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Capítulo XII, Presencia de Garfias

limar asperezas le impuso un estilo a la gerencia en el negocio de los toros en México.

Don Valentín Rivero, ganadero de Valparaiso y esposo de Ana María Llaguno, se refirió a las virtudes del doctor Alfonso Gaona con frecuencia y las resumía en una anécdota que tenía que ver con un dinero que Gaona le debía al ganadero Jesús Cabrera. Estaban en el bar del Hotel Ritz, don Valentín y varios ganaderos entre los que se encontraba Chucho Cabrera. El Ritz está frente a la esquina de Madero, donde Alfonso Gaona tenía las oficinas de su óptica. Al rato, animado por un par de tragos Cabrera cruzó la calle para exigir el pago de sus toros. Pasado un buen rato regresó al Ritz. Valentín amigablemente le preguntó: ¿Cobraste, Jesús? , a lo que don Valentín respondió apesadumbrado: No, le presté un dinero.

Capítulo Doce PRESENCIA DE GARFIAS

Los hijos del matrimonio de Antonio Garfias Peña y de Irene de los Santos fueron Irene nacida en 1920, casada con don Edgardo Meade Diez Gutiérrez; Antonio de 1922, falleció en un accidente de avión en pleno Centro Histórico de San Luis; Alicia de 1924; Francisco de 1929 y Javier de1929. En 1935, el día de San Antonio de Padua 13 de junio y siguiendo la tradición santoral, nació Marco Antonio ; y a los 6 años en 1941 el mismo día 13 de junio José Antonio., que el mundo taurino identificaría como Pepe Garfias.

San Luis Potosí es la ciudad donde nació Javier Garfias, donde creció y luchó muy duro dadas la circunstancia de la Gran Depresión (19291934), años de quiebre económico, segmento que le imprimió a la formación familiar de los Garfias una disciplina espartana. La migración mexicana a Estados Unidos y la tendencia de la población a emigrar se mantuvo casi constante desde que comenzó el siglo XX. Tragedia que fue trastocada, revertida hasta convertirse en el retorno masivo y apresurado de miles de personas que regresaron a México sin haber logrado las soluciones que fueron a buscar al Norte. El regreso, la repatriación como se le conoció en los medios populares, se debió al desempleo, el hambre, la xenofobia y las deportaciones que se desataron en Estados Unidos.

En ese lapso volvieron al país cerca de medio millón de mexicanos porque el movimiento de norte a sur, ha sido el más grande en la historia de ambos países.

México, entre 1929 y 1932, vio y padeció cómo se incrementaron las

políticas nacionalistas y xenófobas desde la cúpula del gobierno federal. Oficialmente, en México se implementó la Campaña Nacionalista Comercial y en 1932 se decretó el artículo 9º de la Ley Federal del Trabajo y se reformó la Ley de Migración que dio lugar a la creación del Registro Nacional de Extranjeros en 1932.

Javier inició su formación escolar en el Instituto Potosino de San Luis. Estudió hasta la secundaria. Sus hermanos Antonio y Francisco eran sus amigos, ejemplos a seguir.

De niños jugaban con los becerros y vivían de la influencia que pudo generar sobre ellos la vecindad de varias ganaderías de toros de lidia. Las dos más importantes por su cercanía fueron las haciendas de Pedro Almodoya y la de la Laguna de Guadalupe.

Desde muy chico Javier convivió con caporales y vaqueros, además de sus hermanos mayores con los que participaba desde muy niño en faenas camperas como la de recoger el ganado, lazar los novillos, llevar los toros a los corrales y participar en los herraderos. Su contacto fue aprendizaje, y era cosa de todos los días.

Y de todos los días fue aquella cátedra de la historia personal de la gente del campo en México, herederos de la fratricida contienda de la Revolución.

Los caporales echaban sus cuentos, contaban cómo la División del Norte había arrasado desde Colombus al Bajío mexicano. Relato mezcla de leyenda con la historia que contaban sus mayores con las consabidas exageraciones. Todas lejos de la verdad y también de la mentira.

La historia que se metió muy dentro del seno familiar fuel la de su tío Javier Garfias Peña , hermano de su padre, Antonio Garfias Peña, víctima de los invasores de las tierras y de las propiedades de los hacendados.

Asesinado, defendiendo el rancho de Santo Domingo. El mismo rancho donde don Manuel Labastida se convertiría en guía, proveedor y procurador de vacas y de toros con sangre Llaguno para los inicios ganaderos de Javier Garfias, luego que desechara la muy atractiva oferta de los hermanos don Francisco y don José Madrazo.

El doctor Labastida formó una ganadería de mucha categoría, ejemplo y contacto para el desarrollo y formación de Javier Garfias como ganadero. La historia verdadera muy cercana al doctor Labastida compartió con los historiadores de las heroicidades familiares.

Nos cuenta Javier Garfias: - Mi tío Manuel Labastida, primo de mi papá fue propietario de Santo Domingo. Rancho al que asistía con regularidad, a su herraderos y tentaderos.

-En San Luis vivían los Beascoa, comerciantes españoles que tenían sus oficinas muy amplias. En ellas se reunía la gente que en San Luis, para nosotros los niños era muy importante.

-Y muy importantes eran aquellos dos toreros, que estábamos convencidos eran los mejores del mundo.

-Uno era Diego Rodríguez “Silverio Chico”, un torero que tomó dos alternativas. Una en la plaza de Bucareli de manos de Ponciano Díaz y la otra en el año de 1900 de manos de Antonio Fuentes, en la antigua Plaza México.

- El otro torero era Morones. Torero potosino, hermano del doctor Morones Prieto.

- Morones toreó de novillero en la plaza de El Toreo de La Condesa con Juan Espinosa “Armillita”; y este tomó la alternativa en San Luis Potosí de manos de Manuel Jiménez Chicuelo.

- Demás está decir que con toros de Santo Domingo. Gracias a ellos, que no fallaban un día, había mucho ambiente taurino en aquella oficina donde se hablaba de toros, de los toreros y de las ganaderías.

- Aquellas reuniones, para mi muy importantes me fueron formando como aficionado. Escuchaba y aprendía, repetía en mi lenguaje conceptos y me sentía muy importante.

