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Capítulo XXVI, Raúl García del mero mero Monterrey

Se fue sin decir hasta luego.

Vinieron noticias aciagas de su triste vuelta a los ruedos, de sus éxitos ganaderos y de su muerte en Los Ángeles. Se comentaron sus proezas y su recuerdo, como las sombras en el ocaso, crece a medida que se pone el sol. Manolo fue la grandeza que creció con el poniente del sol del toreo.

Capítulo Veintiséis RAÚL GARCÍA Del mero mero Monterrey

Mi compadre Raúl García es un torero del Monterrey industrial. Nació en el corazón de la urbe que transformó México desarrollándose como la ciudad guía en el desarrollo, convirtiendo a México en una nación competitiva soportando la permanente presión del coloso norteamericano.

Raúl García vivió una niñez con la influencia de la fiesta de los toros, ya por su padre don Sebastián, hermano del Esteta Potosino Gregorio García o porque el toro en Monterrey ha tenido personajes muy destacados y que han sido considerados héroes de la fiesta.

Raúl en 1956 vistió su primer traje de luces y lo hizo en su natal Monterrey. Se presentó en la plaza portátil de la Exposición Ganadera y Agrícola destacándose entre los alternantes. Los halagos le animaron para ir a México, ciudad a la que llegó casi de niño con la idea de hacerse matador de toros. En su familia se comentaban y exaltaban los logros y méritos de su tío Gregorio a quien los panegiristas de la fiesta bautizaron El Esteta Potosino, por la variedad de sus quites y expresión estética en banderillas. Gracias a los palitroques Gregorio destacó en Lisboa, donde vivía a sus anchas, y en San Sebastián donde competía con ases del toreo como Manolo Escudero en tiempos de Manolete.

Más no lo crea, amable lector, Gregorio García no fue de ayuda en el desarrollo profesional de Raúl García. Más bien su indiferencia hubiera le hubiera detenidos de no haber tenido Raúl el carácter que le distinguiría en la vida como ser humano, hombre y matador de toros. A México llegó sin avisar, lo hizo en la terminal de autobuses de la ciudad y sin que el viejo torero le tomara en cuenta resolvió de inmediato Raúl y con su natural simpatía ganó amigos entre los maletillas que iban a la plaza de Insurgentes. La plaza Monumental que le esperaba para convertirle en uno de sus consentidos, plaza que su afición convirtió en históricos los triunfos de Raúl en competencia con su gran rival Gabriel España.

Eran los tiempos de Fernando de los Reyes “El Callao”. Torero que por su sello, presencia y escuela crecía como la gran figura que no pudo ser.

La carrera de novillero de Raúl García fue brillante, pues puso de lado sin complejos la referencia aquella “este es el sobrino de…” para ser él, quien por su valor, calidad y expresión escribiría muy importantes capítulos como novillero en competencia con Gabriel España. Ellos, Gabriel y él se conveetirían en una pareja similar, pero con mucha más profundidad de aquella que en España hicieron Julio Aparicio y Miguel Báez “Litri”.

Su primer compromiso lo sorteó el 13 de junio de 1958, con Francisco Calderón (“Parrita”) y Fernando Velasco y novillos de Campo Alegre. Impresionó el regiomontano al extremo que sumó en la temporada de 1958 unas cincuenta novilladas. Suficiente crédito para la alternativa en Morelia, Michoacán, de manos de Luis Procuna. El berrendito fue su padrino y el padrino de su rival Gabriel España.

Los toros fueron de Torrecilla y además del título de matador de toros Raúl recibió una cornada en el muslo derecho. Fue el bautismo fue de sangre porque Raúl se arrimó como un jabato, lo que siempre haría en su dilatada y ejemplar carrera. En 1964 viajó a España y actuó en plazas importantes como Zaragoza, donde en su presentación cortó tres orejas y abrió la Puerta Grande. Sorprendió al triunfar en San Sebastián de los Reyes al lado de Manuel Benítez “El Cordobés”, su tarde cumbre la viviría en Zaragoza, paseado en hombros tras cortarle tres orejas a un corridón de Concha y Sierra (1210-64). Valencia despertó el interés de las empresas como la de Madrid donde confirmó su alternativa en mayo de 1966 integrando el cartel más importante de la Feria de San Isidro con Paco Camino como padrino, y El Cordobés su testigo y toros de Galache y, completó su grandeza como torero y como persona con un brindis a Carlos Arruza “en nombre de sus paisanos mexicanos, por lo que fue en el toro y lo que hizo por los toreros mexicanos”.

