Workshop Bauhaus Universitat Weimar

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Bauhaus Universität Weimar Santiago de Chile 2017

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Bauhaus Universität Wimar / Florencia Fernández Méndez ... [et al.] ; dirigido por Florencia Fernández Méndez. - 1a ed . - Rosario : UNR Editora. Editorial de la Universidad Nacional de Rosario, 2018. Libro digital, Otros Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-702-284-1 1. Arquitectura . 2. Urbanismo. I. Fernández Méndez, Florencia II. Fernández Méndez, Florencia, dir. CDD 711

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Autoridades de la FAPyD – UNR Decano Mg. Arq. Adolfo del Rio Vicedacana Mg. Arq. Ana Valderrama Secretario Académico Arq. Sergio Gustavo Bertozzi Secretaria de Autoevaluación Arq. Bibiana Ada Ponzini Secretario de Asuntos Estudiantiles Arq. Damián Ángel Villar Secretario de Extensión Universitaria, Vinculación y Transferencia Arq. Lautaro Dattilo Secretaria de Postgrado Dra. Arq. Jimena Paula Cutrúneo Secretaria de Ciencia y Tecnología Dra. Arq. Bibiana Cicutti Responsable Relaciones Internacionales Lic. Romina Lucatti Dirección editorial Arq. Florencia Fernández Méndez Coordinación Arq. Sebastián Bechis (FAPyD) Arq. José María Gutiérrez Márquez (BAUHAUS) Corrección Editorial Dra. María Florencia Antequera Diseño editorial Lic. Catalina Daffunchio Dirección de Comunicación FAPyD Producción y consejo editorial Arq. Florencia Fernández Méndez Josefina Iadanza Anabella Crocenzi Guadalupe Gaspar Florencia Palmisano Camila Sánchez Caprile Mauro Lorenzatti

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Índice 6 Teoría del viaje Sergio Bertozzi

48 Domingo 12 Mauro Lorenzatti

10 Südländer José Mario Gutiérrez Márquez

52 Lunes 13 Florencia Palmisano

12 Introducción Sebastián Bechis

56 Martes 14 Guadalupe Gaspar

16 Participantes

60 Miércoles 15 Lucas Casissa y Lorenzo Massoud

21 Bitácoras de viaje 22 Lunes 6 Clara Griot

64 Jueves 16 Camila Cordisco y Lorenzo Massoud

26 Martes 7 Sofía Ortisi y Mauro Lorenzatti

68 Viernes 17 Soledad Romano y Agustina Ortega

30 Miércoles 8 Josefina Iadanza e Ignacio Roldán 34 Jueves 9 M. Eugenia Retamero y Florencia F. Méndez

73 Trabajos de cierre 74 El fin del viaje Florencia Fernández Méndez

40 Viernes 10 Anabella Crocenzi 44 Sábado 11 Camila Cordisco

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Teoría del viaje por Sergio Bertozzi

Teoría del viaje Alicia R. W. de Camilloni narra el caso de un curso de Introducción a la Geología, en una universidad californiana, al que una alumna fue a anotarse: cuando solicitó que la inscribieran, le explicaron que el profesor a cargo de ese curso ofrecía dos opciones: la primera, tradicional, de cursado semestral en la universidad, con examen final; la segunda opción consistía en una caminata de 15 días por el desierto de Mojave: “La alumna eligió la segunda opción y volvió fascinada con la geología.” La profesora Camilloni con esta anécdota explica que existen distintas maneras de aprender, y que los mismos contenidos no se aprenden de una única manera. Y que el viaje es una de ellas. Los viajes de estudio tienen una larga tradición en la formación de los arquitectos, en las carreras de arquitectura, y tienen una dimensión pedagógica indiscutible. Pero el viaje al que me refiero no empieza y termina en el momento en que me subo o me bajo del medio que me lleva a destino, sino que comienza mucho tiempo antes, con su preparación exhaustiva, y solo termina cuando se evalúan los resultados y se hace pública la experiencia. Es decir que el viaje de estudios no se agota en el acto de viajar, sino que implica una concepción más amplia. “El viaje comienza en una biblioteca”, dice Michael Onfray, filósofo francés contemporáneo, autor de un libro que lleva como título Teoría del Viaje, al que voy a referirme más adelante. El mayor error que puedo cometer es ir a un lugar sin un conocimiento previo. Corro el 6

riesgo, no de perderme por sus calles, que es una experiencia recomendable, sino de perderme el conocer y experimentar lugares y momentos vitales de una ciudad, por no disponer de la información adecuada. El viaje es un proyecto, y como tal exige trabajo y tiempo, y se materializa en el acto mismo de viajar, pero continúa, no acaba sino que induce a nuevos viajes, a nuevas búsquedas y nuevos descubrimientos. Además un lugar raramente se agota, a pesar de los intentos de Georges Perec. Hay que volver a ver en verano lo que hemos visto en invierno, a ver con el sol lo que vimos con la lluvia, a ver en el día lo que vimos en la noche. El viaje es una experiencia de aprendizaje. Sin embargo, hay quienes viajan y no aprenden nada, y lo que es peor aún, no todas las personas ven en el viaje una oportunidad de aprendizaje, sino más bien lo contrario, un riesgo, una amenaza a las convenciones del sedentarismo. “Todas las ideologías dominantes ejercen su control, su dominación, entiéndase su violencia, sobre el nómade”, señala Michel Onfray. Onfray teoriza sobre el viaje y lo que hace es señalar, fundamentalmente, las raíces sociológicas del viaje como actividad contemporánea y su eventual vínculo con el nomadismo. Onfray, como provinciano, se declara enemigo de la artificialidad de las ciudades y partidario de la naturaleza. Admite que va a París solo cuando no puede evitarlo, para tomar un avión, precisamente para emprender un viaje. Pero para un arquitecto, las ciudades son


objetos de estudio disciplinar y escenarios de actuación profesional. El territorio es el lugar por defecto de producción de la arquitectura y del urbanismo. “En portugués (y en español también) la palabra territorio tiene connotaciones de espacio físico, y ello conlleva cierta confusión, pero en otros idiomas, fundamentalmente el francés, la palabra territorio se refiere al espacio construido, transformado, y por tanto, cargado de artificialidad.” A ese territorio es al que nos dirigimos, con el fin de estudiarlo y de proponer su transformación. Continúa Onfray: “El nacionalismo alemán celebró la raza aria sedentaria, arraigada, fija y nacional, al mismo tiempo que designaba a sus enemigos: los judíos y los gitanos nómades, sin raíces, móviles y cosmopolitas, sin patria, sin tierras. El estalinismo ruso procedió de la misma manera, persiguiendo él también a los semitas y a los pueblos de pastores de las repúblicas caucásicas o sur siberianas.” El viaje tiene siempre algo de este tropismo. Desde Caín, el primer errante, condenado a vagar por la tierra o a no tener tierra en el relato bíblico, ha persistido un prejuicio hacia el viaje y hacia el viajero, y de ahí que yo lo relacione con las objeciones permanentes a esta actividad en los ámbitos académicos. He escuchado afirmar que no se puede comparar un viaje con una materia. Como si la materia fuese todo y el viaje nada. En una materia, por ejemplo, Diseño de Estructuras, adquiero una competencia que me habilita al ejercicio profesional. En un viaje, lo que

aprendo es mucho más difuso, más difícil de explicitar y de transponer a un programa de asignatura. Pero en el viaje, con la experimentación de la diferencia, la comprobación de que hay distintas maneras de proceder, y que los problemas no se resuelven de una única manera, aprendo. El aprendizaje es un proceso en el que asimilo conceptos y procedimientos que provocan una modificación, en sentido positivo, de mi conducta. Por ello, el viaje me saca de la mediocridad. El Viaje de Arquitectura implica una experiencia de aprendizaje multisensorial y multidimensional que excede lo disciplinar. Y si bien existen sedentarios que no advierten el potencial pedagógico del viaje, también están los que hicieron del viaje una herramienta de aprendizaje: Brunelleschi y Le Corbusier bastan como ejemplo. Pero retrotraigámonos en el tiempo y pensemos en Viena, en 1896, lugar y fecha de la primera edición de La arquitectura de nuestro tiempo. Otto Wagner exponía en ella su visión de la arquitectura y de su enseñanza en la academia, en un momento en el que la arquitectura estaba en crisis como consecuencia de la revolución industrial, la aparición de nuevos programas arquitectónicos, de nuevas tecnologías de construcción, y de la competencia de la ingeniería moderna. En sus escritos, Wagner dedica un capítulo al viaje. En su opinión, los estudiantes, luego de pasar de tres a cuatro años en la Academia, no poseían la madurez necesaria para sacar provecho de un viaje. Argumentaba que a 7