-Con sus cuentos, los cuentos de la gente importante de San Luis, creí conocer la historia y lo bueno y lo malo de la fiesta y enterarme de lo que pasaba en el mundo de los toros.

- Fue como una universidad para mi. -A mi padre no le interesaba esto porque él no era afecto al ganado bravo.

- La Banca de la Sabiduría fue el nombre de una especie de peña que se reunía en la Plaza de Armas de San Luis Potosí. Cada tarde, después de las labores en el rancho y al ocaso del día, se reunían políticos locales y taurinos, figuras del toreo y tratantes de ganado … y siempre se habló de San Mateo.

- No dudo que aquellas charlas, la importancia de los personajes reunidos influyeran en mi personalidad taurina y siempre fui de San Mateo. Un día, tendría 13 o 14

años le pedí a papá me comprara una ganadería de bravo. Me dijo olvidara esa afición por los toros, que eso era oficio de mal vivientes y gente sin oficio.

Javier de muchacho fue travieso, un poquito más que los muchachos de su edad. De muy joven solía participar en charreadas y en competencias campiranas con los grupos de San Felipe o de Ojuelos. Fue buen jinete, y se estaba muy orgulloso por ser tomado en cuenta para colear un toro, lazar una vaca o herrar un becerro.

Con amigos de la familia, parientes cercanos como los Labastida, Meade, Lebrija, dueños de ranchos y socios de los clubes en San Luis, constituyeron la parte importante en la sociedad potosina en grupos de muchachos tuvieron maneras de festejar o de expresarse. Lo hizo desde un principio, con dotes de liderazgo.

Un día Javier, con varios amigos y algunos familiares se agarraron a golpes, pedradas y hasta balazos con otras camarillas de muchachos adversarios.

Era esta conducta una respuesta a la herencia de una dinastía de jóvenes mexicanos de la revolución y hasta de cómo soterró la crisis económica la homogeneidad social potosina. Aquel evento violento armó un escándalo, y colmó la paciencia del padre de Javier, don Antonio Garfias, porque un pleito entre bandas de muchachos revivía la muerte de su tío Javier que murió asesinado defendiendo el rancho Santo Domingo. Pasado el calor generado por el incidente el caporal de don Antonio, persona muy influyente entre los cabezas de familia y que tuvo el encargo de ser protector de Javier, le recomendó a don Antonio prohibirle ser charro. Don Gil, que era el caporal, que de mote le decían El Escribano, le recomienda a don Antonio dedicara a Javier a las labores del rancho. Labores principales del rancho como eran la siembra y cosecha de los chiles y la fría y pastoreo de los borregos.

Cuenta Javier Garfias que don Antonio “ … decide enviarme a un internado militar , una Academia en Chicago, para que me disciplinara, aprendiera el Inglés y me apartara de los grupos de amigos con los que me reunía en San Luis.

En Chicago Javier estudió parte del bachillerato en una Academia Militar, pero cuando comenzaba a animarse y continuar estudios debe regresar a San Luis obligado por la dolorosa muerte de su hermano mayor, Antonio, ocurrida en un accidente de aviación.

Antonio era aficionado a pilotar

- Recibimos un golpe durísimo, cuenta Javier. - Para papá fue terrible y me encargó llenar el vacío que en el mayorazgo dejaba con su partida Antonio.

A su regreso a México Javier, adaptado a las labores del rancho acompañaba al caporal Escribano a la Banca de la Sabiduría, en el centro de San Luis Potosí. Ahí donde se hablaba de ganado bravo, de toreros, de política, de negocios temas que la que estaban como como tizón ardiente.

Fue cuando Escribano, el muy influyente caporal le recomendó a don Antonio que compraran algo de ganado bravo, “…para que Javier se mantuviera más tiempo en el rancho. Porque de todas maneras se le va a ir, don Antonio.

A su regreso a San Luis, procedente de Chicago el joven Javier Garfias con apenas veinte años cumplidos se encargó del rancho y de sus obligaciones sociales de la familia. Se destaca Javier como líder entre los Garfias de los Santos, aún estando soltero cuando don Antonio y doña Irene de los Santos le piden que los acompañe a una visita a La Punta donde los hermanos Francisco y José Madrazo les habían inVisita nada extraña. Entre los Madrazo y los Garfias existía una relación muy familiar. Antonio e Irene llevaron a la reunión una carta bajo a manga que Javier ignoraba pondrían sobre la mesa. Se trataba de la respuesta a don Francisco Madrazo a una pregunta que le hizo Antonio Garfias a sus fraternales amigos como ganaderos de la más importante ganadería de México.

Los Madrazo entonces no le vendía ganado a todo el mundo, pero por tratarse de Antonio y de Irene como un regalo para su hijo, le dijeron que le venderían 100 vacas y tres sementales.

Los tres sementales serían escogidos entre seis toros en un tentadero de machos.

Luego de visitar a los Madrazo, y estando la mesa casi servida, Javier le dijo a don Antonio que a él, lo de La Punta, no le interesaba. Que lo que él quería era el ganado de los Llaguno, “…los toros de Zacatecas” que entonces era imposible comprar porque don Antonio evitaba la venta de vacas a cualquier precio basado en los conceptos de su proyecto genético ganadero. Volviendo al tema de Javier Garfias y su manifiesto deseo de adquirir una ganadería de bra-

vo, volvemos a casa de la familia Madrazo donde como familia muy cercana don Antonio Garfias y su esposa doña Irene de los Santos Morales, todos los fines de año se reunían con los Madrazo.

Así que el 31 de diciembre de 1948, coincidiendo que La Punta estaba anunciada con una corrida de toros aprovecharía para hacer el planteamiento de la compra de un pie de cría por parte de su hijo Javier. Los señores Madrazo, tanto don Francisco como don José accedieron con mucho gusto ofreciéndole a don Tolín, como en confianza distinguían al padre de Javier, que su hijo tuviera el privilegio de escoger las vacas que quisiera en un lote de 100 hembras, de escoger tres toros de los seis que serían tentados y que los señores Madrazo de La Punta considerarían que serían aptos para la crianza.

La oferta, generosa y atractiva para cualquiera que quisiera iniciarse en este oficio, fue rechazada por el muy joven Javier Garfias. Él estaba muy claro. Lo que Javier quería.

