EXIT #57 · Reconstruyendo la historia / Reconstructing History

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RECONSTRUYENDO LA HISTORIA RECONSTRUCTING HISTORY

Eleanor Antin · Mikel Bastida Condé & Beveridge · Thomas Demand Stan Douglas · Óscar Farfán Samuel Fosso · Richard Kolker Emeric Lhuisset · Cristina de Middel Yasumasa Morimura · Jim Naughten Griffin & O’Leary · Ann-Sofi Sidén Paolo Ventura


1 PARTE PUBLICIDAD CHANEL


2 PARTE PUBLICIDAD CHANEL


G A L E R I A

H E L G A

D E

A L V E A R

DR. FOURQUET 12, 28012 MADRID. TEL:(34) 91 468 05 06 FAX:(34) 91 467 51 34 e-mail:galeria@helgadealvear.com www.helgadealvear.com

15 de enero – 16 de mayo de 2015

Isaac Julien “Playtime”

25 de febrero – 1 de marzo de 2015

ARCOmadrid Booth 7A05 Katharina Grosse Candida Höffer 16 – 19 de abril de 2015

ART COLOGNE 2015 21 de mayo – 30 de junio de 2015

Axel Hütte

18 – 21 de junio de 2015

Art Basel

CENTRO DE ARTES VISUALES FUNDACIÓN HELGA DE ALVEAR Las Lágrimas de las Cosas P r o y e ct o de Ma rt a G i li 26 de abril de 2014 — 5 de abril de 2015 Cáceres, España

www.fundacionhelgadealvear.es/apps


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Stan Douglas. Coat Check, 1974, 2013. Courtesy the artist, David Zwirner, New York / London and Victoria Miro, London.


RECONSTRUYENDO LA HISTORIA RECONSTRUCTING HISTORY


Agradecimientos / Acknowledgements Eunice Kim - Hasted Kraeutler; Concha de Aizpuru, Galería Juana de Aizpuru; Jean Marc Patras; Ricardo García, La New Gallery; Barbara Thumm - Galerie Barbara Thumm; Stephen Romano - Stephen Romano Gallery. Y a todos los artistas y autores que han participado en este número. And all the artists and authors that have contributed to this issue.

EXIT – Imagen y Cultura– es una publicación trimestral de Proyectos Utópicos, S. L. EXIT – Image & Culture – is published quarterly by Proyectos Utópicos, S. L.


PORTADA / COVER

Samuel Fosso. Martin Luther King Speaking, African Spirits series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marc Patras Galerie.


Directora y editora / Publisher Editor Rosa Olivares / editor@exitmedia.net Editor Adjunto / Managing Editor Sergio Rubira Gutiérrez / proyectos@exitmedia.net Documentación / Research Rocío López / documentacion@exitmedia.net Redacción / Editorial Staff  Javier D. Box, Semíramis González, Clara López Equipo Asesor / Advisory Committee  Jens Friis, Laura González, Marta Gili, Gerardo Montiel Klint, Urs Stahel, Paul Wombell, Willem Van Zoetendaal Diseño / Design  Adrián y Ureña, S. L. Rediseño / Redesign  José María Balguerías y Jaime Narváez Publicidad / Advertising  Isabel del Busto / publi@exitmedia.net (Tel. 617 429 755); Rocío Sánchez (Tel. 661 303 764) Suscripciones / Subscriptions  suscripciones@exitmedia.net Administración / Accounting Marjorie Urdaneta gerencia@exitmail.net Oficinas, Redacción y Publicidad / Main Offices  España: Juan de Iziar, 5 · 28017 Madrid. T. +34 91 404 97 40 / F. +34 91 326 00 12 México: Río Pánuco, 138 Colonia Cuauhtémoc · 06500 México D.F. E-mail: redaccion@exitmedia.net Website: www.exitmedia.net Distribución / Distribution España: Cataclismo Tel. +34 91 405 84 85 Fax +34 91 326 00 12 pedidos@cataclismo.net Internacional: Idea Books Nieuwe Herengracht, 11 · 1011 RK Amsterdam · Netherlands Tel. +31 20 622 61 54 Fax +31 20 620 92 99 idea@ideabooks.nl Números anteriores / Back Issues  Cataclismo Tel. +34 91 405 84 85 Fax +34 91 326 00 12 pedidos@cataclismo.net

Este número de EXIT es resultado del proyecto I+D+i “Los lugares del arte” (ref. HAR2010-19406) . Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o transmitida por ningún medio sin el permiso escrito del editor. All rights reserved. No part of this publication may be reproduced or transmitted by any means without written permission from the publisher. © of the edition: Proyectos Utópicos, S. L., © of the images: its authors © of texts: its authors, © of translations: its authors © of authorised reproductions: VEGAP. Madrid, 2015. EXIT is member of the Asociación de Revistas Culturales de España, ARCE, and the Centro Español de Derechos Reprográficos, CEDRO. Printed in Spain / Printed by Brizzolis, Madrid. D.L.: M-4001-2012 / ISSN: 1577-272-1

GOBIERNO DE ESPAÑA

MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE

Esta revista ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Tom Hunter. Flashback series, 2009. Courtesy of the artist.


SUMARIO / CONTENTS Editorial CuĂŠntame un cuento Tell Me a Tale

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Rosa Olivares

Pintura de historia History Painting

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Sergio Rubira

Historias Stories

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Retorno al pasado The Past Revisited

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GalerĂ­a de retratos 100 Gallery of Portraits Es la guerra 118 It is War


Editorial

Cuéntame un cuento Rosa Olivares

Decía la canción popular: “cuéntame un cuento y verás que feliz me duermo”. Y nació la historia. La historia como literatura, como narración, o en su deriva como cuento. Como cuento chino, es decir, exótico, extraño, lejano, absurdo. Con el paso del tiempo la historia se convirtió en algo imprescindible, la memoria de los tiempos pasados, algo muy serio que había que estudiar, aprender, memorizar… para conociendo el pasado entender el presente y no volver, en el futuro, a cometer los mismos errores. Con el tiempo, aquellos cuentos que nos contaban para que nos durmiéramos han convertido nuestros sueños en pesadillas. Con el tiempo hemos aprendido que la historia es una ficción, efectivamente, pero de las peores. Sin libertad, escrita al dictado de los intereses de gobiernos contemporáneos, más vinculada con el momento en que se escribe que con lo que en realidad sucedió… ¿en realidad sucedió? A ciencia cierta no sabríamos distinguir entre lo que realmente sucedió y cualquier otra cosa, todo depende de que la historia, como un periodismo que cruza los siglos, nos diga que es verdad, que esto sucedió así. Nunca quedan testigos para contar lo que pasó de verdad… si quedase alguno, seguramente contaría una verdad parcial, sesgada, subjetiva, media verdad. Así las cosas admitamos que la historia es una simple y perversa creación de cada época y de cada lugar. Cada guerra la cuentan de una forma diferente vencedores y vencidos, hasta hacernos pensar que se trata de dos guerras diferentes; las crónicas oficiales dependen de los intereses del momento. Quien fue un héroe nos aparece como un traidor y una reina boba y gorda pasará a la historia, escrita por sus propios escribanos, como un ejemplo de inteligencia y perfección. Esa es la his-

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toria: la gran mentira de nuestros orígenes, un cuento que reescribimos continuamente. Una verdad infinita llena de pequeñas, sucias, absurdas mentiras. Y casi siempre, una historia parcial y mal contada. Pero, finalmente, es una suerte que cada cual pueda reescribir la historia, no solamente la suya propia e individual, sino la de todos, la del país, la del mundo. Esos grandes hechos históricos que se convierten en historia desde que surge la escritura y que antes de ese punto temporal ólo son leyendas. Los dioses se convierten en reyes, los héroes en guerreros, y la historia sigue. Esta posibilidad casi infinita, pues el pasado es casi tan infinito como el futuro (y casi igual de desconocido a juzgar por lo que cada día se descubre anulando lo que parecía ser incuestionable), ha permitido al hombre desarrollar su ingenio y al arte crear, entre otras cosas, la pintura de historia. Una pintura aburrida como pocas, falsa como todas y que se utilizaría más como propaganda que como investigación, un realismo hueco y plañidero, una belleza de cartón piedra. Escenografías del poder contadas por los artistas del poder, la quintaesencia de la historia oficial, esa que casi todos sabemos que es más falsa que las historias infantiles y que, como ellas, está llena de sentidos ocultos, de brujas, ogros y lobos feroces acechando detrás de las cortinas, de los árboles del bosque, de las torres de los palacios. Fue una pintura efímera por su propia intención de agradar, algo imperdonable en todo arte, la verdad. En cualquier caso, el tiempo pasó y, cuenta la historia, que esa idea de escenografiar las historias no solamente llegó al teatro, sino a la propia narración y por supuesto a la representación de los hechos históricos. La teatralización de la historia era algo inevitable,


sobre todo para las historias grandilocuentes llenas de heroísmo y fatalidad que nos cuentan los libros, donde nada es sencillo, puede ser casual pero nunca sencillo. Teatralidad, escenografía, grandilocuencia, todo ello inevitable e incluso necesario para contar mentiras, bellas mentiras. Lo que casi nunca se ha utilizado es el sentido del humor, ese cinismo crítico tan querido hoy en día. Porque en su inevitable trascurso, queridos lectores, la historia ha llegado hasta hoy, mejor dicho hasta ayer y ha coincidido con la fotografía. La fotografía es la mejor manera conocida hasta hoy de contar una mentira con toda la apariencia, la simbología y los atributos de la verdad, nada mejor para recontar, de hecho la fotografía surge para inmortalizar (que bella e histórica palabra) cosas muertas, seres muertos. Para parar el tiempo y sus protagonistas, encerrándolos en una capsula de papel ya para siempre jamás, colorín colorado. Como si fuera un cuento infantil, como si fuera arte, como si fuera historia. La fotografía, sin embargo, plantea más problemas que la pintura, nace en un momento en el que la libertad parece ya un derecho admitido por casi todos, está al alcance de cualquiera y en su bruma de blanco y negro, de artificialidad cinematográfica, encierra mucho más de lo que se ve a primera vista. Aquí la teatralidad resulta tan obvia que hay que tomársela con sentido del humor, algo que está ausente de toda la historia contada por ella misma. La fotografía, además, no se centra solamente en momentos gloriosos que marcaron los grandes caminos históricos, sino en todo aquello que ha llegado hasta hoy por caminos tortuosos, por la puerta de atrás, sin gloria alguna. Las historias malditas, las historias pequeñas, esas que seguramente son más verdaderas o al menos más ejemplares que las otras, las que no están en los libros que estudiamos. Las anécdotas, los personajes ocultos, aquellos que seguramente fueron los protagonistas de los grandes cambios, porque de las batallas ganadas se recuerda a los generales, a los reyes, pero nadie recuerda a los miles de muertos que hicieron posible la victoria, ni a los que hicieron posible la derrota. Muertos invisibles

salvo para los cientos de miles de sus familias, hijos, hermanos… que también han querido dejar huella de su paso. Las brujas que fueron quemadas y de las que apenas sabemos el lugar, nunca los nombres, nunca los detalles, porque la vergüenza, los errores, las atrocidades, se cuentan rápidamente, de pasada, en letra pequeña, en voz baja. Pero la fotografía, y más tarde el cine, las vuelven a colocar en su sitio, en primer plano, les ponen rostros (otros pero iguales), les dan una nueva vida, una nueva presencia. Reescribir la historia hoy significa reescribir quienes somos, reconsiderar lo que creíamos bueno y lo que nos dijeron que era malo. Pensar quiénes somos y comprender que los vencidos somos siempre nosotros, testigos, estudiantes, espectadores mudos de una obra de teatro sólo regular. Las fotografías que llenan las siguientes páginas están realizadas por hombres y mujeres de diferentes edades, nacionalidades e ideologías. Todos ellos retoman hechos, figuras, momentos de la historia general, de sus países o de otros lugares. Todos ellos las reinterpretan de formas que se alejan y se acercan a la pintura de historia, unas veces como homenaje otras como burla. Especial atención tienen los personajes, esa importancia de las caras , del retrato se convierte aquí en autorretrato, en el disfraz como identidad, en esa idea de yo soy otro, tal vez porque ciertamente todos somos ese otro al que nunca acabamos de comprender y que habita dentro de nosotros y veranea en las páginas de los libros de historia. Entre burlas y homenajes, entre verdades y mentiras, la fotografía, los fotógrafos, los artistas más característicos de hoy, retoman la narración de la historia, para transformarla, revitalizarla, quitarle majestuosidad y grandilocuencia, convirtiendo la teatralidad en una simple puesta en escena, dando una visión actual de la historia de ayer. A la vez estamos ante una rebelión y ante otra vez la historia contada en otro tiempo, una vuelta de tuerca, otra revisión que esta vez admite datos, testigos y formas que nunca antes habían tenido lugar en ninguna narración. Continuará.

