Hojas del foro 11

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BIBLIOTECA

¡ór'J Y !-§crt,

RA DE GRADO Noll rnay 2012


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2O12

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José

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Lús RodrÍguez Tamargo

SOBERANA DEUDA, 2OI I

Acríl¡co sobre tabla


ele

FernanCo i{enénrlez

La cultu¡a nos enseña a vivir en sociedad, a enten-

Pues no has hecho de

der que no estamos solos en el mundo, que hay

ni has traficado con el bien común,

otros pueblos con otras tradiciones, otras formas

por eso como los chicos de la calle

de vida tan valiosas como las nuestras.

descubres eI placer de la üda

tu canto un lujo

hasta en un charco de agua turbia. Tahar Ben lelloum Eugénio de Andrade

Toda palabra fiene sus vÍctimas, sobre las que incide con üolencia; a veces creo que soy víctima de

Yo aún no sabía que a pesar de crecer y por mucho

todas las paiabras.

que uno mire hacia el futuro, uno crece siempre Elías Canetti

hacia el pasado, en busca tal vez del primer des-

Iumbramiento. Juan Marsé

En este mundo homogeneizado y pragmático en que vivimos, lo úrrico que vale la pena de noso-

tros es lo imprevisible y lo misterioso, y que sóIo Ia gracia de los afectos impulsivos y gratuitos nos

Hay un método

ilfalible para aburrir:

contarlo todo.

puede salvar.

José María Parreño

Miguel Torga Uno que, cuando está con Ia gente, mira hacia el Al menos entendí lo más palmario: que la literatura se parece a una carta

fondo, como si esperase a algúen, como si oyera el pitido de un tren que sale de la estación, y así

que el escritor se manda sin cesar a sÍ mism«_¡.

va disimulando la angustia roedora de estar entre muchos.

José Manuel Caballero Bonald

Ildefonso Rodríguez

En este paÍs el sol de,justicia suele confundirse con

SerÍa preciso que

la sed de venganza.

todos los nombres del mundo.

un solo rostro respondiera por

Manuel Vicent

may

2O12

Paul Eluard

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HOJAS

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Farnando Florez Fernández-\¡illaranze (iusl.rr o \doltL' le:ndndeT

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Jose Luis «d1s"Íi,T1ú§1.tt,,,.tttt,.,¡.:..,t¡¡.l,t1¡,.'.t,.,...,..,

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CARTAS

DE AMOR

Vll Certamen de Cartas de Amor "San Valentín"

Querida Laura: Te escribo para decirte que esto)¡ calsado de ser tu hermano.

Tú dirás que me podía haber ahorrado

e1

sobremesa. Tardes interminables donde

nos aburrimos

a

esfuerzo y comunicártelo, por ejemplo, en Ia

ulo frente

al otro, y los dos frente aI televisor,

la espera de que el reloj señale la hora de la cena. Ése sería el momento

adecuado para reprocharte Ia verdad que me atormenta, para debatir sobre Ia relación

ule, ¿desde hace cuánto tiempo, Laura? Permíteme que te refresque Ia memoria: diez años. Una pequeña vida manteniendo y consintiendo una relación fraternal que nos

que ni me llena, ni me satisface. Es más, la encuentro antinatural. Vínculo odioso al que me resisto a darle cabida.

Pero también has de saber que temo tu reacción. Que al conocer mis intenciones, tu desdén llegara al extremo de negarme Ia palabra, dejándome a Ia intemperie, huérfano de tu protección, de tus reconvenciones, de tu cariño filial. Para mí sería una auténtica

tragedia, como morir en vida. Riesgo que, una vez decidido

a

ponerlo en tu conociÍden-

to, asumo en todas sus consecuencias. Pues estas palabras son eI resultado de muchas horas de reflexión y de justicia es que conozcas cómo sufro, cómo me debato en esta variante del amor quizás por

eso-

a

la que no me termino de hacer. Y aunque Io compartimos todo

-o

este sitio aI que me has relegado, se me hace harto difÍcil.

Porque ahÍ estás tú, a mi alcance, siempre tan cerca, tan sobrada, aconsejándome lo que no se hace, lo que no se dice, lo que no se toca, como si yo fuese eI niño al que

hay que educar, uno de tus muñecos al que vestir y desvestir, darle de comer, dejar


r:rai:ri::::::,i::i:ila::a:a:r:l::.

:

::i:r.r:::::::l::::::::1r:i:ir':l : .i

:r:,:lli::,::r:l,rll.:::'::rr:'l:,,r:, que eche el airc 1-acostarlo en su cunita, bicn tapaditci hasta que se duerma, madrecita .,.:::1.:,.:..;i.::.,:.i,r...:ir._,i..

protectora al fin,

dc las muchas rabictas quc me acucian en esta etapa infantil en la que, según es opinión gcneralizada, está instalado un hombre de mi edad 1' que tú soportas con cstoicidad de mártir. Pero I o no quiero ser ttt muñeco, ni tu hermano. Yo necesito ser algo más. Yo te cleseo, Laura. Has leído bicn. Te deseo. ya está dicho.

'.'::rr"rl:':rrr'r':rrr::r':rrr:::'.'l Pcnsarás que 1o que me sucede es una nueva pataleta de niño mimado; otra más

,lli:i:l1:li:ili::il:::i.l..ll::liiliti.

Te deseo al amanecer, cuancio muy cle mañana me clespierto ).-te veo durmicndo a mi lac1o, separados tan sólo por la mesita clc nochc, tan cerca que si me atreviera a cstirar

l¡,.¡..1,1¡,.,

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clblazo,tepodriatoCar,SCntir]asuaridaddetupie1,tIanSmitirtCclfucgoqueIateen est rul¡ulot,'

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:::lllii:::::tl,r,.l,.',.tl

lil;::iliillli'i:lli:li'irll,l l:r.l::i

acitodos esos clesvelos, Lanra/

fumacla )'compucsta para reafirmarme en la idea cle quc los afcites con lcls que te calas, no hacen sino ocultar tu bcllcza natural. iPara quién

:::i:::tl:i:it:i::t ::u:rll1.:r:l:::rrrrllil:l:::lr:;l:l

Cuando juntos recogcmos la habitación, compartimos baraja 1'parchÍs, Ias interminables 1"rutrnarias horas de Ia sobrcmcsa )'te sigo cleseando a la hc¡ra del paseo, tortura inútil a la Te deseo cuando juntos hacemos las tareas del hogar, la compra o ios recados.

qlre me sometes por aquello de mi mala salud de hierro. 'i:rr']: ::::":::::":::"::

"

lrrlr':.:r::li:lli:illl:::1,lr:rll:l:

r'

Pero cuando más te desco, Laura querida, es en la madrugada. Cuandr¡ toman forma las pesadillas

sucumbÍ a tu

1.

las sombras

1',

por más que te busco, no tc cncucntro. Pues, fatalmente,

capricho por higiene 1- comodidad, aludiste consintiendo

en la adquisi-

ción de dos camitas iguales, idénticas en su estrlrctura ). cn su vestimenta para nllcstro ::ii::ir:i,::,:,:r'i'',.,,.::,i,:,:,: CuaItO, deSechandO la matri]l^ onial de tOda un¿r r,ida, la que hacía que nucstras peleas

)'nLlestros desacuerdos se deshrcieran como si nada, papel moiado, tormenta pasajera que ei amor qlrc sentiamos cl uno por el otro, no pudiera rcsolvcr. N{oda que tú copiaste de tu meior trmiga )' que }'o oclio con todas la fuerzas que mis años

me conceden, pues creo, sin tcmor a equir-ocarme que tal decisión contribul'ó a nuestra

scparación. Y no sólo física, Laura, sino la otra, la comunión espiritual qltc nos igualaba a

mirar ambos en la misma dirección,

a tener los mismos intereses. tJna empresa común

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.