Lo que quería referente a la procedencia del ganado que quería y La Punta de los señores Madrazo no era la ganadería que quería para formar la que él soñaba. La respuesta de Javier sorprendió a don Antonio, porque La Punta disfrutaba por esos años del mejor cartel entre todos los ganaderos de México. Eran los días que La Punta sobresalía entre las ganaderías de la competencia. La Punta era el hierro favorito de Manolete, de Carlos Arruza, de El Soldado, de Alberto Balderas y de Fermín Espinosa Armillita y de los hermanos Jesús y Eduardo Solórzano, días de contienda con Piedras Negras y La Laguna, aquellos toros de Tlaxcala que disputaban en calidad que por su cartel eran solicitados por las figuras del toreo.

Le dije a mi papá que de eso, refiriéndome a La Punta, no lo quiero. Aquel desplante de Javier le causó un enojo muy grande a don Antonio.

Ese mismo día, cuenta Javier Garfias, fui a ver a don Manuel Labastida que siempre fue mi refugio.

Fui a verle para pedirle que calmara a mi papá y ver ¿qué remedio encontrábamos para apaciguarlo?

En esa época querer comprar una vaca a San Mateo era pretender un imposible. Don Antonio Llaguno González no le vendía una vaca ni a su hijo.

- Mi tío, Manuel Labastida, sí era muy amigo de don Julián el hermano de Antonio, cuenta Javier, y me dice: - No te apures.

-Paciencia ha sido una de mis virtudes y me llevé 25 vacas de Santo Domingo. - Le hablé don Julián y le pedí un toro que tenía don Manuel Labastida padreando en Santo Domingo, y que era propiedad de don Julian Llaguno González.

-Me lo vendió don Julián. -Ese es el principio exacto de mi ganadería.

-Ese mismo año traje de Torrecillas 82 vacas y cuatro sementales y contraté a Chute Meléndez, banderillero fundador de la histórica dinastía de los Meléndez, varios de ellos varilargueros con destacados triunfos en México, España y en Venezuela con las actuaciones de su hijo Pascual Meléndez y sus nietos Gabriel Meléndez “La Coca” y Nacho Meléndez que sería mi Caporal.

Por aquellos días Javier era un joven soltero y un partido muy atractivo para las familias casaderas, quien como la mayoría de los jóvenes de su edad asistía con frecuencia al club social La Sociedad Potosina S.C. “La Lonja”.

Club privado, en la tradición inglesa Gentlemen’s club, abierto sólo a sus miembros, inicialmente de clase alta, situado en la ciudad de San Luis Potosí en Ignacio Aldama, número 310. A pesar de que había sido fundado en 1851, de manera oficial fue registrado en 1868 constituyéndose en uno de los clubes más antiguos de México.

En La Lonja se realizaban los eventos importantes de la sociedad potosina. Entre ellos el baile de la Cruz Roja, en uno de estos bailes fue donde Javier conoce a Ángela Sietges hija de don Lorenzo Mauricio Sietges, catalán originario de Mahón, Cataluña. En España los Sietges tenían negocios importantes. Entre ellos una sociedad con don Raúl Bailleres Chávez, el padre de don Alberto Bailleres, el banquero y exitoso ganadero de las divisas de Begoña, Mimiahuápam, Santa Teresa y de San Martín en México.

La primera vez que Javier Garfias viaja a España fue como invitado de su padrino Beascoa quien le propuso se fuera por un año para que se relaciones con la sociedad en Barcelona.

En ese primer viaje a España Javier Garfias conoció a Kiko Arcentales. La nieta preferida del conde de Romanones. Será Kiko Arcentales la persona que introduzca Javier Garfias, el muchacho potosino a la alta sociedad española, la de casta oligárquica muy cercana al

Más tarde Kiko se convertirá en la ganadera de Peñajara y, antes, fue prometida de Cristóbal Martínez-Bordiú que cambiaría de planes matrimoniales por haber sido señalado como el escogido como el futuro marido de la hija del generalísimo Francisco Franco, Jefe del Estado Español.

Aquella fue una boda de tronío, bendecida por el Cardenal-Arzobispo de Toledo, Enrique Plá y Deniel en la que hubo derroche en el banquete de la boda.

La pareja se transformó en bastión político de mucha influencia en la sociedad española … con sus límites, por supuesto. Las barreras que imponía el franquismo.

Por lo tanto Javier, una vez más volvía a estar donde sucedían las cosas y sin proponérselo o hacer esfuerzos, logró tener acceso a los altos escaños del régimen franquista y de la Iglesia Católica española a la vez lo que para un joven de San Luis Potosí recién llegado a la tierra del toro bravo era un privilegio inconmensurable.

Ya de regreso y al frente de las obligaciones de la familia Javier contrató al Chute. Lo hizo sin necesitad de recomendaciones, porque lo conocía desde niño, cuando vivía la intensidad de los tentaderos y del trabajo junto a los caporales de las ganaderías vecinas a Santiago.

Javier Garfias, toda la vida estuvo muy atento a cómo vivían y qué hacían los toreros subalternos. Estaba convencido que los buenos toreros de plata a la hora de colocar un toro al caballo, en el momento de un par de banderillas o al sacar los toros de sus querencias, la mayoría de las veces su lidia tiene más sentido y efectividad que la de los propios matadores de toros.

Javier Garfias fomentó amistad con distintas dinastías de picadores, como fue su íntima amistad con “El Güero” Guadalupe, personaje al que conocí en casa de Javier en México en la Calle de Lerma en el D.F una tarde de reunión familiar. Nos introdujo Javier con el anuncio: -Te voy a presentar la historia grande del toreo mexicano… Te presentó a Guadalupe Rodríguez, “El Güero” Guadalupe, un gran picador de toros bravos que se estrenó como profesional picando toros de Veragua, en una corrida en la que estaban en el cartel Rodolfo Gaona, Juan Silveti “El Meco”, Ignacio Sánchez Mejías el cuñado de Joselito y Juan Luis de la Rosa, el rival de Gallito.

Me contaba Javier de las hazañas

profesionales del histórico picador con voz alta y muy orgulloso que “El Güero” compartiera con él en un ágape en su casa entre familiares y amigos muy cercanos.