Raúl García ha sido un torero de México y en su expresión es muy mexicano, con actuaciones trascendentales en el historial de las ganaderías de Javier Garfias, Santo Domingo y Las Huertas en la arena de la Plaza México como pergamino sobre el firmó documentos muy grandes en la Historia de la Plaza de Insurgentes por sus faenas a «Comanche» de Santo Domingo, ganadería a la que familiarmente siempre estuvo ligado. Un toro que lidió el 31 de

Vacas del antiguo hierro regional de Espíritu Santo y sementales de Miura figuran en el pie de simiente de la ganadería potosina adquirida a fines de la década del 40 por los señores Labastida, que pronto relegaron dicho encaste en favor de un hato de San Mateo. Pero el pelo rojizo prendió, y quedó replicado en una docena de machos de las camadas de 1960 y 1961. Teniendo como telón de fondo la célebre corrida de berrendos que consagró en México a Paco Camino (Toreo, 31-03-63), Manuel Labastida decidió apartar varios toros colorados para lidiarlos en la México en cuanto alcanzaran la edad reglamentaria. Tal decisión, iba a ser determinante para el encuentro de Raúl García con “Comanche”, sexto de una tarde anodina hasta ahí, que ambos transformarían en histórica.

Cuenta el periodista Horacio Reiba, ese día en la plaza México.

- … por las musas desde el primer momento, como relata aquel momento el gran cronista mexicano Horacio Reiba, presente en la arena de la México: - Raúl empezó a cuajar al alegre y noble “Comanche” desde los lances iniciales, abrochados con la revolera más rítmica y armoniosa que recuerdo. - Acudió el de Santo Domingo al caballo y al deshacerse la reunión, García se irguió en los medios y se echó el capote a la espalda a la manera de Lorenzo Garza para bordar la auténtica gaonera, cargando la suerte y jugando los brazos con cadencia musical.

- Y aún agregó otro quite, por chicuelinas estatuarias, antes de invitar a César Girón a cubrir, con gran lucimiento, el tercio de banderillas. La plaza rugía.

Ya no dejaría de hacerlo, cautivada por un toreo que nada tuvo de tremendista –la etiqueta que le habían colgado a Raúl.

Su faena provocó un intenso cataclismo emocional, pues a la quietud y clase derrochadas aunó una irreprochable arquitectura, fundamentada en el toreo clásico con oportunos guiños ultramodernos.

-La inició el de Monterrey con tres muletazos de hinojos, llevando muy toreada la embestida. Y, situados en los medios toro y torero, todo fue a más. Las tandas por ambos pitones, a base de muletazos de prolongado temple, cintura rota e impecable pulseo, se iban eslabonando con perfecta armonía. Brillaron sobre todo los naturales, tan ligados como si se tratara de uno solo.

-Y en los remates, lo mismo se pudo admirar la arrogancia del de pecho izquierdista que, dentro de la moda de la época, el cambiar el viaje del toro para pasárselo por la espalda, ya en la capetillina, ya desahogando por alto la embestida según lo había implantado El Cordobés, pero tersamente, sin la brusquedad de éste.

- “Comanche” repetía y repetía sin tirar una cornada, como hipnotizado por la inspirada muleta del norteño. Y del clamor emanado de la monumental obra derivó, en pleno éxtasis, la petición de indulto, finalmente atendida por el juez Pérez Verdía.

-Era el tercer perdón que se concedía en la México, tras los de “Muñeco” de Carlos Cuevas (Procuna, 16-0451) y “Cantarito” de Valparaíso (José Huerta, 10-05-59). Y habíamos visto una de las mejores faenas en la historia del coso, premiada entonces con las orejas y el rabo y un clamor interminable.

Para Raúl García, aquel triunfo representaba la consagración, pero al mismo tiempo resultó una carga durísima para su futuro. Aunque indultaría otro toro en la México –”Guadalupano” de Las Huertas, 19-03-67–, y por más que su nombre y su torería continuaron vigentes durante el resto de los años sesenta, alturas semejantes no volvió a alcanzarlas, al menos en la capital, donde el recuerdo de “Comanche” y de aquel 31 de enero de 1965 pesaron demasiado en el ánimo de un público dotado en esa época de tanta sensibilidad como memoria.

“Comanche”. Una vez curadas sus heridas, el hermoso colorado de los señores Labastida volvió a los potreros de Santo Domingo y, como es natural, se le destinó a semental. Alcanzó a procrear algunas crías de excelente nota, pero una fría mañana de 1966 amaneció muerto en el campo. Corta vida para tan larga memoria.

El torero regiomontano también indultó en la México a «Guadalupano» de la ganadería Las Huertas, el 17 de mayo de 1967.

Dos faenas históricas, hazañas que lo colocaron en el grupo de toreros que más indultos han concedido en esta plaza.

Raúl García es el único torero que en la historia de la plaza grande de Insurgentes ha indultado dos toros una misma temporada, y comparte con Curro Rivera el segundo lugar entre los diestros que más astados han indultado en la Plaza México, con dos ejemplares cada uno, solo superados por Jorge Gutiérrez que indultó tres toros en Insurgentes.

toreo de Raúl se vivieron en plazas como Guadalajara y en La Luz de León, Guanajuato el 14 de julio de 1964 una tarde que se cortaron ocho orejas y un rabo, dándosele la vuelta al ruedo al bravísimo toro ‘Curioso’, que correspondió a Raúl García y en cuya corrida compartió los apéndices con Juan Silveti y el palmeño Manuel Benítez ‘El Cordobés’.

