30 minute read
Capítulo 16. El sendero de Paco Camino
from Memoria de Arena
by FCTH
El sendero de Paco Camino
La fiesta en México se extendió sobre la provincia. Eloy Cavazos toreó 126 corridas en un año, récord histórico en ambas playas del Atlántico. Manolo Martínez superó los 100 festejos y Currito Rivera llegó a 90 corridas en la temporada de 1977.
Luis de Aragua era el torero de la esperanza venezolana en el albor del nuevo año, y su nombre figuró en el cartel de La Corrida de la Prensa, anunciada para el 15 de enero en la Monumental de Valencia con toros de “Los Martínez”. Luis de Aragua junto a Manolo y El Niño de la Capea, una pareja clásica que expresaba la rivalidad hispano-mexicana de aquellos años.
Fue el joven maestro de Salamanca el ganador del trofeo de “La Pluma de Oro” y Manolo compuso bonitas faenas que no remató con la espada. A Luis de Aragua se le vio aplastado por el compromiso.
Hugo Domingo Molina tomó en sus manos, ya sin socios, la Feria de
San Cristóbal, cuyo abono extendió a seis corridas. De las seis corridas cinco fueron aztecas y solo una venezolana, la de “Bella Vista”, que cerró el abono y que a la postre sería la divisa del gran triunfo; y lo será en muletas mexicanas.
Sucedió que las corridas de San Martín, El Rocío y de Garfias –que lidió en los nombres de Santiago, Los Cues, José Antonio y de Javier Garfias–, se repartieron entre Manolo, El Capea, Manzanares, Galán, Lomelín, las grandes figuras del momento, dejándole a Mariano Ramos y a Curro Leal el supuesto trago amargo de la corrida nacional.
No fue de amargo sabor la corrida tachirense, al contrario, los toros de “Bella Vista” fueron golosinas para el triunfo apoteósico de Mariano Ramos, que cortó cuatro orejas la tarde del cerrojazo, corrida que fue televisada a toda Venezuela por el Canal Ocho de Venezolana de Televisión y en la que participé en compañía de Alejandro Arratia Oses y de Federico Núñez.
Curro Leal no estuvo acertado con la espada, pero pudo haber sido otro gran triunfador, ya que redondeó estupendas faenas y Carlos Osorio “Rayito” no estuvo bien y permitió se le escapara una gran oportunidad. “Antoñete” siguió con entusiasmo en la temporada nacional y tuvo una gran tarde en la plaza portugueseña de Guanare, en una corrida que organizó Curro Girón como empresario, con la ayuda de Juan Diego, de México. Se lidiaron toros de Rocha, colombianos, con mucha cara y muchas arrobas como nunca pensó “Antoñete” se lidiaría una corrida en Venezuela. Era, como dicen los aficionados al referirse a una corrida de toros hecha, bien armada y cuajada “una corrida para Bilbao”. Los toros tuvieron mucha nobleza y los tres espadas triunfaron. Sirvió esta corrida para darle más confianza aún a Chenel en estos primeros pasos de su curiosa reaparición.
Dos hechos que iban a ser muy importantes en el curso de la temporada coparon los titulares en los informativos taurinos: Paco Camino anunció su despedida de los ruedos. De Venezuela lo haría en la Monumental de Valencia; y Manolo Martínez se preparaba para ir a la Feria de Abril en Sevilla, un sueño de todo el que se precie en ser figura del toreo. La mañana del jueves 26 de enero recibí una llamada de Manolo Chopera, que ha tenido siempre la costumbre de comunicarse él, directamente, cuando ha de informar o cuando necesita de un favor.
–Quisiéramos que nos acompañaras a comer hoy al medio día. Te esperamos en el “Urrutia”. Se refería Manolo con “nosotros” a Sebastián González y a Paco Camino. El maestro había llegado en horas de la madrugada desde España para actuar el domingo en la Monumental de Valencia. Sebastián González se había encargado de todos los detalles de la corrida de la despedida de Paco Camino en la Monumental de Valencia y se había hecho un acontecimiento de importante trascendencia lo de la despedida.
En realidad, había sido una corrida de toros sacada de la manga por Manolo Chopera, pues la idea era aprovechar un lote de toros de distintas ganaderías que le habían sobrado de la temporada y como tenía fechas libres un acontecimiento como el adiós de Paco Camino lucía muy atractivo.