Me contaba, con respetuosa sorna, si cabe lo de respetuosa, que “El Güero” había picado la corrida de San Diego de los Padres en la que se despidió de los ruedos Rodolfo Gaona.

Acentuaba el emotivo relato señalando que fue él, Guadalupe, el que picó a Azucarero.

El ultimo toro lidiado por Rodolfo Gaona Las crónicas de la época cuentan que después de un tumbo, Guadalupe se montó de nuevo y pegó un puyazo monumental.

-Una anécdota interesante, tercia Javier Garfias en la conversación. ¿Sabes que en su carrera recibió una sola cornada? Dile que te cuente… Y me cuenta El Güero: - Fue en Pastejé cuando Carlos

Arruza, que era el propietario de la ganadería, y yo me daba una vuelta por los potreros para conocer de cerca los toros de Pastejé ,cuando apareció un venado, asustado, y saltó de una maleza y me pegó la cornada.

El Güero Guadalupe estuvo en las cuadrillas de Alfonso Ramírez Calesero … a las ordenes de Ignacio Sánchez Mejías, allá en El Toreo viejo, el de La Condesa. Afortunadamente tuvo grandes satisfacciones y reconocimientos por parte de grandes maestros como Marcial Lalanda, Armillita Chico, Lorenzo Garza, Chucho Solórzano, Carlos Arruza, Manuel Jiménez Chicuelo, Luis Castro “El Soldado”, Silverio Pérez, “El Calesero”, Manolo Martínez, David Silveti y Eloy Cavazos y, ¡Pare de contar!

Aquella tarde del ágape en Lerma, recordaba ovaciones y vueltas al ruedo en especial la del toro de Mimiahuápam en la plaza México, otra en Toledo, España. donde también me hicieron dar vueltas al ruedo y en Sevilla y Madrid cuando picaba varias veces gritaron ¡Viva México!

La cultura taurina de Javier Garfias se cimentó con solidez en sus vivencias en el campo potosino y aproximación a ganaderos importantes a los que tuvo acceso.

Criadores del toro como Manuel Labastida y José Julián Llaguno, primero y, más tarde, con José Antonio Llaguno García hijo de don Antonio, Toño Llaguno con el que tuvo una relación muy importante. Fue su época, la de su formación como ganadero de bravo.

El tiempo que juntos llevaron la ganadería de San Mateo fue la etapa de la maestría.

Los tiempos de su transformación en catedrático en el tema de los encastes del ganado de lidia, especialmente el Saltillo mexicano, sus cruzas con las reses originarias. Muy importante el haber descubierto el significado de aquellas vacas criollas seleccionadas entre las 3 mil de las que se hicieron todas las pruebas posibles.

Un proceso que, lamentablemente, no se hizo en Sudamérica y tampoco en otras ganaderías fundacionales de México. Con la excepción de los criadores González de Piedras Negras. Caminos que solo entiendo se transitaron por los senderos trazados por los montes de la Sierra del Guadarrama según descubro en las lecturas del relato que hace Fernández Salcedo en su historia de Diano y las experiencias colmenareñas de los ganaderos de Castilla.

El varias veces referido Luis Niño de Rivera, que además de un buen torero relata, con bien fundamentados datos, cómo Javier Garfias se inició en el enjambre ganadero de la ganadería mexicana y cómo se convertirá en el líder de una familia de ganaderos convirtiéndose en el arquitecto de un encaste que llevará una bandera de excelencia y de calidad a manera de distintivo del toro de lidia mexicano por las plazas de Sudamérica y de México: el encaste Garfias. En su opinión, Luis Niño considera que Javier Garfias ha sido el ganadero “que más cerca vivió de José Antonio Llaguno García”, el hijo de don Antonio Llaguno González.

Fue Garfias el que más detalles aprendió de la ganadería de San Mateo en la crianza del toro bravo. Lecciones fundamentales fueron en su formación profesional las aprendidas de su padre, don Antonio Garfias Peña, a quien no le atrajo nunca la cría del toro bravo. Más bien lo rechazaba, aun siendo el propietario de las haciendas de Santiago y Laguna de Guadalupe en el estado de San Luis Potosí. Haciendas con una extensión de 20 mil hectáreas en conjunto, dedicadas a la producción de pulque. Un negocio más productivo que el de toda la ganadería de lidia junta.

El pulque es una bebida alcohólica de alta graduación, espesa y de color blanco, que está en permanente descomposición y de la que se obtiene de su fermentación el jugo del maguey.

El pulque es el antecesor del mezcal y del tequila y, aunque los tres provienen de la misma familia de plantas (el agave), el pulque se elabora a través de fermentación

sin recurrir a la destilación. ... El agave o maguey puede tomar de ocho a 12 años para alcanzar la madurez y producir savia o, como se le conoce, “aguamiel”.

Estas haciendas, De Santiago y La Laguna además del pulque producían leche, beneficiaban el vacuno y explotaban el caprino dedicándose al cultivo de las tierras y a la explotación de cal, en grandes extensiones de la propiedad. Consolidada la ganadería de Garfias en México, famosa en América y exitosa en su expansión, fue contactado don Javier por un grupo de amigos entre los que se encontraban los Torreslanda, interesados junto a los hermanos Álvarez, Luis, Ramón y Juan, en importar ganado español. Querían formar en México una ganadería con ganado de lidia español.

En la búsqueda de un nuevo toro mexicano El Pollo Torreslanda recurrió a Javier, como también lo hicieron los Álvarez Bilbao, los ganaderos de Barralva.

En principio reconocían la sapiencia de Garfias como criador y reconocían su éxito ganadero. No solo fueron en busca de su opinión, valiosa sin dudas, sino querían integrarlo como socio de un proyecto muy ambicioso. A pesar de haber sido el más exitoso de los ganaderos mexicanos que con brillo de triunfos manejó lo que conocemos como Sangre de Llaguno, Garfias propuso llevar a México ganado cuyos orígenes no existieran en el continente. Rea su clave, la propuesta la de adquirir ganado de Atanasio Fernández bajo el razonamiento de su experiencia adquirida durante sus viajes a la península y en conversaciones con los ganaderos amigos y las observaciones de sus pares. También de los matadores de toros. El encaste Atanasio, miembro de la casta Vistahermosa en línea directa del Conde de la Corte, garantizaría la presencia del toro en México, donde se criticaba mucho la poca arboladura de las reses mexicanas y la escasa romana en las mismas. Eran tiempos cuando “el toro de Madrid” se exhibía a través de las transmisiones de la Televisión Española. Propuso Javier Garfias importar, por ganadería, un mínimo de 50 vientres Todos aprobados, 50 becerros de tienta. Tres sementales, también aprobados y 20 toros para lidiarse en México. Estos, los toros destinados a las plazas mexicanas, se lidiaron todos a puerta cerrada.

