3 minute read
Un universo propio
La escritura es la pintura de la voz. Voltaire
Un universo propio
Advertisement
Una hoja en blanco, un lápiz y las emociones a flor de piel para desenredar esa madeja interior que nos paraliza y nos quita el aliento. A veces basta con sumergirnos en los trasfondos de nuestro ser para lograr encontrarnos y conectarnos con nosotros mismos, y nunca esta demás hacerlo a través de esa vieja amiga: la escritura. Escribir es una forma de liberación, de romper las cadenas que nos atan a nuestros miedos, angustias, desesperanzas; pero también nos permite tocar el cielo con las manos al trazar o teclear aquellos instantes en que nuestro corazón estuvo a punto de estallar de la alegría. La escritura nos atrapa, vive dentro de cada uno, en forma de latido, imposible de apagar. Es un universo propio, un enorme placer, una fascinación irrenunciable que nos permite mostrar nuestra voz en forma gráfica y permanente. ¿Quién no se ha sentido como el lenguado de Watanabe? Asimétrico, poco agraciado, en definitiva, un pequeño monstruo, invisible para todos. Pero también, ¿quién no ha logrado cambiar esa historia a través de la escritura? La capacidad sanadora de una hoja en blanco es innegable. Yo misma he pasado horas, escribiendo cartas o diarios que aún conservo en mis cajones, porque forman parte de mi historia. Si sientes que el resto ve tu sufrimiento y nadie empatiza con tu situación, si crees que no existes y no cuentas para nadie, si te sientes vulnerable, o lo que es peor, si no alcanzas a verte a ti mismo, escribe, escribe lo que sientes, exprésalo libremente y con máximo detalle porque escribir es sin duda la mejor terapia. Y si sientes que merece la pena, y que es el momento adecuado compártelo con otros, porque, sin menoscabo de su indudable valor terapéutico, la escritura, de eso se trata en el fondo, como en cualquier verdadero acto amoroso: de compartir.
79
Cuando sintamos que “ningún espacio es suficiente para contenernos, ni esta selva que se desnuda en vértigo, ni el más allá del brujo y su ayahuasca” (Espinosa, María F., 2006), recuerda a la escritura, como ese espacio casi único, que te permite dar rienda suelta a tus vivencias, pero que también sirve como contenedor de emociones. Disfruta, disfruta de ese acto casi sagrado que es la escritura, disfruta de esa belleza inesperada, que surge de un modo casi mágico, una especie de serendipia que vale la pena celebrar. No seas solamente unas manos que escriben, la escritura no se trata de tomar la emoción y escribir desde ella. Escribir va mucho más allá, es darle la oportunidad al cuerpo para que se exprese, afinar el oído por si tuviera algo que decir; es gozar, complacerse, regocijarse, exprimir al máximo la experiencia para expresar una idea, una emoción, una sensación punzante. Por eso no creas que solo se escriben los miedos o angustias, también se compone sobre la vida, sobre ese maravilloso cúmulo de casualidades donde la felicidad puede esconderse en cualquier esquina, en cualquier rincón.
Escribe, siempre, y deja que esa llama se expanda y se propague, porque a la palabra escrita, sin duda el viento se la lleva menos. A mí, no escribir, me induce a una especie de asfixia mental, de nudo emocional, una inquietud, que termina convirtiéndose en rebeldía, porque no escribir es como si a un pequeño niño le quitaran su juguete preferido. Escribir es el único arte que es patrimonio exclusivo de la Humanidad, la escritura nació con nosotros y morirá con nosotros. Es un acto de supervivencia, que nos permite mostrarnos, mostrar nuestra propia voz y entrar en contacto con nuestra parte más íntima y profunda.
Dachel García
REFERENCIAS
• Watanabe José, (2012) Perú. ANIMAL DE INVIERNO. Bajo la Luna Poesía • Editorial Eskeletra. (2013). Breve antología poética. Quito: Eskeletra.