubo de trasladarse al domicilio
E
1 Anónimo. Juan Espinosa Reyes en La Arena Nonoalco de la ciudad de México en 1926.
de éste, Pablo Escandón y Cuevas, quien transformó el teatro de su mansión en el ring donde unos contados fanáticos vieron ganar a Colín en el sexto episodio. Según las cuentas de Escudero, al menos otros dieciséis combates de magnitud se celebraron entre 1908 y 1917, la mitad de ellos protagonizados por el boxeador Levigne, Mexican Kid y Johnson, en el año de 1913, dos veces pelaron tandas de 15 rounds y en los dos encuentros acabaron en empate. En los récords dominados por los Mulligan, Schulz, Connell y Rusconi, al final comienzan a aparecer los Aguilar, Martínez y Castro, que son la prueba del paulatino arraigo del box entre los deportistas mexicanos. Luego de su brevísimo recuento histórico, sabedor de que este ejercicio viril ensancha el pecho, oxigena la sangre, depura el organismo y acelera las decisiones de la voluntad, el prologuista de El arte del pugilato y la defensa propia propone que la práctica del boxeo se haga obligatoria en las escuelas. El gobierno revolucionario, “que tanto se preocupa por el mejoramiento físico de la raza” debería contratar a buenos maestros del pugilismo para que lo enseñaran entre nuestros jóvenes. Más allá de las ventajas físico-atléticas que su difusión acarrearía, Ángel Escudero considera, por último, que “en esta pícara vida, que en resumen no es más que un boxeo en grande, no hay cosa tan útil como saber dar un puñetazo a tiempo”.
II El imperio del riel Desde los primeros años veinte, el cultivo del cuerpo sano y la construcción de centros deportivos fueron parte de las reivindicaciones de los gobiernos de la revolución. Sin embargo, no fue debido a estas disposiciones de renovado vigor nacionalista que se neutralizó entre nosotros la ciencia de John L. Sullivan y Jack Johnson. Como muchos de nuestros espectáculos y entrenamientos, el boxeo se hizo popular en la medida en las ciudades en expansión lo convirtieron en una forma de expresión social y en un vehículo de las entidades comunitarias. En la abigarrada muchedumbre que el movimiento armado de 1910 había trasladado del campo provinciano a la ciudad capital, entre los campesinos que se volvieron parte del proletariado de sus fábricas, entre los artesanos y aprendices, pequeños comerciantes y gente de modesto oficio que ocuparon sus barrios, vecindades y accesorias, se asentó la afición al deporte de “las orejas de coliflor y las narices chatas”. El pueblo, que en sus estatuas y libros de civismo presumía de su pasado guerrero, pero que también era el dueño de un amplio récord de humillaciones y derrotas históricas, educado en la martirología cristiana, aleccionado en la sangre y en el sacrificio, encontró en las arenas de box, además de un lugar para gastar sus ratos libres, una fábrica de ídolos y sagas épicas. En la ciudad de México, entre los años veintes y treintas, el pugilismo se trasladó de los exclusivos gimnasios de y clubes porfirianos a los jacalones populares donde las peleas se aderezaban con variedades musicales y circenses. La creciente afición permitió organizar peleas con boxeadores de prestigio internacional que venían a combatir en la plaza de toros de la colonia Condesa. Se hizo costumbre de los sábados asistir a la Arena Nacional para
conocer el ascenso o caída de los gladiadores que al bajarse del ring regresaban con su ración de heridas y moretones a la condición de sastres, peluqueros, tablajeros y chafiretes. Como los cines, los baños públicos y los hoteles de paso, se multiplicaron los locales en donde los jóvenes aprendían a pegarle a la pera y al costal, a fortalecer las piernas y los brazos, a saltar la cuerda, a hacer las decenas de abdominales y lagartijas que los conducirían a la conquista de los Guantes de Oro y los cetros profesionales con los que la miseria y el hambre, a fin de cuentas los verdaderos contrincantes, serían derrotados por nocaut. Uno de los extremos de ese mundo, donde Rosendo Arnáiz era reconocido como el maestro de los púgiles aficionados y Jimmie Fitten como el principal matchmaker del boxeo profesional, estaba en Nonoalco, al norte de la ciudad, dentro del “imperio del riel”: el mote muy al estilo film noir con el que se designaba al barrio donde vivían y trabajaban los obreros del ferrocarril. Por el año de 1925, el ingeniero G. W. Morrison tuvo la idea de montar una pequeña arena de box en las inmediaciones de los talleres del tren, con el fin de que los trabajadores tuvieran un motivo de distracción y un foro en el que –con guantes y no con puñales– pudieran dimir sus diferencias. El improvisado coso boxístico, ubicado en las calles de Lerdo, se anunciaba en los programas impresos como la Arena Nonoalco y era conocido popularmente como La Cuchilla. Un capataz que había laborado en el trake de California fue el encargado de organizar los primeros pleitos dominicales, que contaron