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Thomas Demand. Balconies, 1997.


Thomas Demand. Camera, 2007


Editorial

Tell Me a Story Rosa Olivares

There was a popular song that went: “tell me a story and you’ll see how I sleep merrily”. And history was born; history as literature, as narrative, or in its derivative, as story; as tall tale, or as exotic, strange, far out or absurd yarn. Over time history became essential, the memory of the past, something very serious that had to be studied, learned, memorized…so that, with knowledge of the past, one could understand the present and avoid repeating the same errors in the future. The stories we were told so we would go to sleep have become our nightmares. We have learned that history is actually fiction of the worst kind, without freedom, written at the dictates of the interests of contemporary governments, more related to the times in which it is written than with what really happened… Did it really happen? We could not distinguish with certainty what really happened from anything else. It all depends on whether the history, like a journalism that crosses centuries, tells us what the truth is, that this happened so. There are never any witnesses to tell what really happened… if there were any, they would surely tell a partial, biased, subjective, halftruth. This being the case let us admit that history is simply a perverse creation of each era and each place. Every war is described differently by the victors and the vanquished, to the point of leading us to believe they are referring to two different wars. The official chronicles depend on the interests of the times. Someone who was a hero seems to us like a traitor, and a fat and foolish queen will go down in history, written by her own scribes, as an example of intelligence and perfection. That is history: the great lie of our origins, a story we continually rewrite, an

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endless truth full of absurd little dirty lies, and almost always a partial and poorly told history. Ultimately, however, it is fortunate that everyone can rewrite history, not only their own individual history, but also that of everyone else, that of the whole country, the whole world. They can rewrite the historic events that became history when writing emerged, and that until then had merely been legends. The gods become kings, the heroes become warriors, and history continues. This possibility is virtually infinite, for the past is almost as infinite as the future (and almost equally unknown judging by the things that are discovered every day revoking what had previously seemed unquestionable). It has enabled man to develop his ingenuity and to create art, such as history painting, which ranks high among the most boring painting, as false as any, with its flat empty realism and fabricated beauty, it was more often used as propaganda than as exploration. Scenes of power told by artists of power, the quintessence of the official history, the one almost all of us know. It is falser than children’s stories and, like them, it is full of hidden meanings, witches, ogres and big bad wolves lurking behind the curtains, behind the trees in the forest, behind the palace towers. It was an ephemeral painting because of its intention to please, something truly unpardonable in all art. In any case, time passed and, as the story goes, the idea of staging histories did not only makes its way into theatre, but also into the narrative form itself, and, of course, into the representation of historic events. The dramatization of history was inevitable, especially for the grandiloquent histories


full of heroism and fatality related in books, where nothing is simple, maybe fortuitous but never simple. Theatricality, staging and grandiloquence are all inevitable and even necessary for telling lies, beautiful lies. What has hardly ever been used is sense of humour, that critical cynicism so beloved these days. Indeed, in its inevitable passing, dear readers, history has arrived to today, or rather, to yesterday, and it has coincided with photography. Photography is the best way we have ever found to tell a lie with all the semblance, symbolism and attributes of truth. There can be nothing better for recounting. In fact, photography arose to immortalize (what a beautiful and historical word) dead things, dead beings, to stop time and its protagonists, enclosing them in a paper capsule forevermore, and happily ever after. As if it were a children’s story, as if it were art, as if it were history. Photography, however, poses more problems than painting does. It is born at a time when freedom seems to be an almost universally-accepted right. Photography is within anyone’s reach and in its black-andwhite haze, its filmic artificiality, it contains much more than it would seem at first sight. Here the theatricality is so obvious that it must be taken with a sense of humour, something that is absent from every history told by itself. Photography, moreover, does not focus only on the glorious milestones along the great historical paths, but on everything that has reached the present by way of winding paths, through the back door, deprived of glory. It tells the cursed stories, the small stories, those that are surely truer or at least more exemplary than the others, those absent from the books we study. It tells the anecdotes, of the hidden personages, those who were surely the protagonists of the great changes. To be sure, of the victorious battles, the generals and kings are those who are remembered. No one remembers the thousands of dead who made the victory possible, or those who made the defeat possible. These dead were invisible to all but the hundreds of

thousands of families, children, brothers…who have also wanted to leave a trace of their passage. Of the witches who were burnt we might know a location, but we never know the names or the details, because the shame, the errors and the atrocities are described briefly, in passing, in small print, in hushed voices. However, photography, and later film, puts them back in their place, in the foreground. It gives them faces (different yet equal ones). It gives them a new life, a new presence. Rewriting history today means rewriting who we are, reconsidering what we believed was good and what we were told was bad, thinking about who we are and understanding that we are always the vanquished, the witnesses, the students, the mute spectators of a mediocre theatre play. Men and women of different ages, nationalities and ideologies made the photographs that fill the following pages. They all revisit events, figures, or moments from the general history of their countries or of other places. They all reinterpret them in ways that depart from or approach history painting, sometimes as homage, other times as mockery. Special attention is placed on the characters. Here, the importance of faces, of the portrait, becomes self-portrait, disguise as identity, the idea that ‘I am other’, perhaps because we are all that other whom we never fully understand, who lives within us and holidays on the pages of history books. Between spoofs and homage, truths and lies, the most characteristic contemporary photographers, photo artists, remake the narration of history, to transform it, revitalize it, divest it of majesty and grandiloquence, convert it into theatricality in a simple staging, giving the history of yesteryear a contemporary look. At the same time, we are before a rebellion and before the story told again in another time, with another twist, another revision including information, witnesses and forms that had never before found a place in any narrative. To be continued. TRANSLATED BY DENA ELLEN COWAN

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Thomas Demand. Detail XI, 1997.


Thomas Demand. Embassy VIIa, 2007.


Pintura de historia Sergio Rubira

En 1791, Jacques-Louis David hacía público en el Salón de París un gran dibujo que representaba uno de los acontecimientos fundamentales de la Revolución francesa: el Juramento del Juego de Pelota del 20 de junio de 1789. Un hecho que se considero el detonante de todo lo que vino después. Los diputados del Tercer Estado se habían retirado a un edificio cercano al Palacio de Versalles, donde el rey Luis XVI había convocado los Estados Generales ante la crisis que vivía Francia, y habían prometido no abandonar su encierro hasta que se aprobara el establecimiento de una Constitución para el país. A ellos se habían unido bastantes miembros del clero, que formaba el Segundo Estado, y muy pocos, sólo dos, del Primer Estado, compuesto por la aristocracia, que temía perder sus privilegios. Finalmente, y debido a su resistencia y a que cada vez tenían más apoyos, incluso entre los nobles, Luis XVI tuvo que capitular y aceptó la institución de una Asamblea Nacional Constituyente como se habían proclamado a sí mismos. Días después se produciría la Toma de la Bastilla, símbolo del triunfo de las ideas revolucionarias. El dibujo de David era el boceto preparatorio para un cuadro que nunca llegó a realizarse. Se trataba de un proyecto que había pensado el artista sin que nadie se lo encargara –ya no dependía de los caprichos del monarca o de los de su familia, no necesitaba acatar las comisiones y las normas de la Academia–, y que el Club Jacobino –al que pertenecía y del que llegaría a ser presidente poco después, muy poco después, cuando empezó a radicalizarse para terminar siendo el soporte de ese régimen sangriento de la guillotina que dirigía Maximilien Robespierre–, había asumido como propio, estableciendo un sistema de suscripción que ayudaría

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a sufragar los gastos, aunque no tuvo el éxito esperado y la cifra que se consideró no fue alcanzada. Las críticas tampoco fueron buenas. Había fallos en la composición y en las figuras, sin duda, pero era un esbozo, no estaba acabado. Sin embargo, los reparos que le pusieron escondían otro motivo. Tenían más que ver con algunos de los personajes retratados y el ambiente político de ese momento, que con la calidad artística del dibujo. Muchos de los que habían participado en ese Juramento del Juego de Pelota, habían empezado a ser cuestionados, ya no eran considerados héroes. Algunos incluso eran juzgados cómplices del monarca, traidores a la causa revolucionaria. Las posiciones se estaban haciendo extremas e irreconciliables. Resultaba difícil mantenerse moderado porque la sospecha reinaba y esa postura incomodaba. David decidió entonces no acabar el cuadro y la cuchilla de la guillotina terminó cortando las cabezas de algunos de los retratados. El tiempo de la pintura no pudo responder al ritmo de la Historia que iba demasiado rápido. No obstante, se había producido un desplazamiento. Ya no era necesario remitirse al pasado clásico, al de la tradición grecolatina, a los hechos legendarios de las antiguas Grecia y Roma, porque lo que estaba sucediendo era igual de trascendente, podía equipararse porque comenzaba un mundo nuevo, un régimen distinto. Escribió al presidente de la Asamblea Nacional: “La historia de ningún pueblo me ofrece nada tan grande, tan sublime como este Juramento del Jeu de Paume que yo debo pintar. No, no necesitaré invocar a los dioses de la fábula para excitar mi genio”. Lo habían intuido ya algunos pintores ingleses y americanos que se adelantaron a David representando algunos hechos


Eleanor Antin. The Artist’s Studio, The Last Days of Pompeii series, 2001. Courtesy of the artist and Ronald Feldman Fine Arts.


