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Elegir o aceptar. El proyecto de vida vs. vivir de la improvisación

Quisiera comenzar contando la experiencia de Gabriela, una joven recién graduada de bachiller, que llego a un nuevo país con muchas expectativas y un proyecto de vida lleno de sueños, grandes ideas, inspiraciones y pasiones. Inmediatamente se inscribió en la universidad, donde lamentablemente los programas de formación profesional no se adaptaban a sus intereses y todas esas características que tenía su proyecto de vida, sino que estaban muy enfocados en el saber y poco en el hacer. No era solo una desmotivación de ella, sumando los conflictos de transición propios de estas edades para llegar a la adultez.

Ante esta experiencia, los docentes en las instituciones educativas debemos revisar qué es y cómo se desarrolla un proyecto de vida. Podemos decir que es una herramienta que nos permitirá identificar y aprovechar los recursos que la vida nos va ofreciendo en el camino, y así llegar más fácilmente a nuestras metas. Si desarrollamos un proyecto apegado a la realidad, identificando bien nuestras fortalezas y debilidades, con temas como la vocación, los referentes, las actitudes, el sentido de vida, los objetivos (a corto, mediano y largo plazo); con una clara planificación, una buena dosis de motivación y otros aspectos sociales, los jóvenes lograrán tomar decisiones trascendentales de productividad y no solamente la búsqueda de un empleo con salarios bajos.

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Los datos muchas veces nos hacen reflexionar o asombrar sobre las situaciones cotidianas, tomaré unos datos del resumen ejecutivo del estudio de empleabilidad juvenil del Ministerio de Trabajo del Ecuador (2021) nos indica que «la situación laboral de los jóvenes ya era precaria antes de la pandemia, debido a que el 77 % de los jóvenes (328 millones de jóvenes) en el mundo tiene un empleo en el sector informal, por lo que son vulnerables frente a posibles pérdidas de ingresos o empleos por la crisis actual. De igual manera, los jóvenes ganan menos que los adultos en edad de trabajar, debido a que los jóvenes trabajan en actividades y sectores de baja remuneración…»

Se han expuesto situaciones de los jóvenes, soluciones que parecen obvias y datos estadísticos que nos llevan a pensar sobre la exposición de los jóvenes a lo que llamamos improvisación. No hay duda de que la sociedad actual presionada por la tecnología y últimamente por la inteligencia artificial, se constituyen en nuevos elementos que los jóvenes enfrentan ante la opción de incorporarse al mundo productivo.

Prefiero referirme a los términos mundo productivo y sociedad en desarrollo, espacios en los que todos los jóvenes van a insertarse. Los adultos repensando esos espacios, desde la formación profesional y la empleabilidad, con nuevas tendencias y escenarios; los jóvenes dando inicio a sus proyectos de vida, desde edades tempranas con metas claras, enfocadas en la pasión que les motiva; dándose la oportunidad de explorar en diferentes espacios, donde la convivencia y experiencia les permita imaginar, diseñar, construir futuros espacios de productividad afín a la carrera profesional por la que opten y a una inserción productiva acorde a sus intereses y aspiraciones.

La familia y la escuela tienen un rol importante. Desde la casa, se debe incluir actividades prácticas que les den autonomía. En la escuela, no solo formar en habilidades para la vida, sino relacionarlas a la práctica y desarrollo de competencias afines al «hacer».

Les dejo un mensaje a los jóvenes, citando el libro de Viktor Frankl «Toda persona tiene una vocación o misión específica en la vida. Toda persona debe llevar a cabo un destino concreto que exige su cumplimiento. Por ello es irreemplazable, y su vida, irrepetible.

De este modo, la tarea de cada persona es única, así como la oportunidad específica de realizarla».

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