Que no se calmen las aguas: ANCIEZ/EZLN (1992)

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Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano Zapata / Ejército Zapatista de Liberación Nacional PO

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NACIONAL

500 años de resistencia indígena (1992)


FIEBRE es un proyecto editorial que busca la difusión del trabajo creativo realizado en América Latina a partir de 1980, década en la que el surgimiento de una nueva oleada de gobiernos autoritarios y asesinos, forzó la reinvención de las formas y los medios tradicionales de protesta y organización social. Enfocando nuestra atención hacia la periferia del continente, buscamos aquellas experiencias que el sistema global del arte y sus intereses económicos no han considerado significativas, pero cuyo reconocimiento consideramos vital para resistir a la homogeneidad que propone la globalización de la producción artística, ante la cual, la riqueza y diversidad de nuestros diálogos es reducida a la de mero comentario del arte occidentalizado. Deseamos recopilar las historias de aquellos que sin necesariamente autodenominarse artistas, emplearon estrategias creativas para luchar contra la violencia y el miedo, y para las cuales el arte muchas veces fue solo una consecuencia, no un propósito.



Que no se calmen las aguas: ANCIEZ/EZLN, 500 años de resistencia indígena (1992) Edición Carla Lamoyi y Antonio Medina Corrección Carla Lamoyi y Andrea Bravo Echenique Coordinación y Diseño Antonio Medina

Cubierta de uno de los 110 tomos de la Biblioteca del niño mexicano, pubicados por Carlo y Alessandro Maucci entre 1899 y 1901, e ilustrados por el artista y grabador José Guadalupe Posada.

Página anterior: Página de la Causa Penal 18/1995 del Juzgado Primero de Distrito de Chiapas, iniciada por la Procuraduría General de la República (PGR) en contra del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Página siguiente: El desembarco de Colón (1846), pintura del artista John Vanderlyn, comisionada en 1836 por el Congreso de los Estados Unidos de América, para ser instalada en la Rotonda del Capitolio. Primera Edición, Julio del 2019 © FIEBRE Ediciones, 2019 fiebre.ediciones@gmail.com Las imágenes de la protesta del 12 de octubre de 1992, provienen del Archivo General e Histórico del Estado de Chiapas. En la medida de nuestros recursos, intentamos contactar a los autores y obtener los permisos de todas las demás imágenes incluidas; en los casos en lo que esto no fue posible, apelamos a un uso justo con fines educativos. FIEBRE es un proyecto editorial sin fines de lucro, conformado por los artistas Antonio Medina y Carla Lamoyi. Ninguna parte de esta edición es de uso reservado; y podrá ser duplicada, transmitida, fotocopiada, traducida o digitalizada —total o parcialmente—, sin la previa autorización de los editores, siempre y cuando este mismo principio sea respetado. Este libro se terminó de imprimir en los talleres de RR Impresos, ubicados en la calle Mar Mediterráneo #36, Colonia Tacuba, Miguel Hidalgo, Ciudad de México, el mes de agosto de 2019.



CONTENIDOS A _____ días del levantamiento armado del EZLN

08

Los ojos del Estado: Usos políticos de la fotografía en la marcha de Chiapas de 1992

29

Monumento a Mazariegos... ¿y al Indígena cuando?

40

Jamás olvidar a los vencidos

44

¿De qué nos van a perdonar?

Subcomandante Insurgente Marcos

60

500 años de resistencia indígena

65

Gaspar Morquecho Escamilla

Fermín Ledesma Domínguez

La voz del sureste Carla Lamoyi

Índice fotográfico

128

Línea del tiempo

129



Periódico Indio, órgano de comunicación del Consejo de Representantes Indígenas de los Altos de Chiapas (CRIACH), con fecha 06 del 26 al 31 de octubre de 1992.



A

días del

levantamiento armado del

Gaspar Morquecho Escamilla

EZLN

Serie de textos publicados originalmente con el título A 6,570 días del levantamiento armado del EZLN en la revista América Latina en Movimiento, como parte de una crónica de 34 entregas, publicadas entre el 12 de diciembre del 2011 y el 20 de agosto del 2012. I Es muy probable que en estos días —hace 18 años—, los jefes militares del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) estuvieran revisando el contenido de la Declaración de Guerra y la redacción de las Leyes Zapatistas. Deberían ser breves, concisas y claras para el pueblo mexicano. No debía faltar ni sobrar nada. Después los documentos se mandarían a la imprenta y se convertirían en el contenido del ejemplar número 1 de El Despertador Mexicano. La Declaración de la Selva Lacandona: Hoy decimos ¡Basta!, también fue impresa en hojas de papel tamaño doble carta. Los jefes zapatistas estarían dando los últimos toques a los planes militares para el despliegue y asalto de seis poblaciones y una ciudad: Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas, Chanal, Oxchuc, Huixtán y San Cristóbal de Las Casas; mientras los mandos medios cuidaban que la tropas rebeldes, sus armas, el parque y demás equipo de campaña estuviera en las mejores condiciones posibles, que las raciones para los días de guerra estuvieran lo mejor distribuidas, y verificando la capacidad de sus unidades para el traslado de la tropa a los frentes de guerra. Por su parte, las milicias aceitaban sus poderosas y temibles escuadras, revólveres, o rifles calibre 22 (de 1, 2 o 08


16 tiros). Otros, improvisaban armas, manufacturando lanzas con el metal de sus machetes, y otros, sus infalibles rifles de madera. Las fuerzas zapatistas estaban formadas por los ejércitos de las y los insurgentes, sus fuerzas especiales, el de la milicias, y miles de valientes bases de apoyo (hombres, mujeres de mayor edad, jóvenes, niñas y niños). A lo largo de diez años se habían adquirido en el mercado gringo, armas y fornituras utilizadas en la Segunda Guerra Mundial, Corea o Vietnam: algunos fusiles SKS, Steen, Thompson, Tommygun, M1, M2, M16, MP40, Schmeisser (muchos de ellos reconstruidos por hábiles armeros zapatistas), AR15, escopetas 12 y 16, y ¡¡¡chingos de 22!!! Contaban con una impresionante red de radios comunicación, casas de seguridad, posiciones de montaña. El ajuar rebelde y el equipo básico de campaña era el uniforme de las y los insurgentes: pantalón negro, camisola café, gorra, paliacate o pasamontañas, y botas de cuero o de hule. Las jóvenes insurgentes con sus bordados de flores en el pantalón y sus aretes, le daban el “toque femenino” al uniforme. La fornitura de color gris o verde con cartucheras y porta cantimplora, por lo general, era elaborada por ellas y ellos mismos. En algún lugar de su equipo guardaban el “techo”: una lona de plástico flexible y maleable, reforzada en sus orillas con un hilo trenzado de algodón que sobresalía en cada esquina y que servían para fijarlo cuando acampaban. No faltaba el machete, el foco (lampara de mano) y el cepillo de dientes; algunos contaban con reloj de pulso y por supuesto, un arma. ¡Ah! y para acicalarse, portaban un espejito circular con una montura de lámina. Sin embargo, lo más importante, era que llevaban una enorme cantidad de decisión y valentía. Todo, reunido con sus “propias fuerzas”, con sus propios recursos. Seguramente la subcomandanta Elisa llevaba en su corazón la satisfacción del “deber cumplido”. Habían pasado 8,775 días de la fundación de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), 7,235 días del ataque a la Casa Grande de Nepantla y al Chilar —primer campamento guerrillero de las FLN en Chiapas—, y 3,650 días de la fundación del Segundo Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata en el campamento La Garrapata, en la Selva Lacandona. Existen tres fechas conmemorativas para el EZLN. De ellas, es importante destacar la del 14 de febrero: Día de los Mártires de Nepantla. En esa 09


fecha se reiteraba el compromiso de lucha de los insurgentes: no podían traicionar a sus compañeras y compañeros que habían entregado su vida en la lucha por la liberación nacional. Mantener viva la memoria y honrar a los combatientes caídos se convirtió en la base para forjar la ideología de los insurgentes, y en la argamasa del proceso zapatista. Por otro lado, cada 8 de octubre, recordando al Che, los insurgentes celebraban el Día del Combatiente Internacionalista. Diez meses antes, el 23 de enero de 1993, las FLN habían resuelto iniciar la guerra y, al subcomandante insurgente Marcos, se le confió la tarea de organizar el levantamiento. En ese momento el EZLN ya se preparaba para sumar el 1 de enero a su calendario de fechas conmemorativas, aunque seguramente, el conocimiento de “el mero día” quedó bajo el resguardo de un pequeño núcleo. Entre marzo y mayo de 1993, dos acontecimientos tensaron la coyuntura previa al levantamiento: la muerte de dos militares, uno de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) y otro de Ejército Federal (EF), en las comunidades ubicadas al sur de San Cristóbal de Las Casas, y el primer choque del EZLN con el EF en las inmediaciones del campamento rebelde Las Calabazas en la sierra de Corralchén, Ocosingo, al parecer bajo el mando del sub Daniel. Marcos comentó, entre febrero y marzo de 1994, que en el primer caso, una “brigada volante” se “había aproximado demasiado a uno de sus campamentos” y que el descubrimiento del campamento rebelde en la sierra de Corralchén “pudo haber sido accidental o resultado de un chivatazo”. En ambos casos, dijo, se vio la posibilidad de “adelantar la fecha del levantamiento”. Poco después Daniel dejó las filas del EZLN. Probablemente desde que los federales abandonaran la zona, y de la valoración que hicieran los jefes militares zapatistas sobre su proceder en dicha confrontación armada. En los dos casos fueron detenidos algunos campesinos, y los de la población Laguna Carmen de Pataté fueron acusados por el Ejército Mexicano de “traición a la patria”. Hubo también diáconos y catequistas cuya defensa por el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, derivó en la confrontación de Samuel Ruiz García, obispo de San Cristóbal, con los jefes de la 7 Región y de la 31 Zona Militar. Estas eran las primeras pruebas de una insurrección para Samuel Ruiz y las plataformas 10


diocesanas, en la víspera del levantamiento armado. El choque de la columna zapatista y los federales en Corralchén, confirmó el rumor que desde 1990 decía que “en Chiapas existen tres ejércitos rebeldes: uno en Ocosingo, otro en Altamirano y otro en Las Margaritas”, y desmintió la afirmación “en Chiapas no hay guerrilla”, del entonces gobernador Patrocinio González Garrido. La copia del expediente ministerial de al menos 500 hojas, contaba con una sección de fotografías del campamento zapatista, de algunas armas, de documentación e insignias. En el año previo a la toma de San Cristóbal, los zapatistas se dedicaron a informar a algunas personas y grupos cuidadosamente escogidos, que “habían acordado la guerra” —algo que iba a distinguir al EZLN—, para reclutar colaboradores y comenzar el “acopio de recursos”. Unos recurrieron al bosque, la “última frontera” de la economía campesina; los grupos de salud se encargaron de conseguir “botiquines de guerra”, y no faltó quién llegara con un catálogo de rifles de asalto a decir: “necesitamos de éstas…”, en respuesta se oía: “¡uf!, ¿y de dónde cabrones las sacamos?”. El acopio para la “sobrevivencia”, además de armas y tiros, incluía maíz, frijol, tostadas y en algunas regiones, carne seca. 1993, también fue un año en el que era evidente el “reflujo” del movimiento campesindio en Chiapas. El Frente de Organizaciones Sociales de Chiapas (FOSCH) que había convocado a la mayoría de organizaciones campesindias en 1992, se había disuelto, y las agrupaciones en cada uno de sus nichos se movían en torno a la dinámica que imponía el calendario del Congreso Agrario Permanente (CAP), creado por el entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari. En ocasiones discutía con algunos compañeros indígenas, sin saber que se trataba de una base de apoyo zapatista, sobre un horizonte sin horizonte. Me decían: “pérate compañero… pérate, ya lo vas a ver”. “¡Qué voy a ver, ni qué voy a ver!, lo único que veo es la división y la confrontación entre ustedes y sus organizaciones”, les respondía molesto. El compa insistía: “ay lo vas a ver…pérate”. Más tarde salió el tema de la lucha armada, en el que yo argumentaba: “lo único que van a lograr es que revienten los procesos de lucha que se han venido forjando desde hace muchos años y que nos vengan a partir la madre”. El espejo que teníamos enfrente era la prolongada lucha revolucionaria en Centroamérica, en un franco proceso de pacificación, 11