Además, en esto fue enfático Javier Garfias, debían llevarse por separado las líneas españolas y la mexicana.

Ya la sangre de Garfias se exportaba a naciones taurinas sudamericanas, En el Perú hay toros se-

mentales en ganaderías peruanas. Lo mismo en Colombia, donde hay vacas y toros.

De Venezuela Hugo Domingo Molina importó un semental para su ganadería de Rancho Grande y Orlando Echenagucia Hernández de la extinta ganadería de La Cruz de Hierro, agregó pajuelas a su banco de semen, pajuelas que compró en 1998.

El presidente Carlos Andrés Pérez en funciones de Jefe de Estado invitó a Javier a formar una ganadería en Venezuela en sociedad con los que más tarde fueron propietarios de la ganadería de Somosaguas en Mirimire, estado Falcón: Martín Gutiérrez y Jota Vallenilla Calcaño quien antes y en sociedad con Elías Acosta Hermoso la ganadería de Bella Vista propiedad entonces del banquero J.J. González Gorrondona.

Relacionado con este tema reposa en los archivos de las oficinas de Garfias en Los Cues, Querétaro, una carta que Javier Garfias dirige a José Julián Llaguno en su condición de Presidente del Consejo Directivo de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, el 16 de mayo de 1988.

Dice así: Por medio de la presente nos permitimos solicitar su intervención para el efecto de gestionar la tramitación de un permiso de exportación de sesenta(60) vacas de vientre y tres sementales de la ganadería “Garfias”, propiedad del suscrito. La exportación antes mencionada será para llevar a cabo una operación de compraventa realizada a los señores J.J. Vallenilla y Martín Gutiérrez, ambos residentes de la ciudad de Caracas, Venezuela país donde permanecerán las reses materia de la presente operación.

Mucho le agradeceremos se sirva tramitar el permiso citado a la brevedad posible por lo que quedo a sus respetables órdenes para cualquier información complementaria que se requiera.

Firma Javier Garfias de los Santos México, D.F. Mayo 16 1988

Como muchas cosas de aquella Venezuela el serrucho se trancó a la hora de colocar los dineros en los bancos solicitados. Sin embargo, vale la pena saber que más tarde, Martín Gutiérrez, retomó la intención del proyecto; y en vez de ganado procedente de México, como fueron los planes con Javier Garfias, acordó para Somosaguas importar de vacas de Juan Pedro Domecq en España.

Martín Gutiérrez, socio del Banco Latino y hombre muy ligado a or-

ganizaciones de seguridad, con experiencia en Chile durante el mandato del general Augusto Pinochet Ugarte creó un complejo ganadero muy ambicioso en Mirimire, estado Falcón. El proyecto reunía una ganadería productora de leche con ganado pardo suizo, en vaqueras controladas por una red digital que registraba minuto a minuto la producción de cada vaca. Aunque no lo vi, se proyectaba un centro para el desposte de reses productoras de carne. Tenía en una parte del complejo unas caballerizas y había adquirido un padrillo en el que, según él mismo Gutiérrez comentaba, se invitó una suma muy grande de dólares. La intención era la de fundar un harás para purasangres de carreras .

Se construyó una lujosa plaza de tientas y respecto al alojamiento para invitados se siguieron instrucciones de los hoteles Hollyday Inn en la construcción de una lujosa casa ganadera y unos cómodos chalets para invitados con las mismas características arquitectónicas impuestas por la cadena de hoteles norteamericana. En principio la ganadería de lidia sería con vacas importadas de México a Javier Garfias de los Santos.

Como era de esperarse, el proyecto como se planificó no arrancó. Se trajeron vacas de Juan Pedro Domecq de España y hasta hubo un primer tentadero al que asistió como invitado el periodista José Carlos Arévalo, presente en la tienta de seis estupendas vacas de Juan Pedro por el novillero Carlos Herrera, porque los matadores de toros invitados a la tienta no se presentaron.

Eran los días de la siembra en el mundo de los toros del semanario 6Toros6, la mejor revista de toros que se introdujo en América a través de representaciones en Colombia, Ecuador, el Perú, México y Venezuela. José Carlos Arévalo estaba en esa grata e importante misión como es la de presentar 6 Toros 6. La siembra del toreo en Venezuela.

Nos encargamos de la corresponsalía, en México lo hicieron Marysol Fragoso y El Chacho Vázquez. Él un ganadero mexicano muy apreciado como amigo y admirado como aficionado en quien cayó la responsabilidad de la revista. Representante de Carlos Peralta, exitoso empresario y ganadero de Pastejé y que junto a Jorge Martínez Lambarri Gómez del Campo que en México tuvo el embargo de Campo Bravo, además de representar la ganadería de Los Martínez que fue una gran ganadería de muy breve existencia.

Con un tentadero, como dijimos, se inauguró la plaza de tientas en

Somosaguas. La estrenó Michal Wigram, banquero inglés, adorador de Antonio Ordóñez como director de lidia. Invitados estuvimos junto a los ganaderos Alberto Ramírez Avendaño y Sebastián González Regalado de Los Aranguez y de Tierra Blanca.

Eran días de incertidumbre, cuando la política en Venezuela comenzaba a abrir el camino de la revolución bolivariana. Las vacas fueron repartidas entre ganaderos venezolanos que las compraron. Entre ellos Aurelio Zambrano, que se estrenaba como propietario de Bella Vista, ganadería que fue propiedad del banquero J.J. González Gorrondona luego que el Banco Nacional de Descuento embargara a su anterior propietario, Carmelo Polanco.