en no pocas ocasiones con la bendición de los dioses del pulque y el vino, y en otras más se continuaron como trifulcas callejeras, cuyo destino final era la cárcel de Belén. A mediados del año siguiente, la H. Unión de Mecánicos Mexicana y la H. Unión de Calderos aparecen como los regentes de este ring donde compiten los mejores aficionados ferrocarrileros, entre sí y contra los miembros de otros clubes y gimnasios. La nueva administración suplica al público asistente a la función del domingo 16 de mayo de 1926 que “ayuden con su óbolo, no en calidad de precio de entrada, sino para obsequiar con una pequeña cantidad a los boxeadores afortunados que tomen parte en este programa y para cubrir los gastos necesarios en este ring”. También le solicita a los concurrentes que “guarden el mayor orden posible”. Arturo El Cuyo Hernández, el polémico manager de muchos campeones mexicanos, fue testigo y partícipe de aquellos combates en el desaparecido encordado de La Cuchilla. En la memoria de sus inicios como pugilista –los primeros pleitos a cambio de una peseta y un puñado de chicarrón, las peleas por unos centavos en la estación de camiones de Nonoalco y en la vecindad de la Luz, en la calle de la Luna–, aparece el recuerdo de unos ferrocarrileros beodos que aplauden o abuchean a adolescentes que, como él o el bravo boxeador al que e decían El Bacinica, se ganaban cinco pesos por combatir durante tres o cuatro rounds. El más famoso boxeador que pisó el cuadrilátero de La Cuchilla de Nonoalco fue Alfonso Gaona, en sus principios anunciado llanamente como El Escuincle y más tarde descrito como “un luchador elegante y científico, que, después de sostener una lucha de eliminación con 19 contrincantes, fue el elegido para representar a México en la Gran Olimpiada de Ámsterdam” a celebrarse en 1928. Tenía 17 años de edad cuando se embarcó para cumplir con su patriótica encomienda. Calificó hasta octavos de final y a su regreso se convirtió en el campeón nacional de los pesos medios. Fue, sin duda, el primer ídolo del pugilismo mexicano y, quizá, el primer boxeador en subir al ring enfundado en un sarape de Saltillo. La leyenda dice que este auténtico torero del ring, que llegó a merecer los más encendidos elogios del cronista Fray Nano, estuvo a punto de retirarse a causa del descalabro que sufrió una tarde de mayo de 1927, en la Arena de Nonoalco. Un atildado boxeador que se entrenaba en el Club Deportivo de Tacubale ganó el duelo de izquierdas en el que se enfrascaron. Se llamaba Juan Espinosa, le apodaban El Charro y como púgil aficionado estaba ocupando el primero de varios oficios con los que transitaría por el boxeo mexicano en los siguientes cincuenta y tres años.
Juan Espinosa Reyes nació el 24 de noviembre de 1909, en Aguascalientes. En la ciudad de México aprendió los rudimentos del boxeo, bajo la guía inicial del púgil cubano Kid Joe. Debutó el 23 de marzo de 1926 como peleador aficionado y en esa condición se mantuvo por un año, presentándose en los locales y clubes que componían el circuito amateur. La credencial número 13 de la Comisión Mexicana de Box, expedida el 8 de febrero de 1927, lo presenta como boxeador profesional en la categoría de peso mosca. En los siguientes nueve años, según sus propias palabras, fue un contendiente que no descolló, pero que se mantuvo en un plano decoroso. Entrenó al lado de Ray Macías, Tommy White y Firpo Segura. Algunos de sus contrincantes fueron Juan Charrasquitas Martínez, el Gato Aquino, Treverson Oliveros, Kid Castillo y Vicente Cabañas. Con Alfonso Gaona, ya convertido éste en figura, siguió compartiendo cartel en las arenas de los barrios capitalinos: el Teatro Cine María Isabel, el Cine Alarcón, la arena Degollado de la colonia Guerrero o el club Deportivo Azteca de la calzada de la Resurrección, lugares donde las funciones eran amenizadas por desconocida jazz band y se admitían retos por parte del público asistente. Hacia 1953, El Charro Espinosa inicia su cambio de posición dentro del ring. En ese año obtiene su licencia como second y dos años después la de manager. En ese periodo trabaja para Fernando Osterberger y para su peleador estrella Joe Conde, además de dedicarse a la preparación de los muchachos prometedores que entrenaban en la Arena Peralvillo Cozumel. Con Fidel Carmona, un aspirante que noquearon en su debut y que por esa misma razón había quedado marginado del establo de Osterberger, inició su carrera como manejador independiente. Socio fundador de la Unión de Managers de Boxeo de México, colega de Luis Morales y Francisco Rosales, Espinosa tuvo, al igual que cuando llevaba los guantes puestos, como entrenador y consejero, un desempeño regular, sin pena ni gloria. Ninguno de los pupilos que promovió hasta fines de los años sesenta –que al principio se distinguían por llevar la figura de una herradura cosida en sus calzoncillos– bajó del ring llevado sobre los hombros de sus fanáticos.
