Textos para comentar 1º de Bachillerato

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TEXTOS PARA EL COMENTARIO DE TEXTOS 1ยบ DE BACHILLERATO IES VILLA DE Vร CAR


Sólo con los rubios se deleitan mis ojos: ramos son de plata que echan hojas de oro. ¡Si besar pudiera de esas perlas el chorro!... Cuánta hermosa moza, que de amor desatina ve sus labios rojos, que besar bien querría. ¡Madre, que amigo! bajo su guedejuela rubita, el cuello blanco, y la boquita coloradita. (La primera estrofa corresponde a la moaxaja y la segunda a la jarcha traducida al español) Bailemos las tres, amigas queridas, bajo estas avellanedas floridas; y quien fuere garrida como somos garridas, si sabe amar, en estas avellanedas floridas vendraá a bailar. Bailemos las tres, queridas hermanas, bajo estas ramas de avellanas; y quien fuere galana como somos galanas, si sabe amar, bajo estas ramas de avellanas vendraá a bailar.

(Airas Nunez)

Carolina Alonso


PAI SOAREZ DE TAVEIROS (Principios del siglo XIII) Como murioá quien nunca obtuvo favor de lo que maá s amoá y quien vio cuanto receloá de ella y asíá murioá : ¡Ay, mi senñ ora, asíá muero yo! Como murioá quien fua a amar a quien nunca le quiso favorecer y de quien Dios le hizo ver aquello por lo que fue muerto con pesar: ¡Ay, mi senñ ora, asíá muero yo! Como hombre que enloquecioá , senñ ora, con el gran pesar que vio y no fue alegre ni durmioá despueá s, mi senñ ora, y murioá : ¡Ay, mi senñ ora, asíá muero yo! Como murioá el que amoá a tal dama que nunca le favorecioá y quien la vio llevar por quien no la merece ni la merecioá : ¡Ay, mi senñ ora, asíá muero yo! En forte pont'eu fui nado, senhor, por vos e por mi! PERO DA PONTE (... 1235-1275 ...) Leila Amat


CANTIGAS DE ESCARNIO Y MALDECIR Ay, mujer fea, fuíástete a quejar Que a vos nunca os loeá en mi cantar Pero ahora quiero hacer un cantar En el que os loareá toda la vida Y veraá s como os quiero loar: mujer fea, vieja y loca! mujer fea, si Dios me perdona, Porque tiene tan gran corazoá n Que a vos os loe, en esta razoá n A vos quiero loaros toda la vida; Y veraá s cual es el loor mujer fea, vieja y loca! mujer fea, nunca os loeá en mi trovar, pero mucho troveá ; pero ahora un buen cantar hareá , En el cual a vos os loareá toda la vida, Y os direá loaá ndoos: Mujer fea, vieja y loca Cantigas de Joham de Guilhade, Cancionero Colocci-Brancuti Nico Banea


VILLANCICO Ninñ a y vinñ a, peral y habar, malo es de guardar. Levanteá me, o madre, manñ anica frida, fui a cortar la ros, [la rosa] florida. Malo es de guardar. Levanteá me, o madre, manñ anica clara, fui cortar la rosa la rosa granada. Malo es de guardar. Vinñ adero malo prenda me pedíáa; dile yo un cordone, dile yo mi cinta. Malo es de guardar. Vinñ adero malo prenda me demanda, dile yo un cordone, dile yo una banda Malo es de guardar. Alba Gázquez


VILLANCICO Oy comamos y bebamos y cantemos y folguemos que manñ ana ayunaremos. Por onrra de san Antruexo paremonos oy bien anchos, enbutamos estos panchos, rrecalquemos el pellexo, que costumbres de concejo que todos oy nos jartemos, que manñ ana ayunaremos. Honremos a tan buen santo, porque en hambre nos acorra, comamos a calcaporra, que manñ ana hay gran quebranto. Comamos, bebamos tanto, hasta que nos reventemos, que manñ ana ayunaremos. Bebe Bras, maá s tuá , Beneyto, beba Pidruelo y Llorente, bebe tuá primeramente, quitarnos has deste preito. En beber bien me deleyto, daca, daca, beberemos, que manñ ana ayunaremos. Tomemos oy gasallado, que manana viene la muerte, bebamos, comamos huerte, vamonos para el ganado, no perderemos bocado, que comiendo nos iremos, que manñ ana ayunaremos. Juan del Encina. Cancionero de Palacio Mª José Gómez


