Breve discurso sobre el terrorismo poético como acto individual y sedicioso contra lo existente

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PERMITIMOS Y ALENTAMOS LA REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL DE ÉSTA OBRA Y POR LOS MEDIOS QUE GUSTEN. * PRIMERA SEDICIÓN, SEPTIEMBRIL DEL 2015.


Breve discurso sobre el terrorismo poĂŠtico como acto individual y sedicioso contra lo existente

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Extenso apartado de notas sobre su autor.

Editorial flores en la Basura Iquique - $hile



PRÓLOGO

Éste breve discurso fue declamando por un solitario peatón anónimo que sin anuncio ni pompa alguna hizo de una esquina cualquiera de una ciudad cualquiera una tribuna y del grifo que ahí hay un podio y se subió por un momento a hacer lo que hizo antes de perder el equilibrio y el hilo de su discurso y mucha sangre desde su cabeza sobre la vereda.

El editor de ésta editorialita lumpen, Día tal, del Mes tanto, del presente Año.



“Pero también he afirmado mil veces que el hombre no es algo explicable y que, en todo caso, sus secretos hay que indagarlos no en sus razones sino en sus sueños y delirios.” ABBADÓN, página 309.


Breve (e interrumpido) discurso sobre el terrorismo poético como acto individual y sedicioso contra lo existente Al destiempo de un presente acelerado que embarga los otros tiempos en estaciones frustrantes de sueños alucinados No cumplidos: Igualdad, Progreso, Desarrollo, Libertad, Socialismo. Me muevo al arrastre dispar del resto de gusanos ciudadanos buscando alterar lo establecido a riesgo de perder la cordura y esto debido a la falacia de las razones y a los demonios que nos hacen hablar a solas a los poetas. Me embriago desnudo al modo en que miradas y velos fueran ropajes y no simples ideas e hipocresías dadas. Me desarraigo de la multitud para faltarle el respeto a las convenciones y hacer reír mis propios labios. No me ha importado el ridículo o las habladurías baratas de las propias baratas que aquí como en ningún otro puerto


o poblado habitan pululan en masa infectando todo silencio con sus triquiñuelas sin razón ni causa. He dado innumerables conciertos de desconciertos llenando mis lágrimas de ojos y mis errores de pasos cual proceder de una dialéctica macabra configurada para ceñir más fracasos sobre fracasos Pero ciertos cual verdades y trasfondos trastocados. Aunque también haya algo de venganza porque de siempre o por lo menos desde que nací me sentí fuera de mí como escrutándome desde la vereda opuesta una cosa así como aparte de ser uno ser el otro al mismo momento de mirarse pero no tanto en el mismo espacio como en un desencaje que de siempre o desde que fui me viene siguiendo y que sólo he podido sanar solucionar o por lo menos remediar Recurriendo al terrorismo poético Suerte de colectivizar mi descalabro con el mundo: Primero como acto vengativo (y 1/2 confuso)de reacción


Pero ya luego también como acción misma y de burla Al final como recreación cuando he escrito sin describir sino más bien ahondando en lo ya ahondado en lo que dicen es la realidad o hasta soñando después en todo el jaleo más ido que nunca…


FIN DE LA PARTE DEL DISCURSO


APARTADO DE NOTAS

“Mis personajes, de los que no escribo, están matándome. Quieren salirse… y con la suya. Sus tristes existencias me atolondran. Y hacen sufrir. Me duele cargarlos. Me devoran el cerebro y el alma. Me duelen tanto como yo a ellos, que me obstino en no traerlos de paseo al papel… a veces me acuesto como ahora, me tiendo a morir un poco, para que vivan un tanto dentro mío, me acribillen con sus existencias, y, entonces, descubro que puedo utilizarlos para escribir, para decir esto, que voy diciendo ahora, porque tomo fuerza de sus fuerzas, para no enloquecer del todo.”*

* Nota I del autor, encontrada en el bolsillo de su pantalón, aquella tarde, cuando hizo público su discurso.


