11 minute read
PÁG
TURQUÍA
ESKISEHIR
Advertisement
Laura Vanesa Suárez Romero
Enfrentarse a vivir en un país sin conocer una sola palabra, estudiar en otro idioma, viajar y aprender cosas nuevas en Turquía son apuestas que jamás pensé en hacer y me siento orgullosa de haber vivido cada una de ellas. Sin embargo, mi mayor apuesta durante mi intercambio fue lograr que mujeres sirias y turcas utilizaran la fotografía como medio de expresión. Les comparto el primer día de mi proyecto de grado y mi mejor intento de resumir lo que fue vivir en Turquía un año y medio.
Lugar de intercambio:
Eskişehir, Turquía
Universidad receptora:
Universidad de Anadolu
Práctica profesional:
Universidad de Anadolu
Tiempo:
Año y medio
Idiomas:
Inglés y turco
JUNTOS, ILUMINAMOS LA OSCURIDAD
Desde la terraza del hotel veíamos la frontera con Siria. Sin militares, sin mallas, sin bombas. Quizá fuimos afortunados cuando visitamos Mardin, pero fue como yo la conocí, de la que puedo hablar.
Mardin era la primera ciudad de nuestro proyecto de grado. Junto con Camila, Camilo y Adbu (a quien llamaba así porque nunca pude aprender a pronunciar su nombre, Abd ElKader Abd El Halim), y con el apoyo de onu Mujeres en Turquía, viajamos durante cinco días, a través de cuatro ciudades (Mardin, Gaziantep, Urfa e Izmir), y sin muchas palabras, porque no hablábamos el mismo idioma, logramos que las mujeres involucradas utilizaran la fotografía como herramienta de expresión.
Yo ya había viajado por Turquía, quizá mucho más de lo que lo hice en Colombia. En gran parte gracias a las oportunidades que te da la Universidad de Anadolu, y ese espíritu aventurero que aparece estando al otro lado del mundo. Pero esta fue una nueva cara de Turquía. Cuatro meses antes había decidido quedarme por este proyecto en vez de regresar a Colombia para encontrar una práctica institucional.
Eran las ocho de la mañana e íbamos de salida a nuestro primer taller. La no-
che anterior habíamos tenido una cena de bienvenida con los miembros de la onu, quizá una de las mejores en mi vida, porque es innegable que en la zona fronteriza está la mejor sazón del país.
Inicialmente mi familia fue un poco escéptica con mi decisión, no entendían por qué un país como Turquía, y a medida que iba pasando el tiempo por qué no quería regresar. Todo cambió una mañana. Tenía un mensaje de mi mamá. Había decidido celebrar su cumpleaños conmigo. De esa visita me quedó uno de los mejores recuerdos que tengo, en la tan famosa región de Capadocia. El 10 de marzo del 2019 nos levantamos a las 5:00 a. m., nos recogió una ‘van’ y nos llevó hasta el Parque Nacional de Göreme. Todo estaba tan oscuro que era difícil ver el paisaje, nos dejó frente a una canasta y nos pidieron que esperáramos. Empezaron a inflar los globos, nos acomodaron en grupos de a 20 personas y en el nuestro solo había asiáticos. El globo empezó a subir y simultáneamente comenzó a amanecer. El tiempo se detuvo. El día del cumpleaños de mi mamá estaba abrazándola, después de extrañarla más de seis meses, a más de 2000 mil pies de altura.
Caminábamos entre los famosos edificios de piedra en la ciudad antigua, que al avanzar tomaban forma de laberinto. Llegamos a una puerta de madera que tocamos, en donde nos recibió Sevim, quien llevaba viviendo en Mardin un buen tiempo por un proyecto de emprendimiento para mujeres en la región, produciendo jabones artesanales.
Llegaron las mujeres, y aún no estábamos listos, pero empezamos. Hicimos una breve introducción sobre el poder de la fotografía, pintamos con luz, hicimos trípticos y mensajes que queríamos sacar a la luz.
Mi viaje en avión duró más de 24 horas, en el cual me memoricé la primera y quizá la frase más útil durante todo mi intercambio: “Türkçe bilmiyorum”, no hablo turco. Creo que jamás la dejé de utilizar, simplemente la iba complementando.
