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Manuel Granero
Otro de los toreros que el escultor Alfredo Just Gimeno destacó fue al matador Manuel Granero y Valls, quien nació en la ciudad de Valencia al igual que el mismo artista del cincel, un día 4 de abril de 1902.
Entre sus virtudes sabía tocar el violín con gran talento, pero torear era lo suyo, tenía mucha clase y estilo, tomó prácticamente un lugar especial entre los diestros, tras la reciente muerte de Joselito. Recibió la alternativa el 28 de septiembre de 1920 en la Maestranza de Sevilla, siendo su padrino Rafael Gómez, “El Gallo” y como testigo Manuel Jiménez, “Chicuelo”. Este cartel conformado por Juan Luis de la Rosa, Manuel Granero, y Marcial Lalanda, dejó marcada una historia lóbrega, puesto que en el toreo, la tragedia siempre es una constante y para desgracia de este diestro, la tarde del 7 de mayo de 1922 en Madrid, se lidió el hierro de Duque de Veragua, le tocó el toro, “Poca pena” cuyo nombre era ya bastante intenso, mismo que puso punto final a su vida, era una época en que aún no se introducía el peto a los caballos y las tardes ya llevaban un dramatismo acuestas dibujado en los tercios. Su infortunio siempre estuvo coronado por un cúmulo de malos augurios. Su banderillero Enrique Berenguer Blanquet, fue peón de Joselito, a quien vio morir en Talavera de la Reina, dicen que el subalterno percibía la atmósfera de mala suerte al aspirar el fuerte aroma a cera de los cirios y que ambos toreros tenían una cierta estela de muerte.
Por otro lado, la actriz Maximilá Thous ensayaba en el teatro de Valencia dos obras anunciadas en el mismo programa: “Granero” y “Poca Pena”, dos palabras que meses después antes de la muerte del torero estuvieron juntas en un cartel. El toro de su desdicha lo mató de varias cornadas en los muslos y le reventó la cabeza contra el estribo de las tablas al meterle el pitón en el ojo derecho. Una tragedia dantesca, le colgaba la masa encefálica y el ojo desprendido. España se volcó en duelo tras su muerte que vistió de pasamanería a toda la afición que se conglomeró de manera masiva en todo el recorrido de su inerte cuerpo de regreso a Valencia, lo cubrieron de flores en el paseíllo que lo condujo a la eternidad… Después de treinta y ocho años de muerto exhumaron sus restos y para sorpresa de todos, su cuerpo se dice estaba intacto, a lo que su hermana Consuelo Granero relató que el diestro fue embalsamado, y que desmitificó aquella idea de santificarlo. Y como la tauromaquia abraza a la literatura, siempre se encuentra un hilo del toreo en ello, el libro del antropólogo y filósofo francés George Bataille, “Historia del Ojo”, edición prologada por Mario Vargas Llosa, premio nobel de literatura en 2010, hace alusión a esta historia; la temática gira en torno al surrealismo, el erotismo y la
muerte del mismo Manuel Granero, en una asociación de imágenes que hacen alusión al describir que la corrida es un acto profundamente erótico y que dentro del goce y de la plenitud existe un sabor a muerte. ¡No cabe la menor duda! “Poca pena” a la inversa, cubrió de “mucha pena” las enigmáticas tardes que lleva siempre una corrida. También de este torero valenciano se encuentra esta sempiterna estatua en la calle de Balderas en la ciudad de México, muchos no imaginan el trasfondo de dolor por el que pasó el gran Manuel Granero. El toro luce mirando al torero de espaldas, él con la mirada al cielo y la muleta en la mano derecha, en la izquierda lleva un sombrero; reposa sobre un peldaño en el que un árbol alcanza la altura de la plaza, es una escena en la que se dieron cita algún día el toro y el hombre en una plaza de toros, en la que Alfredo Just retomó el arte que tenía el diestro y la corpulencia del astado, haciendo del luto una imagen de tarde de toros entre Eros y Tánatos.