El Sueño Olímpico

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EN LA LĂ?NEA DE LARGADA. El maratonista Mariano Mastromarino retratado en la rambla de su Mar del Plata natal durante la fase final de su entrenamiento rumbo a los JJ.OO. de RĂ­o, que se celebran del 5 al 21 de agosto.


MASTROMARINO/LAURO/DAHLGREN/CHIARAVIGLIO/TOLEDO

EL SUEÑO OLÍMPICO CADA

CUATRO AÑOS, ESFUERZOS SOBREHUMANOS LLEVADOS A CABO POR HOMBRES Y MUJERES DE TODO EL PLANETA SON HONRADOS

CON PRESEAS DE ORO, PLATA Y BRONCE.

PRINCIPAL

COMPETICIÓN

DEL 5

AL

MULTIDISCIPLINARIA

21

DE AGOSTO,

MUNDIAL,

RÍO

QUE

DE

POR

JANEIRO

SERÁ SEDE DE UN NUEVO CAPÍTULO DE LA

PRIMERA

VEZ

SE

REALIZA

EN

SUDAMÉRICA.

EN HOMENAJE AL ATLETISMO –DEL GRIEGO AETHOS, QUE SIGNIFICA ESFUERZO–, CLASE EJECUTIVA SELECCIONÓ A CINCO GLADIADORES NACIONALES VINCULADOS A LA PRÁCTICA FÍSICA MÁS ANTIGUA.

LAURO (LANZAMIENTO

DE BALA Y DISCO),

BRAIAN TOLEDO (JABALINA). PARA

ELLOS

SON:

MARIANO MASTROMARINO (MARATONISTA), GERMÁN

JENNIFER DAHLGREN (MARTILLO), GERMÁN CHIARAVIGLIO (SALTO

CON GARROCHA) Y

SER PARTE DE ESA CITA, AL MENOS UNA VEZ EN SUS CARRERAS, LOS DEPORTISTAS ARGENTINOS DE

ÉLITE COMBINAN ENTRENAMIENTOS CON CACERÍA DE FONDOS.

PORQUE,

A VECES, EL HAMBRE DE GLORIA EXIGE EMPEQUEÑECER EL

ORGULLO PARA AGIGANTAR EL TRIUNFO.

Txt: Federico Cornali Phs de Mariano Mastromarino: Rodrigo Lole Mairal

CLASE <

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P

Puestos a hacer números, los días en los que quedarse en casa por el mero hecho de estar bajo un techo, disponer de una heladera y saber que hay un baño de fácil acceso pueden ganarle la pulseada en esta historia de los balances a aquellas jornadas que indican, con pelos y señales, que “hoy es el día de ponerse en movimiento”. Ese pensamiento, sin dudas creado por una mente perezosa, no convertirá a nadie en atleta olímpico. Porque para serlo hay que tener la garra suficiente para saber cuándo y cuánto alejarse de ese barrio tan peligroso para los que tienen hambre de gloria: la zona de confort. Ser parte del acontecimiento más importante del calendario deportivo mundial, al menos una vez en la vida, exige sufrir. También, un don. Y, especialmente, rebeldía. Así lo demuestran quienes se atan las zapatillas, cierran el bolso y encaran la puerta con decisión, aunque por la ventana vean árboles sacudidos por una tormenta o pájaros en caída libre fulminados por el calor agobiante. Esfuerzos sobrehumanos, hechos por humanos. De eso se trata ser atleta olímpico. Y aunque ya suene lo suficientemente sacrificado, en la Argentina puede ser peor. Porque en un país donde la cultura del fútbol se devora al resto de las disciplinas, el héroe en busca de una presea apenas será recordado cada cuatro años. El resto del tiempo, cuando no esté entrenando, se lo pasará golpeando puertas de funcionarios, recorriendo oficinas de espónsores, recaudando dinero entre familiares. La paradoja: empequeñecer el orgullo para hacer gigante el triunfo. Sí, en los países desarrollados –con políticas deportivas oficiales y de largo plazo–, los gladiadores de alta performance también se mojan cuando llueve, pero apenas terminan con sus entrenamientos toman un rápido baño (con agua caliente por default, por cierto) y vuelven a casa, sin tener que someterse a la cacería de fondos. Son bonitas esas crónicas periodísticas que relatan cómo un compatriota, que llegó a unos Juegos Olímpicos con los centavos exactos, debió pedirle prestada la indumentaria reglamentaria a un colega de otro continente para terminar, entre lágrimas, colgándose una medalla de bronce. A modo de tributo al atletismo –una de las más antiguas y universales prácticas físicas, del Homo Erectus en adelante–, Clase Ejecutiva seleccionó a cinco argentinos que integran la élite de esa actividad y cuyos sueños están a la altura de los desafíos a superar. Mariano Mastromarino (maratonista), Germán Lauro (lanzamiento de bala y disco), Jennifer Dahlgren (lanzamiento de martillo), Germán Chiaraviglio (salto con garrocha) y Braian Toledo (lanzamiento de jabalina) estarán en Río de Janeiro, a partir del 5 de agosto. Una meta cercana en lo geográfico pero un objetivo titánico en lo financiero. Más allá de los resultados, la prueba ya ha sido superada. Porque atletismo deriva del griego aethos. Y significa esfuezo.

MARIANO MASTROMARINO

PIERNAS PARA ESCAPARLE A LO IMPOSIBLE

S

i bien posee piernas leves y una postura elegante debido a su formación en la pista, la cualidad que llevó a Mariano Mastromarino (33 años) a convertirse en el referente del maratón en la Argentina es su inquebrantable fortaleza mental. Ya se dobló varias veces, pero nunca llegó a quebrarse. Y si su cerebro sigue funcionando como hasta ahora, aún puede dar algún otro golpe. Hablando de golpes, conviene repasar el recorrido del marplatense hasta los JJ.OO. de Río 2016: podría tornarse una lección de autosuperación para quien la esté necesitando... Ya a mediados de la década del ‘90, Mastromarino comenzó a estampar su italianísimo apellido en los registros de los Torneos Bonaerenses. Entrenado en aquellos tiempos por Daniel Díaz –una leyenda que, poco después, se transformó en su amigo y consejero–, El Colo rompió récords nacionales en