Polanco participó en la primera importación de ganado español, organizado por la Asociación de Criadores de Toros de Lidia. Para Bella Vista se importaron vacas de Mario Vinhas, origen Buendía Santa Coloma. No pudo honrar la deuda. Como no pudieron enfrentar la obligación quienes compraron bienes y ganado de la ganadería, la que le vendieron a Aurelio Zambrano que junto a Hugo Domingo Molina compró a Martín Gutiérrez un buen lote de las vacas de Juan Pedro Domecq, todas de estupendo juego. Mientras toda esta zarzuela ocurría en Venezuela, en México crecía la siembra de la sangre Llaguno iniciada con la adquisición de vacas a San Mateo, ya bajo la dirección de José Antonio Llaguno García y de Luis Barroso Barona para la ganadería de San Miguel de Mimiahuápam.

Fue Mimiahuápam la ganadería que abrió camino con dos toros muy importantes: Caminito 56, un toro colorado, y Pardito 44.

Aquellos tiempos en la fiesta de los toros de México era la de los últimos años de la época de Manuel Capetillo, quien tendría que abrirle el paso a un espigado joven que despuntaba en las novilladas de La florecita y de la Plaza México, habiendo sido alabado por don José Alameda como el torero por el que México había esperado. Manolo Martínez, se convertiría en mandón de la fiesta en México, consentido de su afición liderando la época que nacía con Mimiahuápam como bandera.

Se había cerrado el ciclo que impuso don Antonio Llaguno de no vender vacas. Se abría con Toño Llaguno, hijo desobediente el camino a la ganadería mexicana, la que sembraron los hermanos Llaguno. Igual que surgieron toros en México lo mismo surgieron toreros y de toros y toreros es la fórmula para

Fueron grandes aficionados a la cría del toro de lidia seres excepcionales como don Luis Barroso Barona, un hombre que entendió que su familia como célula importante de la sociedad estaba dispuesta a sembrar la fiesta de los toros con el sostén de sus toros. Han sido los Barroso ganaderos de estirpe, ejemplo en el esfuerzo que dieron la cara aceptando retos como el de cumplir el sueño de ir a España con sus toros.

Antes de hacerlo don Luis Barroso, en el éter de la existencia se difuminó el binomio Manolo Martínez - Mimiahuápam. Cada uno de había beneficiado del otro, y nunca comprendimos cómo no se comprendió por parte del torero la existencia de una meta por superar: conquistar y convencer en España.

El proyecto con ambición histórica se reduce a que una ganadería de México regresara a competir en España; pero no una ganadería construida o configurada con los ganados de las diversas castas españolas, sino una ganadería históricamente pura. Un toro producto del proyecto de Llaguno, o de Piedras Negras de los González que es el que con una inmensa base criolla logró, a través de cruzas, eliminar por absorción todo lo de Saltillo y lo cunero para que, en base a una selección de carácter, léase nobleza, bravura y muy en especial algo que nunca se expresa, Y si se expresa se hace camuflado en la palabrería del lugar común taurino. No se habla, no se dice, no se expresa en la tabla de virtudes en el tentadero que el toro mexicano lleva un agregado en su selección y es el sentido del toreo mexicano con una breve base como es la de crear el toro de México, ese toro que, con reconocido acierto, Luis Niño de Rivera y José Antonio Villanueva Lagar han bautizado como de Sangre Llaguno y que con permiso de ellos consideramos debe extenderse a Sangre de Piedras Negras.

Lo hizo la en Madrid. Festejo correspondiente en el abono de la Feria de San Isidro, 22 de mayo del 1971 cuando pisó la arena de Las Ventas. Magnífico encierro en el que tres toros fueron ovacionados en el arrastre y un cuarto mereció la vuelta al ruedo a sus despojos mortales. Gran corrida en San Isidro, lidiada por Victoriano Valencia, Antonio Lomelín y José Luis Parada. Triunfo grande para los colores de Mimiahuápam, tarde grande para el encaste Llaguno y para el ganadero Luis Barroso Barona. Sus toros recibieron manifestaciones de admiración por parte del público que asistió aquella tarde a la Monumental.

No estuvo presente Manolo Martínez, lo que es imperdonable. Hoy la historia lo reclama.

El destacado periodista de Horacio Reiba de Al Toro México, hizo en el diario La Jornada una reseña que, por valiosa. merece repetirse con sus puntos, sus acentos y sus comas.

A través del tiempo han cruzado el Atlántico tres hatos de toros mexicanos para ser lidiados en plazas españolas: cuatro de Piedras Negras fueron a San Sebastián (1929), seis de San Miguel de Mimiahuápam a Madrid (1971) y más de una veintena, procedentes de San Mateo y San Marcos –divisas hermanas–, los adquirió el ganadero-empresario José Luis Pereda en 1986.

Los seis primeros toros de San Mateo se corrieron en Huelva el sábado 11 de octubre de dicho año, corrida de la hispanidad cuyo cartel encabezaba José Ortega Cano (rosa y oro: vuelta y silencio), con el mexicano David Silveti como segundo espada (azul y oro: ovación tras aviso y una oreja) y cerrando terna el andaluz de Gerena Tomás Campuzano (grana y oro: oreja y dos orejas).

Campuzano le brindó a David Silveti su segundo toro, el mejor del encierro. La prensa fue unánime al reconocer la buena casta del ganado mexicano y la del tercer miembro en línea de sucesión de la dinastía Silveti, que impresionó por su finura de estilo, pero sobre todo, por su denuedo y valentía para sobreponerse al estilo picoso de sus toros, al grado de hacerse acreedor a dos de los tres trofeos en disputa: el reservado a la mejor faena de la tarde (Carabela “La Pinta”) y el correspondiente a la mejor estocada (Carabela “La Niña”). El de triunfador de la tarde (Carabela “La Santa María”) se lo llevó Tomás Campuzano, favorecido por el mejor lote de una corrida que llamó la atención por su enrazada y correosa condición.

Conviene sopesar con cuidado lo que escribieron dos de los cronistas hispanos más connotados de la época para tener una idea aproximada del impacto causado tanto por los toros de San Mateo como por David Silveti, seis años después de su última incursión por cosos hispanos.

Crónica de Rafael Moreno (ABC)

“Cuando el último toro mexicano lidiado ayer en la plaza de Huelva cayó a los pies de su matador Tomás Campuzano todos respiramos tranquilos... Nadie, absolutamente nadie, se había aburrido en la plaza: los toros mexicanos nos habían mantenido a todos con la tensión a

flor de piel. Ni siquiera era posible hablar con el vecino. Lo que ocurría en el ruedo exigió toda nuestra atención.