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11¡]:¡;::iii:i:ill


que se ilamaba matrimonio, de la quc nacicron dos hiios que )-a volaron porque así está escrito cn cl libro de la rida, )- que tu distanciamiento, o tu desamor, hace ahora tamllalear. La separación fÍsica, la compenetración que nos igr-ralaba en ardicntc dcsco, tú 1a la oh idaste, te Libraste de clla hace diez años con la compra de las odiosas camitas. Dimc, I anra, ¿,cómo lo h¿rces?, ¿,cómo haces para vcrme como al hermano cn quc mc has con-

ierticloi Quicro saberlo. Quiero aprender a no sentir hambre de ti. A verte como a ia hermana qllr nunca me dieron mis padres. Si consintleras en enseñarme, si 1-o consiqLLiera asrmilar

tus enseñanzas, eritarÍa Ia zozobra, el revoloteo de mariposas que me

cosqurllean por clentro, consignienclo

t:t;r:

¿rl

f'rn

1ar

paz

qr-re

necesito, el sosicgo donde tir 1a

apoltronacla.

L-ittrás eLrr c1 r11i tc1ac1. clue es casi la tur a tarxbién, el desco, las necesidades seruales Liilrrl.rn lnu\ ¡ilr;1\, patrimonro no l a de la pletórica.juventud, sino de una pasable adul-

Itz \

.,,unqr-rt digan que en los rie.jos el placer de la comida se mantiene en el primer

Lu:,¡..r c1tl

lrston para consolarnos de la pérdida de los demás placcrcs, no cs mi caso,

por mucho que te empcñes en obviarlo,

bullir las srnsacionrs en rni rnttrior. C-reo clue unar mujer siempre intu)e el desco 1 la admlración que pro\oca en nn fionrbLe. Se lo i.nsinúa el roce de una mano colocada como al azar, una caricia clut l-rLrrs

no

11ega a

1'o aún sicnto

ser ingenua del todo, Ia hondura de nna rnirada, cl bcso casto rlue se desliza,

corno srn querer, hacia Ia boca mil r,'cccs dcscada.

\, 1r-Lcsto clllc )'¿r cstás dc ruelta de todo, dime, Laura: ¿Quién mide la re,1ez? ¿La socieclacl,'¡El calcnclario? cl¿tcl

¿,l.as

imposiciones culturales que niegan a los malores la capaci-

dr scntrr, de clesear, de amar 1'ser amaclo'/ ¿,Por quó es causa cle mofa

l¿r

scrualidad

rn los r icjos? La rclacl cronoiógica no es

útil, no tiene ia rahclez suficicnte para decidirlo.

Porqr,rc la

'....,.'l.l..i:l..:'i'lc1ad'essilloruracifra,númcroSquenosdictanqueeStamoSagotandrlnueStI0tienrpo.

Sóio cso. La r erdadera edad está en el corazón, en las ilusiones, en ias ganas de gozar, en el f'uego qr-re prende 1-reccinforta las entrañas.

Por todo io e\pnesto, querida esposa mÍa, porquc crco quc a mrs sctcnta años no tengo

qlle pcdir per:dón m por scntir ni por scgtrir cstando vir,o, dcsdc estas palabras proclan]() al mundo qlle te dcsco 1o mismo quc cl dÍa cn ciue te conocí.

/,


CARTAS

DE

AMOR

mente de parecer una canción

Ahora falta tan sólo una hora, trcce minutos )' treinta 1. ocho segundos para el instante del encuentro. Para que los fogonazos tórrldos dcl verano nos sorprendan abrazados a la sombra de las choperas dcl deseo, allí dondc se derrama el aguardiente

destilado dc Ia dicha. N,Iuchos veranos tc he observado con disimulo, en un rincón de la piscina municipal, mientras tu figura en biquini patinaba sobre los ojos excitacios de toda la pcña. Tamblén habrá un dulce otoño en nlrestras r,ldas, cuando por el bos-


que del cadño, rccojamos al soi tendido del atardccer, las setas )- las castañas

qr-rc

esconden cl sabor sereno de los sentimientos. Como cuando volr.erlos a empezar el cr.rrso,

)

en las tarcles melancólicas, los hilos de tu pelo dibujan caricias en mis cleclos.

Y hasta llegará el invierno, uno clc ósos retadores desde cl frÍo, como este enero pasacio, crianclo apenas divisaba la paiidez de tus me.jlllas baio la capucha azul del plnmas,

al llcgar a clase por las mañanas. Siempre ha1-inr-iernos en ci amor, pero, 1'a sabes, dc pronto un brotc tcmprano, un ra)-o de soL al mediodÍa )'un arorna a café abricndo

cl alba, nos der

r-relvc al

rumor de la esperanza. Y todcl empieza de nuevo. Lo ilaman

llnma\.era, 1 suclc coincldir con los erámenes, donde contestamos preguntas clue no contientn re spuestas para los huÓrfanos clel deseo. Pero esta \:cz, csto1- seguro, tú 1'1'o \ Autos a obtener sobresahcntc en las inciertas er,aluacioncs de

Cr-l¡rrnt.r

\

tul nunutos

r

1c¡s

sentirnientos.

doce segr-rndos, nada más. l\lenos 1'a de tres cuartos dc

'lol-.. 1l.l-la rltLa Iltla\tr(i5 slle1i()s

Sa

Lil,laen un

1a CSqr-rtna de1

l¡anco ése cOn anunCioS dc

tltl,rr:ta¡',. \.:. st c|-ttzit ttil u-\ Cl sitto nrás lontanticr) parcr iniLiilr uDa ancladura hacia ia tl1t:1,, , ,,IIn0 La nutrtr¿t, Ptlo no te preocLliles, con rl ticmpO, rren]os rarianclo el aspec-

1 .. - r-qLIlt.r (.' il.1r. t. rltl.,. l-1i¡i¡e1'11¡r. \i (l.tiItr\. /(,ll).rliil(l\ ll-:tlos de bottnes ncgros, conro ios qlre te

g-ust¿l

1a: ilocilcs. O qulzá, un rcstaurantc, ínt1mo

(On

e\((illtf(rll.\

poncrte ci-ranclo sales de marchas por

l.solitario, con luccs incanclescentes tencli-

clas hacia lresas donde podamos scllar prcimesas con bcsos cn los borcles cle f'rágiles

copas cle crtstal, como las quc usa ml padre los domingos. En nuestras esquinas habrá

agtncias de riajes, l'guarderías, y papelerÍas con los estantes llenos dc cuaderncis rar aclos sin estrenar, 1'puede que también alguna clÍnlca con oior a ),odo, pero slempre, siemprc, sera la esquina dondc 1o cotidiano compartc csc abrazo mágico que, al llarecer, es

1¿r

vida.