En Meridiano le hicimos mucha promoción a esta corrida, por varios motivos: lo que ha significado Camino en la fiesta de los toros, y para Venezuela y por lo que representa Paco Camino en mi vida como aficionado. En la promoción editamos un suplemento, muy hermoso, de “Hechos y hazañas de Paco Canino” que fue un exitazo editorial. Aquel día de la comida en el Urrutia nos acompañó el aficionado Manolo Peña, que aunque radicado desde hacía años en España casi todos los inviernos venía a Caracas, donde se reunía con sus amigos taurinos y aprovechaba para hacer sus negocios en venta de joyas y de piedras preciosas.
Conocí a Paco Camino años atrás, cuando el sevillano hizo su presentación en Venezuela, en 1960, en La Maestranza de Maracay y yo estudiaba en la Universidad en Maracay. Camino toreó junto a Luis Procuna y a “El Diamante Negro”, con toros mexicanos de Pastejé. En 1960 yo vivía en Maracay, recién había llegado de Estados Unidos donde había iniciado mis estudios universitarios. En la Facultad de Agronomía cursaba materias con el propósito de lograr la equivalencia en mis estudios, pero me vi envuelto en los avatares políticos de la época que difícilmente pasaban desapercibidos e indiferentes en la vida de nuestra comunidad estudiantil.
Maracay además de haberse convertido en ciudad de estudiantes y de militares, vivía momentos taurinos de gran importancia. En La Maestranza, a principios del 1960, don Manuel Zafrané presentó el
mano a mano entre Luis Miguel Dominguín y Curro Girón con toros mexicanos de Mimiahuapam. Don Manuel buscaba repetir el éxito del mano a mano entre César y Luis Miguel, celebrado en esta misma plaza años atrás. Luego vino la célebre corrida del triunfo de Carlitos Saldaña con los toros de Xajay. Fue el debut de Diego Puerta en Venezuela, el valeroso artista sevillano, junto a Rafael Girón y el maestro de Tetela de Ocampo, Joselito Huerta, quienes lidiaron un encierro poderoso de Xajay, que encumbró a Saldaña luego de que Carlitos le cortara el rabo a un toro bravísimo y de gran nobleza. Estuvo muy bien Saldaña, había sido el punto cimático en su desigual carrera de torero.
En 1960 tomó la alternativa de matador de toros el mirandino Evelio Yépez en Maracay, con Eduardo Antich y Joselito Torres. Antes y en la misma arena de la 19 de abril, Evelio entusiasmaría al público de Maracay con un quite por gaoneras que le hizo a un toro de Dominguín, la tarde del mano a mano de Luis Miguel y Curro Girón. Un quite que fue lo único emocionante en tan tedioso mano a mano, por lo que despertó un entusiasmo que no se manifestó, más tarde, cuando la corrida de “Guayabita” la tarde de su alternativa. Aquel año de 1960 también fue el año de la presentación de Paco Camino en Venezuela, al que Arratia Oses anunció en sus cuñas radiales con el slogan de “ ¡No hay Puerta sin Camino ni Camino sin Puerta! “ refiriéndose a la maravillosa pareja de ases sevillanos que debutaron en Venezuela aquella temporada.
La segunda corrida de Camino en Maracay fue con Alfredo Leal y con Sergio Flores, los toros fueron de Pastejé.
Paco Camino se había metido en el corazón de la afición venezolana, como se metería muy dentro del alma de los aficionados de Lima y de México. No podía estructurarse un cartel de categoría sin Camino. Hasta el día de su adiós definitivo de nuestras plazas, muchos años más tarde, cuando lidió junto a Curro Girón y “Antoñete” una corrida de Los Aránguez en Barquisimeto, una temporada organizada por Rafito Cedeño en la Ciudad de los Crepúsculos. Un adiós sin la pompa del “hasta pronto” anunciado en Valencia en la temporada de 1978, un adiós casi obligado porque al volver Camino en esa oportunidad no estuvo afortunado y más tarde en Aranjuez recibió una horrible cornada que lo hizo meditar más seriamente sobre su vuelta a la lucha en los ruedos.
Hice una estrecha amistad con Camino, la cual nació en la ganadería de Sebastián González, cuando las reses de Tierra Blanca estaban en Villa de Cura. Le hice una entrevista en esa oportunidad, que publiqué en la revista Bohemia y algunos trabajos que luego fueron publicados en Meridiano, tuvieron como tema a Paco Camino.
La proximidad que da la entrevista con el personaje me acercó al torero al que descubrí lleno de sencillez y de gran amplitud en el trato. Le gusta hablar mucho de toros con los aficionados, y cuando tiene confianza es bromista y muy extrovertido.
Más tarde, en España, viajé en compañía de Paco Camino y de Pedro Beltrán desde Bilbao hasta Benidorm, cuando Camino fue el padrino de la alternativa de Freddy Omar Villanueva “El Negrito”, un matador de toros de Puerto Cabello, con muchas condiciones y menos vocación y disposición para la dura lucha, hombre de gran simpatía y educación, muy amigo de “El Capea” en compañía del que se inició en la aventura taurina, de la mano de Eliseo Moro Giraldez, por los campos de Salamanca.