SERRANILLA Yo me iba, mi madre, a Villa Reale, errara yo el camino en fuerte lugare. Siete díáas anduve que no comíá pane, cebada mi mula, carne el gavilaá n. Entre la Zarçuela e Daraçutaá n alçara los ojos hazia do el sol sale. Picara mi mula fuime para allaá ; perros del ganado saá lenme a ladrar; [vide una serrana del bello donaire.] -Llegaos, caballero, verguü ença no hayades; mi padre y mi madre han ido al lugar, mi carillo Minguillo es ido por pan, ni vendraá esta noche ni manñ ana a yantar; comereá is de la leche mientras el queso se hace. Haremos la cama junto al retamal; haremos un hijo, llamarse ha Pascual: o seraá arzobispo Papa o cardenal o seraá porquerizo de Villa Real. ¡Bien por vida míáa debeá is de burlar! Marqueá s de Santillana


Mario Martínez ROMANCERO En Santa AÁ gueda de Burgos, do juran los hijosdalgo, allíá tomaba juramento el Cid al rey castellano, si se halloá en la muerte del rey don Sancho su hermano. Las juras eran tan recias, el rey no las ha otorgado: –Villanos te maten, Alfonso, villanos, que no hidalgos, 5 de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos; si ellos son de Leoá n, yo te los doá por marcados; cavalleros vayan en yeguas, en yeguas, que no en cavallos; las riendas traigan de cuerda, y no con frenos dorados; abarcas traigan calzadas, que no çapatos con lazo; 10 las piernas traigan desnudas, no calças de fino panñ o; trayan capas aguaderas, no capuzes ni tavardos con camisones de estopa, no de holanda, ni labrados. Maá tente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos; con cuchillos cachicuernos, no con punñ ales dorados; 15 maá tente por las aradas, no por caminos hollados; saá quente el coraçoá n por el derecho costado, si no dizes la verdad de lo que te es preguntado, si tuá fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano. Allíá respondioá el buen rey, bien oireá is lo que ha hablado: 20 –Mucho me aprietas, Rodrigo, Rodrigo, mal me has tratado; Mas hoy me tomas la jura, cras me besaraá s la mano. Allíá respondioá el buen Cid, como hombre muy enojado: –Aqueso seraá , buen rey, como fuere galardonado; que allaá en las otras tierras dan sueldo a los hijosdalgo. 25 Por besar mano de rey no me tengo por honrado; porque las besoá mi padre me tengo por afrentado. –Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado, vete, no m’entres en ellas dende este díáa en un anñ o. –Plaá ceme, dijo el buen Cid, –plaá ceme, dijo, de grado, 30 por ser la primera cosa que mandas en tu reinado. Tuá me destierras por uno, yo me destierro por cuatro. Ya se partíáa el buen Cid, de Bivar, esos palaçios. Las puertas dexa cerradas los alamudes echados, las cadenas dexa llenas de podencos y de galgos. 35 Con el leva sus halcones, los pollos y los mudados. Con eá l van çien cavalleros, todos eran hijosdalgo; los unos ivan a mula; y los otros a cavallo; por una ribera arriba al Cid van acompanñ ando; acompanñ ando ivan mientras eá l iva caçando.


