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¿Estado anómico?
*Anomia: Desorganización o aislamiento consecuencia de la falta o de la incongruencia de las normas sociales.
Veo con tristeza y cierto grado de angustia en una nota periodística de fin de semana la leyenda: “Invade extorsión a México”. En su contenido se dice que esta plaga criminal se ha extendido por prácticamente todo el país y que no respeta condición económica ni social. Sumo a ello, las referencias a secuestros en la carretera 57, entre Matehuala y Nuevo León, los robos a transportistas, los escándalos de corrupción mayúscula en las más altas esferas del gobierno, como la de SEGALMEX, en la que se habla de miles de millones de pesos desviados, además de un largo etcétera que día a día se acumula en el conocimiento ciudadano.
Me pregunto qué es lo que ha fallado; porqué de esa inquietante situación; qué se ha dejado de hacer o qué de lo que se ha hecho ha sido insuficiente. Al intentar hallar respuesta se me presenta una reflexión sobre la concepción de lo que es y hace el Estado, como creación humana base de la organización política y social que da pábulo a la civilización, cuyo propósito final es lograr la armónica convivencia comunitaria a través de la óptima satisfacción de necesidades gregarias, entre ellas, la seguridad pública.
Pero no basta el concepto, es menester su efectiva materialización para que no quede en mera ficción jurídica, idea o entelequia. Para eso hay que entender que se trata de un cuerpo vivo integrado por un territorio donde habitan seres humanos regidos por un marco regulatorio al que hay que respetar en un mínimo de deber cívico.
Eso es la ley, una transubstanciación de la norma que dispone mandatos o prohibiciones con los que se busca garantizar la soberanía estatal y autoriza el ejercicio del poder para hacer valer la autoridad, porque eso conviene a todos, al macro social y su imaginario. Sin embargo, cuando falla esa fuerza propia del Estado, es decir, la capacidad coercitiva (seguridad significada en la labor policial y, en el presente régimen, del ejército), aflora entonces un sentimiento de inseguridad, de indefensión, que crea un clima enrarecido entre ciudadanos y gobernantes que da pauta a lo que Hobbes llamaba “estado de naturaleza”, en el que todos están en contra de todos y se mata, lesiona, roba, violenta, extorsiona, por envidia, por territorios, por ideologías y por creencias exacerbadas. Ahí no hay civilización, pues lo que prevalece es el “derecho” del más fuerte, del más violento, del que puede sojuzgar, decidir sin consenso, simplemente por eso, porque puede hacerlo sin el freno que le implicaría el real respeto a la ley (por convicción o por imposición).
En ese ambiente extraño se cae en un “Estado anómico” por la ausencia de creencias (o la introyección fanática de éstas) o de credibilidad en las normas y en las instituciones. Se entra en esa condición cuando se gobierna en función de intereses protervos, alejados y ajenos del interés general por desarrollo, sustentabilidad, democracia y sana convivencia; igual, cuando se encamina la práctica de gobierno a crear enconos, demeritar a otros poderes y desconocer mecanismos de equilibrio, transparencia y rendición de cuentas.
Por eso, cuando nada se hace pensando en el bien común y hasta los servicios elementales como la salud y la seguridad pública se subordinan a políticas anacrónicas, sobradamente conocidas por fallidas, se asoma un Estado débil, manipulable, al que se le puede humillar, ofender, por cualquier persona o grupúsculo, o simplemente porque se sabe que la autoridad está socavada, frágil, inútil, fácilmente soslayable.
En México, desafortunadamente se ha venido perdiendo el uso legítimo de la fuerza, lo que ha generado una convivencia civil con poco respeto por la legalidad, donde la autoridad no alcanza a garantizar la seguridad y la protección de los ciudadanos. Ese colapso rápido y repentino tiene un impacto sobre la estabilidad del Estado Mexicano que representa una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos, según se advierte de algunas manifestaciones poco diplomáticas de varios gobernadores y políticos de aquel país.
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Hoy más que nunca México necesita hacer quita de la morosidad y de la indiferencia ante lo que está pasando para no normalizar la criminalidad, ni privarnos de la capacidad de asombro ante sus violentas manifestaciones.
Por: Mtro. Enrique Guzmán Uvence
FISCALÍA GENERAL DEL ESTADO