Ha llegado el momento. Quedan apenas cincuenta 1 scis segundos. Hc salido dc casa, mientras oÍa sin escuchar las recorlcndaciones de

hc detado sin colgar 1-la hora de ruclta por

1a

mi madre sobre la ropa que

noche. N{ientras bajo por Ia escalera, te

escribo las últimas líneas de esta carta quc, lo sé nu1-bien, rclccremos .juntos alg-irn dÍa, mientras posibiemente cuidcmos de nuestros nleios, como ir-rdulgentes canllLfos arrugados. Ya no me queda apcnas nada por volcar sobrc cl papei. Ahora doblaró ia esqnina, nucstra esquina, 1'tc r,cró, sÍ, te veré,..


...te r¡eré, como siempre, de nuevo acclmpañada por otros que te rodcan acechantes, siempre con tu cortc de aduladores alrededor, convertida en centro de atención,

riendo

1'

disfrutando de un paraÍso al que resulto ajeno. No me saludarás, posible-

mente ni te fijes en mÍ, so),tan sólo tin nlrcvo compañero dc clase, más bien tÍmido y

retraído, que no merece tu atención, no me mirarás siquiera, 1 desaparecerás, mientras cloblas la esquina en sentido opucsto a mis sueños, cic.lanclo cn 1as cristaieras clel banco el reflejo de una imagen ausente entre hipotecas sin conceder. Sobre la accra, quedará mi figura inmór'il, mirando hacia un fr-rturo o]laco que, a estas horas del reloj de mis sueños, no es sino vacÍo.

Luego, con pasos inseguros, rnc clirigiró hacia cl instituto. Y, en un particular i,

ri:::::::1:a::r:::

r

a::

::i:

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.

rr:

:

l

¿lrranque dc hcroÍsmo, r.oh ere a poner en marcha el cronómetro del reloi que me re-

galti

1a

abucla. Ese relo¡ clue ahora marca la falta de vcintitrés horas, cincuenta

r

siete

minritos r r clntidós segr.rndos para el gozoso instantc del encuentro, para quc dc nuer o peregunes

corlrrgo hacla la dlcha, para que escribas en mi aima con tu bolígrafo

publicitano, para que llenes de historias cotidianas mis esquinas..., para que, ),'esta r.ez sÍ estor srglrro de el1o, entrcs dcfinitivamente en mi vida.

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NARRATIVA

PLATERO

II

PIácido Rodríguez

Por temor a Ios bofetones que nos daba algunas veces, en general relacionados con los cambios

de tiempo que le afectaban reuma y humor, que

charse, lo atravesaba con gran decisión, raspando eI dintel con el pitorro de la boina.

Platero

II gozaba de cierta independencia con

no porque nos infundiese respeto de otra mane-

respecto a los otros animales del pueblo, pues

ra, cuando nos dirigíamos a éI le llamábamos Don

diferencia de ellos, que solÍan estar hacinados en

Ramón; aunque, fuera de las horas lectivas, en

los establos y amarrados aI pesebre con una

conversaciones menos solemnes, simplemente le

dena que les rodeaba el

conocíamos como Picio. Se daba un aire remilgado

podía moverse con relativa libertad dentro de la

que no encajaba con las abundantes flatulencias

cuadra; privilegio éste que nunca llegué a saber si

que restallaban en el sillón de cuero corroído des-

compensaba la penumbra y soledad en la que pa-

de el que presidía eI aula. Tenía el labio inferior

saba la mayor parte del tiempo.

muy dilatado, como de negro africano, en continua salivación. Para disimular su papada prominente,

El único aliciente que tenÍa Platero II para romper Ia monotonía diaria era ir a saciarse de

usaba pañuelo en vez de corbata. Cuando escribía

agua al abrevadero. El paseo Ie provocaba claras

en la pizarra estiraba el dedo meñique, como si se

muesuas de júbilo y nunca disentÍa, colaborando,

lo hublese almidonado. Mascaba en vacÍo, escupía

además, en Ia celebración del acontecimiento con

en las explicaciones y era el maestro de tercero.

un trotar presuroso, adornado con una melodía de rebuznos entrecortados por el traqueteo del

Tenía costumbre de hacernos leer en voz alta pasajes de la obra más famosa de Juan Ramón Jiménez; y yo, que a la edad de ocho años pasaba el verano en el campo,

fui el

-rnico

de la clase que

-a ca-

cuello-, estaba suelto y

desplazamiento. Cuando el dueño Ie abría Ia puerta para que saliese a beber, el burro se moúa de forma atropella-

preüo derrape de los cuartos traseros,

tuvo la oportunidad de aplicar algunos de los co-

da y, tras

nocimientos adquiridos en esas lecciones, de tal

cuadraba delante del hueco para acelerar de nuevo

manera que pude bautizar con cierta base litera-

hasta cruzar, veloz, la puerta. A pesar de la torpe-

ria

za característica de esta especie de cuadrúpedos,

a un asno, el cual, hasta la fecha en que le

se

apodé Platero II, sólo se Ie conocía por el apelati-

tengo que decir en su favor que la maniobra

vo de "el burro".

había consolidado con el tiempo en costumbre a la

AI animal lo tenÍan estabulado en una pequeña cuadra a la que únicamente se accedía a través de una puerta de tamaño reducido

se

que Platero II conseguía transmitir cierta elegancia de pilotaje.

y -apenas metro medio de altura-, y por la que sólo cruzábamos

neral, a la de estas bestias, se hace reconocer en

con comodidad algulos niños y el po1lino, además

cualquier recodo del

de su propietario, quien

las malas lenguas, -según se había librado del servicio militar por no dar la

tablo-, donde el dueño

talla-, tenía tomada

que, de esta manera, recorría en solitario eI tra-

rnay I 2Ol2

la medida al hueco y, sin aga-

La inteligencia humana, ffiuy superior, en ge-

camino

en este caso del es-

celebraba el regreso del

animal con una ración de pienso (para el burro),

LAS

HOJAS

DTL

r\rKt,

17


NARRATIVA yecto de ida y r,uelta aI abrevadero sin tener que

pues su dueño conseguía llevar a buen término, y

llevarlo del ronzal, obteniendo, en consecuencia (el propietario), tiempo suficiente para liar un piti-

sin contratiempos,

EI elemento clave era que, en estos casos de extre-

la adecuada

ma terquedad, la orden sonora debía de ir acompa-

ú-

ñada de un contundente muletazo en la frente del

1Io. Habiendo dejado claro, en aras de

comprensión del episodio, que ni eI asno tenÍa

cio de fumar ni su amo tanta hambre como para

de la parada.

rucio indisciplinado.

comer eI pienso del borrico, prosigo con eI relato de lo que me ocurrió aquella mañana de ju1io.