Manuel Muriel ROMANCE DE DONÑ A ALDA En Paríás estaá donñ a Alda, la esposa de don Roldaá n, trescientas damas con ella para la acompanñ ar: todas visten un vestido, todas calzan un calzar, todas comen a una mesa, todas comíáan de un pan, si no era donñ a Alda, que era la mayoral; las ciento hilaban oro, las ciento tejen cendal, las ciento tanñ en instrumentos para donñ a Alda holgar. Al son de los instrumentos donñ a Alda dormido se ha; ensonñ ado habíáa un suenñ o, un suenñ o de gran pesar. Recordoá despavorida y con un pavor muy grande; los gritos daba tan grandes que se oíáan en la ciudad. Allíá hablaron sus doncellas, bien oireá is lo que diraá n: —¿Queá es aquesto, mi senñ ora? ¿quieá n es el que os hizo mal? —Un suenñ o sonñ eá , doncellas, que me ha dado gran pesar: que me veíáa en un monte en un desierto lugar: do so los montes muy altos un azor vide volar, tras deá l viene una aguililla que lo ahíánca muy mal. El azor, con grande cuita, metioá se so mi brial, el aguililla, con gran ira, de allíá lo iba a sacar; con las unñ as lo despluma, con el pico lo deshace. Allíá habloá su camarera, bien oireá is lo que diraá : —Aquese suenñ o, senñ ora, bien os lo entiendo soltar: el azor es vuestro esposo que viene de alleá n la mar, el aá guila sedes vos, con la cual ha de casar, y aquel monte es la iglesia, donde os han de velar. —Si asíá es, mi camarera, bien te lo entiendo pagar. Otro díáa de manñ ana cartas de fuera le traen: tintas veníáan por dentro, de fuera escritas con sangre, que su Roldaá n era muerto en caza de Roncesvalles. Anoá nimo Alba Navarro


ROMANCE DE ABENAÁ MAR —¡Abenaá mar, Abenaá mar, moro de la moreríáa, el díáa que tuá naciste grandes senñ ales habíáa! Estaba la mar en calma, la luna estaba crecida, moro que en tal signo nace no debe decir mentira. Allíá respondiera el moro, bien oireá is lo que diríáa: —Yo te lo direá , senñ or, aunque me cueste la vida, porque soy hijo de un moro y una cristiana cautiva; siendo yo ninñ o y muchacho mi madre me lo decíáa que mentira no dijese, que era grande villaníáa: por tanto, pregunta, rey, que la verdad te diríáa. —Yo te agradezco, Abenaá mar, aquesa tu cortesíáa. ¿Queá castillos son aqueá llos? ¡Altos son y relucíáan! —El Alhambra era, senñ or, y la otra la mezquita, los otros los Alixares, labrados a maravilla. El moro que los labraba cien doblas ganaba al díáa, y el díáa que no los labra, otras tantas se perdíáa. El otro es Generalife, huerta que par no teníáa; el otro Torres Bermejas, castillo de gran valíáa. Allíá habloá el rey don Juan, bien oireá is lo que decíáa: —Si tuá quisieses, Granada, contigo me casaríáa; dareá te en arras y dote a Coá rdoba y a Sevilla. —Casada soy, rey don Juan, casada soy, que no viuda; el moro que a míá me tiene muy grande bien me queríáa. Anoá nimo Karen Osorio


ROMANCE DEL REY MORO QUE PERDIOÁ ALHAMA Paseaá base el rey moro por la ciudad de Granada, desde la puerta de Elvira hasta la de Vivarrambla. «¡Ay de mi Alhama!» Cartas le fueron venidas que Alhama era ganada: las cartas echoá en el fuego, y al mensajero matara. «¡Ay de mi Alhama!» Descabalga de una mula, y en un caballo cabalga; por el Zacatíán arriba subido se habíáa al Alhambra. «¡Ay de mi Alhama!» Como en el Alhambra estuvo, al mismo punto mandaba que se toquen sus trompetas, sus anñ afiles de plata. «¡Ay de mi Alhama!» Y que las cajas de guerra apriesa toquen al arma, porque lo oigan sus moros, los de la Vega y Granada. «¡Ay de mi Alhama!» Los moros que el son oyeron que al sangriento Marte llama, uno a uno y dos a dos juntado se ha gran batalla. «¡Ay de mi Alhama!» Allíá habloá un moro viejo, de esta manera hablara: —¿Para queá nos llamas, rey, para queá es esta llamada?— «¡Ay de mi Alhama!» —Habeá is de saber, amigos, una nueva desdichada: que cristianos de braveza ya nos han ganado Alhama.