de las guerras, la de los Siete Años y la de la Independencia, que habían tenido lugar en territorio norteamericano, y a quienes pronto seguirían otros de distintas nacionalidades, aunque fueron excepcionales. Tampoco era necesario el disimulo, el presente podía explicarse por sí mismo, no había que acudir al canon, y los ejemplos de virtud no necesitaban disfrazarse con túnicas y togas, ahora vestían hopalandas y pantalones. De hecho, David abandonó esa idea a medida que hacía los esbozos para cada uno de los retratos de los diputados. En un principio, en su álbum de dibujos, los había pensado desnudos, como esculturas helenísticas, o con túnicas, como senadores, pero no tardó en ponerles camisa, calzas y levitas. No resultaba adecuado transformar un hecho tan relevante en un baile de máscaras, por mucho que la norma neoclásica lo pidiera. El juramento ya no era el que hicieron los Horacios, de lectura demasiado ambigua, que contentaba a unos y a otros, a los conservadores y a los progresistas: Horacio podía ser considerado como el rey padre o como una alegoría ilustrada del estado y su historia podía relacionarse con una llamada a luchar por la monarquía o con la renuncia al beneficio individual por el bien común del que hablaba el Contrato Social de Jean-Jacques Rousseau. Había llegado el momento en el que tampoco Sócrates y Séneca necesitaban sacrificarse una y otra vez por Atenas y Roma, ya lo iban a hacer Louis-Michel Lepeletier, marqués de Saint-Fargeau, Jean-Paul Marat, el amigo del pueblo, y Joseph Bara, el tamborilero adolescente, que fueron asesinados por la Revolución o a causa de ella. Había que construir las imágenes de estos mártires, y David volvió a hacerlo, pero cambió la historia, la contó de forma diferente, de un modo interesado, como ha sucedido siempre. Esos retratos de moribundos ilustres no eran únicamente un homenaje, sino que debían servir de propaganda de las ideas jacobinas, fueron utilizadas para justificar lo que estaba viniendo, el Terror. Por eso, la hija de Lepeletier, monárquica, destruyó la pintura de su padre cuando se la dieron. No quería recordar que el marqués de SaintFargeau había votado a favor de la ejecución de Luis XVI. Con La muerte de Bara se fue más allá, porque se pensó como una manera de alentar a los jóvenes a que participaran en las guerras que se estaban librando debido a que los alistamientos habían descendido. Se les prometía incluso un tambor para que pudieran imitarle, sentirse Bara, aunque nunca quedó claro qué

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sucedió en realidad: si había muerto gritando “¡viva la república!”, cuando unos soldados monárquicos le pidieron que dijera “¡viva el rey!”, o fue víctima de unos ladrones de caballos. Quizás por eso, David no terminó la pintura o puede que fuera porque el cuadro que le tenía que acompañar, que era su pareja, el de La muerte de Dampierre, que falleció herido en la batalla, sólo se quedó en boceto porque se descubrió que había pactado con el enemigo. Otra vez la historia era más veloz que la pintura. En este tratar de establecer la Historia, una Historia indiscutible, los hechos se manipulaban y sus representaciones trataban de establecer el fraude, deteniendo el momento, fijando el instante. En El último suspiro de Marat, David alteró el suceso e intentó borrar a Charlotte Corday del cuadro: no se podía pintar a una criminal, su rostro tenía que ser olvidado, estaba condenada a no ser recordada, damnatio memoriae. Sin embargo, no pudo hacerlo, era inevitable que de algún modo estuviera presente, si no, el hecho no tendría sentido. Utilizó el recurso de la metonimia para introducirla: ella era el cuchillo ensangrentado y los documentos que aparecían en el cuadro, esos que siempre se ha pensado que certifican una verdad. La retrata como bodegón para convertirla en un monstruo. Es también un fantasma amenazador que se sitúa al lado del espectador cuando mira al revolucionario muriente, tal es la construcción del espacio. La carta que Corday escribió a Marat para ser recibida en su presencia (una carta que nunca llegó a entregar, no tuvo tiempo, y que ahora sin embargo sostiene en una mano el amigo del pueblo), la presenta –el lenguaje siempre ha sido importante y David lo modifica para lograr su objetivo– como una aristócrata reaccionaria, una solterona demasiado culta que no asume el papel pasivo que como mujer le correspondía jugar en la Historia, y que contrasta con la viuda de un héroe de guerra, madre entregada, a la que está dedicado el billete que en el cuadro parecía estar redactando el jacobino cuando su corazón fue atravesado por el cuchillo. Se trataba de una nota en la que Marat ordenaba que se le diera a la viuda un donativo para ayudarla en su situación desesperada, aunque parece que lo que estaba haciendo el revolucionario era prepararse para apuntar la lista con los nombres de los girondinos que Corday había sugerido que iba delatar, girondinos que hubiesen acabado decapitados públicamente en una plaza de París. Nadie era inocente, ahora se sabe. Lo mismo que también se sabe que no hay una Historia, única e

Eleanor Antin. The Golden Death, The Last Days of Pompeii series, 2001. Courtesy of the artist and Ronald Feldman Fine Arts.



inamovible, sino que hay historias, muchas y mudables, porque dependen de quién, cuándo y cómo las cuente. David pareció intuirlo. Ya no se podía contar la Historia, con mayúscula, que él pretendía, y regresó al pasado para explicar el presente, ahora su presente, en esa Intervención de la Sabinas, un cuadro de reconciliación pero que hablaba de él mismo como artista, igual que hará también en Leónidas en las Termópilas, una pintura de la nostalgia, de lo que se había perdido y ya no se podía recuperar, del fracaso de esa Revolución fraternal, la de él y sus hermanos, que acabó en Imperio, y también premonitoria, de lo que estaba por venir, del desastre del Imperio y el regreso del absolutismo de los borbones, de una vuelta atrás, del regreso al comienzo, aunque nada volvería a ser igual. Nostálgica y premonitoria es también la serie que Eleanor Antin, que ha hurgado en el pasado en muchas de sus obras, creando imágenes de –imaginando– aquello que fue borrado del discurso de la Historia o que hubiese sido suprimido del Gran Relato de haber existido, dedica a Los últimos días de Pompeya. En ella se figura lo que sucedió basándose en la pintura de historia del siglo XIX, esa pintura pompier que triunfaba en los salones de París y Londres y que construyó las imágenes de una Antigüedad entre cursi y kitsch, imágenes

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adulteradas y dulcificadas, de oro y colores pastel, que fueron las que de algún modo se impusieron en el imaginario colectivo, Grecia y, sobre todo, Roma con algo de Arcadia, incluso cuando estaba en Decadencia, una Decadencia a la que unos pocos aspiraban en el fin de siglo. Pero estas Grecia y Roma eran también Francia e Inglaterra. Las potencias tenían que justificarse a través de otros, de lo que había sucedido antes, pero no vieron que el desastre era inminente. Por eso Antin elige esos días previos a la erupción del Vesuvio, hay algo siniestro en las imágenes felices anteriores a la catástrofe. Utiliza la misma estrategia que Edward Bulwer-Lytton en su novela. Si en el libro del británico Pompeya era una metáfora del Londres del período de la Regencia y el reinado de Jorge IV, aquí lo es de la despreocupada costa Oeste estadounidense de comienzos del siglo XXI, un lugar que permanece ajeno a lo que pronto sucedería, que no es consciente de lo que se avecina: los atentados del 11 de septiembre. En esta ocasión, el arte parece haberse adelantado a lo que iba a ocurrir, la Historia llegaba con retraso por una vez.

Sergio Rubira es editor adjunto de EXIT Imagen y Cultura y profesor de Historia del Arte Contemporáneo en la Universidad Complutense de Madrid. Forma parte de la oficina curatorial RMS, La Asociación.


Eleanor Antin. The Tree, The Last Days of Pompeii series, 2001. Courtesy of the artist and Ronald Feldman Fine Arts.


Oscar Gustave Rejlander. Two Ways of Life, 1857.


Eleanor Antin. The Slave Sale, The Last Days of Pompeii series, 2001. Courtesy of the artist and Ronald Feldman Fine Arts.


History Painting Sergio Rubira

In 1791, at the Salon in Paris, Jacques-Louis David presented a large drawing that illustrated one of the key events in the French Revolution: the Tennis Court Oath of June 20, 1789. It was an event that sparked everything that came after. The deputies from the Third Estate had withdrawn to a building near the Palace of Versailles, where King Louis XVI had called a meeting of the Estates-General in light of the crisis faced by France. And they had pledged not to call off their sit-in until the establishment of a Constitution for the country had been approved. They had been joined by several members of the clergy, who were part of the Second Estate, and very few –just two– from the First Estate, made up of aristocrats, who feared losing their privileges. In the end, due to their resistance and because of the increasing amount of support they enjoyed, even among the nobility, Louis XVI was forced to capitulate and accept the institution of a National Constitutional Assembly, as they called themselves. The Storming of the Bastille, a symbol of the triumph of the revolutionary ideas, took place days later. The drawing by David was a preparatory sketch for a painting he never completed. It was a project that the artist had conceived without any anyone ordering it – he no longer depended on the whims of the monarch or of the royal family, he wasn’t required to follow the commissions and the standards of the Academy–, and that the Jacobin Club –which he belonged to and would preside a short time later, very soon after, when he became more radical and ended up supporting the bloody regime of the guillotine led by Maximilien Robespierre–, had taken up as its own, establishing a subscription system that would help cover the expenses, though it was not as successful as expected

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and the amount he had in mind was not reached. The critiques were not good either. There were mistakes in the composition and in the figures, to be sure, but it was a draft, not a completed work. However, the objections raised hid another motive. They had more to do with some of the people portrayed and the political atmosphere of the time than with the artistic quality of the drawing. Many of those who had participated in The Tennis Court Oath were starting to be questioned; they were no longer considered heroes. Some were even judged to be accomplices of the monarch and traitors to the revolutionary cause. Positions were becoming extreme and irreconcilable. It was difficult to remain moderate, because suspicion was rampant and that posture was uncomfortable. David then decided not to finish the painting, and the blade of the guillotine ended up cutting off the heads of some of those in the portrait. The time of the painting could not keep up with the pace of History, which was moving too quickly. Yet movement had been made. It was no longer necessary to turn to the classical past, to the GrecoRoman tradition, to the legendary events of ancient Greece and Rome, because what was happening was just as important. It was on the same level because a new world was dawning; a different regime. He wrote to the president of the National Assembly: “No story of any people offers me anything as grand, as sublime as this Tennis Court Oath that I must paint. No, I will not need to invoke the gods of fables to awaken my genius.” Some English and American painters sensed it first and beat David to it, representing some events of the Seven Years’ War and the War of Independence, which had taken place in North America. And they would soon be followed by others of different


Eleanor Antin. The Last Day, The Last Days of Pompeii series, 2001. Courtesy of the artist and Ronald Feldman Fine Arts.


nationalities, although they were the exceptions. Nor was concealing necessary. The present could explain itself. It wasn’t necessary to rely on canon. And the examples of virtue did not need to be dressed in tunics and togas; now they dressed in houppelandes and pantaloons. In fact, David gave up on that idea as he completed the sketches for each of the portraits of the deputies. Initially, in his sketchbook, he had thought of nudes, like Hellenistic sculptures, or with tunics, like senators, but he soon ended up putting them in shirts, breeches and frocks. It was not appropriate to transform such a relevant event into a masquerade ball, no matter how much the neoclassical standards demanded it. The oath was no longer what the Horaces of the past had done, with an excessively ambiguous reading that kept both sides happy, conservatives and progressives: Horace could have been considered the king father or an illustrated allegory of the state, and his story could be interpreted as a call to fight for the monarchy or renounce individual benefits for the common good that Jean-Jacques Rousseau spoke of in his Social Contract. The time had come in which neither Socrates nor Seneca needed to sacrifice themselves again and again for Athens and Rome. That would now be done by Louis-Michel Lepeletier, marquis of SaintFargeau; Jean-Paul Marat, the friend of the people; and Joseph Bara, the drummer boy, who were killed by the Revolution or because of it. Images needed to be created of these martyrs, and David did it again. But he changed the story. He told it differently, with self-interest, as has always happened. Those portraits of illustrious people dying were not only a tribute, but they were to serve as propaganda for the Jacobin ideals. They were used to justify what was coming: the Terror. That is why the daughter of Lepeletier, a royalist, destroyed the painting of her father when they gave it to her. She did not want to be reminded that the marquis of Saint-Fargeau had voted in favor of the execution of Louis XVI. With The Death of Bara he went even further, because it was conceived as a way to encourage young people to participate in the wars that were being waged, as enlistments had declined. They were even promised a drum so that they could imitate him, feel as though they were Bara, although it was never clear what actually happened: whether he had died shouting “long live

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the republic!”, when royalist soldiers asked him to say “long live the king!”, or whether he was killed by horse thieves. Perhaps that’s why David never finished the painting. Or maybe it was because the painting that was to accompany it, which was its partner, The Death of Dampierre, who died wounded in battle, was never more than a sketch because it was discovered that he had made a pact with the enemy. Once again history was faster than the painting. In this attempt to establish History, an undisputed History, the facts were manipulated and their representations attempted to establish the fraud, detaining the moment, fixing the instant. In The Death of Marat, David changed the event and tried to remove Charlotte Corday from the painting: he couldn’t paint a criminal, her face had to be forgotten, she was condemned not to be remembered, damnatio memoriae. However, he couldn’t do it. It was inevitable that she should be present in some way; otherwise the event would make no sense. He used metonymy to include her: she was the bloody knife and the documents that appeared in the painting, the ones that have always been thought to certify a truth. He portrays her as a still life to turn her into a monster. She is also a threatening ghost positioned beside the viewer when looking at the dying revolutionary, such is the construction of the space. The letter that Corday wrote to Marat to gain an audience with him (a letter she never delivered –she didn’t have time– and yet now the friend of the people holds in his hand) was presented –language has always been important and David modifies it to achieve his objective– as a reactionary aristocrat, an excessively cultured spinster who does not play the passive role that History set aside for her, and that contrasts with the widow of a war hero, dedicated mother, to whom the note that the Jacobin appears to have been writing when his heart was pierced by the knife was dedicated. It was a note in which Marat ordered that a donation be made to the widow to help her in her desperate situation, although it seems that what the revolutionary was doing was to prepare to write down the list of names of the Girondists that Corday had suggested she would denounce, Girondists who would have ended up decapitated publicly in a square in Paris. No one was innocent, as we now know. Likewise, we know that there is not just one single, fixed History, rather there are many variable stories that depend on who tells them, when and how.


David seemed to sense that. He could no longer explain History, with a capital “H”, as he had planned to. And he returned to the past to explain the present, what was then his present, in The Intervention of the Sabine Women, a painting of reconciliation, but that spoke of himself as an artist, as would Leonidas at Thermopylae, a painting of nostalgia, of what had been lost and could not be recovered, of the failure of the Brotherly Revolution, his and his brothers’, which ended in Empire, and also a premonition of what was to come, of the disaster of the Empire and the return to the absolutism of the Bourbons, a return to the past, back to the beginning, even though nothing would ever be the same. Nostalgic and premonitory also describes the series that Eleanor Antin, who has dug into the past in many of her works, creating images of –imagining– what was wiped from the pages of History or what was deleted from the Great Tale, if it had existed, dedicated to The Last Days of Pompeii. In it she imagines what happened based on the 149th-century painting of the story, the Pompier painting that was so popular at the salons of Paris and London and that built images of Antiquity somewhere between affected and kitsch;

adulterated and sweetened images, in gold and pastel colors, which were somehow imprinted into the collective imagery: Greece and especially Rome, with a bit of Arcadia, even when it was in Decadence, a Decadence to which few aspired at the close of the century. But Greece and Rome were also France and England. The powers had to justify themselves through others, through what had happened before, but they didn’t see the imminent disaster. That’s why Antin chose those days prior to the eruption of Mount Vesuvius; there is something sinister in the happy images before the catastrophe. She uses the same strategy as Edward Bulwer-Lytton in his novel. While in the British author’s book Pompeii was a metaphor for London during the Regency and the reign of George IV, here it represents the carefree American West Coast in the early 21st century; a place that remained oblivious to what was about to take place: the attacks of September 11th. This time, art seems to have preceded what was going to happen. History was late for a change. Sergio Rubira is Managing Editor of EXIT Image and Culture and Professor of the History of Contemporary Art at the Universidad Complutense in Madrid. He is a member of the curatorial office RMS, La Asociación. TRANSLATED BY THE NOMAD FISH

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Historias / Stories


Stan Douglas. Club Versailles, 1974, 2013. Courtesy the artist, David Zwirner, New York / London and Victoria Miro, London..


CODEX Ann-Sofi Sidén

Ann-Sofi Sidén reconstruye una historia del pasado, sin testigos directos. Se trata de una historia reconstruida y escenificada en la que cataloga tipologías de delitos que históricamente sólo se adjudican a mujeres, tales como la brujería, la prostitución, el aborto, etc. Delitos de mujer que ejemplifica en casos singulares de la historia de su país, y que escenifica en blanco y negro en unas imágenes que son como ilustraciones, acompañadas de los textos que las explican. Se trata de una apelación, de retomar un ejemplo histórico para llamar la atención ante un futuro en el que tal vez la mujer siga siendo también, todavía, aunque de una manera diferente, la única víctima de determinadas, la única responsable ante la sociedad. Siempre cargando sobre sus hombros el peso del mundo, centrado ese peso en todo lo que la mujer protagoniza, básicamente lo más esencial: la vida y la muerte. Pero también nos habla del miedo, del miedo de una sociedad de hombres frente a mujeres aparentemente débiles pero a la vez capaces de hacer temblar los cimientos de una sociedad fuertemente asentada. Sidén trabaja con la idealización y reproducción de un mundo reducido a imágenes a partir de unos datos jurídicos, de unas historias legales de juicios y condenas que se pierden en una memoria que inevitablemente mezcla la realidad y el mito, la legislación y los miedos atávicos de la humanidad. R O

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Ann-Sofi Sidén reconstructs a story from the past, there are no direct witnesses. It is a reconstructed and staged story in which she catalogues typologies of crimes that have historically been attributed to women, such as witchcraft, prostitution, abortion, etc. Women’s crimes that she exemplifies in singular cases from the history of her country, and that she sets in black-and-white images resembling illustrations, accompanied by explanatory texts of each case. It is an appeal, a reconsideration of a historical example to attract attention toward a future in which women may continue to be, still, responsible by society. Always bearing the weight of the world on their shoulders, that weight concentrating everything in which women play an important part, basically or most essentially: life and death. But Sidén also speaks to us of fear, of the fear of a society of men before women who are apparently weak yet also capable of shaking the foundations of a wellestablished society. She works with idealization and reproduction of a world reduced to images through juridical data, through legal stories of trials and convictions that are lost in memory that inevitably mixes reality and myth, legislation and humanity atavistic fears. RO TRANSLATED BY DENA ELLEN COWAN











Not a Care: A Short History of Health Care Carol Condé & Karl Beveridge

Entre 1998 y 1999, Condè y Beveridge participaron en una serie de talleres educativos para trabajadores en asistencia sanitaria, miembros del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (SEIU). Los artistas hablaron con ellos sobre sus trabajos y la actual crisis del sistema sanitario en Canadá. Basándose en estas conversaciones y a partir de una investigación adicional sobre la historia de la asistencia sanitaria, se hizo aparente que había habido un cambio fundamental en las actitudes hacia ella. El concepto que está detrás del proyecto lo provocó el repetido comentario de los trabajadores mayores de que no podían dar la misma calidad de asistencia que hace 20 años. Muchos de estos trabajadores se resentían por el hecho de que no eran capaces de ofrecer el cuidado para el que fueron formados, el cual había sido la razón por la que muchos de ellos habían entrado originalmente en este campo. Not a Care es una historia de la asistencia sanitaria desde los primeros tiempos a la actual crisis sanitaria en Canadá. Una serie de doce imágenes describe cómo era cuidada la gente en varios puntos de la historia y sigue a un paciente desde su nacimiento hasta la ancianidad. Un cuidador es representado en cada período junto a la tecnología médica relevante (desde cuchillos de sílex hasta escáneres tomográficos) y el tipo de medicina (de las hierbas a las pastillas) además de quien, en cada caso, se beneficiaba de ellos. C & B TRADUCIDO POR JULIO GUTIÉRREZ

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In 1998–99, Condé and Beveridge participated in a number of union educational workshops held for health care workers, members of the Service Employees International Union (SEIU). The artists talked with them about their jobs and the current heath care crisis in Canada. Based on these conversations and from additional research into the history of health care, it became apparent that there had been a fundamental shift in attitudes about caring. The concept behind the project was triggered by the oft repeated comment by older health care workers that they were not able to give the same quality of care they were able to 20 years before. Many of these workers resented the fact that they were not able to give the care they were trained to do, which had been the reason why many of them had originally entered the field. Not a Care is a history of caring from early times up to the present health care crisis in Canada. A series of 12 images depict how people were cared for at various points in history and follows a patient growing up from birth through to old age. A caregiver is portrayed from each period along with the relevant medical technology (flint knives to CAT scans) and medicine (herbs to pills) and who, in each case, benefited from them. C & B


Carol CondĂŠ & Karl Beveridge. Not a Care: A Short History of Health Care, 1998-99. Courtesy of the artists.










Afronautas Cristina de Middel

En 1964, con la euforia por la recién ganada independencia aún fresca, Zambia lanzó su primer programa espacial. Su objetivo era mandar doce astronautas y diez gatos a la luna, superando así el reto que exhibían Estados Unidos y la Unión Soviética en plena carrera espacial. Pocas personas apoyaron entonces la ambiciosa iniciativa de Edward Makuka, un profesor de secundaria zambiano que estaba al mando del proyecto y que se encargó de difundirlo y buscar financiación sin demasiado éxito. Como anécdota la iniciativa constituye un detalle exótico y tierno dentro de la sangrienta historia africana pero también un ejemplo de la grandeza del ser humano y su capacidad de superación. Basándome en la increíble pero cierta noticia de hace 50 años, con esta serie de fotos reconstruyo las escenas que podrían haberla documentado entonces y refuerzo su veracidad añadiéndole a esa certeza mi carga personal y el fruto de mi imaginación. El resultado es un fábula entrañable que tiene como trasfondo el espíritu de superación y la persecución de los sueños, pero que también tiene como moraleja la resignación inevitable ante un mundo y una realidad que concede pocas excepciones a la lógica del mercado y sus potencias. C M

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In 1964, when the euphoria over its recently won independence was still fresh, Zambia launched its first space program. The objective was to send twelve astronauts and ten cats to the moon, thus meeting the challenge posed by the United States and the Soviet Union in the midst the space race. At the time few people supported the ambitious enterprise of Edward Makuka, a Zambian secondary school teacher who was directing the project and also took it upon himself to promote it and seek funding, without much success. The endeavor embodies an exotic and endearing anecdote in Africa’s bloody history, as well as an example of the greatness of human beings and their capacity to overcome difficulties. With this photo series based on the incredible yet true news story from 50 years ago, I reconstruct the scenes that could have documented it then, and I reinforce its veracity by adding to the facts my personal perspective and the fruit of my imagination. The result is an endearing fable imbued with the spirit of overcoming struggle and realizing dreams, while also conveying the moral that resignation is inevitable in a world and a reality that allows few exceptions to the rules of the market and its powers. C M TRANSLATED BY DENA ELLEN COWAN


Cristina de Middel. Hamba, 2011. Courtesy of the artist and La New Gallery.


Cristina de Middel. Iko Iko, 2011. Courtesy of the artist and La New Gallery.


Cristina de Middel. Ifulegui, 2011. Courtesy of the artist and La New Gallery.


Cristina de Middel. Umfundi, 2011. Courtesy of the artist and La New Gallery.


Cristina de Middel. Mayango, 2011. Courtesy of the artist and La New Gallery.


Cristina de Middel. Botonguru, 2011. Courtesy of the artist and La New Gallery.


Cristina de Middel. Bongo, 2011. Courtesy of the artist and La New Gallery.


Disco Angola Stan Douglas

Reconstruir algo pasado tiene siempre un aliciente curativo, una especie de recordatorio de lo que algo fue en pos de superarlo. Comparar dos contextos radicalmente diferentes para ver en ellos lo que hay de común es parte de lo que Stan Douglas hace en Disco Angola. Desde el Nueva York previo a la bancarrota, en los primeros años de la era disco, antes de que abriera el mítico Studio 54, a una Angola que lucha contra la colonización portuguesa y antes de que estallara la guerra civil que durante 27 años asolaría el país. Y es que Douglas toma aquí el papel del que mira, del que fotografía en la sombra de los acontecimientos a modo de observador testigo, neutral (como si esto fuera realmente posible). Un personaje ficticio, que es reportero y periodista, le camufla entre ambos mundos, opuestos, imposibles de comparar (¿o sí?). La mezcla del comienzo del disco y de la revolución en Angola sin duda nos muestra las posibilidades de lo que parece en calma, de lo previo al cambio, a la caída. En esta fiesta de opuestos los soldados bailan capoeira, y los invitados al baile miran aburridos a la cámara, con pocas ganas de moverse o bailan esa canción, Kung Fu Fighting, que enseñaba a ser Bruce Lee. “A luta continua” para una joven que mira sin afán a la cámara y que parece preparada para la pista de baile. ¿Quién está en la discoteca y quién en Angola? Se llegan a confundir. ¿Puede ser Douglas un reportero, sin más? No lo parece, al menos no en esta serie, donde la conexión entre Nueva York y Angola se acorta. S G

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Rebuilding something from the past always has a healing power; a sort of reminder of what something was in order to get over it. Comparing two radically different worlds and finding commonality in them is part of what Stan Douglas does in Disco Angola. From pre-market-crash New York, in the early years of the disco era, before the mythical Studio 54 opened, to Angola fighting against Portuguese colonization, before the outbreak of the civil war that devastated the country for 27 years. Here, Douglas takes on the role of the watcher, of a photographer in the shadows of the events as an observing witness, neutral (as if that were really possible). A fictional character –a reporter and a journalist–, he camouflages himself between both worlds, opposites, impossible to compare (or are they?). The blend of the dawn of disco and the revolution in Angola clearly shows the possibilities of what appears to be the calm before change, before the fall. In this festival of opposites, soldiers dance capoeira, while guests look disinterestedly at the camera, with little desire to move or dance to that song, Kung Fu Fighting, which taught them how to be Bruce Lee. “A Luta Continua”: the fight goes on for a young woman who looks vaguely at the camera and seems ready to hit the dance floor. Who’s at the disco and who’s in Angola? Reality becomes blurred. Can Douglas be nothing more than a reporter? It wouldn’t seem so, at least not in this series, where the distance between New York and Angola becomes shorter. SG TRANSLATED BY THE NOMAD FISH


Stan Douglas. Two Friends, 1975, 2012. Courtesy of the artist, David Zwirner, New York/London and Victoria Miro, London.


Stan Douglas. A Luta Continua, 1974, 2012. Courtesy of the artist, David Zwirner, New York/London and Victoria Miro, London.



Stan Douglas. Kung-Fu Fighting, 1975, 2012. Courtesy of the artist, David Zwirner, New York/London and Victoria Miro, London.


Stan Douglas. Capoeira, 1974, 2012. Courtesy of the artist, David Zwirner, New York/London and Victoria Miro, London.


Stan Douglas. Exodus, 1975, 2012. Courtesy of the artist, David Zwirner, New York/London and Victoria Miro, London.



Retorno al pasado / The Past Revisited

Yasumasa Morimura. A Requiem: OSWALD, 1963, 2006. Courtesy of the artist and GalerĂ­a Juana de Aizpuru.



Flashback Tom Hunter

La cara visible del museo son las colecciones que contiene; esas pinturas, esculturas, objetos decorativos, máscaras tribales, armaduras medievales, animales disecados… que se visten de largo para que el visitante los disfrute, los haga suyos por un momento y los viva mientras recorre las salas. Sin embargo, antes de esta puesta en escena final, alguien tuvo que colocarlas, ordenarlas, pensarlas para que adquieran todo su sentido en el museo. Ese es el protagonista anónimo al que nos enfrentamos en las exposiciones, el personal del museo, casi siempre oculto, entre bambalinas (y oficinas), como un rostro misterioso que sabemos que ha estado pero que ya no podemos identificar. Tom Hunter comienza su serie Flashback en 2009 para celebrar la apertura de las nuevas galerías del Londres moderno en el Museo de la ciudad. El personal que trabaja en este espacio se convierte en protagonista de un regreso al pasado en el que los objetos atesorados ayudan a crear un ambiente de tiempo pretérito. Una sufragista apoyada en la barra del pub, con todo listo para la protesta, es, en realidad, una actual defensora de los derechos de gais y lesbianas en Reino Unido. El fotógrafo establece conexiones entre la historia pasada y la actual, y la necesidad de repensar hasta qué punto las cosas han cambiado. Sus retratos beben directamente de las fuentes clásicas de la pintura inglesa, de un Reynolds o un Lawrence. El artista revive a los viejos maestros con imágenes modernas que evocan el pasado más conocido de Reino Unido. Y el museo, continente que intenta dar sentido a la Historia, se convierte aquí en confusión, en story, en historieta preparada, disfrazada, teatralizada. Sin embargo, los protagonistas, en uno y otro, son los mismos, aquellos que hacen que los visitantes disfrutemos de lo que es y de lo que fue el museo. S G

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The visible side of the museum is made up of its collections; the paintings, sculptures, decorative objects, tribal masks, medieval suits of armour, stuffed animals... that put on their Sunday best for visitors to enjoy, to make their own for a moment and to experience as they wander through the rooms. But before this final staging, someone had to put them in their places, arrange them, think about them so that they would make complete sense within the museum. That is the anonymous figure we meet through the exhibits: the museum staff, nearly always hidden, behind the scenes (and in the offices), like a mysterious face that we know has been there but that we cannot identify. Tom Hunter began the Flashback series in 2009, to celebrate the opening of the new galleries in modern London, in the London Museum. The staff who work in this space become the central figures in a return to the past in which the treasured objects help create an atmosphere of times gone by. A suffragette leaning against the bar at the pub, ready to protest, is actually a real-life defender of gay and lesbian rights in the United Kingdom. The photographer makes connections between past history and the present, and the need to rethink to what extent things have actually changed. His portraits draw directly on the classical sources of English painting, from Reynolds or from Lawrence. The artist revives the old masters with modern images that conjure up the United Kingdom’s most well-known past. And the museum, a container that strives to make sense out of History, becomes here confusion, a story, a staged, costumed, dramatized tale. However, the central figures in each one are the same: those who enable visitors to enjoy want the museum is and was. S G TRANSLATED BY THE NOMAD FISH

Tom Hunter. Flashback, 2009. Courtesy of the artist.



Tom Hunter. Flashback, 2009. Courtesy of the artist.

Tom Hunter. Flashback, 2009. Courtesy of the artist.



Tom Hunter. Flashback, 2009. Courtesy of the artist.

Tom Hunter. Flashback, 2009. Courtesy of the artist.



Tierra arrasada Óscar Farfán

A inicios de la década de mil novecientos ochenta Centro América es una de las arenas estratégicas de la Guerra Fría. En Guatemala se libra entonces el momento más cruento de la guerra civil. Con apoyo financiero estadounidense y logístico israelí el Estado guatemalteco lleva a cabo un plan militar encaminado a aniquilar la base social rural de la guerrilla. A esta ofensiva contrainsurgente se le dio el título de estrategia de Tierra Arrasada. Fue un ejercicio de limpieza étnica en el que el ejército guatemalteco con lujo de violencia barrió con más de cuatrocientas comunidades indígenas. Hoy día, donde antes se localizaron poblados en apariencia no queda nada; las casas se reedificaron años después en las cercanías, sus habitantes se reubicaron en zonas distantes, o simplemente las aldeas en cuestión dejaron de existir. Las piezas que comprenden este proyecto, fotografías y textos inicialmente destinadas al gran formato y a paredes de galería, operan como registros de esos sitios desiertos y lo acontecido en ellos. Son paisajes y locaciones sin artificio: el sentido que generan se devela a partir de lo que omiten. Exhiben además un relato no ajeno a mí como autor, que en esos años y desde el otro polo de la represión, la ciudad, salí de Guatemala hacia un exilio perenne. El proyecto Tierra Arrasada busca en vano dirimir una deuda personal. Su razón se ubica en la impronta que opone a la amnesia y la omisión históricas a propósito de un pasado común a todos, humano en su noción más elemental: en el conflicto armado guatemalteco, en un país de entonces diez millones de habitantes, murieron doscientas mil personas, más que en las guerras y dictaduras de El Salvador, Nicaragua, Chile y Argentina juntas. Cerca del ochenta y cinco por ciento de los que murieron eran indígenas. El título de las piezas fotográficas corresponde al nombre de la comunidad donde se ubican las sitios arrasados. Cada una de ellas se adscribe a extractos de testimonios, o testimonios completos, de quienes vivieron u observaron lo que en los espacios representados sucedió. O F

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In the early 1980s Central America was one of the strategic arenas of the Cold War. At that time the bloodiest period of the civil war was being waged in Guatemala. With financial support from the United States and logistics from Israel the Guatemalan State carried out a military plan designed to annihilate the rural social base of the guerilla forces. This counterinsurgency offensive was dubbed the Scorched Earth policy. It was an exercise of ethnic cleansing in which the Guatemalan army, deploying extraordinary violence, wiped out more than four hundred indigenous communities. Today, there are no apparent remnants of formerly populated areas; the houses were rebuilt years later in the vicinity, their inhabitants relocated to distant regions, or the villages simply ceased to exist. The pieces for this project, photographs and texts conceived from the outset as large format reproductions for gallery walls, operate as records of those deserted sites and what happened in them. They are straightforward landscapes and locations: the meaning they generate is revealed by what they omit. They also convey a story that is familiar to me as an author, who during those years and from the other end of the repression, the city, left Guatemala destined for a perennial exile. The project Tierra Arrasada (Scorched Earth) tries in vain to settle a personal debt. Its reason for being lies in an ingrained opposition to historical amnesia and omission concerning a past we all share. In a country that numbered ten million inhabitants at that time, two hundred thousand people died, more than in the wars and dictatorships of El Salvador, Nicaragua, Chile and Argentina together. Close to eighty-five percent of those who died were indigenous. The titles of the photography pieces are the names of the communities that were obliterated from the sites. Every one of them is associated with partial or complete testimonies of those who experienced or observed what happened in the places that are represented. O F TRANSLATED BY DENA ELLEN COWAN


Óscar Farfán. Amajchel, Tierra Arrasada, 2009. Courtesy of the artist.