6
7
El puesto que al Charro Espinosa le faltaba cubrir, el de réferi, lo consiguió la noche del 3 de octubre de 1949, en una Arena de Tijuana, Baja California, ciudad que conoció cinco años antes en las giras boxísticas que tenían por destino Los Angeles, California, y en la cual al parecer vivió un par de años durante la misma década. Al cumplirse los treinta años de su debut como boxeador aficionado, el 23 de marzo de 1956, Juan Espinosa colocó sobre el piso de su estudio su libro de recuerdos, junto a él desplegó los programas de sus primeros pleitos, los enmarcó con los retratos en los que aparecía posando con la guardia en alto o vestido con el traje típico al que le debía su apodo, y ya con toda esa memorabilia bien acomodada y dispuesta, disparó, tomó la foto-collage que concentraba su historia sobre el ring, la imagenresponso que le decía adiós al pugilista y le dejaba el camino libre al fotógrafo de campeones.
IV El Foto-Estudio Espinosa A principios de los años treinta, cuando todavía era activa la infantería de los pesos moscas, El Charro Espinosa levaba a los gimnasios su cámara Agfa 5 x 7 y sólo por gusto les tomaba fotos a sus compañeros. El capo Jimmy Fitten le propuso la compra de esos retratos con el fin de utilizarlos en la propaganda de su empresa. Más tarde, el periodista Carlos Vera le solicitó imágenes para ilustrar algunas de las entregas de la revista Ring. De esa manera comenzó el archivo Foto-Estudio Espinosa, el gran álbum familiar de los boxeadores mexicanos del siglo XX. El actual encargado del archivo Espinosa, Heriberto Hernández, recuerda que El Charro una vez le comentó que había trabajado, un breve periodo, como asistente en la casa fotográfica Napoleón. Este estudio, especializado en fotos de bodas y conjuntos, muy al gusto de la respetabilidad clasemediera, pudo ser la escuela donde aprendió las técnicas de su oficio como retratista. En cualquier caso, los recursos de los que hizo uso en sus primeros años de fotógrafo profesional –recorte de figuras, proyección de siluetas, sobreimpresión de imágenes distintas– eran deudores de los estilos que el cine, la publicidad y los magazines norteamericanos convirtieron en dominantes. En Palma norte 519, en el centro de la ciudad de México, se estableció el primer Foto-Estudio Espinosa, en 1946. Por entonces, cobraba las ampliaciones en tamaño 5 x 7 a 2.50 pesos y las 8 x 10 a lo doble. Presumía ser “el único que tiene la fotografía del boxeador que prefiera, de veinticinco años a la fecha”. A partir del 4 de junio de 1957, su especializada clientela, y quienes le solicitaron trabajos comunes de documentación fotográfica, fotos para credenciales, diplomas o pasaportes, tuvieron que buscarlo en la calle de Bolívar, primero en un local de la planta baja y después en unas habitaciones del primer piso, donde hasta la fecha se encuentra2.
