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Laurentino Rodríguez, “Joselillo”
Una efigie más que engalana la plaza de toros más grande del mundo es la que lleva la fuerte personalidad de “Joselillo”, un torero cuyo inesperado destino fue el descanso eterno. Nació en Nocedo de Cureño, municipio leonés, España, en la plena calidez del verano, un 12 de Julio de 1925 Su suerte lo llevó desde preadolescente a vivir en México, empezó a torear en el año de 1945. Debutó un 25 de agosto de 1946 en el coso de la ciudad de los deportes, alternando con Manuel Jiménez “Chicuelo”, el mexicano Pepe Luis Vázquez y Fidel Rosales “Rosalito”.
El percance fatal, se dio en México el 28 de septiembre de 1947 alternando con el mismo Pepe Luis Vázquez y Fernando López “El Torero de Canela”, el destino le dio una cita con el quinto de la tarde, de nombre “Ovaciones” de Santín que le partió la femoral al ejecutar la suerte por “manoletinas”. Su recuperación dada la magnitud del percance fue lenta; cuando ya parecía haber salvado la vida, falleció de una embolia pulmonar en el sanatorio de Guadalupe en la capital mexicana, un melancólico otoño del 14 de octubre de 1947.
Los toreros de apodo con terminación “illo”, siempre han sido leyenda, pertenecen a un temperamento de carácter fuerte, a la vez, son enigma, mismo halo que captó el escultor Alfredo Just al delinear el rostro de Joselillo en esta estatua, en donde se aprecia al diestro con el capote de paseo perfectamente liado y con la montera firme en la mano.
El hecho de “liarse” es un instante de ritual, representa muchos significados me puedo atrever a considerar que a nivel inconsciente es como si los toreros fuesen a salvaguardarse al llevar a cabo cada pliegue del capote de paseo doblado y ajustado con tanto detenimiento e ir poco a poco recorriendo un profundo viaje hacia adentro de uno mismo, para después cruzar el otro extremo cubriéndose en sí, es un asunto totalmente introspectivo. La tauromaquia lleva mucha psicología. López Rodríguez “Joselillo”, impera en una alta grada de la plaza, junto a un hondo cimiento de esta estructura. Su fallecimiento fue un impacto fuerte en el mundo de los toros, pero su personalidad sigue en la memoria de esta fiesta de contrastes, vestida de luz y sombra en donde avasalla muchas veces el altanero silencio de la muerte en las rutas incógnitas que también nos lleva lo profundo del toreo.