Con Camino viví Algunos de los momentos importantes de su vida profesional. Recorrí rutas del toreo, tanto en España como en Venezuela, y con este hombre de timidez aparente, por su introversión, aprendí mucho de la vida interior de los toreros, de la política del espectáculo y de la historia menuda que nunca se narra, porque no es la “historia oficial del toreo”. Paco Camino es introvertido cuando se encuentra en grupos numerosos; pero es más amigo de rodearse con los íntimos, que con el mundillo del toro que flota como hojarasca en el viento alrededor de los famosos de la fiesta. Paco Camino, en vísperas de su anunciado retiro de los ruedos, de las arenas que lo hicieron millonario y mundialmente famoso, no había perdido la sencillez de su carácter.
Aquel día en el Urrutia seguía siendo el joven que prefería tomarse tranquilamente unos chatos de vino, o una cerveza Polar muy fría, acompañada de un poco de pescado frito, a ser el hombre de mundo vestido con bien cortados casimires y sedosas camisas hechas a la medida, que conocí en España, las veces que juntos fuimos a tomar un aperitivo en el Wellington o en el Hotel Villa Magna antes de ir a comer en “Gloria Bendita”, ya cuando estaba detrás del Hotel Palace en la
calle de Cervantes o, más tarde, cuando Salvador, su propietario, mudó su restaurante a los predios del Santiago Bernabeu en El Paseo de La Castellana.
Lo informal le va mejor a Camino y en su informalidad, aquella época, no dejaba de bromear con Julio Aparicio que era su íntimo amigo hasta que surgió una penosa ruptura cuando los hijos de ambos, Rafael (Rafi) y Julito hacían campaña de becerristas e iniciaban el camino del toreo.
Más tarde Rafi hizo pareja con Litri hijo y Julito Aparicio caminó solo en la fiesta; pero Paco y Julio que habían sido grandes amigos de pesadas y muy famosas bromas no se reconciliaron jamás.
Paco Camino, a pesar de ser uno de los hombres más ricos de España, tenía la sencilla apariencia de cualquier joven madrileño –siendo muy andaluz– vecino del barrio de Salamanca, vivía en la calle de Serrano, y se entretenía siguiendo las quinielas con los resultados del fútbol español.
No ha sido Paco Camino indiferente al acontecer político, aunque sí ajeno al contagio de la pasión que nace al estar tan próximo al poder.
Fue Paco Camino distinguido por Fraga Iribarne o por el propio generalísimo Francisco Franco, igual que ha sido gran amigo de Carlos Andrés Pérez, o de Rafael Caldera en Venezuela, destacados políticos en México, Colombia y el Perú le han distinguido con su amistad.
Camino, en la intimidad, era la cara opuesta de lo que era en el ruedo; esa faz dura con que hacía el paseíllo, de niño estudioso, serio y dedicado, la cambiaba por un aspecto risueño, de joven inocente pero ocurrente e inteligente y con ese gracioso dejo andaluz que los sevillanos no pierden le daba, y le da, mucha gracia a la conversación.
–El que inventó lo de la “mandanga” además de ser poco original entiende muy poco del toreo. Me dijo aquel día en el Restaurante Urrutia de la calle Solano López en Sabana Grande, con Manolo Chopera, Sebastián González y Manolo Peña.
Comenzó Paco Camino aquella entrevista mostrándose contrariado con la fama que le crearon en los años de su dilatado bache.
–Qué más desearía un torero que triunfar todas las tardes y satisfacer a todos los públicos; pero, eso es imposible.
–Primero, la fiesta se acabaría porque sería un aburrimiento. Luego
el torero, a medida que va perfeccionándose en la profesión, que va entendiendo más a los toros, va interpretando los problemas más pronto. Allí a veces pareciera que “no quiero” y acabe pronto con el toro. No es que “no quiero” y acabe pronto con el toro. No es que “no quiera”, sino que sería imposible dadas las condiciones de la res satisfacer a la gente. Por ello abrevio y la gente me chilla, me abroncan y dicen que no quise. ¡Bueno! Es mejor que digan que no quise, a que digan no pude. Eso lo deja a uno siempre como un superdotado del toreo.
¿Hay una gran diferencia entre el Paco Camino de hace veinte años al de ahora? –¡Natural! Cuando comenzaba tenía facilidad para el toreo por motivos de mi formación, de mi afición y, por qué no decirlo, de mi valor. Pero carecía del conocimiento real de la situación ante el toro y me defendía básicamente con las virtudes que antes señalé, más una dosis de intuición.
