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Capítulo XX, Antonio Ordoñez Plaza Acho
from Javier Garfias
by FCTH
del Bicentenario de la Plaza de Toros de Acho. El cartel anunciaba la reaparición de Antonio Ordóñez en Lima. Reaparecía luego de una breve retirada de los ruedos y había ido a Lima complaciendo a su gran amigo Fernando Graña.
Con el maestro de Ronda estaban anunciados grandes figuras en un momento cumbre, Paco Camino, Santiago Martín “El Viti” y Manuel Cano “El Pireo” descubrimiento del gran taurino Manolo Cano. La feria se anunció con ocho toros de las ganaderías de Javier Garfias (mexicana) y La Pauca (peruana). Y un festival en el que actuaron Fermín Espinosa Armillita, Joaquín Rodríguez Cagancho, Silverio Pérez y Gitanillo de Triana; insuperable cartel: Queda para el recuerdo, aquella histórica temporada del año 1966, en la que se celebraron los 200 años de la Plaza de Toros de Acho.
En esa ocasión destacó la actuación de Antonio Ordoñez Araujo, quien ejecutó una magnifica faena al toro “Carnaval”, de la ganadería mexicana de Javier Garfias. También se celebró un festival.
Capítulo Veinte ANTONIO ORDÓÑEZ Plaza de Acho, Lima 18 de noviembre de 1962, Carnavalero
Todo llega cuando tiene que llegar. Medio siglo más tarde la afición de Lima esperó que llegara Carnavalero de Javier Garfias para lavar la afrenta a la Sangre de Llaguno cuando fue ofendida en Lima, aquellos días que se presentaba Joselito en Acho y que los “barras bravas” de Gaona y de Belmonte acosaron con protestas a los toros de San Mateo.
Ahora fue la tarde de la Corrida del Bicentenario, año de 1966, cuando se celebró la cita con el maestro Antonio Ordóñez que, según don Francisco Luis Villanueva Orihuela, “… realizó lo que se considera la faena más sublime jamás ejecutada en el albero del Rímac”.
Todo esto para confirmar lo que en 1919 celebraron los limeños con aquellos dos toros de San Mateo. Uno de ellos, indultado por Gallito; al otro Cuco Ortega le cortó el rabo. Reivindicación del honor ganadero con Garfias, pues San Mateo y los Llaguno ya estaban encaminados a lo que sería el atractivo que el potosino descubriría como ganadero.
Gallito lo había visto, los hermanos Antonio y Julián lo habían propuesto, y Garfias lo logró con una vida entregada al proyecto ganadero más sacrificado y complejo en la historia de la Tauromaquia.
En la historia del toro de lidia se registra que fue finales del Siglo XIX
cuando se inició el proyecto Sangre Llaguno, un proyecto apoyado en la vocación, la sensibilidad y los conocimientos de los hermanos Antonio y José Julián Llaguno González. Las conclusiones de la tesis Llaguno se pueden reunir en la interpretación de Javier Garfias de los Santos, que interpretó el mensaje de don Antonio bajo el prisma del criterio de José Antonio Llaguno García.
Un mensaje escrito con las letras de las notas y de las cruzas en el pentagrama de los toros y de las vacas de San Mateo.
Pues comencemos por Acho, reuniendo los acontecimientos que nos han servido de base para reunir espadas, matadores de toros en concilio, unidos arbitrariamente en la fantasía de lo realizado por cada uno de estos matadores considerando, ellos mismos, cada uno como la faena más destacada de su vida. Cuál ha sido considerada por el propio matador como la mejor faena realizada en su carrera.
Confesión de parte, alegaríamos, para respaldar que todas estas faenas fueron ejecutadas con toros de don Javier Garfias de los Santos.
Comencemos pues por el 20 de febrero de 1966, la última de las tres corridas de toros organizadas por el destacado aficionado y ganadero peruano don Fernando Graña, con motivo de la conmemoración del Bicentenario de la Plaza de Toros de Acho. El cartel de la Corrida del Bicentenario anunciaba la reaparición de Antonio Ordóñez en Lima. Hacía tres años se había cortado la coleta el torero de Ronda tarde de cierre del abono de la temporada Señor de los Milagros.
Aquella tarde del 20 de febrero de 1966, reaparecía luego del desaguisado ocurrido en Lima el 18 de noviembre de 1962 a instancias del ganadero y empresario Fernando Graña que provocaron que Ordóñez se cortara la coleta en Acho. Fue la tarde de la última corrida de la feria del Señor de los Milagros, cartel de seis matadores.
Vistió Ordóñez de negro y plata y aunque le cortó la oreja a un toro de “Las Salinas” l a prensa y la afición lo agredieron con ofensas. Antonio Ordóñez justificaba su rechazo cada vez que le hablaban del Perú, con el “es que allá no me quieren… yo tampoco”. … Ordóñez regresó a Lima por solicitud de su amigo Fernando Graña, que exigió su presencia en el cartel de la Corrida del Bicentenario como un favor personal. Se anunciaron las grandes figuras del toreo en aquel momento cumbre de la fiesta: Paco Camino, Santiago Martín “El Viti” y Manuel Cano “El Pireo”, con ocho toros. Cuatro de Javier Garfias (mexicana) y cuatro de La Pauca
En principio debieron haberse embarcado seis toros de Javier Garfias, pero dos se inutilizaron en Los Cues. Se agregaron a última hora por solicitud de Fernando Graña cuatro toros de la ganadería peruana de Huando, vacada propiedad de origen Graciliano, de su propiedad.