“Diez y seis de septiembril, son las seis cincuenta y siete de la mañana, un gil de una de las torres al otro lado de la calle grita y aplaude: PARDEGILES!, apropósito del accidente vehicular que aconteció a las seis cincuenta y uno hoy mismo. Esto lo registré al reverso de estas hojas pero luego arranqué esa parte del papel, tal vez, por pudor o morbo ante la desgracia ajena. Ciertamente me dolió el ruido de las ruedas, los neumáticos sobre el asfalto, el sonido del impacto, los vidrios quebrándose, toda la locura sonora que se oyó peor ante el relativo silencio, en tanto la presencia invasora de las torres al otro lado de la calle y su bullicioso gentío noctámbulo. Con el accidente Con el impacto me sucedieron varias emociones: miedo, dolor, pena, curiosidad, miedo otra vez. Igual no me moví No salí a ver qué pasaba. No di aviso a nadie tampoco. Seguí sentado sobre la cama como ahora escribiendo como ahora en que ese momento aún no acaba. Pensé en Z. Sentí miedo por ella. Me contó ayer que saldría, y aunque esté a mil seiscientos kilómetros de la esquina del accidente de las seis cincuenta y uno no me tranquilizo. Por eso volví a escribir lo que había consignado en el trozo de papel que arranqué hace diez y ocho minutos atrás para tranquilizarme. Escribo para aterrizarme en el papel, en sincera huida de la realidad y los miedos que la desbordan. Fumo un cigarro pero no dejo de escribir. Son las siete y quince y aún no se oyen sirenas. La verdad es que no se oye nada de nada. Hasta el gil de una de las torres al otro lado de la calle se calló. Pero, el ruido perverso del accidente me vuelve una y otra vez. Imagino el miedo del PARDEGILES! al interior del auto. No me puedo, sin embargo, imaginar la alegría estúpida del gil que de arriba muy arriba gritaba y aplaudía ofendiendo y ofendiéndose. Aunque por lo menos él sí hizo algo, se hizo parte del algún modo –ridículo y canalla- de la desgracia ajena, no se escabulló, digo, como yo. A lo mejor se fumó un cigarro, también, sentado al borde de su cama y de la suerte que compartimos por ahora. Recuerdo la voz de la Z y sus ojos que comparten con su mirada mi nostalgia que es como un sueño esquivo. Pienso en la Sybila Arredondo. Pienso en la Soledad Barrett. Pienso en la Ingerborg de


Archimboldi. Pienso que pensar es una forma bastante inútil de angustiarse. Son las siete y veinticuatro minutos y de afuera sólo vienen los sonidos de pajaritos mustios y el ajetreo de camiones y buses muy a lo lejos. De sirenas nada. De yo precipitándome a la calle, menos. Ahora que tengo las uñas largas –ya no me las como- me es más fácil rascarme. De ahí que huela a sangre. ¿Habrá éste olor allá en la esquina también? ¿Estará la Señora Calaca atendiendo a sus menesteres? (Una noche la Señora Calaca aburrida, decidió poner las cosas en curso… la vida desde entonces ha sido su excusa para existir). A las siete con treinta y un minutos releo todo esto y todo lo demás sigue igual de igual. A las siete cincuenta y cinco me había acostado a dormir pero un temblor de esos de la tierra, es decir, de esos que sienten todos y no sólo yo, me despertó. Hace poco más de una hora fue el accidente ¿lo habrán sentido todos? pensaba soñaba en un pueblo perdido en medio de la nada. Nunca ocurría gran cosa ahí. Sin embargo una noche un vehículo con gente que iba de paso se volcó. Nadie salía a socorrerlos. Todos se hacían los sordos. Algunos aprovecharon el estrépito que los despertó para fumar un cigarro al borde de sus camas. Otros se inquietaron por seres queridos que vivían muy lejos de ahí. Ya de amanecida nadie seguía sin atreverse a salir de sus casas para enfrentar a la realidad. Es probable que nadie volviera a salir nunca. El pueblo al final se moría en silencio/ de puro silencio. Y el accidente se volvía un misterio, también, para quienes ni vivieron ni nunca supieron que hubo antes un pueblo ahí/así.”*