Ahora es diferente; tal vez tenga menos valor que al principio, ya que sé mucho más claramente dónde está el peligro. Te digo que ha desaparecido el valor aparente, ese que le convierte en un ser arrojado, pero más que valor es ignorancia. Hoy más que intuir donde está el peligro, le veo.
¿No tiene nada que ver con la pérdida de condiciones, de reflejos? –Nada. En lo absoluto. Soy un hombre joven, apenas tengo 36 años, estoy en una edad donde otros profesionales están iniciándose. Un ministro de 36 años es un niño y ya ves, dicen que estoy viejo. Te diré que ahora toreo más vacas que nunca, tengo una afición desbordante y me siento más fuerte porque me cuido mucho más.
¿Por qué te retiras entonces? –Muchas son las razones, pero lo principal es la familia. Toda la familia. Pero de veras que podría estar en el ruedo mucho tiempo más.
Eso indica que regresarás pronto.
–No; he tomado la determinación de irme y solo por necesidad o por aburrimiento regresaría.
Los que regresan empañan su pretérita gloria.
–No fue ese el caso de Belmonte; el regresó para triunfar más fuerte que nunca y para pisar terrenos inverosímiles.
Volvamos a lo de la “mandanga”; se te ha criticado la falta de raza, el haberte amparado en la “Casa Chopera” y el no haber peleado cuanto te buscaron pelea otros toros.
–Si te refieres a Palomo Linares te diré, simplemente, que como torero no me ha gustado. No entraré a definirlo como artista que no lo es, solo te diré que no me ha gustado. Luego de la pelea se hace en el ruedo. Eso de utilizar los medios de comunicación para decir tonterías de uno o de otro torero no va conmigo. Tras Palomo ha existido un clan publicitario que no va con mi modo de ver ni la vida ni el toreo.
Te vas dejando aparentemente vacío el trono de la máxima figura; como aficionado, qué toreros dejas que sean de tu preferencia. –Ángel Teruel, El Viti, Manzanares, Capea.
En ese orden de importancia.
–No. Los he mencionado de acuerdo me han venido a la mente. Teruel es un torerazo; los de miuras en Madrid le vino bien. Manzanares debería exigirse un poco más de sí mismo. Es un gran torero. Capea está sobrado de valor y de inteligencia y llegará muy lejos y El Viti es por todos conocidos su gran calidad.
Se dice que Manzanares es de la línea de Curro Romero, de Rafael de Paula.
–Manzanares es un gran torero.
También dicen los taurinos que a Capea le ha llegado la hora de la “mandanga”. –Saldrá pronto de allí, si es cierto eso. Le sobra raza y tiene demasiada afición para dejarse arrastrar por la abulia. Se ha dicho que le ha sacado el cuerpo a ciertas divisas. De esas que llaman “no comerciales”, las terroríficas. –Otra calumnia que se me ha inventado, creo haber sido el torero que más ganaderías diferentes he lidiado en la historia del toreo. Albaserradas –lo que ahora es Victorino Martín– pablorromeros, miuras, todas las
ganaderías de América, de México. Lo que pasa es que luego he podido exigir y lo he hecho. Unas ganaderías garantizan más el triunfo que otras y si tú puedes hacerlo, torear las mejores, tonto serías si no lo hicieras.
¿Qué opina del toro mexicano? –Es un toro con menos raza que el de España, pero cuando sale bueno es insuperable. Ahora, no se equivoquen, cuando sale con peligro sale peor que el de España.
¿Por qué tu preferencia por lo de Santa Coloma? –Porque es un toro con raza, más definido. Lo incómodo del toro de Santa Coloma para muchos toreros es que no soporta equivocaciones. Pero tiene una bravura más real, más definida que cualquier otro toro de España. Eso no quiere decir que no haya estado bien con otras ganaderías; te repito que he toreado de todo y con casi todo he triunfado.
¿Qué opinas de la crítica taurina? –Hay aspectos positivos en la crítica taurina. Ellos han devuelto al toro y eso es muy importante. Pero no estoy de acuerdo en que llamen en sus crónicas becerros a animales con más de quinientos kilos de peso y cuatro años de edad.
Dicen que las pizarras están equivocadas.
–Si están equivocadas la culpa es de la autoridad taurina. Que digan de una vez que las autoridades actúan deshonestamente y no el echen el peso a los toreros.
¿Consideras objetiva la crítica taurina? –De todo hay en la Viña del Señor; ya que llevo más de diez mil toros lidiados aún estoy aprendiendo.
