La escritura es la pintura de la voz. Voltaire
Un universo propio Una hoja en blanco, un lápiz y las emociones a flor de piel para desenredar esa madeja interior que nos paraliza y nos quita el aliento. A veces basta con sumergirnos en los trasfondos de nuestro ser para lograr encontrarnos y conectarnos con nosotros mismos, y nunca esta demás hacerlo a través de esa vieja amiga: la escritura. Escribir es una forma de liberación, de romper las cadenas que nos atan a nuestros miedos, angustias, desesperanzas; pero también nos permite tocar el cielo con las manos al trazar o teclear aquellos instantes en que nuestro corazón estuvo a punto de estallar de la alegría. La escritura nos atrapa, vive dentro de cada uno, en forma de latido, imposible de apagar. Es un universo propio, un enorme placer, una fascinación irrenunciable que nos permite mostrar nuestra voz en forma gráfica y permanente. ¿Quién no se ha sentido como el lenguado de Watanabe? Asimétrico, poco agraciado, en definitiva, un pequeño monstruo, invisible para todos. Pero también, ¿quién no ha logrado cambiar esa historia a través de la escritura? La capacidad sanadora de una hoja en blanco es innegable. Yo misma he pasado horas, escribiendo cartas o diarios que aún conservo en mis cajones, porque forman parte de mi historia. Si sientes que el resto ve tu sufrimiento y nadie empatiza con tu situación, si crees que no existes y no cuentas para nadie, si te sientes vulnerable, o lo que es peor, si no alcanzas a verte a ti mismo, escribe, escribe lo que sientes, exprésalo libremente y con máximo detalle porque escribir es sin duda la mejor terapia. Y si sientes que merece la pena, y que es el momento adecuado compártelo con otros, porque, sin menoscabo de su indudable valor terapéutico, la escritura, de eso se trata en el fondo, como en cualquier verdadero acto amoroso: de compartir. 79