fracasos y una estela de miles de muertos. Sin embargo, el EZLN había acordado iniciar la guerra en un contexto y coyuntura adversos: - El fin de la historia. Había caído el Muro de Berlín y se reventaba el Socialismo, y con él, el bloque socialista. - En la región centroamericana (Nicaragua, Guatemala y El Salvador), avanzaba el proceso de pacificación después de 30 años de guerra y de casi 500 mil víctimas mortales. - Se había declarado la inviabilidad de la lucha armada. Los principales argumentos político-militares y técnicos eran que los ejércitos habían dejado de ser nacionales para convertirse en ejércitos continentales, bajo la dirección del Pentágono y con una enorme capacidad de fuego. - La mayoría de los movimientos armados en América Latina habían sido derrotados sin que lograran tomar el poder. - La mayoría de las izquierdas se habían deslizado hacia la “democracia electoral”, y atascados en procesos políticos-electorales, habían sido incapaces de ganar alguna elección significativa. - Con el acuerdo de “iniciar la guerra”, las FLN perdieron al comandante Rodrigo, uno de sus mejores cuadros. En el congreso de las FLN en enero de 1993, había defendido que no había condiciones en el país para iniciar la lucha armada. Al perder fuerza sus argumentos en la dirección de las FLN, abandonó la reunión antes de que ésta concluyera. - El subcomandante Daniel había abandonado el levantamiento una vez que fue cuestionado y, se dice, que también fue degradado, por su proceder en el choque de Corralchén. - Una parte de la Asamblea Diocesana había dejado de apoyar la vía armada y el EZLN había perdido bases de apoyo. - La Inteligencia Militar tenía más información sobre el EZLN. Sin duda el comandante Rodrigo tenía razón… pero no toda. Sin duda el sub Marcos, apoyado por el sub Pedro y el sub Daniel, tenían razón… pero no toda. Quizás la diferencia estaba en que el sub Marcos previó la oportunidad en medio de la adversidad. Quizás la decisión de los pueblos y comunidades zapatistas era el mejor de sus soportes: las bases de apoyo vendían lo poco que tenían, sus escasos animales, un cerdo, una gallina, un toro, para comprar armas y tiros para los días de guerra que vendrían, 12


reservaron alimentos para la sobrevivencia. En los mercados escaseaban los paliacates, pasamontañas y pantalones verdes de los milicianos… II El sub Marcos había regresado de San Miguel. Era la noche del 31 de diciembre de 1993, a unas horas de la hora cero del Día D de los zapatistas. Desde su centro de radiocomunicación montado en una “casa de seguridad” en uno de los barrios pirrurris de San Cristóbal de Las Casas, se enteraba del estado de las cosas. A la espera de las 0:00 horas de los relojes zapatistas, es muy probable que el Sub revisara que sus armas estuvieran al ciento: una escopeta recortada calibre 12 y una Mini Uzi 9 mm. con un cargador de 32 tiros. La Mini había sido arreglada por los armeros zapatistas, contaba con un cañón más largo al que habían adaptado una empuñadura de madera, al parecer, sin culata y con una correa para portarla “al hombro”. Para la muy especial noche/madrugada/jornada que le esperaba al Sub, había preparado un atuendo adecuado para el invierno en tierra fría: botas de campaña, pantalón, camisola, chamarra abrigadora, poncho y pasamontañas en color negro (apenas asomaba el paliacate). El gran ojal de pasamontañas denunciaba, una de dos, que el Sub no quería perder la visual de 180 grados, o que quería lucir la nariz. En los pueblos y comunidades zapatistas habían concluido las jornadas de oración, las bases de apoyo se habían despedido de las tropas de insurgentes y milicianos. Estas se habían concentrado en los puntos de partida hacia la toma de las siete cabeceras municipales. Algunas bases de apoyo se insubordinaron y avanzaron junto con los insurgentes a la toma de los pueblos. Atrás habían quedado 10 años, 3,650 días, 87,600 horas de aquel día en el Chuncerro y del campamento La Garrapata, donde nació el EZLN. Había quedado atrás la rebelde celebración del V Centenario, de aquel 12 de octubre de 1992. Ese año, las agrupaciones campesindias habían fundado la FOSCH y, al menos, 15 mil hombres y mujeres indígenas marcharon por las calles de San Cristóbal de Las Casas. En la coyuntura, el EZLN había “abierto” parte de sus fuerzas en la Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano Zapata (ANCIEZ), que al parecer, también fue un dispositivo táctico para la “acumulación de fuerzas”. 13


Los campesindios se citaron en el Monumento a fray Bartolomé de Las Casas, allá por el Teatro de la Ciudad. Las agrupaciones indígenas formaron una columna que se desplazó por la Diagonal Centenario, y luego por la calle Diego de Mazariegos hasta llegar a la Plaza 31 de Marzo. Se dirigieron hacia el mercado Castillo Tielemans y regresaron por la avenida Lázaro Cárdenas. El contingente de la ANCIEZ, que marchaba con una formación de “cinco en fondo”, se detuvo frente al Ex Convento de Santo Domingo. Allí, una brigada —con atuendo zinacanteco—, se desprendió del contingente y derribó a golpe de marro la estatua de Mazariegos, el conquistador y fundador de la Ciudad Real. La estatua quedó exhibida en varios pedazos en la Plaza Central mientras se realizaba el mitin. “Ese día yo los filmé a todos”, confió Marcos en 1994. Efectivamente, el Sub vestido de civil y con una gorra amarilla de beisbolista, filmaba el evento. Al concluir el acto indígena, de la masa reunida frente al Palacio Municipal se desprendió la columna de la ANCIEZ para abordar sus unidades de transporte y retornar a sus pueblos; es muy probable que la movilización de las fuerzas zapatistas el 12 de octubre de 1992 haya sido un ensayo para el desplazamiento de sus tropas en 1994. El derribo de Diego de Mazariegos provocó la enorme indignación de los coletos, que encabezados por el presidente municipal Mario Lescieur Talavera, fundaron el Comité Cívico San Cristobalense, que se sumó a los comités de los ganaderos de Palenque y Ocosingo. Agrupaciones que jugaron el papel de contrainsurgencia —civil y armada—, antes y después del levantamiento. Hace unos años, un ex presidente municipal me contó que para el 450 aniversario de la fundación de Ciudad Real, las autoridades municipales y el Patronato Fray Bartolomé de Las Casas, buscaron alguna representación gráfica del conquistador Diego de Mazariegos con el objeto de mandar hacer su estatua en bronce. Nunca la encontraron. Así que decidieron utilizar la imagen de saber quien, de un desconocido, para hacer la pieza. Lo que importaba a esos coletos era una representación simbólica de sus ancestros, de su estirpe. Un conquistador español, fundador de la Ciudad Real. Barbado, con armadura y espada en mano. La estatua derribada por los indios nunca fue repuesta y los pedazos se dispersaron en algunas 14


colonias y comunidades indígenas. La base permaneció como mudo testimonio del homenaje y del agravio. Atrás había quedado también el relevo que Carlos Salinas ordenó en la Secretaría de Gobernación. El capitán Fernando Gutiérrez Barrios fue retirado del cargo en 1993, y en su lugar quedó Patrocinio González Garrido, ex gobernador de Chiapas. Gutiérrez Barrios inició su carrera política en el Ejército Mexicano, en el que trabajó en la Dirección Federal de Seguridad (DFS), organismo encargado de la seguridad nacional y de los servicios de inteligencia en México. Fue su titular de 1964 a 1970 durante el gobierno asesino de Gustavo Díaz Ordaz. La DFS manejaba la policía secreta, y era acusada de ser el aparato represivo contra las organizaciones y los movimientos políticos y armados de izquierda que surgieron durante las décadas de los sesenta y setenta. Después fue subsecretario de Gobernación hasta que Carlos Salinas lo nombró secretario de la misma. El 4 de enero de 1993, fue sustituido por el gobernador de Chiapas, pues Salinas quería cerca a Patrocino Garrido por su información del movimiento armado en Chiapas. A mediados de 1993, en la ciudad de Las Casas, la tensión social se había agudizado por importantes motivos: la muerte de los dos militares al sur de ese municipio; la confrontación de la Diócesis de San Cristóbal de Las Casas y el Ejército Federal; el choque en Corralchén y el enfrentamiento entre bases de la ANCIEZ y priístas en el ejido Morelia en el municipio de Altamirano. La población hablaba abiertamente del posible levantamiento de los indios. Un coleto radical afirmaría entonces: “puede ser. Lo cierto es que históricamente (a los indios) los han aniquilado”. Se le ponía fecha a la rebelión: “es pal´ 6 de agosto”, “es pal´ 12 de octubre”, “es pal´ 17 de noviembre”. Después nos enteramos que la del 6 y la del 17 eran fechas conmemorativas del EZLN. El 1ro de enero de 1994, Marcos comentó: “no eran malas fechas”. Nadie atinaba que —desde una perspectiva militar—, la fecha adecuada para movilizarse era el último día del año, y tomar los pueblos a las primeras horas del primer día del año nuevo, pues a esas horas, todas las fuerzas armadas estaban prácticamente desmovilizadas. Me parece que lo del Tratado de Libre Comercio (TLC) sólo le dio un casual plus al acontecimiento. 15


Sin duda que en diciembre de 1993, estaba decidido ocupar las cabeceras municipales de las poblaciones de Ocosingo, Altamirano, Las Margaritas, Chanal, Oxchuc, Huixtán y la emblemática ciudad de San Cristóbal de Las Casas: centros racistas de poder político y económico priísta mestizo e indígena. En Ocosingo, Altamirano y Las Margaritas, los grupos de poder estaban integrados por las asociaciones de ganaderos y comerciantes. En Oxchuc, Chanal y Huixtán, los indios priístas usufructuaban el poder político municipal, y los mestizos la usura y el comercio. La ciudad de Las Casas concentraba y arraigaba la brutal práctica del racismo regional, paradójicamente, más visible y descarnada entre los coletos pobres. Sede de los poderes económicos y políticos de la sociedad ladina conservadora con gobiernos priístas, que centralizaba los servicios públicos (instituciones de los gobiernos federal y estatal, centros educativos, de salud, de investigación) y religiosos (la Diócesis de San Cristóbal y de las iglesias cristianas no católicas). La ciudad coleta crecía, también, como destino turístico. Sus características históricas, económicas, políticas, culturales, más las movilizaciones indígenas, eventos violentos y choques recientes entre la Diócesis con el Ejército Federal, la perfilaron como buena “caja de resonancia” para el levantamiento. Por su ubicación y entorno montañoso, la ciudad de San Cristóbal era idónea para una ocupación y retirada rápida y segura. Seguramente en los planes del sub Marcos no estaba promover turísticamente la añosa Ciudad Real. Como nunca en su historia, ningún gobierno, oficina de turismo, iglesia, partido, persona o acontecimiento, proyectó a esa ciudad en el mundo como el levantamiento armado zapatista y la figura del sub Marcos en la plaza principal. En los primeros meses de 1994, un empresario de San Cristóbal diría con cinismo: “ahora no tengo de qué preocuparme. Si hay guerra, mis hoteles se llenan de periodistas, y si no hay guerra, se llenan de turistas...”. A finales del segundo cuatrimestre de 1993, había mucho ruido y actividad en Los Altos y la Región de las Cañadas, en donde el Ejército había cobrado mayor presencia con el pretexto del narcotráfico. En agosto de ese año, Luis Donaldo Colosio, secretario de Desarrollo Social, visitó la cabecera del municipio de Las Margaritas y anunció la inversión de 170 mil 16


millones de pesos para beneficiar a las regiones más pobres de Chiapas. Dos semanas más tarde, el 6 de septiembre regresó al lado de Carlos Salinas de Gortari e iniciaron, en Guadalupe Tepeyac, la Semana de Solidaridad. Ahí inauguraron una clínica hospital. Cientos de campesinos se concentraron en el acto, buena parte de ellos eran bases zapatistas. Marcos comentaría después: “Salinas no sabía a quiénes tenía enfrente”. En octubre, Patrocinio González Garrido, titular de la Secretaría de Gobernación, con la complicidad del nuncio apostólico Girolamo Prigione, pretendieron descabezar a la Diócesis de San Cristóbal. González Garrido estaba convencido de que Samuel Ruiz era responsable de la guerrilla en la selva. Miles de indígenas del Movimiento del Pueblo Creyente se manifestaron en defensa de su Tatic.1 Era evidente que el gobierno de Salinas había iniciado una ofensiva económica, política y militar con la intención de neutralizar a la guerrilla y evitar el levantamiento. Sin embargo, el 29 de diciembre de 1993, corrió con fuerza la noticia que campesinos de la Cañada de Patihuitz había secuestrado tres camiones del señor Solórzano, un ganadero de Ocosingo. Las unidades y los trabajadores del ganadero se encontraban retenidos en la comunidad de San Miguel. En la casa del periódico Tiempo, Alejandro Ruíz y yo, acordamos trasladarnos a San Miguel. Doña Conchita Villafuerte, editora del periódico, nos dio una carta de presentación, y sin más, nos montamos en el vochito de la Chiltak2 y jalamos rumbo a la “zona de conflicto”. En la parroquia de Ocosingo reinaba el nerviosismo y la discreción. No nos dieron ningún contacto en San Miguel y seguimos rumbo a la cañada. Al llegar, un campesino nos detuvo y con alarma nos dijo: “hay gente que está haciendo mucha pendejada”. Le dijimos que íbamos a entrar y de regreso íbamos a platicar con él. Antes de llegar al centro, un grupo de campesinos nos detuvo y rodearon el vochito. No nos dejaron bajar. Nos presentamos y preguntamos qué estaba pasando: “aquí no pasa nada”, dijeron. Su

1. Que significa “padre” en lengua tostsil [N. de la E.]

2. Chiltak, que significa “compañero” en lengua tostsil, fue una organización no gubernamental formada en los ochenta, con vínculos a la Diócesis de San Cristóbal y muchas de las organizaciones campesinas e indígenas del estado [N. de la E.]