Además, se anunció un festival en el que actuaron Fermín Espinosa Armillita Chico, Joaquín Rodríguez Cagancho, Silverio Pérez y Gitanillo de Triana. Insuperable cartel confeccionado por Fernando Graña, factótum de la tauromaquia peruana. Cartel inigualable e inobjetable que quedará para el recuerdo de aquella histórica temporada del año 1966, en la que se conmemoraron los 200 años de la Plaza de Toros de Acho.
Ocasión en la que destacó la actuación de Antonio Ordoñez Araujo, ejecutor de una magnifica faena al toro “Carnavalero”, de la ganadería mexicana de Javier Garfias.
Veinte años más tarde, 1985, encontrándome en España donde había ido para la despedida de los ruedos del maestro Antonio Chenel “Antoñete” en Madrid. La corrida de la despedida habías sido pospuesta por motivos diversos, y mientras un grupo de amigos convertimos la cafetería del Foxá y la amplia terraza del hotel en un sitio de charla y de sobre mesa.
Con Joaquín Gordillo, Curro Vázquez, Ortega Cano, Pepe Dominguín hicimos de la sobremesa la gran peña en el Hotel Foxá. Al paso de los días surgió la idea de Pepe Dominguín de ir a Ronda donde su cuñado Antonio Ordóñez anunciaba una corrida de toros en la Maestranza de Ronda para la que estaba contratado su poderdante Curro Vázquez. Fue una corrida de Joaquín Buendía. Por sí una tentación, ya que el solo nombre de Ronda reforzaba el de la compañía de los muy apreciados amigos Pepe Dominguín, Curro Vázquez y Ortega Cano. Concluida la corrida de Ronda, entrada la noche nos reunimos en el mesón La Palma, fue una amable invitación de Antonio Ordóñez Araujo, maestro del toreo e hijo del gran Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma. A la que se agregaron Victoriano Valencia y su torero, Julio Robles.
Entre una anécdota, una historia y un recuerdo, caímos en la famosa Corrida del Bicentenario de la plaza de Lima. El tema fue ña situación del actual toro de lidia en España. Antonio Ordóñez exaltaba el mérito de los toros de Buendía lidiados aquella tarde en Ronda, los comparaba, como suele ocurrir, con otros encastes … y se abrió el camino de la tertulia por
Tema polémico este, de nunca acabar.
El toro de Llaguno animó el recuerdo del Maestro de Ronda que, como imaginarán, sintiéndose bien en su terreno llevo siempre la palabra. Escuchábamos emocionados los argumentos. El recuerdo de Cascabel de San Mateo al que Ordóñez le cortó el rabo en la Plaza México en una faena considerada histórica por los notarios de la historia del coso de Insurgentes. Se recordaron varios toros de ganaderías mexicanas con los que Ordóñez triunfó en Venezuela: el toro de Santacilia Obregón en la corrida nocturna del Nuevo Circo de Caracas, los toros de El Rocío en la plaza de Maracay cuando junto a César Girón vivieron una bacanal de rabos y patas exigidas por la enloquecida afición del Calicanto. Inolvidable la temporada de inauguración de la Monumental de Valencia e en la que salieron a hombros Alfredo Leal, Curro, Paquirri y el maestro Ordóñez. tras cortar siete orejas … pero de todas, hizo énfasis el maestro, muy especial la faena al toro Carnavalero de Javier Garfias en Lima.
Aquella cita limeña la trajo a la mesa en Ronda el propio Ordóñez. La tertulia entre amigos en La Palma, allá en Ronda se convirtió en un público escuchando sin interrupción al sumo maestro del toreo, que escuchábamos absortos, el relato de lo realizado.
Realizado y considerado por el mismo Ordóñez como su mejor faena y la más sublime que se haya ejecutado en el albero del Rímac.
Manuel Solari Swayne, cronista taurino peruano, periodista de mucha jerarquía, y un aficionado que firma sus reseñas como “Zeñó Manué”, escribió entonces:
-Se dice en Lima, y con razón que la faena de Ordoñez es histórica. Y lo es. Porque con una sencillez impresionante, practicando el toreo puro –adelantando el engaño, cargando la suerte, jugando suavemente con los brazos, corriendo la mano, templando, mandando, rematando pulcramente los pases- logró lo que sólo consiguen, jugándose el tipo a cara o cruz, encandilar a la multitud, arrebatarla, hacerla delirar. Allí está la ovación incontenida coronando doscientos años de historia”.
Cabe precisar que Antonio Ordóñez había vuelto a los ruedos un año antes, luego de tres años retirado de los ruedos un regreso no anunciado, tampoco proyectado, pero sí provocado su desafortunada actuación en la Feria del Señor de los Milagros de 1962.