esa edad temprana, “aún no disponían de una mirada suficientemente experimentada y entrenada para una adecuada ponderación de la arquitectura.” Para Wagner, la madurez necesaria no se alcanzaba al salir de la Academia, sino muchos años más tarde, tras varios años de trabajo en el estudio de algún maestro, y tras varios años más de trabajo independiente. Pero Wagner no dejaba de recomendar calurosamente a los estudiantes, emprender un viaje de estudios, porque comprendía que “los motivos que impulsan a emprender un viaje al finalizar los estudios son el deseo de libertad y las ganas de ver el mundo, que siempre se dan a esa edad.” Corroborando las opiniones de Wagner y Onfray, Sebastián Gray –profesor de la escuela de arquitectura de la Universidad Católica de Chile− nos dice: “Era 1978. Empapados de los libros de historia del arte de nuestra escuela, quisimos verlo todo con nuestros propios ojos. Suspendimos los estudios para embarcarnos en una semblanza de Grand Tour decimonónico que nos llevó en un peregrinaje por los rincones de Europa durante seis gloriosos meses. ¡Éramos jóvenes en busca de verdad y belleza!” En las décadas de los sesentas y setentas –coincidiendo con el apogeo de la clase media argentina-, los estudiantes de arquitectura protagonizaron viajes de estudio que, vistos con la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido, vuelven ridícula la iniciativa más audaz de nuestro tiempo. Esos viajes, mayoritariamente al continente europeo, de una duración de 8

seis meses a un año, solamente son superados en la actualidad y en estas latitudes por los que protagonizan los graduados y estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República, donde parece que ha sobrevivido el espíritu del cooperativismo. En efecto, son viajes de un año de duración, dan la vuelta al mundo, y que con cada edición, se consolidan más. Paradójicamente, en una época en la que se viaja como nunca antes se había hecho, en la FAPyD nadie hace viajes de estudio de esa escala. Tal vez tenga que ver con la exacerbación del individualismo, no en el sentido que refiere Michel Onfray como característica del nómade, sino como producto de la ética del consumo, que conllevó a la ausencia de un proyecto colectivo y solidario propio de estudiantes universitarios que aspiran a conocer el mundo y a un mundo mejor. Quien escribe y sostiene estos argumentos, pertenece a una generación de arquitectos que no tuvo la oportunidad de viajar a ningún lugar durante la carrera. No solo porque no había programas de intercambio −mientras que actualmente uno de cada cinco graduados cursa uno o dos semestres en una universidad extranjera−, sino porque el viaje de estudios había sido desmantelado, porque toda actividad que implicase la reunión de estudiantes y docentes con el fin de organizar un acción colectiva, era percibida como una amenaza por la mentalidad policíaca de quienes estuvieron al frente de la universidad durante las sucesivas dictaduras. Y el viaje fue desmantelado como se desmantelaron


los centros de estudiantes, los consejos directivos, los comedores universitarios, los movimientos cooperativos, y todo aquello que generase un espacio de reunión para la construcción de consensos. Las dictaduras latinoamericanas de los años sesenta hasta los ochenta, como todos los regímenes totalitarios de todo el mundo y de todos los tiempos desalentaron, cuando no prohibieron, los viajes. Porque una vez comprobada que otra realidad era posible, resultaba difícil continuar aceptando las restricciones que imponían esos regímenes. Tal vez porque algo de eso persiste en el inconsciente, hay quienes niegan el viaje como una actividad con valor pedagógico, y reivindican el sedentarismo de las materias. Pero la narración de Alicia R. W. de Camilloni confirma el valor de los formatos no tradicionales y de la dimensión pedagógica del viaje como inductor de aprendizajes significativos. Para el contingente de 18 estudiantes de la FAPyD que participaron del workshop Südländer con 18 estudiantes de la Bauhaus Universität Weimar, en Santiago de Chile, durante dos semanas, conducidos por Sebastián Bechis y Pepe Gutiérrez Márquez, solicité y obtuve del Consejo Directivo la asignación de seis créditos. Pero para ello hubo un antes y un después. Y esta publicación da cuenta de ese después. Quienes no participaron del viaje a Santiago de Chile, tendrán la oportunidad de ver en sus páginas los resultados de la experiencia, y de vivirla a través del relato de sus actores, de los croquis y las fotografías, y de los bocetos de las intervenciones en la ex hilandería. Y

tal vez, muchos estudiantes, al ver y al leer, se sientan estimulados para participar en la siguiente edición de este workshop. La fórmula es estimular el viaje, y reconocer el esfuerzo que significa, con créditos académicos. Pero la condición es cumplir con los requisitos académicos, tanto por parte de quienes organizan la actividad como de quienes participan de ella, porque si no se cumplen, no hay créditos. Y eso debe quedar claro para evitar confusiones.

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Südländer

por José Mario Gutiérrez Márquez

“Tierras del Sur” (“Südländer”), fue iniciado por nuestra cátedra en la Bauhaus Universität Weimar (BUW) en 2013. Este seminario propone un intercambio de experiencias entre estudiantes alemanes y sudamericanos sobre el tema del reúso y de la identidad. Como objetivo secundario se apunta a, por un lado, acercar la arquitectura sudamericana a la atención de la comunidad arquitectónica europea, y por otro, presentar estrategias proyectuales en el reúso arquitectónico fruto de la extensa y rica experiencia europea. “Südländer” ha tenido gran aceptación entre los estudiantes de la Facultad de arquitectura de la BUW y casi se podría decir que se ha convertido en una tradición. Hasta hoy el seminario ha tenido lugar en Argentina (UNR), Uruguay (Udelar)) y Chile (Uchile) y este año hemos sido invitados por la Pontificia Universidad Católica en Chile (UC) En la lista de espera están Brasil , Paraguay, Colombia, Cuba, países con una tradición arquitectónica menos conocida en el ámbito académico en el que nos movemos, tanto en el argentino como en el europeo.Visitamos cada país al menos dos veces para aprovechar sinergias y reforzar las conexiones. En cada lugar, se establecen contactos con la institución académica y con funcionarios de la Municipalidad. A estos últimos, se les solicita que propongan un edificio de valor patrimonial en desuso y luego se discute con ellos un programa plausible de reúso. Los estudiantes de la BUW des10

arrollan el proyecto como parte del programa “Master” durante el semestre estivo (abril - agosto). Reúso del patrimonio e identidad son dos temas que creemos de relevancia creciente en la disciplina arquitectónica y, por supuesto, entendemos que están íntimamente relacionados: el valor patrimonial de un edificio no es otra cosa que el reconocimiento de su relevancia en la identidad arquitectónica local. La identidad arquitectónica Quizás como consecuencia de los siempre numerosos concursos internacionales y la creciente actividad de las redes profesionales, las nuevas generaciones de arquitectos se encontrarán, cada vez más, operando en contextos culturales foráneos, haciendo arquitectura en ciudades y paisajes desconocidos. El seminario busca una respuesta a la falsa alternativa entre asimilación (en el lenguaje global) y aislamiento (en la tradición vernácula), interrogando, por un lado, la naturaleza de la identidad arquitectónica y sus maneras de reconocerla, y por el otro, buscando maneras de incorporar “elementos” del repertorio local en la respuesta arquitectónica contemporánea. Asimismo, se intentan reconocer ciertos patterns, entendidos en su acepción más amplia como “regularidades discernibles”, elementos de la realidad física y cultural perceptibles con regularidad y reconocibles como parte constituyente de la identidad arquitectónica local.


A la búsqueda de patterns, equipos mixtos cartean la ciudad, unos tratando de entender lo no-familiar, de descubrir los mapas invisibles de una identidad que les es extraña, otros de reconocer lo que quizás se ha olvidado o se da subconscientemente por descontado. Lo carteado se relata a los otros en el marco de una reflexión general donde los puntos de vista distintos ayudan a entender mejor y a entenderse mejor. La tesis del seminario propone que una intervención de reúso en “resonancia” con la identidad arquitectónica local debe tratar de incorporar patterns atribuibles a esa identidad que permitan reconocer en la arquitectura resultante una identidad común con el contexto local, una respuesta que siendo contemporánea es también susceptible de localización e identificación. Se trata de reconocer que el repertorio con el cual operamos en contextos familiares no es suficiente para dar respuestas en contextos culturales extraños y que el desconocer esta necesidad supone, por un lado, aceptar el empobrecimiento del lenguaje arquitectónico local y, por otro, conceder que no hay alternativas al proceso de asimilación y homogeneización en el lenguaje arquitectónico global.

nios con la emigración de la industria de manufactura y la disolución de la zona de influencia soviética. Las numerosas oportunidades del reúso en Europa han dado como fruto un rico inventario de estrategias proyectuales. La tesis del seminario postula que el tema del reúso en arquitectura confronta al arquitecto frecuentemente con situaciones similares que permiten estrategias similares. Para ello es necesaria una clara conceptualización de las características específicas que distinguen distintas estrategias. El uso de metáforas por parte de los arquitectos es de larga tradición, pero la lingüística cognitiva ha abierto una nueva perspectiva, puesto que atribuye a las metáforas un rol esencial en los procesos cognitivos, a la luz de lo cual las metáforas se pueden interpretar como estrategias conceptuales pre-confeccionadas en el proceso de diseño. El examen de los mecanismos que explican el funcionamiento de las metáforas permite elucidar aspectos profundos del proceso de diseño arquitectónico. En el seminario se interroga el caso particular del uso de metáforas en la conceptualización de estrategias proyectuales en el reúso arquitectónico.

