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Introducción

Esta es la historia de un ganadero que soñó reunir y ordenar los secretos que guarda la intimidad del toro bravo con la intención de develarlos en beneficio de la estética del arte de la tauromaquia como valor cultural de México.

Javier Garfias de los Santos comenzó desde niño la misión que le encomendara el destino. Lo expresaba, cuando lazaba el día con la noche. Fue cuando todo se unió, mientras pacían los toros y soñaba columpiándose entre la ilusión y la realidad, despertando envuelto en ilusiones que visten de arte al toreo.

Cuando las culturas se revuelven uniendo expresión con sentimiento, fue cuando los toros de Javier Garfias se transformaron en protagonistas en la historia de México.

Este libro pretende ser un pedazo de esta historia, interpretando la narración de sus protagonistas. Es el relato de los hechos con las palabras de Antonio Ordóñez referidas a su tarde en Lima, en confesión expresaba en Ronda reunido entre amigos reveló lo que ocurrió aquella tarde limeña durante su faena al toro Carnavalero de Javier Garfias en la plaza de Acho. También Paco Camino, en un relato nutrido de palabras y de expresión evoca cuando acarició la perfección con su faena a Navideño en Querétaro. El de Camas habla de invención del toreo.

Él lo hizo, lo inventó en sentido aristotélico, como una entelequia en su apólogo de fuerza. Ejemplo de la realidad.

Conversaciones diversas, motivos distintos y situaciones diferentes las de Pedro Gutiérrez Moya, Niño de la Capea. Camino a la cima de la expresión, con toros de Javier Garfias. Cada toro un peldaño de la escalera. La obra maestra va desde Corvas Dulces hasta Piropo, y sube por Manchadito y por escenario la plaza Monumental Plaza México.

Ramillete de esfuerzos coronación de expresión rematada por el Maestro Pedro Moya las tardes de su enfrentamiento con José María Manzanares. Como aquella tarde de feria en Venezuela, en la Plaza de Pueblo Nuevo para precisar y también con los toros de Garfias protagonistas en la competencia más caliente en 50 años de la plaza grande de Pueblo Nuevo. Desafío convertido en indeleble tatuaje para quien fue capaz de imprimir su proeza ante el toro Gocho de Garfias, imagen de toda una vida de los dos colosos del toreo contemporáneo: El Capea

y Manzanares, discusión dirimida sobre la bravura y la nobleza de los toros de Javier Garfias.

Y los vientos del recuerdo infatigables repiten el significado de los toros de Javier Garfias Carnavalero, Navideño, Manchadito, Gocho, Corvas Dulces, Gladiador, Tenorio… toros muy importantes en la vida de Antonio Ordóñez, Paco Camino, Capea, Manolo Martinez, Eloy Cavazos, Palomo Linares, Curro Rivera, Mariano Ramos, Jorge Gutiérrez s toros de Javier Garfias que van, reunidos en estas páginas, exaltados por cada de cada uno de estos toreros que por ser protagonistas y autores de éxitos trascendentes a la suma artística de sus carreras.

Toros que provocaron alabanzas en las grandes faenas y transportaron los sueños de Javier Garfias a la transformación de la onírica la realidad que proyectó don Antonio Llaguno González. Alquimista de la genética taurina, el hombre que sembró y pintó de sangre Llaguno la identidad del toro mexicano.

A las afirmaciones de maestros como Manuel Jiménez “Chicuelo” que en privada reconoció en declaración que le hizo a Filiberto Mira le citó al notario taurino sevillano el nombre de Llaguno: Desde luego – afirmó el torero de la Alameda de Hércules - “…como Javier Garfias de Los Santos falleció a los 76 años, partió en su finca de Los Cues, Querétaro. Ha sudo el más importante de los ganaderos en la historia del México moderno, desde que en 1948 con 25 vacas de Santo Domingo y un semental de Torrecilla fundó su divisa ganadera.

Enderezó el sendero en 1953 y 1965 al comprarle a José Antonio Llaguno García, hijo del mítico don Antonio Llaguno González 48 vacas y varios sementales de San Mateo.

Hoy la cruza de los toros de Garfias la joya genética del abanico que riega el universo con vacas reproductoras a muchos de los mejores ganaderos de bravo en México, 270 sementales a ganaderías mexicanas, venezolanas, colombianas y peruanas llevando a recónditos rincones del mundo con el toro de México un mensaje que don Antonio Llaguno se había propuesto no le llegara a nadie después de su muerte. Orden no acatada, a Dios gracias, en beneficio de la fiesta americana. Tampoco fue obedecida la fatal orden por sus herederos. Sin errar se puede decir que en la actual baraja de ganaderías mexicanas un 70% de ellas tienen sangre de lo que se denomina ahora el encaste Garfias, la prolongación de la Sangre Llaguno.

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