2 El Foto-Estudio Espinosa cerró hace unos cuantos años. El archivo del Charro Espinosa se ubica en Chimalhuacán, Estado de México. Para informes sobre el archivo, escribir a redaccion@ esquinaboxeo.com
Asumido como retratista, más que como reportero grafico, El Charro formó su colección de efigies gladiadoras en sus regulares visitas a los gimnasios, donde aprovechaba los momentos de descanso para retratar a los boxeadores, y, sobre todo, en las sesiones en que éstos, son sus preseas, sus trajes de gala o los atavíos que les correspondían a sus nombres de batalla, accedieron a posar bajo las candilejas se su estudio. Entre los años cuarenta y setenta, fotografiados sobre el cuadrilátero, dentro de los vestidores o en el desnudo ambiente de un modesto set, los púgiles prometedores y los ya consagrados le confiaron a la cámara de Espinosa la época apostura de sus cuerpos, sus rostros a las vez fieros y esperanzados, la gestualidad que los delataba –y exhibía- como fieras al acecho. El Charro Espinosa no fue un corresponsal de la guerra del ring. No se ocupó de hacer la crónica de las batallas sabatinas de la Arena Coliseo, el recuento de los daños y las bajas que en los días inmediatos fueron noticia en periódicos y revistas. En las páginas de la prensa especializada –Ring Mundial, Box y Lucha, puños, K.O.- su papel fue el de guardián de la continuidad heroica que comunicó el pasado de Kid Azteca y el Chango Casanova con el entonces presente de Rubén El Púas Olivares y Pipino Cuevas. A través de su galería, que el tiempo convirtió en mausoleo, los viejos y nuevos aficionados, incluso los propios púgiles y managers, tuvieron la oportunidad de restituir la colectiva gesta del boxeo mexicano. Más allá del fin de sus carreras, más duraderos que sus victorias y derrotas, los boxeadores que fotografió Juan Espinosa siguieron buscando camorra. La visa se les extravió en el anonimato y las tentaciones de la ciudad. De las arenas desaparecieron los públicos que los apoyaban, el negocio cambió de dueños –la televisión, Don King, Las Vegas, los narcos-, pero con la ayuda de estos retratos que fueron su emblema, El Acorazado de Bolsillo, El Frankestein de Tacuba, El Hombre de la Macana, El Faraón de la Lagunilla, El Duende de la Merced, El Rielero y El Conscripto, volvieron a subir al ring a cumplir con el último y definitivo combate, a resistir el golpeteo de las sombras. Ya todos esos ídolos, campeones y aspirantes eran parte del establo ganador del Charro, el boxeador, mánager, réferi y fotógrafo profesional –no sólo como retratista de su propio estudio sino, desde mediados de los años sesenta, también como miembro del laboratorio de Criminalística e Identificación de la policía del Distrito Federal- que murió a causa de un paro cardiaco el 21 de diciembre de 1980. Le sobrevivió su esposa Joaquina Locano Martínez, la madre de sus tres hijas, a quien le hizo precisa encomienda de nunca deshacerse de los negativos de su archivo. Si la memoria gráfica del Foto-Estudio Espinosa desapareciera, el dijo El Charro, el box mexicano ya no tendría hacia dónde voltear. No hay otro lugar al que puedan acudir los viejos combatientes que ahora trabajan de obreros o veladores, en restaurantes o talleres mecánicos, sobrevivientes como mísera pensión burocrática, para obtener las pruebas irrefutables que les demuestren a sus amigos y parientes, y a ellos mismos, que algún día fueron parte de los bravos del ring, que alguna pequeña ración de esa gloria les pertenece.
Texto publicado originalmente en la revista Luna Córnea, número 16, 1998, 252 pp. / Agradecemos a Alfonso Morales las facilidades otorgadas para reproducir su texto.
