Centro de Alabanza y Proclamación
Abril 2014 | Ministerio infantil
C
uando escuchamos la palabra herencia, podemos pensar en algo que se recibe como un gran regalo. Herencia viene de la palabra kleronomeo, que significa estrictamente recibir algo por suerte, lo cual habla del gran valor que Dios le da a un niño.
Los hijos son una herencia del Señor. Salmos 127:3
Tal vez los niños no tengan muchos bienes materiales que compartir, pero dan con gran generosidad todo lo que tienen a los que aman, y en quienes creen; abrazos a la hora de dormir, apretujones de cuerpo entero entre risas y carcajadas que van directo al corazón, una tormenta de besos en las mejillas, un apretón de manos que da confianza. Es verdad, te sientes grande cuando ellos te admiran, pues su admiración es genuina. A veces suelen decir «tengo miedo, pero confío en ti»; pequeños deditos doblados en una oración simple y sincera que se eleva como el perfume al mismo corazón del Señor. Zapatitos gastados, que un día dejarán de usarse. Estos momentos no tienen precio y son suficientes para animarnos a continuar. Pocos regalos sobre la tierra son tan maravillosos como el amor de un niño. La palabra de Dios nos dice que los hijos son herencia de Dios, es decir que son de Dios, y debes cuidar aquello que le pertenece a Dios. Tienen un lugar tan especial en el corazón de Dios, que en la Biblia encontramos una advertencia fatal a aquella persona que se atreva a hacerle daño a un niño. Una vida puede comenzar con una frase, una palabra de ánimo, o un acto de amabilidad. El espíritu de un niño es muy parecido al cemento fresco, cuando es joven, conlleva poco esfuerzo estampar una marca que durará toda la vida. Hoy te invito a dejar tu marca, la marca de tu tiempo, de tu atención, de tu paciencia, y de tu amor. La herencia es grande, y debes cuidar de ella.