A M AJCHE L

Tuyab’e 1982 kat uluq’a Chaxi’chalanaje’ tukukoome’

Fue en 1982, los soldados que llegaron a la aldea venían

It was 1982; the soldiers that arrived in the village came

anikitza katchanaj tuvidestacamentoe’ tu xemak, Perla

del destacamento de Xemac, la Perla, del municipio

from the Xemac detachement, La Perla, from the Chajul

tetz tx’avul. Katulitz’esachanaj uq’aku kab’ale’ tulkatq’ab’i

de Chajul. Vinieron a quemar nuestras casas y cuando

municipality. They came to burn our houses and when

vatulchanaj katojveto’ jaq’tze’. Kat tze’kajayil, kuchikoje’

oímos que venían huimos a la montaña. Quemaron todo,

we heard they were coming we ran away to the mountains.

katitz’ok chanaj, katiyatz’chanaj talaku txokob’e, askat

nuestras siembras las cortaron y mataron a nuestros

They burnt everything, they razed our crops and killed

itz’esajchanaj q’oksam. Kat atinchanaj tukukoome’ oxval

animales, también quemaron nuestra ropa. Estuvieron en

our animals, and they also burnt our clothes. They were

okajval ch’ich’, katchit itxakchanaj kajayil uq’aq’etze’.

la aldea cerca de tres a cuatro horas, vinieron a barrer con

in the village for three or four hours, they came to sweep

Unb’ie’ Kul tetzik akunb’ale’ ukab’ale’ vekat tze’i.

todo. Me llamo Nicolás y la casa que aquí quemaron era

everything away. My name is Nicolás and the house they

de mi padre.

burnt here was my father’s. NICOLÁS COBO RAYMUNDO.


Óscar Farfán. Cajixay, Tierra Arrasada, 2009. Courtesy of the artist.

C AJI X AY

Tu ko’me’ atikato’, tzitza’ kat kamkat aak vixq’ele’, kat

Aquí mataron a mi esposa y quemaron mi troje llena de

Here they killed my wife and burnt down my granary

k’achpu un k’uay nonajlik ta’n jal, eq’ol un vakaxh as kat

mazorca. Se llevaron mis vacas y mataron a mis dos hijos.

full of corn. They took my cows and killed my two sons.

ya’tz’pu k’ava’l un talintxa’, kat k’achpu voksa’m kajayil

Quemaron toda mi ropa, todo lo quemaron, además se

They burnt all my clothes, they burnt it all, and even my

kat k’achpi as jitkuxh ta’ne’, kat tz’ejxu vatzik ta’n unq’a

perdió mi hermano, se lo llevaron los soldados. Él se

brother went missing. The soldiers took him away. His

sole’. Vib’inaje’ Xhan Cham López, nimalkuxhe’ unq’a

llamaba Juan Chamay López. Muchas cosas pasaron en

name was Juan Chamay López. Many things happened in

intza’le’ kat paltu yaab’e 1981. Na’ytza’Numike’ u kome’,

el año 1981. Antes aquí era una gran aldea pero ahora

1981. There was a big village here before, but now it is tiny

as cheel ch’okuxhve’te’, tan kat tz’e’sali, nimal uxhchil kat

es pequeña porque fue quemada. Muchos murieron, mi

because it was burnt. Many died: my wife, my two sons,

kamí, echcole’ u vixq’ele’ tuk ka’va’l unq’aa un talin txa’;

esposa y mis dos hijos, luego secuestraron y asesinaron a

and then they kidnapped and murdered my brother. Who

As kat e’q’ol u vatzike’, katilecha kat yatz’pukat.

mi hermano. Quién sabe dónde lo mataron.

knows where they killed him. JOSÉ CHAMAY.


Óscar Farfán. Chemal, Tierra Arrasada, 2009. Courtesy of the artist.

C H EM AL

Kat òolin xol uvitze’, o’laval q’ii kat q’ospin asnimal

Me llevaron entre las montañas, por quince días me

They took me to the mountains and for a fortnight they

chitkat kaxb’ilin, kat q’itzpin, junq’ichit nunq’osb’e,

pegaron y me lastimaron mucho. Me amarraron. Todos

hit me and hurt me a lot. They tied me up. Everyday it was

tumal uq’ii vatik chanaj katún txolvoje’ q’itzelikin tulkat

los días era lo mismo, me pegaban, pero un día cuando

the same, they hit me, but one day when they fell asleep

oojin kat tilchanaj askati jub’ain chanaj vi’un cheleb’

ellos se durmieron me escapé. Estaba amarrado y

I escaped. I was tied and when I ran, they realised and

k’axb’inalchitveti’n, o’laval uq’ie katulkati’n sunjunal

cuando corrí ellos se dieron cuenta y me dispararon en

shot me in the shoulder. I was really injured; it took me a

katt ku’in tumal uju’l ye’nun txo’lvet unje’chu’l, kamkuxh

el hombro. Estaba muy lastimado, tardé quince días en

fortnight to get back home. I fell in a hole and I couldn’t

niva’vetku’ tukun k’axb’ichile’ eche’ xajkuach a’nikunsa’

regresar a casa. Me caí en un hoyo y ya no podía salir, en

get out, I would put anything in my wound, like moss, just

valatxanike’, tulkat untxo’l velchu’l q’oonkuxhvet untzae

mi herida me echaba cualquier cosa como musgo con tal

to try and heal myself. When I was able to get out of the

xol uvitze’. Tulkat ulin tunkab’al kat koxheb’in askat

de curarme. Cuando logré salir del hoyo me vine despacio

hole I came slowly through the mountains. I arrived home

itza’kavetin akun txutxe’. Kat ulchanvetchanaj tuyab’e

entre las montañas. Llegué a mi casa y me acosté, y mi

and I lay down and my very concerned mother healed me.

1982 askati tz’esachavet chanaj ukab’ale’. Katib’ana tu

madre muy preocupada me curaba. Volvieron en el 1982

They came back in 1982 and they burnt down the house.

oval chi’ch tuq’alame’ katvil itzachanaj askat valvet ti’

y quemaron la casa. Fue a eso de las cinco de la mañana,

It was about 5 in the morning, I realised they were coming

akuntxutxe’, ta’l nikib’anaki katkuxh ta’vetkanaak tzitzi

me di cuenta de que venían y le avisé a mi madre, ella

and I told my mother, she was cooking but she left the

katb’enchanvet’o jaq’tze’.

estaba cocinando pero dejó el desayuno allí y huimos a

breakfast and we ran into the mountains.

las montañas.

MATEO TOMA PEREZ.


Óscar Farfán. Ilom, Tierra Arrasada, 2009. Courtesy of the artist.

I LO M

Uma’l u ixoq’ ve’ ni txa’q’on tzi’ a’ kat talsve uva in la

Una mujer que estaba lavando en el río me dijo que no

A woman who was doing laundry in the river told me

b’eninn ta kab’ale as kat i yatz’ lu chanaj ti’ u kab’ale as kat

me fuera a la casa porque los soldados tenían rodeada la

not to go home because the soldiers had surrounded the

iyatz’ lu chanaj aak un b’ale tuk aak un txutxe’, u vitz’ine,

casa y que ya habían matado a mis padres, mi hermano,

house and already killed my parents, my brother, my wife

u vixqele’, tuk inq’a talintxa’e tumat unjie tulva’ yelik vet

mi esposa y mis hijos. Al día siguiente que ya no estaban

and my children. The day after the soldiers left I went

inq’a sole’ kat ulvet in tuka’b’al, tzaaj kuxh kat un lejvete’

los soldados vine a la casa. Sólo encontré cenizas y restos

home. I found only ashes and the charred remains of

tuk’ i yalich’io’l tze’najchitvete a kuxh utule’ nalikvete’

de los cuerpos, todos calcinados, ya sólo se miraba el

bodies, only the torsos were left, they didn’t have faces,

yelik vet i vatz, i q’ab’, tuk toj, ka’jayilik chit mat i tze’e. kat

estómago, ya no tenían cara, manos y pies, todo estaba

hands, feet, everything was burnt. I only threw a little

kuxh va vet kan tz’upul txava’ ye nik un tx’ak vatinikvete

quemado. Ya sólo eché un poco de tierra encima de los

bit of dirt over the corpses and ran away crying because

tzitzi, ye kat un tx’ak vet un mujatchaak, ka’at uxhchil

cuerpos y me fui llorando porque no aguantaba estar

I couldn’t stand being there. I couldn’t bear to bury

kat mujuncha’ak ye’xh kam o’olvet vi’ camnaj, kat kuxh

allí. No aguantaba enterrarlos, así que otras personas los

them, so other people did. They didn’t take them to the

mujbuvet txala u ka’b’ale.

enterraron. No los llevaron al cementerio, los enterraron

graveyard; they buried them here, next to the house.

aquí, al lado de la casa.

FRANCISCO GUZMÁN.


Óscar Farfán. Pexlá, Tierra Arrasada, 2009. Courtesy of the artist.

P EX LÁ

Kat uli’ tu mal u txala q’i jueves, kat i y’atz uq’a uxchile’

Vinieron un Jueves Santo y mataron a la gente. Mataron

They came on Holy Thursday and killed people. They

kat iy’atz’ uq’a q’esla aama, ixoj ve tuk i ya’bil, tuk talintx’a

a ancianos, mujeres embarazadas y niños. Vinieron otra

killed elderly people, pregnant women and children. They

kat ulchan unpajte’tu ich’e u septiembre, nimalchit q’ii kat

vez en septiembre. Por varios días nos encerraron en la

came again in September. For several days they shut us

juplo tu tostixh, naj tuk ixoj. Kat i nuk tib’ umal oval mil

iglesia a hombres y mujeres. Se juntaron como cinco mil

men and women in the church. Four or five thousand

o cajval mil Chaxi’chalanaje’ nimal q’ii kat’i b’an chanaj,

o cuatro mil soldados. Se quedaron por un buen tiempo,

soldiers gathered. They stayed for a while, and when they

tulkat tilchanaj ye’nikitza’jvet unq’a tale’kat texhb’u vet

al ver tal vez que no les alcanzaba la comida, se comieron

saw their food wasn’t enough they ate our cows, pigs, goats,

inq’a q’ixime, kati paxi’ unq’a ku la’je tuk k’u pichele’. Ti

nuestras vacas, cerdos, chivos, nuestro maíz, quebraron

our corn, they broke our dishes and glasses. Finally they

motxtel kat telq’a ku puaj unq’a uxchile’, tunq’a q’ieve’

nuestros platos y vasos. Por ultimo se robaron el dinero de

stole people’s money. That time they massacred like twenty

kat yatzpu’ vinqi’l uxchile’ kat jupx’o b’eluval q’ii tetz

la gente. Esa vez masacraron como a veinte personas. Nos

people. They locked us up on September 9th, 1981 and

septiembre tu yab’e 1981 kat chajb’elveto’ tu junlaval

encerraron el nueve de septiembre de 1981 y nos soltaron

they released us on the 11th of the same month.

tachb’al ich’ u septiembre.

el once de ese mismo mes.