Mauricio Salvador
Las peleas de Juan Espinosa arlos Tijera, Cuauhtémoc Aguilar, Mike Febles, Mercy Montes, Jim Smith, Kid Lavigne, Patricio Martínez Arredondo… ¿Quién ha oído hablar de alguno de ellos? Son peleadores de una época todavía oscura en el boxeo mexicano, peleadores que sin ser ídolos abrieron el camino para los que vinieron después: Carlos Pavón, Alfredo Gaona, Chucho Nájera, Kid Azteca, Rodolfo Casanova… Todavía no es muy claro qué fue lo que sucedió con el boxeo durante la revolución. Las visitas de Jack Johnson y Jack Dempsey (entre 1919 y 1927) fueron sin duda excitantes para quienes admiraron de primera mano a los campeones mundiales de peso completo más famosos e influyentes de sus respectivas eras. Ambos representaban los más alto del boxeo y su presencia en México, durante momentos todavía turbios de nuestra historia, representa una renacimiento, o quizá una reafirmación, de la afición mexicana al boxeo. “Al término de la revolución a todos se les dieron guantes”, solía decir Salvador Esperón. Y es cierto. 1921-1922 son los años del renacimiento del boxeo en México, los años de Tommy White, Jimmy Dundee y Bert Colima, quienes comenzaron a llevar gente al Toreo de la Condesa y a abrir el camino para las figuras netamente mexicanas de esa década, David Velasco, Raúl de la Torre, el Vaquero de Caborca, Carlos Pavón y Alfredo Gaona. Entre ese cúmulo de estrellas muchos otros boxeadores se perdieron en la este-
C
la de la historia, como el valiente Patricio Martínez Arredondo, o Firpo Segura o, Juan El Charro Espinosa, quien merece una mención por sus logros en el ring así como por el legado fotográfico que ha dejado para documentar la historia del boxeo mexicano. Es curioso, así, que alguien que ha dejado un archivo tan valioso para la historia del boxeo mexicano no se encuentre consignado en los archivos de récords boxísticos. Boxrec.com, la base de datos más grandes sobre récords de boxeo, apenas menciona a algunos de los protagonistas mexicanos de esta década. El trabajo que falta por realizar es obvio y muy amplio. En el caso de Juan Espinosa, no se consigna ninguna de sus peleas, ni siquiera la más famosa de todas ellas, la que sostuvo con Alfredo Gaona en mayo de 1927. Afortunadamente el mismo Juan Espinosa guardó recortes de algunas de sus peleas, por lo que podemos dar cuenta de algunas de ellas de manera cierta: • Juan Espinosa obtiene su licencia como boxeador profesional el 8 de febrero de 1924. • En mayo de 1927, en la Arena Nonoalco, se enfrenta a Alfredo Gaona y lo vence por decisión. • El 15 de agosto de 1927, en la ciudad de México, se enfrenta a Ignacio Flores. La pelea es a cuatro rounds en la división de los minimoscas (48 kgs). Espinosa gana por decisión.
• El 2 de marzo de 1928, en Iguala, Gro., se enfrenta a Carlos Ibarra. La pelea es a ocho rounds en la división minimosca. La pelea es un empate. • El 28 de abril de 1929, Taxco, Gro., se enfrenta a Jesús Nájera, Kid Castillo. La pelea fue a cuatro rounds y Espinosa ganó por KO en el cuarto. • El 19 de mayo de 1929, en la Arena Degollado, ubicada en la 2a calle de Degollado, Espinosa participa en una función a beneficio de Miguel Hidalgo, boxeador recientemente fallecido que había sido campeón mosca de aficionados de la república. En la misma cartelera participan Alfredo Gaona, Carlos Ibarra, Leonardo de la Cruz y Antonio Urdapilleta. A cuatro se enfrenta contra Nicolás Partida en la división de los minimosca. • El 16 de junio de 1929, en la ciudad de México, se enfrenta a Treverson Oliveros. Gana por KO en el segundo round. La pelea estelar es entre Julián Villegas y Felipe Serrano, El Boticario. • El 28 de septiembre de 1930, en el Centro Deportivo Social Tacuba, enfrenta a Rafael Ortega. • El 26 de abril de 1931, en el Club Deportivo Azteca, sito en Calzada de la Resurrección núm. 15, en Jamaica, se enfrenta a cuatro rounds con Máximo Luna.
