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Un pergeño del arte inglés

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¿Estado anómico?

¿Estado anómico?

«Me siento como un niño que recoge caracoles junto al enorme e inexplorado océano de la verdad.»

Hace unos días, le pidieron a mi hijo en la primaria, investigar y exponer sobre algún país de su elección, eligió Inglaterra. Con ello en mente, comenzó a obtener diversos datos representativos de aquel país insular y a plasmar en una cartulina diferentes imágenes y fotografías como apoyo visual. Cuando repasaba para su exposición le pregunté sobre la moneda que se utiliza en aquel país, me respondió que eso no lo iba a investigar porque la maestra así se lo había precisado, que ella no quería que le presentaran ese tipo de información. Entendí el punto, imaginé que la moneda es una cuestión muy básica; que habría que investigar sobre algo más interesante, algo que llamara la atención de su audiencia. En fin, dejando de lado la tarea de mi hijo, si pudiera elegir un tema que de alguna manera estuviera relacionado con Inglaterra; en ese mar de temas, obras, lugares, historia, personalidades, elegiría escuchar sobre alguna obra escrita por algún autor inglés, por ejemplo disfrutar de una breve narración de Macbeth, una de las tragedias escritas por William Shakespeare o Frankenstein de Mary Shelley, escritora nacida a finales del siglo XVIII en Londres, Inglaterra. Ambas historias sacuden los sentimientos del lector, confrontan aspectos como la ética, la ambición, la culpa, la justicia, el castigo.

Macbeth es una historia breve, que juega con esa idea que a todos nos ha llegado a ilusionar, sobre todo en la niñez, conocer el futuro; en esta fantasía, que suele ser recurrente, te vuelves millonario al jugar la lotería, resuelves crímenes o los cometes, conquistas

Isaac Newton.

al amor de tu vida, dejas en ridículo a alguno de tus maestros, etcétera; todo esto según la mente de cada persona, algunos escenarios son divertidos otros catastróficos y dignos de una visita al psiquiatra, como, indudablemente, el matrimonio de esta obra de Shakespeare.

La tragedia comienza cuando los generales Macbeth y Banquo se reúnen con tres brujas que profetizan que Macbeth será nombrado thane de Cawdor y posteriormente rey de Escocia y que, Banquo será tronco de reyes, es decir, que él no será soberano pero sus descendientes sí. Tener esa información, llevó al protagonista –con influencia de su esposa–, a asesinar al rey Duncan para tomar su lugar, así como a cometer una serie de crímenes para conservar el poder. La trama te produce desprecio por el matrimonio Macbeth pero también alcanzas lentamente y con fruición la justicia restaurativa por el merecido desenlace, aquella justicia que, en la mitología griega representaba Némesis, la diosa de la venganza, del equilibrio y de la fortuna. Así pues –de la mano de Adrastea–, la culpa consume a Lady Macbeth hasta el suicidio, y después, la soberbia y el desdén conducen a Macbeth a su muerte.

En esta historia, no debemos soslayar el hecho que Duncan también mandó matar al anterior thane de Cawdor; este acto, no suele producir efectos negativos en la audiencia, porque la víctima es una persona que había cometido traición y, porque quien da la orden tenía la facultad de hacerlo; distinto al caso de Macbeth, que mata al rey para quedarse con su trono. Aun así, ambos son asesinos o ¿es más valiosa la vida del rey que la del traidor?, para reflexión.

Ahora bien, la novela de Frankenstein, en contraposición al relato de brujas y vaticinios, juega con el uso de la ciencia para preservar la vida a costa de prácticas como la profanación o la tortura. Víctor Frankenstein, al perder a su madre, inició la búsqueda de la inmortalidad. Se adentró en el estudio de la física, la química, la biología y, entre otros temas, profundizó en la ruina y la corrupción del cuerpo humano para llegar a ser capaz –como lo describe la autora– de dar vida a la materia inerte. Así, trató de seleccionar los mejores atributos para crear un ser hermoso y proporcionado, sin embargo, el individuo era horrible pues no dejaba de ser la unión de distintos fiambres que después cobraron vida; así que, aterrado por su trabajo, huyó dejando que el monstruo se enfrentara solo al mundo, para descubrir, muy pronto, que la gente –a la que se encontraba en su camino–, le temía y lo odiaba por su aspecto; de tal suerte que, instintivamente se ocultó de todos. Poco después, conoció a una familia que vivía en una cabaña junto a su escondite, comenzó a observarlos y se encariñó con ellos, pero por temor a su reacción no se atrevió a presentarse. Desafortunadamente, el día que se animó a mostrarse, la familia huyó de él por temor. En ese momento, la trama toma otra tónica, de angustia, de terror, de desesperación, porque la sed de venganza contra su creador se apodera de él, y sin sentimiento de culpa, comete una serie de asesinatos de personas cercanas a Víctor. En medio de esos terribles sucesos la miserable criatura pide a Frankenstein crear para él una hembra de su misma especie, con los mismos defectos; un ser tan horrible y tan solo que no le niegue su compañía. Lo que sigue en la historia, desata una persecución obsesiva al borde del delirio y de la muerte, impulsada por el deseo vehemente de venganza; pero que, al contrario de Macbeth, no te ofrece el sentimiento de la justicia restaurativa.

En fin, hay ocasiones en las que imaginamos conocer el futuro; otras, en infundir una chispa vital a los seres queridos que han fallecido; unas más, en la existencia de una diosa que castiga la perversidad y la crueldad de los criminales y mandatarios aviesos que vemos todos los días en las noticias; fantaseamos con cualquier situación que satisfaga nuestra necesidad de justicia o, por qué no decirlo, del placer vacuo. Después, se pone el siga y continuamos nuestro camino en la singularidad de cada realidad, pero inmersos en una realidad colectiva a veces despiadada y a veces complaciente.

Debo apuntar que, este relato me sirve para justificar y no sentirme mal por andar de preguntón. Quizá la próxima vez a mi hijo le toque hablar de escritores ingleses relevantes; entonces, cavilaré sobre la historia del castillo de Windsor, los beefeaters o el Támesis, pero en automático, sin preguntar.

«Los libros no son en absoluto cosas muertas, contienen un potencial de vida que los hace tan activos como el alma de la cual provienen; preservan como en un tubo de ensayo, los extractos más puros del intelecto vivo que los engendró» John Milton.

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