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las pruebas con obstáculos, tanto en Menores como en Juveniles. Poco después fue campeón sudamericano Juvenil y Mayor, y también consiguió el campeonato Panamericano Junior. Siguió entrenando, sabiendo que, entre tanto esfuerzo, alguna vez la vida lo sorprendería con una recompensa a su medida. Pero el premio tardó en llegar y sus esperanzas comenzaron a desteñirse, aunque no llegaron a desvanecerse por completo... Hacia mediados de 2010 estuvo a punto de abandonar el atletismo, sintiendo que “la cosa no daba para más”. Una sensación tan real que se cobró varias víctimas entre las esperanzas nacionales de un deporte sumamente desprotegido desde siempre. En su caso, le retiraron la beca nacional (NdR: Hoy recibe $ 12 mil del Enard: $ 8 mil por su categoría de medallista en los Panamericanos de Toronto 2015, más el 50 por ciento de

esa suma como plus que reciben quienes participan en Río 2016) y debió salir a vender pulóveres para resistir. Se dobló, como ya lo había hecho antes. Y estuvo a punto de quebrarse. Pero se reinventó. Tocar fondo no lo hizo desmoronarse, sino tomar el impulso necesario para ganar la Maratón de Buenos Aires en 2014, colgarse la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y clasificarse para Río 2016 en la Maratón de Valencia. Pero antes de todo eso, debió tragar otro poco de agua salada, porque nada es tan fácil como parece para un atleta argentino. Primero, estuvo a cuatro segundos de conseguir la marca olímpica en los 3 mil metros con obstáculos que lo pudo haber clasificado para Londres 2012. Segundo, ese mismo año se propuso cambiar de aire y probar suerte en su primera maratón, en Buenos Aires: pasó volando por los

parciales hasta que el tristemente célebre muro, la etapa más complicada de la carrera, lo obligó a completar el recorrido un poco caminando, otro poco masticando bronca. Tercero, sin dejarse amilanar, compró –con mucho esfuerzo– un pasaje a París para garantizar su presencia en el Mundial de Atletismo de Moscú, pero lo estafaron. Con ayuda de los suyos –“los de siempre, los de fierro”–, consiguió desembarcar en Francia. Tampoco pudo: 22 segundos lo separaron del objetivo. ¿Dirías que no clasificar para Londres 2012 fue el momento más duro de tu carrera? Sin dudas, fue el más duro. Pero, a la vez, marcó el comienzo del despegue. Fue como tocar fondo para poder dar el salto. Después de la tristeza por quedar fuera de Londres por muy poco, me senté a charlar sinceramente con Leonardo (NdR: Malgor, su entrenador) y lo entendimos así: “Listo, le



dimos todo a esta disciplina –los 3 mil metros con obstáculos–, le pusimos lo mejor y no alcanzó. ¿Qué hacemos?”. En ese momento decidimos que valía la pena cambiar de distancia e intentarlo con el maratón. Tal vez, aquellos de la charla con Leo fueron los minutos más trascendentes de mi vida deportiva. Y los que me empujaron hasta Río 2016. Durante mucho tiempo, El Colo debió abstenerse de participar en cumpleaños de seres muy queridos, bautismos de hijos de grandes amigos y casamientos de hermanos del alma. En silencio, continuó confiando en que el tiempo estaba a su favor y que aquella recompensa se le negaba tanto sólo porque se trataba de algo grande, a la altura de su esfuerzo. “Se aprende mucho más en las derrotas. Cuando perdés, cuando fracasás, te fortalecés más. Y en la vida del atleta se fracasa muchísimo antes de conseguir un objetivo. La carrera es contra uno mismo, primero; después, contra los demás”, cuenta.

PRIMERO HAY QUE SABER SUFRIR Las indicaciones eran claras y el tono, cada vez más amenazante. “¡Salí de la carrera! ¡No te metas, que están corriendo!”, le gritaba alguien a El Colo, con un megáfono, desde el asiento trasero del auto de los organizadores de la Maratón porteña. Estaban convencidos de que ese flaco no podía estar liderando la carrera en el kilómetro 37 porque ese lugar, a esa altura, no correspondía a atletas criollos sino a los imbatibles keniatas. Siguieron pidiéndole que se retirase hasta que, sin pensar demasiado en el gasto de energía innecesario, Mastromarino se dio vuelta y, con la vehemencia que pedía la situación, les indicó el número de pecho que lo identificaba como competidor oficial de la prueba. Poco después, el megáfono se apagó. “Nunca me llamaron para disculparse por aquel incidente. Ya está”, masculla, con respetuosa indignación. Finalmente, ganó la competencia, tras un década de triunfos extranjeros.

público y de los patrocinadores por la imagen sacrificada y victoriosa de Mastromarino. Para él –que sueña con sacarse una selfie en la Villa Olímpica de Río con los astros del tenis Rafael Nadal y Novak Djokovic–, nada cambió. “Soy el mismo de siempre, lógicamente. Sólo que ahora entro a cualquier negocio y me reconocen. Me paran para pedirme fotos, autógrafos y ese tipo de cosas que nunca imaginé que podían pasar conmigo en un país como la Argentina. El reconocimiento de la gente es maravilloso y creo que todos los deportistas amateurs lo merecemos. Muchas veces, no lo tenemos. Y es un poco injusto si pensamos en el esfuerzo que hacemos cada día”, reflexiona. Otro de esos deportistas que despiertan el cariño y el apoyo popular es Luis Molina, quien también se clasificó a los Juegos Olímpicos de Río en maratón. Además, es uno de los mejores amigos de El Colo . Ellos, junto a Federico Bruno, componen el equipo

En Mar del Plata, su pago chico, donde sale a entrenar cada mañana –es común verlo en la rambla de La Feliz, así como en Laguna de los Padres, además de en la pista de atletismo–, Mastromarino comenzó a ser profeta. La Maratón de Mar del Plata que conquistó en 2013 fue el primer gran paso, antes de los sucesos que lo colocarían como el gran referente del atletismo nacional: el triunfo en la Maratón de Buenos Aires 2014 y la medalla de bronce en los Panamericanos de Toronto 2015. La última vez que ese podio continental había sido conquistado por compatriotas fue en 1951, cuando el legendario Delfo Cabrera (primer puesto) y Reinaldo Gorno (tercero) arrasaron en la edición que se celebró en Buenos Aires. Sí, pasaron 64 años...