* Nota II del autor, encontrada en una especie de bolso o bolsa de género, por una señora curiosa que no tenía donde seguir echando el pan para las once y por eso consideró pertinente tomarla del suelo y llevársela puesto que ya no le pertenecía a nadie.


“Viscosidad al tacto invisible con lo fantasmagórico de una ilusión… en el delirium tremens… pareciera que agonizo y transgredo los mundos sumergiéndome a mi subconsciente… me diluyo ahí en mi interior más ignoto… y como si una mano de dedos culebras viscosos me jalara subo a la superficie… aunque no a la propia… por tanto es que despierto en otra vida… otro ser… como en una especia de adulterio de existencias… y se me va el aire cual orgasmo al nacer… una resurrexión de espasmo y locura… escucho voces… consultas… pero lo peor son las risas… el miedo también despierta… con mayor asombro que yo mismo… entonces trato en vano de volver a mí… al de siempre… me revuelvo como lombriz agitada en el lodo viscoso… se me hace difícil… realmente difícil despertar fuera del delirio que creo soñar… que espero solo sea un sueño… me retuerzo… me entumezco… me contraigo… hecho un solo calambre generalizado y perpetuo… desfallezco… entre espasmos… jadeos de mi alma desdoblada… tratando de volver… el cordón de plata lo tengo como cuerda de guitarra… pareciera emitir un sonido… gemido… me duele en tanto… física y mentalmente el jaleo… la implosión de mis neuronas… el frenesí de mis delirios… despierto surgiendo de un mar picado… oscuro… un mar de aceite pútrido y tenebroso… despierto pero vuelvo a hundirme… olas insensatas… insanas… luchan contra mi… me ahogan con su líquido asqueroso… las risas son el oleaje… el miedo la marea… las fuerzas me abandonas… parece que daré mi último aliento dejándome arrastrar hasta el fondo de la locura… no obstante antes grito fuerte… me agito epilépticamente… rujo… gruño… soy un monstruo clamando… exigiendo su existencia real… su paso del mundo imaginario al cierto… el miedo se torna violentamente odio… rabia… el terror de no dejarme jalar por fuerzas invasoras y desconocidas… me resisto así con todo mi todo… hasta que por fin logro sacar mi cabeza conmigo adentro de la almohada… me siento sobre el colchón… corroboro el frío del cuarto… detecto la luz de la ampolleta… estoy vivo… estoy despierto… al borde de la cama como al borde de un abismo… sólo que el ídem soy yo mismo.”* … “Si tan sólo se trata de dejarse ir/ si tan sólo esto que llamamos vida es menos que nada: una ilusión/ la muerte resulta eso/ dejarse ir/ salir de la ilusión/ lo contrario a la vida sin contradecirla/ no existir y aun así ser/ pero no esto que creemos que somos como unidad/ como individuo/ sino eso-esto otro/ que fuimos siempre.”** …


“…desde aquí hasta las barbas de Lucifer (el que sueña todo este jaleo que nos hace).”*** … “Somos las creación de la creación: el residuo imaginativo de lo imaginado.”**** … “No constituimos ni el bostezo del que sueña. Ni de lo soñado. Ni del soñado. Ni nuestros sueños nos pertenecen.”*****

*/**/***/****/***** Notas restantes (III, IV, V, VI y VII) de la ahora bolsa de las once (ex del autor) y que ahora (las notas) forman parte de la basura de la Sra. Oportunista.