Aquellos toros, mejores toritos, si los juzgamos por su tamaño, había obrado el milagro de mantenernos con el alma en vilo durante todo el festejo. La fiesta recuperó de pronto todo su sentido emotivo. El miedo llegaba a los tendidos. El peligro se veía desde lejos, y también el mérito de los toreros que fueron capaces de hacerle frente… aquellos toritos, que difícilmente habrían dado por buenos la mayoría de los veterinarios españoles, demostraron que el volumen es lo de menos, lo que necesita el toro es fiereza.

Los toros mexicanos no fueron bravos en el sentido que hoy dan al calificativo los taurinos españoles. O, por lo menos, no fueron nobles. Pero sí tuvieron casta, genio y movilidad. ¿Y saben ustedes qué pasó? Pues que a todos les dieron en varas más que a una estera, a todos les llegó la sangre hasta la pezuña como para haberse muerto cuatro veces y, a pesar de ello, ninguno llegó a doblar las manos ni una sola vez. ¡Ni una! Y el caballo era el mismo de siempre, y el peto también. Todo era igual menos una cosa: el toro…

Mucho más chico de constitución, pero eso sí –atención al detalle– mucho más alto de agujas. Hasta zancudo, si ustedes quieren. Sus patas y sus manos eran más que suficientes para mantener el resto de su anatomía. No eran esos toros bonitos que aquí hemos llegado a criar, con las manos justitas para mantenerse en pie, pero a todas luces insuficientes para sostener las moles que llevan encima…

Otra cosa fue su comportamiento. A ninguno de esos toros se les pudo hacer ese toreo de cristal que parece que se quiere imponer aquí… en primer lugar porque eran toros que embestían con genio y sin entregarse... sin parar un momento. Cuando decían ahí voy hacía falta un torero con los pulmones cargados de aire para no desfallecer. Y no iban detrás de la muleta como perritos ¡qué va!, la seguían intentando descubrir siempre al que la manejaba. Por eso todos andábamos con tensión en los tendidos, temiendo y saboreando el peligro, entendiendo el riesgo de los toreros, valorando sus gestos y hasta perdonando sus dudas… imagínense ustedes la que pasarían los toreros… Casta… genio… emoción… riesgo… Todo menos aburrimiento.

David Silveti estuvo hecho un león. Así de claro. Sin dejarse arrugar, con los dientes bien apretados y dispuesto a jugarse la vida para triunfar. Nos sorprendió el mexica-

no, aunque bien mirado no tendría por qué haber sido así: un hombre que ha sido capaz de superar todas las adversidades que él ha superado para vestirse de torero no podía tirarlo todo por la borda, ahora que por fin se veía en España con dos toros de su tierra. Dos toros que no le dieron ninguna facilidad.

Su primero tuvo genio para dar y regalar. David le pudo porque le llevó siempre la muleta muy baja. El toro de pronto, se dio cuenta de que no asustaba al torero y se fue buscando las tablas. El puntillero lo levantó varias veces… Con su segundo, David se jugó la vida. El de San Mateo se lo quería comer, pero él fue capaz de ganarle la partida… Creo que lo de león le viene de familia.

Y también hecho un tío estuvo Tomás Campuzano. Su primero le dio algunas facilidades, y con su segundo, puso la plaza del revés. El genio del toro lo utilizó Tomás para triunfar. Ni siquiera lo arrugó una tremenda voltereta… Ortega Cano pudo con su primero, que tenía genio por el lado derecho y ni un muletazo por el izquierdo. Debió darle más importancia a lo que hizo. Su segundo fue un regalito imposible y no hubo manera de echarle mano… Hizo Ortega un esfuerzo grande para no darse por vencido… ¡Arriba San Mateo! Ayer en Huelva vivimos una dimensión de la tauromaquia casi olvidada. Los saltillos que volvieron a su tierra de origen para morir nos trasladaron a otra época, no sabemos si definitivamente superada, pero desde luego altamente emotiva… Tras una larga epopeya, estos toros descendientes de aquellas doce vacas y dos sementales que el legendario Antonio Llaguno, en combinación con su amigo Ricardo Torres “Bombita”, le compró al marqués de Saltillo, y que en tiempos de la revolución mexicana tuvo que esconder en el sótano de su casa… nos han hecho ver la necesidad que tenemos de la fiereza y de la fuerza para que el animal tenga movilidad y no se caiga, que es la peor imagen que puede dar un toro de lidia”. (ABC, Domingo 1210-86).

Crónica de Filiberto Mira (Aplausos)

“Sr. D. Juan Silveti (exmatador de toros); Guanajuato, México/ Querido Juan: Antes que nada, quiero decirte que México ha obtenido hoy un gran triunfo en la plaza onubense de La Merced. Un éxito también para José Luis Pereda, que si bien como empresario no ha visto lleno ni mucho menos el coso, tendrá la alegría de haber aportado algo a la hermosa tarea del hermanamiento hispano mexicano…

Aquí, al lado de donde partieron las tres carabelas en 1492… Extraordinario el triunfo de tu hijo David. Triunfo también para las glorias ganaderas de San Mateo, por obra y gracia del interesantísimo juego de los toros sanmateínos de Ignacio García Villaseñor. Ha sido esta de las corridas que dejan huella y recuerdo...

Inició David su éxito con un excelente capotear al codicioso toro segundo, un burel con furia al que picó muy bien Curro Reyes, colocándole Luis Mariscal un muy ceñido par de banderillas. Este toro tuvo la particularidad de embestir con genio en la primera fase de la faena, pero se rajó pronto, aunque sin perder la elevada dosis de su ardiente casta. Valerosa y con clase fue la faena de David.

Causó impresión como muletero y todos lamentamos que tras una metisaca tuviera que descabellar media docena de veces. Clamores levantó David al torear de capa al veleto y salpicado quinto, un toro que fue a más en el primer tercio y llegó al último pidiendo guerra. Toro violento, de ésos que a los que sólo son capaces de conquistar la oreja los toreros de raza y temperamento. Te diré que con la muleta, tu hijo estuvo tan valiente como me han contado que era su abuelo, “El Tigre de Guanajuato”. En una serie de derechazos muy emocionantes al hilo de las tablas me recordó tu hijo aquellos muletazos de tanta clase que lograste en la Maestranza sevillana en el Corpus del año de 1954, cuando saliste en hombros por la Puerta del Príncipe.