eI requerirniento

Como la falta de experiencia aún no me había

permitido atesorar todos estos sutiles conocimien-

El contexto lejano de las películas del Oeste,

tos de doma, por más que traté de impedÍrselo con

frecuente distracción del constreñido escenario social en el que transcurrió mi niñez, fue lo que

fútiles interjecciones y palabras vacías de conte-

ul

arrebafo de cawboy no-

troduciendo en el establo a la vez que yo me iba

vel, a sus protagonistas. Así pues, intenté montar

deslizando, hacia atrás, sobre su lomo, con un mo-

a lomos del burro mientras él se obsesionaba con

flete aplastado contra la pared de la cuadra. Puedo

beber toda el agua que cupiese en su barriga. Los

decir en mi favor que resistí con valentía hasta eI

dos cumplimos nuestro objetivo, pero desde mi punto de vista -pues el del burro nunca lo llegué

final: momento fatídico en el que la montura des-

a conocer-, el resultado final del lance solo fue

un instante, de escasa duración pero intensa an-

me indujo a emular, en

satisfactorio en

un

cincuenta por ciento: aunque

nido para la mentalidad del burro, este se fue h-

apareció de entre mis piernas y me quedé durante gustia sicológica, suspendido en el vacío y a expen-

yo entoné un ¡arre!, muy cinematográfico, él se li-

sas de la gravedad terrestre. Así terminó

mitó a emitfu un disonante eructo, sin eI menor

gada: cayendo, inexorable, de espaldas en el suelo,

ápice de interpretación dramática y, por supuesto,

con el coxis machacado a causa del sabotaje. Aquí

totalmente fuera de guión.

expiró mi romanticismo animal, o dicho de otra

Desde el abrevadero, una vez emprendido el regreso hacia el establo, la puerta se divisaba muy

mi cabal-

forma menos equÍvoca: esa tierna sensación que se genera con el

trato o mirada contemplativa ha-

di importancia a este detalle,

cia los animales. Estos ya no me parecÍan peluches

puesto que, a pesar de mi corta edad, ya había lle-

animados; tenían iniciativa y se de.jaban gobernar

gado a comprender el efecto que ejerce Ia distancia

por instintos primitivos.

pequeña. Yo no le

El día que caí de un burro, Platero pasó a ser

en eI sentido de reducir el tamaño de las cosas que

üsualizamos; sin embargo, no atiné lo suficiente en mis cálculos, porque, cuando nos hubimos

había dado forma en unos bellos, pero engañosos

acercado, el hueco de entrada seguÍa manteniendo

versos, Y llegué a sentir rencor, no sólo del polli-

unas dimensiones insuficientes para la penetración conjunta de montura y jinete. La típica voz:

no majadero artífice material del atentado, también de la persona que nos hacÍa leer en voz alta

tantas veces en los westerns utilizada para

tan subhme obra y que, con carácter preüo, había

situaciones edgentes de una parada perentoria, no

colabolado en Ia distorsión de la realidad, ensal-

frenó, por más que se la repetí, al pollino, ya que el

zando üdácticamente a un asno. A partir de

condicionante de Ia comida en el pesebre saboteó

momento comencé a desconfiar de los mayores y

la orden que, en vano, traté de transmitirle. Días

se me planteó una

más tarde tuve la ocasión de comprobar un detalle

ro

técnico determinante para la detención del animal,

fuera, que se diría todo de algodón...»?

<<¡soo!>>,

l8

LAS

HOJAS

DEL

FORO

tan sólo una quimera

a

la que Juan Ramón Jiménez

terrible duda:

ese

¿De verdad Plate-

sería «Pequeño, peludo, suave; tan blando por


NARRATIVA

EL EXAMEN Últimamente

Oscar L. Nogal

se machacaba con las

oportunida-

moción Io trataban de pusilánime. Ya lo etiqueta-

des que había rechazado. Debería haber seguido

ban como fracasado in péctore.

Ias sugerencias de su profesora de francés, darse

un paseo por Quebec o las islas Reunión, pero quería algo seguro, fácil. Se había amarrado a un

dominar a los colegiales se disipaba, en una meüa aprotmada, en el minuto treinta y seis del segundo día de clase.

barco que no se hundía, o al menos eso le había

Los alumnos solían respetar

asegurado todo el mundo. Seguía dominando la

de presentación, pero al siguiente mostraban sus

técnica, el oficio: llegar a su hora, mover los pa-

cartas. Y cada dÍa se mostraban más ingoberna-

lo suficiente para que

bles hasta que tras algunas luchas, unas cuantas

todo funcione. No habían pasado tantos años des-

derrotas y un armisticio con uno mismo; el pro-

de que había acabado Ia carrera de enseñanza. AI

fesor tendía a aguantar eI chaparrón, apagar las

menos, no Ios notaba, hasta hace una semana. Era

algaradas con salidas de clase

demasiado benevolente consigo misma. Lo cierto

tiempo corriera hasta eI final de cada hora lectiva.

es que se especializó en magisterio para tener un

Una piara de revoltosos que conseguían que cier-

título urriversitario pronto y no exigir demasiado

tos profesores se doblegasen y pidiesen la baja en

al futuro. ¿Fue cobarde? Supongo que para uno de

un corto período.

peles necesarios, trabajar

ltulos

La ilusión, o el deseo, de

-no todos-

el día

y a dejar que el

sería un "quieroyno-

Tras tantos años de experiencia, siete o cator-

puedo". En realidad fue por tradición. De toda su

ce, había perdido Ia cuenta, acudir al trabajo se Ie

familia, tres cuartas pafies se dedicaban

la ense-

hacía aI menos soportable. Encima había una noti-

ñanza en diferentes niveles educativos, ciudades

cia que le tenÍa suspensa, confundida. Un dolor de

del mundo, regímenes laborales y prestigio acadé-

cuello, tenía eI coche en el taller, pero no era ésa;

mico. Pero ella siempre qúso ser maestra. Siempre

estaba embarazada. Lo había pospuesto

jugó a ser la maestra con los niños de su barrio.

deprisa y corriendo, se presentaba. Había bajado

esos coleccionistas de

Siempre era

a

la directora de un colegio exclusivo

donde los chicos se titulaban en carreras brillan-

y

ahora,

la guardia. Le tocaba, ¿o no? Como siempre

üjo los

buenos días en Ia sala

tes y extraordinarias: astronautas, poetisas, enco-

de profesores y recogió los folios que le correspon-

fradores, veterinarios de panteras. Había pecado de ilusa, había olvidado un factor: los estudiantes

dían. Empezar el día con un examen era la mejor manera para tener callados a los chicos. Tendría

respiran y rebaten.

tiempo de pensar lo suficiente en su decisión. Esta-

Así era la crónica en la cafetería de la facultad.

ba obligada. Todo cambiarÍa y no estaba preparada,

niños

Todos los estudiantes de Ia carrera se sentían más

aún. Entró a clase y los

que preparados para lidiar con los alumnos. Creían

problemas. Ella

que se las sabÍan todas para que en su clase no

de lo habirual, cosa que los alumnos percibieron

ocurriera lo que recordaban del instituto. Cuando

sin problemas. Algo le pasaba a Ia profesora para

alguno mostraba dudas, sus compañeros de pro-

que no empezase a dar gritos como siempre.

may I zot

z

LAS

se sentó con

HOJAS

se distribuyeron sin

un aplomo más firme

DEL

FORO

I9


NARRATIVA

-Vamos

a esperar cinco

minutos y luego cierro

la puerta. Podéis repasar.

solÍa evitar que hablara en alto. Aunque sus ojos, expresivos,

y una boca

pequeña de forma rara,

Iban a repasar mucho... Bueno, Ios cuatro o cin-

como de frambuesa, Ia hacían atractiva. Esa niña

co listillos que de verdad estudiaban sí que solÍan

cogÍa un lápiz con dos puntas. HabÍa afilado cada

aprovechar, pero era Ia minorÍa. Sacó su teléfono

extremo de su lápiz. Qúzás en un intento por ser

y tecleó el número. Lo apagó, no sabía por qué, pero eütaba decir que iba a tener un hijo. Un hijo,

práctica, de no perder tiempo: programación.