El reúso de arquitectura bajo tutela patrimonial El tema del reúso ha sido siempre objeto de una constante reflexión en la arquitectura europea desde la posguerra y se ha hecho aún más actual en los últimos dece11


Introducción por Sebastián Bechis

Del 6 al 17 de marzo de 2017 se llevó a cabo en Santiago de Chile el Workshop organizado por la Bauhaus-Universität de Weimar, la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile y la FAPyD de la Universidad Nacional de Rosario. La coordinación general estuvo a cargo del arquitecto Pepe Gutiérrez Márquez y participaron estudiantes de la FAPyD y de la Bauhaus. Este taller de proyectos se tituló “Construir en lo construido” y es parte del Seminario “Tierras del Sur” (“Südländer”) que se dicta en la Bauhaus Universität Weimar desde 2013. Paralelamente al cursado del workshop se realizaron recorridos extensos e intensos por las ciudades de Santiago y Valparaíso, caminando los espacios públicos significativos y visitando obras de arquitectura de todos los períodos. Esta actividad previamente planificada, fue complementaria al contenido dictado en el taller. Los viajes de estudio para alumnos y docentes son una experiencia fundamental para su formación. Visitar territorios, ciudades, edificios, y emplear fotografías y croquis para su registro son una práctica sumamente didáctica para el aprendizaje de nuestra disciplina: esperar el momento exacto de la luz para sacar una foto, trabajar su composición, encuadre y verticalidad genera un acercamiento analítico a la obra que nos permite aprenderla. Sin embargo, actualmente la posibilidad de sacar infinitas fotos atenta contra nuestra capacidad de síntesis. 12

Por otro lado, dibujar es uno de los medios más eficaces para captar la esencia de las arquitecturas que visitamos. Nos obliga a hacer una pausa y observar detenidamente. Dibujar en una libreta una obra de arquitectura es uno de los momentos más placenteros de un viaje.Creo que plasmar gráficamente nuestras experiencias nos permite internalizarlas para retomarlas y desarrollarlas en nuestros proyectos. El Workshop propone un intercambio de experiencias entre estudiantes y docentes alemanes y sudamericanos sobre el reúso de edificios e identidad. “Construir en lo construido” es una temática recurrente en el trabajo de Pepe Gutiérrez Márquez. Su formación en Rosario, Venecia y Berlín; su experiencia docente en escuelas alemanas y su investigación con las metáforas en la arquitectura giran en torno a este tópico. A su vez, sus conceptos están avalados por su práctica profesional en el estudio Bruno – Fioretti – Márquez architekten con sede en Berlín, del cual es fundador, y con el que se ha destacado por su rigurosidad tecnológica y su experiencia en el reciclaje. Sus obras, casi en su totalidad obtenidas por concursos de arquitectura, han recibido numerosos premios y distinciones a nivel internacional. El reúso del patrimonio y la problematización en torno a la identidadson dos temas profundamente relacionados y de creciente relevancia en la arquitectura contemporánea. La homogenización del lenguaje arquitectónico por la globalización y la demanda de sustentabilidad en el manejo


Anotaciones para el recorrido en Santiago.

Croquis en el Museo de la Memoria. 13


Visita a la fabrica en desuso.

de las energías hacen del reciclaje de edificios patrimoniales y fabriles en desuso un tema sobre el que reflexionar desde el proyecto arquitectónico. La dimensión del trabajo desarrollado solo fue posible por la precisa metodología propuesta por los docentes de la Bauhaus y la disciplina de los estudiantes, pero también capacidad de la FAPyD de aceptar los imprevistos de la organización y transformarlos en oportunidades de proyecto. El Workshop proponía intervenir proyectualmente en un edificio industrial de los años treinta donde funcionó la antigua fábrica de algodón “Algodones Hirmas”, en su tiempo la fábrica textil más avanzada en América del Sur. Este edificio en desuso, ubicado al norte del río Mapocho, en la ciudad de Santiago de Chile podía ser visitado. Contábamos a su vez, con información sobre propuestas reales de refuncionalización. La Universidad había elaborado un pro14

grama entre organismos públicos y privados para un Centro Tecnológico para la Innovación en productividad y sustentabilidad en construcción con precisos organigramas y cuantificaciones. El trabajo en taller tuvo dos instancias. La primera semana se destinó a la introducción al tema y al reconocimiento de la ciudad. La segunda, a la conceptualización y estrategia de intervención. Con el complemento de clases teóricas y visitas al sitio, inicialmente se desarrollaron dos ejercicios en paralelo: “Subjetivo – Objetivo”. El ejercicio “subjetivo” planteó conformar duplas mixtas entre europeos y americanos para realizar un mapeo con técnicas libres sobre Santiago. Este ejercicio permitió que los estudiantes produzcan lecturas intencionadas (descripción e interpretación) de diferentes aspectos de una ciudad. De forma sintética, se compartió con el curso los gráficos producidos por cada grupo. Se emplearon múltiples he-


Anotaciones sobre el programa.

rramientas gráficas con las que los alumnos recopilaron, analizaron y compararon diversos trazados, tramas, skylines, llenos y vacíos, colores, luces y sombras, topografías, flujos, materiales, texturas. En paralelo, para el ejercicio “objetivo” se conformaron grupos mixtos más amplios y se asignaron 9 temas de estudio del área a intervenir. Los temas fueron historia, tipología, documentación fotográfica, documentación de geometrales, detalles constructivos, maqueta física, maqueta digital, referentes y programa. Cada grupo transmitió lo investigado y todo este material elaborado se compartió para el desarrollo proyectual. Este trabajo cooperativo para la adquisición de conocimientos del lugar a intervenir, permitió abordar con rapidez una problemática compleja y construyó un fuerte vínculo entre argentinos y alemanes. En la segunda semana se desarrolló la propuesta de intervención.

La investigación y elaboración teórica de Pepe Gutiérrez Márquez sobre las metáforas en arquitectura como una forma de sintetizar y precisar distintas acciones fue el marco teórico del trabajo. En general, los alumnos arribaron a propuestas arquitectónicas convenientemente documentadas en las que se expusieron operaciones de sustracción, adición, esponjamiento, extrusión, conexión, superposición en el edificio existente. Algunos grupos se destacaron logrando conceptualizar con una metáfora la intervención. Finalmente, podemos concluir que el Workshop “Construir en lo construido” es una excelente plataforma de aprendizaje. Un laboratorio para pensar junto a estudiantes y docentes extranjeros los temas de nuestra región y del mundo. Un taller donde se trabaja con pasión y se adquieren múltiples conocimientos para aplicar en nuestros próximos proyectos de arquitectura. 15


Argentinos

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Cassissa, Lucas

Cordisco, Camila

Crocenzi, Anabella

Gaspar, Guadalupe

González del Cerro, Azul

Griot, Clara

Iadanza, Josefina

Ingaglio, Georgina

Lorenzatti, Mauro

Massoud, Lorenzo

Ortega, M. Agustina

Ortisi, Sofía

Palmisano, Florencia

Retamero, M. Eugenia

Roldán, Ignacio

Romano, Soledad

Sánchez Caprile, Camila

Fernández Méndez, Florencia

Bechis, Sebastián


Alemanes

Jacobi, Martina

Mingers, Lena

Kratzel, Dominic

Pfarr, Laura

Rehfinger, Anna

Schirmer, Theresa

Rintalo, Alessandro

Schmidt- Barbo, Julius

Teubner, Till

Caravajal Ortega, Angelica

Regueiro Candina, Andoni

Jantzen, Katja

Sisyukin, Ivan

Manca Fromman, Martha

Liem, Steve

Gutierrez Mรกrquez, Jose Mario

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Bitรกcoras de viaje

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Lunes

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La semana empezó cargada de energía, con un lunes lleno de ansiedad e incertidumbre a la vez. Dos sentimientos que fueron el motor para emprender esta “locura” de poder ser partícipes de una experiencia transformadora y representar a nuestra universidad en un workshop trilateral e internacional con universidades de gran envergadura. A estas alturas, ninguno de nosotros podía imaginar todo lo que estábamos por vivir, y lo importante que sería este viaje para nosotros. Debido a que nos alojábamos en un mismo hostel tanto alemanes como argentinos, se decidió que tuviéramos una charla trilingüe de presentación informal en el patio del hostel, antes de trasladarnos a la facultad para comenzar el ejercicio formal del workshop,. Fue allí que nos dimos cuenta cómo, en este gran desafío que estábamos emprendiendo, se notarían de manera vertiginosa tanto nuestras diferencias culturales como idiomáticas. Durante esa charla, de pronto se hablaba en inglés, con frases en alemán que se intercalaban de a ratos, junto con otras en español para esclarecer conceptos claves. Ya no cabían dudas de que se trataba de un workshop realmente Internacional.

