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El reino de Palmira deja de ser neutral en el conflicto entre Persia y Roma y se establece como provincia romana. El emperador Galieno nombra a Odenado de Palmira líder independiente de poniente para proteja al imperio de los persas.
4. Zenobia de Palmira (4 años antes del evento) Año 267. Palmira llevaba cinco años formando parte del Imperio romano desde que el emperador Galieno ofreció a Odenato, príncipe de Palmira, el título de totius Orientis imperator (líder independiente de oriente). Pese a su correcta gestión, las trifulcas constantes con Sapor I de Persia provocaron que algunos segmentos de la nobleza empezasen a conspirar para pasarse al bando persa. Dicha conspiración cristalizó finalmente en un atentado contra Odenato que acabó con la vida tanto de Odenato como de su hijo mayor. Sin embargo, los asesinos fueron detenidos antes de que pudiesen acabar con el último heredero, que aún era un bebé. Después de aquello, Zenobia, la mujer de Odenato, tomó la regencia mientras su hijo fuera menor y acabó contundentemente con los conspiradores. Como reina regente, Zenobia demostró ser una líder fuerte y carismática. La reina era consciente que mientras los palmirenses temieran a Persia, se seguiría discutiendo sobre la decisión que tomó su marido al alinearse con Roma. Por este motivo, Zenobia intensificó los ataques en la frontera Persa. Tal fue su empeño que, al poco, el rey Sapor I de Persia comprendió que hostigar al imperio romano le costaría caro y centró sus esfuerzos en la conquista de la India. Sin embargo, la protección de las fronteras no fue la única preocupación de Zenobia como reina de Palmira. Sabiendo que en Italia se preparaban para la inminente guerra entre el comandante Aureolo y el emperador Galieno, Zenobia aprovechó para exigir una reducción de los impuestos annonarios (que se pagaban según la cantidad de oficios de cada región). También movió ficha para aumentar las importaciones de grano de Egipto
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hacia Palmira para así poder alimentar a las tropas. Gracias a estos éxitos, Zenobia consiguió el apoyo tanto del ejército como del pueblo llano. Dos años después de que Persia suavizara los ataques al territorio romano, el rey Sapor I de Persia enfermó gravemente. Sus exitosas campañas por la India y la captura del emperador Valeriano eclipsaron sus derrotas posteriores contra Palmira y agrandaron las arcas del Imperio Persa. Cuando finalmente la enfermedad pudo con Sapor I muchos le lloraron. Pese a que Sapor I siempre profesó la fe del zoroastrismo, sus políticas y edictos destacaron por el respeto y apoyo a cualquier otro culto de su vasto imperio. Permitió que cada culto erigiera sus propios templos tanto en la ciudad como en las zonas rurales, e incluso equiparó parcialmente los derechos de los sacerdotes de todos los grupos religiosos. Tal era su respeto por los credos que, en sus invasiones más cruentas, se arrasaban todos los edificios públicos para pacificar a la población, excepto los templos. Estas políticas contrastaban de sobremanera con el Imperio Romano, donde regularmente se recurría a la persecución de minorías como cristianos, celtas o judíos. Por este motivo, cuando hace diez años el emperador Valeriano acusó a los cristianos de esparcir la peste en Roma, numerosas comunidades cristianas se exiliaron en el Imperio Persa para evitar las sanguinarias persecuciones. Sin embargo, cuando a Sapor I le sucedió su hijo Ormuz I, la situación cambió. En un intento de distanciarse de las políticas conciliadoras de su padre, Ormuz I emitió un decreto por el que se prohibían los edificios de cualquier culto minoritario. Incluso ordenó a las tropas que persiguieran a líderes religiosos y creyentes. Este giro extremista originó un nuevo éxodo cristiano de regreso al Imperio Romano y Palmira.
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Aprovechando la situación, la reina Zenobia de Palmira dio asilo a los cristianos y judíos exiliados y les ofreció la posibilidad de establecerse en sus tierras. Como en cualquier parte del Imperio Romano, establecerse no significaba ser ciudadano, por lo que los exiliados gozaban de base de unos derechos escasos. Pese a ello, según la ley romana, cualquier residente podía convertirse en ciudadano romano sirviendo 25 años al ejército. Con tal acierto, Zenobia pudo reforzar sus ejércitos fronterizos con los exiliados y reagrupar sus milicias nacionales. Llevada por su ambición expansionista y con el respaldo incondicional del ejército, Zenobia declaró la independencia de Roma y la fundación del Imperio de Palmira. Seguidamente, reunió a sus tropas y empezó la expansión del Imperio de Palmira hacia África. Un año más tarde, la reina Zenobia conquistó Egipto, echando a todos los romanos de la ciudad. Este ataque supuso un duro golpe para el Imperio Romano que dependía de la importación de cereal para su supervivencia. Con Egipto bajo el control de Palmira, Roma perdía su principal granero, quedándose sólo con Sicilia y Cartago.
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