¿no sería una excusa perfecta para todo se fuera a

juicio pondría a tan pocos centímetros de la cara

la mierda?

un objeto afilado. La punta se dirigía a su ojo, un

Entró el úItimo chico y ella mandó cerrar la puerta.

-Libros

Se

iba a sacar un ojo, estaba claro. Nadie en su sano

pequeño descuido y Ia mina entraría en el glóbulo reventándole el ojo.

y cuadernos fuera. Só1o lápiz o boli.

La profesora repartió los exámenes en seis ta-

La imagen Ie resultó repulsiva. Reventar desde

dentro, Ia sangre... Expulsar carne de tu interior... pasar. Denfro

cos, uno por fila. Los alumnos los iban pasando ha-

Arrancar las entrañas... Eso no iba

cia atrás. Lo siguiente, fueron las hojas en blanco.

de seis meses pediría la baja por embarazo y ama-

-Tenéis cuarenta minutos. Aprovechadlos. Volvió a la tarima con la firme convicción de

a

rÍa a su hijo o su hija. Iba a tener Ia vida perfecta. La niña se mordía Ia falange del dedo Índice.

hacer la llamada. Se sentó en su mesa aferrando eI

Respiraba a sorbos. La profesora suponía que era

teléfono. Los niños cabeceaban sobre los papeles,

un rito para concentrarse. Afilar

no despiertos del todo, pero poco a poco parecían

afilar el otro lado. Serenarse para rendir en el exa-

enconlrar su ritmo. No sabía si deseaba tener un

men. Era un rito. Las personas están llenas de ma-

hijo ahora; ni siquiera si podÍa. HabÍa puesto barreras todos estos años y ahora se empeñaba en

nías y rutinas. ElIa también. Los cinco cafés dia-

tener uno. Iba a traer aI mundo uno de esos seres

recortes de caballos bonitos que guardaba desde

que se doblaban sobre eI pupitre, seres a medio

pequeña. Comprendía que cada individuo se crea-

hacer que nunca escuchaban, ajenos a cualquier

ra su zona de comodidad, donde mantener ciertas

última, te-

costumbres que son necesarias para enfrentarse a

cosa. Se supone que esa era la función

ul

lado, respirar,

rios con sacarina, sus tres cepillos de dientes, sus

ner hijos. No tenerlos sería algo egoísta, ¿verdad? Para despejar sus pensamientos, dio un paseo

los retos.

para inspeccionar. La chica con nariz de patata po-

podía postergarlo. Comprimió cada tecla, era la

nía los puntitos sobre las íes con forma de lrrnque,

única vez que no había tenido que recitar un núme-

el gordito pelirrojo remachaba el lápiz, el de uñas

ro de teléfono. Todo el mundo sabía que no tenía

negras y hermoso cabello castaño llenaba con su

capacidad, o interés, en la memoria a corto plazo.

gran letra y volvía la página, pronto le pediría otro

Los dedos se movían lentos, perezosos y el marca-

folio. No pudo pillar a nadie copiando, aunque sabía que varios Io estaban haciendo. No estaba para discusiones. Volviendo al entablado, como

do no parecía acabar nunca. Había asumido la con-

fijó

Tenía que llamar en ese mismo momento. No

secuencia cuando oyó los brotes típicos de una pe-

lea. Levantó la mirada; la parejita de siempre. Era

en una de sus

una jugada que hacían cuando ya no tenían nada

alumnas. Siempre peinada con una cola de caba-

que escribir. Matar el tiempo, matar Ia espera. Lo

llo que sujetaba con una cinta o banda de color

más práctico era hacerles salir, pero entonces los

y diseño cambiantes.

otros profesores se quejarÍan por el ruido. Sólo

dándose cuenta de repente, se

20

LAS

Su

HOJA§

voz pituda Ie fastidiaba,

DEL

FORO


NARRATIVA prudente como po-

quedaban diez minutos para cumplirse el plazo.

pedirle consejo

Supuso que podÍa aguantarlo.

cas. Quizás ella tuviera la clave. No sabía porqué se

-¡Callaos!

Respetad a \uestros compañeros. Si

a esa niña rara,

sentía mal Todo estaba bien. Tomaría la decisión adecuada, en el momento adecuado.

no, os separo. Era normal esa risita de malvado descafeinado,

La parejita terminó por perderse en su asiento,

orgullosos de su proeza y credibilidad. Estaba obli-

mientras los minutos se descontaban.

gada a posar su mirada escrutadora sobre ellos.

el plazo. En desorden los niños fueron pasando

Vigilarlos. Aguantar hasta que acabara la clase.

por su mesa y entregaron eI examen. La mayoría

Luego ya llamarÍa. Cuando todos salieran de clase,

despedía hasta la clase del día siguiente. Incluso

llamarÍa y hablarÍa del tema con tranquilidad, con

los alborotadores parecían conmovidos y con una

sensatez.

mirada de creíble arrepentimiento se marcharon.

Se

cumplió

se

La niña con cola de caballo le sonrió, se detuvo La niña de la cola de caballo atada con cinta

en silencio, como si supiera que habÍan formado

azul cobalto rompió la mina del lápiz. La profe-

un lazo inmaterial. Se fue la ultima, con el pelo

sora se turbó. La alumna, resuelta, dio la luelta aI

oscilando sobre su espalda. La maestra recogió los

práctica-. Qüzás demasiado. Había previsto la calamidad de un lápiz que se qúebra: a no alterarse con un episodio

exámenes y sus bárrulos. Miró por la ventana, un

imaginó colgada, como cuando era niña, en lo más

normal en Ia vida. La maestra no era tan lista. Iba

alto; luego se caía

lápiz y reanudó el texto

-fácil,

a

arce descomunal tapaba parte del panorama.

y

Se

quedaba intacta, sin ningún

tener un hijo y se sentía la mujer más estupida del

rasguño. Sería más üable tirarse de ese árbol mil

mundo, incapaz de tomar una decisión. Debería

veces que tener un hijo en sus circunstancias.

CURAR UN MAL OíN La camisa de la mañana estaba sin planchar. EI

rocío parecÍa cristal, pero eso no le emocionaba demasiado. Frustrada, bajó la persiana para que no

entrara Ia luz y se qútó eI pijama.