¿Es difícil entender de toros? –Muy difícil. Lo puedes ver en la cantidad de chavales que se inician como aficionados, becerristas, novilleros y matadores. Verás que son pocos, muy pocos los que pueden vivir de la profesión y contados con los dedos de una mano los que pueden llamar figuras del toreo. La crítica taurina causa de la manipulación de los pitones de los toros.
–Insisto en lo que te dije de las ganaderías; al principio hay que tragar de todo. Luego tienes fuerza y escoges. Yo escojo ganaderías acreditadas y toros cómodos de cabeza. Sería un “lila” si escogiera ganaderías terroríficas con unos pitones de miedo. Todos tratamos de exponer en la vida lo menos posible y los toreros no somos excepciones.
Pero es que existe una historia del afeitado con muchos capítulos.
–Ya no existe el serrucho; pero si es así sería una minoría. Hay toros tan bonitos que no podrían ser lidiados en Madrid porque dirían que están afeitados, y no es así, es producto de las selección.
¿Cómo cuáles? –Los de Baltasar Ibán, los de Santa Coloma. Toros de cabeza pequeña, sabe que son así, que esa es su característica zootécnica. Mira, hay algo evidente y que lo ha conseguido la crítica; el toro lleva su carnet de identidad. Los toros se lidian en cuatro años cumplidos, cuando no con cinco, y antes se lidiaban toros con tres años de edad. Con la edad que se lidian los toros ahora no hay engaño; aprenden pronto y mucho.
¿Qué harás cuando te retires? –Ir al campo; atender mis fincas. Pero eso sí, seguiré viviendo en Madrid y de vez en cuando a Sevilla.
¿Qué opinas de la política? –Que me va. Me gusta escuchar y atiendo al que habla de entendimiento y paz.
Se ha dicho que eres miembro de un partido político.
–Falso; soy independiente, pero como hombre público tengo amigos en todas las esferas sociales, también políticos y cuando me ven con fulano ya dicen que hago política.
¿Cuáles han sido las temporadas más importantes en tu vida de matador de toros.
–Las de los años 66, 67, 69 y 70, aquella en que toreé los seis toros de Madrid.
¿Quiénes han sido las personas que más han influenciado en tu vida?
–Mi padre y don Pablo Chopera.
¿Qué opinas de “El Cordobés”, dicen que eran amigos? –Lo de enemigo lo dicen por lo de Aranjuez; eso fue asunto de nervios. Hemos sido muy buenos amigos.
¿Qué nos dices de El Cordobés como torero? –Hombre, su técnica no era la de Ordóñez, Antoñete o Bienvenida, pero a su forma revolucionó esto y llevó el toreo a donde quiso.
¿Cuál ha sido el torero que más te ha molestado en la plaza? –Diego Puerta, porque era un perro de presa, y siempre lo tenías en la pantorrilla pegándote bocados.
¿Por qué no seguiste criando toros de lidia? –Porque eso es la ruina y además proporciona muchos problemas y disgustos.
¿Paco, has dado siempre la cara en el toreo? –Siempre. Desde que tomé la alternativa solo he faltado un año a San Isidro, siempre he ido a Bilbao y en Sevilla he estado en doce ferias. ¿Es eso dar la cara? ¿Estás cansado del toreo? –Son casi veinte años de no parar. A veces me siento cansado pero es lo único que sé hacer y lo llevo dentro de mí como una llama que me aviva, hace que desaparezca el cansancio y me pone de nuevo en el campo de batalla.
Paco Camino se inició como un niño precoz en el arte de matar reses bravas. Desde casi sus inicios se integró a una de las casas empresariales más poderosas que han existido en la historia de la fiesta. Unos de los detractores de Paco, dice que de no haber estado en casa de los Chopera hubiese desaparecido del planeta en los primeros años de su vida; otros, sus panegiristas, dicen lo contrario, que de no haber estado en casa de los Chopera hubiese sacado más raza y su figura se hubiese encumbrado a la alturas de un Gallito o un Belmonte.
Lo cierto es que afortunada o desafortunadamente, vivió en esa casa
como torero y negar que fue soporte de la gran empresa sería injusto. Su paso por el toreo ha sido muy importante, fue un maestro de dimensión universal al que siempre habrá que recurrir cuando se hable de tauromaquia. Aún es joven Paco Camino. De su prematuro retiro saldrá de vez en cuando para dictar una clase de torerismo, ya sea en un festival, en un tentadero o en una tertulia, que para eso nació “Niño Sabio” y se retiró “maestro del Toreo”.
Paco Camino volvería más tarde a los ruedos. Aquel año fuimos juntos a México. La plaza México le dijo adiós, junto a Manolo Martínez y Eloy Cavazos con toros de Mimiahuapam.