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nerviosismo era evidente y su hermetismo mayúsculo. Nos despedimos y dimos la vuelta. No habíamos recorrido ni cien metros cuando, en una curva y sobre una pequeña loma, asomaron tres guerrilleros uniformados y armados. El lugar era propicio para que los pudiéramos ver. “¡En la madre! Ahí están. ¡Puta madre, ¿quiénes son esos cabrones?!”. Alejandro y yo nos hicimos mil preguntas y especulamos cuanto quisimos. A las orillas de San Miguel nos seguía esperando el campesino que nos quería dar información. No paramos. Con lo que habíamos visto era suficiente. “Algo va a pasar” repetía Alejandro. Según Marcos, los secuestros en San Miguel habían sido una “maniobra de atracción”. En Ocosingo, entrevistamos por vía telefónica a José Fernando López Ardínez, presidente municipal del lugar: “no pasa nada. Sabemos que hay movimiento de gente. Puede ser alguna procesión religiosa”, dijo. Oscurecía y antes de salir del poblado vimos una camioneta del Ejército Federal frente al palacio municipal. Había llegado el general Miguel Ángel Godínez, jefe de la 7 Región Militar; el general Gastón Menchaca Arias, jefe de la 31 Zona Militar, o ambos. Con más preguntas nos dijimos: “¡vámonos a San Cris! Y, para el camino… un pomo de ron añejo”. Alejandro, necio, insistía: “¡algo va a pasar!” Yo contestaba: “¡nada! ¿Qué chingaos va a pasar?” Antes de llegar a Cuxulhá nos cruzamos con tres o cuatro camiones de la policía de Seguridad Pública. En Huixtán pasé a saludar a unos viejos amigos tostsiles, estaban reunidos tomando café con hojuelas en espera del año nuevo. María me preguntó: “¿qué va haber guerra?” La consulta me sorprendió. Después de repasar: secuestros, guerrilleros, jefes militares, policía en camino y María preguntando, solo pude contestar: “parece que sí María… parece que sí va a haber guerra.” III Es muy probable que el 31 de diciembre de 1993, dos horas antes de la hora cero zapatista, el sub Marcos estuviera vestido con su negro atuendo militar de invierno, ciñéndose a la cintura su revólver Colt 44, cañón de 4” y de 5 tiros. Había cumplido, días más, días menos, 36 años con 5 meses de edad. A esas horas Alejandro Ruíz y yo le dábamos a doña Conchita 18


los pormenores de nuestro viaje a San Miguel en la cañada de Patihuitz. Lo único claro era que “algo podría pasar”. Como quiera, a pesar de las evidencias de la rebelión frente a nuestras narices y con unos tragos de ron “entre pecho y espalda”, me lance a La Bamba a seguir la fiesta de fin de año. Era un antro recién abierto que competía con La Galera y el Madre Tierra. Lugares de pachecos, borrachos, hipitecos de la primera y segunda generación, fotógrafos, poetas, aventureros y los infaltables izquierdosos. Al ritmo de salsa o reggae dábamos nuestros peores pasos, estimulados por el ron, el tequila, mojitos o por alguna hierba del demonio. A las 2:00 horas del 1 de enero de 1994, salí de La Bamba. Había sido una jornada de al menos 19 horas y había que descansar el cuerpo. Seguramente el vochito contaba con suficiente gasolina. Salí por la calle Benito Juárez rumbo al bulevar Juan Sabines, y enfilé rumbo a Comitán. A la altura de la gasolinera de los Aguilar, ubicada frente del mercado de los Altos, había una hilera de tabicones de concreto sobre el asfalto que impedía el paso: “pinches locos”, me dije. “Chíngue a su madre”, metí reversa y tomé el carril en sentido contrario para toparme con una hilera de tambos. “¡Oh que la chingada!” Que me meto a la gasolinera para darles la vuelta y… ¡Sorpresa! Unos veinte guerrilleros apuntando con sus armas me detuvieron con todo y el infalible vocho. “¡Puta madre, aquí están estos cabrones!”, dije. Bajé sin alejarme del vochito y les grité: “llevamos un año buscándolos y no se asomaban”. Me presente: “soy periodista de Tiempo”. Sin más, la persona al mando dio la orden: “denle la Declaración de Guerra al periodista”. Momentos después se acercó un miliciano con una declaración húmeda, pues había estado pegada con resistol en algún muro. Estaban frente a mi los guerrilleros y yo tenía en mis manos la evidencia escrita del levantamiento. Regresé a la casa de Tiempo. Ahí estaba doña Conchita, nerviosa, con teléfono en mano recibiendo los primeros reportes de los vecinos: “doña Conchita, por San Ramón entró mucha gente armada”, “gente armada asaltó la delegación de la Procuraduría de Justicia”. Por su parte, Conchita buscó información con el jefe de la 31 Zona Militar y la policía sin obtener mayor información, además, habló con todos los periodistas registrados 19


en su agenda para informarles lo que hasta esos momentos se sabía de la toma de San Cristóbal de Las Casas, por “gente armada”. “Conchita, aquí está la Declaración de Guerra”, le dije. Sin más, la tomó y pidió que a calor de plancha la secaran para cortarla en dos tantos y así faxearla a todo lo que daba su agenda. Hablé con Rosa Rojas del periódico La Jornada, que ya estaba lista para salir rumbo al aeropuerto de la Ciudad de México para trasladarse hacía Chiapas, pues Conchita ya había hecho contacto con ella. Serían entre las 3:00 y 4:00 de la madrugada. ¿Qué seguía? Ir a ver en vivo y en directo qué estaba pasando. “Conchita, me voy a ir a dar una vuelta para ver quiénes son estos cabrones”. De inmediato se apuntó su hijo Amado y un amigo suyo. A mentadas de madre, Conchita trató de impedir que los muchachos se subieran al vocho. “No los llevo si no le dicen a Conchita que van por su cuenta y riesgo”, les dije. Lo hicieron y nos alejamos escuchando los insultos de doña Conchita. Nos dirigimos a la delegación de la Procuraduría de Justicia y, efectivamente, los guerrilleros la habían asaltado. Habían roto cristales (uno de ellos resultó herido en un brazo en esa acción), quemado archivos, desarmado a los vigilantes y liberado a los presos que ahí estaban. Habían asaltado el cuartel de la Policía Municipal, el de la Federal de Caminos ubicado en el bulevar Juan Sabines, y el corralón. Seguimos rumbo al poniente y en el puente del río Amarillo nos detuvo otro retén guerrillero. Era evidente que habían tomado bajo su control todos los accesos a la ciudad de Las Casas. Entonces subimos por la calle Nueva Primavera, hasta el edificio sede de la Subsecretaría de Asuntos Indígenas, que desde el mes de agosto de 1993 había sido tomada por 500 indígenas expulsados de San Juan Chamula. Regresamos a la casa de Tiempo. Quedaba por ver qué estaba pasando en el centro de la ciudad. Al amanecer, Amado Avendaño —con sus inolvidables saco café y sombrerito— y yo, nos fuimos por la nota. Estacionamos el vochito en la esquina de Insurgentes y Francisco I. Madero (digamos, que fue en la esquina donde se juntan la Independencia y la Revolución Mexicana). Ahí, una insurgente resguardaba el lugar y obstaculizaba el paso con una escuálida e improvisada barricada montada con algunos de los muebles de oficina del Ayuntamiento. A pie, me dirigí hacia el edificio de la Presidencia Municipal. 20


Amado se quedó en la esquina gritándome: “¡no vayas! ¡Te van a matar!” No hice caso. La joven guerrillera no me impidió el paso. Usando un camuflaje de más borracho de lo que estaba, cruce la plaza. Guerrilleros armados sentados en una banca, sin hacer ni decir nada, también me dejaron pasar. El Palacio Municipal había sido asaltado, los papeles de los archivos yacían en el piso frente al edificio de dos niveles, construido entre 1881 y 1900 con mano de obra indígena. Más confiado, subí a la segunda planta y una treintena de guerrilleros estaban en el vestíbulo de las oficinas del autentiquísimo coleto y presidente municipal, Mario Lescieur Talavera. Sentados y sin pena alguna, comentaban las experiencias de la noche y madrugada reciente. Habían derribado una pequeña escultura de fray Bartolomé de Las Casas, saqueado los archivos y tirado los anaqueles del Archivo Histórico Municipal. Apenas y me volteaban a ver. Hombres y mujeres zapatistas, salvo las jefas y los jefes insurgentes, llevaban el rostro descubierto. Eran indígenas de Chamula, Larrainzar, El Bosque, Simojovel, Zinacantán, Chanal, Huixtán y San Cristóbal de Las Casas. Bajé y en los corredores del Palacio estaban montones de medicamentos y una que otra silla de ruedas, producto del saqueo de la farmacia Bios. Las pintas sobre los muros rezaban: “Viva el EZLN”, “Revolución o muerte”, y otra, haciendo sarcasmo de una declaración de Patrocinio González Garrido, decía: “No hay guerrilla”. Varios impresos de la Declaración de Guerra habían sido pegados a lo largo de la fachada del inmueble. Levantaba y revisaba algunos papeles de los archivos regados en la plaza, cuando un hombre con un atuendo negro de pies a cabeza, se acercó. Venía del carro de mando, una combi color claro, quizás beige, estacionada en la esquina de la calle Miguel Hidalgo bajo el resguardo de la mayor Ana María. Como dicen por acá, “lo quedé mirando”. Era alto, de tez blanca, manos largas y delgadas. Se veía fornido (después nos enteramos que era más por la ropa) y pálido. Debajo del pasamontañas de estambre (con todo y bolita) se notaba la barba larga. La prenda permitía ver sus ojos, digamos, amielados, y sobresalía su nariz. Me presenté: “Fulano de tal, del semanario Tiempo”. “Ah, de Chiltak, de Tiempo, Amado, Conchita”, contestó. Me dije: “puta, nos conoce a todos. ¿Quién es este cabrón?” Y empezó una charla de unas dos horas 21


que era interrumpida por Marcos para ir a la combi, a recibir información de la toma de otros poblados y seguramente de incidentes graves, como la muerte del sub Pedro en Las Margaritas. “Todo empezó hace diez años…” dijo, y le siguió la breve historia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Advirtió, “son miles los compañeros…”, “sus demandas son atendibles… tierra, techo, trabajo…”, reclamó. Se iba al carro de mando y al regresar comentaba: “ya tenemos otros poblados” y, para mi sorpresa, retomaba la plática ahí donde la había dejado. El tipo andaba al cien. Al preguntar por la ANCIEZ contestó teatralizando y modulando la voz: “resurgirá, como el Ave Fénix…”, previendo lo que podría seguir, afirmó, con solemne seriedad: “ya no habrá descanso”. Se había cumplido la profecía de don Amado Avendaño. Cada vez que publicaba un abuso contra los indios en Tiempo (su semanario pueblerino —fundado 36 años atrás— de 4 páginas, a veces de 6 y en rara ocasión de 8, e impreso en maquinaria de la época de Los Picapiedra), en la Columna de Ana Lisis, aseguraba: “un día de estos se van a levantar los indios”. Al fin, se animó Amado. Se acercó a la plaza y estuvimos, juntos, entrevistando a Marcos. De verdad que iba por la nota. Sacó su cuadernillo hechizo, con tiras de papel para las pruebas del linotipo engrapadas, y empezó a escribir sus notas. El insurgente se veía contento. Satisfecho con su “poema colectivo”, la toma de San Cristóbal. Confiado, nunca tuvo en sus manos ni la escopeta ni la Uzi. A veces un escolta lo acompañaba. Cualquier malamadre pudo acercarse y meterle un tiro. Poco a poco nos vimos rodeados por más gente que iba a enterarse de lo que estaba pasando, más confiada, con menos temor, mientras que parte de la coletada del Centro se refugiaba en las cisternas. Un indígena presbiteriano expulsado chamula de la Organización Indígena de los Altos de Chiapas (ORIACH), se acercó para decirme: “se llegó el día”. Manuel Cuello, alarmado, me decía: “se vinieron a meter a la boca del lobo”. Pablo González Casanova Jr., encolerizado, señalando hacia unos niños acompañados por un anciano con bordón, encaraba y le reclamaba a Marcos: “¿por qué los usas como carne de cañón?, ¿qué, estás esperando a que llegue el ejército y los mate?” El Sub, encabronado, le respondió primero: “no, 22


te estábamos esperando a ti. Mejor ve a preguntarle a ellos porque están aquí”. Después yo pregunté: “¿van a negociar?”. “Sí”, fue su respuesta. “¡¿Ah chinga?!” No le creí. “¿Y cómo?”. Marcos percibió que dudaba de sus palabras, más encabronado y tomando su escopeta, contestó: “con las armas en la mano”. El comentario anterior del chamula presbiteriano, indicaba que estaban a la espera del levantamiento, o había sido una revelación de la lectura de la Palabra de Dios en la Biblia. Los comentarios de los tres mestizos obedecían al conocimiento de la brutalidad de las fuerzas armadas en la historia de Chiapas y Centroamérica, a una visión paternalista y al desacuerdo con la lucha armada. Las respuestas de Marcos obedecían a sus convicciones, al derecho de rebelarse, a la firmeza expresada en su encabronamiento. En todas estas se puede encontrar una respuesta humana y digna. Más tarde, Justus Fenner, quien había colaborado en la recuperación del Archivo Histórico Municipal, me pidió que le solicitara al Jefe Insurgente, su resguardo. Marcos atendió la petición. Al medio día, en la plaza frente a Palacio había cientos de personas escuchando lo que decía el Sub. Alguien le llamó “comandante” y él respondió: “ojo, subcomandante insurgente Marcos”. Fue cuando nos enteramos del nombre y rango del guerrillero. En algún momento, a un zapatista se le fue un tiro y la gente salió en desbandada de la plaza. Antes del medio día había llegado Rosa Rojas y me comentó que en el retén zapatista a la altura de San José Bocomtenelté estaban varados varios periodistas. La periodista había caminado, al menos, ocho kilómetros. Le comenté a Marcos. “Ay lo veo”, dijo. Después, los periodistas nos informaron que habían llegado a la ciudad en las unidades rebeldes. Luego, el Sub me pidió que, “organizara una conferencia de prensa a las 12:00 horas”. A esa hora, y frente a corresponsales y enviados de los principales medios del país, un zapatista leía: “Declaración de la Selva Lacandona. Hoy decimos ¡Basta! Al pueblo de México. Hermanos mexicanos. Somos producto de 500 años de luchas…”. Después, los periodistas buscaban la entrevista con Marcos, que no dejaba de contestar a cuanta pregunta le hacían. Quíen además, se daba tiempo para responder a un turista inoportuno que, sin entender un 23