fotografĂas de juliana alvarado
8 9
10
11 Carlos Rosales
A finales de 1992 se anunció que el Gimnasio Granada cerraría sus puertas. Para aminorar los estragos de esta noticia el manager Pancho Rosales y Carlos Rosales decidieron abrir un gimnasio de box. Pensaron en uno que tuviera una ubicación céntrica al primer cuadro de la ciudad de México, así mismo que se encontrara cercano a una estación del metro. Al tener esto en mente, Pancho y Carlos tuvieron la suerte de dar con una fábrica de ropa en la calle de Xocongo número 204. La fábrica contaba con un piso ideal que no tenía columnas que estorbaran para montar los cuadriláteros. De los meses de enero a septiembre de 1993 se llevó a cabo la remodelación de esta fábrica. Por desgracia don Pancho Rosales murió el primer día de septiembre de 1993 y no alcanzó a ver la obra terminada en su totalidad. El Pancho Rosales Gym se inauguró a finales de ese mes. En aquella ocasión, el listón fue cortado por José Sulaimán y el campeón mundial Miguel Ángel González. En estos veinte años de vida han entrenado y desfilado infinidad de figuras boxísticas, como las campeonas mundiales Ana María Torres, Mariana Juárez y Anabel La Avispa Ortiz; y los campeones mundiales Erick Morales, Marco Antonio Barrera, Saúl El Canelo Álvarez, Eric Ortiz, Isaac Tortas Bustos, Sammy Guty, Moi Fuentes, Julio La Sombra Zárate, César Basán, Cochulito Montiel; los dos hermanos Príncipe y Rayito García; Miguel Ángel Gonzáles, Carlos El Bolillo González, Gamaliel Plátano Díaz, Juan Carlos Salgado, José Antonio Aguirre, Edgar Tun Tún Cárdenas, Omar Niño, Jorge El Travieso Arce, Tomás Rojas, Víctor Rabanales, Óscar Larios, Israel Vázquez, César Cobrita Soto, Alejandro Cobrita González, Jesús Matador Chávez, Gabriel Cuelas, Jorge Vaca, Genaro León, José Luis Maestrito López, Guadalupe Aquino, Abner Mares y muchos más. Entre los managers de renombre son muchos los nombres que han pisado los encordados del Pancho Rosales: Rudy Pérez, Eddy Reinoso, Antonio Velasco, Francisco Sánchez, Rubén Lira, Mauro Ayala, Pepe Morales, Jesús Zapari, Patillas Huerta, Chucho Cuate, Lalo Serrano, Alejandro Sanabria, señor Cochulito Montiel, Carlos Zárate, Tony Flores, Edrulfo Castillo, Tutico Zavala, Nacho Huizar, y Lorenzo López. Todos los años se realizan funciones de box amateur y torneos, también las inscripciones del Cinturón de Oro se realizan en el gym y algunas ceremonias del peso oficial. Es importante decir que la Selección Olímpica entrena por temporadas en el Gym por el buen nivel de peleadores que hay. En estos veinte años el Pancho Rosales Gym se mantiene como uno de los punteros de los clubes de boxeo en México, sobre todo, es el gimnasio favorito para entrenar: la gente de boxeo lo dice así.
12
13
Carlo Rotella
Traducción de Mauricio Salvador
El gancho izquierdo que cambió su historia arte del drama del boxeo es que un sólo golpe puede cambiar el curso de un encuentro y de toda una vida como peleador. Usualmente dicha clase de golpe es un nocaut, pero en el caso de Héctor Macho Camacho se trató de un gancho de izquierda lanzado por Edwin Rosario que ni siquiera logró mandarlo a la lona. Cuando pelearon en el Madison Square Garden en 1986, Camacho era un joven campeón de peso ligero radiante por la promesa de la grandeza eterna. A la edad de 24 años, invicto en 28 encuentros profesionales, parecía intocable, invencible. Bendecido con una imposible velocidad de manos y una quijada granítica, era técnicamente elegante, así como un hábil zurdo en el ring con el fogueo necesario gracias a un sensato manejo y una distinguida carrera como amateur. Al caminar en círculos hacia un lado y luego hacia el otro con un alegre y contenido júbilo depredador, frustraba los esfuerzos ofensivos de sus oponentes y constantemente buscaba oportunidades para acercarse y castigarlos con veloces combinaciones. Camacho los hacía fallar y pagar por ello y era hermoso contemplarlo. Camacho, quien nació en Puerto Rico y se crió en el Harlem hispánico, sirvió una condena de tres meses en Rikers Island en su adolescencia por robo de auto, no fue su primer encuentro, ni el último, con la ley. Envanecido por su cruel atractivo y su pulido cuerpo, cultivó un personaje sórdido y fiestero así como un pequeño rizo que colgaba de su frente. Pero si bien era propenso a llevar una vida alocada más allá del ring y el gimnasio, como boxeador su potencial no tenía límites. Rosario, también una estrella de Puerto Rico por derecho propio, era un temible pegador, el oponente más peligroso al que Camacho se hubiera enfrentado. Durante los primeros cuatro rounds de su encuentro en el Garden, Camacho usó su movilidad para conectar en tanto que Rosario lo acechó, midiendo gradualmente la distancia para comenzar a conectar golpes de consideración. En los primeros segundos del quinto round Camacho, incómodo por la sangre, tocó con su guante una cortada cerca de su