Menos de un año después, en Toronto, el marplatense quebró la sequía argentina en maratones panamericanos con un tiempo de 2 horas, 17 minutos y 45 segundos, apenas 41 segundos por detrás del ganador, el cubano Richer Pérez. Para no desentonar con el megáfono inquisidor porteño, esa hazaña también tuvo algo de sufrimiento sobre el final, cuando Mastromarino trastabilló y casi cayó sobre las vallas de contención en su intento por saludar a Malgor, su entrenador, metros antes de cruzar la línea de meta. “Si me caía y perdía el bronce, me tenía que quedar a vivir en Canadá de la vergüenza”, confesó en una entrevista posterior. No se cayó. Y no se cae hasta hoy. La hazaña en Toronto no hizo más que aumentar el interés del

masculino argentino. A pesar de las exigentes marcas requeridas para estar en Brasil, también Viviana Chávez, Rosa Godoy y María de los Ángeles Marita Peralta consiguieron los tres cupos. Además de un noble compañero de entrenamientos, Molina es compinche de Mastromarino. “Tenemos una gran relación, que nos hace bien como personas y atletas. De hecho, entrenamos en Paipa, Colombia, antes de viajar a Río. Una vez que estemos en Brasil, disfrutaremos mucho cada segundo, porque a ambos nos costó demasiado. Es un sueño que perseguimos desde niños. Además, veremos otros deportes y conoceremos a nuestros ídolos. Pero, ojo, no vamos a pasear. Los dos tenemos en la cabeza dejar al deporte argentino lo más alto posible”, apunta

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Molina, nacido en Chascomús. Al igual que el marplatense, conoce a la perfección eso de sudar la camiseta, dentro y fuera de la competencia. Nadie como él para destacar el esfuerzo hecho por Mastromarino para llegar a los Juegos Olímpicos de Río. “Mariano es, sobre todo, una gran persona. Quedó fuera de Londres por pocos segundos y se merece todo lo que le está pasando ahora. Me siento honrado de compartir momentos con él. Creo que estamos constantemente aprendiendo cosas del otro, nos ayudamos y complementamos. Cuando se corre de a dos, siempre es mejor. Por eso, en Río espero hacer una carrera tácticamente con él. Después, veremos quién de los dos termina más arriba. Pero, más allá de eso, lo importante siempre será la amistad que tenemos fuera del deporte: queremos lo mejor para el otro, sin egoísmo”, señala Luisito, con su tono tan sereno. Después de la media maratón Correcaminos en

Costa Rica y de la preparación en Colombia, por fin llegará ese momento para el cual Mastromarino se preparó toda su vida. Se cayó y se levantó mil veces antes de sellar su pasaporte olímpico. Ahora, ya nadie podrá despertarlo de ese sueño hecho realidad. El hecho de que te haya costado tanto estar en los Juegos, ¿te inspira a disfrutar más de Río 2016 o te condiciona a hacer la mejor carrera de tu vida, en plan “ahora o nunca”? Y... Un poco de las dos cosas. Pero, sobre todo, voy a disfrutar de cada momento cuando esté allá. Sé todo lo que me costó y, por eso, pienso vivirlo intensamente. Quiero pasar tiempo en la Villa Olímpica, disfrutar de otros deportes, conocer a atletas que nunca pensé en cruzarme y, lógicamente,

Los triunfos y el reconocimiento del público fueron incentivos que Mastromarino aprovechó para lograr el mejor apoyo posible de los espónsores privados. Sin embargo, no es crítico del respaldo estatal, ese que, históricamente, le dio la espalda a otros como él. “Desde que se implementó el Enard, todo mejoró mucho. Me refiero a estructuras y apoyo económico, principalmente. Hoy, podemos planificar los

maratonistas en Río ya es para festejar. No deberíamos fijarnos en los resultados de la prueba, sino en lo histórico de que vayamos con equipo completo, todo un logro para nuestro país. El Cristo Redentor y el Pan de Azúcar serán testigos de que con uno de los deportistas emblema de la delegación argentina, por fin, se hizo justicia. Como el propio Mastromarino cuenta, ésta será la carrera de su vida, pero no la última. De hecho, ya tiene otros objetivos a perseguir una vez que se apague la llama olímpica: en noviembre, enfrentará el trazado del prestigioso Maratón de Nueva York e intentará clasificarse al Mundial de la especialidad que se llevará a cabo en Londres. De mantenerse en el nivel deseado, enfrentará todo el proceso que culminará en los Juegos Olímpicos de Tokio, en 2020. ¿Y después, Colo? Y después... No sé. Sólo sé que no me voy a alejar del deporte e intentaré disfrutar de mi familia al

entrenamientos, hacer viajes para competir y muchas otras cosas que tiempo atrás eran impensadas. Aún no es ideal, claro, pero sí es mucho más digno el trato hacia los atletas argentinos”, define quien estuvo a punto de dejarlo todo por falta de apoyo. A Londres 2012 sólo fueron dos representantes argentinos en maratón, Barzola y Marita Peralta. Ahora son 6, equipo completo. ¿Creés que la explosión del running en la Argentina influyó, aunque sea simbólicamente, para que se diera esta clasificación histórica? Sí, creo que la difusión que se le dio en estos años nos ayudó bastante. Ahora la gente entiende más, sabe de lo que habla y, muchos, hasta nos pueden ver entrenar cuando salen a correr. Que seamos 6

máximo. Lo importante es mirar para atrás y con la cabeza fría. Ahí veré que no me guardé nada, que lo di todo y que muchas personas estuvieron conmigo en los buenos y malos momentos. Al fin y al cabo, eso es lo importante. Durante la producción de fotos para esta entrevista, Mariano Mastromarino corre, leve. Se desliza por la pista de atletismo marplatense bajo un cielo que promete lluvia. Durante el segundo turno, un trote leve por la rambla, un trayecto en el que, además de su compañera Marita Peralta, algunos ocasionales corredores se irán sumando. Al estilo Forrest Gump, El Colo sigue su trote. De pronto, se pierde al cruzar una avenida. Ya se lo volverá a ver, pero esta vez bajo el sol de Río.

cuando llegue el momento de competir, intentaré hacer la mejor carrera de mi vida. ¿Cuál sería tu posición soñada? No, no lo pienso. Sólo quiero completar la prueba de la mejor forma posible, dar lo mejor de mí. No quiero pensar en posiciones ni ponerme barreras. Cuando esté corriendo, ya se verá hasta dónde puedo llegar. Voy a disfrutar de esta oportunidad en Río como nunca antes.