«¡Ay de mi Alhama!» Allíá habloá un alfaquíá de barba crecida y cana: —¡Bien se te emplea, buen rey, buen rey, bien se te empleara! «¡Ay de mi Alhama!» Mataste los Bencerrajes, qu’eran la flor de Granada; cogiste los tornadizos de Coá rdoba la nombrada. «¡Ay de mi Alhama!» Por eso mereces, rey, una pena muy doblada: que te pierdas tuá y el reino, y aquíá se pierda Granada.— «¡Ay de mi Alhama!»

Anoá nimo (c. 1500) Paula Pérez


ROMANCE DEL CONDE ARNALDOS ¡Quieá n hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la manñ ana de San Juan! Con un falcoá n en la mano la caza iba a cazar, vio venir una galera que a tierra quiere llegar. Las velas traíáa de seda, la ejercíáa de un cendal, marinero que la manda diciendo viene un cantar que la mar poníáa en calma, los vientos hace amainar, los peces que andan nel hondo arriba los hace andar, las aves que andan volando nel maá stil la faz posar. —Galera, la mi galera, Dios te me guarde de mal, De los peligros del mundo sobre aguas de la mar, de las fustas de los moros, que andaban a saltear—. Allíá habloá el conde Arnaldos, bien oireá is lo que diraá : —Por Dios te ruego, marinero, díágasme ora ese cantar.— Respondioá le el marinero, tal respuesta le fue a dar: —Yo no digo esta cancioá n sino a quien conmigo va.

Anoá nimo Andrés Pomares


LA IMAGEN RESPETADA POR EL INCENDIO - versos 1265 a 1316 San Miguel de la Tumba es un gran monasterio el mar lo cerca todo, eá l yace en medio: el lugar peligroso, donde sufren gran lacerio los monjes que allíá viven en ese monasterio En este monasterio que hemos nombrado, habíáa de buenos monjes (en el) buen convento probado, (un) altar de la Gloriosa rico y muy honrado, en eá l rica imagen, de precio muy granado. Estaba la imagen en su trono sentada, su hijo en sus brazos, cosa es acostumbrada los reyes en redor de ella, estaba bien acompanñ ada, como rica reina de Dios santificada. Teníáa rica corona como rica reina arriba rica toca en lugar de cortina, era bien entallado, de labor muy fina, valíáa maá s este pueblo que la teníáa por vecina. Colgaba delante de ella un buen aventadero, en el lenguaje seglar lo llaman mosquitero: con alas de pavo real lo hizo el obrero, lucíáa como estrellas, semejante al lucero. Cayoá rayo del cielo por los graves pecados, incendioá la iglesia por los cuatro costados, quemoá todos los libros y los panñ os sagrados, por poco que los monjes no fueron quemados. Ardieron los armarios y todos los frontales las vigas, las gateras, los cabríáos, los cumbrales ardieron las ampollas, caá lices y ciriales, sufrioá Dios esa cosa como acepta otras tales. Aunque ese fuego fue tan fuerte y tan quemante, no llegoá a la Duenñ a, ni llegoá al Infante, ni llegoá al abanico que estaba delante, ni le hizo de danñ o un dinero sonante. Gonzalo de Berceo, Los Milagros de Nuestra Señora Juan Jesús Romera


Aquí dize de cómo fue fablar con doña Endrina el Arçipestre ¡Ay, Dios, cuaá n hermosa viene donñ a Endrina por la plaza! ¡Ay, queá talle, queá donaire, queá alto cuello de garza! ¡Queá cabellos, queá boquita, queá color, queá buenandanza! Con saetas de amor hiere cuando los sus ojos alza. Pero tal lugar no era para conversar de amores; acometieá ronme luego muchos miedos y temblores, los mis pies y las mis manos no eran de síá senñ ores, perdíá seso, perdíá fuerza, mudaá ronse mis colores. Unas palabras teníáa pensadas para le decir, la verguü enza ante la gente otras me hace proferir; apenas era yo mismo, sin saber por doá nde ir; mis dichos y mis ideas no conseguíáan seguir. Hablar con mujer en plaza es cosa muy descubierta y, a veces, mal perro atado estaá tras la puerta abierta; es bueno disimular, echar alguna cubierta, pues soá lo en lugar seguro se puede hablar cosa cierta. -"Senñ ora, la mi sobrina, la que en Toledo vivíáa a vos se encomienda mucho, mil saludos os envíáa; si hubiese lugar y tiempo, por cuanto de vos oíáa, tendríáa placer en veros y conoceros querríáa. "Deseaban mis parientes casarme en esta sazoá n con una doncella rica, hija de don Pepioá n; a todos di por respuesta que no la querríáa, no. ¡Mi cuerpo seraá de aquella que tiene mi corazoá n!" Luego, hablando en voz baja, dije que disimulaba porque toda aquella gente de la plaza nos miraba; cuando vi que se marchaban y que ya nadie quedaba comenceá a decir la queja de amor que me lastimaba. Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor David Ruiz


