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Capítulo 18. Rovira de Buenos Aires a Madrid

Rovira, de Buenos Aires a Madrid

Aunque pudo haber sido Madrid porque fue Madrid el escenario de los triunfos históricos de Raúl Acha, Enmanuel, su hijo, escogió Lima, la capital del Perú por su trascendente significado histórico para reunir a los amigos del histórico Rovira. Fue en1995.

“El Bola”, gran cantante, al que sus frágiles rodillas le impidieron caminar los senderos del toreo, organizó un homenaje a su padre, al que asistimos en compañía de Juanito Bienvenida, Manolo Lozano, Alfonso Ramírez “El Calesero”, el periodista mexicano Guillermo Salas, el compositor Manuel Alejandro, Gabriel Alonso, El Tano y El Churri, Marcial Ayaipoma y los hermanos Antonio y Alfonso Galán, entre muchos amigos del maestro.

Decíamos que el homenaje pudo haber sido en Madrid, porque en Madrid Rovira llegó a torear 18 tardes y corto 12 orejas y cuatro de estas tardes abrió Puerta Grande. Lo que le da derecho a sentir la plaza como propia. El hecho de ser uno de los mitos de la gran plaza hubiera bastado para que el homenaje fuera en Las Ventas. Pero el significado de Lima en la vida Rovira, es mucho más grande porque tiene que ver con las raíces del hombre y del torero.

Raúl Acha “Rovira” llegó a Lima muy jovencito, nacía el decenio del cuarenta y llevaba sobre sus hombreras los polvos de los muchos caminos andados. Había nacido el año 20 en Buenos Aires, de padres

santanderinos, que fueron artistas del baile, con mucho éxito en Argentina.

Durante una estada de la pareja en la Capital Federal, nació Raúl; pero luego los Acha regresaron a España, a Madrid a vivir en el castizo barrio de Carabanchel. En Madrid se prendió de Rovira la afición por los toros. Fue en Carabanchel donde comenzó a caminar los caminos del toreo y llegó a participar en becerradas y novilladas. Estaba encaminado hacia el éxito, cuando en el fatídico año de 1936 estalló la Guerra Española.

Rebelde como ninguno, Rovira tomó como suya la causa republicana y participó activamente como correo clandestino del gobierno de Madrid. Fue detenido en medio de la contienda y enviado a un campo de concentración franquista. Finalizada la guerra dirigió el rumbo hacia su natal Buenos Aires, ciudad que en el sedimento de la memoria significaba paz, tranquilidad, representaba la vida con sus retos, sus fracasos y triunfos.

Trabajó en muchos oficios, fue conductor de colectivos (autobuses), camarero, contador de algunas empresas. Tuvo relación con el mundo del teatro y por su locuacidad y simpatía fomentó muchos amigos políticos y militares.

Rovira nunca dejó de sentirse español y torero. Como en la Argentina no satisfacía su afición se marchó al Perú donde comenzó su carrera como novillero.

En Lima, cuando quería ser novillero, conoció a los matadores de toros Alfonso Ramírez “Calesero” y Fermín Rivera, que habían sido contratados por la empresa para torear en Acho.

Un día, “Calesero” distinguió entre los bártulos de Raúl una hermosa montera de morilla, que le cambió por otra de menor calidad. Alfonso lo hizo bajo la promesa de ponerlo a torear en San Luis Potosí, la tierra de Fermín Rivera y en Aguascalientes, la cuna y hogar de “El Calesero”. Nunca cumplieron la promesa “El Calesero” y Rivera, aunque con el tiempo fueron fraternales amigos de Rovira.

El carácter indomable de Raúl Acha “Rovira” le ganó la animadversión del grupo que en Lima se conoce como “señoritos toreros”, entre ellos influyente aficionado práctico Fernando Graña, líder de la sociedad taurina limeña. Graña no soportó la indiferencia de Raúl y pontificada

en sus círculos taurinos que “ese argentino nunca llegará a ser torero”. Rovira se destacó entre los novilleros peruanos de mayor valía, como eran El Nene y Sargento, los hermanos Isidro y José Morales y Filiberto Flores en la temporada que organizó José de Pomar.

El diario El Comercio fue bandera de este esfuerzo que llegó a cundir de tal manera que, en 1944, la afición peruana consideraba que Acho le quedaba chica Lima y la campaña de Don Fausto Gastañeta, crítico taurino que firmó sus reseñas y artículos con el seudónimo de “Que se vaya”, fue uno de los más asiduos reclamantes de la construcción de una plaza Monumental.