Como en Valencia los toros de Garfias no tuvieron palabra de honor, los de Mimiahuapam no la tuvieron en la México. Las dos corridas fueron lamentables espectáculos artísticos, aunque estuvieron envueltas en las sedas de los grandes acontecimientos.
En México fue apoteósico el movimiento de los medios, hasta que Rafael Camino, su hermano y mozo de espadas, en presencia de José Alameda, le cortó la coleta en medio del ruedo.
Fui a México invitado por Manolo Chopera y Paco Camino a la corrida del adiós definitivo en La México. Llegué al Hotel Aristos y allí me esperaba Javier Garfias, con el famoso ganadero potosino. Fui, ese mismo día, hasta su casa en Lerma.
–El hecho de que lidie Camino toros de Mimiahuapam es un gran triunfo que he logrado.
Javier Garfias era el empresario de la Monumental México, y aunque su esposa Ángeles es prima de Alberto Bailleres, los celos profesionales que existen entre estos dos grandes hombres mexicanos ha sido avivado por intereses bastardos y han hecho de sus diferencias abismos insalvables; pero Javier logró que fueran los toros de Bailleres los que se lidiaran la tarde del adiós de Paco.
–Fíjate esta plana que publicamos en “Esto”. Y me mostró una foto en la que aparece junto a Paco Camino y a Alberto Bailleres dando la vuelta al ruedo en una de sus muchas tardes de éxito.
Aquel año fueron a México muchos venezolanos a despedir a Paco Camino. Estaba Hugo Domingo Molina, Alberto Ramírez Avendaño, Oscar Aguerrevere, Sebastián González, Carlitos Martínez y Javier Garfias organizó en “Los Cués” un tentadero que dirigió Jaime Rangel y en el que participaron Teófilo Gómez, Carlitos Martínez y el matador de novillos Jorge Gutiérrez, que se preparaba para tomar la alternativa.
De México volví a Caracas y empaqué mis cosas para irme a Sevilla; fui a la capital hispalense a cubrir la presentación de Manolo Martínez en La Maestranza.
No fue fácil la conquista de Venezuela por Manolo Martínez.
La baraja taurina nacional contaba con sus mejores espadas, como fueron los hermanos César, Curro y Efraín Girón, además de toreros como Luis Sánchez Olivares “El Diamante Negro”, que eran propietarios del afecto irracional de la multitud. Condición sine qua non del ídolo de masas.
Los mejores toreros de España habían hecho suyo el bastión suramericano, para cuando Manolo hizo sus primeras visitas a Venezuela. Fueron los días que revivieron los míticos Luis Miguel y Antonio Bienvenida tras afortunado festival en Las Ventas, tiempos en los que mandaban en la Fiesta Antonio Ordóñez, Paco Camino, Manuel Benítez “El Cordobés”, Santiago Martín “El Viti”, Diego Puerta y Palomo Linares, toreros que vivían metidos entre las trincheras de combate, jugándose la vida y su propia existencia profesional, en los escenarios que se encontraban divididos por la contienda de la política taurina. Ardua lucha entre las grandes casas de las empresas, que por aquellos días se imponían y dominaban la escena desde la virreinal plaza de Acho en
Lima, Perú, hasta la frontera mexicana con los Estados Unidos, que no era, en ese momento, tan “de cristal”, como la calificaría más adelante Carlos Fuentes.
Eran los días en que América tenía mucha importancia económica para Europa, porque los toreros “hacían la América” en la temporada invernal.
Nada fácil, por supuesto, para los coletas americanos.
Allí, el reconocido mérito de los llamados toreros de la excelencia: Gaona, Armillita, Arruza y Girón, póker de ases con quienes la América de Bronce ganó las partidas sobre el tapete de las arenas del toro, desde los días de Gallito y Belmonte, hasta épocas de Manolete, Dominguín y Ordóñez.
Ante esa realidad inobjetable, trepidante, se presentó un desgarbado joven norteño en el Nuevo Circo de Caracas. Fue una tarde luminosa del noviembre caraqueño, exactamente el 13 de noviembre de 1966. Cartel inolvidable para quien escribe, pues se trataba del debut de Manolo en la América del Sur, y la presentación de Sebastián Palomo Linares en América. Les acompañó en el festejo el merideño César Faraco, El cóndor de los Andes, y los toros llevaron la divisa de San Miguel de Mimiahuapam.
Manolo fue el único que cortó oreja. Una oreja la tarde de su presentación; y aunque las espadas se convirtieron en bastos para Palomo Linares, el aniñado diestro de Jaén conquistó el fervor de la afición capitalina. Cuitlahuac, marcado con el número 105, fue el astado que le diera la bienvenida en Venezuela a Manolo, un torero que con el tiempo crecería en torería y madurez profesional.