“¿Cómo surgirá aquí un relato tal, que me haga ganar, al modo de perder, el tiempo, para después decir que he hecho algo con el ídem, en vez de haber sólo conspirado en silencio contra todo lo demás, incluido, a su vez, a nuestro querido señor T? ¿Surgirá a causa del azar, a la manera de los acontecimientos, que se suceden, prescindiendo de un relato o narración, por acá afuera, desde donde me dispongo a enfrentar al papel mediante no sé bien qué modo contemplar cómo surge un relato mientras voy escribiendo? ¿O será por acción propiamente mía, de éste infructuoso ejercicio, o manía, de mover mi mano que atenaza un lápiz de cierto modo que se suceden líneas dibujos códigos en la superficie del papel, que sugieren –o eso pretenden- ideas conceptos cosas que yo me traigo entre ceja y ceja o al menos entre sien y sien? ¿Cómo vendrán a darse las circunstancias circunscritas desde mí hacia un afuera no tan lejos del todo que soy yo por ahora? ¿Es esto un pronóstico falso de mi falta de ingenio y talento y talante para hacer las cosas que sí valen (para los otros) y que también por cierto me urgen llevar acabo? ¿Es esta una distracción u olvido de lo que sí me compete o debiera al menos competerme, asuntos, que me urge resolver o debieran urgirme más que por ejemplo estar divagando en torno la aparición de un relato entre estas hojas; pues, pareciera que el tiempo no da tregua y las circunstancias se aplastaran encima de nuestras pretensiones de disponer de un tantito más de tiempo y de un lugar donde estarse? ¿Y el relato, dónde está? Para zafarme del resto me urge necesario aquí el relato, transmutar mis sentires a eso otro que es la ficción-fricción entre lo que hago y lo que no, pero ya cierto anotado escrito puesto por el lápiz en el papel como vestigio sombra y voz anuncio, como forma tal de algo que hice. No vine sólo a equivocarme. El relato que aún no encuentro es una prueba de ello. ¿Hago bien buscándolo ahora acá? Y es que están los otros (asuntos). No lo llevo al tiempo de la mano o en el bolsillo o en el bolso ni lo guardo en un cajón ni entre éstas hojas. No dispongo de él, en fin, como podría suponer cualquiera que me vea ahora acá escribiendo echado en la cama escuchando a Pink Floyd.


Vivir es más o menos esto. Intentos tras intentos de tentativas… tentativas de eso que entrecomillas creemos es la vida… porque nadie está seguro… mal tratarse es más fácil, el resto siempre conspira a ese favor… y si te dejan solo mejor aún… el signo de ésta época es la calaca… tratarse bien es la jodienda, todos conspiran contra ese favor. ¿Dónde está el relato? Para zafarme del resto me urge necesario aquí el relato. Ficcionar-friccionar las cosas. No meramente transcribir circunstancias de encima de mí a encima del papel. Pero. ¿Qué relato? ¿De qué? Me da lo mismo.”*

* Nota VIII del autor, encontrada, muy doblada y casi borrada por la suciedad, en el otro bolsillo de su pantalón, bolsillo derecho, por otro de los curiosos que se acercaron a presenciar su discurso, minutos antes que llegaran la ambulancia con carabineros a la esquina donde se desangraba, entonces, un cuerpo silente. .