RUN, COLO, RUN

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Phs: Archivo El Cronista y gentileza COA-Enard


GERMÁN LAURO

UN ÍDOLO DE PUEBLO

S

us vecinos de Trenque Lauquen saben a qué hora El Gordo viene, a qué hora El Gordo se va. Porque Germán Lauro (32 años) viaja mucho, es cierto, pero siempre vuelve. Convencido por Carlos Llera, su entrenador de Educación Física en el colegio secundario, comenzó a practicar lanzamiento de bala cuando tenía 14 años. Poco después, en 2001, consiguió una beca del Cenard y se mudó a Buenos Aires para intentar dedicarse al deporte y comenzar una carrera de contador público que, hasta hoy, es materia pendiente. Ocho años después, en 2009, regresó a su ciudad natal, buscando la tranquilidad necesaria, esa que había perdido entre moles de concreto y taxistas irritados. Al contrario del efecto que produce en muchos, volver a los afectos de siempre, al asado de los miércoles con amigos y a otros lujos de la vida en el pago, no lo hizo perder profesionalismo. Ni mucho menos. Lauro, quien cada noche reza para agradecer haber vivido un gran día, se consolidó, desde entonces, como el mejor representante del atletismo argentino de los últimos tiempos. Entre otras cosas porque, en sus segundos Juegos Olímpicos –en Londres 2012, porque ya había participado de Beijing 2008–, consiguió superar tres veces la mejor marca personal que arrastraba hasta ahí. Por la mañana, un lanzamiento de 20,75 metros le permitió salir con vida de la fase clasificatoria. A la noche, un segundo intento, de 20,82 metros, lo colocó entre los mejores. En el tercer turno, fue dos centímetros mejor aún (20,84 metros), decretando un nuevo récord nacional. Quedó sexto, todo un logro. Tanto, que su actuación fue la más exitosa para el atletismo argentino desde el sexto lugar que Isabel Avellán logró en Melbourne 1952. “Para mí, fue como ganar la medalla dorada”, asume Lauro, horas antes de embarcarse rumbo a España, donde hará la puesta a punto final antes de Río 2016. A pesar de ser un gigante– con más de 120 kilos y 1,86 metro de altura– al Gordo Lauro lo atemoriza viajar en avión. Con igual pasión detesta el frío y admira a Batman. Cuando no está en etapa de sintonía fina en su preparación, se deja tentar por un buen asado y una cerveza fría. En Trenque Lauquen todos lo conocen y lo respetan. Por eso, no fueron pocos los que se acercaron a la Municipalidad, en medio de la jornada laboral, para el homenaje que la ciudad le hizo al hijo pródigo, antes de embarcarse en la nueva aventura. Reconoce que la medalla olímpica es un sueño. Es difícil alcanzarla, pero nunca se sabe dónde está el techo de un atleta que ya consiguió quebrar tres veces su marca en una instancia decisiva de la competencia más importante. “Mi otro sueño es recibirme de contador público”, confiesa. “Hoy estoy dentro de la élite de mi deporte, pero soy uno más

entre los mejores. La medalla sigue estando allá, un poco más arriba, pero me tengo fe”, se sincera.

EL MÉRITO DE MANTENERSE Entre muchísimos resultados destacables que Lauro consiguió en los últimos años de sostenida evolución, está el bronce en los Panamericanos de Toronto, en 2015. “Es una curva de crecimiento que viene dando buenos frutos”, señaló el trenquelauquense poco después de colgarse la presea. “No hay dudas de que Germán es un gran ejemplo para el resto de los atletas, ya que en los últimos cuatro años llegó a cinco finales, entre el Mundial y los Juegos Olímpicos. Eso da la pauta de que ya está entre los mejores. Y de ahí no se baja. Es admirable, porque los que estamos en esto sabemos que lo difícil no es tanto llegar, sino mantenerse. Y él lo hace muy bien: no para de evolucionar”, opina Germán Chiaraviglio, saltador con garrocha que también estará en Río. Para la temporada 2014, y a pesar del vínculo afectivo que sentía por Llera, Lauro cambió a su entrenador de siempre por otro viejo conocido, Andrés Charadía. “Carlos estaba cansado de tanto viaje y

“EL ATLETISMO ES UN DEPORTE DE MUCHA AUTOEXIGENCIA, DONDE CADA UNO BUSCA SUPERAR SUS OBJETIVOS PERSONALES. LO MÁS DIFÍCIL ES NO CAER. Y EVOLUCIONAR” pidió no seguir. A Charadía lo conozco porque, cuando llegué a Buenos Aires, fue mi entrenador. Como sea, con ambos siempre me sentí respaldado”, reconoce Lauro. Sereno para expresarse, jamás levanta el tono. Y aunque se declare “poco amigo de las cámaras y los micrófonos”, cada vez que accede a una entrevista plantea lo que piensa con claridad. “Creo que la Argentina debe dejar de dar vueltas, asumir que el deporte es una cuestión de Estado y que necesita una política deportiva que continúe más allá del

gobierno de turno. Todo se piensa a corto plazo pero, en el alto rendimiento, no puede ser así. El Enard, además del dinero que aporta, está intentando modificar nuestra manera de pensar al respecto”, celebra quien se coronara tres veces como campeón Iberoamericano, terminara séptimo en el Mundial de Moscú 2013 y figurara noveno en el de Beijing 2015. “Fijate que los últimos grandes deportistas del país salieron de proyectos personales, del amor propio: Sebastián Crismanich, Paula Pareto, Mariano Mastromarino y algunos otros. No se pensó, desde la dirigencia, en darle herramientas a una judoca para formarla o a un atleta para acompañarlo desde Juveniles. Si sigue así, será muy difícil que algo cambie para mejor”, opina.