¿Quién era aquel joven de raquítico aspecto al que comenzaban a anunciar en los carteles como El Mexicano de Oro? Venezuela esperaba desde hacía tiempo que llegara un torero de México, con los arrestos y la personalidad, dentro y fuera de los ruedos de aquellos toreros de la Época de Oro, que se hicieron del corazón de la afición criolla; porque fueron los toreros mexicanos los que forjaron lo mejor de la afición venezolana. Armillita, Garza y El Soldado tuvieron entre los venezolanos fervientes admiradores. Arruza fue descubierto por Andrés Gago, antes de su incursión lusitana, en el ruedo de Caracas, y Luis Procuna ha sido el torero más querido por la afición de la capital
venezolana, desde que construyera sobre la bravura de Caraqueño de La Trasquila una faena monumental, que fuera premiada con la única pata en la historia del Nuevo Circo. Procuna se convirtió en el mejor compañero y más atractivo rival para Luis Sánchez Olivares “Diamante Negro”. Antes de Manolo, grandes toreros de México encontraron en los escenarios venezolanos la extensión de la pasión taurina que había sembrado su rivalidad con los toreros de España. Andrés Blando, Antonio Velázquez, Luis y Félix Briones, Garza y El Soldado. ¡Silverio Pérez! El valiente Rafael Rodríguez y El Ciclón Arruza, lo mismo que los inolvidables El Ranchero Aguilar y Juanito Silveti. Joselito Huerta, adusta expresión indígena y Alfonso Ramírez El Calesero, trazo profundo de la emoción estética. La joven legión posterior a la Época de Oro como fueron el exquisito príncipe Alfredo Leal, el magistral Chucho Córdoba y el chihuahuense Raúl Contreras Finito, llenaban pero no copaban la escena y mucho menos satisfacían las expectativas.
Manolo Martínez llegó para llenarlas todas, y rebasar su contenido. Ha sido este gran torero de México, la referencia histórica para los venezolanos en los días de su crecimiento como artista y como figura del toreo. Convencidos estamos, los venezolanos, que de no haber sido porque en nuestro reñidero se topó con los finos gallos españoles este chinguero azteca, no habría cruzado las aguas del Caribe hasta toparse con la Armada Española en las aguas del Golfo y del Mediterráneo. Nuestros públicos y plazas reclaman para sí parte de la formación de Manolo Martínez en su más de veinte años pisando arenas venezolanas.
Aquel Manolo de los primeros días era un torero de juvenil aspecto y de desgarbada figura, demostrando enciclopédica amplitud y largura en su tauromaquia. Todo lo contrario al Manolo maestro. Hombre de gruesa madurez, que culminaría sus días en los ruedos con una expresión técnica corta y escueta, aunque precisa y profunda. Traía, eso sí, en sus alforjas el don del mando y del temple, con inteligencia y absoluta comprensión del toro de lidia.
Cuando Manolo Martínez hizo el paseíllo la tarde del 13 de noviembre del año 1966 en el Nuevo Circo de Caracas, sobre la casi centenaria arena estaban aún frescas las huellas holladas por las zapatillas de César Girón, quien meses antes se había cortado la coleta con la idea de ponerle punto y final a una carrera brillante encerrándose en solitario con seis toros de Valparaíso. Fue epopéyico el adiós, y atrás crecían en el recuerdo sus tardes históricas de Guadalajara, México, Bogotá, 353
Caracas y Lima, en América; Madrid, Sevilla, Pamplona y Bilbao, en España; Arles, Dax y Nimes en Francia, como cuentas de los grandes misterios que separan los gozosos capítulos del rosario de triunfos, en cientos de plazas menores de este titán de los ruedos que con su adiós dejó desamparada la afición venezolana. Manolo, sin saberlo y mucho menos proponérselo, ocuparía en América el lugar de la respuesta al reto que hasta esa fecha, en forma hasta insolente, había sido Girón ante la cara de los grandes de España.