“Él yace en la cama, ambas manos a la cabeza, su cabeza, los pies en el piso, se dobla sin alcanzar a retorcerse, le duelen las sienes, mucho, piensa que tal vez algo muy malo le pasa, mira la sábana, lo blanco de la ídem le hace peor, le daña la vista, le arden los ojos, piensa que tal vez algo muy malo le esté sucediendo. Le laten las sienes, huele el colchón, el olor no lo tranquiliza, al contrario, lo espanta, piensa que pensar no le ayuda en nada. Él no se da cuenta de lo que acontece a su alrededor, afuera el mundo se debate en el espacio tiempo sideral, no tan afuera sus triquiñuelas van formándolo, al mundo, menos afuera los humanos se lo debaten, al mundo, deformándolo, tramo por tramo, metro por metro, cada centímetro lo vale, mucho menos afuera la ciudad se debate con lo humano, la debacle es fatal, crecen y crecen murallones de concreto, en concreto todo va pareciendo un gran ataúd, o nicho, como a los economistas les gusta repetir, no tanto tan afuera el jardín parece calmo pero las apariencias son engañosas, para eso son, no mucho muy afuera el cuarto junto al jardín parece otra tumba, más pequeña a las casas, 1/4 por 1/4, asemejan un lamentable cementerio, la Sra. Calaca está en dicha, en su cama las cosas también están vivas, como la muerte, acechando, el debate combate constante es fatal, cada centímetro lo vale. Un bicho, un bichito se le asoma entre los pelos de su cabeza, el bichito no sólo se asoma, sale de su cabeza, y tras él otro más, y luego tras ese otro, otro igual, y así, uno tras otro, asoman y salen. Él no siente nada de esto, no se entera de nada de esto: del mundo debatiéndose en el espacio tiempo sideral, las triquiñuelas naturales del mundo (temblores, cambios del clima, erupciones), las triquiñuelas artificiales del mundo (con los humanos, por los humanos, quiénes más si no los humanos), la ciudad amurallándose todo, el jardín engañoso, su propio nicho, la cama poblándose de bichos que van saliendo de su propia cabeza que aún le duele y tanto que no entiende más nada. Se le cierra el entendimiento, un remolino negro y silencioso lo va tragando devorando, pero en calma con paz, él sin saber sólo se duele, se deja hacer deshacer por las circunstancias. Ahora toda una tromba de bichos, una urbe, una civilización completa, un satarsa de pequeños seres antojadizamente vueltos uno solo o gran ser, o como los entes operando en tanto manifestaciones del ser tal, ignorantes también, funcionales, engranajes, indiferentes al funcionar maquinal que conforman y son sin ser.


De la cabeza de él pasan a tragarse engullirse la cama el velador los libros las pantuflas el baño el jardín y sus propios misterios el 1/4 entero la casa la vecina la de enfrente la corrida la manzana la plaza la avenida la escuela la comisaría el súper la panadería, los departamentos, el concreto total, el cementerio todo, la ciudad, los cerros aledaños, la playa, el mar, el aeropuerto, pueblos y otras ciudades, el país, el mundo, el planeta, animales y cosas, los bichos se vuelven todo, un único y salvaje brote de existencias chiquitas, sin pesares ni dolencias, una utopía fantasma, un estadio de perfección estática, sin orden ni control, pero tampoco de anarquía. Él yace en la cama, ambas manos a la cabeza, su cabeza, los pies en el piso, se dobla sin alcanzar a retorcerse, le duelen las sienes, mucho, piensa que tal vez algo muy malo le pasa, mira la sábana, lo blanco de la ídem le hace peor, le daña la vista, le arden los ojos, piensa que tal vez algo muy malo le esté sucediendo, le laten las sienes, huele el colchón, el olor no lo tranquiliza, al contrario, lo espanta, piensa que pensar no le ayuda en nada, él no se da cuenta de lo que aconteció a su alrededor, un bicho, un bichito, eso tan sólo es, que se levanta en su jardín, presintiendo su misterio, sonríe, el dolor no baja, pero sonríe pues no ha olvidado que todos venimos de los insectos, y que por eso más vale mantener alerta nuestras antenas, a pesar de todo, a pesar de uno mismo.”*

* Nota IX del autor, estuvo un par de días oculta en un calcetín del cuerpo que nadie supo demandar y que no portaba documentos ni otro papel que diera identidad al sujeto que fue. Fue encontrada en el Instituto Médico Legal por otro anónimo.


FIN DEL APARTADO DE NOTAS



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