ROMANCE DE LAS HIJAS DEL CID Al cielo piden justicia de los condes de Carrioá n ambas las hijas del Cid, donñ a Elvira y donñ a Sol. A sendos robles atadas dan gritos que es compasioá n, y no las responde nadie, sino el eco de su voz. A los lamentos que hacen por allíá pasoá un pastor, por donde no puso el pie cosa humana, si ahora no; danle voces que se acerque, y eá l no osaba de pavor: -i Pastor, por Dios le rogamos que hayas de noá s compasioá n! i Asíá tus ganados vayan siempre de bien en mejor, tus tiernos hijuelos veas criados en bendicioá n, que desantes nuestras manos, pues que las tuyas no son, como las que nos ataron, de malicia y traicioá n! Estando en estas palabras, el buen Ordonñ o llegoá , en el haá bito de romero, seguá n el Cid le ordenoá . Prestamente las desata, disimulando el dolor; ellas que lo conocieron, juntas lo abrazan las dos; a la una dio su manto ya la otra su ropoá n. Llorando les dice: ¡Primas, secretos del cielo son! No tuvo la culpa el Cid, que el rey fue quien os casoá ; mas buen padre teneá is, primas, que vuelva por vueso honor. Manuel Sánchez Quintana


DICIENDO QUEÁ COSA ES AMOR Es amor fuerça tan fuerte que fuerça toda razoá n; una fuerça de tal suerte, que todo seso convierte en su fuerça y aficioá n; una porfíáa forçosa que no se puede vencer, cuya fuerça porfiosa hacemos maá s poderosa querieá ndonos defender. Es un modo de locura con las mudanças que hace: una vez pone tristura, otra vez causa holgura, como lo quiere y le place; un deseo que al ausente trabaja, pena y fatiga; un recelo que al presente hace callar lo que siente, temiendo pena que diga. Todas estas propiedades tiene el verdadero amor; el falso, mil falsedades, mil mentiras, mil maldades como fengido traidor; el toque para tocar cuaá l amor es bien forjado, es sofrir el desamar, que no puede comportar el falso sobredorado. Jorge Manrique, Poesía Sofía Sánchez


COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE VIII Ved de cuaá n poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, que, en este mundo traidor, aun primero que muramos las perdemos. Dellas deshaze la edad, dellas casos desastrados que acaeçen, dellas, por su calidad, en los maá s altos estados desfallescen. IX Dezidme: La hermosura, la gentil frescura y tez de la cara, la color e la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuaá l se para? Las manñ as e ligereza e la fuerça corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega el arrabal de senectud. Jorge Manrique Andrés Cervilla


Cuadernas 697-701 El galaá n enamorado se acerca finalmente a donñ a Endrina y, despueá s de contarle una historia falsa para atraer su atencioá n, le declara su amor. Sin embargo, donñ a Endrina lo rechaza, y eá l, entonces, acordaá ndose de los consejos de don Amor, decide recurrir a una alcahueta, una trotaconventos, mujeres que hacíáan de intermediarias o terceras y encubridoras en las relaciones amorosas. Busqueá trotaconventos qual me mandoá el Amor, de todas las maestras escogíá la mejor, Dios e la mi ventura, que me fue guiador, açerteá en la tienda del sabio corredor 698 Falleá una vieja qual avíáa menester, artera134 e maestra e de mucho saber, donñ a Venus por Paá nfilo non pudo maá s faser de quanto fiso aqueá sta por me faser plaser. 699 Era vieja buhona destas que venden joyas: eá stas echan el lazo, eá stas cavan las foyas, non hay tales maestras como eá stas viejas troyas eá stas dan la maçada: si as orejas, oyas. 700 Como lo an de uso estas tales buhonas, andan de casa en casa vendiendo muchas donas, non se reguardan d'ellas, estaá n con las personas, fasen con el mucho viento andar las ataonas. 701 Desque fue en mi casa esta vieja sabida, díáxele: «Madre senñ ora, tan bien seades venida, en vuestras manos pongo mi salud e mi vida, si vos non me acorredes, mi vida es perdida». […] Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor Didina Blanes