Militantes zapatistas descansando tras la carajo de lo que estaba pasando, quería lletoma de la ciudad de San Cristóbal de gar a Palenque: “disculpe usted las molestias, Las Casas, el 1 de enero de 1994. esto es una revolución”, le espetó el Sub. Foto: Antonio Turok. Después del mediodía, un avioncito Proceso, #1939, 29/12/2013. Pilatus de manufactura suiza, de los 88 Hemeroteca Nacional de México. adquiridos por México, sobrevolaba a las orillas de la ciudad. Seguramente con una misión de observación. Era la primera respuesta militar del Ejército Federal. Durante la jornada hice un break y fui por una chela para aliviar la desvelada/borrachera/cruda que me cargaba. La cenaduria Las Juchas había abierto sus puertas. Me hice de una lata de cerveza fría y bebiendo regresé a la plaza. Me topé con un miliciano que me apuntó con su arma. Seguí y luego me topé con el Sub. Él con la Uzi al hombro y yo con la chela en mano. Me vio y dijo: “acabamos de tomar la bodega de la Coca Cola… después vamos por la de la cerveza”. Sonreí y le contesté: “hazlo y verás como te quedas sin apoyo”. Luego me subí al vochito para ir a mirar mi casa. Los zapatistas habían movido el retén de la gasolinera al periférico oriente, a la altura de las instalaciones del Centro de Especies Menores de San Cristóbal. Un miliciano con su SKS al hombro estaba al mando de la posición táctica. Por más que insistí no me dejó pasar. Entraba la tarde. Con Rosa Rojas, fotógrafos y otros enviados de La Jornada, convertidos de un día para otro en corresponsales de guerra, nos fuimos a las oficinas de la Chiltak. Ahí improvisaron su “oficina de prensa”, y enviaron los primeros reportajes que recibió ese diario de la capirucha. Entrada la noche, desde un balcón del edificio municipal, Marcos se dirigió a la gente ahí reunida, les anunció que era el último contacto que tendrían con la población civil y les recomendó que se fueran a sus casas. Después de un poco más de veinte horas de ocupación en San Cristóbal, estaban preparando la retirada. En la esquina que hacen las calles Diego de Mazariegos y Miguel Hidalgo —el conquistador y el independentista—, Marcos dejó un mensaje de agradecimiento y de guerra: “gracias a todos por todo. Gracias coletos. Nos fuimos a Rancho Nuevo”…

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Mapa de la ruta seguida por la marcha del 12 de octubre de 1992 1- P laza 31

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Los

ojos del Estado: Usos políticos de la fotografía en la marcha de Chiapas en 1992 Fermín Ledesma Domínguez

Introducción Un conjunto de aproximadamente cien fotografías a color en formato 35 mm escondidas en unas improvisadas cajas de la fototeca del Archivo General e Histórico del Estado de Chiapas, ubicado en Tuxtla Gutiérrez, al Sur de México, fue descubierta de manera accidental en julio del 2010 tras permanecer oculta 18 años. Las imágenes muestran un minucioso registro de la emblemática marcha protagonizada por miles de hombres y mujeres indígenas tostsiles, choles y tseltales de los Altos y la Selva de Chiapas que protestaban contra los 500 años de colonización en América, llevada a cabo el 12 de octubre de 1992 en San Cristóbal de Las Casas. Desde la perspectiva de algunos autores, la marcha fue un ensayo para la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), cuya escena más emblemática fue el derribo de la estatua de bronce del conquistador Diego de Mazariegos. En su aparente inocencia, dichas imágenes podrían pasar desapercibidas en tiempos en los que la fotografía digital y el internet permiten el registro y la distribución masiva e inmediata de cualquier suceso. Hoy en día, las grandes corporaciones y el propio gobierno obtienen datos con mayor precisión en las redes socio-digitales a partir de las imágenes generadas por los mismos usuarios, sin necesidad de enviar agentes al campo. Pero en la década de 1990 esto era impensable sobre todo en lugares como Chiapas, ya que el acceso al equipo e insumos fotográficos 29


era limitado entre la mayor parte de la población por sus altos costos económicos, y por esta razón el registro ciudadano de movilizaciones sociales era poco frecuente. Entonces, ¿qué mirada se intuye a través a las fotografías encontradas de la movilización campesina?, ¿qué intencionalidad tuvo este registro?. En ese sentido, este breve artículo busca poner en evidencia la participación directa del Estado en la producción de material fotográfico que registra organizaciones campesinas, movimientos armados y líderes como parte de una estrategia de vigilancia mediante registros, almacenamiento de datos e información de primera mano, para identificar a los sujetos claves de las protestas sociales y sus demandas. La fotografía es usada aquí como los ojos del Estado, por lo tanto, no tiene un carácter neutral y objetivo.

El archivo y los hechos de 1992 Un día de julio del 2010, junto a un amigo, acudí a la fototeca del Archivo General e Histórico del Estado de Chiapas, ubicado en Tuxtla Gutiérrez, en busca de imágenes de haciendas coloniales y poblados de los siglos XVIII y XIX. Le solicitamos al encargado del lugar los materiales disponibles sobre los municipios de Villaflores y Pichucalco, y nos facilitaron alrededor de cincuenta carpetas con rótulos y clasificaciones manuscritas que en su mayoría contenían informes municipales de las obras públicas realizadas por los ayuntamientos. Carpeta por carpeta no encontramos nada interesante, salvo dos o tres imágenes de Villaflores que databan de cincuenta años atrás. De pronto, dimos con un paquete de más de cien fotografías a color, que seguramente alguien por equivocación, o con malicia, había colocado en esa carpeta mal clasificada para que su búsqueda resultara complicada o casi imposible para cualquier investigador impaciente. Al menos, eso supusimos. Las fotografías por supuesto no correspondían a eventos del municipio de Villaflores, sino a los hechos ocurridos el 12 de octubre de 1992, en San Cristóbal de Las Casas, cuando miles de indígenas en su mayoría tostsiles y tseltales tomaron la ciudad. Algunos autores como Carlos Tello Díaz argumentan que aquella marcha sería en realidad el ensayo para la aparición del EZLN en 1994. 30


Además del reclamo a las demandas incumplidas por el Estado, la marcha de ese día mostraba la inconformidad campesina con las reformas al artículo 27° de la Constitución Mexicana, que daba por concluido el reparto agrario entre los campesinos sin tierras e inauguraba la asociación mercantil de los ejidos con las empresas de capital privado.1 El evento más significativo de la marcha, y que más tarde la dotaría de una fuerte carga discursiva en términos de imagen, fue el derribo de la estatua de bronce erigida en honor al conquistador Diego de Mazariegos, símbolo de la colonización de Chiapas. El derribo de la estatua ubicada frente al Ex Convento de Santo Domingo, representó una transgresión a la identidad de los mestizos de San Cristóbal, quienes se asumían como los “auténticos coletos” 2, herederos de los primeros colonizadores españoles llegados a Chiapas en el siglo XVI. En el polémico libro La Rebelión de las Cañadas, del autor Carlos Tello Díaz, se describe la marcha del 12 de octubre, donde participaban organizaciones como la Alianza Nacional Campesina Emiliano Zapata (ANCIEZ): El 12 de octubre de 1992 fueron conmemorados los quinientos años del descubrimiento de América [...]La ANCIEZ sobresalía por su disciplina, por la cantidad de mujeres que llevaba. Algunos de sus miembros ostentaban arcos y flechas, y tenían los rostros pintados de colores. Parecían un ejército. Todos ellos, movilizados durante la noche, llegaron a la ciudad en la madrugada del 12, un lunes. La manifestación partió, muy ordenada, de la gasolinera de Huitepec, al lado de la estatua de fray Bartolomé. Entró por la Diagonal del Centenario, cruzó 1. A partir de enero de 1992, entró en vigor la reforma al artículo 27° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que derogó la obligación del Estado a dotar de tierras a los campesinos y formuló una nueva ley agraria, que entre otras cosas, desapareció instituciones como la Comisión Agraria Mixta para crear los Tribunales Agrarios y la Procuraduría Agraria, que dio paso al parcelamiento de las tierras colectivas campesinas. 2. La palabra coleto designa a los habitantes de San Cristóbal de Las Casas para diferenciarlos de la población indígena; al parecer la palabra refiere a la coleta que los conquistadores traían puesta como casaca.

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Retrato hablado del subcomandante por el Puente Blanco, siguió de frenMarcos, según la información reunida por te por Mazariegos, dio vuelta después la PGR tras la toma de San Cristóbal. en General Utrilla. Sus columnas Procuraduría General de la República, pasaron de largo la Plaza de Armas Boletín de Prensa No. 005/94, México para llegar al mercado, en donde torD.F., 5 de enero de 1994. cieron a la izquierda por Honduras y luego, de nuevo, por 20 de noviembre. Marcos, entre la gente, filmaba la manifestación[...] Había comandos de guerrilleros destacados en toda la ciudad, listos para responder en caso de represión. Los coordinaba, parece ser, el mayor Mario. Entre los indígenas que marchaban por las calles de la ciudad, la mayoría, sin dudas, era parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Muchos lo sabían. Al pasar frente a la iglesia de Santo Domingo, unos militantes de la ANCIEZ dejaron atrás el grueso de la manifestación, que siguió de frente por 20 de Noviembre. Entonces, con palos y marros, empezaron a demoler la estatua de bronce del conquistador Diego de Mazariegos. Un grupo de policías trató de contenerlos, pero no pudo: fue recibido por una lluvia de pedradas. La marcha culminó por fin en la Plaza de Armas, es decir, la Plaza 31 de Marzo, así llamada por ser esa la fecha de la fundación, en 1528, de la ciudad de San Cristóbal. Allí los campesinos desplegaron sus pancartas [...] Al caer la noche, la tensión era muy grande. Jorge Lescieur, el alcalde de la ciudad, llegó a culpar al obispo por la destrucción de la estatua de Mazariegos, anunció la creación del Frente Único de Defensa Ciudadana.3 Por lo detallado de las descripciones presentadas, la anterior narración parece haber sido tomada de las fotografías del Archivo General e Histórico del Estado de Chiapas. En julio de 1995, hubo acusaciones

3. Carlos Tello Díaz, La rebelión de las Cañadas, origen y ascenso del EZLN, (México: Random House Mondadori, 2013), 207.

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Fragmentos del documental Zapatistas: crónica de una rebelión (La Jornada/ Canal 6 de julio, México, 2004), mostrando el momento del derribo de la

contra Carlos Tello Díaz, porque muchos de los datos publicados parecían provenir de los servicios de espionaje del gobierno —sobre todo, algunas fotografías—; estatua de Diego de Mazariegos. que surgieron a partir de las revelaciones Video: Carlos Martinez. que hizo Salvador Morales Garibay, un antiguo militante del EZLN que decidió colaborar con las autoridades para facilitar datos del grupo armado.4

La

narrativa visual de las fotografías y la subjetividad

del fotógrafo

Las más de cien fotografías en formato 35 mm, impresas a color en tamaño postal, sin mayor clasificación que la escrita a mano, manifiestan de manera implícita distintas intencionalidades que se van intuyendo al ver la secuencia fotográfica en la que se documenta el desarrollo de la marcha. El objetivo era descubrir a los actores, sus intereses y los discursos de la movilización indígena y campesina, y estas son las evidencias más claras que muestran las fotografías. En ese sentido, la fotografía se impregna de la subjetividad de quien dispara el obturador y de quien ordena hacer las tomas, mientras se revelan relaciones conflictivas entre el suceso, los actores que miran a la cámara y el fotógrafo, en aquel 12 de octubre de 1992. Una primera intencionalidad se descubre en la cobertura de la marcha de principio al fin. El fotógrafo lleva una secuencia temporal de los hechos, es decir, está interesado en dar un seguimiento a la trayectoria de la marcha para revelarnos la fuerza y la magnitud de la movilización. Así, las tomas generales muestran a los miles de indígenas frente al palacio municipal y a los contingentes sobre las calles, que pasan frente a la cámara en largas filas. Una segunda intención fotográfica está en registrar con el mayor detalle posible a los líderes y a las organizaciones participantes, sin que 4. “La rebelión de las Cañadas, sacado de los archivos policiacos; hasta tiene el estilo: Rosario Ibarra” Revista Proceso, 24 de Julio 1995.