Luego de hacer campaña de novillero en Perú donde se había nacionalizado ciudadano peruano, viajó a Venezuela. En Caracas, Rovira se hizo de grandes amigos, como El Catire Alfonso Álvarez y el periodista Oswaldo Pérez Esteves. Compartió con los toreros nacionales, como Rafael Sulbarán, Pepe Vilma, Serruti, Antonio Parejo, Chico del Matadero, El Negro Julio Mendoza, Cástulo Martín, Pacorro, Cipriano Álvarez y otros que igual actuaban como espadas o banderilleros.

Fue el 14 de mayo de 1944 cuando Rovira debutó en el Nuevo Circo, contratado por el español Emilio Cebrián para que lidiara una corrida de toros criollos de Urama. Pepe Vilma y Rafael Sulbarán le acompañaron.

Reunido algún dinero tras una temporada en Caracas, Rovira viajó a México. Fue en busca de El Calesero y de Fermín Rivera para que le cumplieran la promesa dada a cambio de una montera de morilla en Lima. En México se hizo matador de toros, tras una campaña de novillero que incluyó éxitos en la capital. Tomó su primera alternativa en Mérida, Yucatán, de manos de Luis Gómez “El Estudiante” con toros de Sinkehuel. Esta corrida de la alternativa la hizo el propio Raúl, porque en México estaba el conocido aficionado peruano Fernando Graña Elizalde, buen aficionado práctico y hombre con mucha influencia en Lima. Graña le prometió a Rovira que si tomaba la alternativa, y ya que era ciudadano peruano, le contrataría para la feria del señor de los Milagros de aquel año. Graña Elizalde era, además, propietario de la ganadería de Huando, y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima, el grupo que administraba la plaza de toros de Acho.

Graña no le contrató, y tampoco le dio razones por qué no lo hizo. Cuando Rovira fue a Lima le reclamó no haber cumplido su palabra de hombre y ello ahondó las diferencias entre Raúl y los grupos taurinos peruanos, los de las clases dominantes, del poder y del dinero, que siempre estuvieron contra de él. No así la base del toreo peruano, que veían a Rovira con respeto y admiración.

Luego de su alternativa mexicana, que no valía en España, viajó a Barcelona en junio de 1946. Era un perfecto desconocido. Con mucha habilidad contactó a don Pedro Balañá, que lo anunció para el domingo 24 de junio en la Monumental, junto al mexicano Luís Briones, al navarro Julián Marín y el madrileño Manolo Escudero. El de Embajadores se negaba darle el doctorado “porque el argentino no tiene categoría para torear conmigo”. Raúl se enfrentó al madrileño y al final tuvo el apoyo de don Pedro. Cuando Escudero vio que se le iban los dineros de la corrida y las oportunidades en Barcelona en caso de oponerse a la voluntad del empresario, porque Balañá estaba decidido de incluir a Rovira en el cartel, aceptó ser el padrino del argentino.

El triunfo de Raúl en la Monumental de Barcelona fue memorable, como lo había sido dos años antes en esa misma plaza el éxito de Carlos Arruza y lo serían seis años más tarde los triunfos del venezolano César Girón. Rovira cortó cuatro orejas y salió a hombros de los catalanes. Al día siguiente toda Barcelona hablaba del argentino, y Raúl Acha toreó siete tardes consecutivas y se hizo famoso en toda España, la España de Manolete y de Carlos Arruza. Al finalizar la temporada, Rovira había toreado 42 corridas, y eso que empezó cuando la campaña llevaba medio camino andado. El 10 de octubre confirmó la alternativa en Las Ventas con Gitanillo de Triana y Parrita.

Los seis toros de Madrid

Un día camino a Alicante, leyó en el tren un reportaje de Capdevila en ABC, en el que se ponderaba el gesto de Luis Miguel Dominguín que se iba a encerrar con seis toros de Villagodio en Las ventas. Capdevila le comentó a Rovira que el hecho tendría mucha repercusión, “porque se hacía abriendo la temporada y porque la largura de Luis Miguel como torero daba por descontado la variedad del espectáculo”. Al llegar a Alicante Rovira llamó a Madrid a su apoderado, para preguntarle si había leído lo del ABC y Luis Miguel. Le propuso hacer lo mismo, es decir, encerrarse con seis toros pero antes. Su apoderado le dijo que no

había toros aptos para un gesto como ese en Madrid y que los únicos toros a los que podían recurrir eran los de la corrida del Marqués de Albarda, procedentes del Conde de la Corte. Una corrida que todos los toreros de toda España habían rechazado por corralones, fea de hechuras y pasada de kilos y de años. Aquella tarde toreaba con Luis Miguel en Alicante. Comenzó la guerra en banderillas, cuando le indicó a Pepe Amorós, su banderillero, que pusiera las banderillas, lo hizo fuerte, junto a Luis Miguel: “Vamos, Pepe, enséñale a éste cómo se ponen las banderillas”. Dominguín, aquella tarde, no se atrevió a colocar un solo par. Rovira se arrimó tanto, y armó tal lío que le cortó la pata a uno de sus toros. Es famosa la foto de la pata de Alicante, pues mientras Raúl exhibe el trofeo, Luis Miguel le mira de reojo con marcado coraje en su enrabietada cara.