MIGUEL RAMÍREZ XEL.


Óscar Farfán. San Francisco Javier, Tierra Arrasada, 2009. Courtesy of the artist.

SA N F RA N CISCO JAVIE R

Tu yab’e’ 1981, kat mox xe’t unq’a sole’ ti ik’achat unq’a

En 1981 los soldados empezaron a quemar casas. En el

In 1981 the soldiers started burning houses. In 1982

kab’ale’ 1982 kat xe’t ikam unq’a uxhchile’ tit’ub’ul

año 1982 empezaron con las masacres. Así hacían, venían

they started with the massacres. That’s what they did,

as echtuchile’ nikib’an chanaj, chajb’icha; kuj ni toon

a cada rato y mataban a la gente y el 15 de agosto vinieron

they came every now and then and killed people and on

chajnaj ti’ i yatz’at unq’a xaole’, as tu o’laval tachb’al ich’e’

y mataron a mi padre. Cuando él murió, murieron cerca

the 15th of August they came and killed my father. When

agosto ka u’lchajnaj ti’i yatz’at aak un b’ale’… Tul kam

de 30 personas. Lo enterramos y nos fuimos a la montaña

he died, another 30 people did too. We buried him and

vun b’ale’ a kamal vinaj lavat xaol kat kami… ka maxku

de Tisumal, allí estuvimos dos meses, después llegaron

we went to Tisumal mountain, we were there for two

mujve´te askat b’enve’t’o’ tu tx’akab’e’n ve’ Ti’sumal, as

los soldados a Tisumal y volvimos otra vez a nuestro

months. However, the soldiers arrived in Tisumal and

kat mox q’ave’tzan o’ tu q’aatimb’ale un pajte’, as ye’lik

aldea pero la gente ya no estaba aquí sino que estaba

we went back again to our village but the people weren’t

ve’t unq’a uxhchile’ tu atimb’ale’, jatxelikve’t ivatz chajaak.

dispersa. Nos quedamos un tiempo y cultivamos nuestra

here anymore, they were scattered. We stayed for a while

Askat mox kave’to’ unb’il tu atimb’ale’, kat xe’t chanve’to’

milpa, pero los soldados volvieron y en 1984 otra vez nos

and farmed our corn, but the soldiers came back and in

ti’ku chicole’,qava chave’t ku ko’m, akole’ ka onchan ve’t

fuimos. Ya no regresé porque éramos un grupo. Antes de

1984 we left. I didn’t go back because we were a group.

unq’a sole’ tu yab’e’ 1984 kat mox b’enchanve’to’ un

la violencia corría agua por donde quiera. Yo ya no regresé

Before the violence water ran all over the place. I did not

pajte’. Ine’ ye’ kat q’ave’t in tu vas vatimb’ale tan xe’xhkam

a mi lugar porque aquí ya no había nada.

go back to my home because there was not anything left

atik ve’te’. Jaq’tz’an u ch’ooje’, tika’t kuxh nimox ixan kat unq’a a’e’ ye’lin kat q’ave’t in tu vatinb’ale’ tan un t’ub’uliko’ molonikq’ib’, yalin kat q’ave’lin.

here anymore. JUAN GASPAR RAYMUNDO.


Óscar Farfán. XIX I, Tierra Arrasada, 2009. Courtesy of the artist.

XIX I

Kat ka’yikb’enin vi’ uma’l tal vitz as kat vil tok unq’a

Alcancé a ver en otro bordito, y así cuando el ejército

I managed to see over the side of the mound. The army

sole’ tu vaxa kab’ale’, kat isuturive’t chajnaj ti’ u kab’ale.

entró en la primera casa, lo rodearon la casa. Y como la

went into the first house and they surrounded it. The

Aak nane’ ve’ atik tu kab’ale’, a’ u tixq’el ak pap Fabian

señora que vivía en esa casa era la esposa de Don Fabían

woman that lived in that house was Don Fabian Ack’abal’s

Ack’abal , vib’iiake’ Cat Toji, as aak nane’ atik uma’l vi

Ack’abal, ella se llama Catarina Tojín. Entonces en esto

wife, her name was Catarina Tojín. Her daughter and her

xuakaak tuk’ uma’l u talib’aak nik iq’elun cha’mab’a as

cuando tenía una hija y una nuera que estaba pues en

daughter-in-law were visiting, when they saw the soldiers

kat max b’enve’t cha’ma ti kab’al a’kole’ kat tilb’en u sole’

visita, y las dos pues ellas se retiraron a sus casas, pero

they tried to go home but the soldiers caught them. They

cha’ama, kat ilaq’b’a vet u sole’ aak nan Cristina, as kat

como el ejército la alcanzó a ver, y le correteó la señora

chased Señora Cristina and they grabbed her in the road

itxiy ve’t chajnaj tu b’ey; kat ijatxk’u chajnaj vas ivi’e’

Cristina y lo fue a alcanzar en el camino y lo machetearon

and they hit her in the head with their machetes. Her

ta’n ch’ich’, kat ijitive’t chajnaj vas ichiole’ b’ex imuj ve’t

la cabeza. Salió el seso, directamente se regó en el

brains were spilled all over the road. They dragged her

chajnaj tikab’al vi txutxe’, utalib’e. As kat toksa ve’t chajnaj

camino. Y la trajeron arrastrada y la fueron a encerrar en

and locked her up in her mother-in-law’s house. They set

xamal ti’ u kab’ale’, uvaxiil uxhchile’ ve’ atik tu kab’ale’

la casa de su mamá, de su suegra. Le echaron fuego a la

the house on fire and the eight occupants were reduced to

kat mox tza’ajtuve’te’ tan xamal, kat max motx ta’n xamal,

casa y las ocho personas quedaron cenizado en la casa,

ashes: they were all burnt, only the torsos remained, the

ta’nkuxh chaaxh tuule’ ye kat tz’e’i, echoj unq’a ib’ajil

directamente terminaron, único la barriga se quedó que

heads the arms, the legs, everything was reduced to ashes.

chaas ivi’e’, tuk’ unq’a iq’ab’e’, chaaxhtoje’ kayiil kat max

no se quemó. Ahora, todos los huesos de la cabeza, los

I saw the house burning while I heard the screams in there,

tza’ajti. A’e’b’a unq’a intza’le’ kat mox vila tul uva’ kat max

brazos, las piernas, todo se quedó cenizas. En esto que

inside the fire.

tz’e’ unq’a kab’ale’, kat vab’i sik’i’m tzitzi’ tu xamale’.

lo vi pues cuando quemó la casa y escuché los gritos allí adentro, bajo el fuego.

TIBURCIO CASTRO.



Richard Kolker. Robert Capa, Espejo, Spain, 1937, Street View: Familiar Places series, 2014. Courtesy of the artist.



Richard Kolker. Henri Cartier Bresson, Hyeres, France, 1932, Street View: Familiar Places series, 2014. Courtesy of the artist.



Richard Kolker. Jeff Wall, Vancouver, Canada,1986, Street View: Familiar Places series, 2014. Courtesy of the artist.



Richard Kolker. Martin Parr, New Brighton, UK. 1986, Street View: Familiar Places series, 2014. Courtesy of the artist.


Yasumasa Morimura. A Requiem: Vladimir at Night, 1920, 2006. Courtesy of the artist and GalerĂ­a Juana de Aizpuru.


Yasumasa Morimura. A Requiem: Vladimir at Night, 1920, 2006. Courtesy of the artist and GalerĂ­a Juana de Aizpuru.



Yasumasa Morimura. A Requiem: Nebula of Lev, 1932, 2007. Courtesy of the artist and GalerĂ­a Juana de Aizpuru.


Yasumasa Morimura. A Requiem: Red Dream / Mao, 2007. Courtesy of the artist and GalerĂ­a Juana de Aizpuru.


Yasumasa Morimura. A Requiem: Infinite Dream / Che, 2007. Courtesy of the artist and GalerĂ­a Juana de Aizpuru.


Yasumasa Morimura. A Requiem: Vietnam War, 1968, 1991. Courtesy of the artist and GalerĂ­a Juana de Aizpuru.



GalerĂ­a de retratos / Gallery of Portraits

Samuel Fosso. Angela Davies, African Spirts series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marcl Patras Galerie



Hiroshi Sugimoto. Richard I, 1999. Courtesy of the artist.


Hiroshi Sugimoto. Henry VIII, 1999. Courtesy of the artist.


Hiroshi Sugimoto. Elizabeth I, 1999. Courtesy of the artist.


Hiroshi Sugimoto. Charles I, 1999. Courtesy of the artist.


Hiroshi Sugimoto. Queen Victoria, 1999. Courtesy of the artist.


Hiroshi Sugimoto. Elizabeth II, 1999. Courtesy of the artist.


William Mortensen. Henry VIII, c. 1935. Courtesy of Stephen Romano Gallery.


William Mortensen. Galileo, c. 1935. Courtesy of Stephen Romano Gallery.


William Mortensen. Nicolo Paganini, 1935. Courtesy of Stephen Romano Gallery.


William Mortensen. Cesare Borgia, 1935. Courtesy of Stephen Romano Gallery.


Samuel Fosso. Haïlé Sélassié, African Spirits series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marc Patras Galerie.


Samuel Fosso. Nelson Mandela, African Spirits series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marc Patras Galerie.


Samuel Fosso. AimĂŠ CĂŠsaire, African Spirits series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marc Patras Galerie.


Samuel Fosso. Malcolm X, African Spirits series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marc Patras Galerie.


Samuel Fosso. Muhammad Ali, African Spirits series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marc Patras Galerie.


Samuel Fosso. Seydou KeĂŻta, African Spirits series, 2008. Courtesy of the artist and Jean-Marc Patras Galerie.


Es la guerra / It is War


Jim Naughten. WWII US Forces Advance, Re-enactors series, 2009. Courtesy of the artist.