Los turcos hablan el mismo inglés que los colombianos, te cruzarás con algunos que saben mucho, unos que preferirán ignorarte, y otros que inclusive a señas están dispuestos a ayudarte. Terminas por utilizar la barrera idiomática en tu favor. Hablas en español en donde quieras, de lo que quieras, y en frente de quien quieras, excepto groserías, porque esas sí se las saben, gracias a Netflix y Narcos.
De donde nace otro de los temas más frecuentes y que no queda más que enfrentarlo con humor. En una de las ferias internacionales que organiza la universidad hicimos un postre tradicional con Johanna, la otra colombiana que llegó conmigo. Uno de los estudiantes turcos nos preguntó: “Does your dessert have marihuana?” (¿Su postre tiene marihuana?). A lo que respondimos: “Of course not; cocaine, more Colombian” (Por supuesto que no; cocaína, más colombiano), y todo el auditorio se quedó mirándonos.
Ese día mi tarea era documentar la experiencia. En el material quedaron las sonrisas de las mujeres, de mis compañeros, de Sevim y de los miembros de la onu compartiendo, tomando fotografías, comunicándose sin palabras o con muy pocas. Todo sucedió tan rápido que no medimos bien el tiempo, no organizamos los equipos, y al final nos faltaron ambos. No encontrábamos lentes, cargadores, pero teníamos una visita junto con ellas a la Universidad más antigua del mundo. El clima nos recordaba que aún
era invierno, el viento congelaba, pero lo que vivíamos era tan intenso que casi no nos afectaba.
Ellas tomaban fotos de la edificación, con sus compañeras, con nosotros y nos agradecían por el taller casi a señas. Nos despedimos. Solo en ese momento caímos en la cuenta de todo lo que había pasado.
Antes de viajar me encontré con comentarios como que Turquía estaba en guerra, que era peligroso, que los musulmanes son misóginos, que la mujer vive reprimida, que tenía que usar hiyab. Mentiras. Tampoco faltaron quienes me hablaron de que era la puerta entre dos mundos, Europa y Asia. Descubrí que ese título no era en vano, pero que se quedaba corto para todo lo que te encuentras. África está a menos de tres horas en avión, su tradición musulmana permite encontrarte con fieles de culturas completamente distintas, malasios, indonesios, gambianos. Por su ubicación geográfica y las migraciones dentro del continente conocí al menos una persona de países que no había escuchado antes, como Kirguistán o Turkmenistán.
Y la excusa perfecta para conocer el mundo árabe.
Llegamos al hotel, tuvimos una reunión sobre lo que no debía volver a pasar, y cómo íbamos a continuar con las otras tres ciudades. Sin embargo, a pesar de estas reuniones, cada una era tan diferente que no valían de mucho las lecciones aprendidas.
Conociendo, compartiendo y entendiendo todas estas nuevas culturas, te das cuenta de que el mundo y la vida son más complejos de lo que parecen. Al mismo tiempo, un intercambio te recuerda que vivir a veces es más fácil de lo que piensas. Pensar en el futuro es agobiante. Te aferras al presente, y lo vives lo más intensamente posible. No te matas la cabeza con el cuando todo se acabe, simplemente vives.
Por todas esas veces que compramos cremas en vez de jabón, comimos en un restaurante algo totalmente distinto a lo que queríamos pedir, pronunciamos mal una palabra y terminó siendo una grosería, nos perdimos y no pudimos preguntarle a nadie, nos hubiese encantado conocer más a alguien que no hablaba inglés, lidiamos con la diferencia horaria, las experiencias que nos perdimos en nuestro país, tratamos de replicar una comida colombiana con ingredientes locales y nos quedó horrible, y una infinidad
de detalles más, admiro a todos a quienes se dan la oportunidad de vivir un intercambio internacional, especialmente en Turquía. No conocimos mucho de Mardin porque cayó un aguacero que solo nos permitió tomarnos un café menengic, famoso por ser hecho de pistacho, y regresamos al hotel.