Aquella temporada de contrastes, en la que recibió el Escapulario de Oro y a la vez derramó lágrimas de auténtica vergüenza torera, cuando su gran amigo de muchos años y muchos motivos Fernando Graña Elizalde bajó al ruedo del Rímac para cortarle la coleta, cerrando una tarde en la que había sido abroncado estrepitosamente.
Desde aquella aciaga fecha, Acho, su afición, no le perdonaba nada al torero favorito de Ernest Hemingway.
Sin embargo, el peso taurino y el peso de su historia se impusieron y, precedido de su intacto cartel de lidiador extraordinario, el Maestro fue convocado para hacer el paseíllo en dos corridas: la primera y la última, de aquella Feria Bicentenaria.
Queda el testimonio escrito de lo que ocurrió en Acho entre Antonio Ordóñez y el toro Carnavalesco de Javier Garfias, y también queda la anécdota que el torero de Málaga celebró su cumpleaños en Lima el día 16 con la mente puesta en el compromiso que representaba su reaparición en nuestra plaza.
Y llegó el señalado día.
Era el domingo 20 de febrero de 1966, cuando Antonio Ordoñez cruzaba con sus cuadrillas enfundado en un destellante traje azul y plata el ruedo de la arena de Acho. Los espectadores agotaron la boletería, todos fueron testigos de su hambre de triunfo apenas desplegó su capote para saludar con sus inconfundibles verónicas al primero de aquella tarde, “Carnavalero” de don Javier Garfias.
Lo que vino luego fue cumbre, la cumbre del maestro, como escribió líneas arriba la prosa más que señera de “Zeñó Manué”. Sólo resta decir que de la faena obtuvo las orejas y el rabo del bravo toro mexicano y por sublimar el arte del toreo en esta Catedral americana, se llevó como recuerdo un “Torito de Pucará”, símbolo peruano y trofeo otorgado al triunfador de aquella temporada única, la del Bicentenario de Acho. Pasarán 200 años más para que otro diestro pueda contarlo en su palmarés, dicen que el rondeño comentó aquella vez. Esa era la importancia.
Han pasado cincuenta años desde aquella tarde, ya consagrada como efeméride taurina en los anaqueles de nuestra historia, se siente y se vive hoy más fervorosamente frente al silencio doloroso en que han sumido a nuestra plaza la ignorancia y la indiferencia para con su historia de parte de aquellos que tienen las riendas de su administración impidiendo con su ineptitud que su arena, burladeros
y tendidos sean testigos de festejos taurinos que rememoren la gesta de Ordoñez. Son años de aquella fecha y son además muchas temporadas, pero ninguna como la bicentenaria, aquella de las faenas gloriosas, evocándose el domingo 20 de febrero de 1966.
Se refería Antonio Ordóñez a la corrida que el ganadero Javier Garfias lidió en Acho, toros con edad y trapío corrida que había salido de Los Cues, el campo salió del campo garfeño con un promedio de 553 kilos, y que fue lidiada el 20 de febrero de 1966 por el propio Antonio Ordóñez, el sevillano Paco Camino y el salmantino Santiago Martin ‘El Viti’. De esta gran corrida sobresalió en forma notable el toro ‘Carnavalero’, al que Ordóñez le cortó las orejas y el rabo, concediéndosele por esta faena el trofeo en disputa en la feria limeña.
También ‘El Viti’ tuvo la oportunidad de triunfar cortando apéndices debido a la bravura de los toros que le tocaron en suerte.
Señalo como dato que uno de los toros de esta corrida no fue lidiado, siendo adquirido por don Lucho González, ganadero peruano de La Huaca para destinarlo como semental”.
Aquella noche en La Palma, reunidos en Ronda Pepe Dominguín, Victoriano Valencia, Julio Robles y Curro Vázquez el propio Maestro de Ronda, Antonio Ordóñez nos dijo a todos los presentes que aquel toro mexicano que él lidió en la plaza de Acho la tarde de la Corrida del Bicentenario de la fundación de la plaza fue la faena más importante de su vida. Mucho más allá que muchas celebérrimas actuaciones en plazas importantes como Madrid, Sevilla, San Sebastián, México, Guadalajara, Maracay y la noche del Nuevo Circo cuando pagó una vieja deuda con Caracas lidiando soberbiamente un toro de Obregón Satacilia, cancelando reiterados fracasos.
-Fue la de Carnavalero, la faena al toro de Javier Garfias en la plaza de Acho, la faena más importante en mi vida profesional.
Con esa faena, agrega el maestro de Ronda, saldé la deuda con la afición de Lima, con mi amigo Graña y conmigo mismo.
Aunque el premio al “Mejor Toros de la Feria” no fue para el toro de Garfias sino para un toro de Jaral del Monte, propiedad de Fernando Graña Elizaldo de nombre “Poncho Roto” Agrega el Maestro: - Importante muy importante para mi porque fue el punto final de identificarme como el hijo del Niño de la Palma, el padre de Carmina Ordóñez o como el abuelo de Frank Rivera.