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el fotógrafo y su artefacto sean observados por la multitud. Esto es posible detectarlo una vez que el proceso de revelado de los negativos se ha realizado en el laboratorio, pues en las impresiones fotográficas están señalados con círculos y flechas trazadas a mano en tinta azul, algunos líderes del Consejo Regional Indígena de los Altos de Chiapas como Domingo López Ángel y las organizaciones Insurgencia Magisterial, el Frente Organizaciones Sociales de Chiapas (FOSCH), los estudiantes de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chiapas, la Colpumalli o la Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano Zapata (ANCIEZ), entre otras. Para que los líderes aparecieran señalados, desde luego, hubo un posterior proceso de análisis de las fotografías, hecho en conjunto por quien realizó la toma y quién ordenó registrar el suceso. En una de las fotografías aparece un camarógrafo, quien graba todo desde una camioneta roja de redilas estacionada frente al antiguo Palacio Municipal de San Cristóbal de Las Casas (hoy Museo de San Cristóbal de Las Casas). A decir de Carlos Tello Díaz, el camarógrafo que aparece en cuadro grabando la escena de la manifestación es el subcomandante Marcos, quien el 1 de enero de 1994 habría de aparecer como uno de los principales líderes del EZLN. Años más tarde, la hipótesis de Carlos Tello se descartaría.5 Una tercera intencionalidad consiste en detectar los discursos y demandas de las organizaciones que participaban en la marcha. Así, el fotógrafo se acerca a los actores para captar en primer plano, no el rostro, sino la consigna, es decir, las demandas y discursos de los campesinos. Es evidente que el fotógrafo dispara el obturador hacia las mantas, y se encuentra con una constante crítica a la colonización, al EstadoGobierno y a las reformas constitucionales emprendidas por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari: “Colón culo pelón”, “500 años de resistencia frente a la intervención imperialista”, “500 años maltratando indios”, “la ANCIEZ rechaza enérgicamente las reformas salinistas a los artículos 5. El hombre erróneamente identificado por Tello como el subcomandante, era en realidad Gerardo González Figueroa, integrante de la Chiltak A.C. [N. del E.]

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3°, 27° y 123° constitucionales”, y “Respeto a los derechos humanos”, rezan algunas de las mantas. Una característica central de las fotografías es la fuerza discursiva de los mensajes inscritos en las mantas y carteles, los cuales tienen la intención de reflejar el rechazo a los mensajes oficiales del gobierno de ese momento. En la década de 1990, el mensaje optimista que la mayoría de la población recibía a través de los medios de comunicación masiva, despertaba la promesa de un país a punto de entrar al círculo de las naciones ricas y poderosas del primer mundo, por lo tanto, la idea de una nación boyante estaba impregnada de un imaginario colectivo que contrastaba con la realidad de la inmensa mayoría de las familias mexicanas, en particular de las indígenas, sumidas en la pobreza. La posición del fotógrafo resulta reveladora dentro de la manifestación, en términos de la protección de su identidad, de la encomienda y de la intención de las tomas, ya que se desconoce el nombre del autor, de la dependencia encargada de ordenar el registro, y la fecha en que fueron enviadas al archivo. A la hora del desarrollo de la marcha y las acciones que se desenvuelven en ella, él busca una posición privilegiada, se inmiscuye, se involucra entre los manifestantes. En otras ocasiones, realiza tomas desde el edificio del ayuntamiento municipal. El fotógrafo dispara el obturador de la cámara, casi siempre desde un plano lejano de la escena, o por detrás de las personas, como tratándose de ocultar de los actores de la marcha. Muy rara vez, lo hace en un primer plano o close up. En otras escenas, dispara en pleno movimiento, con lo cual resulta imposible captar con plena nitidez a los líderes, sin importar la estética de la imagen. Es llamativa la toma fotográfica en la que dos indígenas de miradas penetrantes sostienen la cabeza de bronce de Mazariegos mientras el fotógrafo es interpelado con una señal fálica. Desde luego que, los indígenas sabían que el mensaje no era para el fotógrafo, sino para quien los observaría a la postre, es decir, los fotografiados configuran una relación conflictiva tanto con el fotógrafo, como con el destinatario.

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La apropiación de la fotografía Desde 1992 hasta nuestras fechas, hay

Escenas del documental Caminando hacia la autonomía (2015), producción realizada por TV Cherán, narrando la lucha de la población pur’épecha de

un viraje sobre la apropiación y el uso de Cherán K’eri, en el estado de Michoacán; la fotografía. Es evidente que en la décaquienes el 15 de abril del 2011, iniciada de 1990 los indígenas aún no tenían ron un levantamiento armado en contra acceso pleno a las cámaras fotográficas de los narcotraficantes y talamontes que y otras tecnologías para documentar sus controlaban el municipio, comenzando un propias historias. A casi 30 años de distanmovimiento social, en el que se expulcia, hoy es casi imposible pensar que los saron de la comunidad a la policía, propios movimientos sociales no documilitares, criminales y partidos políticos. menten sus procesos de lucha para crear una memoria gráfica; son ahora, jóvenes indígenas escolarizados quienes se han profesionalizado en el uso de la tecnología para auto-representarse y documentar los procesos locales. El caso más emblemático es el de Mariano Estrada Aguilar, de la etnia chol, quien en 1992 documentó la Marcha de Xì nich en Palenque, Chiapas6, a partir del cual se inicia un periodo de apropiación del video por parte de los grupos étnicos de México, mismo que se potencia con la irrupción del EZLN en 1994. Actualmente, diversos grupos como Galerías Muy con sede en San Cristóbal promueven a los artistas emergentes indígenas en el área de fotografía y video. Por otro lado, tras permanecer ocultas en el archivo histórico por casi dos décadas, sin una clasificación pública accesible, se pone en manifiesto la necesidad de apertura pública de expedientes sobre las operaciones de contrainsurgencia en Chiapas, para develar la verdad sobre las sospechas que recaen en el Estado, así como las tramas, los actores, las características y las intencionalidades de los registros fotográficos en el México contemporáneo.

6. Para ampliar información puede verse el artículo: Fermín Ledesma, “Video indígena y comunicación política-cultural. El caso Chiapas”, Revista Mexicana de Comunicación, num.

140, (Enero/Junio, 2017), http://mexicanadecomunicacion.com.mx/rmc/2017/06/22/ video-indigena-y-comunicacion-politica-cultural/.

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Monumento a Mazariegos... ¿Y al Indígena cuando? Columna Chiapas y su Verdad Política, La Voz del Sureste, 1/03/1978.

Hemeroteca Nacional de México.

Instituto de investigaciones bibliográficas. Universidad Autonoma de México. Con solemnidad al pueblo sancristobalense conmemoró los 450 años de aquel día en el que el conquistador Diego de Mazariegos fundara la Villa o Ciudad Real, uno de los primeros municipios de América. Según consigna la historia, en esa época eran 60 las familias españolas que fundaron la villa. Lo que manifiesta que la población la conformaban en su mayoría indígenas que fueron sometidos por las huestes españolas al mando del legendario Diego de Mazariegos. Al unísono, se efectuaba también en la otrora ciudad Real, una mesa redonda del Seminario de la Cultura Mexicana, para analizar los problemas socio-culturales de Chiapas en la que participaron investigadores, antropólogos, historiadores, etc., quienes coincidieron en señalar que la política indigenista es más demagógica, que un propósito verdadero por atender las necesidades de los grupos étnicos, lo que al conjugarlo con las festividades conmemorativas, presenta Monumento a Mazariegos, el día de su una clara incongruencia manifestada al develación al costado del Ex Convento paso de 450 años. de Santo Domingo. La Voz del Sureste, 1/03/1978. 41 Hemeroteca Nacional de México.


Los primeros pobladores del valle de Gueizacatlán1 fueron nuestros antepasados indígenas, en donde muchos, quizás millares, prefirieron perder la vida, antes de verse sometidos por los conquistadores, pero a la postre sucumbieron ante las acechanzas de los españoles. Muchos fueron sus sufrimientos y penalidades, hasta que llegó fray Bartolomé de Las Casas, quien se convirtió en padre y defensor del indígena. Tildado de loco por sus coterráneos, siguió adelante con su visión humanística y redentora, tratando que los conquistadores moderaran sus crueldades y trataran a nuestros indios como seres humanos. Ellos, los conquistadores, como si pudieran justificarse sus inhumanos procederes, aducían que el indígena no tenía alma, carecía de espíritu y que podía recibir trato de bestia por que era igual a ella. Hoy nuestros indígenas siguen padeciendo acechanzas e infamias ya que somos los ladinos quienes seguimos empeñados en buscar su aniquilamiento. Lo anterior fue nuestra reflexión al ver desde la plazoleta de Santo Domingo, donde precisamente los pobres indígenas concurren a implorar al Dios supremo algo de consuelo para sus lacerados corazones, conformada con material valioso, del conquistador Diego de Mazariegos, como un signo elocuente para el indígena de quien fue y seguirá siendo su conquistador. Con esto no queremos ni pretendemos decir que la conjugación del mestizaje haya sido mala para nuestro pueblo, quizás si no hubieran sido ellos los conquistadores, habrían sido los ingleses o que se yo, y nuestro devenir según señala la historia, habría sido catastrófico. Pero es menester que penetre en nuestro sentir de que hubiera sido justo, congruente con nuestra realidad histórica haber erigido un monumento al indígena poblador de Gueizcatalán (sic.) por ser la esencia y raíz de nuestra raza indígena, que ha padecido estoicamente 450 años después de la conquista. El pueblo sancristobalense ante la decisión de erigir el monumento se mostró apático, tal vez sorprendido y fueron algunas voces las que

5. Nombre original del territorio donde fue fundada la Villa Real de Chiapa. [N. del E.]

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dejaron oir su inconformidad ante hecho tan inusitado, ya consumado de inmortalizar en bronce al conquistador. Esto nos recordó la estatua que se erige en el centro de Lima, Perú, para también inmortalizar a uno de sus más crueles conquistadores: Francisco Pizarro, que después de conquistar las tierras peruanas y sojuzgar a los pobladores, y al emperador inca y robarse sus tesoros, lo asesinó. Esta estatua ha sido motivo de acres comentarios de los que visitan la ciudad limeña, y es de esperarse que iguales expresiones escuchemos de los que visiten la colonial San Cristóbal. Ante el hecho ya consumado solo nos resta pedir, y siento que será clamor popular en todo Chiapas, que se erija frente al monumento a Mazariegos el que también inmortalice a nuestro antepasado indígena como raíces, las dos, de nuestra nacionalidad.