Ha sido la de David una faena de doble vertiente, pues por valiente recordó a su abuelo, y por pases tan llenos de clase fue digno hijo tuyo. Gallardía y emoción, en un trasteo culminado de estocada certera que le valió merecida oreja. Espero que los empresarios españoles se enteren de que David Silveti es un torero con categoría para que su nombre figure en carteles de lujo.

Encantaron los toros de San Mateo. A todos los que los vieron (una lástima que no hubiera más aficionados en la bonita plaza de La Merced) les han encantado los toros mexicanos de San Mateo. Te puedo decir que les gustaron mucho a Eduardo Miura, a Juan Guardiola, a José Luis Buendía y a Litri, por no citarte más ganaderos españoles que felicitaron a tu compatriota Ignacio Villaseñor.

El más contento de todos era Alonso Moreno, por ser el que tiene en España los mejores Saltillos. Los de San Mateo, más que por bravos (tampoco fueron man-

sos) han gustado por su fortaleza (ni uno dobló las manos), por su movilidad y por su temperamento de muy encastados… Vista con los ojos del alma, allá en el palco de la eternidad estaría gozoso don Antonio Llaguno, creador de los asaltillados toros de San Mateo, por el muy interesante y variado juego que dieron los seis que por primera vez se lidiaron en una plaza española.

También jubiloso tu padre en el cielo, por tener un nieto tan buen torero, que tan valiente como él era, triunfó rotundamente en un coso andaluz, junto con su enorme compañero de terna Tomás Campuzano, un torero poderoso de los de cuerda larga. Al sexto, un toro que comunicó mucho, lo ha toreado Tomás con ese estilo hondo y profundo que a ti tanto te entusiasma…”. (Aplausos, semanario taurino. 15 de octubre de 1986).

Las palabras de Rafael Moreno y Filiberto Mira no dejan lugar a dudas y sólo hubo que lamentar que la corrida se haya celebrado muy al final de temporada, cuando ni la atención de medios y aficionados es ya la misma que en abril o mayo, ni los triunfos habidos reditúan contratos para diestros ni ganaderías. No obstante, aún pudo participar David en una corrida celebrada en Ávila el día 15 y desorejar a un saltillo de Victorino Martín. Al año siguiente, confirmaría alternativa en Madrid (24-05-87), en cartel flojo y corrida sin historia en la que se corrieron cuatro astados mexicanos (San Mateo y San Marcos, dos y dos), y dos portugueses (de Samuel Lupi). Fue su padrino Nimeño II y alternó con ellos Tomás Campuzano.

En cuanto al resto de los toros de Ignacio García Villaseñor, se fueron lidiando a duras penas y solamente en plazas controladas por José Luis Pereda. Precedidos por esa fama de duros que les dio la corrida de Huelva y, naturalmente, con flagrante ausencia de figuras en los carteles, que fueron los siguientes: Huelva, 26-03-88: cinco de San Mateo y uno de San Marcos: Ruiz Miguel (oreja y silencio), Tomás Campuzano (silencio en su lote) y Víctor Mendes (silencio en su lote).

Zalamea la Real, 10-04-88: cinco de San Marcos y uno de José Luis Pereda para José Luis Galloso (oreja y silencio), Manuel Ruiz «Manili” (oreja y dos orejas) y Tomás Campuzano (dos orejas y oreja).

Es decir, que entre 1986 y 1988 se lidiaron en España 21 toros con la sangre Llaguno (13 de San Mateo y 8 de San Marcos), y se les cortaron en total doce orejas. Habrá que preguntarse dónde habrá quedado todo ese caudal de raza y fortaleza

Aún arropada su divisa con el aroma de importantes éxitos que le convirtieron en la gran ganadería mexicana Mimiahuápam pasó a manos del licenciado Alberto Bailleres, personaje importante en la historia grande de la fiesta de los toros mexicana. Bailleres sacó de la farándula del espectáculo taurino a Mimiahuápam, resguardándola como hizo con Begoña y Santa Teresa.

Como más adelante hizo con San Martín, la ganadería que adquirió al morir Pepe Chafik.

San Martín, a espaldas de Llaguno convertida en una vacada de Santa Coloma. No olvidemos aquello que Javier Garfias repetía y repetía: Santa Coloma es Ibarra con Saltillo. Nada que ver con el toro Llaguno. Nada que ver con Ibarra.

Bailleres cerró en Mimiahuápam, con el poder de su exitosa e introvertida personalidad seguir por el sendero expansivo propuesto de Javier Garfias. Su personalidad sostenida un recio fundamente de triunfos le provoca por diversas circunstancias la evasión de la masa. No se trasnocha con opiniones, solo hace caso a conclusiones propias. Abierto para la historia, Alberto Bailleres intentó detener el desarrollo de la teoría de Javier Garfias referida a la extensión de la cría del toro de Llaguno.

Hemos visto como la presencia del hijo de don Antonio, Toño Llaguno García abrió con Luis Barroso Barona el espectro de la sangre del toro mexicano de Llaguno.

Debo aclarar, porque fuimos testigos que no hubo rencilla entre el licenciado Bailleres y don Javier Garfias mientras Garfias estuvo al frente en la gerencia de la Plaza México. Lo vivimos muy cerca , fue durante aquella muy esperada despedida de Paco Camino con toros de Mimiahuápam en la Plaza México. Con una hermosa y muy escogida corrida se cumplió lo que Alameda repetía: -“Los toros no tienen palabra de honor”.

La separación entre dos colosos del toreo mexicano había formado una cárcava profunda abierta con su raíz en un chascarrillo en un tentadero cuando Bailleres le pregunta a Javier, luego de ver una vaca extraordinaria, de gran volumen y encornadura cómo hizo para que no se cayera y, por el contrario, se fueron arriba. Javier le conteste: -“Te lo digo cuando me cuentes cómo ganar dinero jugando a la bolsa (de valores)”…

Hasta ese día duró la relación afectiva entre los colosos. Una relación

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