AFRENTA DE CORPES En el robledo de Corpes entraron los de Carrioá n, los robles tocan las nubes, ¡tan altas las ramas son! Las bestias fieras andan alrededor. Hallaron una fuente en un vergel en flor; mandaron plantar la tienda los infantes de Carrioá n, allíá pasaron la noche con cuantos con ellos son; con sus mujeres en brazos demueá stranles amor; ¡mal amor les mostraron en cuanto salioá el sol! […] […] Todos se habíáan ido, ellos cuatro solos son, asíá lo habíáan pensado los infantes de Carrioá n: «Aquíá en estos fieros bosques, donñ a Elvira y donñ a Sol, vais a ser escarnecidas, no debeá is dudarlo, no. Nosotros nos partiremos, aquíá quedareá is las dos; «no tendreá is parte en tierras de Carrioá n. «Llegaraá n las nuevas al Cid Campeador, «asíá nos vengaremos por lo del leoá n». Los mantos y las pieles les quitan los de Carrioá n, con soá lo las camisas desnudas quedan las dos, los malos traidores llevan zapatos con espoloá n, las cinchas de sus caballos aá speras y fuertes son. Cuando esto vieron las damas asíá hablaba donñ a Sol: «Don Diego y don Fernando, os rogamos por Dios, dos espadas teneá is, fuertes y afiladas son, el nombre de una es Colada, a la otra dicen Tizoá n, cortadnos las cabezas, maá rtires seremos nos. Moros y cristianos hablaraá n de vuestra accioá n, diraá n que no merecimos el trato que nos dais vos. Esta accioá n tan perversa no la hagaá is con nos si asíá nos deshonraá is, os deshonrareá is los dos; ante el tribunal del rey os demandaraá n a vos». Lo que ruegan las duenñ as de nada les sirvioá . Comienzan a golpearlas los infantes de Carrioá n; con las cinchas de cuero las golpean sin compasioá n; asíá el dolor es mayor, los infantes de Carrioá n: de las crueles heridas limpia la sangre brotoá . Si el cuerpo mucho les duele, maá s les duele el corazoá n. ¡Queá ventura tan grande si quisiera el Criador que en este punto llegase mio Cid el Campeador!


Natalia Pérez Síárvela, no te canses, sirviendo el amor crece... »Síárvela, no te canses, sirviendo el amor crece; homenaje bien hecho no muere ni perece, si tarda, no se pierde; el amor no fallece pues siempre el buen trabajo todas las cosas vence. »Agradeá cele mucho cuanto ella por ti hiciere, ensaá lza10 en maá s precio de lo que ello valiere no te muestres tacanñ o en lo que te pidiere ni seas porfiado contra lo que dijere. »Busca muy a menudo a la que bien quisieres, no tengas de ella miedo cuando tiempo tuvieres; verguü enza no te embargue si con ella estuvieres: perezoso no seas cuando la ocasioá n vieres. »Si la mujer encuentra un haragaá n cobarde dice luego entre dientes: -¡Fuera, que se hace tarde! Si a una dama cortejas, tu ropoá n no te enfarde, que tu vestido airoso haga del talle alarde. »La pereza excesiva es miedo y cobardíáa, pesadez y vileza, suciedad y astrosíáa; por pereza perdieron muchos mi companñ íáa, por pereza se pierde mujer de gran valíáa. Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor Ana Belén Galindo