Triunfos de gran calado. En Guadalajara actuó en compañía de Antonio Ordóñez, superando al de Ronda al cortar el de Monterrey un rabo, y en León Guanajuato, otro toro de Garfias al que le cortó el rabo en competencia con Manolo Martínez a quien aquella tarde superó Raúl cortándole un rabo a un magnífico toro de Javier Garfias y que, Manolo Martínez de acuerdo con el testimonio de Francisco Madrazo, realizó a un buen toro de Garfias “la faena más torera de su larga y fructífera vida”.

Ha sido Raúl la expresión genuina del torero mexicano que supo defender el cuartel azteca cuando Antonio Ordóñez, El Viti, Paco Camino, Diego Puerta, El Cordobés visitaban las extensas temporadas mexicanas. Aquellas que con el señuelo del dinero muy provocativo invitaba a las plazas de la frontera con los Estados Unidos. Un señuelo que también atrajo a Manuel Benítez “El Cordobés” que desde 1961 enamoraba a los públicos Ese aldabonazo repercutió en la confección de los carteles de la inminente feria de otoño en El Toreo, donde superaría a Benítez y a Alfredo Leal al desorejar a “Cupido”, de Reyes Huerta (21-1164). El acceso a la temporada de la México se lo ganó esa tarde, y al fin partió plaza en Insurgentes, al lado de César Girón y Victoriano Valencia, para despachar un encierro de pinta castaña procedente de Santo Domingo. Era el domingo 31 de enero de 1965.

Pocos toreros en la historia pueden exponer ante los pergaminos de la historia triunfos de tanta envergadura y tan bien acompañados como los logrados por Raúl García, el torero de Monterrey.

Como no era el de Monterrey hombre que se achicara fácilmente, en 1964 decidió probar fortuna en España de la mano de Manolo Chopera, cuya atención había captado como alternante de El Cordobés durante las prolongadas giras que hizo aquel año por México el torero de Palma del Río. Y Raúl, entre los meses de julio y octubre, desarrolló en la península una breve, pero importante campaña.

Conocí a mi compadre en los corrales de la Monumental de Las Ventas en agosto de 1972 la mañana de

una corrida de toros del Conde de Ruiseñada, en la que se anunciaba en los carteles al venezolano Adolfo Rojas. Llegó Raúl con una escayola en un brazo, una fractura sufrida en Lisboa en festejo que toreó con Antonio Bienvenida.

En Madrid nos reunimos con el ganadero venezolano Alberto Ramírez Avendaño en una tasca del famoso monarca de los pesos completos ibéricos Paulino Uzcudum. Esa noche un taxista, muy taurino y admirador de Raúl, se ofreció acompañarnos mientras estuviéramos en Madrid.

Aquel taxista era Vicente del Pino “El Fari”. Más tarde millonario por sus éxitos musicales y compañero de Antonio Chenel “Antoñete” en los viajes del gran torero madrileño durante sus campañas de reaparición.

Luego fuimos a Bilbao, a la feria en la que debutaba Curro Rivera y en la actuaba Curro Girón en el mismo cartel con Paco Camino en la corrida de Miura. Los miuras para Bilbao. Fuimos con Sebastián González y con el actor venezolano Oscar Martínez, gran promotor de los toros en Venezuela. Fue Oscar aficionado práctico y actuó en varios festivales anunciándose como “Renzo El Gitano”.

Fue nuestro primer viaje a España. En Bilbao nos reunimos, gracias al cartel que tiene Raúl entre toreros y taurinos con tres personajes que se convertirían en amigos para toda la vida. Me refiero a Manuel Martínez Flamerique “Manolo Chopera”, Domingo González Lucas, Dominguín y Raúl Acha Rovira. Aquella feria debutó Curro Rivera en Bilbao con una corrida de Urquijo, encierro de descomunal presencia y de gran calidad. El sobrino de Martín Agüero no dejó mal a su tío y abrió de par en par las puertas de la Vista Alegre de Bilbao.

La amistad con Raúl creció con el tiempo. Vino a Venezuela en cuatro oportunidades. Toreó en Maracay y en Barquisimeto toros de Los Aránguez y un festival en Caracas y una reunión entre pares de las Asociaciones de Matadores de Toros de México, Colombia y Venezuela cuando las agrupaciones americanas eran respetadas por sus pares ibéricosEn México no olvidaré la noche que Manolo Chopera le pidió a Raúl acompañara a Cecilia, su esposa, porque él, Chopera, debía viajar fuera de México. Me llamó Raúl para que juntos atendiéramos a Cecilia Babiano, la gran dama y encantadora persona con la que fuimos al Rincón de Amparo Montes donde la cantante sólo interpretaba letras de Agustín Lara. Nació con Cecilia una muy hermosa y respetable amistad, hasta que

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