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La ganadería taller de producción artística, Fernanda Haro Cabrero
from Javier Garfias
by FCTH
sueños ganaderos, con juventud, determinación, ilusión y pasión. Después a San Mateo, a convertir en realidad aquellos sueños desde1959 en adelante, que empezó a consolidarse lo que ha sido una de las ganaderías más importantes del siglo XX.
Desde su presentación en Torreón Coahuila el 15 de febrero de 1953, su primera novillada en la Plaza México el 14 de septiembre de 1958 y su presentación con corrida de toros en la Plaza México el 3 de enero de 1965, sus éxitos continuaron por todas las plazas de México y Sudamérica hasta su muerte.
Fue un ganadero generoso al compartir a muchos de nosotros su experiencia, conocimientos y tener la oportunidad de que nuestros campos sigan reproduciéndose sus: Cumplidas, Cominitas, Parditas, Guanteras, Vencedoras, Cocineras, Contadoras, Vengativas, Ventiladoras, Ventanitas y Culebrillas las vacas que en su genética entretejieron con sus toros fundadores la ganadería: Culebrillo 80, Vellotillo 64, Avión 98, Cuentista 42 y el celebré Marranillas 98 V del año 1959.
Innumerables toros inmortalizado en todas las plazas de México y Sudamérica, a demás de innumerables sementales que regaron en nuestro campo bravura y nobleza. Trascender es ir más allá de algo, es proyección, alcance, impacto. Eso es el apellido Garfias en la fiesta de los toros.
Y a ti Víctor José López “Vito” mi agradecimiento, y el de todos los ganaderos que tenemos ese toro, el toro del encaste Garfias por la gran sensibilidad de dar a conocer en tu obra a un personaje tan singular, único y trascendente; por esos valores que atesoras de lo que es la amistad, la que tuviste con toda la familia Garfias; cariño, lealtad, incondicionalidad, sinceridad y compromiso.
Viva Venezuela, Viva México y Viva el toro de lidia.
LA GANADERÍA Taller de producción … Artística Por Fernanda Haro Cabrero.*
El 14 de febrero de 2014 estuve en el Rancho El Palmar, propiedad de don Marco Garfias. Fue la primera vez que me invitaron a una tienta. Conocí a Don Marco unos meses antes, cuando la casualidad puso uno de mis escritos en sus manos, diré que estaba sorprendido cuando nos encontramos por primera vez porque él esperaba a un hombre y mayor, pero en cambio llegué yo. Una mujer, no tan mayor, ajena al mundo del toro y con conocimientos técnicos en ma-
Ese día, yo iba preparada para tomar notas. Lo primero que recuerdo es el revuelo que se armó cuando un novillo se salió del tentadero. Yo instintivamente me moví dónde se movió el ganadero, suponiendo que él sabría qué hacer dado que él conocía a los toros bastante mejor que yo. Regresaron al novillo al ruedo y quedamos todos en lugar distinto, yo quedé cerca de don Marco.
Entonces nos sentamos y recomenzó la tienta. Como ya mencioné llevé un cuaderno que tiene un laberinto grabado al frente. Don Marco me miró anotar, pasó sus dedos por el grabado y me preguntó ¿Un laberinto?, asentí con la cabeza.
Terminó de anotar en su libro y cuando salió el siguiente novillo, antes de la entrada del tercero me miró muy serio y me dijo: “El tentadero es también un laberinto, cuidado con las distracciones, la luz y el ruido. Aquí se ve lo que podría ser el toro en la plaza, pero hay mucho azar. Ver toros es difícil porque es ver el presente, el pasado y el futuro al mismo tiempo y en unos cuantos minutos. El pasado del toro son sus padres y abuelos, el presente sus condiciones y el futuro lo que puede ser, lo que puede desarrollar. Cuando ves toros en el tentadero eliges y elegir es renunciar,” se asomó a ver mis anotaciones y soltó una carcajada. “Eso no es tan importante, eso déjalo para cuando escribas tus cosas, mira te vas a fijar en lo que yo te diga y vas a copiar lo que yo anote. Hoy vas a ver toros”.
Yo lo obedecía, don Marco tenía además una letra preciosa, muy estilizada, de arquitecto y de esteta. Dibujaba mucho, le encantaba. Yo no dimensioné lo que estaba ocurriendo, pero puedo decir que las miradas, los silencios y las molestias de algunos caballeros ahí presentes, me alertaron de que lo que estaba ocurriendo ese día era una situación poco común…Para mí conocer a don Marco fue el primer gran regalo que me dieron los toros. Hoy aprecio y valoro su enorme gentileza.
La penúltima vez que lo vi, platicamos de ese día, y me dijo: un día vas a contar que te dejé ver mi libro, pero no puedes decir lo que ahí viste. Ese día se despidió de mí y me pidió que si su condición empeoraba no lo volviera a visitar, tomó de entre sus libros dos y me los regaló: uno para mi presente y otro para mi futuro. Para el presente me regaló Historia del Toreo de Néstor Luján porque yo estaba por comenzar el Doctorado en Estudios Novohispanos y seguiría con el tema taurino. Para mi futuro, me regaló El discurso de la
Corrida de François Zumbiehl. Cinco años después conocí a François. Otro regalo enorme. No me cabe duda de que sabía ver esos tres tiempos.
Una visión panorámica del quehacer del ganadero apunta más allá de medir el resultado en el ruedo, reconoce que el toro bravo es un producto de consumo cultural, que posee un valor determinado por la honestidad de su creador y productor, la que al manifestarse creará ecos en los otros.
La ganadería de bravo se parece más a un taller de pintura, de escultura. Hay ganaderos, no ganaderías porque criar toros bravos es otra más de las expresiones del proceso creativo, y no todos tienen el don. El toro es la combinación de muchos elementos que además son sometidos a factores y circunstancias por las que atraviesa el ganadero: si está contento, preocupado, enfermo, enamorado, molesto, tenso, atinado, inspirado, disperso… Es él o ella quien se convierte en el ojo, el oído, el olfato, el gusto, el tacto del artista que tal vez no tiene la visión exacta del cuadro que está pintando pero que se deja llevar, que se pone al servicio, que se expresa, que a veces consigue unir y ligar y ocurre que se corta un rabo, un arrastre lento, una vuelta al ruedo, un indulto… Aunque cualquiera puede pintar, no todos podemos ser pintores, ni mucho menos artistas y de las condiciones de genialidad ni hablar. Lo mismo ocurre con los ganaderos, se les concibe como un bloque, un ensamble o una sola entidad. Pero hay diferencia. Por eso a todos se les pide que produzcan magníficas obras estéticas y artísticas en serie, el toro es una obra en sí mismo. Es como ya dije la suma de cultura y naturaleza. Porque es un animal salvaje que solo se cría en cautiverio.
Otras veces se les pide que sus toros sean todos iguales, que no haya sorpresas, que todos rindan, que todos sean bravos, que no queden a deber… Pero la crianza del toro de lidia, aunque tiene ahora mucha más ciencia, también procede de la intuición de los que ven los toros, de quienes los cuidan, los crían. Los toros son obras en movimiento. Ese toro ideal, perfecto y equilibrado es una búsqueda constante, un hallazgo.
Un tesoro cuando se encuentra, la majestuosidad de lo inefable cuando además recibe una lidia a modo, cuando se entrega. Cuando eso ocurre nos sorprende, nos fascina, nos envuelve. Antes en la ganadería como en el mundo se perseguía una utopía. Una ilusión y no porque que el toro haya perdido cualidades, las ha mejorado, pero nos hemos vuelto demandan-