Se

üstió con un

María José Fernández

máquina expendedora y compró una botella de un

litro de agua. Caminando encontró un bar. "Abrimos aI mediodía" apostillaba el cartel. Enrró a tomarse un café y, al acercarlo a Ia boca,

tiró la botella

vestido marrónybajó corriendo la escalera enbús-

se quemó. Con un gesto de enfado

queda de unos zapatos en eI armario pequeño de

de agua. Cuando se había calmado, la recogió del

la entrada. No tenía muy claro cuáles ponerse. Se decidió por el calzado de diario. Al salir, se paró en

suelo

el quiosco de la esquina a comprar el periódico.

a Ia gente, sus expresiones, mientras jugueteaba

"Sarkozy lleva alzas en los zapatos" anunciaba

y con vergüenza se bajó del taburete y

se

sentó en una mesa. Sorbito a sorbito, iba mirando con los granitos de azúcar que habían caído en el

-¡Menuda sorpresa!, ¡quiere una estatura acorde con su ego!- SoItó mientras posaba

platillo de la taza de café. favor, pasen hacia el fondo!- se oyó.

la revista y echó a andar.

Rompiendo su momento de reflexión, un grupo

una reüsta.

may 12012

Se

paró delante de una

-¡Por

LA5

HOJAS

DIL

FORO

21


7

NARRATIVA de empresarios pasaban en dirección a la zona de

ño, adornándolas con ramas de ciprés y mimosas

restaurante. Apuró eI café y se levantó de la mesa

blancas.

a las carreras. Dejó varias monedas en la mesa, y

salió con la botella en la mano. No sabÍa muy bien

por donde ir y decidió ir calle abajo.

-Ahí

tiene. Tenga un buen día.

-Gracias. Igualmente- Y dejándole alguna

A1 llegar al

moneda de Ia r,uelta se marchó para ponerlas en

parque más cercano, se quedó prendada de unos

agua. A1 llegar a casa, cogió las flores, las puso en

niños que jugaban tirándose tierra.

el jarrón de la entrada

y se quitó los zapatos.

Su-

"Un poema, es un sueño en la vigilia" Ie recitaba

bió con eI periódico a Ia habitación y levaltó la

un hombre a su esposa mientras estaban sentados

persiana para poder leer. A cada mala noticia que

en un banco de piedra, no perdiendo de vista

a

Ieía, daba un tirón para pasar la página. Cuando

sus nietos columpiándose a lo lejos. Cerca de aIIÍ,

terminó de leerlo, Io guardó debajo de Ia cama y

un vagabundo eütaba eI sol sentado debajo de la

se quitó el vestido. Se puso

copa de un arbol, contaba las moneditas que lleva-

la enagua y salió a pasear. Decidió ir hasta el par-

ba en el gorro de lana que estrujaba en su mano.

que para desahogarse. Al llegar se encontró a unos

La mujer, se sonreía y bebía, sorbito a sorbito el

niños tirando piedras aI riachuelo cercano. Imitán-

agua de la botella. Apretaba eI plástico cada vez

dolos, empezó a tirarlas ella y en un arrebato pegó

que se ponía nerviosa obligándose a aguantar fue-

un grito que hizo reír a los pequeños.

ra de casa. A lo lejos, diüsó un puesto de flores y

eI campo a espaldas de la gente y acurrucándose,

se acercó sacando del bolso el monedero.

puso sus oídos sólo en el murmullo del agua, y

-¡HoIa! quisiera una docena de claveles- pidió con ula voz casi inaudible.

un chándal encima de

Se sentó en

cerrando los ojos quedó absorta. Cuando los abrió, ya era Ia hora de comer y decidió volver a casa. La

que no me levante con rapidez, es

rabia que sentía no se había marchado, pero al me-

que ya fallan los engranajes- Le espetó Ia señora

nos estaba más tranquila. Preparó la comida con

que llevaba una especie de aparato en la pierna.

todo lujo de detalles incluidas las flores que había

La mujer extendló las flores en Ia mesa con cari-

comprado.

-Perdone

CAMARADAS DE BAR

Gustavo Adolfo Fernández

Arturo estaba realmente emocionado. Después

que jugaban a las cartas. También estaban Gelo,

de casi un año, aI fin verÍa de nuevo a sus viejos y

Ortega, Manel y "eI Rizos", todos ellos absortos mi-

añorados camaradas dela Taberna de Antón. Jurrto

rando la tele. Tras la barra, Ieyendo un periódico,

a ellos

estaba Antón, eI dueño, aI que Arturo consideraba

-pensó-

se olvidarÍa enseguida de todos

sus problemas y penurias de los ultimos meses.

casl como un hermano mayor. Nada parecía haber

A pesar de su impaciencia por reencontrarse

cambiado desde Ia última vez que había estado allí

con sus amigos, quiso echar un vistazo por eI ven-

hacía tanto tiempo, hasta las telarañas seguían en

tanal antes de entrar al bar. En eI interior del local

eI mismo sitio.

pudo ver a Pepe "el Roxu" y a Juan "el Mangas"

22

LAS

HOJAS

DEL

FORO

-Estupendo-

pensó Arturo

-

están todos. Ya


NARRATIVA sabÍa yo que esta era la mejor hora para venir.

Acarició el picaporte y tomó aire en un gesto tan teatral que él mismo tuvo que reírse de sÍ mismo. Empujó con fuerza la úeja puerta y nada más

A continuación, se oyó a Pepe susurrar:

-¿Quien

diablos es ese tipo? Me suena su cara

pero no caigo. Juan

ni siquiera le contestó. Se limitó a enco-

cruzar el umbral, levantó los dos brazos en osten-

gerse de hombros mientras tiraba un as de bastos

tosa señal de saludo.

sobre el tapete.

¡He r,rrelto a Ia ciudad

amigos!-exclamó.

Tras unos segundos de silencio y total indiferencia, fue Antón el que sin dejar de ojear eI periódico comentó:

-Pues

Después cada cual volvió a lo suyo sin prestar más atención al recién llegado.

Arturo, abatido, se acercó a la barra y pidió el primer vino.

no sabía que habías estado fuera.

¿QUIEN TOCA EL MB¡RA? Al poeta Fernando Menéndez, que cada curso llega a este Palac¡o de Valdecarzana para compartir y enseñar su Arte.

Paula López G. Virumbrales

Mi casa del pueblo tiene ftes desr.-anes. El más

viendo a mis hermanos y amigos disfrutando del

pequeño es eI lugar donde han ido a parar todos

veralo a sus orillas, de sus aguas bajo el Puente

Ios libros de mi famüa, apuntes manuscritos, car-

de Las Viñas y después en eI pozo de Las Figales. A

tas de amor, de amigos, comerciales; y a su vez,

la r,rrelta, mi madre esperando con la merienda y,

postales de aquellos lugares donde alguno ha via-

al atardecer, el sonido del Studebaker J15 que nos

jado en tiempos lejanos, reristas de toda índole,

anunciaba la llegada de nuestro padre.

cuentos infantiles

y

Ca¡titan Trueno hasta

series semanales desde EI E1

Espíritu de la Selva.Todo

ello con el caos gobernaldo el conjunto.

