Diario de viaje de La Celestina

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Mi diario de viaje Calisto

Día 1 Me vestí tan rápido como pude, unas calzas y un sencillo jubón. Agarré mi equipaje, el cual se limitaba a un poco de queso y pan duro, y fui a buscar el caballo que Tristán había preparado. Allí, me esperaba mi razón de ser, con ojos llorosos. La despedida fue breve: un conmovedor abrazo acompañado de un beso que jamás olvidaré. Recuerdo las lágrimas cayendo por nuestros rostros hasta fundirse y el desesperado llanto de Melibea.


Sin volver la vista atrás, inicié mi camino hasta el Reino de Valencia, donde esperaba estar seguro hasta que mi amada y yo pudiéramos reencontrarnos y ser felices por siempre

Día 2 No he parado de cabalgar por miedo a que me dieran caza mis perseguidores y no hay minuto en el que no haya pensado en la dulce Melibea. Extraño sus besos y caricias en todo momento. He hecho una pausa para comer un trozo de queso acompañado de un pellejo de vino que me regaló Sosia. Voy a proseguir mi viaje hasta que el sueño me traicione.

Día 3 Sigo cabalgando, descansando solamente para llenar el estómago. Hoy está lloviendo enfurecidamente, la naturaleza empatiza con nuestra desgracia. No me he topado de momento con nadie, sigo el rumbo de un camino solitario y desolado olvidado por los hombres con el paso del tiempo.


Día 4 Sigue lloviendo y yo sigo presionando a mi caballo. Me compadezco del pobre animal, habré de parar tarde o temprano para que no fallezca del agotamiento. También me muero del sueño, se me cierran los ojos cada vez más. Extraño la suave piel de Melibea

Día 5 Me pregunto cuándo será la próxima vez que me eche sobre una cama blanda y mullida y coma algo más que un pedazo de pan duro. Llevo algunas monedas, pero no he tenido la suerte de encontrar una posada y no sé cuándo lo haré. Creo que voy a descansar esta noche y por la mañana retomaré el camino.

Día 6 He encontrado un hombre muerto por el camino. Va a sonar cruel, pero ha sido una alegría. El cadáver era reciente,la comida que llevaba estaba fresca y en buenas condiciones: un poco de fruta, un pellejo de vino y un conejo despellejado. También llevaba una sencilla capa pero se agradecía el reconfortante calor que aportaba en días grises y fríos. Sabía que no era conveniente, mas mi deber como caballero me impedía dejarlo tirado sin ropajes.


Día 7 Debido a mi caballeresca imprudencia, casi soy atrapado por mis perseguidores. Cuando terminé de enterrar al hombre, pude ver por el recodo del camino una tropa de, aproximadamente, seis hombres. Uno portaba el estandarte del Rey, acompañado del escudo de la casa de Melibea. En los jubones llevaban bordada la corona de espinas propia de su familia. Me apresuré a subir lo antes posible a mi montura y ,con el corazón en la garganta, cabalgué y cabalgué lo más rápido que pude, iniciando así una persecución que pensé que no llegaría a su fin.

Día 8 He parado dos veces más a dormir. Del resto nada más que contar, todo el viaje es monótono y aburrido. Mi pensamiento está ocupado por mi amada, preguntándome dónde estará y qué hará. Tengo los muslos en carne viva y ampollas en las manos de sujetar las riendas.

Día 9 Por fin. He llegado a mi destino. Mis esperanzas se agotaban por momentos y ya empezaba a pensar que desfallecería junto a mi montura. Tal como me dijo Tristán, su primo me ha acogido de buena gana en su casa, proporcionándome una cálida alcoba y buena comida. Es una humilde morada perdida en una calle de la ciudad, pero a los enviados de Pleberio jamás se les ocurriría buscar aquí. Ahora me dispongo a escribir cartas de amor y poemas a Melibea, ya que he de pasar el rato mientras me hallo aquí encerrado. Espero que esta desgracia acabe pronto, y por fin pueda reunirme con ella.



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