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Don Javier “El Maestro”, Juan Antonio de Labra

ciales (Paris) ya había colaborado anteriormente con la Bienal de Sao Paulo, …

Sin embargo, su orgullo de ser aficionado a los toros, el ser de Maracay y venezolano son créditos que avalan se poder ser y su crónica taurina…

DON JAVIER EL MAESTRO

Por Juan Antonio de Labra, Periodista Taurino, Director de Al Toro México, periodista y Escritor

Javier Garfias es uno de los criadores de mayor importancia en el planeta de los toros, no sólo por su férrea dedicación a preservar la sangre de encaste San Mateo-Llaguno, de la que fue un fervoroso defensor, sino por su continua búsqueda de caminos genéticos que condujeron a derivaciones familiares de enorme significado para la consolidación de la cabaña brava.

A lo largo de su intenso trabajo como ganadero, y gracias a la venta de un elevado número de sementales, tantos como unos 300, por unas dos mil vacas de vientre, Garfias regó su sangre en muchas otras ganaderías. Y al cabo de los años apuntaló los rasgos de aquellas reses del marqués de Saltillo que llegaron a los potreros de San Mateo hace más de cien años, e imprimieron su sello a al toro mexicano, tras la sólida base genética creada por aquel gran alquimista llamado Antonio Llaguno González.

La ganadería de don Javier tuvo varias fases bien diferenciadas, y su labor cubrió toda una época de más de medio siglo.

Su racha triunfal comenzó en los albores de los setentas, cuando los empadres realizados con sementales obtenidos del fruto de su aprendizaje, ligaron de forma espectacular para colocarlo en la primera fila con toros como “Horchatito”, inmortalizado por Curro Rivera en la Plaza México; “Corvas Dulces”, al que Capea cortó su primer rabo en el mismo coso; “Navideño”, ejemplar que, según el maestro Paco Camino, le permitió cuajar en Querétaro la mejor faena de su vida, o “Quijote”, indultado por Manolo Martínez en el mismo escenario.

Esos, y muchos otros. Vamos, una larga lista de nombres famosos vinculados a las grandes figuras, pero también a los modestos, como el “Boca Seca”, al que Marcos Ortega cuajó en la Plaza México, otro toro “de agua de nieve”.

Uno de estos reproductores fue el famoso “Marranillas”, número 98 de la V, hijo de un toro padre trascendental en el campo bravo mexicano: el número 10 de la “J”, llama-

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