Es difÍcil borrar las imágenes

y el eco de vo-

ces y sonidos sigue latente. Espero oír alguna nota

suelta, eI inicio de unos compases que lleguen

a

Siempre digo que r.o1- a seleccionar, organizar

formar una melodía, esa que me ronda en diferen-

y Limpiar. Y sentada en el reclinatorio de la iglesia

tes sueños enr,ueltos en misterio con aires de le-

que tiene allÍ su sitio, iritento buscar Ia razón del

yenda, donde oigo la voz de un personaje que no

¿porqué sigue todo igual?. Repaso sin tocar todos

logro ver. Situado al pié de una escalonada fuente,

Ios lomos y pilas polvorientas. Se está bien aquÍ y

en una lejana y polvorienta plaza a Ia que hemos

desde la ventana veo el sol hasta que se ocuita tras

llegado este medio día arrastrando los pies desde

Ias montañas; al frente veo las tierras del Villar

diferentes lugares, y prendidos en el alto tendal

y llenas de altas

y un pequeño

que alcanzan las notas de una extraña flauta, que

huerto que permanece trabajado, antes eran mai-

ha ido dando paso a Ia voz que narra incansable,

zales y tierras de patatas y viñedos. A pesar de los

cambia, rer,uelve y transfigura las palabras en una

cambios en el paisaje, el Aranguín sigue su curso

alianza fascinante, entre el pensamiento y Ia narra-

incansable, üendo que sus campos de labor y pra-

ción de historias antiguas relatadas miles, quizá

deras hoy son piscinas, campos de fútbol y de te-

millones de veces.

soleadas

kriervas

nis. Lo mismo me pasa a mi, sobre este plano sigo

may

2O12

Y nos hace sentir que hoy es un día diferen-

HO,,'45

r t/ K t,

23


NARRATIVA te, será para recordar y contar a nuestros hijos y

El Caminante ha aprendido a escuchar al vien-

vecinos. Y los ancianos nos dirán: Pues hubo un

to que narra lo que las gotas de agua le susurran,

tiempo cuando sonaba

eI Mbira de los espíritus, en

üajan con su impulso y escuchan en pueblos y ciu-

el que nos reunÍamos en Io mas profundo del bos-

dades, en cuevas y conventos, a las fuentes y a los

que, y allí las manos del viajero lograban que los

ríos, y bajo las tejas se quedan escondidas y aten-

clavos aplastados del instrumento emitiesen voces

tas, hasta que el viento de nuevo las lleva.

lejanas y siempre había alguno que tenÍa la virtud

Hace años que vienes a esta casa de suelos em-

pedrados, con una fuente en el centro de su patio

de recordar üqias historias.

Siempre son las manos las que logran captar

que vocea sin tardanza 1o que pasa bajo este techo.

nuestra atención. Primero fueron sombras en las

No traes ya ni túnica ni capa Caminante, pero lus

cuevas, luego lograron sacar notas de algún hueso

manos te delatan

perforado. La magia de las manos. Pensareis que

escala de libros, esperamos hechizados a que nos

describo al encantador de serpientes o al flautista

enseñes a cabalgar sobre eI viento e interpretar su

de Hamelin. No, creo que más bien a rapsodas y

sonido, para poder contar en cualqúer noche per-

y a todos los que a Io largo de los

didos en los recuerdos, url retazo de Io que fue

siglos hicieron que la literatura oral no se perdiese

nuestro r,uelo. ¡Deja por favor, que ttrs manos si-

en eI aire, se pudiese transmittse impresa y, a su

gan tocando el Mbira!, te escuchamos.

aedos griegos,

y

sentados en la falda de esta

vez, nos enseñaron este arte.

A QUEMARROPA Dónde las dan, las toman

-pensé

mientras

Bij ou

sala: "No me llames" (en color rojo pasión). NIe

fui

aI cementerio (Iugar que albergaba un gran núme-

me zampaba una hamburguesa hecha con prisas y sin pausas. A las dos de la tarde sonaba la sire-

ro de maniquíes hacinados y entonces en desuso);

na de la fábrica. Mi venganza sería terrible. O se

cogí varios e hice una especie de torre, no sin antes

retractaban con gratificación incluida, o se las ve-

haberlos decorado en exceso; hacíanjuego con las

rían con Puri la "devora hombres". Una vez dentro,

cristaleras de aquella nave, donde se podía leer en

me quedé a solas en eI despacho vacÍo del direc-

tonos üoletas: "cabrones, cabrones, devolr.edme

tor; puse en marcha la fotocopiadora e hice varias

Ios millones". Acto seguido, me bastaron

coplas de la portada de una revista guarra donde

cinco mirutos para extraer del bolso el pequeño

aparecía una mujer en pelota picada. En la parte

revolver (detalle de Ia armería) e irme a la sala de

de abajo de la hoja añadí: "busque, compare, y si

pruebas: siete figurhes portaban teias con dife-

encuentra algo mejor, cómprelo". La dejé sobre su

rente formato y tacto. Disparé a quemarropa )-me

y enfilé, pasillo

tal

solo

adelante, hacia el colector;

los cargué a todos sin eludir los géneros; teniendo

otra copia reposarÍa sobre Ia mesa del úgilante con el siguiente añadido, en una de las pantallas de los diferentes monitores de aquella pequeña

en cuenta todo lo que me debían, aquello era una

mesa

24

HOJAS

Dtt

FORC

fruslería, sin más. Me fui, enjugándome aquel mar de lágrimas en el pañuelo.


POESIA

Plácido

Rodríguez Retales del tiempo Duerme Ia tersura en un abrazo de satén escondida entre los pliegues de una arruga. Tiene sueños desnudos que se ríen de lo oscuro, solo al despertar afronta los horrores,

retratada por los brillos del espejo. Embiste el üejo conocido en eI saludo

por su antigua condición de semejante que vierte el vinagre dentro de los ojos

cuando se muestra despojado de tapices, ayer iguales a los nuestros.

Saluda el roble centenario en el otoño,

desprendiendo, a nuestro paso, sus hojas aI camjno. Pasaron tantos a su lado que no recuerda

los que le vieron llorar en eI primer inüerno.

Busconas de alivio en oraciones

transitaron sucesivas y

a millares,

y subieron las almas Ia escalera provistas de materia: orgánica. Eso dice la losa desgastada

en su silencio.

may

2O'12

LAS

HOJAS

DEL

FORO

25


POESíA

Xosé Llu ís Rodríguez Alberdi

EL MIO PAISAXE Ente los ruíos estrueldosos de motores de coches,

ente'l fumu fediondu de les chiminees y tubos d'escape, ente'l billuriciu d'una cai atacada xente a la gueta rebaxes, los mios

olos y la mio ñariz, talo vírxenes vestales,

avezaos al silenciu pudorosu del mio llugar,

al doce revolotiar de palombes, zocones y malvises, al arume de montes de carbayos, castañales y piornos, al arrecendor del romeru, la marialúsa y la yerba curao, al rÍtmicu correr ensin priesa del regatu que m'adormez,

sollíviense engafentaos encamentándome afuxir del infiernu,

tornar de secute pal pacetible requexu onde vivo, p'aquel coín del mio país inda güei paraísu, onde los folios en blanco o garabatiaos enllenen ensembre'l mio paisaxe, Ia mio vida, la mio mente, el mio corazón,

palabres míes o ayenes coles que viaxo dica 'I fin del universu.