GIGANTE HUMILDE Este año, no estuvo a la altura en el Iberoamericano que se disputó en San Pablo, por lo que quedó afuera del podio. Pero eso puede tener una explicación: “Dejé de lado algunas competencias e intenté cuidarme en otras porque mi objetivo era llegar de la mejor forma posible a Río. Estoy con mucha confianza porque, además, las lesiones que tuve no me están molestando tanto”, comentó en una entrevista televisiva antes de viajar hacia España, última escala de su preparación olímpica. “Mi deporte sufrió un enorme recambio generacional. Por ejemplo, no hay representantes de los Estados Unidos. Así que la medalla dorada estará entre cuatro tipos. Yo espero, repito, meterme otra vez en la final. Eso de haber estado en otras instancias importantes, por un lado, te da tranquilidad; por otro, al saber de qué se trata una final de Mundial o Juego Olímpico, te presiona el volver a lograrlo”, asevera. Cada vez que puede, Lauro refuerza la importancia de un concepto de peso entre los atletas de alto rendimiento: estar en la élite. “El atletismo es un deporte de mucha autoexigencia donde cada uno busca superar sus objetivos personales. Lo más difícil es mantenerse, no caer y evolucionar un poquito, siempre que se puede. En mi caso, haber mantenido el nivel en el que estoy desde hace cuatro años es sorprendente”, desliza, como sin importancia. No quiere pensar más allá. Sabe que no debe. “Quiero disfrutar de Río como si fuesen mis últimos Juegos Olímpicos. Por ahora, Tokio 2020 está muy lejos y no consigo verme ahí. Por eso, quiero aprovechar todo lo que pase en Brasil en los próximos días”, revela Lauro, horas después de soltar una frase que dejó lagrimeando a más de uno en el acto en la Municipalidad de Trenque Lauquen: “Aunque siempre me estoy yendo, siempre tengo ganas de volver”. Y quién dice que el ídolo del pueblo no lo hará sobre el techo de un camión de bomberos, otra vez victorioso.

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JENNIFER DAHLGREN

LA BELLA Y LA FUERZA

E

l cuento es simple. Se trata del lanzamiento del martillo y cómo esta disciplina se vincula con la mujer en cuanto a su estética. Describe a una mujer grandota, con curvas pronunciadas y músculos fuertes, que debe aceptarse tal cual es, sacando provecho del ser distinta. “Me duele mucho cuando una mujer dice que odia su cuerpo o que tiene demasiados músculos y parece un hombre ¿Quién define cómo debe ser una mujer?”, se pregunta Jennifer Dahlgren (32 años), atleta especializada en lanzamiento de martillo quien, cuando no está ocupada con alguno de sus 9 turnos semanales de dos horas de entrenamiento, juega al golf, modela cerámica, pinta, rema, teje... Y escribe. De hecho, su libro de cuentos sobre deportes olímpicos y situaciones de la vida cotidiana será publicado a fin de año como El martillo volador. Ningún otro título podría haber sido más atinado. La literatura, complementada con otros hobbies, fue para ella un cable a tierra que la sacó del pozo en el que se hundió luego de no hacer ningún lanzamiento válido en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Un golpazo potenciado por el hecho de que venía de obtener un décimo puesto en el Mundial de Daegu 2011, en Corea del Sur, un resultado histórico para el atletismo argentino. “Cuando pasó lo del Mundial, empecé a ser reconocida por la calle y no supe lidiar bien con eso. Me cargué presiones que resultaron en tres lanzamientos nulos en Londres. Después de esos Juegos, no quería salir de casa ni ver a nadie. Desde los 14 años, cuando comencé a lanzar el martillo, era la primera vez que no tenía ganas de ir a entrenar”, confiesa Dahlgren, quien es hija de Irene Fitzner, velocista que representó a la Argentina en los JJ.OO. de Munich 1972. Pero los cuentos que la atleta porteña escribió no sólo sirvieron para aliviar sus frustraciones deportivas, sino también para sacarse una espina que se le clavó alguna vez, bien en el fondo del alma. “Después de vivir en los Estados Unidos, regresé al país con 14 años. Esa fue la última vez que pesé menos de 100 kilos. Para el atletismo, mi cuerpo era una ventaja, pero en el colegio sufría demasiado: me llamaban ‘gorda’ de acá, ‘gorda’ de allá y, como casi me había olvidado del español, no encontraba la manera correcta de contestar, no sabía cómo reaccionar. En los Estados Unidos nunca me había pasado. Acá lo toman como una gracia y te hacen dudar de vos misma. Fue complicado”, cuenta Jenny, quien participará por cuarta vez de unos Juegos Olímpicos: además de Londres 2012, estuvo en Atenas 2004 (43º puesto, con un lanzamiento de 59,52 metros) y Beijing 2008 (29º, con 66,35).

UNA JAULA SIN REJAS El bullying se hace omnipresente en la conversación,

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como lo fue en la vida de Dahlgren más de una vez. Ser castigada por ser... Diferente. “En realidad, todos somos diferentes: los deportistas y los que no lo son. Esa es la gracia. Por suerte, pude amigarme con mi cuerpo. Pero no descubrí que debía aceptarlo y que era una ventaja sino hasta hace algunos años”, cuenta la lanzadora que tiene como mejor marca los 73,74 metros alcanzados en Buenos Aires el 10 de abril de 2010 –récord sudamericano– y que fue medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007. Además, ha sido 7 veces campeona nacional y tres veces ganadora del Iberoamericano, la última este año, también en esa ciudad brasilera. Parece que el aire de la Cidade Maravilhosa le sienta bien... Sin comprometer su performance como lanzadora, Jennifer perdió 20 kilos hace casi un año y medio, lo que le inyectó una dosis extra de confianza. Esa que andaba necesitando al pisar el jardín delantero de Río 2016. “Si bien no me sentía mal con mi cuerpo y había aprendido a respetarme, cambiar un poco me sirvió para sentirme mejor, confiar en lo que soy, resolver ciertas cuestiones con mi yo mujer”, explica. “Pero fue todo como parte de una preparación: se