Al terminar la corrida le dijo a su apoderado que le anunciara para matar el jueves lo seis toros de Albayda en Madrid. Rovira triunfó, mató los seis toros de seis estocadas, cortó cuatro orejas y la multitud lo sacó a hombros de la plaza por Alcalá y lo llevó hasta la Calle Princesa, hasta la casa donde vivían los dominguines. Desde aquel día las autoridades madrileñas prohíben sacar a hombros a los toreros más allá de la glorieta al frente de la Monumental de Las Ventas. El éxito de Rovira hizo crecer la curiosidad por saber qué podía hacer Luis Miguel el domingo con seis toros. El madrileño no estuvo bien, apenas cortó una oreja. Rovira fue a la plaza a ver a su rival, pero se salió al tercer toro.

La rivalidad con el menor de los Dominguín estaba en ebullición. La venganza de Luis Miguel surgió en la plaza Monumental de Chacra Ríos en lima, al cruzársele a Rovira en un quite. Raúl, enfadado, se fue hacia Luis Miguel y le abofeteó. Más tarde, ese mismo día, Luis Miguel envió a su cuadrilla para que le pegaran a Rovira.

Raúl, un día que comíamos en La Rosa de los Vientos, en la Costa Verde, la Playa de Lima, me relataba cuando contrató a Luis Miguel para su reaparición en Acho. “Es un buen gaché –me decía Raúl– lo que sucede es que tiene muchos cojones. Para contratarle más valía deponer posiciones de orgullo que cuestiones de dinero. Tenía las barajas de El Cordobés y Palomo Linares para jugar, pero al que quería era a Luis Miguel. Dominguín vino a Lima con sus hermanos, junto a Domingo y a Pepe. Recuerdo que cuando nos vimos no nos saludamos. Dominguito, que era un genio, terció y haciéndose el pendejo dijo: “¿Por qué no os dais la mano?”. Le di a Luis Miguel más dinero que a nadie; le pagué 20 mil dólares, pero él creía que ganaba igual que Palomo, al que le cancelé 379

15 mil. La venganza estuvo en hacerle creer al público que sustituía a El Cordobés, que no vino a Lima. Para Luis Miguel más valía la categoría que el dinero. Yo lo sabía. Cómo sería de tío Luis Miguel que le tocó un toro manso, ilidiable y sin embargo me defendió la corrida arrimándose como un bárbaro. Ha sido un tío Luis Miguel, no hay duda”. Se hizo figura del toreo, y con el reconocimiento regresó a Lima para enrostrale a Fernando Graña y a los señoritos toreros que estuvieron equivocados al pronosticarle el fracaso. Compitió con Graña como empresario, y le quitó Acho. Antes de que la Beneficencia se decidiera por Rovira, Graña fue a visitarle. No aceptó la copa que le invitó Raúl; y, sin siquiera sentarse le amenazó diciéndole que le encontraría como enemigo a sus aspiraciones. Rovira le respondió “tu sabes que el enemigo soy yo. Si no lo supieras, no hubieras venido. Lo que me da gusto es que sabes que ‘ese argentino’ sí ha podido ser torero y sabes que también será empresario de Lima”. En tiempos de Juan Domingo Perón quiso presentar corridas de toros en Buenos Aires. Compró corridas andaluzas de Felipe Bartolomé, el Conde de la Corte y Juan pedro Domecq. Estaban listas para ser embarcadas en el Puerto de Cádiz. Perón había dicho que sí al proyecto. El general le llamó un día a Rovira y le comunicó que la Sociedad Protectora de Animales se oponía “porque iban a matar a los animalitos”. Las sociedades protectoras de animales siempre han tenido fuerza en los gobiernos fascistas, donde cunde la hipocresía y se maltrata al ser humano y a sus derechos. Rovira, al escuchar lo que decía el general Perón, perdió los estribos, cosa nada rara en él que siempre tuvo un carácter tremendo, y le preguntó “¿Por qué no dicen nada de la gente que ata el gobierno?”. Acabó la luna de miel con el general, vieja amistad que había nacido cuando Perón era coronel y Rovira camarero del café donde Perón y Eva Duarte, actriz de poca monta entonces, se veían a escondidas.

Tuvo Raúl que marcharse a Lima.

Autor: Víctor José López “El Vito” Cédula de Identidad V-1748990 Venezuela

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