P
ojo izquierdo. Rosario lanzó un recto de derecha seguido de un gancho de izquierda que lo mandó en retirada e hizo que las rodillas de Camacho temblequearan. Rosario continuó la persecución, en busca del nocaut, pero Camacho, quien nunca antes había sido cortado o lastimado seriamente en el ring, logró sortear el round aún con sus piernas inestables. Sacando fuerzas de su resiliencia y su sabiduría, se mantuvo lejos del poder de Rosario y jabeó lo suficiente para lograr una decisión dividida. Camacho seguía siendo el campeón invicto. Pero después de Rosario, dijo la gente del boxeo, nunca volvió a ser el mismo. Eso no es del todo cierto porque en sus siguientes encuentros Camacho podía ser grande por momentos, durante un minuto o un round, especialmente si su oponente no era particularmente letal. Ganó más títulos y derrotó a oponentes excelentes, amasando un récord de 79-6 con 3 empates. Cuando perdía era por decisión y por lo regular contra los mejores. Nunca fue noqueado y sólo tocó la lona en tres ocasiones en tres décadas como profesional. Aunque nunca llegó a alcanzar su promesa de grandeza eterna, sí derrotó a dos grandes cuando iban en picada: Roberto Durán (dos veces) y Sugar Ray Leonard. Pero en verdad Camacho fue un peleador diferente después de Rosario. La calidad de su movimiento en círculos cambió abruptamente en aquel quinto round, de ser el de un depredador al de un sobreviviente, y nunca volvió a su estado original. Ese gancho de Rosario ofreció a Camacho un contacto íntimo no sólo con la mortalidad sino con la abyección, la humillación y la fealdad. Cuando se le informó tras la pelea que su rostro hinchado semejaba el de un bebé Cabage Patch, Camacho respondió: “Hey, si esto es ser macho, entonces no quiero nada de eso.”
Camacho se convirtió en un peleador preocupado por la seguridad propia antes que nada –un impredecible, todavía bien dotado del coraje y la confianza que se necesitaba para hacer carrera en el mundo de dolor del boxeo, y no obstante un peleador cuidadoso y defensivo. Su prioridad cambió a hacer fallar a sus enemigos, no a hacerlos pagar. Con los años Camacho entrenó menos diligentemente y se divirtió más, sorteando el ring gracias a su talento natural y su conocimiento acumulado. Y puesto que los genios defensivos son menos vendibles que los imbatibles golden boys, Camachó compensó con un exgareado sentido del espectáculo: más poses masculinas, disfraces memorables (los taparrabos eran su sello, aunque una vez usó un pañal) y mantras del tipo: “It’s Macho time!”, un eslogan de resonancia más heróica que, digamos: “¡Seguridad Primero!” Terminó en el mundo de los realities de TV, por supuesto, bailando con las estrellas y hablando locuras, y habría persistido en ese crepúsculo de las celebridades durante años de no haber sido asesinado en un tiroteo afuera de un club nocturno, en Bayamón, la ciudad de su nacimiento. Con los años Camacho hizo con más frecuencia el papel de bufón, pero ni sus jugarretas en los realities de TV ni el engrosamiento de su físico obscurecieron al potencial peleador de clase mundial que fue en su juventud. Y su rostro no llevaba marca alguna de aquel gancho izquierdo que dividió su vida en un antes y un después.
Carlo Rotella es autor de Playing in Time: Essays, Profiles and Other True Stories, y del libro sobre boxeo Cut Time: An Education At The Fights.
5
garcía
País: EUA Récord: 27-0-0 (16 KOs)
danny
País: Filipinas Récord: 55-5-2 (38 KOs)
2
8
País: Ucrania Récord: 61-3-0 (51 KOs)
10
1
9
País: Inglaterra Récord: 31-2-0 (23 KOs)
País: Argentina Récord: 51-2-2 (28 KOs)
7
País: Cuba Récord: 13-0-0 (8 KOs)
País: EUA Récord: 31-0-0 (12 KOs)
País: México Récord: 55-7-1 (40 KOs)
Timothy Bradley
País: EUA Récord: 45-0-0 (26 KOs)
6
Guillermo Rigondeaux
15
País: EUA Récord: 27-0-0 (14 KOs)
14
4
3
BOXING
colaboradores Alfonso Morales Museógrafo, investigador, escritor y editor. Formado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México, dirige la prestigiosa revista de fotografía Luna Córnea.
Ramiro Chaves Ha colaborado para las revistas Vice, Spin, Celeste, Gatopardo, Arquine, Código 06140 y Esete. Presentó Proyecto CANADA, en el Museo de Arte Carrillo Gil en 2006.
CADA MES ENCUENTRA ESQUINA BOXEO EN: Distrito Federal: ☞ MUSEOS: Museo Tamayo / Museo de Arte Moderno (mam) / Museo de Antropología / Archivo General de la Nación / Museo Universitario del Chopo / ccu Tlatelolco / mujam / Centro de Cultura Digital Estela de Luz / ExTeresa Arte Actual / Mide / Museo del Estanquillo / Bellas Artes / San Ildefonso / Museo Archivo de la Fotografía / Centro de la Imagen / Templo Mayor / Museo del Tequila / Munal / Museo de la Ciudad de México / Museo de la Caricatura / Biblioteca José Vasconcelos / Museo Palacio de Minería / Museo Carrillo Gil / Anahuacalli / Casa Azul, Frida Kahlo / Museo Nacional de la Acuarela / Centro Nacional de las Artes / muac / Laboratorio Arte Alameda / Casa del Lago / Galería de Arte José María Velasco / Museo Casa de León Trotsky / Museo Experimental El Eco / Sala de Arte Público Siqueiros ☞ ESCUELAS Y UNIVERSIDADES: Universidad de la Comunicación / Escuela de Periodismo Carlos Septién García / ibero / Escuela Nacional de Artes Plásticas / uam Cuajimalpa / ifad (Instituto de Fotografía Arte y Diseño) / Centro Universitario de la Comunicación Janette Klein / Escuela Activa de Fotografía / ccc / Universidad del Claustro de Sor Juana / part / Escuela de Fotografía “George Eastman” / Discoteca / Gimnasio de Arte y Cultura / Cenart La Esmeralda ☞ Gimnasios: Barby Gym / Barrera Gym / Bodega 54 / Club Carroñeros / Chango Casanova / Díaz Mirón (Camellón Eduardo Molina) / Gimnasio Gloria / Nuevo Jordán / Pancho Rosales / Recaum (Reunión de campeones) / Ring Central /Romanza ☞ CENTRO: Cuauhtémoc: Felina Bar / La Cebolla Morada / Café Nuestra Tierra / 180 grados / Café Emir / Capote / La Pulquería Insurgentes / Librería Foro Shakespeare / Astral Freaks (20 de noviembre) / Hostal Moneda / Pasagüero / Vinyles Chiles / Casa Vecina / Casa del Cine / Centro Cultural Rayarte / Barracuda / Frutos Prohibidos / Café La Gloria / La Mexicana de Arte y Diseño / La Ostra / Garage Ink / Ocho Store / Café Ocho / Pizza Amore / Salón Mala Fama / Vestal / Videodromo / Rock Shop / Centro Cultural Bella Época / Colegio Americano de Fotografía “Ansel Adams” / La Reforma / Chiquito Café / Remedios Mágicos / Cafebrería El Péndulo / aavi Río Sena / Energy Fitness / Cucurucho Café / Club Fotográfico / ies moda (Casa de Francia) / La VampStore / delirio / El 52 / Fashion Lovers Store / Flor y Barro / Galería Trouvé / Lucky Bastards / Upper Playground / Galia Gourmet / Estudio 184 / Gurú / Destructible / La Belga / Lemur / Shelter / Taquería El Faraón / Vértigo / Border / Cine Espacio 24 / Cine Tonalá / El Eco / Zinco Jazz Club / La Terraza cce / Hostería La Bota / Cafetería Gabi’s / Tienda Gimnasio Jordán ☞ SUR: Benito Juárez: Telecápita / El Convite • Coyoacán: Galería Estación Coyoacán / Séptimo Pizza / Aztlán / Casa Galería / Rippin Kitten / Taco Life / Tattoos / Fondo de Cultura Económica / La Bipo / Dermafilia / Café La Selva • Álvaro Obregón: Bar La Alcantarilla / Cafetería Garko / Los Tulipanes / Soma México / Cinemanía Loreto ☞ ORIENTE: Venustiano Carranza: Circo Volador • Iztapalapa: Faro de Oriente • Iztacalco: Casa Juventud Iztacalco / Delegación Iztacalco ☞ PONIENTE: Miguel Hidalgo: Centro / Colección Jumex / Common People PUEBLA: Profética Casa de la Cultura
PROXIMAMENTE a la venta
y vienen mas...