Hablábamos de los grandes rivales que tuvo Manolo al pisar tierra venezolana, pero no debemos dejar fuera los que fueron surgiendo en el transcurso del tiempo como lo fueron su propio paisano Eloy Cavazos, que le vino a retar hasta estas remotas tierras sureñas, y los jóvenes maestros Francisco Rivera Paquirri, José María Manzanares y Pedro Gutiérrez Moya El Niño de la Capea, cuarteto con el que cubrió el lapso final de su vida torera entre los venezolanos. Sin embargo, fueron los hitos de Manolo los que marcaron huella en su camino venezolano. Momento para recordar lo que acotaba el gran escritor madrileño, don Antonio Díaz Cañabate, cuando alguien le preguntó el porqué no tomaba notas durante una corrida de toros. A lo que le respondió don Antonio “lo que no se graba en la memoria, bueno o malo, no vale la pena reseñar”. Debemos confesar que pretendimos recurrir al detallado inventario que tiene de la historiografía taurina venezolana el excelente recopilador Nelson Arreaza, base valiosísima para el orden histórico de nuestra fiesta, pero me pareció traicionar el principio de Cañabate, que debe ser el principio fundamental del buen aficionado. Así, pues, que cuando hablamos de Manolo Martínez en Venezuela, el primer recuerdo que me salta a la memoria es verle vestido de pizarra y plata en la Monumental de Valencia, con el muslo derecho abierto por una cornada de la cual manaba un torrente de sangre. Sangre que salpicó el testuz del toro de Reyes Huerta que recién le había herido. Realizó Martínez una de las grandes faenas de su vida, como él mismo lo confesaría más tarde en la Ciudad de los Palacios, una tarde en el Restaurante Belenhausen en grata tertulia junto a don José Alameda. Y no podía ser menos, pues Manolo alternó en aquella Corrida de la Prensa con dos leones: Curro Girón y Manuel Benítez “El Cordobés”. Fue una tarde histórica, los toros de don Reyes salieron bravos y nobles, estupendamente presentados, escogidos para tan importante cartel por el siempre gratamente recordado Abraham Ortega. El Círculo de
Periodistas que presidía para ese entonces Abelardo Raidi, el creador del mundialmente famoso evento, tuvo que dividir el trofeo entre los tres toreros, pero con sangre y sobre la arena de Valencia quedó tatuada la misión torera en la tierra de este torero de Monterrey, que no fue otra que la de ser figura del toreo. Figurón, diríamos los que fuimos testigos de sus tardes en San Cristóbal, cuando en la Feria de San Sebastián, tras cortar siete orejas se hizo acreedor a todos los trofeos que estaban en disputa. Tres tardes fue Manolo a esa temporada de 1969, con rivales de la categoría de Curro Girón, Paco Camino y Palomo Linares y toros de Peñuelas, El Rocío y Pastejé.
Aquel año 69, en la referida Feria de San Sebastián, nació Manolo como ídolo para las masas taurinas venezolanas. No fue un torero “simpático”, y mucho menos un artista de “buena prensa”, a pesar del empeño y gran labor de sus apoderados Pepe Luis Méndez, Álvaro Garza y Pepe Chafick. Manolo lo estropeaba todo con su carácter huraño, nada afectuoso y siempre aislado. Con brusquedad respondía a las entrevistas y pocos fueron los que pudieron llegarle cerca en la amistad.
Maracay y Caracas le fueron plazas duras, pero al final se le entregaron sin reservas. En Caracas le indultó un toro a los ganaderos Miaja y Chafick, de La Gloria y de nombre Diamante, el primer toro de la línea de San Martín indultado en Venezuela.
Pero su plaza fue Valencia. La plaza grande, la de las históricas corridas de la Prensa, donde rivalizó con los grandes de España. Allí creció Manolo con muchas faenas grandiosas, una de ellas ante un toro de nombre Matajacas que por su trapío le hacían asco los banderilleros y apoderados a la hora del sorteo.
Ese Matajacas de Javier Garfias sirvió como un libro abierto para exponer toda su grandeza lidiadora, abrirle los ojos a los incrédulos e invitarlos a que metieran sus dedos dentro de la herida abierta en el corazón del toreo. Fue una obra de exquisito arte, ya moldeado el barro, que era dura roca en el principio en el que las manos de este Buonaroti de la más hermosa de las fiestas. Hubo otras heridas, cómo no, aparte de la histórica cornada de Valencia. Manolo fue herido en Maracay, aquella tarde que vistió como vistiera Alberto Balderas, de canario y plata, también en Caracas, donde el escafoides pulverizado a causa de un pisotón de un Santo Domingo
le hizo perder el sitio con la espada, hasta encontrarlo más tarde al cortarle los gavilanes a la toledana.
Se fue sin decir hasta luego. Vinieron noticias aciagas de su triste vuelta a los ruedos, de sus éxitos ganaderos y de su muerte en Los Ángeles. Se comentaron sus proezas y su recuerdo, como las sombras en el ocaso, crece a medida que se pone el sol.
Manolo fue la grandeza que creció con el poniente del sol del toreo.
C a p í t u l o 17
Fue el colombiano César Rincón el hombre que arrinconó el toreo con sus triunfos en Las Ventas de Madrid. Decía Pepe Dominguín que, “verle torear es como hablar con Dios”.