“CUANDO ESTOY EN LA JAULA DE LANZAMIENTO, ENTIENDO QUE ES LO MÍO. PONGO EL AUTOMÁTICO E INTENTO SER MI MEJOR VERSIÓN” trató de bajar kilos sin perder masa muscular”, aclara. Y, apenas después, confiesa que, dentro de la jaula de lanzamiento, se siente más libre que en cualquier otro lugar: “Es paradójico pero, cuando estoy, ahí entiendo que eso es lo mío, que vivo para eso. Ahí, pongo el piloto automático e intento ser mi mejor versión”. Queda claro que a Dahlgren algunos golpes la acomodaron, la devolvieron a su centro. Sabe que los malos momentos le sirvieron para entender quiénes realmente estaban de su lado. “Aunque también me dolió saber que otros no estuvieron, porque creía que los necesitaba”, asume. Todo indica que encara estos Juegos Olímpicos con la madurez requerida. Hoy, ella así lo entiende. Pero no lo tuvo tan claro un par de años atrás: “Siempre quise estar en los Juegos de Río pero, después de lo

que me pasó en Londres, pensé si realmente quería hacer esto por mucho tiempo más y hasta dónde podría llegar. Ahora me siento bien de cuerpo y mente, enfocada. Mantengo mi sueño de llegar a una final olímpica”. Pero no todo es deporte en la vida de Jenny: “Otro de mis grandes sueños es ser mamá, por eso no pienso mucho más allá de Río aunque, en teoría, podría disputar otro ciclo olímpico. Pienso entrenar hasta 2017 para tener la posibilidad de estar en el Mundial de Londres. Las opciones son muchas, pero vamos a dejar que todo suceda. Así es mejor”.

AL DESNUDO En Río, Dahlgren no tendrá una tarea fácil para meterse en la tan deseada final. Serán 32 las competidoras que buscarán un lugar entre las 12 mejores. Para tener una chance, deberá superar el corte clasificatorio en sus tres primeros lanzamientos, lo que equivale a trascender los 70 metros en alguno de esos intentos. Si bien tiene un registro de 73,74 –récord sudamericano, en 2010–, este año su mejor marca se ubica en 68,04 metros, conseguidos el 28 de mayo en Alemania. “Si no conseguís darlo todo al principio, todo se desmorona”, explica Dahlgren, quien cree que Anita Wlodarczyk es la principal candidata a quedarse con la medalla dorada. La polaca ostenta la plusmarca mundial (81,08 metros) y fue campeona el año pasado en Beijing (80,85). Así como reconoce que el apoyo hacia los atletas argentinos repuntó durante los últimos años, también es crítica con un sistema que, a su criterio, precisa ser optimizado. “Tenemos un importante apoyo del Enard y de la Secretaría de Deportes, pero faltan detalles por mejorar, lo que hace que, a veces, ese apoyo sea parcialmente o nada aprovechado. El sostén económico existe, pero hasta que no hagamos un cambio en la cultura deportiva del país, la diferencia con los europeos se seguirá notando”, analiza. Según Pilar Geijó, tetracampeona mundial de aguas abiertas, Dahlgren puede dar la sorpresa en Río a pesar del escaso margen de error que posee. “Se la ve bien, confiada en lo que tiene para dar. Está en un buen momento y puede aprovecharlo a su favor”, opina la nadadora y amiga. Jennifer, mientras tanto, revisa los cuentos de El martillo volador y confiesa que le da mucho pudor leerlos en público. “Me da un poco de vergüenza, pero creo que publicar sirve para exteriorizar cosas profundas”, reflexiona la lanzadora, quien poco tiempo atrás se desnudó para la revista ESPN. “Si mediante esas imágenes puedo ser ejemplo para alguna chica que esté pasando lo que yo pasé, entonces haber conquistado mi pudor para mostrarlo todo habrá valido mil veces la pena”, declaró la atleta que ya no se deja enjaular.


Phs: Gentileza ConfederaciĂłn Argentina de Atletismo, Oscar MuĂąoz Badilla y archivo El Cronista


Phs: Gentileza COA-Enard, Oscar MuĂąoz Badilla y archivo El Cronista


GERMÁN CHIARAVIGLIO

UN SALTO DE FE

E

star en lo más alto y caer abruptamente es, además de su especialidad como garrochista, una metáfora de su carrera. Para Germán Chiaraviglio (29 años), todo empezó muy de prisa. Casi no llegó a darse cuenta y, con 19 años, ganó el Mundial Juvenil de Beijing en 2006. Todas las luces se posaron sobre él. Ante los ojos de un país futbolero por excelencia y opinador por ignorancia, el desgarbado atleta de Santa Fe traería una medalla dorada de los Juegos Olímpicos como de la nada. Él, sus entrenadores y su familia sabían que no era así. Recibió, con cierta timidez, el Olimpia de Oro por aquel salto de 5, 71 metros que le dio el título. Y enseguida, se corrió de las luces. Conocía adónde lo conduciría aquel camino. A pesar de su falta de experiencia no se mareó, como vaticinaron en su momento los mismos que se apresuraron a compararlo con Serguéi Bubka, uno de los mejores de todos los tiempos. Lejos de eso, y a pesar de su objetivo de ir salto a salto, las lesiones siempre fueron su cruel verdugo: dos fracturas de tobillo y varios paseos por el quirófano le valieron meses enteros de inactividad. Entonces, la varilla empezó a subir hasta ponerse más y más alta, casi inalcanzable. Turnos con especialistas, rotación por gimnasios, horas de rehabilitación. Nada de lo que él quería, lejos de lo que soñaba. Aquellos que lo veían como el Bubka argentino intentaron condenarlo al olvido. Pero, de a poco, se fue acomodando. Saltar como adulto 10 ó 20 centímetros menos que en la etapa de Juvenil puede ser demoledor para cualquier deportista. Sin embargo, Chiaraviglio, apoyado por los consejos de su padre Guillermo –y de toda una familia de garrochistas, porque su hermano Guillermo también fue profesional y su hermana Valeria lo es hasta hoy–, su entrenador, Roque Ríos, el psicólogo Marcelo Márquez y sus amigos de siempre, volvió a entrar en carrera, disfrutando de las competencias sin el fantasma de dolores viejos. “De aquella etapa como juvenil me enorgullezco. Y creo que necesité lo malo que pasó después, porque cuando te va bien ves todo color de rosa y no parás para reflexionar. La clave, ahora, es haber procesado todo aquello para madurar”, matiza desde Roma. Porque la puesta a punto rumbo a Río 2016 incluye largas horas en el Centro Sportivo Fiamme Gialle della Guardia di Finanza, realizando ejercicios de carrera, saltos con vallas y ajustando la técnica. Pero eso de recorrer el mundo no es novedad para Chiaraviglio, a quien poco se lo ve por su Santa Fe natal cuando alguna competencia importante se acerca. Tiene la idea fija en especializarse, siempre. A esta altura, ya se nutrió de la experiencia de Vitaly Petrov, entrenador de Bubka y Yelena Isinbáyeva; conversó mucho con Alejandra García, su amiga y una de las mejores garrochistas argentinas, y armó

equipo con su hermana. Tal es así que durante este año llegaron a entrenarse juntos en varias oportunidades; una de ellas, en San Caetano, al sur de San Pablo, junto a grandes atletas brasileños como Fabiana Murer y Augusto Dutra. Y todo, bajo la supervisión del prestigioso coach Nelson Miranda.