Esos colombianos que conocí se convirtieron en mi familia, al igual que algunos estudiantes internacionales (porque con la diversidad de quienes conocí quizá es la única palabra con la que los puedo definir) con los que celebré Navidad, Ramadán, comí, conocí, viajé. Todos acordamos que cuando estás allá no eres un colombiano más, cualquiera de los 48,2 millones, eres el colombiano. Pocos encuentras que se le miden a una experiencia a más de doce horas en avión, otro idioma, otra religión, otra cultura. Hasta terminas tomándote fotos con extraños que ven a un colombiano por primera vez, te regalan cosas en los restaurantes, en las panaderías, para hacerte sentir bienvenido. Porque, si recuerdo una característica de los turcos, es su gusto por hacerte sentir bienvenido en su país. Están orgullosos de su historia, de su idioma, de su cultura, de Ataturk, y quieren que tú también lo estés.
A la mañana siguiente tratamos de sacarle provecho al clima y salimos a buscar una tienda de jabones que Camila había encontrado por internet. El dueño era un hombre ya de edad, muy amable, que nos mostró con total paciencia cada una de sus creaciones. Regresamos al hotel, tomamos nuestras cosas, nos subimos en los carros de la onu. Felices, nerviosos, agradecidos y expectantes, empezábamos una nueva aventura, Urfa. Luego fueron Gaziantep e Izmir.
Mi visión de la frontera, de las mujeres sirias y turcas y del país cambió para siempre después de esta experiencia. Lo que conseguimos superó nuestras expectativas y todo el esfuerzo se materializó en la oportunidad de abrir dos galerías con el material. Una en el centro cultural de artes en Gaziantep y una en la Universidad de Anadolu. Por eso, reitero, mi mayor apuesta en Turquía fue: Iluminar laoscuridad (karanlıgı aydınla).
Día de la apertura de la galería en Gaziantep, Turquía
glosario
Considero que existen dos opciones. Estudiar turco a consciencia antes de llegar, o estar lo más abierto posible a aprender el idioma estando allá. Estas cinco cosas siempre van a ser útiles, lo demás se puede solucionar con el traductor de Google.
1.Türkçe bilmiyorum, ama öğreniyorum. No hablo turco, pero estoy aprendiendo.
2. Lütfen. Por favor.
3.Teşekkürler. Gracias.
4. Özür dilerim. Disculpa.
5. Bir (su, çay, kahve, bira) isterim. Me gustaría un (agua, té, café, cerveza).
NOTAS DE VIAJE
Viaja mucho. Al consejo cliché por excelencia vale la pena hacerle énfasis. Es bueno llevar cierto dinero ahorrado para poder darse esta oportunidad. La Universidad de Anadolu junto con el grupo Erasmus planea viajes con estudiantes internacionales. Sin embargo, quedan muchas regiones pendientes que puedes hacer con amigos, como yo. Eskişehir cuenta con estación de tren y de bus. Básicamente puedes ir a cualquier parte del país.
No te vayas extrañando Colombia. Date la oportunidad de olvidar los sabores colombianos, la música, los eventos, los temas y prueba lo que te ofrece el país.
Ábrete al contexto internacional. Estas al otro lado del mundo, dale prioridad a conocer nuevas culturas, no solamente la turca, relaciónate con tantos estudiantes internacionales como puedas, forma parte de las actividades que hace el grupo Erasmus, de congresos, ferias.
Pídele recomendaciones a los locales. La mejor manera de no caer en las trampas turísticas y pagando dinero innecesario es pidiéndole sugerencias a quienes saben o tienen más experiencia. Restaurantes, marcas, arriendos, viajes, etc.
Contáctame si tienes dudas adicionales, si no estás seguro de viajar, si necesitas alguien que responda todas las preguntas que te haces o tu familia, si no sabes en dónde encontrar información, o simplemente quieres hablar con alguien que ya haya vivido la experiencia antes. Instagram: @_vanesasuarez
El intercambio no solo se rige bajo unos parámetros netamente académicos. Consiste también en conocer otros mundos, otros lenguajes, otras costumbres. Es un paso que apoyamos desde la Facultad como un aprendizaje de saberes que implica un esfuerzo familiar, pero también en hacer ciudadanos del mundo, que entiendan otras realidades y puedan comprender mejor la sociedad en la que vivimos desde el pensamiento analítico y crítico.
Incluso en este viaje algunos de ellos pueden relatar unas experiencias adicionales ante el desafío de prolongar su estadía en el exterior con las prácticas profesionales. Y esos son relatos que refuerzan estas historias de gran emoción en medio de la pandemia, con una madurez única y ejemplar.