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Con las cartas presentadas, emprendimos el camino a la facultad, lugar donde pasaríamos la mayor parte de nuestros días durante las próximas dos semanas. Estratégicamente elegido el hostel, a unos oportunos 500 metros de la FAU, podíamos recorrer ese camino todos los días de manera independiente y a pie. Al Llegar a destino, se nos entregó a llave del que sería nuestro salón y rincón de ideas. Pepe, argentino que vive hace más de 10 años en Alemania, comenzó a observar inquieto la disposición del mismo, y solicitó que lo ayudáramos a dejar el lugar de trabajo en órbita, disponiendo los bancos en línea recta, con igual separación a los ingresos, y marcando aún más nuestras diferencias. Ellos TAN Mies, nosotros TAN Miralles. Finalmente, la participación chilena no se daría de una manera directa y en conjunto, ya que los estudiantes interesados eran más de los previstos y comenzarían una semana después de nuestro primer inicio. Los 200 aspirantes chilenos trabajarían en aulas separadas y con la asistencia de nuestros profesores, corregirían sus propuestas y compartiríamos el material analítico de la primera semana del workshop.

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Por otro lado, los argentinos nos localizaríamos junto a los estudiantes alemanes en un mismo salón. De esta manera, lograríamos que se mantuviera una constante interacción entre los 3 países participantes. El momento del almuerzo llegó, para cortar un poco la jornada, y nos dirigimos todos al comedor de la universidad. Al volver a nuestro espacio de trabajo se nos presentó el terreno elegido para ser trabajado durante esas dos semanas. El edificio asignado fue la ex fábrica “Hirmas”, al otro lado del río Mapocho, alejado del centro histórico de la ciudad y frente a un parque recientemente inaugurado, el Parque Fluvial Padre Renato Poblete. Habiéndose presentado ya el edificio en cuestión, Pepe Márquez y su ayudante Steve nos explicaron la estructuración del ejercicio en cuestión. Al finalizar la presentación del futuro trabajo, decidimos partir de vuelta al hostel, con intención de salir a hacer un reconocimiento de la zona y obtener nuestras primeras impresiones del lugar donde estaríamos viviendo. El día, aunque no lo pareciera, había sido muy largo y cansador aunque éramos aún inconscientes de la gran experiencia que se avecinaba. Con incertidumbre del porvenir pero seguros de que nuestro futuro, sin lugar a dudas, pasaba por acá.

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¡Llegó la hora de conocer la ex algodonera “Hirmas”! Esta se encuentra ubicada dentro del área metropolitana de la ciudad, al noroeste de la universidad, muy próxima al río Mapocho, frente al Parque Fluvial Padre Renato Poblete, abrazada por dos autopistas con gran flujo de circulación que hacen de la zona donde se encuentra la fábrica, un lugar muy particular. Debemos destacar, que actualmente esta parte de la ciudad se encuentra muy desmejorada, debido al abandono de las fábricas y a las malas condiciones en la que se encuentran. Para lograr llegar a la zona en cuestión, decidimos dejarnos guiar por los coordinadores locales, “los Felipes”, realizando una caminata extensa a lo largo del río Mapocho, con el fin de observar la fábrica desde el otro extremo de Santiago. Nos encontramos con la posibilidad de recorrer un hermoso parque y conocer otra cara de la ciudad. Al dejar de lado las zonas más turísticas, pudimos apreciar otros aspectos, aprovechamos el tiempo para conocernos entre nosotros y comenzar un vínculo que, al final del viaje, terminaría en una gran amistad. 26

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Luego de visitar la ex fábrica de algodones, tomamos el colectivo de regreso para el centro de la ciudad, donde tuvimos un almuerzo fugaz que nos dio la energía necesaria para realizar un paseo por el Palacio de la Moneda y el barrio Lastarria. Al llegar a la Plaza de la Ciudadanía, la cual funciona como atrio del Palacio de la Moneda, ninguno de nosotros imaginó que debajo de ese lugar se encuentra el Centro Cultural. Un amplio espacio central dominado por la luz cenital, con una estructura protagonista que permite soportar una luz de grandes dimensiones y una rampa que marca la circulación sobre uno de los laterales de la gran sala, fueron algunos de los aspectos que pudimos apreciar, siempre bajo el análisis conciso de nuestros profesores. Saliendo del centro cultural, emprendimos camino por el centro financiero de la ciudad, donde convive la arquitectura clásica con modernos edificios vidriados de oficinas. Calles peatonales por doquier y gente almorzando o terminando su almuerzo para volver al trabajo. Ya de camino al hostel, atravesamos el barrio Lastarria, de una menor escala pero muy pintoresco, con gran cantidad de puesteros que nos ofrecían desde mapas antiguos hasta cualquier tipo de recuerdo que uno quisiera llevarse de la ciudad. Así eran nuestras escapadas por el centro de la ciudad. Nuestro afán por recorrer y conocer transformaba cada rato libre en un paseo por alguno de los tantos rincones que tiene Santiago.

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Miércoles

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Primer día de trabajo en taller. Encargadas de la maqueta física, empezamos a producir las primeras aproximaciones de cómo íbamos a construirla. Maquetear una nave industrial de 40.000 m2 con 5 cerebros, 10 manos y 48 horas era la escena. ¿Era más importante el entorno, el terreno, la estructura o el concepto? Entre pruebas en Archicad y esquemas en nuestras libretas A5 teníamos más dudas que certezas. ¿De qué manera podíamos hacer una maqueta, que además de ser fácil de armar, fuese lo suficientemente útil para el próximo ejercicio? El ¨momento inspiración¨ apareció a última hora de esa tarde. El concepto de una maqueta dinámica y modificable fácilmente comenzó a responder a nuestras expectativas. Empezamos a pensar en un sistema. ¿Cómo construir una maqueta formada por partes que se conecten entre

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sí para lograr un todo? ¿Con qué criterio diseñaríamos las piezas y con qué material? El tiempo que teníamos exigía decisiones prácticas y rápidas, o por lo menos, decisiones a secas. A medida que fuimos discutiendo el tema -un poco en inglés y otro poco mediante dibujos-, surgió la idea de hacer piezas que se encastren entre sí, lo que permitiría modificar la maqueta, según fuera necesario. Así las piezas se resumieron a columnas, vigas y losas que encastradas entre sí, formaban la fábrica de algodones “Hirmas”. Todo resuelto: ya sabíamos cómo hacer la maqueta, salvo por el detalle de que necesitábamos alrededor de 500 piezas perfectamente confeccionadas para que funcione el encastre. “Ningún problema”- nos tranquilizó Felipe (colaborador chileno)- “pedimos turno para cortar a láser en la FAU.” Mientras hacíamos cuentas, otra noticia nos sorprende: usar la cortadora láser era gratis por ser estudiantes invitados.

Al conocer semejante noticia nos dedicamos a dibujar las piezas al mismo tiempo que sacábamos turnos para llegar a la fecha límite. Un día para dibujar las piezas y un día para armar, terminaron siendo dos días para dibujar, cortar, armar, equivocarse; volver a dibujar mientras cortábamos y otra parte del grupo armaba lo que ya teníamos listo. 31


La noche antes de la entrega, llenas de polvo de cartón quemado, íbamos viendo cómo la maqueta se armaba. Todo iba bien hasta que el portero de la universidad nos dio aviso de que podíamos quedarnos en el salón hasta la medianoche o si no, nos teníamos que quedar encerrados ahí hasta el otro día por la mañana. El problema era trasladar una maqueta de 1,70 x 2m con piezas pequeñísimas y luego volver a traerla al otro día. En ese momento, los que quedaban en el salón -mayormente alemanes-, a pesar de no haber terminado su trabajo, rápidamente estaban ayudándonos de manera muy natural. Mientras le agradecíamos por la ayuda una nos aclaró: “hay que terminarlo, somos un equipo”. Para ese entonces, con 4 días compartidos y entre música, golosinas y cervezas ya éramos un equipo.

