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Universidad Lumière-Lyon II PÁG
LYON
RECUERDOS PARA LA ETERNIDAD
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Lugar de intercambio:
Lyon, Francia Idioma: Francés
Gustavo Gutiérrez
He aprendido a hacer de mi cuarto un espacio de intimidad, en él respiro, suspiro, me siento agudo, como en el aire, elevado, cuando miro a lo lejos me siento en el cielo, complacido, listo para sentir, para ganar tiempo y hacer momentos de tranquilidad irremplazables, eso para mí es el gusto por escribir. "Le bonheur c’est de passer une bonne heure": anonyme. “La felicidad es pasar un buen momento” anónimo.
Redacto estas letras desde una villa del siglo xix. Fue el hogar de Ferdinand Monoyer, oftalmólogo francés, inventor de la dioptría y creador de la tabla de agudeza visual. Es una casa burguesa de 450 m2 proyectada en un plan de urbanización; se quiere hacer de ella un espacio histórico de la ciudad, un museo dedicado a las ciencias de la salud. La propiedad se construyó en 1835 por Marie-Vital Henry, llamado el barón de la familia de Tournelles, un título de nobleza.
Los primeros seis meses de intercambio fueron buenos. Viví en una residencia universitaria, la habitación era de 10 m2 y costaba 197 euros el arriendo. Me enfrenté a clases magistrales, parciales, entrevistas, profesores, trabajos periodísticos, eventos culturales, reuniones académicas, en fin, a una vida adulta en otro país. Tuve a mi abuela Victoria en el teléfono hace unos días y me preguntó quién me hacía el almuerzo, le respondí que yo mismo me lo preparo y que hago la limpieza también. Se ríe y responde: “Para que veas cómo es la vida, acá ustedes no hacían nada, acá todo se lo preparábamos y ahora te tocó aprender”.
Estuve al lado de brasileños y con personas muy capaces con quienes hoy todavía guardo contacto. Fue un tiempo
de descubrimiento, de probar nuevos platos, de escuchar voces de aquí y de allá, de tomar vinos en el río con amigos y desconocidos, de hablar un poco de todo o simplemente callar. Eso me hizo pasar momentos geniales. Conocí el carnaval de Venecia en el sureste del país, en Annecy, ciudad francesa encantadora, antiguo hogar de la nobleza de Ginebra. Realicé este viaje con la universidad anfitriona en compañía de otros estudiantes internacionales. En esta fiesta no hay música ni baile, los disfraces de condes y reyes son para admirar, mientras desfilan junto al lago y la vieja ciudad.
Volví a Francia para el segundo semestre de intercambio y me enfrenté a la depresión. Tenía demasiada carga académica, problemas personales, no tenía ganas de nada ni de nadie, el deporte no me bastaba, el estrés ponía en duda mis decisiones, la ansiedad no me soltaba y en momentos de rabia el idioma me fastidiaba. Sentí mucho desorden en mi mente, en mis emociones, temí no avanzar. Necesité ayuda, pero no sabía a quién escuchar. Mi año de intercambio fue fuerte y lleno de sueños intensos; en uno de ellos una mujer sentada frente a mí me decía: “Calma, ya pasará”.
El obstáculo más duro ha sido el saber vivir francés, aquí hablar es una acción de respeto, debe hacerse preferiblemente en voz baja, siempre manteniendo una mínima distancia e ir en silencio en el trasporte común para no molestar, y si fuese el caso, pedir perdón es lo mejor. En Francia es fundamental dirigirse al desconocido con un lenguaje cortés. Esto lo debe aprender el próximo viajero.
A finales de noviembre del 2019 recibí en mi casa la visita de tres colegas y hoy amigas periodistas. A Valentina Pineda, Daniela Castillo y Daniela Arias les agradezco de todo corazón haber venido.
Su estadía no alcanzó para presentarles a la tercera ciudad más grande de Francia, para atravesar los pasajes urbanos del medioevo utilizados como estrategia de resistencia durante la Segunda Guerra Mundial, de caminar en las vías usadas por colonias romanas para buscar agua del río Saone, ya que vivían en la colina de Fourvière, en el este de Lyon. Y durante la revolución industrial fueron usados en las revueltas de los Canuts en 1831, 1834 y 1848; los tejedores de seda exigían un salario fijo a sus empleadores porque la mano de obra solo conocía el hambre y la miseria.