ALTO, CADA VEZ MÁS ALTO Después de participar de los Juegos Olímpicos de Beijing, con apenas 21 años, Chiaraviglio no consiguió clasificarse para Londres 2012. Esa fue una de las grandes frustraciones de su carrera. Pero, a la vez, la que le dio el impulso para empezar de nuevo. En 2013 y 2014 mejoró su performance, aunque sin brillar. Ya 2015 fue un año fantástico, tal vez el mejor desde sus épocas doradas en Menores y Juveniles. Fue finalista del Mundial de Mayores –otra vez en Beijing–, donde terminó noveno; además, se quedó con la medalla plateada en los Juegos Panamericanos de Toronto y obtuvo la dorada en el Sudamericano que se llevó a cabo en Perú. Este año, además, consiguió en Río de Janeiro otro oro, en el Iberoamericano. Esa evolución, ese volver a vivir, ilusiona. Muchos lo creen capaz de estar en la final de Río. Él, prefiere

“LLEGO CON LA MADUREZ NECESARIA Y LA EXPERIENCIA SUFICIENTE PARA DAR LO MEJOR DE MÍ. SER FINALISTA SERÍA CUMPLIR UN GRAN SUEÑO, AUNQUE ES DURO Y DIFÍCIL IR A UNA FINAL” ser mesurado: “No pienso tanto en eso, sino en superar mi media de 5,60 ó 5,70 metros. Siento que voy a llegar en condiciones para lograrlo, estoy confiado. También dependerá de lo que puedan hacer los demás. Quiero repetir lo del Mundial de Beijing: ir a una final y mezclarme con la élite, pero es duro. Ser finalista olímpico sería cumplir un gran sueño, aunque es difícil”, asume, poco antes de armar la valija para participar de un torneo en Suecia. Rodar y seguir de gira no le aporta placer alguno,

sino que es parte del método que encontró para evolucionar. Quedarse en la Argentina, con un escaso nivel de competencia, no figura en los planes de un atleta de élite mundial. “Siempre intenté aconsejarlo, ayudarlo, desde mi experiencia. Por suerte, él cuenta con un apoyo que en mis tiempos no tuve y está entendiendo cómo debe aprovecharlo. Deposito buenas chances en Germán rumbo a Río: tiene todo para triunfar”, opina Alejandra García, quien estuvo en las finales de salto con garrocha en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. “El apoyo de la Secretaría de Deportes, como del Enard, es muy importante. Han cubierto las giras y eso nos permite planificar con tranquilidad desde hace un tiempo. Si bien siempre hay cosas para mejorar, creo que vamos por buen camino”, refuerza Chiaraviglio.

EL DON DE RENACER Estar entre los mejores en Río podría ser, sin dudas, el empujón final que Germán Chiaraviglio necesita para instalarse en la élite del salto con garrocha y consolidarse como uno de los mejores representantes argentinos de la historia. “Llego con la madurez necesaria y la experiencia suficiente como para dar lo mejor de mí. Realmente no esperaba un 2015 tan bueno que fue, tal vez, mi mejor año. En 2016 logré mantenerme y creo que estoy en un gran momento para encarar los Juegos. Lo voy a disfrutar e intentaré tomarlo como un impulso”, se ilusiona el santafesino, hincha de Colón, quien suele estar involucrado en proyectos sociales en su tiempo libre y representa al club en el cual se crió. El nombre de ese lugar lo dice todo: Velocidad y Resistencia. Respetado y querido por el resto de los deportistas en las diferentes delegaciones que integra, suele ser también blanco de bromas cuando lo encuentran en aeropuertos o terminales cargando el aparatoso bulto donde transporta sus garrochas. “Nunca pasa desapercibido antes de un vuelo, Germán Chiaraviglio”, tuiteó, jocosamente, Jennifer Dahlgren, la lanzadora de martillo que es su gran amiga. También él es activo en la red social del pajarito, donde opina sobre polémicas como el dispar reparto del dinero entre el fútbol y otros deportes y sobre la elección de una it-girl argentina para portar la antorcha olímpica: “Me parece una vergüenza que Calu Rivero haya llevado la antorcha. Mi repudio total”, posteó, en sintonía con varios colegas suyos, indignados con la situación. Viejos tiempos, aquellos mismos que le hicieron caricias por momentos, y lo castigaron por tantos otros, han quedado atrás. Renacer, es la palabra que mejor le cabe a la evolución de Chiaraviglio, quien aún no llegó a su techo y se presentará en Río con la confianza necesaria para dar el gran salto.

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BRAIAN TOLEDO

UN DIAMANTE EN BRUTO

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o hay ni indicios de que en Kuortane, ubicado en la minúscula región de Ostrobotnia del Sur, Finlandia, un centro de entrenamiento olímpico de excelencia emerja, como un gigante, detrás del puñado de casas bajas con tejados grisáceos donde bien podría haberse ambientado el clásico de la literatura infantil Hansel y Gretel (si estos no fueran alemanes y sí finlandeses). Sin embargo, el imponente Olympic Training Center de Kuortane es uno de los preferidos por los deportistas de élite. Y, tal vez, el más silencioso. Apenas se escuchan algunos gritos propagados por el esfuerzo, el impacto de una bola en la raqueta o el silbido de una jabalina volando. No obstante, entre las canchas de tenis y vóley, el campo de atletismo y el recinto para los gimnastas, se mezclan algunos de los colosos que más ruido harán en Río. Uno de ellos recorre las callejuelas impecables de la mini ciudad olímpica finlandesa, un paraíso de aislamiento y concentración para quienes se proponen encarar grandes desafíos deportivos. Allí no hay distracciones ni curiosos: sólo tierra, agua, aire puro e instalaciones de vanguardia. Sigue su caminata lenta, hablando en español, sin levantar demasiado el tono. Se lo nota enfocado, aún cuando su jornada de entrenamiento ya terminó. Así es Braian Toledo (22 años), el mejor lanzador argentino de jabalina quien, a pesar de su juventud, participará por segunda vez de una cita olímpica. Su historia con la disciplina comenzó hace más de 13 años, cuando ni siquiera sabía bien de qué se trataba. Sin embargo, el niño melenudo de Marcos Paz ya lanzaba, deportivamente, todo lo que se le cruzaba por delante. Empezó con piedritas, siguió con pelotas de sóftbol y continuó con cualquier otro objeto disponible. No importaba cómo: sólo se trataba de mandarlos bien lejos. Así, Gustavo Osorio, su preparador desde siempre, comenzó a pensar en la jabalina como una posibilidad de encauzar esa capacidad hacia una variante que exige una técnica depurada.