Elogio de la mujer chiquita Quiero abreviar, senñ ores, esta predicacioá n porque siempre gusteá de pequenñ o sermoá n y de mujer pequenñ a y de breve razoá n, pues lo poco y bien dicho queda en el corazoá n. De quien mucho habla, ríáen; quien mucho ríáe es loco; hay en la mujer chica amor grande y no poco. Cambieá grandes por chicas, mas las chicas no troco. Quien da chica por grande se arrepiente del troco. De que alabe a las chicas el Amor me hizo ruego; que cante sus noblezas, voy a decirlas luego. Loareá a las chiquitas, y lo tendreá is por juego. ¡Son fríáas como nieve y arden maá s que el fuego! Son heladas por fuera pero, en amor, ardientes; en la cama solaz, placenteras, rientes, en la casa, hacendosas, cuerdas y complacientes; vereá is maá s cualidades tan pronto pareá is mientes. En pequenñ o jacinto yace gran resplandor, en azuá car muy poco yace mucho dulzor, en la mujer pequenñ a yace muy gran amor, pocas palabras bastan al buen entendedor. Es muy pequenñ o el grano de la buena pimienta, pero maá s que la nuez reconforta y calienta: asíá, en mujer pequenñ a, cuando en amor consienta, no hay placer en el mundo que en ella no se sienta. Como en la chica rosa estaá mucho color, Como en oro muy poco, gran precio y gran valor, como en poco perfume yace muy buen olor, asíá, mujer pequenñ a guarda muy gran amor. Como rubíá pequenñ o tiene mucha bondad, color virtud y precio, nobleza y claridad, asíá, la mujer chica tiene mucha beldad,


hermosura y donaire, amor y lealtad. Chica es la calandria y chico el ruisenñ or, pero maá s dulce cantan que otra ave mayor; la mujer, cuando es chica, por eso es auá n mejor, en amor es maá s dulce que azuá car y que flor. Son aves pequenñ uelas papagayo y orior, pero cualquiera de ellas es dulce cantador; gracioso pajarillo, preciado trinador, como ellos es la dama pequenñ a con amor. Para mujer Pequenñ a no hay comparacioá n: terrenal paraíáso y gran consolacioá n, recreo y alegríáa, placer y bendicioá n, mejor es en la prueba que en la salutacioá n. Siempre quise a la chica maá s que a grande o mayor; ¡escapar de un mal grande nunca ha sido un error! Del mal tomar lo menos, díácelo el sabidor, por ello, entre mujeres, ¡la menor es mejor! Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor Irene Moreno


ROMANCERO Y CANCIONERO ANOÁ NIMO Levantoá se la casada una manñ ana al jardíán, dicen que a gozar del fresco: « ¡Maá s le valiera dormir! » Esperando a su galaá n a suenñ o breve y sutil, le ha dado amor mala noche. «¡Maá s le valiera dormir! » Sobre la madeja bella que al amor revuelve en síá sale arrojando una roca. «¡Maá s le valiera dormir!» Gorguera saca de negro, turquesado el faldellíán, y a medio vestir la ropa. «¡Maá s le valiera dormir!» A la salida del huerto torcido se le ha un chapíán, de que quedoá lastimada. «¡Maá s le valiera dormir!» Pasando maá s adelante al coger un alhelíá le picoá el dedo una abeja. «¡Maá s le valiera dormir!» Con tanto azar no descansa; sale enamorada al fin buscando a aquel que bien ama. «¡Maá s le valiera dormir!» Aquíá mira, aquíá se para; nada halla aquíá ni allíá, hasta ver lo que no quiso. «¡Maá s le valiera dormir!» A su amante halla muerto, y al marido junto a síá, que rematoá entrambas vidas. «¡Maá s le valiera dormir!» Isatou Colley


Romance de la mano muerta I La ninñ a tiene un amante que escudero se decíáa; el escudero le anuncia que a la guerra se partíáa. -Te vas y acaso no tornes. -Tornareá por vida míáa. Mientras el amante jura, diz que el viento repetíáa: ¡Malhaya quien en promesas de hombre fíáa! II El conde con la mesnada de su castillo salíáa: ella, que lo ha conocido, con gran afliccioá n gemíáa: -¡Ay de míá, que se va el conde y se lleva la honra míáa! Mientras la cuitada llora, diz que el viento repetíáa: ¡Malhaya quien en promesas de hombre fíáa! III Su hermano, que estaba allíá, eá stas palabras oíáa: -Nos has deshonrado, dice. -Me juroá que tornaríáa. -No te encontraraá si torna, donde encontrarte solíáa. Mientras la infelice muere, diz que el viento repetíáa: ¡Malhaya quien en promesas de hombre fíáa! IV Muerta la llevan al soto,


la han enterrado en la umbríáa; por maá s tierra que la echaban, la mano no se cubríáa; la mano donde un anillo que le dio el conde teníáa. De noche sobre la tumba diz que el viento repetíáa: ¡Malhaya quien en promesas de hombre fíáa! Khaoula Goumara


Romance de Rosaflorida En Castilla estaá un castillo, que se llama Rocafrida; al castillo llaman Roca, y a la fonte llaman Frida. El pie teníáa de oro y almenas de plata fina; entre almena y almena estaá una piedra zafira; tanto relumbra de noche como el sol a mediodíáa. Dentro estaba una doncella que llaman Rosaflorida; siete condes la demandan, tres duques de Lombardíáa; a todos les desdenñ aba, tanta es su lozaníáa. Enamoroá se de Montesinos de oíádas, que no de vista. Una noche estando asíá, gritos da Rosaflorida; oyeá rala un camarero, que en su caá mara dormíáa. -"¿Qu'es aquesto, mi senñ ora? - ¿Qu'es esto, Rosaflorida? "O tenedes mal de amores, o estaá is loca sandíáa." -"Ni yo tengo mal de amores, ni estoy loca sandíáa, "mas llevaá sesme estas cartas a Francia la bien guarnida; "dieá seslas a Montesinos, la cosa que yo maá s queríáa; "dile que me venga a ver para la Pascua Florida; "darle he siete castillos los mejores que hay en Castilla;


"y si de míá maá s quisiere yo mucho maá s le daríáa: "darle he yo este mi cuerpo, el maá s lindo que hay en Castilla, "si no es el de mi hermana, que de fuego sea ardida." Vicente Jiménez


Romance de las quejas de Donñ a Lambra -Mal me quieren en Castilla los que me habíáan de aguardar; os hijos de donñ a Sancha mal han amenazado me han, que me cortaríáan las faldas por vergonzoso lugar, y cebaríáan sus halcones dentro de mi palomar, y me forzaríáan mis damas, casadas y por casar; mataá ronme un cocinero so faldas de mi brial; si desto no me vengais, yo mora me ireá a tornar. Allíá habloá don rodrigo, bien oireá is lo que diraá : -Calledes, la mi senñ ora, vos no digades atal, de los Infantes de Salas yo vos pienso de vengar; telilla les tengo ordida, bien se la cuido tramar, que nacidos y por nacer, dello tengan que contar. Fatima Gouait


Romance del enamorado y la muerte Un suenñ o sonñ aba anoche, sonñ ito del alma míáa, sonñ aba con mis amores que en mis brazos la teníáa. Vi entrar senñ ora tan blanca muy maá s que la nieve fríáa. - ¿Por doá nde has entrado amor? ¿Coá mo has entrado mi vida? Las puertas estaá n cerradas, ventanas y celosíáas. - No soy el amor, amante: la Muerte que Dios te envíáa. - ¡Ay, Muerte tan rigurosa, deá jame vivir un díáa! - Un díáa no puede ser, una hora tienes de vida. Muy de prisa se calzaba, maá s de prisa se vestíáa; ya se va para la calle, en donde su amor vivíáa. - ¡AÁ breme la puerta, blanca, aá breme la puerta ninñ a! - ¿Como te podreá yo abrir si la ocasioá n no es venida? Mi padre no fue al palacio, mi madre no estaá dormida. - Si no me abres esta noche, ya no me abriraá s querida; la Muerte me estaá buscando, junto a ti vida seríáa. - Vete bajo la ventana donde ladraba y cosíáa, te echareá cordoá n de seda para que subas arriba, y si el cordoá n no alcanzare mis trenzas anñ adiríáa. La fina seda se rompe; la Muerte que allíá veníáa: - Vamos, el enamorado, que la hora ya estaá cumplida.

Hanane El Abdellaoui


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