Editorial
Solos en casa Alone at home
Una casa, su casa y mi casa, es algo más que un proyecto arquitectónico, más que una unidad de construcción. Mucho más que un espacio diseñado para habitar. Una casa, todas y cada una de las casas, desde las más lujosas y grandes hasta las más sencillas, las más pequeñas y las más humildes, es ese lugar en el que cuando entramos nos sentimos seguros, a salvo de la vorágine que dejamos detrás de la puerta. Es como cuando jugamos al parchís y llegamos a unas de esas casillas en las que estás seguro, donde ningún otro jugador te puede comer, y tú respiras y descansas antes de volver a salir a la lucha diaria. Una casa es ese lugar en el que hemos estado, prácticamente todo el mundo en todo el planeta encerrados un buen número de meses, solos y sin salir. Sin previo aviso nos hemos tenido que quedar todos en casa por nuestra seguridad y la de los demás, aislados, confinados. Hemos tenido que trabajar, comer, dormir, socializar, compartir en ese espacio en el que hasta ese momento apenas pasábamos muchos de nosotros un mínimo espacio de tiempo, tal vez solo para dormir y algo más los fines de semana. Dependiendo del clima de cada zona de la tierra, las casas son cuevas o lugares abiertos y de paso, pero de pronto todo fue un espacio cerrado, a veces compartido y otras muchas en soledad. Hemos comprendido la importancia de la luz, de la comodidad, de la eficacia de nuestras casas, hemos cambiado de forma de vestir, de comer, muchos han vuelto a hacer ejercicio, otros han regresado a los libros. Pero todo ha sido entre esas pocas paredes que delimitan nuestra casa. Es un fenómeno mundial que, sin duda, ha dado un giro a la mentalidad de la humanidad, un giro hacia la esencia de la vivienda, de lo que debe ser y de lo que significa.
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EDITORIAL
A house — your house and mine — is much more than an architectural project, more than a unit that has been built, and much more than a space that has been designed to live in. A house — each and every house, from the biggest and most luxurious to the simplest, the smallest and the most humble — is a place in which we feel safe when we walk through the door, protected from the chaos of the world we leave behind us. It is like landing on a safe square in ludo, where no other player can eat you and you take a deep breath and rest before returning to the fray again. A house is the place in which virtually everyone across the world has been locked in for the last few months, alone and without being able to leave. With no prior notice, we have all had to stay at home for our safety and that of others, isolated and confined. We have had to work, eat, sleep, socialise and share in a space in which many of us spent only a minimum amount of time before, a space that was solely for sleeping in and perhaps spending a little more time at weekends. Depending on the climate in your part of the world, your house might be a cave or an open place where you pass through. Yet without warning it became a closed space, sometimes shared but on many other occasions not. We have come to understand the importance of light, of comfort, of the efficiency of our homes. We have changed the way we dress and the way we eat. Many of us have started to exercise again. Others have gone back to books. And it has all been done between the few walls that mark out our house. It is a global phenomenon that has undoubtedly changed humankind’s