Ensayos bajo un sol que rajaba las calles de Marcos Paz, vacías por la siesta; carreras sobre la escarcha en las mañanas de invierno y jabalinas volando en medio de una tempestad hicieron de Toledo un verdadero campeón en pocos años. En 2010, batió el récord de Menores con un lanzamiento de 84,85 metros. Poco después, ganó la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Singapur, con 81,78. Todos, con jabalina de 700 gramos (la de Mayores pesa 800). En 2011, en la categoría absoluta, fue medalla de bronce en los Panamericanos de Guadalajara, México. En 2012, conquistó el Iberoamericano de Atletismo y fue subcampeón mundial Junior. Entre tanto frenesí, el crecimiento acelerado de Toledo precisó de un respiro, algo lógico en un deportista de alta performance que comenzó a madurar muy pronto. Algunos problemas familiares en 2013 dieron paso a una lesión grave –distensión del ligamento lateral interno del codo derecho– en 2014. Sí, un karma para quien le dedica la vida a un deporte que tiene como finalidad un lanzamiento. “Tuvimos demasiadas adversidades desde los Juegos de Londres hasta hoy. Se nos escaparon varios torneos por situaciones per-

“LOS ERRORES ME HICIERON SABER QUE DEPENDO DE MI DISCIPLINA Y MI CONSTANCIA PARA TRIUNFAR. NO ME PROHÍBO SOÑAR”

GIGANTE CHIQUITO El camino de Toledo comenzó con un impulso particular, una bronca de esas que se apoderan del cuerpo y la mente de los que odian perder. Durante un Sudamericano Escolar en Coquimbo, Chile, cuando tenía 14 años, obtuvo un cuarto lugar, que Osorio interpretó como un excelente inicio y un resultado satisfactorio (47,64 metros). El adolescente, sin embargo, no lo veía tan así. Apenas aterrizó en Buenos Aires y se reencontró con su entrenador en el Cenard, fue terminante: “Vamos a entrenar. No quiero que me ganen nunca más”, planteó, ya decidido a encontrar su revancha en base a entrenamientos intensos.

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sonales de Braian, lesiones y otras cosas que nos quitaron un poco de foco”, explica Osorio. “Pero ahora estamos encaminados. En Finlandia competimos y entrenamos con los mejores. Cada día lo dedicamos a entrenar, aprender y admirar a los grandes monstruos de la jabalina. Es la mejor manera de llegar a Río”, agrega el entrenador.

APRENDER A VOLAR Toledo fue aprendiendo a vivir solo, a golpearse con la vida: quemaba la comida, no conseguía planchar y la heladera no siempre tenía lo que precisaba. Pero iba madurando. Es decir: cayendo y

levantándose cuantas veces hiciera falta. “Se hizo fuerte ante las adversidades. Braian recién está empezando con la verdadera etapa de adulto, a pesar de que ya vivió mucho. Y puede ser grande, muy grande para nuestro deporte”, explica Osorio, quien lo conoce como nadie. Pero llega un punto en la vida de cualquier deportista de élite en el que no alcanza con apretar los dientes. El apoyo económico, a la hora de planear un calendario, nunca fue una virtud de la cual los dirigentes argentinos pudieran jactarse. Sin embargo, algo cambió. “Desde la creación del Enard, todo mejoró. Ahora viajamos a los campamentos de jabalina y de atletismo. No paramos de recibir ayuda. Y no pensamos defraudar a tanta gente”, explica el coach, aunque sabe que no deben apresurarse. Dar un paso a la vez, con un diamante en bruto, parece el camino cierto. “Creemos que el momento grande de Braian llegará a partir de Tokio 2020. Después de sus 26 años, y hasta los 32, aparecerán sus mejores resultados”, explica. Por su parte, Toledo es un poco más temerario. Sabe que necesita ir despacio y que, haciendo todo a su debido tiempo, tendrá tres o cuatro oportunidades olímpicas por delante. Sin embargo, quiere dejar en claro que no irá de paseo a Brasil, sino con un objetivo claro. “Es verdad que mi madurez y mi mejor momento tal vez esté en Japón o más adelante, pero a Río voy para clasificarme a la final. Si hago las cosas bien, si estoy concentrado, es posible. Este es un deporte muy técnico y, si te levantás bien, podés sorprender. Cualquier error te cuesta muy caro, tres o cuatro metros, mínimamente. Pero no me prohíbo soñar”, se ilusiona. Lleva más de un mes en Finlandia, donde está haciendo un curso avanzado al lado de lanzadores como Julius Yego, el keniata que mejoró su técnica mirando videos de YouTube y se consagró campeón mundial en Beijing. Además, compite de tanto en tanto en torneos regionales del país escandinavo, junto a los mejores de la disciplina. Así, obtuvo un cuarto puesto en Savo, un decimotercer lugar en la propia Kuortane y un gran triunfo en Pihtipudas, con un lanzamiento de 77,63 metros, alcanzado en su segundo intento. “Estoy feliz y siento que maduré mucho. He crecido tanto en lo que hago como en mi vida personal. Algunos errores me hicieron saber que dependo de mi disciplina y mi constancia para poder triunfar. Y eso es lo que voy a hacer: crecer cada día un poco más”, asegura Toledo desde la pequeña ciudad que, a más de 13 mil kilómetros de su Marcos Paz natal, se convirtió en su hogar. Antes de viajar hacia los JJ.OO. de Río, intentará que sus sueños, montados en una jabalina, vuelen lo más lejos posible.◆


Phs: Gentileza Oscar MuĂąoz Badilla y Weber


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