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Ya asignadas las tareas para cada grupo, se decidió que junto a mi compañera argentina y dos alemanes, nos encargaríamos de analizar el sistema estructural de la fábrica. Durante la mañana del miércoles y hasta la hora del almuerzo nos enfocaríamos en analizar las estructuras de los diferentes galpones. Por la tarde, nos dedicaríamos a encontrar alguna idea para nuestro trabajo subjetivo. Teniendo como guía a nuestro compañero alemán, quien había llegado a la ciudad de Santiago unas semanas antes y también había estudiado en profundidad obras arquitectónicas relevantes, nos dirigimos hacia el lado de la avenida de La República. Estuvimos toda la tarde paseando por la ciudad, nos movimos en subte y visitamos partes de Santiago que aún no conocíamos. Volvimos al hostel cerca de las 19hs muy cansados, pero felices de haber aprovechado la jornada de esa manera. Fue un paseo más que divertido y provechoso que nos sirvió para conocer un poco más a nuestros compañeros alemanes y tomar algo de confianza. 33


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Comenzaba el segundo día de trabajo intensivo en el taller. Durante la jornada del día anterior nos habíamos enfocado en conocer y entender en profundidad la ex fábrica de algodones “Hirmas”. De esta forma, podríamos determinar cómo encarar las tareas asignadas por nuestros coordinadores. Respecto al mapeo objetivo, estábamos en buen camino para el encierro del viernes, pero, en cuanto al trabajo subjetivo, este sí que estaba en pañales. El ejercicio se basaba en encender nuestras antenas sensoriales para reconocer algún elemento o patrón recurrente de Santiago, pudiendo estar relacionado con fenómenos sociológicos, comerciales, espaciales, tipológicos, materiales o visuales, que cautivaran nuestra atención y así poder expresar una visión de la ciudad personalizada. Dicho ejercicio consistía primordialmente en recorrer/caminar la ciudad, actividad que no habíamos podido hacer con plenitud hasta ese entonces. Nuestro grupo de trabajo estaba integrado por dos argentinas y una estudiante alemana.

Empezaron así las discusiones con nuestra compañera Katja sobre las ideas que teníamos cada una de nosotras, siempre con la dificultad que nos limitaba: el idioma. Tanto su inglés “alemanizado” como el nuestro, “argentinizado”, eran deficientes para una comunicación fluida. Por este motivo, nos cansamos del debate en el taller y decidimos salir a caminar sin rumbo, permitiendo que, en vez de encontrar un tema a la fuerza, este nos saliera al encuentro a nosotras. 34


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Nuestro primer foco de atención en Santiago fueron las montañas. Adonde se mire o hacia la dirección que una se dirija, se tiene como telón de fondo la cordillera, la cual ya sea por clima opor los niveles de smog que presenta la ciudad, pocas veces se deja ver con nitidez. Tanto para nosotras como para nuestra compañera, era una novedad cómo a partir de la planicie territorial, salvando los casos de los cerros del centro, se levantan esas enormes masas naturales que abrazan la ciudad. Llegando a las esquinas y decidiendo al azar cómo continuar nuestro recorrido, arribamos al corazón de un barrio llamado Lastarria, el barrio de las bellas artes. Allí nos encantaron las casonas que albergan restaurantes con terrazas o mesas en las veredas, tiendas de diseño y librerías, en su mayoría. También transitamos algunas ferias de antigüedades y asistimos a espectáculos callejeros. Lo que más cautivó nuestro interés fue la repetición de fachadas de unos pocos

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metros de ancho: nos llamaba la atención que desde la calle se pudiera ver la profundidad de su desarrollo hacia el centro de manzana, sin poder deducir desde el exterior las actividades que se desarrollaban dentro. Y al fin encontramos nuestro tema, lo denominamos “Hidden places”, por la incertidumbre y sorpresa que estos pequeños lugares causaban desde el exterior, por el contraste de luces y sombras. Más allá del subjective mapping desarrollado, lo más destacable de este trabajo fue el desafío que significó interactuar con los integrantes alemanes.El llegar a acuerdos , la paciencia, la diferencia de culturas y de formas de trabajo, nos dejó una enseñanza enorme. Asimismo, esta actividad propuesta a la par del estudio de la fábrica, nos sirvió como excusa para escapar del espacio de trabajo en la facultad, y así recorrer y conocer los barrios próximos a la misma. Nos permitió por un momento olvidarnos del trabajo de taller, y convertirnos en turistas disfrutando del paseo. Lamentablemente, duró solo un rato. Ya era hora de retomar nuestra producción física. Por suerte, lo hicimos todos juntos en el hostel, cada uno en lo suyo y a su forma, pero compartiendo el momento con risas, música y buena onda.

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Se acercaba la noche del jueves de la primera semana del workshop y ya se sentía en el aire chileno la adrenalina que solo un estudiante de arquitectura puede saber apreciar. El día viernes no sería un día más: los chicos, tanto argentinos como alemanes demostrarían, por primera vez, el resultado de tantos días de esfuerzo. Durante esa jornada habíamos acordado llevar a cabo la primera enchinchada del viaje y también el cierre de la etapa de análisis y mapeo subjetivo. Aunque algunos ya habían vivenciado algún que otro intercambio o trabajo multicultural, para muchos de los estudiantes era la primera vez que participaban de una jornada como aquella. Sin embargo, las dificultades y los desafíos diarios eran para todos innovadores a medida que aparecían nuevas demandas. Mientras que a Seba y a mí nos anunciaban que estábamos invitados a una cena “informal” con nada más ni nada menos que con Carme Pinós y Mathias Klotz, los chicos solo pensaban en cómo llegar a tiempo para lograr presentar todo lo que se les había pedido para ese viernes de encierro. Eran cerca de las 19hs y varios estudiantes seguían en la FAU terminando o empezando la maqueta junto a otros que estaban adheridos a sus sillas azules y tableros universitarios de nuestro querido salón. Till, uno de los compañeros alemanes, al ver que el día no vislumbraba un final cercano, quiso agasajar a sus compañeros con unos ricos helados que, entre risas y comentarios disfrutaron antes de seguir con sus tareas. Pepe, Steve, Seba y yo nos retiramos rumbo 38


al hostel para descansar y ya alistarnos para esa cena “de lujo”. Al llegar a destino nos encontramos que nuestro hostel de pronto se había convertido en un anexo de la facultad. Las mesas del desayuno todas agrupadas eran tableros gigantes que bailaban al compás de una cumbia argentina. Sobrevolaba una alegría inesperada y las caras de seriedad, felicidad y preocupación ya no se diferenciaban; incluso hasta los límites de fronteras ya habían desaparecido y en ese entonces sentí que los dos grupos se habían vuelto uno solo. Fue una sensación hermosa ver cómo todos trabajaban en conjunto y producían lo máximo que podían. Estaban cegados por el placer de imaginar y crear Como acompañante docente de este grupo estaba orgullosa de esos individuos que días atrás eran solo desconocidos, y ya ese jueves los sentía como amigos. Si bien unos cuantos años nos separaban, yo era la más joven de los cuatro acompañantes docentes y esa complicidad que se generó con los estudiantes, me enseñó sobre el respeto mutuo y el compañerismo. Con cinco de las chicas argentinas compartíamos habitación y dialogábamos mucho. Nos ayudábamos, despertábamos y esperábamos para poder lograr estar siempre listas a tiempo; aunque a veces los cálculos fallaban Al regresar de la velada y feliz de haber podido conocer a arquitectos que solo había visto y estudiado en revistas y en internet, aterrizábamos en el hostel y nada había cambiado en 3 o 4 horas: los estudiantes seguían todos juntos dibujando, cantando, debatiendo sobre cómo realizar la presentación próxima. Estaba muy contenta de verlos así, tan unidos y alegres trabajando duro. Los ayudé un rato más como pude y les deseé lo mejor para esa nuit blanche. “Mañana será un nuevo día”, les dije y cerré los ojos ansiosa de que sea viernes. 39


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Al final de la intensa primera semana, nos dimos cuenta que habíamos aprendido una metodología de trabajo muy útil, enseñada por los alemanes. Dividir las tareas en equipos de trabajo nos permitió recolectar mucha información en muy poco tiempo. Cada equipo era responsable de la tarea que tenía que hacer así como también de poder compartirla con el resto del grupo. De este modo, la exposición de cada tema/tópico (que nos llevó más de una mañana) resultó sumamente interesante para todos, ya que desconocíamos aquellos que no nos habían tocado. Esto, sin embargo, podría afectar nuestro proyecto a desarrollar en la próxima semana. La clasificación y presentación del material analizado la primera semana del taller, junto con los mapas realizados en grupos de nacionalidades mixtas, abrieron la puerta de una modalidad de trabajo diferente. Nos permitió incorporar nuevas metodologías a la hora de llevar a cabo los análisis y las consiguientes propuestas proyectuales. En lugar de priorizar, según el interés de cada uno, algunos (pocos) temas, dado el corto tiempo de trabajo, conseguimos el análisis adecuado de cada uno de ellos simplemente con el hecho de basarnos en la división de trabajo, la responsabilidad y también la colaboración.Los argentinos y alemanes compartíamos la carrera que estudiábamos y eso ya era un montón. A pesar de hablar diferentes idiomas y tener diferentes culturas, se sentía una sintonía especial. Por supuesto que no todo fue tan fácil. Debimos fusionar los ritmos y modos de trabajo de cada nacionalidad para poder desarrollar los trabajos en conjunto.

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Mientras que para argentinos y chilenos algunos imprevistos y contratiempos surgidos resultaban prácticas habituales, aunque por momentos desalentadoras, los estudiantes alemanes pudieron aprender de una forma de hacer más espontánea y a la vez, aportaron su cuota de obsesiva precisión y disciplina. Till, un estudiante alemán, presentó como patrón el uso de las puertas en Santiago de Chile, es decir, la existencia de dos puertas consecutivas, de un zaguán e incluso escalones. Se interrogó en torno a las funciones que estas puertas cumplen: problemas relacionados con la seguridad, pero también estatus o incluso, por su condición de transparencia, la indicación de que “hay otra puerta”.

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Por su parte, Angie, una estudiante colombiana que actualmente se encuentra en Alemania, notó las fuertes diferencias de clases y sus manifestaciones en el territorio. Aquellas más pudientes se encuentran en la cima de las montañas, mientras que las menos en los valles. Una manifestación opuesta, según nos contó Martina, de Brasil, a lo que se da en Rio de Janeiro. Un equipo de alumnas argentinas, Agus y Sole, encontraron como patrón la existencia de los kioscos en las veredas de la ciudad y su sensibilidad, por sus fuertes colores (la importancia de la luz y el contraste con las sombras).

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Después del arduo trabajo de la primera semana y habiéndola culminado con una noche de viernes de pura salida y festejo, amanecimos el sábado para emprender nuestro planeado viajecito a Valparaíso. Fue el nexo entre el “subjective task” ya finalizado y el “objective task”, correspondiente a la segunda semana; una escapada de paseo y recorrida donde conocimos una ciudad llena de colores y relieves, subidas y bajadas y callecitas que enamoran. El día comenzó temprano, desayunando en el hostel y a continuación tomando el subte hacia la estación de colectivos, desde donde partimos todos juntos para llegar a destino. Una vez allí, y sin un mapa preciso de qué hacer o hacia dónde ir, iniciamos la caminata bordeando la costa, sacando fotos y logrando encontrar los caminos a seguir. Se empezaban a ver entre los perfiles de las calles, fondos multicolores, cerros copados de casitas pintorescas y de todas las formas imaginables, algunas que parecían estar colgadas, otras más metidas, pero que en conjunto formaban un collage de puro arte y arquitectura.

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Fue así que empezamos a adentrarnos cada vez más en la ciudad con la intención de conocer todo lo posible a nuestro alcance en un día. Tras los pasos sin freno de Seba Bechis y su motor incansable, casi que no nos detuvimos: fuimos, vinimos, subimos y bajamos pudiendo sentir a pleno la geografía de la ciudad. Gracias a Dios, el momento del almuerzo fue respetado y nos topamos de total casualidad con “El Internado”, un bar ubicado en las alturas de la ciudad y que con su vista espectacular de todo Valparaíso nos dejó encantados y con pilas para poder continuar la travesía. Esta ciudad le dio una vuelta de color, entusiasmo y recreación al workshop. Pudimos percibir en los recorridos las diferencias con Santiago en cuanto a la topografía del lugar, desniveles de las calles, colores y texturas distintas y su arquitectura totalmente adaptada a todos estos factores externos que presenta. Resultó muy interesante la manera en que aprendimos arquitectura desde nuevas miradas, nuevas escalas y perdiéndonos en las callejuelas de la ciudad. Así nos encontramos con importantes obras y edificios previamente estudiados que nos permitieron entender y analizar distintos aspectos de los mismos en relación al lenguaje del lugar, sus materialidades, sistemas de construcción, cuestiones formales y funcionales. Valparaíso nos invitó a perdernos en sus estrechas calles donde nos encontramos con museos, parques y lugares escondidos que hicieron que nuestra corta visita valiera la pena. Fue un día que nos agotó y nos movilizó a todos, pero que sin dudas fue totalmente enriquecedor y motivador para volver a Santiago con ganas de seguir trabajando y aprendiendo. 45


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Luego de un intenso sábado en el cual realizamos un arduo pero valioso recorrido por la ciudad de Valparaíso, nos levantamos temprano el domingo y nos reunimos en un espacio común del hostel para desayunar mientras planificábamos nuestro día “libre” para recorrer Santiago.

Emprendimos camino para una estación de Metro que nos llevó al Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, punto de partida del recorrido. Nos topamos con una gran plaza seca que encuadraba un gigantesco prisma verde. Al descender por una escalinata nos dirigimos al ingreso del edificio y así iniciamos un paseo por el interior del edificio. Una doble piel compuesta por una estructura metálica y vidrio del lado interior filtra la luz y le da sentido al gran prisma. Una vez finalizada la recorrida, nos dirigimos hacia el edificio NAVE de Smiljan Radic, el cual desafortunadamente encontramos cerrado. Seguimos camino por las calles de Santiago y paramos a tomar agua en un puesto que encontramos en medio de la calle, el cual parece funcionar como un puesto de hidratación para una especie de calle recreativa. Con energías recargadas continuamos nuestra caminata y nos encontramos con el mall Espacio M. Un edificio que conserva una fachada clásica pero que en el interior se construyó un centro comercial que respeta la estructura existente y 48

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logra un nexo entre lo clásico y lo contemporáneo. Continuamos caminando hasta llegar nuevamente al Centro Cultural del Palacio de la Moneda. Esta vez nos tomamos el tiempo para descender por la rampa principal y visitar alguna de las exposiciones del momento. El uso del hormigón como estructurador del espacio, permite generar espacios de múltiples usos como locales, oficinas, salas de exposición y un espacio multiuso en el nivel inferior. Seguimos viaje por el centro de la ciudad y llegamos al edificio Enaco de los arq. Jaime Larraín, Osvaldo Larraín, Roberto Müller y Jaime Rodríguez. Con un simple movimiento de los balcones y el uso de 3 colores distintos se crea una fachada dinámica muy llamativa. Llegó el momento del almuerzo. Elegimos el Mercado Central para comer. Una gran cubierta aloja un espacio central donde encontramos una gran variedad de lugares para comer platos típicos de la ciudad. Atravesamos el puente y vislumbramos el mercado Tirso de Molina. Aunque un poco afectados por el calor y la cantidad de gente, no detuvimos nuestra marcha y enfilamos para el cerro San Cristóbal. Al llegar a la base del cerro, una fila interminable para subir por el teleférico nos hizo tomar la decisión de subir caminando. Ninguno de nosotros tomó dimensión del desafío al cual estábamos a punto de enfrentarnos. Habiendo terminado de comer no hace mucho tiempo y con un calor sofocante comenzamos a subir por el interminable camino. Durante el trayecto no faltaron las quejas y algunos compañeros al borde del extremo de abandonar pero por

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suerte pudimos llegar finalmente a la cima. Fue una caminata agotadora. Al llegar nos recibió una estatua inmensa de la Virgen. La sorprendente vista desde la cima alivió un poco los dolores y nos dio energía para comenzar la bajada. Una vez en la base, continuamos nuestro recorrido hacia el Parque del Bicentenario. Ya sentíamos el cansancio pero gracias a la insistencia uno de nuestros profes, continuamos camino hacia el restaurant “El Mestizo”, obra de Radic. El restaurant se encontraba en un extremo del parque, por lo que el trayecto fue más largo de lo que pensábamos. Al caer el sol, por fin llegamos a destino. Una obra interesante, que utiliza piedras cortadas como su estructura al funcionar como columnas. Nos llamó fuertemente la atención un detalle de los baños: los lavatorios eran de piedra cortada, las canillas caños que descendían a la vista desde el techo y el accionar del funcionamiento de agua a través de teclas en el piso. Agotados de tanto caminar solo nos quedaba retornar al hostel. Un par de kilómetros nos separaban de la estación más cercana de metro, por un momento pensamos en volver en taxi pero decidimos volver caminando lentamente por el parque y vaciar nuestras últimas energías. Terminamos el día extenuados y con los pies ampollados pero con la satisfacción de que pudimos recorrer gran parte de la ciudad en tan solo 24 horas. Cada uno a su ritmo pero todos unidos como grupo, caminamos más de 20 kilómetros y vivimos un día inolvidable.

