7 minute read

Capítulo 9. Pepe Izquierdo y Luis Miguel

Pepe Izquierdo y Luis Miguel

Un nuevo libro-escándalo ha invadido los anaqueles de las librerías de Madrid. Poco tiene que ver con lo específico taurino. Nada que ver con la hermosa fiesta, su relación con los toros es la de sus protagonistas, los integrantes de la familia Dominguín, popularmente conocidos como los Dominguines. Dinastía del toreo casi tan extensa como los Armillita, Ordóñez y Girón.

No es taurino el libro de Domingo González Aparicio, hijo de Domingo González Lucas y nieto del fundador de la dinastía, Domingo González Mateo, “Dominguín”, padre de Domingo, Pepe y Luis Miguel, con quien, por cierto, terminó la rama directa de los toreros de Quismondo, dentro del linaje castellano.

El árbol de los madrileños se extendió y sombreó con tres ramas que extienden su tronco con los Ordóñez, Rivera, Teruel, Vásquez y Alcalde, toreros, importantes todos ellos, con quienes las mujeres Dominguín, hijas y nietas de Domingo González Mateo, formaron familia.

Pero el asunto no es hablar de tan impresionante árbol genealógico, fundado por aquel que llamaron por su valor, carácter y decisión “El tiburón de Quismondo”, Domingo González Mateos, sino de lo que 211

recuerda de su familia el autor Domingo González Aparicio, hijo de Carmen Aparicio, un “viva la pepa” con poca gracia y mucha chulería de los frutos que caen del frondoso árbol de su familia torera,

Se trata de un libro intrascendente, en sentido literario y también en lo anecdótico o referencial. Lo que hace es contar cosas que escuchó, leyó y no vivió, sin gracia ni estilo, y con una relación de temas más referidos que atestiguados. Temas escritos con la única intención de embadurnar la hoja de vida de su tío Luis Miguel.

¿Entonces? Se preguntarán Uds., a qué viene esto de dedicarle un espacio a este libro. Porque en el libro, entre la maleza de mentiras, hay una que han repetido los Dominguines, y tiene que ver con los venezolanos. Es la ofensa y calumnia inferida a un honorable caraqueño. Un invento de Luis Miguel, quien sabe con qué fines o propósitos. Como existe el peligro de que al repetir una mentira pueda considerarse un hecho cierto, debo referirme a lo realmente acontecido la tarde del 4 de enero de 1953 en el Nuevo Circo de Caracas.

La mentira

El libro biográfico, panegírico de Carlos Abella, en el capítulo “Sus pasiones”, página 342, dice: “Antonio Ordóñez actuaba en Caracas con Luis Miguel. Ya estaba enamorado de Carmina (hermana de Luis Miguel) y esta de él. Se cartean, aunque no dice nada a sus futuros cuñados, lo que sorprenderá a estos –en opinión de Domingo Peinado, que sí sabía lo de su prima con el torero. Completaba el cartel el torero local Joselito Torres y los toros pertenecían a la ganadería de Guayabita. El cuarto fue un toro muy bonito, berrendo de piel, que hirió de gravedad a Luis Miguel al prenderle por un muslo cuando toreaba sentado en el estribo. La cornada fue grande y Luis Miguel tuvo que retirarse a la enfermería, donde se encontró con un panorama desolador, ya que el doctor (José) Izquierdo, médico titular de la plaza, estaba bebido. Ante este panorama Dominguito se opuso a que operase a Luis Miguel y de las palabras se pasó a las manos, rodando Dominguito y el médico por tierra y con ellos el instrumental quirúrgico y las camillas. En un descuido, Luis Miguel, que conocía la gravedad del percance, escapó de la enfermería deteniendo un taxi y pidiéndole al conductor que le llevara a un centro médico.” Pepe Dominguín en su libro Mi Gente, Editorial Piesa, Madrid 1978, página 243, transcribe las palabras de su hermano Domingo, quien

estuvo en la plaza: “He pasado unos momentos de angustia y de indignación que no puedes figurarte. Al entrar a la enfermería hemos tenido un enganche muy fuerte y desagradable con el médico. Estaba bebido. Es increíble que estas cosas ocurran. Ni Miguel ni yo hemos aceptado que le opere en esas condiciones y nos hemos ido a la calle en un taxi que hemos abordado, a un a clínica. La cornada es muy extensa y honda, con tres trayectorias, y como sangraba mucho, con el cinturón le he hecho un torniquete que le ha contenido la hemorragia”. En ambos relatos hay muchas contradicciones, pues la fantasía de Luis Miguel cuenta que se fueron en un taxi conducido por una mujer, y Domingo dice que abordaron un taxi en el que el pasajero era una dama norteamericana.