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Jamás

olvidar a

los vencidos Carla Lamoyi

Pocas cosas me fascinan tanto como los monumentos: su tamaño, materiales, motivos, su repetición por la ciudad (esculturas que se reproducen varias veces de un mismo molde y se reparten por diferentes lugares), las sinuosas formas que puede tomar un pedestal, la deformidad y desproporción de algunas estatuas, y las plazas y jardines que rodean su perímetro. Pero lo que más me atrae de ellos son las cosas que les suceden: su exposición a los conflictos sociales y cómo se pueden convertir en síntomas del contexto o receptores de denuncias. Cómo sustentan una victoria, volviéndose objetos con los que se perpetúa la violencia. Su poder para validar o invalidar historias o ideologías en determinado territorio y la manera en que dan forma y materializan un recuerdo doloroso. Y me sorprende cómo, en algunos casos, su permanencia hace que empiecen a pasar desapercibidos y queden en el olvido. Muchas veces no llego a conocer físicamente el monumento, sólo su imagen, y esa imagen se me queda dando vueltas en la cabeza, como un pendiente por resolver a las tres de la mañana. Esto me sucedió hace unos años, cuando me encontré con una fotografía de Antonio Turok en la que se ve a un hombre indígena tirando con un mazo la estatua de un conquistador español. No era la fotografía de una estatua en pie, sino el instante en el que ésta se transformaba en otra cosa. He olvidado el momento exacto en el que me la encontré por primera vez; sin embargo la veía circular, y la reconocía, siempre utilizada para ejemplificar la resistencia. Sin conocer el año, a los autores, ni el porqué de tal acción, podía intuir su significado, pero algo se me escapaba. Entre otras cosas, lo que 44


me atrapó fue la manera en que la imagen visibiliza la pasividad y falta de opinión que tenemos los ciudadanos sobre la construcción de los monumentos: atendemos a su presencia como espectadores en el gran museo que es la ciudad, como si no nos afectara ver esos objetos en nuestro recorrido diario. El encuentro con la fotografía — registro del momento en el que algunos decidieron dejar la pasividad del observador— me llevó a reflexionar sobre las implicaciones del derribamiento de este monumento (y otros), y qué es lo que se destruye con él... ¿qué dice la imagen sobre ese contexto?, ¿qué historia paralela narra?, ¿qué motivó a los indígenas a destruir la estatua en ese preciso momento? ***** Desde el inicio de los procesos de conquista en el siglo XVI en México y América Latina, frailes, juristas y teólogos comenzaron a debatir sobre la humanidad del indígena y su condición como esclavo natural hasta el punto en que, en algunos casos, se le llegó a relegar a la categoría de bestia. Por otro lado, para efectuar el desmantelamiento de sus estructuras de poder, prácticas y saberes, se destruyeron templos e imágenes de deidades prehispánicas y en su lugar se edificaron conventos, iglesias y santos católicos; comenzó el proceso de castellanización de la región; se concentró a las poblaciones indígenas en lugares designados para manejarlas con más facilidad, y se estableció una administración colonial que en muchos casos exigía impuestos y tributos a la población para el control de las riquezas. 45


La destrucción de la estatua que se ve en la fotografía de Turok se remonta a ese momento, cuando los mecanismos de dominación resultaron en una memoria histórica fracturada y en la suplantación de la antigua identidad indígena con una artificiosa construcción criolla y mestiza. Una imposición romantizada que hasta la fecha se utiliza para fomentar el olvido colectivo y que a su vez elimina lo que no es útil para sus propósitos y priva a los vencidos de la posibilidad de articular su propia historia.1 ***** La provincia colonial de Chiapa (hoy estado de Chiapas) fue establecida por Diego de Mazariegos el 31 de marzo de 1528, en una zona habitada sobre todo por diversos grupos zoques y mayas, que más adelante en 1535, con la reorganización de las encomiendas existentes y las jurisdicciones coloniales, sería elevada del rango de villa al de ciudad, y tomaría el nombre de Ciudad Real de San Cristóbal de Las Casas.2 Menos de un siglo después, los mismos españoles comenzaron a glorificar el proceso de conquista, la fundación de San Cristóbal y al personaje de Mazariegos, haciendo ver al conquistador como un noble prudente, compasivo, justo y benévolo con los indígenas, que procuró realizar una conquista pacífica y llevar un gobierno tranquilo: “[…]el mito se remonta a 1619, año en el que el fraile dominico Antonio de Remesal, publicó su Historia General, la cual se mantuvo durante siglos como fuente indiscutida para reconstruir los indicios de la época colonial de Chiapas”.3

1. Maria Lugones, “Subjetividad esclava, colonialidad de género, marginalidad y opresiones múltiples” en Pensando los feminismos en Bolivia, Serie Foros 2 (La Paz, Bolivia: Conexión

Fondo de Emancipación), pp.129-140, http://www.conexion.org.bo/uploads/Pensando_ los_Feminismos_en_Bolivia.pdf 2. Gudrun Lenkersdorf, “La resistencia a la Conquista Española en los Altos de Chiapas” en Chiapas: los rumbos de otra historia, eds. Juan Pedro Viqueira y Mario Humberto Ruz (México: Centro de Investigaciones Filológicas / Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social), pp. 71-85.

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Con el paso del tiempo, esta versión —que anulaba la memoria de los indígenas de los pueblos originarios, quienes lo que recordaban era el despojo de sus tierras, maltratos y explotación— fue reproducida por cronistas, e historiadores sin el filtro de una visión crítica, hasta transformarse en la memoria histórica oficial, enaltecida por los habitantes criollos de San Cristóbal que se identificaban como descendientes directos del conquistador español.4 Tras la consumación del proceso de independencia en el siglo XIX, se hizo necesario definir la identidad e ideología del nuevo sujeto nacional.5 En este contexto el monumento en México se utilizó para simbolizar en el espacio público los valores de esa libertad recién recuperada y crear el nuevo imaginario de nación, inaugurando un proceso de reescritura de la historia, en el que los protagonistas del pasado antiguo y reciente se convertían en los grandes héroes que lucharon por conquistar la independencia.6 Durante el gobierno de Porfirio Díaz (1876-1911), la construcción de monumentos nacionalistas en espacios privilegiados de la ciudad, además de materializar y hacer visible la existencia de una victoria física e ideológica, también funcionó como recordatorio de la derrota y la validación de una memoria sobre la otra. Se hizo uso de distintos

3. Fabiola Ramirez Gutierrez, “Colonialismo Monumental: Memoria, conmemoraciones y resistencias en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1974- 1994” (Tesis de Maestría en Artes, School of Liberal Arts of Tulane University, 2018), p. 25, https://digitallibrary.tulane.edu/ islandora/object/tulane%3A79146 datastream/PDF/view?fbclid=IwAR1e2gMFPXye59HvK0ZzYrkA4us_PNv4KnMRfTN6bZUIlmVASh8KHTbxgBU. 4. Ibid., p. 26.

5. En 1822, tras la consumación de la guerra de independencia, se construyó en Celaya, Guanajuato el primer monumento que conmemoraba este hecho histórico. Veinte años después, se comenzó a perseguir la idea de un monumento a la independencia en la capital de la República. Véase Carlos Martínez Assad, La patria en el Paseo de la Reforma (México: Fondo de Cultura Económica / Universidad Autónoma de México, 2005), p. 22.

6. Tomás Pérez Viejo, “Los centenarios de Hispanoamérica: la historia como representación” en Historia Mexicana, vol. LX, núm. 1 (julio-septiembre, 2010), pp. 7-29, http://www. redalyc.org/pdf/600/60021048001.pdf.

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Personajes indígenas en la llamada Época de Oro del cine mexicano, un periodo caracterizado por sus representaciones caricaturezcas e infantilizadas de sujetos

elementos arquitectónicos y escultóricos como la columna, el arco y el obelisco para construir y establecer las identidades icónicas de los héroes nacionales, mismas que indígenas, siempre interpretados por en ocasiones tuvieron que ser inventadas actores y actrices ladinas. por la imaginación de escultores y artistas Pedro Infante en Tizoc: Amor Indio —como es el caso del padre de la patria, (1957), y Toshirō Mifune en Ánimas el cura Miguel Hidalgo—, debido a que Trujano (1961), ambas con dirección de esos hombres habían muerto años atrás Ismael Rodríguez. sin dejar registro de sus apariencias físicas. Dolores del Río y Pedro Armendáriz en En este periodo también surgieron las María Candelaria (1943), con dirección primeras estatuas que homenajeaban a los de Emilio “El Indio” Fernández. héroes prehispánicos7, y en las arquitecturas conmemorativas se comenzaron a mezclar elementos clásicos del monumento europeo, con figuras de origen prehispánico como jaguares, serpientes, guerreros águila y deidades. Algunas veces incluso, aunque los personajes representados no fueran héroes aztecas, se les hizo pedestales con grecas, taludes o aspecto de pirámide. Sin embargo, la realidad indígena no figuraba de facto en la construcción de este imaginario. A excepción de las representaciones excesivas en las que los antiguos gobernantes indígenas eran personificados como superhéroes con cuerpos grandes y musculosos, al estilo grecorromano, la presencia cotidiana de los indígenas era borrada del espacio público. El hombre indígena hacía parte de un pasado glorioso del que había que rescatar sus logros, mientras que en el presente sus identidades eran caricaturizadas para el consumo racista de una nación con aspiraciones a ser blanca y moderna. Se creó una ficción que servía para negar el presente y la vida de las poblaciones que continuaban resistiendo: “En el caso del

7. Por ejemplo los monumentos a los tlatoanis mexicas Itzcóatl y Ahuízotl (1899), mejor conocidos como los Indios Verdes, que en un inicio se encontraban sobre Reforma donde actualmente está ubicado el Caballito de Sebastián y que acabaron exiliados a las afueras de la ciudad debido a que su estética no complació a los vecinos de la zona. Otro caso es el del Monumento a Cuauhtémoc que se volvió emblema de la empresa Cervecería Moctezuma.

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Ilustración del caricaturista y grabador discurso sobre el indio vivo, los valores se José Guadalupe Posada, publicada en El invierten: la gloria del indio histórico no Diablito Rojo, el 24 de octubre de 1910. era compatible con la realidad cotidiana Haciendo referencia a la escultura griega del campesino y del guerrero indio, rebelde Laocoonte y sus hijos, se burla del des al gobierno liberal de Porfirio Díaz”.8 imaginario nacionalista fomentado por el Este proceso de construcción del gobierno de Porfirio Díaz, proponiendo pasado prehispánico, recurrente en la la construcción de un monumento más formación de las distintas naciones en acorde a la opresiva realidad de la Latinoamérica, continuó en México aún población mexicana. despues de la Revolución (1910-1917) con el gobierno populista y anti católico de Lázaro Cárdenas. En ese periodo se rescataron y resignificaron “algunas costumbres populares coloniales, católicas y/ o romanas paganas […] otorgándoles un sentido prehispánico y nacional”.9 Como explica la historiadora Elsa Malvido: “A lo mexicano se le identificó con el grupo prehispánico más desarrollado a la llegada de los conquistadores, los mexicas, y a ellos se les atribuyeron ceremonias que ignoraron los 300 años de colonización española, un siglo de independencia y diez años más de revolución”.10 En la década de los sesenta en Chiapas, las poblaciones originarias seguían siendo sometidas a través de leyes racistas que prolongaban su marginalización y humillación al prohibirles, por ejemplo, circular libremente por la ciudad a cualquier hora. Gracias a la creencia de una supuesta superioridad sustentada en la raza, los habitantes mestizos trataban como animales a los indígenas, haciéndolos sentir ignorantes y relegándolos a trabajos de servidumbre y explotación.11 8. María Estela Egiarte Sakar, “Consideraciones para el análisis de la presencia prehispánica en la cultura del porfiriato” en Cuadernos de arquitectura mesoamericana, Num. 9 (Enero 1987): p. 11, https://drive.google.com/file/d/1Op1kgHa9nLa2BgX85EfkO-gNBEKhlQwD/view.

9. Elsa Malvido, “La festividad de Todos los Santos, Fieles Difuntos y su altar de Muertos en México, Patrimonio intangible de la humanidad” en Patrimonio Cultural y Turismo, Cuadernos 16 La festividad indígena dedicada a los muertos en México (s.f.): p. 43, https://patrimonioculturalyturismo.cultura.gob.mx/publi/Cuadernos_19_num/cuaderno16.pdf. 10. ibid.

11. Jesús Ramírez Cuevas, “Historias del racismo a la mexicana. Monumento al racismo” en

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En el transcurso del sexenio de José López Portillo (1976 -1982), época en la que se dice, México entró en una etapa de modernización, y en la que, por otro lado, se produjo una intensa migración indígena a San Cristóbal, se construyó en el patio del Ex Convento de Santo Domingo la estatua del conquistador Diego de Mazariegos; esto, por encargo del Patronato Fray Bartolomé de Las Casas y aprobado por un comité del Ayuntamiento Municipal de Chiapas. En ausencia de cualquier retrato, la pieza fue imaginada y moldeada por el escultor regiomontano Joaquín Arias a partir del semblante de un hombre blanco genérico —de la misma forma que se hizo en los siglos anteriores con algunos de los héroes nacionales—, y se inauguró el 13 de marzo de 1978 durante el 450 aniversario de la fundación de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas.12 El proyecto monumental que incluía la estatua cívica y un sinnúmero de festejos alusivos a la conmemoración, se financió por medio de apoyos

La Jornada, 19 de noviembre de 2005, http://www.jornada.unam.mx/2005/11/19/masracismo.html.