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El lunes comenzó muy temprano como siempre. Nos reunimos en el lugar de encuentro del hostel y de a grupos fuimos yendo hacia la facultad, recorrido que se nos había hecho muy familiar en lo que iba del viaje. No podemos dejar de mencionar que Steve, después de un lindo fin de semana en Valparaíso, sufrió una insolación que le hizo imposible hacerse presente ese día, lo cual generaba un poco de caos ya que además de ser el encargado de la llave del salón era quien planificaba el “minuto a minuto” del grupo. Ya solucionado el tema de la llave para entrar al aula, organizamos cómo iba a llevarse adelante el día y nos dividimos en los grupos de trabajo conformados por 5 o 6 personas cada uno. Alemanes por un lado y argentinos por otro. La mañana se desarrolló más tranquila que las anteriores ya que los profesores tenían que ir a dar una clase a los alumnos chilenos. Al mediodía, como siempre, nos dividimos para almorzar, algunos comimos en el comedor de la facultad y otros comieron unas ricas pastas de un restaurant cercano. Con la panza llena y listos para dormir una siesta, volvimos a la facu en donde Pepe dio su clase llamada “Metamorfosis”. Una clase que, aunque como todas las anteriores fue dada en inglés, fue tan interesante que todos la entendimos a la perfección. Vale aclarar que para nosotros era algo nuevo el hecho de revitalizar un lugar que había quedado obsoleto, por eso con los conceptos que

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se desarrollaron esclarecimos muchas de las dudas o curiosidades que teníamos al respecto. Ese día nos dieron el programa que teníamos que llevar a cabo y gracias al increíble trabajo que había realizado el grupo encargado de la maqueta, Sebastián y Pepe pudieron darnos algunas directrices en torno a la espacialidad de la fábrica y otros puntos que no podíamos dejar de tener en cuenta durante el proceso de proyecto. Ya divididos entre argentinos y alemanes, y aclaradas algunas dudas, cada grupo eligió el lugar donde iba a trabajar durante los días siguientes. Algunos agrupaban mesas dentro del aula y otros en la terraza (lugar muy lindo para trabajar ya que había suficiente sombra para tapar el sol y un vientito que colaboraba con la situación).

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Cada grupo tenía una copia del programa a desarrollar y con esa información empezamos a esbozar las primeras aproximaciones, agrupando el programa según las necesidades, cuantificándolo e identificando aquellas presiones tanto internas como externas del mismo. Este ejercicio nos daría un puntapié inicial para comenzar a proyectar al día siguiente. Volvimos al hostel cuando estaba cayendo el sol para comer, charlar y distendernos un poco. A diferencia de los alemanes, nosotros no habíamos planificado día a día y hora a hora lo que íbamos a comer, por lo cual, cada uno cenaba donde quería, algunos días cocinábamos en el hostel y otros días nos íbamos al bar de la esquina a comer unos ricos lomitos.

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El día comenzó tranquilo, como un martes cualquiera. En realidad, tenía un gustito especial: no queríamos que se terminara porque eso significaba que faltaba menos para volverse. La jornada arrancó con una charla, como todas las mañanas con café en mano y ganas de seguir durmiendo un rato más, pero por suerte estábamos motivados porque era el día en que al fin podíamos empezar a proyectar en los galpones, la parte más linda y la que más miedo nos generaba . Ese miedo que produce el empezar a crear un nuevo proyecto, miedo porque al ver el programa nos quedábamos boquiabiertos. Nunca habíamos hecho un proyecto de esas dimensiones así que fue un desafío para todos nosotros. Afortunadamente, teníamos la ventaja de trabajar en grupo. Ese día transcurrió tranquilo, todos estuvimos analizando y desplegando el programa, tratando de encajar miles de cajitas, tarea difícil ya que teníamos la distracción de estar en Chile y muchas ganas de salir a recorrer y disfrutar de la ciudad. Todos los mediodías cortábamos y almorzábamos por la zona. Ese día elegimos los food trucks de la facu. A la tarde seguimos dibujando cada uno con su grupo, menos los chicos de Alemania que trabajaban individualmente. Nosotros siempre hablando fuerte y ellos, callados y concentrados.

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Esa tarde Seba había organizado ir a recorrer el campus universitario de la Universidad Católica. Se nos hizo medio tarde, como siempre, pero nos arriesgamos igual. Digo nos arriesgamos porque fue toda una hazaña lograr que nos dejen entrar, a pesar de todo, lo logramos. En esta ocasión salimos solo los argentinos a recorrer, nos tomamos el subte cerca del hostel que nos dejó en la puerta del campus. Estábamos súper contentos de poder salir del salón a recorrer un poco. ¡Al fin! El estudio nos dejó a todos agotados pero teníamos ganas de salir a respirar un poco del aire chileno. Nuestro objetivo eran las obras de Alejandro Aravena. Llegamos y ya desde la ventana del subte se podía ver esa caja de hormigón que parecía que flotaba, El centro de Innovación de la UC. Creo que a más de uno le brillaban los ojos cuando la vieron. Una obra imponente. Por suerte teníamos a Seba que sabía hasta por dónde pasaban las cañerías. Ingresamos al edificio pero no nos dejaron acceder más allá del hall de entrada, aunque con eso bastó para analizar cada detalle de interior de ese edificio que contrastaba tanto con el exterior frío y cerrado. Después de varias tomas desde todos los ángulos posibles seguimos el recorrido hacia la próxima obra. El campus en sí es alucinante; sin embargo, cada obra tiene su toque especial, son todos los edificios distintos. La segunda obra de Aravena, Las Torres Siamesas, llamadas así porque en la parte superior el edificio presenta un quiebre que hacen que parezcan dos torres siamesas es un edificio opaco de fibrocemento al interior y posee una piel exterior de vidrio translúcida que lo envuelve y en el medio de ambos hay aire. En este caso entramos al edificio de incógnitos, el celador del edificio nos dejó pasar en silencio, pero no solo eso sino que ¡nos hizo un tour por todo el edificio! Gracias a él pudimos recorrerlo piso por piso e ir descubriéndolo. Es increíble todo lo que uno puede aprender recorriendo una obra de arquitectura. Nada mejor que poder estar en una ciudad ajena y salir a conocer y recorrer las obras que hasta el momento sólo veíamos a la distancia.

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Una semana después de nuestro primer “encierro académico” en la facultad, ya con una rutina mucho más marcada y estructurada, afectada sin lugar a dudas por la rigurosa metodología de los alemanes, nos encontramos con la planificación de una visita de obras. A 48 hs de la presentación final y culminación del workshop, nuestro entusiasmo y compromiso no había disminuido, aunque para ser honestos, el cansancio era moneda corriente y se hacía sentir. Como todas las jornadas, comenzamos el día temprano, encontrándonos en el desayunador con los docentes y estudiantes germanos, quienes mientras respetaban al pie de la letra los horarios pactados, veían como nosotros bajo la mirada de un tranquilo pero intimidante Sebastián, corríamos por el hostel para bañarnos, desayunar y estar listos en el menor tiempo posible intentando no retrasarlos, o aunque sea no demasiado… Una vez listos, salimos del hostel para esperar nuestro transporte, un bus privado que contratamos para tener a nuestra disposición durante la mañana.

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La primera parada fue la Capilla del Monasterio Benedictino construida en los años 60 por Gabriel Guarda y Martin Correa.Luego de tener una breve explicación de las características de la iglesia, ingresamos para poder recorrerla y apreciar una arquitectura tan bella . Una vez adentro, alemanes y argentinos empezamos a recorrer la obra con el respeto y la tranquilidad que trasmitía el lugar. Mientras algunos sacaban fotos y dibujaban, otros no perdieron la oportunidad y aprovecharon para sacarse dudas de algunas intenciones arquitectónicas con Seba y Pepe, que claramente sabían cada detalle de la obra. Luego de conocer un extraordinario edificio llegó la hora de conocer la Escuela de Altamira construida por Mathias Klotz en el año 2000. Al arribar, no solo nos abrieron las puertas sino que nos hicieron un pequeño tour por la escuela mientras veíamos cómo los chicos estaban en clases. Una vez adentro, una señora muy amable del colegio nos explicó cada función de los salones, las actividades que allí se realizaban y otras características del lugar. Luego de recorrer el interior del edificio salimos al patio. Sorprendidos, nos encontramos con un patio al aire libre con una leve inclinación que permitía ser usado para actos escolares. Para rematar, una increíble vista de la cordillera hacía de fondo de ese escenario. El día acompañó mucho y todos aprovechamos para sacar fotos con la hermosa vista que teníamos. Ya pasado el mediodía, luego de haber visitado las obras, volvimos al hostal para almorzar, y, quedando menos de dos días para la entrega fuimos a la facultad para la última corrección/enchinchada, previa a la inminente presentación final, bajo la mirada crítica de Pepe Márquez.

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¡Y llegó el último día de trabajo! Arrancamos tempranito, como todos los días, desayunamos y nos fuimos a la facultad, sabiendo que esa noche, seguramente no íbamos a dormir. A medida que llegábamos nos poníamos a trabajar tratando de no distraernos ya que teníamos poco tiempo. Sebastián y Pepe pasaban por los tableros escuchando nuestras ideas y aportando las suyas, algo que realmente nos ayudó para mejorar nuestro proyecto. Al mediodía llegó la hora de almorzar, el momento donde nos juntábamos y tratábamos de despejarnos un ratito hasta volver a trabajar. Cuando volvimos al aula, pudimos ver desde afuera un poco lo que estaba pasando en nuestra zona de trabajo: tableros adentro y afuera del salón, gente que pasaba a mirar, comida de por medio pero todos trabajando para cumplir con el objetivo, terminar a tiempo.

Con nuestro grupo, Sole, Agus y la Colo continuamos adentro hasta la tardecita. Sole y Agus fueron a recorrer y con la Colo pasamos por el Museo Gabriela Mistral que nos quedaba a muy pocas cuadras del hostel y no habíamos tenido tiempo de ir todavía. Desafortunadamente, las exposiciones estaban cerrando, pero pudimos ver los espacios comunes y el gran uso que le da la gente, organizando bailes, comidas, practicando skate, en diferentes terrazas y patios del 64

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edificio. Nos hubiese gustado ver el interior, pero no faltará oportunidad para volver a visitarlo. Una vez en el hostel, dejamos las mochilas y fuimos a comprar comida al bar donde ya éramos habitué. La cocina estaba a la vista y podíamos observar cómo preparaban los mejores sándwiches de Santiago. Después de cenar, nos juntamos en el comedor para seguir con los proyectos. Un recuerdo que me llevo de esa noche fue la sorpresa que les causó a los chicos que venían de Alemania, que los rosarinos pusiéramos la música a todo volumen, mientras trabajábamos y discutíamos ideas (a ellos siempre los veíamos trabajando solos con su computadora, sus auriculares y su música). En ese momento Andoni, un chico colombiano pero que estaba con el grupo de alemanes, nos dijo que nosotros, los argentinos, deberíamos tomar algunas actitudes de ellos, como la planificación y concentración, pero que ellos podrían aprovechar de la improvisación y la manera relajada de los argentinos. Seguimos charlando, escuchando música y produciendo lo “poco” que quedaba. Ese poco terminó siendo una noche larga como toda entrega de arquitectura pero por suerte fue llevadera ya que no éramos los únicos trabajando y además teníamos snacks, café y un poco de música como para descomprimir la situación. Durante la noche, tuvimos compañeros que se dormían de a ratos pero afortunadamente pudimos terminar y dormir unas pocas horas antes de la presentación. Ya acostadas y contentas con nuestro trabajo, caímos en la cuenta de que para la mayoría de nosotros, el viernes sería el último día para poder disfrutar de Chile. 66


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Viernes

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marzo 2017

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Basta de comida, música y café porque llegó la hora de la verdad, llegó la presentación final del workshop. Después de dos intensas semanas de trabajo, esa mañana de viernes caminamos por última vez hacia la FAU, a ese salón donde habíamos pasado la mayor parte de nuestro tiempo en Santiago. Teníamos mucha expectativa por esta exposición; sabíamos que todos habíamos puesto nuestro mejor esfuerzo por estar a la altura de los requerimientos de Pepe, y este era el momento donde se verían los resultados. A nuestro grupo le tocó exponer primero. Desde el frente, veíamos las caras atentas de nuestros compañeros, y profesores, los que nos acompañaron y guiaron durante esas dos semanas, como también de los chilenos que se habían acercado a escuchar la exposición final. Estábamos ansiosas por ver la reacción de todos luego de que contáramos de qué se trataba nuestro proyecto. El trabajo final desarrollado durante esta segunda semana consistía en una propuesta de proyecto para transformar la vieja fábrica de algodones “Hirmas” en un “Research and Development Center” (Centro de investigación y 68

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desarrollo para materiales de la construcción). El programa era complejo y los requisitos que debían cumplir cada una de las funciones que se irían a desarrollar en el edificio eran muchos, pero esto no detuvo nuestro entusiasmo a la hora de encarar este nuevo ejercicio. La propuesta debía realizarse a partir de un concepto o metáfora, una palabra que definiera la modalidad de intervención. Encontrar esa palabra que pudiera explicar de manera sencilla y clara nuestra propuesta de proyecto, llenó nuestra cabeza durante toda esa semana. Esta modalidad de trabajo era completamente nueva para los argentinos, y en un primer momento lo sentimos como una meta casi imposible. Pero nuestro desconcierto inicial, después de mucho trabajo, se transformó en la satisfacción de sentir que el objetivo fue cumplido. “Pier”, el muelle, ese fue nuestro concepto y estábamos felices de finalmente haberlo encontrado. Consideramos la estructura existente de la fábrica como un muelle, al cual se iban a anclar los nuevos programas como barcos. Para esto, tomamos el “shed”, la estructura más representativa y repetitiva de la fábrica, y decidimos limpiarla y mantenerla como una grilla para el nuevo proyecto. En algunos sectores, incluso la extendimos para enfatizar el concepto del muelle, y poder yuxtaponer los nuevos edificios como barcos que se atan a esta estructura. En las partes donde esta no alojaría ningún programa, quitamos la cubierta, pero mantuvimos las columnas y vigas, para permitir su continuidad. Por su parte, la circulación dentro del proyecto se proponía como una continuidad de 69


suelo verde donde convivían los espacios recreativos, peatones, automóviles y camiones que pudieran ingresar al centro. Durante la presentación final fue evidente que, tanto argentinos como alemanes, cumplimos, o incluso superamos, las expectativas del workshop. Recibimos felicitaciones por el esfuerzo, el compromiso y por supuesto, por los excelentes resultados. Además de nuestro buen desempeño con el inglés, el cual fue el nexo que permitió que, con culturas e idiomas tan diversos, todos nos pudiéramos entender y sentir parte de un mismo grupo. Esa última jornada fue larga, éramos muchos grupos por exponer, pero la sensación de haber cumplido esa tarea -que los primeros días se veía tan difícil de alcanzar- era más que satisfactoria para todos. Dimos cierre al workshop cansados pero felices de que tanto esfuerzo había valido la pena. Finalizado “oficialmente” el workshop, los “Felipes” nos esperaban por la noche con un asado en el patio de la facultad. Se vivió un momento de alegría y emoción ya que era el fin de unos 13 días de trabajo y convivencia entre los chicos alemanes y argentinos. Momento ideal para que muchos aprovechen para intercambiar perfiles de Facebook y sacarse fotos con la intención de no olvidar que fue un workshop espectacular en todos los sentidos. Abrazos, besos y un poco de sabor amargo: llegó el momento de despedirse de gran parte del grupo que ya se volvía a Rosario, mientras otros se quedaban el fin de semana. 70


Casi sin darnos cuenta, habíamos terminado lo que para muchos fue la primera experiencia en un workshop internacional. Nos quedamos con conocimientos nuevos que hasta el día de hoy seguimos descifrando y con un grupo de personas que, con el envión de aquel 7 de marzo, hoy sigue emprendiendo proyectos juntos.

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Trabajos de cierre

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El fin del viaje

por Florencia Fernández Mendez

Al igual que un proyecto de arquitectura, los viajes, luego de pasar por distintas etapas, se concluyen. Y las dos semanas de nuestro Workshop finalizaron con resultados que no hubiéramos esperado siquiera con la vara más alta de nuestras expectativas. Como decíamos en un comienzo, los viajes tienen algo que nos sacan de nuestro ámbito cotidiano, nos ponen en contacto con contextos diferentes, inusuales. Nos cuestionan constantemente al igual que nos asombran o inquietan. Viajar es poner el cuerpo y sentir cómo las vivencias nos interpelan reflejándonos facetas nuestras que hasta el momento desconocíamos. Las experiencias de trabajos como estos resuenan por años, y el eco de haber proyectado, pensado, conversado en otro idioma y con metodologías diferentes nos permiten regresar con nuevos saberes. Animarse a realizar experiencias como estas implica abrirse a conocer nuevos amigos y entender que en otras partes del mundo las cosas suceden de otra manera. Realmente las conclusiones que podemos sacar al regreso del Workshop con la Universität de Weimar en la UC son sumamente provechosas. Como podíamos confirmar en los diferentes relatos de los estudiantes, todos viajamos con ciertas expectativas y algunos miedos: lo desconocido, lo alejado, lo diferente a veces asusta, pero está en nosotros asumir y superar el reto, para regresar luego sabiendo que podemos. Por ejemplo, la primera semana tuvo momentos de incertidumbre, desafíos personales y grupales que enfrentamos 74

todos juntos. Un análisis ordenado y exhaustivo de los objetivos planteados, así como también creaciones subjetivas comprometidas e interesantes resultaron, sin embargo, corolarios de la misma. Tanto la manera ordenada de dividir las temáticas a estudiar, como la distribución grupal de los estudiantes y la aprehensión de nuevas metodologías analíticas y proyectuales, nos sirvieron para regresar a nuestra Facultad con un interesante bagaje de conocimientos para ser replicados en las diversas actividades académicas. Conversando con estudiantes y profesores, podemos afirmar que somos muchos a los que este Workshop nos conmovió y nos transformó. La experiencia no terminó aquel día que aterrizamos en Rosario, sino que algunos se sintieron animados a presentarse a convocatorias internacionales de intercambio con otras universidades, quedando seleccionados y, de este modo, tuvieron la posibilidad de viajar a lugares inesperados. Quizás podríamos pensar que la experiencia temporal de un viaje finaliza al retornar, pero la verdad es que el fin de una experiencia como esta nunca llega, y con posibilidades como la del presente Workshop seremos cada vez más los que nos animemos a poner el cuerpo y nos transformemos mientras imaginamos y creamos, junto a otros, espacios arquitectónicos y urbanísticos hasta entonces únicamente soñados…


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