El parte médico del doctor Izquierdo, dice:

“Durante la lidia del cuarto toro el domingo 4 de enero ingresó a la enfermería el diestro Luis Miguel Dominguín; pero otros toreros y algunos familiares pretendieron presenciar el trabajo de los cirujanos, el cual no les fue permitido porque eran obvios los inconvenientes que en la sala de operaciones podían resultar de la presencia de extraños, más aún si, como algunos de ellos, en el ruedo, podían haberse contaminado con tierra y excremento de animales. En consecuencia, los referidos extraños promovieron serio altercado aun con los agentes de Policía, e indujeron a Dominguín a solicitar servicios médicos en otra parte.

“Contrariamente a lo dicho por la prensa, la herida de Dominguín no puede haber revestido gravedad particular ni medido 25 centímetros de profundidad, pues ni siquiera manaba sangre ni su sitio era para tanto; y el diestro, sin siquiera haberse acostado, resolvió retirarse después de haber participado en la discusión sin incurrir en el atrevimiento de sus compañeros”. Pepe Izquierdo (*)

El doctor José Izquierdo fue un sabio muy cercano a mi familia. De él siempre se recuerdan, con gratitud, en el claustro universitario donde se formaron mis tíos Rafael Ernesto y Leopoldo. Fue uno de los cuatro apóstoles de la enseñanza de la medicina en Venezuela, conjuntamente con Enrique Tejera, Domingo Luciani y Enrique Toledo Trujillo. Nacido en la popular barriada caraqueña de Santa Teresa, proyectó la imagen inquebrantable de un caballero y excelente médico, sobre todo en su dedicación a la cirugía, en la cual alcanzó rango prominente

en la cátedra y en los Hospitales. Fue Director de Sanidad Militar con el grado de coronel. En la clínica privada, al lado del catre de los enfermos pobres y del lecho de los ricos, el doctor Izquierdo fue el mismo médico, con la misma conducta y la misma concepción filosófica del arte de curar y el mismo humanitario desprendimiento material, en el apostólico ejercicio de la medicina. Su gran afición a la Fiesta Brava, como aficionado entendido, le llevó a prestar servicios como Médico de Plaza y escribir la única Tauromaquia escrita por un venezolano. El sainete sufrido con los Dominguines provocó su inmediato alejamiento de la plaza y de los círculos taurinos venezolanos. Veinte años más tarde del incidente relatado, José Izquierdo escribió:

“Hace poco más de veinte años Luis Miguel Dominguín llegó por sus propios pasos, aunque claudicante por causa de una cornada, a la enfermería del Nuevo Circo de la cual yo era médico jefe. La cornada no era penetrante, sino un puntazo que simplemente requería desinfección con yodo y agua oxigenada y la aplicación de un pequeño apósito.

“Cuando yo me disponía al susodicho tratamiento, el hermano Domingo forzó groseramente la puerta, pero lo eché afuera y llamé a la policía. Entonces un vulgar banderillero se me abalanzó, pero se detuvo instantáneamente cuando vio que sería recibido con un balazo. Luego se presentó como intruso el doctor Hernández Natera y para contento mío se fueron con él Luis Miguel y sus hermanos.

“Al día siguiente el tal Domingo se empeñó en tenaz diligencia para que me suspendieran de la mencionada medicatura, pero fue desoído y además seriamente amonestado por la autoridad competente.

“Después, Luis Miguel dio en Nueva York y en España vulgares declaraciones de descrédito contra mi: que yo’estaba borracho’ que’amenazaba furiosamente con un revolver’ que’ya yo no operaba”. Naturalmente, yo no podía descender a refutarlo porque en Nueva York nadie puede saber quien es Luis Miguel y en España él, su hermano y yo somos suficientemente conocidos. (*) Fundador de la cátedra de Anatomía en la Escuela de Medicina (1915) y luego, en la Universidad Central (1922), se desempeñó como profesor titular de la cátedra durante 37 años (1915-1952).

Médico del ejército (1916-1937), director de la Escuela de Medicina de la Universidad Central de Venezuela (1931-1952), presidente del Consejo Nacional de Educación (1931-1933) y del Colegio Médico del

Distrito Federal (1942-1943), introdujo en Venezuela la cirugía general del cráneo así como una técnica novedosa para la operación de próstata.

Autor de 50 monografías de carácter científico, ha publicado también trabajos de tipo histórico, traducciones de Shakespeare y un Tratado de tauromaquia, producto de su experiencia de 30 años al frente de la medicatura de la plaza de toros de Caracas.

Miembro fundador de la Academia de Ciencias Físicas y Matemáticas (1933). En 1964, el Colegio Médico del Distrito Federal crea la Orden «Dr. José Izquierdo». El Instituto Anatómico de la Universidad Central de Venezuela lleva su nombre.

C a p í t u l o 10

La Maestranza de Maracay, de ella escribimos lo que vivimos en sus arenas.

This article is from: