Gille Fernández BARCO ROJO,2OlO
Oleo sobre liénzo.
Las mismas habilidades que se necesitan para escribir se necesitan para leer. Los escritores fallan a los lectores, pero también ocurre al rerés y ios lectores les fallan a los escritores cuando sólo busca¡ en éstos la confirmación de que eI mundo es como
Hay una frivolidad en el ingenio, como Ia hay en todo lo que exige un espejo para ratificar su existencia Jordi Doce
lo ven ellos Enrique Vila-Matas
Los trenes, las trampas, la intemperie y el trasiego: la jerarquia
Benito del Pliego
Lo que de entrañable y juicioso hay en un hombre, eso es la cultura Robert Wasler
Nunca r.i la mañana hasta que me quedé despierto ioda la noche. Nunca ri la luz del sol hasta que
La prensa
diaria habla de todo menos del día a día Georges Perec
Los padres nos conectan- por encerrados que este-
mos en nuestra r-ida- con algo que nosotros no somos pero el1os sí; una ajenidad, tal r.ez u¡r misterio, que hace que, aun juntos, estemos solos
ri
mi país hasta que estuve fuera mucho üempo. Nunca dije te quiero hasta que te maldije inútilmente. Nunca ú la Costa Este hasta que me fui al Oeste. Nunca vi tu corazón hasta que alguren trató de robarlo TomWaits apagaste la luz. liunca
Pero, al igual que la hierba, crecemos allá donde en-
La soledad no es üür solo, la soledad es no ser capaz de hacer compañía a alguien o.a algo que está en nosotros, la soledad no es un a¡bol en medio de una llanura donde sólo está é1, es Ia distancia entre la savia profunda y la corteza, entre la hoja
contramos un hueco
y
Ríchard Ford
laratz
Miranda July
escritor debe ser más pequeño que la materia que relata. Se debe ver que la historia se le escapa por todas partes 1.que él sólo recoge un poco. Quien lee tiene el gusto de esa abundancia que se desborda más allá del escritor Erri de Luca EI
La llur{a es una cosa
/
I
El placer también es una patria
Manuel Vicent
Los fuegos sin fuego del pasado Giuseppe Ungaretti
que sin duda sucede en el
Nuestra mejor arma política ha sido siempre, es y seguirá siendo la pregunta
Jorge Luis Borges
Edmond Jabés
pasado
may 20I
José Saramago
LA§
¡-ioJAS
DEL
r0Ro
03
0s
11
i*
= rú 'If r§
n rd
{J L
U
F .6
L L C
,:at,
:l: iali
:li \-
rl: -
')
)
,l .:a
,|
l,
i
C
RTAS
Certamen de Cartas de Amor Valentín And rés
O_r-Lenclo
\ibrrto:
Te esrrtlto l)irrrr trt,ir)IrlcrrIr, il.rril tccrlrclantos, llorqlle a \ eces se nle cllteclar la It1e¡te e¡ b1¡r.rcrr r .i:ioro nLLt\tr¡ ricla cluc presieuto tr¿ls la niebl¿r cslleSa que ilenetra
r
sc
clLlr.rtlIt rll') Iirlllllo iniir"rito, etl tni cabcza.
qLLt:c1.r
llle qlLieres", te clecÍa;o cuando era mu)' jor''en. Tú me contest¿tIr qltielo" 1 1o rcÍa fttcrte, cerr¿rba los ojos 1'mor'ía mi cuerpo a ritmo clc
"D¡11e qLlt b¿rs:
"\9
boltrro.
me quieres", me decÍas tú cuando nació ntttlstro hijo. \o tc colltc c1ulero" ), tir te esforzabas en sonreÍr pero se te queclaba ell nlLlec¿]
l)i¡re testalta:
'\o
clr-re
tÍt qucrías quc la estanci¿r del amor se llenara contigo, sólo contlgo. Con.]cnzaste a repctir: "l)ime quc Ine c1r-rieres", como si el hccho de que 1o te clijcra si, te ltucliera aseÉlurar cl ¿rmor. Como si cl hecho cle pronunciar dos palabras, mc
¿1¡targa. Porclue
anrarr¿rr¿i it
ti para siemPre.
"Dime qlle me cluieres", te pedÍa cuando comenzaste a r.-olver tarcle del
tr¿r-
r ro arr¿rstraba las zapatillas por Ia casa, con la bata cruzad¿t en el cuerpo, el pclo recogiclo con una gorna en una coleta, l una marncha cle leche rezttmando de mi
lta1¡
peclto. Te cltticro", clccÍas, )')¡o no te creí¿r. -\ilorrecÍa r.ui in'ragen en c1 espejo, aborrecia la esllera a c¡ue tú llegaras, aborrecÍ¡r cl suelo, ias ptuecles, el c¿rzcl i'Ias olliis.
\le
¡r1¡orrccÍa.
l'n¿t ciltt¿r larga, Iarga, Como una cadcna de color gris. Eso ela )'o para ti. De-
jastc
cle r
enir a
cas¿r.
"Dil-nc qlle me quicres", mc cmpeñalla )-o en arrallcarte un si,
toclas las noches, cnanclo llam¿rbas. NIe contestaba tr-r silencio. Luego: "¿Cómo cstá
el niño?".
\' clcspr-tes cortabas
escuchando el tono.
)' ) o me quedaba con el auricular pegado a ltr
ore.ia,
t,n clÍa abrí una \-entana de yapor cn el espe.jo dcl baño 1'me mirÓ. RecogÍ mi pclo en la nuca con el p¿isador de carey, Ie di unos toqlles de color ¿t mi cara. Pinté mis labios. SonrcÍ. Dejé de llorar.
r
Éln
el armario, mis vestidos, mis .jcrsel's, mis faldas
turltia
Ios zapatos cle tacón habÍan esperado it cluc aquella nube
cieLo.
\ct tc Ilanrc mris. De.jé
clue r olr lslc
¿r
rlllestro rie¡o
c¡,rc cl
tiempo tr¿rnscurriera
\
disolriera en el
entonces fuiste tÍt el
.jlLcgn. "Dime que mc qr,tieres", clecÍas cn mitacl clc una dc
llor telrlono,
nLlestr¿ts conrcrs¿rciones
sLlave.
se
cacla
difÍcil la cles¡lcdicla. "\o tc cramos mrrl jór cncs, te reías. cle ccllgar, márs
"Dime que mc quieres",
tet
rez tttás largas, urás penoscl cl momentcl
c1r,tiero",
tc contestaba, 1't[r, como ctLando
ciigo. NIe pongo delante. Entre tu mir¿rda 1-el infini-
to que sigues crplorando todos los dÍas. \'\'eces mucvcs nucstro hijo diga quc no, qlle
)-a no sabes Io c¡ue es eso,
I¿r
)
cabcza ), sonrícs, aunque
acercas tu nl¿uo a lni cara.
Otras, preguntas qulén so1'. Las mírs, ni siquiera conÍcstas. .\bro cl cu¿rderno por don-
i.l
dc lo dcjé el dÍa antcrior 1-sigo escribiendo cst¿r c¿lrt¿l. Para clne qucclc ahÍ, par¿r qtle
no
olrrdo quc so) casi sicmpre pari,r ti, cn el ohtclo
se picrcia cn el
para ntÍ,
P¿rro c1e \
\eo ese ltnllo cn
ez
e1t
cuando. Ler anto rl bohgraftr clt plttttit lirt¿r
trL ruir¿rcia
riuc
r.ln¿is
\eces
cr'¿r ent¿rclo,
otras
qr,te ser¿is,
r
clucl¿rs,
.:::
lr
tal rcz,
te oilscr\.o. \
¿1
lt
no
1 algunars tlieclo.
\c1lre1la vir eza ccln la cluc me seguías hasta la cocin¿r, ¿rbrÍas el frigorífico 1' ntientras
1o terminaba cle freir un pescadcl o de echar los ficleos a lar sopa, tir¿rb¿rs de Ia anilla 1' bebÍas dc la l¿rta de cen'cza. ¿,Cuándo dejé de pedirte que me di.jeras quc rle clueritrs'/ ¿Cuándo de.jaste clc hacerlo túr? No lcl recuerdcl. O-uizlts fue un p¿rcto entre los clos, sin que lo ¿rcordár¿rmos con palabras. Quizás cicié cle pedirtc qLIe me di.jeras que mc
porqlle si ntc contest¿rlt¿rs sí, 1.cl pensaba qlre
c1r-ieríars,
algo ¡9r'r csr lgr-ral cllrc
sL,
r
¿]ltc\,
si 1le contitst¿rltas
\i
no,
ta1
rez tc crccrÍa.
ntelclr. n1 I)tor, solo clrlctente.
¡ttro tartrltien con l'iericl¿Ls cicatnzaclas
c1e 1as c¡,tL:
r
c1e
tocl«r frLe más reposado,
un cliscurrir
er¿t
no, tllte ncctlsitabas tarpar H¿rbías
rttelto
Cor-r nt¿is cltrclas
r
\ \a no era
tttieclrts c¡t-tizás,
habiatttos aprcttcliclo a1grt. \ ohistc
dias corlo sl flot¿rranros ell Ltlt lltar
calt.ttct,
i'o, 1'también el niñcl, a quiern habÍas aprendiclo a amar corno algo tu1 o, separáttdolo de mí, de lo que yo pudiera sentir por é[. Era un 1'o contigo, tÚt conmigo, tú con tLr
f
ó1,
1'o con é1, tir, él
Comcncé
)'Io.
¿r
Un meccrse sobrc olas tibias.
mirartc todas las noches mientras dorrnÍas, con cl brazo dobl¿rdo
b¡rto la nllca. Scgltía tu resplración pausacla, ttts sonris¿rs, tr-ts llantos; porque sí, a r''e' ccs rcÍ¿rs
1.
llorabas en sucños,
te aie.jaste cle
n-rÍ p<trc1r-re
1'
tambión habl¿rbas. H¿rblabas clc ac¡uellit r-ez, ctttrndo
no sollortarbas clue ) o rrrc volcara en cl pequeño, ), se intert"i""
'l:,:.:.,',:
.¡11:t t:,:,,
OB
IAS
irO jA,
or.
,aro"
..
.
r \
lll,tso entrc los clos cu¿rnclo cleltia ser de otr¿r n't¿tncra. Haltlall¿rs
tlot.tlbrabas
¿t
Ltna
r9. \si son los sneños, lraictott¿ttt los scci'L'tos. aclr-tel lltteco tr-t1.o, nte cstLt\o utorttiicanclr¡ cllrrante Lln tifmllo, Portlr-te ro c¡.ttritr lletl¿rr c¿rcl¿r Llno dc tlls i¡st¿intes, st:gr-rir tus Il¿lsos. conocer tu rrcl¿r, hacerla rttia. [ltte no httllier¿r lttl peclazo ¡tu,jer cluc lto
er¿1
g 1je¡o a lttÍ. Inteltt¡rba ocultario ('on Llna histori¿r 1 ntl fttt-tci<lnaba. Porquc ttnas \ eces era ilc tr¿riciólt \ otr¿ls clc ¿rmorcs rotos como Ia porcelana que rompió mi m¿rdrc tu1
cLr¿lnclo
mi paclre Ia clcjó.
¿,)le quieres'? -\sÍ estuve dur¿tntc
,:r' .:l:
mltcho tiempo, intentando
clespcjarr ese incógnitar que sc había cluedaclo, como un cristal cluro, inrisible, pcro
im'
posi.ble clc atr¿iles¿1r, entre nosotros. Te t-'spiaba clormido, porque despierto t-to clttería
prcgLlntarte c iniciar Lln nlle\o remolino dc celos, rcproches,
) otras
m¿rlas hierbas
clne había clue seg¿1r clÍa a dÍa p¿u'¿r rllre no cogicran fuerz¿r )-rcvcntaran los cimientos
clcl ¿rruor con slts r¿ríccs. De iiclucllas noches cn r ela, mirárndote blsecl 1 el i-rgr.¡ltrr, sientltrc cl r.nisnto. entrc sLreños, gltarclo lc.jos
c1e
ser arltargllrcr
rn srl e\t¡rlo ltLrro, liettl
l
tlsct-tchanclo trt llis
ttil rtcueltlcl
¿1{o clc agrrtlLLlce. l)orclLle
c1l-lc,
lÍiatc,
sclltl
(lLie te
q¡eria ¡.r¿is, aclntir,t tl ltrrlrl tlt lLr t'.rr.t, tlLttttttt¡r|t ¡ttit-Ltr lltz dc la llrrl¿r clue cntl'¿tb¿l a tra\es cle Las ¡e¡dr.las cle 1a Itcrslarn¿r. a trozos. cott scttttltras de agujcros neÉlros, collto los clue r 9 11er alta t,r.r n.ri interior. De macln-Lgacl¿l, me Libr¿iz¿rlla a tu clterpo, ) me sc[tia feliz por poclcr te¡ertc a r-ni l¿rclo 1 clorrnÍa hasta clutl sonab¿r el despcrtador 1'tú te ler ant¿rl¡as \ n1c miriibas cletscle ttt altura. O-uieto durante Llnos minut(ls. \'igilando
¡ri srr.r
f¿rlso sr-rr.rio. l-e mrr¿rlt¿r a tra\és de dos renciijas, entre los jlLnccls clc lnis pcstañtrs, c1r,rt-r
tu te clicras cuenta. ¿O tal vez sÍ? \o fue prcmeditaclo. Te inclinastc para
cl¿rrme lLn lte so, couto h¿rcÍas tocl¿rs
las ntañ¿rnas, clcspués dc mir¿rrme. \-1o susurró ttt-t t-totlltrc tltte no cra el tltro. Tc cletur-iste a meclio camincl,
solrcÍr.
)
Ba.jaste haci¿r mÍ 1-, dcspués cle bes¿rrme, ctijiste:
mc sentí fcliz
rolriste
a
t¿rmbiéll tc cluitr<l".
\
te pllsiste serio un rtlomento. Pero cnseguicla
1' trlgo avergonzaclar
por rnÍ, por
mul¿rclo durante toclas esas nocl'rcs.
"\o
l¿rs dudas,
por el rescntimicnto
A ti no te importaba quc otro nolnbre
¡-ris sueños ¿por quó iba a impclrt¿lrme
¿t
¿lcll-
h¿rbitar¿r
mÍ?.\ rcces picnso qttc tit, Como )rl, fir,gÍas
clon[ir, 1 clue inr cntaste un nue\.o .jucgo para nosotros. \Ltnca poclrÓ sitllerlo porqtte tlr 1a srilo tstits ¿t ratcls con[rigo ) csos ratos se rlos \ ittl cn tln l-llLltll() ruc(r1'lUcitttjet-tto, F:n tocarnos. \ olr er ¿i nLrCStro ¿uttlguo jr-tegtt, tleclrtc 111'l¿l \ (lZ tll¿ts: "L)inltl Cllte IllC
c1¡irrts'. \ a\
¿1
\
rontesiarntr Lol't LLlt.1 \()ltri\c1 t
otra r ez rlctr ás clt:
clcl cspacto, clc1 poztt ctt
I¿t r e1
r-ttt
calttcctt, itlltes c[t qlte
entalr¿l, clt: Ic¡s editLcios, dcl
cluc ¿rhor¿r atlclas metiClo, mi
c¿111111o,
l¿r
tlltracl¿r se tc
clcl tnar, de la tierra,
querido.\lberto.
l1
l:rl.:i&.:§
§,§.,
1:
,l8lr:r§i:;l
,:at,
:l: iali
:li \-
rl: -
')
)
,l .:a
,|
l,
i
COMIC Óscar Luis Nogal & María José Fernández
Angelu s
're
FI
/ JAt! t\
* §\E;§J-A,lN@; BrJ IjTíN, ñ¡rÁ¡4{ ffi{ER, *W,
/+t,l-jo,ffBRg
At{elñ},#.
*
AÍtw,, WO
&E
tu€,
ArilVffi.É '&É,
ví€rti¡lis.
l.§\tA
*GFCtát,
YA
l8\1AÉ tAIS
g:&M,É # &lATtRA, 4 A.E f{€ 7{9tÓ #lTtR 3t1#{{#,wo*Y DtÁÉ... ItÉ,
A
{§t
V'TTL
0tE,
/r§l\
Au¿§AD
ñJ¡{EÉl¡fl
)r
* 3*-
.qt
J
.=i
ü
may i 2Ol I
LA!
HOJA!
ilrL
FoRo
ll
CÓMIC
UN DíA SOLTÓ
/,t\tS CADÍ.NA9, 6IN Dá,CIR NAFA. gÉN?l Có|tAO 3e, A/'t\A
ílN Tí4,AOR, TLCNAN\€,NT€.
*J&
c7-
$ffi /'É3 -
,',Y/\
/J-'J
-/
l
-y
:* 'tl yi
\1
L€
D€JÉ,
IAARCHAR.
3U llLT$t\O Ru€6o Fue
...AU€, fv\€ COND€NARíA A €STe VA*A POR NO TENERL€.. D€AO SUSCARL€, ¿ALfu\Ag, TA' DÉ,SALACIÓN. REÑtr¡R&1a, sfN €XI6€NCIA3.
LA tlLTttAA V€,2 AU€, V' eu 1ARA FUé €€CRtgieNDA ?STA ODA. ñJUN¿A ?ÉNSé...
\-',\É->* §
l2
LA§
I.IOJAS
EIL
FORO
NARRATIVA
El Silencio
Bijou
La soledad de la estancia me hacía recordar
encontrase la salida saldría a chapotear y cantaría
aquel viaje a Rusia en el que, moüda por mi cu-
bajo la lluvia que, irreverente, aparecía en el cielo
riosidad, me adentré en el patio de los zares y me
opaco y lleno de turbulencias. Así, la soledad se
perdí. ¡Qué frío y solitario me pareció aquel lugarl
pasaba
Todo de mármol, lleno de pasado y sin un futuro
ción era patente e indómita. Para mi alivio, el üen-
aparente. Tenía tanta historia que la mÍa se queda-
to, hizo acto de presencia, manifestándose como
ba pequeña ante tanta insolencia; me adentré por
el tercer elemento, único e indisoluble que aüvaba
Ios enormes pasillos para llegar ¿ ningr¡na parte.
los momentos de calma. Empujada por un brazo
Las estatuas que me salían al paso parecían decir
anónimo, llegué a una puerta: la abrí y al otro lado
tantas cosas en su lenguaje particular.-. al albor de
estaba otra puerta; al abrirla, me encorltré en lo
la mañana, colándose por los enormes ventanales
que parecía ser la parte kasera del enorme edi-
veía y no veía más allá de mis pasos que se perdían
entre las baldosas relucientes y pétreas. E} eco de
ficio. Suspiré aliviada de haber podido ser capaz de librarme de tanta frialdad y soledad. Mi grito
mis pisadas invadía los salones haciéndome per-
extenuado rompió el silencio de la fría mañana y
der el equilibrio adquirido con la cordura de ese
así canta4do bajo la nieve que comenzaba a caer
otro yo. Ir{i corazón saltaba aI ritmo de las danzas
me alejé de aquel lugar pantagruélico y solo.
cortesanas rusas y se crecía con los fastos de pa-
quedó atrás siempre perenne, eso sí, mientras me
lacio. AIIí estaban Ana Karenina, Miguel Strogof, el
perdía por las calles de aquella enorme ciudad que
zar Nicolás, la emperatriz y todo su séquito... üvía
guardaba tanta historia... recuerdo a un buen se-
más allá de aquellas moles de piedra que alguien
ñor cantando bajo la capa blanca que comenzaba
construyese para albergar riquezas
y eternos re-
tornos que estaban por llegar. Todo recogido albergaba un sin
fin de recuerdos recogidos en un
a
y volvía a aparecer cuando la
desespera-
Se
cubrir la ciudad. Le eché la única moneda que me
habían dado de vuelta para ver el palacio y me fui. Su "spasiva" me hizo
inclinarme porque no tenía ni
desván catódico que proyectaba las imágenes por
idea de mediar palabra en ruso. El resto del trayec-
todas las habitaciones. Y allí estaba yo, más sola
to lo realicé en soledad. Las calles de la parte vieja
que la una y perdida en un mundo marmóreo a este
olÍan a vodka
Iado de Europa. No sabía por qué me enconüaba
aparecía el sempiterno músico tocando en su bala-
y
y a arenques y en alguna esquina
ahora me sentía diferente; des-
laika una desgarradora historia de amor con final
plegaba las alas y me dedicaba a acelerar el paso
trágico. Subí a mi hotel y me aferré a los recuer-
hasta correr. No entendía de rarezas y cada objeto
dos que atesoraba en mi mente de aquel üaje sin
que encontraba era digno del más puro feüchismo.
retorno. Estaba hambrienta: Mariona, la dueña del
De pronto el cielo
irmmpió con su incesante llanto
hostal, me preparó un desayuno a la üeja usanza:
a través de la luz matinal, inundando los patios
roscos, tocino y pan negro. Todo ello acompañado
exteriores y dando otra alternativa a los cristales
de cacao humeante que me ayudó a desentume-
que guarecían los espacios de tantas lágrimas. Si
cer los huesos. Dormí todo el día. La gran Maya
en aquel lugar
may | 20I I
LAS
HO]AS
DEL
FORO
r3
NARRATIVA Plisetskaya se había quedado sin público en una
rillas tras la despedida de su amado Nicolás. Con
entrevista que una teleüsión americana le estaba
los ojos inundados en lágrimas amanecí extrañada
haciendo con motivo de su reciente cumpleaños.
de encontrarme en Ia cama de mi hermana Sofía y
joüal
presa de unas paperas que me mantenían alejada
departÍa con el entrevistador temas de su vida.
del mundo. Había viajado sin querer tras leer un
Me perdí entre las sábanas y fui, por una noche la
artículo de la Rusia de los Zares. Tras Ia ventana,
gran emperatriz que recogía pétalos de rosas ama-
Nfadrid.
Nada menos que ochenta. Con su apariencia
Tiempo propio o confesiones paternales con acompañam¡ento de fútbol
Gustavo Adolfo Fernández
Nunca le había prestado demasiada atencion
En tiempos de nuestros padres y abuelos, la
al fútbol hasta que nació mi tercer hijo. Fue en-
casa y los críos eran cosa de las mujeres, pero hoy
ü
cuenta de que aquella afición
si no quieres ser acusado de machista hay que bus-
futbolera podía ser una disculpa ideal para esca-
carse alguna buena excusa en forma de ocupacio-
quearme, de vez en cuando, de mis obligaciones
nes
tonces cuando me
1,
obligaciones ineludibles.
El mío no es un caso aislado, conozco otros
paternales. Primero me hice socio del equipo de mi barrio
muchos padres
y
maridos que son auténricos
y luego de una peña local del Barqa, ahora no me
profesionales de la evasión. Algunos se meten en
pierdo ni un partido en la tele y no me he abonado
política y a otros les da por estudiar una carre-
al Plus o al Gol Tv porque prefiero ver los partidos
en el bar de la esquina y tomar, de paso, unas ca-
ra o aprender a tocar la gaita después de üejos. Tengo un amigo de familia numerosa que ya no
ñitas con los amigos. También me he apuntado
a
se conformaba con llegar muy tarde a casa con el
un eqüpo de veteranos, algo que da mucho juego pues tengo entrenamiento dos o tres veces por se-
pretexto de las horas extra del trabajo, por eso ha
mana, además de los partiditos del sábado o del
para ver a la familia sóIo los fines de semana. ¡Po-
domingo lejos del familiar ruido.
brecito!
No me malinterpreten, yo adoro a mis hijos,
e
pedido a su empresa el traslado a otra provincia
-dice
su suegra- que además le prepara
tupperwares con comida para toda la semana.
incluso a mi mujer, pero uno necesita evadirse de
Los hay que Io tienen mucho más fácil y les
pañales, lloros, biberones y demás batallitas. Por
dejan directamente el chollo a los abuelos. En mi
eso, cuando llega la hora de preparar la cena o el
caso y en mi casa, no tenemos ninguna ayuda, mis
baño de los críos, siempre es bueno poder escapar-
padres fallecieron hace ya unos años y a mis sue-
se al salón y olvidarse del resto de la familia para,
gros les gustan más los bailes del hogar del jubila-
acomodado en el sillón, ver la Champions, la UEFA
do y los üajes del Imserso que los niños. Ustedes
o la Copa.
dirán, y con razón, que están en su pleno derecho
t4
LA'
uñta<
DIL
¡:oR.c
;tf
§
NARRATIVA a pasar jubiladamente de los críos, pero a mi me
fastidia bastante que muchas veces ni siquiera
se
ir aguantando el parón del fútbol durante eI verano, entretanto empiezan las pachangas de Para
acuerden del nombre de sus nietos. Pero ese es
pretemporada, ya tenía planificado un cóctel
otro tema.
tival a base de Tour de Francia, Roland Garrós y
Ir[is tres hijos son todavÍa pequeños, pero en-
es-
Juegos OlÍmpicos.
Mientras tanto, yo ya había planeado dar un paso
ir a las mil maraüllas hasta que mi mujer, a la que jamás había üsto leer un libro ni practicar ningun deporte, se ha apuntado esta
más en esta estrategia que tan buenos resultados
semara a un club de lectura, a yoga y a tenis. Hoy
me estaba dando. En estas últimas semanas, he
mismo acaba de irse a un taller de no se qué ma-
tratado de convencer a mi mujer de que me estoy
nualidades, dejándome sólo en casa con los tres
enganchando también al baloncesto y mi intención
niños.
seguida esta¡án en edad de apuntarse a mil y una clases particulares, deportes
era
y actir.idades varias.
Todo parecÍa
ir incorporando poco a poco nuevos deportes.
Empatía
Fernando Martínez Álvarez
Te retrasas dando una r,uelta alrededor de la
continúa con el tormento de su mecánica actividad y no parece querer darle licencia.
CASA.
Miras la construcción y tratas de imaginarte
Todavía galeote: "amarrado al duro banco"; a
allí, de manera permanente, caminando por sus al-
la madera de su pala, en la avanzada sociedad tec-
rededores, üviendo en ese lugar.
nológica de esta centuria ügésimo primera.
Cerca, casi al lado, están construyendo otra.
Al pasar a su lado te das cuenta de la lucha que
Hay solamente dos obreros trabajando. Uno de
mantiene dentro de sÍ mismo. Su mente, acostua-
ellos, metido en una zanja redonda, de un me-
brada por años de esos esfuerzos, es capaz aho-
tro de profundidad y dos de diámetro aproxima-
ra de mantener apartados, quizá como dormidos,
damente. Da palada tras palada para sacar tierra
los terminaies nerviosos de su sufrimiento físico
del fondo del hoyo. Un pañuelo doblado rodea su
y permitirse una especie de liberación: el dominio
frente y por debajo de éI se aüvina el perlado inte-
del pensamiento para la insensibilidad a la fatiga. "Sé perfectamente que me ha
rrumpido del sudor.
No parece muy mayor. Es de constitución fuerte, ancha. Pero es seguro que el ecuador de su
aunque casi no haya podido apreciarlo por su gesto de atisbo discreto y veloz", te ronda la cabeza... En la suya..."Yo a lo mío: seguir así agarrado,
üda hace tiempo que ha quedado atrás. Cuando te vas acercando al hoyo te impresio-
üsto acercatme,
a
mi pala. Una pala que a ese de la zamarra inglesa
na el ritmo de sus paladas: constante y concen-
de cuero le resultará tan bruta... ¡Cómo le disgus-
trado; y armque adiünas su calsancio, su fatiga,
taría tener que cogerse a ella!".
may I zot
t
LAS
HO]AS
DEL
FORO
t5
NARRATIVA Ya estas al lado del hoyo. Doblas las piernas y
te agachas sobre los talones para estar a su altura.
frente, tus sienes, tu cuello. Te acercas al borde del hoyo y acuerdas con el
obrero tu parte: la visita de mañana.
Le haces una proposición...
Sus ojos, avariciosos de curiosidad, mirarán
Él acepta.
Te qútas la zamarra y la dejas caer sobre la
con respeto las fotos de lasparedes: Gehry, Moneo,
tierra. Das ul salto dentro del hoyo y él te pasa la
Frank Lloyd Wright; se deslizarán ignorantes y re-
pala.
verentes por la pantalla plana de tu computadora: Después de unos minutos tus músculos em-
el último proyecto de diseño para la estructura del
piezan a tensarse de forma autónoma. La contrac-
próximo edificio; escrutarán los afilados lápices de
ción involuntaria es el antecedente del dolor de
tu mesa de trabajo: longitudes, colores y formas
esa debilidad que ya empiezas a sentir. NIás tarde
que apuntan
esa lasitud se volverá extenuación cuando alcan-
a1
cielo, como tus edificios.
Y estas completamente seguro de que lo podrás ver allÍ, delante de ti: humilde, pero no servil;
ces el agotamiento.
Aparecerá entonces la incapacidad para hacer que tus brazos realicen la acción que tú les orde-
curioso y sorprendido, pero no entregado y subordinado.
nas que hagan. Pero Ia incapacidad mayor es la de
Tú tienes tu secreto para lo que haces...
no conseguir que tu mente
É1..,
se rescate del ahogo.
el suyo.
Dejas caer la pala. Enjugas las gotas de tu
CHOCOLATADA POST MORTEM
Diego Casero
De mis oídos salen mariposas de distintos
negro que no harán más que llorar y contaminar el
colores que revolotearán de un momento a otro
ambiente con su hipocresía barata de tertulia de
alrededor de mi cabeza. Me estás mirando, aquÍ
los cafés. Les diré a1go. No, estoy muerto y aunque
sentado en este viejo y polvoriento sillón, sé que
no sabrán que las veo las estaré mirando, sin ape-
I
me miras,-aunque esté muerto. La muerte ha con-
nas mover un milÍmetro mis ojos. Mamá calenta-
gelado el momento exacto en el que me robaste mi
1
rá chocolate,
última y una de mis pocas sonrisas. La mueca ha quedado grabada a fuego en mi cara, y eso no es
¿para qué calentará chocolate? Las mariposas ya se habrán marchado para entonces por Ia ventana
propio de mí, de manera que las personas del vela-
abierta, y una üeja se rascará su hombro izquierdo,
torio se extrañarán aI verme ahí tan feliz, sentado
descubierto, pues la última mariposa que se habrá
y muerto, como si nada hubiese pasado. Llegarán
rezagado le rozará dicho hombro. Dulce perfume
las personas del barrio, üejas cotillas vestidas de
de mariposas. Rica fragancia silvestre. Podré olerlo
I6
LAS
HOJAS
DIt
FORO
1o
oleré desde aquí, pero demonios,
NARRATIVA sin apenas mover Ia nariz ni hacer arnago de respi-
indignación las oigo. Y mamá se acerca con tres ta-
rar. Viejas tomando chocolate el día de mi muerte
zas de chocolate. Una para ti y otra para ella. Pero,
y tú seguirás sentada ahí, delante de mí como si
¿y
nada hubiese pasado. Como si hubiesen pasado
la tercera taza a la cara, mi cara marón como la
cinco minutos desde mi muerte. Como si hace cin-
de un negro. Su mueca Io dice todo, puedo ver per-
co minutos hubiéramos estado hablando de que
fectamente (sin que las palabras salgan de su boca)
nombre Íbamos a ponerle a nuestro hijo. Más vale
cómo está pensando en que mi última y una de mis
que le pongas Iván. Oigo los cotilleos de esas viejas
únicas sonrisas se la he dedicado a la persona que
decrépitas, su aliento asqueroso, halitosis propia
está sentada frente a mí, esa zorra, diría mamá.
de su edad. Las oigo, críticas hacia mí, a pesar de
Puedo sentir el chocolate caliente resbalar por mi
que estoy muerto a menos de dos metros. Las on-
cara, diantres como quema. Puedo saborearlo por
das entran por mis oídos y aunque no ofrezco con-
última vez, aunque no saque Ia lengua. Puedo
testación ni mi gesto cambia para dar paso a mi
borearlo mientras te dice: "Lo siento querida".
VENCANZA
monasterios y pequeños cenobios toquen a maiti-
üejo catamarán
se desliza silencioso como
un enorme galápago por las aguas del SiI, que hacen de frontera natural entre Lugo
sa-
Paula Lopez G. Virumbrales
Antes de que las campanas de los numerosos
nes, el
la tercera? De repente me lanza el chocolate de
y
pie de las rocosas montañas. Hay sitios donde la altura alcanza los 700 metros. Es impresionante la belleza, ElIa siempre viajó con
é1,
arropada por
su mastÍn.
Orense. Va
Acon sabe con certeza que hará sonar el cuer-
gobernado por Ulia que orza el üento como nadie.
no al aproximarse a cada uno de los numerosos
Iluminado apenas por la tenue luz de un farol de
pantalanes, apostados al pie de los pequeños üñe-
aceite. Lo lleva colgado sobre el brillante timón.
dos. Terrazas pedregosas, que intentan alcanzar el
Encajado en 1a madera hay un horóscopo de co-
cielo y miran los cañones como curiosos centine-
bre grabado por su abuelo Acon, gran conocedor
las. En ellos dejará y recogerá a los jornaleros al
del cielo y sus constelaciones; temido y respetado
pie del "socalco". Suben por intrincados senderos
por todos, pues sus predicciones son certeras y no
y por aquí han de bajar la vendimia, cuando el sol
siempre deseadas.
aprisionado en las piedras madure la uva mencía
Ahora, los años y la insistencia de Ulia han dejado en el alto predio, donde üven sobre la desembocadura, al üejo druida. Confía ciegamente en la capacidad de su nieta
y godello.
El catamarán los espera, la noche lo trae y la noche lo lleva. Se sienten seguros bajo la escota de la vela mayor.
para navegar por los escarpados desfiladeros que
Conoce Ulia todo el intrincado corazón de la
eI río, a lo largo del tiempo, ha ido mordiendo al
Ribeira Sacra. Todos los valles que los ríos van for-
may | 2ot
t
LA§
}.1OJAS
DEL
r^on
17
NARRATIVA mando a su paso. Distingue perfectamente Ia lla-
Hace muchos años que nadie osa llegar a la
mada de cada campanario y el nombre de la iglesia
confluencia de los ríos, solo el úejo Acon buscó
o monasterio a quien pertenece eI tañido. El abuelo
entre las sombras a los caballeros ebrios de su pro-
le ha dicho que ya los romanos la nombraban así por Ia cantidad de lugares de oración. Ellos fueron
pio Ribeiro en las noches de cata. Intentó cumplir la promesa hecha a su moribunda hija, pero los
Ios primeros que cultivaron las vides.
años han pasado y el amor a su nieta fueron ente-
También sabe que el gallego es de origen celta,
rrando el odio en una especie de olvido.
Io largo de los años con retazos de conversaciones
Ulia ahora ha tomado el relevo y también la antorcha. La vieja capa de fraile de su abuelo, arropa su alta figura y su ojos escudriian al
oídas entre sueños: "Que del ultimo castillo hundi-
amanecer los reflejos que el río Ie deja ver en eI
do en la espesura del bosque de robledal sagrado
úItimo pantalán. Hundirá sin temor a esa sombra
y a través de
al
asesina en las oscuras aguas, si la üda no le pone
paso de las jóvenes, las sombras del señor y de sus
algo inocente entre las manos que la haga olüdar
hijos... Era una noche sin luna y negros nubarrones
Ia venganza.
conoce su estrella y el callado dolor del abuelo por
la muerte de su hija. Todo lo ha ido trenzando
hayedos
y castaños, han salido
a
trajeron malos presagios..."
Fluctuac¡ones
Fidel Sánchez
Hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia hay mujeres que nunca reciben postales de amor hay mujeres que sueñan con trenes llenos de soldados
hay mujeres que dicen que sí cuando dicen que no.
J. Sabina
Al día siguiente,
es
de comprar una mesa de anticua-rio y estaba emrelto entre limas
que me parecía algo tan impersonal que no podía
y lijas, cuando sentí que comenzabas a llorar en la
aceptarlo. Estaba demasiado ocupado amueblando
habitación. Cuando llegué, se habÍa desatado un
el salón con armarios de caoba y alfombras indias,
torrente incontenible de sal y desidia; estabas sen-
como para ponerme a pensar en metáforas.
tada en la cama y llorabas, llorabas como si no hu-
Me dijiste que eras somera y fluctuante, pero
no te creí. No es que fuera falta de vocabulario,
r8
ta(
}IOJAS
DEL
FORO
acababa
NARRATIVA bieras nacido más que para eso. Lloraste durante
Una noche encontré flotando tu viejo álbum
varias semanas, y el agua se colaba bajo las puer-
de fotos y no era ya más que un borrón de tin-
tas y anegaba los pasillos. Las alfombras quedaban
ta. Pero mientras lo hojeaba, dejaste de llorar. Lo
sumergidas como tesoros piratas, los muebles ab-
supe porque fue como si alguien hubiera cerrado
sorbÍan el agua y se pudrían con la sal, tu gato per-
un grifo. Esas cosas se sienten. Remé acercando la
sa decidió emigrar porque no sabía nadar y tenía
canoa a tu habitación y entonces comprendí que
el pelo demasiado sedoso para sopofiar aquella
no me habías mentido. Comenzabas a evapor¿rte
humedad inmunda.
lentamente, formando una niebla espesa, casi opaca. Tus ojos ya no eran ojos,
En ocasiones intenté frenar tus lamentos. Me
y comprendí que ya
no estabas, que te había perdido.
junto a ti mientras creías mover los pies, que estaban enraizados junto a Ia cama. Te besaba
Sólo entonces, cuando te perdí a ti, dejaron de
la frente y con mis manos tataba de taparte los
importarme las maderas arcaicas, los muebles de
ojos, pero el agua surgía entre mis dedos y conti-
iroco, las mesillas de cristal y aquellas eternas res-
nuaba goteando incansable.
tauraciones que no tenían sentido. Ni siquiera me
sentaba
dolía haber perdido mi vieja colección de vinilos, Armado con calderos y cubetas busqué salvar
porque te había perdido a ti.
mis muebles, pero comenz¿üon a formarse olas que llevaban objetos de unas habitaciones a otras
y tuve que dejarlo por imposible.
Esa noche, cuando
fui
consciente de todo
aquello, comencé a llorar.
Los Apéndices Craneales
Teresa Fernández-Barbón
El ruido de la feria se propagaba por el aire.
Mientras comía trataba de adivinar la razon
Dormir era una meta imposible. La orquesta toca-
de mi inquietud. El nerüosismo de los exámenes
ba a todo volumen y las barracas, cargadas de luz,
no era el motivo. Aquella tarde había salido a des-
trabajaban a todo rendimiento.
pejar. Mi primera intención habÍa sido
ir hasta eI
fui
bar de N{oncho a tomarme rma caña. Entonces, al
a la cocina. La casa estaba en silencio. Sin hacer
pasar por el quiosco de N{iguel, recordé que lleva-
ruido, abrÍ la nevera. Revolví con ahínco hasta que
ba tiempo sin comprar Superpop, mi revista prefe-
di con un cartón de color verde. Sonreí satisfecho.
rida. Revisé el estado de mi economía. Lo encontré
Alguien
satisfactorio; sin pensarlo dos veces la compré.
Desvelado, con hambre, salté de la cama y
se había acordado de traer
mi marca de le-
che favorita. Cogí un vaso del fregadero y lo aclaré.
Mientras caminaba me puse a hojear sus pá-
Después me hice con un abrelatas para preparar-
ginas a la caza y captura de mi grupo favorito y,
me un bocadillo de bonito. Cuando lo tuve listo me
por que no decirlo, de Rosalía Campos, su solista.
senté en la mesa.
Mi fantasía intima más secreta. De pronto algo lla-
may I 2ot t
LAS
HO]AS
DEL
50RO
t9
NARRATIVA mó mi atención. En la página de mensajes apareció
-¿Sí?-
un título que me resultó inquietante: "Nacho, tu
somnolienta.
Me contestó una voz voz masculina y
Por un momento pensé que me había equi-
novia te pone los apéndices craneales". Siempre se dice que hay más burros con el
vocado de número. Volví a mirar la pantalla para
mismo nombre pero el estómago se me encogió
comprobarlo. Pero no, aquél era el correcto. Lavoz
dentro del cuerpo. Lola había estado muy poco en-
seguía insistiendo. Preso de un ataque de risa, cor-
tusiasta los últimos días. Pensé que era culpa de
té Ia comunicación. I\'Ie puse a caminar sin rumbo.
los finales. Pero aquella maldita frase empezó a
Vagué hasta el alba.
zumbar en mi cerebro como si fuera un enjambre
Uegué a mi casa a eso de las nueve. I\{i padre
luel-
y bien afeitado, se dirigía a la cocina, dispuesto a tomarse su primer
ta y volvÍ a casa. A11í, pasé las horas muertas en mi
café antes de irse aI trabajo. Nos encontramos,
cuarto sin poder concentrarme.
como quien dice, de narices en el pasillo. Ignacio
de insectos enloquecidos.
acababa de levantarse. Pulcro
Como impelido por un resorte, di media
Esa misma noche me fue imposible pegar ojo.
Con los sentidos en completa alerta, cogí las za-
Ruiponce senior enarcó las cejas y dijo.
-¿En
plenos exámenes y de fiesta, baranda?
patillas, el móül y salÍ a la calle. De pronto, tuve
Bueno, tú veras lo que haces, esa chica con la que
un pálpito. De forma maquinal volví a marcar el número de mi novia. Era una locura, estaba claro,
sales no te conviene.
pero mis dedos se movÍan solos, como si tuviesen
marme en mi cuarto.
-No lo sabes
bien, le respondí antes de ence-
vida propia.
Verdín
i
María José Fernández
Verdín tiene 15 años, y no sabe muy bien lo que pasa en este mundo. Su padre,
ul
guiente de que sus padres se lo compraran, ya había
gnomo ir-
creado la web "neoduendes.dot", en la que rezaba
landés algo reticente aI cambio, y su madre, una
la siguiente entrada: "Si eres un duende con ganas de saber de los 'humanos'y sus costumbres, pincha
trasgu que viúa en eI musgo de Onís. Su obsesión
por averiguar lo que había fuera, le hacia leer de cuando en cuando "El libro de los gigantes", un
aquí". Un mes después de abrirla, la página tenía
texto sobre esos seres raros llamados "humanos".
mera persona, verlo por sí mismo. Así que tomó una
casi 20.000 visitas, pero
é1
quería descubrirlo en pri-
decisión... Desde que nació, le picaba la curiosidad por eso. Cuando se fueron a vivir a una "seta rural"
al
parque de "Isabel la Católica" en Gijón, se ob-
sesionó por un "transordenador". A la semana si-
20
LAS
l-l0JAS
ÜEL
rüR0
-Mamá,
quiero ir a ver Ia ciudad, ver la gente.
peligroso! "Los gi-¡Cómo se te ocurre! ¡eso es gantes" no son de fiar.
NARRATIVA -Mamá,
quiero saber algo mas de ellos; al
ahí fuera y en cualquier lugar que pisara. Termi-
más-
nó su bocadillo y recogió varios pétalos del suelo
menos, déjame salir al parque, para ver algo
para hacer una almohada. La noche iba cayendo,
suspiró VerdÍn.
-Está bien, sal hasta la entrada del parque,
y Verdín miraba con fascinación y miedo aquellas
gotitas de rocío en el cielo que todo el mundo lla-
más lejos no.
maba estrellas. Pasada la media noche, miró como Y cogiendo una mochila con un saco de dormir,
brillaba el agua en el estanque y decidió comerse
su libreta, un boli y algo de comida; corrió hacia la
el otro bocadillo antes de recogerlo todo. Metió
habitación a dar a conocer sus aventuras. Posó su
sus pies en el agua frÍa y pataleó mientras pegaba
mochila, encendió el "transordenador"
y aüsó
de
mordiscos a su bocadillo de musgo. Al terminarlo,
Ia noticia: "Gente, hoy voy a pasear entre los 'gigan-
volvió a ponerse sus grandes babuchas de cuero y
tes', os contaré todo cuando luelva". Y apagando
enrolló su saco de dormir metiéndolo cuidadosa-
el "transordenador", cogió la mochila y salió por la
mente en la mochila. Le llamaba Ia atención que
puerta de casa. Al llegar al arco de flores, decidió
todo era igual que de día, pero a lavez diferente.
montar su tienda de campaña y sacó de la mochila
Amaneciendo, llegó de puntillas a casa y se metió
su saco de dormir y un bocadillo de musgo y cas-
en la cama. Temprano por la mañana, Verdín
taña... Miraba el
ir y veni¡ de la gente y sólo una
fue
se
a la cocina a desayunar...
persona le descubrió.
-A1 final, no te quedaste tanto. ¿Qué pasó? Te oí llegar.
-¡Hola!
que da igual "gigan-Llegué a la conclusión
-¿Cómo?
-¡HoIa!,
¡es a
tes" que nosotros, somos diferentes pero con los
ti!
puedes verme si eres un gigante? -¿Cómo -Me llamo Belinda, y tú, ¿cómo te llamas? puedes
ver? -Eh... Verdín, ¿cómo me que porque me gustáis. -Me imagino
gigantes
sois malosl -Pero, ¡los -No, no todos, simplemente las malas accio-
mismos problemas.
-Me
alegro. A que a final, ¿lo tuyo no es tan
aburrido?
-Lo cierto es que no,
mío-
yo me quedo con lo
Y yendo a la habitación, dejó Ia mochila en
la cocina.
nes llaman más la atención- Y poniéndolo en su mano le dio un beso que cubrió toda la cabeza de
y escribió en su página: "Noticias: mi respuesta
Verdin.
-Cuídate. -¿Adónde vas?
-A
Fue al cuarto, y encendió el "transordenador"
casa, no hay que perderse, los malos siem-
pre están al acecho.
-Adiós.
es
que son como nosotros pero en 'gigantes" y no me
olüdaré de esto gracias
a
Belinda y eI buen consejo
que me dió: «Da igual donde vayas y quien seas, siempre alguien va a jugartela y hacerte daño. Pero también siempre va haber gente que cuide de ti»".
Y colgando la foto de Belinda corriendo, decidió Y sentándolo en una ramita de bambú cerca de
cerrar esa página, y no buscar más sobre los "gi-
ni su libro, por que
la orilla de un estanque, Verdín üo marcharse a la
gantes"
niña cogiendo la mano de sus padres. Mirando a Be-
aprendiendo de sí mismo.
sabría más de ellos
linda llegó a la conclusión de que la maldad estaba
mav I 2ol I
LAS
HO.,IAS
DTL
r^o^
2t
NARRATIVA
Nubes
Oscar L. Nogal
Mamá llega a casa a eso de las cuatro, y Papá,
Cnnó la calle frente a la cafetería de las
Ie-
a las cinco y media. El chico solía regresar del co-
tras doradas, luego varias manzanas tomadas en
legio a las dos y media, por eso estaba obligado
a
zigzag, en dirección noroeste, hasta el momento
certificar su melta pasando por la puerta de su
crítico: la gran avenida de ocho ca¡riles. Su madre
vecina de piso.
repasó ese trayecto a rabiar: "N{ira a los hombre-
citos, siempre eI verde, nunca con el rojo, aunque quedaba con Guillermo jugando a las fichas
oigas la señal, tú sólo cuando el hombrecito verde,
de jugadores de baloncesto que promocionaba
y no cruces, más de dos carriles seguidos..." Era
una empresa de caramelos. Pasaban el rato inten-
cierto que le daban miedo. También era cierto que
tando hacer canastas inüsibles y pases originales
tardaba el doble porque se paraba en las tres islas-
hasta que la madre de Guille llegaba; tarde, como
refugio. A su alrededor, todos corrían, desafiando
siempre. Ella insistía en invitarle, pero Guille vivía
a los coches y ya había presenciado dos acciden-
en un punto de la periferia, en dirección contraria.
tes. En uno de ellos, un hombre cuarentón no paró
Se sorprendió mucho la primera vez que fue. La
al ver el hombrecillo rojo, y se lo llevó una camio-
calzada se tajaba en un terraplén. Ambos estaban
neta. Aunque un corrillo envolüó al hombre caído,
de acuerdo de lo guapa que sería la urbanización
el niño había visto el lago de sangre oscura que
cuando tuviera la piscina comunitaria, el parque
crecÍa bajo sus pies.
Se
infantil, la pista de tenis y la casa de cultura
veSe sintió muy culpable, inservible. Quería ha-
cinal.
ber sido valiente como esos adultos que luchaban Sin nadie con quien poder retrasarse, se iba a
en la tele. Por eso, cuando compañeros de colegio
casa con la intención de merendar lo que hubiera
le llamaban 'cagao', 'nena' o 'inútil', 1o creía a pies
dispuesto su madre. La vecina se había ofrecido
juntillas. Intentaba evitar cualquier cosa que fuera
a darle la merienda, pero su madre decía que ya
una amenaza.
era lo bastante grande como para ser responsade aquel curso. Todaüa se extrañaba de su tacto
Tras el cruce, le quedaban los últimos diez minutos de üqie. Dobiar hacia la derecha por una
férreo. Sabía que, para su madre, fue liberador
calle peatonal que acababa en un parque nuevo;
confiar 1o suficiente en él como para darle esas
una perfecta circunferencia en medio del flujo del
dos llaves colgadas de una cinta. La del edificio y
tráfico.
ble. Nunca había tenido llave hasta el comienzo
la de la casa. La recordaba orgullosa, suspirando profundamente, como si ya hubiera acabado una
rar a Ia derecha. Algunas voces pa-recían de mujer
pesada tarea.
22
LAS
Una advertencia: alboroto justo antes de vi-
HOJAS
DEL
FORO
NARRATIVA y otras como de chiquillas.
Se atrincheró
paseantes. Un hombre de cuarenta años le miró
detrás de la esquina. Entre una nube de polvo, vio
desde la acera con una cara de asombro que se
piernas que golpeaban algo que se quebraba a sus
transformó en careta inexpresiva; continuó cami-
pies. Faldas plisadas azul marino y blusas celestes.
nando. Ella dijo algo, y el niño la miró. Los ojos,
Carteras, mochilas, carpetas, chaquetas, se amon-
aún desconfiados, se comunicaban entre lágrimas;
tonaban junto a una papelera. Otra mochila esta-
ya se había incorporado. EI chaval se dio cuenta
ba alejada de las demás. Un verde menta plástico
que le habían saltado, por lo menos, tres dientes.
ajeno a lo que sufría su dueña. Una de las chicas
La chica señaló la mochila abandonada en segun-
levantó Ia mano y el pelotón obedeció:
do plano. Escuchándola respirar con problemas, le
adulta
recogió la bolsa. Unas llaves colgaban de una nube;
-Bien,
por hoy bastará.
un llavero como el dibujo en el jardÍn de infancia; con forma de algodón, de color celeste, ribeteado
poco más de repaso -Necesita un
en blanco. Le devolvió la mochila; a la que ella se abrazó.
-Otro
día... Esto no se ha acabado, cabrona-
Escupió.
-No
te preocupes, voy llamar a emergencias,
tranquila^ La selva de piernas se fue abriendo, y permitió
que eI niño üese a otra chica, de espaldas, inmóvil.
Tardaron pocos minutos en llegar los sanita-
Dejó de mirar. Mientras, las otras estudiantes reco-
rios. El niño afianzaba la mano de la estudiante; no
gían sus pertenencias y se acercaban a su posición.
se habían hablado. Sus ojos ya
Resistió su inclinación a húr y se mimetizó con la
dos aunque le dolÍa el costado y una pierna, quizás
pared. Tenía que comprobarlo. La manada de cole-
rota. Le preguntaron si era su hermana; dijo que
gialas, eufóricas, pasó por delante sin echar ni un
no. Le preguntaron si sabía cómo se llamaba; éI
üstazo. El chico contó hasta tres.
tampoco lo sabía; ella no podía pronunciarlo.