26

LAS

HOJAS

DEL

FORO


POESíA

NUNA CAFETERIA Una mesa y cuatro sielles arriendes de mio;

enriba Ia mesa un ceniceru y una carta bebíes; una tele prendida, una telenovela que nun s' oyi;

un

cantar nuna minicadena, "A Dios le pido";

tres homes y una muyer nunos tayrelos altos acoldaos na barra; dos camareros con chaquetina colorada aceleraos del otru llau,

Ilimpiando, ún, un vasu, allugando servilleteros, I' otru; tres de mio una rapaza llei un periódicu, n' otra mesa de cuatro sielles; a la manzorga, un carricoche con un neñu, durmiendo,

mentanto, Ia ma, piernes cruciaes, avienta'l fumu abuxaracáu

qu' estrá d' un piru amediáu rubiu qu' aguanta, doucemente, ente unos didos llargos d'uñes moraes; al altor de los mios güeyos, un floreru frayáu con delles hortensies musties y avieyrscaes, obra de dalgún pintor que nin firma; a la mandrecha, una naturaleza premuerta, un espe).,u,

escariáu y pasáu de moda, mírame en tentes;

una máquina tragaperres, cantarina de xemes en cuando, allampla porque dalgún veceru

l'

acallente;

un armariu frigoríficu mediu llen o mediu valeru de xelaos espera asosegáu pel branu ensin dicir nin res;

y una puerta, Cocina, convida a comer ensin fame, demientres azuanta por un cartelu d' Aseos con una flechuca que

t' empobina

a unos báteres que güelen a

pinu.

D' esmenu, un camareru de coloráu asitia delantre min, ensin pidi-ylu, un platÍn de porzolana blancu cola cuenta; allugo los cuartos néI, a la vera'l tique, ensil propina,

por apurar, por medranosu de que yo nun pagare; doi 'l caberu paparáu al café con lleche, ya cuasi esfrecíu; llevántome seliquín y colo pa la cai ruidosa, adulces. Dexo

p' atrás la cafetería, nun la miro nin

de regueyr.

¡Na ciudá hai tantes ensin alma!

may 2Ol2

a

LAS

H0JA5

DEL

FOR0

27


POESiA

Pytér Xuan

Al Sur Del Llanto Amargo Desnutrido amanecer de rasgos violetas en eI gélido aroma de mi alma

tan liviana, tan perdida, embalsamada al sur del llanto amargo donde perdido eI norte ya no hubo escapatoria.

Doblegado atardecer de arrugas estancadas en el encorvado sueño de mi alma

tan pesada, tan ilusa,

inundada aI sur del Ilanto amargo donde ahogado todo acorde ya no hubo melodía.

28

LAS

HOJAS

DEL

F0RO


POESíA

INOCENCIA En los albores de la inocencia perdida

al sur del llanto, capa caída; cuando restringida sin dilación

la opinión fue ecuestre cautiva y la absoluta ironÍa de las hadas encarnadas en celestes shfonías agobiaron con mesura y tesón el bastón efímero de su cordura.

Vieja niñez espolvoreada sobrada de sueños, cargada de lamentos en las dunas de desiertos ahogados; agua inservible en nubes cerradas

astros lejanos a tiro de piedra que hierran tina.ias raídas al viento.

Aliento inseguro en zurrones olüdados exhalando dardos ocultos que minan su cielo en embargo sin celo

tildando comas y presuntos recuerdos en los albores de la inocencia herida

y en harapos mordida, cuando restringida duerme la memoria sobre un alma, dura almsfo¿fl¿ pátina,

juguete que exclama üolencia

y manos rasgadas al estrangular la

conciencia;

hhóspito vergel efervescente orificio inclemente y raquítico plan, dúcti1 indiferencia, a otro lado, volver a mirar.

mav I zolz

LAS

HOJAS

DEL

FORO

29


POESíA

Fe rnan d o

Cas ita

Agnosticismo Cuánto dolor

Ante el silencio

y sufrimiento.

hay quien acoge

Por qué será

la incertidumbre

y para qué.

como destino.

Si no hay respuesta

por qué Ia üda, si no trasciende

ni nos libera.

a que la

de dolo,

DEL

luz

se apague.

añade espanto.

HOJAS

que es más que eI ego,

Luego aguardemos

siendo capaz

LAS

es la verdad

es Io que es

La humana,

30

Una esperanza:

Será.

FORO


POESIA Psicopatocracia Convengamos en que hay muchas personas con grandes limitaciones,

perplejas, pasivas y limpias de corazón, víctimas de ultrajes y muy asustadas que padecen los escarnios de Ia oligarqúa.

Reconozcamos aquÍ y allí que los mandatarios multiüsciplinares suelen proceder de zonas mentales patógenas

proclives

a

la egolatría y a la coacción ejercida

sobre masas informes e inermes.

Las piezas humanas se van colocando en sociedad según ese punto de partida morboso, en que las cosas se explican desde ocultos intereses

impidiendo eI desarrollo material y espiritual del conocimiento. Megalómanos e intelectuales de ecléctica anfibia

-halcones mediáticos, artistas estupendos, filósofos feblescompiten en el abuso, olüdando en su orgánica torre de marfil los actos fallidos y otros lapsus detectables por la ciencia. Este mundo así prorrateado

al desarrollarse contra la naturaleza, eI sentido común y la voluntad de progreso, genera el desastre que conduce a la ignominia.

No se busquen etiologías fantasmales para explicar la ratz del embrollo en dogmas religiosos, o en ideologías varias que nunca son causa, sino fin excusado.

Cada grupúsculo de poder se va insertando en su apriorística intención de dominio

fingiendo el credo que a sus intereses convenga, adaptándose a las contingencias.

Para romper Ia tendencia criminal se precisan más que nunca mentes brillantes en personas íntegras

que en una infatigable labor didáctica y generosa

expliquen

may I zor z

a las masas el proceso.

LAS

HOJAS

DEL

FORO

3t


POESíA

Carlos G randa

A la mierda Yo, estoy lleno de mierda. Tú, estás de mierda hasta eI cuello. Estamos todos llenos de miedos de mierda

por qué, entonces, tratar de ser felices,

MUC\O mAS

dibujar sonrisas, disfrazar mentiras, Más, más, más, más... mucho

Hay que equivocarse mucho

más

frustrarnos en pos de buenos sentimientos.

más

La vida es una mierda

huÍdas por seguir callejones que no tienen final y volver a empezar sin miedo sin miedo a la vida, a que no exista verdad. andar por caminos que no entienden de

El trabajo en una mierda Cucho me temo que la rebelión es cucho

me temo que el ¿rmor son dos mierdas que se juntan para oler aún peor.

A qué esperamos, entonces, para esculpir el asco en nuesúos rostros.

Hay que eqüvocarse más, mucho más Reventar eI cartel que pone SALIDA No hay salida! Pero se puede entrar más más, más, más, más

mucho más.

Conjugando el S.XXI Yo paso de todo

Tú miras hacia otro lado Él pasaba por allí

ElIa agacha la cabeza Por orden ministerial queda definitivamente abolido elvocablo

"Nosotros" Vosotras os ponéis de rodillas Ellas se juntan, se

juntan y siembran

semillas de barro.

32

LAS

HOJAS

DEL

FORO


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DEL

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Alfonso MartÍn González ANCELS OF HARLEIV. NY. 2OI I

Rotulador sobre papel


多POR QUE TAMOS

SIEMPRE APARCAOS

EN MISMO SITIO2 VAMO5 DAR UNA VUELTA.


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