Devil’s Den Harry Griffin & Eva O’Leary

Devil’s Den es un proyecto que se opone al espectáculo y el capital durante la reconstrucción de la batalla de Gettysburg en su 150 aniversario. Hay algo fascinante a la vez que admonitorio sobre el espectáculo del 150 aniversario, un choque entre los viejo y lo nuevo. Con trescientos mil turistas y quince mil actores la primera semana de julio es una gran atracción comercial para la pequeña ciudad de Gettysburg (7000 habitantes). Se trata de una ciudad bastante inusual: el campo de batalla actúa como reemplazo para los grandes estadios deportivos y está equipado con stands y concesionarios de primera categoría. Esta ciudad gira en torno a 1863 sobreviviendo sólo por la burbuja económica del turismo de guerra. Devil’s Den celebra tanto la teatralidad de la batalla como se cuestiona la popularidad de una violencia espectacularizada. ¿Qué significa reconstruir una batalla sin la sangre, la avaricia y el dolor de la guerra? ¿Era una celebración del nacimiento del país como lo conocemos, o una huída de un entorno nacional asentado profundamente en la incertidumbre, la división y la deuda? G & O TRADUCIDO POR JULIO GUTIÉRREZ

E X I T Nº 57-2015 120

Devil’s Den is a project contending with spectacle and capital during the reenactment of the Battle of Gettysburg on its 150 anniversary. There’s something fascinating as well as cautionary about the spectacle of the 150th Anniversary; a collision between old and new. With 300,000 tourists and 15,000 re-enactors the first week of July is a huge commercial draw for the small town of Gettysburg, PA (population 7,000). A rather unusual town, the battlefield acts as a replacement for huge sports stadium and is fully equipped with grand stands and concessions. This town revolves around 1863 surviving solely on an economic bubble of war tourism. Devil’s Den both celebrates the theatricality of the battle ad questions the popularity of sensationalized violence. What does it mean to re-enact a battle without the gore, avarice, pain and blood of war? Was this celebration of the birth of the country as we know it, or an escape from a national environment a deepseated uncertainty, division and debt? G & O


Harry Griffin & Eva O’Leary. Photographs from the forthcoming book Devil’s Den, 2014. Courtesy of the artists.








Teatro de guerra Mikel Bastida

Durante los dos últimos años, Mikel Bastida ha recorrido Europa Occidental y Oriental recreando la figura de un fotógrafo de la Segunda Guerra Mundial en diversas reconstrucciones históricas, donde grupos de re-enactors representan diferentes episodios bélicos en escenarios históricos y campos de batalla ficticios. La serie constituye una búsqueda de esos paisajes que la historia ha convertido en literarios. Escenarios construidos a partir de las diferentes representaciones de la guerra, desde el cine a las fotografías de época, y convertidos en enormes decorados donde la recreación y la simulación dejan al descubierto un imaginario colectivo. El naturalismo fotográfico, la definición de la realidad desde la cámara, no permite personajes ficticios, aunque sí imaginarios. Figuras reales transformadas en protagonistas de una falsa épica, arquetipos de un relato que ha impregnado toda la cultura popular hasta conseguir que la realidad tan solo interese cuando es mitificada por su representación. Es la mirada del fotógrafo quien crea este universo a través de la cámara. Espacios y personajes que tan solo existen en el mínimo instante fotográfico, fragmentos de una realidad que anhela enmascarar su naturaleza efímera al ser representada. M B

E X I T Nº 57-2015 128

Over the past two years, Mikel Bastida has travelled across Eastern and Western Europe, acting as a World War II photographer in a variety of historical reenactments, where groups of re-enactors recreate different battles at historical sites and on fictional battlefields. The series is a search for the landscapes that History has turned into literature. Stages build from the different representations of war, from film to photographs of the period, turned into monumental sets on which recreation and simulation uncover a collective imaginary world. Photographic naturalism, the definition of reality made by the camera, does not allow for fictional characters, rather only imaginary ones. Real figures transformed into the main characters of a false epic work, archetypes in a story that have impregnated all popular culture to the point where reality is of interest only when made mythical by its representation. It is the eye of the photographer who creates this universe through the camera. Spaces and characters that exist only in the fleeting photographic instant, fragments of a reality that long to mask their ephemeral nature by being represented. M B TRANSLATED BY THE NOMAD FISH


Mikel Bastida. Normandy II (France) The D-Day. 1944, 2010-11. Courtesy of the artist.

Following pp.: Mikel Bastida. Normandy (France) The D-Day. 1944, 2010-11. Courtesy of the artist.




Mikel Bastida. Recogne (Belgium) Battle of the Bulge. 1944, 2010-11. Courtesy of the artist.


Mikel Bastida. Nikolskoye (Russia) Siege of Leningrad. 1943, 2010-11. Courtesy of the artist.


Mikel Bastida. Levisham (England) German airfield. 1943, 2010-11. Courtesy of the artist.


Mikel Bastida. Montsurs (France) Harley Davidson WLA “Liberator�. 1944, 2010-11. Courtesy of the artist.

Following pp.: Mikel Bastida. Skegness (England) The D-Day. 1944, 2010-11. Courtesy of the artist.




Jim Naughten. British Infantryman, Re-enactors series, 2008. Courtesy of the artist.

Jim Naughten. Red Cross Nurse, Re-enactors series, 2008. Courtesy of the artist.



Jim Naughten. Civilian with Black Fox Fur, Re-enactors series, 2008. Courtesy of the artist.

Jim Naughten. Hitler Youth, Re-enactors series, 2008. Courtesy of the artist.



Paolo Ventura. War Souvenir #11, 2005. Courtesy of the artist and Hasted Kraeutler.


Paolo Ventura. War Souvenir #9, 2005. Courtesy of the artist and Hasted Kraeutler.


Paolo Ventura. War Souvenir #2, 2005. Courtesy of the artist and Hasted Kraeutler.


Paolo Ventura. War Souvenir #28, 2005. Courtesy of the artist and Hasted Kraeutler.


Paolo Ventura. War Souvenir #48, 2005. Courtesy of the artist and Hasted Kraeutler.

Paolo Ventura. War Souvenir #1, 2005. Courtesy of the artist and Hasted Kraeutler.



Emeric Lhuisset Theatre of War

La pintura de historia, asumida durante siglos como documento visual de un acontecimiento destacado, se pone en cuestión en el trabajo de Emeric Lhuisset. El artista parece preguntarse: “¿hasta qué punto la representación de la historia es real?”. En su proyecto Theatre of War se inspira en las pinturas de la guerra francoprusiana de 1870 poniendo de manifiesto que la puesta en escena es un elemento fundamental en la representación del conflicto. Sin embargo, esta simulación de la batalla es, aún hoy y de algún modo, un tabú, como si comprobar que las fotos son posados quitase realismo a lo que vemos. Lhuisset pide a combatientes de la guerrilla kurda que se conviertan en autores de la instantánea, simulando lo más real posible cómo fue la batalla de la que fueron protagonistas. Formado en Bellas Artes y fotoperiodismo, Lhuisset intenta mostrar cómo la foto de guerra es también una ficción, o más bien una realidad ficcionada. Cuando miramos las imágenes clásicas del fotoperiodismo, muchas de las cuales se han convertido en iconos visuales, no podemos evitar pensar en la parte de posado que hay en ellas. ¿Cómo representamos, entonces, la guerra hoy? El teatro de la guerra es un posado, un intento por hacer de la batalla un icono a través de la ficción de la misma. S G

E X I T Nº 57-2015 148

The painting of history, accepted for centuries as visual documentation of a major event, is questioned in the work of Emeric Lhuisset. The artist seems to ask himself: “to what extent is the representation of history real?” In his Theater of War project, he finds inspiration in the paintings of the 1870 Franco-Prussian War, highlighting the fact that the staging is a key element in representing the conflict. However, this simulation of the batter is, even today, taboo to a certain degree, as if discovering that the photos were staged eliminates realism from what we are seeing. Lhuisset asks Kurdish guerrilla fighters to become actors in the snapshot, simulating as realistically as possible what the battles they were in were like. Educated in Fine Arts and Photojournalism, Lhuisset attempts to show how war photographs are also fiction, or rather fictionalized reality. When we look at the classic photojournalism images, many of which have become visual icons, it’s hard not to think of the part of them that is staged. How then do we represent war today? The theater of war is staged; an attempt to turn the battle into an icon through its own fiction. SG TRANSLATED BY THE NOMAD FISH

Emeric Lhuisset. Theater of War, photographs with a group of Iranien Kurdish guerrilla, 2011-12. Courtesy of the artist.











Artistas / Artists

Eleanor Antin New York, 1975 feldmangallery.com

Cristina de Middel Alicante, Spain, 1975 lademiddel.com / lanewgallery.com

Mikel Bastida Bilbao, Spain, 1982 galeriacero.com

Yasumasa Morimura Osaka, Japan, 1951 juanadeaizpuru.es

Carol Condé & Karl Beveridge Hamilton, Canada, 1940 / Otawa, Canada, 1945 condebeveridge.ca

William Mortensen Park City, Utah, USA, 1897-Laguna Beach, Califonia, USA, 1965 whmortensen.com

Thomas Demand Münich, Germany, 1964 thomasdemand.de

Jim Naughten Horsham, Sussex, UK, 1969 jimnaughten.com

Stan Douglas Vancouver, Canada, 1960 davidzwirner.com / victoria-miro.com

Eva O’Leary & Harry Griffin USA, 1989 / USA, 1986 two-states.com

Óscar Farfán Ciudad de Guatemala, Guatemala, 1973 oscarfarfan.net

Oscar Gustave Rejlander Sweden, 1813-Clapham, UK, 1875 geh.org

Samuel Fosso Cameroon, 1962

wAnn-Sofi Sidén Stockholm, Sweden, 1961 bthumm.de

Tom Hunter Bournemouth, UK, 1965 tomhunter.org

Hiroshi Sugimoto Tokyo, Japan, 1948 sugimotohiroshi.com

Richard Kolker Warrington, UK, 1969 richardkolker.com

Paolo Ventura Milan, Italia, 1968 paoloventura.com

Emeric Lhuisset Paris, 1983 emericlhuisset.com

E X I T Nº 57-2015 158


PROGRAMA DE EXPOSICIONES 2015 El desarreglo. El curioso caso del arte despeinado. Colección Artium >30 de agosto de 2015

Turno de noche. Fermín Jiménez Landa >17 de mayo de 2015

Juguetes irrompibles. Mabi Revuelta Iconocracia. Wrinkles of the City (serie). José Parlá & JR 2012

15.05.2015 > 4.10.2015

Iconocracia. Fotografía cubana contemporánea 05.06.2015 > 25.10.2015

La trampa de la sonrisa. Colección Artium 02.10.2015 >28.08.2016

SEAC. Selección de Euskadi de Arte Concepto 23.10.2015 > 31.01.2015

PUNK. Sus rastros en el arte contemporáneo 20.11.2015 > 28.02.2016

www.exit-express.com


Perti Kekarainen. Density Series, 1997. Courtesy the artist and Galerie Anhava, Helsinki.

58 MĂ?NIMO MINIMUM


Garry Winogrand, Nueva York, hacia 1962. Garry Winogrand Archive, Center for Creative Photography, University of Arizona © The Estate of Garry Winogrand, cortesía Fraenkel Gallery, San Francisco

GARRY WINOGRAND Garry Winogrand ha sido organizada por el San Francisco Museum of Modern Art y la National Gallery of Art de Washington. La itinerancia internacional de esta exposición está patrocinada por la Terra Foundation for American Art. Con el respaldo de Randi y Bob Fisher.

25 febrero 03 mayo 2015 Sala Bárbara de Braganza

T 91 602 52 21 Lunes: de 14 a 20 h Martes a sábados: de 10 a 20 h Domingos y festivos: de 11 a 19 h Visitas guiadas: Martes, 11, 12, 13, 17, 18 y 19 h

Bárbara de Braganza, 13. Madrid

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