Se acercó
midiendo los pasos. La chica inten-
no estaban húme-
Aguardó pacientemente hasta que la ambuapartó para dejar que el equipo mé-
taba incorporarse sin éxito, no conseguía recupe-
lancia llegó.
rar la fuerza. Su madre nunca le había preparado
dico actuase. Un trueno inesperado le hizo darse
para una situación de tal calibre. El chico levantó
cuenta de su retraso y se fue corriendo sin despe-
la mirada buscando algún adulto. La plaza parecía
dirse. No quería que la vecina contase a su maüe
desierta, aunque otros días estuüera infestada de
que había llegado tarde.
Se
t
may I zot t
LA§
HO.J A5
DFL
FORO
23
,:at,
:l: iali
:li \-
rl: -
')
)
,l .:a
,|
l,
i
POESíA
Alfredo Díaz Piedra: La vida se llenó de desorden
La
üda
se
llenó de desorden
en algún momento inmemorial
mi conciencia se difuminó descubrí, bruscamente que no había vuelta atrás. Que incomprensible se volüó eI mundo. Que complicado entender qué mueve a la gente
para ir a sus trabajos, a no huir de sus deberes. Entre lo humano y yo creció un muro. En medio de mi caos
una idea seguía dara, el mundo pone límites para ver quien se los salta.
may 2Ol I
LAS
HO]AS
DEL
FORO
25
POESíA
Wlady Silencio
Cuando se llama a la felicidad dinero, Cuando al esclavo llaman obrero, Cuando a la muerte llaman justicia, A una pantalla llaman amigo, A un coche, estilo de vida, al fútbol, filosofía. Cuando a la usura llaman economía, Cuando llaman impuesto al robo, Cuando a los reyes llaman banqueros, Políticos, a los ladrones Y a los dictadores llaman millonarios. Cuando llaman diplomacia a la guerra Y le llaman oposición al insulto. Cuando a la desidia llaman Iibertad, Al sexo, polvo y al compromiso, si, si, ya hablamos, Yo te llamo un día de estos. Cua¡do a la poesía llaman coñazo Y a la mierda, poesía. Se hace necesario el silencio, El silencio, habitación del pensamiento.
Lo Digo
Cuando digo 'te quiero', digo un sentimiento. Creo que cuando siento 1o que ügo, a veces pienso que digo lo que siento, pero al final siento que sólo digo lo que pienso.
lo siento, aunque también lo pienso, en cuyo caso lo sé, por eso te lo digo. Pues
26
LAS
HCiAS
POESIA
A un palmo del abismo
Lamento pensar que tras nuestro triste cantar, de universos y mundos, de lo leve o profundo, se agita la mente del ser que detiene su paso en cada escalón. Da pena, a veces, sentir que a pesar del frío mirar de soslayo de ese sol del hastío de lo cotidiano, a pesar del hola y del día a día, a pesar del enfado,
del estrés, de la preocupación, de la cantidad de músculos de la cara que se mueven al llorar por amor. A pesar de una fruta y la triste mirada de la mariposa que bate sus alas entre los dedos de una mano ociosa. A pesar del concepto que representa la palabra concepto-
A cada paso nos acecha la aniquilación. Entristece, a veces, saber que detrás de ese harapiento manto de orgullo que reviste las pústulas del ano de una decadente civilización, de reyes y leyes que en libros leyeres, de guerras y muerte, de humillación
del miedo inherente aI dolor, del retoj y la rueda, del dinero y del fuego del alma del brazo de un hombre que devora una hiena en el zoológico de un parque tipo prisión. Sólo nos separa del abismo un palmo. Sí, metafóricamente el palmo de Ia palma de la mano. De la mano de un humano,
medida de todas
1as cosas.
§
r
may I zot t
r-A5
H0lA§
DEL
F0R0
27
POESíA
Efrén Cañedo Cranado
Astronómica Lírica
l. Sed de progreso
il.
Viümos en un planeta,
Mis palabras se desplazan por Ia corteza terráquea, concretamente, por la troposfera.
en una esfera de otras
rodeada, galaxia,
en la VÍa Láctea, nuestra
a su vez, de otras rodeada. En cada
galaxia
hay un gran número de estrellas que energía emanan-bolas en llamas con sus respectivos pianetas, satélites y, espero, un largo etcétera.
Alegóricamente, son cometas que zigzaguean esquivando plaaetas a los que dejan ver sus bellas estelas. NIis palabras, en estos momentos,
sobrepasan las páginas que las aüapan a la velocidad márima
Sabemos tan poco sobre el universo y nos parece tan complicado
que alcanza un astronauta y en tus ojos se clavan,
su estudio y conocimiento que un pequeño satélite, la Luna,
son transbordadores dirigidos por la NASA que abandonan la esfera alimentada por una estrella catalogada.
nos parece que está
lejos.
¿Quién no ha soñado con explorar el inmenso universo
yendo de galaxia en galaxia buscando üda como un sabueso
y eútando caer en un gigantesco agujero negro?
28
LAS
HCJA§
ú[L
F0R0
POESIA
lll.
El pan nuestro de cada día
enana. Despertarse y levantarse, sin desayrrnar, llegar al estudio )-, con unos meros versos, durante unos segundos, Amarilla
lV, Rumbo a Fra Mauro
En un mundo gigantescamente pequeño.
Somos un coniunto de sueños
y una voluntad para verlos cumplidos, un lrrelo en un cohete espacial en cuya integridad interviene el azar,
lo que otros llaman destino.
comprender la cosmología del universo desde dentro de mi mundo.
\iajar por el espacio y el tiempo utüzando en lugar del metro un agujero de gusano, es decir,
por un puente Einstein-Rosen ser transportado. Todavia con resaca de sueño, atisbando las imágenes que Ia noche ha dejado en el cerebro y la mañana va diluyendo, arrancando el motor que es el cuerpo.
may I zot
t
LA§
HO.' A§
DIL
FOR0
29
POESíA
Carlos C randa
i
Otro mundo ye imposible El Faro
quien quiera entender, entenderá explícita y sincera la propuesta de nada sin e elabora¡ nuevos dogmas para la rieja secta
el que hay que cambiar ye éste pero si no ves más allá de Ia realidad que te muestran estamos perdidas
y de nada sin'en imágenes idflicas la utopía se rive cada día qué,
el grito que te muerda llegará en boca de la üda sin respuestas desnuda en la frontera te hayarás cansada de fingir que ye una fiesta
)'a no es divertida? pero si no eres capaz de imaginar más allá del ahora qué te inventan estamos jodidas
despierta consciente frente al mar repentinamente arrollada por su fuerza gritando ola tras ola libertá huyendo del progreso a toda costa
mejoremos este mundo paso a paso en la rer.rrelta contínua de las mentes Iuciérnagas en el fracaso de los brazos.
Marrakech
Hombre pobre que te arrodillas y rezas üejas palabras más antiguas que ftr güella acuden a tu boca como salmos de oración invocan a un ser supremo que exige ser superior y otros seres más pequeños dictan qué dijo Dios el poder tu voz les dio de regir los designios del tiempo
y legislar el orden interno de esta eterna desazón genuflexión,
ritual de portramiento, eco irreflexivo que trasmuta plaza en templo curioso poder otorgado al sol que ilumina en silencio.
30
LAS
HOJAS
DEL
rona)
a
may 201'l
Paco Garabato srru
tÍturo,
zor
o
llustración digital