Faltó apreciar los frescos históricos de la ciudad y recorrer el Instituto Lumière, pues los hermanos Lumière crecieron en Lyon. El quinto distrito es conocido como un sitio mágico por su aire medieval y la casa Guignol: en 1808, el artesano Laurent Mourguet creó esta marioneta para distraer a sus pacientes mientras él les arrancaba los dientes. A esto lo llamamos un dentista. Este personaje es una representación de su imagen, ambiguo, amante del vino, crítico de la política y siempre en contra de la fuerza pública. Hoy día Guignol es patrimonio cultural de la ciudad, sus espectáculos guardan tradición y protegen un hablado lyonnais en vía de desaparecer. En el segundo distrito está la Ópera, la Plaza de Bellecour y la plaza de Terreaux, es el corazón de una ciudad reestructurada, elegante, con calles llenas de boutiques y primer barrio del periódico local conservador, Le Progrès.
Para mi sorpresa, a las afueras de la metrópolis hay un museo de arte contemporáneo llamado La Demeure du Chaos. La entrada es gratuita y su con-
tenido es artístico, creativo y original. Los grafitis son hechos por los ciudadanos porque su participación permite la permanencia del museo. Sus obras están cargadas de denuncias sociales, posturas feministas, filosóficas, literarias y permiten la unión del hombre por medio de la cultura. Su emblema es “hacer arte es hacer democracia”.
Comencé el nuevo año con dos viajes reconfortantes. Estuve en Barcelona acompañado, en febrero viajé a Suiza para un cumpleaños, un mes después firmé un contrato de prácticas con una ong francesa, Bubble Art, comprometida con el mundo humanitario internacional y ecológico. Desde comienzos de la cuarentena, el 17 de marzo, trabajamos en una serie de crónicas radiales publicadas en YouTube llamadas “Les chroniques de Tonton Pagou”; en nuestro proyecto hacemos entrevistas a quienes se atreven a expresar sus vidas durante el confinamiento. Todos los días nos reunimos por Messenger a la misma hora para fijar las grabaciones un beso, de una chocada de manos, de todo a lo que estamos acostumbrados para comunicarnos. Tocar es un placer y no lo valoramos.
de la semana. El teletrabajo ha sido una prueba gratamente superada y es una herramienta para desarrollar.
Propuse mi sentir a los miembros del equipo para participar en el proyecto como estudiante extranjero. Con mi voz y un doblaje en francés hicimos el episodio n.° 17, titulado “Toucher, quel plaisir!”. El texto es el siguiente:
Tocar es un placer
Escribo sobre cómo me he sentido estos últimos días. Todos estamos llamados a ser solidarios y conscientes para no contagiar, forzados a restringir nuestra propia conducta natural.
Esta es la segunda semana de confinamiento en Francia y no dejo de pensar en que debo lavar mis manos. El pánico es terrible.
He caído en la cuenta de que expresar un saludo de mil formas no es solo un código ciudadano. Para mí, es un gusto inconsciente de sentir la vida a través del calor, de la textura y la fricción de otra piel.
Me emociona pensar en que ya este episodio se acabó, en abrazar y acariciar a mis amigos y mi familia, pero cuando la ilusión se desvanece, me perturba, porque simplemente no es posible. Llegó la primavera, pero qué más da, si no la puedo disfrutar porque el enemigo ahí está vivo. Extraño sentir a alguien más que solo a mí mismo y me aburre tocar los cuerpos fríos del hogar, sin voz, sin alma y sin espíritu.
Me percato de que esta cuarentena es un encierro interior y hace que mi cuerpo esté en conflicto. Permanecer en aislamiento no es grave, pero sí me hace falta el contacto físico. Gozo de salud, pero hoy no puedo tocar a nadie, no lo interpretes sexualmente, solo hablo de glosario
1. Traboules: Pasajes urbanos patrimonio de la Unesco.
2. Avoir une bonne étoile: Referencia a tu estrella, a tu destino.
3. Faire la grasse matinée: Quedarse en cama hasta tarde.
4. Avoir du vague à l’âme: Sentir tristeza.
5. Mademoiselle: Término discriminatorio contra la mujer.