12. Véase A ____ días del levantamiento armado del EZLN de Gaspar Morquecho, publicado en la p. 14 de esta edición.

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Ceremonia de inauguración del monugubernamentales entregados por el ex premento a Diego de Mazariegos, el 31 sidente López Portillo y el ayuntamiento de marzo de 1978, con la presencia del municipal, así como por donaciones de entonces presidente José López Portillo; instituciones locales y de particulares.13 el gobernador de Chiapas, Salomón Con su construcción, se reafirmaba y González Blanco; y los alcaldes de materializaba en el espacio público esa Veracruz y de San Cristóbal, destacando versión de la memoria histórica, escrita la invitación especial a José Ruiz Lorente, tiempo atrás. entonces alcalde de Ciudad Real, España, Desde su importación a América, el de donde era oriundo Mazariegos. monumento, de origen burgués14, ya fuera en forma de héroe mestizo, conquistador, emperador o guerrero prehispánico, funcionó para transformar personas y relatos en símbolos de los nuevos poderes y de las clases oligárquicas, para exaltar e idealizar el valor, la fuerza, el heroísmo y el sacrificio, como características que los definían a ellos mismos. Por 14 años, la estatua de Diego de Mazariegos prolongó y reafirmó el proceso de conquista, manteniendo presentes las ideas de sometimiento y fracaso en el imaginario de los indígenas y campesinos de Chiapas y al mismo tiempo, cumplió la función de preservar una sensación de orgullo y dominio en las clases acomodadas. El terror se inmortalizó en bronce, reforzando y soportando la historia oficial. El 12 de octubre de 1992, día en el que se cumplían 500 años de la llamada Conquista de América, el Frente de Organizaciones Campesinas y Sociales de Chiapas (FOSCH), organizó una movilización que incluía a la Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano 13. En su investigación de maestría, Fabiola Ramírez Gutiérrez, profundiza y describe en detalle el contexto y el proceso en el que se construyó la estatua de Diego de Mazariegos. Véase Fabiola Ramírez Gutiérrez, “Colonialismo Monumental: Memoria, conmemoraciones y resistencias en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, 1974- 1994” (Tesis de Maestría en Artes, School of Liberal Arts of Tulane University, 2018), p. 31, https://digitallibrary.tulane.edu/ islandora/object/tulane%3A79146/datastream/PDF/view?fbclid=IwAR1e2gMFPXye59H vK0ZzYrkA4us_PNv4KnMRfTN6bZUIlmVASh8KHTbxgBU. 14. Según Mauro Beltrami, el monumento es una invención del siglo XIX que está ligada al marco social e histórico de la Revolución Francesa (1789-1799) y por lo tanto puede decirse que tiene un perfil burgués y occidental. Cuando se menciona la invención del monumento

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Zapata (ANCIEZ), la Asociación Mexicana de Mujeres Asociación Civil (AMMAC), la Organización Independiente de Mujeres Indígenas (OIMI) y la Organización Indígena de los Altos de Chiapas (ORIACH), entre una multitud de otras agrupaciones. El contingente de la ANCIEZ marchó cargando consignas y reclamos contra el gobierno, algunos iban

se refiere a la palabra y a la concepción actual de éste y no a una estructura arquitectónica particular. Mauro Beltrami, “El monumento histórico a través del tiempo: antecedentes y orígenes” en Contribuciones a las Ciencias Sociales, Mayo 2010, acceso el 8 de mayo de 2019, http://www.eumed.net/rev/cccss/08/mb.htm.

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ataviados con taparrabos, penachos, pintura facial, a la vez que portaban arcos y flechas de juguete, representando la caricaturización que la sociedad mexicana había hecho sobre ellos a lo largo del tiempo. Irrumpiendo en el cotidiano, se desplazaron por las calles de la ciudad de San Cristóbal hasta llegar al patio de Santo Domingo, y ahí, un hombre subió con un mazo al basamento, y con un par de golpes estratégicos en las piernas de la estatua, derribó al personaje de bronce que lo miraba desde las alturas.15 Con esta acción los manifestantes rechazaban la celebración de un genocidio vuelto leyenda, destruían simbólicamente 500 años de colonialismo, y visibilizaban que los problemas del pasado seguían siendo los problemas del presente. Un continuo en el tiempo, un no pasado. Ese mismo día ocurrieron movilizaciones similares en distintos estados de la República: en Morelia el Frente Cívico Social tiró la estatua del Virrey Antonio de Mendoza, mientras que en la Ciudad de México otro grupo realizó una protesta en la que se intentó derribar las estatuas de Cristóbal Colón y Bartolomé de Las Casas (1877) en el Paseo de la Reforma, sin alcanzar el apoyo popular necesario para hacerlo. En la ciudad de Oaxaca (aunque sin tener como objetivo tumbar un monumento) más de 25,000 personas tomaron las calles en rechazo a la conmemoración oficial de la conquista, exigiendo su reemplazo por la celebración de los 500 años de resistencia indígena.16 Al observar la circulación de esas imágenes, desde la distancia temporal y espacial, se puede leer el acto de destrucción como una estrategia de reclamo, transformada en una nueva conmemoración. ***** 15. En el artículo publicado el 12 de octubre de 2016 por el Cuarto Poder de Chiapas, Mariano,

indígena tseltal originario de la comunidad de Río Florido, municipio de Ocosingo, cuenta que aquel 12 de octubre de 1992 los integrantes de la Organización Campesina Emiliano Zapata (OCEZ) fueron quienes derribaron la estatua del conquistador. Veáse “Los indígenas que derribaron a Diego de Mazariegos” en Cuarto Poder de Chiapas, 12 de octubre de 2006,

acceso el 9 de mayo de 2019, http://www.cuartopoder.mx/chiapas/losindigenasquederribaronadiegodemazariegos/178386. Sin embargo, en una entrevista realizada por FIEBRE Ediciones en enero del 2019 en San Cristóbal al periodista Gaspar Morquecho, quien como

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Lo que no muestra la fotografía de Turok es tan intrigante como la acción misma, me obliga a reflexionar sobre lo que ha pasado después de aquel 12 de octubre de 1992. La curiosidad fue suficiente para emprender un viaje a Chiapas en enero de 2019. Junto a mi amigo y colega Toño Medina, tomé un autobús a San Cristóbal en búsqueda de un monumento que ya no existe. parte de la Chiltak A. C. tuvo contacto con las bases de la ANCIEZ desde su origen en 1991, y que además también estuvo presente en la marcha de 1992, contó que, aunque efectivamente fue un miembro de la OCEZ quién tiró la estatua, la acción fue planeada en conjunto entre ambas organizaciones en una reunión organizada en las oficinas de la Chiltak. De esta manera, confirmó de primera mano lo que ya antes había escrito Carlos Tello en La

Rebelión de las Cañadas, sobre la autoría de la ANCIEZ en la planeación del derribo. Véase

Carlos Tello Díaz, La rebelión de las Cañadas, origen y ascenso del EZLN, (México: Random House Mondadori, 2013), 152-156.

El vínculo entre la ANCIEZ como tapadera del EZLN ha sido motivo de especulación por muchos años. En un artículo publicado en la Revista Proceso el 2 de marzo de 1996, se menciona que la ANCIEZ desapareció en marzo de 1993, unos meses antes de la toma de la ciudad de San Cristóbal y otras cabeceras municipales por parte del EZLN. Véase “El misterioso Frank, «uno de los mejores cuadros políticos formados por el EZLN», afirman Dirigentes sociales de Chiapas” Revista Proceso, 2 de Marzo de 1996, acceso el 9 de mayo de 2019, https://www.proceso.com.mx/171573/el-misterioso-frank-uno-de-los-mejores-cuadros-politicos-formados-por-el-ezln-afirman-dirigentes-sociales-de-chiapas. No es sino hasta el 3 de mayo del 2015, que a través de un comunicado oficial, el subcomandante Galeano ofrece una confirmación sobre el uso de la ANCIEZ como extensión del EZLN en la acción del 12 de octubre de 1992. Véase SupGaleano, “El Muro y la Grieta. Primer Apunte sobre el Método Zapatista”, Enlace Zapatista, 3 de mayo del 2015, acceso el 9 de mayo de 2019 http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2015/05/03/ el-muro-y-la-grieta-primer-apunte-sobre-el-metodo-zapatista-supgaleano-3-de-mayo/. Por las características del contexto, la clandestinidad en la planeación del acto, las posteriores fracturas entre las organizaciones involucradas, y de las implicaciones políticas que hay detrás de esta historia, es difícil tener una certeza absoluta sobre lo ocurrido, pero para la presente publicación, tomando en cuenta los demás gestos empleados por la ANCIEZ y los eventos que habría de desencadenar en el futuro, se decidió conservar la atención sobre la participación especifica de la ANCIEZ/EZLN en la destrucción de la estatua de Mazariegos. 16. Alejandro Anaya Muñoz, Autonomía Indígena, gobernabilidad y legitimidad en México. La

legalización de usos y costumbres electorales en Oaxaca (México: Universidad Iberoamericana/ Plaza Valdez Editores, 2006), p. 72.

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Estando ahí, imaginamos el trayecto por el que había caminado la marcha; entre esas calles repletas de turistas, llegamos al mercado de artesanías que rodea el ex convento donde antiguamente se encontraba el monumento. Pasamos el enrejado que separa el recinto de la zona del mercado, y en el módulo de información turística preguntamos al vigilante si él sabía qué había sido de la estatua de Mazariegos. Era muy jóven, no tendría ni 20 años, y según su conocimiento, la estatua había sido derribada durante un altercado entre artesanos. Frente al edificio sólo quedaba un cuadrado de piedras, que como si se hubiera talado un árbol, marcaba los antiguos cimientos del monumento. Nos pusimos detrás de la reja, tratando de lograr en nuestra cámara el mismo encuadre que aparece en la fotografía de Turok. El espacio no ocupado por la escultura, adquiría tanto significado como la estatua misma y creaba un nuevo imaginario. Un monumento invisible sobre el que, en ese momento, jugaba un grupo de niños.


Terminamos de tomar las fotos y retomamos nuestra caminata, con nuestros pasos recordamos un viaje que hicimos juntos un año antes a la ciudad de Antigua, en Guatemala, y comenzamos a discutir sobre la similitud entre aquella ciudad y San Cristóbal: sus construcciones coloniales que no dejan de ser bellas, las multitudes paseantes de turistas europeos, o la abundancia de cafés y vendedores de artesanías. Toño argumentaba que a pesar de las cosas en común, había una diferencia clara entre la actitud de las poblaciones indígenas con respecto al racismo y al control del acceso que podían tener a ciertos espacios. Le parecía que Antigua era Chiapas sin el levantamiento zapatista. Antigua era Chiapas sin la acción con la que se destruyó el monumento de Mazariegos, que hizo público el hartazgo y las demandas de las poblaciones indígenas de esa zona, y que cambió la narración de su historia. Cuando miramos de nuevo la fotografía del derribo, aquel argumento se evidencía; se hace visible el momento en el que la eliminación del símbolo significó para los indígenas “reconquistar los derechos sobre sí mismos y sobre el mundo” 17, así como perder el temor al anular la violencia que perpetraba aquel monumento: “Sin mucha bulla, la estatua del conquistador cayó. Si volvieron a levantarla no importa. Nunca podrán levantar de nuevo el miedo a lo que representaba [...] Unos meses después, volvimos a las ciudades. Tampoco esa vez llevamos consignas ni pancartas, y no llevamos arcos y flechas. Esa madrugada olía a fuego y pólvora. Y fueron nuestros rostros los levantados”.18

17. Achile Mbembe, “Por un entierro simbólico del Colonialismo, Imaginario y espacio público en

Izq. Derribo de la estatua de Antonio de Mendoza en la ciudad de Morelia. Foto: Carlos Cisneros. Der. Protesta frente al monumento a Cristóbal Colón en la Ciudad de México. Foto: Elizabeth Ruíz. La Jornada, 13/10/1992. Hemeroteca Nacional de México.

África”, 2008, acceso el 1 de mayo del 2019, https:// www.oozebap.org/text/colonialismo_mbembe.htm. 18. SupGaleano, “El Muro y la Grieta. Primer Apunte sobre el Método Zapatista” en Enlace Zapatista, 3

de mayo del 2015, acceso el 9 de mayo de 2019, http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2015/05/03/ el-muro-y-la-grieta-primer-apunte-sobre-el-metodo-zapatista-supgaleano-3-de-mayo/.

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Grupo de niĂąas y niĂąos jugando sobre los restos del basamento dejado tras la destrucciĂłn del monumento a Diego de Mazariegos, afuera del Ex Convento de Santo Domingo. Foto: Antonio Medina.



¿De

qué nos van

a perdonar?

