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Vuelo en formación

Si existe algo que caracterice a la aviación militar en todo el mundo es seguramente el vuelo en formación.

Por: Capitán Piloto Aviador Enrique A. Guerrero Osuna uando se empezó C a utilizar la aviación con fines militares, los aviones volaban solos, salían en misiones de reconocimiento sin ningún propósito de atacar a nadie. Aquellos endebles aparatos de madera, tela y acero eran piloteados por intrépidos aviadores que arriesgaban todo con tal de lograr su sueño de volar. Aquí en México la aviación tuvo un inicio con un gran entusiasmo, pero que desgraciadamente nadie supo aquilatar la importancia de esta actividad y rápidamente perdimos la inercia de aquellos grandes pioneros. Las situaciones políticas, las envidias, los intereses de todo tipo dieron al traste con lo que pudo llegar a ser una importante industria nacional.

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En el resto del mundo sí supieron aprovechar esta nueva actividad. La aviación se empezó a desarrollar en forma espectacular. Los aviones militares pasaron de la pasividad al ataque; tenemos conocimiento que dos aviones tripulados por pilotos norteamericanos, uno al servicio de Pancho Villa, el otro a las órdenes del general Victoriano Huerta, se enfrentaron a tiros de pistola en Sonora en noviembre de 1913 en lo que seguramente podríamos considerar una de las primeras “peleas de perros”. Ninguno de los pilotos logró hacer blanco en su oponente. A partir de aquí el empleo con fines militares de la aviación se generalizó. Las formaciones llegaron casi en forma natural.

Pero ¿qué es un vuelo en formación?

Reunir dos o más aviones para que vuelen juntos y en proximidad unos de otros hacia el mismo punto. La distancia entre avión y avión puede variar dependiendo

el propósito de la formación, ya que no es lo mismo una formación de exhibición que una formación táctica, una se ve muy simétrica, la otra debe ser efectiva.

El propósito de una formación táctica a su vez la podemos subdividir en dos aspectos generales: el de defensa mutua y el de la concentración del fuego. En la defensa cada piloto cuida a su compañero de ataques del enemigo, y en una situación táctica es importante lograr la concentración de fuego para mayor efectividad. Imagínense una escuadrilla (cuatro aviones) de P-47, ¡son 32 ametralladoras calibre .50!

Las formaciones de exhibición siempre serán vistosas, la sola presencia de dos o más aviones militares despierta en cada quien sentimientos diferentes de admiración o de envidia, pero casi con seguridad que llaman la atención.

Pero ¿cómo le hacen los pilotos militares para formar? A cada avión se le asigna una posición la cual debe ser mantenida por los pilotos maniobrando en las tres dimensiones y utilizando la potencia de sus motores para acercarse o alejarse según convenga. Normalmente, para mantener la posición, los pilotos tomamos referencias visuales, el avión del líder, sus alas, las cuales se deben mantener paralelas en un solo plano; el fuselaje, la cabina, etcétera. Y posteriormente haciendo pequeños ajustes. Entre más estable sea el vuelo del líder será más fácil “formarle”. La turbulencia impone un mayor esfuerzo físico. En la Escuela Militar de Aviación a los cadetes se les empieza a introducir al vuelo en formación desde muy temprano en el curso. Durante la instrucción se les enseña a los cadetes a formar con otro compañero, poco a poco el instructor lo va acercando al otro avión y le va dando las pautas por seguir, cómo tomar referencias visuales, cómo utilizar la potencia para colocarse y mantener una posición dentro de una formación, cómo hacer cambios y ajustes en las distintas formaciones, etcétera. Es un trabajo agotador que requiere mucha paciencia de parte de los instructores.

El vuelo en formación es un arte dentro del arte de volar, aquel que llegue a dominarla se le puede felicitar, ya que aprende a utilizar todos los sentidos: oído para estar al pendiente de su avión y sin ver los instrumentos saber cuándo existe alguna falla, vista para mantenerse en su posición, muy buen sentido de los controles de su avión, un buen criterio para tomar decisiones instantáneas y, sobre todo, valor para enfrentar el reto que representa volar en una formación para llevar a cabo una misión.

En la Fuerza Aérea Mexicana, lo repito, como en todas las fuerzas aéreas del mundo, el volar en formación es el “pan de cada día”. Cualquier vuelo en formación requiere de una preparación extensa y cuidadosa. Se inicia con una reunión previa de todos los pilotos involucrados que conocemos como “briefing”, ahí se discuten todos los detalles del vuelo, las maniobras que se realizarán, los escalonamientos en tiempo y distancia, las altitudes, todos los aspectos de seguridad, las señales, las situaciones de emergencia y todo aquello que se considere necesario para llevar a cabo la misión. Cuando tantos aviones vuelan tan cerca unos de otros los accidentes pueden ocurrir, ya que cualquier error por pequeño que sea puede desencadenar una colisión. Los pilotos deben estar extremadamente alertas y deben saber reaccionar a la velocidad de su avión o más rápido.

Una vez que el líder avanza su cabeza hacia adelante y se sueltan los frenos todo empieza a suceder vertiginosamente. No hay nada más emocionante en esta tierra que participar en un despegue masivo, la vorágine es excitante con los sentidos bien templados, de ahí en adelante todo es pilotaje, finura y buen criterio. En una ocasión tuve la suerte de participar en un desfile aéreo de un 16 de septiembre. Nos tocó despegar atrás de los transportes pesados, al colocarnos en la enorme pista de Santa Lucía yo sentía que mi T-28 temblaba y se movía como si quisiera volar estando estáticos. Ahora vamos a imaginarnos la estela que dejan diez o doce DC-6 y C-54 en donde cada motor deja su propia estela, sin embargo, pudimos despegar sin novedad arrastrándonos atrás de ellos para luego tomar nuestra posición en el ascenso. En este sentido se dice que es más fácil formar con aviones a reacción ya que el flujo del escape es más estable, no así los aviones de hélice que producen una estela que en el medio le llamamos “chiflón”, de manera que si otro avión se mete en el chiflón del que le antecede se puede “enchiflonar”, la cual es una situación peligrosa por las fuerzas que intervienen. El volar en formación es un placer sublime que requiere un pilotaje firme y preciso, reacciones inmediatas y una atención constante y alerta, nada extraordinario para un buen piloto.

El círculo se cierra: los aviones militares empezaron volando solos y terminaron…volando solos. En el ínter aprendimos a formar.

Adendum: Las aves también saben formar, lo hacen para desplazarse en grupos numerosos tanto como para alimentarse como para trasladarse. Me surgen varias preguntas: Sí no tienen motor ni acelerador, ¿cómo le hacen para mantener su posición? ¿Cómo seleccionan a su líder? ¿Qué sistema de navegación u orientación utilizan en sus largas migraciones? Al observar en la playa las evoluciones de una escuadrilla de pelicanos que rozando apenas sutilmente la superficie del mar se desplazan elegantemente formados sin mover una sola pluma. Aparte de ser unos maestros en el arte del “ground effect” o “efecto de tierra”, algún otro secreto deben de tener.

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