Subcomandante Insurgente Marcos Comunicado del EZLN en respuesta a la oferta de amnistía general propuesta por el gobierno del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, por los enfrentamientos del 1 al 16 de enero de 1994. La carta fue distribuida entre varios medios de circulación nacional, y publicada el 21 de enero de 1994. 18 de enero de 1994 Señores: Debo empezar por unas disculpas (“mal comienzo”, decía mi abuela). Por un error en nuestro Departamento de Prensa y Propaganda, la carta anterior (de fecha 13 de enero de 1994) omitió al semanario nacional Proceso entre los destinatarios. Espero que este error sea comprendido por los de Proceso y reciban esta misiva sin rencor, resquemor y re etcétera. Bien, me dirijo a ustedes para solicitarles atentamente la difusión de los comunicados adjuntos del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General (CCRI-CG) del EZLN. En ellos se refieren a reiteradas violaciones al cese al fuego por parte de las tropas federales, a la iniciativa de Ley de Amnistía del Ejecutivo Federal y al desempeño del señor Camacho Solís como comisionado para la paz y la reconciliación en Chiapas. Creo que ya deben haber llegado a sus manos los documentos que enviamos el 13 de enero de los corrientes. Ignoro qué reacciones suscitarán estos documentos ni cuál será la respuesta del gobierno federal a nuestros planteamientos, así que no me referiré a ellos. Hasta el día de hoy, 18 de enero de 1994, sólo hemos tenido conocimiento de la formalización del “perdón” que ofrece el gobierno federal a nuestras fuerzas. 60


¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemente la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿De habernos levantado en armas cuando encontramos todos los otros caminos cerrados? ¿De no habernos atenido al Código Penal de Chiapas, el más absurdo y represivo del que se tenga memoria? ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecidos? ¿De habernos preparado bien y a conciencia antes de iniciar? ¿De haber llevado fusiles al combate, en lugar de arcos y flechas? ¿De haber aprendido a pelear antes de hacerlo? ¿De ser mexicanos todos? ¿De ser mayoritariamente indígenas? ¿De llamar al pueblo mexicano todo a luchar de todas las formas posibles, por lo que les pertenece? ¿De luchar por libertad, democracia y justicia? ¿De no seguir los patrones de las guerrillas anteriores? ¿De no rendirnos? ¿De no vendernos? ¿De no traicionarnos? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿Los que, durante años y años, se sentaron ante una mesa llena y se saciaron mientras con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra que acabamos por dejar de tenerle miedo? ¿Los que nos llenaron las bolsas y el alma de declaraciones y promesas? ¿Los muertos, nuestros muertos, tan mortalmente muertos de muerte “natural”, es decir, de sarampión, tosferina, dengue, cólera, tifoidea, mononucleosis, tétanos, pulmonía, paludismo y otras lindezas gastrointestinales y pulmonares? ¿Nuestros muertos, tan mayoritariamente muertos, tan democráticamente muertos de pena porque nadie hacía nada, porque todos los muertos, nuestros muertos, se iban así nomás, sin que nadie llevara la cuenta, sin que nadie dijera, por fin, el “¡YA BASTA!”, que devolviera a esas muertes su sentido, sin que nadie pidiera a los muertos de siempre, nuestros muertos, que regresaran a morir otra vez pero ahora para vivir? ¿Los que nos negaron el derecho y don de nuestras gentes de gobernar y gobernarnos? ¿Los que negaron el respeto a nuestra costumbre, a nuestro color, a nuestra lengua? ¿Los que nos tratan como extranjeros en nuestra propia tierra y nos piden papeles y obediencia a una ley cuya existencia y justeza ignoramos? ¿Los que nos torturaron, apresaron, asesinaron y 61


desaparecieron por el grave “delito” de querer un pedazo de tierra, no un pedazo grande, no un pedazo chico, sólo un pedazo al que se le pudiera sacar algo para completar el estómago? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿El presidente de la República? ¿Los secretarios de Estado? ¿Los senadores? ¿Los diputados? ¿Los gobernadores? ¿Los presidentes municipales? ¿Los policías? ¿El Ejército Federal? ¿Los grandes señores de la banca, la industria, el comercio y la tierra? ¿Los partidos políticos? ¿Los intelectuales? ¿Galio1 y Nexos? ¿Los medios de comunicación? ¿Los estudiantes? ¿Los maestros? ¿Los colonos? ¿Los obreros? ¿Los campesinos? ¿Los indígenas? ¿Los muertos de muerte inútil? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? Bueno, es todo por ahora. Salud y un abrazo, y con este frío ambas cosas se agradecen (creo), aunque vengan de un “profesional de la violencia”.

Subcomandante Insurgente Marcos.

1. Referencia a La guerra de Galio (1991), novela que toca el tema de la guerrilla en México, del periodista Héctor Aguilar Carmín, entonces director de la revista Nexos. Aguilar ha sido

criticado por su cercanía y complicidad con los círculos de poder hegemónico en México, en especial con el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), del que recibió incontables privilegios y recompensas económicas. [N. del E.]

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Índice

fotográfico p. 66 Antonio Hernández Cruz, dirigente de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), y Agustín Patishtan, cargando la cabeza de Mazariegos.

protestantes tratan de romperla con golpes de mazo. Al fondo, con cámara fotográfica en manos, se distingue la presencia de Antonio Turok, corresponsal del periódico La Jornada. pp. 100-101, 102-103, 104-105, 106107, 108-109, 110-111, 112-113 Participantes de la marcha arrastran la estatua hacia la calzada Lázaro Cárdenas.

pp. 68-69 Comienzo de la movilización, avanzando desde el Monumento a fray Bartolomé de Las Casas.

p. 117 Mitin realizado frente al Palacio de Gobierno, visto desde uno de los balcones del edificio.

pp. 70-71, 72-73, 74-75, 76-77, 78-79, 80-81, 114-115, 124-125 Contingentes de las distintas agrupaciones que participaron en la marcha. pp. 82-83, 84-85, 86-87, 88-89, 90-91 Contingente de la ANCIEZ, marchando junto a la Asociación Mexicana de Mujeres, Asociación Civil (AMMAC), otra organización creada por el EZLN para operar en la superficie, establecida con la intención de involucrar a las mujeres indígenas.

pp. 118-119, 120-121, 122-123 Fotografías identificando a varios de los líderes que participaron ese día, con sus nombres y cargos anotados al reverso de la foto. Resalta la fotografía de Hugo Fritz, uno de los dirigentes de la Chiltak A.C., vigilado por la PGR bajo la sospecha de ser el subcomandante Marcos, acusación compartida con Gerardo González Figueroa (videocámara en mano), erróneamente identificado por Carlos Tello como el subcomandante Marcos.

pp. 92-93, 94-95, 96-97, 98-99 Momentos después del derribo de la estatua de Diego de Mazariegos,

p. 126 Hombre parado sobre el torso de la estatua de Mazariegos.

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LÍNEA DEL TIEMPO 12 de octubre de 1492 Llegada accidental de Cristóbal Colón al Caribe, creyendo equivocadamente que había llegado a la India. En las islas se encuentra con una población nativa de indígenas taínos, estimada en cientos de miles de habitantes, distribuidos entre el conjunto de islas. Para mediados del siglo XVI, más del 90% de la población originaria había muerto, principalmente a causa de la violencia de los colonizadores, la esclavitud a la que fueron sometidos, y las enfermedades traídas desde Europa. 4 de agosto de 1498 Primer desembarco de naves españolas en la masa continental americana, llegando al golfo de Paria, desembocadura del río Orinoco, en el actual territorio de Venezuela. Marzo de 1517 Primera expedición española en tierras mexicanas, organizada por Diego Velázquez y comandada por Francisco Hernández de Córdoba, que partió con una tripulación de 150 hombres desde Cuba y desembarcó en las costas de la actual Cancún.

Los españoles entraron en contacto con la población maya, quedando sorprendidos de la riqueza y sofisticación de sus ciudades. Regresaron a Cuba con noticias de los tesoros encontrados, despertando la ambición de la corona española. Febrero de 1519 Desembarco en costas mexicanas de la primera expedición comandada por Hernán Cortés. 11 de marzo de 1519 Primera batalla de la conquista de México. Ocurrida en la desembocadura del río Grijalva, junto a la ciudad de Potonchán, un grupo de indígenas chontales se enfrentaron a las fuerzas de Hernán Cortés. 7 de junio de 1519 Cortés llega a la ciudad de Cempoala, donde es recibido por el emperador Chicomecoátl, quien le habló de las hostilidades sostenidas con el Imperio Azteca. Esta fue la primera de las alianzas entre españoles con pueblos indígenas sometidos por los mexicas. 17 de septiembre de 1519 Tras ser derrotados en tres ocasiones, los tlaxcaltecas, liderados por Xicohténcatl Axayacatzin, se aliaron con los españoles en su cruzada contra los mexicas.


18 de octubre de 1519 Tras haber sido bien recibidos en la ciudad de Cholula, las fuerzas de Cortés, se percatan de una emboscada preparada por los mexicas en complicidad con los gobernantes cholultecas. En represalia, los españoles masacran a más de seis mil civiles desarmados, provocando la rendición y alianza de los cholultecas. 6 de noviembre de 1519 Llegada de la expedición de Hernán Cortés a las costas del lago de Texcoco, donde contemplaron por primera vez la dimensión de la ciudad de Tenochtitlán, capital del Imperio Azteca. Fueron recibidos por Cacamatzin, gobernante de Texcoco, quien los recibe con obsequios y ofrendas. Dos días después se produce el primer encuentro entre Hernán Cortés y el emperador Moctezuma Xocoyotzin. 26 de mayo de 1521 Comienzo del asedio español contra la ciudad de Tenochtitlán. 13 de agosto de 1521 Rendición de las fuerzas aztecas que defendían Tenochtitlán, marcando la derrota final del imperio mexica, quienes hasta ese momento habían sido la mayor potencia militar en América. Esta derrota señala el inicio de la dominación española en México.

31 de marzo de 1528 Diego de Mazariegos funda la Villa Real de Chiapa, capital de la provincia de Chiapas; hoy San Cristóbal de Las Casas.

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6 de agosto de 1969 Fundación de la Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), grupo guerrillero regiomontano encabezado por César Yáñez Muñoz, e integrando por miembros del disuelto Ejército Insurgente Mexicano. 6 de marzo de 1972 El presidente de la república, Luis Echeverría Álvarez, dotó a 66 familias lacandonas con 614 321 hectáreas de tierras. Esta resolución presidencial dejó sin derechos agrarios a 71 mil indígenas tojolabales, tostsiles, choles y tzeltales que habitaban el área. 13 de febrero de 1974 En un operativo a las 12:30 horas en la ciudad de Monterrey, la Policía Judicial logra el arresto de Napoleón Glocker y Nora Rivera, integrantes de las FLN. Bajo tortura, revelan la ubicación de la casa de seguridad de Nepantla, base de operaciones de las FLN, en el Estado de México.


14 de febrero de 1974 A las 19:00 horas de ese día, un comando de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S) emboscó a cuatro soldados del 9° Regimiento de Caballería de Atlixco, Puebla, que iban a bordo de un tren de la ruta Puebla-México, a la altura de San Pedro Xalostoc, en el Estado de México. Los guerrilleros escaparon ilesos sin ser vistos por nadie, y hubieran permanecido en el anonimato, de no haber sido por una pinta de aerosol que dejaron en el lugar de los hechos, con la leyenda: “Comunista 23 Sep”. Aunque inconexo, este ataque determinó la violencia con la que el ejército habría de realizar el operativo en contra de la base de operaciones de las FLN en el poblado de Nepantla, en el Estado de México, efectuado a las 23:00 horas de ese mismo día. En la casa de Nepantla, los militares asesinaron a cinco integrantes de las FLN, además de hallar fotografías y expedientes que identificaban a más de cincuenta militantes de la organización. Entre los documentos incautados por el Estado, se encontraban los papeles de compra de una ranchería llamada El Chilar, cercana al poblado de El Diamante, en Ocosingo, Chiapas. Un par de días después del ataque en Nepantla, el ejército realizó una segunda agresión, esta vez en el campamento de El Chilar, lugar donde estaba ubicado el

primer núcleo guerrillero de las FLN. A partir de este segundo operativo murieron otros siete integrantes de las FLN, incluido César Yáñez Muñoz, quien fue finalmente asesinado el 17 de abril de 1974, tras haber estado dos meses en fuga. Estos ataques fueron parte de la llamada Operación Diamante, una de las acciones de contrainsurgencia realizadas por el ejército mexicano durante la época de la Guerra Sucia. 13-15 de octubre de 1974 Realización del Congreso Indígena en la ciudad de San Cristóbal, en el que participaron más de mil comunidades indígenas, siendo reconocido como un parteaguas en la formación política de las comunidades indígenas de Chiapas. 31 de marzo de 1978 450 Aniversario de la fundación de San Cristóbal de Las Casas, conmemorado con la construcción del Monumento al Conquistador Diego de Mazariegos, fundador de la ciudad de San Cristóbal. 17 de noviembre de 1983 Fundación del segundo núcleo guerrillero de las FLN en el campamento La Garrapata, en la montaña El Chuncerro, en la Selva Lacandona, marcando el nacimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.


1 de diciembre de 1988 Carlos Salinas de Gortari, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), asume la presidencia de México.

6 de enero de 1992 Reforma salinista al artículo 27° constitucional, que significó la eliminación de la Reforma Agraria creada tras la revolución de 1910, abriendo la posibilidad de privatización de las tierras ejidales, permitiendo de nuevo la acumulación de tierra y el latifundio. Este movimiento fue criticado por vulnerar de fondo la seguridad patrimonial de los ejidatarios, facilitando el despojo y fragmentación de tierras obtenidas tras la Revolución y décadas de lucha agraria. 20 y 21 de Julio de 1991 Surgimiento de la Alianza Nacional Campesina Independiente Emiliano Zapata (ANCIEZ), en Coxcatlán, al sur del estado de Puebla.

agrupaciones campesinas e indígenas, convoca a una marcha en el centro de San Cristóbal de Las Casas, que culmina con el derribo de la estatua del conquistador Diego de Mazariegos. 17 de diciembre de 1992 Firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá. 23 de enero de 1993 Líderes del EZLN toman la decisión de declararle la guerra al Estado mexicano. 1 de enero de 1994 Toma de la ciudad de San Cristóbal de Las Casas y las cabeceras municipales de Ocosingo, Altamirano, Oxchuc, Chanal, Huixtán, y Las Margaritas, por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

12 de octubre 1992 Aniversario del los 500 años de la Conquista de América. El Frente de Organizaciones Sociales de Chiapas (FOSCH), conformado por decenas de

Proyecto realizado con el apoyo del Patronato de Arte Contemporáneo A. C.


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